Long-fic de Inuyasha - Él no cambia

Tema en 'Inuyasha, Ranma y Rinne' iniciado por Kourei, 17 Septiembre 2010.

  1.  
    A Escarlata Taisho

    A Escarlata Taisho Brujo De Las Dimenciones

    Cáncer
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    esta muy bueno tu fic no puedo ceer que kikyo les este ayudando en su relacion, tambien que haya ayudado a desaparecer el tatuaje de luna y solo tengo una duda que pasara cuando despierte kagome, que hara inuyasha como reacionara kagome al ver que inuyasha la esta besando estoy tan ancioso por que haya conti porque esta muy interesante tu fic desde que comemce a leer no he parado de leeer me hubiera gustado comentar ayer mismo pero un dia despues no es malo

    cuidate y esperamos conti pronto porfa
     
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  2.  
    AnnaY

    AnnaY Entusiasta

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    bueno, comenzemos... ME ENCANTOO jajaja pobre kagome no se la creia pensaba que era solo uno mas de sus sueños jejee y luego me gusto la forma en que "comprobo" si era un sueño jeje... ademas me gusto eso de que las hijas de miroku hisieran los dibujos sobre inu y kag jeje y si, miroku se gano el puñetazo... bueno en fin muy buen capitulo... y la verdad es que QUIERO MAS jajaj hasta el proximo capitulo!! sayooooo!!
     
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  3.  
    rominazs

    rominazs Iniciado

    Sagitario
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    Wow! Me reí, recontra reí imaginándome la escena xd
    InuYasha más rojo que su traje y Kagome <tragame tierra>, creo que ya es hora que se suelten y que sigan sus impulsos.
    Que saquen todo lo que sienten. En mi pais, se dice: Sacar el FUAA.
    Me encanto, no estoy decepcionada para nada, solo que lo dejas en la mejor parte xd
    Y eso duele :C
    Estaré muy atenta con tu nuevo proyecto "Galletas", apenas lo tengas me avisas :3
    Sé que será tan bueno como este. >.<
    Pedidos: Hijos (como ya te dije) y una hermosa declaración de ambos, sé que InuYasha no es el romanticón por excelencia pero algo que nos impresione, muy al estilo InuYasha.
    Pd: Te suplico, imploro *me tiro al piso* no te demores tanto, el 14 es mi cumpleaños :B (xd)
    Y aquí el final de mi mensaje para que no te aburras tanto leyendo: Te felicito, de verdad.
    Y por los momentos divertidos que Me has dado, GRACIAS! C:
     
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  4.  
    Kourei

    Kourei Acosando a Gray-sama (kagome-chan) ;D

    Tauro
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    Título:
    Él no cambia
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    12
     
    Palabras:
    4174
    Título:Él no cambia

    Sumary:Al término del manga. Después de tres años de no verse por fin se reencuentran. Pero las cosas no son como las imaginaba Kagome, todo por un estúpidamente tímido semi-demonio. To seguía como antes, porque él no cambia…

    Ranking:K+

    Género:Romance/Humor/Comedia/Drama

    Advertencia/Recomendación:Quizás un poco de OoC en Kikyou, pero era necesario.

    Cantidad de palabras:4,032 (¿Largo?)

    Disclamer:InuYasha sí es mío. Solo que los derechos de autor, legales y demás son de su amada creadora Rumiko Takahashi… sólo es cuestión de esperar 50 años para que él pase al dominio público y lo haré completamente mío (O.o?)

    .

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    .

    Heridas dulces

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    .

    Amigo. Palabra más triste y preciada a la vez que se agotaba. Pronunciada en sus labios parecía algo tan eterno y profundo como el significado de la vida misma, ganando la mar de significados concretos y simples rumores de la gente que la decía interpretar. Letras que se desgastaban con la velocidad de una galaxia al cumplir su año en el universo...

    Te quiero, pero no te amo. No tengas miedo de lastimarme...

    Odiaba tanto esas letras que sentía el rencor bullendo dentro de hasta de sus huesos. Si por él fuera estaría dispuesto a eliminar la conjunción de aquellas letras sólo por temor a escucharlas juntas de nuevo, pronunciando la inevitable sentencia de un final indigno a la historia que creía debía tener en su vida.

    Algo finalmente feliz...

    InuYasha...—Murmuró suave, mientras él dejaba de sentir el mundo a su alrededor por solo saber que ella lo musitaba todo con una sonrisa. —...creo que está lloviendo...

    Sí, está lloviendo. —Y él, contra toda razón o circunstancia en su mente la apegó más a su cuerpo, dejando caer silenciosas lágrimas que se confundieron con la repentina lluvia que azotó a ambos cuerpos. Kagome hizo un amago de removerse pero el ambarino no la dejó ir un solo momento, no tenía ganas de hacerlo. Con dicha confesión sobre su relación sentía que, desde que la soltara, ya no habría vuelta atrás y la vida se volvería un vacío interminable a su lado.

    ¿Porque ella le habría dicho tal cosa? Desde que hablara con Miroku se suponía que entendía perfectamente que, fuera lo que fuera, Kagome sentía algo por él. Poco después fue el tatuaje y su significado, temía lastimarla preguntando tal cosa y de cierto modo era una excusa para evitar confesar la verdad de lo que sentía.

    Y ahí estaba uno de los embrollos más difíciles de su asunto.

    Exactamente, ¿Que sentía InuYasha por Kagome? Cuando ella lo llamó "amigo" la palabra no agradó mucho, pero por alguna razón era incapaz de desmentirla. Si se supone que había empezado a comprender los sentimientos humanos como cariño y amor...

    ¿Porque había pensado en amor al examinarla a ella?

    Las emociones eran fuertes, pero quizás y debido a su inexperiencia no había pensado que esos sentimientos no eran tan fuertes para llamarse amor, tal y como Miroku lo había dicho.

    Los músculos de su cuerpo se tensaron al sentir una delicada mano sobre su mejilla derecha. La belleza de un rostro suavemente perfilado con piel pulcramente brillante bajo la luz de luna y exquisitos ojos color chocolate se aproximó a su rostro, encendiéndole las mejillas con tonos que superaban al carmín. Y es que ¿cómo no estar tan nervioso si ella le miraba con esa expresión de agobio y ternura? Como si lo intentara consolar, aún cuando ella también llevaba sus mejillas de tonos exorbitantemente rojos. —InuYasha, ¿Nos vamos?

    Los labios de color rosa se le antojaron por un momento estar escupiendo veneno en su más puro estado, y su lengua transformarse en la espada filosa que se adentraba profundo en las heridas más hirientes del alma.

    Casi tan doloroso como era respirar el agua que le estaba atragantando debido a su descuido.

    InuYasha tosió con fuerza, intentando adaptar su garganta a recuperar el aire impedido por el flujo del agua continua a través de sus orificios nasales. Suspiró profundo, recuperando el aliento y sin ganas de reprocharse, así había estado de distraído desde hace un buen tiempo. — ¿Estás bien? —Comentó con autentica preocupación la sombra a su lado que distinguió como el pervertido pelinegro que lo acompañó al río desde la mañana. —InuYasha, sabes que no es mi gusto ser metiche pero...

    —Pero el instinto de vieja chismosa te domina...—Masculló furioso. Extraño el gesto que se impregnó en su rostro en esta ocasión, punzando la curiosidad y angustia de su amigo al verlo en tal estado.

    —Tú no enojo no es como el de siempre...—Empezó con tono serio. —Es algo más agresivo, real. Y estás tan distraído que ni te diste cuenta de cuando empezabas a hundirte en esa extraña forma tuya de bañarte...

    — ¡Cállate Miroku! —Grito con una sombra en su voz de rencor y dolor. El pelinegro le miró con algo en sus ojos que iba más allá de la seriedad o la burla, algo indescifrable que habitaba en cada uno de los seres humanos desde que comenzaban a conocer las malditas emociones.

    Meditó un segundo si debía marcharse o quedarse y dejar proseguir a aquello que presentía aproximarse en esas jodidas expresiones de su amigo. Si, detestaba ser el blanco de ese estado extraño de los humanos que tanto fastidio le traía. Era insoportable conocer que aquél brillo, signo o lo que sea que fuera que detectaba en ocasiones era el saber la emoción que se manifestaba en ese momento: confusión.

    Una mezcla entre el miedo, temor, soledad, amor, cariño, odio y cualquier cosa que se le quisiera unir en perfecto balance evocando a un simple y único estado del sujeto. Lo aborrecía, esa misma cosa que últimamente veía en Kagome al acercarse él, incapaz de visualizar una mínima pista en sus ojos de caramelo. —InuYasha, ¿me estas escuchando?

    — ¿Eh?

    —Lo sabía —Resopló con fastidio Miroku. — ¿Lo ves? —Sus ojos se oscurecieron un poco, denotando la pose de convalecencia que adquirió el ambarino aún tendido a flote sobre la superficie del agua en que lo encontró. —Si no te conociera juraría que deseabas morir hace unos momentos...

    —No digas tonterías. —Murmuró, tratando de convencerse que estaba diciendo la verdad. ¿Morir? No lo buscaba pero ciertamente la idea resultaba nada desagradable en esos instantes. Sonrió con desgana, intentando sinceramente mantener la cordura de su mente y corazón, acallar todo lo que quería gritar y contar pero guardaría por propio orgullo.

    —Desde la noche en que llovió, no has parado de pensar y agobiarte...

