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Hola, no me voy a presentar mucho. Me dicen Meri por María. Sí, el nombre más poco original del mundo. Escribo cuando estoy aburrida y soy inconsistente. Tambien dejo reviews muy indecorosas. Gran presentación. Siguiendo la reciente idea de Gold , llevo dándole vueltas varios días a hacer un epílogo similar al suyo. Al igual que su historia, también es una continuación directa de cierto colectivo de cierto usuario llamado Kiwi . Segun mis cálculos debería tener unos cinco capítulos. Para terminar, decidí meterle un poco de salsa, convirtiéndolo en una especie de crossover con este otro fic del mismo autor. Así que sí, todo es un lío y probablemente unas 5 personas en total entiendan qué está pasando acá. Sin embargo, tenía ganas de empezar ya en este foro y pensé que iba a ser una buena forma de activar mis manos frías por el invierno. Soy monocromática pero me gusta pintarrajear alrededor de mis capítulos por más que no debería, y meter videos musicales de fondo aunque sea muy poco profesional. En FF.net no podía, así que acá aprovecho. Y plagio nombres de libros. ¡Nada más que decir!

Capítulo 1: La Reina.

¡Felicitaciones en vencer la Liga Pokémon de Kalos!

"Este es el Hall de la Fama"​

Los delicados pasos de princesa de Diantha retumbaron en el silencio de aquel lúgubre salón. Podía verla sonreír levemente delante de ella, mientras ambas avanzaban hacia un extraño pedestal semicircular que contaba con espacio para colocar seis Pokéball.

—Adelante. No seas tímida.

Abrió con un poco de nerviosismo el cierre de su fiel bolso de cuero y, usando ambas manos, depositó dos de aquellas esferas en los huecos centrales. Y luego otras dos. Hubo un silencio un tanto incómodo provocado por la completa ausencia de sonido de aquella recámara antes de que la campeona se girara, mirándola con una ceja arqueada.

—¿Sólo tienes cuatro? —inquirió con sorpresa, y ella se limitó a asentir.

Una luz brillante se mostró frente a sus ojos, cegándola por unos instantes debido al contraste con el oscuro ambiente. Aquel pedestal tenía una pantalla, que tardó unos segundos en recolectar la información de sus esferas. Un Mawile y un Greninja aparecieron en primera plana, seguidos de un Salazzle y un enorme signo de interrogación que se colocaron a ambos lados de los primeros. Las pequeñas cuatro animaciones se hicieron a un lado para mostrar la imagen de una niña de aspecto inocente, sus ojos ambarinos brillando de determinación mientras sonreía hacia el vacío. Reconoció esa imagen: era la que le habían tomado cuando tramitó su Tarjeta de Entrenadora, hace más de cuatro años.

Una animada musiquilla orquestal inundó el Hall de la Fama, mientras la imagen se mantenía estática durante unos segundos. Momentos después, aquel pedestal expulsó una hoja de papel grueso similar a un diploma de estudios, con sus datos personales y los de su equipo, letras doradas que simbolizaban su victoria frente a la Liga Kalos. Tomándola, se quedó estupefacta durante casi un minuto, mientras aquella música se repetía ridículamente una y otra vez. Parecía que había sido creada para no durar más de veinte o treinta segundos.

—¿Se supone que esto es una broma? —preguntó, tratando de mantener un tono alegre en su voz, que no correspondía con el sentimiento creciente de irritación que la situación le estaba causando.

Los ojos de Diantha se deleitaban con la imagen que su más reciente retadora le otorgaba, mientras su falsa sonrisa se convertía en una mueca de lástima. ¿O era de burla?

—Esto es lo único que te esperaba tras las puertas de la Sala de la Luz, un día como éste hace cuánto, ¿tres, cuatro años? Ha pasado tiempo…

…Cheza Crise.

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Diantha la guio de regreso a la Sala de la Luz, una enorme habitación circular recubierta de ventanas y cuyo único acceso era una pequeña plataforma que actuaba de ascensor. Las cortinas que tapaban parcialmente la fuerza de la luz solar estaban igual de impecables que el mantel de una pequeña mesa, también redonda, que había sido posicionada junto con un par de sillas mientras ellas estaban en el famoso Hall de la Fama.

—Me imagino que tienes preguntas— comentó mientras tomaba asiento y vertía agua caliente en una taza de porcelana—. Sírvete lo que quieras.

Aún conservaba aquel documento que probaba su victoria frente a ella. Lo levantó en el aire, señalando aquel signo de interrogación enorme que ocupaba un quinto del papel. A modo de respuesta, la campeona se echó a reír.

—Es la primera vez que alguien trae un Pokémon nativo de Aiwass. Esa máquina es vieja, más vieja que Drasna me atrevería a decir, y no tiene información de regiones nuevas, o regiones sin una Liga Pokémon establecida. Algo similar sucedió con un entrenador que vino de Alola hace un par de años. Augustine tuvo que contactar con el profesor de esa región, un tal Kukui, para intercambiar datos de los Pokémon de cada región.

—Es sólo un Swellow.

—No es cualquier Swellow.

Cheza evitó chasquear la lengua con todas sus fuerzas. Tenía que dejar de comportarse como una adolescente fastidiada todo el tiempo. Se sentó en silencio y se preparó un café con chocolate ante la mirada inquisitiva de Diantha, que parecía perforarle el alma misma.

—¿Realmente me recuerdas de aquella vez?

—¡Cómo no hacerlo! El altercado con Lysandre había pasado hace menos de un año. Nuestras conexiones pendían de un hilo mientras tratábamos de convencer a todo el mundo de que no éramos una amenaza que atentaba con destruirlo completamente. Y la estúpida de Malva decidió desquitarse con una de las familiares de Cynthia, empeorándolo todo. Y la muerte de tu Charizard casi ocasiona una maldita guerra, de no ser porque tu tía resultó ser una mujer con nervios de acero.

Ya lo había superado. Habían pasado años. Pero el solo recordar aquellos momentos le estrujaba el estómago. La pequeña taza de porcelana tintineó un poco contra el plato mientras trataba de tomar un poco de aquella infusión para calmarse.

—Era un Pokémon muy raro, además: hacía exclamar a Augustine de admiración cada vez que lo hacías danzar y cambiar de forma por los aires…—la mente de la campeona volaba hacia aquellos momentos, pero el tintineo la interrumpió—. Lo siento, ¿de qué hablábamos? Ah, sí. A decir verdad, tenía pensado dejarte ganar aquella vez también. Eras toda una celebridad, la gente te quería y los mantenías distraídos del caos que nos estaba afectando por fuera. Arrastré la batalla hasta el punto más emocionante, pero tu Mawile tuvo bastante mala suerte. En fin: como has visto, no te habías perdido de mucho.

Mirándola a los ojos, aún no podía creerlo. ¿Por semejante estupidez se había pasado aislada durante los últimos años de su adolescencia? ¿Por aquel ridículo papelito, había mantenido a sus Pokémon encerrados por tanto tiempo? Estrujó aquella hoja conteniendo la indignación, pero las palabras de Diantha tardaron un poco en llegar a su mente.

—A qué te refieres con ¿“aquella vez… también”? —preguntó en voz baja.

Por primera vez, el rostro de la campeona reflejó genuina sorpresa.

—Seguramente no creerás que eso es todo lo que puedo hacer, ¿cierto? Pensé que eras una chica inteligente, Cheza.

En el fondo no quería admitirlo. Pero tanto el Alto Mando como Diantha le habían parecido estúpidamente fáciles de vencer. En el pasado con su Charizard, y en el futuro con su equipo nuevo. Sí, se había tomado semanas en aprender y estudiar muchísimo sobre ellos y su equipo antes de vencerlos esta vez, pero aun así esperaba una dificultad un poco mayor, para ser los máximos representantes de la región. La voz de Diantha realmente sonaba como si Cheza le estuviera tomando el pelo.

