¡Dame lo que es mio!

Tema en 'Relatos' iniciado por Poikachum, 17 Septiembre 2012.

  1.  
    Poikachum

    Poikachum Gurú Comentarista empedernido Usuario VIP

    Cáncer
    Miembro desde:
    10 Abril 2010
    Mensajes:
    2,972
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    ¡Dame lo que es mio!
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1862
    ¿Cuál es su estado?le preguntó María, la esposa de Gabriel, al doctor mientras le servía una taza de café.
    Lo siento, pero no he podido hacer mucho por él –le dijo el doctor mientras cogía la taza-, su estado es muy grave, quizás no pase de esta noche –le dijo mientras se terminaba el café.
    María acompañó al doctor al recibidor, después de que este se fuera, fue a la habitación donde estaba su marido.

    La habitación la estaba iluminada por una luz tenue, que dejaba algunos rincones a oscuras. María se sentó en una silla que había al lado izquierdo de la cama. Allí estaba Gabriel, tendido en la cama, agonizando, esperando la hora del juicio divino. Se giró hacia su mujer.
    Lo que daría con tal de tener una segunda oportunidadle dijo Gabriel a su esposa mientras le cogía la mano-, le vendería mi alma al Diablo con tal de tener una segunda oportunidad.

    En ese momento se escuchó el estruendo de un trueno.
    ¡Vete! ¡Sal de aquí!le dijo Gabriel a su esposa, entre tosidos y lamentos-. Pronto vendrá la Muerte y segará mi almase giró hacia el otro lado y se quedó mirando el cielo a través de la ventana.

    Cuando María cerró la puerta, se escuchó el estrépito de varios truenos.

    Gabriel miraba la ventana esperando su cuando notó que un olor a azufre inundaba la habitación. Se giró y vio una persona vestida con una túnica, sentada en la silla.
    ¿Quién eres? –le preguntó Gabriel.
    ¿No sabes quién soy? Tú me has llamado –le respondió aquel extraño hombre.De modo que tú eres... no, no puede ser –le dijo Gabriel entre tosidos.
    Entonces, no quieres nada de mí, porque si es así me voy –le dijo el hombre.
    Espera, tú ¿Podrías darme una segunda oportunidad? –le preguntó Gabriel entre tosidos.
    Pero, una cosa así tiene un precio, un precio muy alto –le dijo el hombre.
    Te daré lo que quieras –le respondió Gabriel.
    ¿Lo que quiera? Está bien, pero solo una cosa, ¡tu alma!
    Cayeron varios rayos, con estrépito aún mayor que los anteriores.
    Acepto –le dijo Gabriel.
    Hay un pequeño problema, ¡serás un desalmado hasta el fin de tus días! le gritó el hombre.
    Alzó un brazo y con una llamarada apareció un tridente, lo cogió y lo puso encima de Gabriel.
    Vivirás toda la eternidad, pero sin alma –le repitió el hombre.
    Hizo un rápido gesto con el tridente y se quedó con el alma de Gabriel.
    ¿Ya está? –le preguntó Gabriel.
    Si.
    Pero, sigo enfermo, me has engañado –le recriminó Gabriel.
    De eso nada, yo no he engañado a nadie, tú simplemente me has pedido una segunda oportunidad, no que te cure la enfermedad –le respondió el hombre.
    Pero, ¿no me irás a dejar así? –le preguntó Gabriel.
    Solo quería tu alma, tú me das igual –le contestó el hombre con un tono de desprecio.
    Apuntó con el tridente al suelo y se abrió un agujero del que salían unas lenguas de fuego, saltó el hombre al interior del agujero, e inmediatamente este se cerró, sin dejar rastro, simplemente un olor a azufre y un Gabriel al que le esperaba toda una eternidad en una cama sin poder moverse.

    Estaba Gabriel medio dormido, cuando le sobresaltó el ruido del reloj, marcando con un sonido sepulcral las doce de la noche. De repente, llamaron a la puerta de la habitación, sin esperar respuesta, la abrieron de golpe, comenzó a entrar un humo negro, de entre el cual salió un hombre con una túnica negra y una capucha que le cubría la cabeza, en las manos sostenía una guadaña.
    ¿Quién anda ahí? –preguntó Gabriel.
    ¡He venido a por tu alma! –le dijo el hombre.
    Tú, tú, ¿eres la muerte? –le preguntó Gabriel atemorizado.
    En efecto –le respondió la muerte con una voz tenebrosa.
    Sin esperar a que Gabriel le dijera alguna cosa más, alzó la guadaña, la pasó por encima de Gabriel para segarle el alma, pero no obtuvo lo que quiso.
    ¿Qué narices pasa aquí? –preguntó la Muerte enfadada.
    Alguien se te ha adelantado –le respondió Gabriel entre tosidos y con un tono burlesco.
    ¿A quién se la has vendido? –le preguntó la muerte colocándole la guadaña en el cuello.
    El Diablo, a él se la vendí, y como ves, me la ha jugado.
    ¡Necio! –le gritó la muerte-, yo no tendré tu alma, ¡pero tú!, no tendrás vida.
    Alzó la guadaña, y con un rápido movimiento decapitó a Gabriel, su cabeza cayó rodando al suelo, dejando un rastro de sangre por donde pasó. La Muerte observó un momento la escena y se dirigió al infierno.

