Historia corta Abogado de deseos

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Ferme, 22 Julio 2018.

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  1. Threadmarks: Capítulo 1: Inspección de Trabajo
     
    Ferme

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    Abogado de deseos


    Los abogados de deseos son escasos. ¿La razón? Son guardianes de multitud de secretos inconcebibles, celosos coleccionistas de artefactos únicos y por ende frecuentes víctimas de atentados homicidas realizados por toda clase de malhechores, crímenes atraídos por el rencor, el misticismo y la promesa de un botín exótico. Encima, llegar a amasar semejante patrimonio requiere de una cantidad de tiempo y esfuerzo que raya en lo absurdo si se los compara con los riesgos que involucra.

    Al menos eso pensaría la mayoría, cualquiera excepto Stevan Wishlesss, uno de los pocos profesionales que veía el vaso medio lleno del asunto. Si ser abogado de deseos te ofrecía aventuras y posesiones tan codiciadas, ¿qué importaba el esfuerzo, el peligro o las penurias? ¿No valía la pena arriesgar la vida por ello?


    1

    Inspección de trabajo


    Tras el sonido de unos cascabeles la puerta principal se abrió dejando pasar a un hombre alto y fornido, de traje elegante y con expresión severa. En la placa se leía “Arsenio N. Milligant - Inspector de Gestión laboral y productiva”.

    —Buenos días señorita. Vengo en busca del señor Wishlesss, ¿estará disponible?

    —Por supuesto. Por favor espere en la sala mientras lo llamo.

    Arsenio obedeció a la secretaria y se sentó en uno de los bancos de la salita de enfrente. En el aire reinaba un extraño aroma a incienso de lavanda que le hacía picar la nariz, pero no podía negar que el ambiente era bastante acogedor.

    —¡Sss! ¡Míster Milligant! Lo estaba esperando, acompáñeme a mi oficina.

    —Abogado Wishlesss, buenas tardes. Con permiso.

    Arsenio siguió al abogado con agudo escrutinio de su entorno, pasando por al lado de la recepción hasta llegar a un pasillo adornado con abstractas pinturas y cuatro puertas repartidas uniformemente. Terminaba de cruzar la puerta que conducía a la oficina de su anfitrión cuando por fin dilucidó qué era lo que lo mantenía alerta —¿Me estaba esperando?...





    —Por favor siéntese. Dígame inspector, ¿en qué le puedo Ssservir?

    —…Tomando en cuenta que ya me esperaba, supongo que debe saber el motivo de mi visita.

    —Jaja… ¡Sss! Le pido disculpas por mi indiscreción, es parte de mi naturaleza. Por supuesto que sé a qué vino así que permítame adelantarle que no representa ninguna molestia, puede quedarse a inspeccionar todo lo que quiera.

    —Como guste, abogado. —Arsenio sacó de su bolso de trabajo una libreta de notas y un lápiz, entre otros papeles. —Partamos por el principio señor, ¿Quién es usted y a qué se dedica?

    —¡Sss! De momento ejerzo solo como uno de los abogados de esta empresa, pero también soy dueño de la misma. VaBaD&D o “Vanish Bad Dreams&Delusions” cumple funciones de servicio al cliente en lo que respecte a transacciones de deseos con o sin consumación, sin importar raza o estrato y cumpliendo los más altos estándares de calidad vigentes a la fecha.

    —Entiendo. ¿Podría definir con más detalle el “estado del arte” del problema que soluciona su empresa?

    —¡Sss! ¡Desde luego! La transacción de deseos y/o contratos mágicos ha sido un pilar fundamental para el desarrollo de nuestra sociedad, después de todo muchas de las aventuras que dotaron a sus héroes de las más abundantes riquezas o de los poderes más omnipotentes fueron las que dieron origen a los gallardos asentamientos en los que vivimos hoy en día. La tarea de pedir y cumplir deseos se ha vuelto pan de cada día y, sin embargo, nadie parece entender las implicancias del asunto. —El abogado tomó un vaso en el escritorio que contenía un extraño licor violeta dándole un sorbo, carraspeó un poco y prosiguió. —De hecho, todos los deseos conllevan alguna clase de efecto adverso que el cliente no suele considerar, ya sea por falta de experiencia o por intenciones ocultas del ente involucrado. Ahí es donde entramos nosotros como abogados de deseos.

    —¡Pffm! —Arsenio se atoró con su propia saliva en un ademán de demostrar lo ridículo que sonaba la profesión. —Ejem… Mmm por favor explíqueme a quiénes se refiere con estos “entes involucrados”.

    —¡Sss! Un ente es como en nuestro campo nos referimos a cualquier criatura mágica o supernatural con poderes mágicos capaz de conceder deseos, sean djinns, demonios, fantasmas, ninfas, duendes, entre otros. Dependiendo de quién hablemos las condiciones para pedir un deseo pueden variar drásticamente, pero todas comparten una estructura basal similar.

    —¿Cuántos empleados forman parte de VaBaD&D en este momento?

    —Hace poco que nos asentamos aquí en Casablanca así que no espere demasiado jeje… ¡Sss! Por el momento solo contamos con cinco empleados: Blasfe Martínez como guardia de seguridad, Willi Begreat como auxiliar de aseo, Sanita Nilusa como secretaria en la recepción, Oxford Tuna como abogado adjunto y quien le habla, Stevan Wishlesss, como segundo abogado adjunto. ¡Sss!

    —Perfecto. Solo una duda me va quedando con todo esto señor y es… ¿cómo proceden ustedes a profesionalizar la petición de deseos? ¿Dónde está el negocio?

    —¡Sss! ¡Qué aguda observación míster, no era para menos! El rubro satisface una demanda que consideramos que no se había tenido en cuenta hasta la creación de nuestra empresa: la inconformidad de un deseo. El servicio al cliente básicamente es un sistema de apoyo para que no haya malentendidos, ni más ni menos. La remuneración varía de acuerdo al caso, pero todas son comisiones que parasitamos de los deseos del cliente… en una proporción justa, por supuesto. Nos regimos por una licencia de uso de ciertos protocolos de transacción mágica que yo mismo hice en mi juventud, así que no existen conflictos de interés, y está demás aclarar que los mismos están protegidos por un contrato de secreto empresarial así que no le puedo revelar nuestroSss métodos de trabajo.

    —¿Comisiones parásitas? Qué buen nombre para la labor de un abogado. —Arsenio se levantó en un ademán de superioridad. —Todo parece estar en orden. Dejaré encargados algunos documentos con la señorita Nilusa y le pediré algunas certificaciones… el papeleo usual requerido en estos casos. El permiso oficial les será entregado en un máximo de tres días a partir del momento de la inscripción en los registros de la Gran Sede.

    —¡Perfecto! ¡Ssse lo agradezco mucho míster!

    El inspector guardaba su libreta de apuntes cuando tocaron a la puerta de la oficina.

    —Stevan, tu cita de las tres ya está aquí.

    —¡Gracias Sani! ¡Sss! Dile que pase. —Sanita desapareció tras la puerta y en su lugar aparecieron tres figuras con un peculiar brillo metálico.

    —¡Adelante chicos! Inspector, puede quedarse a escuchar la sesión si gusta.

    —Muchas gracias abogado, será un honor. —Arsenio ubicó una silla al costado de la habitación que le daba una vista panorámica de la reunión y se sentó dejando escapar un bufido de satisfacción. De una forma u otra, acababa de lograr su cometido inicial.

    La secretaria cerró la puerta luego de que entraran tres temerosos visitantes armados. El abogado se irguió en su asiento hasta adoptar la misma postura inicial con la que recibió al inspector.

    —Por favor, siéntense. Díganme chicos, ¿en qué les puedo Ssservir?

    Los tres caballeros se miraron entre sí hasta que uno, el más joven, se atrevió a hablar.

    —…Fuimo' timados por un unicornio.

    Un silencio incómodo y abrumante se instaló en la oficina. Los otros caballeros desviaron la mirada avergonzados mientras Arsenio luchaba por contener una sonora y burlesca carcajada. El abogado mantenía una estancia inexpresiva, mirando fijamente a los ojos de su cliente.

    —Por favor Sssir Douglas, cuénteme la situación y no se salte ningún detalle.
     
    Última edición: 22 Septiembre 2019
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    Agus estresado

    Agus estresado Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Bueno, el título realmente es llamativo sin dudas, y como es tu primera historia, decidí pasarme a leerla.

    La verdad es que el concepto de abogado de los deseos me recuerda a un episodio de los padrinos mágicos donde Timmy pide un abogado para enfrentarse a un genio, dado a que solo ellos podían estafar a un estafador. No tiene mucho que ver con el relato, pero me recordó ese aspecto.

    Tengo que admitir que la idea de esta trama es confusa, ya que no sé a dónde irá la historia. Tratándose de una historia corta, mi suposición es que veremos cómo el abogado toma uno o más casos de personas que no quedaron satisfechas con sus deseos o quedaron perjudicadas por otro.

    Y te felicito por los nombres que les diste a los empleados que trabajan en VaBaD&D (el cual también es algo fácil de recordar) dado a que son originales y bien apegados al tipo de historia. Me pregunto si el inspector tendrá algo de importancia en la historia, dado a que el título hace referencia al abogado en sí. Imagino que tienes algo reservado para el inspector o de lo contrario no lo habrías puesto, ya que en este capítulo simplemente ha interrogado (y no tanto) a Stevan.

    Me pregunto qué clase de deseo les habrá concedido el unicornio a los caballeros, y cómo es que se vieron estafados.

    En el aspecto técnico la historia está muy bien, pero noté que está super cargada de diálogos y la narración es muy poca. Creo que el 90% de lo que se vio aquí fue diálogo, mientras que la narración (que si bien estuvo bien) fue mínima. Igualmente tratándose de una historia corta, tal vez sea mejor así.

    Te marcaré un par de cosas.

    No es un error, pero me tiene en duda. ¿Ese es su nombre real o lo dice así por su defecto de pronunciar tanto Sss? También, ¿se trata de una serpiente? Dado a que las serpientes suelen ser caracterizadas por hablar así en la animación. Y en caso que lo sea, ¿hay algún motivo para elegir a una serpiente para tomar el trabajo de un abogado?

    Ese es el único error que noté en el capítulo, y no fue nada grave.

    La verdad es que ahora estoy confundido, y seguiré leyendo para ver a donde termina todo esto.

    Por ahora es todo. Saludos.
     
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    Regreso de la tumba para retomar esto que dejé incompleto... vaya modales los míos.

