Eres Lauren Johnson, una periodista de 27 años de edad que trabaja para una revista de mujeres llamada Parker Unlimited, cuya editorial reside en la ciudad de Charleschase. La vívida ciudad en la que naciste y creciste es popular por sus grandiosos festejos en los que despiden el año viejo y le dan la bienvenida al año nuevo; y después de dos años de ser parte del equipo de periodismo de Parker Unlimited, decidieron concederte el “honor” de hacer un reportaje sobre las celebraciones por la transición del año 2019 al año 2020. No eres la mujer más extrovertida en la compañía, y la idea de asistir a una fiesta al aire libre a la que asistiría con certeza al menos el 75% de la gente en la ciudad te agobiaba. Pero eres periodista y harás tu trabajo. Además, no estás completamente sola: irás en compañía de Hannah Davis, una fotógrafa de la revista que es solamente un año menor que tú pero tiene muchísima más energía. Su personalidad es como la de un rayo de sol. Ya es 31 de diciembre. Está atardeciendo mientras Hannah y tú están haciéndose paso a través de la multitud. Tú estás haciendo notas en tu grabador de voz, mientras Hannah está tomando fotografías de todo. A ratos, cuando las voces de la gente y la música no son ensordecedoras, Hannah te saca plática. En el trabajo no tienen mucho tiempo de charlar. Lo poco que antes has charlado con ella, fuera de temas de trabajo, te ha permitido notar que tienen algunas cosas en común. Ambas sienten pasión por su trabajo, aman los gatos, prefieren consumir pollo por encima de otras carnes y se sienten atraídas a otras mujeres. En realidad, siempre te has considerado a ti misma bisexual, pero tienes que admitir que hay algo acerca de la figura y el alma femenina que te parece mucho más hechizante. Y te había dado mucho gusto poder hablarlo libremente y sin prejuicios con Hannah. —Lauren, ese es el restaurante— te dice señalándote un lugar de comida italiana que está cruzando la calle. —Vamos, nuestra reservación está a las ocho y faltan quince minutos. —Creo que no tardamos ni cinco minutos en atravesar la calle, Hannah— sacudiste tu cabeza y te reíste, siguiéndola hasta el semáforo para esperar a que la luz cambiara. —No me gustaría que vieran larga la línea de espera y crean que pueden darle nuestra mesa a cualquier cliente: arruinarían nuestra cita— dice Hannah con una amplia sonrisa. —Y-yo no diría que esto es una cita. ¿…T-tú…? —Oh, nuestro semáforo. Hay que apurarnos. Hannah no te deja terminar de hablar y te toma de la mano para hacerte caminar junto a ella hasta el restaurante. Cuando entran, te arrastra hasta el host para hacerle saber que tienen una reservación para dos a nombre de Parker Unlimited. Ambas presentan sus IDs y finalmente se confirma su reservación, por lo que las llevan a su mesa asignada. Es al lado de una ventana que las dejaba ver el movimiento que hay en la ciudad, que está más iluminada, musical y parlanchina de lo usual. Te das cuenta de que te parece muy lindo. Te das cuenta también de que Hannah te miraba mientras tú miras por la ventana. —A-ah, perdona— te sonrojas. —No había visto que nos trajeron el menú. —No te preocupes— Hannah sonríe. —Cielos, debería haberte tomado una foto. —Gracias por no hacerlo; sabes que no me gusta. —Pero te ves de lo más linda cuando te distraes. —No creo que eso sea cierto…— murmuras escondiendo tu cara en el menú. Hannah decide dejarte en paz después de una pequeña risita, concentrándose también en el menú. Entonces tú decides mirarla de reojo a ella. No eres nada tonta; eres bastante consciente de que Hannah es una mujer sumamente atractiva, además de ser cariñosa, amable, amistosa, de buen corazón… Tampoco era pura bondad; en el último par de años sin duda también has notado que puede llegar a ser una persona furtiva e impaciente. Pero son más evidentes sus cualidades buenas, y son buenos motivos para adorarla. —Hannah… —¿Ya sabes qué vas a pedir?— te interrumpe. —Yo empezaré con la ensalada. —Yo… Lo estás haciendo a propósito, ¿verdad? —¿El qué?— te pregunta volteándote a ver con una sonrisa llena de inocencia. —…No importa. Ambas continúan con su cena como si fuera cualquier otra salida entre amigas, a pesar de que sospechas que a Hannah le parece de otra manera. Pero sólo son suposiciones tuyas, ¿no? ¿Y si estás equivocada? Sería muy vergonzoso que acabaras la noche con una idea más que incorrecta. Las cosas en el trabajo pasarían a ser incómodas si metes la pata. Pero cuando salen camino a la fiesta principal, Hannah toma tu mano una vez más. —Tenemos que cruzar esta calle para llegar al centro de la ciudad— dice sonriendo. —¿Y es extremadamente peligrosa, mamá?— te ríes. —Son ya las diez de la noche, hay más gente afuera. No querría que te separaras. —Creo que será más probable que choquemos con más personas. —Tú no te preocupes por nada, Lauren. Yo te tengo. Hannah aprieta tu mano e insiste en mantenerte a su lado en lo que llegaban a la fiesta. No es que te desagrade tomar su mano, en lo absoluto; pero aquella velada te da vibras confusas. ¿Hannah está jugando? ¿Está coqueteando? ¿Lo hace en serio? No lo entiendes. Tanto ella como tú se pasan la siguiente hora y media enfocadas otra vez en el reportaje. —¿Crees tener suficientes notas de voz, Lauren? Estamos a nada de la media noche. —Bueno, después de la medianoche tendré que encontrar un lugar lo más silencioso que se pueda para hacer notas de “el gran final”. ¿O sería mejor dicho “el gran comienzo”? —Eso va a ser muy difícil— te dice Hannah mientras toma algunas fotografías del lugar. —Trataré de absorber lo que pueda en mi memoria. ¿Podrías hacer igual con tu cámara? —Lo que pueda, pero no prometo nada— te responde con su usual amplia sonrisa. A tan solo cinco minutos antes de la medianoche, no puedes creer cómo se multiplica la gente a tu alrededor. Notas que Hannah prefiere mejor guardar su cámara por seguridad. También guardas tu grabadora, y te acercas más a Hannah para que te pueda escuchar. —¡Ya casi es media noche!— gritas, porque no hay opción. —¡Atenta al conteo, Lauren!— te grita de nuevo con su amplia sonrisa. Antes de que te des cuenta, la gente empieza a gritar en unísono desde el número diez. No te unes a la cuenta atrás, y te puedes ver que Hannah tampoco lo hace; te está viendo. —Lauren…— no la escuchas, pero lees sus labios y sabes que susurra tu nombre. La cuenta regresiva ya va en el número cinco y Hannah te acerca hacia ella, abrazándote. Todas tus dudas de la noche se disipan cuando sube una de sus manos a tu mejilla. Y bueno, ese fue un beso de víspera de año nuevo que no olvidarás pronto.
