Crossover ¡Casa del Terror!

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Rachel parpadeó varias veces, sintiendo los vestigios de aquel potente flash aún en su retina. A pesar del aviso de aquella animada chica, el hecho de que sus ojos se acostumbrasen ya a la oscuridad de aquella casa se notaba con cada relámpago acechando tras la ventana, y en aquella ocasión no fue distinto. Su cuerpo se relajó, no obstante, al sentir la breve caricia que Kat le brindaba sobre su cabello.

No pudo evitar retroceder un paso cuando la misma joven se acercó hacia ellas, dirigiéndole la palabra a Katrina en busca de poder usar su mechero. Curiosa como ella sola, sin embargo, intercambió miradas entre ambas, y una parte de sí misma casi quiso preguntar cómo se sentía fumar un cigarrillo. Supuso que quizás no estaría bien preguntar algo así, teniendo en cuenta que ni siquiera era mayor de edad, por lo que se limitó a observar en silencio a la aparente fotógrafa mientras Alexander decidía la ruta a seguir.

A pesar de su timidez inicial, aquella chica y su cámara habían captado su atención por completo.

—¿Has... Has logrado fotografiar algo interesante? —se animó a alzar la voz al fin, inclinándose un poco sobre el hombro de la joven, hacia donde la luz del cigarillo y la cámara indicaban que se encontraba la aludida. Segundos más tarde se percató de que quizás era de mala educación invadir su espacio personal de repente, y le dirigió una suave sonrisa mientras se separaba un poco de ella—. P-perdona por aparecer así de repente... Soy Rachel~ —se presentó, y poco después ladeó la cabeza al reparar en cierto detalle—. ¿Eres alguna clase de periodista?


[Medidor de miedo: 200/220]

 

Caitlyn Hills
Habilidad: Instinto de Investigador
Medidor de Miedo: 150/160

— Muchas gracias corazón.— agradecí a la muchacha con el encendedor, mientras depositaba el cigarrillo en mis labios.

Examiné la imagen una vez más, con atención, a ver si podía distinguir algo. Nada, la verdad. Al menos, nada fuera de lo normal. Sin embargo, era bastante interesante lo que sí se podía ver. Había escaleras que llevaban tanto al ala este como al oeste. También se encontraban allí dos estatuas, idénticas, que parecían réplicas de...¿cómo se llamaba? ¿Venus de Milo? Interesante decisión de adornos, la verdad. También había una puerta doble, debajo de las escaleras. Otro lugar para explorar. Y también, en un típico escenario de casa abandonada, había varias sábanas cubiertas de polvo, que se encontraban seguramente tapando mobiliario. Bueno, al menos teníamos un panorama general.

Concentrada como estaba, y con la música sonando en mis auriculares, sin embargo, no me percaté de la cabecita que se asomaba por encima de mi hombro hasta que escuché su voz en mi oído. Me sobresalté levemente, girando el rostro hacia la rubia.

— Wow, niña. No aparezcas así de la nada, en especial en una mansión de este calibre.— dije, con la voz calmada ya, mientras me sacaba los auriculares.— No capté mucho, la verdad. Al menos, no algo super interesante. Pero lo bueno es que tenemos un pequeño atisbo de lo que es esta mansión.

>> Oigan todos.— anuncié en voz alta.— Hay una escalera que conduce tanto al oeste como al este, más una puerta debajo de las mismas. Hay dos estatuas, y varios muebles cubiertos de sábanas. Obviamente, esta casa fue abandonada hace un tiempo, y al parecer, de forma voluntaria. No veo una chimenea por ningún lado, pero tal vez haya algo detrás de las puertas.

Volví a preparar mi cámara, y me acerqué a las estatuas, para poder captarlas mejor. Era lo que más resaltaba de toda la habitación. Al menos, algo interesante debían tener luego.

— Rachel, ¿eh? Un placer. Yo soy Cait.— me presenté, mientras sacaba un par de fotos. Cuando estuve satisfecha, volví hacia la niña.— Sí, soy una periodista, diste en el blanco.