    Lo de los padrinos mágicos nunca se me cruzó por la mente, pero ya que los mencionaste no puedo dejar de pensar que sí tenía algo que ver jaja.
    Sobre la trama... si soy sincero yo tampoco estaba seguro de qué trataba en un principio. Solo me la imaginé y me puse a escribir y ¡Puff! apareció esto. Y como no quería extenderme demasiado, lo dejé como historia corta.

    Te encuentro toda la razón respecto a los diálogos... es mi placer culpable dejar que los personajes hablen por sí mismos en vez de explicar por ellos lo que piensan o sienten. Disculpa si eso te corta la fluidez de la lectura.

    Síp, ese es su nombre real, y síp, es una especie de serpiente. Sobre el motivo para elegir a una serpiente como abogado... no sé, en mi mente se ven un poco parecidos jaja.

    Acabo de corregirlo~ ¡Muchas gracias!
     
    Última edición: 16 Septiembre 2019
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  4. Threadmarks: Capítulo 2: Robapieles
     
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    Robapieles


    Quién habló parecía ser no solo más sensato, sino también el único de los tres caballeros dispuesto a hablar. Sus dos acompañantes desviaban la mirada avergonzados, mezclando un poco de vergüenza con un poco de temor. El inspector Milligant logró contener su risa gracias a un esfuerzo sobrehumano con tal de no perderse ni una palabra de la sesión. Sir Douglas, el más joven de los tres caballeros, adoptó cierta postura propia de quién da un reporte a su superior, aceptó con algo de desconfianza beber un poco de la pócima de lavanda que le ofreció Stevan y procedió a relatar su historia.

    —Los chicos y yo… somos mercenarios aquí de Casablanca… De hace años teníamo’ empleos en corto plazo porque somo’ nómades… pero apenas llegamos a la plaza del central quisimo’ vivir aquí… Todo el mundo parecía ser al alcance de una caminata… la costa, los bosque’, las montañas, las llanuras desérticas… érase un paraíso… ¡Ejem!

    >>…Estábamos conscientes de que, igual que nosotro’, muchos otro’ mercenarios se habían dispuesto a terminar sus días dentro de estas murallas, lo que no haría fácil encontrar trabajo… Nos arriesgamo’ a continuar la profesión, hicimos otro’ pequeños trabajos en paralelo, nos promocionamos en plazuelas y folletos, pero nada resultó… ¡Ejem!

    >>Pronto tuvimos que aceptar la realidad, que quizás no teníamos lo necesario para merecer vivir en este hermoso lugar, y con esa impresión nos habríamos quedado si no fuera por una atractiva oferta colgada en la muralla de ‘pendientes laborales del gremio’, plasmada en una enorme pancarta que decía “se contratan mercenarios para búsqueda y recolección de cuernos de unicornio… remuneración de quinientas cuentas, más costos de hospedaje y movilización pagados”. ¡Ejem! Solo había que conseguir un cuerno de unicornio, un preciado y escaso material que se vende muy bien en el mercado norte. Era una simple misión de caza y recolección. Con nuestros incipientes problemas financieros a cuestas, obviamente aceptamos sin dudarlo.

    Todos en la habitación prestaban atención a la historia que relataba el muchacho de ojos claros. Sus hermanos retenían tercamente su postura encorvada inicial, incómodos ante el porvenir del relato. Solo Stevan y el inspector Milligant estaban lo suficientemente atentos como para notar el cambio del manejo de la gramática y la forma de hablar del muchacho, aunque el inspector parecía ser el único curioso al respecto.

    —¿Había viSssto antes un unicornio?

    —No. Todos nuestros trabajos anteriores tenían que ver con resolver secuestros o lidiar con delincuentes menores. Nada relacionado con criaturas mágicas… ¡Ejem! ¡Argh! ¿Qué clase de licor es este?

    —¡Sss!¿Al menos tenía una referencia visual de su apariencia?

    —… No. Supusimos que eran esas bestias albinas con un cuerno en espiral sobre los ojos. Ya sabe, del tipo que aparece en los cuentos para niños.

    —Entiendo. Por favor, proSssiga.

    —Claro… ¡Hmm! ¿Dónde me quedé?... Ah, en nuestro viaje a los Fangos Grises... ¡Hmm! Luego de que nos inscribiéramos para la misión, preparamos nuestras herramientas y partimos camino al bosque de inmediato, pero la primera vez no encontramos nada. Continuamos nuestros viajes varios días, recorrimos cada rincón del bosque de Acres y sin importar cuánto nos esforzamos nunca encontramos pista alguna de la dichosa bestia… o de cualquier otra en realidad… la verdad no había rastro de vida de ningún animal. Ahora que lo pienso bien, deberíamos de haber notado enseguida lo extraño de la situación, pero casi no nos llamó la atención. Supongo que fue así dados los rumores que escuchamos de los campesinos, eso que cuentan de esta criatura, la roba no sé qué… ¡Hmm!

    —¡Sss!¿Ssse refiere al “robapieles”?

    —Ese mismo. Si le soy sincero, ninguno de nosotros cree en esas cosas, lo atribuimos a la necesidad de los campesinos de justificar sus propios errores por medio de mitos absurdos, sin atribuirse la culpa de tener que lidiar con las consecuencias de su propia negligencia… nada especial. ¡Hmm! En fin… los días que mantuvimos nuestros viajes se volvieron semanas con rapidez. Seguíamos motivados por la promesa de un futuro mejor, pero fue inevitable que con tan extenuante e infructífero trabajo los viajes se volvieran rutinarias procesiones de conjuros maliciosos contra nuestra suerte. Maldecíamos la vida que teníamos y nuestra mala fortuna, al bosque por su egoísmo y por supuesto también a los unicornios por hacerse los difíciles en revelarse ante nosotros. Y así se mantuvo hasta que, por fin, después de incontables búsquedas sin novedades dimos con una misteriosa criatura en la zona de los Fangos Grises, una especie de caballo albino de aspecto majestuoso que se alzaba con gracia en medio del estanque… ¡Hmm!

    >>… Apenas lo divisamos nos alistamos enseguida para un ataque sorpresa. Era tanta la emoción que nos invadía aquella escena que apenas podíamos contener el aliento. Triangulamos el objetivo y nos acercamos de la forma más sigilosa posible, sin embargo, al llegar a los arbustos que bordean el estanque el unicornio nos gritó “¡Ustedes tres!”. Nos congelamos por un momento… jamás habíamos visto antes a un unicornio, menos a uno que pudiera hablar y mucho menos a uno que hablara con una voz tan… extraña. Uno a uno salimos de nuestros escondites y mantuvimos una estancia defensiva, expectantes ante cualquier apertura que hubiera para atacar. Aquella criatura sabía que íbamos tras su cuerno, sabía que pensábamos atacarla y nos convenció de que cualquier intento de hostilidad acabaría mal para mí y para mis hermanos. En sus ojos… e-en esos ojos…

    El joven, quien hace solo unos momentos se veía tan estoico en comparación a sus hermanos, tambaleó en palabrería y postura. Su cuerpo se encorvó hasta adoptar la misma forma que retenían sus hermanos y un aire de temor y vergüenza le sacudió el rostro. Claramente había algo de esa criatura que lo había perturbado hasta la última fibra de su ser, lo suficiente como para anular cualquier efecto calmante del que fuera objetivo.

    —Tómenlo con calma Sssir Douglas, no corre peligro en este lugar. —El abogado procedió a sacar una nueva botella de la pócima de lavanda y a rellenar el vaso ya vacío en manos del caballero.

    —Co-como sea… nos exigió información acerca de nuevos negocios que se hubieran instalado recientemente en la ciudad y a cambio prometió concedernos un deseo. Fue tan extraño… pero aceptamos su oferta… aunque no se sintió como una elección. No fue una elección. No había opciones para elegir, ésa era la única acción posible si queríamos seguir con vida. Habrá sido porque en ese momento los tres compartíamos la misma idea luego de tanto tiempo de búsqueda, pero luego de acceder a su proposición no se dijo una sola palabra. Algo se estremeció en nuestro interior y supimos que se había concedido nuestro deseo. Cogimos las bolsas rebosantes de cuernos y corrimos a la ciudad. Con semejante botín deberíamos haber estado extasiados de felicidad, pero hasta donde recuerdo solo corrimos por miedo. Queríamos salir de ahí lo más pronto posible. Oh mi dios… esos ojos…

    —¡Sss! Me imagino que lo que obtuvieron no fueron cuernos de unicornio.

    —Nos dimos cuenta de ello cuando tratamos de coger la recompensa. Estábamos seguros de que lo que llevábamos en las bolsas eran cuernos de unicornio, los habíamos revisado poco antes de mostrarlo al recepcionista. Fue cuando este abrió las bolsas, miró el contenido y nos insultó por hacerle perder el tiempo con un montón de huesos sin valor que nos dimos cuenta, como saliendo de una especie de ceguera mental, que lo que habíamos cargado eran sacos repletos de osamentas pertenecientes a un sinfín de diversos animales salvajes.
     
    Última edición: 22 Septiembre 2019
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  5. Threadmarks: Capítulo 3: "Vanish Bad Dreams&Delusions”
     
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    “Vanish Bad Dreams&Delusions”


    Oxford Tuna se echó hacia un costado en su asiento. Parecía que la charla del sujeto que tenía al frente no iba a terminar nunca. Era una de esas ocasiones donde parte de la mente está captando los detalles importantes gracias a la divina providencia que proveen años de experiencia realizando la misma profesión y la otra se divierte soñando con lugares paradisíacos, mujeres, banquetes de lujo y maldiciones a la molesta suerte de tener que vivir, justo este día, una mala jornada en el trabajo. El ejercicio parecía algo cotidiano, pero el abogado tenía pleno conocimiento de que nadie más podía reemplazarlo cada vez que se le diera la gana, menos con el trabajo que realizaba, menos en este momento. No había transcurrido mucho tiempo desde que mudaron la empresa a Casablanca, por lo que no había lugar en el itinerario para distraerse con caprichos. Oxford, acostumbrado a tener que lidiar con las consecuencias de su maldición, se enderezó para recobrar una postura adecuada a la situación.

    —Escúcheme bien, señor Leyd. Esta es la tercera vez que viene a quejarse de lo mismo y será la tercera vez que se lo voy a decir: Vaya a la oficina de reclamos de la Gran Sede y denuncie ahí el fraude de su compra. Nosotros nos encargamos de estafas realizadas por criaturas mágicas, no necesariamente de estafas que involucren a una criatura mágica. Si aún conserva el recibo del mercader que le vendió su giganso de huevos de oro, llévelo a las oficinas que ya le mencioné y-

    —¡USTED escúcheme a mí, señor “DON” abogado! ¿¡Cómo espera que pague el impuesto de la revisión SI TODOS MIS AHORROS LOS OCUPÉ EN ESTE ESTÚPIDO GIGANSO!? ¡Y PARA COLMO EL DESGRACIADO SOLO DA HUEVOS DE HIERRO! ¿¡QUÉ se supone que haré con un montón de huevos de VEINTE KILOS DE METAL si no valen NI UN CÉNTIMO de lo que me costó esa bestia?!

