Microrrelato ¿En quién confiar?

Lloraba de impotencia. A su padre, que ya de viejo apenas mantenía el paso regular, lo estaban zamarreando sin piedad. Amelia no hacía más que llorar y aferrarse a él con todas sus fuerzas, pidiendo justicia. Parecía un día de verano normal, con el sol pegando fuerte. Ambos salieron a recorrer un poco la ciudad y despejar la mente. Les asustaba un poco las movilizaciones, por la gente que anda muy violenta (al menos era eso lo que su papá decía).

— Y si algo pasa, tenemos a los carabineros (policía)— Dijo su padre mientras salía lentamente por la puerta.

El olor a gas lacrimógeno la trajo súbitamente a la realidad que eludían en casa. No lo vieron venir. La gente comenzó a correr de repente y se vieron envueltos en la horda de manifestantes que se movían de un lado a otro como fluyendo entre los edificios. Fue entonces que alguien tomó al padre de Amelia y lo sacudió con fuerza mientras ella trataba de evitarlo con todas sus fuerzas. La frase que su papá dijo antes de salir le resonaba en la cabeza. Eran los mismos carabineros quienes lo tomaron sin mediar palabras y sin criterio alguno. Un lumazo cayó de repente sobre su cabeza. Ya no había nadie que pudiera ayudarles. Ya no había nadie en quien confiar.