[A.C] [Alessandra] Insaciable

Tema en 'Relatos' iniciado por Lexa, 2 Mayo 2014.

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    Lexa

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    Título:
    [A.C] [Alessandra] Insaciable
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    1015
    Nick: Alessandra Mikaelson.
    FFC:
    Crystal Tower.
    Personaje o personajes: Ian Strahovski, Deimos Achilles.
    Tipo: One-Shot.
    Escrito número: 1.

    ~

    El griego miró su celular con cierto enojo y fastidio. La pantalla brillaba, con el número de aquél australiano que nunca se callaba y el botón verde de llamar picándole el ojo, seduciéndole para que presionara. Y él luchaba por no caer en la tentación, por encontrar salvar su tranquilidad y no llamarle, pero al cabo de unos segundos, antes de que la pantalla se apagara, le llamó.

    Y su ceño se frunció cuando éste le contestó.

    ―Deimos~ Mi griego sensual y favorito~

    ―Ian.

    Achilles suspiró internamente, sentándose en la cama del hotel con el celular aún en su oreja y la voz del australiano canturreando al otro lado. ¿De verdad iba a pedirle que le ayudara? Entonces repasó los verdaderos motivos de porque realmente iba a pedirle su ayuda en esa misión. El griego no podía engañarse o disfrazar la verdad, la misión que había aceptado implicaba que fuera con un compañero que supiera cubrirle las espaldas mientras él sacaba la información al empresario de nombre Steve, que fuera silencioso y que, a la hora de la verdad, matara sin pensarlo realmente.

    E Ian era su mejor opción en ese entonces, muy a su pesar.

    ―¿Sí? ―Preguntó Ian. Deimos casi podía jurar que sonreía picardiosamente, como siempre.

    ―Necesito que me acompañes en una misión, te pagaré ―Fue directo al grano, su voz dura.

    Strahovski tardó varios segundos en responder, la sonrisa ampliándose en su rostro, su mente maquinando a toda velocidad.

    ―¿Me pagarás? Mis servicios son tan caros~

    El ceño fruncido de Deimos se acentuó aún más, rodando los ojos.

    ―Déjate de tonterías, Ian. Te pagaré bien.

    ―¿Qué tan bien, Dei~mos?

    Su mandíbula se tensó un poco mientras miraba su reloj, estaba perdiendo tiempo. Debía irse ya, y el australiano sólo juagaba con él.

    ―¿Qué tan bien quieres que te pague? No te pienso dar la mitad del dinero, tu sólo serás como mi ayudante ―Casi gruñó mientas hablaba, para luego soltar un suspiro. Debía calmarse, iba a ir a una misión con Ian, debía tener bastante paciencia y autocontrol para no estrellarlo contra una pared como ahora mismo quería hacerlo.

    ―Umm, es que, Deimos, no me refiero al dinero. Sino a algo más, más divertido~ ¿Entiendes? ―Escuchó su carcajada, un tinte picarón―. Hace tiempo que no nos vemos~

    Y obviamente el griego entendía. Inconscientemente asomó una pequeña sonrisa en sus labios, claro, debía esperarlo viniendo de alguien como Ian. Se recostó un poco en la cama, su espalda descansando contra el colchón.

    ―Entiendo perfectamente. Te espero en el Hotel Golden, mi habitación es la 502 ―Y colgó.

    El griego colocó su teléfono en la mesita junto a su cama y encendió la televisión mientas esperaba al australiano. Pasó varios canales pero ninguno captaba su completa atención, noticias, deportes, películas clichés, no, nada interesante.

    Se colocó de pie, sacando un cigarrillo de su pantalón listo para encenderlo cuando escuchó que tocaban la puerta del cuarto, par de golpes suaves. Realmente no tuvo que pensar mucho quien sería, la respuesta era bastante obvia. La abrió, e Ian estaba ahí, sonriéndole, parado en el umbral de la puerta.

    ―Deimos~ ―Canturreó su nombre, entrando a la habitación aún cuando éste no le había dado todavía permiso de entrar―. Te he echado tanto de menos.

    El otro bufó, Ian no cambiaba. Agarró su chaqueta que yacía sobre el respaldo de la silla y se la colocó sobre los hombros. Tomó su celular y las llaves de su motocicleta.

    ―Vámonos ―Le dijo, echándole una rápida mirada. El rubio no se inmutaba, seguía de pie en el medio de la habitación.

    ―Espera… ―Se acercó un poco a él, sonriéndole coqueto―. No me has dicho de qué va la misión y en qué quieres que te ayude, Deimos.

    ―En el camino te explico, es hora de irnos ya ―Estaba por darse media vuelta y abandonar la habitación cuando el otro le agarró por el brazo y tiró fuerte de él, pegándolo a su cuerpo.

    ―¿Y la paga~?

    ―Al final, Ian ―Gruñó suavemente contra su rostro, con su ceño fruncido y queriendo irse, pero realmente no hacía algún tipo de movimiento para eso.

    El rubio subió las manos hasta las hebras del otro, clavando sus ojos azules en los verdes del griego mientras que una sonrisa picarona y traviesa se extendía en sus labios.

    ―Exijo un adelante. Cuando se hacen negocios, siempre hay adelantos~ Y a mí me encantan tantos los adelantos~

    Deimos cerró los ojos, buscando calma. Aunque no le molestaba que Ian le estuviese insinuando, aquél no era el momento ciertamente, y menos cuando estaba contra el reloj, pero sabía que si no lo complacía aunque sea un poco, le iba a ser imposible salir de ahí rápido.

    Se acercó, cortando la distancia que faltaba para que sus labios se tocaran, al principio fue un simple roce como Deimos quería que fuera, pero entonces Ian hizo presión en su cabeza y profundizó el beso. Y Deimos no pudo negarse, tampoco era algo que quería hacer sinceramente.

    Tomó al australiano de la camisa y lo pegó más a él, su lengua explorado y devorando la cavidad del menor mientras éste le respondía con la misma hambre y rudeza, sus manos enredándose en el cabello del griego. Se separaron por falta de aire, respirando con algo de agitación pero sin moverse de su lugar.

    ―¿Complacido? ¿Satisfecho? ―Preguntó Deimos.

    ―¿Realmente crees que lo estoy? ¿Realmente crees que no quiero más que un beso~? ―Carcajeó suavemente, no aflojando el agarre en sus cabellos.

    ―Tenemos que irnos ya.

    ―¿Y tú quedaste satisfecho con sólo un beso?

    Ambos se miraron por unos segundos en silencio, Deimos escudriñándole con la mirada e Ian sonriendo picaronamente. Maldita sea, Ian estaba jugando con él, Ian le estaba haciendo perder el tiempo… Tenía que irse ya.

