Él lo cambió todo

Capítulo 6: La oveja negra

—¡Bien! Todo listo.— concluyó Alice mientras daba una palmada y dejaba su móvil.— Ésta tarde estarán aquí, asique...— me miró con aire calculador.— Bella, no tendrás pensado salir así. ¿Verdad?

¿Qué hay de malo con mi ropa?— pensé, mirándome de arriba a abajo.

Pero ya no había nada que hacer. Por mucho que intentara debatirme con ella, no conseguiría ganar la discusión. Así que me resigné a seguirla por el pasillo de... casa (aún me costaba considerar la mansión Cullen cómo mi hogar), hasta mi habitación.

Pasé horas allí dentro con Alice revolviendo cada rincón de los armarios para encontrar el mejor conjunto. Según me había informado, ella ya tenía decidida la ropa que llevaría esta tarde hacía un par de semanas, pero el problema, según mi hermanastra, era yo.

No quería decepcionar a los Cullen negándome a asistir a una "tradición" suya. Ahora formaba parte de la familia, por lo que debía acompañarles a la feria. Sí, una feria. Esa era la "gran" fiesta a la que, cada año, asistían mis nuevos hermanos.
Recordaba que alguna vez había estado en la feria de Forks con mis... padres. Pero era pequeña y no conseguía rememorar demasiados detalles.

—Sé que compré un Victoria's Secret. Lo guardé especialmente para la ocasión. ¡No puede haber desaparecido! Y no les conté nada a los chicos...— habló Alice para sí misma, sacándome de todas las cavilaciones.

¡¿Espera, Victoria's Secret?!

¿Pretendía encajarme en un vestido de marca? ¿A mí? ¿A la amante de las Converses y los pantalones tejanos? No, no. Definitivamente, no.

—Em... Alice, no creo que necesite un Victoria's...

—¡Shh!— musitó, mientras remenaba en un cajón de mi cómoda.— Quiero que estés perfecta para esta tarde.— dijo en el tono más emocionado que encontró.

Suspiré. Mi hermanastra parecía una auténtica máquina, andando de un lado para otro y haciendo volar prendas, que ni siquiera sabía que existían, de un lado para otro.

Por favor, que alguien la pare.— supliqué a cualquier divinidad que por pura casualidad escuchara mi petición.

Miré el reloj, sobresaltándome al ver que casi eran las 4 del mediodía y el BMV de Rosalie estaría aquí dentro de una hora. Por un lado me alegraba, así Alice dejaría en paz mi vestuario.

—¡¿Chicas, estáis listas?!— gritó Emmett desde el piso de abajo.

—¡Aún no!— se notaba que en la voz de mi hermanastra había frustración.

—Alice, escucha, no me hace falta vestir de marca para hoy. Si no encuentras el vestido, no importa.— Por favor, por favor, por favor que olvidase de una vez el dichoso Victoria's Secret.

—Es que me hacía tanta ilusión que lo llevaras... ¡Te sentaría tan bien, Bella!— dijo sentándose en mi cama. ¿Eso era una rendición?

—No te preocupes.— la animé mientras me sentaba a su lado. Ella se había cruzado de brazos y no parecía moverse, así que elaboré alguna excusa para satisfacerla. — Mira, te prometo que dejaré que me vistas como quieras la próxima vez que haya una fiesta o lo que sea.— sonreí.

Los ojos de Alice volvieron a recuperar su brillo de alegría y soltó un pequeño grito.

—¡Está bien!— saltó del colchón y sonrió de oreja a oreja.— Cuando estés lista baja al salón, yo voy...

—¡¡Chiiiiiiicaaaaaas!!— interrumpió la gutural voz de Emmett.

—...Voy a hacer callar a éste pesado.— Alice reconstruyó su frase y se marchó, dejando la puerta entreabierta.

