Ciudad Témpera

Mimi Honda

—No me gusta que me hagan llorar—repliqué rápidamente tras una exclamación ahogada—. ¡Lloro porque soy un ser empático! Que te gusten las películas de terror demuestra muy poca empatía. ¿Te la pasas viendo a un grupo de personas morir de formas horribles? ¿Eso es normal?

Probablemente en el fondo ambas fuéramos igual de masoquistas pero nos gustaba discutir por simple amor al arte. Quizás mientras nos arrojábamos almohadas la una a la otra como dos idiotas sin nada que perder, nuestra niña interior era feliz.

Lo cual era un poco deprimente.

En cualquier caso el pad thai no pasó la inspección culinaria denominada Liza White. Vio la imagen, cruzó los brazos y casi hizo un mohín. No era la comida más saludable del mundo, de hecho solía llevar un montón de salsas y su contenido en sodio era similar al del mar muerto, pero ella prefería la pizza.

Enarqué una ceja con suspicacia y le dirigí una mirada de "no estoy impresionada".

—... Si extiendes los brazos y pones un poco los ojos en blanco mientras lo dices puedes parecer un zombie—repliqué con pasmosa calma—. Luego solo tienes que decir "Pizza" de la misma forma que ellos piden, no sé, cerebros.

Se me escapó una risa por la nariz entre liviana e irónica y regresé la mirada al teléfono. Yo podía hacer exactamente lo mismo con los éclairs.

>>¿Entonces? ¿De qué la quieres?

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En mi defensa diré que como mis pelis de terror favoritas son las de posesiones no me gusta ver gente morir, me gusta ver gente poseída unu

Pero pos también c mueren-

 

Liza White

La miré con intención, impertérrita, aguardando por alguna de las innumerables quejas que estaban por venir. Toda mi expresión parecía gritarle un terco y caprichoso "No me moveré de aquí hasta que consiga lo que quiero". Pero, contra todo pronóstico, Mimi bromeó un poco e instantes después accedió.

Así, sin más.

Parpadeé sin moverme de mi lugar por unos segundos, desconfiada, como si aún tratase de procesar la situación y lo fácil que había resultado todo para mí. Entonces descrucé los brazos y relajé mi expresión, aliviada, como una cría que había conseguido salirse con la suya. Mi Odisea personal para llevarme un trozo de pizza a la boca finalmente había llegado a su fin.

Repentinamente me sentí lo suficientemente feliz y liviana como para bromear un poco y me acerqué a ella, extendiendo los brazos hacia delante mientras ponía una expresión bobalicona en mi rostro.

—...Pizza... —murmuré, con voz átona y carente de emoción. Cuando la tuve lo suficientemente cerca la rodeé con mis brazos, haciéndole cosquillas en los costados sin dejar de interpretar mi papel—. Necesito... Pizza... Aargh~

No tardé mucho en contagiarme por sus propias risas y el papel se me fue a la mierda, pero fue divertido mientras duró. Mimi se retorció un poco y aproveché para quitarle el teléfono, sentándome sobre su regazo como Pedro por su casa.

—Vamos a ver~ —Repasé las opciones con dedicación, barajando con cautela los pros y los contras de cada una. Si pusiese el mismo empeño que ponía para una elección tan absurda y banal en mis propios estudios, alcanzaría el rango tres probablemente pasado mañana. Pero priorities—. Hm... Quiero esta, sí. La carnívora de masa doble.

Sus ingredientes: cuatro tipos de carnes distintas acompañadas de salsa de tomate y una mezcla de 5 quesos. Pulsé lo opción y le extendí el teléfono a Mimi con una sonrisa inocente, ajena probablemente a sus opiniones al respecto. Ah~ Se me estaba haciendo la boca agua. ¡Qué hambre!

>>¿Qué pedirás tú? ¡Puedes pedirme consejo si quieres! Puedo decir con orgullo que las he probado todas, heh.

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No le pidas consejo, por lo que más quieras.

 

Mimi Honda

Alcé la mirada del teléfono cuando la vi acercarse poniendo la expresión más boba que podía y extendiendo los brazos hacia el frente. ¿H-huh...? Mi corazón dio un pequeño vuelco y palidecí al darme cuenta de lo que pretendía.

—Qué-

Fue tarde para escapar.

No pude contener la risa. Fue a por mis costados de forma inmediata—porque la muy tonta ya sabía mis puntos débiles—y me estremecí tratando de escapar de su asalto inmisericorde.

Estas eran el tipo de cosas tontas que hacíamos. Era pueril, y lo sería aún más si no hubiera esa electricidad magnética y apremiante entre nosotras. Desde que nuestra situación había cambiado ya nada parecía tan inocente.

—N-no... ¡mis costillas no~...!—dije con la voz ahogada entre risas tratando de respirar mientras me carcajeaba en voz alta—. ¡P-para idiota...!

Traté de sostener mi peso en mis brazos pero fue inútil cuando continuó y terminé cayendo en la cama entre risas genuinas. Al parecer no era solo masoquista, también tenía cierta cuota de sadismo. Pero me estaba divirtiendo así que importaba bastante poco.

