Él lo cambió todo

Tema en 'Fanfics abandonados sobre Libros' iniciado por JessCullen, 6 Julio 2011.

  1.  
    Nattty

    Nattty Iniciado

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    wooow amiga! este cap fue muy triste!!!! :( casi lloro! pobresita!!!! ...odio a jessica grrrr :mad: la mataría si la tuviera serca jajajaja, yo iba tan emocionada con ese beso tan tierno de ellos, y tenis que arruinarse todo! pobre edward, quedo atrapado en el engaño de esta estúpida! y tiene q pagar los platos rotos!, por que YO creo q de verdad el esta enamorado de bella, muy enamorado. "Aquello dolía, dolía demasiado" casi lloro con esa frase pobresita :(. bueno amiga me sigues sorprendiendo, espero con ansias la conti... como veras me la leei en un ratito , no deje nada para mañana jajajaja. aaah casi me olvido, me dejaste super intrigada con ese nuevo personaje! como vas a decir eso sin dejarnos aunque sea una pista?? acaso quieres que nos quedemos sin uñas?, mientras esperamos con ansias el cap siguiente? jejeje. quiero a jake! quiero a jake! jajajaja aunq sea un ratito por ahí , se le extraña, aunque no me gustaría que entre en la historia de nuevo para sufrir por bella, así q estoy en dudas de si quiero que aparezca en verdad! i love you jacob! jajajaj. FELICITACIONES POR LO QUE HACES! ERES UNA EXCELENTE ESCRITORA Y TU IMAGINACIÓN ES 100% MAGNIFICA!! besotes te estaré esperando
     
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  2.  
    JessCullen

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    Título:
    Él lo cambió todo
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    22
     
    Palabras:
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    Capítulo 10: El "no-invitado"

    No recuerdo haber pasado una noche más larga que aquella en toda mi triste vida. Los segundos parecían minutos, los minutos se me hacían horas y las horas; días. Había procurado dormir un poco, por mi bien mental, pero fracasé en el intento. Cada vez que conseguía conciliar el sueño, unos traicioneros ojos verdes asomaban ante mis párpados y debía abrir los ojos si no quería hundirme más de lo que estaba.
    Lo único claro que tenía era que jamás saldría de mi boca lo sucedido aquel sábado, jamás.

    Gracias al cielo, los tenues y mañaneros rayos de luz comenzaron a iluminar mi habitación. No sabía qué hora era, pero la verdad, no me importaba lo más mínimo. Me negaba a quedarme más tiempo maldiciéndome en mi fuero interno por haber sido tan ingenua la noche anterior.

    Con un suspiro, levanté mi cabeza de la almohada, prometiéndome no volver a dejar que Edward fuese el centro de mi existencia.

    Por cómo me llamo Bella, que Edward Cullen no va a impedirme ser feliz.

    Con repentinos ánimos, me dirigí al gran armario blanco y me vestí con mi estilo habitual; una camiseta azul marino de manga corta y unos tejanos grises. Rebusqué entre los tropecientos calzados caros que Alice me había "ofrecido" (más bien me había amenazado a muerte para que aceptara sus "pocos" regalos; es decir, 24 pares de zapatos).

    Me duche, al igual que cada mañana, y no me demoré demasiado en secarme el pelo.

    Para mí los domingos eran los días más deprimentes, ya que al día siguiente empezaba otra semana de torturadores estudios.

    Caminé hasta la puerta, donde me paré antes de abrirla. Un molesto revoltijo en mi estómago me avisó de lo que ya sabía; Edward estaría abajo, desayunando, y yo le vería, tanto si quería como si no.

    ¿Por qué he tenido que enamorarme específicamente de alguien tan cercano a mí?

    Resignada, me aventuré por los pasillos de la casa en dirección a las escaleras de caracol. Aún con aquella molesta sensación en el cuerpo, bajé, algo nerviosa, hacia la cocina.
    Ya estaba toda la familia allí.

    ¿Tan tarde es para que todos hayan llegado antes que yo?

    Atravesé la puerta despacio, siempre con la vista puesta en el suelo. Prefería evitar ciertos ojos verdes que sabía, no eran buenos para mi cordura.

    — ¡Bella, cariño! — Esme me abrazó maternalmente y me miró a la cara. — Te hemos dejado dormir un poco más. ¿Ya te encuentras mejor? — ¿Cómo sabía ella que la noche anterior había estado mal? Entonces, un presentimiento cruzó mi mente; Alice…

    La miré acusatoriamente y ella se encogió de hombros a modo de disculpa. Entonces dirigí la vista al reloj negro de la pared y vi que ya casi eran las 12 y media de la mañana. Suspiré y volví a dirigirme a Esme.

    —Sí. Ayer sólo… Algo me sentó mal. — Algo… O alguien, mejor dicho.

    —Si me lo hubieses dicho, podría haberte preparado un vaso de tila o manzanilla. —me sonrió amablemente, acariciándome el hombro.

    Le sonreí algo avergonzada. Intuía perfectamente que Edward estaría escuchando esto y él era el único que sabía la verdad. Deseaba con todas mis fuerzas que el chico fuera sensato y no le contara ni una palabra a nadie. ¿Tendría el suficiente sentido común para ello, no?

    —Fue Emm el que la obligó a tomarse aquel Cóctel. —Alice intervino, echándole una mirada asesina a su hermano.

    Me sentía culpable por el pobre Emmett.

    —Él no me obligó a nada. —intenté defenderle. — Bebí aquello porque quise…— Querer, querer… No sería la palabra. Más bien quería demostrarle a la pija de Jessica que yo también podía beber alcohol. ¡Todo era por mi estúpido orgullo!

    Después de aquello, los demás continuaron hablando sobre “Lo que se debe” y “Lo que no se debe” beber en las discotecas. Me sabía la charla sobre precaución y drogas de memoria; mis… padres, ya se había encargado de dármela hacía como 4 años. Así que me serví unas cuantas tortitas que quedaban sobre la encimera de mármol y las acompañé con algo de sirope. Con un dedo, cogí un poco de aquel líquido viscoso y lo introducí en mi boca. No sabía si era caro o no, pero desde luego estaba de muerte.

    Paseé mi vista por todos los taburetes ocupados que rodeaban la cocina Americana del centro de la sala. Todos ocupados, a excepción de uno.

    ¿Por qué me odias? —me lamenté a un Dios o cualquier divinidad de este maldito mundo que se había propuesto el proyecto: “Hacerle la vida imposible a Bella”.

    El único taburete con acolchado rojo estaba justo al costado derecho del que se había sentado Edward. Parecía distraído, mirando su plato de tortitas aún intacto.

    Rechinando los dientes, me encaminé con mi almuerzo en la mano y un vaso de cristal vacio en la otra. Me dejé caer en el asiento y fue entonces cuando mi hermanastro se percató de mi presencia. Con un rápido movimiento, se enderezó sobre su silla y carraspeó. No le presté atención y decidí cual sería mi plan para el incómodo tiempo que pasaría a su lado.

    Comer, masticar, tragar. Comer, masticar, tragar. Comer, masticar, tragar.

    Creo que parecía un poco demente mientras, prácticamente, engullía las tortitas y el zumo de naranja que me acababa de servir. Ignoré por completo el hecho de que Edward tuviese su brazo apoyado contra la mesa, tan cerca del mío.

    Suspiré con alivio cuando mi plato y mi vaso quedaron vacíos. Pero… ¡Maldita sea! Me había preocupado tanto de acabar cuanto antes que ahora me dolía el estómago realmente.

    No tenía nada más que hacer en la cocina y, a pesar de las insistentes invitaciones de Alice para que me uniese a mis hermanos en un partido de baseball cerca del jardín, me negué. No quería hacer más el ridículo por una semana.

    Subí a mi cuarto, desde donde tenía unas increíbles vistas al bosque.
    Lo primero era lo primero. Saqué los cuadernos y libros de mi mochila, para desparramarlos por todo mi gran escritorio. Debía acabar los deberes, ya había malgastado demasiado tiempo aquel fin de semana.

    Mientras resolvía unos aburridísimos problemas de Trigonometría, escuché los gritos de entusiasmo de… ¿Emmett?
    La curiosidad pudo conmigo y me asomé a las cristaleras del fondo de mi habitación.

    Efectivamente, allí estaban toda mi familia corriendo, saltando y persiguiendo una, casi invisible, pelota pequeña y blanca que se perdía, de vez en cuando, entre los árboles. Jamás llegarían a asociarme con mis hermanos; ellos eran excelentes deportistas y yo… Simplemente, una negada. Mi coordinación ojo-mano, ojo-pie o manos-pies no andaba demasiado bien desde que dejé el instituto por el… accidente.

    Entonces vi como era el turno de Edward para batear. No sé exactamente el por qué, pero me quedé allí, plantada frente a la ventana, mirándole con cara de boba.

    Mi hermanastro cogió el bate e hizo un pequeño jueguecito con él en la mano y una sonrisa revoloteó por las comisuras de sus labios. Instintivamente, sonreí al verle feliz.

    ¡Bella! ¡¿Ya has olvidado lo de anoche?! — ¿Es que la mini-Bella se había despertado al fin?

    No me acordaba…. ¡Hasta que lo has mencionado! — juro que si no llega a ser porque aquella voz en mi cabeza no era una persona real, la hubiese encerrado en un armario para que no volviese a salir nunca más.

    Mis ojos volvieron a concentrarse en el partido y pude llegar a observar a Edward correr. Era casi inhumano como se desplazaba por la hierba y finalmente se dejaba caer en una de las bases, levantando una humarada de polvo.

    En ese instante, levantó la vista hacia mí y creo que me vio a través del cristal. Me puse totalmente colorada, no entendía como alguien con una mirada que parecía tan inocente podía llegar a ser tan cruel. Con rabia contendía, me recompuse y dejé las cristaleras a mi espalda. Volví a pegar mi culo a la silla para no volver a levantarme. Nada de distracciones, había que acabar la tarea.

    Pasaron horas y cuando, al fin, hube acabado de responder la última pregunta sobre La Segunda Guerra Mundial, descansé la cabeza contra el respaldo de mi asiento. Despegar la vista de los libros fue como un soplo de aire fresco sobre mi rostro.

    Ésta es la última vez que lo dejo todo para el final, de eso estoy segura.

    Un repentino apetito amenazó en la boca de mi estómago. ¡Dios mío! ¡Eran las 4 y media de la tarde! ¿Quedaría comida para mí?

    No me molesté en limpiar mi escritorio y bajé de nuevo a la cocina entre tropezones. Esta vez, únicamente se encontraba Esme recogiendo los últimos platos sucios de la mesa. Me mordí el labio viendo el plato que aún contenía sopa de fideos y otro más con un filete de carne acompañado de una salsa amarronada.

    Caminé en silencio, pero Esme se giró.

    —Te hemos dejado la comida en la mesa, Bella. —me sonrió. — Siento que tus hermanos no te hayan esperado, tenían demasiada hambre… Perdónales, cariño. —Parecía estar disculpándose en nombre de sus hijos. Cada vez me sorprendía más su bondad.

    —No importa. —jugué con un mechón de mi cabello, incómoda. — Necesitaba acabar unos deberes, no hacía falta que os molestaseis por mí. —caminé hasta el fondo de la cocina y me senté en una silla blanca, con acolchado rojo, al igual que los taburetes. La mesa, sin embargo, era de cristal. Nunca llegaría a acostumbrarme a todos aquellos muebles lujosos…

    Ahora, comí despacio, saboreando cada bocado. Esme era una gran cocinera, hasta el malestar de la mañana se me pasó cuando probé su sopa.

    La cocina permaneció en silencio durante mi comida, tan solo se escuchaba el sonido del agua o de los platos mientras eran fregados. Aún no tenía la suficiente confianza con mi nueva madre para que entablásemos una conversación demasiado larga.

    Acabé, después de tragarme el último bocado de mi postre; una manzana bien roja.

    No me parecía justo dejarle a Esme más trabajo, asique recogí las vajillas y el mantel que había utilizado , a pesar de que ella no me lo había pedido.
    Cuando Esme volvió a girarse pareció sorprenderse por mi tarea.

    —¡Estoy emocionada! —posó una mano en su pecho. — Eres la primera de mis hijas que me ayuda en la faena de casa. —se paró a mi lado y pasó una mano a mi alrededor, apretándome cariñosamente contra su costado. — Gracias, Bella.

    Le devolví una sonrisa cordial pero, a pesar de tener que irme, quise quedarme un poco más, echaba de menos el cariño maternal.

    Salí de la sala, dejando a Esme acabando de limpiarla y me quedé en blanco. No sabía que debía hacer ahora. Eran casi las 6 de la tarde, pero mis deberes estaban hechos y no nos habían informado de ningún examen próximo.