Me puse a analizar las fotos, mientras seguía hablando.

>> Y dime, dulzura, ¿por qué estás aquí? ¿Estás con tu padre? ¿Vinieron aquí de vacaciones y los atrapó la tormenta? ¿Tienen parientes por aquí cerca? ¿Conocían esta mansión?

Levanté la vista de la cámara y le sonreí a la muchacha, para seguir examinando las imágenes, esperando sus respuestas.

Contenido oculto: Cámara

Catlyn puede hacer fotos de todo lo que vea en la mansión. Quizás sean útiles. Y si sobrevive, puede que un bonito recuerdo. Cuidado, a veces pueden aparecer cosas indeseadas en las fotos según qué lugares...

 

Iris "Cher" Todd.
Habilidad: Comediante.
Medidor de Miedo: 190/200

El ruido de las conversaciones se alzaba por sobre mi pequeño tributo musical, ahora si era palpable la sensación de estar en una película con su propia banda sonora, apartando la idea de que me encontraba en un lugar desconocido, rodeada de un grupo de extraños y con el inminente pensamiento de que todo se saldría en control... Si, todo está bien.

Estaba terminando de revisar mis bolsillos, no había nada de nada, de seguro había olvidado el celular en alguna parte, quizá la casa de Kat o en el servicio comunitario. Esperaba que fuese la primera opción, porque volver a ese centro era mucho menos apetecible que volver a la casa de la inocente chica. Sonreí para mi misma, este o no ese celular allí sería una buena excusa para ir a visitarle. Cuando la lluvia pare, claro.

Aún con una sonrisa en mis labios pase una mano por mi cabello mojado, apartando los mechones que se me pegaban a la frente. Quizá sería buena idea comenzar a relacionarme con las personas que estaban en esta mansión.

"Rachel, ¿eh? Un placer. Yo soy Cait. Sí, soy una periodista, diste en el blanco."

—Cool —respondí llegando desde la derecha y casualmente apoyando un brazo en su hombro —. Cher —me presenté, el apodo de años resonando con una sonrisa —, desempleada, sin estudios —comencé a enumerar —, pero con una sorprendente capacidad para meterme en situaciones curiosas —le guiñe un ojo —, no te asustes te encantara, todo es más divertido conmigo cerca.

 

​

Dio un pequeño brinquito al notar cómo la chica se asustaba ante su llegada, y agachó ligeramente la cabeza en señal de disculpa, apenada.

—Perdón, no quería asustarte... —murmuró, retrocediendo un paso, sintiendo su corazón golpear su pecho con insistencia. Ese no había sido un buen comienzo, y el insistente ardor en sus mejillas apenas le dejó pensar con claridad sus siguientes palabras—. Quizás puedas encontrar fantasmas en el piso de arriba, seguro sería una gran exclusiva.

La periodista comenzó entonces a hablar para todos, y Rachel apretó la mano de Katrina a su lado, abochornada. ¿Fantasmas? ¿Qué tontería había sido esa? Seguro que debía pensarse que era solo una cría y su imaginación portentosa, que intento más penoso había sido ese. Respiró hondo, intentando calmarse, pero no pudo evitar dar un respingo cuando la joven la llamó por su nombre.

—¡A-ah... Encantada, Cait! —exclamó casi por inercia, aliviada al ver que le devolvía la conversación y no lo había llevado todo al traste. Intentó relajarse y sonar más natural, eran demasiadas preguntas pero las respondería encantada—. Pues... Nuestro tren se averió no muy lejos de aquí, y la estación estaba cerrada, así que intentamos buscar algún sitio donde refugiarnos de la tormenta. Ese de allí es mi padre, Alexander, y ella es mi hermana Katrina —alzó con suavidad la mano que aferraba a la mayor, para dotar de sentido a sus palabras—. No tenemos parientes cercanos, íbamos de vacaciones a la siguiente ciudad y bueno... sucedió esto.

>>¿Y tú? ¿Cómo llegaste hasta aq...?

