Él lo cambió todo

Tema en 'Fanfics abandonados sobre Libros' iniciado por JessCullen, 6 Julio 2011.

  1.  
    Alix Cullen Bellamy

    Alix Cullen Bellamy Entusiasta

    Virgo
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    Hola Jess!
    gracias por avisarme, estuvo bien el capi pero te juro que en este preciso momento lagrimas traicioneras quieren escapar de mis ojos,
    pobre Bella, yo se lo que se siente eso y es horrible,
    y que demonios le pasa a Edward! grrr
    lamento lo de tu fuente de inspiracion pero veras que pronto pasara,
    o eso supongo porque yo sigo pensando en el mio hehehe espero que tu lo superes rapido y animo porque hay mas ahi afuera solo basta buscarlos
    hehehe muy buen capitulo, me has dejado con la duda de que es lo que tiene Bella y que supongo que causo esa actitud en Edward
    pero agh me desespera a veces, lo amo pero a veces me dan ganas de matarlo lo juro hehehe bueno me voy, gracias por subir capi.

    xOxO

    Alix Cullen Bellamy
     
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  2.  
    Clary Uchiha

    Clary Uchiha Entusiasta

    Escorpión
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    aaaa!!!!! pobre Bella :') madito Ed :mad: Llego a ser yo y le digo algo como "si alguna noche necessitas que te cubra dímelo, HERMANITO" que parezaca que no me importa lo que haga y lo dejo allí plasmado con su "Jessica". Otra que esta mejor calladita! Conozco a una chica así y te juro que cada vez que la veo se me revuelven las tripas!
    bueno dejo ya eso y te comento de verdad.... Me ha gustado mucho este cap aunque pobrecita Bella (Inner:ya deja eso y comenta) si perdón...la narracion como siempre me ha encantado, me encanta la forma en que plasmas los pensamientos de Bella y sobretodo adoro a la mini-bella. ¿Y que será eso que le esconden a Bella? ¡Lo quiero saber!!! Epero que subas el próximo cap pronto! lo estaré esperando con ansias!!
     
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  3.  
    St Jimmy

    St Jimmy Entusiasta

    Aries
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    Holaa!! Perdon por tardar pero las clases no me dejan tiempo de nadaa :)))
    Lo primero, Edward es idiota o que le pasa???
    Y lo segundo, me dejaste intrigadisima, ¿que le pasa a Bella???
    Avisame en cuanto publiquess porfi y lo siento si tardo :))
     
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  4.  
    Aveces Angela

    Aveces Angela Iniciado

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    EDWARD ES BIEN BIPOLAR!!! hahaha. Espero que escribas pronto!!
    Un besote!!
     
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  5.  
    Nelcys Cullen

    Nelcys Cullen Fangirl empedernida

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    Jess! Me ha gustado mucho este capitulo...!! Disculpa la tardanza pero como ya te dije... Los estudios me tienen atrapada!! :S Bueno sigo... ¿Qué es lo que tiene Bella? Me dejaste con la intriga....!! Ya quiero saber que tiene Bella!! Y ¿Qué le pasa a Edward? Ahora anda con Jessica? :S
    Bueno Jess... Avisame cuando publiques la continuación! :D
    Atte. Nelcys!
     
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  6.  
    JessCullen

    JessCullen Usuario común

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    Título:
    Él lo cambió todo
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    22
     
    Palabras:
    6423
    Capítulo 17: Idiota + Idiota = Problemas

    Cuarenta y cinco elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña. Cómo veían que no se caían, fueron a llamar a otro elefante.

    La cabeza ya me daba vueltas de tanto contar elefantes, así que miré por décimo séptima vez mi reloj de pulsera.

    ¡Sólo habían pasado 2 asquerosos minutos!

    Eso quería decir que llevaba 2 horas y 2 minutos tumbada en mi cama, con los ojos cerrados, cantando una patética canción.

    Conozco a alguien a quien le vendría bien visitar a un psicólogo. —tarareó la mini-Bella, refiriéndose a mí.

    Odio admitirlo, pero tienes razón.

    Estaba desperdiciando parte del tiempo de mi vida, aunque si lo pensaba fríamente: ¿qué importaba?

    Edward ya me había dejado más que claro la clase de idiota que era, por lo que no tenía por qué seguir hundiéndome en el vacío por su culpa. Él había fingido aprecio, ¿a mí tanto me costaba fingir odio?

    Gruñí cuando escuché el zumbido de mi teléfono móvil, escondido bajo mi almohada. Lo había dejado allí aquella tarde, después de haber vuelto a la mansión e inventado que me encontraba mareada. Cuando mis hermanos regresaron del instituto, yo aún continuaba tirada en mi cuarto. Edward ni siquiera se atrevió a entrar en él, claro que me llamó cómo unas 10 veces. Después de la onceaba llamada suya y de la ignorancia por mi parte, decidí optar por poner en silencio el móvil. Pero, ¡cielo santo! ¡¿Cuando se iba a cansar de marcar mi número, el muy traidor?!

    Abandoné mi cama de sopetón, haciendo que la cabeza me diese vueltas por mis rápidos movimientos. Rebusqué entre los cajones de mi escritorio hasta encontrar mi objetivo: el ordenador portátil.

    Me senté en la silla y esperé a que el lento de Windows se encendiese. Hasta ahora, había utilizado poco ese ordenador, salvo para algún que otro trabajo de clase, ya que era uno de los recuerdos que conservaba de Charlie y Renée. Me lo regalaron el día en que cumplí 13 años.

    Sonreí con añoranza.

    Al fin, la sesión se inició y decidí estrenar mi casi intacta cuenta de Facebook. Alice me había creado una sin mi consentimiento, pero supongo que necesitaba algo de distracción para una tarde como ésta.

    Introduje mi correo electrónico y la contraseña en el sitio adecuado. A continuación aparecí en mi “Muro”. Observé cómo un numerito rojo señalaba que tenía nuevas alertas. Una de ellas era de Alice Cullen.

    “Alice Cullen te ha etiquetado en sus fotos”

    ¿Fotos? ¿Des de cuando mi hermana me había fotografiado?
    Deseosa de enterarme, cliqué en la opción y ésta me llevó a un álbum que Alice había bautizado cómo: “Feria y karaoke con estos locos”

    Alcé las cejas y piqué en la primera imagen.

    Ésta era de Jasper, Rosalie, Emmett y ella, en el BMW que los había transportado esa noche. Reí por las caras tontas de todos.

    En la siguiente aparecían Alice y Jasper, abrazados frente al “Colosus”. Se veían tan felices... Por unos momentos, sentí una oleada de celos. Ojalá algún día yo también estuviese así, con alguien especial a mi lado.

    Las demás eran de esos cuatro en diferentes situaciones. Casi llegué a morir de risa al ver al novio de mi hermanastra con el rostro amarillento, preparado para echar el vómito después de montar en la montaña rusa. También se me escaparon carcajadas al revivir los momentos en los que Emmett y Jasper habían subido al escenario para cantar Danza Kuduro.

    Entre el álbum, llegué a pillar alguna que otra foto que Alice me había sacado a escondidas. Por ejemplo, cuando tomé el primer trago de Cocktail.

    En cuanto pasé a la siguiente imagen, el corazón se me paró al instante. Éramos Edward y yo, subidos al escenario de aquel Pub, que hoy recordaba como el mismísimo centro del infierno; mientras cantábamos Crazier. Ninguno de los dos se había dado cuenta de que nuestra hermana se encontraba tomando fotografías. Cerré los ojos unos segundos, pensando en aquellos días en lo que todo parecía tan fácil. Si me hubiesen preguntado en aquel entonces habría jurado y sobre jurado que Edward me quería, que sentía algo por mí.
    La dichosa lágrima traicionera volvió a hacerse presente, por lo que decidí que ya era hora de dejar de mirar esas imágenes.

    Quise acabar con mi navegación por Facebook, pero había un impulso que me hacia dirigirme hacia su perfil.

    —Ya sabes lo que vas a encontrar, ¿para qué sufrir más? Sé realista por una vez en tu vida. —regañaba la mini-Bella.

    Suspiré y dirigí el ratón hacia la opción “Salir”. Los dedos no me respondían y en un abrir y cerrar de ojos ya me encontraba buscando el nombre de “Edward Cullen” entre los perfiles de mis contactos.

    —Eres idiota. —concluyó la mini-yo.

    Lo sé...

    Efectivamente, tal y cómo predijo aquí mi “queridísima” conciencia (bendito sea el sarcasmo), mi hermanastro ya anunciaba su relación con Jessica Stantley.
    Ver aquello fue cómo recibir un balazo directo al pecho. Aunque no fue nada comparado a cuando leí los comentarios “cariñosos” que Jess le había dejado.

    ¡Eddy, cariño! Te amo precioso y que no se te olvide que quiero más besitos de esos tuyos. ¡Muack mi amor!”

    ¡Buagh! ¿Cariño? ¿Precioso? ¿Besitos? ¡¿Mi amor?! Sólo existía una respuesta para tales términos: ¡Buagh! ¡Buagh! ¡Buagh! E infinitos: ¡Buagh!

    ¡Jessica se había vuelto una maldita cursi! Pero esperad, eso no fue lo peor. Lo que realmente me dolió en el alma fue la contestación de Edward:

    “Los besos cuando quieras. Yo también te amo.”

    Respira, expira. ¡Respira, expira!

    —Déjate de tonterías; ¡esta bruja muere hoy mismo!

    Ya no podía hacer nada, absolutamente nada. Ni siquiera debería haber pensado que Edward y yo alguna vez estaríamos juntos. ¡Diablos, que ingenua fui!

    Ahora veía las cosas claras y si era esto lo que mi hermanastro quería, pues adelante con su vida y yo seguiría con la mía. No me iba a permitir derramar más lágrimas, por mucho que desease hacerlo. Comprimiría todas mis penas en un gran nudo en el estómago. ¿Que me impediría comer? Sí. ¿Que me atormentaría hasta el fin de mis días? Cierto. ¿Que las noches serían una auténtica pesadilla a partir de ahora? Afirmativo también.

    De momento, lo que esperaba era que dentro de mucho tiempo, cuando mi cuerpo no soportase más seguir deambulando cómo un zombi amargado por la vida, con algo de suerte muriese y dejase atrás la tristeza.

    No perdí tiempo en apagar el ordenador; simplemente cerré la pantalla de sopetón y me dirigí a la cocina. Desconocía la hora que sería, pero si la cena aún no estaba lista, ayudaría a Esme a prepararla. Nunca viene mal distraerse un poco.

    Al llegar abajo, nada de aquello fue necesario ya que el reloj de pared marcaba las 10 de la noche y todos estaban ya sentados en sus respectivas sillas.

    Lo malo de vivir con el demonio en persona, es tener que verle quieras o no.

    Edward ni si quiera se molestó en levantar la vista, sino que comía con parsimonia en la mesa, con Emmett a su lado izquierdo y un taburete vacío a su derecha; el mío.

    —Bella, ahora iba a subir a avisarte de que la cena estaba servida. —me informó Esme, con una sonrisa. — ¿Estás mejor?

    —Mucho mejor, gracias. —le devolví la sonrisa.

    Caminé con decisión hacia mi respectiva silla, con un plato de sopa caliente preparado para ser comido justo delante.

    Una vez alcanzado el objetivo, di unos cuantos sorbos a la sopa. Debía admitirlo: era demasiado complicado tragar con Edward ahí al lado.

    Procuré acabarme el segundo plato, salmón ahumado con ensalada, por no levantar sospechas y complacer a Esme.

    Ya casi había acabado con mi yogur de Coco cuando comenzó una conversación en la mesa.

    —Chicos, ¿cuánto hace que no sacáis a pasear a Bear y Kiara? —preguntó nuestra madrastra, con aspecto enfadado.

    Oh, oh...

    —Salí con Bear ayer. —se salvó Edward.

    Lo miré de reojo con malicia. ¡Imbécil hijo perfecto!

    —En realidad... —Carlisle intervino por primera vez, dejando su tenedor a un lado. —Creo recordar que fui yo quien lo sacó.

    ¡Toma! ¿Qué tienes que decir ahora niño mimado, eh?

    Reí entre dientes y mi hermanastro pareció percatarse de ello, ya que me miró frunciendo el ceño. Al instante giré el rostro, evitándole.

    —Se supone que los perros son vuestra responsabilidad. —Estupendo... Bronca para los dos. — A partir de ahora, nadie que no seáis vosotros se va a ocupar de ellos. Son 3 veces al día las que deben estar al aire libre. ¿Y cuanto tiempo han salido fuera hoy?

    No quise responder porque estaba segura que la contestación enfadaría más a Esme.

    —Antes de ir a dormir sacadlos un rato. —concluyó Carlisle, regresando a su comida.

    —Sí, papá. —respondimos los dos al unísono.

    Al acabar la cena, Alice y Emmett continuaron burlándose a nuestra costa sobre la poca responsabilidad que teníamos con las mascotas. Nuestros padres quedaron en la cocina, recogiendo las vajillas, mientras nosotros nos dirigíamos al piso de arriba en busca de alguna chaqueta para salir. Al fin y al cabo, estábamos a finales de noviembre.

    Escogí un abrigo marrón claro de un material parecido al cuero. La verdad, no me fijé si combinaba o no con mis vaqueros, sino que bajé rápido las escaleras.