    Oxford lanzó un fuerte suspiro de condescendencia y falta de paciencia. Buscó en uno de los cajones de su escritorio y sacó un agudo lápiz de carbón y un trozo de papel.

    —Bien, le daré una solución rápida. Vaya donde la señorita Nilusa, llévele esta nota y pídale que le comunique directamente con las oficinas de Control de Comercio. Con un poco de suerte, les podré cobrar un favor y usted podrá regularizar su situación en unos pocos días.

    El hombre se levantó con brusquedad, le arrebató el papel al abogado y salió de la oficina dándole la espalda y pisando con fuerza. —ESO ESPERO. Ya me conocerá si tengo que volver a este cuarto… —Dicho esto, el señor Leyd se fue dando un portazo que descuadró una de las pinturas de la muralla.

    Oxford se echó sobre su silla, se tomó la frente con una mano y con la otra dio un sorbo de un licor violeta que tenía sobre la mesa, un curioso botín que había tomado prestado sin permiso de la bodega de su amigo Stevan. El vaso desprendía un peculiar aroma a lavanda que seducía a la ira a desplomarse hasta no ser más que una simple molestia del pasado.

    El plan que le sugirió al señor Leyd solo funcionaría si Sanita se comunicaba con la persona correcta, Mina Sandiego, una simpática elfa con la que había salido hace poco y que trabajaba de recepcionista en una de las oficinas de Control de Comercio ubicadas en la Gran Sede. Para complicar las cosas, las estafas en Casablanca eran tan frecuentes que cerca del cincuenta por ciento del personal de las oficinas lo constituían solo las recepcionistas. Por lejos, era muchísimo más probable que le cayera un rayo a que de entre todas las opciones Sanita se contactara justo con Mina, una recepcionista con la que jamás había hablado.

    Oxford dejó con cuidado el vaso sobre el escritorio y se relajó en su asiento. Sabía que el plan funcionaría.



    ––––––––––––––––––––



    El señor Leyd salió del edificio dando otro portazo. La puerta crujió de tal manera que a varios transeúntes frente al edificio les fue irresistible voltear para ver el origen del estruendo. Blasfe Martínez, quien se encontraba haciendo guardia a un costado de la puerta, no se inmutó en lo más mínimo, ni siquiera cuando el anciano pateó un florero inocente a un costado de su sendero, casi matando a una pequeña mariposa carmesí en el proceso.

    —Vaya con cuidado señor Leyd. Buen día.

    El señor Leyd recibió el comentario de Blasfe como una patada en el trasero. Volteó con claras intenciones de descargar toda su molestia en la pobre alma que había osado con levantarle la voz y mofarse de su situación, pero lo que vio lo detuvo en seco. Un minotauro de dos metros y medio de altura lo miraba fijamente, atento a cualquier acción que sobrepasase los límites de lo políticamente correcto.

    —Eh… Sí. Gracias. —Era evidente que la molestia que lo invadía era tan obstinada como él, negándose con porfía a abandonar su raciocinio. Si no fuera por la presencia imponente de la criatura parada al lado de la entrada principal, probablemente no habría dudado en desquitarse con más ornamentos.

    Blasfe Martínez se mantuvo estoico durante toda la escena, serenidad obtenida por sus numerosos años de experiencia más que por falta de interés o mera confianza en la apariencia que le brindaban su torso ancho y sus escleróticas irritadas.

    Cuando el señor Leyd desapareció tras la esquina del edificio vecino, la mariposa carmesí que había espantado voló hasta el hombro del minotauro y se posó con delicadeza. Blasfe sonrió. Aún si la violencia era su especialidad, la fragilidad de los insectos era algo que siempre le ayudaba a conservar la calma, terapia de ternura para un asesino en momentos difíciles.



    ––––––––––––––––––––



    Sanita Nilusa respiró pesadamente y sin disimulo cuando el señor Leyd cerró de un portazo la puerta de la entrada principal. Las campanillas del marco superior se azotaron muy fuerte, pero se negaron a tintinear con un extraño sentido de mágica obediencia. Una de las cosas que odiaba de su trabajo como secretaria era tener que lidiar con esa clase de gente sin escrúpulos ni sentido del auto control.

    Se había comunicado con una recepcionista de nombre Mina Sandiego quien, por una cuestión milagrosa, resolvió el problema del vejestorio de una forma muy expedita, permitiéndole contener su molestia el suficiente tiempo como para no perder su aire de secretaria de alta corte frente a un cliente malhumorado. Para su mala suerte, no pasó mucho tiempo para que Oxford saliera de su oficina buscándole conversa... otra vez.

    —Vaya nivel de tipejos que nos han tocado en el negocio ¿eh?

    El comentario le cayó tan bien como lo habría hecho una copa de vino. —¡Pff! Vaya manía tuya de siempre arrojarme los peces que te muerden la cola, desgraciado.

    —Ah~. Vamos, no te pongas así Sani, con tantos peces en el mar nunca sabes qué puedes pescar~. Además, sabes que si lo hago es porque sé que puedes manejarlo~.

    —Bla bla bla… Sigue balbuceando que tus halagos no te salvarán de esta, baboso. Me debes una.

    —¡Jajaja! Tú tranquila. Ya encontraré la forma de devolverte el favor~.

    A Sanita se le escapó una risita sarcástica. —Eso sí que no lo dudo. Cuando llegó este hombre a exigirme una encomienda sin pies ni cabeza estaba a punto de recitarle un par de verdades, hasta que me pasó tu nota.

    —¿Contestó Mina?

    —¿Tú qué crees?

    —Solo lamento que haya tenido que cobrarle el favor con asuntos laborales… Pensaba invitarla a salir un día de estos.

    —¡Pff! Estoy segura de que podrás hacerlo aún sin cobrarle favores. Podrías estar amordazado y atado de pies a cabeza, encerrado en algún pozo lleno de lodo al otro lado del océano y aunque esta chica hablara otro idioma no me extrañaría que terminaras acostándote con ella al día siguiente.

    —¡Pff! ¿No que las ninfas tenían buen carácter?… al menos mi suerte no me ha convertido en un pequeño y regordete renacuajo~.

    —¡Ha! … Vete al diablo.

    —Como quieras. ¿Stevan sigue ocupado?

    —Así parece. Se le juntó la visita de un “inspector” con la cita que tenía a las tres.

    —¿Un “inspector”?

    Sanita asintió con la cabeza e hizo un gesto con la boca para indicar las campanillas de la puerta principal. Su colega entendió de inmediato, cambió su expresión burlona por una más seria y se quedó mirando el pasillo en dirección a la oficina de su compañero. El silencio que se instaló en la sala fue interrumpido enseguida por los chasquidos que emitía Willi al trapear el suelo con un paño roñoso.

    —¡Argh! Maldición Willi… ¿es que no puedes leer la atmósfera? Estamos tratando de aparentar preocupación por aquí~.

    Sanita hizo girar los ojos con un gesto de hartazgo. Como era costumbre, Oxford no se tomaba las cosas en serio. Esto, sumado a la reciente muestra de irritabilidad del señor Leyd, lejos de causarle gracia la sofocaba con la idea de que los tiempos de antaño donde podía disfrutar de la quietud de su lago natal eran cosa del pasado. —La verdad, no sé qué más esperaba... —murmuró para sí.

    Regresó a su puesto y prefirió volver a su trabajo. Ordenar de mayor a menor importancia los documentos que obtenían los abogados era una tarea monótona de gran utilidad para ignorar al mundo, navegar en la nostalgia y de paso recobrar la compostura, al menos de una forma mucho más disfrutable que beber licores o pócimas de hierbas.



    ––––––––––––––––––––



    Willi Begreat era un personaje curioso, por no decir menos. Era un personaje curioso. Las palabras rara vez lograban atravesar sus oídos hasta ser entendidas por su cerebro. Pocas veces lograban llegar hasta su cerebro. Salvo que alguna frase tuviera su nombre en ella. Salvo que alguna frase tuviera un tono imperativo.

    - … Willi… ¿es que no puedes leer la atmósfera? Estamos tratando de aparentar preocupación por aquí.

    Willi empapó de saliva su paño y continuó trapeando el piso. No sonaba como una orden. Parecía una pregunta. Y una pregunta requiere pensar en una respuesta. Requiere una respuesta. Sinsentido, las órdenes son mucho más fáciles de cumplir. Después de todo, solo hay que hacer lo que se manda hacer. Solo hay que hacer lo que hay que hacer. Solo hay que hacer. Una orden también significa urgencia. Si no es una orden, no es importante.

    - … Willi ni tú. Y luego se preguntan por qué nadie les quiere dirigir la palabra… Willi, necesito fumar un rato, por si me quieres hacer compañía.

    Tampoco sonaba a una orden. Sonaba como si alguien fuese a hacer algo. Hacer algo afuera. De pronto, Willi tuvo la sensación de que tal vez fuera bueno verificar que todo siguiera limpio afuera. De pronto, Willi tuvo esa sensación. Pero eso requería una acción inmediata. Tal vez después de terminar de limpiar adentro. Tal vez después de terminar lo que estaba haciendo. Tal vez.
     
    Última edición: 23 Septiembre 2019
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  6. Threadmarks: Capítulo 4: “We literally do (NOT) vanish bad dreams and delusions”
     
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    “We literally do (NOT) vanish bad dreams and delusions”


    Arsenio escuchaba con atención el relato del joven Douglas. Le causaba una hirviente gracia visceral que supuestos mercenarios, con la experiencia que deberían de haber ganado en su vida de nómades, fueran tan ilusos con una simple misión de caza de unicornios. Aún con el limitado conocimiento que él tenía sobre las bestias, si ese era el nivel de profesionalismo que se les exigía a los mercenarios de la ciudad, estaba seguro de que hasta él podría haber sido mejor caballero en el gremio. De haberlo sabido con anterioridad no se habría tomado tantas molestias en preparar su carta de presentación como alguien importante.

    Solo una cosa le causaba mayor incomodidad y era la actitud del abogado que tenía al frente. ¿Cómo podía permanecer tan sereno, tan atento a una historia así de ridícula? ¿Cómo era capaz de mantener la compostura ante una evidente falta de profesionalismo? De haber estado en sus zapatos, esos caballeros habrían perdido la vida desde el momento en que dos de los miembros no osaran levantar la vista, desde el momento en que el único del grupo que se dispuso a hablar pudiera apenas contener el nerviosismo.

