Acabé desplomándome en mi silla junto a un hondo suspiro, incapaz de determinar si había sido una buena idea o no huir de los casilleros. Me daba pena no entregarle el regalo a Al en persona, aunque también una pequeña, pequeñita parte de mí sentía alivio por ello. ¿Y por qué me hacía tanto lío con Kakeru, para empezar? ¿Era culpa? Pero eso sería, como, super egocéntrico de mi parte, ¿o no? Llevábamos un largo rato sin hablar, el tipo ya ni debía pensar en mí. ¿Era...? ¿Me molestaba que hubiera horneado cupcakes para Emi y no para mí? ¿No era lo predecible, igual? Quizá temiera sobrepasarse, incomodarme o lo que fuera; era el motivo que me había impulsado a mí a quitarlo de mi lista, al fin y al cabo. ¿Debería... hablar con él? Al menos para ver cómo iba todo. Había cumplido la solicitud de Shinomiya un tiempo, luego el tipo se evaporó en el aire y... y nada ocurrió. Era hasta anticlimático. ¡Ah, espera! Di un respingo y agarré el móvil a velocidad justo cuando los mensajes de Altan empezaron a caer. Los fui leyendo desde afuera del chat, uno a uno, y la mención del dress code detuvo por un momento todo mi tren (bastante descarrilado) de pensamiento. Sentí calor en las mejillas, eché un vistazo furtivo alrededor y me derretí sobre mi pupitre, hundiendo la cabeza entre mis brazos. Pasado un rato sólo levanté la vista lo suficiente para seguir leyendo y manipulé el aparato sin cambiar mi posición. Perdona, entré un poco en pánico jajaja Me alegra que te gustara Yo también te quiero, Al Estaba por bloquearlo cuando recordé que mi misión inicial era otra muy diferente y me erguí, buscando el chat de Cayden enterrado en los confines de la aplicación. De hecho, scrolleé y scrolleé y al final pasé al buscador, rindiéndome. Oyeeee gracias por los bombones!! Perdona que ayer se me olvidó escribirte Estaban muy ricosss Ya me los comí, obviamente Se me había levantado un poquito el ánimo y estaba tecleando con una pequeña sonrisa en los labios. —¿Hiradaira-san? Hasta que oí una voz femenina y alcé la mirada. Bleke Middel se encontraba de pie, frente a mí, y sentí mi cuerpo tensarse de pies a cabeza. No era que le tuviera miedo o hubiese deseado activamente que no volviera a hablarme en la vida, pero chocar de repente con sus ojos fue... incómodo. Asentí, algo descolocada, y preguntó si podía sentarse. Asentí otra vez. —Perdona por abordarte tan de repente —prosiguió, lo que me hizo consciente de cómo debía lucir mi rostro, y recogí los brazos hacia mi regazo—. ¿Puedo hablarte brevemente? —Bueno, ya estás aquí, ¿no? —Me reprendí mentalmente y exhalé por la nariz—. Sí, dime. —Es respecto al campamento. Soy consciente de que ya pasó mucho tiempo, pero he pensado lo que ocurrió aquella noche y deseaba extenderte una disculpa si alguna de mis acciones te hizo sentir mal. Presioné mis dedos entre sí, tensa, y corrí la mirada. No quería, de verdad que no quería pensarlo, pero... ¿por qué sonaba tan condescendiente? Como una disculpa que hubiera ensayado frente al espejo y simplemente la estuviera repitiendo. No había... no había nada en sus ojos. Ni arrepentimiento, ni culpa, ni pena. Nada. ¿De verdad lo sentía? ¿O sólo estaba aquí para alivianar su consciencia? —¿"Alguna de tus acciones"? ¿Siquiera sabes lo que hiciste? —reclamé, volviendo a mirarla, y ella parpadeó. —Simplemente no quería asumir nada. Imagino que pudo sentarte mal el que nos fuéramos de la mesa antes de tu regreso. Woah, bingo. —¿Y por qué vienes a decírmelo ahora, mil años después? Middel arrugó levemente el ceño y agachó la vista a mi mesa, pero yo no sabía cómo escapar de esta sensación. Era incómoda e irritante. —Lo sé, pasó mucho tiempo y quizá no corresponda. Aún así... te lo quería decir. —Regresó