    Junto a la puerta de salida nos esperaban Bear y Kiara, ladrando impacientes.

    —Creí que iba a ir yo. —Edward apareció por la puerta del comedor, encarándose conmigo.

    —Ya puedes ir olvidando esa idea, “bonito”. —soltó la mini-Bella.

    —Es mi perro. —argumenté.

    —También el mío. —se defendió él.

    —Pues no pienso dejarte sólo con Kiara. —Por una vez me serviría ser terca.

    — ¿Crees que la voy a raptar o qué? —rió Edward.

    —Podrías. —contesté. — O tal vez dejes que se pierda.

    — ¿Es que no confías en mí? —mi hermanastro se acercó un poco a mí, con aire inocente.

    —No.

    Abrí la puerta con rapidez y desaparecí de allí, seguida por los dos animales.

    Siendo sincera, me costó hablarle así a Edward. ¡Debería haberme sido fácil comportarme mal con él! Supongo que la práctica y el tiempo ayudarían con mi nuevo plan. Mi hermanastro iba a convertirse en un gran error en mi vida e iba a hacérselo saber. ¡Por supuesto que se lo haría saber!

    La noche en el bosque era mucho más oscura y fría que en el pueblo. Los árboles proyectaban sombras sobre el suelo, mientras que los perros parecían ajenos a todo eso. Me envolví bien entre mi ropa, tras el soplo del viento.

    Escuché unos pasos tras de mí y quedé helada en mi lugar.

    ¡El hombre del saco, Freddy Kruger, Jason! —gritó la mini-yo.

    —Hola otra vez.— Ah, no: era la voz del imbécil de Edward, de nuevo.

    —Adiós otra vez. —imité su voz, sin girarme hacia él y avanzando unos pasos en dirección a Bear y Kiara.

    Éstos jugaban y ladraban por entre la hierba y los troncos dispersos por el lado del bosque más cercano a la mansión.

    —Por favor, Bella. —noté su mano sobre mi hombro, pero continué dándole la espalda. — Quiero que seamos amigos.

    —¡¿Amigos?! —Ahora sí que lo miré directamente a los ojos, con furia contenida.

    —No te pido que estés a mi lado todo el tiempo. —aclaró. — Sólo amistad. —sus ojos parecían sinceros, pero ya no podía creerlos. No, después de los múltiples cambios de humor que tenía. Lo mismo mañana me trataría cómo una princesa y al día siguiente ni siquiera se acordaría de mi nombre.

    —Edward. —pronuncié su nombre, al mismo tiempo que apartaba su mano de mi hombro.

    — ¡¿Te crees que eres el centro del universo?! ¡¿Que puedes pedir algo y los demás vamos a aceptar cómo sirvientes?!

    —¡¿Y ahora qué te pasa?! —él llevó las manos al cielo con desesperación. ¡Ugh! Cómo me molestó eso.

    —¡Tienes el valor de preguntarme qué me pasa! —espeté, sorprendida y cabreada. — ¡Me dices que me quieres y luego me pides que lo olvide todo!

    El eco de la frase quedó resonando por todo el bosque y ninguno de los dos volvimos a dirigirnos la palabra.

    Edward se quedó quieto en su lugar, con sus ojos apuntando a los míos. Manteníamos una batalla de miradas, en la que ninguno de los dos abandonaba su posición.

    Mi hermanastro bufó y se separó un poco de mí.

    —Está bien, ya no aguanto más. —Edward cerró los párpados con fuerza. — Bella, tengo que explicártelo; yo...

    —¿Vas a decirme que me quieres, que vas a dejar a Jessica y vamos a vivir felices para siempre? —interrumpí con sarcasmo.— ¿Sabes lo que pasará luego? Que no me querrás, no vas a dejar a Jessica y no vamos a vivir felices para siempre.

    —¡Sólo déjame hablar! —me gritó.

    —¡No quiero tus estúpidas explicaciones, Edward! — ¡Wau! ¿Yo he dicho eso? Realmente, mi hermanastro sacaba la furia que había en mí.

    Anduve a zancadas por entre la hierba y llegué a donde corría mi Husky.

    —¡Kiara! —la llamé.

    Ella vino obedientemente. Zafé de su collar rojo, uno que Alice le había conseguido colocar. El animal se debatió un poco, pero luego me siguió.

    Edward continuaba mirando desde su posición.

    Llegué a la puerta principal de la mansión y, en un intento por hacer entrar a Kiara, ésta consiguió tirarme al suelo. Caí sobre mi trasero, provocando unas disimuladas risas por parte de mi hermanastro. Bufé y lo perforé con la mirada.

    —Idiota. —mascullé entre dientes.

    Al fin conseguí que mi Husky entrase en casa y cerré la puerta a nuestro paso, para evitar que se escapara. Ignoré el hecho de que Edward aún estuviese fuera. ¿Tendría llaves, no? Pues ya se las apañaría él solito.

    Subí de dos en dos los escalones que llevaban al segundo piso y me apresuré a encerrarme en mi lugar seguro, mi guarida: mi habitación. Kiara me había seguido, por lo que hoy compartiría la noche conmigo.

    Deseosa porque acabase aquel endemoniado día, me apresuré a lavarme los dientes, ponerme el único pijama de Hello Kitty que quedaba limpio (¿Debo añadir que me lo regaló Alice? ¡Ella es la culpable!) y me aovillé entre las sábanas de mi cama. Pronto, mis pies helados comenzaron a calentarse.

    Kiara se acomodó sobre la manta que había dejado para ella en el suelo.

    Comencé a dar vueltas en la cama, sin poder evitar la imagen de Edward cada vez que cerraba los ojos.

    Guau. —ladró mi acompañante.

    —Yo tampoco puedo dormir. —respondí, inventándome el significado de su sonido.

    Guau.

    —Sí, es por culpa del tío Edward.

    Guau.

    —¡¿Que me disculpe por lo que le he dicho?! ¿Es que lo has escuchado?

    Guau.

    Muy mal, Kiara. ¿No te han dicho que es de mala educación el escuchar conversaciones ajenas?

    Guau.

    —¡¿Que no te estoy educando?! Esas contestaciones seguro que son culpa de tu tío. Es una mala influencia.

    Guau.

    —¡Ni se te ocurra enamorarte! Te doy un consejo; jamás vayas detrás de un macho, porque lo único que vas a acabar recibiendo son decepciones. ¿Y cómo vas a acabar? Tirada en una cama, bebiendo leche hasta emborracharte y quejándote de lo dura que es la vida.

    ¿Alguna vez te han dicho que eres patética? —comentó la mini-Bella.

    ¡Demonios! ¡Estaba hablando con un perro! Ni si quiera estaba segura de si uno se podía emborrachar con leche.

    Gruñí y tape mi rostro con la almohada.

    Basta de charlas sin sentido por hoy.
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    La mañana siguiente amaneció nublada y con los primeros indicios de lluvia muy cerca. Al fin y al cabo, estábamos en Forks señores.

    Me había despertado con cuidado para no interferir en el sueño de mi perro.

    Emmett se ofreció a llevarnos en su Jeep, ya que no me apetecía demasiado montar en el Volvo de Edward. Además, éste tampoco se había mostrado muy contento con la idea, por lo que aceptamos el plan de nuestro hermano mayor.

    Una vez en el instituto, llegó la clase de gimnasia de primera hora. ¿Y a que no adivináis que “fantástica” sorpresa me tenía preparada la entrenadora Tatcher? El profesor de Educación física de los chicos, el señor Cope, estaba enfermo. Por lo que hoy nos tocaría hacer una clase mixta. Oh y ¿quién estaba en ese grupo de hombres enormes y preparados para darle con un balón en la cara a Bella? Ni más ni menos que Edward Cullen.

    —Tu vida parece una tragicomedia barata.—se burló la mini-yo.

    Esa mañana tocaría jugar a Voleibol con grupos de chicos y chicas juntos.

    Genial. ¿Alguien quiere hundirme más en la amargura?

    —¡Isabella! Con Cullen. —ordenó la profesora.

    Decidido: mañana mismo cabo mi propia tumba.

    Nos colocamos en uno de los lados de la red, cubriendo nuestro territorio. Vi a Edward manejar a los estudiantes cómo quería. Al fin y al cabo, él era el capitán de nuestro equipo.
    Una de las chicas del grupo contrario hizo un gran saque, comenzando así el partido bajo la atenta mirada de la señora Tatcher.

    El resto de la hora me quedé muy quieta en una esquina de la pista, para no estorbar a nadie. Analizaba cada movimiento de los contrincantes y nuestras repercusiones. Fue nuestro capitán quien hizo que llegáramos a un empate.

    Quedaba poco para que acabase la clase y yo apenas había interferido en el juego. Si no hacía algo, me ganaría un buen suspenso para hoy.

    Aproveché el último saque de los contrincantes para, al menos, golpear un poco la pelota.

    —¡Mía!— Tanto Edward cómo yo gritamos y saltamos a la vez.

    Quería salvar la pelota, ¡pero me iba a estampar contra él! Accioné mis brazos de tal manera que chocaron contra su pecho y caímos los dos al suelo en diferentes direcciones.

    —¡Ouch! —me quejé cuando aterricé con mi espalda en el suelo.

    ¡Diablos! Era la segunda vez que me caía esta semana.

    Edward se levantó irritado, sobándose el pecho. Yo le imité, salvo porque mi daño provenía de los brazos y la espalda.

    —¡Dije que yo iba a por esa! —grité, encarándome con él.

    —¡Yo lo dije antes! —me contestó.

    —¡¿Tanto te costaba permitirme rematar por una vez?!

    —¿Rematar? Bella, ni si quiera habrías golpeado la pelota. —se burló.

    —¿Me estás llamando “negada”? —Vale, Edward sabía cabrearme.

    —Sólo digo que los deportes no son lo tuyo. Intentaba salvar el equipo; no me puedes culpar por eso. —él sonrió angelicalmente, pero a mí no me engañaban.

    —¡Idiota! —solté.

    —Negada. —me devolvió, en un susurro.

    —¡Y antes has dicho que no me estabas llamando así! —me hice la ofendida, pero más bien estaba que echaba chispas.

    —¡Eh! ¡Yo nunca he largado eso!

    Le apunté al pecho con el dedo índice, procurando concentrarme para soltar una buena contestación.

    —¡Cullen! —vociferó la entrenadora.

    Los dos nos giramos. ¡Mierda! ¿Por qué teníamos que tener el mismo apellido?
    Tatcher hizo señas para que nos acercáramos. Corrimos hasta ella, sin saber a quién de nosotros se refería.

    En cuanto estuvimos frente al banquillo donde se sentaba, me asusté al contemplar sus mejillas rojas de rabia.

    —Quiero verlos al acabar las clases. —sentenció, controlando el tono de su voz.

    Edward y yo fruncimos el ceño y nos señalamos a nosotros mismos, sin saber si me había castigado a mí o a él.

    —¡A los dos! —ordenó ella.

    En ese instante la campana sonó y nos dirigimos una última mirada de odio, antes de adentrarnos cada uno en nuestro respectivo vestuario.

    Allí, las chicas no hacían más que preguntarme cómo había sido capaz de gritarle a Edward Cullen, bla, bla, bla. ¡Cielo santo! ¡Ni que lo considerasen su Dios! Lo admito, lo admito: verlas suspirando e imaginando cómo serían los pectorales de mi hermanastro me hizo sentirme extraña, quizá hasta enfadada.

    El resto de la mañana pasó lenta (menuda novedad, ¿no?) y la malgasté pensando en Edward. Juro que no era mi intención, pero parecía como si su fantasma persiguiese a mi imaginación a todas horas.

    Mi subconsciente sentía tristeza después de haberme peleado con él porque, de alguna manera, sabía que ya nada volvería a ser como antes. Ahora mismo no sabía si ya me consideraría su enemiga y seguramente Jessica estaba al corriente del incidente de Voleibol. Conociéndola, los más probable es que ya estuviese maquinando algo en contra mía por haberme metido con su “Eddy”. Tendría que dormir con los ojos abiertos de aquí en adelante, por si a caso se le ocurría matarme una noche.

    Al fin, salí de la clase de Matemáticas para dirigirme a la cafetería. Hice la habitual fila para pedir mi bandeja de comida y fui a sentarme junto a mis hermanos en nuestra mesa de siempre.

    Un momento, un momento... ¿Qué hace Edward ahí?

    Observé de nuevo, para percatarme de que no me había equivocado de sitio. Imposible, ya que Rosalie, Jasper y los demás lo acompañaban.

    Después de un día agotador lo que quería era comer tranquila. ¿Y qué me encontraba? A él.

    —Hola Bella. —me saludó Alice con entusiasmo cuando llegué hasta ellos.

    Hice un gesto de saludo con la mano y me senté entre ella y Rosalie, quedando con “Don Perfecto” delante.

    No me digné a mirarlo y pasamos la comida en silencio. Tampoco pregunté por qué estaba Edward con nosotros; mejor dejar correr la situación.

    Emmett, al igual que cada día, dio tema para hablar. Sin embargo, sólo moví los labios con el fin de morder y masticar mi barrita de cereales.

    —¡Pero qué despistada soy! —espetó Alice, de repente. —Me he dejado la chaqueta en el Jeep. —se llevó las manos a la cabeza de forma teatral.

    ¿Qué mosca le ha picado?