    Y entonces le besó nuevamente, haciendole retroceder hasta la cama y dejándolo caer contra el colchón, Deimos ahora empezando besar su cuello.

    Quizás, después de todo, llegarían tarde a la misión.
     
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    Omg, qué sensual. Definitivamente allí Ian sería el uke, pero sadfasdf.
    A la vez me celo, eh(?).
    @Kai Stavros te odio(?).
    Ok no. Pero dfsgdfg son tan sensuales. Y sí, me celo porque allí se supondría ya que Sebas e Ian se conocen, y son esposos, o no sé(?). Es que, como ya los declaramos que son marido (Ian) y mujer(?) (Sebas(?)). Me da cosita </3 ;3;
    Pero qué escrito tan sensual, sdfasdfasf.
     
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    Naissance de Crystal

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    :eek: So hot ...
    Uhh y que mas, le beso el cuello y ... (me estoy volviendo pervertida o algo)
    Fue una lastima que fuse tan corto el capitulo, by the way ... uhh la la Un austrialano de ojos azules y un griego de ojos verdes acdsuvhaduv
    Debo decir que me agrado mucho Ian, la forma que lo descrbiste me encanto.

    Ame esa linea, en serio. Jaja y supongo que ni alguien como Deimos podia resistirse a algo que el mismo desea, por otro lado llegaran tarde a la misión pero seguro que valió la pena.

    Ya queiro ver como terminan las cosas:

    ¿Ian quedara satisfecho?
    ¿Valió la pena?
    ¿Podran llegar a la misión?

    Bueno saludos :D
     
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    Kai

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    Carajo mujeeer! Ojalá y fuese una historia xD Nagissa, pásate por Crystal Tower. Te dará una crisis de perversión.

    Cada que leo esto ME DA ALGO. Ya te pediré a Ian prestado <3 Niño! ¿Ves? Son sexys. Un trío con Sebas...a la mañana siguiente no podrá mantenerse en pie. Grrr.

    ¿Misión? Al carajo la misión xD ¿Saben qué? Te pediré a Ian y haré el después de esto con él <3

    Vi un dedazo por allí, Kai, sal de ese cuerpo! xD
     
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    Lexa

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    [A.C] [Alessandra] Insaciable
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    Nick: Alessandra Mikaelson.
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    Personaje o personajes: Ian Strahovski, Sebastián Jason Aika.
    Tipo: One-Shot.
    Escrito número: 2.

    ~

    Cuando Sebastián sintió los primeros rayos del Sol contra su rostro, se despertó de golpe.

    Abrió sus ojos con rapidez y se sentó en la cama intentando libearse de las telarañas del sueño que lo atrapaban esa mañana, ladeando su rostro hacia el lado donde dormía Ian, esperanzado con verlo ahí, durmiendo profundamente como era costumbre. Y se relajó considerablemente cuando lo visualizó posado en el colchón, su pecho subiendo y bajando en suaves respiraciones. Jason dejó escapar una bocada de aire llena de alivio del más puro al ver que el australiano estaba en casa, y en una sola pieza.

    Cuando Ian le había dicho que se iría a hacer un trabajo a eso de las ocho de la noche, él se dijo a sí mismo que lo esperaría despierto, sólo para cerciorarse de que llegara sano y salvo a casa. Pero cuando pasaron la una de la madrugada, el sueño le venció aún en contra de su voluntad. E Ian para esa hora no había llegado, estaba muy seguro de eso.

    Pero ahora lo veía. Y a Jason le inundaba una gran sensación de tranquilidad cuando Strahovski llegaba ileso después de uno de sus trabajos. Realmente lo que Jason opinaba sobre lo que Ian hacía para ganar dinero oscilaba entre la aceptación y el odio. Entendía que el australiano se dedicaba a eso desde hace muchos años atrás, entendía que para eso fue criado y él no tuvo opción, entendía todo eso y lo aceptaba, pero odiaba la sola idea de que Ian pudiera, en uno de sus trabajos, salir gravemente herido e incluso morir, porque esa era una probabilidad que Jason no podía ignorar.

    Dejó escapar un suspiro, seguido de una suave bostezo mientras se volvía a recostar en la cama, haciendo el mínimo ruido o movimiento brusco que pudiera sacar al australiano de su ensueño. Se preguntó internamente que pudo haber pasado para que Ian llegara tan tarde, y cuando posó sus ojos en el perfil dormido de Ian, obtuvo la respuesta, sintiendo como su corazón se encogía ante la vista. El rostro de Strahovski que nunca mostraba alguna marca o rasguño, esta vez estaba surcado de largos cortes pocos profundos, desde su mentón hasta su sien, y su cuello mostraba una herida que estaba al rojo vivo y terminaba en su clavícula. No quiso imaginarse como quizá estaría su pecho y abdomen. Así que optó mejor por acomodarse en su pecho, donde podía escuchar los suaves movimientos de su corazón contra su caja torácica, donde podía sentir su suave respirar contra las hebras negras de su cabello, donde podía sentir que estaba vivo.

    Por un momento, se imaginó como reaccionaría si le llegara la noticia que Ian había muerto. Y la gran punzada que sintió en su pecho y estómago le respondió que sería una de las cosas más horribles que pudiera pasarle, odiaba la sola idea de haber pensado en algo de tal índole; así que echó ese pensamiento a lo más profundo de su mente, donde jamás pudiera alcanzarlo o recordarlo. Decidió abrazarse a Ian, sonriendo un poco, mientras recordaba el sinfín de comentarios pervertidos que éste siempre le dedicaba, era mejor aferrarse a esos momentos tan ocurrentes, que si bien Sebastián se enojaba con él en más de una ocasión, le gustaba tener esos momentos con el australiano.

    Subió su mirada rojiza hasta el blanquecino rostro del rubio, ignorando las heridas que a su vista saltaban, regalándole una sonrisa mientras acomodaba un mechón rebelde de sus hebras amarillas. Luego se acercó a él y rozó sus labios con los del australiano.

    ―Te amo, Ian ―susurró, luchando con las ganas de derramar lágrimas en ese instante―. Y no quiero perderte, nunca ―Y besó sus labios, con ternura.

    Estaba por separarse y volverse a dormir, esta vez en el pecho de Ian, cuando de repente sintió que el brazo de Ian rodeaba sus hombros y lo pegaba a él, volviendo a juntar sus labios en un beso mucho más profundo y subido de tono que el que británico le dio en un principio, sintiendo como el rubio exploraba su cavidad con una sonrisita picardiosa en su rostro, pero ésta vez Jason no se quejó por ello, no cuando estaba feliz de que estuviera a su lado. Y entonces lo sintió, en medio del beso y las caricias del australiano en su cabellera, Jason sabía que no iba a perderlo, que Ian estaría siempre con él.
     
