Otro Deimos.

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Historia para el juegohttps://fanficslandia.com/tema/serpientes-y-escaleras-halloween-version.53690/ de Liza. Leerán un flasheo intenso. Prometo que la próxima será más elaborada, que esta le he escrito camino a clases y desde el móvil xd

Deimos.​

Un hermoso gato negro estaba sentado en el muro colindante entre dos viviendas. Con sus ojos brillando a la luz de la luna, inmóvil, a excepción de su cola, que estaba atrapada en un hipnótico vaivén. Tenía la mirada fija en algún punto de los oscuros árboles frente a él, pero aún así no parecía contemplar algo en particular.

— ¡Deimos! —Una voz cortó el silencio de la noche. —¿Dónde estás?

El gato permaneció imperturbable ante los gritos. Pocos segundos después una sombra apreció a la izquierda del gato, revelando a un muchacho.

—Deimos. —Llamó el joven acercándose al gato. —Ven, Deimos. Vamos dentro.

El gato no se movió. El muchacho no hizo ademán de agarrarlo. El gato parecía manejarse a voluntad, sin obedecer órdenes ni responder a su nombre. Lucas se lo atribuyó al hecho de que ya era un gato adulto, y callejero y no estaba adiestrado. Lo había encontrado cerca del cementerio de la ciudad cuando pasaba con sus amigos por allí y su mente volvió a aquella noche.

Cuando lo vio notó que no estaba bien. Le costaba caminar e incluso se caía tras dar varios pasos, maullaba con un sonido extraño, como si estuviera enfermo, y cuando se acercó notó el mal estado físico en el que se encontraba, desnutrido, lastimado. Era un animal callejero y muerto de hambre, pero además parecía haber sido atropellado.

Se había acercado lentamente temiendo que el gato huyera ante su presencia, aunque tal y como estaba dudaba que pudiera huir demasiado rápido. Aún así, no quería asustarlo. Al notar su presencia el gato había levantado la cabeza para verlo, y se había quedado estático, ni siquiera maullaba.

—Tranquilo, muchacho— le había susurrado Lucas.

—Lucas, ya deja a ese maldito gato y vámonos. —le había gritado uno de sus amigos.

—Maldita sea. Tenía que elegir la jodida noche más fría del año para ponerse a rescatar un gato muerto de hambre. —oyó Lucas que refunfuñaba Alex.

Lucas los ignoró y siguió susurrándole al animal. —Ven, no te haré daño. Vamos, gato.

El gato siguió inmóvil. Lucas acercó su mano, centímetro a centímetro. Cuando vio que el animal no huía, extendió su mano hasta la cabeza del animal, haciéndole una leve caricia. Estaba frío, muy frío, y seguía inmóvil. Lucas se aventuró a levantarlo, y el animal se dejó sin quejarse. Con el gato en sus brazos, el muchacho regresó con sus amigos.

—¿Te lo llevarás? — le preguntó Dante, alejándose de él. —Míralo, debe estar lleno de pulgas.

—Cállate, Dante. Ya vámonos.

—Al fin. —suspiró Alex.

Había sucedido en la noche de Halloween y de eso hacía casi un año. Lucas suspiró y se dio la vuelta para regresar a su casa. El gato iría cuando él quisiese.

De espaldas al muro y caminando hacia el interior de la casa un maullido lo hizo detenerse. Se dio la vuelta y vio que Deimos se había bajado del muro y lo seguía. Lucas sonrió. Sí, el gato hacía lo que quería.

El muchacho entró en la casa seguido del animal. Había llenado el plato del gato antes de ir a llamarlo. Lucas cerró la puerta y se dirigió al sofá. Era viernes y se sentía muy cansado, había sido una semana agotadora entre las clases y el trabajo. Estaba recostado, con la cabeza apoyada en el respaldo y los ojos cerrados cuando sintió un leve peso sobre las piernas. Cuando abrió los ojos se encontró con Deimos recostado en sus muslos, observándolo.

Lucas tardó unos segundos en reaccionar. Desde que lo había rescatado Deimos jamás se había subido a sus piernas, o al sofá siquiera. Tampoco se dejaba agarrar fácilmente. De hecho la única vez que lo había agarrado había sido la noche en que lo rescató.

—¿Qué sucede, muchacho? —le susurró al animal.

Deimos no se movió, simplemente se le quedó mirando con esos enormes y hermosos ojos verdes y apoyó su cabeza sobre el abdomen de Lucas. Éste pensó que quizás el gato se sentía mal, entonces, la preocupación lo invadió.