    La pequeñaja se levantó y zafó del brazo de Emmett. No sé si me lo había imaginado, pero creí haberla visto guiñándole un ojo a Rose.

    —¡Emm, vamos! Tenemos que acompañarla. —se apuntó la novia del aludido.

    —¿Ahora? —se quejó él. — Tomad e id vosotras. — Emmett les lanzó un pequeño grupo de llaves, que ellas alcanzaron al vuelo.

    —¡Tu coche es demasiado alto! Ven a ayudarnos. —pidió Alice, haciendo uso de su cara de cachorrito.

    Tanto Edward cómo yo contemplábamos esa escena con incomprensión.

    Después de unas cuantas súplicas más, el grandullón se resignó a seguirlas y, de algún modo, Rosalie se llevo consigo a su gemelo también.

    Suspiré cuando se hubieron marchado por la puerta de la cafetería y dos segundos más tarde, caí en la cuenta de lo que sucedía.

    ¡Traidores!

    Seguramente habrían visto lo tensa que estaba hoy la situación con Edward y no se les habría ocurrido otra cosa que dejarme sola con él.

    —¡Perfecto! Sí, marchaos “amigos”. — la mini-Bella sí que sabía de sarcasmos.

    Bien, lo que debía hacer era respirar tranquila, acabar de comerme la barrita que tenía en las manos y largarme de allí.

    ¿A dónde, genio? Las clases no empiezan hasta dentro de 15 minutos. —De nuevo la mini-yo, fastidiando el asunto.

    Algo se me ocurrirá. ¡Basta ya de tanto pesimismo!

    —¡Ey! ¿Vas a comerte eso? —Edward me dirigió la palabra al fin.

    ¡Mierda! Había estado tan ocupada hablando conmigo misma que no me había percatado de que mi hermanastro me estaba hablando.

    —¿C-comerme el qué? — ¡No tartamudees!

    —El pudding. — respondió él entre bufidos cansados.

    Miré hacia mi bandeja, buscando el último pudding de chocolate que había escogido en la cola del buffet.

    —¿Y bien? —la voz de Edward sonaba irritante, hasta casi al punto de parecerse a la de Jessica. Eso me fastidiaba.

    —No me lo iba a comer… —Mi hermanastro no me dejó acabar la frase, sino que extendió su brazo por la mesa y dejó la palma de la mano abierta. — Pero, pensándolo mejor, encontraré hueco en mi estómago para él. —sentencié aquello con una sonrisa engreída.

    Las miradas que parecían estar diciéndose a gritos un “te odio” volvieron a correr de sus ojos a los míos y viceversa.

    De repente se me ocurrió algo para cabrearle aún un poco más. Esto iba a ser mi venganza por lo de gimnasia.

    Con parsimonia, solté la comida y tomé la cuchara de plástico que descansaba en mi bandeja. Delicadamente, abrí la tapa de mi delicia de chocolate y hundí el cubierto en ella, extrayendo un leve fragmento. Le eché una ojeada al rostro de Edward, el cual aparentaba estar rojo de rabia y envidia. Disimulé una risita tras haber logrado mi objetivo y dirigí la cuchara a mi boca. Exageré el sabroso gusto del postre, saboreándolo en exceso y mostrando una cara de satisfacción.

    —Tantas calorías son malas para el cuerpo. ¿No querrás acabar con dietas, verdad?— Mi hermanastro interrumpió la actuación.

    —¿Insinúas que estoy gorda? —aparté el plato un momento y perforé a mi acompañante con los ojos.

    —Claro que no…— dijo él con sarcasmo. Las comisuras de sus labios temblaban y luchaban por no curvarse en una sonrisa burlona.

    Fue extraño, pero aunque en ese mismo instante le considerase el propio diablo en persona, sus burdos comentarios continuaban dañándome.

    ¡Actúa! —me recordó la mini-Bella.

    Cogí una enorme bocanada de aire y me levanté de golpe. Llevé mi bandeja conmigo y bordeé la mesa, hasta encontrarme frente a Edward. Bajé la mirada para poder verle bien, ya que él aún continuaba sentado.

    —Lo he pensado mejor. — con rapidez, impacté el bote de pudding en su cabeza. Lo aplasté contra su despeinado cabello y procuré que el potingue lo manchase bien. —Aquí tienes tu postre.

    Las facciones de Edward eran todo un cuadro de incredulidad. ¿A caso no me creía capaz de hacerle eso? Pues aquí tenía una buena demostración de que la Bella cobarde había desaparecido.

    Caminé con paso firme hacia una de las papeleras, sintiendo miles de ojos clavados en mí. Cómo era de esperar, todos los estudiantes habían sido testigos de nuestro enfado y todos ellos mostraban su desconcierto por lo que acababan de ver. ¡¿Edward Cullen: en ridículo?! Sin duda, nadie se esperaba esta situación.

    Vacié los restos de mi comida en la papelera más cercana y abandoné la sala.
    Al estar fuera me di cuenta de la humedad que se arremolinaba ya entre mi pelo y de que la lluvia había empezado a caer. No traía paraguas, por lo que me quedaría debajo de los porches del instituto y esperaría a calmarme un poco.

    Pronto, las ventanas de la cafetería quedaron atrás. Giré la primera esquina, caminé un poco más lejos todavía y apoyé mi espalda contra la pared de piedra.

    Frente a mí tenía el aparcamiento y las miles de gotas de lluvia que caían. El repiqueteo de éstas en caer sobre los coches o la acera producían un sonido envolvente que me permitió sumirme en mi propia burbuja.

    Mi vida es un asco.

    Pero aún continuaban surgiendo preguntas como: ¿qué hacía Edward comiendo hoy con nosotros?

    Bueno, la conclusión más acertada era probablemente la más obvia: Jessica no había venido al instituto.

    Gruñí al darme cuenta de la verdad de esta teoría; él la amaba. Sí, seamos realistas. Yo había perdido y ella había ganado. Claro que se podrían haber ahorrado la fase “hundir en la miseria a Bella”…

    Bufé y resbalé hasta quedar sentada en el frío suelo.

    Cerré los párpados unos momentos. Aún seguía sin creerme que las palabras de Edward hubiesen conseguido hacer meya en mí. Al fin y al cabo, estaba más que claro que nos odiábamos. El caso es que me sentía mal por eso, ¡y no debería!

    —Bella. — su voz resonó por el vacío porche.

    Me levanté a la carrera y me sacudí el trasero de posible suciedad. Carraspeé varias veces para evitar que me quebrara en mitad de una frase y recobré la compostura.

    Edward avanzaba por el pasadizo, al mismo tiempo que pasaba una mano por entre su cabello. Éste estaba mojado, así que adiviné que debía haber ido al lavabo a quitarse los restos de mi pudding.

    —¿Nunca te han dicho que la gente necesita estar sola de vez en cuando? —pretendí sonar grosera.

    —Tranquila, te dejaré con tu soledad en cuanto acabe.

    Tragué saliva por la rudeza de sus palabras.

    —¿Vas a decirme que no me acerque más a ti, que te ignore y te deje en paz? —adiviné. —Créeme, eso ya pensaba hacerlo. —me encaré a él, aún con inseguridad.

    Edward se veía enfurecido, ya que las aletas de su nariz se movían agitadamente. No dijo nada y se giró para marcharse, pero justo antes de dar un paso volvió su mirada hacia mí.

    —No me importas, ni ahora ni nunca. Si alguna vez te he hecho creer lo contrario… —las mandíbulas de mi hermanastro estaban fuertemente cerradas y sus puños crispados. —…lo siento. — no supe si esa disculpa era el final de su frase anterior o la estaba pronunciando aparte.

    Me mordí el labio y me crucé de brazos, crispando los puños. Los ojos me picaban, por lo que se avecinaba un llanto. Claro que, esta vez, de rabia.

    —T-te… —balbuceé, con voz débil. Respiré hondo y volví a probar: — Te odio.

    —Entonces… —Edward detuvo su avance, pero continuaba dándome la espalda. Me era imposible observarle los ojos, aquellos que siempre me permitían ver lo que de verdad sentía. — El sentimiento es mutuo.

    Quedé allí de pie, con el sonido de la fuerte lluvia presente. Seguí a Edward con la mirada empañada por las lágrimas, hasta que éste despareció por entre la puerta de la cafetería.
    Sorbí mi nariz y me restregué la cara con la intención de deshacerme de todo rastro de lloro.

    Luego anduve por el mismo pasadizo, con el mismo destino al que había ido Edward.

    La sorpresa llegó cuando giré la esquina del porche. Al otro lado me topé con Alice y Rosalie espiándome. Abrí la boca sin poder creérmelo.

    —¡Porqué no os compráis una vida y dejáis la mía en paz! —les grité sin pensar.

    Ellas quedaron mirándome con cara de lástima. La furia me invadía, así que las dejé allí y entré en la cafetería, dando un portazo a mi paso.

    Los alumnos que comían tranquilos, e incluso algunos que ya se habían levantado para dirigirse a sus próximas clases, se quedaron mirándome con los ojos como platos. Me sonrojé una barbaridad y procuré salir de ahí lo más rápido que me permitieran las piernas.

    Mientras sorteaba a la gente y a las mesas, con la cabeza siempre gacha, llegué al portón que daba a los pasillos del instituto. Respiré aliviada en cuanto estuve fuera, pero el enfado continuaba bien presente en mi interior.

    —¡Edward vamos! —escuché una voz retumbar por los corredores. Creí haber reconocido a Jasper.

    Seguí el sonido de los susurros que hacían eco, muy curiosa por saber por qué demonios se gritaban.

    Pasé junto a las taquillas del pasadizo que llevaba al gimnasio, no muy lejos de donde me encontraba. Al girar una esquina me encontré a Edward, Jasper y Emmett. Retrocedí al instante, deseando que no me hubiesen visto. Con cuidado, me asomé un poco para observarles platicar enfadados.

    Seguramente, Edward era igual de idiota conmigo que con los demás. Aunque… Yo también había sido una idiota con Alice y Rose… ¡Dios! ¡Era como él!

    Desterré esos pensamientos de momento, dando paso a una ira que no había sentido antes. Tenía ganas de plantarme frente a ese… ¡memo! y aclararle unas cuantas cosas.

    —¡Esta no es forma de hacer las cosas! — el grito de Jasper volvió a hacer que me centrase en la escena que daba lugar en el pasillo.

    Edward se alejaba de sus amigos, dando zancadas e ignorando sus alaridos por completo.

    —¡Tío, sabes lo que sientes por ella! —la frase de Emmett hizo que me concentrase aún más.

    ¿Quién era “ella”? ¡¿A caso mi hermanastro tendría otra novia?! ¿O quizá era de Jess de la que hablaban?

    Edward paró en seco y se volvió para mirar cara a cara a Jasper y a su hermano.

    —Olvidaos de que existo. —dijo cortante, y continuó andando.

    Las mejillas me ardían, así que decidí esperar a que abriesen el aula de Tecnología, mi siguiente asignatura. Con todos los esfuerzos que pude sacar, no pensé en mi hermanastro, ni en cuanto me dolieron sus palabras.

    Una vez frente a la puerta cerrada de la clase, algo en mí hizo que le diese un puntapié a una pobre taquilla.

    —¡Ay! —me quejé, saltando a pata coja y sobándome la bamba.

    ¡Hoy todo me salía mal! ¡Agh!

    No podía evitarlo; la cólera me consumía por dentro. Necesitaba pegar a alguien ¡ya! Nunca había sido una persona violenta, pero Edward sabía cómo sacarme de quicio.

    “…No me importas, ni ahora ni nunca…”

    Aquello había sido un golpe bajo y, siendo sincera: me había dolido.

    <><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><>
    Holaa a todas/os de nuevo! ^^
    Bueno, en este cap. las cosas se están poniendo feas entre Edward y Bella :S ¿Qué le está pasando a Edward? =O Lo sabremos más adelante jeje Hasta ahora la pobre Bells está muuy confundida y muuy enfadada (cómo habreis visto xD)
    Por cierto, cómo muchos habeis preguntado ¿Qué es lo que le pasa a Bella con ese accidente que tuvo en la playa? ¿Dijo la verdad Carlisle sobre la avispa de mar? Adelanto que en el próximo capítulo se sabrá más sobre ello =)
    Ahora sin más, gracias por haber leído y ya sabeis que me encanta recibir comentarios para saber qué tal está pareciendo la historia hasta ahora ^^
     
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  7.  
    Patii

    Patii Iniciado

    Piscis
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    hay por dios esto se esta poniendo color de hormiga no no me tienes intrigada pero me agrada la actitud de bella lo del puding jajaja pero se aman tienen que estar juntos espero la conti con ansias (:
     
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  8.  
    Alix Cullen Bellamy

    Alix Cullen Bellamy Entusiasta

    Virgo
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    Hola!!!
    gracias por avisarme,
    ok debo admitirilo, ahora si me cae mal Edward, como pudo decir cosas tan malvadas?, estoy segura que yo en el lugar de Bella lo hubiera golpeado,
    es que como puede ser tan gilipollas? grrr ojala todo se arregle porque se que en el fondo lo hace por algo y solo hace que ambos sufran,
    hehehe ok me apasiono pero sabes amiga que super amo tu historia,
    nos leemos.

    xOxO
     
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  9.  
    ZafiroGhostGirl

    ZafiroGhostGirl Iniciado

    Leo
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    Me encanto el capitulo, me imagine la escena de la cafetería y me fascino; alguna vez quisiera ver a Edward con pudding en el cabello, eso seria magistral y muy gracioso >__<
    Pobre Bells, se cayó más veces de lo planeado, que se sobe porque a como duelen esas caídas ^^
    Fue re chistoso la parte en la que Bella conversa con su perrita, pensé que Edward estaba ahí, algo imposible pero como Kiara ladraba mucho...
    Gracias por dejarme tu invitación, espero el siguiente capitulo :)
     
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  10.  
    Aomecita

    Aomecita Usuario popular

    Piscis
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    Hola amiga gracias por avisarme que has puesto conti de este fic que es mi únio favorito en la sección de Crepúsculo ya la esperaba desde hace mucho intrigada e impaciente de verdad gracias por siempre avisarme cuando actualizas a pesar de los contra tiempos además por supuesto por seguir con esta historia jejeje estoy ansiosa por que se estrene Amanecer Parte 1 *_* emmm bueno bueno ese es otro asunto ahora a la conti que es la razón de comentar como siempre estuvo larga como acostumbras aunque para mi no fue suficiente ya quiero leer más Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh te matoooooooooooo ¬¬ ¡¿Comó qué Edward novio de Jessica?! ¿Por qué rayos de esa tarada? ¬¬ pobre Bella ahorací le dio el tiro de gracia por que... T.T por que... Al ver el Facebook de Edward le paso lo que a muchas... *suspiro* "Revisas lo que no debes... Te enteras de lo que no quieres..." u.u Edward no puedo creerlo... Espero conti cuídate sayo...
     