Aprovechó mi momento de debilidad para quitarme el teléfono. Aún estaba tratando de recuperar el resuello y la calma cuando se irguió sobre mis caderas.

Eso era muy rastrero.

Al menos dejó de hacerme cosquillas y se centró en pedir una pizza para ella. No podía verla desde mi posición pero... ese nombre. ¿Carnívora con masa doble? No quería ni imaginar los ingredientes de ese monumento a la grasa. Solo escucharlo era suficiente para taponar las dos arterias coronarias.

Los teselianos sí que eran de terror.

—Aprecio el entusiasmo pero voy a pasar—le dije con voz plana y me erguí para tomar el teléfono de su mano ojeando las opciones más ligeras. Pulsé sobre una simple pizza margarita antes de devolvérselo—. La verdad duele Liz, pero dar consejo sobre comida no es lo tuyo.

 

Liza White

Se negó a mi amable y desinteresado ofrecimiento de compartir mi excelso conocimiento en pizzas con ella y se irguió para quitarme el movil. Me incliné para ver lo que hacía, intrigada, haciendo que me apartase en determinado momento porque no veía conmigo ni con mi cabello, e hice una mueca de pura decepción cuando me devolvió el teléfono y vi su elección.

—A veces me cuesta comprender por qué somos amigas —Me quejé, sin esforzarme en ocultar la indignación en mi voz.

¿Que dar consejos sobre comida no era lo...? Ugh. ¿Cómo se atrevía? Me hice a un lado, sentándome sobre el colchón con una expresión enfurruñada que tenía pinta de ir para rato. Parecía que esta vez me había ofendido en serio, ¿eh? Así de sagradas eran las pizzas para mí.

Le di al botón de enviar entonces y alcé la voz, con un tono carente de efusividad demasiado antinatural en mí.

>>Tardará treinta minutos en llegar.

Y ahí me mantuve, sentada de piernas cruzadas y de espaldas a ella, claramente molesta pero sin llegar a exteriorizarlo. Estaba actuando como una cría, pero suponía que ese tipo de diferencias irreconciliables nos harían chocar de vez en cuando. Nada nuevo bajo el sol en nuestra relación, en realidad.

Abrí el libro y me puse a ojear las páginas, sin aflojar el ceño y con mi mente en cualquier sitio menos en lo que estaba. Era evidente que no estaba atendiendo porque ni de coña leía tan rápido. Encima yo, que mi velocidad de lectura y de concentración era equiparable al de un Slowpoke.

 

Mimi Honda

Apoyé mi mentón en mi mano y la miré con una sonrisa resuelta guiñándole uno de mis ojos cuando preguntó por qué éramos amigas. Noté cierto resquemor en su tono de voz pero no le presté la debida atención en su momento.

—Porque soy adorable, claro~.

Obviamente estaba bromeando intentando relajar la situación a mi manera, pero no funcionó. Parecía que esta vez la había molestado en serio. Se sentó dándome la espalda y tomó el libro para fingir que estudiaba cuando claramente su mente estaba en otro lugar. Si leyera tan rápido como pretendía hacerlo, habría obtenido el rango tres hacía mucho.

¿Por qué se molestaba por una tontería así? Era la verdad. Nadie en su sano juicio tomaría consejo sobre comida de una persona que le ponía seis cucharadas de azúcar al té.

—Estás actuando como una niña.

Apreté los labios y me quedé allí, algo tensa, pero demasiado empecinada en que tenía razón y que era estúpido molestarse como para disculparme.

Sentía una presión extraña en la boca del estómago. Liza estaba sacando las cosas de quicio... ¿pero por qué me sentía así? Como si estuviera pasando algo por alto, como si tuviera la certeza de que esa situación podía repetirse en el futuro y ya no sería una simple exageración.

Mi orgullo podía hacernos mucho daño.

 

Liza White

Era absurdo molestarme por eso, pero a veces la mente y el corazón actuaban como una pareja divorciada incapaz de verse ni en pintura. Además, Mimi llevaba ya varios días mofándose de mi gastronomía y de mis gustos como si su criterio estuviese escrito en piedra.

Parecía que las cosas se habían enquistado lo suficiente como para molestarme de verdad en esa ocasión.

"Estás actuando como una cría"

Detuve una de las páginas entre mis dedos, haciendo una breve pausa.

—Pues seré una cría, entonces.

Fue todo cuanto dije, con voz plana y distante. No me di la vuelta en ningún momento, el silencio siendo interrumpido únicamente por el suave sonido de las páginas deslizándose una tras otra. El ambiente siempre distendido y alegre mutó en una atmósfera tensa y opresiva. Distaba mucho de las riñas infantiles que venían acompañadas por golpes de almohadas o cosquillas incansables.

Era... otra clase de discusión. Una superficial y absurda, en este caso, pero que resultaba amenazante y aterradora, como si de una premonición susurrada por el viento se tratase.

