Fukui Fukui

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 29 Octubre 2021.

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    Gigi Blanche

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    Hachi repitió mis palabras, pero su mirada permanecía abstraída en el cuadro (más bien, el espectáculo) frente a nosotros y supuse que ya no se encontraba pensando en lo ocurrido con su maestro. ¿Le molestara, quizá, ver a Rengo reír tan despreocupadamente? ¿Sentiría un resquicio de rencor, quizá? La idea permaneció rondando en mi mente y cambié el tema de conversación hacia Kumo.

    Me sorprendió bastante saber que cubría sus ojos a voluntad y la razón detrás de semejante decisión. Parpadeé, desviando la mirada en la dirección que el muchacho había tomado, y no logré contener el murmullo de asombro y admiración que brotó de mis labios. Él, Hachi, Yume, eran personas talentosas y excepcionales a mi parecer. Incluso Rengo, con lo mucho que sabía de espiritualidad a tan corta edad. En comparación a ellos, yo...

    —Con razón había tantas telarañas en Mizayu —murmuré, riendo con suavidad; me forcé a sonreír, pues no quería hundirme ahí—. Hay que meter a Tamura ahí, así se pega un susto.

    Miré a Hachi y exhalé lentamente. Quizá no debiera, pero su voz seguía rebotando y empezaba a conocerlo lo suficiente para saber que tendía a sobrepensar las cosas. Tal vez pudiera ayudarlo a digerir el mal trago. Además, no me preocupaba demasiado. Sabía que eventualmente lo perdonaría, tenía el corazón para hacerlo.

    —No te fuerces a perdonarlo de inmediato. —Desvié la vista a Rengo, Byakko y los demás—. A ti mismo, también, tienes que darte tiempo. Lo que ocurrió... es horrible, y aunque tu mente sepa que Rengo no es el culpable directo, es casi instintivo buscar a quién señalar, ¿verdad? Te diría que el verdadero culpable ya está muerto, pero también entiendo que eso, a veces, no es suficiente. Si sirve de algo... —Suspiré—. Es un buen muchacho. Atolondrado y ruidoso, pero de buen corazón. Luego de haber sido abusado y violentado toda su vida, sigue siendo capaz de reír con tanta pureza... Lo admiro por eso, y confío en él. —Regresé la vista a Hachi—. Rengo fue quien me ayudó a desbloquear mi Qi. Gracias a él me embarqué en este viaje, conocí a los shijin y... me cambió la vida, la verdad. Gracias a él soy una gran parte de lo que soy ahora mismo.

    Empecé a esculcar entre mis pertenencias luego de soltar una risa breve. Ahora que lo pensaba, había muchísimo que Hachi no sabía.

    —Lo conocí luego de la batalla de Shizuoka, estaba llorando en la playa. Fue una de las primeras personas a quienes les mostré mi rostro, pues toda la vida me obligaron a portar... ¿eh?

    Me interrumpí, anonadado, al palpar los bordes irregulares de la cerámica rota. Extraje un pedazo de mi máscara, luego otro, e intenté encajarlos entre sí en un movimiento necio e instintivo. ¿Qué... era esto? ¿Cuándo se había roto? ¿Cómo? Era... irónico, ciertamente. Tantos años renegando de ella, detestándola, culpándola de la persona que me prohibía ser, y ahora que estaba aquí, destruida, lo único que sentí... fue tristeza.

    Una inmensa tristeza.

     
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    Amelie

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    Soltó una risa al imaginar a Tamura entre las telarañas; seguramente Yume al verlo también se reiría mucho.

    Después Kohaku habló de aquello que ni siquiera tuvo que externar para que él entendiera; que Kohaku leyera sus emociones de manera tan inmediata le obligaba a pensar en la conexión tan natural que tuvieron el uno con el otro —Sé que su naturaleza es buena; sé lo que hizo en las islas por los míos, si él y Hoshi no hubieran estado allí, tal vez nosotros al llegar tampoco hubiéramos sobrevivido demasiado tiempo. Este enojo que llevo dentro es por mi ignorancia a los temas espirituales, al nivel de control que el usuario pueda tener de ellos; no es algo que pueda cuantificar y por ello está fuera de mí el poder entenderlo por completo. Creo en sus palabras, sé que él no me hubiera atacado por voluntad propia; pero mi manera de analizar eventos me obliga a preguntarme constantemente si esto pudo haberse evitado si él fuera más consciente de su entrenamiento y poder. Y me hace temeroso a él —admitió — Me atemoriza de lo que puede ser capaz de hacer si vuelve a perder el control — dijo mientras Kohaku buscaba entre sus cosas, algo que le generó curiosidad.