    Diablos… son caballeros. CABALLEROS. ¿Qué clase de actitud es esa? —pensó. Caballeros cobardes, caballeros que juegan a las escondidas. Un verdadero profesional sabe cuál es su rol, sabe enfrentar a la adversidad con la frente en alto, la mirada fija en el objetivo, sabe enfrentarse directamente al problema. Un caballero no duda, no se esconde, no hace trampa, no tiembla, no teme. Era una vista que junto al extraño y permanente olor a lavanda del lugar trastornaban el olfato y volvían el ambiente asquerosamente acogedor. Un ambiente de acogida, de refugio. Refugio para unos caballeros. Escolta del peligro para los que deberían proteger al resto. Caballeros escoltados por abogados. Protectores rogando la protección de los políticos.

    Arsenio giró la cabeza e hizo una mueca de disgusto. Qué asqueroso montón de hipócritas…



    ––––––––––––––––––––



    Sir Douglas balbuceó algunos detalles sobre lo que perdieron dentro del gremio, pero a grandes rasgos su historia había acabado con la entrega de los cuernos de unicornio falsos. Stevan escuchaba atentamente hasta los suspiros de su locutor, atento a cualquier detalle que le otorgara una visión más clara de la situación actual. Aquel joven no era el primer cliente que venía a contarle la misma historia, pero como iban la cosas, bien podría ser el último.

    Cuando el caballero terminó de contar su historia, Stevan tomó el resto de la pócima de lavanda que quedaba en el vaso del escritorio y se inclinó sobre la mesa apoyando los codos y entrecruzando los dedos.

    —Escúcheme con atención, Sssir Douglas. Si bien este caso podría a simple vista considerarse como un deseo fraudulento, lamento informarle que no corresponde con ninguna resolución de enmienda, por una simple razón: Más que un deseo fidedigno, lo que usted y sus hermanos experimentaron fue la ilusión de uno. Este tipo de “deseos” se conocen comúnmente como “recompensas de extorsión” y suelen ser provistas por criaturas que poseen alguna habilidad para torcer la voluntad de sus víctimas o de darles la ilusión de un deseo tradicional bajo ciertas condiciones impuestas. El propósito de este tipo de artimañas suele ser ganar tiempo engañando al objetivo el mayor tiempo posible antes de que, tal cual usted me acaba de contar, el efecto sea removido de forma externa, por lo que es un acto estrictamente malicioso. ¡Sss! Como tal, hablamos de una estafa que califica como “ilusión fraudulenta”, no como “deseo fraudulento”.

    La poca dignidad que les quedaba a los caballeros se desplomó con el último comentario del abogado. Toda su tragedia les costó lo poco que habían conseguido y no había lugar a reembolsos. Todo su tiempo, dinero y reputación perdidos permanecerían así y no había nada que pudiera remediarlo.

    —¡P-Por favor señor abogado! ¡Se lo imploro, denos alguna solución! ¡No podemos volver en este estado! Ya lo hemos perdido todo, no tenemos cómo reponernos… ¡No podemos volver así! ¡POR FAVOR!

    —¡Sss! De verdad lamento su situación, pero le repito que no hay nada que se pueda hacer en este momento para satisfacerlos. ¡Pero por favor no se aflija! Su declaración sin lugar a dudas nos será útil para resolver un problema mayor que veníamos arrastrando desde que este negocio se mudó a esta ciudad y, si le sirve de consuelo, también ayudará a dar justicia a muchoSss otros casos como usted.

    —… No puede ser… ¿de verdad… de verdad no hay algo que se pueda hacer?

    —¡Sss! Al menos de forma directa o material, no. Pero le repito: su esfuerzo sí tiene significado, sí nos será útil y sí le traerá beneficios, tanto a usted como a toda la ciudad. Solo lamento que la retribución que les puedo ofrecer no fuera la que esperaban obtener. ¡Sss! Espero que comprenda a qué me refiero.

    —… Eso creo.

    Gracias a la magia de imprenta era posible grabar rápidamente las declaraciones verbales de los clientes en papiro reforzado para evitar esperas innecesarias y agilizar la obtención de registros, siendo una de sus mayores ventajas la de prevenir la carga emocional excesiva de los confesores que tuvieran que declarar algún evento traumático o emocionalmente complicado. Relatar un hecho difícil a un profesional puede resultar incómodo, ¿pero contarlo y además escribirlo? La magia de imprenta era definitivamente un elemento imprescindible en cualquier profesión de recopilación de datos. Stevan ayudó a los caballeros a firmar algunos registros y otros documentos antes de intercambiar cordiales agradecimientos y dar una deprimente despedida.

    Cuando se cerró la puerta de la oficina, el aire acogedor que reinaba en la sala desapareció. Cualquiera habría pensado que la temperatura había caído por algún peculiar e inoportuno efecto climático, pero no fue así. Aquel frío no era del tipo que se percibe con la piel.

    Stevan terminó de organizar los documentos de los caballeros, cerró los ojos, dio un gran suspiro y entrecruzó con delicadeza los dedos colocando las manos encima del escritorio. El inspector solo alcanzó a aflojar el nudo de su corbata y calmar su respiración, sorprendido por un silencio demasiado incómodo.

    —Sss… ¿Y bien? ¿Ya que acaba de ver que he sido sincero con usted, le importaría ser sincero conmigo esta vez, “inspector”?



    ––––––––––––––––––––



    Sentado en uno de los escalones frente a la entrada principal, Oxford fumaba un cigarro mientras observaba la variedad de criaturas que caminaban por el centro. Era el sexto que consumía desde que había salido “a tomar aire fresco”. A su lado, Blasfe Martínez se mantenía con su actitud usual, de pie, con los brazos entrecruzados y con el ceño fruncido. La mariposa carmesí que lo acompañaba lo abandonó apenas el aire del patio frontal comenzó a viciarse con el humo de los cigarros de su compañero.

    —Me sorprende que aún no le haya dado cáncer. El hollín de las calderas del centro debe ser color gris en comparación a sus pulmones.

    —Blas, recuerda que el gris no es un color. Además, es casi seguro que algún tipo de cáncer debo tener, pero podría apostarte mi sueldo a que algo así no va a liquidarme. Sería demasiado aburrido~.

    —¿Le ocurre algo? Dudo que ese anciano de hace un rato sea la razón de tanta ansiedad.

    —Por supuesto que hay algo más, he tenido días mucho peores. —Oxford terminó de consumir su sexto cigarro y botó la colilla al piso, tal como lo había hecho con las anteriores.

    —Como sea, si va a seguir aquí ¿podría al menos recoger sus colillas en vez de dejarlas tiradas en el escalón?

    —Meh… Deja que Willi se encargue. Al menos así habrá basura real que pueda limpiar.

    —Brr… Eso no es correcto.

    —¡Oh, vamos! ¿Primero fue Sani y ahora tú también vendrás a decirme lo que debo o no debo hacer? ¿Qué se creen, mis padres?

    —Brr… Si no va a hablar sobre lo que le aqueja prefiero que lleve sus berrinches a otro sitio.

    —Pff… qué aburrido. Cuando te pones así hasta Willi parece mejor compañía…

    —BRR… ¿Y entonces por qué sigue aquí?

    —No seas ridículo, él no comprendería nada que tuviera que ver con angustia… o con cualquier otra emoción, a decir verdad. Además, ¿quién más reprocharía mis berrinches? Sani solo me ignoraría…

    —¡BRRR! —Blasfe comenzó a tensarse. Si había algo aparte de la promiscuidad en que Oxford era públicamente conocido, era la facilidad que tenía para sacar de quicio a todos los que lo rodeaban.

    —Ok, ok. Stevan sigue ocupado con un “inspector” o algo así. Al parecer mencionó venir de Gestión Laboral y Productiva.

    —Brr… Lo recuerdo. Mostró su carta de presentación y todo parecía en orden, aunque… Es extraño. Ahora que lo pienso bien, en los registros que conseguimos no recuerdo haber leído sobre algún inspector de ese departamento.

    —¡Ha! Es porque no lo hay, mi amigo. Los inspectores son asignados por sección, no por departamento. ¿Te imaginas a una sola persona a cargo del trabajo de campo de todas las secciones de los departamentos de Gestión Laboral y Gestión Productiva a la vez? Sería ridículo.

    —¡BRRR! ¡¿Entonces es otro de esos engendros?!

    —Eso temo, mi vacuno amigo~. Esos tipos siempre me ponen nervioso…

    —¡BRRR! ¡Entonces por eso me he sentido tan confundido esta tarde! ¡Otro de esos malditos me engañó! ¡BRRR! ¡Ah, pero no ha logrado engañar a mi instinto, ya decía yo que ese bicho era raro! ¡¿Y por qué Don Stevan no ha dicho nada al respecto?! ¡Deberíamos ir a por él ahora mismo!

    —Tranquilo, si no lo ha hecho debe tener sus motivos. Con tantos clientes quejándose de lo mismo debe de querer resolver de una vez por todas por qué nos acosan tanto esos monstruos, o eso creo yo. No sé, yo lo haría… si su presencia no me causara tanta ansiedad. ¡Ah! Vaya rostros más feos…

    —BRRR… ¿¡Seguro que estará bien dejarlo así!?

    —Sí. No. Supongo. No tengo idea amigo, debemos confiar en Stevan… O podríamos mejor dejarlo a la suerte ¿no~?
     
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  7. Threadmarks: Capítulo 5: Muda de piel
     
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    Muda de piel


    Los abogados de deseos son escasos. ¿La razón? Son guardianes de multitud de secretos inconcebibles, celosos coleccionistas de artefactos únicos y por ende frecuentes víctimas de atentados homicidas realizados por toda clase de malhechores, crímenes atraídos por el rencor, el misticismo y la promesa de un botín exótico. Encima, llegar a amasar semejante patrimonio requiere de una cantidad de tiempo y esfuerzo que raya en lo absurdo si se los compara con los riesgos que involucra.

    Al menos eso pensaría la mayoría, cualquiera excepto Stevan Wishlesss, uno de los pocos profesionales que veía el vaso medio lleno del asunto. Si ser abogado de deseos te ofrecía aventuras y posesiones tan codiciadas, ¿qué importaba el esfuerzo, el peligro o las penurias? ¿No valía la pena arriesgar la vida por ello? Su visión era una difícil de compartir para el común de los mortales, por lo que no era extraño que su personalidad se volviera un poco excéntrica a lo largo de sus aventuras en pos de convertirse en un buen abogado.