¿De verdad... íbamos a estropear el día por una tontería como esa?

 

Mimi Honda

Antes su parca respuesta simplemente crucé los brazos frente al pecho, extrañamente irritada, cerrándome aún más en mí misma. Había una voz en mi oído susurrándome que reculara, que no tenía nada que ganar en esa estúpida discusión.

—Por supuesto que lo eres.

Pero hice oídos sordos.

Solo los niños se molestaban y fingían hacer algo que realmente no hacían. Había leído cinco páginas en diez segundos. Y seguía dándome la espalda ignorando mi presencia como si no soportase verme.

Cualquier con dos dedos frente cedería al darse cuenta de que la había jodido y pediría perdón. Pero a veces yo no tenía dos dedos de frente. A veces mi actividad cerebral era tan inexistente que mi encefalograma sería plano.

Puto orgullo de las narices.

Apreté los labios y casi chasqueé la lengua.

—Ah, muy bien—le dije con fingido desinterés y yo también le di la espalda buscando una lima en mi bolso para perfilar mis uñas—. Avísame cuando termines de fingir que estudias.

 

Liza White

Que se cerrase aún más en sí misma hizo que mi irritación se recrudeciese, si acaso eso tenía algún tipo de sentido. Fue como si su estúpido orgullo avivase las llamas de mi molestia insustancial, volviendo una situación absurda y de fácil solución en una mucho más inestable y agresiva por cada segundo que pasaba.

¿Tanto se le dificultaba pedir disculpas? Hubiese aceptado cualquier cosa. Incluso si me llamaba cría mientras me hacía cosquillas para arrancarme el enfado de la misma manera infantil con la que lo resolvíamos todo. Pero en su lugar su terquedad consiguió que ni siquiera ese escenario fuese viable en aquel universo, distanciándonos aún más tras una brecha que crecía por momentos.

Decía que me quería. ¿Eso era todo lo que le importaba?

Cerré aún mas los ojos cuando me dijo que le avisase cuando dejase de fingir que estudiaba y aquello fue la gota que colmó el vaso.

Cerré el libro con un golpe seco.

—Terminé.

Me levanté del colchón, encaminándome hacia la bandeja con la comida del desayuno. Repentinamente el ambiente en la habitación me resultaba insoportable y decidí aprovechar la situación para limpiar los restos de la mañana

Abrí la puerta con mi mano libre, sin perder un segundo más allí dentro.

>>Si llega el repartidor puedes ir comiendo sin mí —Anuncié entonces, sin girarme—. No tienes que pagar nada. Ya lo hice yo.

No esperé a escuchar ninguna respuesta de su parte. La puerta se cerró con un chasquido ligero, y la habitación se sumió en un silencio sepulcral.

 

Mimi Honda

Comencé a limar mis uñas sin pensar en nada. O al menos trataba de no pensar porque ese escenario resultaba demasiado alejado de la realidad. Podía sentir mis músculos tensos y aquella sensación amarga en mi estómago recrudeciéndose por momentos.

Repentinamente Liza cerró el libro y se incorporó de la cama para recoger la bandeja del desayuno. Pude sentirla moviéndose por la habitación aunque no nos miramos en ningún momento. Escuché el clic de la bandeja, la oí a ella y después la puerta se cerró.

Y entonces un sentimiento profundamente opresivo se apoderó de mí.

Mi primer impulso fue tratar de detenerla pero... no lo hice. Empujé esa idea al fondo de mi mente y la dejé marchar. Incluso si sabía que ir a devolver la bandeja y tirar los restos de comida era también una excusa.

¿Cómo una tontería como esa se estaba volviendo más y más seria con cada segundo? Era incapaz de domar mi estúpido orgullo, era incapaz de encontrar el valor de pedir perdón, ¡ni siquiera cuando era evidente que todo se estaba saliendo de control por mí culpa!

Frustrada conmigo misma lancé una almohada contra la pared. Se deslizó hasta el suelo y yo recogí mis piernas y oculté mi rostro entre mis brazos buscando... no sé, desaparecer.

Tras algunos minutos de silencio llamaron a la puerta. Una chica de cabello celeste ataviada con la ropa de un repartidor se disculpó por la tardanza. Al parecer se había equivocado con la dirección pero había... cito textualmente "corrido como alma que lleva Giratina" cuando se dio cuenta de que se iban a enfriar las pizzas. Luego se quejó de que su jefe le quitaba de su sueldo las pizzas que llegaban frías y que había perdido un veinte por ciento ese mes. Y algo de que tenía tres trabajos a tiempo parcial.

¿Cómo no la habían despedido aún?
Aún peor: ¿Por qué me lo estaba contando a mí?

—¡A-ah, disculpa!—dijo apresuradamente rascándose la mejilla con el índice al ver que no respondí. Esbozó una sonrisa avergonzada—. Hablo demasiado, ¿eh? Debería... debería callarme, sí.

Guardó silencio después de eso. Un silencio largo e insustancial hasta que decidí que ya había sido suficiente.

Separé los labios lentamente.

—¿Y las pizzas?—inquirí.

