Colectivo Havoc/Harvest: Overlay

Tema en 'Fanfics Abandonados Pokémon' iniciado por Maze, 3 Enero 2019.

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  1. Threadmarks: Capítulo 3-Vega
     
    Velvet

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    Vega – Capítulo 3: Transformación



    Probablemente haya sido su expresión boquiabierta la que evitó que su Ralts lo elevara por los aires y lo tirara de cabeza al caudal del río. No podía ver lo que creía, pero allí estaba y no había duda de ello. Se trataba de un Mew, quizá la especie Pokémon más escurridiza de la historia. Danzando alegremente entre los árboles, tratando de llamar su atención. Ren miró por un par de segundos a Vega antes de voltearse hacia el bosque, y su reacción fue exactamente la misma.

    “No puede ser”, susurró en su cabeza, corriendo sobre el lecho y seguidamente sobre la playa, cubriéndose de arena al moverse de forma atolondrada en la costa. Sin importarle el agua que chorreaba por su cuerpo, saltó sobre el hombro de Vega, que finalmente reaccionó. “¿¡Vamos a seguirlo, o qué!?”

    No esperó una respuesta. En menos de un segundo, sintió como sus pies descalzos abandonaban la cálida arena para caer sobre un césped frondoso. El súbito movimiento no pasó desapercibido para aquel Mew, que comenzó a huir inmediatamente en sentido contrario, hacia el interior del bosque.

    —¡Mis cosas siguen ahí! —protestó, mientras Ren bajaba de su hombro y realizaba saltos de aquí para allá, buscando una señal del Pokémon—. ¡Y Tey no puede cruzar!

    “¿Quieres que queme todo el bosque?” replicó, visiblemente alterada. Del otro lado del ancho cauce, su Quilava los miraba con sorpresa. “¡Muévete, volveremos por él después!”

    Haciendo caso omiso a la fuerte voz de la conciencia que le alertaba de la necesidad de tener un calzado antes de entrar a aquel bosque, ambos empezaron a correr. Eventualmente, Ren se adelantaba con sus teletransportes, sólo para volver y empujar a Vega varias decenas de metros más adelante. El follaje se hacía cada vez más frondoso a medida que se introducían más y más en él. Y sin embargo, no dejaba de escuchar sus risas. Aquel Pokémon se estaba burlando de ellos, apareciendo y desapareciendo constantemente de su vista.

    “¡Ven aquí!”, los gritos de Ren le retumbaban en la cabeza. En medio de la carrera, un destello rosado se mostró por un momento en sus manos. Una nube informe de energía se convirtió progresivamente en afiladas espinas mágicas que salieron despedidas en dirección al punto en el que Mew se encontraba, mas solo logró que éstas quedaran clavadas en los árboles, desvaneciéndose a los pocos segundos.

    Lo que comenzó como una frenética persecución en el Bosque de Pan se convirtió progresivamente en una especie de juego del escondite entre dos Pokémon psíquicos. La intención de Ren era herirlo para entorpecer sus movimientos, pero acertar a una criatura capaz de volverse invisible a voluntad parecía realmente imposible. Y sin embargo continuaba, provocándolos a ambos y en especial a su Ralts, que parecía más y más irritada a medida que el tiempo pasaba.

    El patrón siempre era el mismo: una vez se acercaban lo suficiente, se desvanecía en el aire para reaparecer varios metros lejos de ellos. Y a juzgar por el tiempo, no parecía capaz de teletransportarse.

    —¿Puedes detenerlo con Protección?

    Es una barrera, no una jaula. Y no podemos saber en que dirección irá una vez desaparece.”

    Ren lo sujetó una vez más, arrastrándolo varios metros hacia adelante en aquel bosque interminable. Pero en el momento en que quiso soltarse de su mano, éste se aferró a ella, deteniéndose en seco.

    “¿Qué estás haciendo? ¡Suéltame!”, Ren forcejeaba para liberarse, pero una mano alcanzaba para frenar con creces la fuerza física de su Ralts.

    —Tengo una idea. ¿No te parece raro que se quede esperando que lo alcancemos?

    Se llevó un dedo a los labios en señal de silencio, para luego señalar hacia los árboles al frente suyo. Lo había visto detenerse eventualmente, para revolotear alegremente al verlos reaparecer. Y esa vez no fue la excepción. Tras unos momentos de silencio, se asomó de un árbol. Ren ahogó un grito.

    “¿Y si pretendemos darnos por vencidos?”

    —¿Cómo que “lo has perdido”, Ren? —protestó en voz alta, mientras se volteaba en la dirección contraria—. No puedo creerlo. ¡Estábamos tan cerca!

    Suspiró exageradamente con aspecto derrotado. “Prepárate para lanzarle una Pokéball”, sintió en su cabeza. Dio un par de pasos hacia el otro lado, fingiendo haberlo pasado de largo. Y en ese momento, sintió un cosquilleo en su oreja izquierda. “¡AHORA!”

    La esfera lo rozó por unos centímetros. Presa del pánico, Mew trató de desaparecerse y escapar, pero Ren resultó ser más rápido que él esta vez. La corta distancia en la que se encontraban hizo que su barrera de Protección tuviera éxito, haciendo que su invisible cuerpo rebotara contra el campo de energía, aterrizando directamente en los brazos de Vega.

    —¡Lánzasela tú! —exclamó extasiado, mientras aquel Pokémon se sacudía frenéticamente.

    Pero no sólo se sacudía. A medida que recuperaba su color, notó horrorizado cómo su cuerpo parecía derretirse en sus brazos. Ren alzó la Pokéball en el aire y la lanzó girando hacia él. Y aquella masa amorfa de color rosa en la que se había convertido Mew fue absorbida por un rayo de energía de color rojizo.

    —¿Acabas de ver lo mismo que yo? —preguntó, recuperando el aliento.

    “No puedo creerlo”. Ren pateó la Pokéball con enfado y ésta se abrió, revelando nuevamente una especie de chicle gigante en lugar de su Mew.

    “Sólo era un estúpido Ditto."



    Tardaron casi media hora en regresar a la playa y recuperar a Tey. Saltar al hotel era una opción, pero éste quedaba más lejos y la caminata sería más larga, sumado a que ninguno de los dos quería levantar sospechas acerca de alguien desapareciendo en el bosque.

    “Me pregunto cuando aprendió a transformarse en un Mew.”

    —¿A lo mejor vio una imagen? —aventuró Vega, observando a su nueva adquisición levitar despreocupadamente a su lado. Seguía manteniendo la forma de aquel Pokémon Legendario: seguramente le era más fácil moverse bajo aquella figura en lugar de una masa deforme que se arrastraba patéticamente por el suelo.

    “Su especie necesita una muestra real para copiar su ADN: a lo mejor sí había un Mew en el Bosque de Pan después de todo”, replicó su Ralts. “¿Tú crees que deberíamos quedárnoslo? Una leyenda dando vueltas por Ciudad Lyses va a llamar bastante la atención, por más que sea una copia.”

    Vega se detuvo antes de adentrarse en una calle más concurrida de la ciudad, observando al Ditto pensativamente. Si copiaba el ADN de otros Pokémon…

    —¿Podrías transformarte en otro Pokémon que hayas visto en el Bosque? Algo menos… llamativo, si es posible.

    Esperó durante unos segundos, observando una vez más como su Ditto se derretía ante sus ojos para regresar a su forma original. Cayó al piso, y su cuerpo tomó el color del césped a la vez que adoptaba una forma ovalada. En menos de un minuto, una copia exacta de un Petilil se encontraba a sus pies.

    —Esto. Es. Increíble— susurró Vega. ¿Cuántas especies convivían en ese bosque? Las posiblidades eran infinitas.

    “Me pregunto si…”. Ren se quedó mirando al Petilil mientras este se encaramaba sobre el hombro derecho de Vega. “¿Me lo prestarías un rato? Quiero comprobar una cosa”.

    —No hagas nada ilegal —masculló, pero ésta ya había desaparecido junto con el Ditto.

    Caminó de regreso al hotel, exhausto por el calor que golpeaba la ciudad y el frenesí de la persecución en el Bosque de Pan. Sonrió al ver la fachada del edificio: se daría una ducha de agua helada, pediría algo en el servicio a la habitación y luego iría a visitar a Karen antes de…

    —¡Alto ahí!

    Vega se volteó al escuchar el súbito grito, al igual que varias de las personas que caminaban por el lugar. Una mujer de cabello platinado la observaba con ojos cargados de ira, mientras el líder de gimnasio trataba de retenerla.

    —¿Te refieres a mí?

    Había visto aquella forma de vestir: era del mismo atuendo y tonalidad de colores que el guardia que entregaba los números en la Torre Lyses. Y su cuerpo se heló al escuchar las siguientes palabras.

    —¿A quién más, maldito ladrón?

    Trató de hacerse el tonto, pero aquella mujer lo sabía todo. La desaparición de los libros. Un Ralts entrando y saliendo a gusto de la biblioteca. Estaba perdido. Sogia le quitaría la medalla el último día antes de la expedición, ¿Por qué tenía que tener esa mala suerte? Con una mirada victoriosa, aquella mujer le pedía que mostrara a sus Pokémon.

    Pero Ren no estaba con él. Incluso bajo la insistencia de mostrar su Tarjeta de Entrenador, su Ralts no aparecía por ningún lado, ya que él nunca la había atrapado. Ni siquiera el nuevo Ditto aparecía, ya que no había visitado un Centro Pokémon que actualizara sus datos. O quizás era el hecho de que técnicamente, él no había capturado al Ditto.

    Sogia se disculpó con él, reprendiendo a la guardia y retirándose del lugar, pero eso sólo logró que la mujer le lanzara una serie de temerarias amenazas antes de acompañarlo de vuelta a la Torre Lyses. Observó su rostro un poco pálido en uno de los numerosos espejos que había en los pasillos del hotel. Habían estado cerca. Demasiado cerca. Sus planes de ir a la expedición se habían ido por la borda: en el momento en que vieran a Ren, sabrían que él era el culpable. ¿Cómo iba a solucionar eso?

    Abrió la puerta de la habitación con su tarjeta magnética, dubitativo. Y la respuesta se mostró ante sus ojos. Sentada sobre la cama con una sonrisa de picardía, su hermana se encontraba allí. Un sencillo vestido blanco de verano dejaba entrever sus pies descalzos.

    —¡Ka-! —alcanzó a emitir, con un nudo en la garganta. Tragó saliva un par de veces.

    No. No era ella. Su hermana no tenía el pelo azul. Ni ojos rojos. Ni tenía el cuerpo de una niña de diez años. Pero a pesar de eso, sus facciones eran tan similares...

    —¿Qué pasa? ¿Soy tan linda que te has quedado sin palabras?

    Su voz seguía siendo la misma, pero esta vez no estaba dentro de su cabeza. Era capaz de hablar sin ningún impedimento, a la vez que agitaba las piernas sobre un colchón demasiado alto para ella.

    —No es gracioso —replicó con amargura. Sólo verla le producía una desagradable presión en el pecho.

    Sabía perfectamente lo que estaba pasando. Tomó la Pokéball de su Ditto y apuntó hacia el extraño doppelgänger de su hermana. Cuando el rayo de energía capturó al Pokémon, sólo Ren quedó en la cama, cruzada de brazos con molestia.

    “Pensé que te haría ilusión. ¡Perdóname por no poder hacer una copia exacta! Mew hizo lo que pudo en el hospit…”

    —¡No me importa qué tan parecida puedes ser…! ¡Tú no eres…! ¿Por qué creerías que yo…?

    No lo sabía. Estaba claro que no lo sabía. Respiró un par de veces para tranquilizarse, y se mojó la cara en el baño. Reflejada en el espejo, Ren lo miraba con expresión culpable.

    “Lo siento. Creí que sería una linda sorpresa…”

    No es tu culpa. A decir verdad, puede que sea la solución a nuestros problemas.

    Al ponerla al tanto del altercado en la entrada del hotel, las neuronas de su pequeña Ralts se pusieron a funcionar a toda marcha. Parecía genuinamente sorprendida de que alguien la hubiera descubierto.

    “¡Pero devolví los libros, te lo prometo! ¿Por qué seguirían buscándome después de eso?”

    Le tomó bastante tiempo convencerla de que uno seguía siendo culpable por tomar algo sin permiso, incluso aunque luego lo devolviera, y otro buen rato explicarle la indignación que aquella mujer debería tener por que se le hubiera escapado su culpable entre los dedos de aquella manera.

    —¿Cómo has logrado hacer… eso, precisamente? —preguntó finalmente.

    “¿Prometes no enojarte?” Vega levantó la palma de la mano en señal de paz. “Hice que Mew copiara el ADN de tu hermana. Mi cuerpo era demasiado chico para el de una adolescente, por lo que tuvo que ajustarse a mi tamaño.”

    —O sea que es como un disfraz.

    “Uno muy pegajoso, pero sí. Aun así sigue siendo enormemente grande, por lo que más allá de la cabeza, cuello y hombros, debo ordenarlo con fuerza psíquica: Mew me ayuda con eso. ¿Quizás una marioneta es el término más apropiado?”

    —¿Y qué pasó con el pelo y los ojos? ¿Y por qué lo sigues llamando Mew?

    “No pudimos conseguir datos sobre pigmentación en su cuerpo, por lo que tomó los míos en su lugar: piel blanca, pelo azul, ojos rojos. Y sobre Mew”, rió en voz baja, “es su forma favorita, y es un nombre bastante corto.”

    “Eso es bueno para los combates.”
    —Nosotros no… —quiso decir, pero Ren lo interrumpió inmediatamente.

    “No peleamos, sí: no sé por qué pensé en eso, de todas las cosas. Qué más da, ¡Mew suena lindo!”

    Vega se desperezó en la cama, haciendo girar la Pokéball del renombrado “Mew” entre sus dedos. Ren parecía haber aprendido a saltar dentro de la sala del hospital donde se encontraba su hermana. Teniendo en cuenta que dejarían la habitación mañana, era algo más que conveniente.




    —¿Para qué es la mochila? —susurró Vega, cegado por la luz matutina.

    —La chica de la biblioteca me prestó uno de sus libros: fue ella la que lo reservó, así que devolverlo la haría sospechosa a ella— masculló Ren a modo de respuesta—. Oh, mira: ¡ahí está!

    —No lo eches a perder y quédate a mi lado. Ya le daremos las gracias más tarde.

    Era primera hora del domingo. La expedición a Ciudad Narciso comenzaba el día de hoy. Un pequeño grupo se encontraba frente a la entrada de la Torre Lyses, siendo registrados por una chica pálida y menuda, de nombre Scylla. No sólo la chica de la biblioteca se encontraba junto a ellos: aquella guardia de la torre también se registró en la expedición, bajo el nombre de Koiso Naohiro.

    —¿Nombre y medalla?

    —Vega Sericci. Medalla Vínculo —se presentó, mostrándole la pequeña insignia entre los dedos.

    Las cejas de la tal Scylla se arquearon al ver a la pequeña niña tomada de la mano de Vega. Ren hacía un trabajo excelente simulando a una chiquilla asustada frente a tantos desconocidos.

    —Es mi hermana. Sólo estamos nosotros dos, no puedo dejarla sola aquí. Esperaba que me dejaran… —no logró terminar la frase, pues una palma gigantesca en su espalda casi lo tira al piso. Al voltearse, Sogia Frey lo miraba con una sonrisa de oreja a oreja.

    —Normalmente no permitiríamos que venga nadie más, pero tu cabeza es algo excepcional, ¿verdad, Scylla? Además te debo una por el mal trago que te hicimos pasar ayer.

    La chica se limitó a escribir su nombre en la planilla. Koiso, que había sido la última en ser anotada, se percató de la indirecta y le lanzó una mirada asesina a Vega una vez más. En su rostro podía verse claramente una expresión de “no vas a salirte con la tuya para siempre”.

    El viaje hacia Efesto, una ciudad intermedia, no debería haber tardado más de un día de viaje. Desafortunadamente, la tormenta que había arreciado a Lyses previo al fin de semana había provocado una fuerte inundación en la ruta principal, por lo que habían tenido que recurrir a un par de automóviles todo terreno. E incluso con aquellos vehículos, el viaje era lento y tortuoso.

    Luego de varios planes descartados, habían seguido adelante con el plan de que Ren se disfrazara de su hermana junto con Mew. Si todo salía bien, deberían ser capaces de mantener el disfraz hasta que lograran tener una habitación privada en Efesto. Ni Koiso ni Sogia, y ahora Scylla podían ver que Ren era un Ralts, o estarían en serios problemas.

    Sin nada mejor que hacer, Ren se pasó casi todo el primer día leyendo aquel libro. La tapa citaba La Caída de Illyon, más allá de los Grandes Hermanos, y parecía tan denso como sonaba. No fue hasta que decidieron detenerse para acampar que los grupos de los dos vehículos se reunieron de vuelta. Además de un par de ojos rosáceos clavándole la vista durante toda la cena, la noche transcurrió con tranquilidad.

    Grande fue su sorpresa al día siguiente al ver a la chica de la biblioteca saltar al todoterreno en el que él y Ren se habían subido. Sonreía con una mirada cómplice a su “hermana”, la cual sujetaba el libro entre sus brazos.

    —Me llamo Anansi. ¿Cuál es tu nombre?

    —Karen… —dijo con falsa timidez: Sogia, Scylla y Koiso estaban en el asiento delantero, y podían escuchar todo lo que decían.

    —Tienes un lindo nombre— respondió con una sonrisa—. A tu edad yo también solía leer mucho, ¿sabes?

    A modo de respuesta, Ren se aplastó contra el hombro de Vega. ¿Había alguna necesidad de seguir actuando? ¿No era ella su famosa amiga que los había ayudado a pasar ese diabólico examen?

    —¡Vaya! ¿No le has contado de mí, Vega? —la chica fingió estar dolida, para luego llevarse la mano al pecho en un actuado gesto de orgullo—. Yo estuve ayudando a tu hermano a pasar el examen, para que podamos estar todos aquí. ¿A qué sí, a que sí? ¡Incluso le presté ese libro que tienes ahí!

    Éste asintió vagamente mientras bostezaba, y Ren sonrió con timidez. ¡Nadie la estaba mirando más que ellos dos, Actriz Pokémon en miniatura! Recostándose sobre el asiento, la chica sacó un mazo de cartas. Los ojos de Ren se iluminaron inmediatamente al ver el decorado rojo y negro de la caja y los coloridos detalles de los naipes.

    Con la batería de su teléfono muerta, y Ren obsesionada con aprender todos los juegos posibles de cartas que existían en el mundo, Vega decidió hojear el libro que ésta había traído. Hablaba sobre un trabajo de investigación realizado al este de Aiwass, y detallaba una ciudad en ruinas al otro lado de la cadena montañosa en la que descansaba Ciudad Narciso, su destino. Sólo esperaba que Ren no decidiera ir a investigar aquel lugar: no estaba con ganas de trepar montañas heladas en aquella excursión.

    El camino parecía volverse más y más peligroso a medida que avanzaban. Los movimientos que sacudían el vehículo eran tan violentos que apenas podía dormir, pero eventualmente el sueño le venció. Sin embargo, al despertarse por la mañana, el vehículo estaba detenido. La crecida de los ríos había creado un desagüe natural por el que ningún vehículo podría pasar. Sogia ofreció ir a Efesto a pedir ayuda; sin embargo, más de seis horas después, no había señal de él.

    Preocupada por la lluvia que haría crecer la corriente aún más, Scylla ordenó continuar a pie. Ella iba a la cabeza seguida de Ren, que iba de la mano de Anansi, saltando inocentemente y esquivando los charcos de agua. Vega iba a un costado, acompañado por un chico pelirrojo que no le quitaba los ojos de encima a la chica de la biblioteca. A juzgar por los ocasionales comentarios entre los dos, parecía que habían trabado amistad durante el primer día de viaje en el otro vehículo.

    La lluvia era cada vez más fuerte. Debían llegar pronto…

    Acróbata.

    Apenas pudo entender el murmullo que sonó a sus espaldas. Con un súbito vendaval, un Crobat salido de la nada pasó zumbando frente a los dos, para estrellarse con violencia en la mochila de Ren. Ésta fue embestida hacia adelante, rodando varios metros sobre los charcos de agua y barro y ensuciándose de pies a cabeza. Por un momento alcanzó a divisar la mirada de profundo odio hacia aquel Crobat, que regresó trazando un arco al lado de Koiso.

    Vega se quedó paralizado. Ren los iba a matar. A ella y a su Crobat. Le iba a arrancar las alas con su fuerza psíquica, y lanzaría a la chica desde la punta de la Torre Lyses en el momento en que bajen la guard-

    ¡¡¡BUUUUAAAAAAAAA!!!

    El grito más desgarrador que había escuchado jamás salió de los pulmones de Ren, que empezó a llorar desconsoladamente, sentada en el piso y cubierta de barro y lágrimas. Anansi fue la primera en reaccionar y correr hacia ella, mientras el chico pelirrojo enfrentaba a Koiso, enfurecido.

    —¡¿Por qué hiciste eso?!

    —¡Ella es la Ralts ladrona! ¡Sabía que era ella!

    —¿De qué rayos estás hablando?

    Vega fue el segundo en llegar a donde Ren se encontraba, y se encontró con algo que realmente no esperaba. Sus brazos y piernas rasguñadas por la caída se encontraban salpicados no solo de barro, sino también de sangre. ¿Cómo había logrado ese Ditto replicar un cuerpo humano, lágrimas y sangre incluidos, con tal perfección? Incluso al alzarla era imposible distinguirla de una niña común y corriente.

    —Pensé que era la falta de café, pero luego empecé a atar cabos. Ese Pokémon no era un Ralts común, ¡era un Ralts “Shiny”! ¡Su pelo tiene el mismo color, y sus ojos también! Quizás pueden engañar a Sogia y al resto, ¡pero a mí no!

    Vega estaba en shock. No podía creer que esa mujer tuviera las agallas para atacarla bajo una simple sospecha. Los llantos de Ren le perforaban los oídos al tenerla tan cerca. No había oído a su hermana llorar así desde aquella vez…

    —¡Es sólo una niña, estúpida! —le espetó Anansi, furiosa—. ¡Mira cómo la lastimaste!

    —Es suficiente.

    —¡No es una “niña”! —insistió elevando la voz, la cual emitió un extraño ruido metálico—. Y se los voy a demostrar ahora mismo.

    Su Crobat se colocó en posición de ataque una vez más. Tanto Anansi como el chico pelirrojo tomaron una Pokéball. Pero Scylla fue más veloz que cualquiera. Un enorme Milotic se interpuso entre las dos partes junto con su entrenadora. A pesar de su contextura pequeña, tanto la actitud de ella como de su Pokémon eran imponentes.

    —¡Es suficiente! —sentenció con voz firme—. ¿Desde cuándo una especie como Ralts ha sido capaz de disfrazarse de un humano?

    —Scylla, ya sé que parece descabellado, pero quizás con ayuda de otro Pokémon…

    —Escúchate a ti misma. Sogia sabía que ibas a intentar algo así, pero decidiste esperar a que él no estuviera. No me interesa que tanto odies a este chico: no voy a permitir que lastimes a gente bajo mi cuidado por culpa de tus paranoias.

    La expresión de incredulidad en la cara de Koiso era casi la misma que Vega trataba de disimular con todas sus fuerzas. Esa mujer no tenía ninguna prueba, y sin embargo había acertado cada una de sus sospechas con una precisión aterradora. Agradeció a los cielos que su Tarjeta de Entrenador no haya revelado a Mew aquel fin de semana, o de lo contrario no hubiera tenido escapatoria. Indignada, Koiso recuperó a su Crobat y continuaron la marcha, sin despegarle los ojos a Ren por el resto del camino.

    —¿Está bien? —le preguntó el pelirrojo con amabilidad, mientras esta seguía sollozando en los brazos de Vega—. Toma mi chaqueta: la protegerá del frío hasta que puedas cambiarla en Efesto.

    —Sólo tiene un par de rasguños. Muchas gracias… um…

    Blake. Blake Weiss.

    Vega aceptó la prenda de aquel chico, envolviendo a su supuesta hermana con ella. Oculta bajo el cuello alto, los ojos de Ren brillaban bajo sus lágrimas falsas: apenas podía aguantar la risa. ¡Maldita artista! ¡Lo había hecho preocuparse para nada!

    Las cosas no mejoraron mucho al llegar a Efesto. La líder del Gimnasio de aquella fortaleza se comportó de una manera sumamente hostil con ellos, prácticamente acusándolos de haber robado un “artefacto de gran valor”. Estaba empezando a cansarse de todos aquellos artefactos y reliquias y artilugios desperdigados por toda la región. Realmente esperaba que a Ren le sirvieran, para poder hacerlos estallar en mil pedazos y que dejaran de mencionarlos constantemente.

    Aunque probablemente eso no terminaría bien.

    Escuchó desinteresadamente sus advertencias de que nadie podía dejar la ciudad durante la investigación, que se trataba de una fortificación impenetrable y muchas amenazas más antes de enviarlos al Centro Pokémon. A veces le gustaba imaginarse la cara con la que se quedaría esta gente, supuestos líderes e hijos de familias de influencia a través de la región, si tomara a Ren del brazo y se esfumaran al frente de ellos. Pero eso tampoco terminaría bien, ¿verdad?




    “Lo siento tanto, Mew. Pero has estado estupendo”.
    Una vez se encontró a solas en una de las habitaciones del Centro Pokémon, Ren finalmente se deshizo de su disfraz. Su diminuto cuerpo real se mantenía impoluto e ileso: el cuerpo de chicle de su Ditto, antes rosado, se encontraba hecho un asco. Vega lo llevó a la bañera y dejó que corriera el agua caliente a la vez que le echaba una buena dosis de jabón líquido del lavabo encima. Colgó la chaqueta de Blake, cuyo interior estaba bastante arruinado, y se secó el agua de lluvia con una de las toallas del baño, mientras Ren veía a Mew estirarse y desdoblarse para eliminar todo rastro de barro. En el suelo, la pequeña mochila se encontraba dañada por el ataque del Crobat de Koiso.

    “Parece que sí estaba completamente loca después de todo” Ren sonrió. “¿Qué esperaba, que me transformara de vuelta como un Zorua?”

    —Es posible. ¿Cuándo compraste eso?

    “El domingo por la mañana, antes de despertarte. Quería comprobar la reacción de la gente si les hablaba. Con la excepción de la gente sorprendida de ver a una niña caminando sola con una billetera llena de Poké a primera hora de la mañana, nadie pareció sospechar de nada”.

    —¿¡Tomaste mi billetera!?

    Ren no pudo responder. Un leve golpe en la puerta les puso los pelos de punta a ambos. ¿Cuánto había dicho? ¿Había mencionado algo incriminatorio? Preguntó quién era con tono despreocupado, y una voz de mujer le respondió con tranquilidad.

    —Anansi.

    No conozco ninguna Anansi— bromeó, sólo para que Ren le lanzara la mochila en la nuca.

    —“La chica de la biblioteca”—la escuchó suspirar del otro lado—. ¿Vas a dejarme pasar o no?

    Abrió con cautela la puerta. Nadie más se encontraba en el pasillo. Apresurándola para que entre, cerró la puerta tras de sí. Sólo necesitó cinco segundos de observar el lugar con los ojos como platos para que todo encajara como un rompecabezas en su mente.

    —No he tenido la oportunidad de darte las gracias. ¿Necesitas algo?

    Sólo quería ver cómo se encontraba ella.

    Se hizo un momento de silencio, mientras Anansi asentía y suspiraba con alivio. Ren estaba usando su Telepatía con ella. La conversación a medias siguió por un buen rato. ¿Realmente se veía así de estúpido desde lejos, hablando solo como un completo desquiciado? Luego de unos minutos, ésta se retiró agitando la mano en dirección a ambos. Apenas le había dirigido la palabra.

    Creo que no le agrado— suspiró este, sentándose sobre la cama.

    “Puede que haya difundido ciertos… rumores sobre ti. Rumores un tanto exóticos”. Ren también sacudía las piernas en aquella forma. ¿Cómo no lo había notado antes?

    —¿¡Qué clase de cosas raras le has estado diciendo sobre mí!?

    A modo de respuesta, un Ditto empapado aterrizó sobre su cabeza.




    Sin posibilidad de salir de Efesto, Scylla tomó las riendas en el asunto una vez más. Existían dos formas de salir de aquella ciudad. Una era ganándose la confianza de Taena, ofreciéndose como voluntarios para atrapar al ladrón que se había llevado las cenizas de su abuela o lo que sea que se hubieran robado. La otra, como ella misma les había mencionado, era vencerla en una batalla de gimnasio. Vega y Ren se preguntaron una y mil veces cómo diablos ganarle en combate probaría la inocencia de su retador, pero jamás lograron encontrar una respuesta sensata.

    Durante los días siguientes se encargó de hablar periódicamente con cada uno de ellos, debatiendo sus ideas, organizando un punto y fecha de reunión y enseñándoles el camino a Narciso en caso de que sucediera algún inconveniente. Eventualmente, le llegó el turno a Vega. Scylla lo separó del montón para hablar en privado.

    —Quiero que te enfrentes a Taena: tendremos que practicar con tu Quilava bastante si queremos que esté al nivel de alguno de sus Pokémon. Te entrenaré personalmente si hace falta. Quizás se ablande un poco si la llevas contigo —agregó señalando con la cabeza a Ren, que estaba a su lado en todo momento.

    —Preferiría no tener una batalla— replicó. La boca de Scylla se crispó un poco ante la negativa—. ¿No podemos simplemente esperar a que encuentren la reliquia?

    Ésta negó con la cabeza, descartando la idea. Su pelo largo era sedoso y brillante. ¿Por qué todas las chicas de Aiwass tenían que ser tan lindas?

    —Ella no confía en nosotros, o mejor dicho, no confía en mí. Incluso aunque logren recuperar el objeto robado seguiremos bajo investigación hasta que Taena se asegure completamente que ninguno de nosotros estuvo implicado. Necesito que hagas lo que te pido.

    A pesar de su expresión impasible, sus ojos entornados en un gesto de ruego lo hipnotizaban. Ren le tiró del brazo con fastidio.

    “No dejes que te engañe. Le gustan las chicas.”

    ¿¡Qué!?

    Vega dio un par de pasos para atrás, tratando de asimilar las palabras de su Ralts. Lo habían tomado tan de sorpresa que no se había percatado de que lo había preguntado en voz alta. Scylla lo miraba un tanto confundida.

    —Incluso aunque aceptara —dijo rápidamente, desviando el tema—, ¿cómo esperas que yo logre vencerla? No parecías segura ni de ti misma cuando te ofreció luchar contra ella.

    La chica se cruzó de brazos, ofendida.

    —Estoy tratando de ayudarlos. Quiero que salgamos de aquí sin problemas.

    —Cualquiera de las opciones que esa mujer nos ha dado implica seguir sus condiciones. Nos encerró aquí, ¿pero adivina qué?: Nosotros no peleamos. Y nosotros no seguimos reglas. Karen y yo podemos irnos cuando queramos, a donde queramos. Y a decir verdad, quizás nosotros somos los que podamos darte una mano.

    Ya hubiera sido por preocupación o simplemente para mantener el grupo unido, Scylla los había defendido de Koiso en el camino a Efesto. Y si alguien necesitaba urgentemente que le devolvieran un favor, era ahora.




    El grupo de Scylla, eventualmente, dejó de aparecer en el gimnasio. Los planes de la chica con el resto estaban teniendo éxito. Luego de casi una semana de esperar, sólo ella y Vega quedaban en el Centro Pokémon. Ellos… y la chica de la biblioteca. A pesar de que Scylla entrenaba con ella diariamente, Anansi no había ido al gimnasio ni una vez.

    —¿Quieres venir con nosotros? —le preguntó Ren—. No tienes por qué enfrentarla si no quieres.

    —Sólo estoy esperando a que ustedes se vayan: tengo mis asuntos pendientes. ¡Nos vemos afuera!

    —¿Estás listo?

    Scylla había aparecido finalmente. El trato era simple: Vega la sacaría de Efesto sin dejar ningún rastro, y a cambio ella le prestaría una de sus medallas por unos minutos. Scylla se negó inmediatamente, desconfiando inicialmente de la extraña condición que éste le había dado. Pero luego de discutirlo un largo rato, se vio forzado a contarle la verdad.


    «Es un Pokémon muy extraño. Aprendió a hablar usar Telepatía a la perfección luego de romper una de esas medallas. Queremos saber que sucedería con unas cuantas más.»

    Ren, Scylla y Vega salieron del Centro Pokémon y se dirigieron lo más al sur de la ciudad que pudieron. El gigantesco muro protector de la ciudad se elevaba a tal punto que ni alzando la vista podían ver el borde. La necesidad de una construcción así era absurda e innecesaria: la familia Ericksen seguramente había visto demasiadas películas apocalípticas – aquellas donde Pokémon colosales arrasaban ciudades y se comían a sus habitantes.

    —¿Cuánto dices que tiene de grosor? ¿Veinte metros?

    —Quizás un poco más. No deberíamos preocuparnos por nada al otro lado: La pared está pegada al río. En el peor de los casos, la marea estará un poco alta por culpa de las lluvias. Este parece un buen lugar.

    Un pequeño callejón sin salida desembocaba directamente contra el paredón. Revisaron rápidamente que nadie los estuviera observando: Scylla sabía que la seguían a todas partes, por lo que tenían que actuar con velocidad. Cada uno se tomó de uno de los brazos de Ren y empezaron a correr en dirección al muro. Vega cerró los ojos con fuerza, aterrado ante la posibilidad de terminar partido a la mitad, y dio un suspiro de alivio al notar, finalmente, el agua bajo sus pies. Lo habían logrado.

    —¡Creo que alguien me debe una medalla!—gritó Ren con alegría, olvidándose completamente de su personalidad tímida y desconfiada—. Tú también, Vega: ¡doble o nada! Ya hemos esperado suficiente…

    Ayudando a salir a ambas del agua, Scylla le entregó la Medalla Remolino, y él sacó la Medalla Vínculo de su bolsillo. Vega lanzó las dos medallas al aire, y Ren sacudió un brazo con elegancia.

    Su precisión fue excelente. Las dos insignias emitieron un ligero chasquido al ser partidas a la mitad con un corte perfecto, y cayeron al agua para desaparecer arrastradas por la corriente, río abajo.

    —¿Ya estás satisfecha? ¿…Ren?


    Su Ralts se había quedado mirando el otro lado del bosque con la mirada perdida. Le recordó a cuando había encontrado a Mew, sólo que era ella la que estaba observando el horizonte esta vez. Sin previo aviso, una punzada de dolor le cruzó la sien. Y ésta echó a correr.

    Por qué…

    La corriente era demasiado fuerte para su cuerpo. Se tropezaba continuamente sobre las piedras, empapándose completamente en el agua cristalina. ¿Por qué no simplemente se teletransportaba al otro lado? Scylla se quedó perpleja de ese lado de la costa, mientras Vega la comenzó a perseguir.

    —¿A dónde vas? ¡Ren! —gritó, mientras esta corría colina arriba sin decir una palabra. El dolor en su cabeza se acentuaba más y más a medida que se acercaba a ella.

    Ren se detuvo en la cima. Un árbol solitario descansaba en la colina, un tanto alejado del resto. Su mano le temblaba cuando pasó los dedos sobre la corteza. Parecía un árbol normal… pero había algo tallado a la altura de sus ojos. Dos nombres que apenas alcanzaban a leerse.

    FAY.

    GALLAND.



    Gold , Armiel - avisen si quieren que cambie algo.
    Kiwi , para vos también. ¡Dejá de alienarnos y llevanos con el resto!
     
    Última edición: 3 Febrero 2019
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  2. Threadmarks: Capítulo 3-Arianne
     
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    Arianne (III)

    Tesseus/Trece de Abril-Veinte de Abril
    Aunque algunos que iban a participar en la expedición de Meridión decidieron venir con unos días de anticipación, no tantos como los que tomó Arianne, Aun así, después de asegurar su hospedaje, tomó la determinación de aprovechar los días que tenía de ventaja para prepararse e incluso hacer algo de turismo. Lo segundo mucho antes que lo primero, para preocupación de sus pobres pokémon.


    —¡Pónganse para una foto, mis amores!

    Los rostros de los tres fueron retratados en una “selfie” con el mausoleo de fondo, una estructura que sirve como gimnasio de la ciudad; la joven mostraba la mejor de sus sonrisas mientras que sus criaturas trataban de disimular su incomodidad. Repitieron el proceso con otras estructuras como un imponente templo donde personas vestidas de forma preocupante salían y entraban, un gigante mercado en el que convenció a algunos tenderos sonrientes, además de una especie de bosque submarino. Si pudieras ver las cuatro fotos, podrías hacer un estudio de como el hartazgo era reflejado en esos dos fascinantes especímenes.

    En eso gastó el primer día.

    El segundo día no pudo evitar ver unos lindos charmander, diferentes a los que regalaba ese egocéntrico profesor, pese a que a la vista de los demás, esas manchas podrían parecer lepra. El precio estaba bastante alejado de su presupuesto actual, su padre actualmente no le daría dinero para comprarse algo así. Tuvo que conformarse con unas cuantas fotos junto a los felices reptiles que parecían mas que complacidos, aunque luego tuvieran que pagarle unos cuantos pokés al vendedor por las molestias.

    El tercer día decidió enfocarse en probar distintas comidas que llamaron su intención y se vio complacida al ver como vendían dulces de su región natal de los que no tardó en atiborrarse. No pudo hacer nada más que dar unos pequeños paseos hasta que su estómago dejará de torturarle de una forma merecida por comer tantas porquerías. En esas múltiples caminatas, su pikachu trataba de aguantar sus instintos primitivos mientras Dulcinea caminaba al lado de su dueña, alzando el cuello para que todos vean su collar.

    Esa fue la rutina hasta el veinte de abril, desde ese día comenzó a comprar cosas, con el dinero que consiguió de su padre.

    —Papá, estoy enferma—dijo Arianne entonando la voz más sufrida posible.

    —No te preocupes mi vida, tengo un amigo que es doc…

    —No, solo con unas cuantas medicinas voy a estar bien, el problema es que la farmacobiología de este lugar parece estar más cara que los diamantes.

    No estaba demasiado orgullosa de mentirle a su padre, pero ya había retado su autoridad, puesto que le ordenó explícitamente que no saliera de su pequeño horno en Nix. No haría daño una mentira piadosa para obtener un artículo que ya ha visualizado en sus numerosos recorridos; una especie de estuche para pokéballs en forma de tubo, con eso resguardará a los pokémon afectados que vaya a capturar, si es que lograba capturar alguno. Después de darle su pago a la anciana vendedora y haber esperado pacientemente su cambio, guardó el tubo de fibra de vidrio en su bolsa de cuero.

    —¡Qué le vaya bien!

    —Pika PIka…

    —¿Están cansados de caminar?—dijo Arianne cargando a su pikachu a quien acurrucó contra su pecho.

    Dulcinea pataleó el suelo en señal de protesta. Comenzaban a atraer miradas curiosas de los entrenadores

    —González es pequeñito, no puedo cargarte a ti…

    La gabite no entendía razones por lo que tuvo que acercarle la mano. Aun le quedaba dinero para comprarse una pomada después de todo.


    Tesseus/Veintiuno de Abril

    La señorita Labelle logró llegar a tiempo a la explanada frente al Templo de la Ley, con una mano vendada y escondida en su chaqueta, justo cuando Meridión alzó el micrófono. Su pikachu aztlaleño sirvió de gran ayuda para abrirse paso entre la multitud, sobre todo porque estaban más enfocados en proteger a las hembras de su equipo que mantener su posición. Ari suspiró, prestando toda la atención posible a las palabras de la mujer de gafas oscuras, soltando un gruñido digno de su edad al escuchar lo de los dos días.

    La concentración de la chica era tal que en cuanto escuchó el graznido, se sobresaltó, lo que aprovechó el pájaro para tomarlo como señal para aterrizar. Su sorpresa fue mayúscula cuando el pájaro en cuestión era el mismo que ofrecían de premio en el torneo de Icaros; no podía ser otro si de verdad era tan escaso.

    —Esto sí es buena suerte—susurró mientras el pájaro picoteaba sus rojas plumas—. Creo que te llamare As.

    El rowlet ronroneó ante ese mote, luego se refugió en su bolsa. ´

    Unos momentos después, un joven de extraña apariencia llamaba la atención de la concurrencia, retando a los interesados de la multitud en esa baratija llamadas medalla. La verdad es que ni se acordaba donde había dejado la de Lewis. Algunos quedaron murmurando sobre esa posibilidad, pero la mayoría fue yendo a sus lugares de hospedaje. A punto de hacer lo mismo estaba cuando As salió de la bolsa de repente; no aguantó las ganas de perseguir la cola de Gonzalez que estaba persiguiendo a su vez a las natu hembras de la plaza.

    Dulcinea y ella se sentaron en un banco cercano a esperar a que acabaran. Volvieron cuando el sol estaba ocultándose en el horizonte.


    Tesseus/Veintitrés de Abril
    El día de la expedición la despertó su amable asistente con unos cuantos picotazos en la frente, Arianne estiró su cuerpo mientras bostezaba. Ayer pasaron el rato en casa, jugando al pokér o al menos intentándolo. La pobre de Dulcinea no entendía nada y el entusiasmo ocasionaba que el nuevo miembro del equipo tirara las cartas de la mesa.

    El joven búho de fuego era un recién nacido por lo que estaba lleno de vida, puede que demasiado. La posibilidad de un combate de entrenamiento le pasó por la cabeza, pero los recuerdos del shroomish desangrándose le hizo rechazar la idea de inmediato. Lo único que sabía en ese momento sobre el tipo volador, es que As parecía ser bastante obediente—probablemente por su naturaleza—, agregando el hecho de que se estaba alimentando de caterpie hasta que ella lo acogió, cuando su comida favorita parecían ser las semillas de sunflora.

    Despertó a sus otros dos pokémon, vistió su uniforme de siempre y salió del centro pokémon cargando la bolsa de cuero, dirigiéndose sin demora al templo de la ley. Después de terminar el registro, guardó su pokédex asignada, luego se acopló al grupo que le pareció el más agradable.

    Recibieron sus provisiones de manos de más miembros de esa religiosa organización para ser los primeros en cruzar el río encima de un wailord y los primeros en separarse. La verdad es que comprendió que sus compañeros decidieran alejarse, a nadie le gustaría despertar para darse cuenta de que el campamento estaba lleno de huevos por culpa de cierto pikachu que estaba babeando en esos momentos. No importaba, estar sola le serviría para estar más al pendiente de sus pokémon, así como ayudarse de ellos.

    Dulcinea cargó con la mochila donde estaban las cosas de acampada mientras que Gonzalez cargaba la comida. As también intentó cargar algo, pero se rindió, volviendo a su brazo que desde ahora iba usar a modo de percha.

    —Lo siento, ustedes también tienen que poner de su parte—dijo Ari ante las protestas de sus criaturitas.


    Bosque de Pan/Veintitrés de Abril

    No recordaba haberse metido a un bosque tan frondoso como este cuando era niña, más que nada porque era peligroso y su padre temía que el descuido a las cosas materiales se trasplante a sí misma. La joven muchacha miraba a todos lados mientras tenía el radar a la vista por si necesitaba huir con alguien más preparado que ella. Entre los troncos salían vulpix que huían al ver a Dulcinea, pese a sus esfuerzos de caminar elegantemente.

    Algunos swellow volaban sobre el cielo, pero no notaba ninguna anomalía en ellos, aunque sentía que una de las zorras tenía la cola un poco más pálida. La verdad es que después se dio cuenta de que era por la luz del sol que entraba a través de los arboles o puede que la tipo fuego estaba en proceso de decolorarse para ser un ninetales. Si González no fue por ninguna de ellas es que As le hacía el favor de mantenerlo lejos a base de picotazos.

    Una manada de shroomish, idénticos al que tenía Braulio—¿lo habrá capturado aquí?—, pasaron al lado de ellos en fila india. Los arbustos se movían a su paso, revelando a pequeños petilil que huyen despavoridos. Unas horas de tanto caminar más tarde, decidió dejarlo por hoy en cuanto el sol terminó escondiéndose. El reloj de su celular marcaba las diez de la noche.

    —¿En verdad huyen por ti?—preguntó Arianne mientras abrigaba a su dragona quien comía impulsivamente de una lata de frijoles.

    El pikachu prendió la fogata con sus chispas y unas pocas plumas echadas sobre una madera seca que la gabite se encargó de recoger. El fuego comenzó a danzar al mismo tiempo que Ari cobijaba a sus pokémon con las mantas que le dieron para ella. Seguramente pensaron que tenía las pokéball para mantenerlos calientitos; se ve que no tuvieron tiempo para conocerse.

    La señorita Labelle suspiró envolviéndose con la chaqueta, recargada en un árbol.

    —Buenas noches.

    Bosque de Pan/Veinticuatro de Abril

    El día jueves amaneció nublado, siguieron la marcha como ayer; la estudiante lideraba la marcha, As volaba al lado de ella mientras vigilaba a su recién compañero aztlaleño quien iba en la tercera posición. Dulcinea estaba hasta atrás. No vieron nada novedoso; más vulpix escondiéndose de ellos en la arboleda, shroomish huyendo entre sus piernas, swellow recorriendo la tela azul en dirección contraria al lado de ella. Si no fuera porque escuchaba el crujir del pasto ante los zapatos de sus compañeros de expedición, lo más probable es que hubiera abandonado.

    En cuanto pensaba en pararse a comer, notó que el pasto no era del mismo tono verde claro. Unas cuantas gotas comenzaron a caer sobre su pelo y sus hombros.

    As voló con rapidez sobre la cabeza de su dueña, recibiendo toda el agua en su plumaje.

    —No, bájate. Te vas a enfermar.

    La mirada de la chica estaba enfocada en su búho de fuego que se negaba a bajar pese a empezar a oírse el típico ruido de la llovizna sobre una fogata. No pudo darse cuenta del caterpie que terminó su vida debajo de su zapato. Escuchó el “splash” cuando era demasiado tarde.

    El cadáver aplastado del pobre gusanito tenía unas cuantas manchas moradas, apenas visibles en sus restos apachurrados. Sus pokémon se acercaron detrás de ella, todos lamentando la muerte de la inocente criatura, excepto Gonzalez que parecía tener el rostro de un luchador de lucha libre por los múltiples picotazos de As. Dulcinea usó sus garras para hacer un pequeño hueco en el que meter lo que quedaba de la preevolución de metapod. Después de un momento de silenció, la felicidad volvió a florecer en su pequeño corazón.

    —Al menos sabemos que estamos cerca—dijo ajustándose la chaqueta.—. Tenemos que seguir adentrándonos.

    La lluvia arreció de pronto, tanto que hasta el pobre rowlet de Aiswass tuvo que esconderse dentro de su bolso. El grupo encontró refugio debajo de un árbol.

    —Deberíamos estar acercándonos a lo más profundo del bosque…

    Una manada de growlithe estaba buscando refugio del aguacero, lanzando aullidos debido a las gotas que eran ácido para ellos. Varios se amontonaron debajo de los árboles, pero uno de ellos se quedó desprotegido.

    No era muy común encontrar esta clase de perrito en los bosques, más bien su hábitat serían las grandes llanuras de Kanto, o de otras regiones como Unova. Una punzada de melancolía le hizo darse cuenta de que un humano debió abandonar a uno de esos pobres animales hace tiempo y han creado una población estable a base de reproducirse con las vulpix. Salió corriendo con la chaqueta en la mano para envolver al cachorro, después volvió a su pequeño refugio junto a sus pokémon.

    Mientras estaban esperando que el tiempo amainara, escuchó algo parecido a un motor proveniente del bulto. Resultó ser el gruñido del tipo fuego quien trataba de liberarse de ella. Alrededor pudo mirar como los otros cachorros rugían en posición de ataque, solo siendo ahuyentados por el agua cayendo a raudales. Deberían aprovechar el regalo de la naturaleza para huir de estos pequeños, pero tampoco quería hacerle daño al pobre animalito entre sus brazos.

    La chica liberó al growlithe en el suelo, después salió corriendo al fondo del bosque junto a sus criaturas. Unos días después dentro del centro pokémon, reflexionó que lo más razonable en ese momento era salir del lugar en vez de adentrarse en él, pues, el Bosque de Pan podría compararse con el mar. Al mismo tiempo que bajas, la fauna es más peligrosa, peculiar y si desciendes demasiado es mucho más difícil salir.

    No podría decirte el tiempo que corrió, solo sabe que después de haberlo hecho durante un rato, se vio inmerso en una parte mucho más oscura del bosque. El pasto parecía carbón como si un charizard le hubiera pasado un lanzallamas. El agua había dejado de caer. El cansancio les hacía temblar las rodillas, a Dulcinea más que nada. Si trataba de dormir en la interperie, era bastante probable que amaneciera con el cuello rajado ni tampoco valía la pena perder el tiempo armando la tienda de campaña, considerando que apenas iba a dar el medio día.

    —Deberíamos seguir…

    Unos cuatro eevee salvajes le dieron la razón. No tenía demasiada energía para correr ni mucho menos sus pokémon. Los zorros si tenían mucha energía para despedazarla. No era momento de pensarlo, pero es extraño que tantos de esa especie estén juntos en un mismo lugar, considerando que es bastante rara y no son comunes en la hierba alta, aparte de que estos tenían patrones morados en el pelaje. Significaba que estaba bastante profundo.

    —¡As, yo te elijo!

    El rowlet salió de la bolsa, la pereza en su mirada. Era el único pokémon en perfectas condiciones. En cuanto buscaba una hiperpoción, se dio cuenta de que solo tenía una pequeña, una pokédex y cuatro ultraball. Su nuevo compañero dejo el cierre entreabierto, ella tiró todo por el suelo sin darse cuenta. Suspiró.

    —¡As, usa picotazo!

    El pokémon regional tomó algo de impulso, luego le desgarró la cara a su rival quien terminó huyendo dentro del bosque. En cuanto terminaron con todos, Arianne capturó a los tres que se habían quedado malheridos. Aunque renunciaba a capturar a otros especímenes ocupando tres de una vez, era insano dejarlos así, además de que cada uno tenía manchas diferentes.

    No podía creer que hubiera salido tan bien. Liberó unos segundos a los tres eevees. Su mente tardó en procesar lo que veía, ocupada en repartir pequeños tragos del medicamento a los animales heridos.

    El primero de izquierda a derecha tragó usando sus cuatro bocas, el segundo cojeaba debido a la falta de una de sus patas, el tercero parecía ser más pálido no porque fuera shiny sino por un defecto de nacimiento que le hacía tener los huesos frágiles. Sus oídos escucharon con terror los huesos del enfermo chocarse entre sí. Mínimo se le veían animados por lo que no tardó en devolverlos a sus esféricos refugios. Sintiéndose agotada, no de manera física precisamente, voltio para ver a los suyos. As parecía más que cansado, el pico lastimado de tantos golpes. Los demás también. Deberían retroceder un poco para recargar energías o al menos eso quería hacer cuando algo más salía de la profundidad. Todos tranquilizaron los músculos cuando una pequeña eevee daba pequeños saltitos, en una escena que hubiera sido de lo más adorable, si no tropezara a cada rato, causándose heridas cada vez más graves.

    La muchacha corrió a acobijarla con su chaqueta olor a canino. Mirándola con más atención, vio la razón de tanta torpeza mientras sentía su corazón quebrarse por completo. Los ojos de la pequeña estaban opacos con el iris morado fosforescente. Es probable que el mineral la haya dejado ciega. Acercó una ultraball, rompiéndose esta al contacto. Recordó algo que le había contado su padre cuando se preguntó si podía capturar pokémon de otros, una especie de chip que hacía que la pokéball se autodestruyera si se acercaba a un pokémon con dueño.

    —Salgamos de aquí—dijo Arianne—. No tengo ganas de seguir.

    «Ni por hoy ni por nunca» pensó dándose la vuelta.

    Durante la noche escuchaba los vagos ronquidos de la eevee, señal de un sueño intranquilo, la estudiante revisaba las entradas de la pokédex sin poder dormir pese a tener todo el cuerpo dispuesto a ello. Al final terminó quedándose dormida con el dispositivo en el regazo, sin importarte los depredadores de alrededor.

    Una pequeña planta salió de entre la espesura, tenía algunos cuantos rasguños, pero nada grave como para sacarla de combate. Siguió a la chica el resto del camino sin que se diera cuenta.

    Bosque de Pan/Veintiséis de Abril
    Arianne estaba a punto de salir del bosque con menos espíritu con el que entró, aunque llevaba a tres pokémon curiosos, no sentía ninguna clase de felicidad. Desde un punto de vista insensible digno de un psicópata, podríamos decir que la pequeña desorientada terminó de arruinar de alguna manera la expedición. Esperaba ver alteraciones igual de hermosas que el ojo de ese ivysaur, saber que el susodicho thelema podría ocasionar cosas así, le llenaba de un sentimiento deprimente.

    ¿El ojo colorado de esa planta también carecía de vista?

    En cuanto vieron la luz de salida, la zorra quien estaba caminando al lado de ellos, parecía sentir menos la esencia de hábitat y quería volver por algún motivo. La chica se encontraba bastante desanimada como para darse cuenta de ese detalle y el comportamiento inquieto lo vio como miedo. Las otras personas alrededor que estaban saliendo al mismo tiempo de ella, seguro que para reponer provisiones, no prestaron atención ni siquiera.

    —No te preocupes, estarás bien—dijo la señorita Labelle quitándose una lagrima que había comenzado a bajar en su rostro.




    Solo Kiwi sabe los cambios que tuvo que haber en este episodio antes de que pudiera llegar a la luz, y lo cerca que estuve de emputarlo, muchas gracias por tomarse la molestia de resolver nuestras inquietudes.
     
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  3. Threadmarks: Capítulo 3-Maddison
     
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    Capítulo 3: Ladrón de leyendas

    Lyses / 18 de abril

    La planta superior era en comparación apenas una pequeña bodega respecto a la biblioteca principal; sin embargo, los pasillos reducidos, apenas visibles entre las hileras de libreros de madera, la decoración rústica y austera que contrastaba con el estilo más moderno y mecánico de la planta inferior, en realidad, le hacía sentir más acogedora su nueva guarida secreta…

    Quizás no tan secreta…

    En una de las pocas mesas se encontraba la chica del día anterior, con un pequeño montículo de libros a un lado. No le agradaba la idea de compartir espacio, sobre todo con la costumbre de entrar a sitios a altas horas de la noche cuando nadie moraba en ellos. La chica se veía tan recluida en su lectura que si tenía suerte ni siquiera le notaría. De todos modos, no se sentía verdaderamente con prisa y la medalla le garantizaba poder buscar a placer. Qué raro era tener el tiempo a favor, al menos por una vez.

    Recorrió con la mirada uno de los estantes que, a diferencia del piso inferior, no tenía marcada ninguna clase de inscripción sobre el tipo de libros que ahí se encontraban, encima, muchos de los libros de tapa dura ni siquiera tenían grabado en el lomo por lo que tendría que inspeccionar uno a uno el contenido.

    Si esa era una prueba de paciencia, la iba a tener que afrontar.

    Perdió la noción del tiempo, la chica hacía horas que se había marchado y las luces de emergencia se habían encendido. Llevaba inspeccionado alrededor de treinta libros de medicina, botánica, geopolítica y, por su puesto, información ultra super técnica sobre los pokémon de la región. De la tirara o del dichoso Menasis, nada.

    Se había inmerso tanto en la búsqueda y en la frustración de no encontrar lo que necesitaba que cuando oyó la voz del guardia sintió como le volcaba el corazón y salía el alma de su cuerpo (o lo que le restaba después de tantos ataques por parte de Litwick). Fue tanto su desconcierto que no pudo evitar alzar las manos y gritar a viva voz: “¡No he sido yo!”

    —Es hora del cierre y nadie puede permanecer dentro de la biblioteca.

    —Oh…

    Qué convincente había sido… y quizás nada tenía que tenía que que tuviese puesta la medalla por encima de su capa…

    No le costaría demasiado volver a entrar, pero tener que pelear contra las cámaras y el hecho de que a Litwick tarde o temprano le daría por salir a merendar poniendo en riesgo toda la biblioteca no era plan, así que regresaría a su refugio improvisado a descansar un poco.

    Descansar tras leer un par de libros que más o menos habían captado su interés y quería leer más a fondo.

    Lyses / 19 de abril

    El cielo nublado del día anterior había resultado la antesala de la primera tormenta tropical del año. Llegó a la biblioteca bajo un pedazo de plástico encontrado entre la basura de algún lugar de la ciudad. Estaba prácticamente desierto, incluso hasta el guardia de la planta se sorprendió al verle. “Pensé que todos los acreditados irían a la excursión con el señor Sogia”. Subió de nuevo a continuar con su investigación y pasearse entre los estantes escogiendo uno de aquí y otro de allá, le daba algo de gracia sentirse como niño pequeño indeciso ante qué sabor de helado quiere escoger.

    Claro estaba, todo sería más fácil si hubiese un libro con letras doradas bajo el título de “Mitos de Aiwass” pero si la vida fuese tan sencilla dejaría de ser emocionante.

    Lo otro que saciaba sus ansias era una pequeña sección apartada de los estantes, una pared de vidrio reforzado y cerrada con llave con varias cámaras en su interior. En cuanto desacatara que los libros no le servían, no dudaría ni un segundo para entrar a investigar.

    Pasaron por sus manos libros tales como “El libro pokémon de los récords mundiales”, “Registro contable de la ciudad de Teseus” y posiblemente el más interesante: “Aplicación de la metodología de la investigación para el desarrollo de nuevos materiales en la industria” en el cual entre toneladas de conceptos matemáticos y de ingeniería apenas y había una pequeña mención sobre la Thelema y su efecto en cuerpos orgánicos. Algo que se resumía a que había que tener cuidado con esa cosa por ser radioactiva.

    Y las lecturas soporíferas continuaban y continuaban en lo que comenzaba a hacerse algo a la idea sobre algunas cuestiones de la región y apellidos que parecían repetirse en los libros: unos tan Lann y otros Frey.

    Política, más política, conflictos, guerras, tiempos difíciles y descripciones que cada vez tenían más de magia que de tecnología…




    Abrió lentamente los ojos. Se llevó las manos a la cara y dio un bostezo largo y tendido, tardando un poco en comprender que se había dormido. La idea de continuar durmiendo un poco más resultaba tentadora hasta que el ver al Litwick sobre la mesa le hizo sobresaltar. ¿En qué momento se había escapado?

    Y ahora que lo pensaba mejor… ¿qué hora era?

    No había ninguna clase de ventanal en la sección superior para guiarse, así que sacó un pequeño dispositivo de una de sus bolsas que le daba diversos datos. Cinco para las nueve. Era raro, juraría que el día anterior el guardia ya le había hecho desalojar desde mucho antes. ¿Sería que simplemente no le había visto? No tenía sentido.

    La llama del pokémon vela chispeó intensamente, recordándole que tenía una preocupación mayor.

    En sus manos tenía in libro.

    —Yo vine aquí a investigar, no a saciar tu piromanía —regañó quitándole el libro.

    Enojada, se lo arrebató usando el poder de su llama como su fuese una mano. Siendo un tipo fantasma, podía decidir a voluntad qué se quemaba bajo su fuego infernal y qué no; parecía demasiado encaprichada con el libro como para ser material de fuego de artificio.

    Sin esperar a la contestación de su “dueño”, abrió nuevamente el libro en donde se había quedado.

    La pagina tenía un grabado bastante bonito y llamativo. Parecía tratarse de un pokémon. Uno que no recordaba haber visto nunca.

    Fue entonces cuando vio la inscripción debajo, apenas legible en una engorrosa letra cursiva.

    “Menasis en el Bosque de Pan. Siglo V a.p. Autor desconocido.”

    ¡¿Cómo diablos?! ¡Maldito pokémon, se la había vuelto a jugar!

    —¡Déjame ver eso! —pidió al pokémon ante el temor de que fuera a cometer una estupidez, como casi siempre.

    Pero no parecía muy dispuesta a soltar el libro.

    —Anda. Te dejaré darle un susto a alguien.

    Parecía comenzar a ceder…

    —Te conseguiré un helado Vanillite, sé que te gusta ver cómo se derriten mientras te los comes.

    Dando un pequeño salto de alegría, dejó que Mad se sentara con calma y comenzara a inspeccionar el libro. Más que un libro parecía una colección de manuscritos con una cubierta gastada y verde. No tenía nada ni en el lomo ni sobre la tapa, pero en su interior, la portada tenía como título “Cancionero Popular de Aiwass”. El libro venía acompañado de una serie de grabados de tiempos remotos que ilustraban gente y pokémon danzando al compás de una melodía que emocionaba sus corazones hace cientos de años. A Litwick parecía gustarle los dibujos porque, claro estaba, qué otra cosa podía interesarle de un libro; no es como que los pokémon supieran leer.

    Una vez más regresó la página donde la mítica criatura. Parecía una especie de Arbok fusionado con un Fearow y con la cresta de un Gyarados. Algo de la figura ambigua se asemejaba a una corona. La página siguiente rezaba:

    ¿Ves, Desesperación, ese arroyo que girando
    entre cañas y flores
    les da verdor, a éstas olores?
    ¿No vez como tu cuna abandonando,
    ya con pasos inciertos
    ya muy lejos de su plácido oasis,
    va solitario a atravesar desiertos?
    Pues mira en la imagen de Menasis.


    Aquella estrofa le generaba más dudas que respuestas, pero antes de poder hojear, escuchó un ruido.

    Pasos.

    Más de uno.

    Pasos pesados y sincronizados, como marcha militar.

    Algo no iba bien y tuvo que habérselo figurado desde el momento en que el guardia nunca subió.

    —Litwick, prepárate, vamos a tener compañía.

    Segundos más tarde subía una escolta de hombres de gran tamaño, todos ellos de aspecto militar y armados con un par de dispositivos de captura. Tenían toda la pinta de ser… mercenarios.

    Mad miraba con es estómago revuelto desde la mampara del techo gracias a la acción de su gancho. Si había algo que odiara más que a los cazadores era a los mercenarios, al menos los primeros valoraban bastante su vida. Un mercenario no era más que una carcasa vacía, un ser sin alma ni emociones capaz de cometer las peores atrocidades el nombre del dinero y del “honor” de su dueño; siempre a las sombras, siempre morando con y para la muerte.

    De entre todos sobresalía un hombre de boina y pañoleta roja al cuello, claramente el líder del grupo. En sus manos tenía una jaula con un pokémon cautivo. Y a sus pies se encontraba un sujeto, atado y visiblemente golpeado.

    —Señor, no cree se debió dejar al A7 dentro del vehí…

    —Esta sabandija es más escurridiza de lo que aparenta —contestó golpeando al pobre joven de cabellos plateados—. Lo que vale tu peluche marica apenas y va a cubrir una parte de los gastos y no pienso matarte hasta que hayas pagado todo lo que le debes a la organización. Lo de Irina va a costarte el trasero.

    El Sentret de pelaje mentolado comenzó a golpear contra los barrotes ante la desesperación de ayudar a su dueño, pero una corriente eléctrica recorrió su cuerpo haciéndole chillar de dolor.

    Mientras Mad veía con indignación la escena, Litwick se asomaba por sobre su hombro con cierta fascinación. Como ser que se alimenta de las mas turbias emociones y del dolor ajeno, la presencia ominosa de ese hombre era tan atrayente como para un muerto de hambre lo sería un bufet de todo lo que pueda comer.

    Al sujeto le bastó chascar los dedos para tener al grupo de hombres inspeccionando por todo el lugar. Y si Mad deseaba hacer algo al respecto tenía que seguir observando. Analizando.

    Lo primero que le sorprendió era la relativa tranquilidad con la que actuaban. En operaciones “relámpago” las fuerzas armadas intervenían de manera brusca, destruyendo todo a su paso, incluso a costa de dañar a su presa o lo que fuese que buscasen. Y el hecho de que ni siquiera volteasen a ver a las cámaras o intentasen destruirlas decía que no estaban preocupados por la seguridad.

    ¿Las habrían desactivado antes de entrar? (¡Si tan sólo lo hubiese sabido antes!)

    Se le ocurrió, así nada más como idea, que sus intereses en ese instante eran los mismos y no estaba dispuesto a cederles su más reciente descubrimiento. Lanzarse al ataque sería suicida, si uno de esos hombres (o para el caso, pokémon) le ponían la mano encima no iban a dudar en romperle el cuello.

    ¿Qué podía hacer?

    Por esta vez, tendría que pedirle ayuda.

    No parecían estar dispuestos a hojear uno por uno y todos los libros eran tomados y arrojados en bolsas. Uno de los hombres estaba a punto de tomar un libro cuando éste salió… volando.

    Luego otro… y uno más.

    De golpe, cientos de libros salieron disparados como proyectiles y tras golpear no caían al suelo, sino que planeaban y volvían a atacar como si fuesen una parvada de Spearow.

    —La jefa mencionó estaría vacío, pero parece que algún chistosito se ha colado —escupió el líder. Sin moverse de su posición, sacó un visor de calor para escanear el área. Así, pudo ver una pequeña mancha. —Al ala izquierda, en posición de ataque, YA, YA, YA.

    Los hombres se movilizaron al instante a donde les habían ordenado y al llegar encontraron varios libros desperdigados en el suelo formando un círculo externo y a su centro una poderosa llama violácea que chispeaba con una intensidad feroz y espectral, un auténtico altar diabólico.

    Aunque lo que de verdad heló el corazón de los hombres fue que, al momento de voltear, había un pequeño pokémon flotando… de que golpe se había transformado en una diabólica criatura gigantesca con los ojos inyectados en sangre y colmillos dispuestos a desgarrarles la carne.

    —¡Qué están haciendo, imbéciles! —gritó al mirar por el visor que todos sus hombres se movían de forma errática ante lo que emanara esa fuente—. Mierda, deben estar atacando con algún pokémon psíquico o fantasma.

    Siguió usando el visor para encontrar al responsable. Nada, la única fuente de luz y algo de calor era la que emitía la mampara…

    ¡Jodido! Había caído en una trampa básica, estaba tan confiado en que sería una misión tan fácil que esos segundos de inseguridad le habían costado que esa cosa pegajosa se impactase de lleno en su cara. Y esos breves segundos que le llevó al capitán recuperar la visión y el control de sus manos fueron más que suficientes como para que Mad saltara del techo para tirarse en caída libre, con la navaja escondida en uno de sus botines de tal manera que la fuerza de la caída fuese la suficiente como para cortar la cuerda que tenía atado al chico o al menos aflojarla. Un breve error de cálculo le hubiese dejado una graciosa cicatriz en toda la cara, pero era un riesgo que estaba dispuesto a correr (el chico quién sabe).

    Silbó para llamar a Litwick que casi al instante apareció de un libro cercano para montarse de nuevo en su hombro, apuntó con el gancho ya montado en su mano derecha para bajar de un solo salto a la planta baja…

    Cuando de las sombras algo salió a toda velocidad, una saeta roja disparada por el mismo diablo- Sintió el golpe justo en el estómago y antes de poder procesar el dolor, Mad ya había salido disparado casi diez metros rompiendo el vidrio templado del fondo del nivel.

    Con vidrios incrustados por todo su cuerpo y un dolor terrible que apenas y le tenía consciente apenas y pudo levantar el rostro para contemplar un pokémon rojo como la sangre y de coraza reluciente.

    Esos malditos, siempre jugando con sus pokémon como ases bajo la manga.

    Para su desgracia, al pokémon ya se le habían unido más: tres Machamp y dos Pangoro.

    Genial, ni siquiera se dignarían a acabar con su vida con sus propias manos.

    Pese a sus diferencias, Litwick se veía preparada para atacar y defender a su principal fuente de alimento y transporte para viajar por el mundo.

    —N-no —apenas y podía articular palabra alguna—, si ata-cas… podrías incendiar…

    El resto de los hombres se veían dispuestos a darle el remate, pero el líder intervino: ellos tenían trabajo que hacer y que del resto se encargaran los pokémon. Los ojos del chico destellaban una enorme ira y sed de venganza.

    —Sé que si pudieras intentarías matarme —hizo especial énfasis en la palabra de que ese intento jamás se haría realidad—. Una lástima que no puedas mover ni un dedo sin que tu amiguito sufra en el proceso.

    Y con una sonrisa sardónica, volvió a activar el mecanismo de la jaula a máxima potencia, sin importarle si mataba al pokémon o no porque esa era de una de esas pocas veces que el sufrimiento ajeno le era más importante que el dinero.