    Mas solo en un buen abogado. ¿Ser el mejor de todos? Ni hablar, la excelencia en su profesión no representaba ni de lejos el motor de sus esfuerzos, aunque esto no se condijera con su particular perfeccionismo al momento de hacer las cosas. No, su motivación nunca se cruzó con la tradicional idea de sentarse en la cima de la cumbre del éxito o la fama, ni con convertirse en la fuente de inspiración y admiración de sus colegas. Para bien o para mal, su motivación siempre fue una muy egoísta, una emoción simple y poderosa propia de las razas íntimamente relacionadas con las víboras. La única razón de su actuar, desde su nacimiento, siempre estuvo fundada en el interés que su objetivo le representara.

    Cualquier cosa que no llamara su atención, no era digna de ser considerada valiosa ni importante. Cualquier cosa que no llamara su atención merecía ser olvidada, abandonada en el pasado como un mal recuerdo cualquiera, cual resto de piel escamosa después de la muda de primavera.



    ––––––––––––––––––––



    El abogado terminó de organizar los documentos que había obtenido de los caballeros, cerró los ojos, dio un gran suspiro y entrecruzó con delicadeza los dedos colocando las manos encima del escritorio que tenía al frente. Arsenio, sorprendido por un silencio demasiado incómodo, solo atinó a aflojar el nudo de su corbata y tratar de calmar su respiración.

    —Sss… ¿Y bien? ¿Ya que acaba de ver que he sido sincero con usted, le importaría ser sincero conmigo esta vez, “inspector”?

    El abogado guardó los documentos que había organizado y se reclinó en su silla. Arsenio había perdido su aire de superioridad en solo una fracción de segundo, justo después de que los caballeros abandonaran la oficina. ¿Acaso lo habían descubierto?

    —… ¿señor Wishlesss?

    —Señor Milligant, para ser un inspector profesional tiene una peculiar dificultad en lidiar con su rabia. ¿A qué se debe tanta molestia, si se puede Sssaber?

    Arsenio palideció. Su sincronización fue perfecta, instaló la hipnosis paulatinamente a lo largo de la entrevista con los caballeros y la asentó justo en el momento en que se cerró la puerta. ¿Cómo podía insinuar este sujeto que se había equivocado? ¿Era posible que existiera alguien capaz de resistirse a su ilusión? Si no había cometido ningún error, la única otra posibilidad era que su adversario intentara engañarlo, hacerlo dudar, infundirle miedo. Era imposible que alguien tuviera tal nivel de percepción como para notar un desfase en un arte que llevaba practicando toda su vida.

    Sea como fuese, las precauciones ya no importaban. Arsenio tuvo que reconocer que había perdido la iniciativa del ataque sorpresa. —Jajaja… —rió con resignación —… supongo que ya no tiene sentido seguir con esta farsa. —La voz de aristocrático que había mantenido de pronto mutó en una voz de ultratumba apenas reconocible.

    —Sssupone bien míster. ¿Y bien?

    Cómo es posible… —titubeó —… ¿cómo es posible que seas capaz de tomar esa decisión con esos tipejos? ¿Qué pasó con tu “sentido del deber”?

    —¿Ssse refiere a los caballeros?

    ¡Ha! ¡Ya quisieran ellos ser caballeros de verdad! ¿Cómo puedes ser tan misericordioso con un montón de cobardes? ¡Esos gusanos ni siquiera merecen vivir!

    —Es Sssencillo. Porque son mis clientes. Ni más, ni menos.

    Arsenio arrugó la cara de forma anormal, casi como si esta no estuviera adherida a sus músculos faciales. —¿Es una broma? ¿Me estás diciendo que tu maldito sentido del deber empieza y termina con quienes son tus clientes? ¿¿Que la justicia está al alcance solo de quien la puede pagar??

    —¡Sss! Mi sentido del deber empieza y termina con mi trabajo. ¿Es tan difícil de entender?

    Arsenio estaba al borde del colapso. La rabia que tanto había luchado por contener ahora lo consumía por completo, infundiéndole un incómodo picor característico de cuando las emociones son tan fuertes que no se alcanzan a expresar en su totalidad. —Maldito reptil sin moral… ¿En serio eres tan hipócrita como para hacer lo que se te antoja bajo la excusa de un falso sentido de justicia? ¿No tienes ni un mínimo de decencia? ¿Ni un mínimo de arrepentimiento al engañar a la gente y sonreírles a los desdichados diciendo que todo estará bien?

    —¡Sss! ¿Engañar? —el abogado se acarició el mentón con perplejidad. —Hasta donde recuerdo no les dije ninguna mentira. ¿Arrepentimiento? ¿Debería Sssentirme culpable por darle ánimos a los desdichados?

    ¡No te atrevas a darme ese discursillo de pseudo altruismo! No eres bueno, ni decente, ni justo, mucho menos te importan los desgraciados. ¡Lo único que te importa eres tú y tu maldito negocio!

    —Déjeme preguntarle algo Ssseñor Milligant, si es que así se llama. Darle comida a un animal callejero le sienta bien, ¿no? Supongamos que acaba de tener un muy mal día. ¿Que tenga sentimientos negativos invalida su actuar con el animal? ¿Acaso esa Sssensación agradable se desvanece por la penumbra emocional que le acongoja? ¿Acaso no ocurre completamente al revéSss, y alimentar a ese animal le ayuda a lidiar con su disgusto?

    ¡Ha! ¡No me hagas reír víbora malnacida! —Con los ojos inyectados de sangre, Arsenio abandonó la idea de contenerse dejando que el deseo de matar quedara expuesto a flor de piel. —¡No vengas tú a darme clases de lo que significa tener emociones!

    El recuerdo de su amiga calaba hondo en su memoria, alimentando su rabia con la impotencia de una muerte no vengada. Arsenio se permitió recordarla solo por un momento, una vez más antes de dejar que su ira lo consumiera por completo. Y al final, sucumbió a sus emociones.



    ––––––––––––––––––––



    Bajo el escrutinio de un cielo hermoso de mediodía, en medio de un bosque rebosante de los más diversos árboles, resonó con fuerza una gran vociferada que espantó a todos los animales que rondaban cerca. La fuente de los gritos era una figura femenina de expresión severa, adornada de diversos ropajes y plumas con símbolos y que cargaba con un largo bastón de ébano, también adornado de símbolos y plumas. La chica tenía la apariencia de una joven adolescente mal cuidada, dando una impresión de debilidad que contrastaba con una gracia salvaje con su fuerte tono de voz. El eco de la discusión que mantenía con su oponente lo producía la cueva que tenía a sus espaldas, ubicada en la cima de un monte lo suficientemente alto como para dar una vista sin obstáculos del resto del bosque, donde la chica tenía su guarida.

    —¡Silencio canalla! —Continuaban los gritos. De haber sabido antes que su voz hacía tanto ruido, Stevan se habría instalado a conversar mucho más lejos de su posición actual a mitad del monte.

    —¡Sss! Tranquila, solo trataba de iluminar tu terquedad. Así como estás haciendo tu trabajo en poSss de tu propio sentido de la justicia o lo que consideres correcto, nada me impide ejercer mi profesión eliminando los problemas de mis clientes en poSss de mi propio sentido del deber.

    —¡¿Siquiera tienes alguna porción del cerebro que te sirva para darte cuenta de lo distintas que son nuestras motivaciones?!

    —¡Sss! ¿Acaso me equivoco?

    —¡Acepté en ayudar a esa chica porque pensé que su insensata búsqueda de una cura para su padre era muy respetable, pero de haber sabido que su padre era el responsable de la destrucción del bosque jamás habría aceptado!

    —¿Sssí comprendes que esa “indiscriminada desforestación” a la que te refieres se debe a las necesidades de su pueblo verdad? Ese hombre solo está cumpliendo con su deber al intentar dar un mejor vivir a su gente.

    —¡¿Sí ah?! ¡¿Y a costa de qué?! ¡¿De la vida de las criaturas que siempre han vivido aquí?!

    —¡Sss! Evidentemente. A diferencia tuya, no todos los pueblerinos comparten un vínculo tan cercano con el bosque.

    —¡Tsk! ¡¿Quién se cree ese “noble” para decidir que la vida de su gente es más valiosa que la que ha existido en el bosque desde antes que sus abuelos nacieran?! ¡Esos desgraciados no tienen corazón!

    —¡Sss! ¿” Ellos” no tienen corazón? ¿Y atreverte a engañar a una inocente niña cuando te pidió ayuda para curar a un ser querido? ¿Eso no cuenta como parte de aquello que repudias?

    La chica titubeó unos momentos sin respuesta. La pregunta la había dejado con una amarga sensación de impotencia y rabia.

    —¡He dicho que te calles! —Gritó finalmente con enojo, haciendo todo lo posible para evitar derramar una lágrima traicionera. Un temblor sacudió el monte y la tierra comenzó a agrietarse para dar paso a una serie de lianas y gruesas raíces que brotaban rápidamente del suelo y se agitaban con violencia. —¡No vengas tú a darme clases de lo que significa tener emociones!



    ––––––––––––––––––––



    Era un recuerdo antiguo, casi olvidado, que hacían brotar ideas en su mente que ya había dejado atrás. Stevan perdió el interés en la motivación del inspector, en su situación actual y hasta en el mismo inspector. Era imposible que esa elección de palabras, esa cara y esa rabia fueran producto de la casualidad.

    ¿Su motivación? Simple venganza.

    ¿Su relación con aquella chica? ¿Acaso importaba?

    Stevan se irguió dejando relucir unos enormes y agudos ojos amarillos. ¿Todos los problemas que había tenido hasta ahora se debían a eso? ¿A una simple venganza? ¿A unos sujetos que no podían superar su pasado?

    Las pupilas de Stevan se agudizaron hasta no ser más que una fina raya vertical.

    —Qué decepción… —murmuró. —Había olvidado lo poco común que es encontrar gente capaz de mudar de piel…

    Pero yo no cuento como “gente”. ¿O sí, “señor abogado”?

    Hubo un solo momento de silencio donde toda la oficina perdió su color, donde solo existían dos ojos rojos y dos ojos amarillos. El ambiente crujía cual cañería que no soporta el caudal que transporta, cual cuerda de laúd que no puede aguantar más tensión.





    Luego, un chispazo fuerte y seco rompió el silencio. Una cuerda se había cortado.

     
    Última edición: 22 Septiembre 2019
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  8. Threadmarks: Capítulo 6: Venganza
     
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    Venganza


    Dado que en el bajo mundo los robapieles son conocidos por vanagloriarse de sus dotes de contragolpe, se sabe que el método más rápido para acabarlos es acertarles con un golpe poderoso y fulminante, una tarea sencilla para magos diestros en el arte de la magia caótica. Sin embargo, recurrir a la magia de alta potencia es un acto suicida en espacios cerrados, principalmente porque la mayoría de los hechizos fulminantes son de gran área de impacto y muy difíciles de controlar. Si destruir el edificio no era opción, el único curso de acción disponible era la fuerza física, una seria complicación si quién debía tomar acción era un sujeto poco experimentado en los combates cuerpo a cuerpo como lo era un simple abogado. O al menos eso fue lo que pensó Arsenio, tomando en cuenta que la criatura frente a él no destacaba por una contextura maciza o físicamente intimidante como la que tenía el guardia del negocio.