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    NO LO ACEPTO.
    Osea, ¿se acuesta primero con Deimos y luego se va a violar a Sebas? NO, ¡mi niño no es tan pendejo como para caer así Q.Q! Esas marcas y arañazos son de la misión, sí. ¡Pero revísale el pecho y ve que tiene mordidas, revísaselo! T-T Joder T-T
    Te odio, y te amo. Pero no >:c, sabes que me pongo así mal cuando haces que Sebas quede engañado y además se me hace pequeño el corazón cuando Ian lo engaña tan descaradamente u.u.

    Bonito, pero feo uwu
     
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    Okey primero que nada... Hola Allessandra!! jaja no es cierto, lo primero que iba a decir es: Sabía que tenía poderes mentales, jojo pues si terminaste haciendo un segundo escrito.

    Amo la forma en que Jason se precupa por Strahovski ♥♥♥ es tan lindo, De alguna manera estoy de acuerdo con Patch: primero con Deimos luego con Sebas-chan auch en el de "Suspiros" dijo que solo lo quería a el pero luego es como si estuviese viendo a Ian haciendo cara de perrito regañado que hace que no pueda molestarme con el, Que dilema el mío!
    Como sea me encanto ♥ (volvere a usar mis poderes mentales para que hagas un tercer escrito muajaja).
     
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    Lexa

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    [A.C] [Alessandra] Insaciable
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    Personaje o personajes: Verónica Muller, Giuseppe Vitorio Girolla
    Tipo: One-Shot.
    Escrito número: 3.
    Nota: Aprovecharé este escrito para aclarar que los escritos random de los personajes, no tienen conexión e.e. El primero es muy aparte del segundo.

    ~

    Girolla estaba en su mejor sueño cuando sintió un suave siseo en su oído, se removió un poco contra las sábanas y el siseo se convirtió en un murmullo, pero él lo ignoró, y el murmullo se convirtió en un susurro insistente contra su oído. Podía escuchar cómo era llamado cada vez más cerca, queriendo sacarlo completamente de su ensueño, pero Víctor no quería despertar aún, quería seguir navegando y hundiéndose en las profundidades de la inconsciencia y darle a su cuerpo muchas más horas de descanso antes de comenzar el día en el instituto mental, pero el susurro en su oído era tan fastidioso e insistente como el zumbido de un mosquito. Hizo su mayor esfuerzo para pasar por alto cualquier sonido, aún no reconocía la voz de quien lo llamaba, apenas audible para él, o si estaba soñando, sólo quería seguir durmiendo. Pero de repente, el susurro se convirtió en un grito y Girolla abrió sus ojos de golpe.

    ―Por Dios, Gio, ¡tienes el sueño bastante pesadito, eh!

    Pestañeó un par de veces confuso, mientras empezaba a entornar su alrededor e intentaba incorporarse. Ladeó su rostro hacia dónde provenía la voz quien le había despertado, y vio a Verónica a escasos centímetros de él, aún lado de la cama.

    ―Así que eras tu quien estaba siseando mi nombre.

    Vio el ceño ligeramente fruncido de la alemana, y lo cerca que estaba de su cuerpo. Claro, por supuesto que había sido ella quien le había despertado.

    ―Obviamente, tenía rato en eso y nada que abrías los ojos ―le dijo con un toque acusador en su voz, metiendo un mechón de su cabello tras su oreja―. Bueno, ahora que estás despierto, debo decirte algo, Gio. Te encantará.

    Víctor la miró y luego posó sus ojos en el reloj que yacía en la mesita aún lado de su cama. Y la vista le horrorizó, el pequeño reloj digital marcaba las 6:15am. Girolla gimió y volvió a hundirse en su cama, acomodando la sábana sobre su cuerpo. No era aceptable estar despierto a esa hora y menos si era domingo, aquello era inconcebible.

    ―Vero, ¿ya viste la hora que es? Es domingo, ¿qué haces despierta? ―Le preguntó mientras acomodaba su cabeza en la almohada, pero Verónica se dio cuenta de las intenciones del inglés y se la arrebató de golpe, mientras se colocaba de pie.

    ―No, Gio. Debo decirte algo. Me enteré de algo, y no podrás negarte a ello ―le dijo mientras esta vez le arrancaba las sábanas al inglés―. Así que despiertate, tenemos que ir a la cocina.

    ―¿Y no me lo puedes decir después? ―Le cuestionó con voz soñolienta―. A una hora más... adecuada. Además, ¿qué vamos a hacer en la cocina a esta hora? Es algo temprano para buscar chocolates.

    La alemana le miró, negando con su cabeza, sosteniendo con firmeza la almohada y la sábana, lejos del alcance del chico inglés. Y Gio lo supo en ese instante, Verónica no iba a desistir de sus intentos para que se parara de la cama. La conocía muy bien, realmente ni siquiera estaba sorprendido de que la chica hubiese invadido su habitación a tan tempranas horas de la mañana. Así que soltó un suspiro mientras se sentaba en la cama, mirando a la chica para que hablara, haciéndole entender que tenía su atención.

    ―Gio, vamos a la cocina por café ―le dijo ella con sus ojos brillando de alegría―. Me enteré que el personal de la cocina prepara café todas las mañana a las 6am, luego se lo reparten entre todos y dejan la cocina a las 6:30 hasta las 7am. Y oh, Gio, tengo tanto tiempo sin tomarme una taza de café.... Así que, ¿qué dices, vamos por café?

    Cuando Verónica dijo la palabra “café”, Gio de verdad le prestó atención. El inglés amaba el café, estaba acostumbrado a por las mañanas beberse una taza y empezar su día con aquél líquido en su estómago. Pero desde que llegó al instituto, aquello dejó de ser posible. Tenía meses sin probarlo y sentir la cafeína haciendo efectos en su organismo, así que la sola idea de obtener un poco se le hacía muy tentadora. Miró a la alemana, y sabía que ella iría a la cocina sea como sea y lo conseguiría, y que él le ayudaría.

    ―Está bien, me convenciste. Dame unos minutos, te veo afuera ―asintió mientras se ponía de pie y pasaba las manos por su cara, queriendo que el sueño se evaporizara. Escuchó un gritito de triunfo de la chica y segundos después sintió sus labios contra su mejilla.

    ―¡Estaré detrás de la puerta! ―Exclamó mientras la cerraba.

    Gio ladeó una sonrisa, Verónica no cambiaba.


    ~~~


    Bajaron las escaleras con rapidez, cerciorándose de que no los viera nadie y les interrogara porque estaban fuera de sus camas a estas horas, aunque Muller ya tenía un plan para ello.