    Me pregunté donde estarían Alice, Emmett y… No. Él podía estar donde quisiese, me daba absolutamente igual.

    Mis dudas pronto fueron aclaradas, cuando escuché algún tipo de melodía proveniente del primer comedor. Me acerqué a él, suponiendo que cualquiera de mis hermanos estaría escuchando música en la televisión, pero me llevé una sorpresa.

    Un piano negro y reluciente se posaba sobre una pequeña elevación del suelo de parquet. Me extrañaba no haberme dado cuenta antes de su presencia, pero entonces vi las dos estanterías que casi lo escondían a simple vista.

    La melodía se intensificó, pero no provenía de la tele sino de las teclas de aquel magnifico instrumento.

    Caminé con cuidado, con miedo a estropear las preciosas notas que revoloteaban a mi alrededor. A pesar de sonar bien, tenían un punto melancólico, triste. A medida que me fui acercando, el curso de la melodía se hacía más lento, hasta que acabó siendo una especie de lamento.

    En el primero que pensé fue en Carlisle. Era un hombre muy culto, no sería tan raro verle sentado tras aquellas estanterías.

    Subí a la tarima de parquet sin hacer demasiado ruido y me paré al instante.

    ¿Él?

    Todas mis suposiciones se habían disipado cuando vi la espalda del chico con camiseta negra que parecía absorto en la música. Sus dedos bailaban en torno a las teclas y simplemente no podía pensar. Edward hacía que aquella canción sonara tan hermosa…

    ¿Qué? No le estaba alagando a él, sino a su música. ¿Edward también es hermoso? Vale, sí. Lo admito, mi hermanastro tiene un físico estupendo, pero eso no le salva de ser un traidor o un mentiroso.

    Cogí aire y me acerqué más al piano, hasta quedar casi a su lado. En ese instante el flujo de notas paró en seco, pero su cabeza no se levantó.

    De repente mi cabeza volvió a la realidad, dejando de estar hipnotizada por aquella canción. Aquel momento fue muy incómodo, incluso más de lo que lo había sido el desayuno de la mañana.

    Desesperada, busqué alguna excusa que mostrar y rápidamente dirigí mis manos al estante de la izquierda. Pasé mis dedos por todos los libros, sin fijarme en sus títulos, sólo fingiendo estar interesada en encontrar alguno en particular. Al azar, agarré uno y entonces me di cuenta: “Aprenda a cocinar con Pierre Gagnaire”.

    ¿Cocinar? ¿Para qué narices necesitas ese libro? —preguntó la mini-Bella, confusa.

    Es el primero que he encontrado… ¡No me culpes!

    Edward pareció leer el título del ejemplar que tenía en mi mano y soltó una risita por lo bajo, que disimuló educadamente con algo de tos.

    —Sólo venía a por…—miré mi libro, de nuevo avergonzada. Después le observé a él y de nuevo a mi libro. — Ya me voy. —fijé la vista en el suelo, con mis mejillas a punto de explotar en llamas y preparada para salir huyendo de allí.

    —No me molestas, tranquila. —al oír aquello me detuve, con la respiración entrecortada. — Y… Bella. ¿Por qué quieres aprender a preparar platos? Esme podría enseñarte o incluso yo…—lo último lo masculló en voz algo más baja. —… si me dejaras.

    Tragué saliva y me encaré a él.

    —No quiero prescindir de nadie, puedo instruirme sola, gracias. — Me molestó un poco que no me creyera capaz de preparar comida.

    Edward suspiró y masajeó el puente de su nariz un buen rato. Tenía la impresión de que iba a decirme algo, pero no abría la boca.

    Respirando con paciencia, caminé despacio para bajar de la tarima.

    —No sabes lo que ocurrió. —espetó, después de que se escuchase el chirrido de la banqueta donde se sentaba, arrastrarse por el suelo. Entendía a lo que se refería.

    —No hace falta saberlo, creo que con verlo tuve suficiente. —cerré los ojos, aliviada porque estuviese de espaldas a él y no pudiera ver la cara de dolor que acababa de formar ahora mismo.

    — ¡Pero yo quiero explicártelo! —a gran velocidad, Edward ya estaba a mi lado, con una mano agarrándome por el brazo.

    Su leve contacto ya hizo que se encendiese una pequeña llama en mi corazón, devolviendo el calor que le faltaba a mi cuerpo.

    Edward me giró hacia él y mi resistencia fue inútil, ya que en pocos segundos tenía su rostro frente al mío.

    —Escúchame por favor, Bella. —casi me suplicó. — Todo fue un malentendido; Jessica me pilló desprevenido, yo estaba en la barra y ella se acercó. ¡Fue ella la que se abalanzó sobre mí! —tenía el ceño fruncido y el verde de sus ojos se había apagado un poco. — ¡Te juro que intenté apartarla! ¡A mí no me interesan las chicas como ella! ¡Maldita sea! —se lamentó, soltándome.

    — Jamás debería haber caído en tu trampa, Edward.— me digné a mirarle. Ya me informó Jess de lo que pasa contigo. —me crucé de brazos y me separé un paso de su lado. — ¿Niegas que los labios de la mayoría de chicas del instituto han pasado por los tuyos?

    —Bella, eso no es…—se defendió, pero le interrumpí.

    — ¡¿Lo niegas?! —Oh, no… Ya estaba de nuevo al borde de las lágrimas. Debía evitar estas conversaciones a toda costa.

    —¡No, pero…!—Aquella respuesta me sorprendió en parte; pensé que Edward jamás admitiría algo así. Yo, sin embargo, volví a impedir que continuase.

    —Bien… Entonces no tienes nada más que explicarme. —el rostro de mi hermanastro parecía descomponerse con cada palabra que uno de los dos soltábamos. — Te entiendo; yo soy la nueva y faltaba mi beso para tu colección. — Aquella verdad dolía.

    — ¡Pero Bella, tienes que creerme! ¡Son las chicas las que me besan, yo me quedo igual de desconcertado que tú! —su voz se elevaba con cada sílaba que pronunciaba.

    — Hazme un favor; no juegues más con los sentimientos de la gente, no es agradable…—la primera gotita de agua calló por mi mejilla. Tenía que marcharme de aquí antes de que el llanto fuese inevitable.

    Le dejé allí, quieto y sin argumentos que soltar. Me encaminé decidida hacia la puerta, pero antes de traspasarla Edward habló por última vez.

    —Jamás he pretendido hacerte daño…

    Pero yo ya estaba demasiado lejos para indignarme por su respuesta. ¿No había pretendido hacerme daño? ¡¿No lo había pretendido?! Pues tenía una noticia que darle; me había hecho daño.

    Prácticamente podría decir que corrí hacia mi lugar seguro, mi santuario en alguno de sus sentidos; mi habitación.

    Cerré la puerta dando un golpe y apoyé mi frente contra ella. El pelo caía alrededor de mi cara, escondiendo algunas lágrimas que no podía controlar.

    Estaba harta. Harta de sufrir por… él, harta de llorar por él. ¡Harta de todo!

    Troté hacia mi cama y agarré un cojín al vuelo, estampándolo contra el suelo en un arrebato de furia.

    De la nada, apareció un cansancio descomunal que hizo mella en mi cuerpo y tuve que apoyar mi espalda contra la pared para no desplomarme. Me sentía pesada, realmente pesada. Poco a poco fui resbalando, a medida que mis lágrimas también resbalaban por mi cara.
    Quedé sentada, con las rodillas encogidas y mi rostro oculto entre ellas, sollozando como una estúpida.

    Si continuaba así, dudaba que el corazón continuase latiéndome por mucho tiempo. Dentro de poco acabaría rompiéndose o desvaneciéndose, literalmente.

    Después de aquello, lo último que recuerdo fue un lago de oscuridad en el que me hundí lentamente.

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    La conciencia fue recuperándose en mí y, pestañeando varias veces, conseguí abrir los ojos.

    No recordaba que mi cuarto fuese tan oscuro.

    Entonces me alarmé al notar la superficie mullida sobre la que me recostaba. Pronto descubrí que se trataba de mi cama.
    Alguien debía haberme visto en mi estado de zombi cuando me había quedado dormida en el mismo suelo.
    Qué vergüenza estaba pasando…

    La sensación de tener unas extremidades realmente pesadas había desaparecido y ahora me notaba descansada, aunque algo desorientada. Miré el reloj con el que me percaté que dentro de poco Esme prepararía la cena, ya que eran casi las 10 de la noche.

    Rezaba por llegar a tiempo a la comida esta vez, estaba segura de que Carlisle se preocuparía por mi salud si continuaba con mi trastorno de horarios.

    Me dispuese a hacerme un chequeo de aspecto en el lavabo, antes de bajar con mi familia. Ya estaba comprobado que todo seguía más o menos bien, dentro de lo que se entendía por “bien” siendo yo y tratándose de mi “belleza”, una palabra que dudaba que se pudiese aplicar a mí. Aquello era una de las muchas cosas por las que de ningún modo me asociarían con los Cullen, yo era asquerosamente mediocre en comparación con sus perfectos rostros...

    Dejando a un lado los pensamientos que abatían mi autoestima, me peiné, pasando mis dedos por los mechones de cabello como pude, y caminé sin mucha hambre hacia la cocina.

    Bajé las escaleras de caracol con sumo cuidado para no estamparme contra el suelo y traspasé la puerta, sin fijarme en que la estancia estaba vacía.

    Cuando quise darme cuenta, escuché una voz de soprano proveniente del segundo comedor, aquel que tenía los ordenadores. Alice estaría en sus sesión de compras online mensual, otra vez.

    Mi cara tendría aspecto cansado cuando aparecí por allí, pero al instante la respiración se me cortó por completo y mi corazón pareció comenzar a latir de nuevo, a pesar de que nunca podría volver a recuperar su energía normal.

    —¡¡Jacob!! —chillé, pese a mi falta de aire por aquella repentina emoción.

    Me lancé, literalmente, hacia él, esperando que recordara nuestro abrazo de oso, aquel que echaba tanto de menos.

    Sin duda, Jake respondió a mi entusiasmo, esperando de pie junto al sofá beige con los brazos abiertos y preparados para cogerme.
    En efecto, impacté contra mi amigo y el esperado abrazo de oso llegó. Jacob me abrazó por la cintura y me levantó, mientras yo lo estrujaba, cariñosamente, con todas mis fuerzas.

    Cuando me dejó en el suelo, escuché su risa. Siempre me había alegrado el día oírla, me recordaba a un niño feliz en su despreocupada infancia.

    Cogí aire, aún con una sonrisa de oreja a oreja, y me paré a verle mejor. Realmente había cambiado muchísimo, ya no era aquel chico de 16 años que había conocido en el orfanato. Su masa corporal se había substituido por toneladas de músculos que se percibían perfectamente marcados en su camiseta gris de tirantes.

    Bueno, pensándolo mejor no ha cambiado tanto…

    Sus pómulos continuaban distinguiéndose en su rostro cuando reía, el pelo negro lo seguía llevando bastante corto y era la única persona que había conocido en toda mi vida capaz de vestir tirantes y tejanos piratas en pleno invierno.

    Sí, continúa siendo él.

    —Jake, pero…—la alegría me sobrepasaba y tuve que parar para coger aire. — ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has conseguido encontrarme? —Eran tantas las preguntas que quería formularle.

    —Primero de todo; hola Bells. ¿Cómo estás? — Ya comenzaba con sus graciosos monólogos para enseñar “buenos modales”. —Muy bien, gracias por preguntar Jacob. ¿Y tú que tal vas?—imitó mi voz como sólo él sabía hacerlo. — ¡Estupendamente! —me miró con aire triunfal, pero se serenó al ver mi rostro.

    Estaba cruzada de brazos, dando golpecitos con el pie en el suelo, haciendo como si esperase.

    — ¿Has acabado? —le pregunté, imitando un poco el tono arrogante que muchas veces le había escuchado a Rosalie.

    Mi amigo mostró su más sincero desconcierto y entonces dejé de bromear y le di otro abrazo.

    — ¡Era broma! —me separé un poco de él. —Me alegro de que estés aquí.

    — ¡Yo también me alegro de verte! —me revolvió el pelo con una mano y la otra la pasó por sobre mis hombros.

    ¡Uish! Cuanto me enrabiaba que me desordenase el pelo, luego parecía una maraña. Aunque… Sí, también echaba de menos parecer una maraña.

    En ese instante caí en la cuenta de que había más gente a mi alrededor. Al pasar tiempo con Jake siempre me olvidaba de todo, él mismo desprendía alegría y aquello me iba bien, sobre todo en momentos como… Como éste, tenía que admitirlo.