a mis ojos—. Lamento el mal trago, Hiradaira-san, esa noche y ahora. No te molesto más. Sonaba cortés, amable e indiferente, y al verla incorporarse e irse el estómago se me comprimió con una mezcla de mil emociones diferentes. No quería ceder ante ella, me molestaba lo que habían hecho y me molestaba aún más que hubieran seguido sus vida como si nada. Me molestaba que apareciera ahora, de repente, a pedir perdón por algo que yo ya había encajonado. Me molestaba que no sonara compungida en absoluto, y me molestaba haberme comportado como una imbécil. ¿Por qué no pude aceptar su disculpa y ya? ¿Por qué tuvo que causarme una reacción tan intensa? ¿No llevaba la semana entera yéndose a la enfermería, acaso, y aún así había venido a hablarme? Era infantil y rencoroso de mi parte, era... era muy, muy tonto. Bufé, extenuada, y volví a derretirme sobre la mesa. Daba igual, Middel era terriblemente indiferente al mundo a su alrededor, ¿qué le cambiaría el berrinche de una chiquilla como yo?
Para cuando entré a la academia, tanto Emily como Kashya habían desaparecido de los casilleros, lo que me hizo suspirar con aire derrotado antes de ingresar a la hilera de mi curso. ¿Ninguna de las dos había tenido la decencia de esperarme un par de minutos? Qué desconsideradas, qué traición... hice el cambio de zapatos sin esconder la evidente tristeza que sentía por todo aquello y me dirigí hacia las escaleras a paso lento. En un principio pretendí subir directamente al tercer piso, pero por algún motivo acabé desviándome del trayecto al alcanzar el segundo. Tenía algo de tiempo de sobra, así que pensé en meterme a molestar a Kashya antes de que empezaran las clases; así pagaba por el sufrimiento que me había hecho sentir con sus acciones. La cuestión fue que, mientras la buscaba con la vista en su aula, di de lleno con la imagen de Anna derretida sobre su pupitre y pensé que aquello sería mucho más divertido. Me acerqué a su asiento con cuidado, pues, y me coloqué de cuclillas para poder estar a la altura del mueble. Apoyé los brazos sobre la madera y la cabeza sobre estos después, ladeando la misma mientras le dedicaba una sonrisa de la más pura y genuina inocencia; hasta entorné los párpados para contribuir a suavizar todavía más mi expresión. —Mira que normalmente eres chiquita, pero así es casi imposible verte. ¿Acaso te estás escondiendo de alguien~?
Me daba bastante igual el movimiento que hubiera a mi alrededor, de todos modos planeaba quedarme derretida y encerrada en mi pequeño lugar seguro hasta que las clases dieran inicio. Sobre mis párpados cerrados empezaron a repetirse recuerdos viejos, desde la noche del campamento y hacia adelante, preguntándome si tenía derecho a sentirme así o mis acciones habían sido desmedidas e injustificadas. Lo pensé, una y otra vez, sin lograr alejarme de la molestia. Al final resoplé, hastiada, y me rendí. Sería el cacao mental de otro día. Aún así, la sensación persistía. Tan enfrascada me hallaba en mis dilemas que no percibí ninguna presencia cercana hasta que la voz de Kenneth sonó baja, muy, muy cerca mío. Alcé apenas la cabeza, di con sus ojos a escasos centímetros y me erguí sin siquiera pensarlo, mareándome un poco en el proceso. —¡S-senpai! —exclamé, pegando las manos a la mesa, y los nervios me recorrieron de pies a cabeza—. ¿Qué haces aquí...? ¿Habría venido a buscar a Kashya? Pero eso no justificaba que estuviera aquí aquí, ¿verdad? Lo seguí mirando, ahora desde arriba, y recordé que me había hecho una pregunta. Si no decía nada quedaría como una chiquilla avergonzada ¡y no quería eso! —¿Tú te estás escondiendo de alguien? —repliqué, viendo lo acuclillado y pequeñito que se había hecho junto a mi pupitre.
