Microrrelato ¿Quién es el monstruo?

Por su frente caía a la altura de sus ojos una leve gota de sudor. Estaría desnuda si no fuera por su ropa interior, y aún así sudaba como si acabara de llegar de hacer mucho deporte. Sus ojos cerrados bien fuerte hacían que un pequeño dolor apareciera en su cabeza. Sus labios se mantenían apretados, de vez en cuando musitando sonidos extraños, a la vez que daba vueltas en la cama, deshaciendo las finas sábanas.

Cualquiera diría que estaba teniendo una pesadilla, y no se equivocaría. Pero para ella era más que eso; le parecía tan real que formaba parte de su vida. Y es que a veces hay que recordar que las pesadillas son sueños, y los sueños se cumplen.

Se encontraba corriendo en una carretera con dirección recta donde el final no se veía, donde parecía infinito. Todo era en blanco y negro, vacío, sin vida; y así era. Corría mirando hacia al frente, a veces girando su cabeza para mirar atrás mientras seguía con su prisa. En esos momentos se daba cuenta que la ciudad en donde estaba no había ni nada ni nadie. Las calles estaban sucias, los escaparates estaban vacíos, no había personas y mucho menos movimiento, salvo el de algunas hojas de árboles invisibles moviéndose por una brisa que no sentía.

Cada vez respiraba con más fuerza, el agotamiento estaba ganándole. Pese a ser así, ella seguía corriendo. A veces le daba hasta la sensación de que no huía de nada en verdad. Y cuando se dio cuenta de que era así, de que ya no recordaba por qué lo hacía, fue corriendo cada vez más lento mientras miraba todo el rato hacia atrás, admirándolo todo.

Cuando frenó del todo, miró hacia delante, encontrándose con un espejo gigante donde cubría toda su vista, y así misma, se veía reflejada en ese cristal que tan fino parecía.

– El monstruo aquí eres tú – vio cómo decía su reflejo, moviendo su boca mientras que ella se mantenía quieta, acelerándose de nuevo su corazón incluso más rápido que antes, escuchando su latir en sus oídos.

Apretó con su mano las tan arrugadas sábanas mientras abrió los ojos en un rápido momento, a la vez que musitó un sonido de angustia. Jadeó varias veces, apartándose sus cabellos de su frente.

La realidad del sueño la hundió.

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