Once de la noche. Ya era hora de dormir, pero estaba seguro que otra vez le daría vueltas al maldito colchón. Todos en mi casa duermen tan plácidamente, ¿por qué yo no? Doce de la noche, ha pasado una hora, una maldita hora en la que no he podido dejar de pensar y divagar, de mirar al techo y tapar mis ojos con mi brazo completo, de suspirar con pesadez y cansancio, y de buscar respuestas lógicas a este ilógico momento. Otra hora más pasa, la una de la madrugada es lo que me marca el reloj cerca de mi cama. Y quiero dormir. Maldición, quiero dormir. Pero tu recuerdo, tus palabras, tu sonrisa, tu bello rostro, todo de ti hace que no pueda hacer nada más que darle vueltas y vueltas al colchón. Y es tan frustrante. Con tan sólo pensar en tu nombre me trae miles de emociones que florecen en mi interior, todo mi cuerpo comienza a quemar y mi respiración empieza a fallar. ¿Es esto a lo que todos llaman amor? Sólo esa pregunta me bastó para dejarme perder en otra hora más, y pronto se hacen las dos de la madrugada. Ya estoy frustrado, no consigo dejarte de lado y mucho menos encontrar el sueño tan anhelado. Suspiro otra vez, ¿cuántas veces van yendo?, ya no lo sé ni me interesa, sólo quiero dormir. Pero ahí estás otra vez, atacando cada célula de mi ser con tu bella sonrisa grabada hasta en lo más profundo de mi memoria. Y sonrió sin razón, dejando escapar otra hora en la que sólo he pensado en lo bella que es tu sonrisa, esa que quisiera algún día me regales a mí. Tres de la madrugada, maldición. Si antes estaba frustrado, ahora estoy peor. Me siento en la cama mientras quejidos abandonan mis labios, empiezo a desordenar mi cabello y opto por quitarme la camiseta para intentar respirar mejor. Dios, me estoy sofocando y sólo el calor corporal aumenta. Por favor, necesito oxígeno urgente. Mi cabeza ya da vueltas y sólo puedo sentir fuego por mis venas. Entonces tomo el móvil y entro a Instagram. Te ves tan hermosa como el primer día en el que te conocí. Sonrio para mí, bajando y bajando más hasta llegar a la primera. Veo la hora, cinco de la madrugada. Vaya, dejé escapar dos horas más por tu culpa. Vuelvo a suspirar rendido mientras me acomodo entre mis sábanas, respirando al fin. Y ahora siento que, de una buena maldita vez, puedo dormir en paz.
Y justo cuando consigue conciliar el sueño, se debe tener que levantar (????) Me gustan estos insomnios provocados por alguien más. Esto que no lo deja dormir y curiosamente, al ver sus redes sociales ¿Consigue paz o sólo es un placebo? Un poco masoquista, que justo para olvidar, es el peor remedio. ¡Un abrazo!
