15 Días [InuKag]

15 Días [InuKag]

Hi :)

Un nuevo proyecto, espero que les guste.
Para que entiendan:
--.--Son recuerdos--.--
Son pensamientos.
"Son dialogos"
o--o--o Son cambio de escenas.


15 Días.

Él tenía tan sólo quince días para enamorarla…

Prólogo.

¿Mi esposo?


En aquél día tormentoso, la lluvia caía con fuerza en la casa destruida dándole un toque tenebroso y lúgubre. Aome se río un poco, pero pronto su risa desapareció con el poderoso viento que le quitó el paraguas de sus manos.

"¡Vamos, Aome! ¡Entra!", gritaba Hoyo en la puerta de la casa, haciendo fuerza para abrirla. Aome retrocedió un poco pero finalmente aceptó y fue con él.

En cuanto la muchacha se acercó, Hoyo pudo abrir la puerta con muchísima facilidad, lo cual lo extrañó un poco pero no lo pensó dos veces y ambos entraron en la oscura casa.

En el aire se percibía una ligera capa de humedad y su olor era característico a viejo. Sin poder evitarlo, supo que esa casa sería perfecta para su abuelo; a él le gustaban todas esas cosas tenebrosas.

"Suerte que tenía una linterna", comentó Hoyo, encendiendo al aparato y pudieron notar que estaban en un largo pasillo y al final había una larga escalera.

Aome frunció el ceño.

"Siento que conozco el lugar…", murmuró Aome, notando las pinturas campestres y de un Japón antiguo.

Le era tan conocido el lugar que si seguía caminando se encontrarían con una sala de estar… Parpadeó y tomó la linterna de Hoyo, corriendo hacia la escalera. Frunció el ceño y volteó hacia la izquierda, encontrándose, efectivamente, con una sala de estar.

"Aome, ¿qué demonios…?", le preguntó Hoyo llegando hacia ella y entonces notó la sala de estar.

"Vamos, seguramente hay una chimenea"

Extrañado por la seguridad de la muchacha, entró con ella y tuvo que aceptar que estaba en lo correcto: había una chimenea y hasta poseía madera. En sí, la casa no parecía estar en tan mal estado… era como si alguien hubiera vivido recientemente.

"¿Tienes algún encendedor?", le preguntó Aome, sabiendo que Hoyo fumaba ocasionalmente, aunque estaba en contra de eso.
El muchacho revisó sus bolsillos y le lanzó su caja de fósforos.

"¿Te das cuenta que no era tan malo que fumase?", le bromeó Hoyo y su repuesta fue una mirada llena de rencor.

En cuanto el fuego estuvo encendido, una luz anaranjada tiñó las paredes y empezaron a verse sombras macabras. Pero Aome veía todo tan familiar y eso era lo que verdaderamente la asustaba.

¿Por qué le era tan conocido?

Varias imágenes confusas llegaron a su mente. La casa hermosa e iluminada. Su madre meciéndose, acariciando su vientre abultado. Ella hamacándose con la ayuda de su padre. Ella y… y…

¿De quién era esos ojos dorados?

"¿Aome? ¿Te pasa algo?", Hoyo la sacudió suavemente y volvió de su letargo, sacudiendo la cabeza en forma negativa.

Le sonrió.

"Mm… ¡No, para nada! Estoy bien", pero su sonrisa se esfumó un poco cuando el chico colocó su chamarra a los hombros de ella. "Hoyo…"

"Así no tendrás frío…", murmuró Hoyo suavemente, queriendo besarla pero su temor al rechazo lo mantenía al margen.

Pero hoy… ¡Hoy era el día en que se confesaría a Aome y le pediría que fuera su novia! Estaba tan enamorado de ella que si no le decía nada, su corazón estallaría. Necesitaba decirle toda la verdad y estando solos, en una casa deshabitada y bajo la luz de una chimenea, en una noche tormentosa, era perfecto.

"Gracias, Hoyo", dijo Aome suspirando, sentándose en el suelo frente a la chimenea para no sentir el frío.