Anna no reaccionó a mi cercanía durante un buen rato, lo que me hizo cuestionar si quizás no se habría quedado dormida de verdad o algo por el estilo. Claro que ni siquiera esa idea logró impedir mi plan de molestarla y esperé pacientemente a su reacción tras haberle hablado, sin perder la expresión de inocencia en ningún momento. Dormida o no, lo que era evidente es que mi presencia la sobresaltó con ganas, y no pude evitar que algo de gracia se me colara en el semblante durante un breve segundo, pues la pobre chica se irguió tan de golpe que bien podría parecer que había visto a la directora en persona. Me quedé en silencio hasta que recibí de vuelta la pregunta que yo le había hecho, lo que provocó que mis cejas se alzaran un poco en un gesto de sorpresa. Miré a nuestro alrededor con mucha atención, mi expresión pasando a ser una de precaución, y me elevé unos pocos centímetros sobre el pupitre, colocándome una mano al lado de la boca para asegurarme de que mis próximas palabras quedaran en rigurosa confidencia entre los dos. —Así es. Me están persiguiendo en busca del secreto de la juventud eterna —confesé en voz bien bajita, sin dejar de mostrarme preocupado por nuestras inmediaciones—. Aquí donde me ves, en realidad tengo 600 años. ¿Por qué 600 años? Ni idea, fue el primer número que se me ocurrió. Sea como fuere, volví a mi posición original tras revelarle aquella información tan valiosa y la miré desde abajo, haciéndole lo que, en toda regla, se consideraba ojitos. O lo más cercano a eso que alguien como yo podía hacerle a una niña de segundo, claro. >>¿Me ayudar a escapar de ellos? Tengo una recompensa para ti, si aceptas...
¿Mi comeback había sido un intento de broma o de desviar los tiros lejos de mi, a mis ojos, evidente nerviosismo? Digamos que la primera, que me hacía sentir mejor. Kenneth se lo tomó con liviandad e inició el teatro; desde que miró alrededor y se cubrió un costado de la boca supe que diría cualquier tontería, ¿y yo qué hice? Montarme en el carro, por supuesto, ¡faltaba más! Lo miré con los ojos bien abiertos, parpadeé, y poco a poco fui relajando los brazos, que me habían quedado tiesos y pegados al pupitre. —¿Seiscientos? —destaqué, sorprendida, en un susurro bajito, y junté los dedos al borde de la mesa—. ¡Estás fresco como una lechuga, senpai! Te habría dado sólo trescientos. Volvió a acuclillarse y recibí su mirada desde abajo, y su expresión se me asemejó a la de un cachorro mojado. ¿Estaba...? ¿Lo estaba haciendo adrede? ¿Acaso me había tocado lidiar con un senpai embustero con pintas de príncipe de Disney? ¿Y por qué yo, precisamente? ¡Era muy temprano para estos ataques! Me removí un poco, otra vez nerviosa por su atención, y me pidió que lo ayudara a escapar. ¡¿P-pero cómo hacía yo eso?! —Si lo que pides es que me salte las clases no opondré mucha resistencia —respondí, riendo en voz baja, y me incliné hacia él—. ¿Eres un vampiro? ¿Te quemas al sol? ¿O un elfo del bosque? Necesito más información para planear nuestra ruta de escape, señor, ¡esto es de vital importancia!
La revelación de mi verdadera edad sorprendió a Anna, quien por supuesto no tuvo mayor problema a la hora de seguirme en la tontería que me había inventado en apenas unos segundos. Que me halagara diciendo que aparentaba la mitad de mi edad real me hizo sonreír encantado, tomándome todo aquel asunto muy en serio, y estiré el brazo hasta alcanzar su cabeza, revolviéndole el cabello durante un par de segundos. —You are very kind to this old man, little one... —murmuré a modo de agradecimiento, cerrando los ojos mientras asentía con la cabeza un par de veces. Su comentario posterior me hizo reír con ligereza, pues no había esperado que su primer instinto fuera proponer saltarnos las clases, y cuando se inclinó en mi dirección, me alcanzó una nueva cuota de curiosidad. Al final me volví a reír, pues su absoluta dedicación al teatro me resultó francamente adorable, y mantuve su mirada durante unos largos segundos, sin poner distancia alguna entre nosotros. >>No puedo darte más información sin ponerte en peligro, lo siento —acabé por sentenciar, mostrándome compungido por ello—. Solo procura no decir nada de mi paradero si alguien te pregunta y... ten especial cuidado con Kashya, no me fío de que no me vaya a traicionar... Bueno, suficientes tonterías por un día. Me puse en pie con una sonrisilla ligera, exagerando un poco el movimiento para mostrar que me dolían las articulaciones, y cogí una silla cercana para poder sentarme a un lado del pupitre de la chica. Una vez estuve mucho más cómodo, busqué dentro de mi mochila en silencio y, tras unos pocos segundos, saqué una bolsa no muy grande con bastante variedad de golosinas en su interior. Mi sonrisa se ensanchó con algo de orgullo al haber conseguido encontrarla con rapidez y la dejé sobre su mesa después, sin perder ni un segundo. >>Te gustan este tipo de dulces, ¿cierto? Anoche fui a comprar unas cosas y la dependienta acabó convenciéndome para comprarlas —admití, llevándome una mano al cuello con una ligerísima cuota de vergüenza—. Pero a Kashya no le gustan y pensé que quizás tú las disfrutarías más que yo.
Mis intentos por lucir normal y compuesta se me fueron un poco a la mierda cuando Kenneth tuvo el descaro, ¡la osadía! de revolverme el cabello. Sentí el impulso de quejarme o apartarlo, pero en su lugar acabé quedándome quieta y con la vista clavada en la mesa, sintiendo un leve calor en mis mejillas. Había dicho algo de que era amable con él, ¿cierto? ¿Cuál era la manía de la gente en esta escuela con hablar tanto en inglés? ¡Estábamos en Japón! —Mejor portarse bien con la entidad vampírica de seiscientos años que aparece a tu lado, ¿no? —repliqué con una ligera sonrisa, reanudando mi misión previa de disimulo. O eso fue, al menos, hasta que se me quedó mirando largo y tendido. Fui yo quien retrocedió lentamente, preguntándome si se suponía que dijera algo más, hasta que habló y metió a su hermana en la ecuación. —¿Kashya también es un vampiro? —inquirí, buscando su pupitre con la mirada. Que, a todo esto, él nunca había dicho que fueran vampiros, ¿cierto? Y yo igual ya me había ultra convencido de eso. Sus nuevos movimientos me dieron la sensación de que había decidido finalizar la tontería y pensé que se iría, pero en su lugar empezó a... ¿buscar una silla? ¡¿Y sentarse?! Recogí las manos sobre la mesa, a ver si con eso las dejaba un poco quietas. Lo siguiente que supe fue que me estaba dejando golosinas. Fruncí el ceño, confundida, y lo miré. De nuevo: ¿por qué yo? ¡No tenía sentido en mi mente! ¡Ni un poquito! Analicé su reacción, lucía algo avergonzado y no parecía tener malas intenciones, como pretender burlarse de mí o algo. Me di cuenta que probablemente estaba dudando más de él de lo que correspondía y desenredé las manos, alzando la bolsa para detallarla de cerca. Era un tiempo de la última vez que me había sentido así. Suponía que, al final del día, seguía siendo difícil dejar atrás los malos hábitos. —Me gustan, sí. —Batallé contra el impulso de preguntarle por qué me los había traído a mí, y en su lugar le sonreí; la sonrisa me supo sincera y notarlo la ensanchó un poquito más—. Gracias, senpai. Aunque... no deberías dejarte convencer de comprar cosas por la gente que las vende. Te lo digo por experiencia, ¡es una pésima idea! Una vez fui a una librería y había de estos cosos que completas pegándoles piedritas de colores, ¿los ubicas? Y los tenían de muchísimos personajes que me gustaban. La dependienta me vio y me dijo que había una promo si me llevaba tres, como, tres por dos o algo así. Terminé llevándome seis. Suspiré, meneando la cabeza, y cuando le eché otro vistazo a las golosinas mi semblante se deformó por completo. —No me digas... —murmuré, atónita, y pregunté en un muy audible susurro—: ¡¿Este es el secreto de la juventud eterna?! Contenido oculto me olvidé de ponerlo en el post de Kakeru pero por acá cierro, obvi JAJAJA. Gracias por caerme, bebita, flustered Anna isnt usual y me divierte un montón rolearla así
Mis pensamientos habían permanecido flotando en torno a la carta, su contenido y el accidente matutino. Debía agradecer que Kashya y Kenneth la hubieran recogido, pero además de eso... ¿Le estaba dando demasiadas vueltas, acaso? No conseguía quitarme la sensación, ni remover la vana esperanza, ni alejarme del susurro ilusorio. Se deslizaba a mi alrededor con la misma elegancia, maestría y densidad del primer presagio, aquel que bautizó a la maldición. Seguía escuchando su voz y al ver el papel cayendo, meciéndose en el aire, pensé en las impecables alas de su cuervo. ¿Y si ella misma se había arrancado de mis manos y decidido dónde aterrizar? ¿Y si era su forma de decirme "ve, hazlo"? Díselos. Inténtalo. Estaba perdiendo la cabeza, definitivamente, y aún así... Al sonar la campana del receso, mis ojos viajaron a Kashya. Me incorporé sin prisa, alisé mi falda y me detuve frente a su pupitre. Esperé a recibir su mirada para sonreírle y corrí mi cabello detrás de mi oreja, agachando la vista por un breve instante. ¿Cómo se suponía que ordenara esto? ¿Qué debía decir primero? —Sobre la carta... —murmuré, regresando a sus ojos—. Me estaba preguntando si habrías leído algo de su contenido. Contenido oculto Amane cuz why not también dejo acá linkeada la carta just in case
Kenneth nos acompañó al aula, incluso si había intentado refutar la suposición de Blee alegando que yo era una chica independiente que no necesitaba acompañante para llegar a clase. Lo que decía era cierto, aunque no entendía muy bien cómo aquello debía renegar lo que la chica había dicho; Ken iba a tener que pasar por nuestra planta sí o sí. Sea como fuere, nos despedimos a las puertas de nuestro salón y las clases se sucedieron con normalidad. No tendía a distraerme con nada cuando atendía a los profesores, pero ni siquiera yo era de piedra; la realidad es que sí me había acordado un par de veces de los papeles que habíamos salvado aquella mañana. No parecía una carta al uso y, a decir verdad, me provocaba curiosidad. Tuve intenciones de acercarme a hablar con Bleke una vez empezara el receso, pero ella se me adelantó. No me sorprendió que la chica hubiera tenido la misma idea, pues suponía que cualquier persona querría asegurarse de que sus asuntos privados seguían siéndolo, y como tal, no tuve problema en asentir con la cabeza nada más terminó de hablar. —Mhm, hasta la tercera página —admití, sin mostrarme preocupada por ello—. Es algo extraña, ¿no? ¿Te la ha mandado alguien o la has escrito tú?
¿Hasta... la tercera página? Eso era prácticamente la totalidad de la carta, ¿cierto? Mi semblante no se alteró y permanecí en los ojos de Kashya, serena. Ya lo había anticipado, de todos modos. Sabía de primera mano cuán rápido leía. También sabía que bastaría cualquier excusa para lograr que olvidara el asunto y me permitiera seguir mi camino como hasta ahora, pero ¿qué había logrado sola? ¿Qué pretendía conseguir, para empezar? La oí decir que era una carta extraña y asentí levemente. —La he encontrado en mi escritorio —respondí, esforzándome por reprimir el impulso de callarme, de irme, de volver a congelarme—. Un lunes, a principios de mayo. El día que la encontré, que supuestamente la dejaron allí, ni siquiera coincide con la fecha que pone la carta. Encima de eso, el remitente aparece tachado. Suspendí un breve silencio entre nosotras y detallé sus ojos, esperando para agregar: —¿Algo de la carta te llamó la atención?
Bleke no reaccionó de ninguna manera aparente a mi revelación, algo que, a su vez, tampoco me sorprendió. La verdad era que la chica hubiese estado en todo su derecho de molestarse con nosotros por haber leído la carta, pero incluso si ese hubiera sido el caso, no había ningún escenario en el que pudiese imaginármela demostrando dicha molestia de alguna forma. Lo que quizás sí había esperado que pasase era que no indagara más en el asunto, por lo que escuchar la respuesta tan detallada que dio a mi pregunta logró despertar mi curiosidad de nuevo. —Uhm... ¿así que una carta de contenido críptico y sin remitente que han dejado sobre tu escritorio? Es como si hubieran querido dejarte un mensaje, ¿no crees? —comenté, sin apartar la mirada de ella en ningún momento. Me quedé unos segundos en silencio tras recibir su pregunta, intentando recordar el aspecto de la carta de la manera más precisa posible, y asentí con la cabeza una vez ese tiempo pasó, levantándome de mi asiento justo después. >>Había algunas frases marcadas con subrayador, ¿cierto? Eso me llamó la atención. Si está resaltado así, diría que debe ser por algún motivo. Podríamos volver a leer la carta juntas... a lo mejor sacamos algo en claro entre las dos.
Afirmé levemente ante su suposición, pues yo también lo creía; y, además, tenía motivos para hacerlo. Aún sin evidencias concretas, las coincidencias se habían apilado y apuntaban en direcciones evidentes. Evidentes y predecibles, si se me permitía arriesgar. Aguardé en silencio mientras Kashya pensaba y seguí sus movimientos al verla incorporarse, percibiendo en mi pecho una mezcla de contradicción y expectativa. Aún guardaba resquemores en el fondo de mi mente, aún pesaban los miedos aprendidos, pero... necesitaba probar una estrategia diferente. —Me parece una buena idea —afirmé, virando el torso. Regresé a mi asiento, asumiendo que Kashya me seguiría, y me senté—. Trae esa silla, si quieres. Extraje la carta de mi maletín, la desdoblé y, tras observarla un par de segundos, se la ofrecí a ella. Entonces, empecé a hablar. —Tanto la fecha como lo que parece una cita están escritos en una caligrafía diferente al resto de la carta. Las palabras e ideas tachadas y reemplazadas por otras pueden ser parte del mismo proceso de escritura; con todo, esta carta parece más un boceto que un producto finalizado. Y las frases destacadas con marcador... Siento que es una carta que dice ninguna y muchas cosas, incompletas o incluso desordenadas. No sé qué mensaje pueden haber querido transmitirme. También... —La miré directamente—. No fue lo único que dejaron. Junto a la carta, en mi escritorio, encontré una pequeña ave tallada en madera.
Todavía me encontraba algo sorprendida por la buena predisposición de Bleke hacía mi propuesta, si bien no dejé que nada de ello fuera visible en mi rostro. Asentí apenas con la cabeza en su lugar, pues estaba igualmente interesada en descubrir el propósito de aquella misteriosa carta, y seguí a la chica hasta su asiento. Cogí la silla que me indicó, también, y tomé asiento junto a su pupitre, lo que me permitió inspeccionar el papel con mayor detalle que por la mañana. —Más que una carta, da la sensación de ser una entrada de diario o algo parecido... ¿como si fuera una reflexión personal, quizás? —cuestioné, pasando con cuidado las yemas de los dedos por los trazos de tinta iniciales—. ¿Reconoces la cita de algún sitio? Aparté la vista de las hojas al preguntar aquello último, buscando los ojos de la chica con ello, y dejé salir un murmullo reflexivo al procesar el detalle que Blee añadió a la información que teníamos. Un ave tallada en madera, ¿eh? Podría estar relacionada a la mención de las difuntas aves de la cita... o podría no tener relación con nada, también. >>"No somos dueños de nosotros mismos" —empecé a leer en voz alta, volviendo a fijar mi atención en la carta—. "Gran escenario", eso me hace pensar en teatro o similar a ello. "La belleza, la verdad y la rareza", esta es la misma frase con la que empieza la cita. Una carta dirigida al amor... ¿qué querrá decir? —volví a murmurar, casi más como un pensamiento hacia mí misma que otra cosa—. Si esto estaba en tu escritorio, significa que debe haberla dejado alguien que ha tenido acceso a tu casa, ¿no? ¿No tienes ninguna sospecha de quién puede haber sido?
Murmuré un sonido afirmativo bastante vago referido a su suposición, aquella de que más bien parecía una mera reflexión, y entonces meneé la cabeza. —No, no realmente —negué respecto a la cita del principio—. ¿A ti no te suena de nada? Kashya, entonces, fue leyendo en voz alta los trozos que habían sido destacados con marcador, y acabé arrugando levemente el ceño en un gesto pensativo y de confusión. Al oírlos todos juntos, pese a no poseer conexiones evidentes entre sí, fui terriblemente consciente de lo mucho que sonaban a Ophelia. Casi podía verla, si cerraba los ojos, sentada en algún sitio aleatorio, volcando todo su corazón sobre el papel. La belleza, la verdad y la rareza. ¿Era exagerado asumir que hablase de sus propias cualidades? Me tomé un par de segundos para mirar a Kashya luego de su última pregunta; responder con honestidad sería, probablemente, el último clavo que sostuviera la pancarta en su lugar. Evidenciaría mi conexión con este misterio, con esta carta, y quizá pavimentara el camino hacia muchas otras verdades que durante años había callado. ¿Estaba bien arrastrarla a esto? ¿Tenía derecho a hacerlo? ¿No sería... peligroso? Aún veía frente a mí a Jenkin, con su hedor a alcohol y la mirada insana. Aún le echaba vistazos furtivos a la puerta eternamente cerrada de la habitación de mamá. La falda blanca de Ophelia aún rebotaba, y bajo la tela vaporosa palpitaban las manchas violáceas. ¿Estaba bien? No tenía idea. —Creo... que puede haber sido mi prima —murmuré con cierta dificultad, bajando la vista a la carta; me avergonzaba—. Ophelia. Podría haber tenido acceso a mi casa, sí, o podría haber conseguido que alguien la dejara en mi escritorio. Además, la caligrafía del cuerpo de la carta es suya, y la forma de escribir, las ideas que plantea... Todo me recuerda a ella. Fruncí el ceño, contrariada, y solté el aire por la nariz. —Esto... es lo último que sé de ella, de hecho —agregué, y junté el coraje para mirarla—. A principios de mayo desapareció.
—Quizás... tendría que comprobarlo —murmuré, escaneando las palabras una última vez antes de sacar mi teléfono para hacerle una fotografía—. Voy a mirar en los libros que tenemos en casa y te informo si la encuentro. Puede que nos dé alguna pista más... Después de formular mi pregunta, levanté la vista para buscar la suya y mantuve la unión de las mismas hasta el final, cuando Blee la apartó para fijarse en la carta que seguía entre mis manos. Me pareció notar el atisbo de duda en cuanto a qué debía responderme, o quizás asumí que se trataba de eso al considerar el tiempo que se tomó y el gesto algo tímido de después. Sea como fuere, la mención de Ophelia me pilló algo desprevenida, y parte de esa sorpresa se vio reflejada en la ligera elevación de mi cejas. Había notado la repentina ausencia de la menor en la academia desde hacía unos meses, pero había asumido que simplemente la habrían transferido a otra escuela por cualquier motivo. Que Bleke hablara de una desaparición, junto a aquella carta misteriosa que a todas luces parecía haber sido su obra, me hizo pensar que era más importante que nunca intentar descifrar su significado. Dejé los papeles sobre el pupitre, con cuidado, y extendí las manos para buscar una de las suyas, rodeándola con delicadeza. >>¿Crees que le haya podido pasar algo malo? Si te dejó esto antes de desaparecer, confirmaría que pretendía comunicarse contigo... aunque el texto sigue siendo bastante difícil de descifrar.