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  11.  
    andrea gonzalez

    andrea gonzalez Iniciado

    Capricornio
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    Jejeje se podria decir que soi mala pero Edward se lo mereciiaaa!! estoi tan enojada como bella o mas U_U'
    se que se esta comportando como un perfecto Idiotaa!! >_< por que simplementee no deja de ser frio y distantee y le dice lo que sientee!!!! AH!!¬¬'
    y Jessica esta de priimeriita en mi lista negraa u_u* -- su publicacion me dejos que muchos baugh como bella..
    Jasper y Emmet tienen razon TERMINA DE DECIR LO QUE SIENTES EN VERDAD!!!!!!!!!!!!!! ( respira.. tranquilizate) ya estoi como bella de loca xD!!

    Me gusto mucho el cap :D Continualo pronto y dejare comentarios de vez en cuando.. realmente siempre leo pero me da pereza escribir un comentario xD!!
    Pero aqui me tienes :) .. Nos vemos en un nuevo cap ^^
     
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  12.  
    cristty

    cristty Iniciado

    Escorpión
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    ¡Hola!
    Hace tiempo que no me pasaba por aquí, sin embargo; me tomé un tiempo para poder actualizarme. ¡Hay! Enserio que me voy a volver loca, ¡¿cómo se te ocurre separarlos otra vez?! Y para el colmo, haces que ella lo comience a odiar. No se, creo que me parece que es porque él en verdad la quiere, y algo pasa que no la quiere lastimar.
    Con respecto a capítulos anteriores, otra cosa que me sorprendió fue el hecho de que casi se muere Bella. Y también el hecho de que tiene otra enfermedad... ¡Yo quiero saber que es!
    Bueno, como en ocasiones anteriores, te pido de favor que los vuelvas a unir, y ya no los vuelvas a separar. Es que no lo soporto. Bueno, espero que pronto actualices... Mientras tanto, te estaré esperando.
    ¡Muchos besos de mi parte!
     
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  13.  
    Blood Dupre

    Blood Dupre Usuario VIP

    Tauro
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    Gracias por avisarme Jess, deberías colgarme por no haber respondido antes, pero he estado ocupada y en fin ya estoy aquí. Ahora bien la trama de ambos capítulos fue muy interesante ya que Edward al parecer tiene cambios bruscos de humos, algo divertido a mí parecer en cuanto a lo que le ocurrió a Bella pues no puedo identificar que le pasó lo que si puedo decir es que algo le están ocultando; otra cosa que me encanto fue esto:

    La mini bella me recuerda vagamente a Angélica, siempre haciendo afirmaciones sobre las acciones de su acompañante, noté este pequeño detalle:

    —Eres idiota. —concluyó la mini-yo. (—Eres idiota. —Concluyó la mini-yo.) "Recuerda que después de un punto va mayúscula."

    Espero el próximo. Adiós.
     
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  14.  
    Kotomichinn

    Kotomichinn Usuario común

    Escorpión
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    Holis aquí una Koto-chinn reportándose…
    Disculpa la demora en comentar es que no he tenido mucho tiempo libre.

    La historia esta cada vez mejor, pero aún tengo la duda de ¿qué es lo que tiene Bella? Porque nadie le quiere decir, me sorprendió que Edward este de novio con Jessica, ósea, no se suponía que quería a Bella *-*¿?
    Aunque yo pienso que si la quiere, y mucho, no creo que lo que este haciendo lo haga a propósito, yo creo que hay una razón de fuerza mayor para que él haga algo así, eso es lo que creo. Ya que todavía esta el problema de la enfermedad de Bella

    Espero la continuación y disculpa la demora otra vez.

    Nos leemos… Sayonara.
    Koto-chinn
     
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  15.  
    Pire

    Pire Usuario VIP Comentarista Top

    Escorpión
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    awwwwwwwwwww cada ves se pone mas intenso!!!!! awwwwwwww *w* genial me encanto, increible capitulo!!!!! me encanta como escribes!!!! eres genial!!!!....infeliz edward ¬¬ me esta callendo en la puntad del higado....ashhhhhh y yo que lo amaba..me ha desilucionado...... pobre bella...ella no entiende nada....le mienten! todos le mienten! no sabe nada y le causan dolor...pf... yo ya estaria llorando...bella es muy fuerte y la admiro...
    chica sigue asi!!! me gusta como escribes, tu manera de espresarte me encanta!!! solo note que separaste una palabra pero ademas de eso tu ortografia es perfecta!!!

    <-------- mira mi imagen...es linda :) jejjejeje
    necesito saber si aqui ellos son vampiros o gente normal... ¬¬ dime xD que paso en la playa? no me creo eso de la avispa puras mentiras!! ademas edward la ama!!! lo se!!! lo siento...no me venga con mamadas.....entonces porque le mintio a bella? porque no quiere decirle lo que realmente siente por ella? que se lo impide? ashhhhhhhhh porque me dejas con la curiosidad!!! D:
    quiero saber asi que EXIJO!!!

    CONTIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!!!!!!!!!!!!!!!

    me avisas de ella....

    Risa-chan
     
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  16.  
    Nelcys Cullen

    Nelcys Cullen Fangirl empedernida

    Libra
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    Jess! Me ha encantado... Aunque tambié me ha parecido un poco triste... Ya quiero que Edward y Bella arreglen las cosas... Y dejen de discutir tanto! Cuando se la van a llevar bien? Espero que pronto! :D. Y lo del Face... Pobre Bella..! bUBueno sigo con mis preguntas... :D Por qué Edward se sentó con sus hermanos y no con Jessica? De que chica hablaban Edward y jasper? Jessica?... O de Bella?... O de quién?? Quiero saber eso pronto!:)... Por cierto... De verdad lo de bella solo fue por una picada de una avispa? No sé... Eso no me convence mucho, yo creo que fue por otra cosa!!:S. Bueno... Ahora pasando a los momentos que me parecieron los más graciosos... Bella hablando con Kiara! Jajajaa!! Eso si que me dió risa...! :D Y lo de Edward y el puding... Aunque, adoro a Edward... Esome pareció super gracioso!! Jajaja! :D
    Amiga, te lo vuevo a decir... Escribes espectacular! Maravilloso! Me encanta como escribes!! :D. Wow! Cada día me sorprendes más con tu talento! :D De verdad... Adoro tu modo de escribir! Sigue así! :D
    Risas, lagrimas, tristezas, alegría, sorpresas!... Adoro tu historia!:D
    Avisame cuando publiques las continuación! Ya quiero leerla... Quiero saber lo que va a pasar! :D
    Atte. Nelcys!
     
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  17.  
    Nattty

    Nattty Iniciado

    Acuario
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    wooooow amiga!!! si que eh tenido una buena dosis de "el lo cambio todo"... pero como ya sabes, nunka es suficiente... Y QUIERO MAAAAAAAAS!! jajaja
    no puedo creer como cambiaron las cosas desde el dia en la push hasta ahora!!! edward es otra persona, esta de novio y sigue humillando a bella!... y lo peor de todo, es que no tiene a jacob para consolarse!!!! ... no entiendo en plan de què se ha puesto edward!...pero ya me esta crispando los nervios!!!!
    con respecto a la enfermedad de bella, se nota que algo reee grave, y para mi es del ♥... estare esperando el cap siguiente para saber bien de que se trata!!
    por esto es que yo no podría escribir una historia!!... no podría hacerlos pelear por mucho tiempo, ya si fuera por mi estarían arreglados!! ajajajajaj... pero no tendría gracia que fuera todo color de rosas! no? jeje... ahi le encontré la razón!!
    Amo como escribes!! amo el momento del sarcasmo! amo las partes como por ejemplo : "...Al fin y al cabo, estábamos en Forks señores.." o cuando le pasa algo y se queja... y le pasa algo peor jajajajja, es re gracioso!.. lo cómico de verme leer, es que ...o estoy a las carcajadas, o estoy con los ojos llorosos... cambio de estados de ánimos en cuestión de renglones!!! es que esta historia tiene de todo!!! la verdad TE FELICITO!, nose como le haces, pero eres genial!
    estaré esperando la conti... con ansias...(vale aclarar?) jeje :D
     
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  18.  
    JessCullen

    JessCullen Usuario común

    Virgo
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    Chicaaaaaas/os!!
    Tengo el capítulo siguiente acabado, pero por España ahora mismo son la 1 de la madrugada y mañana tendré que levantarme a las 7.30 para ir al instituto¬¬'' jajjaja Debería estar durmiendo, ¿verdad? xD
    En fin, no puedo colocar ahora el capi porque aún me queda pasar el corrector ortográfico. Sólo quería deciros (a los que leais el mensaje) que mañana tenéis aquí otra dosis de "Él lo cambió todo" :)

    Millones de gracias a: Natty, Nelcys Cullen, RisaHiyuga,Katomichinn, Saori H Wright, Cristty, Cincopatas, Andrea Gonzalez, Aomecita, Patti, Alix Cullen Bellamy, ZafiroGhostGirl, Clary Uchiha, Beethoven. Y todos los demás que leeis mi historia (no me da tiempo a escribiros uno por uno :p)

    Os adoroo, vuestro apoyo es siempre el que me ayuda a salir adelante! A veces me colapso, tengo ideas locas, me decepciono, sonrió, entristezco, lloro, me pongo romántica, hago que dos personajes se peleen, etc etc etc Pero vosotros siempre estáis ahí para darme vuestra magnífica opiniónn. Nunca cambiéis, porque estoy segura de que soys personas maravillosas y todas/os, absolutamente todas/os, tenéis un gran talento <3

    Un abrazoo:
    JessCullen
     
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  19.  
    Nattty

    Nattty Iniciado

    Acuario
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    29
    que tierna eres amiga!!! muchas gracias por tus palabras!!! ...
    como no te vamos a apoyar si eres la mejoooooor,
    nos haces volaaaar!
    Ya tendremos tan rapido la contii???? wiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
    TE QUIERO JESS:D
     
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  20.  
    JessCullen

    JessCullen Usuario común

    Virgo
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Él lo cambió todo
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    22
     
    Palabras:
    9793
    Capítulo 18: Tregua por compasión

    Insultos, malos gestos, miradas furiosas, la palabra “te odio” volando de aquí para allá, discusiones a rebosar…

    Adivinad a qué lugar me estoy refiriendo. Ajá; la mansión Cullen. Esa que siempre parece tan ordenada y refinada; donde los miembros de la familia se respetan y adoran; en la cual… ¡Bah! ¿Pero qué estoy diciendo? Actualmente era todo lo contrario.

    El sábado, después de ese horroroso viernes en el que manché de pudding el adorado cabello de Edward, había pasado cómo anteriormente describía entre él y yo. Nuestros padrastros se habían enfadado la primera vez que nos vieron discutiendo en el comedor. ¿Por qué? Oh, os lo diré; ni más ni menos que por el canal de televisión que queríamos ver.

    Estaba totalmente de acuerdo con que nuestras peleas eran por motivos estúpidos, pero aún así no podíamos evitarlo. Supongo que los dos estábamos destinados a odiarnos, simple y sencillamente.
    A medida que fueron pasando los días, las disputas sin sentido entre nosotros se iban intensificando. Cada vez eran más seguidas y la familia se fue acostumbrando a ellas. Mis hermanastros se reían, Carlisle aguantaba las sonrisas cuando nos veía en pleno enfado y Esme aparecía para calmar el asunto siempre que podía.

    La situación llegó a tanto que hasta prohibimos a nuestros perros jugar juntos. Como bien había dicho Alice en su momento: parecíamos una pareja divorciada.