    Un mudo silencio fue la magnánima respuesta. Al menos, fue mejor que la ocasión en que le soltó un puñetazo en plena cara, pensó el monje... al menos eso creyó hasta ver ese ininteligible estado de trance en que parecían haber caído los ojos de su albino acompañante.

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    Los ojos le sopesaban mucho más de lo normal mientras pequeños espasmos le cerraban los parpados. Esa noche no había logrado dormir, solo soñar. Soñar despierta en todos los días que ahora tendría que verlo con ese caótico sentimiento de inconformidad, ser simplemente una joven que lo había dejado todo en su cómodo y pacifico mundo del futuro a cambio de arriesgar su vida y nunca volver a tener la oportunidad de ser correspondida. ¿Acaso se le olvidaba algo?

    Y sin quererlo o pedirlo nuevas gotas salinas brotaron de sus enrojecidos ojos, dándole el aspecto fatal que daba término al pésimo momento de su vida. Ya hace horas que a sus pies llevaba un mar de lágrimas desde que tuvo que apartarse de él esa noche.

    Y como lo recordaba.

    Por orgullo, por amor, propio, por un sinfín de pretextos y excusas más aguantó las ganas de derramar su tristeza hasta que ambos estuvieron de pie, unidos en un abrazo amargo que se deshizo en cuanto entraron a la casa. No a su hogar. Simplemente ridículo.

    Poco a poco el escozor y los pálpitos profundos le obligaron a cerrar sus ojos, permitiéndole después de tantas horas soñar con un blanco profundo e inmenso, donde una sombra de cabellos negros le tendió la mano y llamó por su nombre. —Kagome…—Murmuró con verdadera dulzura.

    — ¿Kikyou?

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    Es un idilio el pensar que los sentimientos no existieran en este mundo. Sin ellos, definitivamente las cosas marcharían con todo orgullo, sin tropiezos.

    Las personas no sentirían rencores, así que no habría despiadados enemigos que quisieran conquistar al mundo, robarte a la persona que amas o envidiaría e intentaría destruir tus lazos afectivos. Los hombres no robarían por sentimentalismos ante quedarse sin dinero o comida, no se enfadarían tan fácilmente o proclamarían las cosas como de su propiedad. Y las mujeres…

    Por el Dios que estuviera escuchándolo allá en los cielos, no serían tan complicadas.

    No tendría que sentir ese hueco en su estómago cada vez que ella le regalaba una sonrisa, ni la sangre bullendo cuando Miroku se propasaba, según él en broma con sus mal intencionadas palabras y mucho menos se acumularían tantos amargos nudos en su garganta al verla y no saber ni que pensar.

    ¿Qué sentía exactamente por Kagome?

    No quiso ni intentar contestar esa pregunta en su mente. Traería tantos cambios desconocidos que prefería quedarse tal y como estaba. Prefería ignorar a la débil vocecita que musitaba cobarde en su mente, una y otra vez.

    Soltó un suspiro, meneando la cabeza para intentar disipar la realidad que en esos precisos instantes no quería ni ver. Escapar. Esa era la solución que tenía años dándole a los problemas de esa índole. Sentimentalismos, emociones y cualquier cosa que tuviera que ver con ello en su momento los había considerado una debilidad; y en el presente seguía viéndolos de esa manera.

    Dio un respingo, soltando la furia. La situación lo tenía tan tenso como si pudiera ser en realidad algo concreto y de piedra, cargando todo su peso en la espalda. Con completa alevosía y ventaja.

    Su mente estaba hecha un caos. Entre saber y no saber que era realmente lo que sentía por su auto nombrada amiga su, al parecer peor enemigo, le había dicho una frase de lo más inesperada y que lo había puesto peor. Algo que le caló los oídos, negando el creer que pudiera ser verdad.

    Tú no la quieres, InuYasha…

    Eso había dicho Miroku, justo después de que cerrara los ojos. El muy malditamente cobarde huyó antes de que a la velocidad del rayo abriera los ojos. Técnica secreta, fase de escape del monje completada. Bufó inminentemente con un mayor volumen del acostumbrado, volviendo a cerrar los ojos al acto antes de sentir un aura demoniaca emanar de los mismos.

    ¡Lo detestaba! ¡Lo odiaba todo y a todos! ¡Le gritaría en la cara a Kagome que la quería lejos de su vista por siempre si eso le quitaba el malestar que tenía!

    Esas palabras… Habían dado en el punto, pero aún no se enteraba de que rayos. Primero tuvo el impulso de sermonearle que sus mentiras lo fastidiaban pero pensándolo bien ni siquiera tenía las ganas de replicarle porque a ciencia cierta no lo sentía tan seguro.

    No, no quería pensar que no la quería porque lo que jodidamente había desarrollado por la pelinegra en su pecho era bueno, pero…

    ¿Por qué no se sentía capaz de gritarlo en su cara?

    —Debe ser porque tu no la quieres… —Murmuró una suave voz de mujer, alertándolo por ese tan conocido tono de burla. La última vez que lo había escuchado fue hace un muy, muy lejano tiempo y no había sido agradable en ese instante.

    Con recelo abrió sus ojos, arrepintiéndose en el acto porque ya creía estar viendo alucinaciones. Definitivamente el pensar en exceso no era lo suyo, porque el cansancio mental traía jugarretas pesadas. Esa voz suavemente cargada de cinismo y cruda sinceridad, acompasando los ojos de color miel que le veían con alguna ilusión en el fondo. Aquella frente a sí le miró con dulzura, aunque no pudo reprimir la sonrisa de autosuficiencia y burla, característica de su temperamento.

    —Tú…—Masculló sin palabras. Fue la única que logró salir en el tumulto de ellas que se atragantaban en su garganta.

    — ¿Qué te pasa InuYasha? —Musitó ensanchando su sonrisa. —Parece que has visto un fantasma…

    InuYasha frunció el ceño, dando espacio a que ella se sentara a su lado. La ironía le molestaba demasiado porque precisamente daba en el blanco. Estaba viendo un fantasma…

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    Sus labios cayeron en un rictus demasiado rígido e incomodo para su gusto. Entreabiertos levemente dejaron traspasar un poco de aire que sintió punzante en su garganta, se obligó rápidamente a pensar, llegando rápidamente el sentimiento de que debía dejar de verse tan tonta e incrédula.

    La hermosa mujer frente a sus ojos sonrió con algo de sorna, posando la mano derecha sobre sus labios en una extraña mueca. Parpadeó dos veces más antes de comprender que ese gesto se debía a estar soportando la risa de su actitud. Bueno, no era para tanto. Frunció el ceño mientras se dedicaba a fulminarla con la mirada, aunque no le pareció importar. —Kagome, de todas las reacciones que esperaba nunca imaginé esta.

    —Es normal si estoy a punto de dormir y cuando abro los ojos…—Se detuvo un segundo. Estaba molesta, y mucho más que molesta. ¡Furiosa! Se mordió la lengua, acallando la sarta de insultos que se le venían a la mente pero ella no merecía simple y sencillamente porque no había hecho nada… aún. —Bueno, tú ya sabes a que me refiero Kikyou…

    Carraspeó, sonriendo nerviosamente por sus actitudes infantiles después de todo. Ah, sí se ponía a pensarlo esa fue una de las más contrastantes características entre las dos. Seriedad contra impetuosidad, amabilidad fría contra heridas dulces; y a pesar de que las dos tenían en común tantos otros comportamientos no siempre actuaban de la misma manera bajo la misma situación.

    Pero… Alzó la mirada para detallar que ella la veía con curiosidad, sin ápice de malos sentimientos.

    No quiso reprimir la traviesa sonrisa que nació en sus labios, porque… Kikyou había ido a visitarla¿o no?

    — ¡Kikyou! —Gritó a todo pulmón la pelinegra menor, expulsando en el viento todas sus afables emociones. Había tardado en darse cuenta demasiado.

    Por eso la sacerdotisa del pasado no podía pelear ni maldecir el momento en que la primera gritó su nombre y se lanzó enardecida en una corta carrera hasta su cuerpo. Y menos podía quejarse de su cálido cuerpo apresando uno más desarrollado y que clamaba por un poco de espacio personal.

    Sorprendida, conmocionada, pero sobre todo aplastada intentó apartarla delicadamente sin que se viera eso como un bruto rechazo hacia el afecto. —Creí que no te volvería a ver. ¿Qué haces aquí? —Ronroneó con un puchero, frotando su cabeza contra el pecho de la joven. La mayor sonrió, dejándose llevar por la situación y acarició su cabello de manera maternal. Era lo más extraño, raro e inusual que había pasado, pero recordó que Kagome solía darle la vuelta a sus expectativas.

    —Pues verás…—Ensanchó su sonrisa. —Ahí estaba yo, muy tranquila en el descanso eterno mirando como transcurrían las cosas del mundo real…—Kagome le miró algo desconcertada al escuchar un poco de ironía en la dulce voz. Quizás mientras la conociera no era fácil escucharle expresarse así, pero era confortable ver que era muy feliz. Asintió, correspondiendo al contacto directo de miradas. —…Fue entonces cuando vi a dos personas muy, pero muy problemáticas. —Algo sonrosada por entender esas "dos personas" desvió la mirada.

    —Es que…

    —Tranquila. —Silenció. —No he venido a reclamar, sino a ayudarlos.

    — ¿Cuál es tu razón? —Cuestionó curiosa.

    —La esencia de mi alma fue purificada, pero aún así algunas de las almas que tienes dentro me pertenecen, teóricamente. —Kagome nuevamente asintió, esperando oír su hipótesis. —Así que si tu interior es un caos, esta parte de mí reacciona y no me deja tranquila.