    —Carlisle, él es…—intenté presentarle a mi mejor amigo, ya que no sabía exactamente si había sido invitado o tal vez se había colado en la casa y mi familia lo consideraba un ladrón. Siendo Jacob, se puede esperar cualquier cosa.

    —Tranquila, Bella. Ya nos hemos presentado. —Sonrió cordialmente mi padre. — Creo que la sorpresa te ha sentado bien.

    Reí con verdadero júbilo. Aún no podía creerme que Jake estuviese aquí.

    Pasé la vista por todas las personas del comedor; Carlisle seguía mostrando su faceta más educada, detrás del sofá que se encontraba junto a Jacob y cogido de la mano de Esme. Ella, como siempre, se mostraba cariñosa con el nuevo visitante.

    Pero la visión de mis hermanos no fue tan agradable; Emmett se sentaba en el sillón beige, lo más alejado de nosotros que pudo y cruzado de brazos. Su cara permanecía serena, pero miraba de un rostro a otro analizando la situación. Alice se sentaba al estilo indio en el sofá opuesto, sin su típica risita infantil y sin intervenir en la conversación en ningún momento. El último y más difícil de comprender, fue el rostro de Edward. Éste permanecía de pie, apoyado contra la mesa de los ordenadores. Intenté leer su mirada, pero era inescrutable. A pesar de todo, su respiración le delató; las aletas de su nariz se movían agitadamente. ¿A caso era bipolar? La verdad, aquellos cambios de humor repentinos no los entendía… Lo mismo se mostraba feliz, después nervioso, otras veces triste y ahora enfadado. Alguien debía enseñarme a entender a este chico.

    — ¿Bells, porque no hablamos fuera? —aquello me sorprendió, creí que Jake se sentía bien aquí.

    Miré a mi padre, la voz autoritaria de la familia, quien me hizo un gesto aprobatorio con la cabeza.

    —Claro. —respondí, algo confundida.

    Jacob caminó en dirección a la puerta de entrada y yo le seguí, no sin antes oír un bufido que reconocí bien; Edward. No le hice caso. ¿Qué pasaba? ¿Se enfadaba porque alguien viniese a verme? ¿A caso se creía que solo él podía tener amigos? Vale, yo no era demasiado popular, pero tenía vida social. Escasa, pero tenía.

    Cerré el gran portón blanco a mi salida y vi a Jake apoyado contra una moto negra, algo desgastada. Se veía expectante y pronto descubrí el por qué; esperaba que yo me percatase de su vehículo. Mi mejor amigo era tan fácil de comprender.

    — ¿Vaya, ya tienes carnet de conducir? —le pregunté, a lo cual respondió con su risa más típica.

    —Hace un mes que lo conseguí. —me informó, orgulloso. — Y pude arreglar esta vieja moto para entonces. — Me acordaba de cuantos cachivaches me había arreglado Jake en el orfanato. Era todo un manitas.

    —Bueno, cuéntame. ¿Qué hay de tu vida? —quise saber, en un principio.

    —Mmm.… aburrida. —los dos nos reímos al uni sono. — Al final también me adoptaron. —se cruzó de brazos y continuó. — Vivo con un hombre mayor; Billy. Digamos que es mi “padre” adoptivo, aún me suena rara esa palabra. —sonrió. — Pero, a diferencia de a ti, no me ha tocado convivir en grupo. Billy tiene dos hijas, pero están estudiando fuera del país, así que tengo toda una casa para mí solo. —me guiñó un ojo y yo rodé los míos. Era tan infantil, cuando quería serlo.

    —Y… primero de todo; ¿Cómo has conseguido encontrarme? —pregunté, apoyándome en la moto a su lado.

    —Ni que fuese un acosador, Bella. —musitó Jacob, con voz ofendida. Yo volví a rodar los ojos. — Está bien, está bien. El caso es que las tutoras del orfanato me dieron tu dirección y además Billy vive aquí al lado, en la reserva La Push.

    Sí, me sonaba el nombre. El lugar no se encontraba a mucha distancia de Forks. Había viajado alguna vez allí cuando era pequeña y montar en el coche de… Charlie no me suponía una completa humillación.
    Desterré todo pensamiento de mi mente, no podía volver a recordar el pasado.

    —Salí del orfanato unas semanas después que tú. —Jake le dio un golpecito a mi nariz con su dedo índice. — Por cierto, te perdiste mi cumpleaños. —dijo aquello como restándole importancia.

    Me sentí fatal, porque vino a mi mente la promesa que le hice a Jacob hacia ya tanto tiempo: “Te felicitaré la primera de todos en tu cumpleaños, de eso puedes estar seguro.

    — ¿Felicidades? —intenté excusarme, pero Jake rió.

    —Tal vez, cuando dijiste que serías la primera en darme el feliz cumpleaños, te equivocaste. —me puse triste en ese instante. — Querrías decir que serías la última. —bromeó, con lo cual me alivié y le di un codazo en el brazo. Estaba segura que, con tanto músculo, me sería imposible hacerle daño.

    —Así que… Vas al instituto, supongo. —no sabía si Jacob era buen o mal estudiante, lo único que conocía de él era que vivía en Portland, justo antes de que lo ingresasen en el orfanato, tras la muerte de sus padres en un incendio.

    —Claro. Es el pueblo de los Quileutes, pero tampoco somos prehistóricos. —se quejó Jacob, bromeando como siempre. — Ya veo que a ti te ha tocado vivir a lo grande. —me dijo, al mismo tiempo que miraba la gran mansión de los Cullen. Aquello pareció un indicio para que yo comenzase a explicar mi auto-biografía.

    —Sí, supongo. —fruncí el ceño. Yo jamás encajaría con todos aquellos lujos…

    Jake hizo un gesto con la mano para que continuase y yo suspiré.

    —Ya has conocido a mi familia. —señalé con la cabeza hacia las cristaleras del comedor. — Carlisle y Esme son muy majos. —sonreí. — Y a mí sí me ha tocado compartir casa. —le miré acusatoriamente mientras él estallaba en carcajadas. — Emmett es el mayor, después está… Edward… —carraspeé un poco. — Y finalmente Alice.

    Jacob pareció notar mi vacilación al pronunciar el segundo nombre.

    ¡¿Por qué tiene que conocerme tan bien?!

    — ¿Qué pasa con ese Edward? —pareció escupir cada palabra, en especial la última.

    —Nada. ¿Qué va a pasar? —me hice un poco la loca.

    Jacob me miró con las cejas levantadas y aires de suficiencia. Sabía que no había conseguido engañarle, por lo que cambié de tema.

    — ¿Cómo es Billy? —Vaya pregunta más estúpida…

    —Pues… Cómo todos los ancianos Quileutes, salvo por que es invalido. Tengo que acompañarle en su silla de ruedas a casi todas partes. —masculló Jacob.

    Fingí interesarme, únicamente para no abordar de nuevo el tema de Edward.

    —Bells, será mejor que vuelva o el viejo Quileute me hará papilla si no le ayudo con la cena. —reí y miré el cielo. Vi como casi se podían ver las estrellas. Sí, era tarde.

    ­—Tienes razón, no me gustaría encontrarte hecho papilla de Jacob. —el aludido volvió a alborotarme el pelo y yo fruncí el ceño teatralmente.

    Mi mejor amigo subió en su moto y la arrancó; haciendo retumbar el sonido del motor por todo el bosque.

    — ¿Ni siquiera me darás un beso de despedida? —aquella pregunta sonaba rara en los labios de Jake. No le había escuchado, hasta ahora, decirme nada por el estilo. Pero yo estaba harta de besos, por el momento.

    Rodé los ojos y le despeiné el pelo, imitándole. Jacob soltó una carcajada y aceleró el motor en seco, produciendo otro estruendoso sonido.

    — ¡Ah! Sea lo que sea lo que ocurre con ese Edward, dile que se calme y que tú eres mía. —acabó aquello guiñándome un ojo y desapareciendo entre la carretera y los árboles con su moto.

    Vale, Jake era el mejor amigo que había tenido jamás. ¿Pero desde cuando se había vuelta tan posesivo?

    Caminé de nuevo hacia la casa, contenta por tener a alguien de mi pasado de nuevo en mi vida.

    Abrí la puerta, cerrándola a mis espaldas y encontrandome a un cabizbajo Edward esperando frente a mí.

    — ¿Era tu novio? —aquellas palabras bastaron para confundirme. ¿Qué carajo le importaba a él eso?

    —Jacob es mi mejor amigo. —le respondí, algo enfadada.

    —Él parecía muy… cariñoso, contigo. —alentó, con la vista fija en algún punto detrás de mí.

    —Sí, hace mucho que no nos veíamos. Eso es todo. —no entendía como estaba dándole explicaciones a Edward, pero por algún extraño motivo quería que quedara claro que lo que Jake y yo teníamos era sólo amistad. Exactamente, quería que mi hermanastro lo tuviese claro.

    Escuché como Edward tragaba saliva y suspiraba… ¿Frustrado? A continuación se giró hacia las escaleras y las subió. Me deslumbre al instante. ¿Cómo era posible que con cada movimiento que hacía lograse embobarme?

    Tu salud mental está en juego, Bella. —Tarareó la mini-yo.

    ¡Ya era hora! ¿Dónde estabas cuando realmente tenías que darme consejos?

    El resto de la noche pasó igual que siempre, salvo por qué me deprimí al saber que a la mañana siguiente tendría que levantarme temprano para asistir a clase.

    Alice soltó alguna que otra pregunta sobre Jacob durante la cena; las respuestas de las cuales, Edward escuchó con más interés del normal.
    Estaba claro que a ninguno de mis hermanos le caía demasiado bien mi mejor amigo. Y él tampoco hacía demasiado esfuerzo por trabar amistades con los Cullen.

    ¿Tanta importancia tienen las clases sociales?

    Vale, Jake no se veía exactamente una persona de aires refinados, que vestía con ropa cara o tenía motos lujosas. ¿Pero a caso eso importaba?

    ¿Y Jacob, que pensaría de mi familia? Rememoré uno de aquellos días interminables en el orfanato, mientras limpiábamos hojas del patio en uno de nuestros castigos.
    Justo frente a las verjas de salida pasaron un hombre y una mujer muy bien vestidos y con aires de ser extremadamente ricos. Jacob maldijo a todos y a cada uno de ellos por ser tan “superiores”.

    Estaba claro que los Cullen no eran tan pijos como aquellas personas, pero aún así mi amigo sólo se dedicó a ver el exterior.

    Acabé de cenar y decidí ayudar a Esme de nuevo con la mesa, pero esta vez también se apuntó Alice.

    Cuando todos los platos quedaron relucientes, decidí volver a mi cuarto y dormir un poco.
    Me parecía increíble que durante aquel día hubiese dormido tanto y aún así estuviese cansada a estas horas.

    Di las buenas noches a mi familia, excepto a Edward; quien llevaba desaparecido casi toda la velada desde la cena, y subí hacia mi habitación.

    Allí me cambié la ropa por un pijama, me lavé los dientes y recogí mi pelo en una coleta. Tenía que evitar que se me enredase tanto por las mañanas, alguna forma habría para lograrlo.

    Me sentía bien, por primera vez este domingo. La visita de mi mejor amigo había hecho que mis ánimos subiesen. Jacob era simplemente mi válvula de escape, conseguía hacerme feliz con sólo bromear con algo.

    Recosté mi cuerpo en la cama, pero algo me distrajo cuando fui a correr las sábanas para acomodarme bajo ellas.

    Una hoja, probablemente arrancada de alguna libreta, cayó al suelo y la recogí casi al instante.

    carta de edward.jpg

    Sus palabras me dejaron sin respiración. Aquella carta me resultaba tan sincera... ¿Pero debía creerla? La duda seguía latiente en mi cabeza.
    Una cosa era segura; no quería volver a hacerme falsas esperanzas.

    Guardé aquella hoja en el cajón de mi mesita. Ni yo misma sabía la respuesta a la pregunta; ¿Perdonaría a Edward? No estaba segura de ello… ¿Pero para que engañarme? A mí también me dolía verle sintiéndose tan culpable.

    Entonces se me pasaron algunas realidades por la mente; Edward podía hacer lo que quisiese con su vida. Es decir, yo no tenía por qué ser la cosa más importante en su mundo. Quizás aquella noche el alcohol le provocó alguna extraña reacción y me besó por puro impulso. Cuando quiso darse cuenta, el daño estaba hecho por lo que puede que besase también a Jess para evitar hablar conmigo.

