Tema en 'Habitaciones' iniciado por Insane, 17 Mayo 2019.

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    Zireael

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    Laila Meyer~Lammergeier.

    Avanzó por los pasillos con la mirada perdida, aún con la música de la sala de espera rebotándole en cada rincón de la cabeza, y ni siquiera se dio cuenta de que Cathy había pasado junto a ella en los pasillos, antes de ser recibida por otra puerta, esta vez con el As de picas grabado.

    Cuando entró al cuarto notó la presencia de Galen y ni siquiera fue capaz de alegrarse por el hecho de que no había topado con él en Joker. La ira y el asco no dejaban espacio para nada más.
    También estaba el desconocido, con quien Connie había estado hablando en la playa.

    "El nuevo pajarito de la zorra".

    Pasó de largo y entró al baño, azotando la puerta tras de sí. Una ducha, joder, necesitaba una ducha que quizás lograra llevarse esos pedazos corruptos de sí misma por el drenaje.
     
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    Gigavehl

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    Galen Rutonver

    No sé cómo, no sé cuando... Seguro me volví a perder en mis relatos cuando las bocinas volvieron a sonar... Agnes requería de la presencia de Noah y de Catherine... Esta despertó y al haber perdido la noción del tiempo, me dí cuenta que ya estaba amaneciendo. Volteé alrededor, perdido. Incapaz de procesar lo que sucedía, ni si quiera me daba cuenta de dónde estaba Mercurio ni nada, solamente me levanté, caminado torpemente hacia la pared de la derecha, contra la puerta cuando me dí cuenta, Catherine ya se estaba retirando. Como pude agité mi brazo torpemente mientras me tallaba los ojos, me ardían horrible, además del cuerpo, me quedé dormido de alguna forma, sentado...

    Cuando quise desplazarme nuevamente para ir al baño, la puerta se abrió bruscamente de nuevo, era Laila, pero había algo muy distinto, demasiado distinto... Carajo no había nada similar a la vez anterior... Azotó la puerta, mirándome con un odio, quise decir algo, de verdad que quise pero simplemente no podía decir nada... Por un momento pensé que me haría algo cuando simplemente se pasó de largo y entró al baño, azotando la puerta también...

    —P-Pero... ¡¿Qué pasó?!—. Pregunté, aún confundido y aturdido... La pregunta no iba realmente para Laila, y para nadie en realidad. Me terminé tocando la cara como si con eso fuese a despertar y seguía pestañeando varias veces para al fin terminar de ubicarme... Suspiré... Recargándome en la pared y al final solté al aire:

    —Oye, Mercurio... Te presento a Laila, aunque creo mejor después te enteras de que va esto. No es ella, te lo juro... Creo que mejor aplazamos la discusión para después, ¿te parece?—quité mi mano y me quedé viendo al techo, cuando las luces tintinearon en rojo... Me giré lentamente, y me quedé ahí un buen rato cuando di un suspiro asustado y corrí hacia mi mochila, mochila que no encontraba...

    Me desesperé en serio cuando vi mi chaqueta, la aventé quien sabe donde y la encontré, abrí la mochila y encontré el dulce. Preparándome, cosa que no se puede hacer, me lo comí casi que vomitando ahí mismo por el horrendo sabor y pronto, las luces regresaron a un verde intenso...

    Volteé hacia la pantalla... El cual estaba a medio tapar por mi chaqueta, se colgó en ella y al final no sabía si reírme o apenarme por tan exagerado acto...

    —Ahh... En fin... Buenos días, gente—. Dije ya relajándome y sentándome ahí mismo en el suelo...
     
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    Zireael

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    Laila Meyer~Lammergeier.

    Se deshizo de la ropa con la misma agresividad que había cerrado la puerta al entrar, conteniendo las ganas de chillar hasta rasgarse las cuerdas vocales, las ganas de vomitar y te tirarse el cabello hasta arrancárselo.
    La crema para su herida y el caramelo que Shawn le había dado antes de salir cayeron al suelo.

    Se quedó plantada frente al espejo, con la respiración agitada y cabello claro cayéndole alrededor del rostro como un velo. Un velo que de repente le parecía el negativo del que aquella bruja asquerosa sin sentido del pudor, aquella maldita perra incapaz de inhibir sus malditos impulsos, y aún así se sintió tan o más sucia que ella.

    Se daba asco por haberse quedado allí quieta. En una lucha silenciosa por no dar el brazo a torcer como ella deseaba, al menos no al principio.

    No era más que una pequeña miedosa, sumisa, idiota.

    Tomó el espejo de la pared y repitió lo hecho en Joker, arrojándolo a un rincón, haciéndolo trizas. Ojalá pudiera desaparecer su rostro de todas las malditas superficies que lo reflejaran, ojalá pudiera desaparecer.
    Abrió la llave de la ducha por complejo, para que el agua cayera lo más fría posible, y se metió de golpe, sintiendo el agua helada punzándole las suturas y a la vez adormeciéndolas.

    Apoyó la frente en la pared, cerrando los ojos con fuerza, dejando que el agua fría le empapara el cabello e hiciera retroceder la migraña que amenazaba con instaurarse.
    Poco a poco la ira retrocedía, pero las imágenes mentales no la dejaban descansar. Sabía que se sumarían a las de la noche en Joker y la pelea en la jaula, como pesadillas.

    Lammergeier.

    Sinsonte.

    ¿Qué?
    ¿Qué era lo que había dicho Shawn? ¿Por qué su nombre aparecía junto al de Noah?

    Lammergeier tiene... tiene permiso de para ser sincera con el Sinsonte respecto a Agnes, sin repercusiones.

    ¿Permiso? ¿Acaso antes no podía ser sincera? ¿También para eso necesitaba su maldito permiso?
    Suspiró con fuerza.
    ¿Qué era lo que pretendía con eso?

    Noah el pajarillo cantor y su Cathy.

    Una risa ronca brotó de su garganta.
    Los pobres miserables no debían de haber corrido mejor suerte que ella y Shawn, teniendo en cuenta que Agnes tenía una fijación con el chico.