    Y su mirada se ensombreció un poco. La verdad esperaba alguna razón más simple como la que había planteado al principio pero al fin y acabo resultaba mejor. Una delicada mano se posó sobre su barbilla, instándole a verla directamente con aquellos ojos profundamente bondadosos. Maravillas debía hacer el descanso eterno porque ella se miraba tan radiante, libre. Como le hubiera gustado a ella ser libre también.

    —Sé cómo te has sentido, ya que lo vivo contigo. —Susurró, llamando toda la atención de la chica. —Pero debo decirte que hay algo que te ha ocultado InuYasha y que provoca estos conflictos.

    — ¿Cuáles? —Respondió herida, con sorna. Olvidándose un momento que no debía desquitar su furia contenida con quien venía a apoyarle. —Yo ya entendí que soy su amiga. —Masculló con ira. Kikyou le observó incrédula unos segundos antes de darse cuenta quela persona estúpidamente más ingenua del mundo no era solo uno, sino dos. Vaya líos en los que se metía.

    —Él no te quiere…—Y fue el turno de Kagome de contemplarla incrédula. —Él te ama. —Y sonrió, mostrando cada musculo del rostro en un perfecto trabajo al recrear la bella sonrisa que siempre imaginó, tendría al estar con vida. —No me mires así, que yo lo conozco…

    —P-Pero…—Intentó replicar, pero con un dedo sobre sus labios Kikyou la silenció. E inmediatamente señaló un lugar, un espacio en blanco donde una especie de ventana al exterior donde se veía claramente a una persona enfurruñada, junto a un árbol.

    — ¿InuYasha?

    Kikyou sonrió, posando un dedo sobre sus labios antes de exclamar: —Piensa en esto como pago por permitirme volver…—La pelinegra más joven solo le miró confundida, antes de caer en un profundo sueño. —Yo me encargaré de todo.

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    Los tensos segundos en los que ella se había colocado a su lado no cesaban, haciéndose cada vez más inminente el paso del tiempo en el ambarino. ¿No existía el modo de manejar el flujo del tiempo? Porque, aun si implicaba un arduo y complicado entrenamiento de muchos años, al borde la muerte él aceptaría con gusto. Todo con tal de no aguantar esos tediosos segundos que se le figuraban en horas. Kikyou había aparecido frente a él hace un rato y le había ordenado, sí, ordenado sin darle tiempo a replicar, que fuera a la cabaña que compartía con Kagome. —InuYasha… —Le escuchó decir, con voz calma.

    —Nunca imaginé verte otra vez, y menos de este modo Kikyou. —Soltó algo rudo, pero culminando con una sonrisa. ¡Feh! Para su desgracia ella no era culpable de su mal humor y no podía desquitarse tan a gusto como lo haría con el pequeño y enano zorro Shippou o el peor enemigo de su vida, Miroku. —Pero me alegra. —Creyó escuchar un suspiro resignado de parte de ella, pero lo ignoró.

    —En verdad que no ocupas un empujón, sino que te tiren al acantilado…—Susurró, acallándose discretamente al momento.

    — ¿Qué has dicho?

    — ¿Qué es lo que le escondes a Kagome? —Respondió directa, sonriendo al ver atragantarse en su sitio al orgulloso y engreído de su antiguo amor. Y de paso evadiendo la respuesta, no fuera que lo arruinara todo.

    —No sabes nada, no puedes hablar… —Contestó a la defensiva, sintiendo el calor de sus mejillas elevarse al ver ese bello rostro que adoró por tanto tiempo acercarse. Sigilosa, cuidando y calculando cada movimiento hasta quedar a milímetros de sus labios. Tragó en seco al percibir ese brillo malicioso al fondo de sus pupilas, anticipando algo malo. Claro, para él. —Kikyou…

    —InuYasha—Susurró, acercándose aún más y jactándose por dentro de ponerlo tan nervioso. No estaba ahí precisamente por eso, pero vaya que era divertido burlarse un poco del siempre ingenuo ambarino. Aunque cuando él hizo ademán de querer alejarse se dijo que era tiempo de actuar. —Tengo la cura. —Sonrió.

    — ¿¡De verdad!? —Exclamó, sin ponerse a medir sus movimientos. No había notado que ella bajaba la mirada a sus labios y se obligó a controlarse. ¿Qué sería lo que quería ella al tenerlo así?

    —Sí. Confía en mí. —Y entonces, ella cerró los ojos, acortando la distancia hasta quedar sus alientos rozando. Un simple movimiento más y estarían dándose un beso… ¿¡Pero qué rayos pasaba!? —Tranquilo, no voy a besarte. —Acotó ella la verlo tan tenso, pero enseguida una sonrisa de burla se extendió y nada lo preparó para lo siguiente que vino. —Pero ella sí…

    Y sin mayor aviso la silueta de Kikyou se borró frente a sus ojos, dejando a la vista el cuerpo de su reencarnación que cayó al frente, justo sobre sus labios y dejándole totalmente anonadado.

    Me he llevado el sello que la lástima, eres libre de decirle lo que quieras…—Escuchó una dulce y armoniosa risa, al tiempo que enrojecía súbitamente. —InuYasha, sé feliz…

    La dejó irse, sin mayores resentimientos. Después de todo aún tenía sobre sus labios esa dulce e indescriptible textura de los labios de Kagome que sabían a pura miel. Con curiosidad empezó a mover los suyos sobre estos, maravillado del millar de mariposas revoloteando en su estómago y la sensación de no querer separarse nunca.

    Se sentía muy, pero muy bien. Tal vez, demasiado… Solo faltaba que Kagome recuperara la consciencia para probar cuando ella también moviera los labios.

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    El color era como un rojo brillante… ¿Cómo el de un tomate? No, más bien era rojo oscuro muy intenso y cada vez se ponía peor. ¿Carmín tal vez? Era la tonalidad que más se asemejaba, aunque con la poca luz de Luna que quedaba en instantes parecía ser guindo.

    Bueno, se dijo la chica, ya bastaba de estar adivinando el color del rostro frente al suyo.

    Con todo el pesar de su corazón debía abandonar el calor de esos labios tan dulces y volver a la realidad de la vida, una donde Kikyou acababa de decirle algo con lo que debería estar furiosa con la misma persona que le miraba como si estuviera dándole alguna clase de infarto o similar y con la que soñaba ahora mismo en un beso. —Bien es hora de terminar el sueño, Kagome… —Y sin ningún cuidado o delicadeza lanzó a la persona que mantuvo el contacto con ella por más de quince minutos. —Fue un bonito sueño…

    Bostezó un poco, entrecerrando la mirada. En verdad, cuanto le hubiera gustado que ese despertar tan abrupto, con InuYasha besando sus labios con ternura, hubiera sido real. Aunque no recordaba que en sus sueños ese medio-demonio se le quedara mirando como si no entendiera la situación ni su actitud.

    Acto seguido se pellizco el brazo izquierdo con una sonrisa. Sus hermosos ojos cafés seguían mirando a la figura de rojo que parecía de piedra por la nulidad de síntomas o movimientos de alguien con vida, esperando a que desapareciera como cada mañana. —K-Ka-gome—Escuchó un susurro ahogado, tampoco recordaba a InuYasha tímido, congelado como piedra y tan rojo como antes quiso adivinar. Hasta pareció decir con mucha dificultad aquella palabra.

    Loa ojos de ella se abrieron de manera inhumana. ¿Por qué no despertaba del sueño? Es decir, estaba dormida soñando un beso con el ambarino como siempre y al despertarse él desparecía…

    ¿Verdad?

    Entonces… ¿Por qué la ilusión no se iba?

    Quizás esta vez el sueño había sido demasiado profundo, o pudiera ser que se había enfermado de fiebre y aún deliraba en su cabaña, mientras sus amigos cuidaban de ella. Sí, algo así debía ser.

    Pero ese hombre de rojo la veía con ensoñación y un enorme rubor en su rostro. Parecía tan real que empezó por darle escalofríos. No era que le pareciera malo ni al contrario, pero ella lo había lanzado a un lado como un estorbo y…— ¡InuYasha! —Gritó con desesperación. El aludido pareció moverse un poco, aunque seguía sin dar señales de vida. — ¿¡Estoy despierta!? —Nuevamente gritó, con la vergüenza subiendo por cada poro de su piel, más en específico de su rostro compitiendo con el de él.

    No, eso no era cierto. Tenía que comprobarlo.

    Con paso inconsistente, pero muy veloz, se aproximó a él quien volvía encender su rostro con ese escandaloso rojo, boqueando como un pez pero sin emitir sonido alguno (Al menos de los coherentes) —InuYasha, si quiero saber si es un sueño tengo que hacerlo…—Mencionó, pidiendo permiso. Con seriedad inusitada tomó el rostro varonil entre sus manos, hasta que por fin el ser inerte se dignó a hablar.

    —Kagome, ¿Qué vas…?

    Y antes de terminar la oración ella le besó.

    Fue un contacto suave, tierno y casto pero que removió demasiados sentimientos. InuYasha casi explotaba de la sangre que se le fue a la cabeza ante lo imposible del escenario, Kagome se separó mirándolo con terror y vergüenza en su estado más puro. Lo pellizco de la mejilla, aún incrédula y luego dio un paso atrás.

    ¡Estaba despierta! ¡Y peor, lo acababa de besar! En cuestión de segundos la chica se desmayó.