Todo su mundo pareció desmoronarse en ese preciso instante.

—¡Ah!

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Aika cariño, no es buen momento-

 

Liza White

La diferencia de emociones que sentí cuando bajé las escaleras por segunda vez en el día fue abismal. De pasar de estar pletórica e ilusionada por hacerle feliz llevándole el desayuno a la cama a... lo que quiera que fuera esto. Mi expresión se ensombreció ante la veracidad de aquel pensamiento y tensé mis dedos alrededor de la bandeja, abriéndome camino hacia la cafetería.

Tiré los restos de comida y recogí la bandeja con una lentitud pasmosa, claramente haciendo tiempo. No quería regresar a la habitación, no por el momento. Me sentía avergonzada por la forma en la que había escalado aquel berrinche infantil pero también profundamente irritada; decepcionada, más bien, de comprobar de primera mano cómo su orgullo de plástico prevalecía pese a todo, inclemente... Aún cuando era su mejor amiga de quien se trataba.

Pensé en aprovechar para dar un breve paseo y despejar mis ideas, pero me había dejado el teléfono en la habitación e igual no era prudente salir sin ningún medio de comunicación encima. De modo que no me quedó más remedio que regresar a la habitación momentáneamente. O ese era el plan, pues al subir las escaleras y dirigirme hacia mi habitación, noté que la puerta estaba abierta y Mimi se encontraba en el pasillo con una expresión difícil de definir, hablando con alguien más.

Abrí ligeramente los ojos cuando la peliazul se volvió hacia mí al percatarse de mi presencia.

—¿...Aika?

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No la escuches Aika bb, siempre es buen momento para ti u//u

 

Mimi Honda

Otra vez iban a llegar frías si es que siquiera llegaban.

La repartidora de nombre desconocido y más despistada que un Spinda con amnesia se limitó a sobarse la nuca y a reírse en un ademán nervioso, como si fuera completamente consciente de su torpeza pero buscase quitarle hierro a la situación.

Fue un intento infructuoso. Estaba irritada conmigo misma, estaba molesta e impaciente y si de usual no toleraba ese tipo de estupidez, ahora menos.

Apreté los dedos sobre mis brazos, sombría.

No tenía tiempo para esto.

—Eeh... hmm... Deben seguir en la moto. Está abajo, creo—>>¿Creo?<< El único motivo por el que no perdía la cabeza era porque la tenía pegada al cuerpo—. ¡Vuelvo en un segundo!

Y entonces algo sucedió. Como una acción desfasada en el tiempo noté una sombra reconocible por el rabillo del ojo. La chica se giró para buscar las pizzas y cuando sus ojos se cruzaron, su rostro se iluminó de golpe.

—¡Lizachi!—exclamó como si acabase de tocarle la lotería.

Li... ¿Lizachi...?

 

Liza White

Mi sorpresa fue mayúscula cuando reconocí a la alegre entrenadora que había conocido la tarde anterior en el Parque Batalla. Estaba uniformada con un traje cualquiera de repartidora, y lucía extrañamente inquieta, o al menos esa fue la sensación que me dio al principio. Cuando nuestros ojos conectaron me sonrió con efusividad, suavizando por reflejo mis propias facciones.

—¿Qué estás haciendo aquí? —cuestioné, avanzando hacia ella con renovada energía. La observé de arriba a abajo y entonces conecté los puntos—. ¡Ah! No me digas que eres nuestra repartidora. Eres toda una caja de sorpresas, ¿eh?

La emoción de volver a ver a aquella chica hizo que olvidase por un instante la tensa situación y el amargo sentimiento que me comprimía el pecho desde hacía un cuarto de hora. Tenía una sonrisa ligera en los labios cuando mi mirada encontró por error la de Mimi, aguardando sombría detrás de la propia Aika. Fue como si el pinchazo regresase y mi expresión mutó con celeridad; aparté mis ojos, áspera, llevando las manos a los bolsillos del cargo. Lucía desenvuelta pero cerrada; distante, más bien.

Una cosechaba lo que sembraba, decían.

La diferencia de actitudes fue notoria cuando me volví una vez más hacia la joven repartidora. Había reparado en cierto detalle al repasar el pasillo del que no había sido consciente hasta entonces.

>>Oye, Aika... ¿Dónde están las pizzas, a todo esto?

 

Mimi Honda

Repentinamente me sentía al fondo de la escena, como una mera espectadora de los acontecimientos. Liza la conocía, es más, ambas se conocían. Lo cual envió un extraño pinchazo a algún lugar, muy similar a cuando me habló de la cita con aquella florista.

¿Cómo era su nombre? Ah sí, Ai.

Era una burbuja a la que yo en ese momento no formaba parte. Mi orgullo había creado un muro invisible pero infranqueable que me contenía en mí misma y no podía alcanzarlas, no podía salir de ahí. Solo podía observar en silencio sintiendo como mis uñas se clavaban en la piel de mis antebrazos.

