Long-fic ABC Rolero

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Hygge, 27 Enero 2019.

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  1. Threadmarks: Con la A: Pokémon Rol Championship
     
    Hygge

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    Título:
    ABC Rolero
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    1018
    A de Ascuas


    Caminaba entre arbustos y matorrales, escupiendo varias hojas y agitando ramas que se enredaban en su cabello. Era la primera vez que recorría ese bosque, pero en vista de lo largo que parecía ser el sendero decidió buscar un atajo por su cuenta, siendo seguido por un abatido Squirtle y un siniestro Litwick. Por suerte, lo que parecía que iba a ser una tarde aburrida perdido en medio de la nada se transformó en la silueta característica de un joven en la distancia. Una sonrisa ladina se dibujó en su rostro, y su inicial sintió un escalofrío. Otra vez no, por favor.

    La tarde acababa de mejorar considerablemente para Ian.

    Una tortuga volando, un impacto exitoso, y para cuando se escuchó el quejido de Alpha, el entrenador ya se había escondido entre la maleza. El Squirtle miró aturdido al castaño, y de un momento a otro se vio envuelto en un secuestro hacia su persona, como un pago por un golpe que él no quería haber ocasionado. Siendo llevado como un costal de patatas, frunció el ceño y movió su patita con molestia mientras veía a su entrenador deslizarse lentamente entre los arbustos, siguiéndoles el paso. Con aquella malicia brillando aún en sus ojos.

    En un ligero desliz en el que el pobre Squirtle intentó escapar con un Pistola Agua directo a sus ojos, Ian recuperó a su inicial y le lanzó a un Sewaddle que pasaba por ahí, haciendo que pagara su enojo atando a Alpha con su hilo de seda, dejándolo inmovilizado mientras Ian volvía a escapar entre risotadas.

    —¡Estúpido Ian, me las pagarás! —escuchó gritar al fondo, pero no pudo ver, en medio de su carrera, cómo el Charmander que acompañaba al entrenador evolucionaba y quemaba las cuerdas eficazmente. Ahora eran dos muchachos corriendo por un frondoso bosque, con sus pokémon de fuego avivando el calor de su cuerpo para iniciar con la guerra de proyectiles.

    Árboles caídos, pantalones y poleras ardiendo en el suelo, dejando un rastro de ascuas incandescentes a su paso. Pero los entrenadores no se percataron de ello, concentrados en llegar primeros a la meta imaginaria que habían oficializado a medida que avanzaba la carrera. Por alguna razón uno de ellos acabó sin pantalones, pero la escritora no pretende adentrarse en descubrir el porqué de ese dato. Lo importante es que ambos acabaron saliendo del bosque sin mirar atrás.

    Mientras que, en otro lugar del bosque, alguien sufría al ver la humareda brotar de su interior...


    Ahora Ian estaba en otro lugar, uno mucho más oscuro que el anterior.

    Parecía una caverna.

    La luz de una linterna lo alertó, alguien se acercaba. Y al parecer, ese alguien le conocía mucho mejor que él mismo. Un tal guardabosques estaba molesto por el incendio que había ocasionado en el Bosque Pincel hacía un año y, enfurecido, venía a buscar venganza. Podía intuir su malestar en su voz y en su rostro, incluso en sus puños cuando acabaron por impactar en su rostro.

    La ira le había consumido, y ahora solo quería romperle la cara a aquel malnacido. Pero Ian sabía guardar la calma. Quizás, en aquella ocasión, demasiado bien para su gusto... Se sentía extraño, desde luego.

    —Realmente estás muy enfadado, ¿no es así? En ese caso, sólo hay una forma de que puedas expresar todos tus sentimientos y desahogarte... —exclamó con seriedad, mientras tomaba una de sus pokéball. Un combate no era sólo una batalla donde dos pokémon se enfrentaban, sino también una forma de expresarle tus sentimientos a tus rivales, y de mostrar como eres en realidad.

    Sólo así el chico y él se entenderían.

    Hasta que, en medio del combate, algo sucedió.

    —Con lo poco que he visto de ti, puedo afirmar que como ser humano dejas mucho que desear —sentenció Daniel, con una mueca entristecida en su rostro. Comandó el siguiente movimiento de su pokémon, sin atender a la molestia que parecieron causar sus palabras en su rival.

    —Sí, tal vez no sea una persona ejemplar. Y por eso admito aquí y ahora que nunca debí lanzar fuego por el bosque sin cuidado alguno, que fui un tonto al hacerlo, y que lamentablemente aquel día me convertí en un asesino que mató a decenas de pokémon. Es un peso que tendré que soportar de aquí en adelante. Puedo enfrentarlo. Sin embargo, y pese a todas mis fallas.... ¡Mi valía como ser humano es la misma que la tuya, así que no vuelvas a mencionarlo! —gritó con convicción, irritado. Un momento después miró a su pokémon, y exclamó su siguiente movimiento—. ¡Muestra nuestro verdadero espíritu! ¡Usa Brillo arco-!

    Pero todo a su alrededor se detuvo de repente. Como si las palabras de Ian hubieran tenido algún efecto extraño en la atmósfera del lugar. Ian observó, de un momento a otro, cómo Daniel comenzaba a formar una sonrisa sincera en su rostro. Verdadera.

    —...Eso era. Tan solo eso quería oír, Ian —murmuró, mientras cubría su rostro con la mano derecha. Lentamente fue apartándola, haciendo que los ojos del entrenador se abrieran de la sorpresa.

    En lugar del rostro de Daniel, ahora era su propia cara la que le devolvía la sonrisa.


    ***

    Soltó un grito ahogado.

    —¿¡Qué demonios acaba de...!? —exclamó, alterado, habiendo sido despertado por una extraña... ¿pesadilla? No sabría cómo clasificarla. Ian bajó de su cama, en una de las habitaciones del centro pokémon, y se dirigió hacia el espejo, confuso.

    Suspiró al reconocerse en el espejo. Seguía siendo Ian Lockhart.

    O quizás, ya no era solo él.


    ¡Hey! :D Se me ocurrió hacer el días de abecedario del foro con únicamente personajes de toooodos los roles que han habido en FFL, así que para empezar con seguridad (y porque con la A solo se me vino ascuas), empecé con nuestro querido Pokemon Rol Championship. Espero poder cumplir con este pequeño reto que me he autoimpuesto, que hace tiempo que no escribo y tenía muchas ganas de hacerlo.

    PD: Quien entendió las dos referencias tiene una galleta (?)
     