    I'm back on my bullshit
     
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    Mahou

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    Mercurio Milano

    Galen era del tipo que hablaba mucho, eso lo notó en los primeros momentos de su conversación. Rescataba que era sumamente detallista a la hora de explicarse, lo cual hacia que todo fuese fácil (e incómodo) de imaginar.
    En algún punto él también se había abstraído en sus pensamientos, cada tanto retomando la atención en el discurso del muchacho a su lado. No dejaba pausas, así que honestamente las preguntas que hacía iban quedando atrás. No creía que fuese siquiera importante responderlas, ya viendose triviales al lado de los horrores que relataba.

    En ese sentido… era casi nostalgico escucharlo hablar. Le recordaba un poco a Shade durante las mañanas en el gimnasio, cuando llegaba arrojando la mochila a un costado y comenzaba a parlotear y quejarse sobre lo que había hecho su hermana, lo que le iba a tocar hacer por pedido de su padre y otras cosas. A menudo las cosas terminaban siendo victimas de su arranque, cosa que lo diferencia de Galen que, muy a pesar de que la información que daba no era de lo más alentadora, se mantenía… relativamente tranquilo. Quizás era el contexto, quizás incluso la película había ayudado un poco, aun cuando ninguno tenía la atención en ella. Si por momentos él sonreía, era sólo por el recuerdo de la escena.

    No podía decir que estaba tranquilo. Recordar a Shade le había devuelvo ese malestar en el pecho, ese revuelco de sentimientos que no sabía describir bien. Eso era extrañar a alguien, suponía.

    Se removió un poco incómodo en su lugar, encogiéndose de hombros. La explicación de los collares al final la sabía en cierta medida, pero en conjunto con lo que le había relatado sólo sirvió para formular una pregunta que lo intrigaba, porque ni él sabría como responderla en ese momento.

    —¿Por qué eliges seguir viviendo? —murmuró muy por lo bajo, dudaba que el muchacho lo escuchara pues se amortiguaba con el sonido del televisor.

    Suspiró con cansancio y se levantó de la cama con cuidado, dejando su plato a un costado, allí donde no molestaría ni a Catherine ni a Galen.

    Se recostó sobre su espalda, entrelazando sus dedos detrás de su nuca. Permaneció así unos segundos, mirando el techo con atención mientras organizaba sus pensamientos. Respiró hondo y exhaló el aire antes de contraer los músculos de su abdomen, elevando su cuerpo para que el pecho chocara contra sus rodillas.

    Irónicamente, aunque no quería pensar en Shade, terminaba haciendo algo que él le había enseñado.

    Rasgo que seguramente viste en la oficina de esa maniática...

    El ojo de Connie. Lo recordaba a la perfección, era lo primero que había llamado su atención al entrar. La piel se le erizó un poco cuando lo imaginó. Mientras lentamente bajaba de nuevo al suelo, los pensamientos que su mente había creado volvieron a él.

    Esta vez no eran las uñas de Agnes en su carne.

    Era Agnes y un bisturí, sonriendo complacida mientras lo enterraba en su piel.

    —No lo pienses —se repitió bajito, cerrando los ojos y dejando que el frío del suelo en su espalda lo distrajera un poco más.

    Respiró profundo y volvió a repetir el abdominal, esta vez sin detenerse.

    ¿Qué había en ese escritorio?

    ¿Por qué los habían elegido?

    ¿Por qué debían seguir peleando?

    ¿Qué quedaba para ellos después de todo?

    No.

    Esa no era la pregunta correcta.

    ¿Quedaría algo de ellos, al final de todo?

    … Si es que había un final, en primer lugar.

    En algún momento sus ojos se cerraron y durmió allí en el suelo, despertándose por el sonido de los altavoces. Se exaltó un poco, girando para colocarse de lado. Escuchó el movimiento en el cuarto, pero no se movió de su lugar. Permaneció allí mirando en dirección a la puerta, dándole la espalda a la cama y a los demás. Apenas se despidió con un gesto de su mano cuando vio a Catherine despedirse, pues todavía se sentía adormilado y desorientado.

    Despertar en un lugar nuevo que apenas conocía era demasiado raro. Dudaba poder acostumbrarse a aquello algún día.

    Una nueva chica entró al cuarto. La reconoció como una de las primeras que vio al entrar a Fantasía. Distinto a Catherine, ella sólo los miró y se perdió en el baño, escuchando el azote de la puerta. La voz de Galen exclamando con desconcierto hizo que se incorporara, asomándose por el borde de la cama.

    —¿Qué pasa? —preguntó automáticamente, aunque luego el muchacho le dijera que mejor lo dejaba para después.

    No entendía nada. Nada de nada.

    Vio el tintineo en el collar de Galen y supo que el suyo también estaría en esas condiciones. Se puso de pie y rodeó al muchacho para llegar apresurarse a su propia mochila, la cual había dejado cerca del escritorio. En todo ese trayecto, no había perdido de vista la forma en la que el menor se desesperaba en la búsqueda del antídoto.

    En un futuro, probablemente él actúe de la misma forma.

    Sacó el caramelo y lo miró con desgano. Increíble como algo tan esencial allí fuese disfrazado de algo tan mundano.

    Tres días más. Eso compraba con un caramelo.

    Se lo llevó a la boca y cerró con fuerza el puño, arrugando el papel ante el horrible sabor que tenía. A la par, el ruido de algo romperse en el baño captó su atención. Su mirada buscó la de Galen, limpiándose con el pulgar el ligero lagrimeo que le había provocado la mierda que había ingerido.

    —¿Deberíamos…? —preguntó mientras señalaba la puerta del baño, dudoso si acaso debería alarmarse del todo por eso. ¿Sería algo normal?
     
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    Gigavehl

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    Galen Rutonver

    Vi que Mercurio había tomado el antídoto también y eso sin duda alguna me alegro, parece que de alguna forma, había dormido, en el suelo. Pero lo hizo...

    Comencé a levantarme, quitando al fin el sueño de encima cuando se escucho un vidrio romperse en el baño, no evité saltar ante el acto... ¿Esta bien? De no haber visto ese gesto lleno de furia me preocuparía pero... ¿Y si de verdad le pasó algo? Volteé hacia Mercurio quién estaba igual atónito...

    "¿Deberiamos...?"

