Mimi Honda Esperaba que Liza me cuestionase, pero mi cuerpo se tensó de todos modos cuando la sentí abrazándome por la espalda. Más que el contacto físico mi reacción fue una respuesta a su perspicacia. Tan certera y aguda como siempre. Aunque no lo estaba disimulando bien. Se me escapó una risa por la nariz, baja e irónica. ¿Un seis? Estaba siendo más que generosa. Últimamente tampoco se me daba bien ni fingir adecuadamente. Fijé mi mirada en algún punto de la habitación en la penumbra. La ventana estaba entreabierta y las cortinas se mecían fantasmalmente con la brisa nocturna. La luz de la luna iluminaba parte de la habitación con un resplandor platino, pero ni siquiera esa luz parecía poder alcanzar la profundidad del pozo en el que había sumido mi mente. Sentía su frente presionada contra mi espalda, su respiración cálida erizándome la piel incluso por encima del top. Dejé escapar un suspiro ligeramente tembloroso mientras trataba de ordenar mis ideas para darle una respuesta coherente en lugar de sollozar como una estúpida. No era el fin del mundo. Habíamos estado separadas mucho tiempo, éramos personas independientes con nuestras propias vidas. Pero me sentía como una niña caprichosa. Separé apenas los labios mas las palabras no acudieron en un primer momento, así que solo los cerré y apreté. De nuevo estaban hechas una madeja de pensamientos y sentimientos enredados y no lograba ordenarlos apropiadamente. No tenía ningún sentido. Éramos amigas. Solo éramos amigas. —Siento que estoy acostumbrándome a algo que no va a durar—murmuré finalmente con una voz cargada de vulnerabilidad. Apreté mis dedos con más fuerza alrededor de la almohada tratando de contener mis emociones o buscando el valor para expresarle todo esto sin esconderme de mí misma—. Pienso en que esto no es lo usual y que volveremos a la rutina pronto y... no quiero eso. Es estúpido, ¿verdad? Quería ser sincera. Se lo había prometido. >>Si de verdad quieres estar con esta idiota deshonesta, esta idiota deshonesta quiere dejar de ser deshonesta contigo.<< Me vi media vuelta y me apreté contra su cuerpo buscando refugio entre sus brazos. Oculté el rostro en su cuello, bajo su mentón, necesitando sentirla tan cerca como pudiese. Era casi una necesidad y era... jodidamente terrorífico. No sabía ni que hacer conmigo misma. Llevábamos apenas una semana haciendo esto, ¿había perdido completamente la cabeza? —¿Volver a la rutina?—musité—. ¿Cómo? Tú eres mi rutina. Hazte cargo tú, tonta. Contenido oculto Not me amando a estas dos bakas un poco más cada día que pasa-
Liza White —Mimi… Su nombre abandonó mis labios sin permiso, en mitad de un suspiro contenido. Abrumada por mis propias emociones y por lo que sus palabras removieron en mí la estreché con algo más de fuerza, cerrando mis ojos a la realidad. Pero el latido frenético de mi corazón no estaba por la labor de hacer lo mismo. Cálmate, Liz. Está demasiado cerca. Lo notará. ¿Cómo pretendía que me mantuviese estoica cuando me decía algo así? ¿Cómo pretendía fingir que no era la gran cosa cuando tenía la capacidad de derretirme con cada palabra que pronunciaba? Sentía que me estaba perdiendo más y más en mí misma por cada día que pasaba, que aquellas emociones convulsas, en lugar de remitir, solo se volvían más intensas por momentos. Más notorias e imprevisibles. Estaba hundida hasta la cintura en arenas movedizas y no había nada que pudiera hacer para evitarlo. Yo tampoco quería que aquello acabase. Llevábamos apenas una semana así pero aquella nueva relación me… me hacía demasiado feliz como para ponerlo en palabras. Había iniciado como un simple experimento, una mera muestra de liberación mutua, pero tenía la capacidad de alterarme la química del cerebro de formas aterradoras. Me sentía cómoda y liviana a su lado, me atraía y me volvía completamente adicta a ella. ¿Cómo nos había llegado a afectar de esa forma algo que en un principio lucía tan simple? Abrí los labios, dominada por un pensamiento repentino y visceral. Quedémonos así, entonces. No le pongamos fin. Pero no lo exterioricé. Por mucho que amase aquella nueva situación, Mimi se merecía algo más. Se merecía amar y ser amada, no una… relación a medias. Era una romántica empedernida, como yo siempre lo había sido. No tenía caso conformarse con migajas cuando le esperaban cosas hermosas allí fuera. El solo pensamiento tuvo la capacidad de revolverme el estómago, y no supe la procedencia de aquella voz insidiosa que retumbó en mi mente, impetuosa. Solo supe que, por primera vez… Me sentí celosa de algo que no tenía sentido. Tensé los labios, respiré hondo… Y traté de recuperar la suavidad en mi voz. Al menos en parte. —¿Lo dices por el final de mis vacaciones? —intuí, hablando en un murmullo, preservando el ambiente íntimo. Estaba demasiado cerca, no tenía sentido alzar la voz—. ¿Crees que