    • Fangirl Fangirl x 5
    • Creativo Creativo x 1
  2. Threadmarks: Con la B: Accel World 2
     
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    2106
    B de Bea


    Podía sentir cómo su corazón latía desbocado contra su pecho, a punto de salirse de él. Una gran muchedumbre de npc's y de jugadores reales se habían arremolinado en las inmediaciones de aquella pista de combate, y a pesar de lo alto que era su avatar, no podía ver con claridad la batalla que se estaba desarrollando al otro lado de la masa. Era la final de aquel torneo tan esperado, por lo que comprendía todo aquel alboroto, pero vaya que era insoportable. Por suerte era liviano y escurridizo, por lo que tras una serie de leves empujones pudo hacerse un hueco, en el mismo momento en el que revisó la barra de salud de los contendientes.

    Ash Roller, 78 puntos. Sky Raker... 40 puntos.

    Ivory Tower fue incapaz de dibujar ninguna expresión en su avatar indiferente, pero en su interior, alguien temía y sufría por aquella jugadora al otro lado del campo. Jack no podía seguir viendo cómo el avatar que su amiga Bea sostenía comenzaba a volverse más y más inestable a causa de los múltiples golpes y rasguños. A pesar de que el dolor allí no era real, la joven estaba gritando. Estaba sufriendo, a pesar de la emoción y la jovialidad que se respiraba en el ambiente.

    Porque nadie sabía la verdad detrás de todo aquello. Nadie sabía la verdadera consecuencia que tendría para Sky Raker si llegaba a perder ese combate.

    "Todo jugador de Brain Burst inicia con 99 puntos, que se irán restando o sumando a medida que ganen o pierdan combates. Cuando un jugador llega a 0 puntos, la aplicación se desinstalará para siempre de su sistema, y no recordará nada acerca de ello".


    A Bea solo le quedaban 5 puntos. Cinco malditos puntos.

    Apretó sus puños, irritado, impotente. A pesar de que la joven había intentado mantenerlo en secreto, Jack sabía que había estado entrenando en secreto para aquel momento. Había intentado hacerse más fuerte a toda costa, luchando con cientos de jugadores de todas partes. Y a pesar de que había mejorado considerablemente, Bea no quería parar allí. Y a pesar de que ganaba combates, muchos otros los perdía, bajando su nivel de puntos considerablemente.

    Jack le advirtió el día antes del torneo que no participase, sin llegar a decirle que sabía la verdad para no avergonzarla demasiado. No quería que pensase que la espiaba o algo así, no era un viejo pervertido. Solo se preocupaba por ella. Era una maldita locura participar en el torneo cuando estabas al borde de perder el juego. Pero Bea no atendió a razones, y al día siguiente se presentó en el torneo.

    Un estallido y un quejido de dolor le hicieron volver en sí.

    —¡Vaya, eso ha tenido que doler! —exclamó el comentarista a viva voz, retransmitiendo desde el techo de un edificio virtual. Jack abrió los ojos al ver cómo Sky Raker había conseguido golpear lo suficiente a su oponente como para caerle de la moto, dándole así en su talón de Aquiles. El contador bajó hasta cincuenta y cinco puntos, pero Jack sabía que eso no era suficiente—. ¿Será este el momento de darle la vuelta al combate?

    Multitud de golpes, quejidos y estallidos vinieron a continuación, en un vaivén de movimientos tan veloces que eran imposibles de seguir con la mirada. La tensión era palpable, el público no dejaba de gritar por su favorito, pero Jack solo imploraba porque el tiempo se agotase. Si conseguían resistir sin llegar a 0 en ningún contador de daño hasta que el tiempo se acabase, Bea podría resistir. Podría hacerlo. Pero aún quedaban diez largos minutos... Y Ash Roller había acorralado a Bea.

    Un golpe. Dos golpes. Tres golpes. Un grito.

    30 puntos.

    Una caída. Otro impacto.

    20 puntos.

    Bea a duras penas podía manejar su silla, a pesar de los múltiples golpes que seguía intentando dar a su oponente. Pero su moto parecía ser más veloz que su silla de ruedas, y acababa siempre impactando contra ella. Una, y otra, y otra vez, en un torbellino de polvareda y colisiones.

    10 puntos.

    Jack no podía soportarlo más.

    —Hey, Jack, ¿pasa algo? Se te nota más tenso de costumbre con ese avatar —a su lado, Yashiro le dirigía una mirada de circunstancias. Posó una pata en su hombro, tratando de relajarle—. No te preocupes, Bea lo ha hecho muy bien. Celebraremos una fiesta en su honor por haber llegado a la final.

    Pero Bea no podría estar en esa fiesta. Posiblemente, su último recuerdo de ella sería en el momento en el que se difuminaría en multitud de píxeles antes de desaparecer para siempre de allí. Apretó los dientes, en el mismo instante en el que la moto de aquel tipo se disponía a impactar una vez más en Sky Raker. Una última vez.

    El golpe final.

    Cuando quiso darse cuenta, estaba corriendo hacia el campo a toda velocidad, sin poder controlar el temblor en sus piernas. Todas las miradas se enfocaron en él. Inclive la de Bea.

    —¡¡Basta!! —gritó. Pero Ash Roller y su risa maniática no iban a detenerse—. ¡Basta! ¡He dicho que pares!

    La moto se acercaba peligrosamente al cuerpo de Sky Raker, y él estaba lejos de llegar a tiempo. Impotente, alargó su mano, en un vano intento por alcanzarla. Hasta que sintió los labios de Bea moverse, profiriendo unas palabras que conocía bien. Ambos gritaron al unísono.

    —...¡Brain Burst!

    ...

    Cuando Jack abrió sus ojos, todo se había detenido a su alrededor. Absolutamente todo. Ash Roller se encontraba en una posición antinatural, flotando en el aire, sin moverse. A escasos centímetros de colisionar contra el cuerpo de Sky Raker. A sus espaldas, todos los jugadores, npc's e incluso sus amigos se habían quedado congelados, animándolos a su manera. Cuando Jack volvió en sí, notó cómo parecía haber salido de su cuerpo, pues su avatar se encontraba delante de él, también congelado, alargando su mano para alcanzar a Bea.

    Bea... Ella también estaba allí. Había salido de su avatar, ambos volviendo a ser humanos de nuevo, y se miraban con la respiración entrecortada. Jack comenzó a caminar hacia ella sujeto a sus muletas.

    —Parece que las lecciones del director se nos han quedado en el fondo, ¿eh? —intentó bromear el joven, con una mueca en sus labios mientras miraba a su alrededor, intentando relajar el ambiente. Pero las lágrimas de Bea no tardaron en inundar sus preciosos orbes nublados.