    Me señaló, era obvio que estaba desconcertado, no evite poner un gesto angustiado y preocupado, aunque de esa angustia que más por una persona ajena, es para uno mismo...
    Miré a Mercurio, me llevé mi mano derecha a mi rostro, arrastrándola como si tuviera sudor encima, cosa que seguro no tardaría en salir y me dirigí con Mercurio para susurrarle:

    —Escucha amigo, no conozco muy bien a Laila, pero haberla visto en el segundo combate, me hizo darme cuenta que... Digamos llega a tener una actitud muy, ¿salvaje, tal vez? Como sea, puede que juzgue mal o no sé, pero... Creo... Creo que es mejor que yo verifique que esta bien... Igual, no he estado haciendo muy buenos actos estos días entonces. Déjame ver qué pasa—. Le dije a Mercurio asintiendo con mi mirada para que no me mostrara tan angustiado como realmente estaba, me acerqué lentamente hacia la puerta del baño haciendo movimientos tan mecánicos que cualquiera seguro me vería extraño...

    Al percatarme, afiné mi garganta, sacudiéndome un poco como si con ello dejara de hacer aquellos movimientos y volteé hacia la pantalla; donde mi chaqueta aún seguía colgada. Me giré hacia la puerta del baño y suspiré, tan desganado y hasta que de mala gana el cual ni yo mismo me aguanté.

    —Uhm, ¿L... L-Laila? ¿E-Estas bien? M-Mira, sé que estas molesta y sé que no me i-incumbe p-pero...—de pronto me corté, como había dicho, el sudor no tardo en salir y me volví a tocar la cara, maldita sea lo que hay que hacer porque todo vaya bien...—. Solamente quiero saber si el vidrio lo hiciste tú o algo te pasó... El sujeto y yo nos preocupó un poco ese s-sonido—. Dije, esperando de corazón no abriera de golpe la puerta para enterrarme en el cuello uno de esos vidrios...

    Odio estar en estas situaciones...
     
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    Zireael

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    Shawn.

    Noah.

    Cathy.


    El pico de ira que había sentido estaba disminuyendo, sí, pero dejando en ella únicamente una sensación de profundo vacío, que se acercaba peligrosamente a la tristeza.
    Las lágrimas que empezaron a recorrerle el rostro, mezclándose con el agua de la ducha, eran una mezcla de todo eso.

    Shawn.

    Noah.

    Cathy.


    No tenía la menor idea de cuánto tiempo había pasado desde que se metió al baño, rompió el espejo y se quedó en medio de la ducha, con el agua cayendo sobre ella.

    Shawn. Noah. Cathy.

    Eran el cuarteto de perdedores del siglo. Una manada de estúpidos miserables que habían terminado allí con la persona que más amaban y la zorra asquerosa de Agnes se estaba divirtiendo de lo lindo con los cuatro, haciéndolas sufrir a ella y Cathy usando a los pobres chicos, y viceversa, pero lo peor se lo estaba llevando el más joven.

    El favorito.

    Sustituir a una ave por otra.

    Sustituir.

    Era una maldita cabrona, eso es lo que era por siquiera hacerla pensar en eso, luego de estar a un solo paso de consumir a su halcón frente a sus ojos.

    ¿L... L-Laila? ¿E-Estás bien? M-Mira, sé que estas molesta y sé que no me i-incumbe p-pero...

    Su tren de pensamiento fue detenido de golpe, desde otro mundo le llegó una voz conocida, opacada por el sonido del agua al caer. Ni siquiera le puso atención al resto de sus palabras.

    El enojo era con la bruja. No tenía nada que ver con Galen y el pajarillo nuevo.
    Aún siendo el maldito quebrantahuesos, no iba a arremeter contra alguien que no se lo mereciera. Al menos no por ahora.

    Cerró la llave del agua, con las gotas que se le desprendían del cabello empapado deslizándose por su cuerpo o cayendo al piso.

    —Estoy bien —La voz le salió como un murmullo que ni siquiera ella escuchó bien. Aclaró la garganta e intentó de nuevo—. Fui yo, Galen. No te preocupes.

    Tomó una de las toallas, saliendo de la ducha, y comenzó a secarse lentamente. Hizo a un lado los vidrios que habían quedado esparcidos en el suelo.
    Se vistió con la misma lentitud, sintiendo su mente avanzar de la rapidez de la ira al adormecimiento de la tristeza, se colocó la crema en las suturas, tomó un cepillo para el cabello que había y salió del baño por fin, casi empujando a Galen con la puerta y avanzó hacia la cama sin mirar a ninguno, con el cabello aún húmedo mojando su ropa.
    Se sentó en la cama y empezó a desenredarlo mecánicamente, con los ojos opacos puestos en ninguna parte en particular. El paso del cepillo en el silencio del cuarto dejaba escuchar como los hilos de cabello claro se reventaban.
     
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    Ceci

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    Noah.

    Atravesó el humbral luego de que le abrieran la puerta, sin saber exactamente cuánto tiempo había pasado desde que lo habían traído frente a la puerta. Sintió un leve empujón sobre su hombro, a modo de incentivo, quizás, pues él estaba completamente ido en su misión de comerse aquellas papitas.

    Meter la mano en la bolsa.

    Sacar una papita.

    Comer dicha papita.

    Meter la mano en la bolsa...


    Estaba en un ciclo, en una especie de bucle. Era lo único que había hecho desde que había salido de la oficina, como si su mente estuviera autolimitada a realizar aquella acción. Se detuvo no bien llegó a la mitad de aquella habitación, parándose justo en medio entre esos dos grupos de personas, y arrugó ligeramente la nariz mientras bajaba la mirada hasta la bolsa.

    ¿Acaso tenía permiso para compartir sus papitas?

    Parpadeó un par de veces al encontrarse con un pensamiento intruso en su cabeza, confundido, pues por algo su cabeza lo tenía encerrado en esas tres sencillas acciones: para no pensar. Ahora, teniendo una interrogante y tres personas más para llamar su atención, sus ojos iban y venían entre la bolsa de papitas y su mano.

    ¿Cuál era el orden de las acciones a seguir? Se había distraído, se había olvidado de lo que tenía que hacer.
     
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    Gigavehl

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    Galen Rutonver

    "Fui yo, Galen. No te preocupes."