todo esto acabará cuando finalicen? ¿De dónde te has sacado eso? Le dejé un beso sobre la sien, acomodándome un poco mejor en aquel eterno abrazo. >>Te lo dije, ¿no es así? No estoy preparada para una relación con Nikolah ahora mismo. Aunque se alineasen las estrellas y se me confesase mañana, aún debo sanar y reconectar conmigo misma como para poder darle lo que necesita —Mi mano acarició su espalda, por encima de su cabello; no me importaría volver aquello una costumbre—. Probablemente pasen meses, a saber si un año. No tengo prisa para algo así. Decía que no me sentía lista para una relación pero en su lugar esa relación de amigas con derechos, que tenía los mismos matices y componentes de una relación al uso, me hacía sentir completamente diferente. Volcada, comprendida y segura. Las piezas encajaban con naturalidad, sin necesidad de forzarlas de ninguna forma. No me entendía ni a mí misma, al parecer. >>Me va a costar muchísimo separarme de ti y volver a Almia, no te haces una idea de cuanto —le confesé de la misma forma. La honestidad se pagaba con la misma moneda—. He pasado meses horribles, sintiéndome completamente sola en una región alejada de todo y de todos. Sé que tienes miedo a la soledad, pero en el fondo yo también. Y sin embargo, cuando te confesé cómo me sentía en realidad acerca de ese miedo… Me hiciste completamente feliz ofreciéndome vivir contigo en su lugar. Quizás sean meses duros, pero… Me diste el impulso necesario para esforzarme al máximo y mantenerme positiva el tiempo que haga falta. Y es todo gracias a ti. >>Porque sé que al final del camino me estarás esperando. Y podremos seguir como estamos cuando vivamos juntas, el tiempo que sea necesario —Suavicé mi voz un poco más, sonriendo ligeramente contra su sien—. ¿Eso te hace sentir un poco mejor?
Mimi Honda La escuché apretada contra su cuerpo sintiendo el calor de su piel reptando incluso por encima de la tela del pijama y se me escapó un pequeño sonido al que no quise concederle ninguna identidad cuando me abrazó con más fuerza. Era... absurdo, ni siquiera podía sumar dos más dos cuando estaba así. Mi orgullo de plástico o mi obstinación eran papeles mojados cuando me abrazaba como si pretendiese fundirse conmigo. Ojalá supiera si ese latido insistente y frenético, que parecía un Fletching diminuto aleteando dentro de una caja era suyo o mío. Me acarició el cabello completamente suelto y mis músculos tensos se aflojaron, relajándose con sus palabras y prácticamente derritiéndose en algo que bien podría definirse como devoción. Sumisión, devoción, confianza... en definitiva todo se resumía en esto último. Si las almas gemelas existían probablemente se parecía mucho a esto. —Eres idiota. De verdad eres... eres tan idiota. No te das cuenta de lo estúpidamente frágil que me haces sentir. Podía parecer un reproche, una queja y todo lo demás... pero realmente no lo era. Era una confesión de lo especial que era para mí y lo importante que era nuestra relación. Era más honestidad, vulnerable y desastrosa honestidad. Podía sentir incluso las orejas enrojecidas y busqué ocultarme contra ella aún más como si eso fuera siquiera posible. —Voy a aprovechar cada segundo que nos queda antes de separarnos—aseveré a media voz—. Y voy a ayudarte a estudiar para que pases ese estúpido examen y seas la mejor enfermera de los Rangers de Almia. Y voy... voy a trabajar en ese maid café de la esquina para sacar el dinero para alquilar un piso en el centro. Hace unas dos semanas la gerente me preguntó si estaba interesada. Al parecer necesitan personal y mi tipo de personalidad tiene un público muy amplio. No me preguntes qué quiso decir. Tenían a una Gardevoir y una Indeedee vestidas de mucamas en ese sitio. Al parecer era muy popular y pagaban bien... pero no podía ni imaginar el tipo de gente que acudía a un lugar así. Probablemente la misma que había copiado ese chiste de Vaporeon en los comentarios de la página de mi club de fans. Me separé de su cuello y busqué sus ojos en la semioscuridad. Brillaban con fiereza y determinación, podía sentirlo dentro de mí replicando con la fuerza de un relámpago. >>Viviremos juntas hasta que te cases o yo me case o ambas. Y cuando sea actriz y una modelo reconocida mundialmente, me mudaré a Pueblo Caelestis y te compraré una casa a mi lado. Quizás viva un tiempo en Pokéwood... pero cuando me retire seremos vecinas. Nuestros hijos crecerán juntos... >>Y... y...—mi mirada se desvió a sus labios, tan cerca, podía sentir su aliento rozando mi nariz y me mordí apenas el labios inferior antes de regresar a sus ojos. Mi corazón estaba latiendo tan fuerte que parecía un chiste. Solté un quejido de puro pudor y volví a ocultarme en su cuello, abrumada por el peso de mis propias palabras—. ¿Qué más tengo que decir para que me beses, idiota? Deberías haberme callado ya antes de seguir dejándome decir estas cosas vergonzosas. Contenido oculto: Literalmente. Y encima es que se parecen físicamente y todo-