    Con los pokémon más que dispuestos a hacer malabares con sus piernas y brazos, Mad tenía que pensar ya mismo como escapar de ahí. Si volvía a usar el gancho quizá esta vez estaría a tiempo de poder escapar de sus fauces, aunque sabía sin saber cómo lidiar con los mercenarios… tendría de improvisar, como casi siempre. Al intentar mover su brazo sintió algo extraño en el piso, cosa que le hizo perder por un momento la concentración…

    Error. En ese momento todos los pokémon se encontratan preparando un Hiperayo en su contra mientras que Litwick había decidido ignorar las órdenes y ya preparaba un buen disparo pirotécnico. Por inercia, se cubrió el rostro alzando el objeto del piso…

    Aquello comenzó a brillar. Fue solo un segundo, pero aquella luz embelesadora y celestial no parecía tener el mismo efecto que el Flash de Lanturn. Era una luz mucho más suave, cálida la que llegó a los ojos de los pokémon que, en ese momento, se convirtieron en haces de luz rojas para volver a las pokébolas de sus amos sin que estos se lo ordenasen.

    No solo eso, incluso la voluntariosa Litwick regresó a su pokébola tras ese destello, incluso, había sido tal que el Sentret que se encontraba preso también lo había presenciado, haciendo que su cuerpo se volviese una forma de energía capaz de fugarse de la jaula.

    —¡¡¿Qué?!! ¡¡Eso es imposi…!!

    No pudo terminar la frase, aprovechando el descuido y la liberación del rehén, el chico impactó con fuerza sobrehumana aquella mole de músculo.

    Mad seguía sin procesar qué había pasado, pero sí le quedaba claro que ese era el momento para escapar. Pese al dolor y las heridas, logró engancharse al arnés metálico del techo para conseguir el impulso y poder llegar a las escaleras.

    El resto de los soldados gustosamente se hubiesen encaminado a seguir a aquel buscaproblemas pero el grito del líder les había dejado bien el claro cuál era la prioridad: A7 estaba libre, con su pokémon de vuelta y esta vez un ataque sorpresa no iba a servir de nada. Y eso, aparentemente, no era bueno.


    Cuando sintió que había avanzado un buen tramo entre las entrañas de la ciudad, dando vueltas entre los callejones y las calles donde era fácil perderse, por sin se sintió con la seguridad para casi desplomarse en el piso y respirar pesadamente.

    Esa había estado condenadamente cerca.

    Esta ves sin dolerle tanto el orgullo, tomó una pokébola de su cinturón. De la esfera, salió un regordete pokémon rosado que movió sus orejitas al ver el estado de su portador. Sin decir nada, el pokémon puso sus manos sobre el rostro de Mad y cerrando los ojos comenzó a emanar una energía rosada que comenzó a recorrer todo su cuerpo. Gracias al Pulso cura, por la mañana ya sólo tendría raspones y heridas menores.

    Sin previo aviso, Litwick había vuelto a escaparse y esta vez más que molesta se mostraba confundida ya que no recordaba que la hubiesen llamado de vuelta. En realidad, se veía bastante amable y gentil… hasta que vio que Audino también estaba fuera.

    A Litwick le incomodaba el aura linda y positiva del pokémon rosadito pese a que lo que recordaba de la tabla de tipos nada indicaba que los tipo hada le hiciesen daño de consideración a los fantasma. Posiblemente su Litwick era en realidad de tipo siniestro y en una vida pasada fue un dragón. Sin decir nada, regresó a su pokébola con cara de “no cuenten conmigo en los próximos días” y Mad comenzó a reír por el asunto.

    Sintiéndose mejor, volvió a examinar aquella cosa. Parecía un simple bastón de piedra en cuya punta se encontraban varias cavidades recubiertas de algo brilloso. El bastón tenía grabada algunas inscripciones de un idioma desconocido. El qué era y descubrir con exactitud qué hacía sería también una de sus próximas metas. Por otro lado, echo mano al bolsillo secreto que tenía en la espalda para sacar el libro. No pensaba robarlo teniendo acceso libre a la biblioteca, pero las cosas habían cambiado; no podría volver ahí ni quedarse en Lyses. Volvió a echar una mirada a aquel dibujo de la bestia mítica y a la leyenda inferior: “Menasis en el Bosque de Pan”

    Tuvo todo el presentimiento que la respuesta a ambos misterios se encontraba ahí, así que buscaría un lugar lo más a las orillas de la ciudad, andaría por ahí para evitar que le siguiesen y entonces se encaminaría al bosque.




    Camino del Rayo/ 20 de abril

    Había conseguido un mapa en el departamento de turismo de la ciudad y otro en una tienda de antigüedades en uno de los barrios viejos (y el lugar se veía tan decadente que esta vez decidió pagar el costo en vez de usar un descuento mágico). Era increíble lo mucho que la región había cambiado apenas en cincuenta años, parecía que antaño no era ni la sombra de lo que hoy días Aiwass parecía proyectar al mundo.

    Se preguntó si esa era la razón por la cual no recordaba ninguna historia por parte de su abuelo acerca de aquel lugar. Y joder que el hombre había recorrido buen trecho del mundo.

    Ambos mapas señalaban un lugar en medio del bosque llamado Ciudad (o Pueblo, en el anterior) Alseide con diferencia que el reciente marcaba una ruta al sur de Lyses llamada “Camino del Rayo” así que decidió ir por ahí…


    —No puedes pasar sin la medalla Raíz —enunció el guardia con voz casi robótica en la caseta de vigilancia.

    —Tengo esta… ¡y la he pasado con el examen! ¿Es la especial, no?

    —Sin medalla Raíz o permiso emitido por Icaros no se permite el acceso.



    ¡Estúpido Litwick!

    ¡Estúpido pajarraco!

    Además de ser algo sumamente estúpido le sorprendía de sobremanera que el camino estuviese tan fuertemente resguardado, por lo que entendía, Alseide ni siquiera era un lugar importante como para escudriñar a todo el que quisiese entrar. El motivo que le habían dado de tanta seguridad era la seguridad del usuario ya que en el bosque habitaban pokémon sumamente peligrosos que podían poner en peligro la integridad del visitante y por ello todo el sendero se encontraba fuertemente amurallado.

    Cosa que no se iba a tragar tan fácilmente.

    Decidió pasar del camino seguro, total, de todos modos en algún momento le iban a ganar las ganas de meterse a explorar entre la maleza en búsqueda de pistas. Anduvo más al este a buscar un segmento angosto del rio que conectaba al bosque y comenzar su andanza por ahí.

    Bosque de Pan / 23 de abril

    Ya llevaba un buen trecho recorrido gracias al compás, un buen sentido de la orientación y a la dotación de barritas energéticas que mantenían a Litwick ocupado como para sacar sus instintos a flote. Llegó por fin a la parte donde los árboles espaciados, grandes extensiones de flores y pasto y pequeñas posas de agua se tornaban en una versión de pesadilla. Arboles tan frondosos y encimados que parecían formar un domo que no permitía el paso de la luz, y en la perpetua oscuridad donde no se sabía si era de día o noche las bestias se encontraban activas permanentemente. Los alegres Petilit y Sunflora que había visto a la entrada se habían transformado en Ariados hambrientos y Parasect con la muerte escrita en la mirada.

    El lugar tenía suficientes elementos de “humanos, no pongan un pie aquí” que en realidad parecía un buen candidato a tener alguna pista de su búsqueda.

    Necesitaba saber más de Menasis. Incluso, encontrarlo.

    Necesitaba más datos sobre el artefacto de Ciudad Lyses.

    Necesitaba saber qué era “Desesperación”.

    Y sobre todas las cosas, ansiaba ver qué obtenía al juntar todas estas piezas de las que tenía la certeza le llevarían a descubrir algo mucho más grande, quizás la clase de tesoro que toda su vida había anhelado.

    El tiempo en aquella parte del bosque no existía ya, podían ser horas o días enteros, el lugar se mantenía con una naturaleza inmutable, muerta. Incluso la brújula, por alguna razón comenzó a fallar. A donde quiera que se dirigiera tendría que hacerlo con los ojos vendados.

    Continuó con su camino hacia ningún lugar cuando el terreno comenzó a tornarse violentamente pantanoso, incluso con una linterna potente la visión era bastante limitada. Una vez más, echó un suspiro largo y tendido antes de sacar otra pokébola y lanzarla al aire.

    —Lanturn, ilumina el camino.

    Con la luz del pokémon, comenzó a andar a paso lento entre el barro y la hojarasca muerta hasta el punto donde tuvo que subirse al lomo del pokémon para atravesar una ciénaga.

    El único sonido presente era el aleteo de su pokémon sobre el agua, aquel lugar estaba completamente en silencio a diferencia de unos metros atrás del alarido infernal de los pokémon reclamando a los intrusos por pisar su territorio.

    Pese al silencio y una buena audición, ni siquiera Mad pudo escuchar el leve burbujeo que se formaba a sus espaldas…

    —¡Detrás de ti!

    Con desconcierto, miró detrás…

    ¡Un gigantesco Swampert cubierto en algas y barro había agarrado la pata trasera de Lanturn, dispuesto a llevarlo al fondo para merendarlo! Mad intentó patearlo sin suerte alguna.

    —¡Onda trueno!

    El pokémon lanzó una corriente eléctrica al pokémon con la finalidad de que lo soltara… sin éxito. Diablos, seguro también era tipo tierra… cosa que hubiese sabido su hubiese agarrado un libro de datos básicos de pokémon en vez de ese registro contable.

    Con todo y pokémon, la criatura le hundió mientras Lanturn seguía luchando por soltarse. El agua era tan terriblemente lodosa que no podía ver nada y casi no podía respirar. Donde se lo pensara mucho ya podría hacer de ese lugar su tumba. Para desgracia del pokémon, Mad conocía bien la ubicación de sus accesorios, cosa necesaria al explorar una cueva o lugar cerrado sin la posibilidad de iluminarse. Y la ubicación que mejor conocía era la de la pokébola de Litwick…

    ¡Ploc! ¡Ploc! ¡Ploc!



    ¡¡Ploc!!

    La explosión de los gases del pantano logró mandar a volar a Mad, Lanturn y Litwick hasta el otro lado y por su bien esperaba que ese renacuajo estuviese bien enterrando en el fondo.

    De momento sólo tenía dos cosas claras: Que seguía detestando a los pokémon y que aquella voz claramente se trataba de la de una mujer.

    Thranduil lo que te comentaba, dime si así esta bien lo le edito
    lo mismo para Gold y Kiwi
     
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  4. Threadmarks: Capítulo 3-Koiso
     
    Armiel

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    Camino a Efesto / 21 de abril

    El grupo de exploración había tomado un descanso en su largo desvió que tenían que hacer para llegar a la fortificada ciudad conocida como Efesto. Debido a cierto incidente la mayor parte del grupo se mantenía unido cuidando que nada peligroso volviese a ocurrir, excepto una persona.

    Koiso se encontraba alejada en una arboleda descargando su frustración ya que por muchas ganas que tuviera de gritar el hacerlo la dejaría sin poder hablar hasta que estuvieran en la próxima ciudad. Por lo que se limitó a destruir arboles con ayuda de Charmander y Crobat hasta que su ira amainara.

    Son todos unos inútiles –se sentó ya más tranquila —Aunque eso me incluye a mí. Nunca pensé que actuaría así ante una amenaza directa contra su integridad.

    Rememoro la escena muchas veces para corregir sus errores en un futuro y demostrar que estaba en lo correcto. Los principales baches a superar eran dos: la sangre y el cuerpo. La primera podía ser fabricada así que solo debía asegurarse de probarla para verificar su autenticidad, pero su apariencia era el misterio actual ¿Cómo se las arregló para tomar forma humana?

    Dirigió la mirada hacia sus pokémon.

    Si tan solo alguno de ustedes pudiera aprender Profecía o Rastreo podría demostrar que esa “niña” es una vil estafa.

    Sabiendo que lamentarse no le llevaría a nada decidió regresar a la caravana. Regreso a su Crobat a su Acopio Ball, pero cuando iba a tomar la de su Charmander un pequeño pokémon surgió de la maleza.

    Por la estructura de su cuerpo parecía un Tipo Bicho, era de un rojo intenso con excepción de sus patas traseras y antenas de un tenue gris. Era de la misma altura de Charmander y le miraba de forma desafiante con su único ojo.

    Esto es oportuno. Ese pokémon servirá para entrenarte Charmander ya que desde que te tengo no has luchado mucho así que practicaremos morse esta vez.

    El lagarto de fuego asintió al entender que sería entrenamiento.

    (.-)

    Koiso emitió un silbido y en respuesta Charmander ataco con una pequeña llamarada blanca. El pokémon enemigo respondió liberando fuego azul. Ambos ataques al chocar se consumieron entre si soltando una humareda.

    ¿Eso fue Furia Dragón? Creo que esa cosa era más fuerte de lo que esperaba creo que necesitare a Crobat –antes de poder mover el brazo Koiso fue impactada por un ataque —¿¡Qué demonios!? ¿Tela? –una masa blanquecina cubría su mano impidiendo tomar cualquier cosa —Sabe cómo luchar contra humanos. Que espécimen tan curioso.

    Pequeños choques hicieron eco luego del ataque a Koiso hasta que el humo disipo. El insecto intentaba dar un bocado contra la lagartija, pero no podía igualar la velocidad natural del espécimen de Aiwass.

    (--. / --)

    En respuesta a los silbidos la garras de Charmander tomaron un tono metálico, dejo de esquivar y cuando su oponente iba a dar bocado este contuvo su mandíbula dejándola abierta de par en par.

    Koiso noto que la fuerza física del insecto era demasiado alta ya que podía empujar con facilidad a Charmander mientras forzaba el cierre de su quijada a pesar de que la habilidad de su pokémon fortalecía su movimiento.

    Esto es malo. Si sigue así perderá. Debo hacer que ataque al interior de su boca. –pensó.

    A pesar de que el plan llego rápido a su mente para cuando iba a hablar las llamas azules de la Furia Dragón arrojaron a su Charmander contra un árbol. Koiso reaccionó de inmediato con su brazo libre para enviar a Crobat, pero de la misma manera el pokémon arrojo más tela sobre ella y esta vez impacto con fuerza suficiente dejándola en el suelo.

    No me gusta el desarrollo de esto –se decía a si misma.

    Koiso vigilaba con algo de pánico al desconocido pokémon ya que no conocía su naturaleza. Este se acercó a ella, dio una vuelta a su alrededor, se acercó a su rostro y le olfateo o eso entendía ella. Cuando vio que abría la boca se limitó a pensar lo peor.

    Con una velocidad el doble de lo normal su Charmander intercepto al pokémon empujándolo contra un árbol. El tipo fuego había usado Agilidad y Garra Metal sin necesidad de una orden al ver a su entrenadora en peligro. Aprovechando el aturdimiento libero a Koiso cortando la tela que la sujetaba al suelo.

    Es bueno saber que puedes resistir una Furia Dragón directa, pero estas muy dañado de todas formas –miro una Acopio Ball que rara vez usaba —No pensé que terminaría usándolo de esta manera.

    Presiono el botón liberando el haz de luz sobre el pokémon insecto y este fue aplastado por una masa de roca que respondía al nombre de Caldrows. Al acercarse para revisar el estado de ambos pokémon noto como el primero ni se inmutaba ante lo sucedido manteniendo su forma habitual que lo había confundido con un adorno mientras el segundo, aunque fue aplastado, se apreciaba que solo estaba inconsciente.

    No sé qué eres, pero tu manera de actuar me impresiona para ser una especie salvaje –arrojo una Acopio Ball —Siento que serás una buena adición a mi equipo –el aparato se meneo un par de veces hasta dar el aviso de captura exitosa.




    Efesto / 23 de abril

    Habían abandonado Lyses hace casi una semana para poder llegar a Narciso, pero circunstancias mayores los habían obligado a quedarse atrapados entre las murallas de la majestuosa ciudad de acero, Efesto.

    Koiso se encontraba junto a Taena Ericksen la actual líder de gimnasio en una pequeña operación rastrillo junto a algunos guardias en la zona donde ella había visto a los ladrones ingresar. La joven líder no se mostraba muy confiada ante la pálida informática adicta al café, pues apenas dio su ultimátum al grupo comandado por Scylla ella se ofreció a ayudarle sin chistar ni pedir nada y eso le provocaba inquietud por lo que decidió averiguar sus intenciones, aunque sea de manera directa.

    ¿Por qué te ofreciste a ayudar? ¿Qué buscas conseguir de esto?

    Koiso le miro sin mucha preocupación, dio un sorbo al pequeño termo que traía consigo y respondió.

    Porque odio a los ladrones. Y no busco nada a cambio, es más una manera de seguir liberando mi estrés causado por ese montón de idiotas que tengo por equipo.

    Respondió de manera sincera. La pelirroja noto que decía la verdad y que genuinamente sus intenciones eran buscar a esos criminales. Cosa curiosa, pues rara vez se escuchaba una declaración tan sincera.

    Comprendo. Confiare en ti por el momento.

    Cuando volvió su mirada a la informática esta se encontraba entregando una cuchara a su Crobat e indicándole que se acerque a unas cámaras que los guardias le habían revelado.

    ¿Qué estás haciendo?

    Verifico si usaron poder psíquico en el sistema de seguridad.

    ¿Con una cuchara? –dijo confundida —Eso no tiene sentido.

    La había conseguido originalmente para rastrear a cierto Ralts Shiny, pero ocurrieron varios percances –sacudió la cabeza para dejar de pensar en ello.

    Eso no me explica nada.

    No es cualquier cuchara, es una “cuchara torcida”. Es un objeto naturalmente afín al tipo psíquico como los revestimientos metálicos a los que debes estar familiarizada –Taena parecía comprender a donde quería llegar —Tú fuiste testigo de que el pokémon usado para retenerte fue un Alakazam. Si además lo usaron para burlar las cámaras abran remanentes de su poder en la zona y la cuchara reaccionara a estos.

    Acabada la explicación un guardia dio aviso que el Crobat de Koiso emitía un brillo rosa. Ambas voltearon de inmediato para observar como la cuchara se mantenía levitando en las alturas unos segundos hasta caer al suelo por la gravedad.

    Esto confirma lo que temía – Koiso recogió el utensilio y se dirigió a Taena —Las grabaciones de esa noche deben estar alteradas por aquel Alakazam. Si me das permiso para ingresar al sistema puedo crear algo que nos permita ver lo que realmente grabaron las cámaras y descubrir a los culpables.

    La líder de gimnasio guardo silencio meditando si era una buena idea aceptar la sugerencia de aquella mujer. En los cinco días desde el incidente no habían encontrado ningún tipo de pista que los guié, pero ahora en un par de horas ya habían encontrado un rastro y le estaban ofreciendo una manera de seguirlo.

    Bien, te guiare al centro de seguridad –concluyo su debate interno al considerar que era la mejor opción si quería preservar el orden de su ciudad —Pero te tendremos vigilada para que no hagas nada raro.

    Acepto –respondió —Será más agradable que las miradas acusadoras que no paran de lanzarme en el centro pokémon –pensó para sus adentros.




    Efesto / 24 de abril

    Desde la noche anterior y parte de la mañana Koiso estuvo revisando las grabaciones de las cámaras que rodeaban la zona del atraco. Los videos no mostraban nada fuera de lo normal y eso había sido un error que no debieron de notar los culpables: en la pantalla se podía observar la noche tranquila y a Taena caminando en la cima de las murallas, pero pasados unos quince minutos de golpe pasaba a revelar el caos generado por el robo. Probablemente era la primera vez que usaban un pokémon psíquico para inutilizar tecnología.

    En la tarde gasto la mayor parte de su tiempo recolectando una lista de materiales que había escrito y consultado a la líder en donde conseguirlos dentro de la ciudad. Según la explicación que pidió era una especie de aparato que le permitiría mostrar lo que realmente grabaron las cámaras, pero que estaría listo al menos en 2 días porque debía asegurarse que funcione tal como deseaba.




    Efesto / 25 de abril

    Veo que sigues trabajando.

    Taena entro en la habitación donde se encontraba Koiso dentro de la sede de seguridad. Por alguna razón ella pidió quedarse alejada de su grupo ya que según ella no era bienvenida allí al menos hasta que la marea se calme.

    Mientras más rápido encontremos a tus ladrones más rápido podre encontrar al que yo busco.

    Koiso le contestaba mientras parecía estar soldando algo o eso creía Taena, aunque era una entrenadora especializada en el tipo acero no era más que una novata en la tecnología que estos representaban supuestamente.

    Tiene que ver con ese Ralts que mencionaste hace unos días.

    Que buena memoria. Es correcto, es el pokémon de un ladrón que descubrí en Lyses que se las arregló para mantenerse a salvo, pero ya le llegara la hora. Yo lo sé. –Koiso reía mientras parecía murmurar de forma ininteligible maldiciones hacia alguien.

    Ignorando el errático estado de la informática la líder se dedicó a examinar su rostro y apariencia. No sabía porque, pero tenía la sensación de que conocía o de mínima había visto a esta mujer en algún lugar antes. Sin embargo, algo no terminaba de convencerla por mucho que lo pensara. Había algo que le impedía relacionar a la persona frente a ella con alguien de sus recuerdos.

    Maldición –una fuerte queja despertó a Taena —Se acabó más pronto de lo que pensaba.

    Aquella mujer ahora con una actitud que se podría llamar infantil agitaba un termo vacío en un vano intento de que fuera mentira.

    Puedo pedir a alguien que lo rellene.

    No es necesario –la afilada mirada que tenia se había suavizado —Iré yo misma a buscar más suplemento de vida. –hasta su forma de hablar era distinta —Asegúrate que nadie entre aquí o haré que este bicho rojo que capture antes de este enclaustramiento los muerda a todos.

    Declarando esa ridícula amenaza Koiso abandono el sitio dejando a una extrañada Taena quien comenzó a pensar que estaba tratando con una persona diferente el día de hoy.

    Algunas horas habían pasado desde que decidió salir a buscar algo que ya no recordaba que era. Siendo precisos, ella no recordaba cómo o porque estaba en la ciudad en ese momento.

    ¿Qué ha pasado? –Koiso indagaba en que zona de la ciudad se encontraba, tenía una leve migraña y sus ideas aun necesitan tiempo para organizarse.

    Al igual que todos los edificios de Efesto conservaba el estilo medieval rustico. Sin embargo, las murallas se sentían más elegantes gracias a la serie de grabados que representaban la convivencia entre humanos y pokémon, los vitrales parecían representar alguna especie de pokémon de cuerpo alargado y oscuro, cuando decidió prestar atención a si misma vio que se encontraba sentada en unas escaleras con una especie de colgante con una estrella de seis puntas.

    ¡En el nombre de Arceus! –la sorpresa repentina le hizo botar un vaso desechable que había en su mano el cual cayó sobre su Charmander quien se encontraba a sus pies. Por el contenido derramado pudo saber que se trataba de café barato (del que reparten para la caridad) y uno bastante cargado por su aspecto. La lagartija de fuego al notar que su entrenadora había vuelto a la normalidad a gruñir de alegría.

    Espero no haberme metido en nada raro.

    —Señorita se encuentra bien –un joven de unos quince años con el mismo colgante que portaba en su cuello corrió hacia ella.

    Disculpa ¿me puedes decir dónde estoy?

    —¿Eh? ¿En serio está bien? Está actuando raro.

    Viendo la reacción Koiso pudo deducir la situación en la que se encontraba.

    Mira chico. No sé qué es lo que haya dicho o aceptado –retiro el colgante de su cuello para entregarlo —Pero no me encontraba en mis cabales, con quien sea que hayas charlado no era yo.

    —Entonces todo lo que dijo sobre que nuestros objetivos eran admirables ¿no era verdad?

    Ni siquiera sé de qué me hablas. Cuando me baja la cafeína no soy diferente a un borracho.

    —Es algo decepcionante escuchar eso –acongojado por la explicación tomo el collar de regreso —Estamos en el Templo de la Ley de esta ciudad si sigue caminando por unas 3 calles regresara al Centro Pokémon.

    Gracias por las indicaciones, y el café. También lamento las molestias que te haya causado. Recordare tu rostro para devolverte el favor.

    Aclarada la situación Koiso y su Charmander abandonaron la sede de los Hermanos de la Ley para ir de regreso a cumplir con su trabajo.

    —¿Quién era ella?

    Una mujer de cabello corto se acercó curiosa.

    —Solo una mujer a quien le conté la historia de mi vida y ni siquiera la recuerda. –contesto apenado.




    Efesto / 26 de abril

    Déjame ver si entiendo ¿Quieres que le diga a la gente de tu grupo que traiga sus pokémon del tipo psíquico a este sitio para ser usados por esa máquina que fabricaste?

    Taena replicaba a Koiso.

    Básicamente, aunque creo que yo lo dije más amigable.

    ¿Por qué? Quiero decir ¿para qué es necesario un pokémon?

    Necesito algo con una capacidad sobrehumana de interpretación de datos para decodificar las anomalías que invaden tu sistema de seguridad a algo que podamos ver con nuestros ojos.

    Sus palabras sonaban lógicas, pero la líder no estaba convencida.

    Tengo entendido que tú eres bastante inhumana en ese sentido. La Liga Pokémon sigue agradecida por tu trabajo aun en estos momentos.

    ¿Estabas en esa fiesta?

    Correcto. Te me hacías familiar, pero tu actitud era muy diferente y no fue hasta ayer cuando el cansancio te afecto que descubrí que eras aquella informática.

    Era cierto que trabajo para la Liga Pokémon cuando llego a Aiwass, pero la verdad es que no recordaba que fue lo que hizo. Su problema con la cafeína era más grave en ese entonces así que todas sus memorias relacionadas a aquel trabajo estaban sepultadas en su psique hasta que se estabilizo en la fiesta de celebración que hicieron una vez termino.

    Para su yo actual es una memoria incomoda pues todo lo que sabe se limita a despertar en medio de una celebración, recibir un pokémon regional y algunas palabras de agradecimiento para más tarde largarse a otro sitio.

    Bueno, puede que sea superior a la media, pero sigo sin ser capaz de igualar a un pokémon –apunto al Metang de Taena quien se encontraba libre —De seguro sabes que los Metagross tienen un cerebro que es más potente la mejor súper computadora que alguna vez hayamos inventado, pero aun así se limita a recibir órdenes de entrenadores –hizo una pausa —Te has preguntado al menos una vez el porqué.

    Taena quedo sin palabras. Al igual que muchos esas eran preguntas que si bien cruzaron su cabeza no duraban más que unos segundos.

    Un familiar me dijo una vez Sabiduría e Inteligencia son cosas distintas a pesar de que podrías pensar que son iguales –Koiso saco una Baya Zreza —Inteligencia es saber que esto es una Baya. Sabiduría es saber que puedes hacer con esta Baya.

    » Los pokémon a pesar de que tienen capacidades claramente superiores a los humanos siguen siendo capaces de unirse a ellos para luchar codo a codo. Usando de ejemplo al Alakazam que causo todo esto. Nosotros sabemos que es una especie con más de 5000 CI y aun así tus ladrones podían usarlo sin problema.

    En otras palabras, si bien la inteligencia de los pokémon puede ser por mucho mayor a la humana su sabiduría es muy baja para aprovechar sus capacidades.

    Exacto. –respondió con un gesto afirmativo.

    El silencio poco a poco inundaba la habitación ya que el tema había hecho pensar a Taena en algo que por lo general nadie le daba mucha importancia. Al final abandono estas ideas ya que había algo más importante al frente.

    Iré a ver que consigo. Si no encuentro nada usaremos a mi Metang.

    ¿Segura? Prácticamente incitaste a todos a ganar la medalla.

    Hay prioridades en este momento y un pokémon menos me parece una ventaja justa para el resto –abandono el lugar con esas palabras llenas de confianza.

    Entrada la noche Koiso se encontraba arreglando las grabaciones con el Metang de Taena. Según le explico el único pokémon psíquico que encontró fue un Woobat cuya dueña insistía que era un Zubat y como le pareció inútil llevarlo no se lo llevo. Terminando así con el pokémon de la líder de gimnasio como soporte.

    Ese desgraciado de Vega sabe ocultar bien a su Ralts. Pensé que algo de presión externa viniendo de la persona con más autoridad en esta ciudad le aflojaría la boca, pero veo que me equivoque.

    Mientras ella lucubraba su siguiente plan de acción el Metang emitió un sonido que alerto a la informática y a la líder quien se encontraba en la sala contigua.

    ¿Qué fue ese ruido?

    Hemos acabado. –respondió —Ahora podremos quienes son realmente los culpables.

    Tecleando en su portátil mostró en la pantalla más grande lo sucedido aquella noche: Como Taena había contado un Alakazam se encontraba levitando mientras le retenía y unas figuras humanas seguían al pokémon. Cambia la cámara cada vez que se desplazaban a una nueva locación, pero sus ropas combinadas a la iluminación no ayudaban hasta que en cierto momento uno de los ladrones se tropezó aun área iluminada dejando ver su rostro. Era un chico joven, de la edad promedio de un entrenador cualquiera. Luego de eso la transmisión terminaba ya que el lugar donde entraron tenía su propio sistema de vigilancia.

    Maldición, aunque tenemos un rostro no es nadie que haya visto en la ciudad.

    Koiso se mantenía meditabunda. Esa cara se le hacía familiar de algún sitio.

    ¿Puedes ampliar esa imagen?

    La pregunta la despertó de su breve trance.

    ¿Ah? Claro.

    Bien, porque revisaremos cada rincón de la ciudad hasta encontrar a ese chico.

    La líder se dirigió a dar la noticia a seguridad gracias al avance conseguido. Solo restaba imprimir una imagen en buena calidad y la cacería comenzaría.




    Efesto / 30 de abril

    Habían pasado cuatro días desde que tenían un rostro que buscar entre la multitud. Pero identificar una persona en particular en una ciudad con varios miles de habitantes seguía siendo una tarea difícil además que no lo anunciaron para evitar que el sospechoso escape.

    Koiso una vez termino lo que ella consideraba su parte se separó de Taena diciendo que ahora era su trabajo buscar a sus ladrones ya que al final era su ciudad.

    Paso los días entrenando a su nuevo pokémon quien descubrió gracias a unos libros que era una especie llamada Dragante. Una especie que era el mal tercio en los conflictos entre los Gyarados y Charizard, aunque tenían la fuerza para enfrentar a ambos el avance humano redujo sus números lo que provoco que dirijan su furia a la humanidad y por ello eran tan violentos al ver un entrenador. Su instinto se desarrolló en formas de neutralizarles para evitar ser capturados.

    Rara vez se movía del Centro Pokémon ya que debía mantener un ojo en Vega, pero como no le dejaban acercarse por haber atacado a su “hermana”. Debía limitarse a una posición de vigía a distancia. Además, que el rostro del ladrón de Efesto seguía rondando su mente.

    ¡En el nombre de Arceus! ¿Dónde están?

    Para asegurarse de vigilar a Vega a sitios donde no pudiera entrar hackeo la seguridad del Centro Pokémon para mantener un ojo en él. Pero justo en el momento que había salido para buscar más café el susodicho ya no aparecía en ninguna cámara.

    Corrió buscando por todo el edificio, pero no hubo caso hasta que un comentario que oyó en la entrada le dio una pista.

    Esos hermanos están tardando mucho. Tan lejos estaba Scylla.

    Un sujeto con ropa de mecánico lanzo su queja al aire.

    Scylla. –murmuro.

    Abandono el lugar rápidamente para llegar lo más rápido que podía. Había una arena de combate al sur donde seguro deberían estar ya sea luchando o entrenando ya que había escuchado que Scylla estaba ayudando a fortalecer los pokémon de todos esperando que alguien venza a Taena lo más rápido posible.

    Cuando llego vio a las tres personas que esperaba corriendo lejos del sitio aún más al sur de la ciudad. Estaba cansada así que no los alcanzaría a tiempo por lo que envió a su Crobat con la orden de evitar que hagan cualquier movimiento extraño usando la fuerza si era necesario, las consecuencias a estas alturas no le importaban.

    Avanzando a toda prisa logro divisar como se encontraban acorralados ante el imponente muro de la ciudad. En el cielo vio a su Crobat rodeando el lugar esperando actuar así que apresuro el paso buscando derribar a Vega. Si su hermana era realmente el Ralts actuaría en defensa propia buscando proteger a su entrenador y eso serviría como prueba de que ella tenía razón.

    Sin embargo, nunca espero el desarrollo que sucedería a continuación. Con un fuerte flash las tres personas desaparecieron de su vista. Debido al impulso se estrelló con la pared dañando su sintetizador. Koiso empezó a palpar con desesperación el muro invadida por la frustración de que se escapó frente a ella, la ira de que nadie le creyera junto a un deje de alegría por tener razón en sus hipótesis. Tantas emociones mezcladas acabaron por quebrar el poco raciocinio que le mantenía cuerda soltando un alarido que por su potencia su sintetizador no pudo arreglar dejando libre su voz real.

    [​IMG]
    Un escabroso alarido se escuchó en la avenida. Era una voz que no pertenecía a este mundo, una especie de canto olvidado por el tiempo que solo podía describirse como profano. Algo que no debía estar ahí.

    Habiéndose desahogado pudo notar que su Crobat se había posado en su cabeza probablemente buscando tranquilizarle. Se levantó para dirigirse de regreso al Centro Pokémon y en el camino se topó con aquella joven castaña de nombre Anansi.

    Joder que habrá sido eso, no parecía ser algo agradable.

    Koiso iba a replicar buscando desviar el tema, pero recordó que su sintetizador se había roto en el impacto. Estaba muda. Aunque podía hablar ella odiaba su voz así que tendría que limitarse a responder con gestos simples, pues dudaba que la chica frente a ella supiera lenguaje de señas.

    Como sea. Taena te está buscando cafeinomana.

    Dando un suspiro asintió en respuesta para dirigirse donde la líder de gimnasio. Su pequeño lapso había servido para recordar donde había visto el rostro de la grabación. Era el muchacho de esa extraña iglesia en la zona alejada de la ciudad. La gente que portaba la estrella de seis puntas. Los Hermanos de la Ley.

    Kiwi Aqui el post junto a una breve aparición de Anansi...
    Merinare Lo que habíamos quedado...
    Gold @Dr Kaos Ustedes igual andan metidos en lo de ayudar a Taena, así que echen una ojeada...
    Cualquier cosa que se deba editar avisan...
     
    Última edición: 4 Febrero 2019
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    Anansi Ø3/Caída





    21 de Abril

    "Cirse será diferente —me decía—, un lugar completamente nuevo. Vamos a pavimentar las calles, instalar electricidad, y más importante que todo eso, vamos a convertirla en un verdadero puerto. Una vez que tenga el apoyo de Leryna Frey podré comenzar en grande, porque esto es solo el comienzo, Cirse es solo el comienzo. Créeme, antes de que te des cuenta vas a despertar en una Aiwass deslumbrante.

    Nunca había visto unos ojos tan sinceros, ojos azules que creían en un futuro esperanzador. Aún después de todo lo que pasó, estoy segura de que en el principio sus intenciones eran puras, pero las cosas no tardaron en cambiar. Él, con toda su ciencia e intelecto, cometió un error de cálculo fatal: creyó que era un mejor hombre de como fue en realidad, y para cuando se dio cuenta de su error, la caída ya era inminente".


    Cerró el libro sin dudarlo un momento; la lectura se estaba poniendo deprimente y no toleraba las historias tristes. Aún así, sabía que iba a retomarlo tarde o temprano solo para saber si el hombre de ojos azules se salvaba, y si Miriam y su amigo de la infancia terminaban juntos.

    Dio un vistazo a su alrededor. Se habían separado en dos jeeps. Para su mala suerte, no conocía a ninguno de los que compartían el vehículo con ella, así que se fijó en el chico sentado a su lado; alto y vestido a la moda, con un sneasel aferrado a su cabello rojizo, aparentemente dormido, mientras su entrenador miraba a la distancia. Decidió que debía hablar con él, así que se le quedó viendo fijamente. De tanto en tanto, él volvía la vista hacia ella y se encontraba con su mirada directa una y otra vez. Confundido en un principio, luego un poco incómodo, y para cuando llevaban unos segundos mirándose mutuamente, Anansi estiró hacia él su mano derecha. Estaban tan cerca, que con el índice rozó su mejilla.

    —Tú... tienes... ojos plateados... —murmuró en un falso tono de sospecha, a lo que el chico desvió la vista.

    —Sí... son algo de familia...

    —¿Cómo te llamas?

    —Blake Weiss, Weiss.

    —Yo soy Anansi —apuntó con una mano hacia arriba, señalando al pequeño pokémon volador agitando sus alas para mantenerse al paso del vehículo—, y él es Zubat.

    —¿Zubat? —señaló con los ojos hacia el sneasel en su cabeza— Este chico es Yatsu.

    —Blake y Yatsu, muy bien. ¿Al final vencieron a Scylla?

    —¿Disculpa?

    —Los vi el... martes, afuera del gimnasio. Creí que también ibas a desafiarla.

    Su semblante cambió en un segundo. Había hecho la pregunta equivocada.

    —Y lo hice, sí... pero perdimos. Era demasiado fuerte.

    No parecía un mal chico. Un poco retraído, pero decente, al menos en comparación a quienes había conocido los últimos días. La primera persona que conocía en Musas que no estaba golpeando, robando o amenazando a alguien.

    —¿Entonces ganaste la medalla de Sogia?

    —¿Uh? No, tengo la Medalla Derrumbe. Soy estudiante de la Universidad de Nix, así que me la dio la líder. La verdad no soy entrenador, sino coordinador, ¿los conoces? Es una disciplina común en Hoenn

    —De donde vengo también hacían concursos. No tengo nada de gracia con los pokémon así que no era para mí... pero espera. ¿No tienes problemas con tus clases por esta expedición?

    —Tengo tiempo —respondió un poco más animado—. Además, quería intentarlo, hacer algo... ¿diferente?

    —Entiendo, entiendo. No sabía que se podían usar otras medallas a parte de la Vínculo y la Remolino.

    —¿Cuál conseguiste tú?

    —Vínculo —señaló con ojos chispeantes hacia su bufanda—. Y luego me quedé a ver la conferencia del viejo Sogia. Y ahora estoy aquí.

    —¿Aprobaste el examen? Eso de estudiar tampoco es lo mío.

    Sin poder contenerse, Anansi rio una breve carcajada y le puso una mano en el hombro justo cuando los vehículos se detenían.

    —Bueno, Blake, Yatsu, en lo que deciden qué es lo suyo, tengo cosas qué hacer con los demás. Nos vemos después.

    Un mundo nuevo se abría ante sus ojos, uno diferente a Sinnoh poblado por desconocidos. Por un momento se sintió como una recluta de nuevo escalando el Monte Corona, luchando por alcanzar un nuevo mundo deslumbrante.

    Por un momento, antes de subir al camión junto a Ren y su entrenador, sintió que el vehículo se alejaba y ella empezaba a caer rápidamente por la pendiente, pero fue un pensamiento nada más. Al abrir los ojos de nuevo se encontraba a lado de la niña de cabellos azules.






    22 de Abril

    Tras la disolución del Equipo Galaxia, Anansi pasó por un largo período de ansiedad constante. Aunque nunca se dio el caso, cada vez que salía a la calle o interactuaba con un extraño, una parte de ella le susurraba que sabían quién era y lo que había hecho. Le asustaba ser tratada como una criminal, y eso era lo que sentía cuando su mirada se cruzaba con la de otra persona. Ese miedo al rechazo era superior al posible castigo por sus acciones. Le tomó años entender que se sentía así porque, en el interior, sabía que había sido culpable, y le tomó aún más tiempo aprender a vivir bajo esa opresión. Aiwass aliviaba un poco su carga porque nadie la conocía, y aún si supieran sobre una organización criminal en una región como Sinnoh, era prácticamente imposible que la relacionaran con ella. Así que fue bajando la guardia, abriéndose de nuevo a lo que la rodeaba. Y entonces, lo que nunca sucedió en Sinnoh sucedió en Efesto, y tanto ella como las personas que la acompañaban fueron señalados como criminales.

    Dejó de caminar, y clavó los ojos en la espalda de Scylla mientras esta se alejaba camino al Centro Pokémon. Y antes de que se dieran cuenta de que se había detenido, echó a correr en dirección contraria, hacia ese gigantesco muro que parecía aislarlos de todo. No tenía un plan, pero ya se le ocurriría uno en el camino, y si no, tendría que improvisar. La líder de Efesto les había dado dos alternativas: vencerla o resignarse, pero no estaba de acuerdo con eso. Siempre había un tercer camino, un cuarto y un quinto. Una piedra que mover, una roca que romper o un árbol que cortar. Un modo diferente de atravesar la montaña.

    Tardó más de dos horas en encontrarla, y para entonces ya tenía una idea de qué hacer y el esfuerzo físico ayudó a despejar su cabeza de pensamientos sombríos. Encontró a la pelirroja al pie del muro, dando instrucciones al personal de guardia y supervisando la seguridad. Cuando volvió la vista hacia Anansi, se mostró levemente contrariada.

    Taena Ericksen. Dieciocho años y ya era líder de gimnasio. Lo bastante buena en su trabajo para coordinar la seguridad de la ciudad, y al menos lo bastante fuerte para intimidar a Scylla. Aunque era un poco más baja que Anansi, no parecía la mitad de intimidada que ella, simplemente le devolvía la mirada con esos ojos dorados y determinados. Sabía que la gente del acero era dura y obstinada, pero había algo más en esa chica; un brillo de arrogancia en su forma de tratar a otros. Una desventaja de los que son demasiado buenos y demasiado jóvenes al mismo tiempo. Aún antes de empezar a hablar, sabía que la conversación iba a ser difícil.

    —Tú venías con Frey. ¿Qué haces aquí?

    —Anansi —respondió tratando de parecer calmada—. Yo soy Anansi. Vengo con Scylla desde Ciudad Lyses.

    —¿Qué haces aquí? —repitió con hostilidad— No pueden salir de la ciudad.

    —No hasta que encontremos al ladrón, ¿cierto? Entonces déjame ayudar.

    Taena Ericksen inclinó la cabeza, claramente sorprendida por lo que acababa de escuchar. Anansi notó un brillo de sospecha en sus ojos, pero lo la dejó responder.

    —Si recuperamos lo que se robaron, no habrá razón para que nos quedemos más, ¿verdad? Y nos abrirás la puerta que lleva hacia Narciso. Nosotros no tenemos nada que ver con lo que pasó en la ciudad antes de que llegáramos, pero si trabajamos juntos podemos encontrar al verdadero culpable.

    —¿Y qué te hace pensar que necesito de su ayuda?

    «El que no has podido resolver el caso sola» estuvo a punto de responder, pero se contuvo a tiempo. No podía permitirse caer en la provocación —No digo que no puedas hacerlo sola, pero si lo hacemos juntos terminaremos antes. Nosotros tenemos cosas qué hacer fuera de la ciudad, y no sabemos dónde está el viejo Sogia.

    Intentó bajar la cabeza lo más que pudo. La líder, con las manos en la cintura, parecía segura de sí misma.

    —¿Y? ¿Cómo piensas ayudar?

    —Con trabajo de campo. Todo el mundo conoce a tus guardias, pero nadie sabe quiénes somos nosotros y podemos mezclamos mejor. Y con ideas, con cualquier cosa. Un par de manos más pueden hacer más fácil el trabajo, ¿no crees? Incluso puedes dejarnos las tareas peligrosas.

    —¿Y por qué debería confiar en ustedes?

    —Porque no somos culpables. Porque estaremos bajo tu vista todo el tiempo. Y porque no vas a dejarnos ir hasta que este caso esté resuelto.

    A cada palabra suya, Taena Ericksen reforzaba su posición de superioridad, pero Anansi estaba bien con eso. Era preferible a que se sintiera amenazada, y mientras más segura de su poder estuviera, menos probable era que reaccionara de forma violenta.

    —Hablas mucho de "nosotros" pero eres la única que veo aquí.

    Sonrió, sintiendo la victoria en sus manos, pero todo lo que hizo Anansi fue extender los brazos con gesto resignado.

    —Ahí me tienes. Salí corriendo sin preguntarles nada, pero estoy segura de que nos ayudarán. Tal vez no todos... pero prometo que no causaremos problemas. Haremos todo lo que digas, y si aún así desconfías de nosotros, puedes poner a alguien para vigilarnos.

    —¿Quién te dijo que no iba a vigilarlos de todos modos? —y volvió a sonreír antes de darse la vuelta y alejarse un par de pasos, dándose importancia con el silencio.

    —No voy a tolerar el menor inconveniente, tanto si es voluntario como si no. En cuanto causen problemas... o parezca que vayan a causarlos, los encerraré a todos en el muro. —Dio un golpe con la mano abierta a la gruesa pared, como refuerzo a su amenaza.

    —No habrá problemas. Te lo prometo. Vamos a encontrar el objeto perdido, y cuando ya no sospeches de nosotros podremos reírnos juntas de esto.

    —A decir verdad —apartó la vista— alguien de tu grupo acaba de irse antes de hacerme la misma pregunta. ¿De verdad los dejaste atrás para venir a verme?

    —Me perdí —se sinceró—. La ciudad es enorme.

    —¿Y aún así crees que serás de ayuda? —volvió a reír, pero recuperó su expresión seria en un instante—. No quiero trucos. Si tratan de engañarme se arrepentirán. Vas a reportarme cada paso que den, todos los días, y si difiere un poco de mi propia información, voy a tomar medidas. A cambio, mientras no hagan nada sospechoso mis guardias no los lastimarán, y si cumplen su palabra y recuperamos lo que se llevaron, yo misma les abriré la Puerta del Cielo.

    En dos saltos llegó hasta la líder de gimnasio, puso las manos en sus hombros y depositó un breve beso sobre su frente. Entonces echó a correr en dirección contraria antes de que pudiera reaccionar, pensando quién pudo acudir antes que ella con la líder de gimnasio, y exhalando un suspiro de alivio al saber que al menos tenía un aliado. Tal vez el resto no fuera tan difícil de convencer.

    Scylla parecía una persona sensata y probablemente ayudaría. Luego de ver a Blake tratar de defender a Ren, estaba segura de que él también era de fiar. Naohiro Koiso tenía una personalidad peculiar, pero su obsesión por los ladrones podría jugar a favor de ellos, y aunque no conocía al resto, esperaba que no causaran problemas. Sólo quedaba alguien capaz de estropearlo todo, y necesitaba encontrarle antes de que algo malo pasara.

    Ya era de noche cuando encontró el Centro Pokémon, y la mayoría había ido a dormir. Ella también se sentía capaz de colapsar en cualquier momento, pero debía mantener una conversación esa noche, así que preguntó por la habitación de Vega Sericci y hacia allá dirigió sus pasos. Llamó un par de veces esperó a la respuesta del chico.

    —¿Quién es?

    —Anansi.

    —No conozco ninguna Anansi— respondió una voz risueña al otro lado de la puerta. No estaba de humor para bromas, pero lo dejó pasar.

    —“La chica de la biblioteca” ¿Vas a dejarme pasar o no?

    Abrió la puerta con sospecha, apenas lo suficiente para asomar la cabeza y asegurarse de que viniera sola. La tomó del brazo y la condujo al interior rápidamente para volver a cerrar. Bajo el chorro de agua de la bañera había una pequeña masa rosada que no pudo reconocer, y sentada en la cama se encontraba Ren, mirándola con curiosidad.


    —No he tenido la oportunidad de darte las gracias.

    Hasta entonces no había prestado mucha atención al compañero de Ren (porque no podía considerarlo su entrenador, no había una clara jerarquía entre ellos). Un chico simpático, atractivo incluso, pero que la hacía sentir incómoda. Tal vez fuera esa seguridad que percibía en él, esa autonomía ante lo que sucedía a su alrededor. Cuando Naohiro atacó a Ren y cuando Taena los amenazó en el muro, Vega Sericci parecía en completo control, ocupándose de sus propios asuntos, y cualesquiera que fueran, debían ser algo grave para que fuera tan indiferente a lo demás. O tal vez eran esos intensos ojos azules que parecían atravesar con la mirada.

    —¿Necesitas algo?

    —Sólo quería ver cómo se encontraba ella.

    O tal vez fuera Ren. Podía ser adorable, pero su forma de actuar también era inquietante. Hace apenas unas horas era una niña llorando en el piso y ahora lucía como si nada hubiera pasado, incluso mostraba una tenue sonrisa de triunfo. Le caía bien, sin duda, y a través de los últimos días había empezado a sentir estima por ella, pero no se engañaba; Ren carecía de una brújula moral, y era potencialmente más peligrosa que cualquiera de los demás.

    "¿Pasa algo?" Preguntó en un tono casi inocente. Anansi señaló hacia la criatura en la bañera.

    —¿Es eso un pokémon?

    "Su nombre es Mew. Me ayuda a ocultarme, puedes pensar en él como un disfraz".

    Vega Sericci continuó limpiando al pokémon, fingiendo que no prestaba atención.

    —Creo que escuchaste lo que pasó allá afuera. Alguien robó algo importante y no podemos salir de la ciudad.

    "Eso creen" respondió con media sonrisa. "Ya viste lo que puedo hacer en la biblioteca: no tienen una pared en esta ciudad que pueda detenerme".

    —Lo vi. Por eso debo pedirte un favor.

    "¿De qué se trata?"

    —No lo hagas. No huyas. Vamos a encontrar al ladrón y lo entregaremos a la líder de gimnasio.

    "¿Ah? ¿Por qué?"

    —Porque nos traerá problemas a todos —siguió con voz suave, tratando de parecer razonable—. No se robaron un par de libros, sino algo lo bastante importante para cerrar la ciudad. Si desaparecemos mientras somos sospechosos, van a perseguirnos hasta el fin.

    "¿Y eso qué? No tiene que ver con nosotros. Nos iremos cuando queramos y no..."

    —No te pido mucho tiempo. Vamos a encontrar a quien sea que esté detrás de esto y saldremos por la puerta principal. No te pido que nos ayudes, solo que no hagas una locura.

    "¿Y si no funciona? Van a tenernos aquí por siempre".

    —Funcionará, lo haremos funcionar, confía en mí —se señaló a sí misma con una seguridad que estaba lejos de sentir—. ¿Puedo yo confiar en ti?

    Ren guardó silencio por un momento, agitando sus pequeñas piernas en el aire, y finalmente asintió.

    —Excelente. Es una promesa.

    Vega Sericci las miraba con fingida indiferencia, cargando al pokémon rosado entre sus manos. Anansi se alejó y se despidió de ambos agitando el brazo. Quería creer que había convencido a Ren, pero no se hacía demasiadas ilusiones, y conocía muy poco a su entrenador como para saber qué postura tendría al respecto. Aún así, no podía hacer nada más. Si en verdad querían irse no tenía forma de detenerlos.

    Llegó a su habitación un minuto después. Demasiado cansada para desvestirse o para tener una pelea más. Había sido un día demasiado difícil que había agotado todas sus energías, así que solo se dejó caer en la cama y cerró los ojos, rezando por que todo saliera bien.






    23 de Abril

    La visión quitaba el aliento. Ante mí se alzaba un imponente castillo de muros blancos y torres tan altas que parecían tocar los cielos con sus cúpulas azules. La construcción se ubicaba en el extremo norte de la ciudad, alzándose en un risco protegida en tres de sus caras por las poderosas olas del mar. Supe de inmediato que nunca volvería a ver nada tan majestuoso. Y que quien viviera tras esos muros debía ser la persona más importante del mundo.

    El profesor notó mi ansiedad y sujetó mi mano. —Cuando terminemos en Cirse, Caribdis solo será una sombra. Pero para hacer ese sueño realidad necesitamos el apoyo de los Frey
    .

    Anansi sabía poco de los Frey. Scylla y el viejo Sogia compartían apellido, pero aunque fueran familia (que no lo parecían), era difícil saber qué tan cercanos eran. Ambos eran líderes de gimnasio, y a juzgar por lo que decía el libro, eran una familia importante en la región. Y por alguna razón, no tenían buenas relaciones con la gente del acero.

    Pasaban de las siete de la mañana y el resto de la expedición seguía durmiendo. Anansi estaba en el recibidor del Centro Pokémon, dispuesta a aprender un poco más de los Frey con el libro, cuando una Frey de carne y hueso le tocó el hombro.

    —¿Scylla?

    La líder de gimnasio le puso un dedo en los labios en señal de silencio y la invitó a salir del edificio, hacia un terreno baldío en la parte posterior.

    —¿Qué sucede?

    —Vamos a entrenar —indicó con voz neutra—. Para desafiar a Taena por la medalla.

    Anansi sacudió la cabeza sorprendida. La misma Scylla les había dicho la tarde anterior que no tenía oportunidad contra Taena Ericksen, y si ella no podía, difícilmente uno de los otros lo lograría. Ren era hábil, pero carecía de verdadero poder ofensivo. Blake era coordinador, así que estaba fuera de discusión. El crobat de Naohiro era fuerte, pero contra aquella bestia de tres brazos podía hacer muy poco.

    —¿Por qué no ayudamos en la investigación? —sugirió— Cuando encontremos al ladrón nos dejarán ir por las buenas.

    —Nunca lo van a encontrar —musitó en voz baja, y Anansi creyó ver por un instante que sus labios se curvaban hacia arriba—. Taena no es tan competente como cree. Seguramente el ladrón escapó de la ciudad incluso antes de que llegáramos, y ahora está desesperada porque sabe que es su culpa.

    Hasta entonces había creído que Scylla era la persona más moderada que había conocido en Aiwass, pero ese tono amargo en sus palabras la sacaba de balance.

    —Aún así, es demasiado fuerte. Ya sabes que yo no tengo oportunidad de vencerla.

    —Ninguno de nosotros seguramente. No creas que va a perdonarnos por ganar la medalla o que va a dejar de sospechar de nosotros. Simplemente lo dijo para humillarme, porque sabe que es más fuerte, pero no importa. Vamos a tomar la oportunidad que nos dio para salir de aquí. Es tan testaruda que no va a retractarse de su palabra.

    ¿Ocultaba algo, o solo se comportaba como la adolescente que era? Tal vez ambas cosas. En ausencia del viejo Sogia Scylla era la líder del grupo, pero se estaba dejando llevar por sus emociones.

    «Al menos no está tratando de huir» pensó, y tomó una sanaball de su bolso.

    —Está bien, vamos a practicar.

    Frey liberó su primer pokémon; aquel swablu de alas grises y mirada fiera. Anansi volvió a guardar la sanaball y en su lugar tocó su bufanda con dos dedos.

    —Scarfy.

    La pequeña fantasma se agitó y recuperó su verdadera forma para acercarse levitando al centro del terreno.

    —¡Voltio cruel!

    La pequeña ave se envolvió en electricidad, liberando chispas de sus plumas para generar una poderosa corriente antes de embestir.

    —¡Juego Sucio!

    Scarfy se extendió como una amplia tela, atrapando a Swablu en su cuerpo maleable y cambiando su rumbo hacia el suelo, donde se estrelló con violencia. Para sorpresa de ambas, sin embargo, se levantó rápidamente sin mostrar señales de daño.

    —Doble Equipo —ordenó Scylla.

    —Vamos con... Rizo defensa.

    Mientras sus pokémon luchaban, Anansi se dedicó a observar a Scylla, concentrada en el combate. Tal vez había algo más en su enemistad con Taena Ericksen. Algo en el trato de ambas la hacía sospechar, y si ese era el caso, su actitud al respecto podría estar relacionada.

    «Cada quién tiene su historia» pensó, cuando notó la sombra de alguien acercarse. Se trataba de Blake saliendo del Centro Pokémon.

    —¿Qué están haciendo?

    —Entrenar, ¿nos ayudas?





    25 de Abril

    Los días se sucedían con pasmosa lentitud y la investigación estaba lejos de dar frutos, por lo que Taena Frey seguía siendo tan irascible como al principio. Sin embargo, los oficiales en la ciudad habían empezado a bajar la guardia con ellos y cada vez lea daban más espacio para investigar. Esa misma tarde Anansi había tenido una idea, por lo que canceló la sesión de entrenamiento con la líder de gimnasio para descender a los túneles de la ciudad. Su acompañante era aquella mujer alta de cabello lavanda y una anormal dependencia de la cafeína.

    —Anansi, ¿verdad? —le preguntó con cierto rechazo ante la actitud de su acompañante.

    —¿Sí? ¿Qué pasa?

    —¿Qué le ocurre a tus ojos?

    Desde que habían bajado al subsuelo, Anansi no había apartado la vista de ella, en una expresión libre de toda sospecha. Parecía encandilada, con la boca abierta en una amplia sonrisa y alzando la mirada constantemente sobre la cabeza de Naohiro. En sus ojos brillaban pequeños puntos de luz que se asemejaban a estrellas.

    —Es un crobat... ¡Uno de verdad!

    Efectivamente, sobrevolando su cabeza se encontraba el pokémon alado vigilando la ruta, emitiendo ondas de sonido imperceptibles para ambas.

    —¿Te refieres a él? Con su ecolocación será más fácil guiarnos a través de los túneles.

    —Sí, eso, eso —respondió sin prestar atención—. Eres mucho más lindo cuando no estás tratando de matar a alguien.

    Naohiro suspiró. Anansi sabía que no le había causado muy buena impresión, pero no estaba dispuesta a dejarse llevar por su ritmo. Le había conseguido una linterna a Scarfy para vigilar el camino, pero la fantasma se había adelantado para jugar con la luz que proyectaba en las paredes.

    —¿Para qué querías bajar al subsuelo?

    —En el lugar del que vengo también hay túneles —comentó adelantándose un par de metros—. A veces los usábamos para movernos entre pueblos y ciudades evadiendo a la Policía Internacional. Pensé que estos chicos podrían intentar lo mismo.

    —Es inútil. Taena Ericksen conoce su ciudad; asegurar cualquier salida por el subsuelo debió ser su primera medida para evitar un escape.

    —No perdemos nada por intentar. Podríamos encontrar una o dos cosas. Además, quería saber si vendrías conmigo.

    Dejó de escuchar los pasos de Naohiro tras ella, y también se detuvo.

    —Tú sabes lo que es esa niña en verdad. Tal vez pueda engañar al resto, pero a ti te vi con ese ralts en la biblioteca, y aún así...

    —No es una niña —concedió— y tal vez tampoco es muy inocente, pero ese no es motivo para que permita que la lastimes, ¿o sí?

    —¿Vas a encubrirlos hasta el final? ¿Aunque sepas que son culpables? Dijiste que serías mi testigo en Lyses...

    —Oye, ¿qué planeas hacer cuando los atrapes? Los libros fueron devueltos ya. La biblioteca es territorio del viejo Sogia y a él no le importa. ¿Realmente te vale la pena el esfuerzo?

    Siguió adelante, prestando mucha atención al caminar de su acompañante. En el peor de los casos tendrían que luchar, y esa era una perspectiva que no le agradaba. Tomó la ultraball de su cartera y jugó con ella entre sus dedos. El pokemon en su interior no reaccionó en absoluto.

    —Nadie puede ser malo si entrena un crobat —pensó en voz alta.

    —¿Dijiste algo?

    —Ericksen, Taena. Tan joven y ya es líder de gimnasio.

    —No es tan raro en Aiwass. Scylla Frey es aún más joven...

    —Siento que hay algo entre ellas. Oye, ¿crees que encontremos al criminal?

    —¿Qué?

    —Ya sabes, Taena Ericksen parece hablar contigo más que con los demás. ¿No te parece raro?

    —La verdad no. He trabajado desde tiempo atrás con el sistema de seguridad de Lyses y...

    —Por eso mismo. Si se lleva tan mal con los Frey, es un poco extraño que confíe más en ti, ¿no crees?

    Se alejó un paso más. La ultraball seguía completamente inmóvil.

    —Sabes más que nosotros y eres más lista. Por favor, encuentra al que se llevó esto. Si nos tardamos demasiado, algo malo puede pasar.

    Lo que más temía era a sus propios compañeros. Ella y Blake podían ganar tiempo entrenando con Scylla para que mo intentara algo más, pero el problema era Ren. Le había arrancado una promesa casi por la fuerza, pero sabía que no le gustaba esperar. Si se dejaba llevar por un impulso y los dejaba atrás, todo se derrumbaría.

    —Espera.

    Escuchó el agudo silbido de las alas de crobat cortando el aire. El pokémon pasó a lado de si cabeza dejando atrás a su entrenadora.

    —¿Qué fue eso?

    Naohiro encendió su propia linterna y se puso a la par de Anansi. Algunos metros más adelante encontraron a Scarfy y a Crobat mirando hacia una pared negra. La misdreavus iluminaba hacia arriba y hacia abajo.

    —Un túnel sin salida... ¿regresamos?

    Naohiro pasó su mano por la superficie de la pared. Era extrañamente lisa para ser una roca, además de fría.

    —¿Hierro? O quizás...

    Anansi la imitó y notó profundas fisuras en la pared cada tantos metros. —Scarfy, aléjate un poco e ilumina esto.

    Su bufanda obedeció y proyectó su luz sobre la superficie negra, provocando un ahogado grito de sorpresa en su entrenadora. Lo que había ante ellos no era una pared de roca, sino el colosal cuerpo de un pokémon.

    —¿Un Onix? —preguntó Naohiro— Nunca había visto uno de este tamaño... ¿es una variante regional?

    —Es un steelix —respondió Anansi, que no acababa de creer lo que veía—, es su steelix, el de el libro, el del líder de gimnasio.

    A medida que comprendía, los ojos de su acompañante se abrían de sorpresa —¿El legendario Steelix Negro de Bastian Ericksen? Se dice que murió debido a una malformación, pero para pensar que lo encontraríamos aquí...

    —Espera... ¿dijiste algo? Eso último, eso... ¿qué dijiste?

    —El Steelix Negro de Bastian Ericksen.

    —¿Ericksen? ¿Como Taena?

    —Es su hija. Bastian murió hace años y Taena Ericksen heredó su puesto. ¿Por qué?

    —Creo que, tal vez, comienzo a entender.






    30 de Abril

    La investigación seguía su curso. Blake y ella aportaban con trabajo de campo, mientras el tipo de gesto vicioso que iba con ellos insinuaba alguna idea interesante de cuando en cuando. Según Naohiro, estaban haciendo grandes progresos y Taena Ericksen estaba segura de que pronto cerrarían el caso. Lo cierto es que desde el paseo por el subsuelo, Anansi ya no podía verla de la misma forma.

    Todo iba bien, tan bien que algo malo debía pasar, y cuando Scylla la citó a solas cerca del Muro de los Tiempos y en compañía de Vega Sericci, supo que ese algo malo había pasado. El mismo cielo se había cubierto de nubes plateadas que bloqueaban la luz del sol.

    —¿Se van?

    —No podemos seguir aquí. Taena no va a dejarnos ir, y aún si lo hace, podría ser demasiado tarde. Ya no puedo esperar más.

    Anansi dio un vistazo en dirección a Vega, quien trataba de aparentar indiferencia al igual que Ren. No necesitaba preguntar nada más. No hizo el menor intento de detenerlos porque sabía que nada podía hacer.

    —¿Vienes con nosotros?

    —Todavía no puedo —respondió con una sonrisa—. Aún... aún tengo cosas qué hacer por aquí. Tengan cuidado con los guardias.

    —No será por mucho —le aseguró tomando sus manos—. En cuanto pueda contactar con mi familia voy a sacarlos a todos de aquí.

    —Está bien —soltó sus manos con una brusquedad que trató de disimular—. Pero antes de que te vayas, dime una sola cosa.

    —Lo que sea.

    —Ericksen y tú. ¿Qué hay entre ustedes?

    La expresión de Frey empezó a romperse. Era todo lo que debía saber.

    —Váyanse ya —le apuró con una mano sobre su hombro—. Nos vemos afuera.

    Ni siquiera dudó. Desapareció frente a sus ojos junto con Vega y Ren mientras ella agitaba una mano en señal de despedida.

    Apoyó la cabeza en el muro, incapaz de procesar un solo pensamiento, pero aferrándose a ello, tratando de conectar los delgados hilos de su psique. No podía rendirse. No podía dejar de luchar y dejar que la ola los consumiera. Blake y los demás seguían en la ciudad, y a menos que pudieran huir al otro lado del mundo, ni Vega ni Ren estarían a salvo tampoco.

    Escuchó un grito desgarrador e incomprensible resonar a través de ella. Al principio pensó que se trataba de sí misma, pero cuando volvió la vista, se encontró con Naohiro Koiso.

    «Dios... ¿tú también?»

    La vio dar media vuelta y alejarse en dirección opuesta. Empezaba a trazar una idea, algo que aún estaba muy lejos de poder considerarse un plan.


    —Joder que habrá sido eso, no parecía ser algo agradable —la llamó, logrando que se detuviera. Parecía que trataba de decirle algo con señas, pero no entendía nada. De todos modos, después de un grito como ese no le sorprendería si se hubiera roto las cuerdas vocales.

    —Como sea. Taena te está buscando cafeinómana —se mordió la lengua, y antes de que pudiera irse la retuvo por el brazo—. Lo siento, eso estuvo mal. Está con Blake en la Puerta Sur. No sé si descubrieron algo nuevo o lo que sea. Pero si sabes algo, por favor... encuéntralos ahora. Se terminó el tiempo.

    Sintió que los segundos se hacían eternos mientras la veía alejarse en una dirección equivocada para ganar un poco más de tiempo. Lo último que necesitaba era confrontar a ambas al mismo tiempo y que Naohiro la obligara a decir lo que sabía de Ren. Así que, cuando la informática desapareció de su vista, echó a correr en dirección a la Puerta Este para encontrarse con Taena.


    —¿¡SE FUERON!?

    El rostro de Taena pasó de la profunda incredulidad a la ira más absoluta. Sus hombros empezaron a temblar, y antes de que Anansi pudiera reaccionar, había sujetado el cuello de su blusa con sus manos como si fueran garras para zarandearla.

    —¡Me tendieron una trampa! ¡Sabías que ya los teníamos! ¡Tú y esa mujer... ayudaron a huir a Frey ahora que los tenemos acorralados! ¡Estábamos tan cerca!

    No opuso resistencia. Además de Taena, en la estancia había cuatro oficiales contra los que no tenía oportunidad.

    —No van a huir... voy a atraparlos, a todos ustedes... ¡Dense prisa! —gritó a sus subirdinados— ¡Den la voz de alarma y salgan tras ellos!

    —Sobre eso... —se permitió interrumpir, expresando una calma que estaba lejos de sentir—. Tengo una propuesta para ti.

    Taena Ericksen la miraba fijamente, pero Anansi aprovechó ese momento de incertidumbre para tomar sus muñecas con delicadeza y apartarla lentamente de sí misma.

    —Una batalla de gimnasio. Tú y yo. Ahora.

    —¿Q-qué...?

    —Prometiste dejarnos ir. "Si uno de ustedes me derrota, abriré la Puerta del Cielo". Pues hagamos eso. Si te venzo ahora, no vas a tener motivos para perseguirlos.

    —¿A qué estás jugando? ¿Te estás burlando de mí?

    —Si gano la medalla no habrían huido, solo habrán salido de la ciudad por adelantado. Tú misma lo dijiste, la investigación está por terminar, así que falta poco para que descubras que no somos culpables, así que en lugar de perseguirnos a todos, acepta mi desafío —suavizó su tono—. Sólo dame tiempo. Un poco de tiempo para demostrarte que no estamos en tu contra.

    Había jugado su última carta. Esperaba entretenerla lo suficiente para que Naohiro y los demás pudieran hacer algo. Sin embargo, todo dependía del carácter de Taena. Si no le seguía el juego se habría quedado sin ideas.

    —Enciérrenla —ordenó a los guardias con la voz cargada de ira—. No quiero escuchar una palabra más.

    Dos de ellos le cerraron el paso. Anansi se encogió de hombros y suspiró evitando de que la sujetaran.

    —Qué decepción —se lamentó—. Esperaba que cumplieras tu palabra.

    —Si estás tratando de...

    —Había oído que la gente del acero era firme con sus promesas. Y que la hospitalidad de Efesto era sagrada. Supongo que todas eran mentiras.

    Los guardias se detuvieron en el acto, y las manos de Taena empezaron a sacudirse.

    —No trates de jugar conmigo —amenazó la líder—. O te vas a arrepentir.

    Sonrió con fingida lástima. Si no podía razonar con la guardiana de Efesto, tenía que hacerlo con la adolescente, con la niña volátil y agresiva que se escondía bajo la superficie.

    —¿Qué diría de esto Bastian Ericksen?

    —¡Te lo advierto! —arremetió contra ella sujetando su cuello— ¡Ni una palabra más!

    Anansi le sostuvo la mirada a sus ojos dorados, y siguió.

    —Dicen que tu padre era un gran hombre —suspiró con fingida pena mientras hacía el gesto de sujetar algo muy pequeño entre sus dedos—. Tú debes ser lo que quedó.

    Lo siguiente que supo fue que estaba en el suelo, y sintió un intenso ardor en la mejilla ahí donde Taena la había abofeteado, así como el peso de la chica sobre su abdomen.

    —Te voy a aplastar. Y luego te voy a encerrar. Preparen todo para el combate.