    Escuchar eso sin dudas hizo que me aliviara de sobremanera, no evité soltar un breve suspiro aunque aún me hallaba desconfiado y extrañado, estuvo con Shawn anoche, lo escuché por los altavoces antes de salir de Fantasías... Vaya, que hasta la pareja estuvo frente a mí. Iba a decir que no había problema cuando abrió la puerta, empujándome un poco mientras torpemente retrocedía. Estaba devastada, no se digno a mirar a nadie y simplemente se limitó a sentarse en la cama. Cepillándose el cabello...

    Odiaba ver a la gente así, acabada por una bastarda... No sé que habrá pasado, pero si ya citaron a Catherine y a Mercurio, seguramente el próximo sería yo...

    No debía desaprovechar el tiempo, Laila estaba ahí, pero verla en ese estado simplemente hizo que me enmudeciera... ¿Qué podía decirle en ese momento? Además, ¿podía siquiera decirle algo? Esas dudas sin duda alguna me carcomían, así, que suspirando, sin poder denotar un gesto preocupado, me acerqué un poco a Laila, dejando algo de espacio pues no quería que pensara que yo quería estar encima de ella, y me arrodillé enfrente suyo para decirle:

    —Oye... Sé que soy un estúpido, pero... Tal vez no sea lo correcto hundirnos ahora en los conflictos, sé que es duro... Pero aunque no nos guste, estamos todos aquí, en esto. Y... Creo que lo que menos puedo hacer es intentar ayudarte un poco—. Dije, un silencio incómodo se presentó, cuando de pronto la puerta se abrió de nuevo haciéndome saltar, pensé que Mercurio ya se retiraba cuando sorprendentemente seguía dentro, aunque ahora era Noah, aquél sujeto alto ingresando... Con una bolsa... Una bolsa de Nitrógeno-papitas... Aunque se le veía demacrado, ido, vaya, se veía peor que Laila... Creo...

    Nos miró un momento y seguía ahí, ido. Ya el estar ahí definitivamente comenzaba a deprimirme, ya estaba siendo una situación fuera de mi control, primero Catherine... Luego Mercurio, a explicarle y rememorar los actos, luego Laila y ahora Noah... Vaya día me ha tocado lidiar ahora sí.

    Suspiré y me reincorporé de nuevo, vi mi chaqueta en la pantalla aún y al ver a Noah, no sabría si decir indeciso, aturdido o lo que fuera. Decidí aprovechar si podía dar un mínimo gesto de distracción, y le dije a Noah:

    —Buenos días, supongo... Eh... Noah, ¿Verdad? O-Oye, sé que es inoportuno pero, podrías de favor... ¿Pasarme mi chaqueta? E-Es que la pantalla esta muy alta y no creo que sea conveniente dejarla ahí colgada...—señalé con pena hacia la pantalla, donde estaba eso.

    —Sí es que, por querer buscar rápido el antídoto lo terminé botando jeje, vaya... Tremendo día el nuestro...—. Dije, ya apenado, quería al menos distraerlos, aunque. Para estas alturas... Ya comenzaba a ser literalmente imposible...
     
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    Zireael

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    Laila Meyer.

    Cuando Galen se acercó a ella, arrodillándose para poder hablarle, apenas y le prestó atención, estaba demasiado centrada en su tarea como para intentar usar sus desorientadas funciones cognitivas en algo más.
    Asintió levemente con la cabeza, solo para que supiera que no lo ignoraba del todo y que de alguna manera agradecía su intento por hacer algo por ella.

    Estaba dándole las últimas cepilladas a su cabello cuando el abrir de la puerta detuvo su ensoñación, haciéndola mirar hacia allí, sin detener aquella acción de repente tenía las características de un ritual iniciado para desviar su mente de otras cosas. Primero nadie entró, hasta que los guardias empujaron a la persona que se había quedado de pie fuera.
    El cepillo se le resbaló de la mano, cayendo en la cama y rebotando para terminar en el suelo.


    Sinsonte. Sinsonte. Sinsonte.

    Noah.


    Tenía una pinta terrible, aún más de la que ella tenía antes de meterse a la ducha, y por primera vez desde que había salido de la oficina sintió algo más que no era ira, asco, odio y tristeza.
    Preocupación y miedo.
    No era el Noah del autobús, tampoco el de la playa. No sabía quién era.

    Verlo así reorganizó parte de las emociones de la Laila que agonizaba en el fondo de su mente, ni siquiera era la Laila que Shawn había dicho que ya no existía, era otra, la nacida junto al quebrantahuesos pero que había estado por ahogarse cuando Agnes la puso a escoger en aquella maldita oficina, la que se preocupaba por Noah, por su Cathy, incluso por Galen y Aimi; la que estaba dispuesta a hacerle frente a las opiniones inamovibles de la bruja con tal de intentar salvarlos.

    "Este era tu plan, ¿cierto, perra? Enviarme a un Noah que no sabe ni dónde está parado".

    Buenos días, supongo... Eh... Noah, ¿Verdad? O-Oye, sé que es inoportuno pero, podrías de favor... ¿Pasarme mi chaqueta? E-Es que la pantalla esta muy alta y no creo que sea conveniente dejarla ahí colgada...

    —Galen, no. —Se levantó e hizo al chico a un lado, para acercarse a Noah.

    Sí es que, por querer buscar rápido el antídoto lo terminé botando jeje, vaya... Tremendo día el nuestro...

    >>Galen, solo espera, por favor.

    Su voz era apenas un susurro, como si temiera que hablar demasiado fuerte pudiera hacer que el desorientado joven frente a ella se sobresaltara, como si tuviera terror de que el pajarillo cantor alzara vuelo y se escapara de sus manos.
    Caminó despacio hasta Noah, que tenía la vista clavada en la bolsa de frituras en su mano. ¿Se las habría dado ella?

    "Te aprovechas del chico y luego le das una bolsa de papas, pero bueno, ¿qué te piensas que es? ¿Un saco de carne?"

    —Noah. —Lo llamó con voz suave, intentando topar con sus ojos a pesar de que tenía la vista puesta en la bolsa de frituras. Suspiró y extendió su mano, que de repente había comenzado a temblar, para colocarla suavemente sobre la del muchacho—. Noah, cariño, soy yo. ¿Puedes mirarme?