Su voz se apagó al escuchar cómo alguien más se acercaba. Una chica de cabello rizado había comenzado a charlar con Caitlyn, y Rachel no pudo evitar sentirse abrumada de repente, temiendo que comenzasen a llegar más y más personas. Si apenas había sido capaz de hablar con una, pensar en esa posibilidad le generaba cierta ansiedad. Se giró hacia Katrina y tras sonreírle con cierto nerviosismo a Cait, dejando que charlase tranquila, se alejó de allí junto a la mayor.

Cuando se hubieron alejado lo suficiente se inclinó hacia delante, agitada, ocultándose gracias a Katrina. Agradecía que la habitación estuviese a oscuras y no mostrase su rostro enrojecido por la vergüenza.

—¿Qué tan mal lo he hecho? —murmuró, para que solo ella la escuchase. Sabía que Kat no se sentía cómoda con las multitudes, así que esperaba que no se molestase por lo anterior—. Soy penosa, lo sé.


[Medidor de miedo: 200/220]

 

Caitlyn fotografió las estatuas. Nuevamente el flash repentino de la cámara al mismo tiempo que un atronador relámpago sacudió el hall de aquella vieja mansión perdida en mitad de la nada.

Las estatuas eran idénticas, talladas en fino mármol blanco. Con curvas sinuosas, cubriendo apenas su cintura desnuda con una tela fina, también tallada en piedra. Como réplicas de la Venus de Milo carecían de brazos. Y aquellos ojos pétreos, impertérritos, eran ahora dos agujeros oscuros y vacíos, profundos pozos de oscuridad sin fondo. Las sonrisas contemplativas
se tornaron viles y siniestras.

... Fue tan solo por un breve segundo. Pero Caitlyn pudo verlo con perfecta claridad. Fue testigo presencial de aquel cambio. Y sintió como si la casa misma tratase de jugar con su mente.

Al volver a mirar las estatuas lucían idénticas, pétreas. Y la foto había captado sus ojos serenos e impasibles y aquellas frías sonrisas contemplativas... ni el más mínimo rastro de aquel dantesco cambio.

(Caitlyn pierde 30 puntos del medidor)

Galen por su parte no obtuvo mucho más de las estatuas. Eran de piedra, indénticas... réplicas de la Venus de Milo. No había en ellas mucho más que reseñar.

 

Ren Suzugamori
Habilidad: Escéptico
Medidor de miedo: 145/150

Pronto todo el mundo comenzó a examinar el lugar en el que estábamos; el hall de la mansión ciertamente era un lugar tétrico, sí. Aquel aspecto rojo, parduzco, le daba el ambiente de una película de terror, combinado con la oscuridad que nos rodeaba por todas partes, a penas éramos capaces de ver algo. Pero al menos no estábamos ya sumidos en una oscuridad absoluta, y éramos capaces de observar las cosas que estaban a nuestra cercanía.

Una chica incluso comenzó a tomar fotos del lugar, iluminándo todo brevemente con algunos flash. Dejé de prestarle atención pronto, pero juraría que de reojo parecía como si su rostro hubiese cambiado su expresión durante un instante.

Antes de comenzar a revisar yo también el lugar, guardé mis manos en mis bolsillos, por puro hábito. Y una vez allí, no pude evitar revisar si tenía algo dentro.

 

Para su sorpresa, Ren se encontró con una pequeña moneda en su bolsillos. Al examinarla a la luz vio que era antigua, dorada y brillante. Curioso... sería genial tener una máquina expendedora cerca en la que poder gastarla.

Contenido oculto: moneda

Ren puede decidir cosas al azar lanzando la moneda al aire. Jugárselo todo al cara o cruz puede ser peligroso. Pero el prodigioso estadista siempre tiene las estadísticas de su favor.

Lanzar la moneda te indicará el porcentaje de acierto que tiene determinada acción. Lamentablemente solo podrás decidir entre dos opciones cada vez.