    Los guardias se apresuraron a obedecer, y menos de diez minutos después, ambas estaban en la cima del muro, a más de doscientos metros del suelo. A decir de Anansi, era lo bastante ancho como para que incluso un steelix se moviera con fluidez en su superficie, incluso uno tan grande como el negro, pero aún así, la sensación de vacío alrededor de ellas ejercía una presión avasallante.

    Sentía un leve resquemor en la mejilla. Ya se encargaría de devolverle el golpe a alguien, pero de momento podía aliviarse de que Taena Ericksen hubiera caído en su provocación.

    —¿Cómo lo haremos? ¿Tres contra tres?

    —Tendrás tu desafío —le cortó con tono gélido—, no tus condiciones. Y no creas que esto será una batalla, voy a destrozarte.

    Arrojó una pokéball al aire. De ella surgió aquel monstruo de tres brazos siseando amenazante y agitando su cola como si fuera un látigo. Sus fauces armadas con colmillos se abrieron para exhalar una tenue nube de vapor, y de las uniones de sus escamas nacían ardientes lenguas de fuego.

    —Uno contra uno.

    Sin dudarlo por un segundo, Anansi tomó la ultraball con firmeza y la tocó con su frente.

    —Muéstrate —le susurró—, y guíame hacia la victoria.

    La esfera blanca y negra se agitó con violencia para liberar un brillante destello de luz que se materializó como un pokémon cuadrúpedo de brillante pelaje blanco con una melena alrededor de su cuello. Sus patas terminaban en zarpas negras que se aferraban con firmeza al concreto, y en su faz de rasgos oscuros dos fieros ojos rojos refulgían. El cuerno en forma de media luna en su cabeza apuntaba hacia el aterrador oponente que duplicaba su altura.

    —Espero que cumplas tu promesa —comentó a la líder. Taena Ericksen pasó una mano por su largo cabello.

    —Prometí encerrarlos en una celda. ¡Ivornose!

    Aquella criatura salida del infierno rugió irguiéndose sobre sus patas traseras. Las relucientes escamas metálicas arrancaban destellos de sus propias llamas al moverse.

    —¡Garra Metal!

    —¡Esquiva! — gritó Anansi cuando saltó hacia su absol esgrimiendo sus garras, pero éste ya había retrocedido valiéndose de sus propias reacciones. Esquivó el primer brazo por un amplio margen, el segundo por un pelo y el tercero le hizo un corte a la altura del cuello.

    —¿Estás bien? —preguntó sin obtener respuesta mientras absol intentaba desesperadamente esquivar el ataque implacable de la bestia de acero. Taena repetía la misma orden una y otra vez, decidida a no darle la menor oportunidad.

    —¡Garra Metal! —ordenó, y Absol rodó por el suelo para esquivar un mortífero ataque del ivornose que clavó sus garras en el suelo.

    —¡Danza!

    Abril se alejó un par de metros, extendiendo sus patas en la tierra y apuntando hacia el cielo con su cuerno. Emitió un agudo aullido con resolución y empezó a oscilar su cuerpo con movimientos rítmicos.

    —¡Detenlo! ¡Terremoto!

    Ivornose unió sus dos brazos restantes al primero para provocar una potente sacudida sísmica. El suelo se partió a la mitad, levantando rocas y lanzando a Absol hacia atrás. La potencia del ataque había sido tal que incluso Anansi perdió el equilibrio y se golpeó contra el concreto.

    —Te lo advertí. No tienes oportunidad.

    Le tomó un momento levantarse, aturdida por el ataque de aquel monstruo. Taena permanecía de pie en perfecto equilibrio, indiferente al temblor.

    Lentamente, Anansi extendió un brazo hacia adelante con la mano extendida mirando arriba sin decir una palabra. La cabeza le dolía, pero no podía determinar si era por el estrés de todos esos días o si acaso se había dado un golpe en la cabeza.


    —¿Vas a hacer algo? Tu pokémon...

    La respuesta llegó como una gota de agua en la palma abierta de Anansi, quien no pudo contener una sonrisa. La segunda cayó sobre el cabello de Taena, y las demás lo hicieron juntas en forma de una pesada cortina de lluvia.

    —¿¡Danza Lluvia!? Pero tu absol...

    El pokémon siniestro se hallaba en el borde del muro a una distancia considerable de su oponente. Su fino pelaje se pegaba a su piel, dando un aspecto más serio a su postura, pero tan pronto como lo encontró, Taena volvió la vista hacia su propio ivornose, contrariado por la lluvia que luchaba por apagar su fuego.

    —¿Cómo diablos...?

    —Los absol aprenden muchas cosas. Éste chico es un aguafiestas y sabe este movimiento desde que lo conocí. Casi nunca sirve de algo, pero aún así...

    —¡Garra Metal!

    Ivornose se liberó del suelo y cargó hacia su oponente con los brazos extendidos, pero era evidente que sus movimientos eran un poco más lentos que antes, y antes de que pudiera cerrar la distancia entre ellos, Absol volvió a aullar con la cabeza apuntando hacia las nubes.

    —Trueno.

    La poderosa columna de electricidad cayó sobre Ivornose con un efecto devastador, silenciado su alarido con su propio estruendo. Tema se cubrió los ojos para protegerse de la cegadora luz que acababa de golpear a su pokémon. Todo mientras Absol se recuperaba del esfuerzo y echaba a correr en dirección contraria.

    —¡Ve tras él! ¡Garra Metal!

    Haciendo gala de su estamina, Ivornose se incorporó y salió en pos de su presa. Sus movimientos eran erráticos y sus garras de metal se aferraban con dificultad en el suelo cubierto de agua.

    —Fuego y Acero, ¿verdad? Una mala combinación bajo la lluvia.

    —¡Garra Metal!

    —¡Tajo Umbrío!

    Ivornose saltó hacia Absol abriendo sus tres brazos en el aire como una tenaza, pero el tipo siniestro logró evadir el primer ataque y cruzarlo en el pecho de lleno con su cuerno. Chispas de luz se desprendieron de su coraza al tiempo que caía al suelo con violencia. Enardecido, giró sobre sí mismo para lanzar una cuchillada hacia el pecho de su oponente que falló cuando su cuerpo metálico resbaló.

    —Fue Scylla, ¿cierto? —musitó la líder con rencor—. Ella te habló de mi Ivornose.

    —Un poco —respondió quitándose el pelo mojado de la cara—. Los tipos de tu pokémon, su habilidad, algunos de sus ataques...

    —¡Ivornose, Terremoto!

    —¡Trueno!

    Un segundo pilar relampagueante atravesó al pokémon cuando este apenas empezaba a erguirse sobre sus patas traseras para sacudir el suelo.

    —Eso también —prosiguió Anansi repitiendo las palabras de Scylla en su cabeza—. Un movimiento como Terremoto es especialmente devastador en un terreno inestable como éste. El vértigo y las sacudidas además de su extrema potencia... seguro que los retadores y sus pokémon están demasiado asustados para pelear correctamente.

    Y antes de que pudiera incorporarse, Ivornose fue alcanzado por un tercer rayo.

    —Pero toma un poco de tiempo hacerlo y tu pokémon debe quedarse quieto. El Trueno de Absol no es muy potente, pero sólo tenemos que seguir acumulando daño.

    —Fue idea suya... Lo planearon desde el principio, ¿verdad? Desde que veniste a buscarme para "ayudar en la investigación".

    —¿Qué? ¡No!

    —No te hagas ilusiones. Scylla no puede vencerme, ni sola ni a través de ti. ¡Ivornose!

    Pokémon y entrenadora gritaron juntos. Mientras la pesada bestia de acero se incorporaba, las llamas entre sus escamas empezaron a arder con fuerza, evaporando al instante la lluvia que caía sobre su ser. Pronto se vio envuelto en una densa cortina que vapor sofocante.

    —¡Envite Ígneo!

    Arremetió contra Absol haciendo uso de una potencia y velocidad abrumadoras, lanzando por los aires a su oponente, pero incapaz de frenar y lastimando su propio cuerpo al golpearse contra el suelo.

    —Pensar que les creí...

    —¡Yo quería ayudar! Esperaba que encontráramos al ladrón a tiempo, pero tú tienes que ser tan insoportable y desconfiada de todo el mundo.

    —No te hagas la inocente. Sé que Scylla entrenaba en secreto con ustedes para desafiarme, pero mira ahora —se burló—, al final fue la única en escapar.

    —Porque tú no le diste otra opción. ¿Por qué tenías que tratarnos como criminales? ¿Por qué encerrarnos en tu ciudad?

    —Demasiadas coincidencias. La desaparición del Anillo de la Victoria, su llegada a Efesto, y ahora que estamos por cerrar el caso, Scylla huye por su cuenta. ¡Es demasiado obvio!

    Anansi no pudo replicar, absorta en la expresión de Taena Ericksen. Sus ojos aún la miraban con furia, pero su mandíbula empezaba a temblar y apretaba sus puños fuertemente.

    —¡Envite Ígneo!

    —¡Trueno!

    Ivornose embistió de nuevo, pero no antes de recibir otra descarga. La distancia había sido tan corta que Absol también sintió el impacto de su propio ataque cuando ambos rodaron entre las rocas, pero ninguno estaba dispuesto a ceder. Se incorporaron con torpeza arrastrando las patas y se atacaron el uno al otro con garras y colmillos.

    —¿¡Tienes idea de lo que va a pasar si Scylla huye con el prototipo!? ¿¡Del alcance que pueden tomar las cosas a partir de ahora!?

    —¡No lo sé! ¡Ni siquiera sé qué fue lo que se robaron!

    —¡Entonces...!

    —¡No quiero que la persigas! No me importa quién tiene la culpa de todo esto, pero no quiero que siga. ¿Por qué todos tienen que buscar problemas?

    —Yo termino con los problemas. Te venceré y luego traeré a Scylla de vuelta.

    —Vas a abrir la Puerta del Cielo. Y cuando encontremos al criminal, te vas a disculpar con ella.

    —¿Y si fuera la responsable?

    —Entonces yo te pido perdón.

    —Pero no la entregarás...

    —No.

    —Ivornose —murmuró—. Terremoto.

    El pokémon se irguió tan alto como era, preparado para causar otra sacudida y poner fin al combate cuando sus músculos se crisparon y una tenue corriente de electricidad atravesó su cuerpo, impidiendo que se moviera.

    Absol, sin embargo, se encontraba peor, apenas capaz de mantenerse en pie.

    —Se terminó —declaró Ericksen—. Perdieron.

    —Aún no. Absol, Canto Mortal.

    Asintió a la orden de Anansi, pero la parálisis le impidió cumplirla y lo único que salió de su garganta fue un aullido lastimero.

    «Vamos a ganarles un poco más de tiempo».

    Como si pudiera escucharla, Absol inhaló llenando sus pulmones de aire, luchando contra la parálisis que sometía a su cuerpo, pero antes de que pudiera emitir una sola nota, Ivornose ya se había levantado por completo. Las fauces abiertas. Pequeños destellos de luz reuniéndose entre sus dientes y una furia inconmovible en sus ojos brillantes.

    «Perdimos». Fue el único pensamiento en su cabeza.

    Taena y Anansi se miraron la una a la otra con una similar expresión de terror, pero ella fue la más rápida. Echó a correr hacia Absol esgrimiendo la ultraball, fallando en el primer intento para recuperarlo y quitarlo de la trayectoria del ataque de Ivornose. Si esa cosa llegaba a golpearlo acabaría con él.

    —¡Regresa!

    Segundo intento. El rayo de la ultraball alcanzó a su pokémon y lo puso a resguardo, fuera del alcance del hiperrayo que explotó en la cima del Muro de los Tiempos.

    Lo siguiente que supo es que su cuerpo se había vuelto ligero, tan increíblemente ligero que de alguna forma se había separado del suelo. Luego, volvió la sensación de la caída.



    Vale. Esto tomó más de lo que debería.
    Gold tomé prestado a tu ruby.
    Armiel y a tu loca...
    Yakov y a tu vago...
    Merinare y tu manía de poner musiquita.
     
    Última edición: 12 Febrero 2019
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    Maze

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    Capítulo IV: Fantasmas



    30 de Abril

    Meridión/Tesseus

    Faltaban pocos minutos para la salida del sol, y como todos los días el templo rebosaba de actividad, con jóvenes hermanos limpiando las estatuas, barriendo los suelos y preparando todo para la actividad de la tarde; alegres y dedicados a su labor. Su gente era, probablemente, la más noble que podía encontrarse en Aiwass: personas con cicatrices interiores que hallaban consuelo en la hermandad, en la libertad de ayudar a otros como un camino para ayudarse a sí mismos. Esa era su forma de hacer las cosas, lo único que aún tenía sentido para ellos.

    Todos los días hacía acto de presencia en el templo, al menos por un par de horas, incluso ahora que debía trasladarse del campamento a las afueras del bosque hasta Ciudad Tesseus. Alentaba a sus fieles, se aseguraba de que todo siguiera en orden y ocasionalmente hacía trabajo de campo para después acudir a los laboratorios en la parte posterior del recinto, justo como hizo ese día.

    Su equipo de investigación se encontraba analizando las muestras de sangre, pelo o escamas que habían obtenido los entrenadores. En la repisa del fondo había al menos doscientas pokéball, todas con pokémon infectados de una u otra forma. La cantidad era muy superior a la que esperaba encontrar en tan solo unos días, aún con el elevado número de entrenadores que tenía bajo su cargo. Los números simplemente habían explotado.

    «Algo está pasando ahí adentro».

    Sobre una de las mesas de aluminio se encontraba un espécimen recientemente capturado; un eevee de tonalidad pálida con manchas púrpura en el pelaje. Pasaba dormido la mayor parte del día y apenas si podía comer. Si su condición seguía empeorando, no viviría más que algunas semanas, y sus hermanos no estaban en mejores condiciones. Meridión lo contempló absorta, y pasó una mano por sus orejas mientras recordaba la conversación con la chica que lo había llevado.

    —La exposición al thelema es nociva para los seres vivos, es algo que ya les había advertido en su momento. La radiación que emite es muy baja, tan imperceptible que apenas si produce un efecto notorio con el paso de años, pero estos pokémon han vivido así desde que llegaron al mundo y eso ha causado trastornos en su desarrollo.

    —¿Hay alguna cura?

    —Tal vez. Si recopilamos las suficientes muestras... Acacia Knowing fue la primera en estudiar el efecto del thelema en las especies del Bosque de Pan, así que ya tenemos un punto de partida. Pero para eso debemos hacer nuestro mejor esfuerzo. Por el bien de los pokémon del bosque, y por todos nosotros en Aiwass.



    La chica había vuelto al bosque hace ya un par de días. Cada vez se adentraban más y más en la espesura, y el número de pokémon infectados crecía y crecía.

    —¿De dónde viene tanto thelema? — preguntó en voz alta, provocando que uno de sus subordinados alzara la vista hacia ella.

    —Las lecturas son completamente diferentes a las de hace dos años, cuando hicimos la última expedición. ¿Qué ha cambiado desde entonces?

    Volvió la mirada hacia el pequeño eevee que se agitaba entre sueños.

    —A ti también te voy a salvar.






    Scylla/Fuera de Efesto


    FAY

    GALAND​


    Una burda inscripción en un árbol que parecía marcada con un cuchillo. Dos nombres, sin duda. ¿Humanos? ¿Una pareja acaso? En verdad le parecía algo diferente, la dureza de los trazos le hablaba de una mano inquieta, pesarosa...

    «De una tumba».

    Aquel chico, Sericci, también parecía inquieto con aquellos nombres, al igual que su ralts. Empezó a sentir tristeza, una extraña sombra sobre su estado de ánimo que no parecía tener motivo alguno. Como si la lluvia tratara de decirle algo. Como si los truenos en el cielo trataran de decirle un nombre.

    —Tenemos que buscar refugio —interrumpió Sericci sus pensamientos— Al menos hasta que pare la lluvia.

    Scylla tomó su celular. Imaginaba que dentro de Efesto lo intervendrían si trataba de comunicarse, pero no sabía si ya estaban a suficiente distancia.

    —¿Vas a llamar a alguien?

    —A mi abuela. O quizás... a mi tío.

    —¿Sogia Frey?

    —No hará falta —intervino una voz rebosante de confianza.

    Un hombre joven, de aspecto agraciado y ataviado con un fino traje gris. El cabello rubio peinado con rebeldía y ojos azules ocultos tras unas gafas discretas. Se protegía de la lluvia con una peculiar sombrilla con forma de alas extendidas y una cabeza de orejas grandes en la punta. Scylla lo conocía. Se habían visto varias veces en las reuniones de los líderes, aunque por razones obvias no habían cruzado palabra en años. Se trataba del líder de gimnasio de Ciudad Icaros y futuro heredero de la familia más poderosa de Aiwass: Lewis de Lann. Caminó en su dirección con una sonrisa de seguridad total, y aunque detuvo su mirada por un momento en Sericci y éste rodó los ojos intentando disimular, pronto volvió su atención hacia ella.

    —Scylla Frey, ¿cierto? Nos enteramos de la situación y venimos a encargarnos antes de que las cosas no escalen demasiado. Nadie va a intervenir tu teléfono, pero no hace falta que hagas esa llamada.

    —Taena Ericksen nos impidió el paso por Efesto, así como abandonar la ciudad —respondió con recelo—. Antes de que esto escale más...

    —Te digo que no hace falta. Vamos a manejar este asunto con la mayor discreción posible.

    Un incómodo silencio se prolongó por espacio de varios segundos. No sentía el mínimo aprecio por su familia, y mucho menos confianza.

    —¿Qué piensa Ericksen al respecto?

    Lewis de Lann apretó los labios en un infructuoso intento por disimular una carcajada.

    —¿Ella? Será mejor que no piense nada. En este momento mi padre viene en camino.

    Apenas terminó la oración y la lluvia empezó a amainar hasta detenerse por completo. Las nubes empezaron a abrirse dando paso a los rayos del sol, como si reforzaran sus palabras.

    —¿Ves? Ya está aquí.





    Anansi/El Muro de los Tiempos


    Había dejado de caer. En el momento en que perdió la esperanza y se abandonó al vacio, sintió la presión de unos dedos delgados aferrándose a su muñeca y la gravedad dejó de tirar de ella.

    Alzó la vista hacia arriba. Taena Ericksen la sujetaba con ambas manos, un tercio del cuerpo fuera del muro y una expresión de alarma que nunca hubiera creído ver en ella mientras Anansi oscilaba pegada a la pared. La ira había desaparecido de sus ojos sustituida por el miedo, y el contraste era tan grande que dejó de pensar en nada más. Ni siquiera se dio cuenta de en qué momento paró de llover.

    —Dame un momento. Te subiré.

    Un graznido en la distancia las distrajo de sus pensamientos. Del creciente hueco entre las nubes descendió un ave de tamaño considerable. Su plumaje era amarillo radiante en su mayor parte y blanco por el pecho. Las plumas de su cola formaban una "V" por la que circulaban tenues corrientes eléctricas, y su mirada era determinada y orgullosa. Sin dar señales del mínimo esfuerzo, sujetó a Anansi por los hombros con sus poderosas garras y la llevó de vuelta al muro hasta ponerla a salvo.

    Tendida boca arriba esperó a que su corazón volviera a latir con normalidad mientras aquella ave se acicalaba las plumas. Taena en cambio se incorporó con rapidez, buscando con los ojos a su alrededor por lo que, intrigada, Anansi la imitó hasta que ambas escucharon el sonido de un caminar hacia ellas.

    Un hombre se acercaba a su posición. Traje, camisa, corbata y zapatos negros como su cabello ligeramente crecido. Atractivo, sin duda, pero severo, con un rostro de facciones inertes que parecían haber olvidado cómo sonreír hace siglos. Aunque su andar era normal, cada uno de sus pasos resonaba contra el concreto, y Anansi podía sentir que era porque él así lo deseaba. Aunque el rasgo que más llamó su atención del desconocido fueron sus ojos: brillantes, fieros y dominantes, con una fuerza casi opresora en sus irises dorados.

    Hizo un rápido movimiento con su brazo como si indicara al pokémon ave que fuera hacia él, y éste se convirtió en un rayo de luz carmesí que se refugió en su chaqueta. Acto seguido volvió la mirada hacia Taena y la sostuvo sobre ella sin decir una sola palabra. A cada segundo, la imperiosa chica parecía volverse más pequeña, incapaz de decir nada y bajando los ojos al suelo. Entonces el desconocido se movió hacia donde se encontraba el Ivornose de la líder, prácticamente vencido.

    —Levian —expresó con voz carente de toda emoción—. Su huevo eclosionó unos días después de tu nacimiento. Ella tiene tu misma edad, ¿sabías? Los ivornose son una especie muy agresiva desde su primera etapa evolutiva, así que Bastian quiso hacerse cargo de su crianza, pero mírala ahora; no solo se mantiene en forma, sino que es claramente más fuerte que cuando él vivía. Has hecho un buen trabajo en entrenarla desde entonces. No esperaba menos de ti.

    La líder de Efesto permaneció a la expectativa. Anansi veía a uno y a otro sin atreverse a decir nada.

    —Dime entonces, Taena, ¿por qué te has conducido con tanta incompetencia? —cruzó los brazos detrás de la espalda sin apartar los ojos de ella ni elevar el tono de su voz— ¿Qué parte del desastre de estos días te parece propia de un líder?

    Anansi dio un paso hacia atrás desviando la mirada hacia los lados. Sus labios empezaron a temblar.

    —A-alguien burló la seguridad de Ignis... tuve que tomar medidas para...

    —La seguridad no es infalible —le interrumpió con firmeza—, nunca lo es, ni siquiera en una fortaleza como Ignis. Por eso existen los líderes de gimnasio: para hacerse cargo cuando las cosas no van como deberían. Aún así, te las arreglaste para empeorar la situación a niveles inimaginables en ti. ¿Qué te hizo pensar que retener por la fuerza a Scylla Frey era una buena idea?

    —¡No podía dejar que nadie se fuera! El anillo...

    —El prototipo está a salvo, y no gracias a ti sino al mismo grupo que retuviste contra su voluntad. Tras determinar su ubicación, los guardias del acero se hicieron cargo de asegurar la zona y reducir a los culpables. Poco les faltó para escapar frente a tus propias narices, pero eso no es ni la mitad de grave de lo que pudiste provocar. Tenemos suerte de que Sogia Frey tuviera el sentido común de hablar conmigo antes de dejar que la situación escalara más. Algo que tú debiste hacer también.

    —No quería... era mi obligación...

    —Cuando los líderes de gimnasio no pueden hacerse cargo, es trabajo del Alto Mando lidiar con la situación. Recuérdalo la próxima vez.

    Taena musitó un breve "sí" para después recuperar al ivornose dentro de su pokéball. El hombre de ojos dorados miró fugazmente a Anansi y después volvió a dirigirse a su subordinada.

    —Parece que entiendes que estuviste a punto de hacer algo irremediable. Reflexiona al respecto.






    Meridión/El Templo de la Ley

    —Así que la misión fracasó —exclamó con un suspiro en la seguridad de su oficina. Recostado en el sofá de la misma había un chico de largo cabello castaño vistiendo una camiseta negra, jeans desgastados y una gorra púrpura que jugaba a arrojar una pokéball y atraparla de nuevo.

    —Los chicos fueron descubiertos, no me preguntes cómo. Pero no te preocupes, hice que Kazam les borrara la cabeza. No van a decir nada acerca de nosotros.

    —Eso no detendrá a Tyros de Lann.

    —Tal vez no, pero no podrá sacarles nada. No hay un pokémon tipo psíquico más fuerte que Kazam en toda Aiwass, y aún si lo hubiera, lo que hicimos con los chicos no fur simple hipnosis, sino destrucción de recuerdos. Simplemente no hay nada qué encontrar en sus cabezas. ¿Son nuestros Hermanos de la Ley, o son un grupo criminal que finge ser Hermanos de la Ley para pasar desapercibidos? El sentido común favorece a la segunda opción, y Lann es un hombre de sentido común.

    Meridión asintió con gesto serio, incapaz de compartir el alivio del joven.

    —Hicieron lo correcto. Lo que nadie más hubiera hecho.

    —Y no fue en vano —respondió lanzando la pokéball una última vez para liberar al pokémon psíquico en su interior—. Cuando Kazam me dijo que escapar con todos era imposible, le ordené quedarse con ellos hasta el final. Todos estos días ha estado analizando el prototipo de los Lann, su intento de replicar el Anillo de la Victoria —sonrió con satisfacción—. No hay un solo pokémon psíquico superior a él. Ha memorizado a la perfección el dispositivo y su funcionamiento.

    —Así que, no tenemos el prototipo como tal...

    —... pero tenemos todo el conocimiento necesario para replicarlo. Lo robamos, pero no saben que lo robamos. No podríamos pedir una conclusión más ideal, y todo gracias al sacrificio de esos chicos.

    —Es suficiente con eso —declaró—. Cuando tengamos éxito, también los salvaremos a ellos.

    —Y hablando de eso... ¿cómo va todo con la expedición?

    Le relató lo sucedido en los últimos días, incluyendo el anormal número de especímenes afectados. A cada tanto, Abimael asentía con gesto sombrío.

    —El Bosque de Pan nunca me ha dado buena espina, y ese tipo Kozaky, mucho menos.

    —A mí tampoco —admitió Meridión—. Pero los necesitamos a ambos.

    —Al menos el bosque está lleno de respuestas. En cuanto a Kozaky... estoy seguro de que nadie lo extrañaría.

    —Después nos ocuparemos de él si hace falta. De momento... tengo otra misión para ti, y para tu Alakazam.





    Efesto/Residencia de los Lann


    La escena tomó lugar en el amplio comedor principal. Los viajeros de Lyses descubrieron que si había algún edificio en Efesto que no fuera completamente gris, ése era la residencia de los Lann. El reflejante piso de azulejos rojos y celestes, las tallas con forma de luxray en las paredes, los cuadros de paisajes de la región, los ostentosos candelabros con forma de dewpider iluminando la estancia. Todo cuando los rodeaba le daba al lugar una atmósfera sobrecargada en acentuado contraste con el aspecto austero de la ciudad.

    Se encontraban sentados en torno a una larga mesa de caoba bellamente ornamentada en un diseño de olas con relieves dorados. La cabecera la ocupaba el dueño de la casa: Tyros de Lann, de modales corteses, pero distantes. A su derecha, en el asiento de honor, se hallaba Sogia Frey, degustando la cena con verdadero placer, y a su izquierda su hijo, el joven Lewis de Lann y líder de Ciudad Icaros. A lado de Sogia estaba Scylla, y a lado de Lewis, Taena, ambas encontradas, intercambiando miradas fugaces pero sin atreverse a emitir palabra, y después de ellas los ocho miembros restantes de la expedición.

    —He de agradecerles una vez más el servicio que han prestado a la gente de Efesto y a mi propia familia. Y disculparme por los inconvenientes causados.

    —Basta, basta —insistió el investigador—. Lo importante es que todo salió bien al final. Y ustedes, chicos —añadió dirigiéndose a sus ayudantes—. Hicieron un buen trabajo atrapando a esos cabrones.

    Levantó su tarro con la intención de hacer un brindis para ser imitado por algunos de ellos.

    —¿Qué estaba haciendo usted? —preguntó Anansi tratando de fingir una sonrisa—. Desapareció en el camino y no volvimos a verlo.

    —Cuando me enteré de la situación en Efesto traté de comunicarme con nuestro principal patrocinador. Mientras estaba en eso, ustedes llegaron a la ciudad y las cosas se volvieron complicadas. Y para evitar que la situación fuera a peor, consideré que era mejor tratar esto directamente con Lann.

    —¿Por una semana? —susurró Yakov.

    —Había detalles qué arreglar, además de preparar el equipo que usaremos en Narciso. No es el lugar más acogedor del mundo, ¿sabían?

    —Lo cierto es —interrumpió Lann— que el tema de su investigación nos interesa profundamente.

    —¿En serio? Nunca pensé que fueras un hombre de historia.

    —Y no lo soy, pero velo por el bienestar de Aiwass, y más aún por su progreso. Sogia Frey, su trabajo acerca del thelema puede traer beneficios ilimitados al desarrollo tecnológico de la región. Es mi deseo hacer todo lo que esté en mi poder para llevar su investigación a buen puerto.

    Un silencio incómodo se extendió por el comedor. Lentamente Sogia Frey dejó sus cubiertos sobre la mesa para mirar fijamente a su anfitrión con una sonrisa maliciosa.

    —No es que no agradezca tu propuesta, pero no se trata de una apuesta segura, ni puedo prometer beneficios a corto plazo a sus intereses.

    —Mi interés es el bienestar de Aiwass, ya se lo he dicho —respondió imperturbable—. Estoy dispuesto a asumir los riesgos.

    —Y eso habla bien de ti. Sin embargo, la familia Frey ya se encarga de patrocinarnos en todo lo necesario.

    —Y no me cabe duda que hacen un excelente trabajo —replicó en un tono que casi sonó sincero mientras miraba al resto del equipo por arriba—. Pero no es de eso de lo que hablo. Sé que está familiarizado con mi hijo Lewis, aquí presente.

    —Por supuesto, el chico de los fuegos artificiales.

    Lewis de Lann tosió incómodo, pero rápidamente logró devolverle la sonrisa burlona. Tyros hizo caso omiso del comentario.

    —Encuentro interesante su investigación en el campo del thelema —dijo el joven Lann—. Y también he seguido su trabajo en el desarrollo de Ciudad Lyses. Estoy seguro de que combinando nuestros avances y habilidades podríamos hacer grandes cosas.

    —Seguro que sí —contestó el viejo Sogia en un tono que indicaba todo lo contrario—. Pero me temo que no puedo comprometerme a una colaboración externa a largo plazo sin consultarlo primero con los directivos.

    —Por supuesto que no —insistió Lann—. Es mi intención tratar el asunto personalmente con la directora Leryna Frey, sin embargo, mientras tanto, sería conveniente para todos que Lewis se vaya acostumbrando al trabajo de campo con ustedes. Eso no comprometería la investigación posterior si simplemente se une al equipo de expedición, sólo en el remoto caso de que no lleguemos a un acuerdo provechoso para ambos. Lewis los acompañará durante la expedición como cualquiera de sus otros ayudantes, y lo que ocurra después, ya lo veremos.

    Sogia Frey hizo silencio para después recorrer a todos los presentes con la mirada. Finalmente suspiró y alzó su tarro en dirección a Lewis de Lann.

    —Bienvenido chico. Estás dentro.






    2 de Mayo

    Scylla/Narciso

    Como la mayoría de los niños de Aiwass, había escuchado historias acerca de Narciso: el asentamiento más antigua del continente que se ubicaba al pie de los Grandes Hermanos desde hace más de tres milenios. De acuerdo a la leyenda, los habitantes de Narciso eran escasos dadas las duras condiciones de vida y su población nunca superó el millar de habitantes, al menos hasta que los exploradores partieron de sus hogares entre las montañas para buscar un ambiente más cálido en las tierras del oeste. Pero aún cuando las grandes ciudades de Icaros y Efesto se alzaron en las llanuras, y con ellas los poblados de Caribdis, Themis y Tesseus, la gente de Narciso nunca dejó su hogar ancestral, cerrada y recelosa, guardiana del antiguo conocimiento transmitido de generación en generación. De modo que el pueblo de Narciso siguió siendo el mismo lugar hermético, regido por la tradición que aún en tiempos modernos se conservaba tan puro como en el pasado, o al menos así fue hasta que un desastre natural acabó con toda su población en un abrir y cerrar de ojos hace cincuenta años.

    Scylla conocía la historia, pero nunca había tenido motivos para aventurarse a Narciso, así que esperaba encontrarse con un pueblo deshabitado al pie de la montaña, con construcciones semidestruidas que servían de refugio a los ratatta, calles resquebrajadas y vegetación salvaje creciendo por los muros. No podía estar más equivocada.

    Llegaron cuando aún quedaban algunas horas de luz de día. Sofía se había aprovisionado con ropa de invierno para todos, y Scylla pronto se dio cuenta de lo acertado de su juicio cuando sintió el viento helado de los Grandes Hermanos. Narciso no se hallaba simplemente al pie de la montaña, sino en una profunda depresión entre dos colosales montañas. Sus piernas se hundían hasta las rodillas bajo la gruesa capa de nieve que no cedía un centímetro ni siquiera durante el verano, y las ruinas no eran el refugio de plantas o pokémon, sino rocas desnudas, paredes, techos y columnas de roca helada que emitían aterradores aullidos cuando el viento pasaba a través de ellas.

    Luego de dar un rápido paseo por el pueblo, Sogia dio instrucciones al grupo de volver al extremo del valle, lo bastante lejos de la ciudad, para levantar el campamento.

    —Aún tenemos tiempo. Quedan unas cuantas horas de sol. Que los pokémon también ayuden.

    —¿Por qué no acampamos en las ruinas? —sugirió Lewis de Lann— No hace más frío aquí que allá, y con paredes de roca estaremos más seguros. Además de ahorrarnos la molestia de desplazarnos todos los días.

    —No quiero que nadie se acerque al pueblo luego de la puesta de sol. Los pokémon estarán al acecho.

    —¿Pokémon? —preguntó Scylla con incredulidad— ¿Es que algo puede vivir en un lugar como éste?

    Más arriba en las montañas habitan las manadas de ñeozone y houndoom, además de algún solitario absol que les da caza, y en los riscos helados, esos braviary hijos de puta, pero ellos no son los que nos importan. Podemos mantenerlos a raya con hogueras, pero la verdadera amenaza son los pokémon fantasma. Pocos sitios vas a encontrar en Aiwass más malditos que éste. Con todas las vidas que se perdieron aquí, Narciso es prácticamente un criadero de espíritus. Y no importa qué tan valiente seas, cuando el sueño llega, tú y tus pokémon son tan vulnerables como un caterpie.

    Lewis se retiró sin discutir, ayudando a Blake Weiss a extender una tienda. Aprovechando el breve momento de intimidad, Scylla le preguntó a Sogia por la conversación en la cena con los Lann.

    —Ese cabrón de Lann quería un testigo dentro de nuestro grupo y mandó a su propio hijo, aunque dada la situación, no podía negarme a traerlo sin empeorar las cosas.

    La joven Frey asintió siguiendo al mayor en dirección a la ciudad.

    —¿Cree que la Tiara de la Paz se encuentre aquí?

    —Seguramente no. De todos modos, esta gente sabía cosas sobre los pokémon antiguos que nosotros no, aún si no podían comprenderlas. Por ejemplo...

    Habían llegado hasta un edificio de gran tamaño con una cúpula ovalada que había perdido la mitad de su superficie, probablemente una iglesia. Sogia le mostró algunas inscripciones en las paredes interiores, dañadas en gran medida por la erosión del viento y la nieve, y además, grabadas en una lengua antigua que no podía comprender.

    —Tenemos mucho trabajo. Al menos sacaremos alguna pista sobre el destino de la tiara y de Menasis, pero eso será a partir de mañana. Por ahora volvamos con el resto.

    Ya habían dado media vuelta cuando Scylla sintió un movimiento en el borde de su visión, y volvió la cabeza en su dirección. Muy a lo lejos, sobre el tejado de una vieja casa, creyó ver una sombra agitando su brazo hacia ella, como llamándola a acercarse. Y haciendo un esfuerzo por distinguir a la figura, le pareció que se trataba de un humano, de un niño que la saludaba con una enorme sonrisa en el rostro. Su vision, o alucinación, apenas duró un segundo, porque el chico desapareció en un instante y fue reemplazado por un escalofrío que le recorrió la espalda.

    —No hagas caso —dijo Sogia mirando hacia adelante—. Ya te dije que esto está lleno de fantasmas.





    Abimael/Alakazam

    Tras el éxito en Efesto, Meridión le había ordenado ocuparse de un asunto diferente: la desaparición de Arrel Strauss. Líder de gimnasio de Ciudad Alseide y una joven promesa en el campo de la biología pokémon. Durante las escasas ocasiones en que coincidieron, "Type" le causó siempre una impresión favorable. Si acaso, demasiado honrado. Si acaso, demasiado inocente para sobrevivir por mucho tiempo en un mundo como Aiwass. Por eso le sorprendía aún más que Meridión tratara de mantenerlo con vida. No era la clase de persona que podía sumar a sus propósitos.

    La última vez que se le había visto fue durante los primeros días de abril, cuando partió de Alseide en dirección a Lyses. Había una alta probabilidad de que se hubiera perdido o accidentado en el Bosque de Pan, que era un sitio peligroso y traicionero incluso para los entrenadores más experimentados.

    Abimael sabía que no era un aventurero. Carecía de la destreza física y el arrojo intempestivo para llevar esa clase de vida. Lo suyo eran el ingenio y la velocidad mental, así que hizo uso de esas habilidades para encontrar a Arrel Strauss. Kazam era el más indicado para la tarea. Su pokémon poseía un dominio de la telepatía verdaderamente asombroso, pudiendo comunicarse con su entrenador a cientos de kilómetros de distancia, transmitiendo sus recuerdos casi de forma inmediata, por no hablar de sus increíbles habilidades psicoquinéticas. En comparación, su cuerpo físico era realmente frágil, pero poco importaba cuando nadie podía tocarlo.

    Así que fue Kazam quien se aventuró al bosque, levitando a una distancia segura por encima de las copas de los árboles y transmitiendo directamente a su entrenador sus recuerdos inmediatos.

    "Gran Ojo".

    Kazam se concentró, cerrando los ojos para ver el mundo que lo rodeaba con su poderosa mente. Los obstáculos físicos dejaron de importar y las almas se hicieron visibles ante él. Toda cosa con un intelecto propio apareció a su vista interior. Pokémon de todos los tipos, edades y egos, los entrenadores de Meridión que se habían infiltrado al bosque. Las de los árboles, los bichos... cada una de ellas se hizo visible para Kazam, y por tanto, visible también para Abimael.

    Sólo tenían qué encontrar una: el alma de Arrel Strauss, pero a Nadal le resultaba difícil concentrarse en buscar, puesto que la agitación en el bosque era cada vez más intensa. Pokémon naturalmente inofensivos se habían vuelvo más salvajes los unos con otros, así como con los intrusos, y aquellos pokémon infectados le causaban una sensación de creciente incomodidad. Tal vez era justo por eso que Meridión deseaba contactar con Arrel Strauss.

    "Sigue buscando, amigo. Tiene que estar ahí".

    Probablemente ya hubiera muerto. Era difícil de creer que alguien sobreviviera en el bosque por tanto tiempo entre los enloquecidos pokémon salvajes, pero al menos debía intentarlo.

    La presión crecía dentro de su cráneo. Buscar aquella mente en particular agotaba la fuerza mental de ambos, en especial con el ruido de fondo de los incontables pokémon salvajes que viven y mueren en el Bosque de Pan. Cada vez más agitados. Cada día más violentos. Meridión tenía razón: algo malo estaba ocurriendo en esos malditos bosques.

    Y entonces, completamente de la nada, lo escuchó: un aterrador alarido resonando en su cabeza, un grito de horror tan doloroso que la conexión entre humano y pokemon que rompió en un instante. Y Abimael abrió los ojos en su propio gimnasio, respirando agitadamente como si le faltara el aire luego de vivir una horrible pesadilla.

    Alakazam, en cambio, perdió el control de su levitación y cayó al suelo desde las alturas. Su frágil osamenta recibió un severo castigo físico cuando tocó tierra. Pero lo peor estaba por empezar.

    Bestias ocultas en las sombras de los árboles, pequeños depredadores listos para atacar.

    Intentó activar su Gran Ojo una vez más. Los humanos corrían asustados al interior del bosque, asediados por los pokémon nativos, conducidos lentamente hacia una trampa mortal en el corazón del bosque, justo como la que le tenía prisionero a él.

    El rugido de un verdadero monstruo sacudió el bosque con violencia. Lo siguiente que supo Alakazam es que todo se había vuelto negro.


    Well... Esta vez nos tardamos bastante. Fumu...

    Como pueden ver, seguimos separados en grupos. Para algunos, las cosas han cambiado un poco más que para otros. También habrán notado que en esta ocasión solo pasaron tres días.

    Para los que se encuentran en el Bosque de Pan: los pokémon se han vuelto mucho más agresivos y el nivel de peligro ha subido en consecuencia a partir del 2 de Marzo. Si quieren encontrar la salida, deben hallar a Type.

    Para el grupo de la expedición: ya estamos en Narciso. Tengan cuidado con los fantasmas y los otros pokémon salvajes. Si quieren colaborar con los líderes presentes, dedicarse a la caza de pokémon o lo que sea, también pueden hacerlo. Also, los que no pudieron postear a tiempo, pueden usar esta oportunidad relativamente ligera para ponerse al corriente de su post pasado. Dudas y demás por mp. La ficha de Narciso la subo más al rato.

    Una semana de plazo en la historia, hasta el 19 para postear.

    Una vez más, gracias a todos.


    Armiel
    Yakov
    Gold
    DoctorSpring
    Maxinne
    Plushy Berry
    Merinare
    Kiwi el poderoso.
     
    Última edición: 12 Febrero 2019
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  7. Threadmarks: Capítulo 4-Vega
     
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    Vega – Capítulo 4: Déjà Vu (2)

    Por qué…
    Sólo eran dos nombres, dos nombres tallados en un solitario árbol en las afueras de Ciudad Efesto. Ninguno de los dos había estado en aquel lugar anteriormente, tan al este de Aiwass. Las únicas ciudades que había visitado en su estadía en la región habían sido la capital de Ícaros, la moderna Lyses y el centro mercantil de Tesseus. Era imposible que Ren recordara ese escenario en específico, y aun así…

    —…siento que conozco ese lugar. —Musitaba para sus adentros, con la mirada aún clavada en la corteza, como intentando descifrar algún significado oculto en aquellos nombres. A lo mejor sentía aquella extraña fuerza, aquella misma magia que sólo ella notaba en las medallas.

    Curiosamente, Scylla los observaba a unos cuantos metros de distancia con la misma expresión de incertidumbre que su Ralts. El agua de lluvia le chorreaba por el largo pelo celeste de su disfraz, pero ella no le prestaba atención. La tormenta cedía lentamente, de una manera inversamente proporcional a aquel sorpresivo dolor de cabeza que se acentuaba más y más.

    Viajar a pie hasta Narciso bajo la lluvia le parecía una mala idea, y más con ellos dos empapados. Pero caminar por el linde del Bosque de Pan para protegerse del aguacero a medida que la noche los acechaba cada vez más sonaba incluso peor. Tomando a Ren de la mano, se acercó a Scylla para preguntarle cuál había sido el siguiente paso en su mente una vez hubieran escapado de Efesto. Según las sospechas de la líder del gimnasio y a juzgar por la gente que los seguía a todos lados, estaban vigilando todos sus movimientos, por lo que no se había atrevido a realizar ningún pedido de auxilio hasta que estuvieran fuera de aquel ridículo paredón.

    Ésta comenzó a buscar un número en la agenda de su teléfono, pero antes de que pudiera elegir un contacto, notó como dos figuras se le acercaban de lejos. Era como si supieran de antemano exactamente donde se encontraban, en qué dirección habían escapado. ¿Cómo los habían encontrado tan rápido? ¿Acaso Scylla les había dicho que la esperaran allí? ¿O quizás se trataba de aquellos extraños personajes que les habían estado pisando los talones todo el tiempo?

    Se trataba de dos personas que él conocía. La primera era aquel presuntuoso líder de gimnasio al cual le había arrebatado la primera medalla que Ren había roto. La segunda era nada más y nada menos que la capitana de la guardia de Ícaros. La mujer del lirio azul. Aquella con la que había jugado una estúpidamente arriesgada carrera por los tejados de la ciudad que ella conocía como la palma de su mano.

    Los irises dorados de la mujer estaban abiertos como platos de la incredulidad mientras el líder, de nombre Lewis de Lann, los presentaba y se disculpaba con ambos por las molestias ocasionadas. Con un tenso apretón de manos entre los dos, poco a poco Vega comenzó a percatarse de lo innecesario que habían sido todos los planes de Scylla en Efesto. Crear diferentes planes para cada uno, ayudar a Taena para encontrar a los verdaderos culpables, entrenarlos para conseguir la medalla y obtener una salida fácil hacia Narciso… todo había sido en vano. Aquella súbita migraña se mezcló con una punzada de resentimiento: era más que obvio que la desaparición de alguien tan importante como la líder de gimnasio de Caribdis no pasaría desapercibida en absoluto. Por mucho que aquella impetuosa chica de Efesto quisiera retenerla a ella y a su grupo por siempre, era más que seguro que alguien vendría a rescatarla en cuanto se percataran de su ausencia o no lograran comunicarse con ella. ¡Cómo podía haber sido tan idiota!

    La próxima vez, no lo dudaría ni un instante. Se esfumaría al frente de todos, de vuelta a Lyses con Ren y pasaría toda tarde eligiendo los sabores de helado más estúpidos que encontrara. El resto bien podía arreglárselas por su cuenta.

    Vega…

    Estaba tan distraído por la aparición de aquella mujer y de querer enterarse cuál era la verdadera razón por la cual los habían encerrado por tantos días en Efesto que no se percató de aquella débil fuerza que le había estado tirando del brazo todo este tiempo hacia abajo. No fue hasta que se agachó a su lado que se percató de que algo andaba mal con ella. Ren prácticamente se había dejado arrastrar de regreso a la costa del río. Respiraba con lentitud, y sus ojos parecían dos rubíes apagados, sin rastro de aquella mirada atenta y perspicaz que ningún otro Pokémon jamás tendría.

    ¿Podemos… descansar un rato? —alcanzó a murmurar, en un atisbo de voz.

    El alivio inmediato del dolor en su sien fue su primera alerta, pero no fue lo suficientemente rápido para percatarse de lo que estaba sucediendo. En menos de un segundo, las rodillas de Ren se doblaron de golpe, como si se tratara de una marioneta a la cual le soltaran los hilos de repente. Su cuerpo cedió bajo su propio peso, y Vega apenas alcanzó a tirar de su brazo hacia arriba lo suficiente como para que su cabeza no chocara directamente contra las rocas que había junto a la costa del río.

    La sujetó entre sus brazos, alarmado, mientras un horrible escalofrío le corría por la espalda. Un silencio se produjo en la conversación de los líderes, seguido de la voz de Scylla que oyó con dificultad, como si se encontrara del otro lado de un túnel.

    —¿Están bien? —preguntó, y éste tuvo que tomar aire un par de veces para poder calmarse y responder con la mayor naturalidad posible.

    —Sí, sólo está un poco cansada: todo esto le ha afectado un poco. ¿Nos reuniremos con el resto del grupo e iremos a Narciso, entonces?

    No hubo respuesta. Scylla, Lewis y la capitana lo miraron un tanto desconcertados, ésta última con los ojos cada vez más entrecerrados, como si estuviera tratando de leer sus pensamientos, pero sin emitir ni un sonido. El líder de Ícaros hizo un ademán hacia atrás con el pulgar, señalando el gigantesco Muro de los Tiempos a sus espaldas.

    —Tenemos que volver a Efesto primero. Deberíamos aclarar la situación allí adentro antes de dejarlos ir, para evitar cualquier tipo de conflicto.

    —Oh. —Vega se reacomodó el cuerpo de Ren entre sus brazos, para reforzar la idea de que simplemente estaba dormida del cansancio—. Supongo que tendremos que viajar por nuestra cuenta entonces.

    ¡Qué respuesta más estúpida! Se encontraban mojados de pies a cabeza: jamás los dejarían irse en dirección a una ciudad tan lejana cuando tenían el Centro Pokémon de Efesto a menos de un kilómetro de distancia. Debería haberse inventado que Ren estaba enferma, y necesitaban volver a Lyses por una medicina que se habían olvidado o alguna excusa similar. Pero ya era demasiado tarde. Con las cejas arqueadas, Lewis miró de reojo a Scylla antes de continuar.

    —Tu también deberías venir con nosotros. Además, —agregó, extendiendo una mano para quitarle un mechón de pelo de la cara a Ren— ¡la chica está exhausta! Que mejor lugar para descansar que-

    Vega actuó inconscientemente. En un reflejo por evitar que la toquen, se echó hacia atrás, aferrándose a ella con fuerza. El movimiento no pasó desapercibido para ninguno de los tres, y en especial para Lewis, que se cruzó de brazos un tanto ofendido. Este abrió la boca una vez más, pero antes de que alcanzara a decirle algo, Scylla se acercó a su oído, poniéndose en puntas de pie. En menos de treinta segundos, su mirada de recelo se había convertido en una de completa sorpresa.

    —Oh… ¿Entonces ella no…? Ahora veo. —Lewis se llevó la mano al interior de su chaqueta—. Bueno, si no quieres regresar al Centro Pokémon, al menos toma un poco de medicina.

    En sus manos se encontraba una hiperpoción, cuya dosis era mucho más que suficiente para tratar a un Pokémon en su etapa inicial como lo era un Ralts. Aunque realmente hubiera preferido que Scylla no se lo hubiera contado.

    —Voy a pedirles que eviten mencionarla: sólo levantaría más sospechas. Los veré en unos días en Narciso.

    A decir verdad, no creía que ni la mejor medicina del mundo funcionara en ella a estas alturas. Esperó con fingida tranquilidad a que se pusieran en marcha de vuelta a la ciudad, pero en el último momento, la capitana de Ícaros finalmente abrió la boca, tomando de sorpresa a todos.

    —Lo acompañaré a Narciso, si no te importa. El bosque ha estado un tanto peligroso últimamente.




    —¿Estás segura, Alexis?

    Aún un poco desconcertados ante la decisión de la mujer, pero sin ninguna intención de detenerla, Scylla y Lewis se alejaron en dirección al portón sur de Efesto, aquel que daba directamente a uno de los dos únicos caminos que llevaban a Alseide, el misterioso pueblo perdido en medio del Bosque de Pan. Aquella mujer le estaba haciendo pagar por haberse burlado de ella en su ciudad.

    —¿Qué es lo que quieres de mí, capitana? —le espetó, una vez estuvieron bastante lejos como para oírlos.

    —Saber que estás tramando ahora —respondió ella con suma tranquilidad—. No vas a escaparte esta vez.

    Vega chasqueó la lengua con impaciencia, mientras su nerviosismo crecía cada vez más en su interior. ¿Realmente importaba que aquella mujer se enterara? Meses de esfuerzo se irían por el drenaje si seguía perdiendo el tiempo ahí parado. Recostó a Ren en el césped y tomó una Pokéball de su cinturón.

    Alexis no pudo evitar ahogar un grito al ver como aquella niña se desvanecía en un rayo de energía rojiza, para emerger nuevamente convertido en un Pokémon Legendario. Su fino pelo rosado erizado por la lluvia y observando con preocupación el verdadero cuerpo de Ren, mientras Vega la alzaba nuevamente con una mano. Realmente era diminuta en comparación.

    —Qué diablos está pasando aquí… —alcanzó a decir, sin dar crédito a lo que veía. Era una reacción más que esperable, después de todo.

    —Te lo explicaré más tarde. ¡Te lo prometo! —insistió con firmeza, antes de volverse a su Ditto—. Mew, necesitamos volver a Lyses con urgencia. ¿Hay alguna forma de que-?

    Sabía con certeza, gracias a sus múltiples intentos de captura, que aquella forma de Mew que había conseguido era incapaz de utilizar Teletransporte. Su única idea era que éste copiara la genética de Ren y se convirtiera en un Ralts, si no lo había hecho ya. Grande fue su sorpresa al observar como este se transformaba, sin previo aviso, en una criatura bastante más grande que aquella que esperaba. Una criatura amarillenta de un metro y medio de altura y aspecto raquítico lo miraba con una sonrisa perturbadora que, si bien se veía encantadora en un Pokémon inocente como lo era un Mew, era más que aterradora en un Alakazam.

    —¿¡Dónde ha aprendido-!? —masculló Alexis con un sorpresivo tono de alarma en su voz, pero Vega la interrumpió inmediatamente.

    —¿Puedes usar teletransporte? No importa si es muy lejos, busca un lugar seguro que recuerdes con exactitud.

    Su Ditto, de nombre Mew y convertido en un Alakazam, sonrió perturbadoramente una vez más, extendiendo dos brazos en dirección a ellos. Tomando aire, apretando el cuerpo de Ren con fuerza contra su pecho y cerrando los ojos, Vega le estrechó firmemente el brazo con su mano libre. Pero nada sucedió. Alexis seguía ahí parada, mirando a Mew con incredulidad y sin mover ni un músculo.

    —¿Vas a quedarte ahí parada? ¿¡Vienes o qué, capitana!? —le gritó, y ésta finalmente pareció reaccionar.

    En el momento en que los dedos de la mujer se cerraron sobre los del transformado Alakazam, Vega notó, con mucha más violencia que antes, aquella sensación de que su cuerpo se elevaba en el aire a la vez que se comprimía. Y en una violenta sacudida, cayó de cara contra el suelo, cubriéndose con el codo para no aplastar a su Ralts. A su lado, escuchó el quejido de la mujer al caer: claramente no estaba acostumbrada a andar saltando de aquí para allá.

    Se encontraban en un lugar mucho más frío que el exterior de Ciudad Efesto. Oscuro, silencioso y tenebroso: se trataba del claro en el bosque donde finalmente había atrapado a Mew. Convertido una vez más en su forma predilecta, agitó la cola con alegría al ver que Vega reconocía el lugar. Alexis también lo conocía, y estar ahí no le hacía ninguna gracia.

    —No han pasado ni cinco minutos desde que Lewis mencionó que Alseide ha estado en alerta naranja los últimos días, y lo primero que haces es transportarnos al corazón del bosque. Mira, si esto era una trampa, no creo que lo hayas pensado muy bien…

    Vega guardó silencio. Sentía que algo los acechaba desde la oscuridad. Y sin Ren, sentía como si le faltase la mitad del cuerpo. Sin ella, en lo único que podía confiar era en sus reflejos. Ahora entendía por qué parte del adiestramiento de Sabrina incluía tanto entrenamiento físico. Titubeó durante unos instantes, pero finalmente llevó su mano a su segunda Pokéball.

    —Necesito que nos cubran hasta que lleguemos a Lyses. ¿Te importaría…? — le preguntó a Alexis, señalando a su Quilava con una mano—. Nos vendría bien una mano.

    Mew dio una voltereta en el aire en señal de aprobación. Un Pokémon que había vivido en aquel bosque toda su vida, tomando muestras de todas las criaturas que vivían en él. Y un Pokémon que había estado sometido al mismo riguroso entrenamiento que ellos desde que eran niños: a pesar de su tamaño, Tey estaba más que apto para protegerlo de cualquier amenaza que hubiera allí dentro. Las llamas se encendieron en su lomo, iluminando el lugar con un débil resplandor, pero este se vio rápidamente ofuscado ante las fuertes llamas del extraño Thyplosion volcánico de Alexis.

    —Supongo que es hora de correr una vez más, capitana.

    —¿Cómo sé que no te escaparás con tu Ralts en cuanto te dé la espalda?

    Alexis era más fuerte, pero su agilidad era superior. Si alguien era el más adecuado para protegerla del daño, era ella. Y si se trataba de evitar que nadie se acercara a su guardia, él era el indicado. Se quitó la chaqueta, envolviendo a Ren en ella y se la entregó a la mujer, quien la sujetó con un trato casi maternal.

    Confío en ti. No perdamos más el tiempo.

    Ninguno de los dos tenía idea de en qué dirección debían dirigirse para llegar a Lyses. Pero para eso estaba Mew. No tardaron mucho en alcanzar un buen ritmo, ambos esquivando con destreza el mar de árboles que se presentaban en frente suyo, pero notando más y más como las criaturas del bosque comenzaban a acecharlos. La primera señal fue una sombra que salió volando para estamparse en un árbol, redireccionada por la fuerza psíquica de Mew.

    Saben que no somos de aquí.

    Le temían al fuego. Vega no se atrevía a darle órdenes, por lo que Tey trabajaba en base a lo que Alexis le ordenaba a su compañero. Se envolvía en una Rueda Fuego y rodaba de aquí para allá cada vez que demasiados destellos rojizos se congregaban en las sombras. Maliciosos y brillantes, Pokémon salvajes en cuyos ojos se reflejaban las llamas de los Pokémon de fuego. Una vez caía la noche, el Bosque de Pan parecía un lugar completamente distinto.

    A pesar de tratarse de un grupo de tres Pokémon y dos humanos, los gritos de Alexis al comandar a su Thyplosion hacía que las criaturas salvajes se enfocaran en ella más de lo normal. Progresivamente, aquella carrera nocturna por el bosque se convertía más y más en una batalla campal contra los Pokémon. Tirando del brazo libre de Alexis cuando un Pokémon se abalanzaba sobre ella fuera de su campo de visión, acertando patadas en el aire con una precisión absoluta contra cualquier monstruo que quisiera arrebatarle un mordisco al cuerpo de Ren.

    Ditto era un Pokémon fantástico. Volteándose con una amenazadora mirada en sus orbes azules, lo observó convertirse en un Eevee y quedarse atrás para elevar una potente barrera de Protección a sus espaldas, para reaparecer en la oscuridad como un Persian que corría a una velocidad demencial. Saltaba en el aire y su pelaje se convertía en plumas negruzcas, su cola en dos plumas perpendiculares a su cuerpo de las cuales emergía un destello eléctrico dispersaba a sus perseguidores con un estallido. Jamás había visto un Swellow usar un ataque eléctrico.

    Una criatura capaz de convertirse en cualquier otra a su antojo. ¿Cómo es que los Ditto no eran considerados Pokémon Legendarios? La oscuridad del bosque aflojaba poco a poco, dejando ver de vez en cuando resquicios del resplandor de la luna. Y en una última carrera, un último salto para esquivar un tronco caído, sus pies cayeron más de lo esperado, para aterrizar una vez más en el agua. Alexis fue la siguiente: al seguir sus pasos, cayó en el mismo lugar que él, hundiéndolo nuevamente para emerger a continuación entre toses y farfulleos.

    Se trataba del río a las afueras de Lyses: sólo le quedaba la ciudad por delante. Mew alcanzó a frenar a Tey con Psíquico y lo elevó del otro lado del río, pero el Thyplosion de Alexis cayó con todo su peso, cubriendo el lugar con un denso vapor. Como si el cauce fuera una barrera para ellos, las sombras de decenas de Pokémon salvajes los observaban entre los árboles. La diversidad de especies era increíble y a la vez aterradora.

    —¿En qué rayos estabas pensando? —protestó Alexis, arrastrándose sobre la costa mientras recuperaba a su Thyplosion, el cual bramaba en dirección a las criaturas del bosque—. Si querías volver a Lyses, ¿por qué no simplemente…?

    Vega la escuchaba a medias: recuperó a la inconsciente Ren de sus brazos, y luego de comprobar con gran alivio que se encontraba ilesa, se enfocó en su Ditto. Los Pokémon del bosque eran malditamente ferales. Realmente parecía que una maldición hubiera caído en ese lugar en los últimos días que había estado atrapado en Efesto.

    —¿Así que un Persian también? —preguntó, recuperando el aliento mientras se acercaban a las luces de la ciudad—. ¿Te importa si nos ahorras la caminata?

    No vas a escaparte otra vez— Alexis lo tomó del brazo antes de que este se montara en el transformado felino.

    Caminar les llevaría demasiado tiempo. Y por muy versátil que fuera Mew, dudaba que la espina dorsal de un Persian lograra aguantar a ambos. ¿Cómo diablos lograría convencerla? Y entonces lo recordó. Aquella flor solitaria, en un sencillo vaso de vidrio apoyado contra la ventana. Tomó la mano de Alexis, aquella que la sujetaba del brazo y la acercó hacia su corazón en un gesto de ruego, mirándola fijamente a los ojos.

    —Hay una plaza al frente del Hospital Privado Knowing. Tienes que confiar en mí. Responderé cualquier pregunta que tengas, pero por favor...

    Tienes que dejarme ir.

    Una figura veloz proyectando su sombra en las calles. Un entrenador dispuesto a salvar a su compañera, las fuertes pisadas de un Pokémon felino corriendo a toda velocidad en medio de la noche, clavando las garras en el asfalto para girar bruscamente a la más mínima orden de su entrenador…

    —Sabes que no puedes entrar con Pokémon. Tu Ralts era una excepción, pero-

    El guardia del hospital se sorprendió al verlo entrar acompañado de dos Pokémon más, un Persian enorme y un Quilava con las llamas en alto. Sin embargo Vega no le prestó atención. Corriendo con Ren en brazos, trepó las escaleras hacia el segundo piso de dos en dos mientras Mew recuperaba su forma original, corriendo hasta el fondo del pasillo para detenerse resbalando en la habitación marcada con el número cuarenta y cuatro.

    Abrió la puerta. Y una chica estaba sentada en la cama.

    Su cabello albino reflejando el resplandor de la luna.

    Agitando las piernas sobre el borde de la camilla.




    Podía ser un paso hacia atrás. Podía ser todo lo contrario a lo que estaban buscando. Pero el corazón no le cabía en el pecho de la emoción de verla una vez más. Apenas pudo saludarla, con un nudo en la garganta.

    —Ey, Kaz…

    Te tomaste tu tiempo, ¿eh?

    Era su familia, la persona más importante en su vida. Quiso ir a abrazarla, pero Tey fue más rápido que él. Apagando las llamas de su lomo, la embistió con la misma desesperación de una mascota que reconoce a su dueño después de años sin verlo. Un quejido salió de la boca de Karen, para ser reemplazado por una risa que comenzó ronca y progresivamente recuperó su tono natural.

    ¿Hace cuánto tiempo no la oía reír?
    —¡Me estás aplastando, Tey! Sí, sí yo también te extrañé. ¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó entre el embrollo de sábanas, ropa de hospital y pelo de Pokémon.

    Su Quilava parecía desesperado. Se aplastó contra su falda, mientras su hermana lo abrazaba con fuerza.

    —Más de tres meses. Estamos casi en mayo.

    Karen abrió los ojos con sorpresa. Sus ojos azules brillaban con la misma fuerza de siempre. Se estiró elevando los brazos sobre su cabeza, y miró sonriente a Vega, que seguía parado en la entrada sin poder moverse.

    —Tengo demasiadas preguntas —comentó señalando al Pokémon a sus espaldas.

    —Ah... No te emociones mucho, Kaz: es sólo un Ditto. Pero le decimos Mew: somos muy originales.

    Karen inclinó la cabeza un tanto confundida. Mew se acercó revoloteando hacia ella, mirándola con curiosidad. Su hermana extendió un dedo a modo de saludo, y este le respondió con ambas manos.

    —Me llamo Karen. Soy la hermana de ese inútil que tienes como entrenador.

    ¿¡Perdona!?

    —Sabes que estoy diciendo la verdad —respondió, sacudiendo la mano para restarle importancia—. Para empezar, ¿se puede saber dónde estamos? Está demasiado brillante para ser de noche.

    A través de las cortinas que claramente ella había movido a un lado, la luz de las farolas iluminaba el ambiente con facilidad. Ni siquiera necesitaban encender la luz de la mesa de noche para ver con claridad.

    —Estamos en Lyses. Es una ciudad de Aiwass.

    —¿Aiwass? ¿Dónde es eso?

    Estaba por replicar, pero se contuvo. Aquella región estaba bastante cerca de su hogar, apenas unos cuantos kilómetros al este de Kanto. Era imposible que no hubiera oído de la región. Quizás simplemente no lo recordaba: su cabeza había estado en stand-by por demasiado tiempo.

    Karen quiso insistir un rato más, pero sus ojos se desviaron hacia sus brazos. Y su expresión cambió drásticamente. Fue ella la que se levantó, un tanto tambaleante producto de no haber utilizado los músculos por tanto tiempo, para acercarse a Ren. Apoyó su mano en el pecho del Pokémon. Y dejó salir un suspiro de derrota.

    —Todavía no se ha acabado, ¿verdad? —preguntó, y Vega negó con la cabeza.

    —No sé por qué te echó de su cuerpo. Creo que las medallas tienen algo que ver con eso.

    —¿Medallas?

    Brevemente, le explicó como Ren había roto una medalla, en la cual según ella había un poder increíble. La activación de su telepatía. Los disfraces. Los parecidos con su voz. Con su forma de ser. Comportamientos tan inconscientes como agitar las piernas en el aire. Y hace casi una hora, al romper dos medallas más…

    —Entonces ella sigue ahí dentro, después de todo.

    —¿Estás segura que no recuerdas nada?

    La persecución por Ícaros. La captura en el bosque. El escape de Efesto. No recordaba nada.

    —Solamente compartimos nuestra alma, Vega—le recordó—. Emociones, sentimientos… pero nuestras memorias siguen aquí adentro —apuntó con un índice a su sien—. Las mías aquí dentro, y las de ella en su cabeza.

    —Mírala. Está igual que cuando la encontramos, Kaz. Y no recuerda nada en absoluto. ¿Cuánto crees que-?

    —¿Cómo explicas que me haya echado, entonces? Y me acabas de decir que sintió que había estado frente a ese árbol antes. Si logramos reconstruir sus memorias, quizás…

    Vega apretó el cuerpo de Ren entre sus dedos. Estaba helada. Y por mucho que su hermana le prestara su voluntad de vivir, el fondo de su corazón aún se mantenía frío como el de un muerto. Él mismo lo había notado en más de una ocasión ya. Lo único que lograría es que ambas terminen igual. Ni siquiera sabían con exactitud cómo funcionaba todo esto. Sólo ellos dos eran capaces de algo así.

    Tú sabes que se lo debo. No puedo dejarla así como así, no después de lo que él hizo por mí. Y tú prometiste ayudarme, siempre y cuando haya una opción.

    —Esto no era lo que esperaba.

    —Y yo tampoco, créeme. Pero lo que me cuentas es un avance. ¿Ha dicho algo más, algo que sientas fuera de lugar?

    Vega se exprimió el cerebro. Situaciones que no encajaban con su hermana… la obsesión con los libros. La mención a las batallas. Kaz jamás se tiraría a un río con agua helada, tampoco… y Ren odiaba sus extraños sabores de helado.

    —Su mente es un desastre, pero al parecer se está recomponiendo. Y ahora ha comenzado a echarme sin darse cuenta. Tienes una pista en aquellas medallas, ¡sabes lo que tienes que hacer!

    Su mirada era dura. Siempre había tenido aquel mal carácter. Era impulsiva y siempre decía lo que le pasara por la cabeza. Sonrió con tristeza… si tan solo él pudiera tomar su lugar. Pero ella jamás se lo permitiría.

    —No tenemos tiempo que perder. Mientras más nos demoremos, más altas son las probabilidades de que ella no despierte de vuelta. ¡No me mires como si-!

    No pudo terminar la frase. Su voz se interrumpió cuando Vega la estrechó con fuerza. Un abrazo que duró un minuto. Dos. Tres minutos…

    —No vas a poder abrazarme para siempre.

    —Puedo intentarlo.

    —¡Suéltame de una vez! ¡Me estás aplastando!

    Aunque fuera una vez más, quería oírla reír. No a la voz de Ren en su cabeza. No a la imitación de un Ditto. A ella, su hermana de verdad.

    —¿Estás segura que no quieres hacer algo antes de volver?

    —Tardaste tanto en venir que tuve tiempo hasta para darme un baño. Con eso me alcanza.

    Quería echarse a reír. Ella no se percataba de todo el tiempo que realmente había pasado. Para Karen, bien podría haber sido como levantarse a la mañana siguiente. Tanto que lo único que pensó al despertar fue en darse una ducha.

    Se recostó sobre la camilla una vez más, tapándose con las sábanas y sujetando el cuerpo inerte de Ren en sus brazos como si fuera un peluche. Estaba por irse otra vez. Y no podía hacer nada para evitarlo. Y en el último momento, su hermana extendió el brazo hacia el Quilava que se mantenía junto a la cama.

    Cuida de él hasta que vuelva, Tey. Nos veremos de vuelta antes de lo que crees, te lo prometo.




    Salió del hospital con los ojos cerrados, con la sensación de que las piernas le pesaban una tonelada cada una. Ren había recuperado su calor corporal. Pero cada vez que ella intentara usar aquella extraña habilidad que poseían los Ralts para percibir los sentimientos, encontraría aquel horripilante frío. Lo que verdaderamente había, o mejor dicho... no había dentro de ella.

    —Tengo demasiadas preguntas.

    Vega forzó una sonrisa: exactamente la misma frase, pero dicha con un tono que no podía ser más distinto. Apoyada sobre una de las farolas frente al hospital, la figura esbelta de Alexis, la capitana de la guardia de Ciudad Ícaros lo observaba de brazos cruzados. Este pasó de largo, para sentarse en una de las bancas de la plaza, mirando el cielo y dando un largo suspiro.

    —Nunca me has dicho tu nombre, ni de dónde eres.

    Deseaba estar de vuelta en Johto. Jamás haberse encontrado a Ren. La mujer se sentó a su lado, ofreciéndole un refresco a medias de una de las máquinas expendedoras. Por supuesto que su sabor favorito sería de Baya Safre. Le había prometido responderle cualquier pregunta.

    —Vega Sericci. Sí, Vega como la estrella. Nací en Johto, en Ciudad Iris.