—¿Realmente crees que todos los niños que hay en el Hall de la Fama son más fuertes que yo? ¿Que tú puedes vencerme, si me tomara esto en serio? He sostenido este puesto por más de quince años, desde que vencí a Drasna en un combate oficial y me cedió su puesto. Esto es sólo una simple tradición para los niños, para que formen vínculos con sus Pokémon y tengan la oportunidad de conocer a sus ídolos. Conquistar la Liga no te convierte en campeón automáticamente, ¡eso es ridículo! Con mucha suerte consigues ser líder con el paso del tiempo, y si haces las cosas bien quizá uno del Alto Mando te ceda su puesto. Asi ha sido durante años, y así lo seguirá siendo.

—Pero Clemont realmente parecía reacio a dejarme ganar…—argumentó, recordando las varias derrotas que había sufrido frente a él antes de por fin poder vencerlo—. Me costó semanas idear una estrategia para vencer a aquel maldito Luxray en su momento. ¿Por qué me haría las cosas tan difíciles, si distraía tanto a la gente?

—Es posible que haya sufrido del mismo problema que Malva. Cynthia y Augustine te estaban dejando el camino demasiado fácil. Clemont llegó allí a base de sudor y esfuerzo, no gracias a Pokémon criados para las batallas que le regaló la campeona de Sinnoh. El también pasó por el Hall de la Fama, y fui yo quien le ofreció el puesto de líder de Gimnasio de Lumiose. Resultó ser un entrenador excepcional y prometedor, al contrario de… bueno, tú.

Pudo sentir un pequeño tic en el ojo izquierdo, producto de aquel insulto gratuito. Había pasado un año completo encerrada en Aiwass, viendo a gente y Pokémon morir como si eso fuera la maldita guerra de Unova y Kalos, ¿y ella era la que se atrevía a decir que no era excepcional? Aquella muñequita de porcelana de cara linda y viviendo en un castillo no tenía la más mínima idea de lo que era capaz. Diantha pareció percatarse de sus palabras, porque se retractó casi inmediatamente.

—No me malinterpretes, no eras una mala entrenadora. Pero tampoco eras nada especial, más teniendo en cuenta como tu Mawile cayó casi accidentalmente en el momento en el que perdiste a la estrella de tu equipo. Aun así, lo que te falta en… talento, por llamarlo de alguna manera, resulta que lo tenías de sobra en estrategia. Arrel Strauss me contó de tus hazañas en Aiwass. Realmente te pones seria cuando la situación lo amerita, ¿verdad?

Strauss era uno de los líderes de Aiwass, y el último contra el que disputó su medalla. Todavía recordaba su propuesta de convertirse en la nueva campeona de Aiwass. Pero ella sabía que eso era imposible. Era muy joven, muy frágil, muy inestable. Se la hubieran comido viva en el momento en que pusiera un pie en lo más alto. Jugueteó con la cucharilla mientras Diantha seguía hablando.

—Ocho medallas más en tu bolsillo, batallas de lo más curiosas y, según una de sus camaradas, una dedicación ejemplar. Aunque todo eso a costa de una constante paranoia y ciertos comportamientos… autodestructivos. Aunque hay quienes dicen que siempre hay que cuidar tus espaldas en terreno desconocido.

Desconocido.

Terreno desconocido.

Paradero desconocido.​

La ridiculez que había sido el Hall de la Fama le había hecho olvidar de lo más importante. No había llegado hasta allí por venganza, ni por un título, ni para superar sus problemas de niñita traumada que Malva le había ocasionado. Aquel día, cuando se había disparado la guerra civil en Aiwass, recibieron la ayuda de varios miembros importantes de otras regiones. Sin embargo… Cynthia no estaba en ese grupo. Desde ese día había tratado de contactarla. Incesantemente, pero sin éxito. Y llegó a la conclusión de que si alguien tenía que saber algo en Kalos, ese alguien tenía que ser Diantha. Y la única forma de hablar con ella cara a cara, era a través del desafío de la Liga. Abrió la boca, pero la campeona se le adelantó.

—Yo tampoco conozco donde está. Es como si se hubiera esfumado de este mundo. ¡Peeero! —agregó rápidamente—, creo que puedo ayudarte en eso. Siempre y cuando tú me des una mano, claro está.

Cheza dejó caer la cuchara tintineante en la pequeña taza y la miró con inseguridad. Incluso la gente en la que más confiaba en Aiwass resultó ser tan cambiante como una veleta en el momento que menos se lo esperaba. Mantuvo silencio, esperando que la mujer hablara.

—Puedo conseguirte una beca en la universidad de Lumiose. La carrera de Relaciones Internacionales es un buen punto de partida, y podrías viajar de vez en cuando y juntar información sobre Cynthia.

—A cambio de qué—respondió secamente. Su estadía en Aiwass le había enseñado que nadie hacía favores “porque sí”.

—Quiero que seas la representante de los asuntos ajenos a la región. Una embajadora, en otras palabras, ahora que Drasna está pensando en retirarse—comentó como si fuera lo más normal del mundo, y sus labios se contornaron en una sonrisa de incredulidad al notar la mirada de confusión en Cheza—. ¡No me digas que realmente pensabas que esto es todo lo que hacemos todo el día, esperar plantados a que venga un niño a retarnos!

Y como si fuera una lección de política, Diantha comenzó a hablar. Y poco a poco, sus ojos comenzaron a abrirse al mundo, que era algo más que Pokémon y batallas.

Wikstrom se encargaba de las fuerzas de seguridad de Kalos y de la restauración del arma definitiva para reafirmar su poder militar frente a las otras regiones. Fuerzás aéreas, terrestres, marítimas… con un pie en el vacío y la desconfianza de la mayoría de las regiones, debían estar siempre alerta.

Con la muerte de Lysandre, Malva, previa superior en temas de comunicación, tuvo que hacerse cargo además de la economía, subiendo como cabeza de los Laboratorios Lysandre y tratando de estabilizar el caos que la compañía con más importancia de la región había dejado, a la vez que trataba de tranquilizar a las masas mediante los medios masivos de información.

Siebold ayudaba a Malva y fomentaba la cultura monárquica y gastronómica de Kalos, promoviendo el turismo y atrayendo a posibles inversores que puedan ocupar el enorme hueco de desempleo que Lysandre les había dejado.

Y Drasna, finalmente, trataba de sanar los lazos políticos con el resto del mundo. Tratando de conseguir acuerdos de paz e incluso atendiendo problemas personales de otras regiones con tal de ganarse su favor de vuelta. La reciente popularidad de Cheza con lo sucedido en Aiwass le vendría como anillo al dedo, mostrando como una chica kalosiana había velado por la seguridad de una región, junto con la ayuda de muchos otros jóvenes de alrededor del mundo.

En cuanto a Diantha, se encargaba de los asuntos internos, así como de la supervisión de los líderes de gimnasio de cada ciudad, quienes a su vez encargaban de informarle de los proyectos menores. Clemont en Energía, Ramos en Medio Ambiente, Korrina en Deporte y Salud, Valerie en Arte y Performances, y Olympia en Religión... Todos cumplían su parte, empujando juntos a la región hacia la prosperidad.

Todo eso a la vez que mantenía su figura como actriz para mantenerse reconocida y su imagen relevante y querida en la sociedad. Y todo a la vez que mantenía rigurosos entrenamientos con el resto del Alto Mando y los líderes de gimnasio que visitaba regularmente.

Porque ella no era una simple princesita esperando retadores en su castillo.

No era una preadolescente bailando para sacarle una sonrisa a la gente.

Diantha era la verdadera Reina de Kalos.​

 

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Por fin, después de setecientos años llegué con un capítulo nuevo. Dos fuera, quedan... 4 mas o algo así. No sé por qué este sistema DE MIERDA no me deja poner todo como una pestañita de spoiler, pero es muy tarde y no quiero pelear con mi pc. SE QUEDA ASI. ESPERO QUE ESTES CONTENTO, FORMATO RARO.
Gold bien que te tuve loco toda la semana dando vueltas con esto. Bueno ya está. Está terminado, si querés empezar a cambiarme cosas vos ahora estás en todo tu derecho. 3 y media de la mañana y pude terminar esto. Qué horror.
Kiwi por fin algo de lo que no te sabes todo de antemano. ¡Yay! Quiero tu review mas beta-testera en este capítulo que me tiré toda la semana para armar. Y ver que podés adivinar de mis pistas escondidas, ahora que estoy agregando cosas por todos lados.

