Gifu Sekigahara

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 1 Marzo 2025.

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    Amelie

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    El rol de Kohaku proviene de Fukui







    Amanecer eclipse.png
    [Hachi; Tamura; Yato; Byakko; Inuzuka; Togashi; Kohaku; Kawa]
    [Takano; Tsubaki]

    [Yurei: Taiki; Kumiko]
    En campamento había crecido; se veía lleno de energía, los guerreros estaban motivados. Fue complicado dejarlos pasar; tuvieron que esperar y pasar por varios filtros antes de que los dejaran acceder. Tsubaki tuvo que intervenir para revisarlos.

    —Takeda fue a orar cerca del río; fue con el espíritu de Kenzaburo y Matsuda los sigue de cerca —mencionó Tsubaki mientras los dirigía hacia el refugio dónde descansaba Takeda.

    Kawa ya había despertado; pero su mirada demostraba miedo y tristeza, avanzaba a un lado de Togashi y Kohaku mirando a los rostros conocidos. Parecía buscar a alguien en particular, y al no verlo se notó su frustración.

    Togashi había intentado comunicarse con Kawa en el viaje hacia Sekigahara, intentó trazando en la arena; con mímica. Pero nada parecía funcionar porque frustraba a la pequeña que sólo cubría su rostro en genuina desesperación; cómo había sucedido con Genichi y Masaharu. Byakko trató de comunicarse con ella en su mente; pero ella no respondía, sólo lloraba. El trauma había sido demasiado.

    Tsubaki tomó la tela para ingresar al refugio; pero se detuvo —Matahachi — lo llamó sin mirarlo —Tal vez sea pertinente advertirte que hace unos momentos llegó Tomoe. Al parecer con noticias importantes.

    —¿Dónde está?— preguntó al instante Hachi.​

    —Fue a buscar a Takeda, seguramente se está reuniendo con él en estos momentos —agregó Tsubaki, antes de que entraran al refugio.

    Aquel sitio no era muy grande; habían adaptado una mesa para hablar de estrategias, algunos asientos y algunos futones para descansar. No tardaron en ayudar a Kawa para que se recostara en uno. Togashi mencionó que iría a buscar a Kojiro; pero Kawa no reaccionó, en cambio abrazó a Kohaku y lloró ligeramente con él, esto obligo a los demás a dispersarse para darle su privacidad. Cuándo fue suficiente, Kawa se soltó y se recostó en el futón.




    Takano los recibió para ser informado por Hachi de la decisión de Rengo de ir a Shiga; algo que lo alertó de inmediato —Entonces, la misión de Noishi...— negó —Busquemos a Takeda.

    El grupo volvió a reunirse; pero faltaba alguien. Kawa no estaba allí, y tampoco estaba aquella katana que Kohaku cargaba.

    "Entonces está prácticamente solo"




    Takeda había avanzado al río para lavar su rostro junto a Kenzaburo y Matsuda.

    Kawa se acercó a ellos, haciendo ruido para que pudieran notarla; Takeda la miró —Kawa — él conocía la tragedia de Benkei en Shima; los había visto en Nagoya, a ambos tan felices, llenos de vida —No deberías estar en...

    Takeda notó un brillo único en el obi de Kawa, aquella katana desprendía una energía que antes no hubiera podido diferenciar.

    Kawa se acercó con timidez; sin alertar a Matsuda quién veía en ella a una niña lastimada. Kawa comenzó a llorar sin emitir ningún sonido y Takeda se hincó extendiéndole su brazo. Kawa corrió hacia él y preparó su ataque.




    Jiin había rastreado a Kawa hasta dar en un bosque en los alrededores de Kanagawa; en el saquito había un cascabel y varias cosas que reconoció de Yorokubi. Era un saquito de los objetos personales de Kawa; y allí había un espíritu, uno que contaba las ciento ocho cuentas de un mala entre lágrimas y dolor.



    —Partir, partir, partir a lo alto, partir a lo más alto. ¡Iluminados! ¡Que así sea!

    —¿Benkei?—
    Interrumpió Jiin al monje; quién abrió sus ojos para encontrarse con los de Jiin.

    —La mataron maestro Jiin —dijo entre sollosos, sus manos temblaban —Y se llevaron su espíritu en un arma. Mi señor, por favor; ayúdeme a recuperar al menos su espíritu, por favor. Se lo suplico, era sólo una niña. ¿Cómo pudieron hacerle aquello? —señaló las cosas de Kawa — He quedado aquí, atado a un objeto que ella consideró demasiado valioso; eso hace que mi fé sea más fuerte. Si aun estoy aquí con un objeto suyo, su alma sigue luchando ¿No es cierto? —afirmó —Si debía quedarme atado aquí, orando para toda la eternidad, lo haría con toda mi convicción hacia Kawa, hacia esa alma llena de luz —Benkei lloraba; pero jamás dejaría de luchar por Kawa —Ahora usted está aquí, ayúdeme a moverme, ayudemos a Kawa; por favor.

    Jiin se hincó a recoger aquellas pertenencias y se vio embargado de aquella misma tristeza —Ha sido culpa mía, Benkei; no debí dejarla vagar por todo Kamakura. Debí haberla obligado a permanecer en el palacio.

    —Dar libertad no es un error, maestro Jiin. La crueldad en este mundo se expande —dijo mirando al eclipse — debemos hacer algo — miró sus manos que fueron incapaces de detener el ataque hacia Kawa, las manos que no pudieron sujetarla cuando se la llevaban de Kamakura —Si este eclipse me ha obligado a volver, a presenciar estos actos sin darme la capacidad de intervenir más allá de mi voz —miró a Jiin — Haré que mi voz sea suficiente. Necesito buscar a quién pueda darnos la oportunidad de replicar con mayor fuerza.

    —Benkei...—la voz de Jiin se escuchaba baja, sin energía alguna.

    —Esa no es la voz del señor de Kanagawa —sentenció Benkei aun con lágrimas — Si vas a lamentar este hecho; lo gritarás, lo harás con fuerza.

    —Te ayudaré, Benkei. Dime que es lo que debo hacer —dijo Jiin con fuerza.

    Benkei afirmó, seguro de si mismo.




    Kawa desenvainó a Nishokku en contra de Takeda; el ataque hubiera sido fatal de no haber sido por Todai. Takeda ya había cubierto su cuerpo con la saya de Todai, la cual se quebró al contacto dejando expuesto el filo de la katana; aquel acero lo había salvado de la muerte y respondió a la ofensiva con una inercia que no pudo frenar.

    Kawa estaba sangraba y miraba a Takeda con un odio que los presentes no podían entender.

    —Si esto es por Kuroki, debes entender qué...

    —¡Ella no es Kawa!—
    Se escuchó un grito lejano.

    Kawa no dejó que Takeda terminara su oración y se lanzó al ataque; esta vez Matsuda estaba también preparado. Pero aquello no fue necesario, una katana terminó el trabajo por ellos.