    ―Fácil, les decimos que vamos al patio a ejercitarnos ―le había dicho ella, encogiéndose ligeramente de hombros―. Es buena excusa, tendrán que creernos.

    Y Girolla se había reído, mucho.

    ―Pero Vero, todos te conocen. ¿Tu, ejercitándote? Yo creo que ni tu misma te lo crees.

    La alemana le escudriñó con la mirada mientras le daba un golpe en su hombro, y cruzaba los brazos sobre su pecho.

    ―No me parece que sea gracioso, Víctor ―le respondió con su ceño fruncido y voz dura. Girolla sabía como hacerla enojar.

    ―No te enojes, Vero. Pero sabes que es verdad ―doblaron una esquina, para su grandiosa y extraña buena suerte, no se habían topado con nadie hasta entonces―. Oh, estamos aquí.

    Ambos entraron a la cocina, revisando con suma cautela que no hubiese nadie. Pero la alemana estaba en lo cierto, la cocina para esa hora estaba desolada. Vio a la alemana sonreír, y él también sonrió. Iban a conseguir café.

    ―Busca algún termo o revisa si hay en alguna olla ―le pidió mientras empezaban a recorrer y revisar todo lo que estuviera sobre de la encimera―. Si no hay, prepararemos, pero no me pienso ir sin ese café para nosotros ―decía mientras destapaba, sin mucho cuidado, una olla que yacía sobre una hornilla prendida―. ¡Ay, joder! ―Exclamó de repente furiosa mientras se llevaba un dedo a la boca.

    ―¿Qué te sucedió?

    ―Me quemé Gio, la tapa estaba muy caliente ―le dijo haciendo puchero, frunciendo su entrecejo mientras abría el grifo del agua y sumergía su mano ahí.

    Girolla se debatía si reírse o consolarla, aunque la primera parecía estar ganando mucha ventaja. Se mordió el labio mientras desviaba su vista y optaba mejor por seguir buscando el anhelado café. Vio un termo en uno de los mesones, y cuando lo destapó, le pareció haber encontrado algo tan valioso como el oro.

    ―Vero, lo encontré. Hay bastante, para los dos ―le comentó con una sonrisa triunfante cuando la alemana se acercó hasta él y vio dentro del contenido, ella también ladeó una sonrisa satisfactoria.

    ―¡Eres grandioso, Gio! ―Exclamó risueña, olvidándose por un momento la quemada en su dedo―. Y aún está caliente, lo malo es que está negro. Por allá ―señaló una repisa, donde estaban diversos envases con sus respectivos nombres de lo que hubiera adentro―. Está la leche y azúcar, vamos a hacer café con leche.

    A Girolla ni le dio tiempo de objetar, Verónica ya estaba buscando las cosas y colocándolas encima del mesón, para luego verter todo el café en la licuadora.

    Eso, a Víctor, le pareció una mala idea.

    ―La licuadora hace mucho ruido, escucharán y vendrán corriendo y nos atraparán ―le dijo mientras sacaba dos taza de café de un estante. De cualquier forma, sabía que Verónica no le haría mucho caso que digamos, menos cuando la veía verter la leche y el azúcar.

    ―Pues, correremos más rápido. Y no digas nada sobre mi condición física.

    La risilla de Gio fue apagada por el sonido estruendoso de la licuadora, mientras veía como la espuma crecía dentro de la misma. Entonces Vero apagó el aparato y se escucharon murmullos y pasos a lo lejos.

    ―Vuelve a verterlo en el termo y vamos a mi habitación, llevaré las tazas ―dijo mientras la alemana acataba y ambos buscaban salir lo más rápido de la cocina.

    Doblaron nuevamente la esquina, mientras empezaban a subir las escaleras con rapidez. De alguna forma, siempre terminaban igual, corriendo para que no fueran atrapados, como si fueran fugitivos y estuvieran huyendo de la ley, aunque esa ley realmente era Rulf y eso ameritaba correr y esconderse. Escuchó que Verónica chillaba algo y lo empujaba contra una de las puertas, abriéndola rapidez y empujándolo adentro.

    Gio estuvo por decir algo cuando la alemana posó un dedo en sus labios y siseó para que hiciera silencio. A los segundos se escucharon los bruscos pasos, de una persona, deteniéndose justo delante de la puerta donde estaban en ellos. Por un segundo, Girolla temió que los hubiesen descubierto y tuvieran que escuchar el sermón que la terapeuta les daría por su comportamiento.

    ―Rulf, se robaron el café ―se escuchó la voz de una mujer, suave pero con un toque malhumorado en la misma―. Se llevaron el termo y todo, dejaron la licuadora tirada.

    A Verónica le sobrevino un ataque de risa en ese momento, pero Gio lo vio venir y le tapó la boca con su mano para que no emitiera ruido alguno. No era posible que estuvieran en una situación así.

    Se escuchó a Rulf resoplar.

    ―Apuesto que Girolla y Muller están detrás de esto, esos niños ―se le escuchó gruñir―. Buscaré en sus habitaciones. Si los ve por ahí, me llamas inmediatamente.

    No se escuchó respuesta por parte de la mujer, pero por el sonido de pasos alejándose dedujeron que la conversación había llegado a su fin. Segundos después, también se escucharon los pasos de Rulf alejándose del lugar. Gio esperó un instante antes de destapar la boca de la alemana, quien estalló en una suave carcajada, y él no pudo evitar hacer lo mismo.

    ―Bueno, ¿en dónde nos metiste Vero?

    ―No sé, hace ratico estiré la mano y me pareció tocar un trapeador. Salgamos de aquí.

    Se colocaron de pie y abrieron la puerta con cuidado y lentamente, mirando que no hubiera nadie por el pasillo. Entonces salieron, Verónica sujetando con fuerza el termo con café y Girolla las tazas.

    ―Así que Rulf está en nuestras habitaciones, deberíamos subir a la azotea ―propuso Gio, encogiéndose ligeramente de hombros.

    La alemana asintió dedicándole una sonrisa, mientras se dirigían a las escaleras y empezaban a subir. Sabían que primero los buscarían abajo y luego en la azotea, conocían como era el método de búsqueda de Rulf. Entraron a la azotea y Víctor se sentó en uno de los lateras donde había sombra, junto a alemana. Colocó las tazas en el suelo mientras la chica vertía el contenido en las mismas, y el humeante aroma del café les inundó, y cuando el inglés llevó la taza a sus labios y sintió el tibio café pasar por su garganta, supo que absolutamente todo había valido la pena. Desde que la alemana lo despertara tan temprano hasta que le hubiese permito activar la licuadora.

    Todo.

    ―Eso fue una locura. Creo que las drogas que aquí nos dan como medicina nos están haciendo daño, en lugar de “curarnos”. Y de los dos, creo que tu eres la más loquita,eh.