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Blue Arcangel SI, TE HICE ESPERAR MUCHO. Porque soy un desastre cuando hago algo por gusto y sin una fecha de entrega. Vos no te leíste el colectivo, así que esto debe ser un quilombo. Es muy difícil tratar de hacer esto tanto para la gente que no sabe de la historia anterior como para la que sí.
Asael Martinez MENOS MAL que es entendible. Sip, esta mini-historia es sobre Cynthia - y entendiste el mensaje muy clarito: no es una estupidez ser una campeona/alto mando/lider/lo que sea en esta historia. No hay ministros de seguridad, ambiente y mil otros más para hacer el trabajo de mantener la region a flote: se tienen que encargar ellos o se los comen los de afuera.
Dr Kaos ESTO NO ME DEJABA HACER LA ACTIVIDAD DE LA PELUCHE. No sabes la frustracion que me agarraba todas las noches cuando quería prender la pc, veía que las palabras seguían sumando y no podía terminar el fucking capítulo. Este cap 2 del infierno tiene 5000 palabras, pero no logre encontrar una forma de separarlo en dos sin tener que agregar MAS cosas, y ya estaba lo suficientemente largo.

Capítulo 2: La Mercenaria.​

—Una vez más.

—Necesita un descanso.

Drasna fingió no escucharla, a pesar de que les habían facilitado una habitación para ellas solas en ese establecimiento. Era por una razón que nadie podía ingresar al Bastión de Batalla sin invitación previa. Y resultaba irónico que se hubiera designado como atractivo turístico para la presentación de batallas y la entrega de títulos nobiliarios, pero tan poca gente podía participar.

—Este lugar no es gratis, mi niña —comentó Drasna mientras recuperaba a su Altaria—. Diantha necesita que te asigne un título antes de que viajemos a Unova.

—No entiendo por qué tiene que ser tan repentino— replicó Cheza, mientras rociaba la parte frontal de su Swellow con una Hiperpoción—. Podrías haberme dado tiempo para prepararme.

Jamás había visto ese movimiento en su Altaria, a pesar de haber combatido con ella en las dos ocasiones en las que había tomado el desafío de la Liga. Una Guardia de Algodón que la volvía casi inmune a los ataques físicos, y una Swellow que destacaba en su fuerza bruta. Limitados a un solo movimiento, lo había sentido sumamente injusto.

—Tienes que estar preparada para lo que sea. Si alguien trata de probarnos, no nos enviarán una lista con su equipo y sus movimientos primero. Necesito saber tus capacidades en caso de que decidan abrir nuestra reunión con un combate tradicional… y que aprendas a dejar de gritar los ataques.

Cheza la miró desde el otro lado del campo de batalla con los brazos cruzados. La conocía desde hace años, era prácticamente su abuela. ¿A qué se refería con “conocer sus capacidades”? ¡Llevaba entrenándola desde hace semanas!

Drasna suspiró, tomándose la cabeza con una mano y cerrando los ojos.

—Está bien, hagamos una última demostración. Te dejaré poner las condiciones esta vez, ¿te parece?

Una demostración era un combate simple, donde se evaluaban las fuerzas y las resistencias del oponente en un solo movimiento. Las medidas de seguridad eran altísimas en el Bastión de Batalla, lo que convertía cualquier tipo de accidente en una oportunidad casi imposible.

—Una prueba doble —propuso inmediatamente.

Jamás había perdido con ellos, y su nivel de coordinación era increíble. Una Mawile y un Greninja se materializaron en el campo de batalla. Del otro lado, Drasna eligió a Noivern y a su Dragalge. Si era la última ronda, la haría valer. Sujetó el colgante con su piedra activadora, y en un destello de energía, su Mawile cambió de forma.

—Acérquense —les ordenó Cheza, y su par comenzó a cerrar las distancias. Drasna esperó hasta que estuvieran aproximadamente a la mitad, antes de emitir un sonido.

—Ahora.

Sin ninguna orden ni la más mínima instrucción, dos ataques salieron dirigidos con fuerza hacia su equipo: un Lanzallamas de parte de su Noviern, un Rayo de parte de su Dragalge, ambos dirigidos a su contraparte que llevara la debilidad elemental. Lo que Drasna no conocía era que ambos ya sabían como responder a esas situaciones de sorpresa.

—¡Crúcense! —gritó en el momento en el que alcanzó a distinguir los colores de aquellos ataques.

Utilizando su velocidad natural, su Greninja se aprovechó del tamaño de su compañera para empujarla a un costado, mientras él rechazaba el Lanzallamas con un chorro de agua a presión. Del otro lado, su Mawile se abalanzó a la garganta de su oponente, abriendo una de sus mandíbulas y recibiendo el Rayo de lleno, lo que provocó que ésta brillara con un resplandor dorado.

Con un solo cambio de lugares, ambos oponentes habían quedado al descubierto. Drasna parecía maravillada por el resultado, y sus ojos se abrieron de par en par cuando su Greninja lanzó un súbito ataque de Rayo Hielo en dirección a su compañera, la cual lo atrapó con su otra mandíbula.

—¿Y eso?

—Ella necesita un poco de ayuda —comentó Cheza, sonriendo por la perfección con la que aquel movimiento se había desenvuelto—. Y creo que esto es un punto para mí.

Las mandíbulas de su Mawile amenazaban con un Colmillo Hielo. Y su Greninja había mutado a un extraño color violáceo, producto de su Paranormal. Sin embargo ninguno de los dos atacó: era sólo una demostración, después de todo. Ninguna de las dos quería correr riesgos innecesarios.

—Todavía necesitas bastante refinamiento —comentaba Drasna, de vuelta en el taxi hacia Ciudad Luminalia—, pero esos movimientos bastarán para dejar con la boca abierta a cualquiera en Unova. ¿Te gusta tu título de Marquesa? Es el mismo que tienen los líderes de gimnasio.

—Sigo sin encontrarle el sentido a todo esto.

—Diantha quería que nos presentáramos con títulos nobiliarios al frente de nuestros anfitriones, sólo para reforzar nuestra cultura— comentó sin darle mucha importancia—. “La Duquesa Drasna y su sucesora, la Marquesa Crise”. ¿A que suena bien, mi niña?

Cheza se limitó a sonreír con educación. Nuevamente pensaba que hace un par de años se hubiera burlado de toda aquella estupidez. Pero debía admitir que los títulos sonaban un tanto imponentes.

—Te pasaré a buscar mañana cerca de las ocho para ir al aeropuerto. No te quedes dormida.

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Drasna sonreía satisfecha al ver la cara de estupefacción de su futura sucesora cuando un par de empleados del aeropuerto las guiaron hacia uno de los hangares del aeropuerto. Dentro de él, un magnífico avión de negocios negro como el ónice brillaba como si lo hubieran pulido de punta a punta esa misma mañana.

—Vamos a viajar en… ¿ese?

—Tenemos que dar una buena imagen al exterior, querida— replicó la mujer, mientras tomaba la mano de uno de los empleados para que la ayude a subirse—. En un jet privado llegas más rápido, causas una mejor impresión y viajas más segura.

Indecisa sobre qué atuendo elegir para aquella reunión, Cheza finalmente había optado por un conjunto semi formal. Elegante y sobrio pero con libertad de movimiento, no era muy distinto de aquel que había usado en su visita en el sofisticado Bastión de Batalla. Se sentó en una butaca opuesta a la de Drasna, la cual estuvo ocupada con su portátil durante el despegue y la primera parte del vuelo. De acuerdo al piloto el viaje duraría unas seis horas, y ella no había pasado una buena noche por miedo a quedarse dormida, por lo que se vio entrando y saliendo de su ensueño mientras el silencioso motor de aquel avión y la música clásica la mecían en su butaca…

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—Despierta. Estamos por iniciar el aterrizaje. ¿Cuántos terrones quieres?

Cheza se despertó sobresaltada. Drasna la miraba con su clásica sonrisa, mientras le ofrecía una taza de café para despertarse. Desperezándose y levantando tres dedos para responderle, la chica inmediatamente levantó la pequeña cortina de su ventanilla: no había más que nubes alrededor, pero el movimiento turbulento del avión, efectivamente, indicaba que estaban descendiendo. Descendiendo en Unova… ¿en algún momento Drasna le había contado por qué estaban allí?