    —T-tú... Lo sabías, ¿verdad? —sollozó la joven, abrazándose a sí misma mientras miraba al suelo—. P-por eso intentaste que no participase hoy aquí... ¿quizás? Y y-yo no... Yo...

    —No me hiciste caso —completó Jack, apesadumbrado. Miró a Bea con severidad, mientras esta trataba de esconderse, temblando. Su corazón se encogió en su pecho, era incapaz de verla así. Sin pensarlo dos veces, la rodeo con su cuerpo, apoyándose con suavidad en ella para intentar no caer. Pudo notar la sorpresa en su reacción—. No quería que esto pasase... Yo confío en ti, confío en lo fuerte que te has vuelto todo este tiempo, Bea, ¡pero has cometido una locura! ¿Cómo se te ocurre participar en un torneo en el que con una sola derrota por puntos estarías fuera de juego para siempre?

    >>Ya no podrías vernos... Ya no recordarías nada de lo que viviste con nosotros aquí, en el complejo Laguna Negra. ¿Es eso lo que quieres...?

    La joven tardó en responder, sin ser capaz de articular sus palabras. Estaba demasiado afligida en ese momento.

    —Y-yo solo... Y-yo solo quería que te sintiera orgulloso de mí, J-Jack —se sinceró, en una suerte de murmullo que por suerte fue capaz de escuchar—. S-Siempre te veía entrenar y mejorar, subir niveles y felicitar a los demás... Y yo... Y-yo sentía que me estaba quedando atrás. Q-quería ser una igual, e-estar a tu altura... Por eso me tomé tan en serio este torneo. No podía rendirme ahora que estaba tan cerca...

    Jack enmudeció. Aún en medio de ese abrazo fue incapaz de reaccionar, de decir algo más. Jamás pudo imaginar que detrás de todo aquel repentino interés en ser más fuerte estaba él. ¿De verdad se había sentido así? Y todo por su culpa... Quizás había estado tan obcecado aquellos días con mejorar para dar lo mejor de sí en el torneo, que había dejado algo de lado a Bea. Ahora solo podía sentirse culpable por todo lo sucedido, a pesar de que no hubiese hecho nada. Se limitó a reforzar el abrazo, apoyando su frente en el hombro de la chica, intentando contener un sollozo.

    Se sorprendió al sentir una mano acariciar con timidez su cabello.

    —N-no te preocupes... ¿S-sí? Todo esto... fue culpa mía, y solo mía. Debía buscar otra forma de poder ser más fuerte. He sido una inconsciente, y ahora te hice sufrir a ti... —susurró, enterrando su cabeza de su mirada, sin detener el movimiento de su mano. Pudo escuchar cómo Jack contenía el aliento, sin ser capaz de enfrentar el nudo en su garganta, y sonrió. Sonrió con dulzura, a pesar de que sus labios no dejaban de mostrarse temblorosos, y le obligó a mirarle en un acto de valentía que jamás llegó a pensar que haría. Quizás por la adrenalina del momento. Le sonrió, entrecerrando sus ojos mientras las lágrimas de ambos surcaban sus mejillas, y lentamente unió sus frentes en un delicado movimiento, que apenas duró unos instantes. Dejó escapar unas últimas palabras en forma de susurro, desde lo más profundo de su corazón—. Gracias, Jack... P-por todo, ¿quizás? P-por favor, no te sientas culpable, ¿sí?

    Jack, abatido, sintió cómo lentamente Bea se iba alejando de su abrazo. Se sujetó a sus muletas, paralizado por el miedo y la tristeza. Viendo cómo lentamente la chica se iba alejando hacia donde su avatar descansaba. Sabía lo que estaba a punto de hacer.

    Iba a recuperar el tiempo.

    —Bea... No, por favor...

    La joven le dirigió una última sonrisa, y se volvió hacia Sky Raker, cerrando sus ojos. Jack estiró su mano una vez más, profiriendo un grito desgarrador desde lo más profundo de sus entrañas.

    —¡¡No!! ¡¡Bea...!!

    Cuando volvió a abrir los ojos, el golpe ya había impactado.

    Y Bea ya no estaba allí.


    ***​


    —¡Beaaaa! —gritó Jack, alzando la cabeza con tanta fuerza que acabó dándose un golpe contra la litera de encima. Su respiración era entrecortada, y apenas podía ver con normalidad. Y ahora encima tenía un chichón producto de la maldita litera. Espera... ¿Litera?

    —¿Ya está otra vez Jack soñando con cosas pervertidas? —exclamó una voz cercana, familiar.

    —Ya ves, tío. ¡Ve de una vez a decirle que estás coladito por ella! ¡Así no se puede!

    Jack se acarició la zona dañada, comenzando a reparar a su alrededor. Estaba de nuevo en su habitación, con sus compañeros de habitación... En el complejo. Todo había sido una horrible pesadilla.

    Todo había sido... ¡Eso es! ¡Beatriz!

    Jack tomó sus muletas con excesiva rapidez, y sin reparar en que iba en pijama y con el cabello desordenado, echó a correr hacia la salida de la habitación, ante la risa de sus compañeros de piso.

    Sin darse cuenta de que en el calendario de su habitación, marcaba que quedaba una semana para el mismo torneo de su sueño.

    Bea se encontraba en el comedor, charlando animádamente con las chicas mientras compartían un ameno desayuno. Por ello, ver a Jack entrar con aquellas pintas así de repente fue un impacto para todas, sobre todo para Aki, quien ya alzaba una ceja con no muy buenas intenciones.

    —¿Ah? ¿Qué hace este pervertido entrando así en el comedor? ¡Ve a cambiarte, Akaname, haznos un favor a todas!

    Pero Jack hizo caso omiso a la tsunderosa, y se abalanzó en un repentino abrazo hacia Bea, quien soltó una exclamación ante tal gesto.

    —¡J-J-J-Jack! ¿¡Q-Qué te ocurre!? —intentó articular la joven, con sus mejillas ardiendo por la cercanía. Se preocupó al escucharle sollozar—. ¿T-te encuentras bien? ¿Te hiciste daño?

    El joven se separó lentamente, mostrándole una sonrisa de oreja a oreja a la chica, a pesar de los lagrimones que surcaban sus mejillas. Negó con la cabeza, feliz.

    —Bea, después del desayuno entrenemos juntos, ¿vale?

    Bea parpadeó varias veces, extrañada. Pero finalmente sonrió con ternura, asintiendo ante su propuesta.

    —¡S-sí!


    ¡Genial, segundo día completo! Tengo la intención de hacer enfoque a todos los roles que pueda, y que cada capi este pseudodedicado a un rolero y a su personaje en concreto. El de ayer fue para Juancho, así que el de hoy va para Reual Nathan Onyrian <3 ¡Mañana más!
     