    En condiciones normales, Stevan Wishlesss habría dado la orden para que Oxford Tuna y Sanita Nilusa redujeran al intruso y que Blasfe Martínez lo acabara, como lo había hecho tantas veces antes. Era una fórmula inteligente ya que en el grupo no había criatura con más fuerza bruta que Blasfe, y las ninfas como la señorita Nilusa gozaban de extraordinarias habilidades para restringir la movilidad de su objetivo, mismas habilidades que le permitían controlar las violentas arremetidas del minotauro y aminorar los daños materiales colaterales. Oxford Tuna actuaba de amortiguador probabilístico en toda la operación. Su asistencia no era necesaria para reducir al enemigo, pero involucrarlo en el plan permitía que su suerte jugara a favor del equipo, sobre todo en la parte de evitar los daños materiales del negocio.

    Sin embargo, esta vez fue diferente.



    ––––––––––––––––––––



    Oxford y Blasfe entraron rápidamente a la recepción. Aún con la apaciguadora fragancia de lavanda en el salón se podía percibir un ambiente extremadamente tenso exudando de la oficina de Stevan. Sanita los miró de reojo e hizo un gesto de negación con la cabeza.

    —Mmm… Bueno, esto sí es peculiar~.

    —¡BRR! ¿Don Stevan no ha dado la orden todavía?

    —Tal parece que no, y me atrevería a decir que no piensa darla.

    —¿A qué te refieres con que no la va a dar? ¡BRR! ¡Esos monstruos son muy peligrosos para manejarlos a solas…! —Las quejas de Blasfe fueron interrumpidas por un silencio sepulcral. De un momento al otro, ninguno de los tres pudo saber qué estaba pasando dentro de la oficina de su jefe.

    —Emmm… olviden lo que dije antes. Esto sí que es peculiar jaja~.

    —Voy a entrar a la oficina, tengo un mal presentimiento…

    —Blas, ten calma. Estoy segura de que Stevan nos habría llamado si nos necesitara.

    —Así es, mi amigo~. Lo he visto salir ileso de peores situaciones.

    —Brr… Digan lo que quieran, pero si don Stevan me puso a cargo de la seguridad es por algo. Voy a cumplir con mi deber, cueste lo que cueste. —Blasfe tensó sus músculos y se preparó para entrar a la oficina, pero solo alcanzó a dar un paso antes de que Sanita lo detuviera.

    —Blas, en serio, ten fe. Al menos espera un poco. —La delicadeza de la mano que se posó en el hombro de Blasfe lo detuvo en seco. Refunfuñó. No podía discutir con la terquedad de Sanita.

    —… Solo le daré cinco minutos. Si seguimos sin tener pistas de lo que está pasando, entraré a la fuerza.



    ––––––––––––––––––––



    Hubo un solo momento de silencio donde toda la oficina perdió su color, donde solo existía Stevan y el robapieles. El ambiente crujía cual cañería que no soporta el caudal que transporta, cual soga que no aguanta la tensión de un peso indescriptible.





    Un chispazo fuerte y seco rompió el silencio. Y la tensión explotó.


    El robapieles saltó bruscamente hacia Stevan, destrozando la habitación en el proceso. EL disfraz de inspector que aún mantenía se le rasgó dejando expuestas unas filosas garras y una caótica mezcla de colmillos babeantes.

    Stevan reaccionó con gracia y firmeza, esquivando los zarpazos a centímetros de un letal desgarrón en la cara. El monstruo aterrizó contra la pared contraria y aprovechando el momentum reorganizó rápidamente sus extremidades para volver a impulsarse y continuar con la arremetida.

    La siguiente embestida del robapieles fue más rápida y más certera que la primera, signo inequívoco de una sólida experiencia en este tipo de ataques. Siguiendo el segundo impulso desde la pared, dio un fuerte golpe contra el piso que le permitió dar giros espirales vertiginosos mientras extendía el rango de ataque de sus garras.

    Stevan hizo su mejor intento de esquivar los rasguños y acercarse al cuerpo del monstruo a la vez, deslizándose con gracia hacia un costado. Sin embargo, repetir su reacción anterior lo convirtió en un blanco extremadamente predecible, lo que le valió recibir profundos cortes en su cabeza y brazo derecho que le hicieron perder el equilibrio y tropezarse con los escombros de la habitación. Grave descuido, el monstruo no se estaba conteniendo. Tras conectar su ataque aprovechó la velocidad angular de sus giros para brincar hacia el techo e impulsarse hacia Stevan dispuesto a dar el golpe de gracia. Pero no pudo. Su cuerpo dejó de obedecerle y producto de su impulso se azotó con violencia contra el suelo, a un costado de su contrincante.

    Tras el colapso del robapieles, Stevan se reincorporó con dificultad dejando caer una extraña espina violeta de la manga de su chaqueta rasgada. Solo un biólogo experto en criaturas marinas habría podido deducir que la espina provenía de una púrpura menguante, un exótico tipo de anguila gigante que habita en lo profundo de las Fosas Cefalópodas y cuya característica más memorable consiste en una potente neurotoxina en sus espinas dorsales.

    —¡Sss! Espero que hayas podido desahogar lo que te molestaba, porque será el único deseo que te concederé…

    El robapieles no contestó. Aunque hubiera querido, no podría haberlo hecho. Su cuerpo dio pequeños espasmos y, segundos después, sus vidriosos ojos rojos perdieron su brillo.



    ––––––––––––––––––––



    Arsenio se abalanzó con velocidad sobre el abogado, sin preocuparse por los destrozos de la oficina de un burócrata corrupto. La piel de sus manos y de su rostro se le rasgó ante la presión de unas filosas garras y una caótica mezcla de colmillos babeantes. Como anteriormente las palabras no le habían permitido desahogarse por completo, no estaba en sus planes perder más tiempo con comentarios vacíos en medio de su venganza. Esta vez dejaría que sus garras y colmillos hablaran por él.

    Stevan reaccionó con una gracia casi burlona, esquivando los zarpazos a centímetros de un letal desgarrón en la cara. Arsenio aterrizó contra la pared contraria e instintivamente reorganizó con agilidad sus extremidades para volver a impulsarse y continuar con la arremetida.

    La siguiente embestida fue más rápida y más certera que la primera, consecuencia inequívoca de tantas sesiones de entrenamiento con sus antiguos camaradas. Siguiendo el segundo impulso desde la pared, dio un fuerte golpe contra el piso que le permitió dar giros espirales vertiginosos mientras extendía el rango de ataque de sus garras.

    El abogado hizo su mejor intento de esquivar el torbellino de rasguños deslizándose hacia un costado tal cual hizo la primera vez. Craso error. Repetir su reacción lo volvió un blanco extremadamente predecible, permitiéndole a Arsenio asestarle profundos cortes en la cabeza y brazo derecho que le hicieron perder el equilibrio y tropezarse con los escombros de la habitación.

    No pensaba contenerse. Aprovechó la velocidad angular de sus giros para brincar hacia el techo e impulsarse hacia su enemigo caído dispuesto a dar el golpe de gracia. Pero no pudo. A mitad de camino su cuerpo dejó de responderle y gracias al impulso que llevaba se azotó con violencia contra el suelo, a un costado de su contrincante.

    ¿Por qué no se podía mover? ¿Algún artilugio mágico? Cualquier tipo de magia de ilusión o que afecte la mente debería ser ineficaz en una criatura como él. ¿Magia de parálisis? No podía ser, sus ataques no le habían dado tiempo al abogado para conjurar nada. Ni siquiera había rastro de alguna daga o arma blanca en el lugar, o la habría percibido apenas hubiera entrado a la oficina. ¿Qué había pasado?

    Estando colapsado en el suelo pudo observar cómo el abogado se reincorporaba con dificultad, dejando caer una extraña espina violeta de la manga de su chaqueta rasgada. No había que ser genio para saber que esa era la causa de su estado actual.

    —¡Sss! Espero que hayas podido desahogar lo que te molestaba, porque será el único deseo que te concederé…

    Arsenio no contestó. No podía hacerlo. Sus ojos rojos eran la única parte de su cuerpo que podía expresar su rabia, su pena y su impotencia. Un agudo dolor parecido a una quemazón empezó a invadir todo su cuerpo, y entonces supo que ese era su final.

    Con los ojos llorosos, dejó que a su mente llovieran las memorias que le habían dado un propósito de vivir hasta ese momento.

    “… No los había visto por aquí. ¿Hace cuánto que se esconden? ...”

    “… ¿Robapieles? Vaya sobrenombre que se les ocurrió a esos inoperantes. Ustedes tienen nombre como cualquier criatura pensante, ¡deberían llamarlos como tal! ...”

    “… Arsenio, tú y tus amigos también son parte de este bosque, forman parte del ecosistema que existe, viven y mueren como todos nosotros…”

    “… Pueden pensar ¿no? Entonces decidan ustedes mismos lo que consideren correcto y apéguense a esos principios. Vivan seguros de sí mismos y mueran sin arrepentimientos… “

    “… No. Ya no confío en la gente. Sus políticas y burocracias les impiden ser fieles a lo que sienten. Todo es tan falso… ¡y tóxico! …”

    “… Un tal Lord Milligant, así se llama ese supuesto noble… ¡Ha!¡Si lo tuviera aquí al frente mío le daría una buena patada en su bien acomodado trasero! ...”

    “… No pude… le prometí a esa niña que lo curaría y cuando vi quién era no quise hacerlo… me siento tan miserable…”

    “… escuché que anda por el territorio. Si llega a ser cierto, por favor prométeme que escaparán… lo último que quiero es que los traten como trofeos de caza…”

    “… ¡Llévate a todos de aquí rápido! …”

    En sus últimos momentos pudo ver al abogado haciendo dibujos invisibles en el aire y desprendiéndose luego de su piel escamosa, revelando un cuerpo fresco y sin rastro de heridas. —Jaja… Cuánta injusticia…

    Su cuerpo dio pequeños espasmos y, segundos después, sus ojos perdieron su brillo.

     
    Última edición: 22 Septiembre 2019
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  9. Threadmarks: Capítulo 7: Soledad
     
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    Soledad


    Willi estaba limpiando afuera del negocio cuando sintió algo bajo sus pies. El suelo vibraba. Era raro que alguien lo interrumpiera en medio de sus tareas. Era raro.