—¡Nunca me has dicho para qué hemos venido! —exclamó sobresaltada cerrando la ventanilla, mientras se acomodaba el pelo y se frotaba los ojos con cuidado para no arruinar el maquillaje.

—Nunca me lo has preguntado —replicó Drasna, ofreciéndole la ardiente infusión que temblaba peligrosamente—. Recibimos una llamada de Iris, que quería reunirse con una representante de Kalos lo antes posible. Al parecer finalmente accedieron a acordar un tratado de paz.

Diantha le había contado acerca de sus esfuerzos por recuperar los lazos perdidos con las regiones después de la amenaza que Lysandre había provocado hace ya cuatro años. Sin embargo, no terminaba de comprender por qué Unova habría decidido aceptar en ese momento, después de tanto tiempo rechazando los avances de Kalos.

—Yo también creo que es bastante sospechoso— comentó Drasna al notar el silencio de la chica—. Mi intuición me dice que algo grande está pasando dentro Unova, algo que no quieren dejar salir. Minimizando las hostilid-

La miembro del Alto Mando se interrumpió de golpe, pues una sacudida bastante importante golpeó el ala derecha del avión. El café de Cheza se derramó sobre el portátil de Drasna, la cual soltó un grito de sorpresa y procedió a limpiarlo con preocupación.

—¡Agh! ¿Qué fue eso? —preguntó la rubia, mientras se secaba el café que le había caído sobre la mano, quemándola—. Es como si algo nos hubiera golpeado…

—Debe ser sólo una turbulencia, no le des importancia. Ayúdame a limpiar esto —replicó la mujer mientras terminaba de secar su computadora, pero Cheza no le prestó mucha atención.

Esta trató de abrir de vuelta la cortina de su ventanilla para ver al exterior… pero la mano de Drasna sujetó la suya antes de que alcanzara a hacerlo. Su expresión estaba ausente de aquella simpatía característica; en su lugar la observaba con seriedad.

—Te dije que no le des importancia. Hazme caso cuando te hablo.

Invadida por la paranoia de lo que podría estar sucediendo allí afuera, pero a la vez preocupada por el súbito cambio de tono en la actitud de la mujer, Cheza se volvió a acomodar en su asiento. ¿Acaso estaba pasando algo que Drasna no quería que supiera?

—Como te iba diciendo: minimizando las hostilidades con el resto de las regiones, lo que Unova debe estar buscando es evitar cualquier posible filtración de la información de su interior. No es nuestro objetivo saber qué está sucediendo aquí, y debes tener eso claro. Lo importante es poder concretar ese acuerdo, obteniendo la mayor ventaja posible de él. Mantente a mi lado, haz lo que te pida y todo irá sobre ruedas.

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Aterrizaron en el aeropuerto de Ciudad Mistralton, donde los estaban esperando la líder de gimnasio de la ciudad y uno de los miembros del Alto Mando. Sus nombres eran Skyla y Grimsley. Como viejos conocidos, él y Drasna se saludaron con amabilidad, encargándose de las presentaciones.

—¡Bienvenida a Unova! ¿Es tu primera vez aquí? —Skyla parecía agitada por alguna razón—. ¿Deberíamos seguir la tradición, o prefieren que…?

—Skyla querida, nuestras invitadas deben estar agotadas— comentó Grimsley con su voz tranquilizadora—. Yo las llevaré a Nimbasa, tú encárgate del avión y ver si los pilotos están bien.

Despidiéndose de la líder, el Alto Mando las guió a su vehículo mientras conversaba con Drasna acerca del revuelo que la súbita reunión les había causado a todos. Cheza alcanzó a observar por la ventanilla del asiento trasero como el avión privado se deslizaba en dirección a uno de los hangares del aeropuerto, echando un aterrador humo negro por una de las turbinas. Quiso señalárselo a Drasna pero estaba demasiado enfrascada hablando con su viejo conocido, y para el momento en que hubo un momento de silencio, se encontraban en el túnel subterráneo que comunicaba Mistralton con Drifveil.

Grimsley actuó como guía turístico para Cheza, que era nueva en la región, durante el corto trayecto desde la ciudad hotelera de Driftveil hasta Nimbasa. Un magnífico puente levadizo de color rojo conectaba ambas ciudades y permitía ver la salida al mar desde el sur hasta el horizonte.

—La gente de Driftveil llama a esta construcción el “Puente Charizard”. Cuando fue construido hace unos veinte años, los constructores juraban ver de vez en cuando a uno de ellos sobrevolando sus cabezas, vigilando su trabajo desde los cielos. Muchos trataron de atraparlo a lo largo de los años, pero decían que era imposible. A día de hoy es un gran atractivo turístico, y la gente sigue contando historias sobre aquel Charizard, quien supuestamente trae buena suerte a quien lo vea… quizás por eso es que yo jamás lo he encontrado ni una vez. Probablemente a estas alturas sean simplemente entrenadores de Kanto que quieren llamar la atención.

Cheza abrió la ventanilla con velocidad, dejando que el aire marino le dé de lleno en la cara y respirando con profundidad. Todo el puente estaba pintado de aquel color rojizo, pero lo que a ella realmente le importaba era el cielo. ¿A lo mejor era aquel Charizard que los había golpeado? Asomó la cabeza y miró hacia arriba… pero el cielo estaba despejado, sin rastro de Pokémon voladores. Decepcionada, volvió a acomodarse en su asiento. Si las cosas hubieran resultado diferentes… ella misma podría haber revivido esa leyenda.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Drasna un tanto preocupada cuando bajaron del auto—. Vamos, vamos, no es momento de ponerse melancólica: tenemos trabajo que hacer.

Guiados por Grimsley, los tres ingresaron a un sencillo edificio de tres plantas con vista al mar; al parecer tenía el mismo propósito que el Bastión de Kalos, pero contaba con salas de usos múltiples en el ala este que servían para celebrar reuniones. Cheza se sorprendió al ver a una mujer de tez morena ataviada en un magnífico vestido rosado, que se levantó a saludarlas en el momento en que pusieron un pie en la sala.

La campeona de Unova no parecía reacia a lucir extravagante y llamativa cuando la situación lo ameritaba. Atiborrada de presentaciones, formalismos y etiquetas, Cheza se limitó a escuchar y hacer lo que Drasna le pedía. La mayoría resultaron ser anotaciones de lo que se comentaba en la reunión, así como papeleríos y constancias de la celebración de la misma. No fue hasta dentro de casi media hora que el tema del acuerdo finalmente se puso sobre la mesa.

—…no estamos buscando precisamente un acuerdo de paz, realmente —en las manos de Iris descansaba aquel papel que las había hecho viajar al otro lado del mundo—. Shauntal encontró entre sus libros un término muy curioso. ¿Alguna vez has escuchado hablar de un “armisticio”?

—Es una suspensión de las hostilidades entre dos partes beligerantes —respondió Drasna inmediatamente, frunciendo un poco el ceño—, que no considera el fin de la guerra hasta que se arreglen las causas que la provocaron.

Iris se limitó a asentir en silencio, mientras Grimsley seguía anotando sin parar. Cheza, un poco confundida, decidió intervenir por primera vez desde que había llegado.

—No entiendo por qué usar un acuerdo legal de guerra, cuando Unova y Kalos llevan en paz desde hace miles de años.

El rasgado del bolígrafo de lujo de Grimsley se detuvo de golpe sobre la hoja, quien levantó la cabeza con una sonrisa irónica. Cheza pudo observarlo acomodarse en su asiento, esforzándose por mantener una actitud educada.

—Verás, aquí en Unova, amenazar con disparar un Arma de Energía Infinita a múltiples regiones del mundo se considera una declaración de guerra sin previo aviso.

—¿Usted cree que Kalos ordenó utilizar esa arma contra ustedes porque sí? —replicó Cheza, estupefacta.

—No lo sé. Tampoco sé por qué esa aberración no fue destruida por completo y se mantuvo escondida, lista para ser usada hasta hace unos cuantos años…

Grimsley continuaba sonriendo, lo que empezó a molestarla un poco. Llevaba su buen puñado de meses estudiando en la universidad, y “Historia de Kalos” resultó ser una de las primeras asignaturas. Sabía muy bien que decir, y no dudó en hacerlo.