    Última edición: 28 Enero 2019
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  3. Threadmarks: Con la C: The Walking Dead
     
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    2179
    C de Cariño


    Sinon se abrazó a sí misma, acurrucándose junto a su fiel perro Hope, sintiéndose reconfortada ante su calor. Aquella noche volvía a tocarle montar guardia, pero desde que Hope apareció en su vida, todo se había vuelto mucho más fácil. Se sentía más segura en el caso de que el sueño la venciese, y había comenzado a adorar pasar su mano por su suave pelaje cada vez que estaban juntos. Gracias a él podía formar una pequeña burbuja que la separase del apocalipsis zombi que había destrozado su vida por al menos, un par de segundos.

    Cuando sus párpados comenzaron a hacerse pesados, escuchó una armoniosa risa provenir de la tienda en la que se había asentado su grupo. La diminuta luz de la fogata plasmaba las sombras de sus compañeras de viaje, contorneándose juguetonamente mientras parecían estar jugando a las cosquillas. La peliazul no pudo evitar dibujar una diminuta sonrisa en sus labios al imaginarse la escena. Se había acostumbrado a aquella alegría que irradiaban cada vez que estaban juntas, haciendo su vida algo más amena desde que viajaban las tres solas. Mordió su labio inferior, sin embargo, sintiendo una pequeña punzada en el pecho que desde hacía poco había comenzado a sentir.

    A veces, le gustaría estar ahí. Jugando como ellas como una chica más de su edad.

    Y aquello le confundía sobremanera, debido a que era ella la que había marcado las distancias desde el primer día que se conocieron. Por aquel entonces, Sinon rehusaba cualquier contacto físico, era una superviviente solitaria que no necesitaba de nadie para poder buscarse la vida. Pero desde que Petra y Anna habían aparecido en su vida, de cierta forma le habían hecho cambiar. Todo el cariño que ambas le habían dado, a pesar de que respetasen su espacio personal, le había hecho feliz. Aunque fuese tan terca que no quisiese admitirlo. Habían ablandado todas las barreras que Sinon había levantado sobre sí misma para evitar ser dañada de nuevo, hasta acabar con ellas por completo.

    Le habían tocado el corazón, y finalmente había logrado sentir por primera vez lo que era estar enamorada. Casi no podía reconocerse; la Sinon de antaño había desaparecido por completo...

    Y por eso ahora estaba tan confundida. Porque ya no sabía cómo comportarse.

    Observó abrazando a Hope con cuidado cómo Anna se despedía con un beso en la frente de Petra, dándole las buenas noches, y apagaba la luz para dormir en su saco. Suspiró, llegando a sentir cierta envidia sana por Petra. Anna nunca se despedía así de ella, quizás porque respetaba los límites que ella misma le había puesto, pero... ¡Esos ya habían desaparecido! ¡Sinon quería... Quería demostrárselo de alguna forma! Quería devolverles todo el cariño que le habían dado de alguna forma, hacerles saber que las quería, y mucho. Pero... ¿cómo?

    Odiaba su maldito orgullo con toda su alma.

    Se acurrucó, intentando dejar de martillearse con ello, hasta que sintió unos pasos acercarse hacia ella. Alzó la cabeza, sabiendo que tenía la vara cerca, y se mantuvo alerta hasta que la luz de la luna reflejó el rostro de Petra. Tenía una manta abrazada contra su pecho, y le sonreía con ternura.

    —Buenas noches, Sinon. Te vi acurrucada con Hope y pensé en traeros esta manta, dentro de la tienda hace más calor, así que la necesitaréis más que yo —se explicó la superviviente, acuclillándose junto a su amiga para arroparla con cuidado. Sinon le devolvió la sonrisa con sinceridad, para sorpresa de Petra. En los últimos días, había sonreído más que nunca—. ¿Mejor?

    —Sí... Gracias —murmuró, desviando la mirada mientras acomodaba a Hope bajo la manta. Lo intentaba, de veras que lo hacía, pero aún le costaba superar su orgullo como se debía. Miró de reojo cómo la chica se levantaba, conforme, y daba media vuelta para regresar a la tienda.

    —Bueno, en ese caso me vuelto a la tienda. ¡Buenas noch...!

    —¡Espera! —exclamó, tomando velozmente la manga de la camisa de Petra para impedir que se marchase. Cuando Petra buscó su mirada, sus mejillas se colorearon levemente, mientras soltaba su agarre—. Quería preguntarte algo.

    —Oh... —Petra ladeó la cabeza, curiosa, y volvió a acuclillarse para escucharla mejor. Pocas eran las veces que Sinon buscaba conversación, había que aprovecharlas—. En ese caso soy toda oídos.

    La joven necesitó un par de segundos para ordenar sus ideas, hasta que finalmente, lo soltó.

    —¿Cómo... cómo le sueles demostrar cariño a la gente que quieres?

    Petra enmudeció ante aquella pregunta. Su acompañante no la miraba, estaba demasiado avergonzada por todo aquello, y eso no hizo más que enternecerla. Aún estaba intentando acostumbrarse a su nueva forma de ser. Desde luego, desde que Anna y ella finalmente decidieron confesarse (por favor, ¡se notaba a leguas que quienes se pelean se desean, las muy tontas!), el ambiente se había relajado considerablemente. Seguían discutiendo de vez en cuando, sí, pero se notaba que se llevaban mucho mejor. Petra sentía que podía acostumbrarse a todo aquello.

    Carraspeó, en un intento por centrarse en sus pensamientos. Debía intentar buscar las palabras exactas para Sinon.

    —Pueees, intento ser más cercana para esa persona, pasar tiempo con ella y escucharla siempre que lo necesite. Simplemente estando ahí para ella le demuestras... digo, le demuestro que la aprecio —rascó su mejilla con una sonrisa nerviosa; casi ponía el ejemplo de Sinon y no el suyo. Se levantó una vez más, poniendo las manos en sus caderas mientras la miraba—. Espero que te haya servido de ayuda, no soy muy buena con las palabras, jeje.

    Sinon se mantuvo pensativa durante unos instantes, y finalmente se volvió hacia ella, conforme.

    —Me sirve, Petra. Solo no se lo digas a Anna, o te golpearé con mi vara —frunció el ceño a modo de advertencia, avergonzada a más no poder. Petra rio, alzando sus manos en un gesto inocente mientras regresaba a la tienda.

    —¡Lo prometo, lo prometo! ¡Hasta mañana!