Reí, escuchando a mi enfadada hermana pelear con el bromista de mi hermanastro. Pero cuando iba a girarme hacia el armario blanco, revuelto ya por Alice, observé una figura en el pasillo.
Al principio me quedé helada y sin respiración. No creía en fantasmas, pero a aquella silueta a penas se le podía distinguir el rostro, oculto por la oscuridad del corredor.
No me atrevía a hablar y entonces aquella forma dio un paso adelante. Fue cuando se dejó ver, por la claridad que entraba desde las cristaleras de mi cuarto. Se trataba de Edward.
Lo más normal hubiese sido tranquilizarse al descubrir que mi supuesto fantasma en realidad era una cara conocida, pero me ocurrió todo lo contrario. Tenerle allí, parado y sin decir palabra me inquietaba.

—Guárdalo.— Me lanzó una prenda que yo, con mi patosidad habitual, apenas pude coger en el aire. Entonces lo vi de cerca; era un vestido de color verde-azulado, con tirantes finos que parecían poder ceñirse perfectamente a las espaldas y una costura adaptada a las curvas del cuerpo. A mí me llegaría hasta las rodillas prácticamente.— Pensé que lo mejor sería mantenerlo fuera del alcance de Alice, no parece que disfrutes mucho con sus sesiones de moda. ¿Me equivoco?

Agarré con fuerza el vestido y levanté la cabeza, topándome con sus ojos verde esmeralda mirándome fijamente, concentrados en algo que no pude descifrar.

—No.— respondí y el embarazoso silencio nos envolvió.— Gra... Gracias.— me aclaré la garganta.

Edward no respondió y pareció volver a concentrar su atención en algo incomprensible para mí. Me miraba a los ojos, pero tenía su mente en otro lugar.
Las expresiones de su cara en ese momento cambiaron a toda velocidad; primero frunció el ceño con frustración, para después dejar ir un suspiro. Sus facciones se relajaron por ese instante y miró hacia el suelo. Quedó allí inmóvil durante unos segundos y a continuación salió por la puerta, despacio y sin mirar atrás.

¿Cómo sabía que Alice me había comprado un vestido? ¿Cómo pudo encontrarlo?

Miles de preguntas inundaban mi cabeza cuando la aguda voz de de mi hermana interrumpió mis cavilaciones.

—¡¿Bella, estás lista?!— gritó desde su habitación, situada justo enfrente de la mía.

—Em...—intenté inventar una excusa.— Me falta poco. Es que no encontraba mis...— ¡piensa, Bella, piensa!— Mis bambas.— ¡¿eso es lo mejor que se te ocurre?!

Al parecer, mi mentira sirvió para darme más tiempo y poder vestirme con alguna de la ropa normal que encontré tirada por los suelos. Tendría que recoger aquel desastre más tarde.

Cuando estube preparada, bajé al piso de abajo.

Emmett estaba repantingado en el sofá mientras la televisión reproducía un partido de Baseball en directo. Vi a mi hermano por primera vez vestido con corbata, zapatos y traje negro.

Alice se sentaba en otro sofá con las piernas cruzadas y miraba hacía la ventana con aspecto preocupado.¿Estaría pensando en su vestido perdido? Me reí para mis adentros.

Ella vestía una camiseta púrpura, ceñida a su cintura pero sin tirantes. Además, la complementaba con una falda negra muy corta y unas bailarinas del mismo color.

Por último, Edward apoyaba su cabeza contra la pared. Jamás antes me había fijado en su musculoso pecho, ahora perceptible por lo ajustada que estaba su camiseta azul celeste. Por fin, el único de la familia que utilizaba unos pantalones tejanos y unas bambas negras, tal vez fuesen Adiddas.
Sentí tristeza cuando observé que sus ojos estaban cerrados, quería volver a ver aquel verde tan hermoso.

Mirando el reloj distraidamente, bajé las escaleras con la mochila granate que utilizaba para ir al instituto. Pensé que tal vez necesitaría el móvil y algo de dinero.

—Ya creía que te había secuestrado el armario, hermanita.— bromeó, como siempre, Emmett.

Alice acudió en mi defensa, dándole un golpe en la cocorota.

—¡No seas tonto!— Para mi desgracia dejó el tema y se fijó en mí.— Bella, creí que escogerías unos zapatos o al menos una falda. Me has decepcionado...— dijo con un hilo de voz y haciendo un puchero.