    Era una idea bastante considerable, en fin, sólo tenía que mirarme al espejo. Un chico como él jamás podría estar con alguien como yo. No debía enfadarme porque alguien me hubiese recordado lo que soy; nada.

    Mientras la cabeza me dolía de tanto pensar, fui dejándome vencer por el sueño, hasta que finalmente caí entre las sombras.
    <><><><><><> <><><><><><> <><><><><><> <><><><><><> <><><><><><> <><><><><><>

    Bueno aquí os dejo este cap.!! ^^
    Por cierto Natty, sé que querías que Jake apareciese jaja Pues aquí lo tienes xD

    Me he estrujado la cabeza para dejaros una continuación antes de irme de vacaciones. Así que no estaré por aquí hasta le semana que viene. Espero que al volver sepa lo que os ha parecido y prometo que me pondré a escribir en cuanto vuelva a estar en casa =)
    Cuidáos mucho y de nuevo, gracias por los coments, los "me gusta", etc. Me alegran el día, de verdad =D
     
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  3.  
    Aomecita

    Aomecita Usuario popular

    Piscis
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    Hola amiga gracias por avisarme de la conti ya estaba muerta de la intriga esperandola
    en serio bien sabes bien lo muchooo que me gusta tu fic de mi vampiro sexy favorito *o*
    y que siempre estoy ansiosa por leer cada vez màs para saber como va conquistando a su
    fragil y dulce Bella lo mejor es que siempre las haces largas pero aun asì siempre muero
    por màs y esta vez de nuevo lo has hecho en verdad ¡Me encanto! Awwww Esme es muy
    gentil dulce y maternal con Bella y que decir de mi lindooo Edward sexy pobrecito... Esta
    màs que desesperado por que lo perdone n/////n Kyaaaaaaaaaaaaaaaaaa ha aparecido
    Jacob o no... tengo el presentimiento de que esto se pondra candente Nooooooooo 1 semana
    para conti esta bien sobrevivire diviertete mucho cuidate sayo...
     
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  4.  
    Blood Dupre

    Blood Dupre Usuario VIP

    Tauro
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    Gracias por avisarme, me ha encantado el capítulo, como siempre tienes una escritura muy limpia y correcta, ahora bien me ha gustado la nota que le dejo Edward y la aparición de Jacob, ahora si se le va a armar a Edward, además de que me encanta la mini Bella, en cuanto a tu salida no te preocupes yo espero el tiempo que tu quieras. Adiós.
     
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  5.  
    Ltres

    Ltres Entusiasta

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    Jess aqui estoy como siempre, solo tengo algo que decir: woooow ! la verdad me muero de ganas por qe Bella lo perdone :( me da penita jaajajajajajajaa pues vamos a ver que pasa en el proximo capitulo = ) felicitaciones amiga me encanto.

    cariños, besos y abrazos = )
     
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  6.  
    cristty

    cristty Iniciado

    Escorpión
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    Hola, muchas gracias por avisarme...
    Sii!! Jacob!! Ya era hora de que apareciera... Sip!
    Y bueno... Con eso de Bella, ella lo tiene que perdonar, ya no quiero que siga con esos pensamientos qeu siempre logran sacarme de quicio... Por favor!!
    Me a gustado mucho la carta que le dejo Edward, y cada vez me cae mejor la Mini-Bella.
    Bueno, te estare esperando en toda esta semanita...
    Muchos besos de mi parte!!
     
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  7.  
    St Jimmy

    St Jimmy Entusiasta

    Aries
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    Holaaa!!Gracias por invitarme
    Que bien que ya vino Jacob, me encanta siempre tan bromista.
    Edward me da un poco de pena porque la culpa no la tuvo el,la tuvo Jessica que le beso.Por cierto Edward esta celoso ¿no? cuando le pregunto si Jacob era su novio y todo el interes que puso :D no creo que le pase nada por sufrir un poco :)
    Avisame para el proximo porfaa
     
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  8.  
    Clary Uchiha

    Clary Uchiha Entusiasta

    Escorpión
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    Konichiwaa~♥
    Gracias por avisarme! Y te lo digo en serio, te superas con cada cap que subes...pobre Bella, no sabe que creer. Yo a esa Jessica seguro que no, y me a gustado (y cuando digo gustar me quedo corta) la parte en que Jacob la viene a ver! La pobre necessitaba a alguiwn que la comprendiera....pero por que el lobo es tan posesivo con ella?
    Me has dejado en ascuas...por fa sube la conti pronto y avísame!
    Sayo~♪♥♫
    BY:Clary Uchiha
     
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  9.  
    Argens Hatake

    Argens Hatake Usuario común

    Virgo
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    Gracias por avisarme, este capitulo definitivamente esta super interesante, ya que se puede ver como le agregaste a la historia un personaje super importante: a Jake <3 jajaja
    me gusto mucho la escena en q llega y se abrazan, a si me siento cuando veo a mis mejores amigos, todo alrededor cambia, te pierdes,
    y senti super hermoso cuando edward esta tocando, casi pude escuchar la melodía que tocaba, muy buena.
    y la verdad preferiria q edward sufriera un poquito más, y no porq haiga o no sido su culpa, sino que me gustaria algo de tortura jajaja
    (amantes de edward cullen, no se me enfaden jeje) :rolleyes:

    yo creo que vas muy bien, y el ritmo q llevas es el justo, nos describes muy bien, y creo que se esta desarrollando perfectamente.
    duda bella lo perdonará tan pronto?? ¿jacob peleara por bella?? jaja me urge conti :)
     
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  10.  
    Kotomichinn

    Kotomichinn Usuario común

    Escorpión
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    Holiss aquí una Koto-chinn reportándose...
    Esta muy genial la continuación, me encanto la parte donde apareció Jacob, esperó ver más escenas con él, también me dio un poco de rabia Edward, si no quería que Bella lo viera en esa situación no debió dejar que Jessica lo besará y me dio más rabia el echo de que admitiera que se había besado con TODAS las chicas del Instituto, es que hay que ser muy cara de palo para hacer eso, es que no lo entiendo es un vil mujeriego, me da rabia y siento mucha pena por la pobre de Bella que sufre y sufre por una persona como él.

    En fin, espero la continuación, esta muy entretenida la historia ^v^

    Nos vemos... Sayonara!!
    Koto-chinn
     
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  11.  
    Nattty

    Nattty Iniciado

    Acuario
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    SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII me trajiste a JACOB!!!!! sos tan linda!!!!!!!! no lo puedo creer!!!!!!!!! woooooow!!!! que emocion!!!!! es tan lindo!!!! LO AMO♥ !!!!! Tan tierno como siempre! que demás! ya lo extrañaba demasiado, me haces tan feliz jess :D
    "— ¡Ah! Sea lo que sea lo que ocurre con ese Edward, dile que se calme y que tú eres mía." : casi muero!!! no no no definitivamente TE PASASTE! no esperaba una frase como esas tan rápido! el siempre tan aaaaaaaaaaah ni palabras tengo... me bloquea!!
    me leei hasta que se fue ... no quiero seguir leyendo para que no se me termine, tu no das señales de vida y nose cuando volverás a publicar! de noche leeré un poquititito mas :)
    soy media bipolar jajaja porque también me da lastima edward! quedo como perrito mojado! acaso no aguanta un poquito de competencia?? osea, la competencia es mas que BUENA pero ta!!!! jajajja... pobre edward ... al final me quede con la duda de si el puede leer las mentes, porque en uno de los capítulos vos habías dicho q la miraba como queriendo saber algo y luego frustrado dejo de hacerlo... me dio la impresión como que a ella no la podía leer como a los demás, nose ,capas q me lo imagine acostumbrada a su don! jajaajjaa pero ta tengo esa duda...
    ahora si! un pedido personal NO ME HAGAS SUFRIR MUCHO A JAKE! por favor te lo pido de rodillas si es necesario ajajja no lo soportaría de nuevo!, ya con toda la saga me fue suficiente! jeje...
    amo tu historia me tiene super atrapada de verdad! me meto mucho en ella, como si yo fuera bella y estoy metida en todo ese enrollo jajajaja, si hay un psicólogo cerca mandamelo! jajajaja dudo de mi estado mental! por lo menos no tengo una mini-naty que me hable en la cabeza sino definitivamente me interno en un loquero jajajaja..
    un abrazo ... hoy de noche sigo un poquito con el cap!... :oops:
     
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  12.  
    andrea gonzalez

    andrea gonzalez Iniciado

    Capricornio
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    AWWWWWWWWWW DEFINITIVAMENTE ME ENCANTO ESTE CAPITULO
    JACOB PARTICULARMENTE NO ME GUSTA PERO QUE BUENO QUE LO INCLUYES EN LA HISTORIA
    Y QUE MY EDWARD SE PONGA CELOSO COMO SE LO MERECE DESPS DE LO JESSICA ..
    REALMENTE T Q DO ESPECTACULARR!! *-* <3<3
    NOS VEMOS PRONTO .. .SIGUE LA HISTORIIA .. ESTARE PENDIENTE PARA LA PROXIMA ACTUALIZACION :D
     
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  13.  
    Nelcys Cullen

    Nelcys Cullen Fangirl empedernida

    Libra
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    Hola Jess..!! Me encanto..!! Demasiado lindo te quedo este capitulo, aunque es un poco triste, pero te quedo super lindo..!! :DQue malo que Edward y Bella todavía no hallan arreglado las cosas..!! :( Bueno... Me encanto la carta que Edward le escribió a Bella (me pareció super linda..!!), ojala Bella decida perdonar a Edward..!! Ya quiero que los dos arreglen las cosas..!! Bueno avisame cuando publiques..!! :) Escribes super bien.. :D Sigue así..!!
    Atte. Nelcys..!! :P
     
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  14.  
    Kikuz-sama

    Kikuz-sama Usuario popular

    Géminis
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    Perdona la tardanza pero la verdad es que estado ocupadisima ahhhh la verdad ya no tengo tiempo para nada
    pero en una escapada vine y me he puesto al corriente.

    Ame la nota de Edward!!!!!

    Dios realmente se ve arrepentido ahhh pobre me parte el corazón, oh por dios y Bella siempre con su autoestima tan baja, no, no, no deberas que mas leña le hecha al fuego ella solita.

    Me a encantado el capitulo y me gustaria que me siguieras invitando :)

    Perdon si tardo pero de verdad que el tiempo no me alcanza para nada :)

    Si tardo disculpame y ahora hazlo por que este post es cortitito pero vine a la carrera :)

    gracias y sayonara!!!
     
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  15.  
    flor de papel

    flor de papel Entusiasta

    Libra
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    gracias por avisarme d la contii
    uuuuh esto se pone picante
    nada mejor que unos cuantos celos
    a menos que sean los de mi novio (entonces no son buenos xD)
    yo tambien quiero saber lo perdonara?
    y tengo una duda esta permitido que manejes asi las notas?
    en fin me retiro avisame d la conti plis
    si me tardo es por la faku pff
    pero al final me pasare
    besos :D
     
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  16.  
    Aleehw

    Aleehw Iniciado

    Tauro
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    Bella! Perdona a Edward no ves que esta mal...! Y oh por Dios... Jacob... Ahora si comienzan los problemas haha :P No importa, el amor entre Bella y Edward es mas fuerte! >;D Aunque Edward... "No soy yo, son ellas que me besan" (O algo asi dijo xD) No es la mejor frase que pudo un chico haber dicho a una chica... Tal vez ni yo lo hubiese creido aunque fuese verdad... Pero las chicas si son atrevidas! Ugh! Y Jessica es lo mismo...

    Vamos Bella perdona a Edward... :P
    Bueno como siempre me dejas con las ganas de leer mas, tu fic es super asombroso! :) Buenow...

    Adios!:oops:
     
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  17.  
    Alix Cullen Bellamy

    Alix Cullen Bellamy Entusiasta

    Virgo
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    Hola!
    Que bueno estuvo este capitulo, me encanto en serio, tuvo un poco de todo.
    Edward simplemente es la perfeccion hecha hombre lo juro, tan lindo hahaha
    y !aparecio Jake!, esto se pondra interesante,
    bueno sin mas te dejo y espero el otro capitulo.

    xOxO

    Alix Cullen
     
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  18.  
    JessCullen

    JessCullen Usuario común

    Virgo
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Él lo cambió todo
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    22
     
    Palabras:
    10372
    Capítulo 11: Inusual proyecto

    Aquella mañana el Jeep de Emmett nos había llevado al instituto, ya que Edward se había levantado temprano y había decidido marcharse antes con su Volvo.
    Si hubiese sido un día normal, mi hermanastro habría esperado a llevarnos a todos en su coche y me sentía responsable de que Edward no quisiese ni verme. En fin, eso era lo que suponía al no haberle mencionado absolutamente nada acerca de su carta la noche anterior. Lo más probable es que estuviese enfadado. Pero yo no tenía ni idea de que responder. Después de todo lo que me había hecho pasar... ¿Era correcto perdonarle? ¿Podría dejar pasar el tema y hacer como si nada de esto hubiese pasado? Eso sería lo mejor para mí, pero mi parte más masoquista no dejaba de recordarme la misma escena; Edward y yo, a centímetros de distancia, un telón ocultándonos y un escenario a nuestro lado.