    El miedo que sentía no hizo más que acentuarse, al punto de hacer que nuevas lágrimas le cristalizaran los ojos ya enrojecidos por el llanto de minutos antes. Dirigió la mirada hacia Galen por primera vez un momento, con los ojos cristalinos por las lágrimas que intentaba contener, en un terrible y desesperado llamado de auxilio, antes de regresarla a la mano que había extendido hacia el muchacho.

    ¿Por qué? ¿Por qué le enviaba solo los pedazos de lo que había sido Noah?
     
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    Ceci

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    Noah.

    Su cabeza empezaba a sentirse incluso más pesada de lo que ya estaba. Era como una presión que aumentaba de forma constante, como si estuviera a punto de explotarle; casi que podía escuchar su corazón latiendo dentro de su cabeza, como si se le hubiera subido hasta allá arriba.

    Podía escuchar ruido a su alrededor, personas hablándole, pero no hacía sentido alguno de sus palabras. Había perdido la seguridad en la monotonía de la acción de comer sus papitas, había sido interrumpido, y ahora necesitaba distraerse con otra cosa.

    Necesitaba pensar en cualquier otra cosa menos en ella.

    Giró su muñeca y empezó a leer la información en el paquete, llena de números y tablas calóricas que no entendía, llena de párrafos en idiomas que ni siquiera comprendía. Cualquier cosa serviría para distraer a su mente, para no prermitirse recordar.

    'Noah.'

    Sus ojos llorosos. Sus preciosos orbes violáceos y llorosos.

    Negó lentamente con la cabeza, como si estuviera negándose a ser llamado, como si estuviera rechazando ser Noah. ¿Y quién en su sano juicio, por más que él hubiera perdido el suyo desde hacía rato, querría estar en sus zapatos?

    Querer ser su protector y terminar siendo su verdugo en el proceso.

    'Noah, cariño, soy yo. ¿Puedes mirarme? '

    Alguien había entrado a su burbuja, alguien estaba tomando su mano. Él sabía quién era ese alguien, pero no quería reconocerla, no quería validarla, no quería confrontarla. Retiró su mano con lentitud, haciéndola hacia atrás de su cabeza, apretando los labios mientras volvía a negar con la cabeza.

    No la pienses, no la recuerdes.

    ¿Aquellos garabatos en la envoltura serían palabras en árabe, tal vez?
     
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    Zireael

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    Ahogó un sollozo en cuanto el muchacho retiró la mano de la suya, como si ese solo gesto que no pertenecía al Noah que había estado con ella le hubiera clavado un dardo directo en el corazón.

    "¿No te bastaba con hacerme hervir de ira? ¿Qué más vas a quitarme?"

    Había negado con la cabeza dos veces, prácticamente seguidas, y la negación no iba directamente a su solicitud de que la mirase, lo sabía. Era la misma negación que había hecho que ella rompiera dos espejos en habitaciones diferentes. La misma que la había hecho llegar a la conclusión de que Agnes la estaba transformando en un demonio.

    Sintió las lágrimas que estaba intentando contener deslizarse sin permiso por su rostro y de inmediato las limpió con fuerza con sus manos, al punto de hacerse daño.

    Y aún así, ese demonio le cedió espacio a esa Laila que se preocupaba por otros, esa que tenía algo de maternal en ella.

    Recorrió la habitación con la vista empañada, hasta que distinguió uno de los vasos que en su momento tuvieron gaseosa. Se acercó para tomarlo, dirigirse al baño y enjuagarlo en el lavamanos; finalmente lo llenó con agua fresca del grifo y regresó sobre sus pasos, acercándose a él nuevamente.
    Le habían regresado un saco lleno de los trozos que conformaron alguna vez a Noah, pero aún así ella se negaba a dejarlo solo, porque él no la había dejado sola a ella.

    —Ten —dijo con voz gangosa, colocando el vaso de agua en su campo de visión, aún con la mano temblorosa—. Comer papitas sin beber algo da sed. ¿Puedes aceptar eso de mí?

    No esperaba una respuesta, solo una reacción, aunque fuese mínima. Simplemente que le dijera que algo quedaba de él.
     
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    Ceci

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    Noah.

    Si se concentraba lo suficiente en las mil y un letras pequeñas en ese paquete, su mente podía ocuparse en razonar qué se supone que era el sodio y por qué las papitas tenían tanto de ello en vez de dejarse destruir por sus propios recuerdos.

    ¿Por qué no podía volver a ese lugar oscuro en donde no sentía nada, en donde no veía nada, en donde el tiempo no pasaba?

    —Sal —murmuró en voz muy baja, llevándose su mano libre hasta su nuca, acariciándose la parte de atrás de la cabeza como si eso fuera a aliviar el dolor punzante que ya no lo dejaba en paz—. Sodio es sal.

    No recordaba mucho de las clases de química, pues lo que pretendían enseñarle en la secundaria era cosas que a él no le interesaba, pero lo que sí recordaba era cómo había entendido todo sobre los elementos de la tabla cuando se lo había explicado Ca...

    Negó fuertemente con la cabeza mientras se tomaba del cabello con fuerza, empezando a hiperventilar.

    No pienses ni su nombre. No recuerdes.

    Las palpitaciones en su cabeza se hacían cada vez más fuertes, como si estuviera acercándose a algo.

    ¿A su propio límite, tal vez?

    Su respiración se agitaba aún más, ansioso, pues estaba por terminar el último párrafo detrás del paquete, ¿y qué se suponía que tenía que hacer cuando terminara de leer? ¿Con qué se supone que se iba a distraer?

    —Distribuidor en Jap... —susurró a medida que leía, y de repente, un vaso se apareció frente a él.

    'Comer papitas sin beber algo da sed. ¿Puedes aceptar eso de mí?'

    Mientras su mirada intentaba detallar al máximo ese vaso para distraerse, sus oídos escucharon con claridad, reconociendo esa voz, reconociendo el sentimiento detrás de cada una de ellas.

    Laila sonaba como si estuviera llorando.

    Ella también lloró. Lo sabes, ¿verdad? La hiciste llorar.