—“No lo sé” —repitió con sorna—. ¿A lo mejor para todas aquellas investigaciones que la compañía Devon realizó para usar aquella energía para el bien común? Que por cierto, te recuerdo que tu maravilloso Puente Charizard se nutre de ella. Hasta incluso —agregó recargándose sobre la mesa, antes de que Grimsley pudiera responder —he escuchado a Cynthia hablar de ella en numerosas ocasiones como un atractivo turístico, una reminiscencia de la historia que no debería volver a repetirse. El arma definitiva jamás estuvo escondida al resto del mundo, y usted lo sabe.

—Ya he hablado de esto durante años, Grimsley —Drasna cortó la discusión levantando la voz—. La amenaza del atentado no fue una orden de Kalos, sino del Equipo Flare, que resultó ser poco más que un grupo terrorista. Y esa no es forma de tratar a nuestros anfitriones.

La última frase fue dirigida a Cheza, la cual intercambió una mirada de reproche con Drasna antes de acomodarse de vuelta en su asiento. Sonriendo con satisfacción, Grimsley volvió a tomar su pluma, sólo para encontrarse la misma devolución de parte de Iris.

—Quizá deberías dejarnos a solas por un momento, Grimsley.

—Y me temo que voy a tener que pedirte lo mismo, Cheza. Hay unos cuantos asuntos que necesito hablar con la campeona en privado.

El Alto Mando suspiró con un poco de molestia antes de abandonar la sala. Cheza lo siguió con un poco de malhumor, pero pendiente del consejo de Drasna de obedecer lo que le pida. Con la puerta cerrada a sus espaldas, Grimsley se apoyó contra la pared opuesta y sacó un cigarrillo.

—¿Quieres uno, niña? —ofreció extendiendo la caja, la cual rechazó con educación—. Lo siento por el cruce de palabras ahí adentro, no debí desquitarme contigo. Llevo actuando bajo bastante presión los últimos días.

Cheza estaba a punto de responder, pero recordó las palabras de Drasna: “no es nuestro objetivo saber que está pasando aquí”. Se mantuvo en silencio, hasta que Grimsley reanudó la conversación.

—Estoy bastante sorprendido que sepas de qué energía se proveen nuestros puentes. Tenemos una represa hidráulica en Castelia por la que pasan numerosos Pokémon marítimos de los cuales nos beneficiamos de su fuerza. Es una versión avanzada de la energía hidroeléctrica, pero con Pokémon realizando la fuerza para activar las turbinas junto con el agua. Un Gyarados puede proveer de la fuerza suficiente para levantar y bajar el puente unas seis veces el sólo.

—¿Por qué me está contando todo esto?

—Parecías bastante emocionada cuando cruzamos el puente, sólo por eso.

—Eso es por… —Cheza se cruzó de brazos—. Mi Pokémon inicial era un Charizard. Sufrió un accidente hace unos años.

Silencio. Grimsley dio un par de caladas más a su cigarrillo antes de responder.

—El antiguo campeón de Unova, Alder. Él también perdió a su Volcarona cuando era joven. Bah, ni que hubiera forma de encontrarlo en un día. Probablemente esté perdido por ahí, ayudando a entrenadores nuevos. ¿Quieres visitarlo otra vez? —propuso Grimsley tirando el filtro por la ventana—. Al puente, me refiero: a lo mejor nos encontramos con el famoso Charizard de la suerte. Y de todas formas, tengo que arreglar los trámites de su habitación en uno de los hoteles de Driftveil.

Cheza miró con aprensión la puerta de la sala de reuniones. Pegó la oreja a la puerta, pero sólo oía murmullos inentendibles.

—Iris tiene su propio vehículo, no te preocupes. Y creo que ambas estarán más que satisfechas si se enteran que hemos hecho las paces.

----o----​

—Te envié allí afuera para que Grimsley no escuche nuestra conversación detrás de las paredes, por supuesto.

Drasna estaba una vez más con su portátil, sentada frente al fuego de un hogar que iluminaba la pequeña cabaña en el linde de Driftveil con el bosque. Al parecer el Alto Mando se había olvidado completamente de reservar una habitación, por lo que tuvieron que contentarse con una cabaña. Era una edificación campestre hermosa y muy bien cuidada, pero Cheza seguía prefiriendo la seguridad de un hotel.

—¿Y? ¿De qué hablaste con Iris? —urgió Cheza, mirando por la ventana a oscuras. De vez en cuando podía ver un súbito resplandor que, según Grimsley, eran pequeñas manadas de Plusle y Minun que merodeaban por la Ruta 6.

—Claúsulas y garantías, principalmente: no es algo muy interesante. Aquel acuerdo no es precisamente lo que buscaba, pero nos servirá como una solución temporal. Me molesta un poco que se hayan decidido precisamente por un armisticio, ya que firmarlo significaría admitir que declaramos la guerra contra Unova hace tres años, pero si cumplen con las condiciones que planteé valdrá la pena. De lo contrario esto probablemente se estire unos cuantos días más.

Cheza prestaba atención a Drasna cuando un destello más iluminó la ventana de la cabaña, esta vez un poco más fuerte. No fue hasta que un tercero la deslumbró a través de las cortinas que decidió abrirlas de par en par, con intención de asustar a aquellos roedores. Sin embargo, lo que se encontró fue completamente diferente.

Una criatura bastante grande flotaba estática entre los árboles, en medio de la oscuridad. Podía reconocer la parte frontal acabada en tres puntas en la sombra, pero no podía reconocerla. Y entonces otro destello iluminó el bosque. Y esta vez no tuvo dudas.

Se trataba de un Togekiss. Un Togekiss con el pelaje completamente violáceo se encontraba mirando directamente a la cabaña, y se volteó al interior del bosque en el momento en que sus ojos se cruzaron.

—Voy a salir un momento —dijo apresuradamente, tomando su fiel bolso de cuero con sus Pokéball y abriendo la puerta a toda velocidad. Drasna no respondió: seguía enfrascada en su portátil como lo había estado en el avión— ¡Sora!

Un Swellow se materializó inmediatamente, moviendo la cabeza y tratando de acostumbrar sus ojos a la oscuridad.

—Necesito que uses Chispa para iluminar el camino —susurró.

Inmediatamente, una descarga eléctrica comenzó a saltar de una de sus colas a la otra. Allí a lo lejos, notaba aquella figura moviéndose entre los árboles, con la estabilidad de un dirigible.

Su Swellow no era una especie común. Era una variante de Aiwass, que había aprendido a envolverse en electricidad para cazar a sus presas en el agua. Entrenada por las zambullidas a los ríos de su región natal, había desarrollado una predilección por los ataques físicos. Había sido el reemplazo de su Togekiss cuando ésta fue robada e infectada por el veneno del Pokémon Legendario de la región, Devastal… pero después de una fatídica batalla había logrado recuperarla.

En medio del conflicto en aquella región y por miedo a perderla otra vez, le había ordenado volver a Kalos, pero jamás la encontró de vuelta en su hogar. Quería pensar que había llegado sana y salva a tierra, pero jamás pensó que estaría en Unova.

—¡Togekiss!

Tenía con que tratarla. Habían desarrollado una cura a aquella inmunda toxina. Comenzó a perseguirla junto con su Swellow, pero la escasa luz la hacía tropezarse constantemente. Su Togekiss se alejaba cada vez más. La frenética persecución por el bosque se extendió por unos minutos, hasta que los árboles se abrieron de golpe. Se encontraba en un claro en el bosque, y su Togekiss no estaba por ningún lado.

—No es tu Pokémon, Crise. No te preocupes, no voy a hacerte daño.

Una mujer alta y esbelta se encontraba apoyada sobre uno de los árboles del claro, apoyando uno de sus tacos aguja en la corteza y manteniéndose con un equilibrio impresionante. Conocía a esa mujer: Su nombre era Alexa, y había participado en el conflicto de Aiwass de hace unos meses.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó con curiosidad.

La mujer esquivó su pregunta con un murmullo: había olvidado que no era la persona más conversadora del mundo. Su actitud seguía siendo la que ella misma tenía hace un par de años, hosca y cerrada con los demás.