    Por suerte, cuando llegamos al aparcamiento era demasiado tarde y no tuvimos tiempo de buscar a Edward. Así conseguí librarme de una intensa e irresistible mirada esmeralda. ¡Arg! ¡Como odiaba que sus ojos fuesen mi debilidad!

    Ni Alice, ni Emmett compartían clases conmigo, por lo que nos despedimos antes de entrar, casi a la carrera, en los pasillos del instituto.

    Miré el reloj cuando me dirigía a mi primera clase: Historia. A menos que viajase a la velocidad de la luz, me sería imposible llegar antes de que tocase la atronadora campana. La cual sonaría dentro de...

    Tres... Dos... Uno...— contó mentalmente la mini-Bella.

    Un sonido estridente, que por poco me hace estallar los tímpanos, resonó por el corredor. A su paso, los pocos estudiantes que aún seguían recostados en sus taquillas, dejaron las charlas para más tarde y se encaminaron hacia sus respectivas aulas.

    A estas horas, yo era la única que corría y, en ocasiones, hasta tropezaba con mis propios pies, para evitar la regañina sobre la puntualidad que me daría el señor Jefferson.

    Ya no había nada que hacer; dejé atrás los pasadizos estrechos y las últimas taquillas blancas de las paredes para impulsarme hasta la puerta de la clase.

    Parecí interrumpir algo cuando entré, ya que el profesor me miró a través de sus gafas con sus cansados ojos negros y frunció los labios amargamente.

    Con la respiración parecida a la hiperventilación por la carrera, y las mejillas coloradas por ser el actual centro de atención de mis compañeros, colgué mi impermeable marrón en las perchas que descansaban junto a la entrada y me senté en mi habitual mesa del fondo, agachando la cabeza a modo de disculpa.

    Jefferson me observó con atención, hasta que dejé de hacer ruido con la silla al sentarme y pareció volver a hablar.

    —Bien...—apartó la vista de mí y se dirigió de nuevo a sus alumnos.— Cómo iba diciendo, antes que la señorita Cullen interrumpiese...— De nuevo, todos los rostros se posaron en el mío, produciéndome un sonrojo descomunal.— La Segunda Guerra mundial...

    A partir de aquello todo el tiempo fue una mancha borrosa. Sé que debería haber estado atenta, por todo eso de que en Historia no tenía una de mis mejores clasificaciones, pero se me hacía demasiado pesado.

    El señor Jefferson continuó con su charla, corregimos los deberes que había estado haciendo el pasado domingo y la mayor parte de la clase se dedicó a los acontecimientos en la población durante aquella Guerra.

    Al menos me consolaba pensar que no era la única que lo estaba pasando realmente mal durante la hora; justo delante de mí veía a dos chicas, una de pelo castaño claro que casi le llegaba a la cintura y otra con la cabellera rubia por los hombros, que se pasaban papelitos la una a la otra.
    Conocía ese método de comunicación; los típicos papeles. Era una de nuestras distracciones durante sermones realmente aburridos y además un método seguro para ahorrarte un castigo por estar hablando.

    Desgraciadamente, a mi lado se sentaba un chico pelirrojo, del cual no recordaba el nombre, que pasaba la mayor parte de la clase en las nubes y con la capucha puesta. Pude observar como se le atisbaban los cables de unos auriculares negros entre medio de la ropa. ¡Ajá! Un mp3: distracción asegurada.
    Pero aquello me acortaba las posibilidades de abstraerme yo.

    Especulé mis posibilidades de entretenimiento.

    Veamos... Tenemos intercambio de papeles... Pero dudo que éste me responda. — Pensé, refiriéndome al pelirrojo de mi derecha. — Podría pedirle prestado el mp3 un rato...—le miré de reojo. Sólo le faltaba el pelo negro para parecer un auténtico Emo. — No, sin duda se negará.

    En ese instante Jefferson me hizo una pregunta que no escuché y, para mi vergüenza, fallé la respuesta que había dado, para probar fortuna.

    Aburrido, gordo, calvo. — la mini-Bella volvió a las andadas y esta vez la tomó con el profesor.

    La única solución que hallé para pasar la interminable media hora que aún quedaba, fue ponerme a garabatear en mi libreta. Al principio todo eran figuras sin sentido, esbozos sin pies ni cabeza por todos lados, pero más tarde, una sonrisa torcida que conocía muy bien apareció de entre mis dibujos.

    ¡Mierda! ¡Bella, olvídalo!—la mini-yo se cabreó de nuevo.

    Rechinando los dientes por el boceto que había hecho inconscientemente, agarré la goma y comencé a borrar todo rastro de lápiz compulsivamente. Creo que hasta mi compañero de mesa se sobresaltó al verme tan concentrada en aquello.

    Me daba miedo comenzar a pintar algo de nuevo, por si salían a la luz imágenes que no quería ver, así que apoyé la cabeza en mi mano y me dediqué a parecer interesada en el señor Jefferson cuando en realidad volaba entre miles de pensamientos que, quisiera o no, me torturaban sin cesar.

    Nunca me había alegrado tanto de escuchar el zumbido nasal del timbre que daba por finalizada la primera clase.

    Con impaciencia, recogí mi libreta y los libros para enfundarme la mochila a la espalda, apoderarme de mi anorak y salir de allí lo más rápido posible.

    Una vez fuera de aquel pequeño espacio, los estudiantes ya se aglomeraban en los pasillos.

    Caminé hacia mi siguiente aula: Sociología. Era una de las clases que me solían gustar, ya que los temas que se trataban me parecían interesantes. Al menos me solía gustar hasta ahora, ya que me percaté de que era una de las clases que compartía con Edward.
    Todos mis ánimos desaparecieron y se vieron substituidos por un tremendo pánico. No quería hablar con él, ni siquiera sabía si estaba preparada para verle de nuevo.

    ¿Qué tal hacer novillos? No pasaría nada por una vez. — La mini-yo aportaba ideas.

    Un repentino mecanismo de mi cuerpo las rechazó y me maldije en mi fuero interno por querer contemplar de nuevo sus ojos.

    Suspirando, en parte asustada, en parte ansiosa, llegué a la clase y caminé con cuidado detrás de dos chicos bastante altos, con mochilas negras y crestas enormes, estilo Punki.

    Que gente más rara anda por el mundo... Primero el Emo y ahora estos dos. — negué con mi cabeza, de manera casi imperceptible.

    Respirando pausadamente, pero con el corazón casi desbocado por los nervios, volví a dejar mi abrigo en el perchero de aquella entrada y me giré con decisión.

    En cuanto le vi, todo a mi alrededor se desvaneció. ¡Dios mío! ¡¿Cómo podía producir esa reacción en mí?! Sólo con verle allí, despreocupado en su asiento de siempre, con el pelo color bronce ligeramente alborotado y con aquellos ojos verdes...

    ¡Au!— mostré un gesto de dolor en la cara cuando la mini-Bella me propinó algo parecido a una patada en el estómago. Realmente, me estaba volviendo loca.

    Tragué saliva, ahora con la mente más despejada y anduve, con paso firme, para que se notase la seguridad en mi misma, hacia la mesa que compartía con mi hermanastro, muy a mi pesar.
    Hice especial ruido en mover el pequeño taburete y escuché un bufido por lo bajo. Después me senté, colocando la libreta con los apuntes frente a mí.

    Busqué por la clase, pero el profesor Ross no daba señales de vida, sino que continuaba acomodado en su silla, mirando con especial interés un puñado de papeles y la pantalla de su portátil.

    —Buenos días. —Aquellas palabras me sobresaltaron, a pesar de lo musicales que sonaban.

    No contesté, simplemente miré hacia otro lado intentando parecer distraída. Esperé a que Edward dijese algo más y, al percatarme de que no habló de nuevo, la curiosidad pudo conmigo y me giré hacia él.

    —Hola. — solté, con voz seca.

    Mi hermanastro se rió con socarronería y aquello me molestó. ¿A caso ya había olvidado todo lo del fin de semana? Si así era, estupendo. ¡Me alegraba por él! Ya veía lo mucho que le importaba... Pero en mí seguían muy presentes sus actos y palabras.

    — ¿Te gustan los animales?— preguntó, aún con rastros de burla en los ojos.

    ¿A que viene eso?

    —¿Y a ti qué te importa? — No pretendí decir aquello con tanta brusquedad, pero su mofa me irritaba mucho.

    Edward mostró una sonrisa forzada, pero ahora con algo distinto en sus facciones... ¿Tristeza?

    —Yo sólo espero que te gusten...—continuó, ignorando mi respuesta. — En especial los perros. — se rió por lo bajo, seguramente pensando que no le escuchaba.

    ¡Já! ¡Bella tiene un oído muy fino!

    Le miré una vez más, con el ceño fruncido y sin comprender muy bien por qué sacaba ahora aquel tema. Sin duda; Edward era cada día más incomprensible.

    En ese instante la campana volvió a retumbar, dando por comenzada la clase.

    Al fin, el señor Ross se dirigió a nosotros y dejó el dichoso ordenador a un lado. Estuve aliviada de no tener que continuar con aquella tonta conversación, de la que Edward me había hecho partícipe.

    —Chicos, tengo una estupenda noticia que daros. — el profesor juntó las palmas de sus manos, dando una palmada con entusiasmo.

    Pude escuchar la musical risita de Edward y de reojo, observé como la habitual sonrisa torcida se posaba en sus labios.

    ¿Qué le hace tanta gracia?

    Observé al señor Ross con más atención, intentando encontrar algo con el suficiente motivo de mofa en su aspecto. Pero todo estaba igual que siempre; su cabeza casi al descubierta por la falta de pelo castaño oscuro, sus pequeños ojos casi como dos rendijas y su anticuado vestuario a base de camisas y pantalones de pana.

    Alcé las cejas e inspeccioné a los demás compañeros, quienes no parecían estar carcajeándose del profesor.

    No hay quien entienda a este chico...

    —Primero de todo deciros que, gracias a la Asociación de Animales Perdidos de Forks; la AAPF como algunos la conoceréis, vamos a poder realizar un proyecto muy fuera de lo común, pero a la vez os llevareis una experiencia muy enriquecedora.— Por el modo en que Ross hablaba, el tema parecía prometer.

    En un fugaz pensamiento, se me pasó la mención de Edward hacía un rato sobre los animales.

    ¿Cómo sabía él...?— pero el profesor no me dejó continuar con mis reflexiones.

    —Y antes de que comencéis a gritar...—miró acusatoriamente a las chicas de la primera fila que parecían muy ocupadas entre cuchicheos. — He de deciros que este trabajo contará un 60% de la nota a final de trimestre, así que tomároslo en serio.

    Muchos comenzaron a inquietarse. ¿Qué se le habría ocurrido ahora a nuestro loco profesor de Sociología?

    —En fin, nuestra clase de segundo curso, exclusivamente, tendrá la oportunidad de pasar una semana cuidando uno de los muchos ejemplares sin hogar que cada día llegan a esta Asociación. — ¿Haríamos de niñeras o algo así?

    En cuanto pronunció aquella frase todos sus intentos por calmarnos fueron en vano, porque la mitad de la clase ya había comenzado a pegar pequeños gritos de asombro y comentar el asunto con el compañero de la mesa contigua.

    — ¡Un poco de silencio, por favor!— gritó el señor Ross, dando unos golpes en la mesa con la palma de su mano.

    El aula quedó algo más calmada y supuse que era por la intriga que todos teníamos por saber a qué clase de ejemplares se refería el profesor.

    —Como iba diciendo; tendréis una semana para cuidar de vuestra mascota. Una semana para atender todas sus necesidades, y recordad que se os implicará una gran responsabilidad. — remarcó. — Hoy, antes de acabar las clases, algunos miembros de la Asociación vendrán para entregarnos los ejemplares. Así que dirigíos al gimnasio en cuanto suene la campana este medio día.

    Yo misma me sentía deseosa por enterarme de qué clase de animales estábamos hablando. Sabía perfectamente que una mascota imploraba responsabilidad, pero me daba algo de miedo ya que, esta vez, estaba en juego la nota del primer trimestre.