    Desgraciadamente, el lunes en que nos separaríamos de nuestras pequeñas mascotas se hizo presente. Mi clase de sociología se había llenado de lágrimas por esas fechas, mientras veíamos como se llevaban a los perros. Lo admito; se me escapó algún que otro sollozo al despedirme de Kiara. Le había contado demasiadas cosas sobre mi difícil vida, ella era esa persona (o en su caso: animal) que siempre estaba ahí para escucharte y no juzgarte. ¿Cómo iba a sobrevivir con su ausencia a partir de ahora?
    Lo único bueno de todo aquello fue admirar el bonito 8 que me colocó el señor Ross en mi proyecto.

    A partir de aquel día la rutina continuó como siempre, sin sobresaltos, sin novedades. Mis hermanos seguían igual de locos (aunque los quería), Carlisle me había llevado al hospital varias veces, ya que quería realizar más pruebas para comprobar que todo estaba bien en mí. ¿De verdad una simple picadura armaba tanto jaleo? Siempre yo y mi mala suerte…

    Bueno, volviendo a la rutina; Jacob me llamó unas cuantas veces para quedar, a lo que yo contesté con un “puede que más adelante”, a causa de que mis días en Forks se estaban convirtiendo en una depresión constante y no tenía ganas de ver a nadie. Podréis suponer el por qué. Exacto; por mister-ultra-híper-mega-engreídamente-perfecto Edward Cullen. ¡Mi comportamiento era detestable! Pero es que… ¡Demonios! Verle cada día con una repugnante Jessica colgada del brazo… ¡Me ponía la piel de gallina! Además de que las horas en las que mis hermanos no estaban conmigo, me encontraba totalmente sola y me sentía como si mi vida no tuviese sentido.
    La gente continuaba considerándome la rarita que no tenía padres y yo no hacía otra cosa que esconderme tras mis libros mientras caminaba deprisa por los pasillos, para desaparecer de allí lo antes posible. Por si eso fuera poco; no había dejado de tener pesadillas. Algunas las protagonizaba mi odiado hermanastro y otras mis padres. Era con éstas últimas con las que despertaba alterada y con llanto. Echaba demasiado de menos a Charlie y Renée…

    Ya estábamos a mediados de Diciembre y hoy, sábado, la lucha contra Edward no había cesado.

    De buena mañana me despertaron el fuerte sonido de una batería y una guitarra. Salté de la cama con los ojos como platos. Aquella noche las pesadillas me habían estado torturando sin parar y ahora que al fin había conseguido coger un poco el sueño, ¡me despertaban!

    Hacía frío, por lo que caminé a grandes zancadas en busca de mi bata roja y mis pantuflas. Me negaba a que alguien viese con el pijama de Hello Kitty que me había enfundado Alice, la pequeña adicta a las compras, por lo que me cubrí bien y salí al pasillo, aún con los ojos repletos de lagañas.

    Intenté seguir la procedencia de la melodía y, ¡oh, que sorpresa! (nótese el sarcasmo) ; venía de la habitación de Edward.

    —¡Edward apaga la música! —grité, aporreando su puerta como una posesa.

    —¡¿Y si no quiero, qué?! —se escuchó al otro lado.

    En el interior de la estancia no se oía ni una mosca, por lo que probablemente él estaría ignorándome.

    — ¡Qué novedad!— teatralizó la mini-Bella, con su sarcasmo habitual.

    —¡Voy a entrar ahí y te golpearé con lo que sea que esté reproduciendo esa canción hasta que pare! —advertí, entre gruñidos.

    —¡No te estoy escuchando! —canturrineó la voz de mi hermanastro.

    Bufé y descargué mi furia contra la puerta, una vez más. Estaba perdiendo la paciencia.

    —Tú lo has querido. —mencioné más para mí misma que para él.

    Regresé a mi cuarto y fui en dirección a la estantería donde guardaba todos mis Cds. Rebusqué entre ellos hasta encontrar el adecuado: uno de Heavy Metal. Odiaba esa clase de música, pero lo conservaba conmigo ya que había sido un presente de mi padre (de esos que se suelen regalar cuando no tienes ni idea de los gustos de tu hija adolescente). Lo introduje en el moderno reproductor rojo del estante contiguo y lo conecté a los enormes altavoces negros que adornaban la pared.

    3, 2, 1… —conté mentalmente.

    Apreté el Play y casi al instante me estallan los tímpanos. Me tapé las orejas con las manos, protegiéndome del estridente sonido de unas guitarras eléctricas y unas estrepitosas voces.

    Justo entonces, entró a mi cuarto un Edward desnudo de cintura para arriba, únicamente cubierto con unos grises pantalones de pijama.

    No pude concentrarme en sus facciones, ya que mis pupilas se habían quedado clavadas en su musculoso tórax. Por unos momentos mi cuerpo quedó inmóvil y las manos empezaron a sudarme; pero aquí despertó la mini-yo para devolverme la cordura.

    ¿De nuevo lo mismo? ¡Nada de eso! ¡Eres Bella; Bella Swan! —vociferó la vocecita.

    —S- sí, soy Bella Swan. —luché contra mi nerviosismo.

    ¡Y no vas a permitir que un idiota de ojos verdes y escultural cuerpo te hunda la vida! —continuó.
    —¡No, no pienso permitirlo! —repetí, esta vez con los ánimos recuperados del todo.

    ¡Entonces céntrate y hazle saber con quién se está metiendo! —concluyó ella, al igual que hace un sargento con su ejército.

    —¡Sí! —bramé en voz alta.

    Espera… ¡¿En voz alta?! Ups…

    Volví a la realidad y me percaté de que Edward me miraba con cara de confusión, levantando una ceja. Entonces se carcajeó en mis narices.

    —¿Se puede saber con quién hablas? —rió él, a gritos, ya que la música no nos permitía escuchar nuestras voces muy bien.

    —¡A ti no te importa! ¡Deja en paz mis monólogos, usurpador de la intimidad! —me defendí sin perder la dignidad. Claro que aquello sólo era una actuación, porque me encontraba con la cara totalmente colorada por la vergüenza y creo que mi hermanastro notó mi debilidad.

    —¡Entonces detén esa cosa y dejaré en paz tu “intimidad”! —vociferó él, mientras señalaba mi reproductor de Cds y simulaba unas comillas en el aire.

    La melodía de rock que provenía de su cuarto y la de heavy que venía del mío se entremezclaban, creando una atmosfera donde a cualquiera le hubiese entrado dolor de cabeza.

    Edward entrecerró los ojos, supongo que al ver que no conseguía hacerme ceder con mi propósito. Unos segundos más tarde se decidió a actuar y anduvo hasta mis altavoces, pero yo le impedí tocarlos tras cruzarme en su camino.

    —¡Aparta, Bella! —ordenó, con una mano en su oreja y la otra extendida en busca del botón “Pause”.

    —¡¿Y si no quiero, qué?! —repetí su misma frase, con una sonrisita de suficiencia.

    ¡Cielo santo! Después de esto iba a acabar sorda, pero no me importaba; ganaría esta lucha.

    ¡Bien dicho! — Se enorgulleció la mini-yo.

    —¡Vas a tener que enfrentar mi ira y dudo que quieras verme enfadado! —Edward pretendió que aquello sonase como una advertencia, pero entre tanto grito no me enteré demasiado.

    —¡Deja en paz mi música y detén la tuya; apesta! —quise molestarle más criticando su canción de rock.
    Antes de que pudiese defenderme, mi espalda ya se encontraba en el mullido colchón de mi cama, mis muñecas estaban colocadas una a cada lado de mi cabeza y apresadas entre las manos de Edward.

    Finalmente, él mismo se inclinaba hacia mí al mismo tiempo que ejercía fuerza para hundirme más contra las sábanas, claro que sin hacerme daño de verdad.

    —¡Retira eso! — exigió, con su rostro a poca distancia del mío y una sonrisita ganadora en los labios.

    Ese simple hecho hacía que el corazón me latiese con fuerza y sintiese más calor de la que era normal en invierno. A pesar de todo, yo debía continuar adelante; no iba a mostrarme como una cobarde que se deja intimidar.

    —¡No pienso hacerlo! —aguanté, enfurruñada al igual que un bebé.

    —¡Retíralo! —insistió, enterrándome aún más en el cochón y pegando su tórax al mío.

    Podía notar su aliento sobre mi rostro y sus labios estaban a tan escasos centímetros de los míos…

    ¡No, no no! —intervino la mini-Bella.

    Giré la cara sin perder el orgullo y procurando mantenerme cuerda.

    La música continuaba sonando y nosotros seguíamos sin rendirnos en la batalla.

    Pasaron algunos minutos y, al ver que Edward no contraatacaba, lo miré de reojo. Sus labios se habían curvado un poco y tenía un brillo juguetón en los ojos.
    Quise abrir la boca para protestar por cualquier idea fastidiosa que se le hubiese ocurrido, pero solté un leve gritito cuando noté su mano en mi costado y ésta me hizo cosquillas.

    —¡Por mucho que me tortures… — Di un respingo y me contorsioné en la cama, gritando y riendo por el cosquilleo que no terminaba. —…no vas a conseguir nada! —acabé, exhausta de tanto carcajearme.

    —¡Oh, eso ya lo veremos! —Edward me dedicó una sonrisa torcida e intensificó mi tortura. En respuesta, yo bramé más; casi estaba llorando de la risa.

    —¡Me da igual quien apague la música de quien, pero que pare ya! —interrumpió la vocecita cantarina de Alice.

    Los dos paramos en seco y miramos hacia la puerta, donde nuestra pequeña hermana aún estaba en pijama y se cruzaba de brazos. Tenía las manos apretadas fuertemente contra sus oídos, al igual que Emmett. Éste la flanqueaba con una sonrisa burlona en los labios y una cara de zombi recién levantado. Además, sostenía un móvil en una de sus manos, colocado en dirección a nosotros.

    —¡¿Lo oyes Rose?! ¡Se han vuelto locos! —gritaba Emmett al teléfono, partiéndose de risa.

    Tragué saliva y empecé a ponerme nerviosa. Me volví hacia Edward y me percaté de que él también me miraba. Despacio, dirigimos la vista a nuestros rostros, los que habían enrojecido de repente, luego a nuestros cuerpos, tan juntos, y después a la cara de nuevo.

    —¡Aléjate de mí! —dijimos al unísono, apartándonos como si repeliésemos el contacto del otro y poniendo cara de asco.

    Vi a Alice rodar los ojos y marcharse con un divertido Emmet, quien continuaba platicando animadamente con Rosalie.

    Nos quedamos quietos, cada uno en un extremo de la estancia, mientras las melodías estruendosas continuaban en el ambiente.

    —¡¿Ves lo que has conseguido?! ¡Ahora Alice está enfadada! —le regañé, sacando otro tema de conversación. Parecía que sólo buscaba pelearme y pelearme.

    —¡¿Y me culpas a mí de eso?! —Se indignó Edward.—¡ Tú has sido la loca del Heavy Metal!

    —¡Porque me has despertado con la música a todo volumen! —le recriminé, apuntándolo con el dedo índice.

    —¡Siento que tengas un sueño tan inestable! —se burló Edward, intentando que se le entendiera lo que decía por encima del sonido de las baterías.

    Bufé y apreté los puños.

    —¡Edward y Bella; bajad esa música ahora mismo! —el gritó de Carlisle resonó por todo el pasillo.

    Puedo adivinar que a los dos se nos heló la sangre en las venas tras escuchar a nuestro padrastro enfadado. Pocas veces lo había visto así; por no decir ninguna. No me quedó más remedio que caminar hacia mi reproductor y desconectarlo.

    —Que conste que sólo lo hago por Alice y Carlisle. —dije, perforando a Edward con la mirada.
    Éste me ignoró y salió por la puerta de mi habitación. En unos segundos, los últimos sonidos de rock de su canción desaparecieron.

    ¡Wou! Sinceramente, fue un alivio para mis oídos.

    Edward se asomó por entre la puerta de su cuarto, pero aún así no permitiéndome echarle un vistazo al interior.

    —Que conste que, también yo, solamente lo hago por ellos. —me imitó, frunciendo el ceño.

    —¡Bien! —concluí con rabia contenida, encerrándome en mi habitación y dando un portazo.

    —¡Bien! —repitió él y, a través de mi puerta, se escuchó un fuerte golpe.

    ¿Quién había ganado la discusión? Ni idea.

    Genial, Bella; esto demuestra lo maduros que sois. — dijo la mini-yo, de nuevo con su queridísimo amigo: el sarcasmo.

    Suspiré y me tiré de nuevo a la cama, rendida como estaba de tanto discutir.
    El resto de la mañana pasó lentamente, además de que el tiempo nublado y lluvioso tampoco ayudaba demasiado a contentarse.

    Adelanté los deberes que tenía atrasados para ese fin de semana y escribí un poco más en mi vieja lista del diario rojo, al que hacía tanto que tenía olvidado en un cajón de mi mesita de noche.

    10 razones para odiar a Edward Cullen
    Infantil: su idea de pelearse es enfadarse con la otra persona e ignorarla por completo. O, por el contrario, hacerle la puñeta día tras día.
    Insensible: Edward dice las cosas a la cara, por mucho que pueda herir los sentimientos de los demás.

    Acabados los dos nuevos puntos de la lista, cerré el cuadernito de un golpe.