    —Hasta mañana —murmuró, aunque ya no podría escucharla. Volvió a acurrucarse y mantuvo su mirada en las estrellas que brillaban esa noche, pensando en las palabras de Petra.

    Suspiró; mañana sería un largo día.


    ***

    Su plan de acercarse más a las chicas, sobre todo a Anna, inició al día siguiente justo antes de que despertaran. A pesar de que no sabía cocinar en absoluto, intentó poner todo su afecto y dedicación en llevarles el desayuno a la tienda por una vez. Tomó algunos de los víveres que cargaban y, quitándose gran parte de su porción, trató de llevarles unas galletas mal hechas en la fogata con la harina, el azúcar y la mantequilla con la que contaban. Hacía mucho tiempo que no comían dulces, pero Sinon había conseguido los ingredientes necesarios para darles aquella sorpresa...

    ...si no le hubiesen salido deformes y quemadas. Derrotada, se tragó su orgullo y dejó el desayuno afuera, no se sentía con las ganas de ir a la tienda con aquel desastre en sus manos. Aprovechó la excusa de salir a patrullar mientras ambas se despertaban, por lo que no pudo escuchar la risa de Petra ante aquel resultado tan cómico y la sonrisa enternecida de Anna dibujarse en sus labios ante el espectáculo.

    Su segundo intento fue durante la mediodía. A pesar de la vergüenza que aún sentía, intentó acercarse a ambas mientras caminaban y charlaban, aunque participase muy de ven en cuando en la conversación. Normalmente solía tomar la delantera en solitario, por lo que ver que convivía con ellas sin duda les sorprendió. Por ello ninguna hizo mención de lo que ocurrió en la mañana, intentando que Sinon se sintiese cómoda a su lado. Hasta que la conversación tomó un rumbo equivocado y acabaron discutiendo como siempre...

    Otro intento fallido a la lista. ¡De verdad que lo estaba intentando!

    El tercer intento apareció durante la tarde, cuando el tiempo cambió por completo y tuvieron que buscar refugio de la lluvia. Lograron encontrar una oquedad en una pared derruida lo suficientemente estrecha como para que solo cupieran dos personas, por lo que Sinon les permitió que fuesen ellas, mientras buscaba otra alternativa. Con varios trozos de madera y de ladrillos a la vista en aquel lugar que parecía haber sufrido de un derrumbamiento, se puso manos a la obra, intentando construir un refugio con sus manos. Y cuando creyó que era lo suficientemente resistente y amplio para que las chicas estuviesen cómodas, corrió hacia ellas con cierta ilusión, solo para que cuando les indicase el camino y llegasen frente al refugio, este colisionase contra el suelo ante sus ojos.

    Exhausta, y sintiendo cómo enfermaría con lo empapada que estaba, no volvió a pronunciar ni una sola palabra más el resto del día. Admitió así que había sido derrotada.


    ***

    Aquella noche era turno de Petra de hacer guardia, con Hell y Hope sirviendo de guardaespaldas para la ya no tan pequeña superviviente. Permitieron que Sinon se quedase el resto del día en la tienda al ver que no dejaba de estornudar, para que así pudiese recuperar el calor corporal con la fogata. En el fondo, Petra simplemente se había ofrecido para que Anna pudiese hablar con la chica a solas. Sabía que, a pesar de todos los intentos fallidos, había logrado impresionarla de corazón.

    Anna se adentró en el lugar con tranquilidad, siendo recibida por la mirada esquiva de la chica, echa bolita gracias a aquella manta como una niña pequeña. No estaba acostumbrada a verla de esa forma, pero era otro lado que sin duda adoraba de ella. Se sentó a su lado para obligarla a que la mirase en algún momento, y acarició su cabello azul en un gesto de cariño.

    —Gracias, Sinon.

    La chica tardó en responder, apoyándose en sus rodillas mientras miraba el fuego con las mejillas encendidas.

    —¿Por qué? Solo lo he estropeado todo. Me extraña que no te estés riendo de mí ahora mismo.

    —¿Por qué iba a hacerlo? Te has esforzado mucho, eso estaría feo —respondió la rubia con tranquilidad, sin dejar de mover su mano. Imitó su gesto, apoyándose en su brazo libre sobre sus rodillas, girando su rostro para mirarla—. No es necesario que intentes ser quien no eres, ¿sabes? Me da la impresión de que quieres intentar comportarte como lo hacemos nosotras, pero cada persona es única, ¡y tú también lo eres! Solo actúa tal y como eres, verás como todo será más sencillo.

    —Pero yo ya no sé quién soy, Anna —exclamó la joven, volviéndose hacia ella con las llamas de la fogata brillando en sus ojos, aumentando el color de sus mejillas. Se notaba la duda en su mirada—. Sabía cómo era antes, lo que me gustaba y no, lo que quería hacer en todo momento. Pero desde que estoy con vosotras todo eso ha cambiado, y tengo ganas de hacer cosas que serían impropias de la Sinon de antes. Me siento... confusa, Anna.

    Anna sonrió, entrecerrando los ojos.

    —Que te sinceres conmigo de esa forma sin duda demuestra lo que dices. Antes era imposible mantener una conversación normal sin acabar huyendo de tu vara —rio levemente, recordando aquellas escenas. Dejó de acariciar su cabello, mirándola fijamente—. ¿Y bien? ¿Qué querría hacer la nueva Sinon ahora mismo?

    Sinon le sostuvo la mirada, vacilando durante unos instantes. Pero lentamente fue moviéndose hacia un costado, hasta colocar con suavidad su cabeza en el regazo de Anna. Alzó sus orbes azules buscando la aprobación de su acompañante, sin ser capaz de borrar la vergüenza en su rostro.

    —¿Puedo dormir así esta noche? —inquirió, sin desviar la mirada. Su corazón latía con fuerza contra su pecho, pensando que quizás no debería estar haciendo eso. Pero la sonrisa en los labios de Anna la relajó de inmediato.

    —Claro que sí —murmuró, dejándose llevar por aquel ambiente apacible que se había instalado en su tienda. Sin duda, agradecía poder pasar un minuto así al menos con la persona que quería. Se inclinó con suavidad hacia Sinon, apartando un mechón de su cabello, y depositó un pequeño beso en sus labios. Una vez se separaron, era la peliazul la que le devolvía la sonrisa—. Buenas noches.

    —Buenas noches... —secundó, girándose hacia la fogata mientras cerraba los ojos. Sintiéndose por primera vez en mucho tiempo completamente tranquila y reconfortada. Antes de quedarse dormida en su regazo, no pudo si no agregar—. N-no te acostumbres a esto, ¿eh? Solo me has cogido con las defensas bajas. Y como se lo cuentes a Petra, yo...