    ―¡Já! Tú no te quedas atrás, Gio. Estás tan demente como yo ―le respondió mientras le daba un suave empujón en su hombro, y se recostaba de él―. Pero quizá de verdad estamos al borde de la locura Gio.

    Girolla suspiró y negó con la cabeza, no quería que el momento se arruinara con pensamientos depresivos que bordearan la lástima. Así que sonrió, mientras hacía que la alemana se sentara erguida y le mirara.

    ―Entonces brindemos por eso. Y porque tu plan fue un éxito y conseguimos café.

    La alemana le miró y le fue imposible no sonreír. No sabía si era por las palabras de Gio, o por si su sonrisa le contagiaba. Pero iba a disfrutar ese momento y de ese café, antes de que Rulf viniera por ellos y los llevara con Jane y les diera un jarabe de lengua.

    ―Salud ―chocó su taza con la de él, para luego observar al frente y ver como el Sol ascendía por el inmenso cielo azulado.
     
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    De nuevo lo hice, después de todo si terminaste haciendo tercer escrito:)
    Me siento muy identificada con Gio y Vero respecto al café, aunque no lo bebo todos los días, los sábados y domingo vaya que si: de una hasta cinco o seis tazas y si puedo conseguir café entre semana mucho mejor y quizás estoy tan loca como ese par pues definitivamente me creería capaz de hacer eso por una misera taza de café.

    Tengo una duda, yo no sabía que estaban en un hospital mental así que ¿se podría saber el por que?
     
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    Kai

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    Publicidad subliminal: pásate por Paper Heart :') Estos escritos son de personajes de esos dos FFC, la trama es esa en PH.

    Nagissa, esos somos Ale y yo en personajes, y yo que me creo macho y me da por ser Gio a veces, pero sí, podríamos hacer eso por café de igual manera xD Más en días de clase, así haya calor.
    Mooooooooooooooooosha <3 ¿Acaso Rulf tiene otra novia que lo acompañó? Parece ya vidente sabiendo que eran nuestros niños, sin embargo ya debe ser la costumbre, y que son ellos los que lo mantienen entretenido y con el ceño fruncido. Quisiera saber si los pillaron con las manos en el café XD.
     
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    Personaje o personajes: Deimos Achilles, Ian Strahovski.
    Tipo: One-Shot.
    Escrito número: 4.
    Nota: Quedo raro, lo sé :C Pero igual amalo(? Estoy oxidada :C @Kai Stavros

    ~

    Deimos no creía en coincidencias, casualidades o el destino, pero cuando ladeó su rostro y observó a cierto australiano sonriéndole con esa peculiar sonrisa, un haz de duda sobre la veracidad de dichos temas cruzó por su cabeza.

    ―Oh, Deimos~ Que bella y hermosa casualidad~ ―canturreó Ian, sonriéndole con mucha diversión.

    Tenía que ser una broma.

    Deimos había llegado excesivamente temprano al aeropuerto porque ciertamente no tenía nada más que hacer, así que fue uno de los primeros en abordar el avión. Se había sentado en su lugar y había decidido que sería un vuelo relajado, sin sobresaltos. Ciertamente había sentido cierta alegría al notar que a medida que pasaban los minutos nadie ocupada el puesto que yacía vacío a su lado, deseaba viajar solo. Pero cuando cerró sus ojos y soltó un suspiro, ya sobre la hora para que el avión empezara su proceso para arrancar, alguien se sentó a su lado. Maldijo internamente, pero lo dejó pasar. Así que abrió sus ojos sólo por mera curiosidad para ver quién sería su acompañante, y al verlo, sintió que todos sus deseos por querer un simple viaje tranquilo se derrumbaron.

    ―Ian ―le saludó con cierto desgano, arrastrando su mirada hacia el rostro del rubio.

    ¿Qué…? ¿Cómo él y el rubio habían terminando en el mismo vuelo?

    ―Qué bueno verte de nuevo, Dei~ ―dijo el australiano con júbilo, sus ojos brillando con algo que estaba lejos de ser bueno―. Unos meses más, y hubiese olvidado lo sexy que eres~

    ―Y por eso me llamas por lo menos una vez a la semana, fastidiándome ―gruñó un poco, tenía que decírselo―. Y ahora estás aquí, ¿qué haces aquí, Ian?

    El rubio carcajeó suavemente ante las directas palabras del griego. Entonces se acercó un poco a su rostro y colocó dos de sus dedos sobre los labios de Achilles, siseando.

    ―Shh, no digas en voz alta nuestras conversaciones picante e íntimas~

    El griego al instante se echó hacia atrás, frunciendo el entrecejo. Soltó un suspiro sonoro, decidiendo no contestar a ello. Era mejor no hacerlo.

    ―Y ah ―continuó Ian―, debo ir a Inglaterra a resolver ciertos asunticos. ¿Y tú, Dei?

    Lo miró por un segundo, fue fácil para Achilles saber a qué asuntos se refería. Luego ladeó su rostro hacia la pequeña ventanilla del avión, pero sólo podía ver una gran ala blanca y nada más.

    ―Asuntos personales ―Y cerró sus ojos, dándole a entender a Ian que no quería dar muchas explicaciones con respecto a eso.

    Achilles se acomodó en su lugar, tratando de ponerse cómodo y, en lo que se podía, relajarse. Yacía con los ojos cerrados y respirando con suavidad. Por un segundo, estuvo a la espera de que Ian le molestara, pero al pasar los minutos eso no sucedió. Todo yacía en completo silencio y tranquilidad, y aunque Deimos lo agradecía, le extrañaba demasiado. Quiso dejarlo pasar, quiso simplemente dormir un poco y llegar rápido a Inglaterra, pero irónicamente la tranquilidad del rubio le inquietaba.

    Con pesar y regañándose mentalmente abrió sus ojos y miró hacia donde estaba el australiano. Alzó una ceja al verlo con un celular en sus manos, absorto en la pantalla. Se inclinó apenas un poco y pudo notar que Ian jugaba un juego que incluía pequeños animales, y que era para mayores de seis años. Deimos estaba completamente seguro de que el rubio tenía una faceta infantil no superada. Sea como sea, no le importa. El chico estaba quieto.

    Estaba por volverse a acomodar en su sitio e intentar dormir, cuando cierto detalle del celular que Ian tenía en sus manos captó su atención. Y viéndolo bien, se parecía tanto al suyo. Tanteó entonces el bolsillo de su chaqueta y sintió una vena crisparse en su frente al notar que su celular no estaba.

    ―Ian ―gruñó su nombre, con sumo autocontrol―. ¿Qué haces con mi celular? ―Preguntó, y notó como el rubio puso pausa el juego y le miró, con cierta sonrisa en sus labios.