Liza White Sentí las lágrimas arderme detrás de las cuencas cuando enumeró todas y cada una de las cosas que estaba dispuesta a hacer por mí, y cerré los ojos con más fuerza, obligándome a reprimirlas. Las lágrimas respondían únicamente a una emoción pura, arrolladora e irrefrenable, pero ya había llorado lo suficiente ese día. En su lugar ensanché mi sonrisa, allí sobre su sien, hasta el punto en el que me dolieron las mejillas con tan solo escucharla. Era imposible contener tanto cariño en un espacio tan reducido. En cualquier momento amenazaría con derramarse. —En ese caso me esforzaré por aprobar ese dichoso examen y cumplir mi parte de la promesa —le aseguré, con la misma determinación en mi voz—. Trabajaré horas extra, aceptaré todos y cada uno de los encargos sin rechistar y me labraré mi nombre dentro del cuerpo de Almia hasta ser la nueva promesa de los Top Rangers —Enredé mis dedos en su cascada dorada, sin detener mis caricias mientras hablaba—. Prometo hacer todo lo posible porque tu paso en ese maid café suceda en un parpadeo. Los Rangers de rango cuatro ya cobran un sueldo decente y podremos arreglárnoslas con tu trabajo ocasional como modelo, hasta que incursiones como actriz. Me habló entonces del futuro que deseaba conmigo y mi corazón se comprimió en el pecho. La escuché hablar de mudarnos a Caelestis, de ser vecinas y de que nuestros hijos crecieran juntos, y aunque la idea me hacía feliz como ninguna otra cosa en el mundo, también recrudeció el sentimiento amargo que se revolvía por momentos en mi estómago. No lo comprendía. Era una vida idílica, la compartiríamos, viviríamos puerta con puerta. Entonces... ¿Por qué? ¿Por qué la sola idea de imaginarla hablando del nombre que le pondría a sus futuros hijos, abrazada sobre la cama con alguien más, me llenaba de un sentimiento tan opresivo? Quería que fuese feliz... ¿Por qué no podía serlo yo del todo? —No sé si alguna vez te conté esto, pero mi sueño es tener una casa de campo, ¿sabes? —Le admití en confidencia, tragándome el nudo que amenazaba con formarse en mi garganta. Mandé el pensamiento lejos, como tantos otros, y me dejé envolver por el calor de su cuerpo y la seguridad que me transmitía—. Tener mi propio jardín repleto de flores, cultivar una huerta de hortalizas y bayas. Tal vez montar mi propia guardería pokémon y enseñar a mis hijos a cuidar de un huevo desde bien pequeños. Tal y como me enseñaron a mí. Aquella realidad no sería imposible en un pueblo tranquilo y remoto como resultaba ser Caelestis. Tal vez pudiésemos ser vecinas de verdad. Presa de la vergüenza y de la vulnerabilidad que sentía se escondió nuevamente en mi cuello, enrojecida hasta las orejas, y su réplica me arrancó una risa cristalina de los labios. No podía ser tan linda. Debía ser ilegal. —Pero no quería callarte —Alcé su mentón con suavidad, para que dejase así de esquivar mis ojos. Le sonreí desde allí, sintiendo que brillaba con tan solo tenerla cerca—. Quería escuchar todo lo que tuvieses que decir. Todas y cada una de esas cosas vergonzosas que me hacen tan feliz. Cerré los ojos, consumiendo las distancias, y la besé en los labios con la misma predilección, tal vez incluso más que antes. Rodeé su cintura nuevamente y me mantuve allí, tan solo disfrutando de lo bien que se sentía besarla, sin pretensiones de ir más allá. No podría hacer demasiado aunque quisiera, pero estaba bien con eso. Podríamos pasarnos horas simplemente besándonos y me derretiría de la misma forma. Debía ser cosa de un influjo. ¿Me habría hechizado, tal vez? No había forma en la que podía mantener la atención de alguien como yo en una misma cosa por horas sin llegar a aburrirme. No me cabía en la cabeza. Contenido oculto Sí soon <3
Mimi Honda La escuché reírse y dejé escapar una suerte de gemido alargado de disgusto contra su piel, un sonido de pura y absoluta fragilidad porque era consciente de que estaba atrapada con ella allí. Era un desastre por su culpa, parecía una maldita baya Zreza. Ya fuese porque se estaba burlando de mí y picándome, por todo lo que acababa de decirme o por el hecho de que su risa iba a terminar causándome un infarto o algo. Mi pecho se estremeció cuando me dijo que le hacía feliz, así como si nada, sosteniendo mi mentón para que la mirase. Iba... iba a morir si enrojecía aún más. ¿Alguien podía tener en cuenta que mi corazón no podía soportar tanto? Uuurrgh~ —Eres de lo peor—repliqué en una pequeña y vergonzosa protesta tan fútil como innecesaria, pero no me rehusé cuando sus labios buscaron los míos. En realidad cuando eso sucedió mi brazo se deslizó por su omóplato aferrándome a ella y atrayéndola más a mí. Al menos podía sumar dos más dos lo suficiente para saber que no íbamos