    Kawa cayó de rodillas, en su mirada se podía notar una frustración tan poderosa que gateó hacia Takeda hasta quedarse sin aliento. Había sido una muerte certera, como si aquello hubiese sido coordinado por Takeda y el segundo atacante.

    305d4d7ba5fa3026e175229aac835c9a.jpg

    La hermana de la antigua emperatriz; Tomoe Taira.

    Takeda reconoció a Tomoe; pero tembló ante la idea de que había terminado lo que él mismo había empezado. Takeda se hincó y buscó la mirada de Kawa; pero ya aquellos ojos no le respondían más, comenzaban a opacarse lentamente.

    Matsuda cerró los ojos brevemente y suspiró. Si Tomoe no hubiera tomado aquel ataque; estaba seguro que él lo habría hecho. Agradeció en silencio por la presencia de esa mujer, a la que no parecía importarle haber arrebatado una vida.

    Tomoe había crecido junto a Kawa; nunca fueron grandes colegas, a pesar de ello aquel ataque lo sintió personal.

    En ese momento; Takano y los demás alcanzaron a Takeda, quién sostenía a Kawa, aun sujetando aquella katana maldita; como si a pesar de la muerte, no quisiera desprenderse de ella.

    —No era ella— habló Byakko con la mirada nublada —Hace unos momentos pude por fin escucharla; no era su voz a pesar de que venía de su cuerpo. Dijo "Entonces está prácticamente solo" Y esa voz, era la de Satou Fusatada — dijo esta vez mirando a Kohaku con confusión.

    La escena de Fukui tomaba mayor sentido. Ningún shinigami preocupado por la muerte de su líder; porque aquel no era su líder. Un plan que pudo haber resultado en la muerte del futuro Emperador, un plan que por fortuna no había dado frutos. A pesar de ello, no podían ver aquello como un éxito, Kawa. Ella había muerto inútilmente, y lo que era peor, a manos de un padre que ni siquiera pudo reconocerla por estar tan cegado en vengar a cualquiera que hubiera importunado a su hijo.

    —Nosotros podemos confirmarlo — intervino Jiin, la voz que gritó momentos atrás. Jiin se adentró seguido de varios guardias; Takano los detuvo y les ordenó marcharse, ellos obedecieron soltando a Jiin que los había arrastrado allí sin ningún problema. Y junto a él estaba el espíritu de Benkei.

    —La asesinaron y utilizaron — se lamentó Benkei al ver el cuerpo de Kawa.

    Byako se arrodilló junto a Takeda; tomó el hombro del Minamoto en solidaridad para después levantar el cuerpo de Kawa, quién por fin soltó aquella katana —Si no me hubieras entregado tu energía; lo lamento, Kawa.

    —La culpa no recae en aquellos de corazón noble —
    respondió Benkei.

    Byako levantó el cuerpo de Kawa y avanzó hacia el río frente a ellos, allí esperó mirando al eclipse mientras Benkei se unía a ellos.




    Tomoe se acercó a Takeda —Mis informes decían que eras un debilucho; que no podrías soportar ninguna clase de ataque —negó — Me mintieron. Tal vez debí haberlo supuesto si venía de las palabras de un ciego. Reaccionaste con la habilidad de un maestro.

    La escena de Shizuoka parecía retomarse en Sekigahara; Tomoe esta vez sin tomar el papel de Shino. Takeda, Kenzaburo y Matsuda también estaban allí. Tomoe los miró y recordó la escena dónde tenía de rehenes a Hashimoto, Fuji y Masamune. En esta ocasión había más presentes; y junto a Tomoe, se distinguía la parca silueta de Kozaemon, el maestro de Kenzaburo.

    "Kenzaburo, ¿Cierto? ¿No eras tú el discípulo de Kozaemon? Te gusta rodearte de traidores, tiene sentido; vienes de una familia de ellos, los Minamoto; traidores al Imperio, a mi padre."

    Aquellas habían sido las palabras de Tomoe hacia ellos en aquel momento, mientras aparentaba ser su hermana mayor, Shino.

    Takeda la miró —Recuerdo que en Shizuoka me dijiste que no entendías por que la gente se afanaba en defender a los Minamoto —no lo dijo con burla; su reacción fue genuina —Y esta vez tu has hecho lo mismo de lo que te quejabas.

    —Tenías razón, para ser un líder, debías caminar junto a tus súbditos — dijo señalando todo Sekigahara — A mí nadie me recuerda. Nadie lloró mi supuesta muerte — señaló a Todai, la katana que antes perteneció a Kenzaburo— La última vez tenías a Kaishi, ahora tienes a su hermana gemela — miró a Kenzaburo —Lamento las muertes que han tenido que soportar.

    —¿A qué ha venido la heredera del clan Taira? —
    mencionó Takeda con calma, aun visiblemente afectado por el destino de Kawa.

    —He venido a dos cosas — dijo Tomoe con seguridad— Vengo a consolidar nuestra unión; la que siempre quisieron nuestros padres antes de que todo ardiera en llamas.

    Aquella declaración no sólo tomó desprevenido a Takeda, sino a todos los presentes.

    —Murai ya ha tomado esa decisión y...

    —Murai no tenía nada que hacer decidiendo por los Taira
    —interrumpió Tomoe a Takeda — mucho menos los Tachibana —esto último lo dijo con enojo, haciendo que Hachi sintiera una flecha imaginaria traspasar su cuerpo — En esta alianza están ignorando la verdadera voz Taira. Murai es un fiel aliado; pero los Sugita no hablan por los Taira; son shinobis, no políticos.

    Kozaemon afirmó; aquel hombre ya había hecho sus movimientos ante el fallo de su alumno Tachibana. Takeda iba a argumentar y Tomoe negó mientras Takano se cruzaba de brazos y bufaba.

    —Seré tu legítima esposa. No me importa cuántas concubinas tengas; lo que importa es que yo tenga el título de emperatriz. —estiró su mano para detener la voz de Takeda —No importan los pormenores en este momento, Takeda — dijo sin formalismos; y su semblante cambió por completo, sus ojos se enrojecieron y las lágrimas comenzaron a acumularse —Hay asuntos mucho más importantes que tus deberes con nuestro legado — limpió sus lágrimas.

    —He venido cargando con pesar una noticia que debo darte—Tomoe miró a Takeda a los ojos —Estas son palabras que debes escuchar, no leer. Al menos mi clan te debe eso —dijo haciendo una reverencia con sus rodillas tocando el suelo.

    Una disculpa antes de hablar; aquello no podía ser bueno.

     
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    Gigi Blanche

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    Kohaku Ishikawa

    Una vez Rengo se marchó, me retiré a cavar las tumbas para los shinigami y agradecí, en silencio, que los demás me dieran una mano con la tarea. Estaba en ello cuando los reclamos de Hachi me alcanzaron, tensándome ligeramente el cuerpo. Me detuve un instante, deslizando la vista al lugar donde Rei y Hashimoto ahora descansaban, y me pregunté si era grosero de mi parte sencillamente haber... haber asumido que este lugar podría fungir como un pequeño cementerio. No había sido mi intención ofender su memoria, desde luego, tampoco creía que los dueños originales de estos cuerpos cargaran con la culpa de lo que les habían hecho.

    Reanudé mi tarea, clavando la pala en la tierra y removiéndola. No quería dejarme llevar por sentimentalismos ni nociones de culpa, posiblemente siguiera algo afectado por el rechazo de Mara y de Rengo.

    —Daidoji asesinó a mi familia y decapitó a Byakko frente a mis ojos; y, técnicamente hablando, también te mató a ti —respondí, sin mirar a nadie particular ni interrumpir mi labor, en un tono de voz neutro; después solté una risa nasal, amarga—. Supongo que yo también tengo mis límites.

    De cualquier forma, si alguien más hubiera querido enterrarlo no me habría opuesto. No me correspondía. Observé el pozo que estaba haciendo, lo consideré ya demasiado avanzado y proseguí. Habría movido los cuerpos de lugar si Hachi hubiese hablado antes, pero no creía que ahora tuviéramos el tiempo. Me disculparía con él más adelante. Los muchachos convirtieron la tarea en una competencia de velocidad y verlos... divertirse así me relajó un poco, aún con otra parte de mí preguntándose si era correcto exhibir esa falta de respeto hacia los muertos. Había ocurrido demasiado, no podía juzgarlos por buscar algo de normalidad incluso en estos escenarios.

    Me reí ligeramente al ver el talismán ensangrentado de Rengo y supuse que sería la fuerza del hábito, considerando que ahora él, así como yo, poseía ambas energías. Asentí al pedido de Kumo sobre los gatitos y me ocupé de taparlos bien dentro de la cesta, donde se acurrucaron listos para el viaje. Observé la ciudad a mi alrededor, las construcciones derruidas, el río más allá, y tomé mucho aire. Había ocurrido demasiado, y en tan poco tiempo.

    Ante la ausencia de Yuzuki sentí una mayor responsabilidad por Kawa y me enfoqué en permanecer cerca suyo y de Togashi durante el viaje. Usé el tiempo para reflexionar sobre los eventos recientes. El objetivo de Daidoji, la extraña batalla, la presencia de la niña, las inciertas noticias que llevaron a Rengo hacia Shiga. Regresé, también, en torno a las palabras de Hachi. ¿Había sido hipócrita mi accionar frente a los fallecidos? ¿Tenía derecho a velar por unos si a otros los despreciaba? ¿Había sido correcto enterrar a los shinigami junto a nuestros compañeros? Me pregunté qué habría dicho Hotaru de todo esto. Su consejo siempre me había ayudado, pero ahora... no podía alcanzarlo.

    Sin realmente pretenderlo, acabé sumido en un extenso silencio hasta nuestra llegada a Sekigahara. Habíamos obviado la capital, tal y como temía, y no reuní la voluntad de hablarlo con Hachi. Habíamos enterrado a los shinigami mientras el cuerpo de Kumiko, de su madre, se pudría a merced de la carroña. Como Daidoji. De sólo pensarlo, el corazón me pesaba.

    Presenciar la congregación de gente en aquel campamento le dio una nueva dimensión a la guerra. Sentí en mi carne, puede que por primera vez, la enorme relevancia de lo que estábamos haciendo, la cantidad de personas que creían en Takeda y ansiaban luchar por hacer de Japón un mejor lugar. Una pequeña chispa de esperanza, tibia, se encendió en mi pecho.

    —Es surrealista estar aquí —murmuré junto a mi padre, sorprendido—. Hace pocos meses me dedicaba a cumplir recados de aldeanos, y hace pocos años siquiera había puesto pie fuera de la villa.

    Le había ofrecido mi mano a Kawa por si deseaba permanecer aferrada a ella, preocupado tanto por su bienestar como su tranquilidad. Dentro del refugio, escuché a Tsubaki mencionar a Tomoe y seguí a lo mío, aún habiendo prestado atención al resto del intercambio. El abrazo de la niña me pilló desprevenido, pero la envolví entre mis brazos y le susurré que aquí estábamos a salvo, que podría descansar y recuperarse por el tiempo que hiciera falta.

    Jamás lo vi venir.

    ¿Cómo me descuidé tanto? No tenía idea. Tal vez fue sabernos dentro del campamento, la seguridad que debía garantizarnos. Allí adentro no se suponía que hubiera enemigos y, de hecho, el razonamiento no estaba errado, pues el enemigo lo habíamos traído nosotros. La ausencia de Kawa, de la espada en mi cintura, y su repentino abrazo dentro del refugio. Sentí mi cuerpo congelarse en cruda anticipación, en un miedo fantasmal, y me maldije. Me maldije con fuerza.

    Nos apresuramos hacia el río, hacia Takeda, y al ver a nuestro líder sano y salvo, sosteniendo a Kawa, sentí alivio. Lo sentí de verdad, y la idea me asqueó. Clavé la mirada en Byakko, consternado, ante la información revelada, y regresé la vista a la pequeña Kawa lentamente. Pasé saliva. ¿Satou... Fusatada? ¿Su propio padre... la había matado? ¿Por qué? ¿Algo de esto era por Kuroki? Su padre la había matado. Se suponía que hubiera permanecido en Kamakura, a salvo, recuperándose de su sacrificio. Se suponía que viviera. Era apenas una niña, una que había ofrecido su vida por las ofensas de su hermano.

    Y su padre la había matado.

    El espíritu de Benkei finalmente apareció junto al guardián de Kamakura y, poco después, Tomoe y Takeda empezaron a hablar. Aproveché que el foco del grupo había virado hacia la conversación política y me acerqué a aquella espada, recogiéndola una vez más. Si hubiese sido más cuidadoso, quizá... Fruncí el ceño, contrariado, y empecé a caminar hacia Byakko y Benkei. No, ¿qué habría cambiado? Kawa ya estaba... muerta. Ni siquiera fue ella quien me abrazó, había sido...

    Me detuve junto a Byakko y observé a la pequeña de cerca, sus facciones serenas, el cabello albino. Todos los shinigami habían tenido pelo blanco, ¿habrían sido Fusatada?

    —¿Qué demonios le hicieron? —susurré, frustrado, con lágrimas silentes agolpándose en mis ojos—. Alcanzarla dentro de Kamakura, matarla, utilizarla de recipiente para el espíritu de otra persona... ¿Cómo demonios son capaces de cosas tan horribles? No lo entiendo.

    Miré a Benkei. Ahora que lo pensaba, ¿por qué él estaba aquí, en primer lugar?

    —Si su padre retenía su cuerpo, ¿qué fue de ella, de su alma? —Me llevé una mano al pecho, arrugando mi ropa; no había nadie que pudiera convocarla—. Nadie puede descansar más allá del río con este condenado eclipse. Si llamo por ella, si intento guiarla aquí... ¿podría encontrarnos?


    ooof perdón la biblia, pasaron muchas cOSAS
     
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    Bruno TDF

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    Togashi

    Caminaba entre el ejército, escudriñando cuidadosamente los rostros de los hombres que entraban en su campo de visión, para tratar de dar con el de su hermano. O bien, buscando divisar el distintivo color del yoroi que Yamamoto le había forjado, en aquellos lejanos días en Nagoya, cuando la luz aún iluminaba el cielo. De a ratos, la mirada de Togashi se perdía en puntos azarosos del lugar, señal de que estaba sumido en pensamientos que le hacían torcer ligeramente los labios, en una mueca de angustia mezclada con una pizca de furia que procuraba contener. Pues… pensar en Nagoya significaba recordar sus días en el santuario de Benkei y Kawa, los días que compartieron juntos, las conversaciones, los rituales para rezar ante Buda. Rememorarlos le hacía ser consciente del cariño que les tenía y, por lo tanto, del amargo dolor que lo atravesaba bajo el eclipse.

    Benkei ya no estaba. Ni siquiera podía ver su espíritu.

    A Kawa la habían mutilado.


    Durante el trayecto a Sekigahara, había tratado de comunicarse con la joven por distintas vías, procuró hacerle entender que nadie volvería a lastimarla mientras estuviera con ella. Todo cuanto encontró en la niña fue una desgarradora desesperación frente a la cual no sabía cómo lidiar, y su decisión fue simplemente dejarla descansar, que se recuperara del trauma. Aún así, Togashi permaneció con ella en todo momento, protector, al menos hasta que se permitió retirarse para ir en busca de Kojiro, dejándola al cuidado de Kohaku. Pese a todo, el hecho de alejarse le costó.

    Caminaba entre los hombres, observador de a ratos, y ausente en fugaces ocasiones. Los últimos días habían sido duros para su grupo, asediados por la muerte de compañeros y familiares, y muerte era lo que los aguardaba en el negro horizonte. Sabía que, llegado el momento, lograría mentalizarse para cualquier calamidad que se presentara. Sin embargo, estaba resultando agotador.

    Y ni él ni Kojiro estarían preparados para enterarse de lo que, en ese momento, acababa de ocurrir con Kawa.

    Encontró a su hermano en un sitio apartado. Togashi sintió un inmenso alivió al verlo entero y bien. Si por Benkei y Kawa sentía un gran cariño, con su hermano el lazo afectivo era más fuerte y poderoso. Se acercó a él esbozando una sonrisa ligera, en la que también se vislumbró su cansancio.

    Hermano —dijo, palmeando suavemente un hombro de Kojiro—. No hay palabras para describir cuánto me alegra este reencuentro, dadas las circunstancias —alzó la mirada hacia el cielo, al eclipse; su expresión era serena, pero un largo suspiro abandonó su pecho—. Pasamos por muchas dificultades en mi grupo. Y también…

    Se permitió una pausa, para así conservar su compostura. Las emociones no eran un pecado para Togashi, mas consideraba esencial mantener cierto dominio sobre las mismas.

    Se trata de Kawa… —prosiguió— La encontramos en Fukui. La trajeron unos shinigamis a los que el grupo enfrentó en combate, y aún no sabemos el por qué de esto. Esos miserables… la han mutilado, Kojiro; le quitaron su capacidad de hablar. Ahora está atormentada por una terrible angustia y desconsuelo, al punto de que todos mis intentos de comunicarnos de otras formas quedaron truncos —resistió el impulso de bajar la mirada; su angustia nacía del afecto, y podía permitírsela en tanto no le quitara firmeza a su postura—. Todo cuanto pude hacer fue quedarme a su lado, velando por ella. Ahora está descansando, pero me pareció importante salir a buscarte para hacerte saber esto.

    >>Por nuestros días en el santuario de Nagoya, por el recuerdo de nuestra recolección de ramas…

    Sonrió, con tristeza.
     
    Última edición: 15 Noviembre 2025 a las 6:23 AM
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    El grupo de Ginko había llegado tarde al intentar esperar a Kato en el camino; pero al ver que simplemente no regresaba siguieron su ruta. Aprovecharon para cazar algo antes de regresar al campamento para volver con un poco de alimento. Al instante que ingresaron fueron alertados de la entrada de Jiin a Sekigahara; algo que alarmó a su hermana quién decidió buscarlos.

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    [Yurei: Taiki; Kumiko; Benkei]
    Kojiro había aceptado aquella invitación al instante; su semblante de alegría al ver a su jurado hermano cambió al instante de saber del destino de Kawa; avanzó junto a Togashi con enojo y trató de tranquilizarse a cada paso que daba para recibir a Kawa con una gran sonrisa que la tranquilizara. Pero ambos avanzaron con ingenuidad hacia un camino que ya había sido sellado lunas atrás.

    Vieron a Byakko cargando a Kawa, sus extremidades completamente sueltas como si se trataran de hilos colgando de los brazos de aquel hombre. A su lado estaba Kohaku y el espíritu de Benkei quién inmediatamente cruzó miradas con Togashi al verle.

    Benkei apretó los labios y negó; conteniendo sus emociones mientras Kojiro y Togashi se acercaban al río para presenciar la ausencia de vida en aquella pequeña en la que habían visto una hermana menor.

    Jiin se acercó al grupo y le extendió aquel saquito de pertenencias a Togashi; una misión que le había encomendado Benkei en el camino a Sekigahara. Parecía que Jiin iba a desplomarse allí mismo en disculpas y llanto; pero Benkei lo detuvo al instante y habló ante el grupo reunido.

    —Nadie aquí presente tiene culpa alguna de lo ocurrido con Kawa — dijo con entereza — El mal ya ha dominado por suficiente tiempo estas tierras —miró a Kawa — Un espíritu corrupto junto a los suyos la asesinaron y usaron su cuerpo para cometer un asesinato en este campamento; pero la luz aun nos ilumina y se impidió que el espíritu de aquel hombre corrupto asesinara a Takeda Minamoto —miró a Kohaku —Su alma, está en aquella espada.

    Pero Kohaku no había escuchado nada al tomarla.
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    Pronto aparecieron a nuestro lado Togashi y un hombre que recordaba de las islas, aquel que se había enfrentado a otro apenas atracamos, Kojiro. Benkei negó, lo que comprimió mi semblante, y aquello mutó en pleno desconcierto al oír que su alma se encontraba encerrada en la espada. Llevé mi mano a su empuñadura y bajé la vista, confundido. Tal y como presentía, no era una katana ordinaria. Sin embargo, ¿por qué no oía o sentía nada?

    Otra idea acudió a mi mente. Intercambié la vista entre los presentes y comprendí que los cuatro hombres parecían visiblemente afectados por la muerte de esta niña; lo prudente sería brindarles privacidad. Además, no se me ocurría de qué forma ayudar. Incliné la cabeza a modo de despedida y regresé junto al resto del grupo, que se había mantenido cerca de Takeda y la princesa, en silencio.


    no se me ocurrió nada que hacer o decir JAJJAJ
     
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    Kohaku volvió con el resto del grupo; vio que era más numeroso. Shinrin parecía pelearse con Tomoe.

    —¡Viviste con él en Kioto y no te dio ni para dedicarle una sola palabra, y ahora lo quieres de esposo!— gritaba Shinrin mientras Takeda se interponía entre ella.

    —No me interesaba en lo más mínimo físicamente si eso es lo que te preocupa —respondió Tomoe sobando su manos —Me interesa por su fuerza política.

    —¡Ve y pelea tu nación si tanto buscas poder!— Gritó Shinrin.

    Tomoe no cayó en la provocación pero se mordió los labios, Hachi sabía que eso era una señal de que se estaba aguantando el responderle. Pensó en intervenir pero eso complicaría más las cosas.

    Tamura se acercó levemente a Kohaku para susurrarle al oído —Tomoe iba a decirle algo a Takeda, y se le ocurrió primero tomar su mano entre las suyas. Y llegó ella, que ahora creo entender que es su novia —dijo mirando a Shinrin — Golpeó con su mano esa unión; miró a Takeda y revisó su rostro— señaló a Takano —Lo regañó a él por la falta de ojo de su líder y después se acercó a Takeda —miró a Takeda quién seguía intentando mediar — Lo besó enfrente de Tomoe y pues se empezaron a insultar Tomoe y la novia Minamoto—sonrió nervioso y después señaló a Ginko y Reijiro quienes apenas habían llegado junto a Shinrin — Ah, y llegó Reijiro también. Míralo. Deja lo llamo —Tamura levantó su mano hacia Reijiro para llamar su atención.

    Hachi bajó la mano de Tamura de un jalón certero; después miró a Kohaku y con la mirada le rogó que interviniera.

     
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    No necesité avanzar demasiado para percibir la intensidad de la discusión entre la princesa y... Shinrin, quien parecía haber llegado justo ahora. Vaya cadena de eventos. Me fundí con el resto teniendo cuidado de no cruzar el campo de tiro, y pronto tuve a Tamura poniéndome al día con esta suerte de presentación sarugaku. Asentí hacia él para confirmarle que Shinrin era, en términos prácticos, la pareja de Takeda, y fue entonces que presté atención por primera vez a lo evidente, tan absurdamente evidente que me sentí culpable. Takeda había ofrendado su ojo para Amanozako y, con ello, también había establecido un vínculo con Ama no Uzume.

    Giré el rostro, identificando a Reijiro, y quise aprovechar la muy conveniente excusa para ir a saludarlo cuando Hachi intervino, frenando a Tamura y mirándome a mí. Pero ¿qué quería que hiciera? Una me mataría por lo ocurrido en las islas y la otra lo haría por el ojo faltante de Takeda. Mi intervención sólo les daría un motivo para aliarse y... espera, ¿ese era el punto?

    La situación, sin embargo, seguía escalando, y Takeda no parecía capaz de contenerla. Estas damas... eran bastante aterradoras. ¿Ayudaría si simplemente intentaba desviar la atención de Takeda? ¿Eso apaciguaría el conflicto o lo enardecería? Tal vez, sólo tal vez, si la princesa me veía se distraería lo suficiente para... Dioses. No importaba cómo lo analizara, seguía llegando a la misma conclusión.

    —Me estás pidiendo que me lance a los lobos, ¿lo sabes? —le susurré a Hachi, extenuado, y suspiré con fuerza.

    Ya qué. Di un par de pasos al frente y carraspeé la garganta, nervioso, para aclarar mi voz. Era desde triste hasta hilarante pensar que, después de tantísimo tiempo, mi reencuentro con él sería... así.

    —Señor —llamé a Takeda, elevando el tono, aunque no sonó tan firme como pretendía—. Hemos llegado. ¿Podría pedir un minuto de su tiempo?

    Intenté por todos los medios evadir la mirada de Tomoe, aunque me estaba carcomiendo la idea de ser tan irrespetuoso frente a la princesa. Al final, no pude luchar conmigo mismo y le dediqué un vistazo fugaz para inclinar la cabeza. Sudaba más ahora que frente a los shinigami, estaba seguro.
     
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    Hachi lo sabía y agachó la cabeza al escuchar las palabras de Kohaku. Trató de detenerlo pero fui incapaz al ver que se acercaba con seguridad hacia Takeda. Él y Tamura lo observaron a distancia.

    —Intervino sin reverencia —dijo Hachi en voz baja hacia Tamura llevando su mano al hombro que antes tenía herido, un reflejo de dolor.

    —No, ya lo arregló —señaló Tamura al ver cómo Kohaku agachaba la cabeza.

    Tomoe lo miró parecía que iba a contestar pero Takeda interrumpió —Claro que si Ko, ven conmigo por favor — Takeda tomó a Kohaku del antebrazo y comenzaron a avanzar.

    —¿Quieres robarlo a él también? '¿No te bastó con uno?—las palabras de Tomoe cayeron como una cuchilla afilada.

    Hachi se llevó las manos al cabello en frustración, pensando en lo idiota que fue por pedirle que fuera él hacia aquella discusión.

    Tamura comprimió los dientes y los expuso en una mueca de dolor al ver aquella escena.

    Nadie de los Minamoto presente podría entender el contexto de aquellas brutales palabras; y fue por eso que Shinrin se interpuso.

    —¿Vienes tú a hablar de robos?

    —Quiero ver que dirá todo Japón cuándo el futuro Emperador despose a la hija de Kato Harima. Veremos si estás lista para una muerte a boca pública —le respondió Tomoe con una sonrisa ocultando su enojo. Una técnica de la corte que Shinrin no poseía; pues ella estaba preparada para cachetearla allí mismo.

    —Basta — por fin intervino Tsubaki, mirando hacia Kohaku y Takeda para que pudieran alejarse un poco; Takano los siguió.

    Tomoe bajó la mirada al ver a Tsubaki; sabía que la noticia que quería entregar a Takeda, también lo afectaría a él.




    Takeda avanzó cansado hacia el refugio, ya había soltado a Kohaku mientras Takano caminaba detrás suyo junto al espíritu de Kenzaburo.

    —Gracias por acompañarnos —dijo Takeda hacia Takano.

    —Sólo quise escapar de eso. No había visto a mi hermana así desde el día que te abofeteó —mencionó Takano a Takeda, delatando que Yuzuki o Shinrin le había contado porque él no había estado presente.

    —Si, ese día fue muy malo para mí —recordó Takeda —Tú también me golpeaste en la cara.

    Takano apretó su puño entre su mano —Claro, seguiste una melodía como desquiciado y nos tocó regaño y humillación pública de Kato, no es algo que disfrutara.

    Takeda sonrió —Y por eso Shinrin y tú hicieron lo mismo después conmigo.
    " El movimiento de uno es el de todos, si uno se cree superior al resto tendré que enderezarlo a golpes, sin distinción de género, edad o rango; comenzaré a castigar la indisciplina por igual"

    Takano levantó la vista hacia Takeda y lo señaló —Lo merecías eras insufrible en aquellos días —sonrió y golpeó levemente el pecho de Takeda quién estaba riéndo ante aquel recuerdo —Sirvió ¿No es así? Mira ahora, todos te buscan a ti, ya no necesitan pasar por mí —dijo mirando a Kohaku para recargar su mano al hombro del muchacho — Lealtad pura —Sacudió a Kohaku con emoción para después soltarlo y señalarlo desviando la vista a Kenzaburo — ¿O me equivocó? —preguntó sin esperar respuesta para después salir de aquel refugio.

    Kenzaburo recordó las palabras de Kato aquel día que él intentó recobrar a Genji de manos de Kato.
    "Takeda tampoco lo entiende, él no recuperará su espíritu si vuelve a sostener su sable; eso no lo arregla un objeto... ¿Qué crees que haría Takeda ahora si le devuelvo su katana? Su katana se queda; porque el sable es una extensión de nuestro propio filo; y Takeda no posee filo, es metal mal forjado, un jarrón vacío con decoración de exhibidor. Se la devolveré cuando él sea la katana misma."

    Aquella decoración de exhibidor se había caído dejando una laca tosca pero que protegía la integridad del jarrón ahora lleno. No se quebraría tan fácilmente, resistiría.

    Takeda miró a Kohaku y sonrió —Me habías prometido un té —dijo con una calidez que sólo recibes de una persona que se siente tranquila con tu presencia —Siempre es un gusto volver a verte, Ko.

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    Podemos ir adelantando un poco por acá.
     
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    Gigi Blanche

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    La reacción de Takeda fue prácticamente inmediata, se acercó, alcanzó mi antebrazo y no pude obviar de ninguna manera la cicatriz de su ojo al tenerlo frente a mí. Habíamos empezado a caminar, pero entonces la voz de Tomoe se alzó y supuse que... que era inevitable que ocurriera. Le había dejado la oportunidad servida en bandeja y empezaba a pensar que, quizá, fuera la clase de persona que las aprovechaba. Todas y cada una.

    —No, princesa —negué en tono respetuoso, deteniéndome brevemente, y la miré de soslayo—. No le he robado nada.

    Volví a inclinar la cabeza y seguí mi andar junto a Takeda; apenas le di la espalda al grupo, sentí un escalofrío recorrerme de pies a cabeza y cuestioné desde la primera hasta la última de mis decisiones. ¿Le... había respondido? ¿Acababa de responderle a la princesa? Dioses, ¿por qué había hecho eso? ¿Quería acabar decapitado o algo? O quizá fuera otra cosa. Quizá, simplemente, me había molestado la forma en que hablaba de las personas como si fuesen su propiedad.

    Mientras intentaba ordenar mis ideas y calmar mis nervios, Takeda y Takano conversaban; también se encontraba allí el espíritu de Kenzaburo, a quien verlo revivió por un segundo los recuerdos de Shizuoka y una breve presión me comprimió el pecho. Había pasado tanto tiempo junto a los Taira que saberme aquí, repentinamente rodeado por los miembros de mi clan, se sintió peculiar. A Takano lo había visto por última vez en Tateyama, y a Takeda... incluso antes de Shimotsuke.

    Sus risas me regresaron al momento presente y el sacudón que me dio Takano me arrancó también una a mí, más leve. Su retirada instauró un breve silencio que me hizo más consciente de lo que había ocurrido, que genuinamente me encontraba por fin frente a mi líder, y el corazón me pesó. Sus palabras fueron cálidas, exacerbaron el remordimiento y pegué los brazos a los costados de mi cuerpo, inclinando todo el torso en una reverencia. Necesitaba arrancarme la culpa del pecho.

    —Señor —dije desde allí, y cerré los ojos con fuerza—, lamento profundamente lo ocurrido. Trajimos al enemigo al corazón del campamento y le permití robarme la espada que se suponía custodiara, la espada con la cual usted fue atacado. Fui descuidado, ingenuo y puse su vida en riesgo. En verdad lo siento.

     
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    Ginko Harutomo

    Regresó al paso de Sekigahara en el lomo de Sangurasu y dejó al corcel negro atado en un árbol cercano para comenzar a pasear caminando por el campamento.

    Al final no nos duró nada la compañía de Kato, qué hombre terco— bufó, mientras avanzaba lentamente con las manos detrás de la nuca —¿Piensas que deberíamos ir a buscarlo o esperar a que pase por aquí?— le consultó al fantasma de su tío —Quizás también debamos avisar a Takeda que Hideyoshi se quedó con él y por eso no ha regresado

    Sin embargo, cuando llegó al lugar donde estaba Takeda, lo vio alejarse con Kohaku —Bueno, parece estar ocupado— comentó, mientras se fijaba bien y notaba que ambos estaban tuertos —Vaya, hasta que nos pusimos de moda— dijo llevando la palma de su mano por debajo del mechó que le cubría la cuenca vacía.

    En ese momento, sintió por ahí cerca un aroma que le era muy familiar y lo siguió hasta toparse con Hachi —¡Hola!— lo saludó con una rápida reverencia y acto seguido olfateó las ropas del hombre para asegurarse que era el origen del olor.

    Pareces un conocedor— le dijo sacando el opio concentrado de entre sus pertenencias para enseñárselo —Es opio concentrado, lo más potente de todo Japón y puede ser tuyo por sólo mil monedas
     
    Última edición: 17 Noviembre 2025 a las 4:14 PM
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    Tras hacerle saber la penuria de Kawa, vio en los ojos de Kojiro un enojo que igualaba al suyo en fuerza y profundidad, además de que tuvo la certeza de que compartieron una misma angustia durante el regreso al campamento. Ambos hombres procuraban serenarse conforme caminaban, pues no deseaban que sus emociones inundaran de pesadez y tristeza la compañía que pretendían darle a esa chica que, sin darse cuenta, veían como una hermana pequeña. Togashi intentaba mantener su alma templada ante tanta adversidad…

    Pero era tan difícil, cuando el sufrimiento de Kawa le recordaba al de Kanade.

    Ellas no merecían nada de lo que les había pasado.

    Fue entonces cuando notó cierta conmoción en el río. Divisó el distintivo cabello de Kohaku a la distancia, y Togashi enfocó la vista en los hombres que lo acompañaban. Fue allí cuando reconoció la silueta de uno de ellos y sintió su pecho comprimirse una vez más. Su temple trastabilló. Le hizo una señal a Kojiro para desviarse del camino, pues originalmente se dirigían a la tienda donde Kawa supuestamente descansaba.

    Benkei se giró apenas llegó y Togashi le regresó la mirada, sin procesar completamente el hecho de que volvía a encontrarse ante su viejo amigo, aquel monje guerrero que lo había recibido como a su familia en el santuario de Nagoya. El herrero tuvo sensaciones encontradas al verlo allí presente, todas chocaron con fuerza. Fue a partir de la expresión de Benkei que pudo reaccionar por fin, entendiendo por instinto la terrible noticia.

    Junto a él estaba Kohaku, quien portaba un parche oscuro que llamó su atención. Reconoció a Jiin, ante lo cual también se sintió extrañado, pues se suponía que debía de estar en Kamakura; su presencia tampoco pareció augurar nada bueno. Con lentitud, giró el rostro hacia el inmenso hombre que en sus brazos cargaba un cuerpo mucho más pequeño, cuyas extremidades pendían como hilos fantasmales.

    Era Kawa.

    Ya no respiraba.


    Hermanito… Prométeme que no vas a llorar…


    Recordó aquellas palabras de Kanade, del día que se iba lentamente en sus brazos. Su hermana se había despedido de él con una sonrisa, aferrada a su katana con gran valentía. Aquella memoria del pasado... azotó su pecho como una estocada, mientras Togashi se aproximaba para mirar el rostro de Kawa. No tardó en notar las heridas, la violencia de su partida. La confusión que esto le trajo hizo que se sintiera peor. Pero no le dieron tiempo de pensar la causa, de preguntarse si acaso había enemigos infiltrados en el campamento; ya que Jiin se acercó para dejar en sus manos un saquito. Togashi lo recibió sin decir una palabra, shockeado por la situación, y no supo cómo logró centrarse para revisar el contenido de este.

    Entre sus dedos sonó un cascabel.

    Su aliento tembló por un instante, cuando retiró el objeto del saco para mirarlo más de cerca. El cascabel rodó ligeramente en la palma de su mano, arrojando sus características melodías… Togashi lo había reconocido al instante: era el mismo que Kawa se había comprado con unas monedas que le regaló en Nagoya. El primer regalo que recibía en su vida. Ella le había explicado había tenido un cascabel por parte de su madre y que había hecho cosas malas con él…

    Este no será el mismo; pero creo que merezco el perdón; Benkei me lo ha dicho, y creo que hoy siento que puedo avanzar y comenzar a sanar.
    Gracias por este regalo.

    Cerró el puño suavemente en torno al cascabel. Por acto reflejo, con la mano contraría rozó la cinta con la que ataba sus cabellos, una que había pertenecido a Kanade. Era una forma de mantener su memoria presente en su cuerpo, una manifestación suya. Cuando entendió que el cascabel estaba destinado a lo mismo… el peso cayó sobre su pecho.

    No llores.

    Alzó la mirada hacia Jiin. Su intención fue, tal vez, agradecer que hubiesen salvado las pertenencias de Kawa, o tal vez no. De todos modos, las palabras no emergieron, y se dio cuenta que el hombre tenía más dificultades que él para retener el llanto. Pero fue Benkei quien, con entereza y sabiduría, habló.

    Togashi olvidó por un momento su dolor para mirar al monje primero, y luego a Kohaku; más concretamente, hacia la katana que portaba en la cintura. Benkei habló del espíritu de un hombre corrupto y, para peor, dio a entender que Kawa llevaba muerta desde mucho antes. Frunció las cejas, sumamente frustrado por la crueldad cometida y por no entender a qué se estaban refiriendo. ¿Qué significaba lo último?

    ¿Cómo podía ser posible que el alma de Kawa estuviese sellada en una katana? ¿Por qué?

    Kohaku mostró igual confusión pero, antes de que Togashi pudiese intervenir, se retiró del lugar. Lo vio partir, con la atención puesta en la espada. Recordaba la promesa que le había hecho a Mara, la de liberarlo cuando llegara el momento. Había estado a punto de hacerlo, pero el Dios de la Muerte lo detuvo en el momento en que hizo ademan de romper a Shi... ¿Con Kawa sería igual? ¿Cómo había sucedido todo? ¿Quién había sido el responsable?

    Se pasó un pulgar por los ojos, barriendo la humedad. El movimiento hizo que el cascabel sonara entre sus dedos, en el hueco que Togashi dejó por temor a aplastarlo o hacerle la más mínima abolladura. Antes de hablar, le dedicó una reverencia solemne y respetuosa a todos.

    Gracias por traerme las pertenencias de Kawa, es un acto que valoro enormemente —dijo hacia Jiin, para luego mirar a Benkei—. Benkei; desde que supe que renaciste, no ha dejado de acompañarme un fuerte pesar y el ferviente deseo de honrar siempre tu memoria, la valiosa amistad que me diste. Desde entonces, también viví preocupado por Kawa, quien debió seguir adelante sin tu compañía… —miró al cuerpo de la chica, y no pudo evitar apretar los labios— Cuando la encontramos en Fukui, me prometí que la cuidaría. Por mí, y también por ti. Pero… —cerró los ojos y suspiró; recordó la promesa que le hizo a Kanade para tranquilizarse— ¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué viste? No dudo de tus palabras, pero necesito que me respondas: ¿Cómo sabes que su alma se encuentra en aquella katana?
     
    Última edición: 18 Noviembre 2025 a las 9:45 AM
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    [Yurei: Taiki; Kumiko; Kozaemon]
    La respuesta de Kohaku hacia Tomoe hizo sonreír a Shinrin; a pesar de no entender el contexto. Para ella eran Minamoto contra Taira, cómo había sido desde el inicio; y los Minamoto iban ganando. Shinrin miró aquellos rostros que para ella eran prácticamente nuevos y no levantaban la voz por Tomoe, aquello lo sintió como una victoria.

    Tomoe no miraba a Shinrin; su mirada se había quedado prendada de la espalda de Kohaku hasta que este desapareció de su periferia junto a Takeda. No era el acto de responderle; fue el acto de no esperar a su réplica. Incluso Shinrin estaba allí, dándole su importancia. Tomoe apretó los puños molesta; pensó el voltear a ver a Hachi pero fue incapaz, así que volvió a mirar a Shinrin.

    —Nuestra discusión la seguiremos después —prácticamente Tomoe le ordenó a Shinrin la cual cruzó sus brazos y negó —No es el momento; tu noviecito va a necesitar nuestro apoyo.

    Ginko se acercó a Hachi y lo olfateó haciendo que Hachi levantara levemente sus manos en una tensión corporal incómoda, y cuándo Ginko inició su negocio, Hachi tomó el cuello de su kimono y lo olfateó para verificar.

    —No hueles a opio, al menos no para mí. Seguro él también es adicto —interrumpió Tamura y miró el opio —Oh es del bueno —afirmó hacia Hachi — Quién consigue esos ingredientes ha de ser un prodigio.

    Hachi le dio un golpe al hombro de Tamura para después mirar a Ginko — Estás duplicando el precio del mercado y yo tengo contacto directo con el proveedor —sonrió —Tal vez tú eres quién debe hacer negocios conmigo.

    Tamura miró a Ginko y negó — Jamás hagas negocios con quién está forrado. Éste respira y gana monedas. Te va a estafar —dijo para intentar cortar aquella conversación; pero no pudo detener la pregunta que ya sabía que saldría de la boca de su amigo.

    —¿Qué más tienes? —preguntó Hachi hacia Ginko, para después extender su mano —Me llamo Hachi; ¿Quién eres tú?

    —No te juntes con él —dijo Tamura hacia Ginko— los que se vuelven cercanos a él pierden un... — observó a Ginko a detalle — Un ojo. Y a ti sólo te queda uno.

    Hachi volvió a golpear a Tamura. Quién no parecía comportarse de acuerdo a su edad.

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    [Kohaku; Takeda; Takano]
    [Yurei: Kenzaburo]


    Takeda soltó una ligera risa; demostraba una seguridad que no tenía antes.

    —Ko, no es ni la primera ni la última vez que traten de asesinarme en mi propio territorio —dijo sin un ápice de miedo, su postura holgada y serena; pero su rostro adquirió solemnidad por unos instantes, su sonrisa se disipó —Cuándo sea Emperador, y viva en aquel castillo; tendremos protocolos para disminuir ese problema; pero no podemos eliminarlo ahora que camino como guerrero —Miró a Kohaku y señaló aquella katana — Veo un brillo en esa arma —dijo para después buscar entre sus pertenencias y sacar aquella perla que Ko ya reconocía a la perfección, aquel brillo dorado —Es distinto a este; muy distinto. ¿Puedo revisarla? —dijo extendiendo su mano hacia Kohaku, esperando que le entregara aquella arma.

    [Togashi; Kojiro; Kohaku; Byakko; Jiin]
    [Yurei: Benkei]

    Kojiro estaba allí, apretando los puños en completa impotencia, frustrado porque la vida ni siquiera le dio la oportunidad de protegerla, que simples casualidades la llevaron a un destino del que ya había escapado. Ella ya se había convertido en parte de su parvada junto a Togashi.

    Benkei bajó la frente ante las palabras de Togashi —Yo sentí tanta vergüenza de deshonrar el arma que me obsequiaste, no vencí en el combate más importante que he tenido, y pensé que al menos había protegido a Kawa en aquel momento; pero el haber sobrevivido la hubiera beneficiado más. Hubiera estado conmigo físicamente en Kamakura cuándo fue a visitar la tumba de su padre junto a la vieja herrería en Kamakura —miró a Togashi — Nueve entes la capturaron; yo los seguía pues mi vínculo estaba con ella; salieron de la misma manera que me imagino que entraron; por debajo del mar, no necesitaban respirar. Uno subía de vez en cuando para que Kawa pudiera respirar —cerró los ojos recordando aquel momento, desde allí la tortura había iniciado — Cuándo llegamos al bosque ella estaba exhausta; quiero creer que no sintió aquel golpe fatal —abrió los ojos y miró a Togashi —La golpearon con esa katana, y su alma fue absorbida por ella. Su cuerpo cayó vació; pero al instante cayó el cuerpo más grande de aquellos entes que la capturaron; y de este, el espíritu de Satou Fusatada se hizo presente —negó — Él entró en el cuerpo de Kawa, ella se levantó como si nada hubiera sucedido. Y el cuerpo del ente también fue tomado por otro espíritu que rondaba por allí. Mi espíritu quedó anclado a las pertenencias de Kawa, sin un alma en el Meido; no pude desprenderme de esos objetos con carga emocional. Sólo vi cómo se la llevaban lejos de mi, dentro de esa katana.

    Byakko negó molesto — Destruyamos esa arma —dijo con seguridad.

    —¿Y si con eso destruimos el espíritu de Kawa?— preguntó Jiin con tristeza

    —Primero despidámonos de su cuerpo— interrumpió Kojiro — No debe ser coincidencia que estemos frente a un río, siendo que su nombre significa eso. El agua cura impurezas, y se lleva todo consigo convirtiéndolo en un recuerdo —las lágrimas de Kojiro no cesaban —Ella quería ser libre. ¿Qué es más libre que un río que desemboca al mar? — Apretó el saquito que llevaba amarrado al obi.


     
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    Lo último que había esperado oír como respuesta era una risa, honestamente. Me descolocó lo suficiente para obligarme a erguirme y mirar a Takeda, con visible confusión impresa en el semblante. Me pregunté, y al instante pareció una obviedad, si él también habría cambiado desde la última vez que nos vimos. Su reacción me hizo en extremo consciente de mi propia solemnidad, tal vez exagerada, y removí los pies, avergonzado.

    Junto a ello, sin embargo, me alcanzó el alivio. Takeda exhibía una serenidad que supo alcanzarme, y la solemnidad posterior absorbió mi atención por completo. Su porte, el tinte en sus facciones, el color de su voz. Me embargó una certeza ineludible, la tranquilidad de saber que había elegido servir al hombre correcto. Quería que fuese Emperador, lo quería con cada fibra de mi ser. Asentí, algo distraído, e intenté erguirme mejor.

    —Sí, señor —afirmé, resuelto.

    Me señaló la katana y luego atendí a su perla dorada. Claro, había heredado las habilidades del perro anterior, ¿verdad? Eso significaba que Takeda podía ver los rastros de energía espiritual en los objetos, similar a los talentos de un shugenja. Observé la espada, dubitativo, y la deslicé con cuidado para quitármela.

    —Debe ser energía espiritual lo que ve —murmuré, extendiendo el arma hacia él, atento a cualquier imprevisto—. Hace un momento, Benkei mencionó que... el alma de Kawa se encontraba encerrada en esta espada, pero me ha sorprendido no ser capaz de oír ni sentir nada. ¿Qué clase de brillo es, señor?
     
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    Bueno, debía intentarlo— dijo, guardando el opio concentrado —Obviamente no te lo podía vender al precio que lo compré, debía sacar una ganancia— le explicó el exhorbitante precio —No contaba con que fueras más conocedor que yo en el tema. A mí me lo mandan con un búho a domicilio, pero ese contacto directo suena mucho más interesante

    Luego, el hombre le preguntó qué más tenía y Ginko abrió un ala de su kimono para mostrar el resto de sus mercancías. De allí colgaban medicamentos, drogas, agujas y algunas chucherías como un muñequito daruma y un juego de memoria.

    Es todo lo que he recolectado durante mi viaje. Tengo desde hangontan para el dolor de estómago, hasta madreselva japonesa— señaló los productos —También le puedo encargar al búho otros productos, pero imagino que igual podrías conseguirlos, Hachi— sonrió —Soy Ginko Harutomo, por cierto, médico del clan Asakura— se presentó finalmente —¿Y tú qué tienes?

    En todo momento, Ginko había ignorado deliberadamente las advertencias de Tamura y seguía dispuesto a negociar con Hachi, si es que había algo que negociar.
     
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