    ―Ops~ Dei, no te enojes, sólo que a mi celular no se le puede descargar esta aplicación no sé porqué, entonces el tuyo estaba a la vista, y oh, mira, en el tuyo si se puede~ ―Y le enseñó la pantalla al castaño, como niño pequeño muestra a su madre una tarea bien hecha.

    Deimos escudriñó con la mirada al rubio, arrebatándole el celular de las manos y metiéndolo en su chaqueta.

    ―Eres un crío, Ian ―le riñó, bufando. Nuevamente se acomodó en su lugar, cruzándose de brazos e ignorando al australiano.

    Ian Strahovski es una de esas personas incapaces estarse quietas. Si un psicólogo lo analizara, diría que sufre de un alto grado de hiperactividad, rayando fuera de lo normal. En una situación como esa, encerrado en un avión sin nada que hacer, eran altas las probabilidades de que el chico buscara en que entretenerse. Quizá un juego, leer un libro, o molestar a alguien. Deimos no era un psicólogo, pero no necesitaba serlo para saber que Ian era así.

    Primero sintió al australiano removerse en su puesto, como buscando una posición cómoda para dormirse –y Deimos deseaba que fuera así- pero sabía que era un deseo casi utópico. Le ignoró completamente, y de pronto el rubio se encontró sin nada que hacer.

    Posó sus ojos azules en el rostro de Achilles, observando su perfil un tanto relajado y su suave respiración. Se percató que sus facciones se habían endurecido un poco, pero seguía tan sexy como siempre. Entonces Ian simplemente no pudo resistirlo. Acercó su mano a las hebras castañas y metió varios mechones detrás su oreja, Deimos no se inmutó.

    Ian sabía que no estaba dormido, pero sabía que querría ignorarlo. Con una sonrisa pícara en sus labios, bajó sus dedos por el rostro del griego, hasta llegar a la curvatura de su cuello. Notó que el cuello de su camisa estaba ligeramente abierto, mostrando algo de piel, así que Ian se atrevió a colar sus dedos por ahí y delinear entonces el hueso de su clavícula.

    ―Ian… ―siseó su nombre en una clara advertencia, pero el rubio le ignoró.

    Subió su mano entonces por el cuello de Achilles con suma lentitud, hasta llegar a sus labios y contornearlos con sus dedos. Cuando lo hizo, Deimos abrió sus ojos con molestia.

    ―¿En serio no te puedes estar quieto? ―Gruñó sobre su rostro, pero Ian aprovechó dicho momento y le besó.

    Al principio Deimos quería echarse para atrás, e incluso hizo el ademán para ello, pero el rubio lo vio venir y la mano que yacía en el rostro del griego la posó en su nuca, impidiendo que el contacto se rompiera. En su lugar, lo profundizó. A Deimos sólo le tomó un minuto darse cuenta de que era más fácil seguirle la corriente.

    Ambos se besaban con lentitud al principio, pero la mayoría de las veces sus besos terminaban con rudeza y hambre, como queriendo más de dicho contacto. Cuando la falta de aire se hizo evidente, ambos se separaron con la respiración un poco agitada.

    ―Ups~ ―mustió Ian con una sonrisa en sus labios, como si lo ocurrido hubiese sido un pequeño accidente no planeado.

    Pero Deimos sabía que no fue así, y la amplia sonrisa en los labios del rubio se lo confirmó. Achilles ladeó su rostro simplemente, y quiso ignorar a su acompañante. Cerró nuevamente sus ojos pero al instante sintió nuevamente los dedos de Ian sobre su piel.

    Oh, joder con ese niño.

    ―Quieto, Ian ―le ordenó con voz dura y firme. No es que el contacto le molestara, pero consideraba que un avión atestado de personas no era lugar para andar intimidando con un rubio que no conocía el significado de la palabra prudencia.

    ―Oh, Dei, me quedaré tranquilo si me prestas tu celular~ ―Canturreó el rubio sobre el oído del griego. E Ian al no recibir respuesta, se atrevió a besar su oído, para luego bajar y morder suavemente el lóbulo de su oreja.

    Eso fue suficiente para Deimos.

    Abrió sus ojos y le miró, conteniendo un gruñido que amenazó con brotar de su garganta ante las acciones del otro. Sacó su celular de su chaqueta, y con brusquedad se le tendió a Ian sobre su mano. Y cuando el rubio mostró una sonrisa victoriosa, quiso tener una de sus flechas llenas de cloroformo y clavarse en su cuello.

    Pero enseguida todo volvió a la calma. La atención de Ian estaba en el juego, dejando tranquilo al griego. En paz. No podía creer lo crío que era. Pero dejaría que el chico gastara toda su batería si eso significa tener un vuelo tranquilo junto a él.

    Echó una mirada a su reloj de pulsera, y notó que apenas faltaba como una hora para llegar. Suspiró y botó el aire con desdén. Miró al rubio, estaba tranquilo, así que eso era un éxito.

    Nuevamente volvió a cerrar sus ojos, esperando que cierto rubio no interrumpiera esta vez su descanso.

    ~

    Achilles no sintió el momento en el que el avión aterrizó. Se despertó cuando Ian lo movió y siseó su nombre en su oído. Ya en el avión quedaba menos de la mitad de las personas que habían abordado.

    Pestañeó un poco, para espabilarse, y unos minutos después ya estaba fuera del avión, camino a la zona donde se recogía el equipaje. Ian le pisaba los talones, silbando por lo bajo aún con su celular en sus manos.

    ―¡Ay, genial! ―le escuchó exclamar con euforia, la clase de gritos que pegan los niños cuando le regalan un dulce―. He ganado~

    Deimos le miró entonces, iba a decirle que le devolviera su celular pero Ian ya lo venía venir y depositó el aparato en la mano del griego. Entonces se acercó a él, y sin darle tiempo de reaccionar al otro, plantó un corto beso en sus labios.

    ―Debo irme ya~ Quiero terminar rápido a lo que vine. Te llamaré en la noche, Dei~ ―Le guiñó el ojos con coquetería mientras hablaba. Y sin esperar respuesta del griego, Ian dio media vuelta y se marchó.

    Achilles le miró marcharse y cuando la espesura de su cabello rubio se perdió en la multitud, se permitió respirar con tranquilidad. Oh, al fin tendría paz. Tomó entonces su equipaje y bajó su mirada a su celular, para ver cuanta batería le quedaba. Y cuando vio la imagen que yacía como fondo sintió unas inmensas ganas de asesinar al rubio.

    Lo mataría.

    Frunció el ceño mientras de golpe guardaba su celular en su chaqueta y maldecía al australiano, mientras la imagen que de un Deimos durmiendo y un Ian besándole se oscurecía en la pantalla de su celular.
     