a ir más lejos por... razones obvias, lo cual era un poco frustrante porque en serio quería tocarla más y exprimir cada maldito segundo. Quería devolverle el favor de haberme dejado las piernas como gelatina en la mañana. Pero estaba bien con esto. No había mentido en nada de lo que le había dicho. Estaba dispuesta a hacer todo eso y más solo porque estuviéramos juntas. Incluso si no podríamos hacer este tipo de cosas eternamente, quería tenerla cerca. Tener ambas una casa de campo en Caelestis, cerca de las ruinas y ella una guardaría pokémon... una vida idílica compartida. ... Un solo beso no era suficiente. Ni dos, ni tres. Tenía una adicción extraña con el roce de su lengua con la mía. No podía evitar suspirar allí contra su boca y dejar escapar sonidos que no terminaban de ser gemidos, solo pequeños murmullos de satisfacción. Era una chispa, una llama viva lamiendo mi piel, un fuego gestándose en mi bajo vientre y apretándome desde dentro. No era un exageración, me enloquecía besarla. Dejando al margen el sexo en sí, me parecía de las cosas más íntimas que podíamos hacer juntas. Era una intimidad física, pero no era lo único que había allí. Había otros muchos sentimientos en esa mezcla tan dicotómica, algunos a los que ni siquiera quería concederles un nombre. La sábanas se deslizaron con un sonido sedoso cuando me moví más cerca, apoyando mis muslos flexionados a cada lado de sus caderas sin dejar un solo segundo de besarla. Los shorts dejaban al descubierto mi piel y el roce con sus propios muslos me generó un escalofrío por la espalda. Nos separábamos el tiempo suficiente para respirar, nuestros labios chasqueaban en la oscuridad, pero volvíamos de nuevo a robarnos el oxígeno como náufragas aferrándose a un madero a la deriva porque se estaban ahogando; y empezaba a sentirme sofocada. La falta de oxígeno y el calor gestante era suficiente para desconectar mi cerebro y hacerme sentir mareada con cruda necesidad. Nunca me había considerado una persona particularmente libidinosa... pero lógicamente estaba equivocada. Me gustaba la atención, me gustaba sentirme bien y particularmente me gustaba sentirme bien con Liz. No necesitaba que me tocase realmente, tocarla yo y sentir como se deshacía bajo mis dedos era suficiente para cambiar la química de mi cerebro. Instintivamente mis caderas empujaron contra las suyas sintiendo el calor reptar y erizarme la piel, arrancándome un gemido entrecortado de los labios. Esa chispa otra vez. Pero... ya. Suficiente. No era el momento de hacer esto. Respiraba pesadamente, agitada. En serio agradecía la oscuridad porque estaba hecha un jodido desastre. —... Deberíamos parar aquí. Ah, gran idea Sherlock. El problema es que no me moví un centímetro.
Liza White Nuestros labios chasqueaban sin descanso en la seguridad que nos confería la noche, dejando escapar murmullos de puro deleite con cada roce. No había espacio para palabras, solo la urgencia de volver a buscarnos, una y otra vez, hasta que el mundo más allá de la habitación dejara de existir. A veces anclaba la mano a su mejilla, reajustando mi posición para adentrarme con mayor comodidad a su boca. En otras atrapaba su labio entre mis dientes, juguetona, suspendiendo el movimiento en el tiempo lo suficiente como para que buscase mi boca con necesidad al dejarla en libertad. Adoraba simplemente estar así. Era un momento íntimo, de cercanía física y emocional. Y si bien mi cuerpo no se mantenía impasible ante las descargas que su calor y el roce de su piel enviaban a mi bajo vientre, podía hacer la vista gorda. Me sentía sofocada pero, a su vez, embriagada por un sentimiento distinto a los anteriores. O más que distinto, tal vez de mayor envergadura. La cuestión es que me sentía especialmente atontada, fuera de mí, y no parecía importarme en lo más mínimo. En determinado momento Mimi acabó sobre mí. La mano que sostenía su mejilla se deslizó hacia arriba, apartando el cabello dorado que me cosquilleaba el rostro al inclinarse sobre mí, y gemí contra sus labios de manera inevitable cuando se tomó el atrevimiento de empujar sus caderas contra las mías. Esta chica... ¿Ahora era ella la que no podía estarse quieta? "... Deberíamos parar aquí" —Tal vez —convine, tratando con esfuerzo de encontrar mi voz. Sostuve sus mejillas desde abajo y fruncí la nariz, mi expresión casi asemejándose al de una niña caprichosa e incansable. Las mejillas me ardían con fiereza cuando volví a hablar—. ...Pero fueron muchas horas sin poder besarte. Aún no he recargado del todo mi batería. La arrastré de nuevo hacia mí. Incapaz, de manera egoísta, de dejarle ir del todo. Si me pasaba de la raya con mi audacia y la llevaba a un punto de no retorno, me aseguraría de compensárselo más tarde. Con todo y la mente embotada, sabía cumplir mis promesas. Y, para su suerte, ella aún no estaba en esos días.
Mimi Honda Literalmente nos habíamos estado besando cuando Miki nos descubrió. No hacía tanto tiempo de eso, pero aquí miss Lillipup parecía nunca tener suficiente. ¿Y honestamente? Yo tampoco. Nunca tenía suficiente de la cercanía, la intimidad, esa electricidad volátil o simplemente de ella. —Tonta—murmuré contra sus labios un segundo antes de que volviera a besarme con la voz tintada de deseo. Los insultos gratuitos estaban a la orden del día, pero ni siquiera eran insultos en sí. Era mi patético intento por protestar contra la vulnerabilidad que me provocaba—. ¿Cómo esperas que me contenga así? Hazte responsable de este desastre. En determinado momento su mano volvió a deslizarse hasta mi mejilla y me incliné hacia su tacto, depositando un beso suave en el centro de su palma. Se sintió casi reverente. Muy probablemente lo fue. Sostuve su muñeca, mi mente estaba dando tumbos, así que en algún momento tracé el centro de su mano con la punta de mi lengua hasta alcanzar sus dedos y morder suavemente la yema de su índice. De verdad que había perdido completamente la cabeza. Por la forma en que me miraba podía suponer lo que estaba pensando porque era tan transparente como un cristal. Yo no estaba en esos días, técnicamente podía hacer lo que quisiera conmigo... pero no lo sentía justo. Ya me había dado el mejor orgasmo de mi vida en la mañana y yo no le había podido poner un solo dedo encima porque me había dejado exhausta. Me mordí el labio inferior deslizando mis ojos hasta las suyos. Al igual que aquella primera vez, solo podía captar su silueta allí donde era bañada por la luz de la luna. Estaba ruborizada, sus ojos brillaban con un brillo necesitado y apremiante y supe que quería más, que quería tocarme. Un chispazo. Bueno, pues yo también quería hacerlo. Terminé rodeando su índice y su dedo corazón con mis labios, enredando mi lengua alrededor de ellos. Necesitaba tantísimo esos dedos en otro lugar... Era sucio y era primario y era jodidamente vergonzoso pero mi cuerpo siempre había sido mucho más honesto que yo. No podía quitarle los ojos de encima como si le estuviese dando alguna especie de show particular. Mi único pensamiento es que iba a irse. Iba a irse, estaríamos lejos por un tiempo indefinido y quería exprimir cada segundo. Quizás era un sentimiento posesivo, quizás era ansiedad... tal vez la frustración se mezclaba con el deseo en una combinación así de peligrosa. No podía importarme menos. Quería sentirla y que me sintiese, me daba igual el cómo. Dejé sus dedos deslizarse de mi boca con un ligero sonido húmedo, mis labios se separaron con un suspiro tembloroso y volví a mirarla con la mirada permeada por el mismo deseo crudo. Quería hacer tantas cosas... pero ahora no podíamos. No podía tocarla como quería hacerlo y tampoco podíamos detenernos ni queriéndolo. Era una adicción o una necesidad o ambas; mas la burbuja en la que nos resguardábamos del mundo a solas ella y yo, era mucho más cálida que el exterior. Y la noches eran frías. De modo que ansiosamente volví a besarla.
Liza White Aceptó mis labios de regreso sobre los suyos como si ese fuera el lugar al que siempre habían pertenecido. Una de mis manos se deslizó hacia su espalda, envolviéndola e instándola a retomar una postura más cómoda, prácticamente tumbada sobre mí. Mis dedos acariciaron su espalda, trazando bosquejos inconexos, erizándole la piel allá donde tocaba. Besó la palma de mi mano casi con devoción y el aleteo de los Vivillions, atrapados dentro de mi ser, se volvió frenético. Contuve el aliento cuando la miré a los ojos, mostrándome prácticamente rendida, sin fuerzas ni la capacidad de luchar contra las emociones que me embriagaban. La miré como si fuera un tesoro invaluable, porque dejando a un lado la agitación y el deseo, tal vez lo fuese. Saltábamos sin tregua del cariño absurdo, de la abstracción y de aquel intenso sentimiento, al que ninguna deseaba darle nombre ni identidad, a dejarnos dominar por nuestros instintos más bajos. En el momento en el que Mimi deslizó su lengua por mi mano, rodeando mis dedos sin apartar su mirada de mí; en el momento en el que sentí el calor de su lengua enredándose de forma casi obscena entre mis falanges, el deseo me desbordó, nublándome por completo el juicio. Era una dicotomía extrema, se sentía como estar atrapada en una montaña rusa sin fin, ¿y lo peor de todo? Que no deseaba bajar de ella nunca. Atrapó nuevamente mis labios, con necesidad, y yo hice lo mismo. Algo que había iniciado como un encuentro sutil, una forma de intimar con la otra y de coronar aquel día de conexión y entendimiento mutuo, sin necesidad de exaltaciones de ningún tipo, se había desbordado porque parecíamos incapaz de contenernos cuando se trataba de la otra. Me abrumaba, me dejaba sin aire y a su vez me hacía sentir mejor que nunca. Recorrí su cuello de abajo a arriba, trazando un sendero húmedo con la lengua, y volví a encontrar su boca, porque parecía incapaz de permanecer ni dos segundos fuera de ella. Llevábamos todo el día besándonos, por el amor de Arceus. ¿Qué demonios me pasaba? ¿Por qué me sentía tan fuera de mí con cada minuto que pasaba? —Mimi... —suspiré contra sus labios después de un tiempo, entre beso y beso. Me buscaba una y otra vez, volviendo imposible que pudiese razonar lo que deseaba decir. Mi mente era monotema, y daba la casualidad de que lo tenía justo delante—. Mimi, cielo, deberíamos... Ngh... —Besó mi mandíbula y mi cuello, prácticamente derritiéndome bajo su cuerpo. Arqueé mi espalda, girando el rostro a un lado con los ojos cerrados, sumisa—. Deberíamos irnos a dormir pronto. Se está... Ah... Se está haciendo tarde. Era evidente que no podíamos llegar muy lejos, pero que tampoco sabíamos ponerle un freno a la situación. La mano que descansaba sobre su cintura se deslizó hacia su vientre y me mantuve allí, separándome a regañadientes para poder buscar sus ojos. >>No podemos hacer mucho, pero tampoco dormirnos así... ¿Tal vez algo rápido? —Mis dedos presionaron sobre la tela del pijama, tentativos. Podía sentir su humedad desde allí—. Lo... suficiente para poder irnos a dormir.
Mimi Honda ¿Pensar? ¿Quién era ese? No lo conocía. Todo razonamiento lógico desaparecía o ardía consumiéndose en las llamas del calor que provocábamos juntas. Ya fuera un beso, un roce o una simple caricia, era suficiente para encendernos como si fuese fuego líquido y no sangre lo que nos corría por las venas. Si yo era electricidad y ella agua, eso explicaría muchas cosas. Sus labios cálidos recorrieron mi cuello y sumisamente ladeé la cabeza con un suspiro que me estremeció el pecho. Le dejaría hacer cualquier cosa que quisiese. Maldije por dejado de mi aliento, casi siseando cuando deslizó la lengua en sentido ascendente desde mi clavícula a mi mandíbula. Ardía. Literalmente estaba ardiendo y en respuesta solo me hacía arder más a mí. Era una respuesta automática, un movimiento espejo. Su voz me llegó ahogada mientras trataba de poner algún tipo de lógica o freno en toda aquella situación. Pero mi tren de pensamiento se había descarrilado, salido de las vías y chocado contra una pared. Estaban sonando sirenas en alguna parte. Sabía que debíamos detenernos, el cerebro me daba lo suficiente para eso... pero el problemas es que no podíamos ni queríamos detenernos. Y en mi caso mi parte mas egoísta solo quería seguir escuchándola gemir y suspirar debajo de mí. Ni la Passacaglia de Handël y Halvorsen era a mis oídos un sonido tan maravilloso. Mi piel se erizó cuando sentí sus dedos recorriendo mi vientre porque lo que llevaba era un maldito top, así que no tenía mucho problema para recorrerme la piel tan cerca del ombligo. El contacto me hizo cerrar los ojos y asentí sin aliento. —Sí... sí, está bien. Era imposible que pudiéramos dormir así. Apoyé mis manos en sus hombros y levanté las caderas arqueando ligeramente la espalda lo suficiente para que pudiese deslizar su mano bajo mis shorts. Ni siquiera iba a perder el tiempo quitándomelos. Besé su cuello mientras lo hacía, su oreja, que estaban tan enrojecidas como las mías y cualquier pedazo de piel que tuviese al alcance. ¿Qué era? ¿Un Glameow en celo? Entre la ansiedad, la necesidad y la frustración no sabía realmente a qué aferrarme. Solo sabía que quería más de ella. Introdujo dos de sus dedos de una sola vez porque estaba así de mojada y gemí contra su garganta, mis caderas empujando de forma involuntaria contra su mano. Temblé, me apreté alrededor de sus dedos y tragué saliva con dificultad. Me sentía tan egoísta, tan jodidamente frustrada porque no podía tocarla como quería... no podía, en ese momento, devolverle ni una décima parte de lo que me estaba dando. —Esto... esto no es justo, Liz. Tú ni siquiera has...—movió los dedos, un nuevo chispazo— ¡Nghhh, mierda...! Me aferré con más fuerza a sus hombros como si fuera a desplomarme si no lo hacía aunque mis temblorosos muslos me sostenían sobre la cama. Besé la línea de su mandíbula y con la voz jadeante, entre una súplica y una orden le pedí: —Uno más. Contenido oculto Idkwhy pero mientras escribía me acordé de Drunken my boss. Maravilloso manwha gl. Léanlo-
Liza White Asintió casi sin fuerzas y alzó sus caderas para facilitarme el acceso, rendida con la situación. Con la cabeza dándome tumbos deslicé a tientas mi mano dentro de su ropa interior e introduje dos de mis dedos sin pensarlo. Al instante sentí su interior húmedo y pulsante, estaba hirviendo y se apretaba a mi alrededor como si ahora que me tenía donde deseaba no permitiese dejarme ir. Tampoco deseaba hacerlo pronto. Se aferró a mí, me besó el cuello y la mandíbula arrancándome el aliento de cuajo con un gemido entrecortado, pero milagrosamente no me detuve, si bien la fuerza de mis dedos disminuía cuando arrancaba los cables de mi raciocinio de golpe. Sus caderas iniciaron un vaivén al compás de mis dedos, y aumenté la velocidad de las embestidas por momentos, enfrascada en el temblor de su cuerpo y en sus gemidos, cada vez más agudos y reiterativos. Tan enredadas en el cuerpo de la otra que olvidé por un instante dónde empezaba una y acababa la otra. Me pidió que introdujese otro dedo más y así lo hice. Su interior le hizo lugar con absurda naturalidad; ese era el grado de su excitación por mí. En cualquier caso podía pedirme cualquier cosa que yo accedería sin siquiera pensarlo. Me tenía comiendo de la palma de su mano y aunque tenía el carácter para sobreponerme, no deseaba hacerlo. Definitivamente me tenía hechizada, obnubilada, pero para mi asombro no quería ponerle fin. Aún en ese extraño estado de ebriedad emocional, me sentía segura porque era ella quien me sostenía entre sus brazos. Era ella y nadie más. —Ngh... Mimi... —suspiré, mi voz casi fundiéndose con la suya. Sentir su interior aguardar con desesperación cada vaivén de mis dedos me estaba volviendo loca—. Sentir que estás así por mí con... Ah... Tan solo unos besos... ¿Cómo crees que me hace sentir? No habíamos necesitado de ninguna clase de juego previo; ese era el grado de atracción que sentíamos por la otra. Había escuchado que cuando estabas enamorado de alguien te sentías excitado con el más mínimo gesto... ¿Sería algo similar a esto? Mientras Mimi se retorcía y temblaba sobre mí sentí que ya no podía más. Mi propia intimidad dolía de la propia excitación y la impotencia de no poder hacer nada no me estaba dejando indiferente. Deslicé mi mano libre sobre mi propio vientre, agitada y sofocada, y de la propia desesperación realicé varios círculos concéntricos allí, sobre la superficie de la ropa. No era un contacto tan directo, menos con tantas capas de por medio, pero la fricción paliaba parte del fuego que buscaba consumirme. Además, estaba en esos días. No necesitaba demasiado para derretirme. Fui incapaz de contener mi propia reacción cuando noté el cosquilleo apremiante en mi centro, sin dejar de atender a Mimi a pesar de todo. Tracé con el pulgar círculos sobre su clítoris, sin olvidarme de aquel detalle, haciendo que ambas perdiésemos más y más la cabeza por momentos. La habitación se llenó así de sonidos obscenos, del chasqueo insistente de labios húmedos y del ligero chirrido del colchón, el cual no parecía tener descanso pronto si se trataba de ambas.
Contenido oculto: Sesbian lex Mimi Honda No había tenido en cuenta la diferencia existente entre dos y tres dedos, nunca había tenido nunca más de dos y por un instante el aire se me cortó en la garganta bruscamente. Si tres dedos se sentía así, no podía ni imaginar cómo sería algo más grande. Sentía la presión profunda, brusca e inmisericorde. Tenía unos dedos hábiles—tal vez no tanto como los míos—, pero presionaban los puntos correctos con la suficiente pericia para dejarme la mente en blanco. Había un sonido húmedo y obsceno cada vez que sus dedos se hundían en mí, cada vez que la palma de su mano chocaba contra mi centro y mis caderas la buscaban, moviéndose prácticamente por sí solas. Ugh, maldita sea. ¿Cuáles eran los límites de esta locura? ¿Había límites siquiera? Ya no era solo una chispa, era un cortocircuito. Era un incendio. Era un ataque directo e ineludible contra el más mínimo de mis intentos por mantener el control. Aunque probablemente no había nada más estúpido que tener la necesidad de mantener el control cuando estaba prácticamente derritiéndome sobre su mano. —Liz... ¡a-ah, es demasiado...!—jadeé. Apoyé mi frente contra su hombro gimiendo entrecordamente contra su piel—. ¡Oh, joder...! ¡Es demasiado...! ¿Demasiado qué, Honda? ¿Demasiado intenso? ¿Demasiado brusco? ¿Demasiado bueno? Tal vez era 'demasiado' todo. Sentía que iba a volverme adicta si no lo era ya. Me tocaba como si dibujara mi nombre a fuego sobre mi piel, como si quisiera grabarse en mí, como si tocarme fuera una de las mejores cosas que le habían pasado en la vida... y me estaba enloqueciendo. En medio de los parchones en mi visión noté el movimiento de su mano. Dirigí mi mirada vidriosa y entrecerrada hacia abajo y cuando noté lo que estaba haciendo, errática, me mordí el labio inferior. No podía culparla, ¿verdad? Un nuevo chispazo. Por supuesto que no. Deslicé mi mano a tientas por la suya antes de apartarla con un gesto. —No hagas eso, idiota—la reprendí con la voz tomada por el placer. Presioné mis dedos contra su clítoris, trazando círculos concéntricos por encima de la ropa. Fijé mis ojos en lo suyos en la penumbra, bajo los rayos platinos de la luna—. Déjamelo a mí. Después de todo sí había algo que podía hacer por ella. No tenía idea de cómo se sentía montarse en una montaña rusa y no tenía ninguna prisa de descubrirlo a la mañana siguiente, pero la sensación de subida, lenta pero constante del orgasmo debía parecerse. Podía sentir mi cuerpo tenso, los dedos de mis pies curvándose y apretándose contra las sábanas. Sus caderas buscaron mi mano ansiosamente y volví a besarla en un impulso primitivo. Aunque ninguna de las dos tenía la mente lo suficientemente centrada como para que fuese un beso propiamente. Fue más un choque de bocas brusco mientras ahogábamos los gemidos, los suspiros y los jadeos contra los labios de la otra. Prácticamente nos devoramos hasta que nos ardieron los pulmones por la falta de oxígeno. Hasta que el mundo dejó de tener una forma definida y no podía sentir, ver, oler o saborear algo que no fuese ella. Apreté mis dedos un poco más, firme, aumentando la velocidad paulatinamente y frotando aquel botón sensible con más o menor intensidad según el volumen de sus gemidos. Pero era muy difícil mantener un ritmo constante cuando mi propio cuerpo estaba en llamas por su culpa. Tocarla y que me tocase al mismo tiempo era demasiado. Demasiado intenso. Demasiado bueno. Demasiado todo. No iba a durar mucho más. Estaba al borde. —Juntas—presioné mi frente contra la suya y cerré los ojos porque el placer era demasiado intenso para que pudiera mantenerlos abiertos—. Juntas, ¿está bien? Definitivamente no quiero hacer esto sin ti.
Contenido oculto Liza White En mitad de sus propias oleadas de placer, Mimi pareció notar lo que la desesperación me había llevado a hacer. Todo mi cuerpo tembló bajo el suyo cuando apartó mi mano y fueron en su lugar sus dedos los que me tocaron. No entendía cómo podía sentirse tan distinto cuando realizaba la misma acción, pero lo hacía. Quizás eran sus dedos, su habilidad, o tal vez el hecho de que era ella quien me tocaba. No lo sabía. Su boca encontró la mía nuevamente y suspiré contra la suya sin contenciones. Flexioné y volví a estirar mis piernas, inquieta, haciendo un desastre con las sábanas. La sensación que se gestaba en mi centro se estaba volviendo incontenible y no sabía ni qué hacer conmigo misma. Saber que su propio cuerpo me aprisionaba, que sentía su calor y el roce de su piel con cada vaivén me estaba haciendo perder la razón. Mis dedos se arquearon en determinado punto, y ambas ahogamos un gemido entrecortado en los labios de la otra, derretidas por el placer. Sofocada, unió su frente con la mía, buscando que ambas llegásemos juntas al orgasmo. Por la forma en la que se apretaba alrededor de mis dedos podía intuir que no le quedaba mucho; yo no estaba en una situación distinta. —Juntas... —murmuré, apenas sin voz. No sé cómo me las arreglé para replicar el empujoncito que le di la otra vez, pero lo hice. Fue inconsciente. Mi mente recordaba la complicidad y el cariño absurdo que sentía por ella aún cuando parecía estar fuera de servicio. Nuestras voces aumentaron por momentos, el vaivén se volvió absolutamente frenético, fuera de control. Sus dedos sobre mi intimidad se acoplaron al sprint final y volcaron sobre mí todo lo que tenían, de forma inmisericorde. Entonces nuestros cuerpos se tensaron, fundiendo nuestras voces en un gemido agudo y conjunto. Todo el fuego y la presión que se gestaba dentro de nosotras desapareció, dejando en su lugar una absoluta calma. Mimi se dejó caer sobre mí, sin fuerzas, y yo salí de su interior cuando fue suficiente rodeando su cintura para apegarla a mí. Mi cerebro no podía sumar dos más dos en ese momento, pero sí tenía claro que la quería cerca, con la misma necesidad que respirar. Respiramos agitadas contra la piel de la otra, ardiente y perlada de sudor. Poco a poco nuestras respiraciones parecieron acompasarse, pero seguían mostrando agotamiento. Nos mantuvimos allí, abrazadas, como si lo único que importase en esa burbuja de placer y paz fuese la otra. Tal vez así fuese.
Mimi Honda Había algo casi transcendental que no respondía en su totalidad a un sentimiento físico. Yo al menos no podía nombrarlo—bien porque no podía, bien porque no quería, bien porque me asustaba—, pero había algo muy especial en derretirnos juntas, compartir algo tan íntimo, dándonos mutuamente todo lo que teníamos para hacernos sentir bien la una a la otra. Me preguntaba si el sexo era siempre así de especial o si el componente era el hecho de que éramos nosotras. Podía preguntarle eso, ella tenía más experiencia que yo. Pero algo me decía que pensábamos lo mismo. Que aunque cada experiencia era un mundo, nuestra situación era diferente. Repentinamente la sobrecarga de electricidad fue lo suficiente potente para provocar un apagón, mi cuerpo dejó de tener fuerzas para sostenerse y me desplomé sobre ella como si me hubieran cortado los hilos que me sostenían. Era una tormenta, un incendio que lo arrasaba todo y después llegaba la calma, como el murmullo suave y conciliador de una ola cálida. Tracé patrones sin nombre con mi índice cerca de su clavícula tratando de calmarnos a ambas. Ni siquiera tenía palabras, no podía hilvanar un solo pensamiento coherente, pero todo lo que sentía en ese momento se resolvió con una pequeña risa sin aliento. Fue automática y genuina. Ah, estaba exhausta. Y honestamente me sentía drogada. Es decir, no tenía la más mínima idea de cómo se sentía estar drogado ni tenía intenciones de averiguarlo pero... si había una sola palabra para describir la sobredosis de endorfinas que tenía en ese momento en el cuerpo probablemente fuese esa. Profundamente relajada, algo mareada, liviana. Satisfecha pero aceptaría más. Sí, era esa chica codiciosa. Lo quería todo. Era un poco como estar borracha, al menos de eso sí tenía referencias. Hundí mi rostro en su cuello frotando mi nariz contra su piel como un Purrloin mimoso. Solté un arrullo de satisfacción, una especie de ronroneo bajo y afectuoso y cerré los ojos. Estaba borracha, de hecho. Borracha de ella. Probablemente pudiéramos seguir así toda la noche si no fuera porque teníamos planes en la mañana e íbamos a parecer zombis. Tendríamos que usar aún más maquillaje para ocultar las ojeras de Pancham que las marcas de mordidas y besos. Había sido un día de locos. Estaban siendo unos días de locos. Pero si alguien me preguntaba si los cambiaría por cualquier otra cosa mi respuesta era obvia. No cambiaría nada, mi lo más mínimo. Ni una sola coma. Me preguntaba qué podía esperar exactamente de esa quedada en el parque de atracciones mañana.