Song-fic Último vals

Relato escrito para la actividad Una canción, un drabble: Edición Xtrema

Último Vals

Contenido oculto: Danse Macabre

Era una día triste y frío, aquel hombre de mirada profunda observó el reloj que se alzaba en lo alto de un edificio; un reloj inalcanzable como las mismas estrellas. Suspiró sin saber si fue por cansancio, melancolía o por otra cosa.

A su mente llegó un recuerdo. La primera vez que la vio su cuerpo se paralizó, su hermosura era inigualable, como si su cuerpo hubiera sido tallado por los mismísimo ángel, había quedado hechizado por sus radiantes ojos y su elegante porte. Era la primera vez en que el amor tocó su corazón.

El aire sopló ligeramente, forzando a regresar a la realidad, escondió sus manos en los bolsillos en un intento de calentarlos.

Su vida nunca fue afortunada, sin embargo vivió momentos maravillosos como los que ni en su más tierna infancia imaginó podría tener. Por fin pudo probar el fruto de lo que era la verdadera felicidad, al lado de esa dama era el hombre más afortunado. Su sonrisa era más que suficiente para continuar luchando, y por primera vez, su alma se sintió regocijada.

Cerró los ojos al escuchar la música y su cuerpo comenzó a bailar por las nevadas calles. Levantó los brazos e imaginó que la tenía a su lado y la música invadió todo su cuerpo, subiendo la melodía hasta su corazón. Dio una vuelta, dio otra vuelta y muchas más mientras sus pies se deslizaban de un extremo a otro al son de los acordes. Ese momento era tan vivido que su rostro reflejó felicidad, realmente la sentía en sus brazos, su olor, su voz, sus respiración y sus movimientos.

La calle se convirtió en un salón de baile. Continuó bailando hasta que llegó la calma y la primera lágrima de muchas resbaló por su mejilla. Todo había llegado a su fin.

No era un hombre perfecto, ni lo fue ni lo sería; estaba lleno de muchos defectos y por mucho tiempo maldijo la misma vida, renegando su existencia y ahora, no era la excepción, pero por una extraña razón, no podía odiarla más, al contrario, a pesar de su sufrimiento interno, aquellos bellos recuerdos guardados cauterizados en su alma eran para agradecer.

Abrió los ojos para darse cuenta como un grupo de personas se había reunido a su alrededor, quizá al ser llamados por su baile; claro, para los demás aquello había sido solo un espectáculo, pero estaba bien, fue un maravilloso regalo para los espectadores. Dibujó media sonrisa al levantar la vista; porque donde fuera que ella estuviera en ese momento, le regalaba ese último vals.

El aire comenzó a descender, las nubes grisáceas de la mañana no habían desaparecido y no habían dejado pasar los rayos del sol y los copos de nieve comenzaba a caer uno a uno, era un día melancólico, pero estaba bien, no había visto un día más perfecto para él que ese, ya vendrían mucho mejores.

Volvió a mirar el reloj, las manecillas habían avanzado, indicando que era la hora de despertar de ese profundo sueño. Volvió a su camino dejando atrás las huellas que dejaba en la nieve al igual que su corazón desolado y, con un sabor de boca amargo comprendió que sería la última danza que ambos tendrían.