La chica, cuyo nombre parecía ser Aika, se sobó la nunca y soltó una risa afable cuando Liza le comentó que era una caja de sorpresas. Nuestro ojos se encontraron brevemente por error o casualidad y aparté la mirada de la escena rápidamente, hosca.

—En la moto—Aika juntó las manos frente a sí y cerró los ojos como si buscara clemencia—. ¡Perdón, perdón! No sé dónde tengo la cabeza. Ya mismo vuelvo, ¿eh? ¡Cinco segundos tardo!

Le mostró los cinco dedos de la mano para hacer énfasis en sus palabras y se alejó corriendo por el pasillo al grito de "¡No me despida jefe~!"

Cuando se hubo marchado y solo quedamos White y yo regresó ese silencio hosco y pesado. Cayó como una losa, con un sonido estridente pero sordo y lo pude sentir incluso en los huesos. Ninguna nos estábamos mirando y era evidente que aquella estúpida situación se había salido de control por completo.

Pero cada vez sentía menos la necesidad de disculparme.

—¿Otra cita?—inquirí. En mi voz no había ninguna emoción discernible.

 

Liza White

Alcé las cejas con incredulidad y cierto desconcierto añadido cuando señaló que las pizzas las había dejado en la moto. Sentí una gota de sudor recorrerme la mejilla. ¿Esas... cosas podían siquiera pasar? Entonces echó a correr de improviso hacia la entrada, sobresaltándome un poco en mi lugar, y la seguí con la mirada, como si creyese estar viendo un espejismo o una especie de alucinación febril.

Dejé caer los hombros cuando desapareció por completo de mi vista, con un suspiro de circunstancias. Ah, esa chica era un desastre... pero tenía su encanto. Me resultaba francamente entrañable.

El silencio pesado y asfixiante regresó, y con él una incomodidad implacable, ineludible. Apoyé mi cuerpo en la pared y repasé los azulejos del pasillo, la capa de pintura de las paredes y la hilera de puertas que se perdían en la distancia. Mi pie se meció con movimientos repetitivos, señal inequívoca de mi propia impaciencia e inquietud. Había dicho que tardaría poco, pero incluso los segundos se sentían eternos cuando éramos incapaces siquiera de mirarnos a los ojos.

Entonces Mimi rompió el silencio con una pregunta completamente innecesaria. Parecía haberse sacado un doctorado en tocarme los ovarios, y si de por sí la situación ya me tenía irascible, su innecesario apunte solo recrudeció las llamas de mi propia frustración.

Separé los labios con lentitud, con el mismo tono vacío e impersonal que había empleado conmigo antes. Ya le había hablado de ella anoche, pero no sentí la necesidad de aclarar su malentendido.

No lo merecía, de hecho.

—¿Te interesa? —cuestioné. Fue una pregunta retórica, más bien, porque me interesaba entre poco y nada saber la estupidez que debía estarse imaginando.

 

Mimi Honda

No sabía de dónde demonios había salido esa pregunta, no tenía ningún derecho a cuestionar su vida. Pero antes de que pudiera detenerme a mí misma las palabras habían abandonado mi boca y maldije toda mi estampa cuando respondió.

¿Que si me interesaba?

Claro que no, Liz. He preguntado por simple amor al arte. Es algo que disfruto hacer.

El sarcasmo me cosquilleaba en la garganta y luché por no soltar esas mismas palabras. Por muy irritada que estuviera, al menos parecía que aún tenía autocontrol.

¿Por qué estaba tan molesta en primer lugar? Ya no era solo el estúpido asunto de antes. Estábamos haciendo una montaña de un grano de arena y yo, terca como un Mudsdale, me negaba a retroceder. Si había pensado en disculparme antes, ahora podía sentir como las paredes a mi alrededor se reforzaban recluyéndome aún más en ese refugio personal al que denominaba orgullo. Ya conocía esa sensación.

—¿Huh?—solté una risa irónica—. En lo absoluto.

Giré sobre mis talones y regresé a la habitación.

>>Eres muy popular, ¿no? Si te cansas de hacer el imbécil conmigo tienes bastante donde elegir.

***

—¡Ya estoy, ya estoy!—Aika casi derrapó por el pasillo tropezando sobre sus zapatillas mientras cargaba dos cajas de pizza en las manos.

Se tomó un momento para recuperar el equilibrio entre aspavientos y cuando finalmente sus pies tocaron el suelo firmemente suspiró con profundo alivio.

—Por un pelo de Slowpoke...—murmuró y procedió a extenderle las pizzas. Pero cuando lo hizo, incluso alguien tan despistado como ella pudo percatarse del ambiente enrarecido y de esa pesadez reinante. Contrariada, por un instante no supo que hacer, preguntándose si inquirir sobre la situación era lo correcto. Volvió a rascarse la mejilla en un ademán incómodo—. ¿Va... va todo bien?

>>Siento haber olvidado las pizzas, en serio. ¡Te lo compensaré!

Oh, sweet summer child.