    Después del mediodía pretendí leer un poco, por lo que me dirigí al primer comedor en busca de algún libro que valiese la pena. Escogí Orgullo y Prejuicio, a pesar de sabérmelo de memoria a estas alturas. No era mi favorito, pero sí que me agradaba releerlo de vez en cuando.

    Me senté en uno de los sofás beige colocados al fondo de la sala, junto a las pantallas de ordenador y las cristaleras.

    Las horas pasaron volando mientras me sumergía en la historia, además de que no me había movido del lugar desde el momento en que Edward comenzó a tocar el piano. La canción melancólica que había presenciado haría unos meses volvió a revolotear por el comedor. Eso era algo que siempre tocaba mi fibra sensible y, a pesar de que su obra casi me hacía llorar de lo triste que sonaba, quería quedarme allí. No podía negarlo, Edward tenía mucho talento.

    —¡Bella! —me llamó Alice de repente.

    Me sobresalté, haciendo que el libro cayese de mis manos. El piano también paro unos instantes, pero luego continuó relajándome con su sonido.

    Recogí Orgullo y Prejuicio del suelo y giré la cabeza hacia mi hermanastra.

    — ¡Aún no estás arreglada! —la pequeña duende se llevó las manos a la cabeza con aire teatral.

    —¿Por qué tendría que estarlo? —le contesté con otra pregunta.

    —¿No lo sabes?— se extrañó ella.— Jessica vendrá de un momento a otro.

    Por poco me atraganto con mi propia saliva, por lo que tuve que toser levemente e intentar recomponerme de inmediato.

    —¿J-Jessica?— repetí, cerciorándome de que mis oídos no me traicionaban.

    —Jessica Stanley, sí.— confirmó, a la vez que a mí se me aceleraba el pulso.— ¿Edward no te ha contado nada?

    Fruncí el ceño sin comprender y dirigí la mirada hacia el fondo del comedor, dónde mi hermanastro se encontraba abstraído de todo cuanto le rodeaba.

    Expiré e inspiré para evitar frustrarme más de lo que ya estaba. Entonces, Alice me dejó atrás y danzó hacia el piano, seguramente al ver que yo no paraba de contemplarlo.

    —¡Edward!— llamó a voz de gritó la pequeñaja.

    El aludido ceso con la música. Tuve que levantarme del sofá y acercarme un poco para observar exactamente lo que sucedía.

    —Dime. —respondió él; sin embargo, había algo en su voz que delataba nerviosismo.

    —¿Puedes explicarme por qué razón Bella no se ha enterado todavía de que tu novia viene a cenar esta noche?— el tono que ella utilizó me hizo pensar que había algún significado detrás de tantas palabras.

    Fue entonces cuando se me cayó el mundo a los pies. No tenía muy claro el por qué de mi comportamiento, pero la frase de Alice me hizo darme cuenta de la verdadera situación: Edward había decidido presentar a Jess a su familia. Eso sólo podía significar que su relación iba en serio, muy en serio.

    En cuanto regresé a la realidad, contemplé la vacilación de mi hermanastro en responder y decidí que era momento de intervenir.

    —Alice…— Segura de ti misma, Bella; segura de ti misma. — Da igual. Ahora ya lo sé, así que voy a cambiarme de ropa y en seguida bajo. — Mucho mejor.

    La aludida frunció un poco los labios y se resignó a seguirme. Me costaba calmarme, por lo que caminé con rapidez para salir de la sala. No obstante, antes de desaparecer por la puerta, dirigí un último vistazo envenenado a los ojos de Edward. Éstos me analizaban de arriba abajo, más desconcertados de lo habitual.

    —Bella, date prisa. Lo tengo todo listo en tu cuarto. —me urgió Alice, que me había adelantado y me esperaba desde las escaleras.

    —En un minuto estoy allí. —le sonreí a modo de disculpa.

    Ella emitió un gritito emocionado.

    Oh, no… Ya estará maquinando alguna forma de transformarme en una especie de Barbie de pelo castaño.

    Suspiré, colocando esa preocupación en segundo plano y concentrándome en lo importante ahora.
    Retrocedí los pasos dados, cruzando el comedor y quedando a la espalda de Edward.

    —Me quedaré en mi habitación si quieres; no vaya a ser que cause una mala impresión a tu “novia”. —impregné de aborrecimiento la última palabra.

    Mi hermanastro se percató de mi presencia y se levantó de la banqueta del piano, encarándose conmigo.

    —¿Por qué dices eso? —Edward parecía confuso.

    —Te has ahorrado avisarme de lo de esta noche para evitar avergonzarte por tener una hermana como yo. —confirmé, señalándome, avergonzada de ser tan patéticamente mediocre como era. — Tranquilo, sólo me sentaré en la mesa para comer y por pura educación. No voy a interferir entre tú y Jess, si es eso lo que te preocupa.

    Me largué de allí antes de que mi acompañante pudiese mandar alguna represaría y yo mostrase más tristeza de la que pretendía.

    La tarde fue bastante parecida a un martirio, en parte por los siniestros intentos de Alice por convertirme en una modelo de pasarela. Claro que, con mi torpeza, me sería imposible caminar con los tacones de aguja que me había enfundado.

    Mientras las horas pasaban, yo no hacía más que ver ropa volar de un lado a otro y a mi pequeña hermanastra recorrer cada rincón de mi armario. Recordé aquella vez en la que ella había intentado hacerme llevar un caro vestido Victoria’s Secret. Mi hermanastro (cuyo nombre prefería no mencionar) lo había escondido. ¿Dónde pararía ahora esa pieza de ropa? Bueno, en cualquier caso, era mejor que Alice no la encontrase; esa cosa era demasiado ostentosa para mi ordinaria figura.

    Después de lo que se me hizo una eternidad, Alice finalizó con la ropa y demás complementos. Hacía poco que habíamos escuchado el “ding-dong” del portón de la mansión, por lo que Jess ya estaría aquí.

    —No pienso salir así. —me negué, agarrándome a la puerta de mi lavabo mientras Alice y Rosalie tiraban de mi pierna.

    —¡Bella estás guapísima! —animaba mi hermana.

    —Haz el favor de no ser tan infantil. —se quejaba Rose, tirando con más fuerza.

    Sí, Emmett había pensado que, puestos a que esto iba a ser una cena de parejas, él también traería a la suya. Por supuesto, Alice no se quedó atrás; Jasper debería estar ya en el piso de abajo.
    —¡Lo que estoy es ridícula! —volví a intentar que me dejasen en paz.

    Escuché un bufido de Rosalie y después cesaron los estirones. Desconcertada porque se hubiesen cansado de insistir tan rápido, me asomé a mi cuarto para ver a las dos chicas paradas frente al espejo de la pared.

    Curiosa, me acerqué a ellas e, inevitablemente, contemplé mi reflejo.

    Aquella no parecía yo; una mujer alta y con unas curvas perfectamente definidas. La piel, aunque bastante blanca, le daba un aspecto hermoso e impecable. El vestido tan corto que traía puesto se adaptaba al cuerpo y caía en diferentes pliegues hasta un poco más abajo de la cintura, pero sin llegar a las rodillas. Por último, la parte de arriba tenía unos tirantes que iban anudados al cuello y dejaba un gran tramo de espalda al descubierto. Después, observé el pelo. Éste estaba recogido descuidadamente en un moño, pero el flequillo se había dividido en dos secciones onduladas, que caían a cada lado de la cara. Por último, me asombré por ver que mantenía el equilibrio con los zapatos de tacón negros que se ataban a las pantorrillas.

    Pestañeé un par de veces, aún sin poder creerme esa fuese mi persona.

    —Se ha quedado sin aliento. —rió Alice, refiriéndose a mí. Seguramente estaría orgullosa por su trabajo como modista.— Sólo falta un toque de maquillaje.

    Me dejé mover hasta mi escritorio, el cual se había vuelto una tienda completa de cosméticos. Simplemente no podía reaccionar; continuaba en shock. En realidad, el motivo era mi pánico a salir así en público. ¡Santo cielo! Nadie estaba acostumbrado a verme de esta guisa, así que solamente el imaginarme los ojos de los demás puestos en mí, a pesar de que fuese por un único segundo, me aterraba.

    Hice algún que otro gesto de dolor cuando Rosalie comenzó a arreglarme las cejas con unas pequeñas pinzas. Más tarde, mi hermana se pegó casi un siglo trabajando en mis ojos para que quedasen perfectos.
    ¡Aleluya! Al cabo de 1 hora (cronometrada, ya que no tenía nada que hacer mientras ellas me torturaban con el maquillaje) acabaron la faena.

    Quise dirigirme al lavabo para contemplar su obra maestra con más detenimiento y más tarde negarme en rotundo a mostrarme de esta manera, pero no me lo permitieron.

    —Vamos con mucho retraso, Bella. ¡Hay que salir ya, ya, ya!— se emocionó Alice, empujándome por los hombros mientras me debatía en su contra.

    Andaba a un paso lento y calculado para no estamparme contra el suelo ahora que llevaba unos tacones, o también llamados: trampa mortal.

    Rose y mi pequeña hermanastra se adelantaron por el pasillo. Entretanto, yo admiraba sus trajes que, al igual que el mío, dejaban paso a la imaginación de lo ceñidos que eran. El de Alice tenía un tono caqui y su forma me recordó a los tutus de las bailarinas. Por otro lado estaba el vestido de Rosalie, sin tirantes y de color azul marino con algunos detalles negros. Cada una llevaba un tipo de calzado parecido al mío, salvo porque ellas sabían cómo moverse con él.

    Me sentía al igual que la hermana torpe de la familia.

    Al llegar a las escaleras de caracol, vi bajar a las chicas y me asomé al vacío para comprobar que los invitados habían llegado hacía un buen rato.

    Está bien, está bien; calma y tranquilidad. No puede ser tan malo, ¿verdad?

    Depende de tu manera de encarar la situación. Te diré que no olvides esta palabra durante la cena: con-cen-tra-ción. ¿Si? —impuso la mini-Bella.

    Asentí para mí misma e inspiré, preparada para bajar ahí y parecer alegrarme por mi hermano.

    Allá voy.

    Conté mentalmente los escalones mientras los recorría y me ayudé de la barandilla de cristal para no tropezar con mis propios pies. Al final me esperaba Alice, quien se encontraba sola con una sonrisita.

    —Soy un genio. —se felicitó a sí misma, aplaudiendo y mirando mi aspecto de arriba a abajo. — ¿Ni si quiera voy a recibir un simple gracias? —frunció los labios.

    —Gracias. —suspiré, con los nervios de punta debido a la aparición extremadamente vergonzosa que me tocaría vivir.

    —¿Bella, estás bien? —Alice sonó preocupada, seguramente al oír mi lamentable agradecimiento, parecido más a un quejido que a otra cosa.

    Antes de que pudiese contestar, ella ya me había agarrado del antebrazo y había empezado a caminar hacia el primer comedor, llevándome consigo.

    Imité su natural forma de moverse, claro que yo me asemejaría a un pato mareado seguramente.
    Entonces se me ocurrió algo que tenía pendiente desde el mes pasado.

    —Alice… —no sabía muy bien cómo decirlo. —Lo que os dije a ti y a Rosalie en el instituto… Perdonadme. —agaché la cabeza, porque me vino a la mente la imagen del aquel viernes, después de que me enfadase con Edward y las descubriese a ellas espiando detrás de una esquina.

    Ahora, ellas se habían comportado bien y sin guardar ningún rencor hacia mí persona. Me sentí bastante mal por haberles gritado aquel día.

    —Estabas frustrada; se entiende. —mi hermana se encogió de hombros y soltó aquello con su característica risita musical.

    Asentí levemente, pero fruncí el ceño al preguntarme si mi hermana habría escuchado algo comprometido mientras espiaba.

    —Alice, una cosa; vosotras… Em… —estaba empezando a ponerme como un verdadero tomate.— Oísteis…

    Pero ya era demasiado tarde para continuar; habíamos llegado al comedor y nos habíamos quedado quietas junto al marco de la puerta. Me asomé un poco y observé el panorama: Emmett veía la televisión en uno de los sofás beige, Jasper conversaba con Rosalie de pie junto a las cristaleras. Carlisle y Esme estarían presentándose a la odiosa Jessica, quien parecía haberse arreglado en exceso para la ocasión. Lucía un vestido de encaje de piel de leopardo, pero color rosa fucsia. Lo más probable es que quisiera exhibir sus enormes pechos, de los que siempre presumía. Más allá, absorto a todo su alrededor, había…

    ¡No le mires, no lo hagas!

    Edward vestía unos pantalones negros, con zapatos de vestir del mismo color y una simple camisa blanca. Hasta la fecha, eso era el atuendo más formal con el que le había visto.

    —Suerte que no debías mirarle. —pensó la mini-Bella, sarcástica al igual que siempre.

    Hice oídos sordos a mi conciencia y me fijé mejo. Atisbé los párpados de Edward fuertemente cerrados y su espalda apoyada contra la pared más alejada de la multitud. Tenía una expresión ausente, de esas que sólo utilizaba cuando estaba preocupado por algo.

    El primer impulso que tuve fue ir allí y abrazarle. ¡Ya sé que no debería estar pensando eso! ¡Malditos sentimientos!

    —Ya estamos listas. — anunció Alice, haciendo una entrada ostentosa con un pequeño bailecito e yendo a los brazos de Jasper, que la esperaba para darle un beso en los labios.