—Tú también lo viste, a mi Togekiss.

—Ya te dije, no es tu Togekiss. Tenía que alejarte de Drasna de alguna forma, y eso fue lo mejor que se le ocurrió a Allison.

Cheza la miró un tanto ofendida, y Alexa se cruzó de brazos. No parecía muy contenta con tener que haber recurrido a aquella táctica para alejarla, pero sin duda había funcionado a la perfección. Tenía que darle crédito por eso… a quien sea que fuera esa “Allison”.

—Y cuando dices “alejarme de Drasna…”

—Tú sabes de que trabajo: mientras menos gente conozca mi identidad es mejor. Me mandaron solamente para entregarte esto… y un regalo por las molestias. Los Swellow son especies de huesos ligeros: vas a causarle problemas a futuro si sigues subiéndote encima de ella.

Una Pokéball se abrió, revelando un imponente dragón de más de dos metros de altura. Se trataba de un fantástico Flygon macho que la miraba imponentemente, como evaluándola.

—¿Por qué me lo regalas? —Cheza la miró con escepticismo. Aquella mujer era muy lista.

—¿Hubieras tenido a alguien para rescatarte si tu avión hubiera caído en picada cuando llegaste? Su nombre es Storm, y es excelente para cubrir largas distancias.

Tenía la sospecha de que aquel humo en la turbina de su avión no era normal. Y no veía por qué a Alexa se le ocurriría mentirle. Incluso aunque fueran sus sospechas, Drasna se había empecinado en que no lo supiera.

—¡Yo sabía que eso no podía ser una “turbulencia”! ¿Por qué diablos-?

—Es una larga historia, y Drasna podría aparecer en cualquier momento. Atrápalo.

Un dispositivo muy pequeño trazó un arco, brillando en el resplandor de la luna que podía asomarse en aquel claro en el bosque. Cheza lo cazó en el aire, para darse cuenta que se trataba de una memoria USB.

—Creo que encontrarás lo que hay allí dentro de lo más interesante. Ha sido un gusto, Crise.

—¡Espera! —Cheza tenía tantas cosas para preguntarle— ¿Dónde estuviste los meses que nos tuvieron retenidos en Aiwass? ¿Has tenido contacto con alguno de ellos? ¿A Scylla?

El mencionar aquel nombre la hizo pararse en seco. Se volteó por un momento, dejando que su cabellera se meneara dándole una imagen enigmática.

—¿Has visto a Legis últimamente? —preguntó a su vez, a lo que Cheza no dijo nada—. Eso te debería servir de respuesta, supongo. No somos tan distintas después de todo.

Y realmente eran bastante similares. Pero tan diferentes a la vez.

----o----
​

—No puedo seguir despertándote cada vez que te quedes dormida, querida. Ya estás bastante grande como para saber usar un despertador.

La luz del sol inundaba la pequeña cabaña de hospedaje. Abrió los ojos para ubicarse, y se encontró tumbada en el sillón del hogar, con el ordenador de Drasna en su falda completamente muerto de baterías. Seguramente se había quedado dormida leyendo, pero lo más importante…

—Drasna, anoche una… amiga me entregó esta memoria.

—¿“Una amiga”? —repitió Drasna entrecerrando los ojos—. Mira, ya podrás contármelo más tarde: por ahora pon a cargar mi portátil, que voy a necesitarlo si queremos terminar estos papeles y volver a casa.

—Su nombre es Alexa, era una especie de mercenaria que nos ayudó en Aiwass— continuó Cheza, desesperándose ante la lentitud del portátil al encenderse—. Mira. ¡Mira todo esto!

Bajo sus ojos desfilaban cientos, quizá miles de archivos de audio. Cada uno con una fecha y una hora en su nombre. Drasna lo miró con aparente desinterés, mientras se terminaba de colocar un blazer de terciopelo y se acomodaba el pelo.

—No recuerdo a ninguna Alexa entre los “famosos” héroes de Aiwass. Quizá no le presté atención a las grabaciones. ¿Estaba en la fiesta?

—¡Eso no es lo que importa! No sé cómo consiguieron estos audios, pero son llamadas realizadas por el Alto Mando de Sinnoh— Cheza estaba extasiada—. ¡Podemos saber en qué andaba Cynthia en los últimos meses antes de que desapareciera!

—Ya podrás verlo más tarde, cielo. Estamos cortas de tiempo: Grimsley dice que está de camino.

El desinterés de Drasna por aquella posible pista la sacaba de sus casillas. Trató de buscar en qué parte de la lista se había quedado anoche, pero le era imposible.

—Podrías estar un poco más emocionada —protestó, dejando el portátil a un lado con frustración—. ¡Es de Cynthia de quien estamos hablando!

Drasna se encontraba dada vuelta, por lo que no pudo notar su reacción. Sin embargo, se tardó un poco más de la cuenta en responder. Cuando se giró, había recuperado aquella faceta simpática tan natural en ella.

—Me alegro por ti, querida, de verdad lo estoy. Pero debemos apresurarnos en llegar a tiempo a la reunión de hoy.

—No sé cuál es el apuro. Ayer dijiste que si no cumplían con tus condiciones, esto se demoraría unos cuantos… días…

Cheza se quedó con la frase en el aire, pensando. Drasna la había sacado de la sala para hablar de aquellas supuestas condiciones, la cual luego no se había molestado en explicarle. Y esa misma noche, había recibido aquella montaña de información… pero la actitud de la Alto Mando parecía casi indiferente.

Ni siquiera le preocupó que hubiera salido corriendo en medio de la noche al bosque; incluso cuando llegó, ella ya se había retirado a dormir. Convenientemente dejando su portátil suspendido. Y hoy a la mañana, sin previo aviso, ¿súbitamente estaba dispuesta a firmar?

—¿Has tenido algo que v-?

—Grimsley está afuera —la interrumpió Drasna inmediatamente— ¡Vamos, vamos: no hay tiempo para desayunar! Si tienes preguntas tendrás que hacérmelas después.

La mujer salió apresuradamente de la cabaña, con tanta premura que hasta olvidó tomar tanto el maletín como el portátil que seguía en el sillón. Aquellos archivos parecían invitarla a seguir investigando. Tocó un par más al azar… y notó como el corazón le daba un vuelco.

Aquella voz era inconfundible.​

 

Capítulo 3: “La heredera”

"...se trata de linaje. Esto no es cuestión de sucesores, ni de política.
Las tradiciones aquí son mucho más estrictas."
​

​

"Algún día tendrás que dejarlo,
aunque no sé a que tanto te aferras con lo mucho que lo detestas.
Aún así, ¿sabes lo mucho que daría la gente por estar en nuestro lugar?
Fama, reconocimiento, dinero..."​

​

"Sí, ¿y a cambio de qué? La única razón por la cual llevo tanto
tiempo aquí es con tal de no hacer cargar a alguien el peso de la corona.
En Kanto las cosas siempre fueron mucho más simples... No puedo permitir que sea ella."​

​

"¿Por qué? ¿De qué tratas de cuidarla tanto?"​

​

"De mi estúpida curiosidad... de haber desatado un infierno
que quizás no pueda apagar. Un infierno que estoy a punto de enfrentar."​

​

"¿Te encuentras bien?
No sé muy bien de qué me estás hablando,
pero si necesitas una mano..."​

​

"Prométeme que si algo me pasa, no le dirás nada.
Vigílala de cerca, y mantenla alejada de Sinnoh por más que te fuera la vida en ello."​

​

"¿Y que nunca sepa lo que te sucedió...?
¿Realmente te importa tanto?"​

​

"La amo más que a nada en el mundo.
Y si se entera de lo que vengo planeando todos estos años,
todo habrá sido en vano."
​

.
.
.

Contenido oculto

​

La grabación se detuvo para dar paso a un silencio común. Cheza se encontraba una vez más en la mesa redonda de la Sala de la Luz, sólo que está vez todo el Alto Mando de Kalos y Diantha estaban sentados formando un semicírculo.

—¿Para esto nos has llamado, Drasna? ¿Y que hace ella aquí?

—En realidad fue su idea. Pero no tiene la autoridad para llamarlos a todos ustedes, así que le di una mano.