    Se acercó al piso para sentir mejor qué tipo de vibración era. El temblor que se extendía a sus extremidades le resultó muy familiar. Era conocido. El idioma de las hormigas y las arañas, de los insectos y las plantas. Un lenguaje ancestral que solo las criaturas rastreras y unos pocos elegidos pueden hablar. La lengua de la tierra.

    Willi dejó de hacer lo que estaba haciendo, tomó un paño y se dirigió a la oficina de su jefe. Era una orden. Si era una orden debía tratarse de algo urgente. Era algo urgente.



    ––––––––––––––––––––



    Oxford, Sanita y Blasfe miraron perplejos cómo Willi se desplazaba lentamente en dirección a la oficina de Stevan acompañado solo de su paño roñoso. Había dejado la puerta principal abierta y el resto de sus materiales de aseo en plena entrada. Además, aún quedaban repartidas en el suelo algunas de las colillas de cigarro que Oxford había tirado.

    —Eh bueno… supongo que ya no debemos preocuparnos más por deshacernos de ese “inspector” … jeje~. —Oxford sacó un nuevo paquete de cigarros y se puso a fumar.

    —Oye baboso, ya en serio. ¿Es que no sabes cuándo quedarte callado? ¿Qué crees que pasaría si alguien de la Gran Sede te escucha? Los próximos en terminar con cadena perpetua en Abaddon seríamos nosotros…

    —¡BRR! ¿Qué insinúan?

    —Blas, ¿no te has dado cuenta? Una tarea incompleta de Willi solo puede significar una orden urgente. Una orden de limpieza urgente. ¿Qué tan urgente puede ser una tarea de limpieza?

    —¿Don Stevan se encargó del monstruo? ¿Él solo?

    —Jajaja. Así parece mi amigo~. La primera vez que supe que podía hacerlo por su cuenta me pregunté cuál era el punto de tenernos trabajando con él o de la estrategia que formamos…

    —¡BRR! ¿Y? ¿Cuál es el punto según usted?

    Oxford se encogió de hombros con exagerado desinterés y volvió a su oficina. Sanita había vuelto a sus monótonas tareas de secretaria, pero se compadeció del acongojado colega a su lado, quien no había entendido semejante reacción ante una simple pregunta.

    —Blas, te contaré un secreto: ninguno de nosotros sabe cuál es la razón. Una vez hace años Oxa se lo preguntó a Stevan mientras hacíamos un trabajo, pero nunca me dijo exactamente qué fue lo que le respondió. Al parecer tiene la idea de que Stevan nos adoptó como lo habría hecho con cualquier mascota exótica, y eso es algo que lo hace sentir… utilizado. —Sanita paró por un momento lo que estaba haciendo y prosiguió. —Aunque bueno, supongo que cualquiera se sentiría así en su lugar jaja~… no lo culpo por no querer hablar al respecto.

    Blasfe no podía creer lo que estaba escuchando. El sujeto del que hablaban le había dado un empleo, un hogar, una familia. ¿Acaso todo fue una sucia artimaña egoísta?

    Sanita continuó. –¿Pero sabes? Yo no creo que esa sea la razón. Creo que el simple materialismo y la burocracia tienen muy poco peso para ser el motivo de todo el esfuerzo que ha demostrado para levantar este negocio, y menos aún para ser la única razón de todo lo que ha hecho por nosotros... –Esta vez Sanita dejó de hacer sus tareas y se volteó para hablar con Blasfe cara a cara. –Todos conocemos las manías coleccionistas de Stevan, pero también es cierto que le tiene un gran aprecio a todo lo que atesora. Pienso que, aún si fuésemos solo una parte más de su colección, no deja de ser valioso el cariño y la preocupación que nos ha brindado.

    Blasfe la miró con desconfianza. –BRR… ¿Ni siquiera si todo lo que te ha brindado fuese una mera ilusión?

    —No deja de ser valiosa su preocupación por dejarnos vivir esa ilusión, Blas. Peor sería que no se preocupara por nosotros en absoluto… aunque no lo veo capaz de eso.

    —¿Ah no? ¿Y en qué te basas?

    —En que creo que se siente solo… así como el resto de nosotros… –Sanita se dejó llevar por la melancolía de los malos recuerdos y volvió a trabajar. Mientras llenaba formularios y organizaba documentos, el recuerdo de su hogar le hizo derramar un par de lágrimas que secó con rapidez. Blasfe respondió con una silenciosa retirada. Sanita sonrió con tristeza y continuó trabajando.



    ––––––––––––––––––––



    Oxford estaba por terminar de fumar el primer cigarro de su nuevo paquete. Luego de entrar a su oficina, dejó la puerta entreabierta y se acomodó a un costado apoyando la espalda en la pared.

    —No deja de ser valiosa su preocupación por dejarnos vivir esa ilusión, Blas. Peor sería que no se preocupara por nosotros en absoluto… aunque no lo veo capaz de eso.

    —¿Ah no? ¿Y en qué te basas?

    —En que creo que se siente solo… así como el resto de nosotros…

    Oxford cerró la puerta. Los últimos rayos del sol de la tarde que se colaban por la ventana iluminaban la oficina con menor intensidad a cada minuto que pasaba. Apagó su cigarro, apagó la luz, se acomodó mirando hacia el techo en su silla y encendió un nuevo cigarro. Y sonrió.

    —Jaja… “así como el resto de nosotros”. Debería enmarcarlo…



    ––––––––––––––––––––



    Blasfe regresó a su puesto de guardia sin decir una palabra. La mariposa que le acompañaba pasó volando por encima de los restos del florero que solía visitar y, tras revolotear un rato, ignoró los escombros para posarse sobre una pequeña flor que yacía tirada en el pavimento, único sobreviviente del florero destrozado por el señor Leyd. Blasfe sonrió con tristeza.



    ––––––––––––––––––––



    Stevan buscó en un baúl unos repuestos de ropa y se vistió mientras tarareaba una antigua melodía. Las mudas primordiales no solo le ayudaban a sanar las heridas físicas, también modificaban su estado emocional hasta dejarlo con su usual calma sarcástica. Una renovación completa.

    Tras deshacer la magia de bloqueo auditivo de su oficina, Stevan procedió a llamar a su auxiliar de aseo. Como siempre, Willi Begreat se presentó a la puerta de la oficina cinco minutos tarde.

    —¡Sss! ¡Willi, por fin! ¿Podrías encargarte de limpiar este desastre? Muchas gracias.

    Nadie esperaba una respuesta de Willi cuando algo se le preguntaba y mucho menos cuando algo se le comandaba. Todo lo que siempre hacía era asentir con la cabeza, inexpresivo, con la mirada entrecerrada como a punto de caer dormido. Al escuchar la petición de su jefe, Willi asintió, se agachó con lentitud y comenzó a devorar todo rastro de la pelea y del robapieles que hubiera en la oficina, comenzando por su cadáver en medio de la habitación. La mandíbula se le desencajaba cada vez que daba un bocado grande y el ruido que hacía su estómago al digerir lo que tragaba recordaba a la cocción de una sopa espesa y burbujeante. Era un espectáculo bastante bizarro de presenciar, pero Stevan se extasiaba cada vez que lo contemplaba, tal como si fuera la primera vez. La saliva que Willi dejaba por el lugar se asemejaba al plateado recorrido de las babosas, con la diferencia que al secarse dejaba muebles, pisos y paredes relucientes cual barniz de alta calidad. Tierra, mugre, manchas de lodo, de café, restos de pelos, restos de escamas, de piel, de sangre, colillas de cigarro… todo residuo era devorado todos los días por el auxiliar, dejando tras de sí un pulcro y reluciente lugar de trabajo. No había lugar a dudas, el zombi marabunta era la adquisición más rara que Stevan había conseguido desde que empezó su profesión.

    Cuando Willi terminó de asear, Stevan volvió a agradecer su labor y le indicó que procediera con sus actividades habituales.



    ––––––––––––––––––––



    Stevan terminó de archivar los registros de la visita de Sir Douglas y se preparó para guardar sus pertenencias y volver a su hogar, dando fin a una agotadora jornada.

    Las últimas luces del horizonte adornaban las montañas y Stevan salía a paso cansado de su oficina, cerró la puerta con llave y alzó la voz en dirección al resto de empleados que lo esperaban frente a la puerta principal, arreglados y listos para salir. —¡Sss! ¿Tienen pensado hacer algo por la noche?






    Abogado de deseos
    Fin
     
    Última edición: 22 Septiembre 2019
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  10. Threadmarks: Epílogo
     
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    Epílogo


    Los abogados de deseos son escasos. Se los conoce como pensadores legendarios, burócratas carismáticos y pacientes consejeros, por lo que es común que se los requiera como moderadores de los casos más inverosímiles que afligen al continente, problemas atraídos por la falta de políticos experimentados que los resuelvan. Aún más, llegar a adquirir semejante experiencia requiere de una cantidad de tiempo, dedicación y esfuerzo que raya en lo absurdo si tomamos en cuenta la poca valoración que le tiene la sociedad a la profesión.

    Por lo tanto, es normal que nadie quiera ser abogado.

    O al menos eso pensaría la mayoría, cualquiera excepto Stevan Wishlesss, uno de los pocos profesionales que prefería centrar su atención en lo entretenidos que podían ser los problemas del ciudadano común y no pensar demasiado en la estupidez de la sociedad.


    Era un caluroso mediodía en pleno verano y sentados frente a él estaban una mujer modesta, su hija y un genio. Stevan se disculpó con sus clientes tras secarse la boca con un pañuelo. Lo que acababa de escuchar hizo que se atragantara con su refresco.

    —¡Sss! Déjenme ver si entendí… Jino, ¿desde que la niña te encontró solo ha pedido un diario?

    —¡No soy niña! Soy una doctora y me llamo Nieves Guerrilla Santibáñez, señor~.

    —Argh… por favor señora, haga que esta mocosa se calle de una vez.

    —¡Qué genio tan maleducado! Mi hijita puede hablar todo lo que quiera.

    El abogado trató de amortiguar la situación. —¡Sss! Por favor diSssculpe usted, pequeña dama. ¿La doctora Nieves solo solicitó un diario? —A la niña se le escapó una inocente risita luego de escuchar la formalidad con la que la mencionaron. Al fin la trataban como a un adulto.

    —Precisamente, señor abogado, solo un diario. Pero este genio maleducado de aquí al lado no quiere dárselo.

    —Aff… Stevan, por favor ponte en mi lugar, yo no existo para cumplir este tipo de estupideces.