    Y como si se hubieran puesto de acuerdo, el ambarino la secundó.

    OoOoOoOoOoO

    N/Kou: ¡Ta da!
     
    Última edición: 6 Julio 2014
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    rominazs

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    Nunca me habían dedicado un capítulo, te lo agradezco. :oops:
    Es un honor:3
    Me encantó, lucho, tartamudeó y al final lo soltó, a medias, pero lo soltó.
    De verdad quiero un: Te amo♥
    Que le diga lo que le dijo a Shikon no Tama, fue algo como: "Ella me enseño a confiar en los demás. a hacer amigos, siempre estuvo a mi lado e incluso lloró por mí. Ella nació para mí y yo para ella. Estábamos destinados a estar juntos..♥"
    Sé que suena algo cursi, bueno mucho pero puede ser en un momento en que este cansado de no poder decirlo y FUAAAA lo saca todo xd
    Kagome siempre será Kagome, creo que sí lo hubiera hecho :B
    Si así era ella a los 15 imagínate a los 19 (OMG!)
    Te vuelvo a felicitar y a agradecer por dedicarme el capítulo ha sido uno de los mejores regalos por mis 15 C:
    Pd: Te sigo pidiendo hijos xd
     
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  6.  
    AnnaY

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    -limpiandose las lagrimas- me has hecho llorar!!!! siii llore con este capitulo... esque... primero que si inuyasha le iba a decir sus sentimientos a aome... luego que la otra lo hecha a perder.. y despues que siempre si pero inuyasha se pone peor que un tartamudo y que lo regañan y que al final solo dice "me gustas" ahhh!!! inuyasha!!! has hecho que me acabe las uñas!!!! me pusiste realmente nerviosa... ;s.
    bueno, dejando de lado mis emociones, tuviste muchas faltas de ortografia :s en capitulos anteriores no habia pasado eso... :S ¿que te ha pasado? bueno en fin, me encanto el capitulo enserio..
    y quiero el proximo ya!!! jajajaja ok mmmm quiero que tengan hijos...
    porfis!!!
    bueno hasta la proxima, bye!
     
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  7.  
    A Escarlata Taisho

    A Escarlata Taisho Brujo De Las Dimenciones

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    Bueno que capitulo mas emocionante crei que al fin inuyasha le iva a decir a kagome que le ama pero un me gusta no estubo del todo mal tansiquiera a regaños lo dijo lo que importa es que lo dijo ahora ya me imagino que le pasara a miroku el dia de mañana cuando esponga las obras de arte para recordar lo ocurrido la noche anterior pero la parte que mas me encanto fue esta ¡Tú no matas a nadie hasta que te me declares! se nota que kagome espero mucho tiempo para escuchar esa decalracion y que ahora no vaya a ocurri por cualpa de ese hanyou y del monje pervertido iva a dejar que se le arruinara ese garan momento continualo pronto que estoy muy emocionado por saber que va a pasar
     
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  8.  
    Circe

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    ¡Hola iza-chan! Acá estoy, comentando por fin tu historia luego de leerla :D
    Bueno, me gustó aunque creo que falto un poco esa forma tuya de volver todo gracioso ¿sabes?
    Tienes una buena narración (que admito, a veces me confunde porque vas de un personaje al otro sin avisar pero eso es cosa mia ._.) , una buena descripción y una buena ortografía aunque a veces te confundes, errores de tipeo o acentos pero son aislados.
    La relación de Rin con Inuyasha y Miroku y Sango con sus hijas fue lo que más me gustó de toda la historia, espero que en el final haya mas de esto porque es muy divertido xD
    Me parece que exageraste un poco la timidez de Inuyasha y a Kagome, ¡se la pasaba llorando! Ya es demasiado, a veces la mujer tiene que tomar el mando y terminar el asunto. Por eso me gustó el ultimo capítulo, era necesario algo de acción y que Kagome haga algo interesante :3 Me causó mucha gracia cuando Miroku ordenó a todos que dibujasen xD Estoy segura que el último capítulo/epílogo será genial, espero que no tardes mucho en subirlo (¬¬) y que me avises :)
    En fin, me voy. ¡Saludos Iza!
     
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  9. JAJAJAJA
    Lo mandaría 5 metros bajo tierra asdfghjkl
    Un te amo *-*
    Me encanta la idea C:
    Kagome a los 19 es de armas tomar, ay! en lo que se metió Inuyasha xd
    Comerá tierra todos los días si es que se lo merece, claro.
     
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  10.  
    Kourei

    Kourei Acosando a Gray-sama (kagome-chan) ;D

    Tauro
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    Título:
    Él no cambia
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    12
     
    Palabras:
    6823
    Título:Él no cambia

    Sumary:Post-Manga. Aunque había abandonado su época y a su familia por estar con él, las cosas no son como Kagome las imaginaba. Todo por culpa de un estúpidamente tímido semi-demonio. Todo seguía como antes, porque él no cambia…

    Ranking:K+

    Género:Romance/Humor/Comedia/Drama

    Advertencia/Recomendación:Quizás un poco de OoC.

    Cantidad de palabras:6,375

    Disclamer:InuYasha sí es mío. Solo que los derechos de autor, legales y demás son de su amada creadora Rumiko Takahashi… Tan sólo es cuestión de esperar 50 años para que él pase al dominio público y lo haré completamente mío (O.o?)

    .

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    ¡Mil gracias por ser seguir a esta autora tan patitosa y su historia aún más patitosa, las amo, los amo con el corazón!

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    Capítulo Final: Algo así como una confesión

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    Con una venita sobre la frente a punto de explotar, él se cruzó de brazos, tratando con todo el fervor de su enfurecida alma no atacar a esas pequeñas dobles molestias. Clones del mal que insistían en mostrarles muy orgullosas aquellas aberrantes creaciones que le tenían tan exaltado como ahora.

    Por su culpa la aldea entera le dedicaba esas sonrisitas estúpidas de autosuficiencia al igual que los peores amigos de la historia, situados justo al frente, riendo como idiotas mientras empujaban a Kagome en su dirección, más roja que un tomate, el color carmín, el pimiento y la sangre juntos. Debía decir que los superaba por mucho.

    Las gemelas rieron ante la escena, aunque no la entendían. Sin darle importancia siguieron danzando con sus creaciones en la mano, dando vueltas sin parar, no dejaban de exhibirlas con orgullo puesto que ya habían notado que el perrito las seguía con una mirada divertida y escalofriante.

    El dúo molestias se sentó al frente, después de alentar (o más bien obligar) a la pelinegra a estar a su lado, causando que además de su mal humor, el ambarino compartiera ese tono rojizo imposible de comparar con las cosas rojas de la vida común. —InuYasha, ¿no tienes algo que decir? —Insinuó la castaña, con una sonrisa que Kagome catalogó como pícara y maliciosa. Se encogió aún más en su lugar. Nunca en su vida volvería a ver a su amiga de la misma manera…

    —Aún no lo puedo creer. —Exclamó el monje desde su sitio, en una esquina de la rustica cabaña de madera. —Vamos en un paseo familiar y nos encontramos con semejante indecencia…—El pelinegro cerró sus ojos, alzando sus manos ya agregó en tono melodramático, ignorando la ceja alzada de su amigo perro y su rostro que claramente le daba un mensaje de muerte. — ¿Quien lo diría? —Sango soltó una risa mal disimulada y las pequeñas gemelas dejaron de danzar para volver a mostrar con vanidad sus dibujos a su madre. — ¿Ven? —Señaló Miroku a sus pequeñas con una seriedad que ambos casi le creen.Casi. Podían imaginar cuanto estaban disfrutando de eso. —Mis pequeñas hasta han hecho dibujos de aquello que las traumatizó, sólo a ustedes se le ocurre.

    Sí, ese hombre ya lo sabía. Estaba cavando su propia tumba al ser tan cínico, pero este instante era más valioso que cualquier otra cosa que pudo llegar a vivir, simplemente por molestarlo. Pero por su honor de monje y prestigio como figura religiosa que no era solamente por eso…

    ¡Por Buda lo juraba!

    Miroku poseía un alma caritativa, aunque incluso su esposa lo dudase. Él comprendía a la perfección como es que aquellos jóvenes desencaminados no encontraban el sendero de luz que los llevaría a la felicidad y paz eterna, ah, el amor era algo realmente mágico ante sus vívidos y experimentados ojos azules y… ¿A quién engañaba? Era simplemente que ahora quería joder.

    Y es que sí, sólo a dos idiotas como ellos se les ocurría desmayarse con un beso.

    ¿Qué pasaría si tuvieran que pasar algo más entre ambos? Por Buda, quizás nunca llegaría a ver a sus sobrinitos…

    Meneó la cabeza en señal de negación mientras la castaña asentía, compartiendo sus pensamientos sobre aquellos dos. No, no era el momento de pensar en malhumorados bebés de tiernas orejas que fácilmente les quitarían de encima a sus "adorables" hijas cuando quisiera descansar. En el fondo sabía que, de ser necesario, tanto él como su mujer estarían dispuestos a desnudarlos…

    En fin, el tema era otro, de momento.

    Aún recordaba la noche anterior, cuando estaban dando un pequeño paseo familiar (que tenía como objetivo cazar a ambos jóvenes y planear una estrategia) se encontraron con la tierna escena de un InuYasha sonrojado besando a una inconsciente Kagome.

    Siguió en sus memorias, controlando la sonrisa de cuanto habían visto.