 

Liza White

Todo mi cuerpo se paralizó con brusquedad, como si me hubiesen lanzado un cubo de agua helada encima. Sus últimas palabras, sibilinas, se me clavaron como un puñal antes de desaparecer tras el marco de la puerta. Me mantuve estaqueada en el sitio por espacio de unos segundos que se sintieron eternos.

El hecho de que fuese una persona sociable y conociese a mucha gente era irrelevante, esa no era la cuestión aquí. Lo era la forma en la que había dejado entrever, con cierto resquemor implícito, que ella solo era una más de un amplio catálogo del que tenía fácil acceso. Como si nuestra nueva relación fuese algo de usar y tirar, como una niña lo haría tras obtener un juguete nuevo.

Que pensase eso de mí me dolió profundamente. Fue un golpe de realidad del que no fui consciente hasta ese entonces. A pesar de que lo que nos rodeaba a Mimi y a mí se sentía completamente distinto a lo que había vivido con cualquier otra persona, me sentí asqueada de mí misma de solo imaginar que esa era la imagen que daba. Para Mimi era algo nuevo, y yo debía estar dándole la imagen de estar banalizándolo.

Los Rangers, Ai, la camarera... Y ahora la mención de Aika. Una que pude haber aclarado, pero no lo hice.

¿En qué clase de persona me estaba convirtiendo? Se alejaba tanto de lo que alguna vez imaginé que sentí mi estómago volverse del revés.

Aika regresó entonces en mitad de otra de sus carreras. Su llegada disipó la sombra que cubría mis ojos y miré las pizzas que me extendía, con la mente repentinamente en blanco. Tuve que hacer un esfuerzo en hacer funcionar los engranajes de mi cerebro y estiré mis brazos finalmente, con movimientos rígidos y lentos.

—No te preocupes por eso —Le resté importancia a su confusión, apacible. Noté que la caja aún mantenía cierto calor cuando las sotuve entre mis manos, de modo que no sería necesario recalentarlas en el microondas. Su pregunta hizo que tensase los labios y aparté la mirada, dubitativa. ¿Debería... molestarla con algo así cuando nos acabábamos de conocer?—. Oh, sobre eso... Discutimos hace rato acerca de una estupidez, pero la situación se complicó un poco de más.

"Un poco de más" era un eufemismo. Una discusión tan insignificante y pueril nos estaba irritando lo suficiente como para sacar a la luz pensamientos que se habían mantenido enquistados hasta entonces.

Me preguntaba... cuántas cosas más pensaba de mí que yo aún desconocía.

Me aparté el flequillo con la mano libre en un ademán ansioso.

>>L-Lo siento, Aika. No quiero entretenerte con estas tonterías, debes tener mucho trabajo por delante —Miré la hora en mi reloj y después a ella, sintiéndome culpable por retenerla cuando su trabajo parecía peligrar por... alguna razón en particular—. Espero que el resto de la jornada se te haga más amena. ¿Crees que tendrás un hueco libre mañana?

 

Mimi Honda

Me dejé caer en la cama de espaldas y miré al techo. De un momento a otro mi mente se había convertido en una espiral inclemente que giraba alrededor de un mismo tema. Ya no era el orgullo, ni la obstinación, ni siquiera la frustración que sentía conmigo misma.

Era el hecho de que estaba genuinamente celosa cuando no tenía ningún derecho de estarlo.

Nuestra relación no era exclusiva. No éramos una pareja, no había sentimientos románticos entre nosotras... es más, ella estaba enamorada de Nikolah. ¿Qué importaba si salía por ahí y se tiraba a medio mundo? Daría exactamente lo mismo. Todas sus aventuras eran relaciones temporales porque la persona con la que realmente quería estar no estaba preparada para una relación.

La persona con la que Liza realmente quería estar no éramos yo, ni Aika, ni Ai, ni la camarera del restaurante de pasta. Era Nikolah.

Estaba... cansada de ser una opción. Pero había llegado a la conclusión de que jamás sería una prioridad para nadie. Desplazada. Rechazada. Relegada a ser un premio de consolación. Me aferraba a las migajas de atención y cariño como una estúpida desesperada.

Sentía asco de mí misma.

Apreté los labios, tensa, y me cubrí los ojos con el antebrazo.

—¿Qué estoy haciendo?—murmuré a media voz.

***

Aika por su parte no comprendía del todo la situación de Liza, había muchas piezas faltantes en el puzzle. Pero sabía que había algo que no estaba bien. La expresión de la muchacha era una de profunda consternación.

Quizás no sabía de muchas cosas pero sí sabía bastante de eso.

—Da... da un poco de miedo. Es como si hubiera usado cara susto pero como por mil...—comentó en voz baja y apoyó su espalda contra la pared. Su primera impresión de Mimi había sido... terrorífica—. ¿Vas a estar bien?

Su amiga no estaba allí ahora, era como si simplemente se hubiese quitado de enmedio al verla aparecer. Si había sido una discusión por una tontería alguien se lo estaba tomando más a pecho de lo que debería. ¿Pero qué iba a saber ella?