Malva chasqueó la lengua con fastidio. Sabía de antemano el rencor que la rubia le tenía, y desde que ésta había comenzado a trabajar para Diantha, había tratado de esquivarla en cada ocasión posible. Desafortunadamente para ella, las convocatorias del Alto Mando eran obligatorias, sin excepción. Era un acuerdo mutuo no comenzarlas hasta que los cuatro miembros y el Campeón se encontraran presentes.

—Lo siento por llamarlos así— se excusó Cheza, sintiéndose un tanto responsable por hacer cargar con la culpa a su mentora —, pero ustedes son los que más saben de toda la región. Si alguien puede atar los cabos de estas grabaciones y ayudarme a encontrar a Cynthia, son ustedes.

Por el rabillo del ojo, pudo ver a Wikstrom sonriendo de oreja a oreja ante el cumplido. Malva cruzó las piernas con fastidio y miró a Siebold, el cual no la observaba a ella, sino al portátil desde el cual se reproducían las grabaciones.

—¿Cómo has encontrado estas llamadas, chica?

—‎Una mujer que quedó atrapada en Aiwass conmigo me la dió. Pero no sé muy bien de donde las sacó: parecía reacia a contármelo, y me alejó lo suficiente de Drasna como para que ella no la viera.

—Lo que significa que quizás la conoces, Drasna...

Siebold se cruzó de brazos, pensativo. Casi podía ver los engranajes de su cabeza a toda marcha, tratando de descifrar cómo rayos alguien que había estado por casi un año incomunicado tenía llamadas de ese período en su poder.

—Pero nos estamos desviando del tema — levantó la voz Diantha, que había estado callada hasta ese entonces — Drasna me comentó que Cheza realizó un trabajo excelente para conseguir ese acuerdo con Unova. Como recompensa, decidí darle permiso para asistir a esta reunión. ¿Te importaría reproducirlo de vuelta?

Cheza obedeció, echándole una mirada de reojo a Drasna antes de acercarse al portátil: no recordaba haber hecho nada "excelente" en aquel viaje, más que salirse de sus casillas y gritarle a Grimsley un rato. El cursor flotó por las decenas de archivos ocultos; había pasado los últimos días revisando uno por uno los audios; la mayoría resultaron ser conversaciones banales con el resto del Alto Mando de Sinnoh, pero aquella última llamada resultaba demasiado críptica como para que no escondiera algo.

—La segunda voz es de Lance, sin lugar dudas— comentó Wikstrom con firmeza —, incluso hace mención a Kanto.

—Y están hablando de dejar su puesto— agregó Siebold —. A decir verdad, no sabía que Cynthia odiara tanto ser campeona. ¿Sabías algo de esto, Drasna?

La Alto Mando negó con la cabeza, con el ceño fruncido. Había escuchado el audio más veces que nadie, y aún así no lograba encontrarle sentido a lo que decía.

—Siempre fue una líder soberbia. Fácilmente podría hacer el trabajo que nosotros cinco hacemos día a día, sin contar que es una entrenadora excepcional: quizás estaba pasando por una crisis laboral. Pero sigo sin entender que tiene que ver el linaje en todo esto.

Drasna ya se lo había mencionado. Las reglas de la Liga eran las mismas para cada región: el campeón elige a un sucesor, el cual la desafía en una batalla tradicional para asumir el puesto. Todo estaba arreglado desde un comienzo.

—Vigilarla, mantenerla alejada de Sinnoh...— agregó Diantha con la mirada perdida —. Lance viajó a Aiwass para detener la catástrofe que estaba por ocurrir. Y tú estuviste efectivamente alejada de Sinnoh durante ese tiempo. Incluso hablan de un infierno desatado, que podría ser las llamas de aquel monstruo que azotaba la región. ¿Crees que hablaban de ti, Cheza?

Quiso contestar, pero un bufido del otro lado de la mesa la interrumpió. Malva se ajustó los anteojos, mientras descruzaba las piernas y miraba a Cheza con fastidio.

—Tú la escuchaste, "la amo más que nada en el mundo". Si esto fuera un plan maestro de Cynthia y Lance, jamás hubieran permitido que terminara envuelta en el caos que se desató en Aiwass. Es un milagro que haya sobrevivido a todo eso de una pieza.

—¿Y de quién piensas que habla, entonces?

—Podria estar hablando de ti, y haber mentido sobre el hecho de que te adora tanto como crees. O podría tratarse de alguien completamente diferente. Aunque no tenemos forma de saberlo nosotros...

—...pero Lance sí— completó Siebold.

Una vez más, el silencio se impuso en la mesa redonda. Aún seguía en pie su idea de ir a Sinnoh, pero Drasna ya le había mencionado que el Alto Mando de allí tampoco tenía información sobre ella, y a juzgar por su experiencia no creía que estuvieran ocultándole algo. Aunque siempre existía la posibilidad de que lo estuvieran encubriendo al ámbito internacional.

—Entonces está decidido— concluyó Diantha —. Cheza, tu próximo proyecto será viajar a Kanto a reunirte con Lance. Lo mejor sería que vayas sola, para mantener al Alto Mando alejado y así evitar que algún posible secreto sobre Sinnoh se filtre al resto del mundo... si es que hubiera alguno.

—No funcionará— interrumpió Cheza, apesadumbrada —. Lance no me dijo ni una palabra en todos los meses que duró la investigación en Aiwass, ¿por qué lo haría ahora?

—Quizás se sienta menos presionado al no tener a la Policía Internacional vigilando cada uno de tus movimientos— replicó Siebold.

—Conozco a Lance, es un buen tipo— terció Wikstrom —. Y eso es lo que me preocupa. Si esa llamada habla de ti, y realmente le prometió a Cynthia no decirte nada sobre ella, vas a tener problemas para sacarle algo.

—Ya pensaremos en algo, querida— la tranquilizó Drasna —. Lo importante es que finalmente tenemos una pista por seguir.

----o----​

Diantha había planeado muy bien sus horarios. Conocía el historial académico de Cheza, por lo que sabía que intentaría terminar su primer año universitario lo antes posible. El invierno se acercaba rápidamente y su viaje a Kanto ya estaba programado. Si era afortunada, volvería a Kalos para pasar las fiestas con su familia.

Había trabajado junto con Drasna los últimos meses para buscar una estrategia: utilizaría su trabajo como embajadora de Kalos para lograr una audiencia con Lance, pero era crucial que no se enterara de su parentesco con Cynthia. Y en eso se encontraba el principal problema: Si bien Cheza había adoptado el apellido de su padre, no tenía ninguna seguridad de que Lance no reconociera que era la misma chica de Aiwass. Por otra parte, si la llamada hablaba de ella, se habría acabado el juego antes de empezar: Lance la identificaría inmediatamente.

Con el objetivo de pasar desapercibida, sacó los pasajes en un avión de clase turista, el cual saldría de Kalos a la madrugada. Y como ya había pasado anteriormente, la emoción de la noche anterior provocó que se despertara más tarde de lo usual.

Apresurada, tomó un taxi hasta el aeropuerto de Lumiose que la dejó con los tiempos justos. Corrió hacia la entrada, aterrada de que ya fuera demasiado tarde para hacer el registro... Cuando divisó una figura de pelo rosáceo esperándola en la entrada.

—¡Creí que íbamos a seguir el plan de evitar todo tipo de contacto con el Alto Mando! — susurró enojada—. ¡No tengo tiempo para esto!

Trató de avanzar, pero Malva se interpuso en la puerta de entrada. Una mirada asesina cruzó los ojos de ambas, las cuales se mantuvieron en silencio. Ninguna de las dos lo había olvidado. Y sin importar lo mucho que trabajen juntas, jamás la iba a perdonar por lo que había hecho. La Alto Mando leyó perfectamente su actitud, por lo que comenzó a hablar sin siquiera saludarla.

—Sería una estupidez si después de tanto tiempo, te dijera que fue un accidente. No estoy tratando de redimirme por lo que hice. Pero no voy a dejarte pasar hasta que me escuches.

—Voy a perder mi vuelo si me sigues demorando— la cortó tajante —. Quítate de en medio.

—Estoy tratando de ayudarte, niña estúpida. ¿Por qué otra razón crees que vendría aquí tan temprano? Deberías estar agradecida de que me involucre...