    La joven despertó en ese momento diciendo algo sobre un sueño, dándole un beso y cayó al suelo antes de darle tiempo a responder. El ambarino, no soportó la cantidad exorbitante de líquido rojo que se acumuló en su rostro y algo terminó por escurrirse de su nariz antes de dar una pequeña siesta contra una roca en el suelo…

    Carcajadas, risas, dolores de estómago y algunos calambres fueron las reacciones que ambos esposos intentaban ocultar al observar la entretenida escena mientras sus pequeñas y el bebé los miraban con confusión.

    Y no era para menos, para el matrimonio ver de primera mano cuán tontos podían ser sus amigos era como para morirse de risa por el mes entero. Tanto el pervertido como la exterminadora desearon que existiera algo con que grabar la impresión del momento, pero esas cosas solo existirían hasta la época de la chica del futuro. Lástima, tendrían que vivir con el recuerdo…—No puedo creer que lo vi… —Murmuró el pelinegro modulando su voz para entenderla. InuYasha seguía al frente fulminándolo con la mirada. Limpió unas lágrimas que salían de sus ojos azules.

    —Ni yo… Después de eso tuvimos que llevarlos en Kirara hasta nuestra cabaña. —Comentó su esposa, mientras instruía con una mano a las pequeñas gemelas que venían acompañándolos. Entre sus brazos acurrucó a su bebé, asegurándose de sostenerlo con fuerza.

    Y la mirada cortante de InuYasha no se hizo esperar. Pero por supuesto, el monje quería seguir tentando a la suerte. —Les demostraré el primer dibujo, donde ambos están sentado dándose un beso. —Deseó agregar que ese fue el primero en presentarse ante toda la población humana disponible al momento, pero eso ya lo sabían. —Segundo y tercer dibujo, Kagome avienta a un ogro anciano feo y luego lo besa. —Vio que él apretó sus puños, pero no le dio importancia. —Y en ésta, caen desmayados.

    — ¿Así, Miroku? —, así hubiera querido contestar el pelinegro pero desafortunadamente el tiempo no le alcanzó. Un puño se estrelló de lleno en su rostro y le hizo perder el conocimiento de manera tal que hasta a su bella esposa le preocupó que se lo hubieran dejado más tonto de lo que era.

    Mientras Sango examinaba a su marido, las gemelas bailaron alrededor, jugando a ver quien pisaba menos al señor pervertido…

    ¿Se necesitaría decir que en ese juego eran muy, pero muy malas?

    InuYasha sin más reacción que una sonrisa de satisfacción y victoria tomó bruscamente ala pelinegra de la manga y la arrastró consigo afuera de la cabaña. Aunque en realidad le molestaba la reacción tan salvaje de su amigo canino ella sólo les sonrió deseando que arreglaran su situación amorosa de una vez; si finalmente InuYasha había decidido actuar no debía intervenir, o bien podría esperar a la quinta era glaciar de la que Kagome a veces hablaba.

    Y debía admitirlo, Miroku se lo buscó. —En serio amor, a veces eres un problemático…—Le dio un beso en los labios y lo recostó en sus piernas. Con una sonrisa tranquila en sus labios tomó la última hoja que faltó de mostrar. Un dibujo que superaba con creces a todos los demás de arte infantil; una pelinegra tumbada sobre el césped iluminada en el área del pecho por una marca circular y a una lucecita como luciérnaga, sobrevolando y desapareciendo aquello que les llamó la atención. —Olvidaste decirles que desapareció la marca extraña de Kagome en ese instante…

    :~:~:~:~:~:~:~:~:~:~:~:~:~:~:

    No le importó mucho si le causaba dolor aquél brusco agarre. Tenía tanta rabia y desazón en su interior que si la soltaba sentía que dejaría ir algo importante, una parte de su ser que dejaría diseminada por las infértiles tierras de alrededor.

    La oportunidad de mayor importancia en sus escasos doscientos tres años de vida.

    Escuchó las quejas de ella, intentando liberarse, pidiendo las correspondientes explicaciones a sus cambios tan bruscos y un sinfín de palabras inútiles que salían de su boca sin parar. Se detuvo unos segundos dispuesto a gritarle que callara de una vez, o al menos hiciera silencio mientras llegaban, pero su respiración se dificultó. No lo sabía, si mal no recordaba no le había pasado antes en toda su vida… Pero definitivamente en este momento estaba pasando.

    Los labios de Kagome seguían moviéndose, balbuceando palabra sin sentido con un ritmo suave e hipnótico, tentándole a detenerlos con los meneos de los suyos. Inconscientemente relamió los suyos, mientras seguía mascullando sin parar, aún recordaba la textura y ese apetecible sabor dulce que experimentó al chocar boca con boca.

    Tal vez antes no se había dado cuenta de manera consciente, pero no era la primera vez que notaba que la chica del futuro era realmente hermosa. Su cuerpo había madurado bastante en esos tres largos años de ausencia, sus caderas ensanchadas y la cintura estrecha que podría atrapar con una mano. Y ese leve carmín de sus mejillas se veía… tierno.

    Se sonrojó sin remedio mientras veía el rostro indescifrable de la azabache, ahora gesticulando la rabia de saberse ignorada. ¿También debería prepararse para ir probando de nuevo la seca y húmeda tierra? — ¡Abajo! —Gritó ella, ofreciéndole de manera clara y concisa su respuesta.

    —Feh… ¿Por qué rayos lo hiciste, Kagome? —Preguntó exasperado, intentando en vano que sonara como un grito las palabras que mascaba junto a la tierra y el césped. Se levantó de golpe, escupiendo el desagradable sabor y los pensamientos buenos que hubiera rondando en su cabeza hasta hace pocos segundos.

    —M-me…—Balbuceó ella, sonrojándose tanto como antes estaba él. InuYasha clavó aquellas orbes de ámbar sobre sus ojos, furioso por un motivo que no sabía y de paso poniéndola más nerviosa. —M-me m-miras raro…—Y su rostro se coloró.

    Él no dijo nada mientras continuaba examinándola con sus ojos de ámbar. A ella ya le dolía la muñeca. Con ayuda de su mano sana la giró débilmente intentando aplacar el dolor, mientras respiraba profundo tratando de serenarse; y de paso ver si la sangre en sus mejillas circulaba de vuelta por su cuerpo.

    Sinceramente no quería estar cerca de él luego de lo ocurrido el día anterior. Pensar que ella lo había besado y sus razones era algo de lo que no quería hablar ni en un millón de años; se suponía serían amigos y nada más. Casi podía jurar que la razón por la que cuando despertó InuYasha estaba ahí, frente a ella con los labios implantados sobre los suyos en un beso era por un accidente, una tontería, travesura o cualquier otra estupidez antes que por mérito propio.

    Alzó la mirada, buscando el chico perro. Bueno, quisiera o no lo tendría que encarar para poder volver, de otro modo si intentaba huir lo más seguro es que antes fuera sujetada de nueva cuenta y arrastrada literalmente a donde fuera que la quisiera llevar. InuYasha parecía pensativo y…

    ¿Desde cuando InuYasha era tan rojo?

    Empezando del primero de sus cabellos hasta terminar en la punta de los pies él era color rojo. Se frotó los ojos, intentado ver si realmente no estaba delirando; efectivamente ese canino tenía tal color. Una repentina e histérica risa se apoderó de Kagome pensado seriamente si tanto pensar ene l nombre del color no la volvería tan roja como él.

    Respiró y se dispuso a despertarlo de su trance, cuando un pinchazo de dolor detuvo su mano derecha. Aún dolía su muñeca… ¿Por qué con cada toque de ese hombre terminaba lastimada?

    Debería pensar seriamente en denunciarlo con el monje o algo así. Para algo Sango lo nombraba su nuevo padre adoptivo impuesto. ¿O no? —Kagome…—Murmuró condolido, con la pequeña mueca de ternura que estaba frente a sus ojos le asaltó el irresistible deseo de abrazarlo y decirle lo lindo que se veía sonrojado, más se contuvo.

    InuYasha sonrió un poco viendo como ella hacía demás gestos raros. ¿Así la miraría él? Si así fuera se sentiría muy bien, como quien alcanza una sabiduría que nadie más posee. Kagome por fin volvía a aquellas morisquetas dulces e inocentes que por tanto tiempo la habían abandonado.

    Tomó su muñeca y la besó suavemente, plenamente enterado a su modo de que cada vez que era brusco le dejaba una marca; tenía que controlar su fuerza. Por un instante se le antojó probar un poco más de piel, tan dulce como ella. ¿Sería ella juiciosa de advertir que se veía indefensa y pequeña? La chica no resistió el contacto, arrebatando su mano y causando el derrumbe de la sonrisa masculina. —Gracias

    "Gracias" Me dices y

    extrañamente me hieres.

    Como si lanzaras un hechizo mágico

    que duele aún después del adiós.

    No quiso ver su rostro un momento más ni imaginarse esa mueca de desprecio que tendría al contacto. No supo la razón exacta pero lo hirió. —InuYasha, quiero volver…—Musitó ella, débilmente. Sintiéndose cobarde.

    Él permaneció ahí, inmóvil mientras intentaba tragar para sentir la hiel de su garganta. Kagome parecía herida de tocarlo, como si él produjera daño. Y quizás era así, sus confusiones, palabras filosas y contactos bruscos provocaban que esa persona siempre cercana se fuera retirando. De paso en paso, de momento a momento pero constante en dar marcha atrás; y fue en ese momento que ocurrió.