    A modo de respuesta, ella también se presentó. Su nombre completo era Alexis Zentris de Lann, descendiente mestiza de una de las dos familias más importantes de la región.

    —¿Qué estabas haciendo en ese hospital?

    —Visitar a mi hemana. Está internada hace unos cuantos meses.

    Qué diablos importaba esconderse tanto de la gente. Sólo eran lecciones de Sabrina para que nadie se aprovechara de sus poderes. Al igual que su regla de no combatir, no eran más que medidas de precaución para que no los obligaran a participar en ninguna guerra, como habían hecho con ella hace años en el conflicto entre Kanto y Johto.

    —¿Por qué robaste una de las medallas de Lewis?

    —Al principio, por un simple capricho. Pero Ren… mi Ralts, encontró un poder en ella. Al romperla, pareció despertar de una especie de trance. Como si algo estuviera bloqueándola. Aprendió a usar la Telepatía. A hablar, a reír, a leer... A comportarse como una persona.

    Por supuesto que se comportaría como un humano. Un alma humana era lo único que la mantenía con vida. Era imposible que Alexis no se hubiera dado cuenta al tenerla entre sus brazos. Un cuerpo frío, inerte y que no respiraba. Sin pulso. Sin la imposición de su hermana, Ren no era más que un Pokémon muerto. Sabía que ella no le creería, pero se lo dijo de todas maneras. Y su respuesta no se hizo esperar.

    —¿Realmente te esperas que me trague todo eso?

    —Puedes creerlo o no. A decir verdad, lo ideal sería que no me creyeras ni una palabra de lo que estoy diciendo.

    Alexis se puso de pie, golpeando la punta de su bota contra el talón del otro pie mientras avanzaba lentamente, intercalando sus pasos y enfrascada en sus propios pensamientos. A fin de cuentas, todo se reducía a una opción. Creerle o no, por más absurda que fuera la historia.

    —Y tu plan es seguir destruyendo las medallas.

    Vega asintió. Y no sólo eso. Si Ren llegaba a sentir aquel poder de la famosa reliquia que Sogia y Scylla estaban buscando, también la destruirían. Los mitos y las leyendas de Aiwass podían irse al diablo si eso ponía en juego la vida de su hermana. Lo único que importaba era restaurar el alma de aquella Ralts.

    —Sabes que no puedo dejarte destruir una reliquia como esa, ¿verdad?

    —Y ese será el día en que nos enfrentemos de verdad, capitana.

    Lo dijo sin pensar. Realmente esperaba que Ren no necesitara destrozar aquella tiara, ya que el sólo hacerlo los convertiría en criminales a lo largo y ancho de toda la región. E incluso así, había decidido mencionárselo a la última persona a la que debía, la figura de autoridad más alta de la seguridad de la capital de la región.

    Levantó la vista para observar su reacción. Pero Alexis se había quedado estática con un pie delante del otro, sujetándose ambas manos con fuerza contra el pecho. Sus ojos brillantes solo acompañaron una débil sonrisa que escondía una profunda tristeza, mientras esta soltaba un objeto que colgaba de su cuello. Pequeño, dorado y circular. Un anillo de compromiso.

    —La verdad es…

    Quizás ya no ame esta región tanto como lo hacía antes, Vega Sericci.



    "¿Cómo terminamos de vuelta en Lyses?"

    —Ya te dije que Tey quería visitar a Karen de vuelta. Mew nos llevó mientras dormías. ¿Sabías que puede convertirse en un Alakazam?

    Como si de una montura se tratase, Ren viajaba sobre su Quilava, que desde la noche anterior estaba más apegado a ella que nunca. Según Scylla, el conflicto en Efesto se había solucionado y podía transitar la ciudad sin problemas ahora. Sin embargo, ahora tenía un motivo más para regresar.

    —Allí arriba, Ren. Puede que necesite un poco de ayuda.

    "¡A la orden!", respondió esta con excitación.

    El viento arreciaba con fuerza en el Muro de los Tiempos. Y Taena Ericksen se encontraba allí, cruzada de brazos contra uno de los pilares. Atravesar el gimnasio. Enfrentar a los numerosos entrenadores del lugar hasta llegar a la cima y tener una batalla allí arriba.

    No iba a seguir sus reglas.

    Él jamás había tenido entrenamiento de combates Pokémon. Y ella elegía el lugar. Los Pokémon. El estilo de batalla. Los años de práctica. Todo por una medalla que sería destruida al final del día. Si tenía que vencerla, lo haría con sus propias manos. Ella jugaba con ventaja, así que debía igualar el terreno. Usar sus propias habilidades a su favor.

    —Te dejo a cargo, Ren.

    Una medalla la había despertado. Dos habían logrado echar a Kaz de su cuerpo. La próxima vez necesitaría tres. Apoyó una de sus manos sobre la cabeza de su inicial ante la mirada despectiva de la líder de gimnasio, la cual enviaba a su Pokémon al combate. Seguramente el hecho de que saltara sus condiciones para conseguir la medalla la ofendía de sobremanera.

    Vencer a Taena y obtener la Medalla Navaja. Abrir la Puerta del Cielo y llegar a Narciso.

    Se sentó en el suelo. Ren se colocó delante de él en posición defensiva. Y un Pokémon saltó con firmeza para enfrentar a su oponente. Un Quilava cuyos irises destellaban con el brillo azulado de los ojos de su entrenador, las llamas en su lomo ardiendo con una fuerza bestial.

    Una criatura encontrada sin alma.

    Y dos almas en una misma criatura.



    6 y media de la mañana, hoooly shit. Sí, Gold Plushy Berry Kiwi van a tener que leerlo de nuevo porque redacté de vuelta toooda la primera parte (esta vez con ganas, y no pensando en el fucking word y sus crasheos mágicos, así que ahora estoy conforme). Y hay una escena más entre medio, y mucha reescritura y bla bla bla me voy a dormir.
     
    Última edición: 20 Febrero 2019
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  8. Threadmarks: Capítulo 3-Blake
     
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    Declairmer: Este post ocurre antes del cap cuatro.


    El rey de las coincidencias


    Quizás después de todo, su madre tenían razón.

    Era irrisorio el hecho de que cuando se emocionaba respecto a algo, la vida, el destino o tal vez una deidad que gozaba de ver sus esperanzas destruidas, siempre terminaba por darle la razón a su progenitora. ¿Cuanto tiempo es que había estado en Aiwass hasta entonces? ¿Unas cuantas semanas? Y ahora era sospechoso de un crimen y estaba privado en cierta forma de su libertad. No podía salir de Efesto por méritos convencionales, aunque tampoco es como si tuviera ganas de intentarlo gracias que las palabras de la líder de la ciudad habían sido más que suficientes para acabar con cualquier impulso de idiotez.

    No podía aspirar a la medalla como el resto de sus compañeros, pues carecía de las habilidades necesarias para ello. Peor aún, estaba consciente que aún de poseer tales habilidades no sería reto para aquella estoica mujer; de hecho, uno de los recuerdos que más tenía presente cuando era un adolescente era haber visto un enfrentamiento de su hermana contra Taena. El reto consistía en luchar contra todos los aprendices del líder de gimnasio de forma consecutiva, sin descaso entre enfrentamientos; si el retador lograba pasar las pequeñas barreras de acero que significaban los peones, entonces pasaba a luchar directamente contra Erickesen de forma inmediata; así, cansado, estresado y herido, subías al último piso de la fortaleza de Ignis para batirte en duelo contra el líder en una plataforma móvil, sometiéndote a cambios de presión y movimientos bruscos.

    En esos ayeres, la líder era mucho más joven que ahora, pero no por ello más inmadura o menos estricta; prácticamente Ericksen simplemente había cambiado un poco en apariencia, porque su actitud seguía tan inquebrantable como siempre. Y sin duda alguna, el reto que había permanecido inmutable de generación en generación era una prueba innegable del legado, forjado a base de fuego y sangre, que cargaba la ciudad y su gente.

    Efesto se caracterizaba por muchas cosas; su gente incorruptible, su fama como fortaleza impenetrable, pero lo que más permanecía grabado en la memoria colectiva de todos aquellos que escuchaban el nombre de la ciudadela, era sin duda el gran desafío que imponía su gimnasio.


    Así que era normal que Scylla buscara entrenadores con el suficiente potencial y la suficiente capacidad para poder enfrentar un desafío así y tener posibilidades más a favor que en contra de ganar contra Taena. Pero Blake se había esperado un número mayor al actual; la mujer solo había escogido a dos entrenadores de entre todos los candidatos disponibles, excluyendolo a él, claro está. Vega, aquel chico que por alguna razón poseía demasiada suerte, y Anansi, la chica del Swoobat que decía que era un Zubat.

    Había hablado con ambos de forma breve, una conversación más extraña que la anterior, y había notado que ambos poseían la medalla vínculo por parte de Sogia. Por puro descarte quedaba claro que no la habían conseguido en una batalla, sino en el examen, por lo que habían estado bajo un considerable estrés al estudiar y buscar patrones. Un test no era lo mismo que una batalla, pero dicha capacidad se podía entrenar para poder lidiar con situaciones similares al mismo tiempo que fortalecían a sus criaturas para crear resistencia ante enfrentamientos consecutivos.

    El resto de los entrenadores que los habían acompañado se habían rendido casi inmediatamente encuanto se encontraron atrapados, incluso rehúsandose a siquiera investigar quienes eran los verdaderos culpables. Si bien aquello debió haber levantado sospechas, estas fueron descartadas después de una rápida revisión en el Centro Pokémon.

    Y él no era mejor que aquellos cobardes y holgazanes, quienes seguro se encontraban en su cuarto no haciendo más nada que ver televisión por cable y alimentar a sus criaturas, pues desde que ingresaron, no los volvió a ver salir.

    No podía llamar a su madre y contarle la situación, pues era muy malo para mentir descaradamente, mas no tanto para omitir la información necesaria, pero en una situación tan precaria como ahora, su madre seguro se enteraría de sus trucos; tampoco era de los priviligiados que podían entrenar con Scylla, dado que carecía toda habilidad estratégica y el poder de fuego necesario. Y si bien queria salir a explorar la ciudadela, no quería que esa fuera su única actividad del día.

    Deberías reestablecer el vínculo con tu Pokémon...

    Volteó entonces a ver a Yatsu, quién se encontraba entretenido usando sus garras para sacarle el relleno a una de las tantas almohadas que había en la habitación; desde que se alojaron, las únicas actividades que hacía su Pokémon eran dormir o romper cualquier objeto afelpado y sacarle todo lo que tuviera dentro. Afortundamente, las enfermeras hasta el momento no le habían cobrado por los materiales que su Sneasel destrozaba comodamente.

    Sin embargo, aquel nivel de actividad tan estático lo estaba comenzando a fastidiar y su moral le impedía quedarse sentado mucho tiempo sin hacer nada. Así que, mas por obligación que por gusto, se levantó de la cama y tomó a su Sneasel para comenzar con su investigación personal; en dado caso de quedarse estancado con alguna pista, podría comenzar a volver a entrenar con sus pokémon, que buena falta les hacía; estaba cansado de que sus batallas siempre terminaran con el mismo resultado: derrotado en apenas pocos movimientos, creando lástima y preocupación por su precario desempeño.

    Era coordinador sí, su especialidad era hacer combinaciones vistosas para apantallar a un público general y jueces, pero estaba cansado de que lo despreciaran por su profesión y asumieran que pelear era una actividad demasiado salvaje y complicada para sus estándares.

    Aparte de coordinador, primero era entrenador y debía comenzar a demostrarlo si quería dejar de ser visto como un chico raro.

    Cuando salió se encontró con una curiosa escena de batalla. Anansi y Scylla se encontraban en lo que parecía ser una pequeña pelea de calentamiento; el Misdreavus de la chica contra el Swablu de la líder. Blake recordó como esa pequeña bola de plumas no tardó en someter a su Sneasel cuando retó a Scylla aquella noche, y una parte de él tenía miedo de volver a repetir lo mismo si se acercaba y ambas mujeres lo notaban.

    No obstante, había algo en ese entrenamiento que le parecía sumamente hipnótico; quizás en parte era admiración por ver a la fantasma desenvolverse tan fluidamente en la batalla, quizás era ese deseo latente de querer ser mejor, pero algo lo impulso a acercarse cada vez más y más para poder observar de forma más detallada todo lo que se estaba llevando a cabo en la improvisada arena.

    Scylla no pareció notarlo, pero Anansi sí, y aunque no dijo nada para hacerlo notar, Blake supo que tratar de pasar desapercibido ya no era opción.

    —¿Qué están haciendo?—Preguntó tratando de sonar inocente, pero la mentira era demasiado transparente.

    Por suerte, Frey no fue la que respondió sino Nancy.

    —Entrenando, ¿nos ayudas?— Ofreció con una sonrisa. Scylla no pareció objetar, mas Weiss se sentía como un pequeño entrometido que no tenía que hacer nada ahí.

    Pero quería mejorar y la única manera de hacerlo, era entrenando. ¿Y que mejor que entrenar en compañía? Así puliría sus oxidadas habilidades mucho más rápido que peleando contra un montón de troncos.

    Antes de que pudiera responder afirmativamente, Yatsu no tardó ni un segundo en saltar de su hombro y lanzarse con sus garras afiladas contra el Swablu.

    Blake suspiró.



    2​

    Estaba agotado tanto física como mentalmente, no recordaba que crear estrategias fuera tan complicado, aunque debía de habérselo esperado en un combate tipo Battle Royal. No solo debíaa cuidarse de los ataques de Scylla, sino también los de Anansi y a veces de ambas a la vez en una especie de ofensiva combinada.

    A pesar de que cayo varias veces, no lo dejaron marcharse tan fácilmente, mas Anansi que la líder de gimnasio por su puesto. En parte Blake debería agradecerle propiamente después, ya que aquello ayudo a que Yatsu pudiera volver a retomar la velocidad natural de su especie. Debió haber imaginado que años de presentaciones mayormente estáticas, harían un da;o tan terrible en las piernas de su Sneasel; entumiendolas casi totalmente, solo sirviendo como meros apéndices para caminar a paso regular -y ni de forma constante, pues Yatsu tenia que ser cargado después de recorrer una distancia mas o menos extensa-.

    Había sido un mal entrenador toda su vida, persiguiendo los sueños de alguien mas, descuidado a sus criaturas, negándose a entrenarlas y fortalecerlas, siguiendo los estereotipos da;inos de que no debia luchar ya que eso no era propio de su profesion. Escuchando quizas a las personas equivocadas.

    Había probado un poco de lo que eran las "soluciones" del mundo real. La violencia, aunque muchas veces innecesaria, era parte fundamental de su mundo, de una u otra manera. Y aprender a luchar imprescindible para la supervivencia: eran tiempos de paz, sí, pero había mucha maldad en el mundo, gente que no dudaría ni un segundo asesinarte con sus pokémon si tuviera la mas mínima oportunidad, sin importarle si solo eres un estúpido showman que no hace nada mas en su vida que entretener a los sectores mas privilegiados.

    Por eso adopto la nueva resolución de entrenar todos los días, aunque no estuviera acompañado, se hizo el propósito de vigilar a Vega y Anansi en sus entrenamientos con Frey; observar sus movimientos, sus tácticas, tratar de imitarlos por su propia cuenta.

    Si Scylla los había escogido, es porque algo estaban haciendo bien.

    Sin embargo, no quería verse como un acosador ni mucho menos, después de todo, el fin de seguirlos era con fines científicos y prácticos, nada más, así que tendría que ser sumamente prudente con las distancias que tomaba para así poder tener una buena vista, y a la vez, estar lo suficientemente alejado para no ser notado.

    Los siguientes días no fueron muy buenos con él, pero no todo fue trabajo perdido. Había comprando una cámara barata en la ciudad, incapaz de reproducir sonido y con una calidad de imagen bastante mala, pero distinguible, y la había atado al cuello de su Staravia. Cuando Alpha sobrevolaba la ciudadela en busca de Vega y Anansi para poder ubicarlos para su entrenador, regularmente regresaba con vídeos extraños; pocos eran de una rutina de entrenamiento formal, la gran mayoría eran sobre charlas que no podía oír y acontecimientos extraños, como Anansi hablando con Taena.

    Y entonces recordó que una de las razones por las cuales se encontraban atrapados ahí, era por el hecho de que la líder de Efesto consideraba que ellos habían un artefacto sagrado; pero sin pruebas que los encarcelaran, ni pistas que llevaran hacia los verdaderos ladrones, era difícil ver cualquier otra solución a simple vista que no fuera pelear.

    Quizás después de otra sesión de entrenamiento, podría ir a investigar más a fondo ese caso. Le llamaba la atención que se pudiera cometer un robo en una ciudad que tenía fama de fortaleza impenetrable.

    Tenía que haber sido algo desde adentro, ¿no?



    3​

    —Creo que ser Sherlock Holmes no es lo mío.—Dijo con desgano.—Nadie dice nada, nadie sabe nada…

    Había optado por un toque más novelesco al acercarse al problema, interrogando gente y algunos guardias que tuvieran la suficiente disposición para responder sus preguntas, pero nunca encontraba nada. La población de Efesto se veía sumamente confundida cuando les mencionaba el robo de un artefacto, otros inclusos se reían ante tal estamento ridículo. Los guardias eran un poco más amables, pues solo ellos tenían conocimiento de la situación, pero se ofendían si Blake trataba de “presionarlos” al insinuar que ellos pudieron haber tomado parte del robo. Ninguno lo golpeó, pero si terminaban la conversación de forma sumamente brutal antes de que pudiera preguntar algo más.

    —Nunca vas a encontrar nada si solo le preguntas a los lugareños, muchacho.—Comentó alguien a lo lejos. Cuando Weiss se volteó, divisó a un hombre de aspecto descuidado con un overol de mecánico limpiándose las manos de aceite.—La gente de Efesto es incorruptible; preferirían morir antes que cometer un crimen o incluso aceptar sobornos.

    Blake sentía que aquel hombre se le hacía extrañamente familiar, pero no lo lograba ubicar. Para él, ese sujeto podía pasar sin ningún inconveniente como un mecánico cualquiera de Efesto, pero no se veía que fuera oriundo de ahí; en primera, lo delataban sus maneras, que, aunque corteses, distaban mucho de ser una cortesía frívola. Su porte además se veía mucho más relajado, lejos de las posiciones estoicas del resto de los ciudadanos. ¿Venía de fuera como ellos?

    —Los humanos no somos incorruptibles, todos tenemos nuestras fallas. Sé que no debería generalizar, pero todos tienen un punto débil. En mi región natal se habla mucho de un tal Equipo Galaxia y...

    El extraño esbozó una pequeña sonrisa y levantó un dedo para indicarle a Weiss que debería callarse.

    —No todos tienen las mismas debilidades, chico. La gente de aquí es así por todas las tragedias que ha tenido que vivir. Sin embargo, esa misma vida los vuelve cuadrados y poco tolerantes.—Se recargó en una pared y soltó un pequeño bostezo.—Son demasiado paranoicos con los extraños, pero son parte de una sociedad y saben que no pueden aislarse, así que los dejan entrar, aunque por dentro juzgan cada uno de sus movimientos.

    —¿Cómo sabe todo eso?

    —No es gran ciencia, muchacho. Solo tienes que aprender a ser observador. Se vuelve fácil con gente que no expresa muchas emociones, pequeños gestos que llegas a notar.—Se señaló a si mismo.—Llegué aquí hace poco, me contrataron para reparar una de las máquinas de la ciudad, dado que uno de sus hombres enfermó gravemente. Mis compañeros no lo dicen en voz alta, pero sé que no estoy a la altura de sus estándares. Noto como hacen pequeños gestos de desagrado cuando no sigo a rajatabla sus procedimientos, o cuando no configuro bajo ciertos pasos alguna maquinaria.

    —Debe ser muy bueno en lo que hace para que no lo hayan despedido mientras está aquí.—Comentó Blake.

    Por una fracción de segundo, Yakov se sintió bastante ofendido porque el chico no lo hubiera reconocido para nada, yendo tan lejos para tragarse esa mentira tan básica que le había contado. Sin embargo, quizás aquello era mejor para él a largo plazo; si nadie le prestaba verdadera atención a su presencia, hacer y deshacer cosas sería mucho más sencillo, aunque no podría bajar la guardia completamente de todos modos; la expedición era más tonta de lo que creyó en un principio.

    Sin embargo, optó por seguir el juego. Cerró los ojos y se relajó, una pequeña sonrisa maliciosa adornó de sus facciones, pero Weiss no lo notó en lo absoluto.

    —Si funciona, funciona, ¿no?—Dio unos cuantos pasos y se recostó en una banca.—No sé lo que estás haciendo o buscando, pero trata de buscar fuera de la caja.

    —¿Disculpe?

    —Ya te dije, los de adentro son gente inquebrantable. Pero esa regla no aplica para la gente de afuera; ¿por qué crees que son tan desconfiados?




    4
    Le tomó algún tiempo procesar las palabras de aquel desconocido. ¿Gente de afuera? Él no conocía la ciudad, así que todo le parecía que encajaba perfectamente, pero lo cierto era que había cierto grupo de personas bastante amables y dispuestas a ayudar que pertenecían a un culto del que no había oído hablar jamás. Hermanos de la Ley, parecía que se hacía llamar.

    No se había percatado de ellos porque, a sus ojos, eran iguales a cualquier otro ciudadano -a excepción de la estrella de ¿seis? Picos que parecían cargar siempre a todos lados-, además ellos no se acercaban a nadie para entablar conversación, respetando los límites y el espacio personal de cada individuo.

    Caminaban de un lado a otro, siempre sonriendo, siempre en silencio, hasta que alguien se dedicaba a pedirles cualquier cosa -información, direcciones, incluso había quienes los tomaban de consejeros personales- era cuando podían al fin hablar. No hablaban de su fe abiertamente ni molestaban a los transeúntes para adoctrinarlos en su religión; no cuestionaban otras creencias, no tenían ceremonias aparatosas.

    Solo eran gente normal con atuendos raros y gran gusto por ayudar al prójimo.

    En la opinión personal de Blake, el culto ideal. Utópico.

    Así que decidió probar suerte con una de las chicas que se encontraba dandole de comer a algunos Aivorn salvajes para hacer su sesión de “preguntas”. Aunque debía pensar minuciosamente en cada una, no podía cometer los errores anteriores. Sacudió la cabeza ante tal pensamiento idílico; era un muchacho común y corriente, no un niño jugando a ser detective, así que su mejor iniciativa sería actuar normal, como si fuera cualquier otro día en su vida.

    Aunque si era sincero, sí tenía una curiosidad sobre el culto. Bajo su poca experiencia en la vida, nada podía ser así de bueno y debía tener varios huecos en sus mandamientos para engatusar a la gente más susceptible a creer en tales patrañas.

    —Disculpa, ¿eres de los Hermanos de la Ley, cierto?—Preguntó cuando estuvo lo suficientemente cerca, ganándose la atención de la chica de forma casi inmediata. Ella le sonrió y le dio varias palmadas a los Pokémon bebé antes de dirigirse a Sigurd.

    —Sí, ¿en qué puedo ayudarte?

    —¿Podrías hablarme más sobre su… religión? Me causa sincera curiosidad. No recuerdo haberlos visto en Lyses.

    —No somos una religión, ni un culto.—Ella rió.—Es más un estilo de vida. “Haz todo lo que quieras, esa es la única Ley”.

    —¿Eh? ¿Entonces porque tienen templos en la ciudad?—Interrogó el pelirrojo, contrariado. Un estilo de vida no debería tener templos religiosos, o como sea que llamaran esas estructuras. Era demasiado… extraño.

    —No son templos, son más sitios de congregación. Dado el creciente número de hermanos que hemos tenido en los últimos años, había que tener edificios para albergamos a todos.—sonrió.—Ayudamos a quién lo necesite y muchas veces eso implica llevarlo a un lugar seguro para poderlo tratar o darle refugio, así que esa sería su otra función.

    —¿Por qué no hay de sus… sitios de reunión en Lyses?

    —No somos invasivos; vamos a donde nos quieren, nunca forzamos nada. Hablamos de nuestra “fe”—entrecomilló lo último entre sus dedos para hacer resaltar que no lo decía en serio.—si quieren escucharnos, son libres de hacerlo. No queremos que nadie se condicione a nada. Los Frey no ven con buenos ojos la “religión”, son mas hombres y mujeres de ciencia, así como los Lann; sin embargo, los Lann son mucho más flexibles. Mientras seamos buenos ciudadanos y contribuyamos a la ciudad, ellos nos facilitan el acceso a muchas ciudades para nuestra congregación.

    Blake parpadeó, confundido. No entendía la relación de los De Lann con el hecho de que pudieran establecerse en otras ciudades, ni tampoco el hecho de que los Frey no los aceptaran del todo. Quería pensar que era una extraña manera de sintetizarlo todo, porque de otro modo, sonaba a que la región estaba en una división fría entre dos de las familias más poderosas; como si fueran pequeños feudos al servicio de un diferente señor.

    Y se rehusaba a creer eso, pues eran tiempos de paz, no una absurda historia acerca de juegos de poder e intrigas políticas. Las épocas de guerra y clanes habían quedado en el olvido hacía ya varios años, enterrados miles de metros bajo tierra de nuevas eras para la humanidad.

    Ojalá hubiera conservado esa inocencia en los meses posteriores…

    —Entiendo.—Mintió, en realidad no lo entendía, pero era mejor decir algo para “zanjar” la conversación.

    No sabía como proseguir, ¿cómo acorralas a alguien para que te diga la información que necesitas? No podía preguntarle directamente sobre el prototipo robado porque no sabía en primer lugar ni para que servía ni como era. Y quizás era su paranoia hablando, pero no quería que la chica, en caso de ser alguna “espía”, fuera a avisar al resto de los posibles involucrados.

    Tampoco podía decirle si sabía algo de la situación en general que acontecía en el gimnasio. No era como si el resguardo del artefacto se hubiera hecho de forma pública, ni se hubiera anunciado la pérdida del mismo. ¿En que posición hubiera dejado aquella información a su líder?

    La cabeza le dolía, le estaba dando muchas vueltas al asunto y no tenía una respuesta clara. Estaba en ceros, solo con la frase al aire de un mecánico de apariencia desaliñada.

    Ugh… esto de ser investigador no era definitivamente lo suyo.

    Sin despedirse, Blake simplemente se giró y comenzó a caminar, tratando de lidiar con la maraña de pensamientos que tenía en ese momento.

    4​

    —¿Tuviste suerte, chico?

    Horas después se volvió a encontrar con ese extraño hombre familiar, quién ahora bebía sin pena ni gloria una pequeña lata de cerveza. Wallace lo vio apenas de reojo y negó de forma sutil.

    —No estoy llegando a nada.

    —No tienes que serlo, solo tienes que saber qué estás buscando.

    —Ese es el problema, no sé lo que estoy buscando. ¿Qué forma tiene? Estoy perdido.

    —¿Tienes su nombre?

    —¿Disculpe?

    —El nombre de lo que buscas. No podrá ser mucho, pero hay una pequeña biblioteca al norte de la ciudad; libros viejos que hablan de leyendas mayoritariamente pero otros tantos de temas interesantes, tecnología, desarrollo, economía. Quizás alguno te sirva.—Le dio un sorbo a su cerveza.—Y una vez que encuentres en papel lo que buscas, te sugiero que abras mas tu mente.

    —A veces me pregunto porque sigo hablando con usted, no le entiendo nada.

    Él extraño hombre rió y agitó la lata.

    —Lo sabrás en dado momento.



    5/center]

    «El anillo de la victoria no lleva su nombre por su grandioso poder, ni por invocar ejércitos invencibles. El anillo sólo sirve como vínculo a su portador, vínculo a una gran cantidad de conocimiento, demasiada para un humano. Se dice que el anillo posee toda la información del mundo, pasado, futuro y presente.

    Y quién quiera que lo porte, será invencible si no cae a la locura en el proceso»

    Lo que tenían era un prototipo de dicho legendario anillo. No tendría todo el conocimiento del mundo, pero imaginó que igual tendría un montón de información clasificada que nadie debería saber.
    El prototipo entonces no solo era importante por la tecnología usada para crearlo y los millones que se desperdiciaron en un mecanismo similar a aquel artilugio de leyenda, sino que poseía secretos que ninguna de las dos familias involucradas debería poseer. Al ser un experimento de los De Lann, los Frey eran los más sospechosos, al parecer aquellos dos tenían un conflicto que dificultaba que pudieran confiar cien por ciento en el otro bando y mientras hubiera la más mínima posibilidad de traición por parte de alguno de los bandos, la tensión era palpable.

    Por ello Taena no confiaba en ellos. Por ello al entrar a la ciudadela fueron inmediatamente tachados y retenidos.

    En cuanto aquello pasó por su cabeza, Blake fue para hablar con Taena para tratar de apaciguar su paranoia; y, de paso, ir limpiando poco a poco su nombre.

    No tuvo que hacer mucha labor de convencimiento, pues al parecer otras dos compañeras se habían acercado a la impetuosa líder para dialogar la situación, así que Taena lo aceptó a regañadientes como uno más de los que querían ayudar a esclarecer todo el asunto.

    Pero no sabía si era el cansancio o el hecho de quizás dar vueltas en círculo, pero Sigurd comenzó a ver pequeñas manchas blancas en forma de diversos Pokémon por aquí y por allá en toda la ciudadela; al principio creyó que era un Frosslass, pero en sus diversas “visiones” la mancha tomaba una forma completamente diferente: a veces era un pequeño pikachu, otras un pequeño cubchoo, otras un swinub. Últimamente la veía más y más, como si lo estuviera siguiendo a todos lados, como una especie de aparición.

    Efesto, a pesar de su cercanía con Narciso, carecía de pokémon de tipo hielo en la zona; no era para menos, pues el terreno no propiciaba para nada su aparición. Era un terreno rocoso, mayormente templado y en temporadas demasiado caluroso, que vivía del metal y forjas. Había metal y fuego por doquier, no era un lugar agradable para cualquiera que estuviera acostumbrado al frío.

    Y seguía a su aparición, su instinto le decía que la siguiera, una especie de necesidad. Sin embargo, siempre desaparecía. Se desvanecía en el viento, como si nunca hubiera estado ahí, pero debía de admitir que cada vez que eso pasaba, encontraba una pequeña “pista”.

    Mas no lograba conectar los puntos.

    Se había encontrado con un pedazo de capa rota, vendajes, incluso una cuchara muy parecida a las que usaban los Alakazam.

    Con eso se hizo a la idea que los ladrones estaban heridos y cansados en su mayoría, y que tenían un Alakazam, también que estaban encapuchados, pero no por ello eso le daba una idea de donde podían estar ubicados.

    Hasta ese día en específico.

    6


    Hacía mucho que su Sneasel no paseaba con él, técnicamente habían sido solo unos cuantos días, pero Blake se había acostumbrado tanto a la presencia de Yatsu que se le hacía extraño no tenerlo fuera todo el tiempo. Los entrenamientos lo habían dejado exhausto, pero iba fortaleciéndose cada día. Si la suerte corría a su favor, quizás a Yatsu ya se le diera por hacer algún ataque de hielo.

    Aquel día Sneseal si bien había quedado cansadísimo, todavía le quedaba energía para pasear con su entrenador por las calles de Efesto, acompañándolo en su investigación absurda. Los lazos entre ellos no habían sanado por completo, ni de cerca, pero Yatsu se sentía mejor en presencia de su entrenador y comenzaba a respetarlo, como antes.

    Una pequeña sombra blanca irrumpió su paz, pasando entre ellos como si fuera un bólido. Los golpeó de forma leve antes de seguir avanzando, confirmandole a Blake no era una simple alucinación lo que veía, sino que era algo real. Sneasel salió primero que él detrás de la extraña mancha blanca mientras su entrenador lo seguía a unos metros más atrás.

    Yatsu no había recuperado del todo la agilidad y velocidad de su especie, pero se acercaba a esa meta poco a poco. El pequeño blanco era absurdamente rápido, por lo que Yatsu hacía acopio de toda su fuerza restante para darle caza. El instinto de se apoderó tanto de él como de su entrenador, y no podía dejar pasar la oportunidad de atrapar a ese extraño ser que había cautivado su atención en tan pocos minutos.

    Vio a la extraña forma escalar por unos edificios y meterse a una venta, él no tardó en seguir sus pasos.

    Y Blake los de él.

    Para cuando Blake se trepó a uno de los ladrillos de la pared del Centro Pokémon, tratando de escalar hacia la ventana, el muchacho sintió una pequeña onda de oscuridad golpeándolo, seguido de una onda expansiva de frío. Escuchó golpes y vio un destello.

    Para cuando cayó, producto de perder el equilibrio por tan extraño despliegue. Los guardias de Efesto iban acercándose al edificio.
    Escuchó más gritos y lo último que vio fue a Yatsu salir de la ventana antes de desmayarse por el golpe.


    7



    —Yukio, tratamos de pasar desapercibidos, no de atraer a la policía.—Murmurró Yakov detrás de una una pequeña banca, escondiéndose. Su Frosslass había escapado en el tiempo justo de aquella habitación. Sin embargo, ese no había sido el plan en lo absoluto.—Al menos conseguiste un conejillo de indias perfecto.

    Su Frosslass permaneció inmóvil, viéndolo fijamente con las manos en la cadera, como si le estuviera recriminando algo, pero Yak no le prestó atención.

    —Hiciste un buen trabajo en guiarlo. Hubiera sido mejor si le hubieras creado esquizofrenia y hubiera sido el motivo perfecto.—Chistó. No había obtenido nada, pero tampoco había salido perjudicado gracias a las vueltas de su femme fatale, así que por él podía darse por bien servido.


    Yakov introduje a tu pj
    Kiwi el post que debía, ahora escribo el que me falta.​
     
    Última edición: 16 Febrero 2019
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  9. Threadmarks: Capítulo 4-Blake
     
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    Acampar en un terreno frío y desolado era una nueva experiencia para él, considerando que desde que empezó su "viaje pokémon" rara vez se quedaba en la intemperie. Siempre había visitado los centros de hospedaje mas lujosos en Sinnoh, y cuando salió de la región para poder seguir adquiriendo el conocimiento necesario para sus presentaciones, las camas limpias y cómodas del Centro Pokémon siempre estaban disponibles. Su madre siempre le había negado esa experiencia fundamental que todo niño debería tener alguna vez en su vida y, en consecuencia, su cuerpo estaba demasiado acostumbrado a la comodidad que no podía dormir en una pequeña cama improvisada a base de cobijas gruesas y un colchón hecho a base de ropa.

    Le sorprendía las condiciones tan precarias en las que se encontraban; un nombre tan famoso como los Frey debería de poseer muchísimos recursos para gastar en una expedición tan importante como aquella; peor aún, con dos miembros de la ilustre familia guiando la expedición, los materiales,equipos y demás deberían haber sido de la mejor calidad. Sin embargo, los vehículos se habían averiado, los recursos eran risibles y no tenían equipo especializado para localizar la famosa tiara.

    Para rematar, el hijo de uno de los Elites y heredero de los de Lann se había unido a la expedición. Blake no conocía al chico, tres años mayor que él, así que realmente no tenía una opinión formada, pero sentía como si el ambiente se hubiera hecho muchísimo más incómodo desde su llegada. Lewis era amable con todos, incluso Sogia y Scylla, pero estos no parecían tragarse la fachada de aquel muchacho.

    Blake se preguntó que suceso fue tan importante para fragmentar a dos familias que ayudaron al crecimiento de Aiwass de esa manera, tratando de que su mente se imaginara los escenarios mas pintorescos aunque imposibles para entretenerse un rato. La noche le parecía eterna en esas montañas gélidas y mañana le esperaba un día pesado, por lo que tenía que aprovechar para dormir lo más que pudiera si no quería desmayarse del cansancio o ser presa fácil para los fantasmas. Lo mejor que se le ocurrió para tratar de conciliar el sueño era fantasear sobre los juegos de poder y política que tanto le aburrían para adormecerse.

    Vega había desaparecido completamente a sus ojos. Quizás por ello Koiso se había calmado en sobre manera y ya no se sentía esa aura asesina sobre ella cada vez que veía al otro chico. Si Sericci los hubiera seguido, estaba seguro que el ambiente hostil se hubiera tornando sumamente pesado y desagradable para todos los presentes; pues la programadora no cesaría hasta probar que sus delirios eran ciertos y la situación entre los líderes de gimnasio no sería mejor.

    Se giró sobre sus sábanas y pensó que una lucha entre esas dos potencias sería devastadora para la región, pues eran los principales “poderes” de la misma. De haber un choque la región no solo se fragmentaría, sino que también se volvería una región desolada como lo eran ahora las ruinas de Narciso. Dos potencias imparables harían añicos todo a su paso y no tendrían piedad de nadie con tal de matarse los unos a los otros.




    Se imaginó que la causa del conflicto se pudiera haber debido a un matrimonio que salió mal entre las dos ramas, o tal vez que los Frey hicieron un descubrimiento que no quisieron compartir con los De Lann, quizás estos últimos desarrollaron un artefacto en secreto para matar a los Frey y que ellos fueran la única potencia, pero los Frey se enteraron de ello.

    En su mente pasaba toda una película ficticia donde había espías, armas de fuego y entre medio organizaciones malvadas que se aprovechaban la vulnerabilidad de la región para hacer sus fechorías. Se rió por lo bajo de sus estupideces, pero al menos se alegró de que darle tantas vueltas a un asunto que no le convenía en lo más mínimo lo estaba haciendo quedarse dormido.

    Lo último que pasó por su mente, segundos antes de entregarse a Morfeo, no fue una escena ficticia, sino el recuerdo de hace unos días: como caía mientras veía esos fulgores extraños salir de la ventana.

    Los ladrones siempre habían estado entre ellos en el Centro Pokémon, y nunca lo notaron hasta el final de la semana, cuando después de ese espectáculo de luces, los guardias de Efesto se conglomeraron para recuperar el objeto perdido.

    Taena tenía razón en cerrar las puertas de la ciudad aquella vez. Pero Blake no fue lo suficientemente afortunado para ver quienes eran al caer inconsciente segundos después del arresto, así que solo podía esperar y confiar en que la líder no había tenido razón con ellos; de los entrenadores que habían desaparecido de la expedición por cuenta propia no tuvieran nada que ver con el robo del Anillo.

    Todo era sumamente extraño.

    2​


    —¡Oye! ¿Por qué la cara tan larga? Estas formando parte de un descubrimiento magnífico.—Le dijo Lewis de Lann, sacando a Blake de forma súbita de sus pensamientos.

    —Me desperté en la madrugada por varios ruidos extraños que alteraron a mi Sneasel, después no pude volver a conciliar el sueño.—Respondió el pelirrojo dando un bostezo al final.— No está acostumbrado.

    El comentario tomó por sorpresa al líder de ciudad Ícaros, quién arqueó una ceja ante ello.

    —¿Los Sneasel no están acostumbrados al frío?

    — Él nunca fue salvaje, mi madre lo consiguió de un criadero de renombre cuando me lo obsequió. Fue mi primer pokémon.

    Lewis esbozó media sonrisa y le dio una palmada en el hombro.

    —No tengo nada en contra de que te regalen pokémon, pero deberías tener una verdadera experiencia capturando uno salvaje. ¿Cuanto llevas viajando?— Preguntó tratando de sonar lo más interesado posible.

    —Desde que tengo diez salí de viaje. Pero para mis concursos, mi madre me prestaba sus Pokémon para poder competir.

    Lewis gruñó por lo bajo al escuchar aquello.

    Lewis había ido por petición de su padre, quién sospechaba que los Frey querían hacer algo más ahí que obtener una Tiara legendaria. Lewis tenía el mismo sentimiento, y bastó echar un vistazo al campamento para confirmarlo; poco personal, poco equipo, era como si los Frey simplemente estuvieran haciendo un simulacro de expedición en vez de algo real y tangible. Tenían los recursos, estaban a la par de científicos con su familia (quizás ellos tenían unos pocos más, considerando que todos ellos eran estudiosos y eruditos) entonces ¿porque no utilizarlos? Parecían querer llevar a esos chicos hasta el límite, ver sus capacidades, su ingenio.

    Como si fuera un entrenamiento.

    Como si estuvieran preparando “soldados” para una inminente guerra.

    Él sabía que las cosas no andaban bien, que la tensión entre ambos crecía de forma exponencial a cada hora. Solo faltaba una chispa para incendiar todo aquello, para propiciar la caída.

    El anillo casi había sido esa chispa.

    Pero actuaron rápido, aunque no tanto como hubieran querido. Si bien las acciones de Taena no fueron las mejores y solo ayudaron a acentuar más los conflictos entre ellos, al menos impidió una catástrofe mayor al impedir salir a los verdaderos ladrones de la ciudad; se lo podía reconocer, aunque nunca se lo diría en la cara. Esa chica amargada e impulsiva no se merecía elogios

    Y si esos chicos no hubieran intervenido, él no estaría ahí, sino en Ícaros haciendo otras cosas más importantes.

    Aquella expedición era el lugar donde menos quería estar, pero era necesario, debía evitar que los Frey adoctrinaran a esos chicos o hicieran movimientos sospechosos que indicaran una posible traición. Su actitud no ayudaba mucho, pero al menos tenía fe de que esa farsa podía sacar algo bueno.

    Trató de convivir con los muchachos que habían seguido a Sogia y… había tenido resultados mixtos, por no decir malos. La chica programadora parecía estar perdida en su propio mundo dado la baja de cafeína, la chica del Swoobat, que juraba era un Zubat, era interesante; incluso supo por Taena que la había retado a un duelo y le había empatado, así que tenía su respeto, sin embargo, no charló más con ella por el mero hecho de que inmediatamente cortó la conversación para ayudarle a Scylla.

    El mecánico lo había ignorando completamente y ahora se encontraba con un entrenador de juguete.

    Sin embargo, no todo era tan malo. Si quería tener mínimo un aliado ahí y no hacer todo solo, debía de escoger quién sería su Rapidash de guerra. Y hasta el momento, aquel pelirrojo se veía bastante confiable; no hacía preguntas incómodas, se veía respetuoso y a pesar de sus habilidades, Lewis tenía certeza de que podía enseñarle un truco o dos.

    No pudo evitar pensar que, de hecho, Blake le recordaba demasiado a alguien, pero descartó ese pensamiento de forma inmediata. Después de todo, ella era hija única.

    —Debemos cambiar eso, Blake. Vendrás conmigo.—Aseveró De Lann antes de tomarlo de la chaqueta y arrastrarlo hacia las estructuras abandonadas.

    3​

    El resto estaba explorando las cercanías de la ciudadela, sin adentrarse mucho aún al corazón de la que alguna vez fue una gran ciudad. Según Sogia, debían empezar poco a poco a peinar el terreno para descartar posibles áreas y avanzar a un buen paso si querían recorrer todas las ruinas antes de que los golpeara el próximo frente frío que estaba pronosticado para dentro de una semana. Aun con el tiempo limitado, la búsqueda iba a paso lento, por lo que Lewis pronto se separó del grupo para llevar a Weiss hacía uno de los rincones de la ciudadela.

    No era lo suficientemente cerca para no encontrar nada, ni tampoco lo bastante lejos como para perderse en caso de una eventualidad. Era un punto medio, lo que había sido alguna vez una apacible zona residencial; el hielo cubría las viviendas como si fuera roca, y el viento que soplaba entre las casas parecía el susurro de los caídos que no pudieron escapar. Era un pequeño cementerio hecho de cristales helados y nieve, y con cada paso que daban, Blake se sentía abrumado por la energía que emanaba de ese lugar.

    Era de día, por lo que no habría pokémon fantasmas rondando, pero alguno que otro pokémon de hielo estaría ahí, sobre todo porque con la presencia de humanos, eso significaba comida.

    Hubo un momento en que dejó de seguir a Lewis y se vio atrapado por la destrucción del lugar. Era increíble como todo podía reducirse a eso en cuestión de segundos. Todo parecía haber sido inesperado, pues se encontró con cadáveres dentro de las casas haciendo cosas de lo más cotidianas; madres cocinando, maridos viendo la televisión. Se encontró también pequeños juguetes llenos de hielo alrededor y camas llenas de nieve con pequeños bultos en su interior.

    Una ciudad dejó de existir en menos que un parpadeo.

    Y lo que era más aterrador, es que la muerte llegó de forma súbita para sus habitantes.

    Un cóctel de fantasmas, un cementerio.

    Almas en pena tratando de buscar el motivo del cese de su existencia y la comida perfecta para los fantasmas.

    Siguió caminando y pasó su mano enguantada por el frío mental roto de los barandales que adornaban las casas.

    Nada de eso tenía sentido.

    Ciudad Puntanueva era estructuralmente parecida a Narciso; alejada, construida en la cordillera de las montañas. Los habitantes sabían que la zona en la que vivían era peligrosa y propensa a avalanchas, por lo que su líder, Candance, hacía simulacros cada semana para prevenir a su gente. Tenían un centro especializado con pokémon para detectar cualquier variación en las montañas y en la tierra, por lo que si un desastre los azotaba, ellos podrían estar preparados de antemano gracias a la tecnología sus criaturas; y con ello, abandonar la ciudad de ser necesario.

    Sinnoh estaba a años luz de Aiwass y aunque Narciso fuera la primera ciudad, la ciudad ancestral, dudaba que se hubiera negado al avance tecnológico de su región; peor aún, en caso de negarse a que la tecnología reemplazara totalmente a sus criaturas como detectores y preventores de desastres naturales, deberían haberse quedado con sus sistemas arcaicos pero efectivos igualmente.

    Los Pokémon, sobre todo los Absol, nunca se equivocaban en su detección. Y a pesar de su historia, Aiwass hacía mucho había dejado de ser una región supersticiosa; por lo que era casi imposible que un desastre de tal magnitud los hubiera azotado y ellos no estuvieran enterados de ello.

    Una idea sombría se le cruzó por la mente; ¿y si ellos lo sabían, pero decidieron no hacer nada? ¿Y si la Tiara traído aquel desastre como un efecto colateral?

    Paró en seco, sintiendo como unos ojos lo escudriñaban desde lejos. Volteó y se encontró con un Absol de Hoenn, su pelaje blanco se confundía con la nieve y sus dos ojos rojos lo veían con intensidad.

    —Hey...—Susurró y levantó la mano, pero Absol no hizo ningun amago de moverse. Blake entonces tomó eso como una señal para acercarse.—¿Qué haces aquí?

    Se sintió estúpido por preguntarle eso a un pokémon, porque sabía que no le iba a responder. Pero aquel Absol tenía un aura a su alrededor que lo hacía imponente y bello a partes iguales; dio otros cuantos pasos y la criatura no se movió tampoco. Él sonrió.

    —No te muevas, chico.—Era la primera vez que hacía eso; la primera vez que buscaba una pokébola vacía en su cinturón y la apretaba para tenerla lista. Sintió la adrenalina correr por su cuerpo, mientras hacía movimientos lentos para no asustar a su presa; estaba tan cerca, tan cerca…

    Quería a ese Absol. Quería tener un pokémon del que pudiera estar orgulloso de haber capturado con sus propias manos. Alzó el esferico sobre su cabeza y Absol seguía sin moverse.

    Tomó impulso y…

    Justo cuando iba a lanzar la pokébola, esperando una captura exitosa, un viento cortante salió expelido a su dirección, rebanando el aparato con suma facilidad y causándole una herida en la palma de la mano.

    Absol entonces aulló y evocó más viento sobre su cuerno para lanzarlo contra las ruinas, cortando todo el hielo a su paso y creando una corriente salvaje a su alrededor.

    Y mucho, mucho ruido.

    Blake apenas pudo sacar a su Sneasel antes de que la bestia blanca saltara sobre su cabeza y se fuera de tejado en tejado, alejándose lentamente del punto inicial hasta los colindantes de las ruinas.

    Espera.

    ¿A acaso esa bestia iba directamente contra la expedición?


    Corto, pero era lo que tenía en mente más o menos.
    Yup, el Absol es el de Alexa :D
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    Anansi Ø4/Memorias de nieve




    Ren no estaba. Ni ella ni Vega Sericci llegaron a la residencia de los Lann, y los demás no decían nada. Silencios incómodos de parte de Blake y Naohiro, miradas hoscas entre Scylla y Taena, el viejo Sogia bromeando ruidosamente y aquel tipo del muro dominando la mesa con su presencia. Aunque quería preguntar, no podía simplemente sacar el tema sin saber cómo reaccionarían los demás, así que esperé una oportunidad para cruzar miradas con Scylla para darle a entender que hablaríamos más tarde. Por lo que me dijo después, y haciendo un poco de cálculo, en aquel momento ya debían estar en camino a Lyses.

    Pero eso lo supe hasta el día siguiente. Cuando terminamos de cenar, fue Taena quien me apartó del resto para llevarme a su habitación, contrariada y nerviosa. No sabía qué esperar cuando cerró la puerta a mis espaldas, así que miré en silencio cómo se quitaba uno de sus guantes de cuero rojo para extraer de él un pequeño objeto metálico; una reluciente insignia plateada formada por tres afiladas lunas apiladas.

    —La Medalla Navaja. Es tuya.

    —Es una broma, perdí la batalla.

    Apretaba los puños. Era evidente que le costaba soltar cada palabra.

    —Levian te atacó. Ese último hiperrayo te puso en peligro de muerte. Bajo todas las regulaciones, yo fui descalificada desde ese momento.

    —Oye, sabes que yo te provoqué para esa pelea, y al final incluso...

    —No importa —insistió empujando la medalla contra mí, tratando de meterla en mi mano—. Yo perdí, la medalla es tuya.

    Había algo infantil en sus gestos, una frustración que apenas y podía reprimir, pero yo no estaba en condiciones de reaccionar, y lo único que podía hacer era retener sus manos entre las mías.

    —¿Qué pasa? ¿No es lo que querías? ¡Sólo tómala de una vez!

    Obedecí sin saber por qué y me guardé la medalla mientras Arena se sentaba en la cama con las manos en sus brazos, luchando con cada sílaba que salía de su garganta.

    —Mi actitud fue la incorrecta. Estuve a punto de cruzar una línea contigo allá arriba. Lo lamento. Y gracias por su ayuda con el caso.

    Durante toda la conversación no me miró a los ojos ni una sola vez. Tenía la vista clavada en la pared, como si tratara de olvidar que ambas estábamos ahí, haciendo un esfuerzo por regular su propia respiración.

    —Es todo. Puedes retirarte, a menos que quieras decirme algo.

    Todo lo que salió de mis labios fue un torpe "gracias por salvarme" antes de que huyera de la habitación. Afortunadamente no tuve que hablar con nadie en el camino, porque no hubiera podido hacerlo. La conversación con Taena me había dejado desecha. Verla bajo esta nueva luz un golpe que no esperaba, hasta ese momento la había imaginado como un ideal, como todo aquello que yo no era. Líder de gimnasio a los diecinueve años, jefa de seguridad de su ciudad; fuerte, honesta, incorruptible, inquebrantable... sabía que no era perfecta, pero aún así la había admirado tanto durante los últimos días que verla reducirse ante Lann y casi quebrarse frente a mí fue demasiado. Me sentí decepcionada de ella por no ser lo que esperaba, pero también decepcionada de mí misma. Era una chica normal, no muy diferente al resto. Había tenido que asumir una posición demasiado grande para sí misma a la muerte de su padre, pero el hecho de que puedas aparentar ser más fuerte de lo que eres no significa que lo seas. Hasta los más grandes caen, hasta los más fuertes dudan, y hasta el acero más duro se dobla. ¿Es que no he aprendido nada? ¿Hasta cuándo voy a dejar de creer en los héroes?




    No me sentí a gusto en Narciso, y creo que se debe a que me parecía demasiado familiar. La profunda capa de nieve que te cubre hasta los tobillos, las heladas ráfagas de viento que te cortan la piel, el frío que se cuela por tu garganta, el infinito manto blanco, todo ello me recordaba demasiado a Puntaneva, y cuando me hacía consciente de las ruinas, de las casas abandonadas y edificios destruidos, el contraste era tan grotesco que sentía ganas de vomitar. Era como ver el inminente fin de mi propio hogar, y por consiguiente mi propio fin, sepultado bajo una blanca mancha de nieve en el fin del mundo.

    Aún era temprano y la mayoría dormía cuando salimos. Scarfy jugaba con un par de rufflet invernales; se hacían bolita y rodaban calle abajo hasta convertirse en grandes bolas de nieve que se rompían. Imperator se había ido a las montañas para cazar, y Zubat no tenía la menor intención de salir de su pokéball. Como aún faltaba tiempo para empezar a trabajar, me senté en el suelo y tomé un poco de nieve entre las manos, comprimiéndola hasta hacer una pequeña esfera, dejarla a mi lado y hacer otra más. Cuando tuve suficientes empecé a unirlas y apilarlas, y tuvo que pasar un rato antes de darme cuenta de que estaba haciendo un muñeco de nieve, un pokemon que recordaba de cuando era niña.

    Puntaneva se encuentra en el extremo norte de Sinnoh. Nieva la mayor parte del año y se hace indispensable llevar ropa de abrigo sin importar la estación. Por las mañanas la gente sale a apartar la nieve de sus entradas, pero conforme avanza el día puedes notar cómo el asfalto gris empieza a volverse blanco. Lo mismo aplica para las señales, para los árboles que rodean a la ciudad y para las mismas casas y sus tejados. Paulatinamente ves el mundo desaparecer bajo la nieve, como si todo aquello que no permaneciera en movimiento constante estuviera condenado al olvido. Ese pensamiento siempre me incomodó cuando era niña, esa sensación de que siempre estaba a punto de desvanecerme. Creo que de ahí vinieron las travesuras. Ese afán de hacerme notar, de destacar en algo de los demás, de evitar que la nieve me cubriera. Y de pasar las tardes en el gimnasio de Puntaneva.

    Taena es dura como el acero, pero Candice no tenía nada que ver con el hielo. Amable, cálida, enérgica; siempre dispuesta a echar una mano, a darte un consejo y a practicar contigo. Un rayo de luz solar en la ciudad helada. Ella me dio mi snover cuando cumplí diez años, y lo entrené con dedicación esperando que con el tiempo se convirtiera en un pokémon tan asombroso como su abomasnow. Tan grande, tan imponente que nunca se perdería bajo la nieve, tan majestuoso que estaría en la cima del mundo sobre sus hombros. Pero ni Snover ni yo éramos especiales, y nunca estuvimos ni cerca de alcanzar su nivel. Si es que había un progreso, era tan pequeño como nosotros, imperceptible, y para cuando cumplí doce años entendí que Candice se equivocaba en algo: no basta con enfocarte en algo y poner todo tu esfuerzo en ello para obtenerlo. Algunos simplemente no pueden llegar tan lejos.

    —¿Qué estás haciendo? —preguntó alguien a mis espaldas. Era el hijo de Lann: Lewis.

    —Un pokémon de nieve.

    —¿En serio? —se acercó con curiosidad— No se parece a nada que haya visto...

    —Es una especie de Sinnoh. Se llama Abomas...

    Tuve que parar al contemplar mi propia creación. Aquel pokémon no era un abomasnow. Los brazos eran demasiado largos; el torso, demasiado ancho. Y estaba ligado a un recuerdo diferente.




    Nos dividíamos en grupos cambiantes, pero casi siempre a cargo del viejo Sogia, Scylla y Naohiro para explorar las ruinas y buscar cualquier cosa de Interés, como inscripciones o artesanías. Esa tarde me uní al grupo del líder de Lyses junto al mecánico, que trataba inútilmente de encender un cigarrillo solo para ser golpeado por continuas ráfagas de viento helado. Cada día nos adentrábamos más y más en la ciudad. En ese punto, faltaba poco para que la cubriéramos por completo.

    —Más que una ciudad, Narciso fue un pueblo grande —decía el viejo Sogia mientras nos movíamos en el interior de un templo hundido en la nieve—. Pero esta gente era complicada.

    —Ya llevamos casi una semana aquí —comentó el mecánico pasando una mano por la pared—, ¿de verdad hacía falta que viniéramos nosotros?

    —No recuerdo haber obligado a ninguno de ustedes.

    —No, no, no lo digo en ese sentido, genialísimo jefe —rio—, sino que ninguno de nosotros es un verdadero explorador. Si la familia Frey es tan poderosa, pudieron contratar gente más capacitada...

    —Ustedes me valen. Chicos con tesón para obtener alguna de las medallas. Y a todo esto, ¿cómo le ganaste a Scylla?

    —Uno tiene sus métodos —replicó con esa sonrisa astuta. Según Blake, su nombre era Yakov, y había sido de ayuda durante el caso en Efesto. Sus gestos, su actitud y su lenguaje corporal eran los de un bandido, los de una persona que ha sido peligrosa o lo sigue siendo. A su manera, Vega y Naohiro también lo son, pero siguen siendo inocentes al fin y al cabo. En cambio, Yakov me transmitía la vibra de alguien que sabe moverse entre lugares turbios por su propio beneficio. Probablemente el viejo Sogia también lo notó a juzgar por su actitud con él, pero lo último que quería presenciar era otro enfrentamiento.

    —Aun así, seguramente había mejores opciones en Lyses —intervine con la vista en las inscripciones del muro—: investigadores, antropólogos... todas esas personas que también obtuvieron la Medalla Vínculo en el pasado.

    —Un grupo grande sólo va a hacer un desastre con este lugar, que ya se está cayendo a pedazos. Además, no te puedes fiar de los hombres de ciencia. Son los cretinos más orgullosos y egoístas que puedes encontrar, pueden interrumpir un trabajo serio solo para guardarse algo de gloria personal. Tampoco tiene caso darles equipo de alta tecnología que no sepan usar, además, estamos aquí para reunir información. Realmente no necesitamos nada de eso.

    Mientras decía esto, tomaba fotografías del enorme mural en la pared

    —Espera, Sugoi-san. ¿Quieres decir que esa Tiara lo que sea no está aquí?

    —Es poco probable, pero esta gente sabía cosas. Al menos nos dará pistas de su ubicación real. Y tal vez encontremos algo más grande, como al propio Menasis.

    —¿Qué? —exclamó Yakov— ¿Dices que esa cosa existe? En la conferencia parecías escéptico.

    —Los pokémon legendarios existen, algunos de ellos al menos, pero no son tan legendarios como creemos. Es probable que exista una especie tan peligrosa que los antiguos habitantes exageraron su poder porque no lo entendían. Según las leyendas, Menasis viajó por todo el continente, pero si hay algún lugar en el que pudiera hacer su nido, debería ser en los Grandes Hermanos.

    —¿Qué clase de pokémon es Menasis? En la biblioteca no encontré mucho sobre él.

    —Porque no es un tema del examen y la mayoría de los libros sobre él están en la sección infantil. Se dice que tiene el poder de calmar las emociones de humanos y pokémon por igual, y que es imposible de herir. También que comprende el lenguaje humano y todo eso. En cuanto a sus tipos, la leyenda cuenta que es Lucha/Eléctrico, pero sus características se asemejan más a las de un tipo hielo —una sonrisa socarrona iluminó su rostro—. Eso último suena a mentira de los Lann, para darse importancia. No se rascan el culo sin hacer una ceremonia.

    Hasta entonces había mantenido al hijo de Lann con Scylla o con Naohiro, sin ocultar que no quería tenerlo cerca, pero sin permitir que se alejara demasiado. Empezaba a entender que había una marcada enemistad entre esas familias, a pesar del trato cordial entre Lann y el viejo Sogia, probablemente relacionada con la expediciónque estábamos realizando.

    —¿Por qué cree que Menasis está relacionado con Narciso?

    —¿No conocen la historia del pueblo? Era un lugar antiguo y arcaico. Imbéciles testarudos que se oponían al progreso, pero más testarudos que imbéciles. Esta gente resistió resistió en el pie de la montaña dos mil años. Y de pronto, hace cincuenta años, desaparece por una avalancha. ¿No te parece raro?

    —¿Pero por qué tiene que ser ese tal Menaces?

    —Piensa un poco, chico. En las leyendas esa bestia puede calmar y contener a los pokémon. ¿Cuáles condiciones pueden provocar eso en una batalla?

    —Sueño, parálisis...

    —Y congelamiento —concluí.

    —No es descabellado pensar que estén relacionados. Tal vez se metieron con una bestia o bestias peligrosas y pagaron el precio por ello, o tal vez sabían de la existencia de esas bestias, pero no pudieron pararlas.

    —¿Y nadie se había molestado en investigar estas ruinas antes?

    —No hace mucho que son ruinas después de todo, y a sus habitantes no les gustaba tener extraños husmeando por aquí. La última expedición fue hace veinte años, y al menos yo no me puedo fiar de las palabras de los Lann en cuanto a lo que vieron.

    Tomé una foto al destrozado vitral y terminamos de cruzar el templo. Scarfy miró con sospecha la nieve en el suelo y el quilava de Yakov exhaló algunas ascuas para descubrir el camino. Había una especie de sendero al otro lado, y Sogia dio la orden de seguirlo.

    Nos adentramos en una especie de arboleda demasiado pequeña para ser considerada un bosque. La nieve era más profunda y nos cubría hasta los talones, dificultando cada paso, pero era peligroso forzar a los pokémon a despejar el camino porque podíamos atraer más pokémon fantasma. El viejo Sogia iba al frente, marcando el ritmo, Yakov caminaba a mi izquierda, y detrás, el templo se hacía cada vez más pequeño. Llegamos a un punto en el que parecía que podía atraparlo en mi mano.


    Tenía quince años cuando conocí a Ceres. Snover seguía lejos de evolucionar, y hacía tiempo que había dejado de retar a Candice. Empezaba a aceptar mi mediocridad como entrenadora, a plantearme el dejar Puntaneva y buscar algo qué hacer de mi vida lejos de casa, y entonces aparecieron estos sujetos con sus uniformes brillantes y pokémon que nunca había visto como houndour y dustox. Parecían gente importante, debían ser gente importante, y al igual que el viejo Sogia, aseguraban llevar a cabo una investigación en lo profundo del Lago Agudeza por motivos científicos. Se quedaron en la ciudad por unas semanas. Recuerdo que trataba de pasar con ellos todo el tiempo posible, y entre más sabía sobre el Equipo Galaxia, más me atraían sus objetivos. Un mundo nuevo, un mundo perfecto; y más importante aún, un mundo posible. Hablaban de ello con tanta seguridad que no podías imaginar que estaban mintiendo.

    No recuerdo si me ofrecieron unirme o yo misma se los pedí. A estas alturas no creo que importe demasiado. Me encontraba de repente en la oficina de Ceres, escuchando todo acerca del futuro brillante que me esperaba con ellos sin siquiera parpadear. Ceres me dijo que tenía los ojos de una galaxia y eso bastó para tirar todas mis resistencias. Entonces me explicó cuál sería mi primera misión, que al mismo tiempo sería mi examen de ingreso: era un trabajo que ninguno de ellos podía hacer, una tarea que solo yo podía llevar a cabo como residente de la ciudad.

    —¿Jefe, qué diablos es eso?

    La voz de Yakov me sacó de mis cavilaciones. Frente a nosotros se alzaban tres gruesas construcciones de piedra, derruidas en su mayor parte y a punto de colapsar, pero aún así, grandiosas.

    —Son las Torres Nova —respondió el viejo Sogia—. El punto de vigilancia final de Narciso. Más allá de ella los Grandes Hermanos se vuelven demasiado peligrosos para la exploración.

    —¿Entonces son el final del mundo conocido?

    —Tal vez no. Según la leyenda, existe un lugar aún más misterioso cuando cruzas la niebla hasta el otro lado, un tierra perdida llamada Illyon.

    —Pero —intervine—, la primera población humana en Aiwass surgió en Narciso, ¿verdad? Y a partir de ahí se propagó hacia el oeste, no hacía el este...

    —Aún eres un poco ingenua. Las personas no surgen de la nada. El pueblo de Narciso vino de algún lugar, sin duda, y ese lugar bien podría estar al otro lado de las Torres. Ya mañana investigaremos.

    Dio un largo vistazo a la endeble estructura frente a nosotros con un largo suspiro.

    —Se hace tarde. Mañana vendremos todos juntos.




    No podía dormir. Mis recuerdos me habían jugado una mala pasada. Demasiada nieve, demasiado frío, todo era demasiado similar a Puntaneva, y mi mente se encargaba de hacerme dudar acerca de todo. ¿Y si los Frey eran iguales al Equipo Galaxia también? ¿Y si en realidad los estábamos ayudando a cometer una atrocidad? Cualquiera puede decir que tiene buenas intenciones hasta que obtiene lo que quiere.

    Un pokémon dormía en lo profundo del Lago Agudeza, y otro más en Puntaneva. Tal vez Narciso ocultaba un secreto similar. Me hacía mal desconfiar. Hasta entonces le había tomado algo de simpatía al viejo Sogia además de admiración. Me sentía a gusto con Scylla y Naohiro, y empezaba a sentir algo más por Ren, Vega y Blake, y no quería pensar mal de ninguno de ellos, pero no podía evitarlo. Odiaba ser desconfiada, pero si algo malo sucedía por bajar la guardia sería tan culpa mía como de ellos.

    Teníamos tres tiendas: dos para hombres y una para las mujeres. Por suerte, Naohiro y Scylla no destacaban por su resistencia física y cayeron dormidas bastante pronto. Esperé a que sus respiraciones se normalizaran, me vestí de vuelta con la ropa más abrigadora que pude encontrar y tomé lo que creía que podía ser útil para después salir silenciosamente del campamento. Apenas pusimos un pie fuera, liberé a Imperator de su Ultraball, quien me miró con una expresión de incertidumbre.

    —Voy a necesitar tu protección.

    Scarfy también se desprendió de mi cuello para empezar a levitar alrededor en estado de alerta. Faltaba Zubat, pero era demasiado frágil para ayudar en algo de todos modos, así que solos los tres volvimos al pueblo de Narciso.

    Tal como había predicho el viejo Sogia, pokémon fantasma nos emboscaron continuamente, pero no era nada que no pudiéramos enfrentar. La mayoría huían amenazados por Imperator, y los pocos que se atrevían a atacarnos eran repelidos por él mismo o por Scarfy, pero eso no me hizo sentir más segura. Para el viejo Sogia y para Scylla, atravesar el helado cementerio de Narciso debía ser igual de fácil, y si los fantasmas no eran tan amenazantes, ¿por qué nos hacían volver al campamento todos los días antes de la puesta de sol? ¿Querían mantener un estricto control de todo lo que hacíamos, o acaso volvían a la noche para investigar por su cuenta? De ser así, tal vez me encontrara con alguno de ellos, pero en ese caso, ¿para qué molestarse en convocar un grupo de ayuda si puedes hacerlo todo solo?

    Tal vez era por Lann. Al viejo Sogia no le agradaba y quería mantenerlo lejos de todo conocimiento importante, pero no podía descartar posibilidades, y la única forma de asegurarme era visitando esas ruinas antes que ellos.

    Illyon. La palabra resonaba en mi cabeza, pero no sabía por qué. Illyon, Illyon, Illyon...

    Un par de horas más tarde habíamos salido del pueblo, y el camino hacia las torres nos tomó otra más. Pese a los ataques de fantasmas estábamos más o menos enteros, pero igualmente administré a Imperator y Scarfy las pociones que había tomado del bolso de Scylla antes de entrar al recinto. De cerca lucía mucho peor de lo que esperaba: no era roca, sino hielo lo que componía la mayor parte de su estructura, como si éste hubiera crecido sobre la piedra y lentamente la hubiera reemplazado. No era obra humana, pero tampoco parecía muy natural. Los muros de hielo daban una impresión de ráfagas heladas y violentas causadas por un pokémon. Tal vez el viejo Sogia tenía razón: tal vez Menasis había hecho de ese lugar su nido.

    La luz de la luna se filtraba por algunos huecos en la cúpula, dando algo de visibilidad al lugar. El hielo revestía las paredes del interior, pero a diferencia del aspecto caótico de fuera, aquí formaba un intrincado diseño hexagonal que se asemejaba a copos de nieve. Del techo crecían carámbanos largos y afilados como estacas sobre nuestras cabezas, y el suelo era tan resbaladizo como el de un gimnasio de tipo hielo. No había un solo pokémon a la vista, pero Imperator permanecía alerta, e incluso Scarfy miraba con sospecha a su alrededor. Se alejó de nosotros para verificar el camino, y después regresó para indicarnos cómo deslizarnos hacia el otro lado.

    Encontramos unas escaleras descendentes. Tomé la linterna que había traído conmigo y empezamos a bajar. El aire era tan helado que sentía mis ojos arder. Y al llegar al fondo, un largo, largo pasillo con el mismo diseño hexagonal en las paredes. De nuevo, esa desagradable sensación familiar que crecía con cada uno de mis pasos.