    —...me golpearás con tu vara, entendido —rio la mayor sin poder evitarlo. Entrecerró sus ojos lentamente, acariciando por inercia su cabello, cayendo también en los brazos de Morfeo, sin poder susurrar por última vez—. Esa es la Sinon que quiero.

    Seguro que a partir de ahora, Sinon ya no podría sentir más envidia de Petra.


    Tercer día, y este va pa' Nekita :D No, nunca me cansaré de escribir sobre ellas, las amo (?) Me encanta el desarrollo y la evolución que tienen en cada escrito, my gad. Hale, ¡hasta mañana!
     
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    D de Detectives


    La Compañía de Detectives Talía, Nikolah & Mimo, una asociación de entrenadores de cuarta generación en la región de Galeia dispuestos a resolver todo tipo de crímenes y casos, pasaba aquel día una acalorada tarde a la espera de que alguien llamase a su puerta para prestar sus servicios. Nikolah había conseguido alquilar orgullosamente, con los ahorros que había logrado derrotando a otros entrenadores de Galeia, un estudio en uno de los edificios de ciudad Acuarela. Era lo suficientemente amplio para todos, y bastante moderno a decir verdad, por lo que el chico estaba realmente ilusionado. Talía, para contribuir con la causa, había dibujado y posteriormente coloreado un cartelito que decorase la puerta exterior, para que todos supiesen que aquella era la sede principal de la compañía. Mimo la acompañaba en sus quehaceres imitando cómicamente todos sus movimientos, tomando otra cartulina y otro lápiz para dibujar él también un cartelito. Cabe destacar que este lo pusieron en la mini-nevera, para hacer feliz al pokémon.

    Pero parecía que la paz reinaba en la ciudad aquella tarde, porque nada parecía disturbar la paz de Acuarela. Eso o que su compañía no era tan famosa. Pero ese no debía ser el caso, ¡habían acabado con aquel famoso criminal, Justice! ¡Sin duda aquel fenómeno debía haberse extendido por toda Galeia! Así que aquella teoría estaba descartada por completo.

    —Nikolaah... ¡Hace mucha calor! —murmuró la pequeña, alzando una pierna y luego otra continuamente mientras yacía tumbada en el sillón. Dejó caer su brazo al aire, mirando hacia el techo. Mimo imitaba sus movimientos en el sofá de enfrente—. ¿No tenemos aire acondicionado por casualidad? ¿O quizás un ventilador pequeñito aunque sea?

    —Lo siento Tali, no me llegaba para más el presupuesto —respondió apesadumbrado el entrenador, revisando su billetera. Tendría que ir a la torre Desafío unas diez veces más en el modo extremo para conseguir eso... Iba a tomar su tiempo—. Pero quizás aún queden helados de los que compramos en la nevera... O alguna sobra, porque me estoy muriendo de hambre.

    Nikolah se levantó de un salto, enérgico, y se acercó a la mini-nevera con la que contaba el estudio, mientras Talía jugaba con su pequeña Chikorita y su Beldum. Espeon mientras tanto dormía sobre la alfombra, tan apacible como siempre. A veces parecía que nadie podría acabar con su sueño, ¿cuánto dormía ese pokémon?

    —Bueno, aquí queda la mitad de una botella de zumo de naranja, el sanguche que guardé de anoche, varias cosas verdes que no tienen buena pinta y... Espera, ¿dónde están las paletas que dejé aquí? —el chico se giró para escudriñar con la mirada a sus pokémon. Mimo ahora se encontraba a su lado, imitando la mirada que le dirigía al resto del equipo. Pupper al escuchar la acusación se hizo el dormido, como la Espeon que tenía al lado, mientras que Fennekin correteaba junto a los pokémon de Talía, y el resto jugaba entre ellos. Nikolah suspiró: otra vez de vuelta a lo mismo—. Tali, tenemos un nuevo caso que resolver: ¿quién se ha comido las paletas de sabores? El criminal no ha podido salir de esta sala, ¡es uno de nosotros!

    Talía se levantó, inflando sus mejillas mientras le dirigía la mirada al chico.

    —Joo, ya hemos resuelto cinco casos parecidos, ¡y todos son por culpa de Pupper! —la rubia se acercó al enorme perro y se acuclilló a su lado, separando los párpados de uno de sus ojos con suavidad para que la mirase—. Venga glotón, confiesa. No querrás ir a la cárcel pokémon, ¿verdad?

    Pero antes de que Arcanine pudiese buscar una excusa razonable, alguien llamó a la puerta del estudio. Talía, que estaba más cerca de la puerta, sonrió con la ilusión de que fuese un cliente y echó a correr hacia ella.

    —¡Voy yo! —exclamó, quitando el seguro de la puerta para tomar una bocanada de aire antes de abrir por completo—. Bienvenid@ a la compañía de Detectives Talía, Nikolah & Mimo, ¿en qué podemos ayud...?

    >>¡Oh, Lizzie!

    Al abrir la puerta, la entrenadora reconoció la figura de una joven castaña que conocía muy bien esperando en el marco de la puerta. Liza sonrió al ver a Talía y pronto se fundieron en un efusivo abrazo, como siempre ocurría cada vez que se veían. Con el tiempo, habían acabado haciendo muy buenas migas aquellas dos. La pequeña una vez bajó tras saltar abrazarla, comenzó a tirar de ella para que pasase al interior de la estancia.

    —¡Hola, chicos! ¿Qué tal va todo por aquí? —saludó Liza, dejándose llevar por la niña hacia el estudio. Saludó animada a los pokémon que rondaban por la casa, buscando con la mirada a Nikolah hasta que lo encontró con la cabeza metida en la mini-nevera. Tuvo que contener la risa ante tal escena—. Nikolah, ¿necesitas una ayudita?

    —Oh, no no, está todo bien. Solo estoy revisando bien el fondo, alguien se ha vuelto a comer las sobras —el chico se irguió luego de sacudir el hielo de su cabello, y se volvió hacia la invitada con una ancha sonrisa—. ¡Me alegra verte por aquí, Liza! Espero que la dirección que te dejé no fuese muy confusa, este sitio está algo escondido a decir verdad —se llevó una mano al mentón, pensativo, mientras Mimo hacía lo mismo—. Quizás por eso no vienen clientes...

    La castaña tomó asiento junto a la niña, escuchando las palabras de Nikolah.

    —Oh, ¿no ha venido mucha gente por aquí últimamente? —inquirió algo apenada, intercambiando la mirada entre ambos—. Uhm, en negocios como este hay que tener paciencia. Seguro que pronto viene alguien, y ese alguien se lo recomienda a otro. ¡Así empiezan a hacerse famosas las compañías!