    Algo le decía que no le iba a permitir irse. Ni ahora ni nunca más. Nunca fue su intención herirla, pero parecía ser experto en hacerlo con facilidad sin necesidad de nadie más; un terror se instauró en su pecho a vivir sin el contacto suave de ella junto a un sabor amargo mientras la imaginaba feliz.

    Mucho más feliz sin él.

    Un pequeño peso de sus ojos se fue resbalando, liberando la presión con la que le obligaba a ver y cayó al fin en el frío suelo. Como si se derribara la venda de sus ojos, dejándole ver todos los daños que había hecho hasta ahora: un a Kagome temerosa de hablar, creyendo firmemente en que cualquier palabra acerca de lo que sentía, fuera lo que fuera, lo arruinaría todo.

    ¿Acaso ya era tan tarde?

    Un amargo vestigio.

    El sabor de la vida…

    El sabor de la vida…

    Lo miró de reojo, mostrando cuanto dolor podría caber en una persona. Vio pánico reflejado en sus preciosos orbes ahora ensombrecidos por la culpa y ansiedad; cada poro de su piel mostraba cuanto miedo tenía a la soledad, a que ella quisiera marcharse cobardemente y nunca volver a tocar un tema como el de los sentimientos.

    Miró su cuerpo, interesada en las curiosas marcas y cicatrices que llevaba impregnadas por todos lados pero ya no las sentía. No negaría que se sorprendió un poco, pero comprendía perfectamente el por qué estaban ahí; demasiadas, casi cubriendo su cuerpo, las heridas de su corazón expuestas físicamente.

    Estaba herida, ya había recibido muchos, tal vez demasiados golpes. Si veía atrás miraba siempre su rostro lleno de lágrimas silenciosas mientras la única persona de la que jamás se quiso enamorar le hacía sufrir por amar a otra.

    ¿Más doloroso? Que en esa situación la única que llevaba el título de otra era ella.

    La segunda en llegar a su vida.

    Notó cuando él cristalizó sus ojos, ahogando el dolor. Esta vez no fue necesario pensar nada más, se lanzó a él dispuesta a abrigar su corazón, con sus delgados y frágiles brazos lo rodeó con su cuerpo, temblorosa, intentando abarcar la mayor cantidad de él que pudiera cobijar bajo sus sollozos. También lloraría por él. Le demostraría que frente a él había dos personas dispuestas a entregarle todo cuanto necesitara de ellas; para InuYasha estaban su amiga pelinegra y ella con los sentimientos que no podría decir.

    Quizás con el tiempo podrían madurar y entregar su amor sin salir lastimada.

    Estoy atrapada entre la amistad y el amor

    Como una fruta inmadura

    Que sueña con el día de su maduración

    La sintió, consolándolo a él. Y a pesar de que era él quien debería abrazarla para protegerla de todo, mermar sus daños y pedir perdón no quería que lo soltara. Sólo un momento, unos instantes más de ser egoísta y dejar que ella llenara el alma vacía que era , que no recibió amor, que no podía dar amor por desconocerlo.

    Cuando ella lloró lo agradeció, aún era muy orgulloso para llorar por sí mismo.

    La rodeó más fuerte queriendo transmitir las sensaciones que le confundían. Antes había sido herido tantas veces que ya no reconocía lo que era el sentir en paz y alegre, era muy curioso como el tener así entre sus brazos podía cerrar heridas reabiertas.

    Si ya era muy tarde para ponerle nombre a esos sentimientos no quería saberlo. Aquellas marcas simbólicas en su cuerpo demostraban cuanto estaba dañado su corazón.

    Tendría que conformarse con este momento por el resto de su vida.

    Tendrían que hacerlo los dos, incapaces de dar un paso para arruinarlo todo.

    Trato de dar un paso adelante,

    Pero soy incapaz.

    ¿Qué nos está frustrando, baby?

    —Gracias, Kagome…

    —Gracias, InuYasha…

    El viento se llevó las palabras. Pero su significado se quedó a taladrar cada corazón.

    Cuando me dices "Gracias"

    Extrañamente me hieres

    Como si lanzaras un hechizo mágico

    Que duele aún después del adiós.

    Un amargo vestigio

    El sabor de la vida…

    El sabor de la vida…

    —Soy tu amiga, estoy contigo…—Susurró cerca de su oído. El calor estremeció sus sentidos negándose a la sensación de perderlo. Dolía, hería terriblemente. Su visión se transformó en algo parecido a la de un cuarto oscuro a pesar del pleno amanecer y la persona que abrazaba se desvanecía lento, absorbida por la sombra que les tragaba.

    —Idiota…—Musitó con un deje de rencor. Kagome suspiró mientras las lágrimas ya no solo se llevaban ajenos sentimientos; podía ser pequeña, demasiado pequeña, pero por la persona amada intentaría ser fuerte. Mirando el hermoso amanecer se dijo que detendría sus lágrimas.

    No iba a llorar, ese… Ese era un hermoso cielo bajo el cual estar.

    Palabras dulces e insípidas conversaciones

    No me provocan ningún interés

    Aún cuando la vida no resulta como quieres

    No significa que la has desperdiciado

    Se soltó con lentitud, deseando nunca acabar de recorrer con la piel de sus yemas aquél tacto cálido y masculino. Con su toque de imponencia, causando escalofríos en su cuerpo como sólo InuYasha sabría hacerlo. — ¿Pasa algo malo? —Cuestionó, intentando obtener alguna respuesta que le hiciera entender lo que sentía él.

    —No es nada. —Contesta apenas esbozando una sonrisa que se antoja falsa. InuYasha deseaba que le dijera si a ella le dolía estar con él. Si lo odiaba. Si lo veía como a un amigo realmente. Si iba más allá y podría aspirar a ser un hermano por lo menos. El acercamiento terminó por fin, mientras ella frenaba abruptamente sus lágrimas. —Vamos a casa —Ordenó y dio media vuelta con la amargura corroyendo su garganta. InuYasha con la congoja de no creer en sus palabras.

    "¿Pasa algo malo?" preguntas

    Mientras esbozando una falsa sonrisa en mis labios

    Te digo: "No es nada"

    Más al decir adiós

    Mi rostro vuelve a enmudecer

    Por alguna razón me duele

    Tratar de creer en ti

    Esa sensación de vacío se acrecentó en su pecho. Se ahondó, hasta causar un agujero difícil de rellenar y su mano dolió hasta que se movió por voluntad propia, tomando de la manga de sacerdotisa a la pelinegra. Sus resplandecientes ojos de color chocolate se clavaron en él y por primera vez en mucho tiempo sonrió con autosuficiencia, con el ego hasta las nubes.

    Sin esa venda era capaz de ver los sentimientos de ella plasmados como una obra de arte. Hermosos, maravillosos, algo que jamás tuvo capacidad de calcular, pero maltratados por los años. El calor recorrió su cuerpo al igual que la sangre invadió sus mejillas. —Kagome, ¿Qué sientes por mí?

    Honestamente quiero ser capaz de valorar

    Tu indiferencia

    A caricias tibias más que a un frio diamante

    Es a lo que quiero aferrarme

    En este poco tiempo que tenemos tú y yo

    Es el sabor de la vida…

    Preguntó, invadiéndolo de pronto tanto la vergüenza como la dicha. Quizás no era un genio al entender a otras personas, pero esta vez no se cegaría. En esos ojos vio sentimientos como los suyos y que le darían la respuesta. —InuYasha…—Llamó su atención la pelinegra, roja como un color fosforescente.

    Quizás estaba en lo incorrecto. Tal vez estropearía todo por lo que había luchado junto a él. Pero mirando sus bellos ojos vertidos de miel podría asegurar que al final sus sentimientos eran algo que tendrían que salir de sus pulmones.

    Algo le decía que era ahora o nunca. —Si el querer estar a su lado por siempre y no dejarle sufrir jamás, desear besar sus labios, compartir juntos los problemas y encontrar la solución…—Sus ojos se llenaron de lágrimas, de emoción. El ambarino comenzaba a creer que sufriría un paro cardiaco de la ansiedad. —Yo… Si querer cada tonta actitud y aceptar lo idiota… —Se acercó a él.—…Imbécil…—Sus brazos rodearon su cuello.—…estúpido…—InuYasha la recibió, intentando coordinar los pensamientos que se agolpaban en su mente.—…Y lo insensible que eres al preguntarme eso… Si es aceptarlo, entonces es que te amo.

    —Kagome…—Murmuró él, chocando sus labios. Paseando frenéticamente sus manos sin pudor por la espalda femenina, moviendo frenéticamente sus labios en un beso donde la inexperiencia pasó a segundo plano dejando a la pasión desbordante gobernar sobre sus lenguas y el calor del momento.

    Era una guerra. Una donde el resultado de pasar de un labio a otro aquellos sentimientos era sencillamente maravilloso. Si todo eso era como le decían los humanos llamado amor ya no quería tener dudas.

    Algo como el amor, solamente entre ellos.

    Se separaron despacio, permaneciendo abrazados con la sonrisa impregnada. Hace tanto que no estaban así; sin embargo aún faltaba, por lo menos esa noche, una última cosa. Kagome sonrió con satisfacción, recordando aquello que faltaba y que iba a disfrutar. —InuYasha…

    — ¿Qué? —Respondió molesto. Ella sonrió con una inusual picardía y malicia, seguramente sabía que quería decir.