    La misión del Equipo Galaxia era simple: el Templo de Puntaneva estaba cerrado para todos, exceptuando aquellos que se hubieran enfrentado al Alto Mando. Ellos eran visionarios antes que luchadores, científicos que buscaban el progreso del mundo y no entrenadores hambrientos de gloria personal, pero ese templo podía esconder información sobre el pokémon del lago, Uxie, o incluso sobre las entidades del espacio y el tiempo. Necesitaban saberlo, pero no podían entrar, al menos no por las buenas y, como me dijo Ceres entonces: a veces hay que romper las reglas si es por una buena causa.

    Enviarían un equipo de exploración, pero antes necesitaban que alguien hiciera un viaje preliminar. Alguien que estuviera familiarizada con la zona, alguien sin un uniforme del Equipo Galaxia.

    Ni siquiera me detuve a pensar que estaba haciendo algo malo. Yo era una visionaria, yo era alguien especial que ayudaría a descubrir los grandes secretos del mundo y, algún día, cuando el Equipo Galaxia cambiara el mundo, yo habría sido parte de todo ello, una pieza clave de nuestro éxito.

    Snover estaba asustado, pero obedeció mis órdenes y atravesamos un piso tras otro evadiendo en lo posible a los pokémon salvajes. Cada sala era más fría que la anterior y los ataques eran menos frecuentes, pero estábamos agotados para cuando llegamos a lo más profundo. Y si nuestra temperatura descendía, la emoción crecía dentro de mí. Por fin estaba haciendo algo y lo hacía bien.

    Y ahí estaba, en la última cámara: la colosal estatua de un pokémon gigante que parecía capaz de aplastarme con una mano. Imponente, ominoso, avasallante. Si en mi vida diaria me sentía me sentía como una mota de polvo perdida en la nada, aquella cosa borraba mi presencia por completo. ¿Cuánto tiempo llevaba oculta en el templo? ¿Cuánto más permanecería ahí? La palabra eternidad se había inventado sin duda para monstruos como ese, para el titán que dormía en su prisión esperando el fin de los tiempos. O al menos, así debía ser.


    Absorta estaba en su contemplación cuando los seis orbes en su pecho empezaron a brillar. Sus miembros se sacudían con un estremecimiento que apartaba la escarcha de su cuerpo, quebrándose al impactar contra el suelo. Y antes de que mi cerebro empezara a funcionar nuevamente para permitirme gritar, ese coloso emitió un rugido ensordecedor que aún ahora puedo sentir resonando por mis huesos.

    El pasillo se había convertido en una caverna, una siniestra gruta de colmillos helados. No sabía dónde estaba ni qué hora era, pero había caminado tanto que ya debía estar fuera del terreno de Nova. Había llegado el momento de buscar una salida, para decepción del viejo Sogia, este último templo no escondía nada.

    Intenté dar media vuelta, pero al iluminar el pasillo con la linterna me paralicé de terror; donde antes había un camino interminable ahora se alzaba una pared de celdas hexagonales. Imperator saltó frente a mí para encarar a la formación de hielo que ahora entendía no era natural, gruñendo y mostrando los dientes. Scarfy retrocedió asustada para esconderse detrás de mí, pero yo no dejaba de temblar e, inexplicablemente, mi pie perdió apoyo y resbalé hacia las fauces de hielo.

    La linterna se perdió. Oscuridad y más oscuridad. Entonces, un murmullo como de papel. Cerca, más cerca de lo que podía soportar.

    Había algo con nosotros allá abajo.

    El murmullo se hacía más rápido, acelerando a un ritmo aterrador que parecía cortar el aire mientras se volvía cada vez más y más agudo. En algún momento se convirtió en un furioso zumbido.

    Luces cian aparecieron en la oscuridad. Parecían espejos vibrando a gran velocidad. Conforme ganaban intensidad fueron revelando a la criatura que las emitía: un diabólico espectro de grandes alas escamosas sostenido sobre seis recias patas terminadas en pezuñas. Su cuerpo estaba cubierto por un grueso pelaje blanco y anaranjado que formaba una melena alrededor de su cuello. Sus ojos eran dos afiladas esquirlas de hielo, y de los lados de su cabeza nacían dos largos cuernos encorvados, agudos como guillotinas.

    Su primer objetivo fue Scarfy. Saltó hacia ella con las mandíbulas abiertas y apenas pude saltar a tiempo para interponerme y apartarnos de su camino. Una de sus alas me rozó en el codo y eso bastó para que mi brazo entero empezara a cubrirse de hielo. Dolía tanto que ni siquiera podía gritar, mucho menos moverme, y caímos juntas rodando por el suelo. Estábamos a completa merced de la criatura cuando algo la embistió por el costado.

    Imperator le rugió. Era incluso más grande que el ivornose de Taena.

    Tipo hielo, sin duda, y además... ¿siniestro? ¿o era uno de los fantasmas que habían surgido a causa de todas las muertes en Narciso? ¿O acaso era el propio Menasis?

    El pánico se apoderó de mí. Había algo en su estructura que no me gustaba nada. Su cuerpo se parecía demasiado al de un...

    —Insecto —susurré con pavor cuando sus alas volvieron a agotarse con furia, disparando un zumbido martirizante con Imperator como objetivo.

    —¡Huye!

    Demasiado rápido. Demasiado fuerte. El ataque lo golpeó de lleno e Imperator cayó aturdido y maltrecho sobre el frío hielo. La criatura fue hacia él y presionó su cabeza con una de sus pezuñas, lista para dar el golpe final, cuando sus ojos se volvieron grises y nublados. Empezó a agitarse, presa de un mal que no conocía. Scarfy estaba detrás de sus alas impidiendo que escapara de su presencia, y cuando la criatura trató de atacarla, se esfumó a través de su cuerpo para sujetarla de los cuernos y obligarla a embestir una pared de la caverna. Entonces pasó algo que terminó de romper mis nervios. La pared herida empezó a gritar con un coro de voces agudas y aterradoras. El cristal que la bestia había golpeado se había quebrado y empezaba a sangrar. Y como un enjambre de insectos en retirada, las celdas hexagonales huyeron de vuelta hacia el templo.

    Aquella cosa era su reina. Habíamos entrado en su colmena, y ahora estaba furiosa. Agitó sus alas una vez más, elevándose hasta el techo para exhalar desde arriba un Vaho Gélido letal.

    La salida estaba bloqueada, así que la única opción era internarnos más profundamente en la cueva. Imperator y yo nos deslizamos por el hielo descendente, pero Scarfy no pudo alejarse a tiempo y empezó a cubrirse de escarcha. Logré devolverla a su Ocasoball antes de que se congelara por completo.

    Apenas y sentía mi brazo izquierdo, pero me forcé a correr a la par de Imperator. La caverna se hacía más estrecha evitando que el monstruo nos siguiera volando, pero aún podía desplazarse rápidamente con sus seis patas.

    —Imperator, Canto Mortal.

    Entonó una melodía desoladora, profunda y poderosa. A cada nota sentía que me vaciaba el corazón de sangre. Una canción que hablaba de muerte, de vacío y de olvido. Una canción que parecía narrar nuestro destino.

    Las angostas paredes fueron invadidas por las celdas hexagonales. Cuando no estaban unidas dejaban ver sus cabezas con dos cuernos curvos hacia arriba. Trataron de formar un muro frente a nosotros mientras la reina se acercaba peligrosamente por detrás de nosotros, pero Imperator saltó hacia ellas para despedazar su barrera con un Tajo Umbrío. Sus gritos resonaron a través de la caverna, pero apenas y podía escucharlos. Mi único pensamiento era el de correr, el de alejarnos de esa pesadilla, avanzar hacia esa luz que creía ver a lo lejos.

    Una fría ráfaga de hielo nos golpeó. Absol interpuso su cuerpo frente al mío para protegerme del daño, pero había llegado a su límite y cayó debilitado. Yo apenas y podía moverme. Intenté arrastrarme por el suelo, pero sabía que era demasiado tarde. Podía sentir a la bestia alada acercándose para poner fin a nuestro viaje.

    El sonido sordo de un cuerpo pesado que cae, seguido por el estruendo de cristales rompiéndose contra el suelo. Y un largo gemido apagado.

    Volví la cabeza lentamente con miedo a mirar. La criatura yacía inconsciente en el suelo rodeada de cientos de esos insectos inertes. La salida de la cueva estaba apenas a un paso, pero no me quedaban fuerzas. Logré recuperar a Imperator a su Ultraball y, rendida, di un salto hacia afuera y me dejé rodar por la pendiente nevada. Empezaba a amanecer.

    El Canto Mortal debía afectarme también a mí, porque empecé a alucinar. Bajo los rayos dorados del sol naciente, más allá de las montañas, vislumbré una bella ciudad de edificios resplandecientes que parecía descender del mismo cielo.

    Illyon. Claro, eso era. Illyon.

    Mi consciencia se desvanecía, permitiendo que ese recuerdo se filtrara.

    La cosa con cuernos.

    «La Caída de Illyon, Más allá de los Grandes Hermanos».

    El libro que le había prestado a Ren.
     
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    Maze

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    Capítulo V - Juntos, de cara al Sol


    Efesto/2 de Mayo

    Alexis

    Se despidió de Vega Sericci en la Puerta del Cielo. El chico había cumplido su promesa y ahora partía hacia la Narciso para reunirse con el resto de la expedición. Podía ser verdad o no, pero lo que hiciera el chico ya estaba fuera de su control.

    La ciudad estaba en calma nuevamente. Taena Ericksen trabajaba con diligencia para restaurar el orden que ella misma había perturbado. Los Hermanos de la Ley también se volvieron más discretos y rara vez salían de su templo. Alegaban ser inocentes y una parte de ella les creía, pero la gente del acero no perdonaba con facilidad.

    Llevó sus pasos a la residencia Lann, esa suntuosa mansión de muros rojos y tejados como el sol. Los Lann se enorgullecían de sus colores y buscaban usarlos en toda ocasión. En una ocasión le preguntó a su primo qué significaban el oro y el escarlata juntos, a lo que este respondió: "el fuego y el rayo", que también eran los dos tipos elementales que representaban a su familia. Alexis había tratado por años de hacerlos suyos, pero aún se sentía incómoda cada vez que cruzaba una puerta con su apellido.

    Encontró a Tyros en su salón personal, inclinado ante una mesa de billar jugando en solitario. Alzó sus ojos dorados en cuanto la vio entrar y saludó con un asentimiento de cabeza.

    —¿Cómo va todo en la ciudad?

    —Mejor, pero la gente sigue algo insegura. Esa niña hizo un desastre.

    Tyros empujó la bola 8 al fondo del canal sin emitir palabra.

    —No creo que deba estar a cargo de la seguridad de una ciudad. Es demasiado joven, demasiado inmadura.

    —Es hija de su padre —respondió lacónico—. Puede hacerse cargo.

    —La defiendes demasiado —bufó—. ¿Y qué pasa con Lewis? ¿De verdad lo enviaste solo a explorar con los Frey?

    La siguiente fue la bola blanca.

    —Necesita convertirse en un hombre y dejar de jugar al niño prodigio.

    —Y con él eres demasiado duro. ¿Es porque es...?

    Dejo la pregunta inconclusa, pero no menos dicha. Tyros se volvió hacia ella, mirándola con ojos dorados iguales a los suyos.

    —Sabes que esas cosas no me importan.

    Dio un paso hacia atrás mientras se mordía el labio. Años antes, cuando se graduó de la academia y conoció al futuro patriarca de la familia Lann, fue él quien le dijo que la familia no se encontraba en la sangre, y cuando asumió el liderazgo meses después la promovió a Capitana de la Guardia de Icaros haciendo eco de sus palabras.

    —¿Hay algo más que quieras decirme?

    —Sí, hay algo —lo confrontó con seriedad— ¿Por qué estás produciendo un prototipo del Anillo de la Victoria?


    Se hizo un incómodo silencio entre ambos. Tyros le dio la espalda y volvió a dar tiza a su taco, fingiendo concentrarse en la tarea, pero su prima sabía que solo estaba buscando las palabras correctas.

    —Menasis, el pokémon de la paz. Fundador de Aiwass, Salvador de la humanidad, intermediario entre ellos y nosotros. Todos parecen enloquecidos por encontrarlo. Los Frey, el Culto a la Ley...

    —La investigación indica que son inocentes...

    —¿Lo son? El Culto procede de Cirse, que fue destruida hace veinte años por un desastre natural. ¿Sabes quién más viene de Cirse? Nuestra amiga Meridión quien ahora encabeza a los hermanos, y dirige una búsqueda por el Bosque de Pan para analizar el thelema. ¿Crees que se trata de una casualidad? Y por el otro lado tienes a los Frey anunciando que buscan la Tiara de la Paz, cuando llevan años trabajando en una réplica de la misma. La paz, siempre la paz. La gente buena de Aiwass solamente busca la paz.

    —¿Dices que tratan de usar el thelema como un arma? ¿Es eso posible para empezar?

    —Hace veinte años, Cirse fue testigo de la ira de Menasis. Cualquiera que busque ese poder no puede tener buenas intenciones, pero Menasis tiene un igual, un rival... o un superior. Alguien que no se marchó volando como Menasis, alguien cuyo corazón sigue latiendo bajo nosotros.

    —Dresserios... —respondió con un hilo de voz mientras Tyros golpeaba la bola 12 para meter la 4 con el ceño fruncido. La sonrisa de Lann era esquiva, escasa, y las pocas veces en que la había visto, falsa.

    —¿Eso es todo? ¿Buscas el poder de Dresserios para detener a Menasis? ¿Eres el único que busca la paz?

    —Era malo en el billar. Mi padre sentía una verdadera pasión por el juego y quería que yo fuera tan bueno como él. Lo decepcioné, y en el camino me decepcioné a mí mismo. No sabía mover el taco, ni golpear las bolas en orden, ni tenía la fuerza en los brazos para acertar un tiro sin temblar. Hasta que un día, harto de practicar, mandé todo al diablo y empecé a jugar. Literalmente, a jugar a darle a las bolas. Me inventaba las reglas sobre la marcha para que cada tiro fuera certero. Descubrí que era mucho más divertido jugar a mis reglas, que las de mi padre no tenían sentido. Y jugando mal eventualmente aprendí a jugar bien.

    —¿A qué viene esa historia? ¿Qué tiene que ver con lo que estamos hablando?

    —No estoy jugando con sus reglas, Alexis. No me interesa la paz, ni trato de protegernos de ellos. Que sigan con sus planes, que repliquen la tiara o invoquen a Menasis. Que jueguen su juego... y que me den una excusa para salir a buscarlos, y poner fin a su maldito legado de una vez por todas.

    La última bola rebotó a lo largo de las bandas para deslizarse en la última tronera. Tyros empezó a desarmar su taco mientras encaraba a su prima.

    —Que se queden con la paz. Al final, nuestra será la victoria.





    Alseide/3 de Mayo

    Acacia

    Pan estaba vivo. Era algo que todo aquel nacido en Alseide sabía. El bosque era una criatura que respiraba, dormía, enfermaba y enfurecía. El pueblo verde como solían llamarse a sí mismos, había aprendido a vivir en armonía con Pan, nunca rompiendo sus reglas ni alterando su balance. Sabían que era receloso con los extraños y no veía con buenos ojos a los invasores. Si Alseide había prosperado tantos años, se debía solo al hecho de que respetaban los límites impuestos por él. Desafortunadamente, los foráneos no pensaban de la misma forma.

    Los Lann eran un ejemplo. Hace años se habían empecinado en construir un monstruoso camino que atravesara el bosque por la mitad, abriéndose paso con la fuerza bruta de sus pokémon y sus toscas máquinas de construcción que sólo sirvieron para destruir. Lograron su objetivo, pero solo tras pagar el costo en decenas de vidas, y aún así, Pan no apaciguó su ira. Atravesar los bosques por las rutas de siempre era más peligroso, y el Camino del Rayo como llamaron a su obra, era blanco constante de los pokémon salvajes, al grado que debía ser fuertemente resguardado, pero los altos mandos del pueblo estaban obnubilados por el progreso, y permitieron que ese desastre pasara.

    Estaban aquellos como el Culto a la Ley, sedientos de gloria y poder, que se adentraban al bosque por su propio beneficio, sólo para saciar una falsa curiosidad idealizada. Y ahora Pan les respondía violentamente, cazando a los incautos entrenadores que se atrevieron a profanar sus barreras.

    Y había otros como Type; deseosos de entender al bosque en pos de alcanzar un bien mayor. De llegar a buen puerto, la investigación de Type podría cambiar por completo la forma en que convivían humanos y pokémon. Pero Pan es desconfiado y no distingue entre buenas y malas intenciones, e incluso a aquellos que quieran comunicarse con él los acaba devorando.

    Arrel Strauss yacía sobre una camilla en una sala privada del hospital de Alseide, con Lilly durmiendo junto a su cabeza. La habían pasado mal en el bosque, al grado que si esos dos chicos no los hubieran encontrado, pudo ser demasiado tarde.

    Madison Keyfinder: el "cazador de tesoros" que conoció en el Bosque de Pan, y a quien encomendó la misión de encontrar a Type mientras ella analizaba la situación. Cumplió su petición en apenas un día, pero no llegó solo, sino con una chica de la expedición de Meridión: Arianne Labelle. Habían tenido sus propias dificultades en el bosque, pero agradecía sinceramente que trajeran a su alumno de vuelta.

    De eso había pasado ya un día. Ambos se hospedaron en el centro pokémon, y ahora venían de visita al hospital. Madison tenía gesto pensativo, y Arianne, agotada.

    —¿Cómo sigue? —preguntó esta última.

    —Mejor. Ya se encuentra estable. Quiero agradecer apropiadamente a ambos, pero eso tendrá que esperar a que salgamos de aquí.

    —¿Te vas? —inquirió Madison.

    —Nos vamos, y me llevo a Type conmigo.

    —¿Sabe? Realmente no parece en condiciones de viajar...

    —Pan es un lugar peligroso, y ha sido envenenado en estos días. Puedo mantenerlo estable aquí, pero no curarlo, y a la larga, esto solo retrasa el problema. Tengo que llevarlo cuanto antes al lugar donde puedo atenderlo.

    —¿Dónde?

    —Themis —sonrió—. Necesito de un compuesto específico que no puedo encontrar en otro lugar, y del que carezco en este momento. No esperaba que mi aprendiz fuera tan inconsciente como para hacerme pasar por tantos problemas.

    Miró a uno y a la otra, evaluándolos con la mirada, y prosiguió:

    —Madison Keyfinder, ¿cierto? Estoy segura de que tienes preguntas y estoy dispuesta a responderlas todas. Puedes esperarme aquí o venir conmigo a Themis. Además, tal vez encuentres algo de interés por ahí.

    Se volvió hacia la chica.

    —Arianne Labelle. Has visto por ti misma lo peligroso que es el bosque ahora. He ordenado por seguridad que no se permita a nadie que se interne en Pan hasta que la situación se calme, pero si quieres volver a Tesseus, o regresar a la academia de Nix, te será más fácil desde Alseide.

    —¿Y cómo dejaremos la ciudad?

    —Volando —respondió alzando una Honorball, apuntando el rayo de luz hacia la ventana para liberar un tropius de buen tamaño—. Tengo algunos más como este. Podemos partir mañana mismo si es que aceptan venir conmigo. Una vez que crucemos el bosque, bueno. Ya veremos.

    Los dos jóvenes intercambiaron una mirada. Después bajaron la vista hacia Type, y la alzaron hacia el tropius con desconfianza. Tras un largo silencio, asintieron al mismo tiempo.





    Narciso/7 de Mayo

    —Por los putos dioses —exclamó Sogia Frey al punto de la exasperación— ¿Se puede saber qué pretendías?

    Caminaba a grandes pasos por el reducido espacio de la tienda de campaña mientras se frotaba las manos. Scylla Frey y Lewis de Lann permanecían en esquinas opuestas con los brazos cruzados.

    —Estoy bien... bien... bien... —respondió Anansi arropada hasta el cuello dentro de una bolsa de dormir. Pequeños destellos de luz giraban en sus ojos. Sogia la miró con desaprobación. No estaba seguro de que usar Antihielo en un ser humano fuera una buena idea, pero no contaban con algo mejor.

    —Más importante que eso, ¡La cosa con cuernos! Estaba ahí, pero no era la misma cosa con cuernos... ¿qué era eso?

    —¿Cosa con cuernos? —inquirió el hijo de Lann.

    —Un Frosthra. Encontramos uno de ellos debilitado cerca de donde estaba la chica.

    —¿No se habían extinguido?

    —Ya ves que no. Había un centenar de Frosulo también, y debajo de todo un nido de Colarva.

    —¿Las Torres Nova están infestadas? —se quejó él joven— Entonces todo esto fue una pérdida de tiempo.

    —¡Illyon! —exclamó la enferma, alzando un brazo con el puño cerrado— ¡Dame mi libro! ¡Todo está en el libro!

    Algunos de los voluntarios aparecieron en la entrada de la tienda, curiosos por el alboroto. Lewis se pasó una mano por la frente.

    —¿Qué está sucediendo? —preguntó el joven Blake.

    —Nos vamos chico. Empaquen sus cosas.

    —¿La misión fracasó? —añadió Yakov chasqueando la lengua.

    —Al contrario. Naohiro y yo hemos estado analizando las muestras que todo el grupo ha conseguido, traduciendo las inscripciones y el contenido de los murales, y tenemos una buena idea de dónde seguir buscando.

    —¿Entonces la tiara no está aquí? —prosiguió el propio Vega, que acababa de alcanzarlos.

    —¡Libro!

    —Aprendimos lo suficiente. Sabemos a dónde dirigirnos ahora.

    Dio una palmada en el aire y el grupo empezó a dispersarse de nuevo. Anansi volvía a dormir. Cuando todos se hubieron ido, Scylla era la única que quedaba en la tienda.

    —Ella... dijo "Illyon".

    —Se pasó tres semanas en la biblioteca con la nariz en medio de un libro. Seguramente fue una alucinación.

    Sogia también se marchó dejando solas a las chicas. Scylla se frotaba los nudillos, nerviosa por la idea de visitar Themis otra vez. Y meditando a conciencia las palabras de Anansi.





    Themis/9 de Mayo

    Sometidos a pruebas en Lyses. Acusados en Efesto. Solos en el desierto helado de Narciso. Lo último que esperaba la expedición de Frey fue la cálida de la gente del oasis, quienes los recibieron con los brazos abiertos. Viniendo de un pueblo perdido en medio del desierto, era desconcertante encontrar sonrisas en lugar de miradas esquivas. Y también era inusual el elevado número de pokémon en las calles, incluso de aquellos que podían considerarse peligrosos.

    —¿Esos niños están jugando con un scolipede? —preguntó un desconcertado Yakov en voz alta al ver tres de ellos montando el lomo del insecto venenoso.

    —Eso es normal por aquí —respondió el hijo de Lann—. Aman tanto a los insectos que me sorprende que no se casen con ellos.

    A pocos metros de ellos, un mimo ambulante fingía tocar el violín, imitando a la perfección los movimientos del kriketot en su cabeza.

    —La vida en el desierto es dura —prosiguió una Scylla más animada de lo usual—. Los primeros habitantes de Themis tuvieron que establecer una relación de dar y recibir para prosperar.

    —No le veo lo duro. Esto es prácticamente un oasis —comentó Sericci.

    —Prosperaron, y lo convirtieron en esto: una ciudad donde los humanos y pokémon pueden vivir en total armonía.

    —Eso no me hace feliz —susurró Anansi, mirando con desconfianza un grupo de araquanid transportando mercancía sobre sus cuerpos a través del río.

    —¿Y a dónde vamos ahora? —intervino Blake— ¿Veremos al líder en su gimnasio?

    El viejo Sogia negó con la cabeza.

    —Unfair tiene horarios muy estrictos. La llamé hace rato y le dije que veníamos en camino, así que nos recibirá en la Flor del Sol.

    Los condujo hacia una colosal estructura en el centro de la ciudad. El cuerpo principal era una pirámide blanca de cristales oscuros en sus ventanas, tan alto como el gimnasio de Lyses. Directamente conectados a este, había seis edificios más, de muros rojos y forma triangular que se extendían a su alrededor como los picos de una estrella. Los cristales oscuros también estaban presentes en ellos.

    —¿Qué es eso?

    —¿Paneles solares? —respondió Naohiro Koiso—. Es una medida inteligente dadas las condiciones climáticas.

    —Exactamente. Si lo miras desde arriba, todo el complejo tiene la forma de una flor solar, de un Volcarona en otras palabras. El edificio cumple muchas funciones, pero la sala de eventos está en la pirámide del centro. Vamos allá.

    El oficial de la entrada era un hombre mayor que reconoció al grupo, al menos a los tres líderes, y los dejó pasar sin hacer preguntas. En el interior los esperaba una amplia banda de seda de ariados con la leyenda "Bienvenidos". Y los largas mesas con lo que parecía ser un festín a los lados de la amplísima sala. Una larga alfombra roja empezaba en la entrada de la estancia hasta llegar al otro extremo de la misma, subiendo por los escalones de una plataforma circular hasta un ostentoso trono en su parte más alta. El respaldo tenía forma de pétalos ardientes, y los brazos terminaban en Ninjask tallados en la madera con ojos de rubíes. Sentada en el mismo se hallaba una bella mujer de piel clara, largo cabello negro atado en una coleta y ojos azules como zafiros, ataviada con un ligero vestido rosa con blanco y sandalias. Las piernas cruzadas, la espalda erguida y una mirada de absoluta suficiencia.

    —Sean bienvenidos a Themis, viajeros del Este y del Sur. La ciudad del oasis abre sus puertas a ustedes.

    Sin poder contenerse, el viejo Sogia rio una larga carcajada con las manos en la cintura.

    —Deja el espectáculo, Unfair. Te he escuchado decirlo unas cuarenta veces.

    La mujer apretó los labios sin dejar de mirarlo a los ojos, y sin poder resistirse más abandonó su posición regia para descender hacia donde se encontraba el grupo. Para sorpresa de la mayoría, su primer blanco fue la delgada Scylla Frey, a quien atrapó entre sus brazos.

    —¡Tenía tantas ganas de verte! —exclamó mientras la besaba en ambas mejillas y la frente— ¿Qué has estado haciendo que no vienes a verme? ¿Fuiste a Efesto? ¿Viste a Taena?

    —Sí... lo siento... por supuesto... —respondió aturdida cuando se apartó un poco, pero con una sonrisa sincera al mismo tiempo. La anfitriona la estrechó de nuevo y fue en dirección a Lewis de Lann.

    —Cuánto has crecido —suspiró al palmearle los hombros—. Pero no me gusta esa mirada traviesa en tus ojos. Es la misma que tenía tu padre a tu edad, así que no trates de engañarme

    —Lo que digas —devolvió el suspiro con buen humor mientras ella encaraba al líder de la expedición.

    —Y Frey, ¿qué haces tú en mis dominios? Seguro quieres pedirme algo.

    —¿Por qué otra razón vendría, Unfair?

    Dio un puñetazo al viejo Sogia en el pecho entre risas ante la mirada confundida del resto de ellos. Esperó un momento para recuperar la compostura y se dirigió a ellos con una marcada reverencia.

    —Bienvenidos sean, de donde quiera que vengan. Yo soy Palas Unfair: líder del gimnasio Themis y guardiana de la Medalla enjambre, dirigente del pueblo de la arena y representante del oasis. Mientras estén aquí, no duden en pedirme cualquier cosa que necesiten. Cualquier amigo de este viejo inútil es un amigo mío.

    —Hablando de eso —intervino el propio Sogia—, justamente tengo que pedirte algo.

    —Ya empezamos con los favores —se quejó—. Nevará en el desierto antes de que nazca un Frey con modales.

    —No me hables de más nieve que venimos con el culo congelado.

    —Está bien, hablaremos más tarde de ello. Por ahora vamos a comer, ¿bien?


    El grupo se dispersó en torno a ambas mesas, pero la casualidad se negaba a otorgarles un momento de paz porque justo entonces las puertas se abrieron de par en par, dando paso a la próxima invitada sorpresa.

    Se trataba de una mujer, aparentemente de la misma edad y estatura que Palas Unfair, pero mientras que una lucía refinada y altiva, la otra era desaliñada. Vestía una larga bata de laboratorio con las manos ocultas en los bolsillos. Su largo cabello ondulado tenía el color de las sombras del bosque, y sus ojos un intenso verde oliva. Bajo la bata llevaba una arrugada camisa blanca y pantalones de vestir oscuros, rematando su atuendo con unas deportivas.

    —Cuánto tiempo, Palas.

    —¿Acacia? —inquirió la líder sorprendida mientras la mujer de la bata acordaba la distancia a zancadas— Nadie me dijo que venías.

    —Porque no se lo dije a nadie. Más importante, necesito que me prestes el Ala 3 de la Flor del Sol, el estúpido de mi aprendiz está en malas condiciones.

    —¿¡Type!? ¿Qué le ocurrió?

    —Jugaba al héroe en el bosque de Pan. Voy a necesitar algunos scorupi, venipede y paras para tratarlo, y empezar a trabajar en un antídoto cuanto antes.

    —¿Tan grave es?

    —También necesito habitaciones para mis acompañantes.

    Como invocados por sus palabras, Madison y Arianne aparecieron en la entrada, el primero con una leve expresión de fastidio.

    —¿Sabe? Pudo habernos acompañado hasta el hospital en el Ala 3. No querían atendernos hasta que reconocieron al enfermo.

    —Arrel Strauss ya se encuentra en el área de cuidados —añadió una exhausta Arianne.

    —Ellos dos —concluyó Acacia—, juntos salvaron la vida de Type cuando peligraba en el bosque. Quiero que estén tan cómodos como sea posible, por favor.

    —Por supuesto —respondió para después recuperar su postura solemne—. Bienvenidos sean a Themis. Todo amigo de Acacia es amigo...

    —¡Knowing! —exclamó el viejo Sogia interrumpiendo su declaración— ¿Qué haces aquí?

    —¿Frey? ¿Qué haces aquí?

    Se saludaron con un apretón de manos y un abrazo cruzado. Dos de las tres grandes mentes que habían forjado Aiwass en lo que era actualmente se reunían de nuevo. Palas Unfair dio un paso hacia atrás con una sonrisa de suficiencia.

    —¿Por qué tenías que venir hasta Themis? —rio el líder de Lyses— Construiste un maldito hospital privado en mi ciudad, mucho más cerca de Alseide.

    —No sé, no sé. Tal vez no confío en la clase de médicos que puedo contratar en tu ciudad. Además, tengo asuntos qué tratar con nuestra anfitriona.

    —Qué casualidad, yo también, y estábamos hablando de ello justo cuando llegaste.

    —Ya está bien —intervino la mujer del oasis—. Si ninguno de los dos puede esperar, díganme de una vez qué es lo que quieren.

    Sogia Frey se rascó la sien. Acacia Knowing se aclaró la garganta, y sus voces se alzaron al unísono.

    —El Santuario Laurel.
    —El Santuario Laurel.

    Como si un balde de agua fría cayera sobre todos los presentes, los ánimos se apagaron en un instante. Palas Unfair aguzó sus ojos azules, escudriñando a ambos científicos de pies a cabeza mientras estos se desafiaban con la mirada.

    —¿Para qué quieres tú entrar al Santuario? Un amante de máquinas como tú no tiene nada qué hacer ahí.

    —No es asunto tuyo —se defendió—. Si quieres recolectar bayas vuelve a tus bosques en Alseide.

    Una voz se pronunció cortésmente entre las de ambos, mientras su dueña, Arianne, alzaba lentamente su mano.

    —Disculpen, ¿qué es ese Santuario Laurel del que hablan?


    —Una reserva cultural, jovencita —respondió el viejo Sogia—. Originalmente fue un templo de oración para los primeros colonizadores de Themis, pero hace cien años el edificio principal y sus alrededores se convirtieron en una zona protegida. Desde entonces ha crecido la vegetación a su alrededor, y diversas especies de pokémon bicho habitan la reserva.

    —Impresionante —bufó la mujer de la bata—. Seguro buscaste esa definición en línea.

    —El caso es —interrumpió Palas con tono sereno— que se trata de un área protegida. No puedo abrir sus puertas a cualquiera.

    —Por favor, Unfair —pidió el líder de Lyses—. Hemos venido específicamente para esto.

    —Me siento ofendida de que pienses en mí como "cualquiera" —Se defendió Acacia con menos tacto, pero Palas no cedió ante ninguno de los dos.

    —Entonces díganme: ¿qué esperan encontrar en el Santuario Laurel?

    Los científicos intercambiaron una mirada de sospecha, negándose a hablar en presencia del otro. La líder de Themis, sin apartar su atención de la pareja, volvió con dignidad a su trono para reforzar su posición de poder.

    —Si ninguno de los dos puede darme una respuesta apropiada, entonces no puedo permitirles el paso.

    —Tienes que estar bromeando —espetó Acacia golpeando el suelo con la punta. Frey hizo crujir los huesos de sus dedos. No se trataba solo de la misma petición, sino de que ambos fueran tan ambiguos respecto a sus intenciones, presentándose al mismo momento, y justo queriendo ir al mismo lugar. Unfair podía sentir que había algo turbio en el ambiente, y necesitaba saber qué.

    —Les daré una oportunidad: ambos vienen con grupos de entrenadores, pues bien. El que logre vencerme en una batalla de gimnasio podrá llevar a su equipo al Santuario Laurel. Pero sólo ellos podrán competir conmigo y solo ellos podrán ingresar. Ninguno de ustedes, líderes de gimnasio, ni tú, Acacia.

    —¿Por qué tienes que llevar esto tan lejos? —se quejó Frey— La niña Ercksen nos hizo lo mismo.

    —Pues tal vez tenía una buena razón. Esas son mis condiciones hasta que alguno de ustedes tenga ganas de ser sincero. Por supuesto, serán batallas de dos contra uno, como dicta la tradición en Themis.

    —Bien —suspiró Acacia—. Tengo conmigo a dos entrenadores valientes y competentes. Te desafiaremos si eso quieres.

    El líder dragón volvió la vista hacia su propio grupo.

    —Naohiro, tú primero. En cuanto al segundo...

    Vega Sericci podía servir, pero no acababa de confiar en él. Anansi había logrado un empate técnico con Ericksen, pero no sabía si sería suficiente. Y en cuanto al resto...

    —Entonces voy yo —intervino una voz. Todos volvieron la vista hacia Lewis de Lann, quien con gesto sereno dio un leve empujón a Blake Weiss en la espalda—. Sigurd, yo te elijo.

    El chico dio un paso hacia enfrente, entendiendo tan poco lo que sucedía como todos los demás. Sogia miró al líder de Icaros con una expresión de querer romperle los huesos.

    —¿Qué significa esto, chico?

    —Lo que ves, Frey —respondió sin alterarse—. Yo también soy un líder de gimnasio y tengo derecho a convocar un equipo. Fue divertido viajar con ustedes, pero ya no los necesito.

    —¿Y qué vas a hacer con un solo miembro?

    —Eso puede arreglarse —sonrió mientras alzaba una mano—. A la pareja que logre vencer a Palas y traerme la medalla le pagaré un millón de poké. A cada uno, por supuesto. La oferta está abierta a todos —añadió mirando en dirección a Madison y Arianne.

    —Pequeño niño tramposo —susurró Acacia, a lo que Lewis sonrió.

    —Las cosas son muy fáciles cuando tienes dinero, ¿no crees?

    —Bien, si ese es el juego al que quieres jugar... —Sogia Frey tomó una Lujoball de su cinturón y la lanzó al aire. De ella emergió un excelente ejemplar de fraxure. Su tonalidad era más oscura de lo normal, y sus ojos, así como algunas de sus escamas, sus garras y las puntas de sus colmillos eran azul cian.

    —Este chico ha sido entrenado por un domadragones de verdad, y por sus venas corre la sangre de las mejores cruzas. Y ¿Quién sabe? Tal vez no le falte mucho para evolucionar. Estoy pensando en dejárselo al que me consiga esa medalla.

    —Maldito viejo —murmuró Lewis provocando una sonrisa en el otro.

    —Es una lástima que no puedas comprar habilidad.

    —Ambos están actuando como niños —interrumpió la mujer de la bata al tiempo que tomaba una gema rosa y verde de su bolsillo—. ¿Ven esto? Es una megapiedra. Ganen la Medalla Enjambre para mí y les daré una igual para cualquier miembro de su equipo.

    Los ánimos empezaban a agitarse en la sala mientras los tres exhibían sus respectivas recompensas. Palas dejó que la proposición se quedara en el aire por un minuto, y finalmente dio su veredicto.

    —Si han terminado de sobornar a sus propios ayudantes, doy por concluida la reunión. Estaré aceptando sus desafíos a partir de mañana en horario de gimnasio. Mientras tanto —hizo una señal al personal en el fondo de la sala— que les busquen habitaciones. A menos que hayan cambiado de opinión.

    Como lo esperaba, Sogia fue el primero en dejar la sala gruñendo que necesitaba encontrar un bar. La siguiente fue Acacia.

    —Tengo que encargarme de Type. No puedo quedarme a responder tus preguntas.

    Los exploradores empezaron a dispersarse, y luego de unos minutos, Lewis se marchó también. Al final, cuando la única que quedaba era Scylla, Palas dejó su puesto y caminó hacia ella para poner una mano en su hombro.

    —Vamos a mis aposentos. Tenemos mucho de qué hablar.

    —Sí se trata de la investigación —sugirió visiblemente incómoda—, no puedo decir nada.

    —Tonterías, eso puedo descubrirlo por mi cuenta. Nadie guarda secretos en el oasis, y todos protegemos el Santuario Laurel. No, lo que quiero saber de ti es otra cosa: quiero que me digas lo que ha pasado en Efesto, y lo que está ocurriendo entre tú y Taena.


    Buenas noches, buenos días como se darán cuenta, estamos en una nueva ciudad. Ésta vez posteamos pocos, pero si quieren incluir la parte que les faltó en esta durante la siguiente parte, no hay ningún problema.

    Si están leyendo estas líneas significa que ya saben cuál es la situación. Hay que ganar la Medalla Enjambre en equipo y entregarla a Lewis, Sogia o Acacia, y con cada uno de ellos viene una recompensa diferente. No tomen de forma literal los "equipos" propuestos en el capítulo, pueden elegir al líder que quieran y al compañero que quieran. Eso sí, sólo pueden obtener la medalla una vez.

    Recuerden: todo el equipo del investigador que obtenga la medalla tiene permitido entrar al Santuario Laurel. Eso significa que si quieren explorar el recinto, pueden ponerse de acuerdo con los users que sólo quieran la medalla, o encontrar sus propios métodos, interactuar con otros users o salir a atrapar pokémon. O pueden rellenar espacios vacíos si no hay nada que les interese en Themis.

    Tienen una semana en tiempo fanfic (hasta el 16 de Mayo). Mientras tanto, el próximo capítulo cae en marzo.

    ¡Nos vemos!
    Yakov
    Gold
    Plushy Berry
    Armiel
    DoctorSpring
    Merinare
     
    Última edición: 20 Febrero 2019
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  12. Threadmarks: Capítulo 5-Vega
     
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    Vega – Capitulo 5: Prisma

    “Para ser honesta, Vega… eso fue bastante espectacular.”

    Al este de Ciudad Efesto, un gigantesco portón de piedra tapaba una apertura de unos cuatro metros de altura en la muralla. Aquel arco enorme era conocido como la Puerta del Cielo, y los guardias sólo permitían el paso a aquellos que contaran con la Medalla Navaja de Ericksen. Medalla que él tenía entre sus manos. Medalla que cierta capitana miraba con sumo recelo.

    —La he ganado limpia y justamente. Así que ya puedes dejar de seguirme.

    —¿Cómo diablos venciste a Taena?

    Vega sonrió a modo de respuesta, deleitándose con la expresión perpleja de Alexis. Definitivamente lo había subestimado. A la izquierda de su cabeza y sentada sobre su hombro, Ren la miraba de brazos cruzados, un tanto molesta.

    —¡Un psíquico nunca revela sus secretos!

    —Claramente hiciste trampa, entonces —la mujer suspiró, derrotada—. No sé qué clase de “secretos” habrás utilizado con Taena: a decir verdad, estoy más que sorprendida del hecho de que haya decidido dártela de todas formas. Todavía estoy a tiempo de buscarla y preguntarle de la veracidad de tus palabras, ¿sabes?

    Con un quejido de impaciencia, Ren le arrebató la medalla de las manos y saltó de su hombro en dirección a la puerta. El guardia de la puerta la observó acercarse y mostrarle la insignia con una sonrisa de idiota grabada en su rostro: seguramente le parecía algo adorable. “Adorable” hasta que lo lanzara al otro lado del Muro de los Tiempos en el momento en que intentara alzarla entre sus brazos. Vega agitó una mano al encargado de la puerta para indicarle que era su dueño, y las puertas comenzaron a abrirse.

    —Pregúntale todo lo que quieras, y ven a buscarme a Narciso si decides que estaba mintiendo: estaría encantado de vencerte en una persecución otra vez. Mira, ya sé que tu trabajo es aburrido, pero lamento desilusionarte: no soy ninguna clase de bandido evanescente o ladrón psíquico que te encantaría atrapar para contárselo a tus nietos.

    —Eso ya lo veremos— replicó ésta, esbozando finalmente una sonrisa—. Incluso si te hubieras llevado esa medalla por la fuerza, no tengo intenciones de pisar ese horrible lugar en mi vida.

    Vega apenas sintió el peso de Ren mientras ésta se encaramaba de vuelta a su lugar habitual. Las puertas estaban abiertas de par en par, dejando ver un gigantesco camino de piedra labrada con estatuas a los lados. El tan famoso Camino del Cielo. Sí, se llamaba exactamente igual que la puerta. No, al igual que él, la gente de Efesto tampoco era muy original con los nombres.

    —¡Sigue entrenando, capitana! Algún día me ganarás en una carrera— la provocó, justo antes de que las puertas se cerraran. Para el momento en que reaccionó, dos bloques de piedra enormes los separaban el uno al otro.

    “Así que así de estúpido te ves cuando te enamoras”. Ren le susurró en la oreja con mordacidad, dándole un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Pero este se echó a reír.

    —Estás imaginándote cosas. Eres igualita a esas personas que escriben historias románticas acerca de sus películas favoritas— le respondió con el mismo tono de burla, liberando a su Ditto de su Pokéball—. También debes creer que estoy secretamente enamorado de mi hermana, ¿verdad?

    “…”

    —Lo sabía.

    “Cállate.”

    Mew sabía lo que tenía que hacer, pues habían definido su plan con antelación. Pero su Ditto parecía disfrutar el verlos a ambos quedarse boquiabiertos con cada nueva transformación. En lugar de convertirse en un Persian como el día anterior, una forma mucho más grande tomó su lugar. Enorme y elegante, un Pokémon equino con crines de fuego golpeaba el camino de piedra con una de sus pezuñas.

    —Eres una caja llena de sorpresas, Mew.



    El viaje hasta Narciso ocurrió sin ningún inconveniente, completamente opuesto al primer trayecto hasta Efesto. Sin lluvias, sin caminos destrozados y sin crecidas de ríos, aquel gigantesco camino había resultado ser tan agradable como el rítmico golpeteo de los cascos de Mew durante todo el trayecto. Lo que no contó fue con el terrible dolor de espalda con el que despertó al día siguiente.

    Narciso. Una helada ciudad fantasma, repleta de fantasmas. Según la teoría de Sogia Frey, una ciudad destruida por contrariar a un Pokémon Legendario, que los congeló en el lugar como a estatuas de hielo, deteniendo el paso del tiempo para la eternidad. Al parecer Kaz y él habían tenido bastante suerte, después de todo.

    Con un mapa enviado a cada uno de sus teléfonos, y direcciones específicas para cada miembro de la expedición, el viejo Frey los había desperdigado por toda la ciudad en búsqueda de pistas. Para su gran sorpresa – y un poco de culpabilidad, Lewis de Lann les prestó abrigos tanto a él como a la humanizada Ren.

    —¿Cómo sabías nuestros talles? —preguntó Vega, sorprendido al ver la exactitud del tamaño de ambos atuendos.

    Ojo de diseñador —respondió este con sarcasmo, rodando los ojos—. Alégrate de que los haya tenido en cuenta: estaba convencido de que jamás vendrían por sí solos a este agujero del infierno.

    Debido al intenso frío, las expediciones no duraban mucho tiempo. Y debido a la gran cercanía con el cordón montañoso del este, la luz del sol no elevaba la temperatura a un nivel aceptable hasta bastante tarde. En las múltiples caminatas por los callejones de aquella ciudad fantasma, Ren trataba de encontrar alguna señal, algo que le indicara de la existencia de la tan famosa tiara. Pero los días pasaban sin éxito, ya sea porque esa tiara no existía o porque no poseía el poder que su Ralts notaba en las medallas.

    En el extremo este de la ciudad, un par de torreones se elevaban a una altura impresionante. Torres que aparecían dibujadas en el mapa pero sin ninguna señal de que debieran investigar allí. Aquel par de construcciones se encontraba demasiado lejos como para acercarse antes de que Sogia diera el toque de queda para regresar al campamento, por lo que sólo había una solución: ir durante la noche.

    —No me gusta esto, Vega.

    —Vamos a estar bien. ¿Ves? No nos van a atacar.

    En medio de la noche, Narciso se dejaba ver como realmente era: un nido de monstruos. Los Pokémon fantasma salían de sus escondites y pululaban por las calles, deambulando como almas en pena buscando una salida a aquel lugar. Y por más que Ren los aborreciera, Vega sabía que ellos jamás les harían nada.

    Cuerpo. Mente. Alma.
    Eran humanos con capacidades extraordinarias. El poder de manipular los elementos de los Pokémon a su antojo, la destreza para usarlos como si fueran parte de sí misma. Con una gran afinidad por los Pokémon psíquico, Sabrina había logrado una gran afinidad con los Pokémon psíquico, siendo capaz de poderes impensables. Leer la mente. Desafiar la gravedad. Predecir el futuro.

    Y así como su mentora había elegido ese tipo, los hermanos Sericci, nacidos en Ciudad Iris y con un líder de gimnasio enfocado en los fantasmas, desde niños tuvieron una predisposición a ese tipo. Y así como Sabrina era capaz de realizar hazañas que ellos jamás podrían dominar, ella tampoco podría acceder a ciertas habilidades de ellos con tanta maestría.

    Habilidades como desprender el alma de su propio cuerpo y poseer a otras criaturas. Sentir las almas de los muertos. Estar en paz con el resto de los espíritus. Y Ciudad Narciso estaba lleno de ellos. Los Pokémon apenas notaban su presencia, tomándolos como dos más del montón. Podría tener su cuerpo original, pero el vínculo espiritual con el mismo era tan débil a estas alturas que esas criaturas no eran capaces de percibirlo. Para ellos no eran más que dos almas más poseyendo dos cuerpos ajenos.

    Una linterna de mano era lo único que les permitía ver el camino, en un escenario digno de una película de horror. Pero él estaba cómodo con eso: los Pokémon fantasma le recordaban a su infancia, antes de que tuvieran que irse a Kanto. Pero no se podía decir lo mismo de Ren…

    —Realmente no me gustaría ser emboscada por una centena de Pokémon fantasma, ¿sabes? —susurró ésta señalando al costado, al interior de una de las casas en ruinas y tirando de su abrigo—. Ése claramente nos está mirando, por ejemplo.

    Apuntó con la linterna hacia la derecha. Un enorme ojo rojo los enfocaba directamente.

    Se trataba de un Dusclops. Un Pokémon recolector de almas, una criatura que devoraba a los espíritus para llevarlos al más allá, a un lugar que las enciclopedias Pokémon denominaban “Mundo Espiritual”. Y aquel ojo estaba clavado en Ren, quien lo miraba de vuelta con actitud desafiante. A pesar de su tamaño, su Ralts era más valiente de lo que creía. O quizás era simplemente la terquedad de su hermana haciendo efecto.

    El Pokémon se acercó con lentitud. Un ojo carmesí enorme. Dos ojos como rubíes. Mirándose fijamente. Evaluándose, desafiándose… pero ninguno de los dos se movía. Ninguno de los dos despegaba la mirada, hasta que un sonido sordo hizo que ambos giraran la cabeza. Una bengala que se elevaba en el cielo en sentido diagonal, desde las Torres Nova y en dirección al campamento. La súbita luz ocasionó que los Pokémon Fantasma cercanos se alborotaran, escondiéndose entre las sombras, y eso incluyó al Dusclops, que se retiró de vuelta a su lugar.

    —Deberíamos volver—. Susurró por lo bajo, tirando de Ren. E incluso así, ninguno de los dos despegó la mirada del otro hasta perderse de vista.

    ¿Cómo diablos se habían percatado de su ausencia tan rápido? Ambos corrieron de vuelta al campamento, pero resultó que la señal de alarma no había sido por ellos, sino por alguien más. La chica de la biblioteca.

    La maldita chica de la biblioteca se había aventurado por su cuenta en una de esas torres, había sido atacada y le había arruinado la oportunidad de acercarse a ver si sentían algo en ese lugar. ¡Qué idiota! Que sí, ellos también tenían pensado ir allí, pero aun así, ¡era demasiado peligroso atravesar el mar de fantasmas por su cuenta! A pesar de ello, Anansi no mencionó ninguna clase de fantasmas. Quizá había tomado una ruta distinta.

    O quizás los fantasmas la habían evitado a medida que se acercaba a las torres.



    —¿Todavía tienes ese libro que te presté, Karen?

    La pequeña aventura de Anansi le costó el poder volver a intentar acercarse a aquellas torres al día siguiente. Esa misma noche, Sogia tomó la decisión de empacar todo y viajar a la otra punta de la región: ciudad Themis. Al parecer todos aquellos símbolos e inscripciones extraños que habían estado fotografiando en los lugares señalados en el mapa formaban parte de una serie de pistas que les indicaba la verdadera ubicación de la tiara.

    Tenían que estar de broma. Definitivamente. Quien había salido con aquella teoría estúpida debía estar mal de la cabeza. Y en medio de la explicación, las palabras mágicas salieron a la luz. “Naohiro Koiso”. Por supuesto.

    —¡Oh! —exclamó Vega, antes que Ren pudiera abrir la boca—. Lo siento, lo olvidé en el Centro Pokémon de Efesto.

    Si alguien podía salir con una conclusión más ridícula y sacada de un cuento de fantasía, era ella. Y de la misma forma, si alguien podía concluir semejante tontería y al final del día estar en lo malditamente correcto, también era ella. Aquella mujer no era conocida precisamente por ser la más escéptica, y era eso lo que la convertía en la indicada para tareas sustentadas en cuentos y leyendas como esta.

    No pudo aguantar la risa al ver la mirada de profunda decepción en la cara de la chica cuando su cerebro procesó lo que le decía: se lo merecía por haberle arruinado inconscientemente su pequeña aventura la noche anterior. Pero era mentira. Así como cualquier Pokémon podía conservar una determinada cantidad de objetos en su Pokéball, Mew había aprendido a recuperar la mochila de Ren con él.

    —¡No me causa ninguna gracia! —protestó la chica. Pero sin poder disimular una sonrisa.

    A su lado, por el contrario, Ren reía a carcajadas limpias. Tey, que se encontraba recostado encima de su falda, la miraba con melancolía. Seguramente le recordaba a su hermana de la misma forma que él.

    —¡Deberías haber visto tu cara, Nan! —Ren apenas podía hablar. Se habían detenido a comer frente al río Mirahs, aquel que dividía Aiwass por la mitad.

    —La dejamos en uno de los abrigos del tipo de las gafas estúpidas— se sinceró Vega, señalando hacia los vehículos estacionados colina arriba—. Debería estar en uno de los baúles. ¿Para qué lo quieres?

    Con una mueca burlona a modo de respuesta, Anansi se volteó de camino al puente. Al parecer su forma de vengarse era dejándolo con la duda. ¿Qué podría haber descubierto dentro de las torres, además de no aventurarse por su cuenta en un nido de Pokémon fantasma? Trató de recordar de qué hablaba el libro, pero el grito de Ren lo distrajo por completo.

    —¡Encontré a uno! ¡No puedo creerlo!

    Si Mew era una caja de sorpresas con respecto a sus transformaciones, Ren lo era con ideas para entretenerse cada vez que estaba aburrida. Ese día, después de subirse con frustración al todoterreno que los alejaría de Narciso para llevarlos al otro lado de Aiwass, su Ralts se había puesto a pescar.

    Ni Karen ni él habían pescado en su vida. Los Pokémon acuáticos eran inútiles para ellos: respirar y moverse con facilidad bajo el agua no dependían de su mente, sino de la anatomía de su cuerpo; por mucha conexión que estableciera con un pez, jamás lograrían que le crecieran aletas o branquias. Por esa misma razón, nunca se habían molestado en aprender a capturarlos.

    La buena parte es que no necesitaban usar una caña de pescar. ¿Para qué usar una herramienta para sacar criaturas del agua, cuando podía elevarlos diez metros en el aire con sólo sacudir el brazo hacia arriba? La pequeña competencia se convirtió rápidamente de “ver quién capturaba más Magikarp”, a “quien capturaba el Pokémon más extraño”.

    Y luego de media hora de levantar inútiles peces anaranjados, Ren tenía a uno. Levitando a un palmo de la corriente del río, el Pokémon de agua más feo que había visto en su vida.

    —Es horrible. Deberíamos liberarlo de su sufrimiento.

    —¡Es un Feebas! ¿Sabes lo difícil que es conseguir uno? ¡Atrápalo!

    —¿Para qué? ¡No lo necesito!

    —Tampoco necesitabas a Mew, y mira cómo nos ha ayudado.

    Chasqueó la lengua: quisiera o no, ella tenía razón. A pesar de que no veía la más mínima utilidad en aquel inmundo pez, tomó una Pokéball y se la lanzó. La esfera se abrió a la mitad al convertir al Pokémon en un rayo rojizo, que no se resistió en lo más mínimo a la captura.

    Y yo que pensaba que los Magikarp eran inútiles.

    Al liberarlo nuevamente, aquel Feebas se mantuvo cerca de la costa. No sólo era feo, sino que tenía la expresión de aburrimiento más grande que había visto en su vida. Pero Ren parecía encantada con él. Lo miraba de cuclillas en la arena, frunciendo los labios e intentando pensar un nombre apropiado.

    —Realmente no sabremos si es macho o hembra, así que deberíamos elegir algo ambiguo…

    ¿Qué te parece Ray?



    Había algo en Ray que a su Ralts le hacía muchísima gracia, pero no lograba encontrar el por qué. A decir verdad, dudaba que siquiera ella comprendía cual era la parte divertida de ese nombre. Como si fuera un juguete nuevo, Ren no desaprovechaba ni un instante para liberarlo y jugar con él, lanzándole pedazos de pan y restos de comida que terminaran sobrando.

    Casi exclusivamente por insistencia de ella, habían decidido desviarse un poco hacia abajo, viajando por una ruta más pegada al río para poder descansar en el agua y que Ren pudiera jugar con él. A pesar de su imagen aterradora, Sogia tenía una clara debilidad por los niños pequeños.

    —Deberíamos tratar de conseguirte una Escama Prisma para evolucionarlo en un Milotic.

    ¿Milotic?

    Era ella la que había reconocido al Feebas, y sabía perfectamente que era raro de encontrar. Nadie que no tuviera conocimientos específicos de ese Pokémon reconocería lo extraño que es. Una vez más, Ren jugaba a hacerse la inocente para ganarse la confianza de Sogia. Y a él le encantaba demostrar sus conocimientos frente a los demás.

    —El Pokémon serpiente marina, una de las criaturas más bellas del mundo. Es igual de veloz por agua que por tierra, por lo que no deberías necesitar un río para jugar con él.

    —¿Dónde podemos conseguir una de esas?

    —El pantano de Mumai suele estar repleto de tesoros así, debido a la dificultad para moverse por el lugar. Escamas Corazón, Prisma, Mudas y Campanas Concha… lo que se te ocurra. Si quieres, podemos ir hacia allí mañana.

    —Tienes que estar de broma —alcanzó a Koiso comentarle a Lewis en voz baja—. Así nunca llegaremos a Themis.

    .

    .

    .

    —Nunca vamos a encontrar una escama de esas así. ¿No puedes hacer eso que hiciste contra Taena, pero en Ray?

    —No voy a meterme dentro de ese horrible pescado.

    Las profundas lagunas de Mumai tenían un color verde intenso, producto del musgo y la húmeda vegetación. Era imposible ver algo más allá de la superficie, pero si Sogia estaba en lo correcto, allí abajo estaba lleno de tesoros escondidos. Suspiró derrotado, mientras la mirada de Ren se iluminaba de la emoción.

    Déjame subirme a un lugar seguro.

    Tomó al Feebas con una mano: era resbaladizo y desprendía un olor horrible producto del agua de pantano. Y con su mano libre, se trepó ágilmente a uno de los sauces cuyas largas ramas colgantes caían sobre el agua. Se enfocó en uno de los ojos de Ray, que lo miraba con indiferencia, para acto seguido lanzarlo en medio del agua.

    Se recostó sobre el tronco del árbol. Y cerró los ojos.

    Compartir el cuerpo con un Pokémon no era exactamente poseerlo. Tenía control sobre él, pero sólo hasta cierto punto: si trataba de forzarlo a hacer algo que no quería, terminaría echándolo inmediatamente. Trató de concentrarse en aquella extraña escama, en su deseo por conseguirla. Y en menos de un segundo, su cuerpo se sumergía en el fondo de aquel mar verdoso, agitando las aletas con fuerza para vencer la presión del agua.

    Respirar bajo el agua era una sensación muy extraña, similar a la que uno siente cuando deja pasar el aire de un globo desinflándose en la boca, para soltarlo por la nariz al mismo tiempo. Sólo que en vez de pasar aire, pasaba agua. Y en lugar de pasar por la nariz, al agua salía por dos aperturas a los costados de su cabeza.

    Sogia no mentía. El lecho estaba lleno de objetos brillantes, que destellaban frente a sus ojos acostumbrados a la oscuridad y al agua. Una pequeña pieza brillante de colores celeste y rosado, semitransparente y no más grande que una uña. La buscó por todos lados. Empujando piedras con la cabeza, sacudiendo la tierra del suelo… ¿por qué diablos quería Ren tanto a este estúpido bicho?

    Sentía que había pasado una eternidad. Pero finalmente la encontró. Se acercó rápidamente a ella: según Ren, sólo necesitaría tocarla por un rato para evolucionar. La tenía a no más de un par de centímetros de distancia, y en ese entonces…

    —¡AH!

    —¿Vega? ¡VEGA!

    El súbito regreso a su cuerpo lo hizo tropezar y caerse del árbol. Con un sordo sonido, Ren se volteó a verlo. Señalaba al fondo del lago, mientras alternaba la mirada entre él y el agua.

    —¿Qué ha pasado? —preguntó. Lo único que sentía era como el corazón le latía con suma violencia. Algo aterrador había pasado ahí abajo, pero como sabía de antemano, no podía recordar nada.

    —¿¡Qué diablos hace un maldito Sharpedo en esta laguna!?

    Tardó un rato en asimilar lo que había dicho. Y las piezas encajaron en su cabeza. ¡Se lo habían comido! ¡No podía creerlo! La sensación de miedo debía haber sido del alma de su Feebas, justo antes de que lo echara para evitar convertirse en la cena de otro Pokémon. Pero aún más extraño: ¿cómo diablos había visto Ren lo que había pasado?

    —Es un Pokémon Siniestro. No podemos hacer nada contra él.

    —¡No voy a dejar que se coma a Ray! —protestó atentando tirarse al agua, pero Vega la detuvo.

    No tenía forma de traerlo a la superficie: los poderes psíquicos de ambos eran inmunes en los Pokémon de ese tipo. Sin embargo, tenían otra forma de atrapar a una criatura así: en forma de un sauce cuyas húmedas ramas flexibles caían como lianas sobre la laguna. Vega señaló el árbol. Y Ren lo entendió perfectamente.

    Más de una docena de ramas como látigos se hundieron en el agua, mientras su Ralts sacudía los brazos en todas direcciones, las raíces del árbol crujiendo en cada sacudida. Podía ver las lianas moviéndose en todas direcciones, enredándose entre ellas y algunas rompiéndose para ser reemplazadas por otras inmediatamente. Y en menos de un minuto, lo había logrado.

    En medio del aire, sacudiéndose con fuerza para liberarse pero sin éxito, aquel Sharpedo los miraba con profundo odio. Ni siquiera necesitó dar la segunda orden. Ren misma fue la que le arrebató la Pokéball a su costado.

    ¡Carga Salvaje! —gritó, señalando en dirección a la criatura. Y un destello rojizo se convirtió en amarillento mientras Tey saltaba envuelto en electricidad e impactaba al Sharpedo, quien aterrizó del otro lado, inconsciente.

    Teletransportándose del otro lado de la laguna, Ren empezó a saltar sobre él. Una imagen imperdible como la de una niña de diez años saltando encima de uno de los Pokémon acuáticos más peligrosos del mundo. Y poco a poco, éste empezó a escupir su comida.

    —¡Devuélveme! ¡A! ¡Ray!

    Un Magikarp. Un Finneon. Un par de Lotad. Estaban vivos: los Sharpedo al parecer ni siquiera masticaban su comida, se los tragaban directamente. Y finalmente, un Feebas que sujetaba una escama entre sus labios, que brillaba cada vez más. Los Pokémon saltaron desesperadamente de vuelta al agua, Ray incluido a pesar de las insistencias de Ren.

    El agua se estabilizó rápidamente. Bah, tanto ayudarlo a evolucionar para que al final los abandonara. Pero no podía estar más equivocado.

    Una gigantesca serpiente marina, recubierta de escamas como la que acababa de ver, saltó de la laguna con fuerza, siseando en dirección a Vega. Estaba más que enfadado. Lo único que pudo ver, mientras se atajaba la cara con los brazos, fue la cabeza de aquel Milotic antes de que se abalanzara sobre él.

    —¡Yatsu, Cuchillada!

    .

    .

    .

    —Creo que te debo una, eh…

    De vuelta con el grupo, Sogia hinchaba el pecho de orgullo al ver a Ren y a su nuevo Milotic, mientras Vega se mantenía lo más lejos posible de él. Estaba más que seguro de que lo odiaba: no sólo por llamarlo feo e inútil cientas de veces, sino por haberlo mandado a una muerte segura frente a ese Sharpedo.

    —Blake —lo corrigió—. Pero vas a tener que contarme qué diablos fue todo eso.

    Por el otro lado, Ren no sólo lo había capturado, sino que lo había tratado con más que cariño: lo liberaba en el río en cuanto tenía la oportunidad, lo había alimentado y cuidado con especial esmero para finalmente haberle salvado la vida. Ray la adoraba.

    —¿Qué… tanto has visto?

    —Lo suficiente como para saber que esa niña no es normal. No puedo creer que esa loca tenía razón, después de todo este tiempo.

    Vega sonrió. A estas alturas, Anansi, Scylla, Alexis, y ahora él sabían quién era Ren realmente. La única razón por la cual seguía disfrazándose era para no tener que enfrentar a Sogia. Eso, y porque no quería darle la satisfacción a Koiso de mostrar que estaba en lo cierto.

    —¿Cómo nos encontraste?

    —Me mandaron a buscarlos. El borde de Mumai se estaba volviendo intransitable: tuvimos que cambiar de ruta antes de que los vehículos se hundieran en el pantano.

    Blake, al igual que Scylla, prometió no decir nada. Sin embargo, el pelirrojo no desaprovechó la oportunidad para pedirle algo a cambio de su silencio. No era dinero. Tuvo que ocultar una mueca de risa al percatarse de que obviamente tampoco sería ninguna clase de fetiche usando la transformación de Mew. Sólo quería entrenar con ellos.

    —A decir verdad, no soy un entrenador. Más bien todo lo contrario.

    —Y aun así, has logrado vencer a Taena por tu cuenta.

    —¿Cómo rayos sabes eso? —preguntó sorprendido.

    —Escuché a Lewis hablar de eso por teléfono. Al parecer se lo dijo su tía o algo así.

    Claramente, esa mujer no sabía mantener la boca cerrada.



    Una ciudad con un lago enorme en el centro, en el cual el río se dividía en dos canales a norte y a sur. Themis era una maravilla natural… excepto por el hecho de que estaba atiborrada de insectos gigantes. ¿Así que esto es lo que hacía la gente cuando se cansaba del calor y de los bichos, se hacía amigo de ellos?

    En el borde del lago, y una vez más haciendo gala de una arquitectura igual de presuntuosa que el murallón de Efesto, lo que suponía era una construcción para usos múltiples se elevaba decenas de metros en el aire. Qué alivio no haber nacido en Aiwass. Los impuestos para construir estas estructuras estúpidamente grandes e innecesarias debían estar por las nubes.

    —…la ciudad del oasis abre sus puertas a ustedes.

    Junto con el grupito de niños exploradores del que ahora él también formaba parte, se sorprendió al ver aparecer a una mujer conocida seguida de otras dos chicas. Se trataba de la doctora que había estado a cargo de su hermana. Acacia Knowing.

    Al parecer, buscaba lo mismo que ellos. Acceso a un templo antiguo ubicado en el exterior, un lugar que Koiso había descifrado era su paso a seguir debido a las inscripciones de Narciso. Vega sacudió la cabeza, sonriendo con incredulidad. Si Acacia también había venido a este lugar era porque, una vez más, las predicciones de la chica de seguridad estaban en lo correcto.

    Y de la misma forma que Taena Ericksen los había confrontado con aquella extraña proposición de conseguir acceso con una medalla, Palas la líder de Themis quería lo mismo. ¿Qué diablos tenía en la cabeza esa gente? ¿Acaso era una prueba, una especie de vacío legal para que el resto de los líderes no pudieran ingresar y tengan que confiar en el puñado de entrenadores que los seguían?

    Los tres pusieron recompensas, recompensas que le harían la boca agua a cualquiera de los presentes. Sorpresa, sorpresa: no para él. No necesitaba Pokémon fuertes, no era un entrenador. Tampoco necesitaba dinero, Sabrina les había pagado por su trabajo a él y a su hermana más de lo que jamás podría gastar. Y definitivamente no necesitaba una “mega-piedra”, sea lo que eso fuera.

    Sin embargo, si él conseguía la medalla antes, tendría acceso a aquel santuario antes que nadie. Lo que los acercaría a esa tiara y a resolver el misterio de su Ralts en primer lugar.

    Mientras los tres líderes de gimnasio y la doctora Acacia seguían discutiendo, Vega le tocó un hombro a Ren, que los observaba debatir y enfadarse cada vez más con una sonrisa de oreja a oreja. Seguramente le fascinaba saber que tanto podían llegar esos tres a apostar con tal de acceder a ese supuesto santuario.

    Vamos a dar una vuelta, ¿quieres?

    En silencio, se escabulleron al salón trasero. Un campo de batalla enorme se alzaba frente a sus ojos. Definitivamente detestaría vivir ahí y que su dinero fuera redirigido a construir un lugar como este. Tan innecesario, tan exageradamente grande…

    —¡Quítate de encima, rata inmunda!

    ¡Déjala en paz, González! —gritó una voz aguda detrás de ellos.

    Vega se volteó el origen de aquel grito, y se quedó mudo al percatarse de lo que estaba viendo: un extraño Pikachu se encontraba encima de Ren, negándose a soltarse de ella. Después de un corto pero intenso forcejeo, finalmente logró desprenderse de él, y lo mandó a volar al otro lado del campo de batalla.

    La dueña del Pikachu era una de las dos acompañantes de la doctora Acacia. No era más que una niña, con el pelo de un color rosa chicle muy similar al de Mew. Por alguna razón, recordaba haber visto a esa chica antes.

    —Lo siento mucho, él sólo hace eso con otras Pokémon…

    Sí. Definitivamente la conocía. ¡Era la chica que había ganado el torneo de Ícaros! Ella y su extravagante Gabite, juntas al parecer habían aplastado a la competición. Una entrenadora que encontraba diversión enfrentando a sus Pokémon a luchar entre sí. Sabrina les había enseñado a evitar a esa clase de personas, con la cabeza lavada por la glorificación de las denominadas “batallas Pokémon”.

    —¡Más te vale que lo mantengas alejado de mí si no quieres que lo lance a la otra punta de Aiwass, niña! —le espetó Ren, furiosa.

    La adolescente se quedó plantada en seco al escuchar esas palabras. No solamente había olvidado toda su actuación inocente, sino que claramente bajo esa forma ella era más “niña” que la chica que estaba al frente de ellos. Miró a Vega esperando que le diera una reprimenda o algo por el estilo… pero claramente ese no iba a ser el caso. Su expresión era de condescendencia, casi de lástima, hacia ella.

    —M-me llamo Arianne-

    —¡No nos interesa! —la cortó Ren inmediatamente, antes de que él pudiera decir nada—. Vámonos, Vega. Tenemos cosas que hacer.




    —Es adorable que quieras luchar junto a tu hermana por esta medalla. Pero no creas que por eso voy a contenerme. Ambos sabemos lo que está en juego en este combate.