—¡No son tonterías, Lizachi!—exclamó repentinamente—. Te preocupa, ¿no es verdad? Si te preocupa lo suficiente para que pongas esa cara, entonces no es una tontería. Yo... no entiendo mucho de nada, ya ves que me olvido hasta de mi propio trabajo—soltó una pequeña risa, aunque era evidente que no le resultaba divertido en sí—, pero sé eso.

Convivía con sentimientos de inutilidad todos los días, sintiéndose inferior, incapaz de estar a la altura de su hermana muerta. Por supuesto sabía cuando las cosas eran tonterías y cuando no.

Tenía trabajo por delante pero podía quedarse un poco más para ayudar a alguien que consideraba una amiga. Al menos sentía esa conexión, latente, como quien tira de unos hilos invisibles.

>>Mañana, mañana...—alzó la mirada al techo y cerró los ojos para hacer memoria—. Creo que depende de la hora. Tengo que... eeh... hacer algo durante la tarde, pero tengo toda la mañana libre. Creo.

Giró la cabeza para mirarla y sonrió ampliamente. Todo en su expresión era jovial y desenfadado. Tenía la sonrisa inocente de una niña.

>>¿Quieres que hagamos algo juntas?

 

Liza White

"Da... da un poco de miedo. Es como si hubiera usado cara susto pero como por mil... ¿Vas a estar bien? "

Le dirigí una sonrisa pequeña y débil. Pero, pese a todo, fue honesta. Me nació del corazón.

—Mhm. Es mi mejor amiga —Le aclaré con suavidad. Al cazar su nerviosismo al vuelo, quizás preocupada por haber dicho algo inapropiado, la corregí con un movimiento ligero de mi cabeza, benevolente—. A veces puede dar miedo, sí. Sobre todo con personas que no conoce. Es... casi como un Glameow salvaje.

Cerré mis ojos, ensanchando aquella sonrisa entristecida que me supo agridulce en los labios. Cargaba un cariño genuino, sí. Pero también una culpabilidad enorme e incontenible.

>>Quizás intentes acariciarlo al inicio y te arañe, desconfiados y huraños como son por naturaleza. Pero, si te ganas su confianza, en el fondo son lo más mimoso y leal que existe en el mundo. Te lo prometo.

Lo sabía, por supuesto que lo hacía. Me lo había demostrado todos y cada uno de los años en los que llevábamos siendo amigas. Nuestro vinculo era muy fuerte y creí que nada se interpondría entre nosotras nunca...

Pero había estado tan equivocada.

Si nunca la hubiera besado ni propuesto aquella estúpida relación de amigas con derecho. Si hubiese controlado mis hormonas solo un poco más. Si dejase de tirarme a medio mundo quizás jamás la hubiera hecho dudar sobre lo importante que era para mí y lo irremplazable que era en mi vida. Quizás nuestra relación no estaría repentinamente repleta de baches; unos que quién sabe de lo que serían capaces de hacer en un futuro próximo.

Era mi mejor amiga, sí.

Y le estaba haciendo sufrir.
​

"¡No son tonterías, Lizachi...!"​

Repentinamente su voz me arrancó de la espiral de pensamientos nefastos en la que me había sumergido, devolviéndome a la superficie e instándome a volver a respirar. Me aseguró que lo que sentía no era una tontería y por un segundo sentí las lágrimas arderme detrás de las cuencas. Tenía tantas emociones arremolinadas en mi pecho que se me formó un nudo en la garganta y me obligué a tragar saliva con esfuerzo. Respiré hondo, haciendo retroceder un poco las lágrimas.

Entonces me comentó que tenía la mañana libre, en un aspecto más positivo y brillante, y lo vi como una buena oportunidad para conocernos mejor. Su sonrisa me hizo sentir cálida por dentro e hizo recular un tanto el dolor que se había instaurado en mi pecho. Uno que no se iba con nada.

—Me enteré que hay un parque de atracciones que ha abierto sus puertas hace unos meses, justo a las afueras de ciudad Témpera. Pero llevo tanto tiempo fuera de la región que sería la primera vez que lo visitase en realidad —La sonrisa que le dirigí cargaba al fin mi esencia, y no una sombra de quien era en realidad. Fue honesta y genuina, realmente ilusionada ante la perspectiva de pasar una mañana entera en un lugar así—. ¿Te gustaría venir conmigo?

 

Aika la escuchó en silencio sintiendo una sensación sumamente cálida extenderse por su cuerpo y formarle una suave sonrisa en los labios.

Era... extraño porque realmente no conocía a ninguna de las dos, pero tenía la impresión que de alguna manera, una parte de ella había estado esperando algo así mucho tiempo.

La idea de comparar a su mejor amiga con un Glameow la sorprendió un poco, eso sí... ¿pero quien era ella para juzgar? Además eran bastante lindos, ¿no?

—Se nota que la quieres mucho—le respondió con esa sonrisa suave. Y sintiéndose liviana, se le escapó una pequeña risa—. Estoy segura de que arreglareis lo que sea que pasó. Tienes todo mi apoyo, Lizachi.