    —No me has dicho que sientes tú…

    "Me gustas mucho" en vez de "Te amo"

    Es la frase que te queda mejor

    — ¡Y-Y-y-y-yo-o! —Gritó, alarmado y saltando hacia atrás. Estaba tan exaltado que eso se le había olvidado; sus planes estaban arruinados. Después del beso ya había decidido que le diría todo y por eso mismo la había arrastrado con él, en espera de buscar donde no ser vistos. Pero… ¿¡Porque ella sonreía de ese modo!?

    No le inspiraba confianza. ¿¡Con que la besara no era suficiente!? —Ka-ka-go-go-m-me…—Susurró entrecortadamente. Intentaba, con la mirada de borrego a medio morir, demostrarle que no había porque ser cruel con él. Ya habría su tiempo… ¿Verdad?

    — ¡InuYasha! —Gritó con molestia la azabache. — ¡Si no me lo dices pensaré que sólo juegas conmigo! —Así, atrabancada, explosiva y simplemente Kagome como solía ser se alejó rudamente, empujándolo al suelo y empezando a sollozar. Dios, la situación era tan bizarra para él. ¿Cómo diablos había cambiado todo en un solo instante? —Debí saberlo… ¡No me quieres!

    —Kagome…—Estiró su mano nervioso, intentando tocarla pero ella le miró con rencor y lo paralizó al momento. —No hagas esto…

    — ¿¡Y que es lo que hago!? —Soltó toscamente. — ¡Si me espero a que lo digas ya habré reencarnado cinco veces! ¡¿No ves que eres alguien estúpidamente ingenuo!? —Parloteó, sin control. Hundiendo con fuerza el dedo índice en el pecho del desconcertado semi-demonio. ¿Cómo cambiaban las cosas de un momento y se volvían extrañas? — ¡¿Me estas escuchando, InuYasha! Tú no necesitas el empujón… ¡Sino que te tiren al barranco!

    — ¡Basta! — Gritó ahora él, harto de tantos reclamos. Frunció el ceño mientras una vena le resaltaba en la sien y Kagome sonreía nerviosa, intentando calmarlo; ahora sí ¿verdad? Y mientras ella terminaba de despertar a los perezosos de la aldea él callado. —Lo diré si te callas…

    —D-De acuerdo…

    —Kagome… yo…—La chica le miró expectante. —Y-Y-yo… y-y-yo-o—Kagome se molestó, causando más nervios en él. Detectó unos pequeños movimientos tras los arbustos, más los ignoró. —Y-y-yo…—Y un sonido hueco se hizo, causando la rabia repentina. —Yo… ¡Iré a matar a Miroku!

    — ¿Eh?

    Y como alma que llevaba el diablo se encaminó a los arbustos de atrás donde notó como de la nada salieron muchas figuras. Contando eran al menos unos veinte humanos, todos con un lienzo en mano y brocha en la otra, mirando aterrorizados como InuYasha se dirigía a ellos sonriendo sádicamente.

    —Miroku…—Llamó al que comandaba la misión. —Debe ser tu obra si no he podido oler sus esencias…—El aludido le clavó sus ojos azules serenos. Parecía demasiado tranquilo para alguien que caminaba directo a la muerte. Dio un largo suspiro.

    — ¡Te mataré! —Gritó, pero fue detenido…

    — ¡Tú no matas a nadie hasta que te me declares! —La azabache furiosa le zarandeó con tanta fuerza pudo, importándole muy poco quien estuviera ahí espiándolos.

    — ¡Dibujen, dibujen mientras puedan! —Lanzó como grito de guerra el monje, viendo como todos con los sentimientos de terror a flor de piel dibujaban cuadro a cuadro la "romántica" declaración. —Kagome nos protegerá, pero dibujen que mañana tenemos la reconstrucción de hechos frente a la aldea. ¡Todos los cuadros son valiosos!

    —Dímelo InuYasha o te mueres…

    —Y-y-yoy-yo…—Sudor frío le recorrió las sienes, pero prefirió eso antes de ver los ojos enrojecidos de rabia de su amada pelinegra…—Y-y-yo-o-yo-yo… t-t-t-te a-a-a-a… —Lo zarandeó más fuerte.

    — ¡Sin tartamudeos!

    —Y-y-yo a-am-… ¡M-me gustas! —Kagome lo soltó, dejándolo caer al piso de una buena sentada. Bien, había soltado las benditas palabras…

    —Es aceptable, por ahora. —Esbozó una sonrisa. Él la miró con horror. — ¡Abajo! —InuYasha se hundió en la tierra, lamentándose de que volviera el carácter fuerte de la pelinegra, y peor, reforzado.

    Bueno, al menos ya se acordaba que el tatuaje extraño no estaba y les dejaría en paz, podría besar a la mujer siempre que quisiera y a partir de ahora serían una familia unida que cada vez que ella se enojara lo mandaría cinco metros bajo tierra…

    — ¡Ya viene, corran!

    Escuchó el grito colectivo. Saltó, dispuesto a desquitarse con los demás, sin matarlos. Quería hacerlos sufrir lento. Miroku se las pagaría…

    ¿¡En que jodido lío se había metido al enamorarse!?

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    Sango le codeó el costado derecho con bastante fuerza, ocasionando un golpe real que lo obligó a toser momentáneamente, el de cabello negro se puso pálido unos instantes pero pronto recobró la postura; a su mujer pareció no importarle el hecho de lastimarlo y, sinceramente, a él tampoco pues la risa volvió a apoderarse de sus entrañas al instante.

    La exterminadora volvió a codearlo, intentando en vano controlar esas sonrisas extensas en su bello rostro; Miroku a su lado le instaba con la mano sobre sus labios a callarse, pero la situación hacía que él mismo no siguiera su consejo.

    Y así, ambos, sin poder dominar los impulsos decidieron rendirse a la alegría y disfrutar el tiempo que les quedaba de vida hasta que una bestia siniestra sin corazón se soltara y los destazara a todos.

    Unos cuantos metros adelante, una maravillosa escena para sus bolsillos llenaba de orgullo al monje. Sus hermosas gemelas giraron al sentir la mirada de su progenitor clavada en sus nucas y voltearon para sonreírle con la misma malicia de un buen negocio del azabache; algo en su interior le dijo que debía tener cuidado de esas niñas en un futuro muy próximo…

    Los murmullos que no cesaban llamaron de nueva cuenta a la situación a las castañas y comenzaron a exhibir imagen por imagen, otra vez. La gente de la aldea miraba con fascinación cada cuadro de arte expuesto por las pequeñas nuevas comerciantes, cultivadas con la misma esencia, manía y alevosía que el padre; sus pequeñas manitas levantaron cada hoja, una tras otra para exponer la historia y los aldeanos aplaudieron mucho más.

    Las hojas de papel antiguo desfilaron ante el brillante Sol matutino, mostrando la confesión más bizarra de la historia con un medio demonio cazando, una azabache furiosa detrás de él y media aldea corriendo por sus vidas mientras que el resto ya yacía en humilde paz sobre el suelo después de semejantes golpes sobrehumanos.

    Y es que… Ese momento fue verdaderamente épico.

    Todos recordaron con sonrisas como, después de declarársele en muy malos términos a la sacerdotisa de su pueblo, el medio demonio protector de su comunidad terminó amenazando a cada provinciano con sus garras, siguiéndole de cerca la chica de cabellos negros para asegurarse de que el único muerto fuera su pareja recién anunciada.

    Varios prefirieron tirarse al césped y fingir su inconsciencia, lo que les funcionó extrañamente pues el albino estaba tan frenético que pasaba de largo cuando no veía movimiento, otros tantos fueron pasados por alto y la mayoría aprovechó para huir cuando InuYasha anunció a todo pulmón que su objetivo era el monje refugiado en su cabaña cubierta por pergaminos sagrados.

    Mismos que destazó con cruel y sardónica sonrisa.

    Y justo antes de que alguien pudiera interferir en la peor paliza en la joven vida de su eminencia, las gemelas se abalanzaron contra él, felices de ser visitadas por el perrito y provocaron que el medio demonio cayera hacia atrás en un serio golpe, perdiendo el conocimiento automáticamente. Patéticamente salvados por una roca…

    Si con simplemente espiarlo y evidenciarlo frente a tanta gente en su torpe confesión de amor fue capaz de atacarlos… Seguramente lo que hicieron después acortaría su esperanza de vida a menos de la mitad. Pero todos sabían que valió la pena. —Cuando pervertido toca a Sanguito mieltas colen…—Mencionó la gemela mayor, con sonrisa orgullosa ostentando un elaborado trabajo de un pelinegro acariciando los atributos posteriores de su esposa y su gesto de horror cuando ve a InuYasha tras de él.

    —Incuye dlibujo de que toca…—Acotó la otra, mostrando otro bien elaborado dibujo del trasero de la castaña, lo más valioso que decía tener su padre en honor a la belleza perfecta de su madre. Los hombres inmediatamente corrieron a su alrededor con dinero en mano y alzándolo lo más alto que pudieran, las mujeres les dejaron ser porque ya veían venir la masacre.

    Acomodado en su extremadamente cómodo sitio se dispuso a tomar una taza de té verde, divino ofrecimiento de la anciana Kaede que fue a divertirse un rato con su espectáculo… Al menos así era hasta que escuchó a sus gemelas ofrecer el diseño tan preciado que tardó meses en confeccionar, llevándose también meses de esfuerzos y dolorosas cachetadas de su amada que se negaba a tal tontería.

    Se levantó de su sitio a toda prisa y corrió a salvar su bosquejo antes de que los habitantes masculinos o su propia mujer destruyeran su joya de mayor valor; claro, después de Sango, las gemelas, su hijo y el perfecto atributo de su esposa en la realidad.