    —Pero Jino, ¿de verdad eSss tanto problema solo hacer aparecer un simple cuaderno de notas?

    —No es un cuaderno señor, es un diario de doctora~.

    —¡Sss! Mis disculpaSss mi pequeña dama. Corrijo, “un diario de doctora”.

    —¡Ah por favor! ¿Acaso crees que la magia me la saco del trasero? Conceder un deseo me desgasta en demasía, por eso me gustan más los dueños ambiciosos. Si voy a tener que volver a dormir otros cien años solo para recuperarme de conceder unos cuantos deseos, lo mínimo que exijo es que sean tres deseos que valgan la pena.

    —Pero señor Wishlesss, yo pensé que los genios no tenían elección. ¿No se supone que quien encuentra la lámpara es el legítimo amo y señor de las libertades del genio? En los cuentos que le leo a mi hija dice claramente que…

    —¡JAJAJA!¡¿LO VES STEVAN?!¡ME ESTÁN JUZGANDO A PARTIR DE CUENTOS PARA NIÑOS!

    Stevan se sacó su chaqueta y se aflojó la corbata. —¡Sss! Mantengamos la calma, por favor. Jino, ¿tienes las especificaciones que te dio la Ssseñorita Nieves?

    —Sí… aquí tienes. —El genio hizo aparecer un pergamino con una extensa lista de notas que tomó a Stevan por sorpresa.

    —¡¿QUÉ?! ¿¿Así que usted es capaz de hacer aparecer un papiro, pero no puede hacer aparecer un simple cuaderno para mi hijita??

    —¡No es un cuaderno mamá, es un diario de doctora!

    El genio giró los ojos. —No se meta señora.

    Mientras leía, el abogado se dio cuenta que no bastaría con aflojarse la corbata. —¡Sss! ¿Qué es todo esto…? “…hojas infinitas, un bolsillo mágico con crayones de todos colores, apertura con comando de voz, capacidad de sanar enfermos, capacidad de invocar las muñecas de moda de la tienda del señor Carpenter, capacidad de invocar unicornios…”

    —Cada vez que le vuelvo a preguntar si eso es todo lo que quiere, continúa agregándole más detalles.

    —¡Es un diario mágico de doctora señor! —exclamó la niña con orgullo.

    —Eh… por Sssupuesto mi pequeña dama… ¿¿“dispositivos lanzallamas escondidos para castigar a los ladrones y capacidad de rastrear la ubicación de papá”?? ¡Sss!

    La señora Santibáñez tosió con incomodidad. —… es que vivimos en un sector peligroso.

    La lista continuaba con ingeniosos detalles que le permitirían al diario castigar al padre de la niña cada vez que llegase tarde a la casa, castigar al hermano de la niña cada vez que la molestara, castigar a los vecinos cada vez que hablaran mal del patio trasero, entre otras peculiaridades. Stevan empezó a sudar frío ante la avalancha de consecuencias legales que eso conllevaría, demandas por negligencia, indemnizaciones, fianzas, deudas, cargos por incitación del desorden público…

    —¿Lo ves? Cualquier genio con un mínimo de decencia se negaría a cumplir semejante barbaridad.

    —¡No es una barbaridad señor genio, es un diario mágico de doctora! —La niña empezó a darle pequeños golpecitos al cuerpo materializado de su sirviente. Su insignificante muestra de disconformidad resultaba particularmente graciosa cada vez que sus puños rebotaban en el cuerpo etéreo del genio.

    —¡ARGGH! ¡Ya no lo soporto más! Señora tenga piedad, se lo suplico… si me libera de esta carga le concederé lo que usted quiera…

    —¡¿Insinúas que mi hermosa hijita es una carga?! ¡Para ser un genio usted ha sido la persona más insolen...! —De pronto, la madre de la niña cambió su expresión por una más reflexiva. Stevan la secundó. Ella y el abogado tuvieron la misma idea.

    —¡Ejem! Señor abogado, pensándolo bien mi hija es aún muy pequeña para tener una lámpara mágica propia y bueno…

    —¡Sss! Eso mismo eSsstaba pensando señora. Jino, ¿Te parece si hacemos una pequeña transferencia de autoría y te pongo a cargo de la Ssseñora Santibáñez?

    —Pff, con tal de poder deshacerme de ese estúpido deseo…

    La niña dejó de pegarle al genio y arrugó la cara con ganas de llorar. —Pero mami, ¿y mi diario de doctora?...

    —Hijita, parece que don Carpenter está vendiendo una nueva muñeca. ¿Te parece si después vamos y le compramos una?

    La niña se secó las lágrimas con la manga y siguió sollozando. —Bueno… pero promete que después la vestiremos de doctora...



    ––––––––––––––––––––



    Stevan sacó una botella de pócima de lavanda y se recostó en su silla. Mientras dejaba que su mente se embriagara de la paz que le infundía su brebaje favorito, tres toques muy característicos llamaron a la puerta de su oficina. Sanita Nilusa, Oxford Tuna y Blasfe Martínez acababan de volver de su hora de almuerzo y traían cuatro porciones de helado de mora recién preparado.

    —¡Sss!¡Qué alegría verlos! Sani, ¿me harías un masaje?

    Sanita miró a Stevan con sorpresa, resopló con resignación y se dispuso a ayudar a su compañero. —Lo que faltaba… tal vez deberían contratarme como la masajista de la compañía en vez de secretaria. —Dirigió una mirada acusadora hacia sus otros dos compañeros, pero solo recibió dos avergonzados volteos de cabeza como respuesta.

    Blasfe se excusó tosiendo con dificultad. —¡BRR! En lo que a mí respecta, si voy a estar de pie todo el día yo sí requiero de un masaje de vez en cuando. —A su confesión le siguió una fugaz sonrisa de satisfacción.

    Oxford estaba entretenido lamiendo su porción de helado, pero no perdió la oportunidad de mirar a Blasfe con curiosidad haciendo un gesto sugerente con las cejas. —Jaja, ¿y no sería más fácil solo sentarse~?

    —Brr… ¿y cuál es su excusa?

    —¿Excusa? Yo solo lo pido porque se siente bien~. —Dicho esto, Oxford hizo un guiño de complicidad a Sanita que fue completamente ignorado.

    Stevan no prestó atención al balbuceo de sus colegas. La última sesión lo había agotado completamente. Oxford sonrió burlonamente al verlo y continuó lamiendo el helado que traía. —Jajaja, ¿día difícil~?

    —¡Sss! Uno de los casos más aterradores que he tenido… por poco y dejo que una niña destruya la ciudad.
     
    Última edición: 23 Septiembre 2019
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  11.  
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

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    Saludos.

    Veamos. No tengo realmente una crítica sobre la ortografía. Solo diría que le falta ser un poco más detallado, ya que los personajes es hasta muy avanzado el escrito que averiguo como son o al menos de qué raza son. Aunque igual tengo dudas de sus apariencias reales y del lugar donde se desarrolla la historia. O, qué obtiene como pago es otra duda que tengo, vi que se explica, pero no me quedó claro.

    No me quedó clara la motivación del cambiapieles para atacar a Stevan personalmente. Me pareció algo aleatorio que lo eligiera a él para vengarse.

    La premisa me encanta. Alguien que intenta cobrar los daños y perjuicios sufridod por un mal deseo es algo que no creo haber visto antes.

    Un mundo donde los seres fantásticos existen siempre me llama la atención y el tema fue muy bueno. Preferí, para ser honesto, el epílogo a la historia principal. Supongo hasta aquí llega la historia, aunque ni me molestaría ver otras historias cortas como esa del genio y la niña que queria un diario, bueno, diario de doctora.
     
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  12.  
    Ferme

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    Capricornio
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    Hola holas, gracias por comentar.
    La verdad es que tu crítica me hizo pensar en varios detalles que podrían ser confusos para la mayoría, así que espero que la respuesta te aclare un poco el panorama.

    La apariencia escondida de los personajes fue una decisión poco popular y bastante arriesgada de mi parte, porque entiendo que los hace difícil de imaginar. No existe un motivo literario ulterior para haber decidido esto, solo quise centrar la historia en sus personalidades y no me pareció necesario detallar sus apariencias excepto cuando fuera necesario dentro de la narración. Creo que en el epílogo queda claro esa postura.
    Las "comisiones parásitas" que obtiene como pago fueron una forma elegante de decir "ayudo a mis clientes a conseguir los deseos que quieren, siempre y cuando me dejen obtener algún beneficio de lo que consiguen" jaja

    La motivación del robapieles fue simple venganza. Había escrito una historia sobre una niña, hija de un noble importante, que se encontraba con Stevan y le pedía ayuda porque había sido engañada por una chamán cuando acudió a ella para sanar a su padre. La chamán era amiga de los robapieles que vivían en el bosque y por ende estaba en contra de los planes de expansión de la aldea, lo que derivó en un mortal enfrentamiento con Stevan. Era una historia con varios conflictos que me gustó mucho, pero la abandoné porque no la supe narrar de forma interesante. Aún así, quise incluir una referencia en esta historia corta como una especie de "auto homenaje personal a una historia caída", pero parece que nuevamente no supe contarla como pensé.

    Eso me encantó, porque a mi igual me gustó más hacer el epílogo que el resto de la historia jaja ^^ Fue el primer borrador que tenía y fue a partir del epílogo que nació el resto de la historia, donde quise hablar más del grupo que solo de la profesión de ser abogado... En ese sentido quizás hasta hubiera quedado mejor como prólogo que como epílogo, pero como fue lo que más me gustó, preferí dejarlo como un pequeño postre simple, fácil de digerir y gracioso, casi como un refresco por si la historia principal fue muy confusa o no tan llamativa.

    Por lo demás, muchas gracias por darte el tiempo de leer y por los buenos comentarios. Podría animarme a hacer más Oneshots de lo mismo o quizás hasta reescribir la historia algún día jajaja
     
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  13.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Bueno, acabado el capítulo dos, vengo a dejar mi comentario hasta ahora:

    Capítulo uno y dos: A pesar de no conocer tanto como se trabaja en ese tipo de empresas (y en ninguna en general) al parecer no es necesario saberlo y todo lo que se necesita saber se explica, bien en eso.
    Y ese vino ¡Se nota que no es nada bueno! Más como lo confirmas superficialmente en el siguente capitulo, sin hacer mucho énfasis en ello, a que en realidad es una posición ¿Será con el objetivo de que confíesen la verdad? ¿O será algo más... Turbio?

    Bueno, me han gustado ambos, espero y que de a poco se vayan revelando datos sobre el mundo en que se desarrolla está historia, que a todo esto, sospecho que el unicornio en realidad ni unicornio era, pero tal vez solo sean ideas mías, supongo que lo descubriré después.
     
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