    Bajó su mano de su cabeza y la llevó lentamente hasta el vaso, como si tuviera intención de tomarlo, pero sus intenciones se quedaron a mitad de camino, pues sentía algo resbalar por sus labios hasta su barbilla. Llevó así su mano libre hasta su rostro, acariciando con sus dedos su barbilla, sus labios, viendo qué era lo que caía por ello.

    Sus dedos estaban cubiertos de la sangre que escurría por su nariz, y de repente ya no encontró fuerzas para seguir sosteniendo las papitas.

    Podía sentir como si la habitación diera vueltas a su alrededor, pero él seguía con la vista fija en el rojo en sus dedos.

    Su sangre era del mismo color de los ojos de Agnes.
     
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    Mercurio Milano

    Déjame ver qué pasa

    Era un poco curioso ver cómo para ser tan joven, Galen intentaba cargar la situación sobre sus hombros. Le daba la impresión de que debía sentir que él debía hacerlo, ya que conocía a Laila desde antes. Quizás en su situación, pensaría de esa forma.

    Normalmente se mantendría ajeno a lo que sucede. No era su asunto, y sospechaba que el sonido había sido causado por ella luego de ver la forma en la que había entrado. No le extrañaba que la inmobiliaria sufriera las consecuencias.

    Se encogió un poco de hombros, colocándose detrás de él por si algo pasaba. Sentía la obligación de hacerlo siendo claramente el mayor de los dos. No quería quedarse en deuda si le pasaba algo por quedarse cómodamente mirando.

    Sea lo que sea que había pasado en el interior del baño, la chica salió como si nada. Retrocedió un poco, apoyando su mano contra la espalda de Galen al ambos verse casi empujados. Laila fue hasta la cama, de la misma forma en la que había entrado al baño: Sin prestar atención a ninguno de ellos.

    Los altavoces sonaron y su atención se desvió a ellos.

    Mercurio, ve a ver junto con Connie, a la señorita Agnes.

    Parece que llegó su turno. Por suerte ya había comido su caramelo, por lo que no le quedaba mucho por hacer. Recogió su mochila, casi a la par en la que la puerta se habría y otro personaje entraba por ella. Como era de esperar, Galen inició la conversación.

    Pobre niño. Le daba la impresión que cargaba con cosas de más ¿Por qué se gastaba siempre en hablar con otros? Él veía a esas nuevas caras conocidas y… Nada. Sólo las veía.

    No eran asunto suyo.

    Vio la chaqueta de Galen colgar todavía del televisor y se acercó para tirar de ella sin prisa. Lo mínimo que podía hacer por el chico era eso, después de todo había sido el primero y único en darle una introducción.

    Y por lo que podía ver de reojo, viendo a los otros dos por el rabillo del ojo, no la tendría fácil tampoco.

    —Gracias por la bienvenida —le dijo, extendiéndole la prenda de ropa. Echó un último vistazo al otro muchacho, el que ahora sabía que se llamaba Noah, y a Laila—. No te estreses demasiado —agregó, dándole una palmada en el hombro—. Quizás nos veamos en otro momento.

    Se despidió con apenas un gesto de la mano y rodeó a los otros, dirigiéndose a la salida de la habitación.


     
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    Zireael

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    Laila Meyer.

    Ni siquiera había notado al nuevo pajarillo irse ni lo que este le había dicho a Galen.
    Estaba ocupada con Noah fuera de sí, desligado de su cuerpo, en otro mundo al que ella no podía llegar... porque él no se lo permitía.
    Hablaba del sodio, que suponía había leído en el paquete de frituras, como si no hubiera nada más en el mundo y aquello no hacía más que aumentar la angustia que sentía.

    Otra negación y casi de inmediato empezó prácticamente a boquear por aire, sin apartar la vista de la bolsa. Boqueaba como un pez fuera del agua, incapaz de conseguir oxígeno, a punto de morir.

    Su mano empezó a temblar con más fuerza y ella misma sintió su corazón acelerarse, junto con su respiración, amenazando con hacerla hiperventilar también.

    La reacción. Allí estaba. Lo vio extender su mano hacia el vaso, hasta que se detuvo de repente y ella siguió el recorrido de su delgada mano hasta su rostro... parchado de rojo.
    El corazón le dio un vuelco en el pecho y estuvo por dejar caer el vaso que tenía en la mano.

    Rojo.

    Rojo como la sala de espera, como todo en Joker, como tantas cosas allí. Rojo como la sangre de Shawn, la propia y la del desconocido al que le abrió el estómago.
    Rojo como la mirada de la zorra, rojo casi idéntico a sus propios ojos.


    La bolsa de frituras se le cayó de las manos, haciéndola reaccionar por fin.
    No tenía tiempo para sus propios pensamientos, para sus pesadillas y sus miedos. Alguien la necesitaba. Alguien que no era Shawn.

    ¿Qué haría Shawn en una situación así?

    Rápidamente dejó el vaso en alguna superficie, tomó la silla del escritorio para colocarla en el baño, frente al lavamanos y regresó sobre sus pasos.

    —Disculpa, cariño —murmuró a pesar de no saber si siquiera la escucharía y lo tomó con cuidado del brazo, guiándolo hacia el baño, para ayudarlo a sentarse en la silla. Tomó un poco de papel sanitario, se lo colocó en la mano limpia y la llevó hacia su nariz, para que hiciera leve presión con ella. Abrió el grifo, tomó su mano manchada de sangre y la colocó debajo del flujo de agua, para que esta se llevara el líquido oscuro. Las siguientes palabras que salieron de su boca no supo qué objetivo tenían—. Aquí nada te regresa tu reflejo y puedes no tener nombre si quieres.

    No tenía claro si hablaba para él o para sí misma, pero antes de darse cuenta había colocado sus manos sobre los hombros de muchacho, como si temiera que fuese a caer al suelo en cualquier momento, y tarareaba una canción sin siquiera saberlo, buscando desviar su propia mente de aquel sitio terrible en el que ninguno de los dos quería lidiar consigo mismo.
    Si no podía reventar la burbuja para traerlo de regreso, entraría en ella.
     
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    Ceci

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    Noah.

    Se había quedado estático en su lugar, dejando caer las gotas de sangre por su rostro; algunas reventaron en su camsieta, otras salpicaron el piso. Pero todas cayeron, una detrás de la otra, porque él no hizo absolutamente nada por detenerlas.