    Última edición: 17 Noviembre 2014
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    Kai

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    Dios mío mujer. Como te dije, hiperventilo. Necesito continuación de esto URGENTE. Osea, ¿de qué forma matará Dei a Ian? Deox. Sufro.
    No lo noté para nada raro, la verdad, fangirl forever. Y nada, quiero leer mas, dios.
     
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    Personaje o personajes: Deimos Achilles, Ian Strahovski.
    Tipo: One-Shot.
    Escrito número: 5.
    Nota: Espero que en serio te guste. Lamento posible OoC ;-; no sé nada, amalo.

    ~

    Maldición.

    Deimos escuchó claramente aquel susurró que escapó de los labios de Ian antes de ponerse de pie y abandonar la cama. Con la visión borrosa y aún con la oscuridad de la habitación le pareció ver que se marchaba al baño, pero Deimos tenía tanta pereza y sueño que a los pocos segundos terminó por cerrar los ojos para volverse a sumergir en un sueño profundo y reconfortante.

    Había sido una tarde algo movida. Como siempre, Ian no se había estado quieto, y ya para ese entonces Achilles había descubierto que todo era mucho más fácil y llevadero si le seguía la corriente.

    Aunque le exasperaba, muchas veces.

    Estaba por dejarse abrigar por los brazos de Morfeo cuando, extrañamente, sentía que el lado de la cama donde el australiano dormía seguía vacía, sin peso alguno. Ciertamente lo menos que quería el griego era toparse con Ian soñoliento y, quizá, con ciertas manías extrañas que él desconocía, pero se le hacía sumamente extraño la cuestión, puesto que conocía que el rubio tenía un sueño sumamente pesado.

    Así que muy a su pesar abrió sus ojos, pestañeando varias veces para acostumbrar sus orbes verdes a la oscuridad de la habitación. Una fría brisa acarició su rostro, y con el ceño levemente fruncido giró su rostro hacia el pequeño balcón que poseía la habitación del hotel y que él no recordaba haber dejado abierto. Y se percató entonces de la figura del australiano, recostando contra el barandal y con un cigarrillo en sus labios.

    ¿Pero qué…? ¿Quién se paraba a las 3 de la mañana a fumar? Lo sabía, Deimos sabía que Ian tenía manías extrañas.

    ―¿Y a ti qué te sucede? ―Le cuestionó con voz ronca y adormilada notando la expresión seria del otro. No era nada común verlo así.

    Ian dio entonces media vuelta al notar que Achilles le hablaba. Le sonrió, dándole otra calada a su cigarrillo y dejando escapar el humo con lentitud.

    ―¿Te he despertado, Dei~? Créeme que esta vez no ha sido mi intención.

    ―La verdad, tengo rato despierto ―le reveló, irguiendo sobre el colchón y dejando al descubierto su torso desnudo―, tú desde hace rato no has parado de revolcarte contra las sábanas y respirar con demasiada fuerza.

    Ian, quien siempre tenía algo que decir, esta vez se encontró mudo antes las palabras del griego. Estuvo por abrir la boca y decir algo inventado, con un tinte de picardía para ocultar la verdad que se escondía tras las palabras de Achilles y las acciones del rubio, pero Deimos lo vio venir ciertamente.

    ―¿Pesadillas, Ian?

    El australiano le miró entonces, mientras se terminaba su cigarrillo y echaba el resto por la ventana. Ian, aunque no lo pareciera, era una persona que se cuidaba mucho. La manera en que se ganaba el dinero era de una manera sucia, peligrosa y a la vez excitante, pero, era ese tipo de trabajos donde si llegas a resbalar o trastabillar, podías ponerle fin a tu vida. Él lo sabía perfectamente y él, como cualquier otro ser humano, tenía debilidades. Así que no era algo que podía dejarse descubrir por cualquiera, pero con el griego…

    ―He hecho cosas muy malas Dei, pero también me han pasado cosas muy malas.

    Sentía que era diferente.

    Achilles le devolvió la mirada, sabiendo exactamente a qué se refería el rubio. Su pasado tampoco era muy colorido que digamos, pero en ciertas ocasiones se cuestionaba las razones que impulsaron a Ian a matar personas sin ni siquiera un ápice de duda en sus ojos. Lo había visto después de romperle el cuello a un hombre, tan sonriente y campante como siempre. No creía que fuera normal

    ―He escuchado que me llaman canalla después por acostarme con alguien y desaparecer a media noche ―continuó hablando Ian, acercándose con paso lentos a la cama que compartía con Achilles esa noche―, pero si ellos supiera que tengo un secretico que mantener~ Y tú lo has descubierto, mi pequeño pero gran talón de Aquiles~

    El griego le miró entonces sentarse en la cama, frente a él, con aquella sonrisa peculiar adornando sus labios. Siempre tan sonriente… Por un segundo se tensó, preguntándose de que era capaz de hacer Ian cuando algo amenazaba su integridad, pero se relajó considerablemente cuando se percató que se acercaba hacia él, hacia su rostro, hacia sus labios…

    ―Pero a ti te tengo tanta confianza Deimos, muchísima, y espero que puedas guardarme este secretico~

    Clavó sus ojos verdes en los azules de Ian, de repente ya no tenía sueño. Miraba al otro insinuarse con sumo atrevimiento, pero también escuchaba sus palabras. Y Deimos no supo si fue por la hora, por la penumbra de la habitación, si porque había sentido empatía con el muchacho, pero antes de si quiera poder cuestionarse de sus acciones ya se encontraba sobre los labios del australiano, besándole con lentitud y una de sus manos en los hombros del menor mientras lo hundía en el colchón bajo su cuerpo.

    Sea como sea, Deimos estaba seguro de algo: iba a guardarle el secreto.
     
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    OMG, OMG, OMG.

    Estos momentos de debilidad. Dios. Si, es raro y todo entre la cosa follamigos de ellos, peeeero, son rocas y malvaviscos por dentro, cada quien con su caracter, y qur Ian se haya abierto así a Dei, claro, mi nene con su intuición y demás.

    Amé el escrito ;-; Demasiaaaaado. Dios, nada, debo hacer Live de Deimos y un escrito que compense a este. Lo necesito y.y

    Asdf, la partr de su gran talòn de Aquiles. Me mataste<3
     
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    Personaje o personajes: Deimos Achilles, Ian Strahovski.
    Tipo: One-Shot.
    Escrito número: 6.

    ~

    ―¿Y tú de qué color ves el vestido?

    ―Azul y negro, ¿y tú?

    ―Blanco y dorado.

    ―¡Oh, ¿qué significará que lo veamos diferente?! La mayoría de la gente lo ve blanco y dorado.