    Quise dejarles intimidad, por lo que fui la última en irrumpir en el comedor.

    Los ojos de Edward se abrieron de golpe, concentrándose en su alrededor y después en mí. Los latidos del corazón se me aceleraron al instante y la respiración se me hacía complicada. Me mordí el labio, ese acto de nerviosismo que siempre me hacía parecer estúpida.

    A partir de aquello llegaron los piropos por parte de Emmett, a quien le gustaba hacerme pasar ratos que yo calificaba como “momentos: tierra trágame”.

    Al final acabamos todos sentados en los sofás, como la educada familia que eran los Cullen. No, no me incluía dentro de ese grupo dado que yo misma me consideraba la oveja negra del rebaño, una carga.

    —¿Así que compartes algunas clases con nuestro hijo? —Esme se dirigió a Jessica, esperando que ésta le constase algo más.

    —Sí, pero en realidad nos conocimos por nuestros amigos. Siempre nos sentábamos juntos a la hora del almuerzo, fue como una conexión. No sé si me entienden. —rió ella, muy pagada de sí misma.

    Conexión…

    Aquella palabra fue algo chocante, sobre todo al pensar en ellos como las típicas parejas que se conocen en la adolescencia y duran juntos toda su vida. ¿Era a esa clase de conexión a lo que se refería Jess? Sólo de pensarlo noté como si alguien me hubiese pateado el estómago.

    Mis padres continuaron con su interrogatorio, del que yo no fui muy consciente. Mi atención iba para las pupilas esmeralda de Edward, tan profundas, pero aún así misteriosas… ¡¿Por qué mi hermanastro era tan terriblemente adictivo?! ¡Agh!

    —¡Demonios! ¡Piensa con detenimiento lo que dices! Sé realista y nunca olvides lo mucho que te ha hecho sufrir. —la mini-Bella ayudó a despejarme la mente de tantas bobadas cursis.

    Gracias a eso, pude despegar la vista de Edward antes de que éste se diese cuenta de mi debilidad por él.
    Cada uno mantenía una conversación por separado a excepción de mí, que vagaba por la estancia mandando alguna que otra mirada a Jessica y Edward. Éstos se cogían de la mano y le decían algo a nuestros padres. No pude ver la expresión de Esme, que casi siempre parecía ser la persona con más intuición maternal de por aquí.

    Suspiré; ya me la podía imaginar sonriendo de emoción porque su hijo fuese feliz y dándole la mano a la afortunada que hubiese conseguido el corazón de Edward. Obviamente, esa chica jamás sería yo. ¿Qué pensarían nuestros padres si dos de sus hijos tuviesen una relación? Tremendamente absurdo el sólo plantearse ese hecho… Era algo imposible.

    —En fin, ¿qué os parece si vamos cenando? —intervino Carlisle.— Se está haciendo tarde.— miró su reloj y después a los demás.

    Caí en la cuenta de cuan tarde era en comparación a la hora a la que habíamos empezado a charlar.
    Estuvimos todos de acuerdo en aceptar la sugerencia de nuestro padrastro. Ya estaba todo preparado; la enorme mesa (que sólo se utilizaba para reuniones familiares) estaba adornada con un largo mantel topacio y cada silla tenía en frente sus respectivos cubiertos de plata, acompañados por unas brillantes copas. Esto me pareció más una tradición de ricos; otro detalle más por el que yo no debería estar en esta casa.

    Rosalie se adelantó, con Emmett de la mano. Esto era un comportamiento totalmente normal, ya que la considerábamos una hermana más. Al igual que Jasper, por supuesto.

    Me preparé mentalmente para una o dos horas más de martirio y de miraditas prepotentes de Jessica. Verla tan segura de sí misma me hundía el poco autoestima que me quedaba.

    Evidentemente, mi mala suerte volvió a jugármela y tuve que sentarme frente a Edward y Jess. Ella estuvo entre su novio y Carlisle. Frente a él estaba Esme. Después venía yo y a mi derecha Emmett, seguido de Rosalie. En frente tenían a Alice y Jasper. Suerte que yo a mi lado derecho se sentaba Emmett y al izquierdo mi madrastra; ellos me ayudarían a mantener la cordura. Ésta última se marchó un momento y llegó para colocar el primer plato frente a nosotros: pollo con salsa de champiñones.
    A medida que iba avanzando la velada, yo continuaba callada en mi lugar y prestaba atención a las conversaciones de los demás. Vale, no a todas: únicamente a la de la novia de Edward, con él y sus padres.

    —Y, dinos; ¿qué tal los estudios? ¿Ya sabes la carrera que vas a querer estudiar? —Carlisle bombardeó con dos preguntas de golpe.

    Me hizo gracia que Jess se quedase medio muda después de escucharle. Se me escapó una risita, la que creo que nadie notó. Bebí un poco de agua, tras atragantarme con un trozo de pollo.

    —Em… Sí, bueno… —se trabó mi ex –amiga. — Mis notas son realmente buenas. —mintió con su arrogancia habitual.

    ¡Pero qué bruja llega a ser!

    Clavé el tenedor en la comida con más fuerza de lo normal. Jasper, quien se sentaba al costado derecho de Edward, me miró de reojo. Él solía ser el más perceptivo de mis amigos, por lo que habría oído mi bufido cabreado. Hice como si no hubiese advertido su cara confusa y continué masticando, esta vez con calma.

    —¿Entonces, tu futuro empleo…?— urgió Esme, con una sonrisa amable.

    Jessica rió con nerviosismo y rápidamente cambió su expresión a una mucho más falsamente bromista.
    —Ya saben lo que se dice: más vale preocuparse ahora por el presente y dejar que venga solo el futuro. — dijo, moviendo su tenedor arriba y abajo mientras hablaba.

    ¡Ouch! Había sabido como librarse de ésta la muy arpía.

    Edward soltó una pequeña carcajada, que disimuló mirando en otra dirección.

    Por obra de alguna deidad, la cual estoy empezando a pensar que debe querer poner mi estado de ánimo por los suelos, los ojos de mi hermanastro quedaron observando fijamente los míos.

    Increíblemente deprisa y de la nada, en mi interior sentí un mareo espantoso. Respiré por la boca para permitirme captar más aire y apoyé mis manos en la mesa, dejando a un lado los cubiertos que sostenía. Sentí unas extrañas punzadas en los pulmones cada vez que inspiraba.

    Tragué saliva, asustada. Masajeé un poco los lados de mi frente, haber si conseguía remediar el dolor de cabeza. Nada, eso no sanaba.

    Con rapidez, bebí un poco de agua fresca y carraspeé con dificultad. Lo que menos quería es que mis acompañantes se percataran de mi malestar, ya que me convertiría en el centro de atención. ¡Qué horror!

    La habitación continuaba dándome vueltas, por lo que cerré los ojos y seguí con el masaje en la frente.

    —Ahora no… —susurré, sin pretender que alguien me escuchara.

    Las voces que me acompañaban se iban distorsionando poco a poco y los molestos pitidos empezaron a inundarme las orejas.

    Tragué saliva y volví a hiperventilar; esto me estaba trayendo un horroroso deya-vú del accidente que tuve en La Push.

    —Esme… —la llamé, controlando el volumen de mi voz. —Voy a volver a mi cuarto. Yo… Hoy no he dormido mucho… —inventé sobre la marcha, al mismo tiempo que me ponía en pie sin perder el equilibrio.

    —Bella cariño, ¿y el postre? He preparado suflé helado; estoy segura de que te gustará. —la mujer me tocó la mano y al instante se alarmó. —¡Estas ardiendo! Carlisle, ven aquí. —como buena madre que era, se puso histérica al notar mi alta temperatura.

    Me concentré en inspirar y expirar pausadamente, además de intentar no tiritar por el frío que me estaba empezando a calar hasta los huesos. ¿Cómo podía decir Esme que estaba ardiendo? Ahora mismo parecía que estuviésemos cerca del Polo Norte.

    Su esposo hizo lo que le pidió y pronto estuvo poniendo una mano en mi frente. Carlisle también examinó la temperatura de mi cuello, con lo que pareció bastante convencido de su afirmación:

    —Tienes fiebre, estoy seguro. —la personalidad de mi padrastro había desparecido, dando paso a la del doctor Cullen que mostraba en su trabajo. —Lo mejor es bajarte esos grados cuanto antes. —Carlisle me agarró por un brazo y quiso colocar el otro alrededor de mi cintura.

    —Yo lo hago. —no me había dado cuenta de que Edward ya se encontraba en mi costado derecho y fue él quien remplazó a nuestro padre.

    Me indigné en cuanto su cuerpo rozó el mío, a pesar de estar medio ida por el mareo. Desafortunadamente, mis labios no me permitieron contestar porque, en esos precisos instantes, tenía demasiados ojos inquietos clavados en mí.

    Me dejé llevar por Edward, quien me sujetó con fuerza contra su costado para permitirme hacer el menor esfuerzo por caminar.

    —Eddy, creí que esta noche iba a ser para estar juntos. —se oyó el ruido de una silla y Jessica intervino en seguida, queriendo ser el centro de atención. ¿Qué esperar de ella?

    Mi hermanastro giró su cuerpo lo justo para mirar a su novia.

    —Bella está enferma. —contraatacó Edward.

    —Oh, todos sabemos que se pondrá bien. —la chica le restó importancia al asunto, muy convencida de ganar esa discusión.

    Aunque, al fin y al cabo, no había nada que ganar. Si ella quería a su novio aquí lo tenía, yo no había pedido ni su compañía, ni su atención.

    El simple hecho de pensar aún me incrementaba más las punzadas en la cabeza, por lo que me agarré más a la camisa de Edward.

    —¡Bueno, nosotros te entretendremos! —le gritó Emmett a Jessica, con una sonrisa maligna en el rostro y mostrando una mirada cómplice con Jasper.

    —¡Claro! Ya sé que podemos hacer.— soltó el novio de Alice.— ¿Quién quiere jugar al Just Dance?

    No nos quedamos más tiempo, por lo que a duras penas vi la cara de cabreo de Jess cuando Edward se me llevó en brazos escaleras arriba. Era poca la distancia del comedor al segundo piso, pero durante todo el trayecto fui rezando para no echarle la comida encima.

    —No hace falta que hagas esto. —solté, apoyada en su pecho, dado que las nauseas me tenían fatal. —Vuelve con tu novia, te echará de menos. — No vomites, no vomites, no vomites.

    Déjame ayudarte. —concluyó Edward.— Ahora calla y descansa. —No sé si pretendió sonar simpático, pero presentí su preocupación dado lo rápido que respiraba.

    El balanceo de su cuerpo no ayudaba a mis enormes nauseas, hasta que noté como comenzaba a separarme de él para recostarme en una superficie mullida. ¿Mi cama? No abrí los ojos para averiguarlo, tan sólo permanecí quieta con el frío aún en mi piel.

    ¡Mierda! Si de verdad tenía fiebre ahora no podrían taparme con alguna manta, ya que así empeorarían mi temperatura.

    De repente, me sobresalté al notar una palma helada contra mi frente. Di un leve respingo que hizo que perdiese el autocontrol que contenía y tosí con nerviosismo, poniéndome en pie y vomitando sin ver lo que tenía en frente.

    A consecuencia del ácido que eché, el estómago y la garganta me ardieron.

    Solté unas cuantas bocanadas más de vómito, para librarme por completo de las arcadas en cuanto acabé.

    Me puse totalmente colorada al observar que todo el estropicio que había creado, ahora estaba sobre la camisa blanca de Edward. El olor de aquella sustancia me dio una arcada más, así que me tapé la boca con rapidez y caí al suelo de rodillas.

    —¡Carlisle! —oí a Edward. — ¡Maldita sea! —susurró, mientras mi visión se hacía cada vez más borrosa.— ¡Carlisle, es Bella! —volvió a gritar, muy alterado.

    La presión de unas manos en mis hombros se hizo presente, pero no pude ver de quién se trataba. Esos momentos eran algo así como estar en una tortura constante, no podía hacer que las nauseas, el dolor de cabeza o del pecho se detuvieran.

    —Alice, ven; sujétala. —ordenó una voz autoritariamente.

    —Hijo, déjame a mí. —habló un hombre.

    La conciencia cada vez se me desvanecía más y más, hasta que al final, caí desplomada en los brazos de aquella persona que me sujetaba.


    O-----------------------------------oOo-------------------------------------O
    Mis pulmones se llenaban de aire; seguramente estaría viva. El único problema era que no me sentía el cuerpo para poder reaccionar.
    —Ya sabes lo que pienso sobre esto, así que no hace falta que te lo diga. —argumentó un tono femenino muy familiar, que parecía estar bastante lejos.

    —Alice, sabes que esto no tiene nada que ver. — Si hubiese encontrado mis ojos, probablemente ahora los estaría abriendo; ¡ese era Edward!

    —Aún así, ¿crees que lo que estás haciendo le provoca bien alguno? —la voz de Alice seguía siendo nítida y calmada, pero podía notar la tensión de su discusión a pesar de que ninguno de los dos se estuviese gritando.

    Escuché un bufido frustrado.

    —¡¿A caso no ves lo que he causado?! —el bramido de mi hermanastro me asustó.

    —No es culpa tuya. Tu padre…—comenzó Alice, pero decidí que era el momento de permitirles ver que estaba consciente.