    Llegó la Muerte a las puertas del infierno. Cuando se disponía a abrirlas, todo el suelo tembló, notó que algo estaba detrás de ella, escuchó unos gruñidos, y sin saber lo que era, se giró y mató lo que había detrás de ella.

    Abrió las puertas de golpe, y guadaña en mano comenzó a buscar al Diablo hasta que dio con él, allí estaba el señor de las tinieblas sentado en su trono.
    ¡Dame lo que es mío! –le gritó la Muerte.
    ¿Lo que es tuyo? –le preguntó el Diablo-, ¿y cómo te ha dejado Cervero entrar?
    Digamos que tu chucho ya no tiene tres cabezas, y tú ¡te quedarás sin la tuya si no me das lo que pido –le contestó encolerizada la Muerte.
    Y, ¿qué quieres exactamente? –le preguntó el Diablo como si no supiese de lo que le hablaba.
    No te hagas el tonto, tienes el alma de Gabriel, ¡Y la quiero! –le gritó aún más alto la Muerte.
    -Yo no tengo el alma de Gabriel.
    -Si no me das el alma que quiero, quizás me quede con la tuya, un alma negra, oscura, llena de maldad, le haría compañía a la de tu perrito –le dijo la Muerte-. Mañana vendré, y espero que tengas lo que pido.

    Se dirigió hacia la puerta, y cuando estaba a punto de salir, se le apareció el Diablo delante de ella.
    No tendrás que esperar a mañana –le dijo el Diablo-, si quieres el alma, tendrá que ser la mía, pero tendrás que matarme para ello.
    Cogió su tridente y empujó a la Muerte estampándola contra la pared.
    De modo ¿qué esto es lo que quieres?, pues juguemos –le contestó la Muerte.
    Pegó un salto la Muerte para levantarse y se desvaneció, de repente apareció delante del Diablo, le pegó un puñetazo al Diablo, cogió su guadaña y le hizo un corte en el vientre. Mientras se quejaba, la Muerte aprovechó para pegarle otro puñetazo aún más fuerte que el anterior, el Diablo cayó al suelo golpeándose la cabeza contra una piedra. La Muerte lo iba a decapitar con su guadaña, y cuando le iba a dar apartó la cabeza, al contactar la guadaña con la piedra esta deshizo en mil pedazos. Extendió el Diablo su brazo y apareció su tridente, desde el suelo se lo clavó a la Muerte rompiéndole varias costillas.
    Estás muerto –gritó la muerte mientras le clavaba la guadaña en el pecho al Diablo-, ahora ¡tu alma!
    Alzó la guadaña, la pasó por encima del cuerpo del Diablo y le quitó la alma.
    Ya tengo lo que quería –le dijo la Muerte.
    ¡Ahora morirás! –le dijo el Diablo.
    Antes de que le pudiese pegarle algún golpe, la Muerte le asestó un golpe crítico.
    No, ¡ahora morirás tú! –le gritó la Muerte.
    Si me matas, el mundo se quedará sin maldad, el infierno se congelará –le dijo el Diablo para intentar disuadir a la Muerte.
    Y sin mediarle respuesta, la Muerte lo decapitó.
    ¿Te crees que me importa?

    Comenzó a caminar hacia la salida, portando su guadaña en las manos y del filo colgaba el alma del Diablo. Las almas que yacían en el infierno comenzaron a salir y entre ellas estaba la de Gabriel, cuando pasó al lado de la Muerte, esta la cogió con la mano, por fin tenía lo que quería. A medida que se acercaba a la salida, las llamas del infierno se iban apagando, el suelo se iba cubriendo de hielo. Cuando salió, se dio la vuelta y observó cómo el hielo lo cubría todo, hizo una mueca de satisfacción, y se desvaneció para continuar su tarea.
     
    • Me gusta Me gusta x 1

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso