Long-fic Jugando a odiarte (inu&kag)

Re: Jugando a odiarte (inu&kag)

Hola chic@s, ¿cómo los trata la vida? Finalmente, le traje el capítulo 14. OMG, ya estamos muy cerca pero MUY cerca del final. Espero que les guste, éste lo escribió Lilii. Ahora me toca a mí :) Sólo pido un poco de paciencia, espero actualizar pronto. Cuídense mucho y ¡disfruten del capítulo!

Regla N°14: siempre perdonamos porque nunca dejamos de amar, sólo engañamos al corazón con lo que nos dice el raciocinio.

Déjame entrar de nuevo ahí en tu corazón. Abre las puertas para que lo llene otra vez y por siempre. No sería capaz de lastimarte, pero los celos me han cegado, y he perdido el control de las riendas. Espíritu libre, privado de su vuelo, déjame ser yo quien te guíe e ilumine tu sendero.​

Esas fueron sus palabras de disculpas, que estaban más que sobrando, ya que sus ojos cristalizados a causa de las lágrimas lo decían todo. Estaba apenado, arrepentido, dolido y se sentía sucio, miserable y culpable. ¿Cómo pudo haberle hecho algo así a tan preciosa criatura? Era una ternurita con él ¿y cómo le paga? ¿Haciéndole eso? << ¡Animal bastardo!>> se dijo a sí mismo << ¡Siempre lo arruinas todo! Cuando por fin una chica te quiere por como eres y lo por lo que eres, lo echas todo a perder. Tienes suerte si te perdona>>.

No aguantaron más y se hundieron en un profundo abrazo, apoyando la cabeza en el hombro del otro, dejando las lágrimas caer sin consuelo. ¿Qué importaba ya? Llorar no es de débiles, es de valientes.

—No soporto un día más sin ti. Discúlpame por todo lo que te hice pasar. Quiero cambiar, y hasta entonces lo estaba logrando. Tú me has hecho cambiar. Puede que no me creas, pero…eres todo para mí—dijo Inuyasha mirando a Kagome fijamente a los ojos.

Dicen que los ojos son la puerta del alma, pues, es cierto. Kagome vio la verdad en ellos. A pesar de todo lo que le había hecho pasar Inuyasha, lo perdonó. Dentro de él, muy dentro, hay una buena persona con alma y corazón, que solo pocos son capaces de conocer. Ese ser que habitaba en su interior, salió para hacerle frente a la situación y disculparse desde el fondo de los confines más profundos de su ser.

Kagome no dudó de su decisión. Era lo correcto. No, lo correcto no… si no, más bien, lo que le decía su corazón. Lo amaba con locura y no iba a dejar escapar ese chance. Viéndolo directo a los ojos, con una sonrisa en sus labios y sus manos acariciándole las mejillas, le dijo con una voz segura, decidida y dulce:

—No importa que obstáculos haya, ni que batallas tengamos que librar, siempre seré tuya y de nadie más. Te amo más que a nada ni nadie. He visto en esos hermosos ojos de color radiante la verdad y el cariño. Todos merecemos una segunda oportunidad y sin duda, tú la tienes conmigo.

Inuyasha no aguantaba más. Llevaba demasiado sin probar esos labios. Estaba demasiado contento como para mediar palabra alguna. Se limitó a abrir sus ojos en una expresión de asombro y curvar su boca en una sonrisa de oreja a oreja, para luego posar sus labios delicadamente sobre los de ella. Era la escena perfecta: beso bajo la lluvia, reconciliación de la pareja principal, la tímida se enamora del popular… Aww, el perfecto final feliz que cualquier director de cine quiere tener. El perfecto final feliz… por ahora. Él se incorporó y se quitó la chaqueta. A continuación, se la colocó en los hombros a Kagome. La lluvia había cesado pero había dejado un “frío infernal”. La abrazó y así caminaron juntos hasta llegar a la casa de la muchacha, donde se despidieron con un beso y prometieron escaparse un rato en el almuerzo para almorzar ellos solos en un lugar de comida rápida o hacer un picnic no muy lejos del instituto pero tampoco tan cerca como para que alguien pudiera verlos.

Residencia Matsumoto-8:15 pm.

Se encontraba la joven Rin encerrada en su cuarto, con el pijama puesta y una toalla en la cabeza, recostada en su cama mirando el techo, pensando en el chico que había conocido hacia 3 horas atrás.

―No me toques―declaró Sesshomaru con frialdad. Prefería estar muerto antes que recibir ayuda y más viniendo de una chica.

―Estás herido, no te dejaré a tu suerte―. El Taisho mayor suspiró de molestia; no podía hacer nada en su estado. Rin rasgó un retazo de su camisa y lo envolvió en la parte que sangraba. ―Con eso estarás mejor.

― ¿Quién eres? ―Preguntó con desinterés, no era normal encontrarse con una adolescente.

―Soy compañera de tu hermano, hago un trabajo con él―contestó sentándose a su lado con confianza.

―Al menos no eres tan idiota como Inuyasha―la pelinegra fingió indignación para reírse luego.

No sabía que era lo que le pasaba, ella no era así. Es decir, sí buena persona, colaboradora, servicial y amigable pero… ¿Acaso se sonrojaba cuando un chico como aquél le hablaba? Por favor, ¡era Sesshomaru! ¡El hermano de Inuyasha! Tenía una muy mala fama de mujeriego compulsivo, no tanto como aquel chico al que le llamaban Miroku, pero pertenecía a esa “especie” de hombres. Aparte de que sólo cuando le convenía ser amable y afectuoso con las personas, lo demostraba. Siempre es frío y cortante, como si le estuviera hablando a personas que no pertenecen a su clase social o a un bicho raro. Sin embargo, habló con ella un buen rato; lo apto para dejar a Inuyasha y a Kagura mucho tiempo solos pero no lo suficiente para llegar a conocerlo algo.

En ese rato que hablaron, él se mostró insensible, en el sentido de reprimir sus emociones; aunque de cuando en cuando se le escapaba una risilla o una sonrisa.
Fue muy amable con ella, o, bueno; para ser un Taisho… es un logro. Acordaron de verse luego en un café para charlar ya que Kagura entró haciendo un escándalo sobre “donde estaba su agua, que se le resecan los labios y luego eso es ¡te-rrible!” el típico berrinche entrometido de la niña rica celosa de la inteligente. Esto le causó gracia. Kagura no tenía nada que celar, sólo estaban charlando.
Fue lo último que pensó antes de quedarse dormida con una sonrisa en sus labios ¿en realidad se estaba enamorando de Sesshomaru?

Al día siguiente en el instituto todos estaban alterados, fascinados, disgustados…una serie de sentimientos les envolvían el rostro a cada uno de los estudiantes ¿Qué pasaba ese día que todos estaban así? La foto del anuario, claro está, no; el anuario se entregó hace cinco semanas. ¿Pruebas para porristas o equipos deportivos? Imposible, la jornada escolar y laboral ya estaba culminando. Entonces… ¿Qué era?

—Sango, ¿es enserio?—preguntó Aiko con la mirada clavada en el cartel que estaba pegado en el tablero de anuncios. Si, por fin había llegado…era hora del…dichoso baile de graduación.
—¿No les gusta? ¡Es casi una hazaña lo que hicimos en 2 meses! Y con el profesor que eligió el tema, para que me molesto en explicarles—expresó Sango con orgullo en su voz. Como presidenta del comité organizador, fueron muchas las horas que pasó partiéndose el cráneo sacando ideas y coordinando a los demás. Kagome todavía se preguntaba cómo es que Miroku no había salido corriendo buscando refugio y Sango no estaba en estado vegetal.

—Es muy bueno tu trabajo pero… ¿La época colonial? ¡Es absurdo! ¿Quién va a ponerse metros de tela encima solo para cuatro horas? De veras Sango, te admiro por esto, amiga—dijo Kagome a modo de broma y en parte cierto. Soportar a la gente quejarse por todo y dar excusas debería ser un deporte en todo el mundo, aunque es posible que canse más que correr cinco kilómetros cuadrados.

Luego de que todos los alumnos se calmaran, vino el otro impacto. Las dichosas tesis eran una piña debajo del brazo, y los profesores no dejaban de presionar. La presión se acumulaba, los alumnos explotaban y los profesores reprobaban. El típico circulo vicioso en toda clase de instituciones dedicadas a educación. Menudos estudios… ¿Será que nunca acabaran?

Tres semanas para la graduación, dos para la entrega de tesis y una para el baile, mucho estrés y poco tiempo.

— ¡NO SE QUE HACER! —​

“Las cartas están echadas en la mesa y no hay marcha atrás”​

​

Xoxo, Anónimo♥​

 

Re: Jugando a odiarte (inu&kag)

Regla 15º Vive la vida con ilusión, sé descaradamente feliz

Kagome mezcló Coca Cola con café y batió el vaso. Le dio un sorbo largo y fijó los ojos en la hoja que tenía al frente. Después de memorizar los primeros seis párrafos, pasó al siguiente contenido y arrugó el ceño. Llevaba sentada exactamente tres horas, releyendo las mismas oraciones y nada le había entrado en la cabeza. Acaso, ¿existía consejo y Legislatura? Sí, aparecen en el diccionario y en Google, se dijo a si misma.

Comenzó a dar vueltas alrededor de su cama. El silencio la desconcentraba. Empezó a jugar con su bolígrafo, rayando cuadernos y haciendo corazoncitos. Ya había madrugado y nada que había aprendido. Muy al contrario, tarareó una canción que sólo escuchó una vez en el radio. Se acordó de que tenía que limpiar su cuarto y ayudar a Sango a alistar los últimos detalles del baile escolar.

Sus párpados cayeron pesadamente y de inmediato, los abrió. Apoyó su cabeza en el respaldo del escritorio y el sueño inconsciente la traicionó, haciendo que se durmiere libre de preocupaciones.


—¡Coño! —gritó Kagome cuando despertó con papeles pegados a su cara y un tremendo dolor en el cuello que la inmovilizó. Vio el despertador, marcaba las ocho de la mañana.

Exactamente a la hora que se supone, tenía que entrar al colegio. Pegó un saltico y se colocó el primer trapo que encontró. Su mamá la sermoneó y le acordó que tenía el desayuno, demasiado tarde. Al llegar a la entrada del liceo, peleó con el vigilante que no le quiso dejar entrar.

Hubiera querido seguir durmiendo en su casa y no hacer nada, pero ¡tenía que presentar la tesis! Soltó un par de billetes y se lo entregó al hombre, quien complacido, le abrió el portón.

Subiendo las escaleras, tropezó. Ya tendría tiempo de sugerirle al director que estableciese faldas más largas. Saludó al profesor y éste le devolvió un gesto desaprobatorio. Se la pasó porque era una alumna ejemplar. Para estas cosas, es que servía la reputación. Mientras escuchaba la explicación del joven adulto, sacó de su carpeta el informe para repasarlo. Dos exámenes más y la defensa de su teoría. Suena muy fácil, pero para las personas que cursamos preparatoria significa cavar nuestra tumba.

A la cuarta hora, la esperaba Sango cruzada de brazos. Antes de empezar, ingirió una pastilla e inhaló y exhaló pesadamente. Por Kami-sama, tenía que aprobar. Las notas y su excelente rendimiento deportivo le aseguraban una beca, pero era sumamente vital pasar el último lapso con excelentes notas.

Comenzó a hablar, sobre el excesivo uso de anglicismos en el habla hispana, mostrando una estadística sobre adolescente de 13 a 16 años. Los profesores “jueces” quedaron sorprendidos ante la rapidez con la hablaba Kagome. Maldita cafeína y aspirinas para mantenerse despierta. Conforme pasaban los minutos, su ritmo bajó dándole la impresión de que estaba cansada.

La castaña la pellizcó para que agarrara nuevamente el dinamismo con el que había empezado.

—Gracias Sango —susurró la pelinegra muy bajito, sonriendo genuinamente. Continuó la aludida, explicando profundamente la conclusión a la que habían llegado.

Los maestros que presenciaban no pronunciaron un “muy bien” o “excelente”. Sólo miraron sus planillas de evaluaciones y escribieron velozmente, sin darle tiempo a que la Higurashi descifrara las notas.

Después de ellas, les tocó el turno a Inuyasha y Miroku. El albino había estado muy preocupado por su novia, no la vio en el receso de la mañana. Sus ojos mieles brillaron de intensa alegría cuando se cruzaron con las orbes marrones. Ella le deseó suerte y besó su mejilla, dándole apoyo cuando más lo necesitaba.

Desde que se ennovió con Kagome, aún no tenían esa “intimidad” que gozaban Miroku y Sango. Su noviazgo era puro y virgen hasta el momento y querían conservarlo así.

Aunque el Taisho no era exactamente estudioso, la fémina se sintió orgullosa de él. Había expuesto perfectamente su tema, empezando con palabras dudosas pero convirtiéndose en firmes y valederas. Miroku, por su parte, lo hizo espléndidamente bien. Sango le besó los labios y sonrió complacida.

—Fue más fácil de lo que pensé —aseguró Inuyasha, con un tono arrogante aunque llevadero. Kagome le dio un codazo suavemente y él rió, alegre.

Pocas veces lo veía con ese humor y a ella, le encantaba.

—Tuviste mucha suerte de que Miroku trabajara contigo —dijo Kagome en un intento de bajarle de sus nubes, divertida.

—Inuyasha también trabajó duro. A punta de golpes y correazos, pero se esforzó —afirmó Miroku con una expresión sarcástica provocando la risa de todos.

—Bah —fue lo único que expresó el peli-blanco, sonrojado por la risa de todos; en especial de Kagome.

Todos se tensaron, al sentir la poco querida presencia de Bankotsu observándoles con rencor.

—Espero que te haya salido todo como lo quisiste —habló el moreno con voz hipócrita y falsa. Kagome se escondió detrás del brazo de su novio, ocultando su cabeza.

—No me vengas con tus idioteces Bankotsu, lárgate de aquí —exclamó Inuyasha respaldado por Miroku. El peli-azabache se negó rotundamente, quedándose quieto.

—Lo mejor es que nos vayamos —sugirió Sango, tocando ligeramente el hombro de su pareja. El albino gruñó enfadado, no era cosa de machos huir por cobardía.

—Ella tiene razón, vámonos Inuyasha. No vale la pena tratar con personas como él —murmuró Kagome, intentando calmar la ira creciente del Taisho. Él cerró su puño.

—Ni te acerques a mis amigos ni a Kagome o te juro…

—Me juras qué —interrumpió violentamente el joven de la trenza. Alzó sus hombros altaneramente, esperando cualquier momento para iniciar una riña que sólo terminaría en golpes.

—Juro que te mato —concluyó Inuyasha, dándole la espalda y caminando junto a los otros.

Bankotsu golpeó el casillero, nadie ni nada se metía con él sin pagar caro. Jugó en un terreno muy peligroso, donde sólo puede ganar uno.



Rin suspiró cansada. Sirvió un batido a un cliente que le insistió hace varios minutos que se había equivocado en el pedido. Descansó su mentó en las manos, mirando sin punto fijo, el cielo azul que se extendía. No estaba uniforme, muy pronto llovería y tenía que quedarse hasta que terminara su turno.

Le pasó una barrita nutritiva a un niño y depositó el dinero en la caja registradora. Aún seguía pensando en Sesshomaru. Su encuentro había sido muy fugaz, pero no pudo evitar quedar prendida de esos ojos dorados, su cabello plateado y largo. Tenía la reputación de ser cruel y frío, pero en sus irises vio un brillo particular y cálido. ¡Qué tonta! Enamorarse de alguien mucho mayor que nunca le prestaría atención. Cerró sus ojos frustrada y cuando los abrió nuevamente, ahí estaba él.

—Un café con leche, por favor —pidió en su habitual tono gélido. Ella creyó por unos segundos que sus ojos le sonreían. Atontada, sirvió una cantidad exagerada de azúcar y leche en la taza y se la entregó.

—Nunca te había visto por aquí —charló ella, tratando de romper el hielo.

—He venido muchas veces antes —contestó parcamente, sorbiendo elegantemente su bebida caliente.

—Ah —Rin se sonrojó, apenada ante la mirada examinadora de él.

El Taisho mentía. Nunca antes visitó este sitio, pero su cara conocida le atrajo.

—¿Se te curó?

—¿Eh? —preguntó distraído. Sintió un ardor recorrerle las mejillas, pero lo disimuló muy bien.

—Tu herida —respondió bondadosamente—. Cuando me fui, estaba algo inquieta. Suelo ser un poco torpe y era la primera vez que hacía eso.

Una media sonrisa se asomó en el rostro masculino, para ser reemplazada por una mueca de fastidio.

—Sesshomaru-sama —lo llamó una voz femenina seductoramente.

Él bufó molesto. Desde que ésa había ido a su casa, misteriosamente se la topaba en todos los lugares.

—¿Qué quieres Kagura? —preguntó irritado, manteniendo la cordura que siempre lo caracterizaba.

—Te me adelantaste, quería invitarte a un café —comentó la fémina, sentándose de manera sensual a su lado.

Rin se molestó ante la forma en la que iba vestida. Su prenda no dejaba nada a la imaginación.

—Hola —saludó la mesera de manera conveniente. La pelinegra le dirigió una mirada fulminante para responderle con el mismo saludo.

—Sesshomaru, ¿quieres cenar hoy conmigo? —indagó de una manera un tanto infantil pero decidida.

—No —respondió sin quitar la vista de la revista que traía en sus manos. Kagura colocó las manos en su cintura, aclarando la garganta para decir—:

—Dame una excusa válida —lo desafió soberbiamente, casi vociferando. Él siguió viendo el artículo sin prestarle atención.

—No quiero, ¿te basta? —confesó con una sonrisa arrogante, meneando un poco el café para que enfriase.

La morena quiso responderle, pero no salieron palabras de su boca. La ira e impotencia la consumió. Salió caminando, sin perder su orgullo. Seguro, la chiquilla ésa se le declaró primero o hizo algo para engatusarlo, pero las cosas no iban a quedar así. No señor.

—Fuiste un poco cruel —comentó Rin, sonriendo ligeramente.

—Nadie me fuerza y mucho menos, a enamorarme —reprochó de manera automática, escudriñándola con los ojos.

—Este… —comenzó a titubear, no estaba segura de lo que iba a hacer. Tomó una inmensa bocanada de aire y rezó internamente—: quiero invitarte al baile, ¿vas conmigo?

Esa propuesta tan directa le cayó como un balde de agua frío a Sesshomaru. Lo analizó, aunque no había mucho que pensar.

—Sí —fue su respuesta. Ella suspiró, sonriendo de oreja a oreja. El paso más importante ya estaba hecho. Ahora sólo faltaba… ¡aprender a bailar!



