Egin Me alejé de los puestos antes mencionados con las Ascuas en mis manos. Aunque no me molesté en contarlas para saber si estaban todas las que me dijeron que me darían, tenía claro que era una cantidad bastante generosa por parte de los comerciantes. Se ve que apreciaban bastante el tipo de productos que les acerqué, por lo que consideré ir a hacer recolecciones en un futuro. Tal vez cuando terminara de ayudar a Artemisa. Recorrí el refugio mirando en todas direcciones, buscando al pequeño Crimson. Le vi no muy lejos del último del lugar donde nos vimos. Me acerqué a él casi trotando, pues la cantidad de dinero que había hecho en el mercado me había entusiasmado. Estaba seguro de que el chiquillo se podría contento. —Hola, Crimson —saludé—. Tengo algo para ti. Tomé una de sus manos, igual que la vez anterior, y dejé caer sobre ella unas cuántas ascuas. Al instante me di cuenta que se nos iban a caer al suelo, así que le pedí que la juntara con la otra y las pusiera en forma de cuenco. Cuando me hizo caso, le entregué todas las Ascuas con éxito, sin que ninguna tocara la tierra. —Todo esto es para ti —dije, casi con una sonrisa. Era la primera vez que tenía una sensación así desde que desperté siendo un Elegido—. Son cuarenta y cinco Ascuas, creo que con eso podrás hacer bastante. Tengo la esperanza de que todo saldrá bien para ti y los tuyos —afirmé con seguridad—. Pero no me puedo quedar a hablar, tengo que hacerle un favor a alguien. Me despedí de él con una palmada en su hombro. Me quemé la mano un poco, pero no importó. Me fui del lugar, en dirección a la Muralla.
Crimson quedó impactado al sentir tantas monedas en sus manos. Quedó callado, mudo, tragando saliva. Hasta que, al final, apretó con fuerza las garras y dijo, con una sonrisa y agachando levemente la cabeza. —... gracias muchas doy te, compañero. Esto podré con comprar armas muchas. Necesito solo apoyo gente de... con poco un más varelkrafts de fuera de me apoyen que, quizá algo lograr podría. El refugio aún no subirá de nivel. Se requieren más NPC en la zona.
Espella Después de firmar el "contrato" con la Orden de Seider, abandoné el Templo. Quería dar una vuelta y ver qué podía encontrar. De momento no tenía intención de volver al castillo de Verghal. Así pues, podía reanudar la exploración del camino de los fieles que había dejado a medias. Aparecí en el pozo del Refugio Varelkraft, aquel lugar asqueroso que me recordaba que había fallado en mi cometido de hacerme la héroe de esa especie, puesto que Egin me había robado tsk. Sin ganas de estar aquí, me dirigí a la muralla.
Zuko Llegué a través del pozo a un asentamiento Varelkraft. No había enfrentado asiduamente a estas criaturas, de modo que no sabía qué tanto podían ofrecerme, pero había oído de los otros elegidos que podías venderle objetos por un precio interesante. Tenía madera y cuernos que no usaría para nada, estaba bien saberlo. Cuanto antes acabase los preparativos, antes podría largarme de vuelta al bosque.
Kiri Ya casi estaba terminando: lo último que me faltaba por comprar eran los puños que le había visto llevar a Zuko la última vez: eran férreos y resistentes, seguro que resultaba muy útil llevarlos, aunque pesaran. Y por la forma que tenían, parecían ser productos Varelkraft. Fui así a su refugio, a ver si podía comprarlos.
Egin Emergí del Pozo del asentamiento. Miré un poco a mí alrededor, para comprobar que todo estuviese bien en estas tierras. Pude notar que las criaturas del lugar estaban llevando vidas normales, si es que esa era la palabra correcta. Vi a Crimson andando por ahí. Desde que le dejé todas aquellas Ascuas se lo veía un poco más animado, menos preocupado por la falta de dinero. Verlo así hizo que me sintiera un poco contento, pero no había tiempo para detenerse a charlar. Me fui del lugar en dirección a la muralla de cadáveres.
Egin Resurgí de la muerte en el último Pozo que había utilizado, aquel que se encontraba en el asentamiento de los Varelkraft. Las cosas no habían cambiado mucho desde la última vez que visité este lugar, el pequeñín con voz de hombretón, Crimson, seguía merodeando por ahí, al parecer no le estaba yendo muy bien con las cosas en su pueblo, pues no se notaba ningún cambio importante en el lugar. Me recordaba bastante a mí, que, tras enfrentarme a los horrores de un Vástago Marino y su molesta sombra, terminé muriendo por una simple pantera salida de por ahí. Morir de una forma tan ridícula me avergonzaba y entristecía, porque sentía que estaba decepcionando a Artemisa. —No soy merecedor de tu Cetro, Diosa —dije bajando la cabeza—. Pero juro que haré que se enorgullezca. Con esto mente, volví a meterme en el pozo para viajar hacia el Templo de los Dioses.
Kiri Tras hacer la cosa esa con el Oráculo, volví por un pozo al refugio de los Varelkraft. Agh, los detestaba, pero al menos uno de los que allí estaban ofrecía un interesante servicio. A cambio de armas, daba municiones para arcos, fusiles, ballestas y demás. Y vaya si me venía bien. Lo busqué rápidamente con la mirada y le tendí una lanza de los suyos, que obtuve al pulverizar a otro Varelkraft (ups...) y un arco corto. Entregar Lanza Varelkraft (por balas) y Arco Corto (por flechas) a Gurt.
El varelkraft tomó las armas entre sus manos, sonriente. —Je. Un arco humano de mierda, y una lanza de los míos, ¿eh? Qué curioso, y pretendes que te dé algo por esto. Vaya humano más indecente eres, ¿no? Solo me entran ganas, más bien, de... rajarte el cuello. Tomó con velocidad un cuchillo y lo puso en su cuello. Pero pronto empezó a reír. —¡Ja, ja, ja! Es broma. ¿Te ha hecho gracia? Vamos, no te lo tomes a mal. Tomar el pelo a los humanos es divertido. Tú matas a algunos de los míos, y yo te doy un susto, ¿no? Es justo. >> De todas formas, me da igual lo que hagas con los de mi especie, por cierto. Ten, quédate esta munición. Más que justo el trato, si me lo permites. La próxima vez tráeme algo más interesante, ¿quieres? Como un arma legendaria de un rey olvidado, o algo así. Je. +20 flechas de madera +10 balas de fuego +10 balas candentes +10 balas de plomo