 

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Frunció la nariz ante el suave empujón de la mayor, y estuvo a punto de inflar sus mejillas a modo de queja de no ser porque la envolvió entre sus brazos, en un abrazo sorpresivo que le tomó con la guardia baja. Sintió que la suave risa que se escapó de sus labios se llevó consigo parte de la tensión que había estado acumulando en su cuerpo minutos antes, y quiso agradecérselo con una sonrisa de no ser porque el contacto de los labios de Katrina sobre su frente se sintió demasiado frío.

Extendió su mano hasta posarla sobre su mejilla, visiblemente preocupada, y abrió los ojos al ver confirmadas sus sospechas. Había estado tan tensa desde que llegaron a aquella mansión que hasta ahora no había reparado en ese detalle.

—Kat... Estás helada —murmuró, y sintió la apremiante necesidad de quitarse la chaqueta y devolvérsela a su legítima dueña. Pero solo bastó una mirada de su parte para comprender que Katrina no se lo permitiría. Maldijo el momento en el que tuvo que estornudar, al menos ahora ella tendría algo más encima—. No tendría que haberme distraído, ¡lo siento mucho! Tenemos que ayudar a papá a encontrar una chimenea y luego... Y luego... —Rachel comenzó a buscar por todos lados, visiblemente nerviosa, reparando durante unos segundos en la pared de la izquierda cercana a ellas. ¿Cómo eran capaces Katrina y Alexander de cuidarla con tanta tranquilidad siempre?—. ¿C-Crees que haya ropa en esta casa? ¿Se enfadará el dueño si las tomamos prestadas?

Lo cierto es que le costaba imaginar que en el caso de que aquella casa no estuviese abandonada, el dueño les dejase entrar en su propiedad como si nada y le quitasen sus cosas de esa forma. Pero... ¡Pero no quería que nadie se enfermase! ¿No haría una excepción en su caso? Seguro que sí, quiso pensar la inocente rubia.

—Sea como fuere... —respiró hondo, acariciándole con cariño el dorso de la mano con el pulgar. Se volvió hacia ella con una pequeña sonrisa—. Creo que papá necesita ayuda con su búsqueda.

 

Caitly Hills
Habilidad: Instinto de Investigador
Medidor de Miedo: 120/160

Miré hacia la chica que se había apoyado en mi hombro, y le dediqué una sonrisa de cortesía. Vaya, esa solita había soltado toda esa información, aunque la mitad de ella no me importaba. Sin embargo, parecía amigable, y animada también, lo cual podía ser algo bastante bueno.

— Un placer, Cher. Espero entonces que continúes cerca, pues literalmente vivo de situaciones curiosas.— giré mi rostro hacia Rachel, después de escuchar todas sus respuestas.— La verdad que sí, Rach. Una casa llena de fantasmas sería una increíble exclusiva. Algo que me vendría bastante bien, la verdad.— murmuré entre dientes.

Saludé con la mano a la niña que se iba, para luego girarme hacia Cher, mientras examinaba detenidamente una fotografía que me había llamado la atención.

— Entonces, Cher, podrías contarme un poco más sobre...

Sin embargo, una visión me quitó el aliento, tomándome tan por sorpresa que hizo que mi cigarrillo se cayera de mi boca, al soltar un grito ahogado. Los ojos de las estatuas...eran oscuros huecos, agujeros que parecían penetrar los míos, indagando por dentro de mi ser. Las sonrisas de ambas Venus se curvaron en una mueca vil, pero la imagen duró unos segundos. Las estatuas habían vuelto a la normalidad, como si nada hubiera ocurrido. Respiré un par de veces para calmarme, para luego chistar enojada y aplastar el cigarrillo con la bota, molesta. Maldita sea, estúpidos juegos visuales. Esta mansión quería jugar con mis nervios.

Volví a recuperar la compostura, mientras suspiraba. Bueno, no podía esperar que mi estancia en una mansión abandonada y en una noche de tormenta pasara sin sustos, ¿eh? Bueno, pero quedarse allí no iba a servir para nada. Rachel al parecer se había ido con su familia, así que volvía a estar sola, sin contar a aquella animada muchacha.