    ―En mi casa todos los ven negro y azul…

    Deimos, para ese entonces, no sabía de dónde había sacado tanto autocontrol para no voltear y mandar a callar a las chicas que iban detrás de él. Se había montado en ese bus hace más de quince minutos, y por tanto tenía más de quince minutos escuchando la misma charla una y otra vez. ¿Es qué no tenían algo más productivo de qué hablar? No es que le interesara que hablaran, pero Achilles estaba empezando a caer en cuenta de que el asunto del color de ese vestido se estaba convirtiendo en un ‘bom’ social bastante molesto. Y es que a donde quiera que fuera el color del dichosito vestido era el principal tema de conversación.

    No entendía qué carajos, pero se estaba comenzando a exasperar.

    Suspiró agradecido cuando por fin el bus llegó a la parada que estaba a dos cuadras de donde vivía, Deimos no podía pensar en nada más que llegar, tomar un baño y descansar un rato. Había tenido que salir de la ciudad por un asunto personal y, aunque todo había salido bien, el haber estado más de seis horas en bus y yendo de allá para acá le tenía ahora con ganas de tomar un baño refrescante y simplemente descansar un poco.

    Y así llegó a su piso, sacando las llaves de su bolsillo y abriendo la puerta. Y todo iba bien, hasta que notó el ruido de un televisor encendido en su cuarto. Ah, perfecto, lo que le faltaba al griego para terminar de joder su humor ese día era tener un intruso en su apartamento. Aunque Deimos siempre tenía el leve presentimiento de quien era…

    Subió entonces las escaleras, encaminándose hasta su habitación y abriendo la puerta de par en par.

    Y cuando vio al ‘intruso’ se dio cuenta de que sus ‘leves presentimientos’ nunca fallaban.

    ―Ian ―le llamó, frunciendo el ceño y cerrando la puerta de golpe―, ¿qué carajos haces aquí?

    El australiano que estaba recostado en la cama con la vista clavada en su celular, subió sus ojos hasta posarlos en el rostro ceñudo de Achilles, y una sonrisa risueña empezó a formarse en sus labios.

    ―Deimos~―canturreó a modo de saludo―, sí, yo también te extrañé, ¿no me darás mi beso de ‘hola, yo también te extrañé mucho, Ian’?

    El griego le dedicó una mirada corta, de molestia, para luego ignorar lo que decía. Deimos sólo quería descansar un poco. Se dirigió entonces a su cama, sentándose en la misma y comenzando a quitarse los zapatos.

    ―¿Cómo entraste?

    ―Nunca me fui~

    Achilles estuvo a punto de reclamarle, puesto que el australiano le había comentado en la mañana que tenía un asunto que atender, y Deimos había dado por hecho que el rubio se iría entonces. Si bien es cierto que ambos no habían perdido contacto luego de salirse de la academia, también empezaba a evidenciarse cierta confianza entre ambos, quizá una amistad, y Deimos estaba bien con ello, pero Strahovski siempre se encargaba de echar todo al carajo provocando que Achilles siempre tuviera una riña con él. Es más, no recordaba cuando fue la última vez que había tenido un encuentro con el australiano donde él no se hubiese molestado. Es más, no entendía a veces como es que aún tenía algún tipo de contacto, relación, o lo que sea con el chico. De alguna u otra forma, Ian siempre provoca exasperarlo, y Deimos empezaba a creer que eso ya estaba convirtiendo en costumbre.

    ―Entonces ya viene siendo hora de que te vayas a tu casa ―le dijo con seriedad, subiendo las piernas a la cama y recostando su espalda contra el respaldar de madera.

    ―¿No has tenido un buen día, Dei~?

    Achilles suspiró hondamente, cerrando sus ojos por un momento. Algo dentro de su cabeza le decía que el rubio no se iba a marchar, así que Deimos sabía que perdía el tiempo y saliva diciéndole al australiano que se largara de su apartamento. Lo conocía muy bien. Y cuando el otro le preguntó que si no había tenido un buen día, el griego no pudo evitar pensar en todo el asunto del vestido que le estuvo picando la cabeza todo el día, manteniéndolo con el ceño fruncido y soltando bufidos.

    ―He tenido mejores ―contoneó los hombros, abriendo sus ojos y ladeando su cabeza para mirar al australiano quien yacía concentrado viendo la pantalla de su celular.

    Al griego no le interesaba que estaba el rubio viendo en su teléfono que lo tenía tan concentrado, pero en cierto modo agradecía que Ian había encontrado algo en que entretenerse en ese momento y no estaba encima de él con insinuaciones, así que sin decir mucho más se colocó de pie y tomó la toalla para darse esa ducha que anhelaba.

    ―Oh, Dei, espera, espera~ ―habló de repente el rubio cuando estuvo por entrar al baño, colocándose de pie rápidamente y caminando hasta el griego antes de que pudiera entrar al baño. El otro le miró esperando que hablara―, mira, Dei, ¿de qué color ves tú el vestido? ―Y le mostró su celular, con una sonrisa.

    No podía ser cierto.

    Achilles vio el dichoso vestido en la pantalla del teléfono del otro, y toda su exasperación y molestia por el asunto volvió a florecer en él. Al carajo.

    ―No me vengas tu con esas pendejadas, Ian ―le dijo tosco, bajando la mano del otro con rudeza.

    ―Pero Dei, dime, ¿blanco y dorado o negro y azul?

    ―Es una estupidez.

    ―¿Es este tema lo que te ha hecho tener un mal día~?

    ―¿No es evidente?

    ―Oh~ Pero, vamos, eso se puede cambiar… Podemos verle la parte divertida al asunto del vestido, respóndeme, ¿blanco y dorado o negro y azul?

    ―Basta Ian.

    ―Yo lo veo blanco y dorado~ ¿eso significará algo?

    Achilles dejó escapar el aire con fuerza, cerrando sus ojos un segundo buscando paciencia de quien sabe donde para no irse encima del australiano… Lo miró entonces, notando que el otro le miraba con picardía y una sonrisa burlona bailando en sus labios, y Deimos tuvo en ese instante otro leve presentimiento.

    ―Poca gente lo ve azul y negro, pero ellos juran que lo ven de ese color.

    Conocía muy bien al rubio para saber cuando éste quería algo en específico.

    ―Tengo curiosidad por saber de qué color lo ves tú, Dei… Así que dime, ¿lo ves blanco y dorado o ne…?

    Y no lo dejó continuar, por supuesto que no, así que tomó su brazo con rudeza mientras lo adentraba al baño junto con él. Y al instante Ian dejó de hablar sobre el tema, sonriéndole, mientras comenzaba a besarle mientras le quitaba la ropa lentamente.

    Y Deimos estaba seguro, sus leves presentimientos nunca fallaban.
     
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  1. Samael Kain
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