Quitarle la almohada del alcance la enfadó tanto que mi cuerpo acabó brincando sobre el colchón por la fuerza con la cual ella se fue. Solté una risa en voz baja, siguiéndola con la mirada. Se acomodó en la camilla contigua y cuando agarró el almohadón correspondiente me preparé para esquivarlo o atraparlo, pero al final lo usó... ¿de escudo? Suponía que no suplía una función física sino más bien de... ¿consuelo? Parecía una mocosa enfurruñada, eso seguro. Mientras tanto, había apoyado la almohada a mi lado y relajado las manos en el hueco entre mis piernas. Woah, ¿estaba a punto de llorar? A esta niña no tenían que haberla molestado de verdad jamás en la vida si con tan poco se ponía así. Eso, o era una nena de papá, caprichosa y consentida. O ambas, claro. —Porque reaccionas —respondí con simpleza, encogiéndome de hombros—. Y es divertido cuando la gente reacciona, ¿o no? Una sonrisa estiró mis labios cada vez más, balanceándose entre la alegría genuina y la satisfacción. —A ver, dilo otra vez, creo que no te escuché bien. —Le mostré mi oreja, haciéndole pantalla con la mano—. ¿Cómo dijiste? ¿Que soy malo?
—¿Incluso si esa reacción es que te insulte y me meta contigo? —cuestioné de vuelta, alzando una ceja inquisitiva—. Eres rarísimo. No lo entendía en absoluto. ¿Acaso era uno de esos frikis que les iba el sado-masoquismo o algo así? ¿Le ponía que le insultasen? A decir verdad, yo no tendría problema en darle una bofetada o pisarle un poco si me lo pedía amablemente... La simple idea me resultó tan tentadora que por un segundo bajé las defensas, lo que provocó que tuviera un desliz verbal del que no fui para nada consciente hasta que vi la sonrisa de Yuta. Esa alegría suya no auguraba nada bueno para mí. Efectivamente, escucharle pedir que repitiese lo último que había dicho me hizo abrir los ojos, presa de la sorpresa, pues me di cuenta de que yo solita me había metido en aquella trampa. No iba a admitir que había soltado que era malo conmigo dos minutos después de haberle acusado de ser un malote de mentira, así que hice lo único que se me ocurrió que podía hacer en esos momentos: cogí la almohada de entre mis piernas y se la tiré de nuevo a la cara. >>¡No he dicho eso! ¡He dicho que eres un tonto! Un pedazo de tonto, ¡eso es lo que eres! —repliqué, intentando sonar lo más convincente posible a pesar de todo, y lo señalé con el dedo índice, acusadora—. ¡Y que sepas que no me caes nada bien!
—Rarísima eres tú, que mientes tanto —le repliqué al instante, junto a una risa seca. No dudaba que una parte suya no me soportara, pero ¿a que podría irse o ignorarme cada vez que la picaba? No era el más brillante de la clase, así y todo sabía que para sostener una conversación se necesitaban dos partes, y ¿nuestras charlas no eran muy largas y fructíferas, acaso? La carita que puso al comprender la situación me hizo muy consciente de que aquello sólo había sido un trágico, desafortunado desliz, y volví a reírme al atajar un nuevo ataque de almohada. —¿Ves? Sigues mintiendo —repliqué, apoyando la almohada sobre mi regazo, y descansé allí ambos brazos—. Konpecchi, ¿dónde aprendiste a mentir tanto? ¿Sabías que es de mala educación? ¿No te lo han dicho tus padres? Honestamente, casi cualquier cosa servía para molestarla, pero la pobre tonta se había hundido tanto en el barro que, de repente, la estaba pasando de maravilla. —Dime, si tan mal te caigo, ¿no te rentaría mejor irte de aquí en vez de seguir intentando darme en la cara con un almohadón? Ya comprobamos que no podrás hacerlo, ¿o no?
—¿Que yo miento? —repliqué, volviendo a fruncir el ceño de manera pronunciada—. ¿Estás fumado o algo? De todas las tonterías que has dicho en el día de hoy, esa debe ser la mayor. ¿De dónde te has sacado eso? Estaba intentando disimularlo, pero vaya, no había que ser ningún genio para darse cuenta de que me había puesto algo a la defensiva. Entrecerré los ojos al escuchar que seguía hablando, prácticamente asesinándolo con la mirada, y no reaccioné de otra manera hasta que llegó al final de su discursito. No tuve problema alguno en ignorar las preguntas sobre mi supuesta mentira, pero que tuviera la poca vergüenza de decirme que me fuera me ofendió muchísimo; tanto así que la boca se me abrió con la más pura estupefacción. >>Ni de coña —espeté, cruzándome tanto de piernas como de brazos, y clavé el cuerpo sobre el colchón para dejar bien claro que no me iba a mover de ahí en ningún caso—. Yo estaba aquí antes y tú me has invadido con tu presencia. ¡Soy la víctima de esta situación! ¡Pero pienso resistir ante el villano! El villano era él, claro. Sea como fuere, inflé las mejillas tras sentenciar mis intenciones y me quedé unos segundos en silencio, manteniendo la mirada sobre él para dejar todavía más claro que no pensaba dejarme vencer por sus maldades. A los pocos segundos, sin embargo, deslicé la mirada hacia el reloj de la pared e inflé el pecho, pasando a mirarlo de reojo, algo altiva. >>Y si Kouchii no viene en cinco minutos, voy a declarar que he ganado la apuesta. De todos modos es obvio que te está ignorando, dado que no ha venido todavía y tiempo ha tenido de sobra... Contenido oculto perdón por dejarte colgado tanto tiempo yutarín :( lo bueno es que estás acostumbrado a ser neglected (????
Asentí sin titubear como respuesta a su pregunta, de por sí claramente retórica, y sonreí. ¿Fumado? No, para nada, de hecho llevaba limpio un tiempo y gozaba de una claridad mental sin parangón. Inmaculada. Extraordinaria. ¿Que de dónde me lo había sacado? A ver, a ver, necesitaba una respuesta ingeniosa... —De los hechos —resolví, no muy conforme, pero aún así demostrando plena confianza de mis conclusiones. Al final la hice enfadar de verdad, su cuerpo rebotó sobre el colchón y me hizo gracia el leve movimiento de su cabello. Me tragué la reacción, claro, no fuera a ser que la intimidante bola de azúcar descargara su ira sobre mí. Que la víctima, que el villano, me sostuvo la mirada y yo la imité. ¿Qué pasaba? Ah, se había quedado sin almohadas que lanzarme. Pobrecilla. Ella miró el reloj y eso me hizo consciente del sonido de las manecillas, a un costado. ¿Apuesta? ¿Qué apuesta? —No recuerdo estar apostando nada, y mira que tengo práctica en el asunto —negué, tranquilo, y ladeé apenas la cabeza—. Qué inocente, Konpecchi. ¿Me ignora a mí o te está ignorando a ti?
Su respuesta fue tan completamente absurda que fui incapaz de encontrar palabra alguna para replicarle. Negué un par de veces con la cabeza, en un gesto de absoluta incredulidad, y volví a clavarle la mirada encima, sin perder ni un poquito del reproche que pretendía transmitirle con la misma. Por lo demás, no reaccionó de ninguna manera a destacar tras mi pequeño discurso defensivo, y no fue hasta que renegó de la apuesta que abrí los ojos de nuevo, sorprendida. —Pero si... antes hemos... bueno, ¿sabes qué? Paso —acabé por decir en un tono derrotado, dejándome caer contra el colchón con un suspiro de resignación—. Asumiendo que de verdad era Kouchii a quién le has mandado el mensaje... pues fuiste tú quien lo envió, ¿o no? Así que te está ignorando a ti, pedazo de bobo. Si hubiera sido yo quien le hubiera pedido que viniera, lo habría hecho —acoté, encogiéndome de hombros con simpleza. Había dicho aquello con muchas más convicción que la que realmente sentía, cabía aclarar, pero lo que Yuta no supiera... >>Al final has conseguido que no duerma nada en el receso, estarás contento... —retomé a los pocos segundos, con la vista clavada en el techo y de nuevo algo enfurruñada—. Tú no tienes muchos amigos, ¿verdad?
La niña quedó prácticamente boquiabierta y aguardé, sereno, al reclamo que no concretó. Una pena, la verdad, ya tenía un hermoso abanico de respuestas preparadas en mi mente... Se dejó caer en la camilla y yo aplasté la almohada sobre mi regazo, clavándole un codo encima y apoyando el rostro en mis nudillos. Se la oía muy certera y convencida de que su querido Kouchii jamás la ignoraría, pero ¿realmente se sentía así? Ciertos recuerdos dentro de cierta aula evocaban lo contrario. Sin embargo, ¿quién era yo para opinar? —Si tú lo dices... —suspiré al aire, con toda la intención del mundo. Parecía haberse cansado de discutir y yo saqué el móvil para comprobar la hora. Tenía un par de mensajes nuevos de Taichi y sonreí, divertido. La voz de Riamu me alcanzó mientras los leía. Hombre, qué mierda? Creo que te equivocaste de chat, imbécil —¿En esta escuela horrible llena de nenes de papá? No —respondí, tecleando. No, no Pero gracias por tus servicios —Dice que me confundí de chat, ¿puedes creerlo? Yo sabía que era frío, ¿pero tanto...? —me lamenté en voz alta, guardando el aparato en mi bolsillo, y me incorporé con la almohada en la mano para ir junto a ella—. Dormir a deshora hace mal, Konpecchi, ¿tampoco te lo dijeron tus padres? Le sonreí desde arriba y dejé caer la almohada encima de su cara, girando sobre mis tobillos para retirarme de la enfermería. —Más tarde me lo agradecerás. Nos vemos~ Contenido oculto gracias por la interacción, bebi, siempre es un placer hacerle bullying a ri uwu7