    Hachi observó la máscara rota.

    —Taiki me dijo que tu conexión con Ebisu se había roto —dijo llevando su mano al estómago —Lo que te dije hace unos momentos era cierto; no escuché a Shinatobe, te escuché a ti cuando preguntabas si no había otra manera para salvarme —llevó sus manos delicadamente encima de la máscara que Kohaku sostenía con pesar; no las recargó en ella, sólo dejó que sus yemas rozaran la superficie — Tu padre me lo dijo, alguien si escuchó tu voz. La bendición de Ebisu estaba en ti, con ella me has salvado. Ko, yo sigo aquí gracias a ti.

    Hachi miró la máscara — Fuiste desarmado con precisión para ver que partes son realmente tuyas y cuales sólo cargabas por responsabilidad. Me imagino que duele verla de este modo, fue parte de ti— dijo revisando la ruptura para ver si se podía hacer algo; pero intentar repararla era como volver a armarla, ya no sería la misma — Pero en medio de ese dolor también existe amor. No está mal que quieras guardar los pedazos, ser arrancado de algo de manera abrupta dejará heridas que no terminarán de sanar —sonrió ligeramente — Aunque tal vez, esa regla pueda romperse en algunos escenarios.

     
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    Gigi Blanche

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    Me avergonzó un poco la idea de haber malinterpretado a Hachi, de asumir que le guardaría rencor a Rengo por el simple hecho de haber sido la mano ejecutora. Era... era mejor que eso, ¿verdad? Más analítico, más inteligente. ¿Por qué había caído en un prejuicio tan banal? Tendría que replanteármelo con calma en un futuro. Sus dudas, sus miedos estaban fundamentados.

    —Una parte de mí también le teme —admití, en voz baja, para que sólo él me escuchara—. No a él, sino al poder de la espada que carga. Shi nos ha traído muchísimos problemas desde que me uní a Takeda, por un sinfín de motivos. Es una espada peligrosa... que no puede estar en otras manos. —Suspiré—. Creo que Rengo, ahora mismo, es quien debe portarla. Quien mejor la entiende, quien mejor la ha soportado. ¿Posee control absoluto sobre ella? No, dudo que nadie lo tenga. La existencia de Shi en sí misma es un fenómeno que probablemente no tendría que haber ocurrido, pero aquí está. Y si debo elegir entre poner mi vida en riesgo y cederla a los enemigos, me arriesgaría todas las veces. Además, quiero confiar en él. —En mi voz se coló una mezcla de frustración y tenacidad—. Me da igual las veces que el mundo se empeñe en demostrarme lo contrario, quiero creer en la fuerza de un buen corazón, de las buenas intenciones.

    Distraje la vista en Rengo y los demás, al otro lado de la fogata.

    —Supongo que la espiritualidad conlleva no un entendimiento de la incertidumbre, sino su aceptación. Eso es algo que a estrategas como tú, o como Takano, les pone de los nervios. —Esbocé una pequeña sonrisa, recordando la frustración del hombre en Tateyama—. Quiero creer, sin embargo, que hay mucho por descubrir. Los Ancianos bloquearon mi Qi desde pequeño y me negaron la formación de Onmyoji, pero he aprendido tanto en tan poco tiempo que lo creo posible. Si esta guerra... —Presioné mis manos entre sí—. Si la guerra me permite vivir, quiero seguir este camino. Estudiar, formarme, y comprender este mundo que parece tan caprichoso e incierto. Así como el sol asoma por el Este todas las mañanas, las nubes grises cargan lluvia y la pesca es abundante en plenilunio, guardo la certeza, la esperanza, de que los dioses y la energía espiritual, también, se rigen y constituyen bajo ciertas reglas.

    Observé mis manos, el corte del cual había brotado la sangre que firmó el pacto.