    No tuve que esperar demasiado, ya que una curiosa mano se alzó por encima de nuestras cabezas. Se trataba de Lauren Mallory, con quien también compartía esta clase. Su lacia cabellera rubia le caía en cascada sobre los hombros y yo sabía perfectamente cuanto se regodeaba de su belleza. No era tan impresionante como Rosalie, de eso no cabía duda, pero aún así conquistaba a muchos chicos.
    Se me pasó por la cabeza que algún día los labios de Edward danzaron junto a los suyos y la sola imagen me dio arcadas, por lo que la retiré de mi cerebro en seguida.

    — ¿Y qué son exactamente esos..."bichos"?— Tuve la sensación de que su voz estridente dejaba entrever un punto de rechazo hacia el proyecto y los animales.

    —Esos "bichos", señorita Mallory, son canes. — Ross empleó la palabra más científica, pero al contemplar la mirada de incomprensión de Lauren, lo aclaró. — Es decir, perros. Cada uno de vosotros se encargará de un linaje en concreto. — Ahora se dirigió a toda la clase. — Tranquilos, tenemos una raza preparada para cada uno. No habrá problemas. — informó, antes de que cada chico empezase a pedirse un tipo de perro por su cuenta.

    El resto de la clase lo pasamos hablando de los medios de tratamiento para un animal de compañía; las comidas, los horarios de paseo, el aseo, etc.
    Escuché con atención, al tratarse de una cuestión puramente desconocida para mí. Tomé apuntes e intenté entender todo cuanto pude. No podía permitir que mi mascota falleciese. Si mi perro moría, mi nota moriría con él.

    Casi al final de la hora volví a reparar en la presencia de Edward y su palabras anteriores regresaron a mí: "En especial los perros...".

    ¿A caso el señor Ross le ha explicado el proyecto antes que a los demás?

    La curiosidad me carcomía y necesitaba preguntarle a Edward acerca de esto antes de que se marchase hacia su siguiente asignatura.
    Por un momento olvidé todo cuanto había pasado entre nosotros, recordando únicamente el reciente hecho.

    El sonido de la campana resonó después de una larga charla y por fin tuve oportunidad de interrogar a mi hermanastro mientras recogíamos nuestras libretas.

    Todo nuestro alrededor aparentaba estar alborotado por las ganas de empezar con este, poco ordinario, trabajo.

    — ¿Y bien?— mi pregunta pareció tomarle por sorpresa.

    — ¿Y bien qué?—me devolvió la frase con precaución, girándose hacia mí, ya con todas las cosas guardadas en su mochila negra.

    — ¿Por qué sabías que en el proyecto... Cómo supiste que se trataba de perros?— continué con mis cuestiones, ahora también con la vista fija en él y mi mochila sobre la mesa.

    —Simplemente lo vi antes de que empezase la clase.— contestó, con aire seguro.

    —El señor Ross no enseña su papeleo a nadie, se trate de lo que se trate.— contraataqué, sin creerme su argumento.

    —Bella, no estabas aquí cuando vi sus informes. Lo hice a escondidas.— Edward se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.

    Le miré con los ojos entrecerrados y me crucé de brazos. Yo era muy terca cuando me lo proponía y no iba a dejar pasar ésto hasta que me diese una respuesta que fuese cierta.

    —Son los profesores los que abren las aulas desde dentro. Tú no pudiste entrar antes que el señor Ross y por tanto cuando, "supuestamente", viste sus documentos él estaba ya en clase. Es imposible que te hayas acercado a su mesa, si el profesor no se levanta de ella hasta que suena el timbre para comenzar.— Mi argumento hizo meya en su rostro, dejándole algo confuso al principio y después haciendo que frunciese el ceño, hasta que sus cejas casi se tocaban.

    —¿No puedo simplemente haberlo adivinado?— preguntó, con algo de enfado en la voz.

    —Es imposible.— negué con la cabeza y ahora, con algo de frustración también.

    Edward bufó y posó su mochila sobre el hombro en un rápido movimiento de brazo. Todo rastro de humor había desaparecido en él y ahora se veía cabreado.

    —Dejémoslo.—concluyó, con entonación elevada y dando un golpe seco en la pared cuando desapareció por la puerta, soltando una sarta de blasfemias por lo bajo que no pude llegar a oír.

    Me quedé allí, quieta y de pie. Mirando hacia la salida por donde se había marchado, con ira que me recorría desde la punta de los pies hasta la cabeza.

    De un tirón, me puse la mochila en la espalda y caminé en dirección a Literatura, no sin antes haber recogido mi abrigo del perchero del aula.

    El resto de las asignaturas pasaron de forma borrosa, por culpa de un chico que cada vez hacía que me distrajese más y más. Pensaba en él y, sinceramente, me abstraía de todo.
    En ocasiones, los maestros se percataban de mis lapsus y me propinaban preguntas a propósito. Pero una vez dada mi respuesta errónea (hoy no era mi día en absoluto...), continuaba perdida en los quebraderos de cabeza que constituía Edward en mí.

    En el almuerzo, mis hermanos ya se habían enterado del cotilleo semanal; el proyecto de la clase de Sociología de segundo curso. Les expliqué más detalles sobre ello y les prohibí quedarse a esperarme en la salida este medio día. Recogería a mi mascota, pero tal vez tardaríamos una hora antes de que el señor Ross nos dejase salir.

    Alice dio la terrible idea (para mí) de que Edward y yo regresásemos a casa en su coche. Yo asentí, sin querer hablar del tema, pero pensando en que, una vez la hora de marcharse, caminaría por medio del bosque si era necesario. Tenía el presentimiento de que a mi hermanastro no le haría demasiada gracia llevarme en su Volvo de nuevo. No después de lo que había pasado entre nosotros y con nuestro reciente conflicto de esta mañana.

    Continuaron las últimas materias de la jornada y yo reanudaba mi comportamiento ausente. No podía evitar que la discusión con Edward volviese para atormentarme. Debió haber un modo por el que supo las intenciones de Ross para el trabajo, era demasiada casualidad que me hubiese preguntado por los animales y después le hubiese escuchado mencionar algo sobre los perros.

    Así, llegué al final de Trigonometría, y me dirigí a contracorriente hacia el gimnasio. Yo caminaba en dirección opuesta a la mayoría de estudiantes, por lo que muchos advirtieron que yo sería una de las afortunadas de segundo año. "Afortunada" no me consideraría, ya que mi vida era de todo menos suertuda en estos momentos.

    Cuando entré en el salón más grande del instituto, estaba repleto de cajas de madera con pequeñas oberturas en forma de círculos en la parte superior. También se encontraban apiladas junto a éstas, otras cajas, tapadas con unos mantones azul marino.

    Paseé mi vista por todo el gimnasio, en busca de un rostro en especial. Un rostro que era mi cielo y mi infierno a la vez.
    Lo encontré y para mi desgracia, también a Lauren, que se apoyaba contra su brazo hablando hasta por los codos. Edward miraba hacia el vacío, absorto en algún pensamiento.
    Me reí para mis adentros al ver como la insistente chica intentaba atraer su atención y él, sin embargo, se mostraba abstraído.

    Me dirigí hacia el profesor, que ya estaba estresada llamando a los alumnos para que se acercasen a escuchar. No tenía intención de hacerle la tarea más difícil, por lo que me aproximé al círculo de personas que rodeaban al señor Ross.

    — ¡Chicos! ¡Chicos, un poco de calma por favor! — pedía el hombre, haciendo gestos con las manos.

    Miré a mi alrededor y la gente comenzó a acallar su parloteo. De soslayo, atisbé una fina chaqueta gris y no me costó demasiado adivinar quién era el propietario que la vestía. Edward miraba hacia el señor Ross con aspecto aburrido.

    —Ahora que ha vuelto la tranquilidad…— dijo, frunciendo los labios. — Procederemos a entregaros vuestro can. Hemos escogido la raza que creemos conveniente, según el carácter de cada uno de vosotros. — explicó, señalando la multitud de cajas que se apilaban a sus espaldas.

    Entre la gente, pude detectar a dos hombres corpulentos, equipados con uniformes amarillos y una gorra que mostraba una especie de logo empresarial. Supuse que se trataría de los trabajadores de la AAPF, encargados de transportar los animales hasta nuestro instituto.

    —Os iré llamando por vuestro apellido para entregaros unas cifras. —enseñó en alto un pequeño Posit blanco. — Se trata del número del Cajón-Remolque en el que se encontrará vuestra nueva mascota. Una vez la hayáis encontrado deberéis esperar a que todos tengan la suya. —avisó, fijando la mirada en los alumnos más problemáticos de la clase. Éstos soltaron algunas risas.

    Suspiré, deseosa por presentarme a mi perro y a la vez nerviosa por ello.

    —Comencemos; Lodge, April. —llamó, primero por el apellido, a una chica bajita y con pecas que se abalanzó hacia él en un abrir y cerrar de ojos. — Miller, Dylan. — En esta ocasión, un muchacho bastante pagado de sí mismo, caminó hasta el profesor y le arrebató la diminuta tarjeta de las manos.

    Así, mis compañeros fueron acudiendo uno por uno en busca de sus números y ya casi se encontraban todos al lado de sus cajas. Algunos gritaban de emoción, otros reían y los demás lamentaban el hecho de que su perro fuese más pequeño que el de la persona de al lado.

    Sólo quedábamos los pocos renegados de la última parte de la lista, y en ella incluía a Edward, quien había estado muy callado todo el tiempo.

    En ese instante dio un paso al frente, como si hubiese escuchado su nombre desde cualquier parte.

    —Cullen, Edward. — La voz del señor Ross me sobresaltó y mi hermanastro caminó con decisión hasta él. Mantenía su rostro sereno e inescrutable, pero a pesar de todo creí atisbar una pizca de diversión en sus ojos cuando recogió el papelito.

    Le seguí con la mirada, poniéndome de puntillas disimuladamente para ver a través de todas las cabezas que tenía delante.
    Se paró junto a un cajón bastante grande y descorrió la manta que lo cubría.

    —Señorita Cullen. —El señor Ross se dirigió a mí, con gesto malhumorado. — Cullen, Isabella. Es su turno jovencita.

    Agaché la cabeza disculpándome.

    ¡Maldita sea! ¡¿Cómo puede Edward distraerme tanto?!

    Porque eres tonta, Bella. Por eso.— La mini-yo contestó por mí.

    Me apresuré a acudir junto al profesor antes de que tuviese que decir mi nombre por 3ª vez y recogí el Posit blanco que me entregó, con un sólo número escrito:

    << 24 >>

    Anduve entre cientos de cajones y mantones azules hasta encontrar el mío. Era rectangular, también de aspecto grande, al igual que la de mi hermanastro.

    Fruncí el ceño cuando noté el leve movimiento que se había producido debajo del telón azulado.

    Poco a poco, levanté el manto y quedó a relucir la gran caja de madera. Tenía unos agujeros en la parte superior, para permitir la entrada de aire y una etiqueta en el lado izquierdo.

    << Husky Siberiano/ Hembra/ 1 año >>

    ¡¿Qué?!

    Había oído hablar de aquellos perros muchas veces y los había visto en cantidad de películas o documentales. Eran los típicos tiradores de trineos, enormes y fuertes.
    No quería imaginarme paseando a mi mascota; por cualquier tirón que pegase de la correa, yo saldría disparada o caería al suelo por el brusco movimiento del animal.

    ¡Que alguien me salve de ésta!— supliqué, poniéndome de rodillas junto a la caja, que continuaba moviéndose agitada.

    Muchos a mi alrededor se asomaban por los pequeños orificios del cajón de madera, pero yo prefería retrasar el momento.

    ¿Y si no le caigo bien y me muerde? ¡¿Y si acabo convertida en comida para Husky?!

    ¡Deja de ser tan pesimista!— la mini-Bella tenía razón, debía afrontar los problemas como una persona madura. Al fin y al cabo, era sólo un perro. Un animal de compañía. Si fuese peligroso dudo que el señor Ross nos hubiese propuesto el proyecto. ¿No?

    En aquellos instantes, supuse que mi cara sería un revoltijo de expresiones confusas que iban desde el miedo hasta la risa nerviosa.

    Alcé la mirada, para comprobar que nadie había presenciado mi ataque de pánico, pero Edward ya tenía sus ojos fijos en mí. Aparentaba estar concentrado en algo, pero a la vez irritado o disgustado. Despacio, dejó que la calma retornase a sus facciones y me mostró una sonrisa torcida.

    ¡Pum, pum!

    Mi corazón reaccionó ante ese simple gesto y, para evitar mi sonrojo, aparté la vista.

    ¡Odiosa sonrisa!