Kagome se aplicó un poco de maquillaje en los mofletes. Coloreó sus labios de lip-gloss y pintó sus párpados con sombra morada. De su armario, sacó un vestido lila con encajes esparcidos por el escote. En la cola, degradaba hasta turquesa y tenía flores pintadas a aerosol, todo trabajo de su madre. Estaba encantada de lucir una vestimenta hecha por ella. Desempolvó un par de sandalias con tacón, tipo “gladiador” que se amarraban por toda sus piernas.

Se puso unos zarcillos de perlas que hacían juego con el collar, para sonreír ante el espejo. Limpiaba y trabajaba arduo como la Cenicienta, pero a diferencia de ésta no había un carruaje esperándola ni los ratones se transformaban en empleados. Sus zapatos no eran de cristal ni su vestido de diamantes. Aunque sí tenía a su príncipe azul y la buscaría en su convertible rojo.

Una adaptación moderna del viejo cuento.



—Inuyasha, necesito hablar contigo —suplicó Inu No Taisho desde su despacho.

—No puedo, tengo que ir a buscar a alguien —se ruborizó pensado en su Kagome, tan linda y delicada. Sólo de él.

—No te estoy pidiendo el favor, ven aquí —ordenó su padre, tajante y autoritario.

—¿Qué? —preguntó éste cansino y agotado de tantos gritos.

—¿Cómo se llama la chica a la que llevarás al baile? —interrogó el hombre, serio e inexpresivo.

—Llegaré tarde —evadió Inuyasha, mirando nerviosamente a todas partes.

—Responde —insistió el progenitor con matiz grave.

—Es mi novia, papá. No la voy a hacer esperar —contestó él saliéndose por la tangente.

—Es Kagome Higurashi, ¿no? —indagó con facciones inescrutables.

—Sí —confirmó Inuyasha, dudando de la buena fe de su padre.

—Quiero que la dejes hoy mismo. Te daré una segunda oportunidad —charló tranquilamente el individuo mayor.

—¿Perdón? —repitió atónito—, ¿quién te dijo?

—Para tu suerte, tengo gente que te cuida —dijo su padre, detallando unos informes financieros—. Ya sabes lo que tienes que hacer.

—Lo siento, pero nunca le soltaré la mano a Kagome —farfulló temiendo empeorar la situación. Inu No Taisho se quitó las gafas.

—No te atrevas a desafiarme mocoso. Sabes perfectamente que entre su familia y la nuestra, tenemos problemas.

—Lamento llevarte la contraria papá, ahora si me disculpas iré a buscar a Kagome —enfatizó la última palabra, girándose sobre sus talones.

El hombro canoso tiró los libros sobre su escritorio. Ese malagradecido de Inuyasha no desobedecería su autoridad. La tal Kagome no lo embaucaría con su “belleza”.



Inuyasha estuvo pensativo en el transcurso de su hogar al de su novia. Realmente, el odio de su padre hacia esa familia le daba una mala espina. Pero no dejaría que nadie impidiera su relación. La amaba. Sí, sonaba cursi pero era cierto.

Se bajó del auto y tocó el timbre. Kagome chilló desesperada, ¡ya llegó!

“Amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño.”​

Joaquín Sabina​

Xoxo, anónimo. ​

Continuará…

Notas de IKST: Gomen por la tardanza, mis hermosas chicas <3<3<3 Espero haber hecho este capítulo (considerablemente largo) Pues ya vemos que Bankotsu y Kagura armarán su propia trampara para recuperar a Kagome y a Sesshomaru. Hum, el padre de Inuyasha hará todo lo posible para que está relación no progrese. ¿Más secretos? Quién sabrá. Éste el penúltimo capítulo, el que viene es el último. ¿Cómo terminará esta tierna historia de amor? Una de mis lectoras me preguntó si habría lemmon y entre Lilii y yo decidimos que no. ¿Por qué? Porque no sabemos escribirlo y no queremos hacer algo vulgar y de mal gusto. Pero tendrán su recompensa, sólo sigan leyendo. Muchas gracias por seguir nuestra historia hasta el final, muy pronto el último. Las amamos.