    —Existen dos energías primordiales en el mundo. Durante mucho tiempo se creyó que eran opuestas y contradictorias, pero no lo son. Kaji Ishikawa, el primer Onmyoji, poseía ambas. Y ahora, en consecuencia del eclipse y gracias a él, Rengo y yo también. —Cerré la mano de la herida, exhalando lentamente—. El mundo fue arrojado a un estado de caos, y quitando al puñado de criaturas que lo causó, confío que el equilibrio es el interés común de la mayoría. Que la unión de esa fuerza nos permitirá recuperar a Amaterasu y ver un nuevo amanecer.

    Y concederle a Hotaru la vida que le fue negada.

    Mi vista permanecía clavada en los fragmentos de arcilla entre mis manos cuando Hachi habló. ¿Mi conexión... con Ebisu? Lo miré, confundido. Pero... había sido obra de los zorros, ¿no? La voz que oía a través de las escamas, la entidad que me envió en busca de los Shijin y de Shi, no era Ebisu. ¿Su bendición... había salvado a Hachi? ¿Por eso la máscara estaba rota? ¿Por haber... usado esa bendición? Las lágrimas se habían acumulado, no sabía cuándo, y clavé la mirada en mi padre hasta que él se acercó a nosotros.

    —¿Ebisu salvó a Hachi? ¿Mi conexión con él se rompió? ¿Por qué dijiste todo eso? ¿Cómo lo sabes? —reclamé, con un nudo en la garganta.

     
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    Amelie

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    La idea de creer que un buen corazón tendría la suficiente fuerza para detener a sus detractores, le daba esperanza. Él también quería creer en ello pero su entrenamiento hasta el momento se lo impedía; había visto a demasiada gente buena caer en manos del mal, que simplemente creía que el poder y la suerte definían gran parte de la moral en el mundo. Pero las buenas acciones eran lo que permitía a todos seguir adelante, a buscar ser mejores; y eso era digno de ser salvado. Hachi miró nuevamente hacia Rengo y afirmó.

    Escuchó la explicación de Kohaku sobre la espiritualidad, sobre la guerra y él continuar estudiando de su doctrina si la vida se lo permitía. A él también le preocupaba que la guerra les quitara tiempo, y más ahora que se sentía llevar tiempo prestado. Si en verdad había reglas hasta para seres omnipresentes, significaba que incluso alguien con menor fuerza que Gendo; podría frenarlo ¿No es cierto?

    La información de la unión de las dos energías le brindó algo de claridad. El caos no siempre debía ser destrucción absoluta; también podía traer equilibrio y renacimiento.

    Observó la confusión de Kohaku ante sus palabras y se complementó con las preguntas que Kohaku hizo a su padre. Él no sabía que responder; no tenía ese conocimiento y aquello lo frustró casi de inmediato. Él también miró a Taiki; si aquello había sido una mentira, significaría que lo estaría manipulando para sentir culpa de estar vivo, sabiendo que le debía ese tiempo regalado a Kohaku y Ebisu.

    —Los ancianos crearon una mentira alrededor de ese objeto, lo hicieron para ocultar tu mirada creyendo que eras un Hanyo — dijo señalando la máscara — No era algo que poseía energía espiritual; pero tampoco fue un objeto que crearon para mentir. La leyenda de que fuera un regalo de Ebisu parecía ser cierta —miró a ambos —¿Cómo lo sé? —volvió a plantear la pregunta de Kohaku — Porque creo en él y en su buena fortuna —su respuesta fue sencilla; hablaba de su fe misma; pero observó el rostro de Kohaku, aun dudaba; aquellos zorros malditos habían quebrantado su fe por mostrarle caminos que él no debía seguir en nombre de Ebisu, le habían utilizado. Debía hacer que recobrara esa confianza hacia los Kami, debía darle las pruebas.

    Taiki señaló a Hachi — Él mencionó que oyó las voces que le llamaban a unirse a su lamento; escuchó al Dios del caos; él ya habían pisado la muerte. Pero tu pediste trasferir su dolor —miró a Kohaku — ¿En verdad cuestionas que lo que sucedió no fue intervención de la fortuna? —Sonrió —Y si aun lo dudas por algo tan complejo como la fe misma; hablemos con hechos tangibles —dijo señalando la máscara —¿Por qué se rompió al arrebatar de la muerte a este cazador?

    En ese instante, Hachi entendió que el era uno de esos milagros, de esos temas que no podían explicarse, era parte de ese capricho e incertidumbre del que Kohaku hablaba.

    —Inuzuka —Hachi miró a Kohaku — Su misión es cuidar al bendecido por Ebisu, esa misión no había cambiado. ¿Cierto? —la buscó con la mirada, estaba a un lado de Inumura — Su perla, si ya has perdido esa conexión esa perla debería ser color negro. Una promesa rota.

     
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    Kohaku Ishikawa

    Los recuerdos palpitaron, las miradas esquivas y los susurros filtrados a través de los fusuma. "La chispa de Hoyau", decían. "Lleva la chispa de Hoyau en sus ojos". Acudieron, también, las memorias de mi padre, esas contenidas dentro del oso tallado. ¿Nos habían creído monstruos toda la vida? ¿El maltrato era hijo del miedo? Escuché a mi padre con atención, empezando a comprender poco a poco lo que intentaba decirme. Regresé la vista a la máscara. Pensaba que los zorros habían manipulado las creencias de nuestra villa para convencerme de que Ebisu había depositado su mirada en mí, pero... ¿no era así? ¿Simplemente habían abusado de una bendición que ya existía? Repasé la arcilla con los dedos, la voz de Chiasa rebotó. Hablaba de la historia de los shichifukujin, los siete dioses de la fortuna. Me oí a mí mismo.

    Puede que no comprendas mis razones, pero quiero creer.

    La fe era importante para mí.

    Quiero creer en esas historias.

    ¿En qué momento se había resquebrajado así? El Ebisu de los zorros me había encomendado una misión noble y, luego, me había enviado a matar a Rengo. Si esa era su voz, prefería no escucharla en absoluto. Era... era algo bueno que no se hubiera tratado del verdadero Ebisu. Retrocedí aún más en el tiempo. Los paseos solitarios por el bosque, la corteza oscura y endurecida del Ine-no-Ki. Los suspiros entre el viento, la calma al cerrar los ojos. La extraña e incomprensible certeza de, pese a la soledad, saberme acompañado. ¿Siempre había estado conmigo? ¿Siempre me había observado desde el silencio? Ahora, la máscara se había roto. Ahora, junto a mí...

    Había un milagro.

    Volteé a ver a Hachi. Detallé sus ojos, su nariz, su cabello y cada pelo de sus pestañas, de haber sido capaz. Repasé, también, la piel de lobo que lo abrigaba, la ardilla en su hombro y la pulsera de piedras. Había escuchado a Mara, la muerte lo había rozado... y regresó. Sus heridas se habían curado, su corazón seguía latiendo, y sus manos eran cálidas. Alguien, o algo, lo había arrancado del río de almas. ¿Hachi vivía... gracias a Ebisu? La idea me golpeó, contundente, y mi mirada se empañó. Agaché la cabeza, las primeras lágrimas rebotaron en la arcilla, silenciosas, y llevé los fragmentos de la máscara contra mi pecho.

    Gracias.

    No sé si aún puedes oírme, pero gracias.

    Gracias.

    Transcurridos unos pocos minutos, recuperé la compostura y me erguí, secándome los surcos de lágrimas con el puño de la ropa. Deposité la máscara en mi regazo y asentí para confirmarle a Hachi que lo escuchaba. ¿Cómo no lo había pensado antes? La misión de Inuzuka implicaba literalmente al bendecido por Ebisu. Dudar... Haber dudado de él... Dioses, me avergonzaba horrores.

    —Siempre tan avispado —bromeé hacia Hachi en un murmullo bajo, y entonces elevé la mirada a Taiki—. Padre. Lamento haber dudado de Ebisu, de nuestra fe. Los zorros, en parte, habían logrado su cometido, pero ya no se los permitiré.

    Mis dedos tocaron la arcilla y me armé de valor para proseguir. Tenía que intentarlo.

    —Y... lamento haberte disgustado, pero ¿podrías no oponerte? Es la primera vez en toda mi vida que se me permite sentir algo y ni siquiera sé si sobreviviré a la guerra. Por favor, permíteme sentir algo de verdad.

     
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