    —¡Cierto! Aunque a lo mejor si hacemos propaganda y repartimos tarjetitas a los transeúntes consigamos más fama. Tengo un montón de cartulina aún en mi estuche, ¿me ayudarías, Liza? —pidió Talía, con sus ojillos brillando de la emoción. Liza asintió encantada.

    —¡Por supuesto! Puedo ser vuestra secretaria y ayudar con todo el papeleo, seguro que cuando seáis famosos necesitaréis más de uno —propuso, cruzándose de brazos mientras asentía, convencida de sus palabras. Pero antes de añadir algo más, sin dejar que Talía fuese a por los materiales, revisó su cartera antes de añadir—. Pero antes de ponernos manos a la obra, ¿por qué no vamos a por un helado? Hace mucha calor y viniendo hacia aquí vi un puesto de helados cerca del edificio, ¡hay que pillarlo antes de que se vaya! Yo invito, por supuesto.

    Nikolah abrió los ojos de par en par, mientras Mimo repetía sus movimientos y Talía daba saltitos de la emoción.

    —¿De verdad? ¡Gracias, eso estaría muy bien! —Pupper se levantó en el momento en el que escuchó la palabra helado, pero Nikolah no dejó que se hiciese ideas erróneas—. Tú te quedas aquí, no más helado para ti, Pupper.

    —Bueno, ¿os parece si os vais adelantando? Me gustaría ir un momento al baño, así que os dejo el dinero de los tres helados. ¡Yo lo quiero de fresa con sirope de chocolate —y tras depositar el dinero correspondiente en manos de Nikolah, se despidió momentáneamente, mientras el resto se dirigía con ilusión hacia la salida.

    —Yo quiero helado de frutilla y naranja al agua.

    —¡Yo quiero como el de Lizzie! ¡Y como el tuyo! Haré una mezcla de todo, ¡decidido!

    —¡Así se habla, Tali! ¿Habrá helado de sánguche?

    Y entre risas, ambos se alejaron escaleras abajo, tras cerrar la puerta debidamente.

    Liza esperó unos segundos antes de asomarse y comprobar que no había nadie en la sala, y entonces, sonrió. Era hora de iniciar su plan. Tomó su videomisor y se puso en contacto con alguien a través de una videollamada.

    —Cheren, ¿sigues en Acuarela?

    —Así es, quiero denunciar el robo cuanto antes. ¿Por qué lo dices?

    —¿Puedes hacerme un favor y no ir a la policía local? —la joven dirigió una rápida mirada a los pokémon de los chicos, quienes le miraban con una notoria curiosidad. Liza volvió la mirada hacia su interlocutor, hablando con decisión y confianza en su voz—. Sé de una compañía que podrá resolver tu problema en un abrir y cerrar de ojos.

    —¿Y cómo es que no me suena para nada la compañía de la que hablas? —el chico no parecía muy seguro de las palabras de su amiga.

    Liza soltó una pequeña risa.

    —Porque necesitan que alguien les de la oportunidad. Y me parece, amigo mío, que ese vas a ser tú —juntó sus manos, entrecerrando sus ojos en un gesto de súplica—. ¡Te prometo que no te arrepentirás!



    ***​

    Cuando Nikolah y Talía abrieron la puerta, felices tras haber disfrutado de sus helados, se encontraron con un joven desconocido sentado en uno de los sillones de su estudio, vigilado por Liza. Ambos le dirigieron una mirada llena de curiosidad, mas la chica mantuvo un rostro más serio que de costumbre. La situación lo requería, después de todo.

    —Chicos, este es Cheren. Al parecer un grupo de maleantes le han robado a dos de sus pokémon tras agredirle, y han salido corriendo —se cruzó de brazos, ladeando la cabeza—. Supongo que es momento de que la compañía de Detectives Talía, Nikolah & Mimo le preste sus servicios, no es así?

    Los chicos se miraron con evidente sorpresa, conteniendo la emoción que comenzaba a surgir en ellos poco a poco. Nikolah echó a correr a por su bigote postizo, mientras que Mimo iba a por su palito y Talía les seguía con la mirada corriendo en el sitio, sin saber dónde había dejado su lupa.

    —¡Por supuesto que sí, has venido al sitio indicado, chico! —Nikolah regresó rápidamente hacia donde estaban, tomando una postura más profesional para escuchar todos los datos que el chico tuviese que decir—. Nuestra compañía hará todo lo posible para recuperar a sus pokémon, delo por hecho. ¿Y bien, dónde fue agredido?

    —Pues, verás...

    Liza se mantuvo durante el interrogatorio observando todo apartada, orgullosa del talento que derrochaban aquellos dos chicos. Pronto creyeron tener la localización ideal para empezar la búsqueda, y no perdieron más tiempo. Cuando Nikolah y Cheren ya se encontraban bajando las escaleras, fue Talía la que hizo que la castaña volviese en sí, tomando su mano. Le dirigió una tierna sonrisa, como ella sola podía hacerla.

    —Ese chico... ¿Es amigo tuyo, Liza?

    —Sí, es un amigo de mi infancia. Ambos venimos de la misma región —le devolvió la sonrisa, sin saber muy bien por dónde quería ir. De repente, la niña la abrazó.

    —¡Gracias! —dijo con simpleza, separándose de nuevo para tirar de ella—. ¡No perdamos más tiempo, que Nikolah y Mimo corren demasiado rápido!

    Liza tardó unos segundos en reaccionar, siguiendo sus pasos hacia el exterior del estudio, y revolvió sus cabellos dorados con ternura. Aquella niña era demasiado observadora. Cerró la puerta del estudio y echó a correr tras ella, hasta que recordó algo de un momento a otro.

    —¡Eh! ¿Dónde está mi helado?

    SweetSorrow ¡La D es para ti y tu niña! Siempre acabo de escribir a la misma hora, lel.
     
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    E de Esperanza


    Rin Takuya caminaba por los pasillos de la Academia Pico de la Esperanza en silencio, con la mirada perdida en el suelo, meditabundo como de costumbre. Hoy era su cumpleaños, una fecha sin duda señalada para él, y todos sus amigos estaban armando una tarta (o un intento de ella, al menos) en la cocina, por lo que las risas y el estruendo que estaban armando se escuchaba incluso desde donde se encontraba. No le habían dejado entrar para que todo fuese sorpresa, pero nada le impedía rondar por los alrededores y pegar la oreja en la puerta.

    —¡Ren, aléjate, ya te hemos dicho que eso no es para ti! —y seguido de aquel grito de Evangeline, vino un sartenazo.

