Shibuya 109 [Centro comercial]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Gigi Blanche, 24 Junio 2024.

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    Gigi Blanche

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    La actitud de la niña dio un giro de ciento ochenta al recibir la atención de Taichi, por poco no le empezó a salir purpurina de los ojos. Me quedé en silencio, siguiendo el intercambio, en parte porque no tenía nada mejor que hacer y en parte porque era casi ridículo lo evidente del asunto. Deslicé la mirada al perfil del cabrón, quien no había modificado su sonrisa amigable ni su semblante general ni un ápice.

    —Ah, llevas poquito tiempo —respondió él—. ¿Viniste por una beca o algo? ¿O por tus padres?

    Luego se rió al ser metido en la bolsa de las cacatúas y soltó una estupidez de que vivía para servir. Pasando al asunto del torneo, me pareció que Manson deslizaba la vista a mi mano y supuse que algo habría asumido, aún si no siguió escarbando.

    —Qué aburrida sería la vida sin algo de competencia sana, ¿no? —dijo Taichi—. Sí, sí, alguna que otra vez, aunque no me destaco mucho en nada y luego existen ciertas personas que te quitan las ganas.

    —Sí, Izumi es un hijo de puta —agregué adrede, y Taichi me miró como si no se creyera mi desfachatez.

    —Igual sí, toca muy bien el cabrón —cedió al instante, junto a una carcajada.

    La cosa era mucho más informal de como Taichi la pintaba. Muchas veces el premio era una cerveza y otras tantas ni siquiera nos tomábamos en serio quién ganaba o perdía. Eso de finalizar los preparativos se resumía en comprar el alcohol restante, algunas papitas y ya, pero al tipo le gustaba fabricar castillos en la cabeza de la gente.

    Lo miré con el ceño ligeramente fruncido cuando le clavó un apodo horrible a Manson y tuve que forzarme a relajar el semblante conforme la conversación se siguió desarrollando. A la cría se le había agudizado la voz, se puso a jugar con su cabello y por poco no le faltó batir las pestañas u ofrecerle una comida de polla, qué sabía yo. ¿Que le gustaban los tíos con iniciativa? ¿En serio acababa de decir eso? Santo cielo. Volví a mirar a Taichi, casi en un pedido silencioso de que no le diera más cuerda a este culebrón de las cuatro de la tarde, pero obviamente pasó de mí.

    —¿Eh~? ¿No te gusta mi super apodo? Qué mala... —se quejó, como un mocoso, y del resto pasó como un campeón hasta que Manson hizo sus apuestas—. Correcto, correcto y correcto. ¿A quién no le gustan los dorayaki, además?

    Suspiré apesadumbrado, despegando las caderas de la barandilla, y me giré para también apoyar los antebrazos allí; justo como Taichi, pero en espejo. ¿Cuándo iba a volver Kaia?

    —¿Qué te pasa? —me preguntó, bajando un poco la voz.

    —Tengo náuseas —me lamenté, dejando caer la cabeza.

    Como si el cielo hubiese oído mis plegarias, percibí a la chica tras mi espalda aún si no cambié mi posición. Se acercó y, cuando estuvo a una distancia razonable, alzó la voz.

    —¡Tai-kun! —saludó a Taichi con alegría, y oí la suela de sus sandalias apresurando el paso.

    —Buenas, buenas, Kai-chan~ ¡Oh! ¡Qué lindo vestido!

    Me erguí, volviendo a girarme, y Kaia soltó una risilla muy breve.

    —¿Te gusta? —preguntó, ilusionada, pellizcando los bordes de la falda con ambas manos.

    Taichi asintió con vehemencia y, también, una alegría casi infantil. Estiré la mano hacia Kaia y ella comprendió, facilitándome su maletín. Apoyé la mano libre en la barandilla y la salté con movimientos fluidos y precisos, sin mosquearme demasiado en el proceso.

    —Ya vamos —le dije a Taichi, y él asintió.

    —El deber llama. Nos vemos, señoritas~

    —Oh. —Kaia se acercó y apoyé el maletín en la superficie metálica, donde hurgó brevemente hasta encontrar sus llaves—. Me dejaba esto.

    Sonreí, fue un gesto genuino y apoyé la mano en su cabeza con cuidado; se había dejado la coleta alta de siempre.

    —Diviértete, Kai —murmuré, retrocediendo, y asentí hacia Katherin—. Nos vemos, Manson.

    —¡Adiós~! —exclamó Taichi, quien pronto se adecuó a mi ritmo y nos retiramos del 109.


    El vestido de Kaia
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido city gakkouer

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    Sería una lástima si Yuta no entendía que la indirecta era para él, pero nada que hacer. El chico asintió a lo de los Dorayaki, y no mucho después apareció Kaia, me giré para mirarla y algo de enternecimiento me llegó a las facciones, se veía muy bonita con el vestido, muy de verano, muy a la moda. Elevé la mano para despedirme de ambos con un movimiento simple, y ya luego me enganché del brazo de la chica.

    —Me encanta, te ves muy de verano —adulé en lo que asentía con la cabeza—. Me alegra que Yuta se llevara tu mochila también, porque luego estaremos con bolsas de compras, ¿te imaginas nosotras con la mochila? Nos daña el oufit —bromeé, regresando la vista al frente en lo que seguíamos emprendiendo la marcha.

    Miré de manera distraía el alrededor, habían bastante adolescentes merodeando, también noté que algunas chicas estaban comprando un tipo de batido, posiblemente de alguna tienda que recién aperturaban.

    —¿Y cómo has estado Kaia-chan? —comencé haciendo conversa—. ¿Tienes algo en tu cabeza que quieras comer o beber antes de ir a la tienda de maquillaje que te mencioné?

    Así era con mis amigos, absurdamente atenta. Hasta con Hal, que en ocasiones le compraba el almuerzo para que no fuese a pasar hambre, y bueno... de resto no tenía más amigos en la escuela; Tora no lo calificaba como tal, sino un ligue probablemente, y Rowan quizá sí, pero de resto no había nadie más.
     
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    Gigi Blanche

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    Por suerte, había encontrado el baño que Yu me indicó sin demoras y pude cambiarme relativamente rápido. Frente al espejo dudé si dejarme la coleta o soltarme el cabello, pero pensé que lo tendría marcado luego de tantas horas y sólo rehice el peinado que ya tenía. Acompañé el vestido de unas sandalias livianas y cambié del maletín a la pequeña cartera las cosas que vi necesarias. Afuera del centro comercial reconocí a Taichi y, más pronto que tarde, los muchachos se retiraron.

    Katherin se enganchó a mi brazo, detalle que no me molestó, y su apunte me amplió la sonrisa. Yu había intentado tranquilizarme la noche anterior mientras me miraba, me miraba y me miraba frente al espejo desde todos los ángulos posibles, pero algo de nervios seguían prevaleciendo respecto a la opinión de Katherin. Después de todo, confiaba más en el juicio de otra chica que en un muchacho que vivía de jeans y sudaderas.

    —Gracias, Manson-san —murmuré, genuinamente contenta, y su broma me arrancó una risa liviana—. La verdad que sí, no nos pega nada.

    ¿Tendría en mente algo puntual para que compremos? Yu me había facilitado algo de efectivo aún cuando a mí ni siquiera se me había ocurrido el detalle, alegando que se lo podía regresar después. En lo que ingresábamos al 109 indagó si tenía hambre o sed, a lo cual me quedé pensando algunos segundos. Ahora que lo decía...

    —¿Te parece un helado? —ofrecí—. Aquí adentro no hace tanto calor, pero de repente me apetece.
     
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