— Bueno, Cher, todavía tenemos una gran parte de la mansión para explorar. Y al parecer, a la misma le gusta jugar juegos mentales. Así que, ¿te anotas?— dije, mientras me dirigía hacia las escaleras.

Ugh, ahora tenía que prender otro cigarrillo.

Contenido oculto: Cámara

Catlyn puede hacer fotos de todo lo que vea en la mansión. Quizás sean útiles. Y si sobrevive, puede que un bonito recuerdo. Cuidado, a veces pueden aparecer cosas indeseadas en las fotos según qué lugares...

 

Stan Colt
Ilusionista
120/115

De pronto la puerta de entrada se abrió como una explosión y el viento se filtró ululando entre las estatuas. Alguien gemía; era un sonido horrible y que parecía de otra dimensión, cómo un zombie con su alma castigada a vagar eternamente devorando carne fresca.

Una figura gigante apareció entonces por el portal de la puerta de entrada y sus movimientos eran lentos, torpes y toscos, ya que al entrar se tropezó y cayó de bruces. Seguía gimiendo, era espantoso, era...

—¡AAACHUUUUS!

El estornudo fue tan potente que seguro hubiera arrancado de cuajo las cejas de alguien si lo tenía enfrente. Stan se limpió el agua sacudiéndose como un perro y suspiró.

—¡Tranquilos! —gritó. —Stan Colt está aquí. —al decir su nombre estaba seguro que un águila en el cielo había gritado al mismo tiempo.

Se abrazó a sí mismo al sentir el viento helado golpear su espalda y volvió a cerrar la puerta de otra patada, está vez sellandola para siempre.

—Cielos, ¿quién dejó el refrigerador abierto?

Estaba todo oscuro pero podía sentir las respiraciones agitadas en su entorno. Había más gente allí.

Lo primero que hizo fue buscar en sus bolsillos empapados. Quizá podría fumar un cigarro y todo.

 

Medidor de miedo: 200/210.

Luego de observar toda la conversación en silencio mientras caminaba despacio, Alexander se aproximo hacia Rachel, rebajándose a su nivel, tomándola por el hombro con su mano, parecía un poco molesto.

— Niña, debes tener mas cuidado con quien hablas, ¿qué te he dicho sobre charlar con extraños? Esas chicas... no parecían malas personas, pero no sabemos nada sobre nadie de este lugar. Mejor dicho, no sabemos nada de este lugar... Nunca le des tanta confianza a un extraño en un lugar como este, por favor. — Menciono mientras suspiraba al levantarse, para luego mirar de reojo a Katrina — No le digas que esta bien ser tan familiar con desconocidos, pueden lastimarla por pensar así cuando crezca. — Le dijo mientras palpaba con las manos uno de los mantos blancos que cubrían entre las paredes.

Luego de probar como se sentían contra el talco, les levanto el polvo con un par de sacudidas fuertes contra el aire y se lo tiro a Katrina mientras caminaba con las manos en ambos bolsillos.

— Séquense... no quiero que se enferme ninguna de las dos — mencionaba mientras caminaba dando pasos pesados. Él quería ser escuchado, que toda persona que rondara aquel lugar supiera que no estaba solo... y que por allí vagaba alguien que no era un chiquillo asustadizo.

— No creo que sea buena idea subir por ahora, primero la chimenea y calentarnos, luego revisar esto con mas calma. Caminemos hasta el final del pasillo, con suerte llegaremos a alguna sala con chimenea... y la idea de tomar prestado algo de ropa seca tampoco es mala, Rachel. —Menciono mientras seguía su curso lineal cual mastodonte.

 

Al buscar en sus viejos bolsillos Stan se encontró con una pequeña navaja. Tenía la hoja algo oxidada, teñida de la misma extraña sustancia parduzca, reseca, que manchaba la alfombra de las escaleras. Olía a lluvia y óxido. Quizás podría ser útil.