Asentí ante el ofrecimiento de Kashya y le agradecí en voz baja. Yo también contrastaría la carta con lo que tenía en casa, incluso... Si alguien, quien fuera, había llegado hasta mi habitación para entregarla, quizá debiera inspeccionar más a fondo. Fuera cual fuera el significado o la intención subyacente, el autor no parecía interesado en ser directo ni evidente. Tal vez sí debiera interpretarlo como un auténtico misterio a resolver. Sin embargo... Si Ophelia realmente estuviera en peligro como Jenkin había insinuado, ¿se tomaría todas estas molestias? Kashya tomó mi mano, detalle que interrumpió mis pensamientos, y regresé a sus ojos. El contacto fue tibio y parte de mi intranquilidad se sosegó. Rumié unos cuantos segundos en torno a su pregunta antes de atreverme a dar una respuesta. Aún sentía la necesidad de filtrar la realidad. —Aunque el contenido de la carta sea suyo, no parece ser la única que escribió en este papel. A ciencia cierta, y aunque las fechas coincidan, no tengo la certeza de que ella me hiciera llegar la carta. Sea quien haya sido, sin embargo, sí parece haber querido dejarme un mensaje, y es evidente que, de una u otra forma, se relaciona a Ophelia. Suspiré, desviando la mirada a la carta, y mi voz se redujo a un murmullo. —A veces lo temo —admití—. A veces temo que sí le haya ocurrido algo malo.
La posibilidad de que otra persona hubiera escrito algo en la carta me hizo volver a mirarla de reojo, de manera casi instintiva. No había sopesado aquella opción, pero ahora que Bleke lo mencionaba, parecía casi evidente que algo así podía haber ocurrido. ¿Hasta qué punto habrían modificado el texto? ¿Quién habría sido? Y, quizás lo más importante de todo: ¿por qué alguien haría eso? La realidad era que nunca había esperado acabar envuelta en un misterio de este estilo, pero no negaría que era un poco... emocionante. —¿Has hablado con tu hermano de esto? ¿No es probable que él sepa algo al respecto? La familia de Bleke siempre había sido un misterio para mí, así que tampoco podía decir con toda seguridad si el chico se tomaría la información en serio o si le interesaría de alguna manera; al mismo tiempo, creía que merecía la pena intentar cualquier posible camino. Escuché después su confesión, incluso si fue murmurada, y apreté un poco más su mano dentro de las mías, en un gesto que intentó servir de consuelo. Yo no tenía mucha experiencia con ese tipo de situaciones, pero la teoría decía que el contacto físico solía ayudar cuando la otra persona lo estaba pasando mal. >>No sabemos lo que le ha podido pasar, puede ser tanto algo malo como algo bueno... el primer paso es encontrarla y descubrir la verdad sobre lo que ha sucedido. No podía asegurarle que su prima estuviera bien o que no le hubiera pasado algo de lo que temía, pero al menos podía intentar que fuese objetiva y no se centrase demasiado en aquellos pensamientos negativos que bien podrían ser obra de su mente. Contenido oculto Idealmente, me gustaría decir que responderé alguna vez más, pero no lo tengo muy claro así que voy a decir desde ya que it was really cool rolear a las niñas ya poniéndose en full detective mode and i'm super exciting for this chapter in our lore uwu