    Tampoco detuvo las memorias, esas que cayeron sobre él como granizo: con fuerza, violentas, abrumadoras, destructivas. Se sentía como una hoja a merced de una tempestad, siendo golpeado por los fuertes vientos de sus recuerdos.

    ¿Y qué hacen las hojas al viento?

    《Se dejan llevar》 pensó, empuñando su mano lentamente, apretando su sangre entre sus dedos y su puño. No había sentido alguno en pretender esquivar su pasado, en ignorar sus acciones y consecuencias, en intentar olvidar algo que lo estaba volviendo loco.

    Se dejó llevar por Laila, sin oponer resistencia alguna, pues no tenía fuerza alguna para resistirse. La ansiedad por intentar distraerse con lo que fuera había sido remplazado por una sensación de vacío en su pecho, y sentía el estómago revuelto de la sensación de mareo que se había adueñado de su cuerpo.

    La sangre se lavaba de su mano con una facilidad impresionante, seguramente por lo fresca que estaba. Su memoria también estaba fresca, pero no había nada en el mundo que pudiera borrar lo que había hecho desde que había llegado. Se sentía tan sucio, tan imposible de limpiar.

    Habría matado a Shade él mismo si hubiera tenido la oportunidad, o hubiera muerto en el proceso.

    Había hecho llorar a Cathy y ella, con toda seguridad, se estaría volviendo loca buscando respuestas a las preguntas que él nunca iba a contestar.

    Sabía que, sin importar lo que pasara, iba a llegar a la oficina de Agnes a darle lo que fuera que ella le pidiera, sin siquiera hacerla esperar.

    ¿Llegaría el día en el que mataría a alguien de verdad?

    ¿Llegaría el día en el que Cathy dejara de reconocerlo?

    ¿Llegaría el día en el que se acostumbraría a lo que Agnes quería que él fuera?

    —¿Laila? —la llamó en voz baja, sabiendo que estaba frente a él, pero sin poder mirarla realmente—. ¿Podrías apagar la luz?

    Necesitaba volver a su lugar oscuro, necesitaba ser lo que fuera que tuviera que ser.
     
    Última edición: 13 Junio 2019
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    La ira estaba regresando, invocada desde el foso de su mente, siendo empujada por el demonio que le había cedido lugar para centrarse en Noah. El demonio vomitaba enojo, que se deslizaba por los bordes de un vaso que había alcanzado el tope.
    Ira por cómo había usado a Shawn, por cómo la había querido retar como a un toro, cómo le había regresado un cascarón con un montón de fragmentos de Noah.

    ¿Qué tan grave sería el castigo si un día decidía arrojársele encima? ¿Qué tanto valía la pena?

    No se separó del muchacho, como si de alguna forma quisiera servirle de soporte.

    ¿Laila?

    De repente la voz de Noah le resultó extraña, como venida del más allá, opacada por el ruido de su propia mente.

    ¿Podrías apagar la luz?

    No respondió, se limitó a separarse lentamente de él para dirigirse al interruptor de la luz y bajarlo.
    Se quedó de pie en la oscuridad, sin retirar la mano de allí hasta que se colocó detrás del joven y con cuidado lo hizo retirar la mano con que sostenía el papel en su nariz.

    —Eso debería bastar —murmuró mientras tiraba el papel en el basurero, del que apenas percibía su silueta.

    Regresó sobre sus pasos, con los vidrios del espejo que había roto haciendo ruido bajo sus pies, y se colocó detrás de él, volviendo a apoyar sus manos en sus hombros.
     
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    El apagón se le hizo repentino, casi sorpresivo, pero necesario. Cualquier otra persona, probablemente él mismo antes de que lo hubieran metido en ese lugar, se habría exaltado al verse en la repentina oscuridad, pero él solo había podido encontrar calma.

    La oscuridad era la ausencia absoluta, y él solo quería dejar de pensar; nadar en la nada.

    Si bien estaba en un lugar que se le hacía familiar, como si la oscuridad formara parte de él, aún no estaba del todo a gusto. Aún se colaba un poco de resplandor de la propia habitación por la puerta, y podía sentir las manos de Laila en sus hombros, como dos anclas que lo sostenían en su lugar, resguardándolo de salir flotando sin rumbo alguno distinto al de su propia perdición.

    ¿Acaso le había preguntado cómo estaba? Había entrado a esa habitación sin ser realmente consciente de su propia existencia, sin querer saber nada con nadie, ni siquiera consigo mismo.

    ¿Acaso valía la pena preguntarle y hacerla recordar?

    —¿Te molesta si... —Hizo una pausa, llevando su mano sobre la de Laila, tomándola entre la suya, apoyando ligeramente la mejilla sobre la misma—... cierro los ojos un rato?

    Le pesaban los párpados, el cuerpo, la respiración. Le pesaba el alma.
     
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    ¿Era así cómo se sentía Shawn con ella? ¿Cómo una soga que evitaba que cayera por el barranco y se hiciera daño? ¿Cómo un bote que impedía que se ahogara? ¿Cómo si esa fuese su única función?

    Ira y nada más.

    Cuando él tomó su mano, dio un respingo, con el corazón saltándole a la garganta de repente.

    ¿Te molesta si cierro los ojos un rato?

    Los latidos de su corazón se redujeron gradualmente con solo esa frase, porque estaba hablándole, por fin estaba notando su presencia, dejándole entrar en aquella burbuja en la que estaba.
    El tacto de la piel de la mejilla de Noah contra su mano la hizo relajar los músculos, que hasta ahora había notado estaban casi tan tensos como en la oficina de Agnes.

    Llevó la mano libre al cabello del muchacho, dedicándole una breve caricia, para luego apoyar cuidadosamente su barbilla sobre su cabeza.

    —No, no me molesta —murmuró, cerrando los ojos también, como si al responder esa pregunta se hubiese dado permiso a sí misma—. Hazlo. Yo estaré aquí, no pienso dejarte solo.
     
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    Ceci

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    Noah.

    Ahí, con los ojos cerrados, se sentía como navegando a la deriva, ligero, sin nada en lo que preocuparse. En la oscuridad no había nada que ver, y en la suya, en particular, tampoco había nada que oir. Era una sensación tan pacífica, como si la ausencia de todo fuera algo tan propio de él como el aire que respiraba.