—No quiero oír nada de lo que tengas que decirme, ni me importa si todo ese tema te afectó mucho o nada estos últimos tres años. No me interesa tu ayuda, ni tus consejos, ni tus recomendaciones.

Las comisuras de los labios de la Alto Mando se crisparon en una leve mueca de desagrado. Podía notar como la veía: una adolescente prepotente y altanera, arrastrada por la fama hasta lo más alto. Una niña a la cual tenía que educar.

Pero ella ya no era una niña, ni una adolescente. Había pasado por mil infiernos en Aiwass, atrapada como un ave en una jaula gigantesca. Si Malva era su próximo obstáculo, no iba a dudar en quitársela de en medio.

Ya había tenido suficiente de gente usándola para sus caprichos. Alzó un brazo para intentar apartarla del medio, pero Malva se echó a un lado antes, recargándose contra la pared adyacente a la entrada.

—No lograrás nada hablando con Lance.

—‎Gracias por el consejo— espetó Cheza, y estaba a punto de marcharse cuando oyó una frase más.

— Tienes que hablar con su prima Clair en Blackthorn. Es arrogante y muy orgullosa: busca la forma de hacerla enfadar y soltará todo lo que sabe con tal de tener la razón.

Cheza se quedó plantada en seco. Malva la detestaba, y lo había evidenciado numerosas veces desde que había comenzado a trabajar para la Liga. ¿Por qué la ayudaría? ¿Y por qué ahora? Volteó una vez más a verla con las cejas levantadas, pero la Alto Mando se mantenía igual de impasible que siempre.

—¿Por qué haces esto?

—‎No lo estoy haciendo por ti. Pero hay algo que le he querido preguntar a Cynthia todo este tiempo.

----o----
​

El largo viaje a Kanto transcurrió sin incidentes. El sol empezaba a posarse cuando aterrizó en Ciudad Saffron. Una rápida búsqueda usando el internet del aeropuerto le confirmó que Clair era efectivamente la prima de Lance, y tambien la líder de gimnasio de Blackthorn. Lo que no le había dicho, sin embargo, era que esa ciudad estaba en Johto, la región adyacente.

Ni siquiera había intentado preguntarle a Malva que era lo que quería pedirle a Cynthia: sabía que no se lo diría, y aunque le insistiera no tenía tiempo para hacerlo. Miró la hora en su teléfono: eran casi las seis de la tarde. Sería imposible conseguir reunirse con Lance a esta hora.

Todavía estaba a tiempo de viajar a Blackthorn... pero llegaría bien entrada la noche. El mapa parecía indicar que la ciudad se encontraba bastante cerca de la Meseta Añil, pero tendría que bajar hacia el sur para esquivar el cordón montañoso: su Swellow jamás podría aguantar un viaje cuesta arriba por ese lugar.

Y entonces lo recordó. Se acomodó su valija de mano en la espalda y sus dedos desfilaron por el interior de su bolso de cuero. Tomó una Pokéball que brillaba como nueva y se alejó un poco del tumulto hasta encontrar una zona de césped despejada.

La esfera chasqueó, para dar lugar a aquel enorme dragón que Alexa le había regalado. Un Flygon con extraños detalles en azul, de aspecto fuerte y saludable a pesar de que llevaba unas cuantas semanas desde la última vez que lo había soltado.

—Tu nombre era Storm, ¿verdad? — preguntó, para recibir la afirmación de la criatura—. Estamos en Kanto... no sé si lo conoces... y necesito llegar a una ciudad al oeste, bastante lejos de aquí. ¿Crees poder...?

No necesito decir más. Rápido y obediente, aquel magnífico Flygon extendió sus alas y se agachó para permitirle subirse encima. La velocidad de su aleteo los elevó rápidamente, rumbo al horizonte y con el sol en frente.

Cuando era más chica, había escuchado a sus amigos del colegio decir que mientras más medallas tenías, los Pokémon que no eran de tu propiedad reconocían tu valía y te respetaban como entrenador. Pero Cynthia le había dicho que todo era un mito: cada Pokémon tenía su personalidad y sin importar qué, todo dependía de su pasado. Aquellos salvajes eran más reacios a obedecer, mientras que los criados por otros entrenadores eran más mansos. Quizás por eso la obedecía con naturalidad. O quizás simplemente había visto el Rayo Hielo de Kei y prefería mantener el perfil bajo, aunque por el aspecto bestial que esa criatura tenía, no parecía que le temiera a nada.

Era ya de noche cuando aterrizó en Blackthorn, calada hasta los huesos por el frío húmedo que invadía el ambiente en las alturas. Dejó a su Flygon en el Centro Pokémon para que se recupere del viaje, y mientras se calentaba en el fuego preguntó a una de las enfermeras por la líder de gimnasio.

—¿Clair? Creo que ya es muy tarde para entrenar con ella, chica. Pero supongo que no pierdes nada por preguntarle. Vive en la casa más alejada al noreste, cerca del río.

Cambiando su abrigo por uno más seco y dándole las gracias, Cheza se dirigió a la casa de Clair. Sonrió para sí misma al escuchar las palabras de la enfermera. Era tarde para "entrenar con ella", no para retos de gimnasio. Cada vez se convencía más que el reto de las medallas era realmente una tradición para niños y adolescentes a donde sea que vaya, como Diantha le había dicho.

La casa de Clair era una cabaña muy moderna, que respetaba la cultura del pequeño pueblo montañoso. Golpeó la puerta un par de veces, y se sorprendió al verla abrir como si nada.

—¿Sí?

—‎Buenas noches... acabo de llegar al pueblo, y estaba buscando el Centro Pokémon —mintió, actuando despistada— lo siento por la hora...

El rostro de Clair se aflojó un poco. Abrió un poco más la puerta, dejando ver un hogar crepitando en el fondo.

—El Centro Pokémon está bastante lejos de aquí, un poco más abajo —explicó sin dar muchos rodeos—, ¿quieres pasar a calentarte un poco antes de ir? Tienes la cara roja por el frío.

Cheza asintió, tratando de disimular su sorpresa ante la facilidad con la que la había dejado entrar. Seguramente el pueblo era un lugar muy tranquilo y de poca concurrencia, y más en épocas frías del año.

—¿De dónde vienes, chica? —preguntó la líder, mientras la rubia se sacudía la nieve de encima antes de entrar.

—¡Oh! —la pregunta la había tomado desprevenida: recordó que aún tenía su valija de mano— vengo de Sinnoh. Mi nombre es Cris...

Sus palabras quedaron en el aire, pues la mirada de Clair cambió completamente por una un tanto más consternada. Dio un paso para atrás y miró incómoda a sus espaldas. ¿Acaso había dicho algo malo?

—¿Sabes qué? A decir verdad estoy con visitas ahora mismo, no voy a poder dejarte entrar. Buenas noches.

—¡Espera! —la reacción fue tan repentina que atinó a sujetar la puerta con una mano antes de que la cierre por completo. ¡Solo quiero calentarme antes de...!

—¡De verdad lo siento, "Cris"! Mañana puedes venir al gimnasio si quieres, pero realmente no puedo...

—¡Me está lastimando! —gritó Cheza, cuyos dedos habían quedado atrapados en la puerta que Clair se esforzaba en cerrar.

—¿Qué está pasando, tía Clair?

La voz de una niña se oyó de fondo. La líder dejó de forcejear y abrió un poco la puerta, dejando ver a Cheza. Una chica de no más de doce años se encontraba con un Caramelo de la Furia en la mano, mirando estupefacta la escena.

—No pasa nada, Verity. Esta chica ya se estaba yendo.

Por un segundo, y antes de que Clair le cerrara la puerta en las narices, los ojos de la chica conectaron con los de Cheza. Y la reacción fue inmediata.

—¡Espera, yo te conozco! ¡Tú eres Irene!

Cheza se quedó helada. Más helada que cuando había cruzado el punto más alto de la montaña para llegar al pueblo. Clair parecía igual de estupefacta que ella, y la miraba con más desconfianza que antes.

—¿Cómo rayos sabes mi...?

—‎Mamá tenía una foto tuya junto con tía Selina en casa. Al principio pensaba que era una foto de ella de chica...

¡Pero eres realmente parecida!​