    —Ahora que todos estamos listos…— comenzó el señor Ross. En ese momento me di cuenta de que estaba rodeada de más gente e intenté prestar atención a sus explicaciones. — Eleazar y Alistair os ayudarán si tenéis alguna duda a cerca de vuestro can. — señaló a los dos hombres de uniformes amarillos.

    Se volvió a escuchar un embrollo de voces en el gimnasio. Lo peor era que, al ser un espacio grande y bastante vacío, el eco resonaba por todos lados.

    —¡Silencio! — gritó el profesor Ross, alargando la última “o”. — En la parte inferior de vuestro Cajón-Remolque encontraréis unas pequeñas ruedas. Podéis utilizarlas para llevaros a vuestra mascota hasta casa. Los que tengáis la caja más pequeña, no os supondrá ningún problema transportarla en brazos. — concluyó, subiéndose a un banco parecido a los de baseball.

    Escuché algunas quejas por el esfuerzo que implicaba trasladar las cajas o carcajadas burlonas por aquí y por allá.

    —Lo último en decir es que os esperan unas bolsas con los utensilios necesarios para el cuidado de vuestra mascota. Recordad que el trabajo durará toda esta semana y el lunes que viene todos deberéis traer a vuestro can de nuevo al instituto. — finalizó, bajándose del banco y acercándose a los trabajadores de la AAPF.

    Escudriñé repetidamente mi cajón. ¿Es que no podía parar de moverse? Al parecer no.

    Con los nervios a flor de piel, me dirigí hacia la salida del gimnasio, donde ya se encontraba la mayoría de los alumnos, peleándose por las bolsas de objetos.
    Como pude, me las apañé para agarrar con fuerza una espaciosa bandolera verde oliva y escapé de aquella avalancha de personas.

    Caminando de nuevo hacia mi caja, descubrí el cepillo de pelo, la bolsita transparente y hermética con golosinas caninas en su interior, los champús y todo tipo de botes para la higiene.

    Esto va a ser complicado…— se afligía la mini-Bella.

    Me crucé de brazos frente a la híper-activa caja y respiré hondo.

    —Está bien cajita; no me pongas esto difícil. Yo no te gusto y tu no me gustas, pero vamos a llevarnos bien. ¿Vale? — le susurré al objeto.

    —¿A caso tu Cajón- Remolque se porta mal? — preguntó una voz masculina detrás de mí, dando la sensación que utilizaba un tono burlón.

    Le acabas de hablar a una objeto sin vida… Te faltan muchos, muchos tornillos amiga mía…— En estos casos la mini-yo hacía que me avergonzase más de lo que estaba.

    Ignoré a la irresistible voz de Edward y comencé a arrastrar aquella “cosa” hacia el exterior del gimnasio.

    La escena me recordaba a mis rabietas cuando tenía 5 años; yo, con el ceño fruncido, la cabeza bien alta y rechazando toda ayuda, a pesar de saber a ciencia cierta que la necesitaba.

    Con mucho esfuerzo y sudor por mi parte, conseguí sacar la dichosa caja del gimnasio y ahora me faltaban metros y metros de pasillo que recorrer hasta salir al exterior.
    Para colmo, Edward me seguía a escasa distancia, tirando de su cajón con una sola mano y con expresión divertida en el rostro.

    ¡Agh! ¡Hasta cuando es insoportable, parece la perfección en persona! ¡Me pone enferma!

    Los brazos me temblaban por la fuerza que empleaba.

    ¡¿Pero cuánto pesa este perro?! ¡¿40 kilos?!

    Me paré en seco y rodeé el objeto para colocarme detrás de él.
    Mi hermanastro también se detuvo, observándome con cada movimiento que hacía.

    Entonces comencé a empujar el cajón de nuevo, ésta vez empleando todas las fuerzas que quedaban en mí para moverlo. Pero era casi inútil, sólo conseguía desplazarlo unos centímetros.
    Con una nueva idea en mente y la mirada atenta de Edward, empecé a impulsar con la espalda aquellos millones de kilos.

    Durante todo el camino hasta la puerta de salida, mi hermanastro no se cansó de perseguirme, acomodándose al lento ritmo en el que yo movía mi caja.

    —¿Te ayudo? —había preguntado cientos de veces, bastante divertido. Pero yo no contestaba y continuaba con mi tarea.

    Tenía decidido ignorarle todo el tiempo, ya que él prácticamente se reía a mi costa. Además, no creía que se tratase de algo tan grave el ignorar a una persona, más cuando esa persona era tremendamente bipolar y no había quien la entendiese; primero contento y caballeroso, luego traidor, después triste, más adelante suplicante, al día siguiente enfadado, otras veces misterioso, en ocasiones mentiroso y ahora socarrón.
    No, no. Bella no estaba para aguantar sus drásticos e imprevisibles cambios de humor.

    Tal vez tardé horas en llegar a la puerta de salida (Vale, no creo que fuesen horas. Pero a mí me lo pareció, al menos) y la toma de aire fresco me vino más que bien para reconfortarme.

    Nada más cruzar el portón blanco por el que la mayoría de mañanas entraba al instituto, me dejé caer al suelo, rendida como estaba, respirando con dificultad.

    Perro con sobrepeso, me las vas a pagar. —amenazó la mini-Bella a mi, aún desconocida, mascota.

    Rabia fue lo que sentí cuando observé como Edward se paraba junto a mí, apoyándose contra su caja y riéndose, muy pagado de sí mismo.
    Yo no era la fortaleza en persona, lo reconocía, pero no me gustaba el hecho de que alguien se mofase de ello y encima, delante de mis narices.

    —¿Qué te parece tan gracioso? —le pregunté, exasperada.

    —Nada. —intentó ocultar su sonrisa, pero no lo consiguió. — Es sólo… El hecho de que seas tan cabezota. —le miré, con intención de rebatirlo, pero no me lo permitió. — No me malinterpretes, es adorable. — me miró con ojos seductores y su sonrisa torcida.

    ¡Aaah! ¡¿Por qué tiene que ser tan insoportablemente encantador cuando yo procuro parecer enojada?!

    Todas mis barreras contra sus atractivos se derrumbaron y mi mente volvió a su estado de shock.
    La respiración entrecortada me delató y Edward rió de manera cautivadora. Aquello provocó que mi cuerpo quedase totalmente paralizado y mis ojos atrapados en los suyos, que no me dejaban apartar la mirada.
    Mi hermanastro se agachó, hasta que nuestras frentes casi se tocaban. El corazón tornó a su ritmo alocado y la poca cordura que me quedaba se había disipado. Edward se acercó un milímetro más a mí, con mucha lentitud, pero paró. Paró de golpe, deteniendo del todo su avance y echándose atrás. A consecuencia, pude volver a recobrar el aliento y mi cerebro consiguió funcionar de nuevo con normalidad.

    ¡¿Porque a mí?!

    ¡¿Porque debía ser yo la que anhelase su contacto como una desesperada?! ¡¿Por qué precisamente era yo la que entristecía por su lejanía y enloquecía con su cercanía?! Iba a volverme loca de remate a este paso.

    Miré, con disimulo, a Edward, quien parecía estar debatiéndose con algo en su fuero interno. Fruncía el ceño y sus ojos se dirigían hacia el suelo. Pero de nuevo, una chispa de rabia cruzó por ellos e irguió la cabeza.

    Respiré una buena bocanada de aire antes de levantarme y seguir con mi trabajo “arrastra cajas”, pero escuché la risita de mi hermanastro. ¡¿Qué diablos le ocurría?! Sin duda, el clima nublado estaba afectando seriamente a su humor.

    En ese momento, Edward se giró unos segundos antes de que el estruendo de un motor retumbase por el aparcamiento vacío. Yo fui más lenta, pero aún así contemplé como una moto negra gruñía hasta pararse frente a nosotros. Pronto reconocí al conductor.

    —¡Jake! —me asombré.

    Mi mejor amigo bajó de su vehículo, dejando a éste aparcado en medio del estacionamiento del instituto.

    —¡Bien! ¡He llegado a tiempo! —se alegró Jacob, dejando ver una de esas sonrisas blancas que tanto contrastaban con su piel cobriza.

    Pronto, su abrazo me pilló por sorpresa y Edward se echó a un lado ante la repentina proximidad de mi amigo.

    —¿Qué haces aquí? — pregunté, confusa.

    —Pasé por tu casa, pero tu… madre me avisó de que aún seguías en el instituto. —noté como vaciló ante la mención de Esme. Seguramente continuaba sin caerle bien mi familia, cosa que en parte me molestaba. — Así que, he venido a recogerte. — sonrió triunfal y durante casi un micro-segundo le echó un vistazo... ¿furioso? a Edward.

    —Prometí a Alice que te traería a casa en mi Volvo, Bella. — Edward intervino en la conversación por primera vez. — Además, creo que sería algo difícil cargar con una caja tan grande en una moto. — pronunció, con voz cordial.

    Jacob se revolvió y se alejó un poco de mí para encararse a mi hermanastro.

    —¿Y tú eres…?— preguntó. No le había escuchado jamás utilizar ese tono de voz tan amenazador. Hasta me dio algo de miedo.

    —Edward Cullen. —éste le tendió la mano.

    —Jacob Black. — respondió mi amigo a una pregunta no formulada. A pesar de que Edward continuaba con la mano extendida hacia Jake, él no se la estrechó. — Así que este es el rico hermanastro de Bella. — pronunció cada palabra con rencor. Sabía muy bien cuanto odiaba Jacob a la gente adinerada…

    —El mismo. —contestó Edward, secamente.

    A pesar de todo, mi hermanastro parecía ser el que guardaba las formas frente a mi mejor amigo, pero éste se comportaba de manera demasiado violenta. Temía por la seguridad de ambos, ya que no sabía si Jake aguantaría y no perdería los nervios.

    —Relájate. ¿Quieres? — dijo Jacob. — Bella puede montar en mi moto, y si tanto te preocupa la maldita caja llévala en tu cochazo. — mi amigo dio un paso adelante.

    El ambiente se cargó de tensión y con ello, mi propia alma parecía suplicar que las cosas se tranquilizasen.
    Noté como mi perro se agitaba en su pequeño espacio y escuché el primer ladrido por su parte. El sonido casi me asustó, estaba impregnado de mi mismo nerviosismo.

    Los perros perciben los estados de ánimo de quienes les rodean, más que los humanos. ¡El pobre animal estará atemorizado!—La mini-yo me procesó una información que ya sabía de antemano.

    —La verdad, Jacob Black…—Edward pronunció su nombre completo, implorando respeto. — Ese objeto me trae sin cuidado en comparación con la seguridad de Bella. Preferiría acompañarla yo en coche. — remarcó aquel “yo” en tono cortante.

    —Bien, Cullen. — Jake le llamó por su apellido, clara muestra del desprecio que le tenía al “niño rico”, apodo que, seguramente, Edward ya se había ganado por parte de mi amigo. — No me importa lo que prefieras o lo que no, así que…— desafió.

    Esto ya había llegado demasiado lejos, si no hacia algo estaba segura de que Jacob acabaría perdiendo los estribos y yo temía. Temía por la seguridad de ambos. Sí, también me angustiaba Edward, por mucho que doliese decirlo.

    —Vale. — me interpuse entre ambos, colocando una mano en el pecho de cada uno y miré a Jacob. — Jake, tranquilo. Creo que Edward tiene razón. — No me gustó nada la chispa de daño que pasó por los ojos de mi amigo, al saber que defendía a mi hermanastro. — La caja es importante para mi clase de Sociología, no debería separarme de ella. Te llamaré y te explicaré todo lo del proyecto después Jake, lo prometo. — Pero me afligía saber que en realidad no era el trabajo de clase lo que me llevaba a escoger desplazarme en el Volvo, sino la persona con la cuál viajaba. La persona que me había hecho tanto daño y que, aún así, seguía produciendo descargas eléctricas entre nosotros cada vez que nos acercábamos.

    ¡Aaah! ¡Esto es una pesadilla!

    Jacob caminó dos pasos hacia atrás, con los puños crispados y el ceño fruncido con rabia. No me miraba a mí, sino a Edward.

    —Está bien…—masculló al final. — Hasta luego, Bells. — se despidió de mí con voz triste. Odiaba el hecho de haber escogido a mi infierno personal, alias: Edward Cullen, en vez de a mi mejor amigo. Era algo que no conseguía comprender. ¿Cómo podía desear la compañía de alguien que me ocasionaba tanto tormento? Me costaría perdonarme y esperaba que Jake lo entendiese cuando le llamase al móvil más tarde.

    Mi amigo subió a su moto y arrancó el motor, marchándose por donde había venido sin mirar atrás.