De reojo, vi cómo a Edward se le escapó media sonrisa que dejó ver sus dientes blancos perfectos. Sin poder evitarlo, yo también sonreí. No por el hecho de que me divirtiese el comportamiento de Alice, sino porque mi hermanastro había mostrado su sonrisa por primera vez.

En ese instante, una bocina sonó en el exterior de la casa y todos nos sorprendimos, excepto Edward. Él pareció muy tranquilo cuando escuchamos el sonido de sopetón.

—¡Ya están aquí!— musitó mi hermana, corriendo demasiado emocionada hacia la puerta.

Yo seguí a Emmett cuando se levantó del sofá y Edward caminó detrás de nosotros. No me gustaba el hecho de tenerle fuera de mi campo de visión, me hacía sentir observada.

En la entrada a la casa se mostraba aparcado un BMW rojo escarlata muy brillante. Los gemelos Hale eran igual o, tal vez, incluso más ricos que los Cullen. Yo jamás encajaría en la clase social a la cuál pertenecían.

—¡Emm!— Rosalie llamó a su novio mientras salía del bólido y éste la levantaba del suelo, abrazándola.

Realmente me arrepentía de no haberme arreglado un poco más. Los gemelos vestían de forma tan elegante y yo tan... tan... ¿Cuál sería la palabra? ¿Informal, tal vez?

—Alice, lo siento.— se disculpó Jasper, rodeándola con sus brazos.— Mi coche no arranca, tendré que hacer que le echen un vistazo.— confesó cabizbajo.

El novio de Alice lucía una camisa beige, sencilla pero impecable, acompañada de un pantalón marrón de tela y unos zapatos del mismo color.

Su hermana presumía de belleza, tal vez hasta se había comprado un vestido nuevo para la ocasión. Al menos no aparentaba tener ni una arruga en la tela brillante. El color granate contrastaba en armonía con su piel más bien pálida. Para dejarnos a todos más deslumbrados, dejaba ver sus piernas ya que el vestido le llegaba por encima de las rodillas. Su cabello estaba recogido en un moño, peinado descuidadamente a propósito.

Ver a los gemelos y a mis hermanos juntos hizo que me sintiese cómo la oveja negra del rebaño.

Mi ropa desentonaba del todo en medio de ellos. Yo únicamente había decidido ponerme una camiseta básica de color pardo y tirantes. Para la parte de abajo, no hice caso a Alice y me enfundé unos tejanos, lo más cómodo para mi gusto. Finalmente no me separé de mis Converses marrones.

Suspiré tras mirarme de nuevo. No tenía remedio...

—Pues tendremos que utilizar otro coche, en el mío no cabemos todos.— nos informó Rosalie.

—Tendremos que sortear las entradas a tu BMW.— comentó Emmett, burlándose.— Yo soy bienvenido. ¿Verdad Rose?— mi hermano mostró una cara de cachorro abandonado que pareció funcionar con su novia.

—Claro que sí.— le sonrió y le dio un rápido beso en los labios.

—¡Soy tu hermano! ¡¿Es que no merezco algún privilegio por ello?!— preguntó Jasper, aparentando haberse ofendido.

—Vale, vale...— suspiró Rosalie con tono cansado.

—Bien, Alice se viene conmigo.— concluyó éste.

La pequeña le cogió de la mano y sonrió complacida tras haberse ganado una plaza en el bólido.

Ahora sólo quedábamos Edward y yo. Sabía lo que iba a pasar; ellos escogerían a Edward y a mí me tocaría conducir sola con el coche de alguno de mis hermanos hasta la feria.

—No es justo que uno de nosotros vaya sólo.— dijo Alice.— Edward, tú lleva a Bella en tu Volvo.

El aludido la miró confundido y con expresión no muy alegre en el rostro. Notaba que no le apetecía estar a solas conmigo, pero no era que a mí me hiciese mucha ilusión. Más bien, me ponía nerviosa su presencia y ahora estaríamos a centímetros de distancia uno del otro

Estupendo...— pensé con sarcasmo.