    Como pude, sentí mi cuerpo de nuevo. Me acordé de lo mareada que me había sentido haría un rato. ¿O quizá habrían pasado horas? Fuese como fuese, me revolví un poco y descubrí que me encontraba entre unas suaves sábanas.

    La conversación, de la que no había pillado el hilo ni entendido ningún significado, paró al instante.

    —Bella…— cantó mi pequeña hermana contra mi oído. No me importó el sonido, ya que su voz se asemejaba a una canción de cuna. Eso me relajó.

    —Mmm… —me estiré al mismo tiempo que habría los ojos. La claridad no me molestó en absoluto, ya que únicamente pasaban unos finos rayos de luz. Supuse que estarían corridas las cortinas.

    Fue parecido a un flashback cuando de sopetón recordé que le había fastidiado la velada del sábado a Edward. Avergonzada y algo culpable por el lío que había provocado, le miré no muy segura de qué expresión me encontraría. ¿Estaría cabreado? ¿Enfurecido? ¡¿Colérico?!

    Nada de nada. Éste permanecía de rodillas al costado derecho de mi cama. Sus facciones eran tan impecables como siempre y, por solamente unos momentos, el odio que sentía hacia él se desvaneció.
    —¿Estás muy enfadado? —pregunté de todos modos, sabiendo el buen actor que era Edward.

    —¿Enfadado? —rió él, pero sin pizca de alegría en los ojos. — Te has desmayado y yo voy a enfadarme por eso. — pronunció, como una ironía.

    —Tampoco hace falta que te burles. —me enfurruñé, volviendo al comportamiento de niña pequeña.

    Edward sonrió, pero pareció estar haciendo una mueca triste. ¡Diablos! Verle así y saber que era por mi culpa, aunque él se empeñase en negarlo, me mataba. ¡¿Por qué a mí?! ¡¿No podría haberle tocado a otra chica convivir con Edward?!

    —Estás mejor, ¿verdad? — preguntó él de nuevo, con la misma expresión preocupada que el día en que me ingresaron en el hospital.

    Asentí, comprobando que todas las partes de mi cuerpo continuaban en su sitio. Quería saber qué me había pasado pero, analizando la actitud de mi hermanastro, sabía que me sería imposible obtener alguna respuesta por el momento. Así que esperé a encontrar el momento idóneo para abordar el tema y me concentré en cuestiones secundarias:

    —¿Qué ha pasado con Jessica? —me surgió la duda y, una parte de mí, estaba deseando que esa bruja se hubiese marchado con un fuerte enfado. Ah, si os lo preguntáis: ¡No estoy celosa! Yo, ¿celosa? Ni si quiera sé lo que significa esa palabra. ¡Bah!

    —Se fue. —Edward no dijo nada más.

    —Alice, ¿sabes algo de Jess?— volví a intentar, girándome hacia la pequeña duende que se encontraba de pie a mi lado izquierdo. Sabía que no conseguiría más información por parte de mi hermanastro.

    Ella condujo sus ojos detrás de mí, durante unos segundos . Antes de que yo también pudiese hacerlo, me respondió:

    —La verdad es que no pareció muy entusiasmada con la idea de que su novio no bajara a despedirse. — Alice rió, como si hubiese dicho algún chiste. — Edward se ha quedado contigo toda la noche.

    Aquella frase la asimilé al igual que una descarga eléctrica, eso sí: agradable. Lástima que todo lo bueno acabó cuando descubrí que ya me estaba creando ilusiones que después acabarían rotas.

    —Le diré a Carlisle que has despertado. — Alice desapareció de mi habitación, muy sonriente.

    Despacio, volví la vista hacia mi hermano. Él se estaba masajeando el puente de su nariz, meditabundo. ¿Se arrepentía de que Alice me hubiese dicho eso? Quizá se había tomado más en serio lo de no crearme falsas esperanzas e intentaba hacer que me olvidase de él. Suspiré.

    —¿Es cierto?— interrumpí su calma, sin poder contenerme más. — Lo que ha dicho Alice. —aclaré, al ver el desconcierto pintado en sus ojos.

    —Sí. —él casi susurró, a pesar de tener su cabeza a poca distancia de la mía.

    —Vale… —suspiré, cansada de toda aquella actuación. Aparté todas las mantas que me cubrían y me senté sobre el colchón de mi cama, cruzando las piernas al estilo indio. — ¿Qué pretendes? ¿Volver a reírte de mí?

    —¿De qué hablas, Bella? —Edward frunció el ceño y su profunda mirada pareció sincera.

    —Esto vuelve a ser una mentira, ¿no es cierto?— le hice saber, cruzándome de brazos y luchando por no llorar.

    —Intento ser amable contigo. —explicó, utilizando su expresión más persuasiva e inocente.

    —Pues, perdona, pero no te entiendo. —me indigné, decepcionada como estaba. — Primero me dices que no te importo y luego… Pasa esto. —hice un gesto con la mano, sin saber cómo expresarme.

    —¿No podemos decir que esto es una especie de… —mi hermano miró hacia el suelo y luego a mi rostro de nuevo.— …tregua? —finalizó.

    —¿Tregua? —repetí, analizando la palabra y con las cejas alzadas. — ¿Por qué?

    —Por amistad. —probó a decir mi acompañante, algo dubitativo.

    —No quiero ser tu amiga. —respondí, haciendo uso de toda la fuerza de voluntad que tenía para negarle aquello.

    Edward suspiró y mostró otra de esas sonrisas tristes.

    —¿Compasión? —probó él de nuevo.

    —Tregua por compasión. —asentí algo triste, pero sin permitir que se notase. — Suena creíble.

    Edward rió un poco y se sentó en la cama, a mi lado. No supe que hacer exactamente, por lo que me separé con disimulo, por puro reflejo.

    —Así que… ¿Nos llevaremos bien por un día? — Edward me ofreció su mano para que se la estrechase, como si cerrásemos un pacto.

    Me quedé pensativa y dudando. Al fin y al cabo, la idea parecía tentadora.

    ¡Agh! ¡No, mierda, mierda! ¡Deja de decir eso! —se alarmó la mini-Bella.

    Pero sólo será por hoy… —pensé, dando argumentos para convencerme a mí misma.

    Al final, dejando a un lado las barbaridades que me estaba soltando mi conciencia, estreché la mano de Edward y éste me dedicó una de sus sonrisas torcidas en respuesta. Me sonrojé en el acto.

    —Por cierto, me gusta cómo te queda ese vestido. — me lanzó un piropo, señalando mi vestimenta.— Y te favorece ese pelo alborotado y el rímel corrido de la cara. —farfulló sarcásticamente, aguantándose una risita.

    Hasta ahora no me había dado cuenta de que continuaba con mis ropas de fiesta, por lo que mi cara pasó de un leve color rosado a uno rojo ardiente. Creo que hasta sentí cierto calor en las orejas. ¡Cielo santo! ¡Se me habían enrojecido hasta las orejas! ¡Maldito niño perfecto!

    —¿Esto no era una especie de “no te odio, si tú no me odias”?— pregunté, y cabreada por sus burlas y tapándome la cara con las manos de pura vergüenza.

    Me imaginaba las pintas que llevaría; entre mi melena enmarañada y el maquillaje fastidiado tendría el aspecto de un gremlin.

    —Cierto. —concordó risueño, pero agachando la cabeza. — Lo siento. —se disculpó.

    Mi rostro aún seguía oculto entre mis manos, por lo que no pude observar porqué Edward se había quedado tan callado. Entonces, sentí mi piel rozar con la de otra persona. Mi hermano me retiraba los brazos de la cara, para dejarla al descubierto.

    Levanté una ceja, sin saber qué demonios hacía. Qué lástima que él estuviese mirándome con su mirada esmeralda tan penetrante y me quedase medio atontada. ¡Diablos!

    Tuve que apartar la vista y buscar algún tema para seguir hablando.

    —¿Y tu camisa…? — no me atreví a seguir. Me acordé del vómito que le había echado encima.

    —Digamos que está algo impresentable. —rió Edward, por lo que vi que no estaba enfadado en absoluto.

    —Lo siento. — me disculpé, igualmente.

    —No pidas disculpas, con que estés bien me conformo. —respondió él, a lo que yo me sonrojé.

    Aún continuaba incómoda por mi aspecto, así que me dirigí al lavabo y allí me deshice de todo resto de maquillaje. ¡Cielo santo; no tenía aspecto de gremlin, sino de payaso! Uf…

    Cuando por fin acabé de cepillarme el pelo, regresé a mi mullida cama y me senté junto a Edward otra vez.

    Esperé a que él dijese algo, pero simplemente se había quedado examinándome de arriba abajo. Su escrutinio me ponía nerviosa, por lo que ya era el momento de sacar a relucir mi inquietud principal.

    —¿Qué demonios me ha pasado? —Recé porque Edward me concediese al menos una respuesta.
    Éste paró en seco su respiración y después retornó a su cadencia normal.

    —Algún efecto retrasado de la picadura. Seguramente sus consecuencias duraban más de un día, pero Carlisle no supo verlo. —Edward quedó quieto en su lugar y ahora sentía su respiración algo acelerada.— No te preocupes, ya te ha bajado la fiebre.

    Carlisle; un médico profesional y sin duda el mejor del hospital de Forks, ¿equivocarse? En fin, podría pasar pero… No sé, había algo que no encajaba del todo.

    —¿Más de un día y a mí me aparecen al cabo de un mes? —presioné un poco más, sin fiarme de su explicación.

    —Sí. —concluyó, tan quieto como una estatua y con una expresión inescrutable.

    —No me lo creo. —respiré hondo y me moví en la cama para que estuviésemos sentados cara a cara.

    —Créetelo. —Edward acercó su rostro al mío unos pocos centímetros, a lo que yo solía responder con unos fuertes latidos de corazón.

    —E-es imposible que sea cierto. —negué con la cabeza, titubeando por su cercanía, y continué:— ¿Me pasa algo más? Edward sé sincero conmigo.

    —¿Por qué crees que hay algo más? —él me respondió con otra pregunta, eludiendo la mía.

    —Porque estás demasiado tenso. — observé y entrecerré un poco los ojos, haciendo ver que le estudiaba con detenimiento.— Estás mintiéndome. —no elevé el tono de mi voz, pero le acusé con el ceño fruncido.

    —Dejemos el tema. Además, creía que hoy no íbamos a pelearnos, ¿recuerdas?— Ya veía por donde iba. Edward intentaba distraerme de la conversación, pero yo no iba a permitírselo.

    —Sabes más de esto de lo que me cuentas. —volví a retomar el hilo principal.

    —¿Bella puedes parar con esto, por favor? —masculló Edward, con frustración contenida y masajeándose el puente de su nariz, de nuevo.

    Cuando hacía eso era señal de que yo estaba en lo cierto; mi hermanastro sabía algo que no quería decirme. Sinó, ¿por qué estaba tan nervioso?

    —Suéltalo Edward. —insistí, atreviéndome a mirarle a sus ojos esmeralda y intimidándole al máximo.

    El chico se levantó bruscamente de mi cama y anduvo hasta la puerta de la habitación con mucha rapidez. Puso una mano en el pomo, pero no la abrió. Aproveché su duda.

    —¡Estamos hablando de mí y de mi salud! ¡¿Por el amor de Dios, quieres decírmelo ya?! —esta vez no controlé mi genio y yo también me puse en pie, notando el frío suelo bajo mis pies descalzos.— ¡¿Qué me pasa?! ¡¿Cáncer, Alzhéimer, me voy a quedar en coma, tumores?! —solté las enfermedades más graves que conocía, aún así sin creerme que mi estado fuese para tanto. Pero, tenía que incitarle a hablar, ¿no?

    —¿Tumores? —repitió él, girándose bruscamente en mi dirección. — ¿Quién ha dicho nada de un tumor? ¿Tú, un tumor? Bella no seas ridícula. ¿Tumores, tú? —Edward no hacía más que repetir las mismas frases, en diferente orden y así salió del cuarto mientras hablaba solo.

    Una nueva sensación de inseguridad y un escalofrío me recorrieron la columna. ¿Por qué Edward se había alterado tanto con la mención de esa última palabra?

    No podía ser.

    Yo… ¿Tenía un tumor?
    <><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><>

    Chicaas/os! ^^

    Ya he vuelto, como dije jojojo Os prometí que se sabría más sobre qué le ocurre a Bella :O Será verdad lo que dice Edward (que realmente no le ocurre nada grave), tendrá razón Bella con su nueva teoría o no será ninguna de las dos opciones? O_O Habrá que descubrirlo más adelante!

    Wou! No sé cómo se lo ingenia este par, pero por mucho que hagan una tregua, al final siempre acaban pelando :S Vaya dos… u_u’’ jaja En fin, seguirán con la “Tregua por compasión” durante 1 día?? También descubridlo más adelante! Jejeje

    Miles, millones, trillones, etc de gracias por leer mi historia! Sois lo mejor! <3

    Pd: Habéis visto ya Amanecer?? OME! Increíblemente increíble!! Mi película favorita de la Saga hasta el momento ^^

    Pd 2: En el próximo cap. viene algo más de romanticismo. O almenos, eso creo xD Edward es taaaan tremendamente bipolar¬¬' jajjajajja ¿Por qué será? Yo conozco la respuesta jojojo:$ En fin, también conoceremos algo más de la historia de Edward. Oh my God! *O* jeje
     
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