    Entrecerró los ojos de la impresión: eso tuvo que doler.

    No pudo evitar sonreír para sus adentros, sintiéndose agradecido por contar con personas que le querían y le animaban a seguir luchando dentro de aquella pesadilla en la que se encontraban atrapados. Pero a pesar de todo, no podía evitar sentir su pecho oprimido aquel día. Era su primer cumpleaños encerrado en la academia, y a pesar de contar con personas con las que pasarlo, aquel día extrañaba más que nunca a su familia y amigos del exterior. Pero por sobre todo, le dolía la ausencia del que se había convertido en su mejor amigo, y que ahora no estaría junto a él para celebrarlo. Ni siquiera por primera vez.

    Pensar en todos los que se habían ido, y en el destino que les deparaba cada día junto a aquel oso de felpa le hacía sentir ligeramente abatido, a pesar de que luchase por despertar cada día con una sonrisa.

    —¡Hey, Rin!

    Una voz familiar le sorprendió a sus espaldas. Al girarse, pudo ver que se trataba de Daniela, quien traía varios envoltorios entre sus manos, acompañada de Brooke. Ambas le sonreían amablemente.

    —¡Feliz cumpleaños!

    —¿Qué estás haciendo aquí? ¡Hay una fiesta esperándote en el comedor! Evangeline consiguió acabar la tarta... aunque tiene algunos agujeros por ya sabes quién —murmuró Daniela, arrugando la nariz con molestia. Mientras hablaba, depositó las cajas envuelta en las manos del sorprendido chico.

    —Será mejor que te des prisa, Rin, o Graham y compañía acabarán comiéndose toda la comida restante —avisó Brooke con cierto nerviosismo, observando al chico revisar los regalos con curiosidad.

    Rin se quedó unos segundos anonadado admirando los objetos entre sus manos, quizás sacado por sorpresa de sus cavilaciones, y alzó la cabeza para dirigir la mirada hacia las chicas 01 con una pequeña sonrisa.

    —No tenían por qué... Gracias, chicas —pero antes de poder abrir los regalos, notó que Daniela le tendía algo más. Se trataba de una grabadora de voz, con los auriculares ya conectados en este. Rin intercambió la mirada entre ambas.

    —Luego te cantaremos cumpleaños feliz. Por el momento, ¡escucha esto!

    —No es un screamer, te lo aseguro —rio Daniela entre dientes—. O quizás sí.

    Rin vaciló un instante.

    —¿Habéis hecho todo esto por mí? No sé si podré acep...

    —¡Solo tómalo, Rin!

    —No es de parte de Daniela, si te preocupa eso —bromeó Brooke, aprovechando la sorpresa en el rostro del pobre chico.

    Finalmente, con un suspiro, el super abogado lo tomó con cuidado entre sus manos, dejando que las chicas sujetasen el resto de regalos.

    —¡Está bien, está bien! —rio, colocando los auriculares con cuidado, y prendió el botón de iniciar, curioso—. ¿Qué clase de canción será?

    ...

    —¡Feliz Cumpleaños, mi estimado amigo!


    Los ojos de Rin se abrieron de par en par, y sintió cómo su corazón se removía al escuchar aquella voz grave y familiar que hacía tanto que había dejado de escuchar. La voz apenas salía de su garganta, un nudo obstruía todas las palabras.

    —¿...Alex?

    —Si estás escuchando esto, significa que la desesperación acabó triunfando sobre mí. Probablemente estés molesto por lo que hice, y no te culpo en absoluto. Solo te pido que no te sientas mal. Es tu cumpleaños, después de todo, ¡debes celebrar que estás vivo, que todavía luchas por vencer las injusticias del mundo! Por algo eres el super abogado, y estoy orgulloso de poder decir que eres un preciado amigo para mí.

    Rin cerró los ojos, tembloroso, conteniendo las lágrimas que comenzaron a acumularse en sus ojos. Por un segundo, al cerrarlos y escuchar su voz, podía sentir que estaba a su lado, que le sonreía con aquella simpatía que llegaba a mostrar cuando estaban juntos, y que ponía una mano en su hombro, comprendiendo su pesar.

    >>Pensé que quizás, con mi voz, podría hacerte sentir que también estoy allí, con vosotros, disfrutando del día que te mereces. No quería perderme tu cumpleaños por nada en el mundo, pero las cosas de la vida se han interpuesto en nuestros planes, como podrás comprender. Aún así, espero que estés pasando un gran día, Rin, en compañía de todos aquellos que te quieren, y que son sin duda unas grandísimas personas (a excepción de Crow).

    >>Me hubiera gustado estar ahí para poder ver con mis propios ojos lo fuerte que te habrás vuelto desde la última vez que nos vimos. Deseo que hayas adquirido aún más confianza en ti mismo de la que ya tenías, y que hayas dejado de guardar tus pensamientos y reflexiones para ti mismo. ¡Son mucho más importantes de lo que piensas, confía en mí! Creo en ti, Rin. Sé que conseguirás acabar con este enfermizo juego de matanza mutua, y que conseguirás salvar a todos, como yo fui incapaz de hacerlo. Sé que tú nunca caerás en la desesperación, la esperanza corre por tus venas.

    >>Oh, y por favor, concédeme un último favor, mi estimado. No intentes hacerlo todo tú solo, no lleves todo el peso sobre tus hombros. No estás solo, ahora ya no. Tienes a todos los chicos a tu lado, y nos tienes a mamá y a mí, siempre contigo bajo la apariencia de la pistola de oro que te encomendé. Por favor, nunca olvides esto.

    >>Tú eres Rin Takuya, una persona de gran corazón, y deseo que esa realidad nunca se perturba. Deseo seguir viéndote sonreír desde donde estoy. Sigue así, lo estás haciendo muy bien. ¡Demuéstrales de qué es capaz el super abogado de preparatoria!


    >>Siempre contigo, tu amigo, Alex.

    La grabación finalizó, y la voz se apagó hasta desaparecer por completo. Rin apretaba los puños con fuerza, sintiendo sus piernas temblar. Al alzar la mirada, sus amigas le sonreían con amabilidad, con empatía. Y Rin no pudo evitar dejar salir todo lo que llevaba dentro, comenzando a llorar. Ambas le abrazaron, reconfortándole en un cálido abrazo. Y a pesar de sus lágrimas, sabían a ciencia exacta que aquel había sido el mejor regalo que le habían dado nunca. Le habían hecho feliz.

    En el corazón de Rin, una vez más, había vuelto a brillar la esperanza.

    Y esta vez, para siempre.


    Hey Miguel this is for u <3


     
    Última edición: 31 Enero 2019
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