    Suspiré y rehusé girarme hacia Edward. No sabía con que expresión me estaría observando, pero no quería encontrarme con otro de sus inesperados cambios de temperamento.

    Lentamente, comprobé que el remolque de mi mascota seguía en su sitio, pero no era así.

    Rápidamente, encontré a mi hermanastro introduciendo su caja y la mía en los asientos traseros de su Volvo, situado unas cuantas plazas de aparcamiento alejadas de la entrada.

    Caminé con calma hacia el vehículo, deseosa por llegar a casa e intentar localizar a Jake. Me angustiaba que se hubiese enfadado demasiado. Mi amigo no era demasiado rencoroso, al menos no conmigo. ¿Pero y si este medio día su paciencia había acabado? No podía pensar en ello, no ahora.

    Entré en el asiento del copiloto, encontrando la puerta ya abierta para mí.

    El trayecto volvió a ser increíblemente veloz, pero la velocidad era algo que poco me importaba en esos momentos.

    Mi mente trabaja a cien por hora, intentando encontrar una explicación para todo. La acción se me hizo mucho más sencilla, ya que ni mi hermanastro, ni yo cruzamos palabra durante el viaje. Él se dedicó a conducir, pendiente de la carretera, o al menos eso quería aparentar. Pero yo atisbaba algo en sus ojos, algo en lo que estaba pensando. Mientras, me dediqué a quedarme allí, sin mover un músculo, analizando la situación que acababa de vivir.

    No entendía nada; ni del comportamiento de Edward, ni el de Jacob.

    Primeramente, estaba el súbito interés de Edward por mi seguridad. Creo que entre montar en moto o romperme el corazón, sin lugar a dudas, la segunda opción era mucho más peligrosa para mí. Pero él veía algo mucho peor el dejar que mi mejor amigo me acompañase en su motocicleta hasta casa.

    Después, tenía el inusual comportamiento posesivo de Jacob. Él nunca se había comportado así conmigo. Apreciaba mucho que viniese a recogerme después del instituto, al fin y al cabo, hacía muchos meses que no nos veíamos. Pero otra cosa muy diferente, era hablarle en aquel tono tan amenazador a Edward. Conocía muy bien a mi amigo e intuía que su desprecio hacia mi hermanastro se debía a sus distintas clases sociales. Sin embargo, su comportamiento era demasiado agresivo.

    Hubo un momento, entre todo aquel barullo, en el que me sentí como la última gominola de una tienda y, a la vez, el trofeo de dos niños desquiciados por el dulce.

    De Jacob puedo esperarlo. ¿Pero de Edward?

    Claro que mi hermanastro tenía mil y una caras, y necesitabas estar preparado para cualquier respuesta con la que te pudiese confundir del todo, pero de ningún modo concebía la idea de que Edward fuese tan superficial.

    La única conclusión que conseguí sacar era que los dos se odiaban, dadas sus opuestas escalas sociales y yo era, simplemente, un elemento que se encontraba en medio para echar más leña al fuego.

    Finalmente, llegamos a nuestra mansión y Edward aparcó el Volvo en el garaje de la entrada.

    En esta ocasión, no impuse demasiada resistencia a que Edward me ayudase a llevar la caja con mi mascota, ya que me encontraba demasiado desconectada con mis extremidades para que éstas acarreasen tal trabajo. Además, prefería evitarme una discusión con él, prefería evitar cualquier tipo de charla con él en estos momentos.

    ¿Qué estaría pensando? ¿Que Bella era una estúpida por seguir confiando en él después de todo el dolor que me había hecho pasar? ¿A caso pensaría que lo había perdonado? No, de eso nada. Podía ser el chico más perfecto del mundo físicamente, pero de ningún modo iba a dar mi brazo a torcer. Edward me había hecho sufrir demasiado y yo a penas entendía cual era su postura al respecto. De verdad que a cada minuto que pasaba, le consideraba más bipolar.

    Entramos a la casa, cargando con los cajones de madera y los dejamos de una vez en el comedor.

    Alice ya estaba allí y pegó un gritito cuando nos vio aparecer por la puerta.

    —¡Wiii! — saltó, con uno de sus gráciles movimientos por el sofá y se plantó frente a mí. — Bella, dime que te ha tocado una chica. ¡Porfa, porfa, porfa! —suplicó, agarrándome del brazo.

    —¿Chica? —pregunté confusa.

    —Sí, tu perro. — gesticuló con la mano, como si fuese la cosa más obvia del mundo. — Más le vale a tu profesor haberte dado una hembra, porque sino habré malgastado dinero para nada.

    Alcancé a observar la sonrisa de Edward, después de todo, con un matiz triste.

    —¿Qué has hecho Alice? — mi hermanastra comenzaba a asustarme.

    No me podía imaginar lo que ahora pasaba por su mente, pero una risita triunfal surcó sus labios al leer la etiqueta de mi caja.

    —¡Sí! — gritó, con su voz aguda. Me tapé los oídos, exagerando un poco. — ¡Mi esfuerzo no ha sido en vano! —se regodeó. La miré con una ceja alzada, sin comprender. — Mira esto, Bella. — Con aquella frase dejó de obstruirme el campo de visión y mis ojos casi se salen de sus órbitas cuando vi aquello.

    El sofá beige de su lado estaba totalmente cubierto por prendas de tamaño reducido, casi todas de un rosa pastel, algunas con manchas de leopardo muy femeninas e incluso gorras y lazos diminutos.
    No necesité demasiada información para adivinar porque todo aquello; Alice quería que mi Husky vistiese con la ropa que había escogido.

    En ese instante, apareció Emmett por la puerta, con una minúscula gorra de baseball en sus manos.

    —¡Ey, familia! — saludó con la mano. Se sentó en el sofá junto a Edward, quien estaba cruzado de brazos sin prestar demasiada atención a su alrededor. — ¿Donde están los Cullen-Junior? — preguntó con guasa, refiriéndose a nuestras nuevas mascotas.

    —Emm no me digas que esa gorra…— pero mi hermanastro mayor no dejó continuar a Edward con su frase.

    —En efecto, querido hermano mío. —imitó una voz parecida a la de Sherlock Holmes. — ¿Dónde está tu perro? ¡Va a ser la envidia de todos los demás con este gorro! — alardeó, haciendo que Edward se llevase una mano al frente, al ver que nuestro hermano no tenía remedio.

    —Aún no hemos abierto las cajas Emmett. — dije, captando su atención.

    —¿Y a qué estáis esperando? Abridlas, que…

    El tono de mi móvil interrumpió la charla, sonando en mi bolsillo, y yo lo cogí al vuelo, deseando con todas mis fuerzas que fuese Jacob y hubiese decidido perdonarme.

    ¿Bella?— preguntó una voz grave al otro lado de la línea.

    Gracias Diós, Buda, Alá, o lo que sea que haya allí arriba.

    —¡Jake! — al escuchar aquel nombre, Edward se envaró en su asiento y suspiró por lo bajo. Decidí no prestarle atención por el momento.

    ¿Has llegado bien o habéis tenido un accidente con el trasto de tu hermanastro?— pronunció las palabras con rabia contenida.

    —Estoy bien, Jacob. — respondí, rodando los ojos, a pesar de saber que él no podía verme.

    ¿No me debías una explicación?—dijo aquello con algo de arrogancia, lo cual no me gustó.

    —Sí…—respondí, medio metida en la conversación e intentando, al mismo tiempo, que Alice no abriese las cajas antes de que yo acabase de hablar con mi amigo.

    Quería estar presente cuando viésemos a nuestras mascotas por primera vez. Le hice un gesto de súplica con las manos que mi hermanastra no pudo contrariar y se tendió en una butaca, con impaciencia.

    ¿Bells? ¿Sigues ahí? — sonó Jacob, preocupado.

    —Sí, sí, perdona. La explicación. — procuré volver a recobrar el hilo de diálogo. — Verás, en clase de Sociología han propuesto un proyecto un poco…— rebusqué hasta encontrar una palabra adecuada. —…insólito. El caso es que la AAPF nos ha cedido a sus perros para este trabajo, por lo que tenemos que cuidar de ellos durante una semana. Cada uno tiene una raza distinta, y debía quedarme tan cerca de la caja porque se trata de un 60% de la nota final. — No se escuchaba nada al otro lado del teléfono, por lo que supuse que Jacob estaría escuchando con atención. — Siento mucho todo aquello. De verás que me hubiese encantado ir en tu moto. — En cierto modo le mentí con aquello, pero no quería perder a mi mejor amigo. No podía perder a la única persona que me levantaba el ánimo en estos momentos. Era egoísta por mi parte, lo sabía.

    Tranquila, Bells. —su tono despreocupado me hizo sentir mejor. Mi amigo se había tranquilizado y lo mejor: no estaba enfadado. — Me ha gustado conocer a ese “ricachón” de Cullen. —otra vez, el desprecio volvió a su voz y me sorprendió cuanto me cabreaba que se dirigiese a Edward de aquel modo.

    —Vale…—no sabía exactamente como continuar. — Jake, no seas tan superficial. —le imploré.

    El otro día no parecía caerte demasiado bien… ¿Qué ha pasado? — Ni siquiera yo misma sabía lo que me sucedía.

    —Nada, yo…—miré a mis hermanastros, quienes comenzaban a inquietarse por mi larga llamada telefónica. — Jacob, hablamos en otra ocasión. ¿Vale? — le dije, lo más amistosamente que pude.

    Está bien… Ya está el nervioso de Cullen por allí. ¿No es cierto? — Edward se levantó de repente del sofá y se dirigió hacia las cristaleras del final del comedor. Parecía frustrado. Pestañeé varias veces y proseguí con la conversación.

    —Jake…—le recriminé por el comentario.

    Vale, vale…—se excusó. — Espero que nos veamos pronto. — Casi vi como sonreía a través de mi móvil. Jacob era tan predecible.

    —Sí, se te hecha de menos. — sonreí con nostalgia.

    Adiós, Bells. —se despidió.

    —Adiós, Jacob. — finalicé.

    Colgué la llamada, guardando mi móvil blanco en el bolsillo y girándome hacia los sofás de nuevo. Edward había vuelto a sentarse junto a Emmett cuando me giré.

    —¡Por fin! — se quejó Alice. — Ahora…— brincó hasta la caja de mi mascota, la cual pareció notar su presencia, comenzando a moverse y ladrar. — Es hora de abrir estos “paquetes”.

    <><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><>

    Bueno, aquí tenéis la continuación después de una semanita de vacaciones ^^ Muchas gracias a todos por esperarme =) Ya hechaba de menos Fanficlandia jaja
    En fin, las cosas entre Edward y Jake van poniendose complicadas xD Y Bella... ui, ui, ui... La pobre se va a volver loca jajaja Ah! Y la raza del perro de Ed... Queda en incógnita hasta el próximo cap. buajaja =P
    Cómo siempre, espero saber que os ha parecido el cap. y daros mil gracias a todos y cada uno de vosotros por vuestros comentarios y "me gusta". Sé que ya lo he dicho, pero de veras que me alegran los días =D
    Cuidáos mucho ^^
     
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    Aomecita

    Aomecita Usuario popular

    Piscis
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    Hola amiga gracias por avisarme que al fin habías puesto conti de tu fic que tanto me gusta
    lo sabes de sobra espero que te hayas divertido mucho en tus vacaciones n_n yo por mi parte
    muy dificilmente sobrevivi sin leer tu conti XD mentira no tanto así pero si la esperaba muy
    muy ansiosa impaciente es que cada vez esta mejor y mejor lo juro waaaaaaaaaaa esto esta
    que arde mi Edward se muere de celos es tan lindo celoso n///////n kyaaaaaaaaaaaaaaaaaa
    yo siempre quise que me dejasen de proyecto cuidar un perrito y más un hermoso Husky Siberiano
    awwwwwwwww yo amo la ropa para perro... Ahhhhhhhhhhh noooooooooooooooo ¿Por qué lo dejas ahí?
    Yo quería saber que raza era el perro de Edward ahhhhhhhhhh tengo un presentimiento... Espero conti
    en serio avisame cuidate sayo...
     
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  20.  
    cristty

    cristty Iniciado

    Escorpión
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    A mi me gustan los Huskys Siberianos!!
    De hecho tengo... 4!!
    Wow... Me ha gustado mucho este capitulo, porque haces que la historia tome un giro distinto.
    Oye... Y de que raza es el de Edward? No lo mencionaste. o si?
    Me gustaria que Edward y Bella se llevaran bien de nuevo, es que me encanta verlos juntos.
    Bueno, espero tu proximo capitulo con mucha curiosidad sobre que pasara con los perritos.
    Muchos besos de mi parte!!
     
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