    Una batalla doble, en la que Ren era la entrenadora a su lado. Palas lamentaría profundamente haberlos subestimado. Desearía haber tenido otra forma de conseguir esa medalla, pero esta vez no tenía alternativa. La líder de gimnasio era una mujer adulta y mucho más lista que el resto de líderes con los que había tratado, tipos inmaduros como Lewis y chicas más jóvenes que él mismo que no podía comprender cómo diablos los habían dejado a cargo de una ciudad entera. Y la población entera de Themis se les tiraría encima en el momento en que intentaran colarse en aquel santuario sin permiso.

    “Esta mujer se cree mejor que nosotros”

    “Ni te molestes. Sólo quiere ver nuestra reacción.”

    Ninguno de los dos movió un pelo. Los poderes de Telepatía de Ren eran absurdamente beneficiosos en combate. Podían ordenar a sus Pokémon y hablar entre ellos sin que ella se enterara. En perspectiva, esto parecía más un desafío para Palas que para ellos.

    —Todos los Pokémon están a mi nombre —preguntó Vega sacando dos Pokéball de su cinturón—. ¿Es necesario que intercambiemos algo?

    —Tendré que dejarlo pasar esta vez—replicó esta, lanzando las esferas de sus contrincantes en el aire.

    De su lado, un diminuto Charjabug acompañado de un gigantesco Volcarona aparecieron en el campo de batalla. Entregándole una de las Pokéball a Ren, un malhumorado Quilava se colocó delante de un Milotic demasiado grande para cubrirlo.

    —¡Danza Aleteo! ¡Voltio Cruel!

    “Cubre el lugar, Ray”, ordenó Ren. Ambos sabían que en el momento en que lo dejaran danzar, la batalla estaba perdida. Pero para eso estaba su Milotic.

    “Prepárate para interceptarlo, Tey”. Su estrategia era completamente ofensiva, tal y como ella le había dicho. Pero su Quilava estaba más que listo para detenerlo. Éste se envolvió en electricidad, mientras la Niebla de Ray comenzaba a cubrir el lugar rápidamente. “¡Ahí viene!”

    Un chispazo se produjo en el lugar al chocar ambos Pokémon con violencia. Podría ser una criatura especializada en ataques eléctricos, pero no resultarían más que una cosquilla para su Quilava a estas alturas. ¿Qué era una descarga de electricidad para él, cuando podía envolverse en ella a su antojo? Atrapándolo con la boca, giró un par de veces para lanzarlo en su dirección, colocándose de espaldas al Volcarona.

    Del otro lado de la densa niebla, pudo ver la sonrisa de Palas desdibujarse rápidamente. No había oído a los dos decir ni una palabra, y sin embargo ambos habían contrarrestado sus movimientos a la perfección.

    “¡No pierdas el tiempo!”

    “¡Acércate, Ray!”


    El Milotic comenzó a moverse en eses: su tamaño era demasiado grande para moverse con agilidad… pero con un empujón al aire, un impulso psíquico de Ren lo mandó a volar súbitamente en dirección al Volcarona. El movimiento fue tan veloz que Palas apenas tuvo tiempo de reaccionar. Ray se enroscó en su cuerpo, haciéndolo caer al piso debido a su peso.

    —Eso fue una mala idea, chicos. ¡Danza Llama!

    Su Volcarona no necesitaba mover las alas para envolverse en llamas. Pero su idea era mantenerse aferrado a él el mayor tiempo posible, lo suficiente como para que el fuego le dejara una buena quemadura. Del otro lado del campo de batalla, Charjabug intentaba regresar junto a su compañero, pero los reflejos de Vega siempre eran más rapidos. Sacudiendo a Tey de un lado al otro cada vez que el insecto eléctrico intentaba realizar una finta, Vega movía a su Quilava con la misma telekinesia con la que Ren había impulsado a su Milotic.

    La niebla le impedía ver sus movimientos. Pero a estas alturas, estaba más que seguro que Palas sabía de sus trucos bajo la manga. Charjabug y Tey chocaron una vez más entre sí, y la luz se reflejó con fuerza en las escamas de su Milotic. Sólo quedaba un paso más…

    “Ahora, Tey. Haz lo tuyo”.

    Las llamas en el lomo de su Quilava cambiaron del usual anaranjado a un azul mucho más brillante. Y en una implosión de fuego, una bola llameante gigantesca salió despedida hacia el techo del gimnasio, explotando contra el resplandeciente techo. La densa seda formada por cientos de Pokémon bicho ardería antes de tiempo aquel día...

    Porque ni siquiera el Pokémon más fuerte de Taena Ericksen había resistido aquel movimiento. La poderosa luz del sol inundó el lugar, a la vez que su Milotic saltaba en el aire gracias a la fuerza de Ren. Dejándolo increíblemente expuesto a cualquier ataque.

    Libre del flanqueo de Tey, su Charjabug se encaramó a la cabeza de su Volcarona. Y Palas aprovechó la oportunidad.

    —¡Rayo Solar!

    —¡Rachel! —gritó finalmente Ren, triunfante—. ¡Manto Espejo!

    Las escamas de Ray brillaron con más fuerza que nunca al impactar el ataque de luz en su cuerpo. Pero aquel destello blanco no se comparó en absoluto con la descarga prismática que rebotó contra ellos a modo de devolución.

    Un rayo cegador que explotó en la niebla, desperdigando los colores del arcoíris por todo el campo de batalla en una impresionante proyección multicolor.

    .

    .

    .

    —Gracias por cuidar de Karen todo este tiempo, doctora.

    Acacia no pudo evitar sonreír al sentir la Medalla Enjambre en su palma. Después de todo, sólo Ren necesitaba una de las medallas. Podía hacer lo que quisiera con la suya, pero era esa mujer la que le había dado la pista para vencer a Palas sin ningún inconveniente. Ella era la que realmente había vencido a la líder de Themis, y no había tenido que mover ni un dedo para lograrlo.

    “No confío en ella”, le advirtió Ren mirándola con recelo. “¿Cómo puedes dejar tu hermana a cargo de alguien así?”.

    No recordaba que la doctora Acacia fuera una persona de poco fiar. En las semanas en las que había tratado con ella para ver los avances de Kaz, la había notado amable y dedicada a su trabajo. No sólo eso, sino que era la dueña del hospital en la que estaba internada. ¿Quién sería más apropiado que ella para cuidarla?

    —¿Me hicieron caso? ¿Usó el Rayo Solar de su Volcarona? —preguntó, y Vega asintió—. ¡Lo sabía! Cielos, esa mujer sí que es predecible cuando intenta alardear con sus Pokémon. Ha usado el truco de su Charjabug al menos doscientas veces.

    Su Milotic era una criatura recién evolucionada: era imposible que hubiera resistido un Rayo Solar potenciado por la energía de aquel Pokémon eléctrico. Así que para solucionar aquel problema, Acacia les había presentado dos formas de fortalecer la resistencia de sus escamas. Una era con entrenamiento, tan simple como eso. Pero la otra, era exponiendo el exterior de su cuerpo con un ataque persistente. Por un sencillo mecanismo de defensa, una habilidad única de su especie, la corteza exterior de sus escamas se endurecían al ser afectadas por un agente externo como el fuego, la electricidad o el veneno.

    —Y le dimos esa fruta antes de la pelea, como nos dijiste.

    —¡Ah, la Baya Rindo! —asintió la doctora chasqueando los dedos—. Sí, tienen suerte de que Themis sea un lugar tropical, de otra forma no la hubieran conseguido jamás.

    —Nos dejarás acompañarte al Santuario, ¿entonces?

    —Oh, por supuesto. Hay algo que quiero saber, después de todo.

    Acacia se acercó a Ren, tomándola del mentón con delicadeza. Examinándola con detenimiento como si se tratara de una obra de arte, mientras ésta desviaba la mirada y se echaba atrás con una clara expresión de desconfianza, pero sin decir ni una palabra.

    Eres tú la que quiere la mega-piedra.

    ¿Verdad, Ralts?



    End me. Mini-apariciones de Kiwi, Gold, Armiel y DoctorSpring.
    Perdón Plushy Berry - pero tengo planeado algo más grande para vos.
    Cualquier cosa avisen para la super edición.
     
    Última edición: 22 Febrero 2019
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  13. Threadmarks: Capítulo 4-Koiso
     
    Armiel

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    Aries
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    Efesto / 30 de abril

    Tenía razón.

    Ese fue el único pensamiento que albergo mi mente desde que Vega Sericci escapo de Efesto. El mismo día ocurrieron muchas cosas alrededor de la ciudad, pero lo más importante fue sin dudas atestiguar cuando se teletransporto al exterior.

    Aquella chica castaña, Anansi, me había mandado donde Taena porque supuestamente me había mandado a llamar porque me necesitaba. Al llegar al centro de seguridad no se encontraba por lo que aproveche de tomar la grabación de las cámaras de la zona como evidencia para el futuro. Más tarde me entere que empato con Taena en una batalla de gimnasio ya que quería darle tiempo de escapar tanto a Vega como a Scylla, como sus actos me permitieron conseguir pruebas tangibles se lo dejare pasar al haberme ayudado indirectamente, aunque quizás no lo sepa.

    El equipo se encontraba preparando todo para el viaje a Narciso. Tras tantos imprevistos a medio camino nos dirigiremos al fin a las ruinas de lo que tengo entendido alguna vez fue la ciudad más antigua de Aiwass y que es un páramo helado a la mitad de las montañas razón por la que llevamos casi la misma nada de equipo tecnológico. Cuando escuché de esto tuve que apresurarme en reparar mi sintetizador pues no tendría otra oportunidad una vez salgamos de la ciudad.

    El equipo estaba listo. Solo bastaba partir, pero Sogia Frey había dado al grupo un par de horas para terminar cualquier asunto que hayan tenido pendiente en Efesto antes de partir a su destino en las montañas.

    Use el tiempo para arreglar mi sintetizador de voz. Instalada en una mesa del Centro Pokémon con una bolsa pequeña con las refacciones que necesitaba, no me movería de allí hasta que llamaran de regreso.

    Es bueno ver que te tomes con tranquilidad lo del chico Sericci –era Sogia Frey sentado en la silla del frente —Tranquila y sin decir palabra alguna solo centrada en lo que tienes al frente. De esa manera te vez más profesional que intentando matar a un chico menor que tú.

    Suspire. Hago unos gestos sencillos para indicarle que no puedo hablar.

    ¿Eras muda?

    No tengo ganas de explicarle la razón así que por medio de gestos y señas le indico que mis cuerdas vocales están dañadas por lo que uso el sintetizador para que mi voz se escuche en un rango normal. Por supuesto, todo esto es mentira.

    Que caso tan peculiar –rió.

    Mi sintetizador ya estaba arreglado con excepción de una parte ya que primero debía verificar si aún era necesaria.

    P̢̛r̨҉ơ̡͞͞͠b҉̷̀͞á̵̷̧͡n͢ḑ̵͟͢͞o̕͜͞͡.̴̀́͢

    Un fuerte sonido de estática junto a un pitido similar al de un ordenador viejo se hizo presente opacando la voz que apenas era audible en el fondo. La gente reacciono dirigiendo la mirada al origen del ruido pensando en quien sabe qué cosa lo provoco.

    Tranquilos no fue nada de qué preocuparse solo un desperfecto técnico.

    Sogia calmo a los observadores para evitar un jaleo. Con su mirada me indico que no haga eso de nuevo.

    Asiento en confirmación pues tampoco quiero llamar tanta atención. Saco una pequeña piedra roja de mi bolsillo del que sobresalen unos pequeños alambres que yo misma le coloque.

    ¿Una cuenta? No, un eslabón –Sogia se mostró interesado —¿Qué es exactamente?

    Inserte la piedra en una ranura de mi mascarilla y me la coloque de vuelta.

    No lo sé –dije con mi “voz” —La conseguí en Sinnoh en el Lago Valor, pero sirve de fuente de poder y eso es todo lo que importa –mentí a medias.

    Si bien era cierto que la obtuve en las costas del Lago Valor, esta roca es más que una fuente de energía. Es capaz de arreglar mi voz. Cosa que ninguna tecnología ha podido sin provocar esos malditos estruendos.

    Con esto ya he terminado mis asuntos –aclare —Deberíamos partir a Narciso, supongo que a eso viniste en primer lugar.

    Fui muy obvio.

    Bastante.




    Narciso / 3 de mayo

    Era extraño. Estábamos en un páramo helado alejado de los ojos de Arceus rodeados de un interminable manto blanco, pokémon fantasma rondando en la noche, y unas ruinas de lo que alguna vez fue la ciudad más antigua de Aiwass. Y, aun así, me sentía nostálgica. Si removía las ventiscas y los cadáveres de gente congelada por doquier no era muy distinto a Sosiego.

    Con ayuda de Charmander podía hacer un camino entre la nieve en el que no me hundía hasta las rodillas cada dos pasos lo que me permitía explorar las derruidas casas que se encontraban cerca del campamento buscando cualquier material de interés. Estaba a cargo de uno de los tres grupos principales de exploración, pero fuera de la orden de ingreso y retirada no había mucha comunicación real entre los miembros del grupo y yo. Me evitaban en su mayoría de seguro pensando en que era peligrosa porque ataque de manera indiscriminada a una “niña”.

    Verte tranquila es mejor que tu usual aura de rabia. Que haya huido "esa persona" fue de ayuda.

    Anansi era la única que me hablaba ya sea en los grupos o en la tienda de campaña. Scylla tenía peor resistencia que yo siempre que regresábamos ella caía rendida en tres tiempos al mundo de los sueños y era la última en despertar por la misma razón.

    El que haya huido confirma que tenía razón no tengo porque enojarme por ello –conteste —No sé dónde haya escapado, pero sé que volverá a Narciso. Se unió por una razón a este grupo y dudo que sea para explorar ruinas.

    Que severa.

    Anansi salió de la tienda a jugar con la nieve probablemente. Un día la vio armando lo que parecía un pokémon que por sus palabras debía de ser un Abomasnow, pero el resultado fue muy diferente a lo esperado.

    “Nadie puede ser malo si entrena un Crobat”

    Esa frase seguía dando vueltas en mi cabeza. Si bien la especie evolucionaba por medio de felicidad nunca había pensado demasiado en si era buena persona. Mi familia lleva años criando la especie y si bien tengo una brújula moral no me llamaría a mí misma buena. Algunos de mis familiares no les llamaría “buenas personas” y aun así todos han entrenado a sus Zubat por si mismos hasta tener sus Crobat. La felicidad es relativa… supongo.




    Narciso / 6 de mayo

    Ya pronto sería una semana desde que comenzamos nuestra exploración en Narciso y ya habíamos llegado a la zona más profunda del pueblo fantasma buscando cualquier cosa que se vea útil sobre la “Tiara de la Paz”.

    Dudo que algo nuevo aparezca en estos mausoleos que solían ser casas.

    Lewis de Lann rompió el silencio. Un líder de gimnasio y primogénito de una las familias más influyentes de Aiwass al igual que los Frey. Sogia parecía no querer tenerlo cerca por lo que lo enviaba donde Scylla o conmigo. Rara vez me dirigía la palabra y la única vez que lo intento se retractó a último momento porque alguien más capto su interés en ese momento creo que se llama Blake el chico.

    En un inicio es posible, pero ya llegamos a las estructuras más alejadas y a diferencia del resto no son simples casas –quite algo de nieve de una pared revelando unos escritos antiguos —Creo que estamos en algo así como un santuario o lugar religioso, los tallados están algo dañados para precisarlo.

    Como digas.

    Le restó importancia mientras inspeccionaba las estatuas de los fallecidos que se encontraban cerca.

    No es como si pudiéramos leer lo que está escrito para saber que dicen –comento jocoso —Nadie en este grupo es un erudito en algo. Son simples entrenadores y/o jóvenes buscando algo de fama, no entiendo porque el viejo Sogia los arrastro a este sitio.

    Dilo por ti –reclame —Aunque no todo es información relevante a veces aparecen datos extraños escritos.

    Tome una foto a la pared. Cuando me volví donde de Lann este mostraba una mirada de interés profundo.

    ¿Puedes leer lo que está escrito?

    Sí, al contrario del resto yo tuve que unirme a la expedición por méritos propios pues no soy fan de coleccionar medallas.

    Pensé que te habían contratado para manejar el equipo tecnológico –de Lann se mostró pensativo. Había leído la información de todos los miembros y no había visto nada sobresaliente, por ello enterarse de esto capto su interés.

    Soy programadora, pero también arqueóloga amateur si quieres darme un título. Sosiego es un pueblo lleno de ruinas así que es un centro de interés para muchos historiadores los cuales por mostrarle los sitios importantes me enseñaban una cosa o dos –expliqué —La primera lengua que aprendí fue el Unown, con el tiempo mi repertorio se fue expandiendo y ahora eme aquí.

    Hasta que al fin veo algo más que alguien atrapado en su mundo. Comenzaba a pensar que era un robot sin emociones.

    Ni cerca. Alguien sin emociones –recordé a mi primo —Se ve mucho más lamentable.

    Volviendo a lo importante –cambio el tema de forma natural —Dijiste que era un sitio religioso ¿estamos en un templo?

    Más bien creo que es un mausoleo como dijiste hace rato. Las inscripciones decían algo sobre no perturbar el sitio de reposo o los guardianes nos perseguirían.

    Ja, guardianes. Como si algo hubiera sobrevivido a la avalancha o a 50 años de abandono.

    De Lann reía jactancioso a las advertencias de los viejos habitantes de la zona. Podía notar que la historia no es lo suyo o al menos le faltaba prudencia. Las antiguas civilizaciones sabían guardar sus tesoros en trampas simples y eficaces; la mención de un guardián indicaba que algún pokémon que no necesite de alimento físico podía rondar el lugar.

    ¡Hey, cuidado!

    En un mal paso el líder de gimnasio choco con una de las estatuas. El delicado equilibrio que mantenía el cuerpo se vio comprometido agrietando la zona de sus piernas hasta derrumbarse esparciendo sus restos en el suelo.

    Mira lo que hiciste –le reprendí mientras juntaba los pedazos.

    No fue intencional –se excusaba. Al menos entendía que, aunque congelados seguían siendo cuerpos humanos.

    Un ruido mecánico hizo eco en el edificio.

    ¿Qué fue eso?

    Espero que esos 50 años que dijiste hayan afectado a lo que sea que viene.

    Un estallido se hizo presente a unos metros. Desde el agujero se alzó una estatua de blanco puro con la mirada dirigida a nosotros, por el leve destello rojo nos debió analizar.

    ¿Eso es un Golette?

    Uno congelado, pero estas en lo correcto.

    La gruesa capa de hielo que le daba su aspecto albino indicaba que llevaba mucho tiempo enterrado y el ruido lo despertó. De Lann no termino de mover el brazo cuando el Puño Sombra más rápido que había visto en mi vida cubrió el pequeño espacio que nos separaba. No fue necesario articular palabra para saber que para irnos debíamos derrotar a ese pokémon.

    Ambos tomamos distancia aprovechando que el hielo mantenía rígido el cuerpo del fantasma para liberar un miembro de nuestro de equipo.

    Nitrocarga.

    La luz apenas tomo formo cuando un rápido cometa avanzo hasta golpear al Golette con una potencia tremenda. Cuando el fuego se dispersó en el impacto se revelo la delicada figura de un Salazzle quien luchaba por mover al centinela de su sitio.

    (--./.-)

    Apenas Charmander apareció se abalanzo dando golpes directo con sus garras metálicas de manera infructuosa contra el duro exterior de su oponente e incluso su fuego parecía no tener efecto.

    ¿Cómo puede ser tan dura esa cosa? Incluso entre nuestros dos pokémon no le han hecho mella –replicaba de Lann.

    El Golette usando Puño Sombra envía contra los muros al Salazzle de inmediato sin dar tiempo a reaccionar captura a Charmander soltando una fuerte descarga eléctrica para proceder a empujarlo derrotado.

    Demonios ¿no tenías un Crobat? ¿Por qué no lo usaste?

    Ante la queja de Lewis el Golette se replegó para rodar en contra del Salazzle quien se reincorporaba al combate.

    Esquiva y Pirotecnia cuando se detenga, mantenlo así todo lo que puedas –me miro de reojo esperando mi respuesta.

    El sitio es muy estrecho y mi otro pokémon es inútil en estas condiciones.

    De Lann no replico pues estaba en la misma situación. Su Arcanine podía haber acabado el combate de un ataque, pero no podría maniobrar en el reducido espacio donde estaban y acabaría destruyendo todo. Mientras que su Monferno era peso muerto pues solo uno de sus ataques era efectivo a los tipos de Golette.

    La velocidad del Desenrollar de Golette estaba alcanzado su pico y en unas vueltas más Salazzle no podría esquivarlo como llevaba haciendo. Aprovechando la estructura cuadrada del edificio se desplazaba a las esquinas para esquivar a último minuto obligando al Golette a detenerse para cambiar de dirección momento que aprovechaba para bombardear con Pirotecnia.

    Charmander usando pura fuerza de voluntad se había levantado para continuar luchando. El Golette noto esto cambiando su dirección buscando aplastarlo, pero el lagarto prendió fuego al suelo derritiendo el hielo que mantenía el piso firme hasta quedar endeble logrando que el Golette perdiera su equilibrio hasta salir disparado a la dirección contraria estampándose contra un muro.

    Por eso los Charmander de esta región son grandiosos. Pueden pensar por sí mismo una estrategia sencilla y eficaz.

    De Lann aclamaba al pokémon de fuego por su actuar.

    Debo estar de acuerdo contigo. Es listo el pequeño.

    Un nuevo Puño Sombra se hizo presente, pero en lugar ser usado para atacar se usó para atraer a Charmander hacia Golette. El destello rojizo emitido por su único ojo denotaba que estaba molesto. Mientras era atraído por uno de los puños el otro se prepara para golpearlo.

    El pequeño pokémon de fuego luchaba por liberarse. Salazzle mantenía lanzado Pirotecnia contra Golette sin mucho resultado. De Lann había concluido que atacarlo físicamente era infructuoso ya que debió haber usado algún movimiento que reforzara su defensa como Defensa Hierro o similar, no sabía mucho sobre fantasmas. Finalmente, Charmander quedo a la distancia necesaria y fue estrellado contra el suelo para recibir el segundo golpe.

    ¡67! –un grito que parecía no tener sentido para De Lann aunque si para el Charmander quien procedió a usar Garra Metal para evitar ser aplastado.

    Esto no está teniendo efecto. Prepara una Nitro-

    Antes de terminar su frase un destello surgió desde el Golette seguido de un corte de un fuerte color rosa que mostró un efecto real sobre el cuerpo del tipo fantasma por primera vez. Embargado por la sorpresa un segundo corte lo empujo de su sitio revelando un lagarto de aspecto más fiero apoyado en sus cuatro patas y gruñendo hacia el Golette buscando amedrentarlo. Charmander había evolucionado a Charmeleon.

    Esto sí que ayudara –una gran sonrisa se esbozó en de Lann —Aprendió Psicocorte al evolucionar y para un fantasma significa problemas serios. Has que lo mantenga entretenido.

    Muy bien, Charmeleon contenlo en el sitio y usa Agilidad.

    El lagarto de una sola carrera cerro la distancia para proseguir golpeando con sus garras envueltas en fuerza psíquica a las que Golette intentaba esquivar de manera fallida debido a la alta velocidad que ahora tenía su pokémon.

    De Lann por su lado dejo su Salazzle en posición para proceder un ataque con todo su poder.

    ¡Furia Dragón!

    La llamarada azul dio de lleno contra Golette arrastrándolo poco a poco hacia un muro. Charmeleon al ver esto procedió a imitar al pokémon de Lewis soltando su propia Furia Dragón. La fuerza conjunta de ambos hizo estallar el muro soltando una nube de polvo la cual tras disiparse no mostró ninguna señal del pokémon al que se enfrentaban.

    Parece que lo derrotamos –de Lann decía aliviado —Me pregunto que lo habrá molestado tanto –hablo en tono de falsa inocencia fingiendo que no era culpa suya.

    Dejémoslo en que era una especie salvaje y ya –no tenía ganas de discutir algo que no llevaría a nada –Iré a revisar el agujero de donde salió para ver si ahí hay algo.

    Yo por mi parte me regreso al campamento. Si sale otro pokémon igual de fuerte que el anterior no quiero estar cerca.

    Es buena idea, adelante.

    Como diga líder –hablo con sarcasmo.

    Luego de que dejo el edificio me dispuse a examinar de cerca el sitio donde salió ese Golette. Se veía como una recamara simple con espacio suficiente para emerger sin nada más que destacar que una placa metálica congelada.

    ¿Qué será esto? –la recogí curiosa –Charmeleon. Espero que aun conserves un movimiento de fuego para quitar el hielo de esto.

    Tomando la placa con su boca la dispuso en el suelo para proceder a arrojar un chorro continuo de un fuego rosa pálido, al parecer haber evolucionado cambio el color de sus llamas y el tono actual debía ser una mezcla del blanco de su etapa inicial con el rojizo tradicional de su tipo.

    Gruño para indicar que había terminado revelando que la placa tenia escritos en braille por toda su superficie. Inspeccione lo que podía leerse aun estando caliente y fue suficiente para saber que era algo que Sogia querría estudiar una vez haya enfriado.

    “ ⠞ ⠊ ⠁ ⠗ ⠁ ⠙ ⠑ ⠇ ⠁ ⠏ ⠁”
    (Tiara de la Paz)

    No muy lejos en la nieve un derretido pokémon se adentraba a la estructura a través de un agujero en la pared. Su único ojo alcanzo a notar a la mujer que se alejaba junto a su pokémon acompañante y en pocos minutos el cuerpo humanoide que antes era un Golette sufrió una metamorfosis hasta conseguir el aspecto reptiliano del Charmeleon con la única diferencia de ser totalmente plateado y que solo uno de sus ojos brillaba de vida. El centinela que habían despertado había encontrado un blanco que debía monitorear.




    Narciso / 6 de mayo (noche)

    Había regresado entrada la noche a la tienda luego de estar toda la tarde estudiando la placa que encontré junto a Sogia. Al entrar Scylla ya estaba durmiendo como era lo normal mientras que Anansi se veía pensativa, pero no tenía ganas de averiguar que planeaba y solo me recosté a descansar.

    Un alboroto me despertó pasada unas horas. Por lo que escuchaba Anansi se había aventurado sola en la noche a explorar Narciso y Sogia la encontró a punto convertirse en una estatua más en las ruinas. Estaba claro que estaba en un estado serio ya que no paraba de balbucear sobre una “cosa con cuernos” mientras exigía un libro.

    Entre los curiosos una voz se me hizo conocida por sobre la de los demás. Vega Sericci había vuelto.

    Kiwi Aqui esta el post atrasado que debía de Narciso. También hice un cameo de Anansi y use a Lewis, dime si esta bien por si debo editar algo...
     
    Última edición: 22 Febrero 2019
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  14. Threadmarks: Capítulo 5-Arianne
     
    DoctorSpring

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    Arianne (V)
    Themis/Nueve de Mayo

    La chica soltó un bufido cuando iban llegando a una ciudad en medio del desierto, ya notaba el calor en todo su cuerpo mientras el dinosaurio volador donde iba montada. El caballeroso de As iba al lado de ellos, González y Dulcinea estaban en su propia montura, estando bastante nerviosos aunque el primero trataba de ocultarlo. La eevee estaba tranquila sintiendo el aire en la cara. No lo estaría tanto si pudiera ver el suelo debajo de ellos.

    —¡Estamos volando encima del Desierto de Lios!—exclamó Acacia—¡No miren abajo!

    Ya teniendo los zapatos sobre el suelo, la estudiante podía ver la ciudad del oasis en todo su esplendo al mismo tiempo que se ataba la chaqueta a la cintura. Lo primero que le llamó la atención fue un montón de personas cargando canastas sobre sus cabezas, regresándole sonrisas a toda persona que les miraba pese al fuerte sol arriba de sus cabezas. Un scolipede atrapó en el aire una baya pinia para después pasársela una muchacha quien le agradeció con un beso despreocupado.

    Algunos duxtox sobrevolaban entre las pequeñas casas. Los cascoon descansaban al lado del oasis, sirviendo de asiento a los pobladres que mojaban sus pies en la misma agua donde los surkist danzaban.

    —Rápido, llegamos tarde—dijo la señorita Knowing secándose el sudor de la frente.

    —¿Adonde?—preguntó Mad.

    —Ya lo verán…por ahora debemos llevar a Type al hospital antes de que sea demasiado tarde.

    Los dos jóvenes asintieron.

    Después de haber visitado el hospital y dejar al líder de gimnasio a buen recaudo, acompañaron a la profesora pokémon a una gran sala con varias personas preparándose a comer. Las miradas en ellos en cuanto entraron. No los culpaba, todos los presentes parecían agotados y solo querían un momento de tranquilidad. Unas peleas y intentos de soborno más tarde, por fin pudieron sentarse a la mesa. La estudiante miró a la gente que tenía frente a ella.

    Un vago con el cabello desaliñado, un joven de coleta con lentillas radioactivas que iba acompañado de una pequeña que miraba a su alrededor con ojos inocentes y preocupantes, una chica de pelo blanco que no prestaba demasiada atención, una joven de pelo castaño de aspecto despreocupado y un guapo muchacho que juraba haber visto antes, se rascaba la nuca distraído. Los demás eran tan genéricos que sería un esfuerzo mental innecesario mencionarlos, aunque va a hacer el intento de mencionar a algunos.

    Un viejo, un conocido presentador del torneo y una amable mujer que los estaba recibiendo a todos.

    Mirando a otro lado, podía ver a sirvientes atendiendo a sus pokémon. El primero de ellos trataba de cepillar a González sin morir, el segundo acariciaba a Dulcinea con un guante de metal, el tercero limpiaba a la eevee con delicadeza y el cuarto estaba recibiendo un relajante mensaje de parte de As.

    —¿Estas interesada en alguna recompensa?—preguntó Keyfinder mordisqueando su lechuga.

    —La piedra que mostró Acacia era muy bonita, creo que la quiero.

    —Sabes lo que es una megapiedra, ¿verdad?

    —Es un nombre horrible para una joya, pero no deja de ser hermosa.

    —Aja…

    Unos minutos después todos se habían separado, luego de agradecer la comida dada por la amable líder de gimnasio. La señorita Labelle estaba agotada del viaje desde el bosque de Pan por lo que fue directamente a la habitación prometida en el centro pokémon. Es agradable sentir el aire acondicionado que te dejaba descansar del enorme calor. Aun así, lo caliente de afuera no era capaz de compararse con la calidez de su gente, que le habían regalado una canasta llena de bayas en la mesa de noche.

    —Es hora de descansar por hoy. Mañana haremos algo de turismo.

    Sus pokémon estuvieron de acuerdo.
    Themis/Diez de Mayo

    La ciudad del oasis era pequeña, pero desbordaba tanta vida que las ventiladas casas podría unirse a la fiesta, ayudando a los pobladores que aun no teniendo ninguna responsabilidad, trataban a los recién llegados como si siempre hubieran nacido ahí, permitiendo que se sumen a las diversas tareas que había por hacer en el pueblo. Recoger bayas de las palmeras, cuidar a los caterpie que se habían separado de su familia e incluso espantar a los pokémon pájaro que sobrevolaban lo que, para ellos, era un buffet veinticuatro horas.

    La eevee jugaba a rebotar contra los cascoon, González nadaba en el oasis casi habiéndose olvidado del altercado contra la extraña niña, Dulcinea disfrutaba la atención que recibía de las muchachas del lugar, regresando con su dueña con un nuevo accesorio detrás de su oreja; una flor roja del desierto.

    —Se te ve muy bien, Dulci—dijo Arianne preparándose para esquivar el abrazo mortal.

    El rowlet de fuego estaba en su salsa en este clima, disfrutando dejar las bayas en las canastas de las jovencitas. Estaba encantada de que sus criaturitas se estuviesen divirtiendo tanto. Mañana comenzaría el entrenamiento, aunque no hubiera encontrado a ningún compañero todavía. Al despertar buscó a Maddison por todos lados, pero no lo encontró.

    Seguía sentada en la arena sobre su chaqueta, cuando vio pasar al muchacho nervioso de antes. No veía al otro por ningun lado así que tal vez había esperanzas de que no estuviera ocupado.

    Si alguien pudiera transcribir sus pensamientos, serían muy mal interpretados. A punto de preguntarle estaba y de repente recordó donde lo había visto la última vez.

    En Kalos, los concursos pokémon eran muy famosos, donde personas con trajes extravagantes se paraban en un escenario iluminado con sus criaturas que estaban entrenadas para lucirse frente a un decente público. Sus memorias le llevaron al momento durante las vacaciones de verano en el que estaba enferma por culpa de estar tanto tiempo entre las flores. Estuvo encerrada dentro de su habitación en la casa de campo de su padre viendo televisión publica puesto que en ese momento no tenían cable.

    En un canal que apenas lograba captar el aparato, había actuando un chico pelirrojo que llevaba encima a un sneasel y a un galante staravia volando detrás de él. Aun siente asombró al recordar cuando el pokémon giró encima del pájaro, luego se la paso el resto del tiempo estornudando sin parar, así que no podría mencionar nada más. Aun así, le pareció una linda casualidad encontrarse con ese coordinador en esta extraña región. Tal vez sea una señal del destino.

    —¿Señorita?—preguntó un habitante sacándola de su ensoñación.

    —¿Sí?¿Disculpa?

    —Su eevee ya lleva mucho tiempo rebotando contra ese cascoon, casi lo tira al oasis.

    —Sí, perdón—dijo Ari levantándose.

    La estudiante miró con un poco de vergüenza como la pokémon afectada por el thelema reía mientras un espantado capullo trataba de evitar su muerte al hundirse en el agua.

    —¡Ya basta!—exclamó Ari separándola del pobre bicho—. Vas estar castigada durante un rato. Vengan chicos, es hora de entrenar.

    Sus criaturas dejaron de hacer lo que estaban haciendo para seguir a su entrenadora. La joven zorra seguía sonriendo al pensar en la desesperación de ese capullo.



    UFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF MEN, CASI ME DAS CON TU RELLENO

     
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  15. Threadmarks: Capítulo 5-Koiso
     
    Armiel

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    Aries
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    Narciso / 7 de mayo

    Tiempo desde despertar: 2 días.

    Últimos eventos:

    • 50 años han pasado desde que me encomendaron a proteger las placas. Debido a pasar tanto tiempo congelado quede atascado en forma de Golette lo que causo mi derrota a manos de dos desconocidos que profanaron el santuario, un hombre y una mujer.
    • La placa de Narciso fue extraída por la mujer previamente identificada.
    Conclusión:
    • Suprimir a la profanadora del santo sepulcro. Analizar las acciones de su grupo. Recuperar la placa tras evaluación.
    Reporte:
    • Adopte la forma de un Charmeleon desde el combate y me he encontrado siguiendo a la mujer hasta su base.
    • Descubierto su colaboración como parte de un grupo humano. Observo como mínimo 7 personas en el transcurso del día desde mi arribo. Se analizarán al debido tiempo.
    • Por las auras emitidas detecto una gran cantidad de pokémon. Proceder con cautela para no llamar la atención. Recuperar la placa es prioridad.
    • Hombre alto de complexión sólida, estoica mirada y voz autoritaria se le es entregada la placa, estimo que debe ser el líder. Aura memorizada.
    • Colaboradora debido a actos imprudentes queda en mal estado. Líder informa retirada. Desestimar datos.
    • Empiezan movimientos para abandonar el lugar. Adopto forma de un Colarva para asegurarme a la parte baja de un vehículo de carga.
    Conclusiones:
    • Ninguna amenaza potencial detectada entre los pokémon. Despreciar amenaza.
    • Encontradas anormalidades entre el grupo. Proceder a evaluar.
    • La mujer, ahora Anormalidad #1, mostró poder leer la placa. Marcada como amenaza de bajo nivel (sujeto a cambios). Se procede a monitorear.
    • El “líder” muestra indicios similares además de conocimientos más profundo que la mujer. Marcado como amenaza de medio nivel. Se procede a monitorear.
    Fin del reporte.




    Mumai / 8 de mayo

    Como esperaba tras la llegada de Vega me mantuvieron alejada de él y su hermana así que solo los puedo vigilar desde cierta distancia. Como ya confirmé que está ocultando a su Ralts como su “hermana” solo debo descubrir como mantiene su forma humana. Tengo mis teorías, pero para confirmarlas debo tener contacto y está claro que no me lo permitirán.

    En uno de los descansos durante el viaje capturo un Feebas en el río. No tenía una caña así que por descarte los debió arrastras a la superficie con su poder psíquico por mera entretención pues la cara de Vega indicaba que ni siquiera sabía que tan raro era el pokémon que atrapo.

    Supongo que todos los viejos son débiles ante los niños, aunque sean falsos. Sogia explico emocionado a la chica que para evolucionar a Feebas debían conseguir una Escama Prisma. Debo comentar que para su caso es lógico, no pareciera que Sericci sea del tipo de cocinar pokecubos o pokochos.

    Una cosa llevo a la otra y terminamos en Mumai para buscar la dichosa escama para su Feebas.

    ¿Cuánto tiempo estaremos aquí?

    Pregunte a Sogia.

    No te amargues –reía alegre tras ver como la chica Ralts se marchaba a buscar su atesorada escama —Mumai es un nido de objetos raros que son traídos por gente que no las aprecia al no conocer su verdadero valor o pokémon que los roban. Deberías intentar dar una vuelta para ver si encuentras algo interesante.

    Tome su sugerencia. Mientras estuviera a su lado no podría observar a Sericci sin que llame la atención. Saqué unos binoculares del equipo que llevamos y me dispuse a buscar un sitio para observar la zona donde marchaba el ladrón.

    Con ayuda de Crobat encontré un buen árbol que trepar desde donde podía ver el lago donde supuestamente estarían. Dejo a Charmeleon y Dragante en la base para alejar a las especies salvajes o avisar si Sogia o alguien se acercaba.

    ¿Dónde está? ¿Escapo otra vez?

    Revise las orillas hasta verlo tendido en la rama de un sauce durmiendo mientras su “hermana” estaba mirando el lago verdoso como si esperara que algo saliera. Recuerdo que el rostro de Sericci no era precisamente de alegría al haber capturado al Feebas lo que quiere decir que su Ralts se encapricho con él.

    La línea entre pokémon y humano en ella es muy delgada –pensé.

    Ralts es llamado el pokémon empático y puedo atestiguar el porqué de ello. Sericci se cayó del árbol en un momento lo que provoco esta volteara con gesto preocupado por la gesticulación puedo interpretar que pregunta sobre su estado, él alterado lleva su mano al pecho mientras observa alrededor y entonces parece que le responde.

    Que exagerado –me burlo —Yo tendría más derecho de dudar de mi salud si caigo de este árbol tú apenas caíste un metro a un simple suelo de barro.

    Veo a Sericci apuntar a los árboles. Parece que hará algo. Justo cuando trato de enfocar para tener una visión más nítida un Cutiefly revoloteando choca contra mí enviando los binoculares al suelo. Mis pokémon en la base alzaron la mirada al escuchar la caída del objeto mientras que Crobat reacciono tratando de atacar al bicho con Acróbata solo para fallar miserablemente al ser esquivado.

    ¿Qué acaba de pasar? –no podía creer lo que vi —¿Un simple Cutiefly más rápido que un Crobat?

    Crobat estaba tan incrédula como yo a la par de expectante al conocer un pokémon tan rápido como él. Existen muy pocas especies aéreas capaces de igualar o superar un Crobat siendo los Ninjask la gran barrera a alcanzar.

    Dirigí mi mirada a donde debía estar Sericci solo pudiendo notar ligero movimiento en las copas de los árboles. No podía quedarme quieta tenía que saber que estaba haciendo, pero al intentar bajar el Cutiefly volvió a embestir para evitarlo.

    Al parecer habrá que vencerlo para bajar. 74.

    Una nube oscura cubrió brevemente la copa. Toxico es útil para cubrir la vista enemiga por unos breves segundos en lo que se dispersa además de que si se acerca sin ser del tipo veneno o acero solo se verá perjudicado. Una cobertura perfecta si se trata de escapar de un pokémon.

    Me acomodo para descender a la base cuando un escucho el rápido aleteo del Cutiebly quien usando Viento Plateado dispersa la pantalla dejándome a la vista. Crobat aprovecha que esta inmóvil para bombardear con Carga Toxica cubriendo al pequeño pokémon en una masa purpura de veneno.

    Creí que sería suficiente para dejarlo fuera de combate, pero este contra-ataco embistiendo a Crobat con fuerza suficiente para arrojarlo hacia mí para que suelte la rama donde estaba dejándome víctima de la gravedad.

    ¡100! ¡100! –grite.

    Dragante que observaba desde el suelo escucho el grito. Comenzó a escupir tela hacia donde estaba cayendo tan rápido como pudo, pero la velocidad a la que la generaba no bastaba. Charmeleon al ver esto hizo lo que sus recientes instintos le dictaban: centro sus pensamientos en la acción que quería y dejo que el hasta ahora desconocido poder que tenía inundara su mente. Entonces a solo 1 metro del suelo su entrenadora se detuvo en seco por apenas un segundo para entonces caer sobre la tela de Dragante.

    ¿Qué sucedió? Por un momento me detuve.

    Observe mis alrededores para ver a mi Charmeleon jadeando exhausto. Había sido él. En lo alto Crobat seguía enfrentando a su pequeño rival con desventaja debido a su pequeño tamaño que le permitía esquivar las embestidas de Acróbata sin problema. Al darse cuenta que estoy a salvo en el suelo regresa a mi lado.

    Ese bichejo parece tener algo contra nosotros ¿abre dañado su nido o algo?

    Cutiefly centra su mirada en mí. No alcanzo a reaccionar cuando Crobat me empuja fuera de la cama de tela al suelo, para mi mala suerte entre el barro había una roca con la que choque.

    En el nombre de Arceus hoy no es mi día.

    Un zumbido junto a un zarandeo llamo mi atención. Me voltee hacia el montón de tela para contemplar como el Cutiefly había quedado incrustado, descendió con tanta velocidad que no pudo maniobrar quedando atrapado en la zona pegajosa del interior de la cama de seda. Aviso a Dragante que le envuelva hasta hacerlo una pelota con tal de que no vuelva a salir de allí.

    Por tu culpa no pude descubrir nada hoy. Dudo que haya un momento de tranquilidad como este otra vez.

    Para desahogarme un poco patee la piedra con la que me estrello Crobat. Sin embargo, mi patada la desenterró del blando suelo revelando una Roca del Rey bastante sucia que salió disparada un metro. Fui a recogerla a la poza donde termino cayendo.

    Al menos el viejo Sogia no mentía con que este sitio es un nido de tesoros.

    Regrese a los vehículos luego de mi pequeña batalla a buen momento pues Sogia había mandado a llamar a Sericci con el chico llamado Blake.

    Veo que encontraste algo bueno –declaro tras ver la Roca del Rey que cargaba en una mano —Aunque te ves hecha un desastre ¿te ataco un Blastoise o qué?

    Algo naturalmente extinto no lo haría. Me caí de un árbol, no diré más.

    No quise escuchar lo que estuviera a punto de decir así que entre al vehículo pensando como haría para vigilar a Sericci en Themis.




    Reporte:
    • El grupo se ha detenido en Mumai. Ninguna actividad a destacar.
    • La anormalidad #2 se ha separado del grupo junto a un humano con un aura superior al promedio. Por las conversaciones recolectadas no parecen saber sobre la placa. Despreciar ambos sujetos como amenazas.
    • La anormalidad #1, la profanadora, se separó del grupo pocos minutos después que #2 se marchara. Procedí a seguirla.
    • En forma de Cutiefly encuentro a #1 en la cima de un árbol de gran altura. Un Charmeleon y un Dragante se encuentran en la base. Análisis: Morfosis asimilada. Despreciar amenaza.
    • En la altura detecto un Crobat, su aura es inusualmente afectiva y bien distribuida. Análisis: Morfosis asimilada.
    • Haciendo uso de la situación intente eliminar a #1, pero entre en combate con el Crobat. Logre derribar a #1, pero esta fue rescatada por el Charmeleon. Un segundo ataque fue efectuado terminando en fracaso al usar mi velocidad máxima. Datos guardados para futuro.
    • Quede atrapado en la tela del Dragante tras la batalla. Una vez las auras se alejaron tomo forma de Grimer para derretir el capullo donde fue aprisionado. Regreso a los vehículos dispuesto a seguir al grupo por aire al haber obtenido una mejor velocidad. Tomo forma de Swanna manteniendo mi distancia, alterno entre Pidgey y Tranquill para no levantar sospechas.
    Fin del reporte.




    Themis / 9 de mayo

    Themis era una ciudad agradable. Nada que te inculpe, nada que te congele, y nadie intentando pasarse de listo. Al llegar nos dispusimos a ir al sitio llamado la “Flor del Sol” que no era más que una gran estructura creada a base de paneles solares para aprovechar el clima del desierto.

    En el interior conocimos a la líder de Themis, Palas Unfair. A pesar de su forma de actuar desinhibida con los otros líderes se puede deducir por su mirada que sabe lo que hace.

    Justo cuando nos disponíamos a comer la puerta se abrió de par en par y una pequeña mujer de enmarañado cabello verde ingreso. Aunque soy ignorante en cuanto a cultura de Aiwass a ella si la reconozco, Acacia Knowing, la excampeona regional. Cuando llegue a la región aún estaba en el cargo, aunque dimitió ese mismo año alegando que necesitaba más tiempo para sus investigaciones cosa que no sorprendió a nadie por lo que se pudo retirar de forma pacífica.

    Al poco tiempo una discusión inicio debido a que Sogia y Acacia compartían el mismo objetivo y de Lann como carbonero se sumó como un tercero en discordia lo que provoco que el “Santuario Laurel” por el que discutían acabara como petición pública.

    Quien sea que le entregue la medalla a uno de ellos recibiría una recompensa: una gran suma de dinero, un pokémon criado por los mejores o una megapiedra.

    Grandes premios debo de decir, pero solo uno que me interesara. Una vez acabada la trifulca abandone el edificio para buscar a Sogia quien se marchó buscando un bar poco después.

    Naohiro ¿conseguiste un compañero? –hizo la pregunta apenas verme. Ya había pasado casi una hora desde que se marchó, pero se veía bastante sobrio.

    Venía a hablar sobre eso de hecho.

    Me lo imaginaba. Eres del tipo que solo se acerca a charlar sobre asuntos concretos –dio un sorbo a su cerveza —¿Y? ¿Alguien?

    La castaña, Anansi.

    ¿La que empato con Taena? –comento meditabundo —Su Absol tiene bastante fuerza eso es seguro. Si hace equipo con tu Crobat o Charmeleon deberían poder ganar.

    Suenas bastante confiado en nuestra victoria.

    Son la mejor opción por tu sabes qué.

    Mantenerme lejos de Sericci para no causar problemas graves.

    Entonces ¿vienes a darle un vistazo a tu futuro adición?

    No, –dije desinteresada —no me interesa.

    Sogia arqueo una ceja.

    Estas especializado en el tipo dragón. Debes saber cuál de las recompensas me interesa.

    Entendió a que me refería.

    Aun así, luchare a tu nombre. Si tienes suerte te dejara pasar por nombrarme como tu representante frente a ella.

    Él no se mostró muy convencido.

    Al menos tienes la dignidad y modales para avisar por adelantado en lugar de apuñalar por la espalda -dijo sarcastico —Dudo que algo tan simple sea efectivo, pero te daré el beneficio de la duda.

    Con eso dicho me dispuse a retirarme. En la salida sentí que alguien me observaba, pero solo vi un Durant tuerto con mirada de odio general.

    Empiezo a creer que los pokémon bicho tienen algo en mi contra.




    Themis / 11 de mayo

    No diría que nuestro trabajo en equipo fue el mejor, pero fue lo suficiente para vencer a Unfair y conseguir la medalla para poder ingresar al Santuario Laurel.

    Me dirigí al hospital que ella indico el día que arribamos para buscar a la persona que me daría la recompensa que buscaba. Toque la puerta para verificar si se encontraba.

    Adelante.

    Al entrar la pude ver. Era más bajita de lo que pensaba, la TV de verdad engaña a la percepción.

    Creo que te he visto antes –Acacia inspeccionaba mi rostro.

    Trabaje para la Liga hace 3 años, aunque no recuerdo si ya te habías retirado en ese entonces.

    Ya veo.

    No parecía estar escuchando, sus ojos estaban clavados en mi sintetizador.

    Disculpa.

    Oh, lo siento. Es que ese aparato que usas es bastante único.

    Gracias… supongo.

    Dirigí la mirada al hombre en la camilla, Type creo recordar. Desvié la conversación a él como tema para que deje en paz mi "voz".

    Puedo entender al Paras, pero Skorupi y Venipede –inspecciono su estado por curiosidad —No parece haber sido atacado por un Arbok ya que algunas de sus heridas parecen ser por haber escapado de algo. Un Seviper quizás, no es que sepa mucho de las especies que viven en Aiwass.

    ¿Sabes de venenos?

    Lo suficiente para no morir por mi propio Crobat, pero no es mi área. Mi familia tiene de tradición enseñarles a todos sobre venenos por razones ancestrales, aunque no nos dediquemos a ello –un recuerdo alegre vino a mi mente —Tenia un primo, él estudio toxicología en profundidad.

    ¿Tenias?

    Tuvo un accidente… Sobrevivió, pero solo lo vi una vez tras aquello. Lo último que supe de él es que estaba en Alola en un sitio llamado Aether o algo así.

    La mirada de Acacia estaba brillando mucho más que cuando veía mi sintetizador.

    Pero no vine a contarte mi vida –volví al punto —¿Querías la medalla no es así? ¿Aún está disponible tu premio?

    Su actitud cambio cuando hable sobre ello.

    Creí que estarías del lado de los Frey. Recuerdo que te nombro para luchar a su nombre. Naohiro ¿me equivoco?

    Correcto. La cosa es que no me interesa agregar un pokémon que no entrene yo a mi equipo y de Lann es tan sutil como un puñetazo a la cara con su deseo de llevar la contraria a Sogia. Estuve unos días con él en Narciso y puedo decir que no me inspiro mucha confianza.

    No sabias que los Frey y de Lann tienen un conflicto desde que Aiwass existe.

    Eso explica porque Sogia no quería tenerlo cerca en Narciso.

    Acacia se escuchaba muy interesada todo lo que decía por muy trivial que sea lo que me hacía preguntarme si esto llevaba a algún lado.

    Te ves muy inquieta. No has parado de mover tu mano ¿Sucede algo?

    Comento apuntando como hacia chocar los anillos de mi mano derecha.

    Estamos divagando mucho –corte la conversación —Solo dime si tienes la megapiedra.

    Sí ¿para quien la quieres?

    Tengo un Charmeleon. Uno de Aiwass.

    Espero que en un futuro me muestres si las leyendas de ese pokémon son ciertas –río —Te la enviare a tu habitación, no te preocupes.

    ¿No vas a querer la medalla?

    No es necesario –respondió —Alguien más ya consiguió una por mí, pero eres intrigante así que te dejare quedártela. Ahora si me disculpas mi estúpido aprendiz necesita reposo y ya hicimos mucho escándalo frente a él.

    Salí del hospital con una extraña sensación de haber hablado demás, por algo debe ser que fue campeona de Aiwass.

    Entonces esta es la mujer de la que Vega quería mantenerse alejado.

    La breve charla sin sentido que Acacia Knowing había tenido con Naohiro Koiso le había dado una imagen clara de la persona nombrada. Una voluntad para no desistir de su objetivo y sabiduría para elegir aquello que más le conviene. Solo le hacía falta un sentido de empatía para saber qué es lo “correcto” o bien estaba torcido de una manera que le hacía imposible concordar con otros.

    Tíndalos creo que se llamaba la cosa de aquel libro. Buscaran a su presa no importa a donde huya, aunque deban desafiar al tiempo mismo –emitió una risa burlonaCreo que molestaste a la persona equivocada Vega.




    Reporte:

    Se han detectado gran cantidad de megapiedras.

    Evaluar situación.

    .

    .

    .

    Amenaza Desestimada.

    Continuar observación.


    Kiwi Aquí esta el post de esta semana, cualquier cosa que deba editar me avisas...
     
    Última edición: 3 Marzo 2019
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  16. Threadmarks: Capítulo 5-Anansi
     
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    Anansi Ø5/ Themis


    Frey y Lann. Lann y Frey. Empezaba a hacerse una idea de la configuración del conflicto. En el momento en que pisaron Themis, Lewis de Lann empezó a actuar con más seguridad, llegando al punto de desafiar a Sogia frente a todos. Al igual que Efesto, la ciudad oasis debía ser territorio de su familia. Ese pensamiento se vio reforzado en el hecho de que, mientras el resto de la expedición y ella fueron asignados a habitaciones de huéspedes en el complejo, Lewis tenía una para sí mismo. Lo que le sorprendió fue saber que Scylla también.

    Justo en ese momento había logrado colarse en la habitación del hijo de Lann en busca del abrigo que Vega había mencionado. Encontró el equipaje rápidamente y tras revolver un poco entre su ropa, logró hacerse de nuevo con aquel libro de tapas negras. El volumen era delgado, por lo menos. No había terminado aún el Mitos e Ilusiones como para embarcarse en otra lectura pesada. Lo guardó en su bolsillo, lista para irse, pero pronto descubrió que se sentía muy cómoda invadiendo el espacio personal del líder de gimnasio, por lo que dio inicio a una inspección más rigurosa de su habitación. En los armarios descubrió costosos conjuntos de vestir ridículamente alineados, junto con, al menos, veinte pares de zapatos. Entonces, marcando un claro contraste, en la repisa de la otra pared encontró multitud de dispositivos y herramientas que nunca había visto, aunque podía suponer que se trataba de alta tecnología. A los lados de la cama había dos pequeños burós, y sobre uno de ellos notó un portarretratos con la fotografía de una mujer.

    Era extraño invadir la privacidad de alguien, pensó. En la habitación del hijo de Lann encontró varias cosas, pero ninguna le decía suficiente sobre él. Ninguna le permitía saber quién era verdaderamente. Aunque las pequeñas pistas le ayudaban hacerse una idea, la imagen completa aún estaba demasiado lejos.

    Un murmullo llamó su atención, y lo siguiente que escuchó fue el ruido de pasos acercarse en el pasillo. Dejó la fotografía en la misma posición en la que la encontró (probablemente) y procedió a esconderse. «Bajo la cama» pensó, pero no había suficiente espacio. «En el armario», descartó la idea. Si el hijo de Lann abría el armario por cualquier razón, la descubriría. Acabó por golpearse la frente con la palma de la mano al recordar que podía simplemente escapar por la ventana. Apartó la pesada cortina mientras escuchaba el pomo de la puerta girarse, y lo que vio al otro lado del cristal la paralizó.

    Apenas un segundo después, Lewis de Lann ingresaba a su habitación. Sobre el hombro cargaba una jaula de acero cubierta con una manta negra que depositó a los pies de su cama. Mientras se limpiaba las gafas, tras él entró la líder de gimnasio de Ciudad Themis. Él tomó asiento sobre la cama, mientras que Palas lo hacía en una silla junto a su escritorio, frente al ordenador que había dejado encendido su dueño.

    —¿Qué llevas aquí? —preguntó señalando hacia la jaula.

    —Lo encontré a la orilla del Río Vastari. Se resistió tanto que me quedé sin balls y acabó debilitado. Más tarde iré por algunas más en lo que despierta, es bastante... salvaje.

    La líder de la ciudad suspiró. Miró al joven de arriba hacia abajo, pensativa.

    —¿Para qué te envío tu padre con los Frey?

    —Ya te lo dije: quiere saber qué tan lejos llevan su investigación sobre la Tiara de la Paz, y que lo mantenga informado.

    —¿Y qué tan lejos han llegado?

    Lewis se encogió de hombros.

    —No dejan que me acerque mucho. Tienen a esta arqueóloga amateur que descifró cierta información en Narciso. Aparentemente nos guía hacia el Santuario Laurel, pero no pude comprobarlo por mí mismo.

    —Absurdo —respondió por instinto, provocando que el chico alzara una ceja.

    —¿De verdad? —inquirió en un tono más serio de lo que sugería su sonrisa— Si en verdad no hay nada importante en el Santuario, tampoco hay razón para negarles la entrada.

    —Dije que la Tiara de la Paz no se encuentra ahí, no que no haya nada importante. Sigue siendo patrimonio de Aiwass que debo proteger como guardiana de Themis.

    Anansi contenía la respiración, oculta tras la oscura cortina roja, tratando de permanecer completamente inmóvil. Antes de que pudiera abrir la ventana se encontró con el reflejo de un pokémon al otro lado del cristal. Era blanco como la cera, con una tenue llama púrpura brillando sobre su cabeza.

    —¿Qué hay ahí que pueda tener tanto interés para los Frey? —preguntó el hijo de Lann retomando el hilo— Incluso Acacia Knowing quiere entrar ahora. Si pudiera echarle un vistazo...

    La líder rio débilmente.

    —No puedo darte acceso libre luego de negárselo a ellos.

    —Claro que puedes. Es tu ciudad.

    —Themis es neutral. Entiendo mejor que nadie los vínculos que nos atan a Icaros, pero no quiero un conflicto de intereses dentro del oasis. Si de verdad quieres ingresar, consigue a dos valientes entrenadores que luchen contra mí.

    —No te entiendo. Si no quieres que nadie entre, ¿para qué nos das la opción de pelear?

    —Para ganar algo de tiempo —se encogió de hombros—. Para conocerlos mejor. Si no fueran tan obstinados y declararan abiertamente sus intenciones, podría considerar abrir el santuario a todos, pero me obligan a meterme en su pequeño juego de conspiraciones. Si simplemente les niego la entrada, alguno de ustedes intentará colarse por la fuerza y entonces correrá la sangre. Pero mientras mandan a sus entrenadores contra mí... Has venido antes a la ciudad de los insectos, Lewis, sabes que hay pequeños ojos por todas partes.

    Se levantó con un hondo suspiró y se alisó el vestido con las manos.

    —Si Tyros te mandó a vigilar a Frey, será mejor que lo hagas. Honestamente no sé qué interés podrías tener tú en el Santuario de Laurel. No hay juguetes tecnológicos que llamen tu atención, y tanto tu padre como tu tía han entrado una docena de veces.

    Se preparaba para irse cuando Lewis se puso de pie y le abrió la puerta.

    —Te acompaño. Debo ir al almacén de todos modos.

    Anansi esperó en silencio a que se cerrara la puerta y luego al sonido de los pasos alejarse. Ya ni siquiera sentía ganas de maldecir a Zubat por no dar la alarma.

    Abrió la ventana deslizándola hacia la derecha. El pokémon de cera ya no estaba por ahí. Bajó la vista y se encontró con una visión peculiar: sentada en el suelo con la espalda apoyada contra el muro había una chica más o menos de su edad. Llevaba el espeso cabello castaño parcialmente cubierto y ojos verdes, grandes y bonitos. De constitución atlética, ataviada con un atuendo que parecía sacado de una película de exploradores. Había algo masculino en sus rasgos, aunque en ese momento no supiera decir qué. Y sujeto entre sus brazos, el pokémon vela.

    —Yo... emm... lo siento. Siempre se mete donde no lo llaman —señaló con la vista a su pokémon. Anansi se debatió un segundo entre creerle o no, y finalmente decidió que no le importaba.

    —No pasa nada. Entra si quieres.

    La chica aceptó su invitación, no sin antes dedicarle una mirada de duda, y saltó al interior. Dio un vistazo rápido a alrededor y sus ojos se posaron en los gadgets dispuestos en el escritorio del hijo de Lann.

    —¿De quién es la habitación? —preguntó distraída, aunque algo en su tono dejaba en claro que sabía exactamente de quién era.

    —Del hijo de Lann —para ese momento, miraba atentamente la jaula de metal que el propio líder había dejado junto a la cama—. Tú venías con la mujer de la bata, ¿verdad? ¿Qué vinieron a hacer a Themis?

    —¿La Dra. Acacia? Había un hombre enfermo que necesitaba atención médica, lo trajimos aquí porque no puede ser atendido en otro lugar.

    —Creí que también querían ingresar al Santuario lo que sea —suspiró—. El viejo Sogia dice que ahí podríamos encontrar la Tiara de la Paz.

    Corrió la manta cubriendo la jaula de metal. En el interior encontró un pokémon anfibio de color rojizo. Su esbelto cuerpo contaba con largos brazos y piernas, y estaba cubierto por una capa de finísimas escamas rojas, amarillas y anaranjadas. Su cabeza estaba coronada por dos crestas agudas sobre sus grandes ojos cerrados, y alrededor de su cuello contaba con una mata de plumas dorado y púrpura a modo de collar.

    —¿Un frogadier? —preguntó su acompañante, prestando más atención a las repisas de Lewis que al pokémon— Nunca había visto uno así.

    Abrió lentamente los ojos, aún aturdido, y sacudió la cabeza para despejarse.

    —Pobrecito —susurró Anansi, deslizando una mano al interior de la jaula. Escuchó a decir a la otra chica que tuviera cuidado, pero no antes de que el pokémon apartara sus dedos de un manotazo.

    —¡Auch! —se quejó. Le había hecho un corte profundo en la palma de la mano, y ahora siseaba amenazante desde el interior de su pequeña prisión.

    —¿Estás bien? —preguntó mientras revisaba su herida. Anansi apenas tuvo tiempo de responder antes de contener una exclamación de sorpresa al notar que el pokémon, completamente despierto, hacía uso de su esbelta anatomía para deslizarse a través de los barrotes sin problemas y dispararse con un salto hacia el techo, mirando amenazador hacia las dos.

    —Y ahora... ¿Litwick?

    El pokémon fantasma no hizo caso a su entrenadora, limitándose a contemplar la escena divertido. Anansi llevó una mano a su cartera solo para recordar que Imperator y Scarfy seguían en el Centro Pokémon, y Zubat, además de inútil, seguía al otro lado del pasillo. Pero el frogadier no parecía entender de combates pokémon, de modo que tensó sus músculos, se aferró fuertemente al techo con las minúsculas garras de sus dedos y se propulsó hacia adelante como un misil. Apenas tuvo tiempo de cruzar los brazos frente a la cara para parar su acometida, pero venía con tanta fuerza que la derribó de todas formas.

    Lewis de Lann tenía razón: era increíblemente salvaje atacando segundos después de despertar, y apenas se recuperó de su propia embestida, saltó hacia atrás nuevamente para generar distancia, moviéndose con una velocidad espectral de una pared a otra. Ella tardó un momento más en levantarse, aturdida por el golpe y por un dolor punzante en el antebrazo. Frogadier la notó alzarse y volvió a sisear con el collar púrpura brillando alrededor de su cuello.

    Anansi cerró los ojos, preparada para recibir un nuevo impacto, pero el pokémon no llegó hasta ella. La chica del litwick se anticipó, extendiendo una manta de la cama de Lewis para atrapar al frogadier en pleno vuelo y someter sus movimientos, pero este peleó desesperadamente y no tardó en rasgar la tela con sus garras para quedar en libertad. Sin embargo, había perdido considerablemente su voluntad de luchar. Giró los ojos a su alrededor y, sin apartar la vista del pokémon fantasma, saltó por la ventana que habían dejado abierta.

    Apenas desapareció, Anansi se dejó caer en el suelo con un suspiro de alivio mientras su acompañante hacía lo mismo al deslizarse contra la pared.

    —¿Qué diablos le pasaba a esa cosa? —se quejó esta última. Para ser una ciudad que convivía de forma orgánica con los pokémon, tenían algunas especies demasiado agresivas.

    —Gracias... Anansi, por cierto.

    —Madison —respondió con un asentimiento—. ¿Crees que el líder...?

    —Seguramente hubiera escapado de todas formas —negó con la cabeza—. De todos modos, creo que deberíamos irnos.

    Madison dio un último vistazo a la habitación, memorizando su contenido bajo la mirada de Anansi. Se había mantenido en calma durante todo el incidente, aparentemente distraída, pero sin dar signos de sorpresa. Como si la situación no le fuera anormal.

    Se aseguró de que aún llevara el libro consigo y se despidieron, cada una tomando el camino por el que había llegado. Había llegado a la puerta de la habitación mientras Madison cruzaba por la ventana abierta cuando ésta le llamó.

    —Eso no luce muy bien —señaló a su brazo—. Deberías ir a que te examinen.

    Acto seguido desapareció y Anansi hizo lo propio, saliendo de la habitación de Lewis con total naturalidad. Era cierto: al corte en su mano se había sumado otro, más profundo, a lo largo de su antebrazo con un color ligeramente amoratado que le daba una mala sensación.

    «No pasa nada», se dijo, concentrada en alejarse sin llamar la atención. Lewis de Lann no tardaría en volver. Por suerte, llegó al otro extremo del pasillo antes de desplomarse contra el suelo.




    Despertó en una camilla apenas unas horas más tarde, arropada con una fina manta blanca. Se incorporó con rapidez, tan bruscamente que volvió a marearse y caer sobre la almohada.

    —Aún no se pasan los efectos —escuchó decir a una voz a su lado—. No te precipites, el veneno de los frogadier no es lo bastante fuerte para provocar la muerte, pero tiene efectos desagradables.

    En una silla junto a la cama se hallaba una mujer sentada con las largas piernas cruzadas y vistiendo una bata blanca de hospital. La larga y espesa cabellera le caía por los hombros, de un color oscuro, como el de las copas de los árboles cuando te internas en lo profundo del bosque, y sus ojos eran dos brillantes cristales olivas. Su expresión era distraída; parecía tener problemas para concentrarse en el libro que sostenía abierto en su mano derecha.

    —¿Dónde...?

    —En la enfermería —respondió— Ese viejo me pidió que te echara un ojo.

    Anansi se pasó la mano por la frente, tratando de recordar. En la habitación del hijo de Lann...

    —Primero te congelas en Narciso y ahora esto —se burló una voz familiar—. Tienes un problema.

    Volvió a alzarse, esta vez con cuidado. Vega Sericci estaba recargado contra el marco de la puerta, mirando hacia el pasillo. Por la forma en que movía los ojos, probablemente vigilando que Ren no se metiera en problemas.

    —¿Encontraste tu libro?

    —Sí, en uno de sus abrigos —buscó en sus propios bolsillos y después en su cartera, pero no lo encontró. Tardó un momento en notar que el libro que leía la mujer era sospechosamente similar al suyo.

    —¡Mi libro!

    —¿Tuyo? —rio— Tiene sellos de la biblioteca de Lyses, aunque el último préstamo data de hace tres años... ¿qué haces tú con esta clase de lectura?

    Se mordió la lengua antes de responder. Lo había encontrado por curiosidad cuando ayudaba a Ren a buscar libros para el examen y el título había llamado su atención, pero no podía decirle eso sin confesar el asunto de la biblioteca.

    —El líder Sogia me dijo que podía tomar algunos prestados para el viaje a Narciso. Tomé los primeros que parecían interesantes.

    Sericci alzó la mano.

    —El camino a Efecto se estaba haciendo tedioso, así que le pedí prestado ese.

    La mujer de la bata miró a uno y a otra, sonriendo divertida.

    —Este libro habla sobre Illyon. El viejo fósil me contó que tuviste un accidente en las Torres Nova mientras estuvieron en Narciso. ¿Es una casualidad que sea justo este libro el que estés buscando?

    Anansi se encogió de hombros.

    —Ni siquiera he tenido oportunidad de leerlo. Pero el título decía algo de los Grandes Hermanos.

    —¿Y tú?

    Vega negó con la cabeza.

    —Demasiado tedioso.

    —La historia no es muy complicada —empezó cerrando el libro entre sus manos—. Ya deben saber que Narciso es considerada la primera población humana en Aiwass, pero ¿cómo llegó esa gente ahí, a un pueblo perdido entre las montañas? Evidentemente no lo hicieron por el oeste, porque la evidencia histórica indica que se expandieron hacia el oeste.

    —Narciso, Efesto, Icaros... ¿Tesseus? —empezó a enumerar Vega.

    —Más o menos. Parece ser que Menasis y Dresserios estuvieron involucrados en el asunto, pero la pregunta no cambia: ¿de dónde vinieron los primeros hombres? El oeste queda descartado, pero al norte, al sur, y al este de Narciso solo se encuentran los Grandes Hermanos.

    —¿Y más al este? — inquirió Anansi— Si cruzamos la cordillera...

    —¿Qué viste más allá de las montañas? —preguntó la mujer— ¿Qué parecía para ti?

    «Una ciudad —pensó—. Una tierra majestuosa». Pero estaba demasiado lejos y demasiado agotada entonces para dar crédito a lo que había visto.

    —Un pokémon insecto, enorme y con cuernos —tan pronto como las palabras salieron de su boca, sintió que su corazón se detenía. Aquel pokémon, esa bestia alada de hielo se parecía sospechosamente a otra grabada en su memoria.