Este lugar le era tan conocido… ¡No podía dejar de pensar en eso! Venían a su mente tantos recuerdos confusos que no parecían de ella."Tonterías, siempre viví en el templo"

Podía percibir la presencia de alguien más. ¿Un espíritu? No, era muy diferente al de los fantasmas. ¿Una persona? ¡Tampoco! No era ningún espíritu, pero tampoco era un humano. Alguien estaba en esta casa, pero no sabía si ese alguien era ese… algo.

"Aome, yo… Quiero decirte algo… Algo muy importante" comenzó Hoyo, acercándose a ella, arrodillándose y tomándola de las manos.

Aome parpadeó inocentemente.

"¿Qué pasa, Hoyo?"

La boca de Hoyo se curvó en una sonrisa algo arrogante, pero sus mejillas estaban tan rojas como un tomate.

"¿Hace cuanto que nos conocemos?"

"Desde que tenía quince años."

"Siempre estuvimos juntos desde entonces…"

Aome frunció ligeramente el ceño al escuchar la madera crujir. Sus sentidos se agudizaron y algo le dijo que alguien estaba bajando las escaleras.

Volteó a ver, esperando ver finalmente que era. Si no era nada, pero sabía que estaba allí; era un espíritu. Y si no… bueno, era una persona.

"Lo-Lo que quería deci-decirte es que yo… yo…"

"Silencio, Hoyo", pidió Aome, soltándose del agarre del muchacho.

Entonces, los pasos se hicieron más sonoros y el joven entendió por qué el de su silencio. Se levantó a igual que la muchacha y, protectoramente, se puso delante de ella.

Y… alguien singular apareció.

Cabello blanco y muy largo, casi hasta la espalda. Ojos… ¿dorados? Parecían verdaderamente fundidos en oro. Tenía un haori rojo como la sangre y un hakama del mismo color. Pero lo más extraño (lo verdaderamente raro) eran… ¿unas orejas de perro?

Hoyo retrocedió un paso cuando escuchó el jadeo de Aome.

"…"

"¡Tiene orejas de perro!", exclamó Aome, señalándolo.

Tanto el ser como Hoyo la miraron extrañados.

Pero en el momento que esos ojos dorados se posaron en los castaños de Aome, todo… cambió. Las rodillas le temblaron y el aire se hizo más denso, impidiendo su respiración normal.

Aome se arrodilló sin fuerzas, jadeando, varias gotas de sudor recorrieron su rostro y todo giró bajo ella. Tantos recuerdos vinieron abruptamente contra su cuerpo que no podía resistir más.

"I… InuYasha…", murmuró Aome, antes de caer desmayada.

"Ka… Kagome…"

"¡¡Aome!!"

o–––o–––o


"¡Cuando sea grande quiero casarme contigo!"

"Qu–… ¡¿Qué, qué?!"

–.–

"Gra… Gracias por protegerme…"

"Keh, como quieras"

–.–

"Eres muy bueno conmigo"

"¿Qué te hace pensar en eso?"

"Nunca te burlaste de mi cabello. Todos se burlan de mi cabello. Mi mamá dice que puede hacer una escoba con él…"

"Keh… Tu cabello no es tan feo"

–.–

"¡¿Por qué tengo que irme?!"

"Es lo mejor, pequeña"

"¡Pero no eres malo!"

"¿Qué… Qué te hace pensar eso?"

"Cuando sonríes eres muy cálido"

–.–

"¡Prométemelo!"

"¡Keh, no digas tonterías!"

"¡Por favor!"

"¡Eres una niña!"

"¡Por favor!"

"Keh… Si así no me molestas más…"

"¡Yupiii! Bueno… Cuando… sea… gran… grande… me… me casa… casaré… con… con… Inu… InuYasha… y… él… con… migo. ¡Listo! ¡Fírmalo!"

"Caprichosa…"

"¡Así siempre estaremos juntos!"

–.–

"Deja ya, Kagome. ¿Por qué…?"

"¡No quiero dejar solo a InuYasha!"