Quizás ella también podría conocerla en algún momento y tratar de hacerse su amiga. Ya había alimentando Glameows callejeros antes.

Eran hoscos, huraños y orgullosos. Pero recordaba aquellas vez en que uno de ellos ronroneó felizmente mientras frotaba la mejilla en su pierna. Su propio Plusle, su Pokémon inicial, también había sido bastante terco al inicio.

El resto de la conversación derivó en un tema más liviano y brillante. El rostro de Aika se iluminó repentinamente cuando Liza propuso el parque de atracciones. Como le había dicho el día que se conocieron, le hacía ilusión la idea de visitar uno... pero nunca había podido hacerlo. Le gustaría poder llevar a sus hermanos, pero probablemente esa no fuese la mejor idea.

Minato era la única que podía controlar a esos diablillos.

—¡Me encantaría!—exclamó sin ninguna duda—. ¡Me gustaría mucho! Nunca he estado en uno... ¿Crees que me maree? ¡Me quiero subir en to~das las atracciones!—hizo una pequeña pausa—. ¡Ah! ¿Puede venir tu amiga también?

En ese momento su teléfono sonó y pidiéndole disculpas con un gesto de su mano, Aika se apresuró a responder.

—¿Aló—?

—¡Izumi!—una voz masculina rugió al otro lado de la línea y la chica de encogió sobre sí misma. Sonó tan alta, que incluso Liza la escuchó—. ¿Dónde estás? ¡Se me están quejando los clientes! ¡Mueve el culo ahora mismo!

Ah, mierda.

Justo cuando estaba pasando un buen rato la realidad llamaba a su puerta.

—¡J-jefe!

Aika se disculpó con Liza entre varias reverencias apresuradas y rígidas. Luego alzó la mano para despedirse y desapareció en carrera por el pasillo.

—¡Nos vemos mañana!

La vida laboral era atroz.

 

Liza White

Todo sucedió demasiado rápido. En mitad de nuestra agradable charla el jefe de Aika rugió al otro lado de la línea, haciendo que me sacudiese el oído y obligándome a cerrar uno de mis ojos con disgusto. Ugh, qué ruidoso. Si tuviese un jefe así le habría colgado y dejado con la palabra en la boca sin pensármelo dos veces.

Y mi rebeldía me habría costado el trabajo.

Nada nuevo bajo el sol.

El caso es que Aika tuvo que despedirse apresurada, muy a mi pesar, y agité mi mano en la distancia asegurándole que esperaría con impaciencia el día de mañana. Bajé mi brazo lentamente cuando estuve completamente sola, reparando en algo que había mencionado y que no tuve tiempo de responder.

"¡Ah! ¿Puede venir tu amiga también?"

Solté una risa baja y cansada, apenas audible.

—Sí —murmuré, alzando la mirada hacia el techo. El desasosiego me reptó nuevamente por la piel—. Eso estaría bien.

***​

Cerré la puerta de la habitación a mi espalda y tensé los labios durante un instante, impulsándome a mí misma a avanzar. El ambiente de la habitación conservaba la misma atmósfera enrarecida y sofocante pero era algo que debía enfrentar eventualmente. De nada servía huir. Además, eso no iba con mi estilo.

"Cuando tengas miedo, Liza, retrocede un paso y avanza dos".

Dejé ambas cajas sobre la mesa, de espaldas a la cama donde Mimi se había recostado. Abrí una de ellas, noté que no estaban cortadas y recordé que tenía unas tijeras de cocina en el cajón. El corazón me latía desaforado en el pecho a pesar de intentar distraerme con cada acción. Las emociones convulsas se revolvían y agitaban en mi pecho implorando por salir.

Sujeté las tijeras, giré sobre mis talones y la vi allí, cubriendo su rostro con el antebrazo. La vi y decidí que ya había tenido suficiente. Apreté mis manos en dos puños prietos, dejando caer la tijera a un lado.

Y entonces todo se desbordó sin orden ni concierto.

—No eres una más —Fue todo lo que dije. Quizás por lo repentino del asunto Mimi tardó en procesar de qué demonios estaba hablando ahora, y fruncí aún más el ceño sosteniéndole la mirada con entereza, mis orbes repentinamente cristalizados por las lágrimas. Apreté los dientes y alcé más la voz, frustrada tan solo conmigo misma—. ¡Dije que no eres una más!

>>No eres ni una opción de un catálogo, ni unas sobras, ni cualquier mierda que se te haya podido pasar por la cabeza —La voz se me quebró ligeramente pero me recompuse con celeridad. Podía ser un verdadero desastre a ojos de los demás: atrevida, osada, demasiado impetuosa para mi propio bien. Pero era esa misma valentía la que me estaba impulsando a decirle lo que verdaderamente pensaba.

Y me aferré a ello como un clavo ardiendo.

Las lágrimas, incontenibles, se deslizaron impávidas sobre mis mejillas cuando di un paso al frente con decisión.

>>¡Así que deja de hacer de menos a una de las personas más importantes de mi vida, idiota!

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