    Pero algo no encajaba, porque a pesar de que le habían faltado tantas cosas en su vida, Cathy siempre había estado presente para ser su todo, ni más ni menos. No había límites cuando se trataba de Cathy: había actuado como su hermana mayor, esa que siempre estaba ahí para defenderlo y enseñarle cosas; como su amiga, esa que siempre estaba y siempre callaba la necesidad de buscar algo más en alguien más; recientemente, también, como su novia, esa con la que no había tenido oportunidad de salir a solas, tomar de la mano, besar con permiso y con derecho, presumir y proteger, al mismo tiempo, ante y de todo el mundo entero.

    Cuando se trataba de Cathy, ella era todo.

    Pero ahora había alguien nuevo en su vida, alguien que lo sostenía en un punto fijo en ese inmenso y oscuro océano mientras las olas lo mecían y arrullaban de un lado a otro, quitándole sus preocupaciones.

    Laila lo estaba manteniendo a salvo.

    No supo cuánto tiempo pasó con los ojos cerrados ni cuánto calor recibió de Laila, ese que se contrarrestaba con el frío de su propio cuerpo, pero sabía que tenía que devolver el favor. Quizás se sintiera incómoda en un lugar tan oscuro al principio, pero era un lugar seguro, a fin de cuentas, un lugar lo suficientemente grande como para mantenerlos a los dos a salvo.

    —Oye —la llamó en voz baja, removiéndose lentamente de su lugar, sin buscar sorprenderla; aquella posición seguro se le hacía incómoda, y él ya no se sentía mareado. Estaba cansado, más bien agotado, pero se había calmado—. ¿Me das un abrazo?

    Aquella petición le había salido casi como a súplica, una mera expresión de necesidad. Se levantó lentamente, rodeando la silla, buscando alcanzarla y rodearla a ella también con sus brazos, sin poder esperar una respuesta en concreto, pues la pregunta era prácticamente una formalidad.

    Si Laila era tan parecida a él como él pensaba, entonces seguro estaba sufriendo en su propio silencio, aguantando quién sabía qué cosas para mantener a Shawn a flote.

    Bienvenida a la burbuja, Laila.
     
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    Gigavehl

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    Galen Rutonver

    Laila no tardó en levantarse apenas hablara, quitándome un poco de en medio... ¿Porqué? ¿Acaso es de ese tipo de gente que apenas lo distraigas estalla en cólera? No conozco a Noah; pero hasta donde sepa no es de ese tipo de gente... Aunque, verlo de esa manera, sin dudas me hizo pensármelo dos veces... Ver a Laila de esa forma tan preocupada, hizo que frunciera el ceño. No esperé una reacción así de su parte, y pronto, todo lo que vendría haría que simplemente me helara, que no hiciera otra cosa mas que retroceder poco a poco hasta el fondo de la habitación, viendo una escena de consolación tan bajo y deprimente, que me clamaba a gritos que hiciera algo por ellos... Pero... ¿Qué? ¿Un niño como yo, que no conoce a esas dos personas, qué podía hacer por ellos?

    Solamente me limité a ver por la ventana que daba al parque. Esperando así distraerme, si es que era posible, pues los comentarios del dúo, me devastaban... Mercurio terminó por bajarme la chaqueta, agradeciéndome la bienvenida que le dí, escuchando su comentario de que probablemente nos veríamos en un futuro... Hm, sin dudas... Nos volveremos a ver, tan sólo espero que no en un momento tan nefasto.

    —Gracias, Mercurio. Cuídate tú también, suerte con la miss...—. Exclamé en voz baja, agradeciendo sin dudas que me diera mi chaqueta, se fue, mientras me la colocaba al fin. Me crucé de brazos, viendo como Noah sangraba por la nariz, dejando caer la bolsa de papas, Laila inmediatamente lo atendió, y seguí mirando hacia el exterior...

    Por primera vez en mi vida, cosa que jamás creí. Quería estar a lado de Agnes... Prefería estar a su lado antes que soportar una escena tan deprimente como esta... Con Agnes al menos le hacía algo de plática, o al menos eso esperaba. Y hacía más entretenido el evento en lugar de estar como espectador, impotente, al fin capaz de ayudar pero... "Algo" lo impide. Otra vez.

    Ver así de acabados a ambos, que sin poder hacer nada por ellos. Ver que seguramente ignoraban todos y cada una de mis palabras y gestos... Me afecto de sobremanera...

    Quería destacar un poco con todos, de verdad que quería. Demostrarles que aún siendo un niño; podía hacer muchas cosas por todos ellos... Que por muy bajo que estén, podía reanimarlos... Quería que notasen mi presencia de manera positiva, no de esa manera haciendo el escándalo en la batalla...

    ¿En serio a este paso no seré recordado por nadie..? Eso... Sin dudas comenzaba a consumirme. ¿Qué haría Shawn en este caso? Yo, queriendo seguir su ejemplo, y mírenme nadamás.

    Además, de estar Shawn ¿no ayudaría a Noah también? ¿Pero que no es eso lo que Laila esta haciendo ahora mismo? Además, no soy Shawn Amery, soy Galen Rutonver... Un inútil niño que cree estar haciendo bien las cosas cuando se equivoca. Un pobre diablo que trata de hacerle el bien a todos cuando es imposible... Y si bien ya sabía lo último, pareciera que mas bien, en lugar de ayudar simplemente estropeo las cosas... ¿Cómo con Shawn en Joker lo conseguí y con el resto no? Además, ¿de verdad lo ayudé? Ahora ya no lo sabía...

    Su depresión, me afectó más de lo normal, hasta tal punto que ahora en serio me hizo cuestionarme seriamente lo que he estado haciendo... Si algo odio, es no hacer nada, no poder hacer algo por mí y por los demás. Y ahora solo me quedaba estar en brazos cruzados, viendo hacia el parque...

    En serio quería que esas bocinas sonaran y dijeran que debía estar con Agnes ahora mismo... Me carcomía estar así.

    Perdonen la intromisión, quería rolear desde ayer pero el internet se cayó en un timing perfecto JAJAJA tremenda suerte la mía... Y sí, hasta apenas pude conectarme
     
    Última edición: 13 Junio 2019
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