    —Fue solo un Frosthra. Una especie nativa de Tandor introducida a Aiwass hace trescientos años. Simplemente encontraste un nido bajo la superficie, no... si eso fue lo último que viste, es que no llegaste lo bastante lejos.

    —¿Qué hay más lejos?

    Dio un golpecito con el dedo a la cubierta del libro— Illyon.

    »La ciudad celestial. El lugar en el que los mortales, humanos o pokémon, conocieron a la divinidad fuente de toda la vida. La divinidad que forjó Aiwass a su forma perfecta.

    —¿Arceus?

    —Veo que estás familiarizada con la leyenda del Dios Creador de Sinnoh —enarcó una ceja—. Desafortunadamente, carecemos de información suficiente como para establecer una relación entre ambas deidades. Cada región tiene sus propias leyendas y las cuentan de forma distinta. Al final, ¿qué importa? Cada región en el mundo se ve a sí misma como el centro de todo. Lo importante es que, de acuerdo a la leyenda de Aiwass, ese centro está más allá de los Grandes Hermanos en aquel pueblo llamado Illyon... no, no el centro del mundo, sino el Principio del Mundo. Desafortunadamente, no es mucho más lo que sabemos. Hay buenos motivos para creer que existió, en particular, la terquedad del pueblo de Narciso por ignorar su existencia. La palabra Illyon no aparece en ninguno de sus registros, ni su tradición oral hacía referencia a algo más allá de la cordillera. Sin embargo, tanto en Efesto como en Nix hay indicios de su existencia, de que ciertamente hubo una población ahí. Indicios, solamente, nada sobre lo que se pueda cimentar una teoría, sin embargo —volvió la vista hacia Anansi— ¿Para qué crees que se erigieron las Torres Nova? Un viejo conocido sostenía la idea de que se trataban de puestos de vigilancia para alertar de posibles enemigos, y ¿quién podría amenazar al pueblo de Narciso desde el este?

    —Pero la gente de Narciso se extinguió hace cincuenta años, ¿verdad? —suspiró el chico—. Ya no hay nada que impida que vayan más lejos. ¿Nadie ha intentado ir más allá y comprobar qué hay del otro lado?

    —Ahora que lo mencionas —intervino Anansi— los mapas de la región terminan en la cordillera. ¿Qué hay del otro lado? Si el continente se prolonga o se cierra hacia el mar, ¿por qué no ha sido cartografiado?

    Esta vez fue la mujer quien encogió los hombros.

    —Porque nadie lo sabe. Atravesando las montañas se extiende la Cortina de Plata. La densa niebla gris, gris y más gris.

    —¿Y más allá?

    —Más niebla, y más gris. No hay hombre vivo o muerto que se haya adentrado en ella y visto algo algo más que el gris, es decir, entre los que han vuelto. Mi predecesor como campeón de la Liga fue el último en intentarlo a lomos de su Charizard, escoltado por tres miembros del Alto Mando y veinte entrenadores de élite más. Llevaban todo lo que podían necesitar, y se habían preparado todo lo que podía prepararse alguien. No hace falta que les diga que no volvió uno solo de ellos, salvo un archeops medio enloquecido que no tardó en morir luego de ser encontrado. ¿Expediciones por mar? Lo mismo. ¿Tomas satelitales? Nada útil. Tal vez de verdad hubo una población humana ahí, tal vez se llamaban a sí mismos «Illyon», pero, al menos por ahora, carecemos de los medios para averiguarlo.

    Se puso de pie con energía y le tendió el libro a Anansi

    —Eso y poco más es lo que vas a encontrar aquí, eso es lo que sabemos de Illyon. En verdad es una lectura aburrida y, dada la falta de resolución, insatisfactoria. —Por último tomó un pequeño frasco del bolsillo de su bata y lo dejó junto a la chica—. Ya deberías estar bien, pero toma una de estas si los síntomas vuelven. Y deja de jugar con pokémon salvajes. —Volvió la vista hacia Vega de nuevo—. Y ahora, nuestros asuntos... ¿encontraste la baya?

    Anansi hizo un gesto de despedida con la frente antes de quedarse sola en la habitación. La mujer de la bata tenía razón: ya se sentía bien, así que se levantó de un salto y tomó su cartera lista para irse. Guardó el frasco, el libro de Illyon, y suspiró de alivio cuando sintió el tacto del otro libro con sus dedos. El Mitos e Ilusiones seguía en su lugar.




    El famoso santuario se hallaba en el otro extremo de la ciudad. Anansi imaginaba unas modestas ruinas en las afueras de Themis, pero en su lugar se encontró con un amplio terreno resguardado con abundante vegetación en forma de palmeras y zarzas y los omnipresentes pokémon bicho, todo protegido por la barrera natural del Río Vastari y acordonado por una alta valla. Si había alguna construcción antigua en su interior, se hallaba demasiado lejos de su vista.

    —¿Buscabas algo? —preguntó una voz a sus espaldas. Anansi se volvió para reconocer a la líder de Themis caminando hacia ella, sonriendo con expresión cordial.

    —Quería dar un vistazo... por la ciudad y eso.

    —Lo lamento, pero nadie puede entrar sin la Medalla Enjambre. ¿Por qué no vienes a retarme mañana? ¿Eres entrenadora?

    Palas Unfair le hacía sentir algo diferente a los otros líderes de gimnasio. Más sosegada, más moderada, y más astuta, incluso más que el viejo Sogia. "Conocerlos mejor" había dicho a Lewis esa mañana. Probablemente pretendía acercarse a ellos, durante los combates o fuera de ellos, para comprender sus verdaderas intenciones mientras los mantenía vigilados «pequeños ojos en todas partes».

    —¿Por qué la medalla? —preguntó con un fingido tono distraído— ¿Por qué todo tiene que ver con las medallas?

    La líder dejó escapar un suspiro de exasperación que podía ser sincero o no.

    —Preferiría que nadie entrara ahí. El Santuario Laurel no es un patio de juegos para exploradores, y tampoco son un puñado de ruinas desiertas. La vegetación crece a su alrededor, y los antiguos edificios sucumbieron hace tiempo ante su fuerza. Lo poco que queda sirve de nido a especies pokémon salvajes. No va a ser una visita emocionante como la que hicieron a Narciso, descifrando códices y admirando las increíbles estructuras. Éste lugar es prácticamente una reserva natural.

    Aquello la tranquilizaba. A su parecer, la excursión a Narciso se había pasado de emocionante.

    —Si no hay nada de interés solo estamos perdiendo el tiempo. El viejo Sogia dice que esto está relacionado con la Tiara de la Paz —se quejó. Por un momento se preguntó si no había dicho demasiado, pero los motivos de la expedición eran de dominio público. Volvió a mirar a Palas Unfair para descubrir una sonrisa cómplice en sus labios.

    —Así son los científicos: se les mete una idea en la cabeza y no paran sin importar qué. Ahora Acacia también quiere entrar, y estoy segura de que es por puro capricho —cruzó los brazos con desdén—. Esos tres siempre han sido iguales.

    —Entonces, ¿por qué permitirnos entrar?

    —Porque no puedo evitarlo, no sin provocar ciertos roces con las personas equivocadas, pero si van a hacerlo, será bajo mis términos. Los pokémon en el Santuario son altamente territoriales a causa del ambiente en que se han desarrollado. Quiero asegurarme de que quienes ingresen al menos estén capacitados para protegerse de ellos. Por eso —añadió—, si me vences, te pido que tengas cuidado cuando entres. Y que eviten causar daños en lo posible.

    Anansi asintió, aunque sabía que no era necesario. Pese a sus defectos personales, no imaginaba a nadie de su grupo causando problemas en el recinto... probablemente.

    Volvió a dar un vistazo hacia el interior, buscando algo que no encontraba —¿Por qué le llaman Santuario Laurel si no hay laureles en ningún lugar?

    —Es un mero simbolismo —rio—. En Themis damos mucha importancia a esa clase de detalles.

    —«Juntos, de cara al Sol».

    —Ese es nuestro lema. Una tierra magra como la nuestra nunca hubiera podido subsistir si no hubiéramos dejado de lado nuestras diferencias con los pokémon. En otras regiones, e incluso en otras ciudades, los pokémon bicho son perseguidos como plagas, o como presas fáciles para que los novatos se hagan fuertes. Nosotros creemos en la fuerza de los números, y en el valor de la diversidad de los pokémon bicho.

    —Sabes mucho de pokémon bicho, ¿cierto? —no esperó respuesta, poseída por un impulso repentino— Frosthra, ¿lo conoces?

    —Así es, son criaturas voraces adaptadas a los climas fríos, ¿por qué?

    —¿Es posible encontrarlos en regiones más cálidas? Como una pradera, o el interior de un volcán.

    —Imposible. Su anatomía está completamente adecuada para las bajas temperaturas, en cualquier otro ambiente morirían.

    —¿Ni aunque fuera una forma regional? He sabido que algunas especies de Aiwass no son como las de otros lugares. Estoy segura de que vi uno de esos.

    Palas negó con la cabeza.

    —Para que eso ocurra, la especie en cuestión debe contar con un organismo adaptable en primer lugar. Los tipo bicho se caracterizan por su naturaleza maleable, pero aún así, hay barreras que no pueden cruzarse. Tal vez viste un pokémon muy parecido, no es raro que dos especies similares carezcan de un vínculo evolutivo.

    —Se parecía —asintió— pero también era diferente. Creí que podrías saber al respecto.

    —Necesitaré una mejor descripción que esa —respondió encogiendo los hombros—. Pero es posible que sí. ¿Viste a ese pokémon en Aiwass?

    «No» estuvo a punto de decir. «Muy lejos de aquí».




    Ya había anochecido cuando lo encontró, durmiendo sobre uno de los tejados rojizos en los pétalos de la Flor del Sol, camuflado por sus escamas. Había pasado toda la tarde causando estragos por el recinto; en los pasillos, el invernadero e incluso tuvo tiempo de dar un paseo por la sala de conferencias. Era lo bastante escurridizo para dejar atrás a sus perseguidores, que prefirieron conformarse con la idea de ahuyentarlo y no verlo de nuevo. El propio Lewis de Lann había renunciado a su intención de capturarlo al atestiguar el desastre que había dejado en su habitación.

    Pese a ello, no parecía tener ganas de abandonar el recinto, y Anansi no podía evitar preguntarse el por qué mientras lo observaba a una distancia prudencial. Empezaba a hacerse una idea de su naturaleza, del lugar del que venía y la razón de su comportamiento agresivo. Lo único que no entendía era su propio proceder con el pokémon.

    —Oye —le llamó desde el otro extremo del tejado—. ¡Oye!

    Lentamente, el frogadier se desperezó, sacudiendo su cabeza y sus extremidades. Los grandes ojos amarillos se abrieron cuando volvió la vista hacia Anansi, con los brazos en aspas y el cabello bailando por obra del viento que le daba de frente.

    —Tú y yo empezamos con el pie izquierdo. Creo que podemos intentarlo de nuevo.

    Tardó apenas un momento en reconocerla para emitir un siseo de clara hostilidad. Anansi mantuvo su postura sin inmutarse.

    —¿Qué me dices? ¿Vienes conmigo?

    Frogadier extendió sus garras retráctiles para aferrarse firmemente al tejado, tensando sus músculos al máximo, y un momento después, salió disparado hacia adelante como una saeta llameante. Anansi esperó su embestida con los brazos abiertos, consciente de que, dos metros antes de que el pokémon pudiera tocarla, habría sido detenido por un ataque sorpresa.

    «Scarfy».

    Una sombra sinuosa había emergido del tejado para sujetar su pata con garras espectrales, tirando con fuerza para hacerlo caer. Completamente desprevenido, Frogadier fue arrastrado hasta el borde de la estructura, momento en el que la pequeña fantasma volvió a desaparecer mientras él, desorientado, la buscaba a su alrededor, entrecerrando los ojos a causa del viento.

    Misdreavus emergió sobre él, extendiéndose como una manta para atraparlo o contrayendo su cuerpo para burlar sus ataques, cada vez más torpes. Como sospechaba, el cansancio de todo el día empezaba a hacer mella en su resistencia, pero se negaba a rendirse. Volvió a apoyar sus garras en el concreto y sus finas escamas empezaron a brillar antes de lanzarse de nuevo. Scarfy logró esquivarlo un estrecho margen y Frogadier trazó su camino con una huella de cenizas bajo sus pies mientras todo su cuerpo parecía arder.

    —Ahora —pidió Anansi, y la fantasma procedió a elevarse lejos de su alcance. Tal como esperaba, Frogadier fue tras ella, pero una repentina ráfaga de viento lo impulsó aún más arriba de su objetivo, varios metros más allá del suelo, y antes de que pudiera recuperar su postura, Scarfy ya estaba de nuevo sobre él mordiendo su cuello.

    —Bolita —escuchó decir a su entrenadora, y comprimió su cuerpo alrededor de la cabeza del pokémon como si fuera una esfera en el momento justo en que empezaron a caer.



    Anansi bajó del tejado con una sonrisa, andando hacia el sitio en la explanada donde habían aterrizado. Scarfy se balanceaba en el aire, exenta de daño al haber soltado a su presa antes de tocar el suelo, mientras el Frogadier, en el suelo, hacía vanos intentos por levantarse.

    —Para ser un pokémon tan delgado eres bastante resistente —le dijo antes de mirar hacia la fantasma y hacia el pequeño murciélago que se acercaba con timidez—. Eso salió bien. Buen trabajo en equipo.

    Extrajo una pokéball de su bolso. Era verde y tenía un patrón de celdas en su superficie. Tocó al frogadier en la frente con ella y un destello púrpura surgió de la misma para atraparlo. Apenas se agitó una vez en la palma de su mano.

    —¿Funcionó? —preguntó alguien mientras se acercaba.

    —Sip. Gracias por la Ocasoball.

    —No hay de qué —murmuró Naohiro con el mismo tono monótono de siempre— ¿Estará listo para el encuentro de mañana?

    —Tal vez. Si no, ya pensaremos en algo.




    Plushy Berry agarré a tu bishie.
    Merinare también a tu bishie.
    Armiel y a tu waifu.
     
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  17. Threadmarks: Capítulo 6
     
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    Capítulo VI: La Ópera Lunar




    10 de Mayo/Type

    Cuando Arrel Strauss volvió a la vida se encontró a sí mismo en una cama de hospital. La cabeza le martilleaba, pero además de eso no sentía gran cosa. La habitación estaba a oscuras salvo por la luz que se filtraba desde la ventana abierta. Sobre su pecho reconoció la pequeña silueta de Lilly, pero no sentía su peso. A su lado encontró la silueta de su maestra, sentada en una silla junto a su cama con una mano sobre su hombro, la cabeza inclinada hacia delante, pero los intensos ojos verdes brillando en la oscuridad. Hizo un débil intento por levantar el brazo, pero no logró alzarlo más allá de un par de centímetros. Aún así, ella percibió su movimiento.

    —Deja eso. La anestesia sigue en efecto.

    Su voz le llegaba como un eco lejano, onírico, igual que todo cuanto le rodeaba. Tenía la sensación de que seguía soñando y que en cualquier momento despertaría de nuevo en el bosque; una realidad más intensa y aterradora.

    Le tomó varios minutos lograr que su cuerpo obedeciera la orden de hablar.

    —¿D-dónde?

    —Themis, la Flor del Sol. Llevas una semana fuera de combate, como menos, pero ya estás fuera de peligro. Sogia Frey y su expedición también están aquí. Scylla Frey y Lewis de Lann vienen con ellos.

    Un suspiro largo y pausado. Luego, otra pregunta.

    —¿Cómo?

    —Te perdimos el rastro cuando faltaste a la conferencia del viejo inútil. Comprobé con la guardia de los Lann que no usaste el Camino del Rayo para salir de Alseide, si es que puedes fiarte de la palabra de un Lann —esbozó una sonrisa de ironía—. En Lyses también aseguraban que no te habían visto, así que la respuesta aparente era que seguías en el Bosque de Pan. Fui a buscarte mientras Hepsis de Meridión se encargaba de complicar todo con sus niños exploradores... bueno, no fue tan mal. Al final una de ellos nos ayudó a sacarte de ahí junto con otro chico.

    Respondía sus preguntas tan explícitamente como podía, entendiendo lo difícil que le era formularlas. Arrel agradecía el gesto, pero también podía notar un tenue tono de ansiedad en su voz.

    —¿Por qué...?

    —¿Themis? No quería tratarte en mi hospital, no en territorio Frey sin saber hasta qué punto están involucrados. Están contratando gente peligrosa y ya ha habido incidentes en el gimnasio Lyses. Themis, por otro lado... esa falsa reina es verdaderamente insufrible, pero tiene sentido del honor y las facilidades médicas necesarias. Probablemente este sea el único lugar neutral que queda en Aiwass además de Alseide.

    Frunció el ceño involuntariamente, gesto que su maestra interpretó de inmediato.

    —La situación es peor de lo que parece. Tanto los Frey como el Culto a la Ley están buscando activamente la Tiara de la Paz, y si eso no fuera bastante malo, se están acercando a ella. Ambos grupos estuvieron presentes durante el incidente de Cirse y saben a lo que se enfrentan, y aún así, lo buscan. Y por lo que sugiere Palas Unfair, los Lann también están involucrados en todo esto.

    Una mano fantasma de dedos alargados salió de la manga de su bata de laboratorio y se posó sobre la frente de Strauss, que la reconoció al instante. Las uñas se clavaron levemente en su piel, provocando que luego de unos segundos su corazón empezara a latir con fuerza, reanimando su cuerpo a moverse.

    —Necesito que hables, que me digas todo lo que sabes y me expliques qué tan lejos has llegado con tu investigación. Las incursiones de Hepsis al Bosque de Pan me han dejado en claro que tenías razón: está vivo. La pregunta es, ¿cuál de los dos? ¿Lo viste?

    Arrel contuvo el aliento, cerrando los ojos mientras sentía la sangre palpitar por todo su cuerpo, tratando de concentrarse en convertir sus recuerdos en palabras. Volvió al laberinto de árboles espeluznantes, a las aterradoras sombras de sus hojas serpenteantes y a los alaridos de los pokémon salvajes al ser devorados. Las raíces reptando bajo la hierba para salir a la superficie como trampas y, más intensamente que todo ello, los brillantes ojos escarlata del alma del bosque.

    —Está ahí... en Pan.

    —¿Dresserios?

    Negó con la cabeza. Su garganta empezaba a secarse.

    —N-no va a resistir mucho tiempo. Se está rompiendo... y cuando lo haga, ella va a... despertar del todo...

    —¿Quién? —insistió— ¿A quién viste? ¿Quién va a despertar?

    —La Ordalia —replicó con un hilo de voz—. La Gran Ordalia.





    12 de Mayo/Scylla

    Sogia los convocó por la mañana para la visita al Santuario Laurel. El grupo era más reducido de lo que cabría esperar; compuesto únicamente por Naohiro Koiso, Blake Weiss, Anansi y ellos dos.

    —¿Qué pasó con los demás? —preguntó Weiss, tomando fotografías de todo lo que veía por orden del líder.

    —Tendrán mejores cosas qué hacer. Causar problemas en el gimnasio o conspirar con la niña del bosque.

    Acacia Knowing era mayor que cualquiera de ellos, y no hace demasiado también ostentaba el título de campeona. Pese a ello, cuando estaba de buen humor Sogia se refería a ella como niña. Aunque la mitad del equipo se había marchado, y aunque Lewis de Lann los había dejado de lado abiertamente frente a todos, el líder parecía más animado de lo esperado. Sin refunfuñar, sin maldecir, como si todo fuera perfectamente.

    —Scylla... —escuchó una voz lastimera llamarla—... ayuda...

    Quien le hablaba era Anansi, llevada sobre el hombro de Sogia como si de un bulto se tratase. Presentaba marcas de arañazos en la cara y los brazos desnudos, además de estar cubierta de barro seco. En su otra mano, el líder sostenía una bolsa de cuero de la cual emergía la cabeza de un frogadier de arena, igualmente en mal estado.

    —Pueden pelear todo lo que quieran, pero si le prenden fuego a este maldito lugar, Palas Unfair va a hacer su propia hoguera con nuestros huesos.

    —¿Qué estamos buscando? —inquirió Weiss haciendo eco de sus propios pensamientos. Habían caminado cerca de una hora y todo lo que veían era vegetación en forma de zarzas, palmeras que se confundían con exeggutor de sol y colonias de pokémon bicho que mantenían una distancia prudente de Tentacruel, Crobat, Tyrantrum y Fraxure, quienes escoltaban al grupo. Nada que pareciera útil para su investigación.

    —¿Nunca has estado aquí antes?

    Scylla negó con la cabeza. Había pasado la mitad de su adolescencia en Themis, pero Palas nunca les permitió acercarse al lugar. Taena trató de convencerla en un par de ocasiones pero ella respetaba las órdenes de su mentora y, a pesar de su carácter impulsivo, la futura líder de Efesto carecía del valor para aventurarse sola, por lo que el Santuario Laurel permaneció como un misterio para ambas y ahora, años después, se sentía un poco decepcionada de lo que veía, como si todo hubiera sido para nada.

    Se preguntó qué pensaría Taena si estuviera con ellos, pero un momento después recordó con amargura lo sucedido en Efesto.

    No le guardes rencor —había dicho Palas cuando se enteró de todo—. Ella tiene sus propias obligaciones, y no ha tenido un camino más fácil que el tuyo. La culpa es de Tyros, suya y solo suya.

    Sacudió la cabeza, tratando de apartar los pensamientos innecesarios. El crobat de Naohiro divisó algo en la lejanía y los condujo en su dirección. Tras andar al menos otros quince minutos, el resto reconoció una construcción de mármol semiderruida de columnas agrietadas, algunas ya incompletas, sobre una plataforma circular alrededor de una fuente seca. El contorno de la misma presentaba un relieve que se asemejaba a un torbellino de hojas de laurel. Y en el centro de todo, la estatua de anciano héroe, sonriente, acompañado de un pokémon de cuerpo alargado

    —¿Qué es...? —preguntaba Anansi antes de que Sogia la dejara caer para acercarse a la estatua.

    —Está incompleta, pero representa a Menasis. Sigamos.

    Metros más adelante encontraron unas escaleras descendentes que los llevaron a una cámara subterránea. Tras dar un par de pasos en el interior, Scylla encontró un cartel adherido a una de las paredes.

    «Mala suerte, chicos. No queda nada interesante en este lugar».

    Sogia sonrió de lado cuando reconoció la letra de Knowing. Inspeccionaron el lugar armados con linternas. En el suelo de la bóveda, Weiss descubrió un extenso dibujo en bajo relieve erosionado por el paso de cientos de años. La forma apenas y se conservaba, pero podía reconocer, al menos parcialmente, la forma de la región de Aiwass tallada en el centro de la misma. Estaba tan abstraída en su contemplación que no notó cuando Naohiro pasó a su lado, rozando su hombro e iluminando una de las paredes. Había visto aquella escritura antes, en las ruinas de Narciso.

    —¿Qué dicen las de allá? —preguntó Sogia, apuntando con su linterna a un mural igual en el extremo opuesto de la cámara. Naohiro se pasó una mano por el cuello antes de empezar a recitar de derecha a izquierda:

    —La corona de nuestra alianza se marchita.
    La luna se desvanece donde flotan las constelaciones.
    La promesa sagrada de nuestras eras nos ha traído aquí.
    Innumerables eras nos llaman.
    El mundo ahora es viejo y yo soy fuerte.
    ¡Despierta ahora, con la canción de la victoria!"


    El líder asintió, pasando los dedos por la superficie en relieve y recitando a su vez.

    —"Aquí, en el atardecer de los héroes, me detengo.
    El mundo espera una palabra de verdad.
    ¡Oh, dulce melodía fija a mi sien
    Evoca la juventud de mi era!"


    —"Esperanza contra el mal del vacío —prosiguió Naohiro—, despierta ahora con la canción de la victoria".

    Incluso la voz monótona de ella adquiría un tono solemne cuando recitaba aquellas palabras. Solemne y... ominoso. Empezaba a sentir ganas de dejar aquella cámara atrás.

    —¿Qué es esto? —preguntó Weiss apuntando hacia el suelo con su luz. Al norte de la representación de Aiwass, entre Caribdis y la (aún existente) península de Cirse, habían trazado la figura de un pokémon con las alas semidesplegadas, abriendo sus fauces hacia lo que parecía ser la Ópera Lunar.

    —Imposible —murmuró, pero ni Sogia ni Naohiro le prestaron atención.

    —"Despierta a la herida, despierta a la curación.
    Tuya es nuestra bendición.
    Suya es la sangre que corre en nuestras venas.
    Despierta ahora, que la noche nos espera".


    La parte correspondiente al sur de Aiwass también era diferente de lo usual. Donde debería ubicarse el Bosque de Pan había una representación de llamas cubriendo la tercera parte de la región, extendiéndose más allá del mar como largos tentáculos.

    —"El tiempo se acerca, y mi fuerza agoniza.
    Alcanza, su música evoca el dolor de los siglos; el precio de su guerra.
    Por hierro a una edad de oro.
    El mundo ahora es viejo y yo soy fuerte.
    ¡Despierta ahora, con la canción de la victoria!"


    —¡Miren aquí! —exclamó Anansi— ¡Es Narciso!

    Señalaba hacia el extremo oeste del relieve, casi en la orilla de la estancia. Era verdad: aunque el dibujo carecía de otras ciudades o poblaciones humanas, el pueblo de Narciso estaba perfectamente representado con tres torres elevadas junto a lo que parecía ser una flor.

    —Y aquí —intervino Weiss, de rodillas al norte de la región, iluminando lo que parecía ser una cicatriz en el terreno con forma de garras—, aquí debería estar Nix.

    Una linterna cayó al suelo y se rompió. Scylla apuntó con la suya en dirección al ruido y encontró a Anansi, de pie frente a la pared del fondo. Los otros tres hicieron lo mismo, cubriendo de luz el área que la rodeaba, por lo que Scylla notó algo a sus pies: el grabado alcanzaba la pared poco después de Narciso y los Grandes Hermanos, pero no terminaba ahí, sino que se prolongaba sobre el muro, donde había representado un tercer pokémon: de cuerpo esbelto, sin brazos ni piernas, con tres pares de alas levitando a su alrededor. Su cabeza era triangular, coronada por dos pequeñas astas afiladas, y sus ojos eran dos profundas hendiduras en la roca. Había líneas a los lados del dibujo, como si evocaran una luz superior que lo iluminaba todo. Las cuatro linternas subieron en su dirección hasta apuntar al techo, solo para descubrir que el dibujo había terminado abruptamente.

    —La erosión —sugirió Sogia—. O los pokémon bicho. Arruinaron el resto de la escena, una lástima. Tomen muestras de todo, tenemos mucho trabajo qué hacer.




    14 de Mayo/ Residencia de los Frey en Ciudad Caribdis.

    Leryna

    9 de Abril

    Arrel Strauss ha asegurado su presencia en la conferencia del día 12, así como su colaboración durante la expedición a Narciso. Asegura poseer información de vital importancia sobre el Bosque de Pan, y afirma estar relacionado con nuestros estudios sobre el thelema.

    Confirmada la presencia de Acacia Knowing en la ciudad. La posibilidad de que se encuentre en la conferencia es alta, si bien las consecuencias que pueda acarrear son desconocidas.

    Se han presentado fallas en el sistema de seguridad. Se tiene prevista la visita de la especialista para mañana. De igual forma, para el día 11 contamos con el arribo de la señorita Scylla.

    La aspirante al examen teórico sigue bajo vigilancia, pero no ha dado señales de ser una encubierta hasta ahora. En caso de persistir en el asunto, se tomarán medidas.



    13 de Abril

    La conferencia ha concluido satisfactoriamente en la medida en que era posible. El prototipo de la Tiara de la Paz que la señorita Scylla trajo de Nix ha sido entregado a nuestro contacto bajo el encargo de ponerlo en manos del Culto a la Ley.

    El sistema de seguridad ha sido reparado exitosamente. Para la expedición a Narciso tenemos una voluntaria confirmada: la aspirante a la Medalla Vínculo. El día de hoy se han presentado 107 aspirantes más. Se ha presentado un altercado fortuito en el nivel inferior de la biblioteca que no ha tenido consecuencias. Se les mantiene bajo vigilancia.

    No tenemos noticias de Arrel Strauss desde que dejó las instalaciones en Alseide. El paradero de Acacia Knowing también es desconocido.


    19 de Abril


    Partimos de Ciudad Lyses por la mañana. La expedición se compone de ocho miembros, además de la señorita Scylla y yo.

    Anansi: la aspirante a la medalla que tuvimos bajo vigilancia. Más allá del hecho de que viene de Sinnoh, la información que tenemos de ella es prácticamente nula; ni siquiera conocemos su apellido.

    Vega Sericci: el segundo en obtener la Medalla Vínculo. Aprobó el examen teórico por medio de trampas, posiblemente involucrando un ralts que ha sido captado fugazmente por el sistema. Se le mantiene bajo vigilancia. Su aparente hermana, Karen Sericci, nos acompaña.

    Naohiro Koiso: la especialista en sistemas, autodefinida como "arqueóloga amateur". Posee amplios conocimientos en criptografía que podrían sernos de utilidad, pero su carácter inestable hace conveniente mantenerla bajo vigilancia.

    Madison Keyfinder: pese a que consiguió igualmente la medalla, declinó la invitación de unirse a la expedición. Su paradero actual es desconocido.

    Blake Weiss: llegado de Nix con la Medalla Derrumbe, bajo expresa recomendación de su líder de gimnasio. No ha dado motivos de queja.

    Los últimos tres fueron quienes lograron vencer a la señorita Scylla por la Medalla Remolino. Se muestra reacia a hablar al respecto, pero hasta el momento mantienen un perfil bajo.

    Nuestro contacto ha confirmado la entrega del prototipo a la dirigente del Culto a la Ley. También nos informa que, además de replicar la Tiara de la Paz, intentan lo mismo con el Anillo de la Victoria. Se desconoce su paradero o los métodos a través de los cuales pretenden obtenerlo. Al igual que nosotros, ignoran lo sucedido con Arrel Strauss.

    Durante el proceso de selección, tanto Vega Sericci como Anansi se vieron involucrados en el robo y devolución de numerosos volúmenes en la biblioteca. Naohiro Koiso se ha autoasignado la misión de descubrir al culpable, en contra de mi recomendación explícita de olvidar el asunto. Al igual que con Anansi, solicito que se investigue a los hermanos Sericci. Mi sospecha inicial es que tanto él como su hermana están relacionados con la familia de Kanto.

    En una nota aparte, se nos ha informado sobre un incendio en la biblioteca de Lyses. Esperamos contar con su apoyo para la investigación correspondiente.

    La llegada a Efesto está prevista para mañana. Luego de reponer suministros seguiremos camino a Narciso.


    1 de Mayo

    Las negociaciones con Tyros de Lann han concluido satisfactoriamente. De acuerdo a la información reunida durante los últimos días, podemos reconstruir la mayor parte de los hechos: se induce que el ataque efectuado a la fortaleza de Ignis fue, de hecho, perpetrado por el Culto a la Ley, en búsqueda del Anillo de la Victoria, o un prototipo lo bastante avanzado desarrollado por los Lann. El nivel de perfeccionamiento alcanzado por el mismo es desconocido, aunque podemos inferir que se halla muy detrás de nuestros avances con la Tiara de la Paz. El robo fue exitosamente interrumpido gracias a la colaboración de nuestro equipo de expedición, en particular al trabajo en conjunto de Blake Weiss y Naohiro Koiso, siendo esta última quien logró descifrar el modo en que se infiltraron a Ignis y el primero quien dio oportunamente con el paradero de los criminales, si bien insiste en que el mérito no fue solo suyo.

    El estado mental de la señorita es motivo de preocupación. Al carecer de indicaciones a seguir, intentó forzar su escape de los muros de Efesto con ayuda de Vega Sericci, lográndolo en última instancia. La intervención de Anansi en el asunto evitó que acarreara peligrosas consecuencias hasta la llegada de la guardia de los Lann. La probabilidad de que los Lann sospechen de nosotros son altas. El propio Tyros ha insistido en mandar a su hijo con nosotros, solicitud que no he podido rechazar. Cuento con poder hacer uso del grupo para mantenerlo lejos.

    Partiremos a Narciso en unas horas. El joven Sericci nos dará alcance después, pues afirma tener que volver a Lyses. Hemos comprobado que las sospechas de Naohiro Koiso respecto a la identidad de su hermana han probado ser certeras, pese a que no veo conveniente comunicárselo a ella. La posible relación entre Sericci y Acacia Knowing es un factor a tener en cuenta a futuro, más ahora que desconocemos el paradero de la doctora.


    Paró de leer, exhalando un suspiro de cansancio mientras se frotaba los ojos. Cada vez le resultaba más difícil pasar largos períodos de tiempo frente al ordenador. Se estaba haciendo mayor aunque no quisiera admitirlo. Trataba de convencerse de que sesenta años no eran tantos, bien o mal llevados. Aún se encontraba atractiva cuando se miraba al espejo pese a las arrugas frente a sus ojos que ya no podía disimular, y su cabello siempre fue blanco, de modo que podía enmascarar su edad hasta cierto punto. Sus manos, extremadamente cuidadas, seguían tan tersas y hábiles como hace años, si no es que más, y su mente estaba más despierta que nunca, o al menos eso quería pensar.

    Veinte años ya a cargo de la familia, de la ciudad, de la Liga y de la región misma. Cuando miraba hacia atrás sentía ganas de felicitarse a sí misma por el trabajo logrado, pero también sabía que no podría realizarlo por siempre. Tarde o temprano sus hombros serían incapaces de llevar la carga y tendría que dejarla en manos de alguien más. Sólo esperaba que no fuese pronto.

    —Directora —se le informó—. El joven Caron ha llegado.

    Sonrió. Pese a todos sus logros y al hecho de pasar de los treinta, todos en la compañía seguían hablando de su hijo como "el joven", cosa que a él le molestaba.

    —Que suba a mi oficina.

    Mientras esperaba, pasó al siguiente informe.


    7 de Mayo

    La presencia de los pokémon fantasma ha dificultado la exploración, pero hemos podido recolectar la información que vinimos a buscar. Tal como esperábamos, no hay pistas sobre la Tiara de la Paz en Narciso. Más aún, carecemos de motivos para suponer que alguna vez se encontrara aquí. El pueblo de Narciso carecía de los medios para producir semejante nivel de tecnología. Sin embargo, en el material histórico que hemos podido examinar, encontramos indicios de un posible culto a Menasis, quien abandonó la región para emprender su viaje al oeste, según las escrituras, hace más de mil años. Las fechas coinciden con el período en que, de acuerdo a la leyenda, fue avistado surcando los cielos del Desierto de Lios. Es allá a donde dirigiremos nuestros pasos ahora. Lewis de Lann ha mantenido un perfil bajo, dócil y moderado. Se le mantiene bajo observación.

    En una nota aparte, gracias a una acción independiente hemos descubierto un masivo nido de colarva y frosulo en el subsuelo de Narciso, camino al Manto Gris y atravesando las Torres Nova, regido por un Frosthra. Sospecho que puede estar relacionado con la desaparición del pueblo de Narciso hace cincuenta años, si bien carecemos del tiempo para quedarnos a recabar más información al respecto.


    Unos nudillos golpearon suavemente la puerta de su oficina. Tras dar su permiso, esta se abrió para dar paso a un hombre joven de traje gris acero. Cabello blanco levemente erizado y ojos azules oscuros como los suyos, profundos como el océano nocturno. Recio, pero en forma, proyectando seguridad y gracia a partes iguales a través de su modesta sonrisa.

    —Madre.

    —Caron. ¿Hace cuánto que no te veo?

    —Tres meses, cuarto días y... —alzó su brazo para mirar el ostentoso (y ridículo en su opinión) reloj— seis horas con doce minutos.

    —Diez días —replicó—. No trates de hacerte el listo. ¿Cómo fueron las negociaciones en Sinnoh?

    —No tan bien como cabría esperar, el nuevo campeón es un poco... —se encogió de hombros— es un idiota sin remedio, y en Kalos no había nada qué hacer. De cualquier modo, no dependemos tanto de ellos. ¿Qué tal han ido las cosas en Aiwass? ¿Cómo está el tío Sogia?

    Negó con la cabeza, divertida por su irreverencia y feliz por la pregunta. No había lazos de sangre entre ellos y Caron fue consciente de la situación respecto a Sogia desde que era un niño, pero siempre se refirió a él como "tío", y le dispensaba el mismo respeto que a cualquier miembro de su familia.

    —Ven a ver. Repasaba sus informes.

    Caminó hacia donde estaba ella y se inclinó ante el ordenador, leyendo las últimas líneas con el ceño fruncido.

    —¿Por qué a Themis? ¿Se cansó del frío y ahora quiere ir al desierto?

    —A diferencia de las otras ciudades nacientes como Icaros y Efesto, Themis mantuvo una relación cordial con Narciso a través de los siglos. Comparten mucho en historias y leyendas, especialmente en lo relativo a Menasis. Fue precisamente esto lo que condujo a la fundación de la Ciudad Oculta.

    —Pero en el mapa político actual, están más ligados a los Lann.

    —Consecuencia de la precaria situación de Themis, el apoyo de Icaros y la incapacidad de Narciso de proveer ayuda. A pesar de todo, la gente de Themis recuerda sus vínculos con la luna y mantiene una posición relativamente neutral.

    —Si tú lo dices...

    Quedaba un último informe que había llegado esa misma tarde. Decidió abrirlo junto al joven Caron que ya no era tan joven.


    14 de Mayo

    Acacia Knowing ha arribado a Themis el mismo día que nosotros junto a dos jóvenes entrenadores escoltando a Arrel Strauss. Su actitud indica que desconfía de nosotros, aunque sus propias acciones dan mucho para pensar. Vega Sericci ha manifestado su apoyo a ella. Lewis de Lann ha terminado su asociación con nosotros, así como otros dos miembros del equipo que actualmente se compone de Anansi, Blake Weiss, Yakov, Naohiro Koiso y la señorita Scylla. Palas Unfair nos ha ofrecido trato hospitalario a todos por igual, si bien se mostró renuente a abrir Santuario Laurel; acabó cediendo al final.

    El Santuario Laurel nos presenta lo que parece ser un conflicto entre Menasis y el pueblo del Oasis, tal como lo ocurrido hace veinte años en Cirse. A su vez, se hace referencia a una entidad a la que solo puedo considerar su enemigo jurado Dresserios. De ser cierto, las implicaciones que tendría esto con la relación entre Themis y el sol arroja consecuencias desagradables cuando sale a colación el ciclo de renacimiento de Menasis.

    Más inquietante aún es la presencia de un tercer pokémon. Esta criatura no aparece en los registros de ninguna parte de Aiwass, y su apariencia no encaja con ninguna especie conocida. Es destacable que su ubicación en el relieve que hallamos lo sitúa más allá de los Grandes Hermanos, en lo que sería territorio del Manto Gris. Este factor adicional puede alterar severamente lo que creemos saber, así como los planes de la familia Frey. Considero de vital importancia tratar este asunto en persona con usted.



    —Muy bien, ¿qué opinas? —preguntó al terminar de leer.

    —Ya sabes que la mitología no es mi fuerte.

    —Esto no es mitología. Al menos, ya no.

    —El tío Sogia sabe más de esas cosas, lo mío son las relaciones. Y hablando de eso, esto es todo un enredo. Ya no son sólo los Lann, también Knowing y ahora Themis.

    —No olvidemos el Culto a la Ley. Tal vez frustramos sus planes en Efesto, pero siguen investigando las propiedades del thelema en el Bosque de Pan.

    —¿Importa? Están a años luz de nosotros de todos modos. Pero de cualquier modo, creo que es el momento de cambiar de aires.

    —Prosigue.

    —Knowing, Lann, y los chicos del tío Sogia. Deberíamos traerlos aquí, igualar un poco el terreno. Conocerlos, descubrir sus intenciones y... si resulta que no nos convienen, estaremos en el mejor lugar para actuar en consecuencia. Y podemos escuchar la historia completa sobre ese tercer pokémon y lo demás. Además, Scylla ha pasado demasiado tiempo lejos de casa.

    Leryna Frey asintió y despidió a su hijo con la indicación de que se hiciera cargo de los preparativos. En verdad, ya no era tan joven y empezaba a mostrar signos de liderazgo. Cuando ella hiciera falta, podría apoyarse en Sogia para conducir a la familia.

    Pero aún faltaba demasiado tiempo para ese día. A como estaban las cosas, su familia aún la necesitaba a la cabeza.




    15 de Mayo/Palas

    —¿En verdad no vienes con nosotros?

    Scylla tomaba sus manos con cara de decepción. La noche anterior había llegado a la Flor del Sol una invitación a la Ópera Lunar en Ciudad Caribdis para el día 17 del mismo mes. Dicha invitación se extendía tanto a Acacia y sus protegidos como a la expedición de Sogia Frey, además de a los otros siete líderes de gimnasio y los cuatro miembros del Alto Mando y el campeón. Palas tenía serias dudas respecto a quienes asistirían, pero al menos estaba segura de que ella no.

    —Mi lugar está en Themis, especialmente ahora. Siento mucho perderme tu presentación, pero no puedo dejar el Oasis por el momento.

    —Entiendo —murmuró sin convicción

    —Y sea cual sea tu decisión respecto a Taena, es algo que deben resolver entre ustedes. Han dejado pasar demasiado tiempo desde entonces, ¿no crees que es momento de que hablen con sinceridad?

    —¡Unfair! —replicó Sogia detrás de ambas— No me quites a mi subordinada. Tenemos que darnos prisa si queremos llegar a tiempo, no quiero que la directora me mate.

    —Envíale mis saludos.

    Les había proporcionado un barco para llegar a su destino a través del Río Vastari. Junto con Sogia iban Naohiro Koiso, Blake Weiss, Anansi y los hermanos Sericci, aunque tendrían que compartirlo con el resto del grupo.

    —Tú —le dijo a Lewis cuando se despidieron—, ten cuidado. Estarás lejos de tu territorio.

    —Siempre estoy en mi territorio —respondió sonriente—. Lo tendré.

    Los siguientes fueron Madison Keyfinder y Arianne Labelle. Pese a ser la más joven del grupo, se había mostrado bastante capaz durante su batalla por la Medalla Enjambre. Solo esperaba que se mantuviera lejos de los problemas.

    De pronto sintió el tacto cálido de dos brazos envolviendo su cuerpo y el peso de alguien sobre su espalda.

    —¿Qué tanto miras a mis chicos? —bromeó Acacia a su oído.

    —Han reunido un grupo bastante particular, ustedes dos. Traten de no hacerles daño en sus juegos.

    —No prometo nada, algunos de ellos ya están bastante involucrados. Hablando de chicos, ¿puedes cuidar de los míos?

    —Tus Tropius no son problema, ya están en los criaderos con los demás. En cuanto a Arrel...

    Vio una sombra de preocupación pasar fugazmente por sus ojos verdes.

    —Aún no está en condiciones de moverse, y aún si fuera el caso, prefiero que no nos siga a Caribdis.

    —Alseide no es más seguro desde el incidente en el Bosque de Pan. ¿Lo supiste? Parece que la expedición de Meridión tuvo que retroceder.

    —Era de esperarse —respondió Acacia—. Se metieron con una fuerza más allá de su control.

    —Como tú.

    —Como yo —concedió de buen grado—. Pero creo poder defenderme de nuestros amigos Frey. Y tengo dos buenos guardaespaldas... Tal vez cuatro. Tal vez tres.

    Esperó hasta que el último de ellos subiera y el barco se perdiera en el horizonte. A través del río deberían llegar a su destino antes del anochecer. Apenas desaparecieron, dio media vuelta y arrojó una pokéball al aire para liberar a Volcarona y sentarse entre sus grandes alas y emprender el vuelo hacia el Santuario Laurel mientras la Flor del Sol empequeñecía bajo su mirada.

    Su mente la llevó al pasado, cuando vio a la construcción erigirse desde sus cimientos. En aquel entonces Fen se dedicaba día y noche a supervisar la obra junto con Tyros, mientras Acacia pasaba el tiempo estudiando a las especies del Oasis junto con ella, como años después hacían las niñas antes de que todo se torciera.

    ¿En qué momento había sido? ¿Cuándo fue que la enemistad se convirtió en conspiración? Ahora Taena, Scylla y Lewis tan involucrados como sus padres, y aquellos chicos extranjeros seguían el mismo camino, envueltos en un conflicto más allá de lo que podían comprender.

    Tardó poco en descender sobre el santuario. Ni el grupo de Acacia ni el de Sogia habían causado problemas a los pokémon y, por lo visto, no habían llegado demasiado lejos. Lewis estaba molesto por no haber tenido oportunidad, pero a juzgar por los resultados de sus competidores, no se había perdido de nada. Descendió las escaleras de mármol seguida por Volcarona, cuyas alas ardían lo justo para mantener iluminado el camino. La representación de Aiwass surgió ante las llamas de su pokémon como una visión de pesadilla, como un augurio terrible, mientras las antiguas descripciones danzaban en los muros anunciando la ruina. Pero no había acudido ahí para dar rienda suelta a sus temores.

    —Danza Aleteo —ordenó. Mientras su compañera obedecía, avanzó con determinación hacia el dibujo del pokémon alado en la pared más lejana y lo rozó con sus dedos. Las llamas de Volcarona empezaron a extinguirse, pero al mismo tiempo se encendía una diáfana luz violeta proveniente de la tierra de Aiwass bajo sus pies, ganando brillo con cada aleteo y dando claridad a todo el recinto.

    Fen podía imaginar estructuras colosales y majestuosas que después convertía en realidad, pero sus antepasados de Themis iban mucho más lejos de lo que él jamás soñó. Nadie podía acceder al verdadero Santuario Laurel excepto el guardián del oasis. Nadie que no fuera digno de ello, dueño de los ancestrales secretos y de la devoción de los pokémon bicho. Ni Sogia ni Acacia... ni siquiera Lann podía llegar tan lejos.

    Pasó su mano sobre las alas levitantes del dibujo, susurrando.

    —Muéstrate, y guíame hacia la victoria.

    La Themis en el suelo empezó a hundirse para dar lugar a una escalera de caracol en la oscuridad. Tensa, pero con resolución, Palas descendió a través de ella hacia la cámara inferior del santuario, donde le esperaba una estancia varias veces más grande que la superior resguardada por estatuas de diferentes pokémon bicho en actitud combativa. Y, en el centro de todo, una estatua a tamaño real que representaba a un viejo rey arrodillado. Era de mármol como las demás, salvo por la corona en sus manos blancas que sostenía hacia arriba en actitud de entrega. La joya, de un plateado brillante, tenía la forma de varias hojas unidas entre sí sobre un aro rígido con pequeñas gemas rojas en su superficie que parecían ojos vistos con imaginación, como los ojos de un enjambre acechando en la oscuridad a su presa o (como ella creía), acechando a cualquiera que tratara de hacer daño a su pueblo.

    Porque el Anillo de la Victoria no era otra cosa sino ello: el dispositivo que, durante siglos, había obsequiado a Themis con la vitalidad que les permitía sobrevivir, irradiando su fuerza vital a la tierra muerta del desierto para convertirla en un lugar próspero para humanos y pokémon por igual. ¿Qué pretendían Sogia y Acacia husmeando donde no debían? ¿Qué harían de encontrarla además de satisfacer su curiosidad científica o ponerla al servicio de la codicia de otros?

    Era mejor para todos que el secreto se mantuviera oculto. Unos y otros ya estarían en Caribdis para entonces, persiguiendo otro misterio, y el pueblo del oasis viviría en paz por mil años más, o al menos hasta que ella pudiera protegerlo.

    En aquel momento, algo que bien podía ser el puño de un gorluk la golpeó en el pecho, atravesando su torso y expandiéndose por todo su cuerpo como una sombra. Sus piernas perdieron la fuerza para sostenerla y cayó de rodillas mientras una nube oscura envolvía su mente.

    «¡Volcarona!»

    Si protectora emitió un zumbido de dolor un segundo antes de caer al suelo, fulminada por el enemigo invisible que ahora la sometía a ella. Sintió, presa del pánico, como sus propios brazos se movían hacia la estatua y sus manos tomaban la corona de las de mármol para aferrarse a ella. Sólo entonces sintió cómo la fuerza que la poseía abandonaba su cuerpo para materializarse frente a ella.

    —N-no es... —«posible», no pudo terminar de decir, reconociendo por un instante fugaz a la presencia frente a ella.

    «Tú no estás aquí» gritó en su interior «te vi irte».

    Su último pensamiento fue una sonrisa torcida que se desvanecía en la negrura.




    17 de Mayo/La Ópera Lunar

    Si algo dejaron en claro los Frey esa noche, era que no perdían en cuanto a ostentosidad con los Lann. Comparado con el despliegue de parafernalia en la Ópera Lunar, el torneo de la Plaza del Sol parecía un triste espectáculo que salió mal. Los coordinadores más destacados de la ciudad exhibieron sus mejores presentaciones ante el público, compartiendo espacio con jóvenes amateurs y las performers poco conocidas hasta entonces en la región. Pese a todo, la principal atracción no se encontraba en el escenario, sino en las personalidades que ocupaban los palcos, como se demostró cuando terminó la última presentación de la heredera de los Frey y dio inicio la fiesta en el exterior del recinto, ante la luces de incontables lanturn que convertían el mar en un segundo cielo estrellado.

    —Nada mal, ¿verdad? —preguntó un alegre Caron Frey a la joven Evers, líder de gimnasio en la Ciudad Oculta.

    —No está mal, salvo por el tipo que casi incendia la plataforma con su presentación —respondió, oteando el exterior como si buscara a alguien en particular— ¿Quiénes más fueron vinieron?

    —Invitamos a todos los líderes, pero sólo Ericksen, Lann, Scylla, el tío Sogia y tú vinieron. Type se encuentra en recuperación y Palas Unfair declinó la invitación. Abimael ben Zariel ni siquiera respondió. También invitamos al Alto Mando pero Meridión tiene asuntos pendientes en Tesseus y Tyros de Lann... Ya sabes.

    —Entre menos Lann mejor —murmuró antes de dar un sorbo a su copa— ¿Lewis es el único Lann en la fiesta?

    —Trajo a parte de su guardia, así que no. Y también Arys de Septentrión aceptó venir. Tenemos al menos tres Lann, suficientes en mi opinión.

    —¿Y el campeón?

    —Es un ebrio y un imbécil. Nadie lo echará en falta.

    —En eso coincidimos —suspiró.

    —Si esperabas a alguien más, tal vez lo encuentres entre el público.


    No muy lejos de ellos, Sogia conversaba con un incómodo Lewis de Lann, igualmemte incómodo al verse obligado a enfundarse en un frac.

    —¿Cómo es que esta cosa enorme puede flotar?

    —Igual que la Luna flota en el cielo muchacho: magia.

    Estuvo a punto de darse una palmada en la frente por pensar que podía obtener una respuesta seria, pero prefirió esperar a que Frey se alejara.

    —El remolino —añadió una tercera voz. Lewis volvió la vista para encontrarse con un desconocido que, a diferencia de ellos, no sé atenía a los criterios de etiqueta y en su lugar vestía una larga gabardina gris sobre un traje viejo y descolorido. Sus manos temblaban mientras trataba de encenderse un cigarrillo.

    —¿Qué remolino?

    —Hay un remolino debajo de la isla que ejerce justo la fuerza necesaria para mantenerla flotando estable. En realidad la isla fue construida para bloquear el remolino, porque si no estuviera aquí, el agua del mar saldría como una fuente gigante que nos mataría a todos. Eso dice la leyenda.

    —Suena aún más ridículo que la magia.

    El desconocido se encogió de hombros.

    —Si no te gusta mi respuesta, piensa una por ti mismo. Creí que eras un genio.

    —Lo soy —respondió levemente irritado—, por eso sé que no tiene sentido que una estructura como esta pueda flotar. Es imposible.

    —Pero lo está haciendo. Estás parado sobre una estructura gigantesca que no debería flotar y, sin embargo, lo hace. Necesitas encontrar una mejor respuesta porque "imposible" ya está fuera de la lista.

    Lewis lo miró con curiosidad. Era la clase de individuo que encajaría más en los callejones de Lyses que en una fiesta de gala, los locos que son demasiado pobres para ser internados en un psiquiátrico. Y, sin embargo, estaba ahí, de la misma forma que flotaba la Ópera Lunar.

    —¿Cómo te llamas?

    —El nombre no importa, para cuando pienses de nuevo en mí, ya me habré ido —dio una calada a su cigarrillo y lo arrojó al mar—. Pero si realmente te importa, creo que puedes llamarme Kozaky.



    Y... estamos de vuelta! Creo que en este punto es preferible ponernos al corriente sobre la marcha que seguir esperando. /o/

    Esta es una etapa relativamente libre. En parte porque algunos ya tienen planes para lo que quieren hacer, y en parte porque otros tienen pendientes qué hacer. Los que no entran en estas categorías pueden hacer lo que prefieran. Tienen entre dos y tres días (según se vea) para explorar Caribdis o pueden hacer algo antes de irse de Themis. Ya estamos todos reunidos por si quieren hacer planes con otros users. El resto de los líderes estará llegando a la ciudad, así que pueden desafiar a cualquiera de los presentes o tomar parte en el espectáculo. Sea como sea que prefieran, sus posts tienen como límite la noche del 17 de Mayo, mientras la fiesta sigue su curso.

    La próxima actu cae el 18.

    ¡Nos vemos!
     
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  18. Threadmarks: Capítulo 6-Arianne
     
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    Arianne (VI)

    14 de Mayo/Themis

    En la última noche de la estudiante de Nix en la ciudad del oasis, los illumi y volbeat volaban a través de un manto negro sin ninguna estrella. Un espectáculo hermoso sin ninguna duda. Al lado de ella se encontraba la eevee sin nombre todavía, rascándose sin ninguna pisca de elegancia, echando todas sus pulgas para que se la coman los renacuajos.

    La semana había sido bastante aburrida; el encanto del pueblo terminaba perdiéndose después de recoger la baya numero quinientos. Menos mal que mañana mismo iban a zarpar a otro lado. La ciudad de Caribdis, según la señora Knowing, era un lugar de lo más bonito donde había una especie de cúpula de cristal que flotaba sobre el mar. Al menos eso fue lo que le dijo cuando la científica estaba buscando su recompensa.

    —No me interesa como la uses—dijo Acacia ofreciéndole la piedra—, pero si te atrapan en algo malo, luego no quiero que digas que yo te la di.

    —¿Aunque toda la sala sepa vio que la estabas regalando?

    —Solo di que la encargaste en internet. Te sugiero que la guardes bien.

    La joven mostró una sonrisa nerviosa, luego siente a Dulcinea olisqueando la joya y lamiéndola como si se la fuera a comer. Un sonido de chapoteo le devolvió al presente, levantó la mirada para observar a su criatura con una sonrisa burlona mientras movía la cola de la felicidad. El surskit les lanzó un ceño fruncido antes de deslizarse hacia el otro lado.

    No tuvo tiempo de regañar a su eevee cuando ya estaba repantigándose en su regazo. Aparte de no saber que nombre ponerle, tampoco sabía cómo educarla. Ante su vista se comportaba de la manera más adorable posible, pero en el momento en que estaba distraída, ya había hecho algo malo. Lo mismo pasó durante el paseo alrededor del gimnasio el trece de mayo.

    Unas horas luego del entrenamiento con Blake, la joven decidió tratar de echarle un vistazo a lo que iba a enfrentarse. Lo único conseguido gracias a esa pequeña expedición fueron unas marcas de la pinza de un scizor en la manga de su chaqueta, la que llevaría colgando de no ser por la rápida intervención de González y As que ahuyentaron al insecto de metal de manera bastante lenta, solo para que el grupo tuviera el tiempo suficiente de ver esos ojos que juraban volver.

    La única que estaba tranquila era la eevee quien disfrutaba de una baya aranja de la misma forma que un criminal iba conduciendo a altas velocidades un auto robado o un ladrón disfrutaba de su fortuna gracias a la genial ejecución de su plan. Resultó que en un momento de descuido donde la señorita Labelle se asomaba a la extraña puerta de la estructura de arena, escuchó el sonido que haría un yunque al caer en la arena.

    Eso fue básicamente lo que pasó. Salvo que el yunque estaba vivo.

    15 de Mayo/Caribdis

    En cuanto el barco tocó la costa, los dos grupos convertidos en uno bajaron con toda la paciencia del mundo, excepto Arianne Labelle que bajaba a toda prisa intentando ubicar la mata pelirroja del coordinador. No le costó encontrarlo, estaba mirando la ciudad mientras un cigarrillo colgaba de su boca. La verdad es que odiaba el olor a tabaco, pero podía dejarlo pasar.

    A final de cuentas, todos tenemos defectos, ¿no?

    —Es bonita la ciudad.

    —Sí, lo es—respondió Blake—¿Qué piensas hacer?

    Menos mal que el señor Weiss colocó el siguiente tema de conversación porque su manera de iniciarla le hacía desear desaparecer en el fondo del océano.

    —No sé—comenzó Ari jugueteando con su pelo—. Supongo que iré…de compras.

    —Ah sí, la fiesta.

    —¿Vas a ir?

    La chica miraba al otro lado fingiendo desinterés.

    —Claro que sí, tampoco tengo otra cosa que hacer—el hombre apagó su cigarro de un pisotón para después guardarlo en la chaqueta—. Bueno, si me disculpas…

    Abrió la boca para preguntarle su color favorito, pero decidió que ya sería ser demasiado descarada así que asintió distraída. A lo mejor podría cuestionarle sobre si su pelo es natural o lo tiñó para darse una idea. Miró a sus pokémon en busca de una respuesta y aunque el coordinador se encontraba a una distancia considerable, lo siguió pensando por un buen rato.

    La estudiante estaba paseando por las calles de Caribdis; una ciudad extensa donde si te asomabas desde cualquier lado podías ver a las criaturas marinas paseándose cerca del concreto. Los autos recorrían las carreteras a alta velocidad, moviéndose a través de las islas en un abrir y cerrar de ojos. La ropa de la gente era formal en comparación a las prendas para el calor de Themis.

    Aunque claro, lo que le interesaba en ese momento eran las tiendas.

    Las boutiques no dejaban nada que desear, considerando lo elegante del lugar, aun si no se comparaban con los negocios de Kalos. Después de pensarlo un buen rato, mientras la dueña frotaba sus manos impacientes, pensó que su mejor baza sería un vestido color guinda con una falda por encima de las rodillas. La suerte quiso sonreírle en ese día puesto que encontró uno perfecto de su talla. No quiso mirar más para no arrepentirse de su elección por lo que salió de inmediato de la tienda acompañado de su equipo, giró sobre sus talones al ver por el rabillo del ojo el escaparate de la joyería. La eevee aprovechó ese momento.

    Cinco minutos fueron suficientes para morder la cola de un linoone que caminaba enfrente de ellos. El tejón soltó un chillido mientras la zorra volvía con su dueña.

    —¡Lo siento!—exclamó Arianne avergonzada.

    —No pasa nada—dijo el desgarbado dueño—. Matthew esta acostumbrado a cosas peores.

    El aspecto del hombre le hizo retroceder unos pasos de forma inconsciente; vestía una chaqueta sucia y descolorida, tenía el pelo desordenado, grandes ojeras debajo de sus ojos. La sonrisa en su rostro daba a conocer la pereza de sus músculos faciales, su voz era la que tendría un slaking si estos supieran hablar. No parecía tener mucha prisa ni muchas preocupaciones considerando la lentitud al caminar y al cambiar de expresión.

    —¿Has estado ocupada, no?—dijo el hombre señalando las bolsas de la boutique.

    —Sí, un poco—respondió intentando sonreír.

    —Ya veo. Esa eevee tiene potencial, será mejor que la cuides.

    El sucio sujeto se inclinó cerca de la ciega, colocando su cara a su nivel. La levantó justo en el momento cuando ella lanzó un mordisco.

    —¡Eevee!

    —¿Aun no le has puesto nombre?

    —No se me ha ocurrido…

    —Veo que es una hembra por el patrón de su cola.

    —Sí, la distinción entre géneros es una de las primeras cosas que nos enseñan en la primaria.

    —Espero que le saques el potencial máximo a tus pequeños, sobre todo el de esa niña. Te veo un poco apartada del grupo. Mi nombre es Kozaky por cierto.

    —Kozaky…no entiendo a donde quieres llegar, ¿de qué grupo hablas?

    —Del grupo—insistió el dueño del tejón—-. Algunos se apartaron porque no estaban preparados para lo que va a pasar, otros aún están indecisos, varios desaparecieron antes de siquiera hacer nada, pero sin importar cuantos queden, nadie va impedirlo.

    —Me tengo que ir…

    La señorita Labelle reafirmó su decisión de mantenerse alejada de las drogas, Kozaky la tomó del brazo y antes de que pudiera lanzar una ciega patada, sintió como el agarre desapareció. Suspiró aliviada hasta que sintió como un objeto palpitaba dentro de la palma de su mano. En el momento que escondió la extraña piedra dentro de su mochila, descubrió que lo que palpitaba era su extremidad.

    —Vamos al centro pokémon—dijo Arianne a sus criaturas.

    Apretó los dientes cuando la enfermera insertó una aguja directo a su vena, el liquido en la jeringuilla se drenó mientras le dirigía una mirada a un objeto envuelto en aluminio que estaba al lado de la cama. Sus pokémon eran atendidos por un enfermero sudoroso, esperaba que la consulta acabara de una vez antes de que González sea capaz de saltar la barrera humana que improvisó con algunos pasantes.

    Al menos esa medicina fue eficaz pues las manchas moradas desaparecieron de inmediato.

    —Menos mal que viniste rápido—dijo la chica quitándose los guantes—. Si hubieras tardado unos minutos más, no puedo asegurar que salieras con las dos manos…o con los dos brazos…o con vida.

    —Ya entendí, gracias.

    —Ese aluminio debería mantener el veneno a raya, ¿Quién te dio esa cosa?

    —Un vagabundo.

    —Oh…

    En cuanto salieron del centro, los edificios de Caribdis estaban iluminados, la muchacha empezó a planear en su mente donde podría hospedarse cuando la eevee aplacó contra el costado de una glameow que andaba caminando por las solitarias calles. La hembra respondió el maullido de dolor con una sonrisa mientras su dueña (al menos temporal) alzó distraída a la criatura afectada por el thelema.

    ¿Qué le quería decir ese vago? ¿A qué grupo se refería? Apenas conocía a las personas que vinieron con ella a la ciudad…

    Sobre todo…porque estaba tan interesado en su nueva pokémon.

    —¿Qué te parece el nombre de Ivy?—sugirió Ari meditabunda.

    No era lo más original del mundo, pero era mejor que nada. Tampoco parecía que a Ivy le importaran demasiado esas cosas.

    17 de Mayo/Opera Lunar

    La cúpula sobre el mar comenzó a mostrar su máximo esplendor mientras estaba mirándose en el espejo por cuadragésima vez. En cuanto levantó la vista sus ojos fueron encandilados a causa de la estructura más hermosa que ha visto en su vida. Mediante la magia de la ciencia se mantenía flotando mientras los invitados disfrutaban la fiesta a la luz de las lunas. En cuanto la joven entró al exterior de la Opera Lunar, después de alisarse la falda, fue rodeada por la música clásica.

    En el momento que llegó comenzó a buscar entre todos los comensales la mata pelirroja del señor Weiss, sintiéndose más tranquila al no tener que vigilar a González todo el tiempo. Esa noche era trabajo de otra persona. Cuando miró por el rabillo del ojo esa inconfundible diadema cuya dueña es capaz de conjuntarla incluso con un vestido de gala, ya era demasiado tarde, no tenía ninguna escapatoria. La líder de gimnasio le agarró del brazo de la forma más delicada posible para que nadie notase cierta agresividad.

    Roxanna llevaba un vestido gris deslumbrante (si eso acaso era posible) con un escote tipo cisne, una falda ancha donde varios diamantes brillaban tanto que encandilaban sus ojos. Si eso no fuera suficiente, sujetaba una de esas bolsas carísimas llenas de piedras preciosas por todos lados. Sus zapatos de tacón en forma de aguja de un color carbón no tenían ningún problema es desplazarse a través de toda el área hasta que llegaron a un lado apartado de la gente.

    —¿Te parece gracioso hacerme perder dinero?

    —¡Ya dije que lo siento!

    Aunque sí era verdad que lo sentía, el hecho es que tenía la impresión de que ella podía romper cuarenta Plazas del Sol y la cuenta bancaria de la señorita Evers apenas recibiría un pellizco. La dueña es la que estaría muerta del rabia al tener que seguir dándole dinero a ese mujeriego extravagante.

    —En fin, ¿Dónde está esa ternurita?—dijo Rox mostrando una sonrisa radiante—. Lewis me contó que regresó contigo.

    —Esta en una guardería.

    —Más te vale que no evolucione—dijo la líder de Nix sin parar de sonreír.

    La chica asintió sin siquiera pensarlo dos veces.

    —No sé porque te invitaron a esta fiesta, pero no me avergüences por favor, ¿Quieres acompañarme a ver el siguiente espectáculo?

    —Estaba buscando a alguien…

    —Eso lo puedes hacer luego. Te recuerdo que estas aquí gracias a mí.

    —En realidad…

    En realidad, sabía que era inútil negarse. Suspiró dejándose guiar hacia la multitud cerca del escenario.




    En esta parte no pasan muchas cosas interesantes, pero que se le va hacer xd.

    Tome prestado a tu chavo bien heterosexual Gold y a tu vagabundo que claramente no lleva una pistola Kiwi.

    Viva el relleno.

    Pd: Publique primero que Meri :D
     
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  19. Threadmarks: Capítulo 5-Blake
     
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    V: Shining


    El frío viento chocó contra su cara y sus pasos causaban un eco resonador con cada escalón que bajaba; la gruesa chaqueta militar con diferentes condecoraciones parecía brillar de forma fantasmal contra el sol de mediodía, una gorra a juego con todo el disfraz que había elegido para pasar desapercibida. A través de las gruesas paredes que circundaban el estado de los Frey, Alexa podía escuchar los cuchicheos de los fotógrafos y paparazzis, y estaba segura que cuando dejara el recinto, miles de cámaras se abalanzarían sobre ella como unos hambrientos Mightyena deseosos de comer algo de carne después de una hambruna.

    Había pasado bastante tiempo desde la última vez que pisó Aiwass, primero como una prometedora bicampeona, ahora como una supuesta veterana de guerra. Las insignias que la adornaban no eran falsas mas no le fueron otorgadas a ella específicamente. La guerra seguía existiendo, y el conflicto que mantenían Kalos y Unova desde hace ya varios años por fin había explotado.

    Pero se hubiera visto muy mal que una ex-campeona tomara bandos.

    Así que se camufló en el conflicto, fingió estar del lado del bando neutral que Steven forjó como intermediador para sofocar las llamaradas de la guerra; todo mientras robaba, conocía, y seguía avivando el fuego que mantenía su fuente de ingresos viva.

    La guerra era un negocio lucrativo, y ella siempre estaba del lado ganador.

    El fuego entre ambas regiones cesó apenas hace unos tres años, manteniendo una paz tensa de ahora en adelante. Las cenizas quedaban, y cualquier chispa amenazaba con devorar a ambas naciones en caso de volver a caer.

    Y no dudaría en volver a encenderse cuando ambas vieran que sus iguales caían, presa de sus propios conflictos internos. Sin nadie que las detuviera, sin nadie que interviniera para zanjar el conflicto que hace años se inició por la muerte de un simple Floette.

    La batalla se había cobrado varias vidas, a varios de sus Pokémon. Aun recordaba el cadáver sanguinolento de su Houndoom tendido en las trincheras, la primera pérdida que tuvo cuando fue enviada con la misión de ayudar a desestabilizar a Unova.

    Un módico precio a pagar para seguir viviendo como reina, bajo los reflectores de la fama como una entrenadora prodigio y una "heroína" de un conflicto que estalló gracias a ella.

    ¿Qué sabía Aiwass de guerras y dolor? ¿De conflicto y desdicha? Más de lo que la misma región quisiera admitir a viva voz. Sin embargo, estaba ahogada en su propia miseria que no se detenía a mirar a nadie más. Una región egoísta, como ella, egocentrista, como ella.

    Quizás por eso la encontraba tan encantadora.

    Aiwass era su juguete personal ahora, y a su parecer, necesitaba un pequeño empujón hacia la dirección que ella necesitaba para empezar a mover los hilos necesarios, y hacer sonar la orquesta del caos.

    La guerra entre Unova y Kalos había sido un tópico recurrente los primeros meses, para después perderse en la indiferencia y la sobre saturación de temas banales del caos mediático. Al final, pocos supieron que hubo un conflicto y menos que se resolvió "satisfactoriamente".