    La castaña bufó furiosa en su sitio, repitiendo mentalmente que nada cambiaba al monje degenerado, aunque luego suspiró. A pesar de todo era feliz pues la alegría y felicidad en el ambiente volvían a reinar gracias a la nueva relación de sus mejores amigos.

    Y pensando en eso… ¿Dónde andaban los dos?

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    Ella le miraba con ojos culposos. Sabía que su único delito era presionarlo para confesar una verdad ya ni tan oculta, como un secreto a voces que por orgulloso capricho se negaba a soltar.

    Entre las pequeñas lágrimas que asomaban a sus ojos pudo ver como se transparentaban hasta volverse tan acaramelados como los de él. Su silueta, destacada apenas por el traje blanco y rojo de sacerdotisa le daba un aire especial de madurez que volvía irresistibles sus rasgos infantiles.

    Kagome era como un pequeño oasis de ensueño que sólo aparecía una vez en la vida y daba gracias a cualquier Dios de los cielos por darle ese carácter fuerte que le obligara a abrir los ojos.

    Mas brillante que el propio Sol era su pequeña y preciosa joya que solo resplandecía para él; ahora lo recordaba. Porque cuándo enfrentó a los demonios con valentía y coraje la única razón que le impedía salir de ese mundo sin más era su amada pelinegra que el destino le había regalado.

    No pudo contener el galope repentino que vino a dar su corazón cuándo recordó que había sucedido tan sólo la noche anterior. La azabache sonreía tan maravillosamente, anudando en su estómago un sinfín de bellos e inquietantes sentimientos que jamás había experimentado con la sacerdotisa de barro. Ambas eran similares pero tan diferentes a la vez, destacando el hecho de que con ese misma sonrisa le enseñó a tener amigos, a derramar lágrimas por otros y confiar en los demás.

    Esa dulce joven le había demostrado que podía ser un humano normal sin tener que sopesar esa sangre por sus venas.

    Suspiró sin percatarse, atrapado en el bello color chocolate de su mirada ansiosa, confundiéndolo al punto de ponerlo nervioso y empezar a sudar. Un imperceptible rubor se formó en sus mejillas, odiándose por ser alguien tan vulnerable en temas del amor. La vio acercarse y sacudió la cabeza tratando de borrar ese bochorno que tenía al sentirla tan cerca.

    Sí, horas atrás ella había confesado que sus sentimientos hacia él eran mucho mayores a los de una amistad y eso le hizo dar saltos de felicidad poco antes de lanzarse a cazar aldeanos.

    Sí, también él (más que nada presionado por la amenaza de muerte de la pelinegra) había admitido contra su terco orgullo que sólo ser un compañero para ella no bastaba.

    Ambos habían confesado quererse. Y aunque estaba irritado por no saber actuar en esas situaciones no retrocedió, era el momento de hacerle saber lo que pensaba de ella si estaba en la gran ventaja de no haber mirones como la ocasión pasada.

    Alzó sus orbes doradas, dispuesto a enfrentarla sin ningún tipo de temor e indecisión; ella le miraba con sus mejillas sonrojadas, destacando la resplandeciente luz de su mirada irónicamente oscura. Había sentido el impulso de tomarla por los hombros y encerrar su cuerpo en un fuerte abrazo para jamás dejarla ir.

    ¿Qué le pasaba? No sabía cuán intenso podía ser el sentimiento del amor en las personas.

    ¿¡Y ahora como rayos debía actuar!?

    Kagome se removió a su lado, apoyándose en su hombro derecho para poder recostarse. Un vacío en el estómago retuvo todas las palabras que quisieran salir de su garganta, estaba a punto de un colapso por estrés… ¿Así se llamaba la cosa de la que ella siempre se quejaba, no? —InuYasha…—Murmuró ella contra la tela de su ropa, humedeciéndola con su cálido aliento. Sintió los escalofríos invadir su cuerpo con intensidad y el ansia de mucho más. — Perdona por haberte presionado antes… —Masculló, sonrojándose tanto como para competirle el color rojo a la piel de un tomate. ¿Acaso la sentía temblar? —Sé que te es difícil decirlo y que no debí forzarte, pero me sentía insegura de mí misma y de nosotros. Pensaba que solamente me querías como a una amiga y que había abandonado mi anterior vida en vano…

    —Ka-Kagome, yo…—Intentó decir, pero ella lo silenció con sus dedos sobre el tacto de sus labios. Su sonrisa, aquella que siempre tenía sólo para él lo emocionó de una forma que nunca antes hubiese sentido su corazón. Tan sincera, tan amorosa que las palabras no alcanzaban para describir su belleza. ¿De verdad, esa mujer lo amaba a él? Estaba tan sorprendido que le dejó hacer, sintiendo acelerar más y más su corazón contra el pecho con riesgo de salírsele por la boca. Él también creyó que lo consideraba un amigo. ¿Tan estúpidos eran los dos? Había estado alterado y había perdido las esperanzas, pero ahora que confirmaba que eran recíprocos sus sentimientos podía decirlo.

    —Sé que te es difícil decirlo, y no tienes porque esforzarte. —Profirió ella, sonsacándole una risa burlona de su parte. ¿Tan hiriente como para no sincerarse lo creía? ¿Qué maldita sea estuvo haciendo todo este tiempo para pensara de esa forma? —Pero te amo, InuYasha…—Él la miró con ternura.

    —Yo también te amo, Kagome. —Dijo, atrayendo la atención de una ofuscada pelinegra. —Sólo soy feliz cuándo estoy a tu lado, me enseñaste a tener amigos y confiar. Era probable que me quedara solo para siempre, pero tu siempre tomabas mi mano…—Le dijo, dejándolo atónita y sonrojada.

    Esas palabras, las mismas que pensara cuando estuvo dentro de la Shikon no Tama tres años atrás ahora era capaz de expresárselas con franqueza y era feliz. Fue una sensación de calor pensar en los recuerdos. No quería dejarlos ir sin rastro… Y llevó una mano a su pecho, asegurándose de que seguía latiendo antes de continuar.

    —InuYasha…

    —Creo que Kagome nació para conocerme a mí y yo… Nací para conocerla a ella. —Sus ojos dorados brillaron como nunca antes, distinguiéndose el brillo especial de un enamorado, los nervios habían quedado atrás y ahora sólo podía contemplar como aquellos luceros caoba parecían hipnotizarlo. —Te amo.

    Murmuró bajo, callándola con un repentino beso. Casto contacto que no duró más allá de unos cuántos segundos; la pelinegra había quedado tan impresionada que tardó en reaccionar varios minutos. Kagome infló las mejillas, encendidas en un bello y atrayente rojo carmín mientras corría la sangre incluso hasta en sus orejas. Palideció por unos segundos pero luego enfocó los ojos en el ambarino, algo recuperada de su viaje extra terrenal.

    Y antes de que InuYasha pudiera replicar el no corresponderle su beso ella se le abalanzó, tomando sus labios con fiereza y olvidando por completo que seguía amarrado tras esa cabaña. Era feliz, demasiado. Había esperado por tanto tiempo esa confesión que no le importaba perder el control y hacer que el ambarino se desmayase del susto que le provocó y el esfuerzo por sus palabras.

    ¡InuYasha le dijo que la amaba! ¡Dos veces!

    Atesoraría ese día por el resto de su vida como único y especial aún si después venía Jackotsu recién traído de la muerte a decirle que en realidad él era gay… ¡No le importaría! Con tal de haberlo escuchado era inmensamente alegre… Aunque de verdad esperaba que a el hermano de los siete guerreros le diera por aparecer un día de estos.

    Lo que Rin le había dicho al ambarino era tan cierto que se lamentó no haberlo hecho desde mucho antes…

    Porque si la declaración al modo de InuYasha no funciona… ¿Por qué no hacerlo a su manera?

    OoOoOoOoOoOoOoOoOooOoOoOoOoOoO

    N/DP: ¿En serio creyeron que cuando despertara, se besarían con ternura y sería todo miel sobre hojuelas? Alce la mano quien así lo creyó. *La inner levanta la mano al mismo tiempo que la autora O.o?*

    Kagome por fin reclamó todo lo que tenía que decir. ¡Y ha exigido todo lo que me merecía! Canción: Flavor of Life Utada Akaru/dorama: Hana Yori Dango (creo -.-U) Y Miroku… a falta de cámara, dibujantes xD ¿Qué les pareció? ¿Muy largo? ¿Kagome nunca haría eso? ¿Un capítulo muy patitoso? (Sí es que la palabra existe, si no la palabra también se volverá patitosa por ser pirata ¬.¬) Realmente la confesión de Inu-chan se me salió algo de las manos, pero como de verdad nos morimos todos antes de que Inu esté completamente listo… Tuve que ayudarlo :3

    Para que vean que he vuelto, después de haberlo abandonado. Este es el capítulo final, tan solo nos queda el epilogo por venir, que conecta esta historia con "Galletas" Siempre dije que haría dos, uno para ese fic y otro aquí, pero estaba pensado que simplemente no hay que moverle allá, así que fusionaré las dos ideas aquí y quien guste está cordialmente invitado a pasar por el otro fic. No muerdo, pueden dejar reviews que aún los leo, aunque no responda por ser Guest xD

    Mis más sinceras disculpas y agradecimientos si queda alguien ahí de estas hermosas personas que me esperaron y estuvieron conmigo en la historia, muchos ya no están, pero aún así, gracias.…
     

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