El animal pareció notar la tensión del humano, y entonces maulló. Un maullido común y corriente. Observó a Lucas unos segundos más y luego se durmió. El muchacho comenzó a acariciar al gato, y siguió así hasta quedarse dormido.

El reloj marcó diez minutos para las doce y el gato abrió los ojos. Sus ojos brillaban más que nunca cuando observó Lucas. Maulló suavemente y por primera vez frotó su cabeza contra el humano. Otro maullido, y se bajó del sofá, dirigiéndose hasta la trampilla de la puerta que Lucas había colocado para él. Con una última mirada a Lucas, salió al exterior.

Adormilado, Lucas se despertó al sentir las piernas más ligeras. Abrió los ojos justo para ver cómo Deimos salía al exterior.

—Maldición— exclamó, y salió detrás del gato. Pronosticaban una tormenta nuy fuerte para esa noche y no quería que Deimos anduviera fuera.

Siguió al gato y lo encontró debajo del árbol más cercano a la casa. Estaba quieto, y sus ojos se encontraron cuando sintió a Lucas. El gato maulló y Lucas no tuvo tiempo de hacer algo ante lo que ocurrió entonces.

El aire pareció condensarse y una extraña neblina rodeó al gato. Una fuerte ráfaga de viento llegó de la nada y disipó la niebla, Deimos había desaparecido. Lucas se disponía a buscarlo cuando una sombra apareció donde estaba el gato. Con los ojos extremadamente abiertos el muchacho vio como la sombra se hacía más grande hasta tomar forma humanoide.

El espectro se tornó más lúcido hasta transformarse en un humano fantasmal. Éste sonrió, no con maldad, si no como quien ha sido atrapado y no le queda otra que confesar.

—Lucas— susurró.

—¿Qué carajos...? ¿Qué mierda es esto?!

—Tranquilizate, Lucas.

—¿Quién eres?, ¿Qué diablos eres y qué le hiciste a mi gato?— alcanzó a decir el muchacho, que apenas si podía lograr formular uma frase. Eataba sorprendido, tenía miedo, no sabía si estaba soñando, si estaba drogado o que. Probablemente fuera sueño, pensó. Si, un sueño.

—Lo has visto. Yo soy Deimos. Y no hay tiempo así que calla y escucha. Hace trescientos años cometí un crimen atroz, cegado por la ira, maté a una persona inocente. Debo decir que fui engañado, pero eso no quita el hecho de que le arrebaté la vida a una persona. Aunque intenté explicar lo que había pasado, nadie me creía. Todos me repudiaban, mi familia no quería verme, nadie me hablaba, y la culpa me corroía. Así que tomé la solución más fácil y cobarde. Creí que así terminaría mi sufrimiento, pero sólo empeoró. Fui condenado a vagar en esta forma que ves ahora, un espectro que no puede ser visto ni oído. Caminando por el mundo pero sin ser parte de él. Pero hay algo más. Cada cien años se me dio la posibilidad de reencarnar en un animal. Si una persona me adoptara y me quisiera, entonces yo podría descansar en paz. Era mi única salida, cambiar el rechazo en el que morí y lograr que alguien me aceptara nuevamente. Y eso no había pasado hasta ahora, la única vez que alguien me acepten mi forma animal en lugar de rechazarme e ignorarme. Aquella vez que me encontrarse, fue la noche en que reencarne nuevamente. Desde entonces me cuidaste y me quisiste, me salvaste Lucas. Ahora, en el aniversario del crimen que cometí, habiendo sido aceptando nuevamente, puedo descansar en paz. Eternamente te estaré agradecido Lucas. Ahora debo irme.

—¿Qué..? No...—Definitivamente estaba soñando, pensó. —Deimos...

—Ya es medianoche, Lucas. Gracias, y adiós. —El fantasma se inclinó levemente hacia Lucas, y le sonrió, feliz. En cuestión de segundos la figura se disolvió en la noche.


Lucas se quedó parado, estático, sin reaccionar. Su mente pensaba mil cosas por segundo, sobre todo, que lo sucedido no podía ser real. Pero ahí estaba, parado en su patio, a medianoche en Halloween y todo parecía haber sido real. Deimos había resultado ser un fantasma.

Lucas se sintió mareado. Despacio se acercó al lugar donde Deimos había desaparecido. En su lugar ahora había una mancha negra, rodeada de un círculo de escarcha. El muchacho se agachó y la tocó, justo cuando otra ráfaga de frío viento le golpeó.

—Todo fue real...


El cielo rugió y comenzó a llover, las gotas golpeando duramente contra Lucas. Lluvia, frío, se estaba mojando, realmente.


—Todo fue real...