    Sonrió. Ahora debía asegurarse de que su obra maestra no quedara olvidada en las arenas del tiempo. Que fueran ruinas tan famosas como alguna vez como las de Narciso, producto no de un desastre natural, sino por el hombre.

    No eran sus ordenes actuales, pero tarde o temprano su Organización le agradecería el hecho de haberlo hecho. Trabajo era trabajo, y el dinero siempre era bien recibido, sin importar que tan manchado de sangre estuviera.

    Poco a poco las piezas comenzarían a encajar, poco a poco, tanto los Lann como los Frey la guiarían hacia los legendarios.

    Y entonces todo finalmente tendría un sentido.

    Cuando bajó el último escalón de la estancia y se dirigió a pasos lentos hacia la puerta del recinto, notó el vacío en el que se encontraba. No estaba Carson, Sogia, Scylla ni la directora, la estancia apenas contaba con algunos mayordomos y criadas apostados para su visita.

    Por alguna razón, eso le evocaba una sensación de vacío, de frialdad.

    Era una sensación... extraña, ajena, lo que la llevaba a comportarse de manera errática. Desde que pisó Aiwass, había tenido una extraña necesidad de encontrarse con Scylla. Nunca habían hablado más allá de los saludos formales y Alexa consideraba a la heredera una niña demasiado tímida y poco interesante como para intentar algo; a su ver Scylla Frey era una linda mujer para tener de adorno, pero no para considerarla una pieza fundamental en sus planes.

    Y a pesar de todo, se sentía feliz en su presencia, se sentía en calma, en paz y como si ella completara de alguna forma los pedazos rotos de su persona.

    Nada de eso tenía ningún sentido, ningún motivo.

    Sus ojos entonces se abrieron de par en par cuando se dio cuenta que estaba en la puerta de la residencia, gran puerta de madera se erguía frente a ella, inamovible, con grabados elegantes y pequeños detalles de oro y plata para resaltar su belleza.

    Un pequeño recuerdo se le vino a la mente cuando sus dedos pasaron por la madera.

    Al principio había elegido Caribdis como su lugar de residencia y su punto de aterrizaje porque la ciudad era simplemente perfecta. Elegante, sin esos molestos hermanos de la ley rondandola como en Tesseus, sin esos estúpidos azulejos de Icaros, sin estar en medio de un maldito desierto como Themis y Nix, sin ser un lugar altamente sospechoso como Lyses.

    Caribdis se sentía como un hogar, irradiaba cierta calidez. Cierta paz.

    Cuando empujó las puertas de la residencia y dejó que la ola de paparazzis se abalanzara sobre ella, no pudo dejar de pensar en aquella imagen tan furtiva y tan irreal que pasó por su mente.

    Tenía una familia en Caribidis, una familia con ella..

    Los gritos de los fotógrafos, las preguntas de los periodistas, los vitoreos de sus seguidores, todo parecía un mero ruido gris que lastimaba sus oídos. Su mente seguía divagando en esas sensaciones tan extrañas y esos recuerdos tan falsos.

    No era la primera vez que ocurría, más si la primera en que sucedía de forma casi inmediata. Regularmente los recuerdos se presentaban en cuanto más tiempo pasaba en la región, de forma fragmentada, pocas veces completa. Pero las sensaciones estaban ahí, vivencias que no pertenecían a ella pero de alguna forma eran suyas nublaban sus sentidos y la dejaban con una sensación poco agradable.

    Odiaba eso.

    Habían comenzado desde que le implantaron el chip para evitar que perdiera su sentido de la profundidad, y con el tiempo se han ido haciendo más frecuentes. Seguramente era un mal funcionamiento del aparato, pero no tenía tiempo para cambiarlo o someterse al tiempo de recuperación de la cirugía.

    Tenía planes, planes que no podía postergar solo por sentir que su privacidad era invadida por señales extrañas que su cerebro parecía recibir de buena gana. Alguna vez incluso creyó que su cerebro creaba escenarios posibles a base de deseos suprimidos.

    Se seguía sorprendiendo, hasta el día de hoy, que tuviera todas esas visiones, todos esos recuerdos que venían en forma de flashes esporádicos algunas veces, otras tantas, como recuerdos vívidos y largos. En serio deseó creer que todo aquello no era más que un placebo que su mente estaba creando para indicarle, de forma sumamente invasiva, que persiguiera algo con la heredera, mas todos los test psicológicos que pudieran indicar alguna atracción hacia ella daban siempre respuestas negativas; incluso usando pokémon psíquicos para escudriñar en lo más profundo de su mente en búsqueda de alguna memoria perdida.

    Pero al parecer había un vínculo ahí, un vínculo que no se podía expresar.

    Un vínculo inútil que debía ignorar a toda costa si debía triunfar. Los ganadores no estaban hechos de sentimientos fútiles y banales como el amor, pues eso creaba dudas y las dudas llevaban a los conflictos.

    Y ella debía crearlos, y dejarlos tomar posesión de su persona.

    Caminó entre la multitud de gente, saludando por cortesía y sonriendo falsamente, respondiendo preguntas elaboradas con respuestas rápidas y certeras. Para cuando llegó al final del pasillo conformado por luces y ruido, pancartas y confeti, un coche se aparcó cerca de ella; era una limusina lujosa que la llevaría directamente hacia su residencia, la cual quedaba en una de las zonas mas pudientes de la ciudad, fuera del estado Frey.

    Cuando se subió al auto y éste comenzó a andar, por primera vez en el día sintió que podía poner en orden sus pensamientos e inquietudes.

    Sin embargo, su tiempo de reflexión se vio inmediatamente interrumpido por el sonido de un mensaje en su celular.

    Al alzar el aparato para ver el remitente, esbozó una pequeña sonrisa.

    Leah: Tengo noticias muy interesantes. ​


    Leah: Ahora tu existencia no será tan miserable.


    A los ojos de todos, Leah era una amiga de la infancia que la acompañó durante su ascenso en su carrera como entrenadora, pero no era más que uno de los muchos disfraces por lo que Allison había optado para camuflarse entre la gente. Leah si había existido y alguna vez fueron compañeras, pero la chica hacía mucho tiempo había fallecido en un trágico accidente; mas con el cuerpo calcinado y casi irreconocible, no fue difícil para la informática deshacerse del certificado de defunción antes de que fuera expedido y usurpar su identidad. Convencer a los policías y a los forenses tampoco había sido algo especialmente tardado, pues con buenos sobornos y algunos Pokémon raros fue suficiente para acallarlos de decir la verdad.

    Alexa: ¿Nuevos hijos ilegítimos de los que no me he enterado? ¿Mujeres que aseguran haberse casado conmigo sin mi consentimiento?​


    Leah: Algo mucho mejor. Y me encantaría decírtelo, pero creo que perdería el factor sorpresa.

    Leah: ¿Por qué no lo descubres por ti misma?

    Leah: Quizás deberías prologar tu estadía en Caribdis hasta que llegue Sogia.


    Bloqueó la pantalla después del último mensaje, meditando esa posibilidad. Regularmente no se quedaba mucho tiempo en las ciudades, más que nada para demostrar su buena posición neutral a las figuras de autoridad; era una especie de trato tácito. Su tour consistía en ir salteando territorios, de Frey a Lann y viceversa, para mostrar buena voluntad y que no favorecía a ningún bando, por lo que quedarse más días de los esperados en Caribidis era un movimiento riesgoso.

    Pero no debía apresurarse, debía meditarlo con calma. Y si después de sus dos primeras semanas en la capital de la Luna no bastaban para descubrir “la sorpresa” con la que Allison había dado, consideraría dicha tentación otra vez.

    Todo debía estar fríamente calculado.

    2​

    Lewis suspiró pesadamente y se quitó las ostentosas gafas para tirarlas a un lado sin mucha delicadeza. Se encontraba acostado en la arena, con su teléfono alzado a la altura de sus ojos para poder apreciar mejor la imagen que se transmitía a través de él; lamentablemente, a pesar de los avances tecnológicos de Themis, era imposible mantener una señal estable gracias a los protocolos establecidos que dictaban que el uso restringido de aparatos electrónicos. No era como si la ciudad del Oasis fuera supersticiosa o se rehusara a avanzar hacia el progreso, pero eran celosos en su relación con la naturaleza, y cualquier cosa que amenazara con cortar dichos lazos ancestrales era regulada, mas no prohibida.

    Lo que se traducía en una señal de internet pobre, pues solo estaba diseñada para los procesos exclusivos de comunicación de la ciudad, lo que le daba una imagen pixelada y bastante retraso entre el audio y el video.

    Lo cual lo ponía de un peor humor, pues sumado al cansancio que sentía por haber estado entrenando con Blake por varias horas, el calor de la ciudad parecía no menguar incluso en las noches, lo que desembocaba en que no pudiera concentrarse apropiadamente en la información que trataba de decodificar gracias al pésimo servicio.

    Mas por un momento la imagen se volvió nítida y los ojos azules de Lewis se abrieron de par en par. Logró notar el parche y las cicatrices en las manos, así como las condecoraciones de guerra y frunció el ceño todavía más.

    No sabía que lo molestaba más, el calor, la mala señal, el cansancio o el hecho de que una de sus más queridas amigas hubiera desaparecido para pelear en una aparente guerra, solo para después aparecer como si nada, con cicatrices de batalla, en el estado de los Frey. Cuando Alexa se comunicó con él una semana antes, apenas y le dio detalles de su llegada, solo que estaría en el aeropuerto internacional y que no necesitaba que fuera por ella, cortando la comunicación abruptamente segundos después antes de que pudiera replicar.

    Quizás era una aglomeración de todo.

    Era como si se hubieran vuelto dos extraños, desconocidos que apenas habían cruzado dos palabras, y eso le dolía de alguna forma. Habían sido amigos, novios, camaradas y confidentes; Lewis había creado un estrecho lazo con ella, y estaba seguro que cuando la volviera a ver podría convencerla de que se uniera a su causa, pues estaba seguro de que Weiss era una mujer razonable…

    Pero sabía que el conflicto podía cambiar a la gente, trastornar sus personalidades con tal de lograr un objetivo para bien o para mal. Lo había visto en su padre, quién a través de los años pasó de ser duro a ser distante y frío; lo había visto con su tía, quién antes tenía un corazón mucho más noble y generoso, volverse desconfiada y retraída con aquellos que portaban el apellido de la Luna.

    Lo había visto con él mismo, cómo pasó de ser un mero chico soñador y alegre, a un genio método y sarcástico que no podía coexistir en el miso espacio que varios de sus colegas, tratando de ganarse en favor de su familia que venía resentida de varios conflictos generacionales.

    Dejó caer el aparato a un lado y suspiró de forma pesada, deseando que cualquier lazo que ahora les quedara intacto no fuera a romperse por la fragilidad a la ahora se veía sometido.

    Estuvo un buen rato así, viendo el cielo nocturno y las estrellas brillar con intensidad. La luna se encontraba en su cenit, reluciendo de forma elegante un bello color amarillo pálido, como si fuera la dueña del firmamento.

    Muchos pensarían que aquel astro era inalcanzable, pero Lewis no, por que él sabía la verdad. Porque la Luna no era más que una mera copia, un reflejo de la verdadera grandeza; brillaba gracias a que tomaba prestada la luz del Sol, brillaba porque el Sol lo permitía.

    La Luna no era nada sin él, pero él podía vivir sin ella.

    Astros sabios, se dijo mentalmente, saben lo que vendrá en un futuro próximo.

    —¿Te encuentras bien?

    La pregunta tan súbita lo alertó por un leve momento, haciéndolo levantarse apresuradamente y llevarse una mano de forma instintiva hacia su cinturón para pelear en caso de ser necesario. Su postura se relajó en cuanto notó que solo era Blake, su pupilo, y dejó que el chico se sentara a su lado indicándole un lugar a su lado para poder conversar más cómodamente.

    —Solo pensaba en varias cosas.—Dijo el líder. El chico se veía digno de confianza, pero Lewis había aprendido que no podía simplemente dejarse llevar por impresiones. Así que esa respuesta debería bastarle por el momento.

    Wallace asintió.

    —¿Es por lo del santuario?—Preguntó con algo de duda en su voz.

    Blake esperaba que la respuesta no fuera afirmativa, pues eso le querría decir que Lewis se habría dado cuenta durante sus sesiones de entrenamiento, de lo confundido que se encontraba .Sigurd estaba infinitamente agradecido con el chico por haberlo tomado bajo su ala y tomarse el tiempo de afinar sus oxidadas habilidades de batalla, pero al mismo tiempo, sentía que se estaba aprovechando demasiado de la situación.

    Desde que sus ojos se posaron en aquel Fraxure perfectamente criado con colores despampanantes, supo casi de forma inmediata que lo quería en su equipo, costara lo que costara. Quería ganárselo como fruto de su esfuerzo en conseguir la medalla, no comprandolo en algún criadero como posiblemente su madre hubiera sugerido que hiciera.

    Sin embargo, sentía lealtad hacia el líder de Icaros. Él había visto potencial en él (en algún lado, porque él seguía sin comprender porque lo había elegido en ese entonces), lo estaba entrenando y prácticamente se había convertido en su patrocinador, pagandole comidas y hospedaje a pesar de que Palas les había ofrecido el Centro Pokémon para pasar su estadía. No podía simplemente darle la espalda por un pokémon shiny, pero debía admitir que el premio que había ofrecido no era nada tentador para él.

    Claro, era lindo dormir en camas suaves y esponjadas, con almohadas de Farfetch’d y desayuno exquisito todos los días, pero en estos últimos meses había carecido de lujos que la verdad es que podía vislumbrar el resto de su estadía en Aiwass sin ellos.

    Y a pesar de tener un presupuesto limitado, confiaba en que aun le quedaba lo suficiente antes de tener que volver a trabajar en los concursos.

    No quería decepcionar a Lewis, pues había sido el único en apoyarlo. Pero al mismo tiempo, un Pokémon como aquel era raro de conseguir y difícil de criar, era la adición que necesitaba a su equipo de forma desesperada.

    —Te fuiste por un momento, Blake.—Se rió el rubio cuando el otro muchacho volvió en sí después de chasquearle los dedos enfrente de la cara como por quinta vez.—Te decía que no me interesa el santuario.

    —¿No?

    —No soy un erudito de la arqueología, me interesa más el futuro que el pasado, sinceramente. No entendería que hay ahí de todos modos.

    Lewis había notado, desde que Sogia liberó a ese estúpido dragón, como su “pupilo” se rehusaba a dejar de mirarlo, atar los cabos fue sencillo; Blake no era muy bueno ocultando sus emociones, sin mencionar que era muy mal mentiroso. De todos modos, no mentía en lo absoluto y dado su desempeño en las ruinas de Narciso, donde sirvió como poco más que un estorbo, le daba todavía mas veracidad para hacer que Blake dejara de estar nervioso acerca del tema.

    De todos modos tenía un plan para ello; un Lann siempre va dos pasos adelante de su enemigo, solía decir su padre. Palas nunca había dicho nada sobre compartir conocimiento, por lo que Blake podría compartir todo lo que viera dentro, sumando al hecho de que Sogia solía tomarle fotos a cualquier estructura que le pudiera interesar…

    Sólo debía jugar bien sus cartas para que el chico le revelara todo lo que hubiera ahí dentro y, así, conseguiría la información necesaria sin tener que romperse la cabeza con jeroglíficos y murales extraños.

    Aunque no creía necesitar mucho convencimiento para lograrlo.

    —Tienes libre albedrío de irte con quien quieras, Blake. Si no me eliges no te diré nada.

    —¿Estaría mal que me vaya con Sogia solo por el Fraxure?

    —Te diré algo, chico. Hasta yo admito que tener un Pokémon de ese linaje es caro, muy caro, así que aprovecha la oportunidad pero…

    —¿Pero?

    —¿Qué te parece lo siguiente? Ve por el Fraxure, ayuda a Sogia a entrar al santuario y dime toda la información que recolecten. Te conseguiré una Mega Piedra, la que quieras. Y no solo eso, me encargaré de que toda tu estadía en Aiwass sea confortable. ¿A qué suena bien, verdad?

    También había notado el interés que Weiss había manifestado por la roca de Acacia, aunque menos marcado que cuando vio el Fraxure. Así que le estaba haciendo una oferta perfecta, irreprochable, usando los huecos que la misma Palas había proporcionado; si a pesar de todo el combo Blake se rehusaba, empezaría a sospechar que quizás Sogia tenía algo más interesante de su lado.

    Su mente divagó por un instante en que quizás, Blake podría sentirse atraído hacia la heredera de la Luna y, de ser el caso, no querría revelar ningún tipo de información que lo pudiera hacer quedar mal.

    Esperaba que no fuera el caso, pero siempre debía pensar a futuro.

    Dos pasos adelante.

    Después de todo, las personas hacían cosas estúpidas por amor.

    “Amor”.

    —¿No sería eso aprovecharme demasiado?

    «Afortunadamente, una variable menos en la cual pensar.»

    —¡Para nada! Solo aprovecharías lo que se está dando. ¿Tomo entonces esto como una afirmación?

    Blake asintió, muy nerviosamente, temeroso de que estuviera abarcando más de lo que podía.

    —Entonces levantémonos, que el descanso ha terminado. Aun hay que afinar esas habilidades de batalla tuyas.

    3​

    Habían pasado unos cuantos días y se sentía sumamente confiado en que podía ir a retar a Palas. Había entrenado tanto con Lewis como con Vega, más con el primero que con el segundo, pero fuera como fuera, dichos enfrentamientos habían comenzado a dar sus frutos; Yatsu perdió por completo la rigidez de sus piernas, Hazel había evolucionado y aprendido nuevos movimientos y Alpha se había adquirido mucha mas fuerza en su pico, alas y garras.

    No solo eso, sino que su Sneasel estaba más dispuesto a obedecerlo, reparando lentamente el vínculo que se había roto entre ellos muchos años atrás, cuando apenas era un niño sin conocer nada del mundo.

    Se sentía feliz y renovado, como si estuviera haciendo algo por él mismo por primera vez en su vida sin tener que seguir los designios impuestos por su madre. Claro, se seguía sintiendo mal por no poder cumplir con sus expectativas como había prometido antes, pero la libertad que sentía era un sentimiento demasiado pleno como para olvidarlo o deshacerse de él.

    Seguía sin ser el mejor del mundo, pero agradecía que el tiempo se hubiera adecuado para hacer resurgir su habilidad en las batallas. Si hubiera pasado más tiempo enterrado dicho don, quizás se hubiera perdido para siempre con el pasar de los años, y hubiera condenado a sus Pokémon a una vida de sedentarismo, lo que afectaría su calidad de vida.

    Las habilidades se van atrofiando con el tiempo, le habían dicho, y hubiera llegado a un punto crítico donde no sabría ni defenderse de un mero asalto si se daba la ocasión.

    Sin embargo el sentimiento no le duró mucho, pues al recordar a su progenitora, sus ojos plateados voltearon a ver el teléfono inteligente que llevaba afianzado a la cintura, apagado, aunque con batería.

    Había estado sin comunicación con su madre durante tres semanas, ni siquiera para decirle un hola o informarle de la situación; tan absorto había estado en toda la excursión y las problemáticas de la misma, que ni siquiera pensó en lo preocupada que su progenitora debería de estar por su bienestar y salud.

    Encendió el aparato sin pensarlo mucho y fue recibido por una pantalla llena de mensajes y llamadas perdidas, así como varias fotos. Blake surfeó entre el mar de recados que iban desde la preocupación, hasta otros un poco más fuertes, los cuales incluían unos breves regaños con insultos y degradaciones hacia los entrenadores. Cuando pasó a las fotos, sin embargo, su corazón se rompió; era su madre ataviada en un elegante vestido de novia, a su lado, un hombre completamente extraño y en el pie de la misma, un mensaje que decía que se había casado y que le hubiera gustado que presenciara su boda en vivo.

    Bajó por un par de fotos más y se enteró de que aquel hombre era Alphonse, el novio de su madre que aun debía presentarle, aunque ahora era su esposo al parecer; tenía un padrastro, el cual no conocía de nada y su madre se había echado de frente al matrimonio sin pensar en lo que eso lo haría sentir.

    Ni siquiera se esforzó en esperar a que él volviera a restablecer comunicación para tener su evento o para tener una presentación formal con quién ahora ostentaría el cargo de su nueva figura paterna, aunque ya era algo tarde para eso.

    Su madre había hecho todo sola, simplemente mandandole los fríos recuerdos de su decisión. Como si él no existiera, como si no importara en su mundo.

    Las ganas de llorar eran increíbles, pero muchas veces había escuchado como los hombres no deberían mostrar dichas emociones, por lo que se tragó las lágrimas y leyó el último mensaje que ella le había mandado.

    «Me enteré por Roxanne que eres un excelente estudiante, lo cual me hace estar orgullosa a pesar de que también me he enterado por ahí que has adquirido algunas costumbres de entrenador. Te dije que se te pegaría algo de esos bárbaros inútiles buenos para nada.

    Tu nueva hermana, Rina, estará haciendo varias presentaciones en Caribidis por cierto. Ve allá cuando tengas oportunidad.»

    Esa no era su hermana, esa no era su familia. Aquello no era más que una farsa, y no se podía alegrar por ello; su madre era feliz, sí, y siempre se dijo a si mismo que lo único que importaba era la felicidad de su madre.

    Pero se sentía tan fuera de lugar, tan de lado, que le era imposible en evocar pensamientos felices acerca de lo que acababa de ocurrir.

    Quería ser feliz por su progenitora, pero no podía, no a costa de sentirse un extraño en su propia familia.

    Se sentía tan desprotegido, tan solo y tan frágil. Como si ya no hubiera un lugar en el mundo de su madre para él.

    Y tenía miedo, mucho miedo, de que pronto se olvidara de él ahora que había decidido seguir un camino diferente a sus intereses.

    Porque ya no sería su hijo preferido, ahora que tenía dos hijas que eran las perfectas princesas coordinadoras, las que cargarían su legado por siempre. Y ya no necesitaría a un niño indeciso, entercado con complacerla solo en ocasiones.

    Apretó el colgante de su cuello con fuerza y respiró hondamente, tratando de controlarse. No debía de llorar, porque los hombres no lloran, a pesar de que se sentía destrozado por dentro. Su fuerza de voluntad sin embargo comenzaba a menguar, dejando que su parte racional fuera perdiendo terreno poco a poco contra su lado emocional.

    Pero trató de mantener la compostura todo lo que pudo cuando sintió un leve jalón en uno de sus pantalones. Cuando viró hacia abajo, se encontró con una pequeña Eevee jugueteando con la tela de forma despreocupada.

    Seguido de eso, escuchó varias pisadas acercarse de forma casi urgente hacia su ubicación.

    —¡Lo siento!—Se disculpó de forma casi inmediata la dueña de la pequeña, tomando a la hembra en brazos para que dejara de dañar la tela.—Me descuidé por un segundo y…

    — Está bien, no te preocupes.—Sonrió entonces Blake, tratando de calmar a la chica.—Se ve que es una cachorra, es normal que haga este tipo de cosas.

    La cara de la chica se tornó de un color rojo, aunque el varón pensó que se trataba de una mera reacción al clima caluroso de la ciudad. No notó como la adolescente parecía mover acomodar a su Eevee en brazos de forma nerviosa.

    —Nos vemos.— Trató de despedirse dado que la conversación al parecer se había zanjado. Internamente le había agradecido que lo interrumpiera en ese momento de vulnerabilidad, pues no quería mostrar sus emociones de manera tan libre en un espacio abierto. Al menos había despejado su cabeza.

    —¡Espera! ¿Vas a retar a la líder de Themis?—Preguntó Arianne tratando de no atropellar las palabras, había notado a Blake desde que llegó y lo había visto algunos días entrenando con aquel otro muchacho misterioso que había aparecido de la nada , Vega al parecer era su nombre. Le había parecido guapo y ahora que tenía una oportunidad para ser más cercanos, no la dejaría pasar. Un pequeño crush inofensivo.

    —Sí, ¿tú también?

    Labelle asintió entonces.

    —¿Tienes compañero?

    Weiss lo meditó por unos leves segundos; Vega estaba fuera de discusión, pues estaba casi seguro de que tomaría el reto junto a Ren. Nancy le había dicho algunos días antes de que ya había conseguido compañero cuando le pidió enfrentarse juntos a Palas (aunque no le había dicho quién era, mas tampoco preguntó) y Koiso estaba fuera de discusión. Tampoco se sentía muy cómodo preguntándole a Yakov o incluso a ese tal Maddison.

    —La verdad es que… no. Aunque podría preguntarle a la señorita Frey si…

    —¡Yo soy entrenadora!—Soltó la adolescente, impidiéndole continuar al chico.—Digo, yo también entreno Pokémon, ¿sabes?

    Blake la estudió de pies a cabeza, lo cierto es que Arianne se veía con más madera de coordinadora que de entrenadora; el Rowlet de fuego que se acercó poco después y se posó en su cabeza, Eevee entre sus brazos y el Pikachu a sus pies la hacían ver como una chica acostumbrada a los Pokémon lindos más que a las batallas; su único Pokémon “intimidante” era la nerviosa dragona que se encontraba detrás de ella, la cual desentonaba con el resto del equipo. Sin embargo, ¿quién era él para juzgar? Él no era una eminencia, considerando que apenas comenzó a entrenar seriamente hacía pocos días y no tenía compañero, así qué ¿qué mas daba? Se veía una chica confiable, no tenía nada que perder.

    —¿Quieres luchar conmigo contra Palas?—Inquirió de modo formal. No quería tampoco hacerse ideas, así que lo mejor sería preguntar.

    Arianne se sonrojó un poco más, aunque de nuevo, Blake se lo adjudicó al calor de la ciudad. Nunca se imaginó que por la cabeza de la señorita Labelle esas palabras llevaban otro significado y las películas imaginarias no pudieron faltar.

    —¡Nosvemosentonces!—Más que una confirmación, fue todo lo que pudo salir de su boca antes de salir corriendo, aunque en su mente había dicho que sí fuerte y claro. Wallace se le quedó viendo extraño y enarcó una ceja.

    —Raro…

    4​

    Había quedado con Arianne de retar a la líder de Themis el día catorce, pues ambos querían prepararse suficiente y discutir estrategias para no entrar a ciegas al combate y poder dar lo mejor de sí. En los días venideros habían pasado la mayor parte de su tiempo juntos, tratando de ver cuales de sus Pokémon tenían mejor sinergia entre sí para evitarse sorpresas desagradables al momento de entrar en la arena, así como pequeñas sesiones de entrenamiento para acostumbrarse al estilo de batalla del otro.

    Faltaba un día antes del enfrentamiento oficial, y Blake no podía sentirse más nervioso. Estaba seguro que podrían ganar, pero aun así el pensar de que en serio tenía posibilidades ahora de batirse de igual a igual con un líder de gimnasio le hacía sentir un nudo en el estómago. Era casi surreal como había avanzado tanto en tan poco tiempo, como si fuera un sueño.

    Trató de distraerse con el paisaje que le ofrecía Themis al caminar, pero era imposible detener sus diversos pensamientos. Por suerte, antes de que pudiera explotar o darle mas vueltas al asunto, divisó a Vega a lo lejos junto a Ren, quién parecía juguetear con algo que colgaba en su cuello.

    Quizás otra sesión de entrenamiento ayudaría a despejar su mente de los diversos escenarios fatídicos que se estaban formando a una velocidad vertiginosa.

    —¡Vega!

    El súbito grito alertó a los “hermanos”, quienes se pusieron en guardia casi de forma instantánea al pensar que se trataba de nuevo de la cafeínomana loca y desquiciada. No obstante, en cuanto vieron que solo se trataba del pelirrojo se relajaron, aunque les extrañó a ambos que se acercara a ellos con tanta urgencia.

    Sigurd tomó al otro chico por los hombros y estaba a punto de zarandearlo violentamente cuando sintió como Vega se zafaba de su agarre antes de que pudiera lograr su cometido.

    —Estás demasiado nervioso y tenso. Ven, vamos por una batalla de calentamiento antes de que explotes.

    No eran exactamente amigos, pero Blake era como un libro abierto y Sericci se había acostumbrado a leerlo. Había mantenido su palabra de callarse acerca del pequeño secreto de Ralts, y durante los días que habían pasado en Themis, el pelirrojo ya no solo se le acercaba para pedirle sesiones de entrenamiento esporádicas, sino que había desarrollado cierta fascinación con el Milotic de Ren, dándole consejos a Ralts sobre ciertos cuidados y ayudándolo en cierta forma en que la serpiente no tratara de asesinarlo cada vez que lo liberaba dada la animosidad que sentían mutuamente.

    El campo de entrenamiento no se encontraba muy lejos, Themis poseía amplias zonas de combate que rodeaban a toda la ciudad, pues aunque pacífica, la urbe consideraba que el entrenamiento de las criaturas era parte fundamental para su desarrollo y socialización.

    —¡Blake! ¿No quieres tener una batalla de verdad en vez de un entrenamiento de tiro al blanco con este inútil?—Comentó de forma despreocupada Ralts antes de que ambos pudieran tomar posiciones de combate.

    —¡Ey! Lo ayuda a mejorar su velocidad y precisión. ¿Qué tiene de malo eso?

    —Que es aburrido de ver después de presenciarlo como cien veces. Si hace eso con Palas lo van a masacrar o en el mejor de los casos, la hará dormir y ganará por default.

    —¿Y eso al final no sería bueno? Obtendría la medalla. Punto para mí.

    Ren roló los ojos, exasperada. Liberó a Ray en el campo antes de que alguno de los otros dos pudiera replicar y volvió a lanzar su oferta hacia el pelirrojo.

    —¡Vamos, Blake!

    Vega suspiró, derrotado, negándose a tratar de negociar más con ella. Ren parecía tener muchas ansias de luchar ella sola y era demasiado terca cuando una idea se le metía en la cabeza. Weiss se encogió los hombros, sin saber que hacer por unos leves instantes, aunque luego se decantó por el hecho de seguir la propuesta de la pequeña Ralts, por lo cual liberó a su extraña ave variocolor segundos después para dar inicio a la sesión.

    —¡Neblina!

    Un denso manto cubrió la arena en pocos segundos y Blake se extrañó por el movimiento. ¿Para qué cubrir el campo si sabía que podía despejarlo? A sus ojos, la estrategia de Ren era bastante… poco efectiva, si es que había una estrategia de por medio claro está. No dudaba que la pequeña tuviera un as bajo la manga, pero el recurso de cegarlo era jugar una carta en vano.

    —¡Alpha, despejalo!

    —¡Ray!

    Su ave comenzó a batir las alas para poder despejar el campo de la niebla que lo cubría, sin embargo, antes de que pudiera llegar a una velocidad significativa para erradicar aquella barrera, la serpiente marina se alzó por detrás y usó su cola para prensarlo y envolverlo en un agarre férreo.

    Los Milotic, a pesar de no ser tan fuertes como los Arbok, aun así tenían un fuerte agarre y sus escamas seguían siendo filosas y podían cortar en un mal movimiento. Alpha era mucho menor en tamaño a Ray y, por tanto, una presa fácil. Si no hacía nada pronto, el entrenamiento habría terminado antes de empezar.

    Debía hacer una nota mental de que Ray era mucho más rápido que su Staravia, por lo que tenía ventaja en ese campo nebuloso que habría creado. Había sido estúpido confiarse por la estrategia usada.

    —¡Agilidad, Alpha!

    —¡Ray, ataca!

    La ave vario color envolvió sus plumas de un ligero resplandor verdusco, volviendo a su plumaje más ligero, capaz de cortar el viento para ganar mas velocidad. El cuerpo del macho se achicó dentro de sus ataduras, pero antes de que pudiera usar algún impulso para zafarse de su prisión, la serpiente marina lo soltó un poco para darle una sensación de libertad, solo para segundos después estamparlo contra el suelo usando el impulso de su cola y el hecho de que el plumaje se había hecho más frágil para permitirle volar con mayor soltura y velocidad.

    Según le había dicho Vega en una de sus cortas conversaciones, Ray había evolucionado hacía relativamente poco y no estaba formalmente entrenado, por lo que carecía de muchos ataques. Muchos hubieran desechado al hermoso Milotic solo por su aparente inutilidad en batallas, pero Ren parecía compensar esas habilidades usando las fortalezas naturales de la especie, como su fuerte contextura y su aparente buena velocidad a su favor, encasillandolo en un combate cercano incapaz de poner una distancia entre ellos al tener la serpiente una mayor ventaja.

    Ren había observado sus diversos entrenamientos con Vega, había visto que Alpha era un ataque físico pero que se especializaba más en el combate a mediana distancia, por lo que lo abrumaba para evitar crear oportunidades que pudieran poner la balanza en favor de Weiss.

    Alpha se levantó entre la neblina, tambaleante por el daño, pero volvió a alzar vuelo. Blake se mordió el labio inferior al verse en un cuartel cerrado, pero se imaginó que algo similar podría llegar a pasar en el enfrentamiento contra la líder, por lo que debería estar preparado para cualquier situación.

    —¡Agilidad otra vez!

    —¡Taclealo, Ray!

    Dado el aumento de velocidad anterior, Alpha pudo esquivar el embate antes de volver a envolverse en un halo verde. Ahora era mucho más rápido que su contrincante, lo era era favorable para su entrenador.

    —¡Despeja!

    El campo se vio disuelto de la niebla entonces en pocos segundos, proveyendo tanto a entrenador como Pokémon de una mejor visión del campo de batalla, mas cuando el manto se esfumó, Milotic no dudó en lanzar un chorro de arena usando su cola para lastimar los ojos del ave.

    —¡Ahora taclealo otra vez!

    —¡Golpe aéreo!

    Milotic usó su cola para saltar hacia su presa, pero Alpha fue mucho más rápido. A pesar de seguir desorientado y con los ojos punzantes, se elevó al cielo y cayó en picada como un pequeño cohete hacia el campo, girando sobre su propio eje para un ataque devastador.

    —¡Muévete y usa tu cola para golpearlo!

    A pesar de que sería un suicido considerando la velocidad y la fuerza, Milotic acató la orden, esperando el momento justo para cuando Alpha estuviera a unos cuantos metros de distancia para esquivar el embate y usar su cola para golpear en algún punto frágil para desestabilizar al proyectil hecho pájaro.

    Sin embargo, cuando la aleta hizo contacto contra el cuerpo de Staravia, a pesar de que logró golpearlo para crear una leve desestabilización, por la fuerza centrífuga que se había acumulado a su alrededor había logrado herir las escamas, haciendo que Ray se replegara ante el dolor y Alpha se estrellara contra el suelo una vez más.

    Mas de nuevo, el ave se levantó, dispuesta a seguir luchando, mientras Ray poco a poco iba agotando sus fuerzas.

    —Creo que ya fue suficiente.—Declaró Sericci parándose en medio de la arena.—Decleremos esto un empate antes de seguir. Mañana es tu gran día, ¿cierto?

    Blake asintió, sin refutar a Vega en lo más mínimo, ahora mucho más relajado que antes. No le molestaba empatar en lo absoluto, pues Ren demostró más que nada ser una pequeña caja de sorpresas.

    Ralts mientras tanto, farfulló algo por lo bajo y regresó a Ray a su esfera. Vega sabía que Ren quería demasiado a esa apestosa serpiente que no dudaría en romperle los tímpanos si la batalla hubiera llegado más lejos y eso hubiera causado heridas en su precioso Milotic. En el enfrentamiento con Palas no había salido tan lastimado gracias a su oportuno Manto Espejo, pero en una batalla física corría riesgo de salir peor parado.

    Antes de despedirse, Blake le entregó una pequeña cadena de oro el centro hueco al otro chico.

    —¿Tiene una mega piedra en el cuello, no? Se vería mejor si la usa a modo de collar en vez de con ese cordón café que tiene ahora. Y si pone la piedra en el centro, se verá más como una lujosa joya que como un artefacto para evolucionar.

    —¿La robaste?—No pudo evitar preguntarlo, extrañado por el regalo y el gesto. ¿Quizás la había tomado y ahora quería inculparlo? Una posibilidad lejana, considerando la personalidad de Weiss, pero no improbable de todos modos. Si Koiso lo viera, seguramente no dudaría en incriminarlo.

    Él rió de buena gana.

    —Cambié la cadena de mi colgante, y compré esa de paso. No la voy a necesitar en mucho tiempo y prefiero dártela que andarla cargando por ahí.

    —Apenas te enteraste que que tiene una Mega Piedra hoy, ¿no nos estarás espiando, Blake?

    —Compré esa de paso porque tenía otros planes… pero hasta que no averigüe lo que quiero, la tengo demás. Solo fueron varias coincidencias. Por cierto, muchas gracias por ayudarme en estos días, lo aprecio mucho.

    —Un trato es un trato, ¿no? Guardas el secreto y te ayudo, así funcionan las cosas.

    —¿Sabes? A veces se me olvida que es una Ralts. No tengo que mentir cuando me preguntan acerca de ella, porque al verla solo veo a una niña y no a un Pokémon. Es extraño…

    Y ni que decir de la batalla de hoy, donde se había desenvuelto como cualquier otro entrenador humano en vez de simplemente copiar las estrategias vistas con anterioridad, adaptándose al entorno y a las adversidades.

    Era muy extraño.

    5​

    Eran las cuatro de la tarde cuando él y Arianne entraron al recinto, con Unfair al otro lado del campo esbozando una sonrisa despreocupada, ya con su Charjabug y su Volcarona listos en el campo para luchar.

    —Bienvenidos, retadores. ¿Están listos para enfrentarse a mí? El tiempo corre y después de este día, habrá menos oportunidades para volver al gimnasio.

    Ambos chicos asintieron, entre nerviosos y entusiasmados, lo que hizo que la líder soltara una pequeña risa.

    —¡Comencemos entonces!

    —¡Hazel!

    —¡Dulcinea!

    Grotle y Gabite aparecieron en el campo, uno al lado del otro. La tortuga parecía sumamente calmada y compuesta mientras la dragona soltaba un bufido amenazador, o lo mejor que podía calificarse como eso al no estar acostumbrada a hacer tales amenazas.

    De entre los equipos que habían estado probando en los días anteriores, ambos muchachos habían decidido que esos dos serían los primeros en combatir dado que se complementaban bastante bien. Hazel no era muy rápido, pero a pesar de la obvia desventaja de tipo, era resistente, y Gabite compensaba las carencias de su compañero con su brutal fuerza y buena velocidad.

    Grotle estaría ahí para provocar un desgaste lento y a distancia, así como ayudar a amortiguar el mayor daño posible. Gabite sería la fuerza devastadora.

    —¡Danza Aleteo, Bofetón Lodo!

    —¡Maldición, Hazel!

    —¡Dulcinea, Cuchillada!

    Grotle se envolvió en una densa capa de color marrón, fortificando todo su cuerpo para tener una mayor resistencia a todo tipo de ataques al sacrificar su precaria velocidad. Cuando el Bofetón Lodo amenazó con golpear el costado de su compañera, quién en su carrera iba contra la polilla de fuego que danzaba despreocupadamente en el campo, Hazel usó su cuerpo como escudo para dejarle el camino libre a la dragona, recibiendo muy poco daño gracias a sus defensas aumentadas.

    Dulcinea entonces saltó sobre el caparazón de su compañero, dándose el suficiente impulso para alcanzar al insecto de fuego justo antes de que terminara de bailar.

    —¡Vendaval!

    La garra de la dragona apenas y causó un pequeño rasguño en la piel de Volcarona, quién la empujó unos cuantos metros gracias al poderoso viento que conjugó con sus alas. La ráfaga logró hacer apenas unos rasguños en la dura piel de la dragona, quién resistió bastante bien el daño del ataque.

    —¡Electrotela a Grotle, Danza Llama!

    El cuerpo de la polilla se vio envuelto en una llamarada sin igual, lanzándosere de forma bestial sobre Grotle quién no pudo escapar de la pegajosa tela del otro bicho, quedando atrapado sin posibilidad de un escape próximo.

    —¡Golpe Bis, Dulcinea! ¡No dejes que se acerque más a Grotle!

    Gracias a que Volcarona era mucho más rápida que los otros dos gracias a su danza previa, Dulcinea tuvo muchos problemas darle alcance, pero logró absorber la mayor parte del daño que iba hacia su compañero antes de que el bicho pudiera hacer un daño fatal. Sus dos carras chocaron contra el cuerpo de fuego, dañando al Pokémon y haciéndolo retroceder; sin embargo, sus extremidades fueron quemadas levemente gracias al ataque y la habilidad innata de su oponente. Sin embargo, Volcarona también resintió el dolor de sus heridas gracias a la Piel Tosca de la dragona.

    Grotle estaba a salvo, aunque con leves quemaduras producto de haber recibido un poco del impacto anterior.

    —¡Electrotela y otra Danza Llama!

    —¡Hoja afilada, Hazel!

    —¡Excava!

    La dragona no dudó en sumergirse en la tierra para dejar campo libre a otro ataque directo hacia su compañero, sin embargo, en cuanto la hembra salió del campo de visión de la tortuga, esta lanzó sus hojas afiladas hacia la tela eléctrica que volvía a posarse sobre él, cortándola en pequeños pedazos.

    —¡Ahora, Dulcinea!

    Cuando Gabite emergió de la tierra, lo hizo debajo de la polilla, golpeándola en el abdomen y arrojándola contra los trozos de tela eléctrica de su compañero, lanzando pequeñas chispas incandescentes cuando la misma se quemó bajo sus alas. Dulcinea siseó de dolor al sentir la quemadura en su cabeza.

    —¡Muerde a Charjabug!

    —¡Cuchillada!

    —¡Charjabug, Voltio Cruel! ¡Volcarona, Rayo Solar!

    El pequeño insecto caja se envolvió en electricidad justo cuando las fauces de la tortuga se cerraron sobre su cuerpo, soltando una descarga inmisericorde por todo el cuerpo de Grotle. Sin embargo, la tortuga no menguó en su agarre y parecía apretarlo todavía más, producto del dolor, causando el daño esperando con su mandíbula. La luz que se filtraba por la tela del gimnasio fue suficiente para que el Rayo Solar no tardara mucho en cargarse y, a pesar de que Volcarona se vio incapaz de esquivar el golpe de la dragona gracias a su temporal estado de reposo para cargar la energía necesaria, Dulcinea estaba justo en su rango de ataque necesario para one-shotearla.

    —¡Esquiva!—Ordenó Arianne al ver las alas de la polilla relucir como el sol, pero era demasiado tarde. Las dos Danzas Llama combinadas con la Danza Aleteo habían hecho de un posible de un ataque aparentemente inofensivo gracias a la resistencia draconiana, un rayo letal. El rayo golpeó directamente a la dragona, quién ya venía desgastada también por las quemaduras en su cuerpo, haciéndola caer.

    Debían evitar que ese Volcarona siguiera danzado, se dijo la señorita Labelle, pues si seguía bajo ese ritmo no importaba si se deshacían de Charjabug, Volcarona tendría el suficiente poder para poder lidiar con ellos dos solo.

    Regresó a su dragona, murmurándole halagos y frases reconfortantes antes de sacar a su segundo peleador. La opción era obvia, considerando que tanto As como la Eevee a su cargo estaban aun muy pequeños para luchar, y carecían de la experiencia necesaria en el campo como para darles una difícil tarea como esa.

    González fue el próximo en aparecer, con los mofletes cargados de electricidad y una cara de pocos amigos. Las hembras podían volver al pequeño ratoncito una presa fácil, pero ahí en ese campo predominaba la testosterona de los Pokémon, por lo que no podía sino sentirse sumamente retado, como si lo estuvieran desafiando por una posición de alfa que claramente no poseía, pero le gustaba creer que tenía.

    Arianne rió de forma nerviosa. Esperaba que González no se descontrolara como aquella vez en el torneo, y aunque había trabajado su impulsividad junto a Blake, el roedor seguía siendo tan impredecible como siempre.

    —¡Danza Aleteo! ¡Voltiocruel!

    —¡Absorber!

    —¡No dejes que esa cosa complete su baile, González!

    Pikachu vio al Volcarona ejecutar una rutina de danza demasiado elaborada para su gusto, aunque la amenaza que representaba la polilla no pasó desapercibida por el roedor, quién por milagro decidió obedecer a su entrenadora. Iluminó cola de color plateado y la usó como resorte para impulsarse y acortar rápidamente la distancia que lo separaba de la amenaza. Charjabug intentó usar el impulso proporcionado por su ataque para impedir que el Pikachu pudiera acercarse a su compañero ahora que la tortuga lo había liberado de sus fauces. Sin embargo, Grotle volvió a usar su cuerpo como escudo para impedirle su acción, aprovechando en robarle algo de su salud por medio del contacto directo.

    El Pikachu, mientras tanto, había impactado un puño trueno cerca de la polilla, quién tuvo que interrumpir su danza para poder esquivar el ataque, mas la distancia había sido tan corta que había recibido parte del daño del golpe.

    —¡Onda Certera!

    —¡Hazel, Hoja afilada otra vez!

    —¡Vendaval y Bofetón Lodo!

    Los problemas volvieron a comenzar, pues el pequeño roedor se negó a seguir la orden de su entrenadora, optando por usar de nuevo sus puños cargados de electricidad para avasallar a su enemigo, quién lo mantenía cómodamente a raya gracias a las poderosas corrientes que creaba con sus alas. Hazel mientras tanto se mantuvo a la distancia del insecto caja, cortando sus proyectiles de barro con los propios, aunque se veía que el cansancio y los diversos daños comenzaban a hacer mella en su salud, sobre todo aquella quemadura que había recibido antes de que Dulcinea se interpusiera entre él y Volcarona.

    Por eso mismo, algunos disparos de Charjabug terminaron por pasar su defensa de hojas y golpearon directamente en su caparazón, ya no rasguños, sino heridas.

    —¡Danza Llama! ¡Pantalla Luz!

    —¡González!

    —¡Hazel!

    Los puños de la rata chocaron contra una pared de llamas, lanzandolo hacia un lado de forma súbita gracias a la fuerza de su carrera, Charjabug invocaba un pequeño halo que envolvió a su compañero antes de que chocara contra el cuerpo duro de la tortuga, quién no había podido escapar del golpe. Hazel cayó y Blake lo regresó a su pokebola para liberar a su último pokémon.

    Staravia.

    Pikachu se encontraba con sus patas delanteras quemadas, producto del cuerpo llama de Volcarona y ataque subsecuente. Infló los mofletes con estática y gruñó, más enojado que nunca con el bicho por haberle dejado esas heridas.

    A su lado, el pequeño Charjabug parecía estar en las últimas y fue entonces cuando González se dignó a ver a su nuevo compañero.

    —¡Alpha, Golpe Aéreo!

    Arianne no ordenó nada, solo se mordió el labio inferior al ver el estado en que se encontraba actualmente su compañero. González no aguantaría mucho castigo más y su Volcarona volvía a conectar un golpe directo, sería el fin para ambos, pues Palas había dicho que si uno de ellos dos caía, el otro perdería por default. A su vez, no quería cargarle toda la responsabilidad a su compañero, pero su mente estaba trabajando a tantas revoluciones por minuto para encontrar alguna brecha que les permitiera alzarse con la medalla, que no vio cuando Staravia se había interpuesto entre el Rayo Solar de la polilla y su herido roedor. Charjabug se encontraba entre las garras del pájaro y no dudó en también alzarlo como escudo para cuando recibió de lleno el rayo devastador.

    Alpha se levantó a duras penas después del ataque, pero el insecto que se encontraba entre sus uñas tenía los ojos en espiral, fuera de combate.

    Pero no por ello la batalla se haría más fácil.

    Quizás fue por el sobre esfuerzo de endurecer tal golpe, quizás por la adrenalina, pero su cuerpo comenzó a brillar y hacerse más grande. La evolución no fue grandiosa, no fue espectacular, simplemente pasó de forma rápida para adecuarse a las circunstancias del entorno. Un chillido imponente salió del pico de Staraptor, sobresaltando a todos los presentes.

    Alpha entonces alzó vuelo a unos cuantos centímetros y Pikachu entonces, por mero impulso, decidió acomodarse en su lomo aprovechando la cercanía. Staraptor lo interpretó como un buen gesto, y se elevó todavía más entre los aires para poder quedar por encima del insecto.

    —Es todo o nada, chicos. ¿Están listos?—Animó Palas, viendo que la batalla estaba a solo unos cuantos movimientos de terminar. Los muchachos habían probado ser duros de roer y ella había aprendido su lección de no subestimar a sus retadores.

    —¡Golpe Aéreo!

    —¡Danza Llama y usa tu Vendaval para expandir las llamas!

    Alpha se elevó por los aires y se dejó caer en picada, como aquella vez en su entrenamiento con Ren, no tardó en comenzar a girar y Pikachu saltó antes de que su compañero pudiera tener demasiada velocidad y cuando las llamas comenzaron a envolver al pájaro en una danza caótica, Arianne entonces vio la oportunidad que había esperado.

    —¡Cola de Hierro!

    El mar de fuego cesó por leves segundos cuando el pico del ave impactó contra el abdomen del insecto, sus alas brevemente envueltas en el fuego que acababa de disipar. Breves segundos pasaron antes de que su compañero cayera con su cola férrea sobre la cabeza de la polilla en una especie de pirueta improvisada.

    Volcarona cayó y Alpha apenas y se pudo mantener en pie lo suficiente antes de que les dieran la merecida victoria.

    6​

    Blake no tardó en correr hacia Sogia una vez tuvo el metal entre sus manos, deseoso por reclamar el premio que el erudito había ofrecido desde el inicio de la competencia. La sonrisa que se dibujó en el gigante no tenía precio, quién no dudó en soltar una sonora carcajada cuando vio como el chico le entregaba el pedazo de metal tallado entre sus manos.

    —¡Esto si que es una sorpresa! Sabía que al final harías lo correcto, chico.—Felicitó Frey, depositando el esférico de Fraxure en la palma del joven.—Con esto ya podemos entrar al santuario.

    ¿Eso quería decir que no había sido el primero? Bueno, tenía sentido, considerando el tiempo que llevaban ahí. Mas le sorprendía el hecho de que él fuera a quién había entregado el dragón. ¿O acaso tendría más crías que había repartido deliberadamente? Apagó sus pensamientos para no darle vueltas innecesarias.

    Tenía el Fraxure y eso era todo lo que importaba por el momento.






    aslkdadkshdakdjsakldj
    Perdón por la tardanza, son un chingo de palabras, en un rato subo el VI. Sorry D:
    Merinare no me mates, igual cualquier cosa me dices y edito.
    DoctorSpring al fin la batalla
    Kiwi igual cualquier cosa me dices.

    aun no muero!
    Plushy Berry Vuelve D: Alexa ya apareció again. ​
     
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  20. Threadmarks: Capítulo 6-Vega
     
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    Ren – Capítulo 6: Espejismo



    <…esa mujer utilizaba Pokémon para sus experimentos, y fue responsable de la muerte de cientos de personas durante la guerra civil de Aiwass. Con el pasar de los años, he llegado a la conclusión de que Acacia sólo era una vieja ridícula, solitaria y obsesionada hasta la locura con su deseo de venganza. Oh, claro…

    Ustedes ya no estaban cuando todo esto sucedió, ¿verdad?>

    —No me toques —le advirtió con voz gélida y apartando su mano con un ligero ademán, que la empujó levemente hacia atrás con su fuerza psíquica.

    Pudo observar por el rabillo del ojo a Vega toser con un poco de incomodidad, mientras la sonrisa de la Acacia Knowing se acentuaba más al escucharla. Seguramente le fascinaba su figura, un Pokémon con las mismas cualidades que la de un humano. Estaba convencida de que en su cerebrito, esa mujer estaría deseando hacer todo tipo de experimentos con ella también.

    —¿Qué es una mega-piedra, doctora? —preguntó Vega, tratando de desviar el tema rápidamente.

    Oh, Vega. A veces hasta llegaba a sentirse mal por su entrenador. ¿Qué diablos le habían enseñado durante toda su infancia? Hizo oídos sordos a la explicación de aquella bastarda de pelo verdoso, mientras los tres se dirigían lentamente al santuario donde supuestamente estaba aquella tiara de la que todos venían hablando hacía semanas. Si todo marchaba bien, y aquella reliquia poseía la energía que tenían las medallas de esa región, tendrían que arrebatársela por la fuerza. Y estaría más que justificada para estampar a esa mujer contra el primer árbol que viera.

    —La conexión entre Pokémon y entrenador debe ser muy fuerte para lograr semejante intercambio de energía. Aunque veo que ustedes dos se llevan bastante bien. No puedo creer que un Ralts parlante haya vencido a Palas en calidad de entrenadora: no volveré a verla con los mismos ojos después de esto.

    Vega la ojeó mientras seguía hablándole de aquel fenómeno, mientras Acacia presentaba la medalla y los guardias de la reserva se echaban a un lado para dejarlos pasar. Ya le hubiera gustado que existiera algo para poder medir la fuerza de aquella conexión. Claramente lo necesitaría si necesitaba alcanzar ese nivel de poder... pero a decir verdad, desde el momento en que había despertado, Vega no había hecho más que acompañarla y cumplir todos y cada uno de sus caprichos, por muy tontos que fueran. Era realmente difícil desconfiar de él a estas alturas.

    La mujer sabía perfectamente a dónde se dirigía. El Santuario Laurel era una reserva natural en medio de Themis, con el acceso prohibido para nadie más que los Pokémon bicho que apestaban el lugar. Sin embargo, a pesar de la impenetrable vegetación, Acacia no tardó en encontrar una construcción enterrada bajo la flora. Una especie de templo antiguo, decorado con estatuas de piedra que a estas alturas no eran más que escombros, atacados por las enredaderas y las plantas trepadoras.

    Tanteando de vez en cuando el suelo, y sin dirigirles una palabra, la doctora comenzó a revisar los alrededores del templo. Pequeños golpes en el borde de las estatuas. En las paredes del templo. En los alrededores. Y al cabo de unos cinco minutos… un sonido hueco resonó bajo la punta de su calzado. Sin ayuda de más que sus propias manos, arrancó un buen trozo de cemento del suelo, revelando una entrada que se perdía en la oscuridad.

    —¿Tienes fuego, chico?

    —¿Perdona? —preguntó Vega, perplejo ante la pregunta.

    —Si tienes un Pokémon de fuego. No sé tú, pero la última vez que lo probé mis ojos no podían ver en la oscuridad.

    Con Tey iluminando el camino, los ahora cuatro se adentraron en aquella cámara subterránea. Estaba segura de que Mew podría cambiar la retina de los ojos de su disfraz para poder ver allí abajo sin ninguna ayuda, pero con Quilava con las llamas en alto y peligrosamente cerca de ella, no le fue necesario. Frente a ellos se elevaban cuatro paredes cubiertas de inscripciones. Contornos que delineaban vagamente el territorio de Aiwass y los pueblos más antiguos. Oraciones presuntuosas y crípticas que no tenían ningún sentido. Y ningún rastro de poder en ese lugar. Estuviera o no estuviera la tiara allí, era completamente inútil.

    Se estaba comenzando a cansar de tener que jugar a los acertijos con gente que debía llevar muerta hace décadas. Quizá siglos. E incluso así, había una persona que leía las inscripciones con una sonrisa de oreja a oreja, tratando de aguantar la risa a medida que pasaba de línea y las pistas comenzaban a encajar en su mente.

    Esto ha sido más sencillo de lo que esperaba.




    <…otra de las líderes era una chica llamada Scylla Frey. Ella nos ayudó durante el conflicto, proveyéndonos de unos cristales que se fabrican sólo en una pequeña isla del mundo, una región llamada Alola. Al igual que las mega-piedras adquirieron notoriedad en Kalos, estos cristales podían potenciar ciertos ataques a niveles insospechables.

    Pero me estoy desviando del tema. Scylla… Scylla. Que quieres que te diga, era una chica demasiado insegura. Manipulada hasta el extremo y aterrorizada de mostrarse como realmente era. Callada, delicada y hermosa, no era más que la muñequita de adorno de Aiwass. Todos estaban locos por ella, pero qué decepción más grande que se llevaron…

    ...a ella le gustaban las chicas.>

    —Ren. ¡Ren!

    “¿No te enseñaron que es de mala educación despertar a la gente cuando está intentando descansar?”, protestó ésta, haciendo un ademán con ambos brazos, que levantó las sábanas sobre su cuerpo una vez más.

    El colchón en el que dormía era excesivamente grande para ella, pero a la vez no había una sensación más placentera que poder dormir de brazos y piernas extendidas al máximo. Como era de esperarse, Vega insistió. Un viento helado la hizo estremecerse cuando éste levantó las sábanas una vez más.

    “¡Déjame dormir!”

    —Ya has dormido suficiente. ¡Mira esto!

    Tardó un rato en enfocar los ojos y enterarse de qué diablos quería mostrarle. Entre sus dedos índice y pulgar, un objeto colorido arrancaba destellos de vez en cuando. No podía creerlo. Acacia había cumplido con su palabra.

    “¿Cómo la consiguió tan rápido?”

    —Eso no es lo que importa —replicó Vega, lanzando la pequeña Gardevoirita entre las sábanas del colchón—. ¡Se ha largado! ¡Y sin decirnos dónde ir a continuación!

    Poniéndose de pie sobre el colchón, Ren estiró los brazos para desperezarse. Una y otra vez, seguía soñando con ella. Una voz desconocida, que no paraba de contarle historias sobre sus aventuras en Aiwass y la gente que había conocido allí.

    “Si somos honestos, eso nunca fue parte del plan. El trato era una de las medallas por una mega-piedra, y ella ha cumplido. Me alegro de que se haya ido: estaba empezando a cansarme de todos estos jueguitos después de todo.”

    Vega se quedó mudo. Sí, era inusual que sea ella la que se diera por vencida cuando fue ella quien se empecinó en buscar la tiara. Pero toda esta travesía no los había llevado a ningún lado. Había sido una pérdida de tiempo.

    “¿No lo entiendes? La Tiara de la Paz no existe. Hemos recorrido la región de punta a punta y lo único que hemos encontrado han sido pistas y acertijos estúpidos dejados por la gente hace cientos de años. Que si la canción de la victoria, que si el precio de la guerra. Patrañas. Jamás la encontrarán porque no es más que una fantasía. Un cuento de hadas, una búsqueda del tesoro para crédulos.”

    —¿Y qué si es verdad? ¿Y si la doctora Acacia está en lo correcto, y esa habitación subterránea tenía la respuesta? Tú la escuchaste, diciendo que había sido muy sencillo o algo así.

    “¿Dime, en qué momento has oído que la respuesta final a un acertijo sea uno sumamente tonto y fácil de adivinar? Sea a donde haya ido Acacia, sólo le esperará otro acertijo más. Y otro, y otro, y otro. Y si en algún momento toda esta estupidez llega a ser real, se la arrebataremos por la fuerza. Mew puede hacerse invisible. Yo puedo saltar a cualquier parte de la región en un segundo. Tenemos las herramientas de sobra para hacerlo.”

    —Escuché que es una de las mejores entrenadoras de la región. No sé sí sería una buena idea…

    <Soy una de las heroínas de la guerra civil de Aiwass. Fui nombrada Embajadora de la Paz en Kalos y Unova por acabar con un conflicto de más de tres mil años. Y mantengo el título como la actual Campeona de Sinnoh desde hace más de una década.>

    “Créeme, interponerse en mi camino es una muy mala idea”.
    —Perdona por haber ofendido a la indiscutible reina de los combates —bromeó Vega, soltando una carcajada al oír aquella frase—. Mira, podrás ser muy buena y todo lo que quieras, pero sigues siendo sólo un Ralts…

    Ren se quedó helada, mirándolo mientras se desternillaba de risa y se acercaba para acomodarle el pelo como todas las mañanas. En ningún momento había dicho eso, y haciendo memoria, no era la primera vez que se le escapaban esos pensamientos. Una voz dentro de su mente, interfiriendo en medio de su telepatía.

    Llenando su cabeza con información que claramente no debería saber.




    Acacia apareció repentinamente al cabo de un par de días. A decir verdad, fue un milagro que volviera a Themis, pues tanto ella como Vega ya estaban planeando viajar a Nix para conseguir otra de las medallas. Había sido idea de él continuar destruyéndolas en incrementos, y poco a poco empezaba a desesperarse con aquellas fuerzas pulsantes que emanaban las insignias de Taena y Palas, descansando sobre la mesa de noche mientras trataba de dormir.

    El motivo de su regreso fue por una invitación a una fiesta en una pequeña isla al este de Caribdis. Entregando invitaciones especiales tanto para Vega como para la chica del Pikachu acosador, al parecer la celebración era al día siguiente. No sabía qué rayos estaban celebrando, pero una frase de esa mujer fue suficiente para convencerlos.

    Numerosos líderes de gimnasio iban a estar invitados a esa fiesta.

    La voz en su cabeza continuaba contándole numerosas historias en sus sueños. Poco a poco, empezaba a atar los hilos sobre sus aventuras. Había comenzado a escucharla ocasionalmente luego de haber roto la medalla de Lewis, y estas se habían convertido en casi diarias luego de las de Scylla y de Sogia.

    Esa mujer debía ser de otro tiempo, y la conexión se encontraba en las medallas. Una época en la cual Tyros de Lann era el líder de Icaros, y no el tal Lewis. Una era en la cual Ciudad Narciso todavía no había sido congelada en la historia, y en la que el padre de Taena Ericksen aún se encontraba vivo.

    Partieron a la mañana siguiente a través del río, dándoles una última oportunidad antes de separarse del grupo. Se había dado por vencida en el tema de la tiara, y había decidido ir a por lo seguro, las medallas. Pero incluso así, había algo que no terminaba de cerrar del todo. Y se aseguraría de ello esa misma noche.

    —Has estado muy callada estos días, Ren.

    —¿Puedes prestarme a Tey esta noche?

    Vega la miró, un tanto confundido. No era un pedido normal de su parte. Pero por mucho cariño que le tuviera, Ray jamás podría igualar a aquel Quilava. Y ella misma lo había visto en el combate en lo alto de la muralla de Ciudad Efesto.

    —¿No vas a venir a la fiesta?

    —Por supuesto que sí. Es sólo para comprobar una teoría.




    Contrario a todo lo que ella esperaba, la fiesta en la Ópera Lunar no resultó ser más que una reunión organizada para mostrar la espectacularidad de la que era posible la familia Frey. Exhibiciones, danzas, cantantes en vivo y espectáculos que durarían toda la noche. Sería la fiesta del año, y todos los ojos estarían enfocados en ese lugar. Y eso era exactamente lo que ella necesitaba.

    —¿Capitana? ¿Eres tú?

    —Santo cielo, ¿cómo te dejaron entrar así?

    —Al parecer soy un “invitado especial”.

    Ataviada con un espectacular vestido dorado y sin su equipamiento de guardia, Alexis sobresalía entre la multitud, aprovechándose de su belleza natural para verse más hermosa que nunca. La gente la confundía continuamente con una de las actrices principales, y el hecho de que Vega, vestido informalmente con un saco gris y jeans, se dirigiera a ella tan casualmente arrancaba numerosas miradas de envidia hacia él

    Lo sabía. Sabía que estaba loco por ella. Era la apertura que estaba buscando. Se mantuvo dando vueltas un par de horas, mientras Vega usaba su clásica técnica de provocar a Alexis para aflojar la conversación y distraerse un rato. Esos dos habían pasado la noche juntos después de que ella perdiera el conocimiento en las afueras de Efesto. Y si bien habían actuado con completa normalidad al día siguiente, ella tenía el poder de notar los sentimientos de la gente, que se acentuaban mientras más afinidad tuviera con el objetivo.

    Él había vivido aislado de la sociedad por culpa de sus poderes.

    Y ella había sufrido una horrible soledad por demasiados años.

    —Qué diablos quieres ahora.

    Un Pikachu se encontraba pegado a ella, subido a la barandilla del amplio balcón al aire abierto que habían habilitado para los comensales. Ren se había apoyado allí mientras observaba a la pareja de tórtolas bailando y riendo como tontos, utilizando al alcohol y al otro para olvidarse de sus problemas por una noche más. Meneándose de aquí para allá, y accidentalmente tropezándose contra una mujer de cabello pelirrojo.

    No la había notado hasta ese momento. La mirada gélida que les dirigió a ambos ocasionó que mucha gente comenzara a cuchichear a su alrededor. Debía ser alguien importante, por lo que a Alexis se le desdibujó la sonrisa y le pidió disculpas inmediatamente. Pero lo más curioso de todo… era que despedía el mismo poder que las medallas. Una energía impresionante, que sólo había notado en otro ser humano.

    <Esta no sería la primera vez que pongo mi vida sobre la línea sólo para probar un punto. Había una mujer, una asesina a sueldo llamada Alexandra Weiss. Es curioso cómo, con el pasar de los años, me he dado cuenta de lo jodidos que estábamos todos de la cabeza en ese grupo. Como si una fuerza superior nos hubiera juntado a todos específicamente, para unirnos en pos de un bien común. No es algo muy descabellado de pensar.>

    <Mira dónde estamos, después de todo.>
    La voz en su cabeza también la conocía. Era una mujer peligrosa, sin embargo parecía confiar en ella. ¿Cuál era la conexión? ¿Cómo podía esa voz conocer todo sobre Aiwass, y sin embargo, al acercarse a ella…? Era desesperante. No podía aguantarlo más. Se acercó hacia los baños, estampándole la puerta en la cara a aquel ratón eléctrico que no paraba de seguirla. Y con sólo un destello, se había desvanecido de la isla.




    —Mew, ya sabes qué hacer.

    El Ditto se separó de su cuerpo por un momento, para desmoldarse en su forma chiclosa y posteriormente adquirir una figura completamente distinta. Un hombre de apariencia desgarbada y mucho más alto que Vega, pero a la vez con una complexión más débil y raquítica. Había tomado una muestra de aquel hombre hace mucho tiempo, pero no se había percatado de que él también tenía un Quilava hasta hace unos días. Y es por eso que era el disfraz perfecto. Saltó a las afueras de Efesto. A aquel árbol solitario en la colina, con la corteza tallada en el pasado con dos nombres desconocidos.
    Por qué, se preguntó aquel día…

    <Allí fue donde la conocí por primera vez. Efesto era un campo de batalla, y por culpa de mi estupidez, perdí a mi Arcanine. No quería que los Pokémon salvajes profanaran el lugar en el que lo habíamos enterrado, por lo que me quedé montando guardia a las afueras del bosque. Ella me vio de duelo en medio de la lluvia, y se mantuvo a mi lado durante casi toda la noche. Había pasado por lo mismo, pero parecía acostumbrada a ello.

    Lo más curioso fueron las noticias un par de semanas después… el bosque entero fue prendido fuego. Esa región me costó a uno de mis Pokémon, por lo que lo único que lamenté fue el no poder haber visto aquel árbol gigantesco envuelto en llamas, ardiendo hasta las raíces.


    Se podría decir que Fay tuvo el homenaje que se merecía.>
    Lo que esa mujer dentro de su cabeza decía era una verdad a medias. Los nombres seguían tallados en el árbol, pero el bosque se mantenía intacto. Narciso seguía siendo un pueblito helado en el pie de la montaña, pero la gente allí había sido obliterada. Las familias Lann, Frey y Ericksen estaban presentes en los gimnasios, pero los líderes eran completamente diferentes.

    Sólo estaba jugando con ella. Saltó más a lo profundo del bosque, al claro donde había atrapado a Mew. La oscuridad y los Pokémon se cernían sobre ellos, pero éstos se calmaban al captar el rastro de Ren. No era humana. No era una intrusa.

    Un árbol gigantesco se encontraba en medio del Bosque de Pan. Un árbol que debería haberse consumido por las llamas hace años. Sin embargo allí estaba, enorme y frondoso, casi burlándose de su destino. Un chasquido liberó al Quilava de Vega, que ni se inmutó al verla en aquel nuevo disfraz.

    —Llamas azules. Cuatro Pokémon son capaces de emitir llamas azules. Dos son nativos de Unova. Y dos son originarios de Johto. Sabes quiénes son, ¿verdad?

    Vega podía tratar de mantenerle todos los secretos que quisiera. Pero mientras más se abriera más a ella emocionalmente, más podría acceder a sus memorias. Una niña tratando desesperadamente de ingresar en una torre en llamas, mientras su hermano se lo impedía con todas sus fuerzas. Él tenía la culpa de que todo hubiera terminado así.

    —Ni Vega ni yo somos muy originales con los nombres, eso está claro —susurró agachándose a su lado—. Sólo puedes ser uno de ellos.

    Jamás cumpliría su objetivo así: necesitaba más fuerza. Y si su oponente era el que había creado esta fantasía en la que estaba atrapada, ella regresaría el mundo a la normalidad. Era la única razón por la cual seguía aferrándose a esa vida a medias, lo único que impedía que esa humana se recuperara.

    La energía que emanaba era impresionante. Pero Vega jamás le permitiría crear semejante destrucción, tanto caos. Ni siquiera por su querida hermanita. Sólo había una alternativa.

    Fuego Sagrado, Entei.
     
    Última edición: 17 Abril 2019
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