"Kagome, entiende, papá consiguió un trabajo mejor… y además ya estás bastante crecida para tener amigos imaginarios. ¿Tú no quieres ser una niña grande?"

"¡INUYASHA NO ES NINGÚN AMIGO IMAGINARIO!"

–.–

"Eres una niña, Kagome"

"Pero yo te quiero mucho"

"Tienes que estar con tu familia, yo no soy bueno para ti"

"¿Cómo sabes eso?"

"Creeme que lo sé"

–.–

"Inu… InuYasha… InuYasha… I… I…"

InuYasha…

InuYasha…

InuYasha…

"…me"

Abrió los ojos, asustada. Rápidamente se levantó y llevó una mano en el corazón, que latía desbocado. Parpadeó nuevamente y miró en donde se encontraba.

Este no era el auto de Hoyo.

Tampoco era su habitación.

¿Dónde estaba?

"Kagome, acuéstate", una voz gruesa, ronca y abrumadora la golpeó por detrás. Se notaba un ligero tono autoritario y eso era extremadamente… ¿sexy?

Lo miró.

Nuevamente el marrón se fundió con el dorado.

"Sigues siendo una chiquilla caprichosa…", sonrió el sujeto con orejas de perro y cabello blanco, suavizando sus duras fracciones. Lo conocía.

Conocía a ese sujeto extraño con orejas de perro y haori rojo. Pero, ¿por qué la llamaba Kagome? ¿De dónde él la conocía? ¿De dónde ella lo conocía?

Tenía tantas dudas pero había tantas incógnitas.

"¡O… Oye! ¡Te digo que me sueltes! ¡Aome, Aome! ¡Aléjate de él! ¡Aome!", gritaba Hoyo, amarrado a una silla, sacudiéndose salvajemente.

El extraño sujeto puso los ojos en blanco.

"Debí ponerte un calcetín en la boca", comentó al aire, cruzándose de brazos.

Aome quiso reírse por el chiste, pero prefirió no hacerlo. La situación no era la correcta y Hoyo se enojaría con ella.

Así que optó por mostrar un rostro neutro.

"Eh… Etto… Di-Disculpe…"

El muchacho de cabellos blancos parpadeó y se señaló. Oh, dios, esos ojos eran tan penetrantes que la incomodaba mucho hablar de frente.

"¿Qui… Quién es usted?"

"¡Sí, eso! ¡¿Quién es y por qué pretende amarrarme de esta manera tan hu… mi… llante?!", chillaba a Hoyo.

Pero él no despegaba su vista de la de ella, y suspiró.

"Es normal que no me reconozcas, Kagome, eras muy pequeña…"

"Eh… Dis-Disculpe, pero yo… Mi nombre… es… Aome"

Él la miró ciertamente indiferente, pero con su dedo índice le levantó el mentón y acercó su rostro peligrosamente hacia ella. Aome se sintió ligeramente intimidada ante esa cercanía masculina.

Su aura era tan fuerte, tan poderosa que lograba ponerla nerviosa. A decir verdad, jamás sintió nervios por ningún hombre y… esta era su primera vez que sucedía algo como esto.

Sus labios estaban tan cerca, a igual que sus ojos…

"Kagome…"

Oh, ese nombre sonaba tan exquisito con esa voz tan ronca y sexy…

"Yo soy…"

Pero… era tan normal que él estuviera cerca de ella, era como si ya estuviera acostumbrada a él, como si lo hubiera conocido desde antes.

Su corazón latía tan rápido… Era la primera vez que lo hacía de esta manera tan sofocante… Un momento, ¿el aire se había escapado de sus pulmones?

"Kagome, yo soy tu esposo"

El viento que se hacía notar con un fuerte silbido, de pronto se apagó a igual que la lluvia dejó de caer, la madera no crujió más e inclusive Hoyo detuvo su pataleo.

Hasta creyó que su corazón había dejado de latir.

Esto no podía ser verdad…

"¡¿Mi esposo?!"

Continuará..

Espero que les haya gustado :3