Repentinamente el ambiente ominoso se tornó aún más gélido. Las diez personas concurridas en aquel espacio pudieron notar el frío besándole la piel. Un frío que calaba los huesos como una cuchilla y parecía anidar dentro de ellos, arrastrándose hasta su pecho, comprimiéndoles el corazón. Por unos eternos segundo se hizo difícil respirar.

Un nuevo relámpago iluminó con su luz mortecina la entrada de la mansión. A juego con la tormenta y la feroz lluvia que solo parecía volverse más insistente y torrencial con el pasar de los minutos, un ruido sordo irrumpió la fría estancia.

El viento aulló con virulencia.

Sus huesos chocaron contra el frío suelo y la luz del haz que cruzó el cielo dibujó frente a la puerta de entrada la figura de una muchacha joven. Pálida, con los ojos azules abiertos de forma imposible, observando a la nada con una perpetua mueca de genuino horror. Su celular seguía allí, en su mano, prendido... disipando la oscuridad...

Pero Connie Dubois ya no tenía pulso. Había caído y yacía yerta, inerte... muerta sobre el suelo del hall.

¡Opciones actualizadas!

—Tomar el celular.
—Examinar el cuerpo.

Contenido oculto

¡Recordad que necesitáis luz para avanzar por la mansión! Alguno de vosotros deberá tomar el celular de Connie. Todos perdéis quince puntos del medidor, sin excepciones. Una vez tengáis el móvil podréis seguir vuestras pesquisas.

 

Ren Suzugamori
Habilidad: Escéptico
Medidor de miedo: 130/150

Mentiría si dijese que me esperaba que alguien cayese muerto. Sí, la posibilidad estaba allí, como la posibilidad de que cualquier cosa ocurriese, pero que sucediese así, de la nada, sin ninguna explicación era tan irreal, tan improbable que...

Un cúmulo de emociones se arremolinaron en mi interior; primero, las naturales. El shock, el horror y la estupefacción. Y luego... una extraña emoción. El éxtasis de experimentar algo completamente improbable.

¿Qué había pasado? ¿Cómo había pasado? Y más aún, ¿Qué más ocurriría? Las posibilidades y esquemas se habían roto, y eso era lo que llevaba esperando tanto tiempo.

El terror que podía sentir en mis carnes, producto de no tener idea de lo que podía ocurrir, era fascinante.

Movido por aquella sensación, me acerqué al cuerpo y tomé el teléfono celular de sus manos. Ya no lo necesitaría.

 

Ren se acercó a tomar el celular cuya luz repentinamente parpadeó, a intervalos irregulares. Era como una bombilla rota. No fue fácil tomar el móvil. Los fríos dedos de Connie parecía haber sufrido un repentino rigor mortis y se mantenían tensos, aferrando el aparato con una inefable fuerza. Fue un milagro que no rompiera ninguno de ellos.

En cualquier caso, el celular dejó de parpadear en manos de Ren y su luz tenue disipó nuevamente las tinieblas. Ahora tenían luz. Pero empezaba a hacerse tarde... más les valía hallar pronto esa chimenea.

 

Stan Colt
Ilusionista
100

—¡Por los huesos de Cristo! —gritó el cuarentón cuando Connie moría delante de ellos. Toda esa escena, sumado los relámpagos y centellas que caían en el exterior le daban el toque exacto de una película de horror puro. Por instinto tomó la navaja con fuerza y la sacó de sus bolsillos, amenazando a cualquiera que osara acercarsele demasiado. —¡Atrás, atrás maldita sea! Haré cien gramos de jamón de java con esta cosa si se acercan demasiado, hijos de puta. —amenazó al aire y movió el puño en dirección al ruso gigante.

Ren se había acercado a coger el móvil de la muerta y Stan se le acercó por detrás, contento con la luz intermitente que transmitía el pequeño aparato.

—Por la sangre de Luis. Llama a la puta policía y que nos saquen de aquí. Dejé la leche en el fuego y seguro a estas alturas mi casa está completamente en llamas.