Yuzuki Minami El resto de conversaciones habían seguido ocurriendo a mi alrededor y atendí a ellas en silencio, ahora sí concentrada en lo que me correspondía. Escuché lo de los dones y recordé cómo en las islas bajo la oscuridad del eclipse y dentro de la oscuridad que brotaba de Rengo había sentido que recuperaba la fuerza que había perdido en Kioto, la que me habían arrebatado. No sabía hasta dónde saber que los aquí reunidos habíamos sido mirados por los Dioses era bueno o malo en el largo plazo, pero ahora suponía que sólo nos importaba completar nuestras misiones aunque... ¿Qué pasaría entonces, si teníamos éxito? Por otro lado Rengo le había contestado a Ko, fue una respuesta... Bastante Rengo de su parte, si es que eso tenía sentido y sonreí de manera sutil. Cuando terminé con mi tarea Yato me agradeció, ante lo que negué suavemente con la cabeza y le regresé la sonrisa. —No hay nada que agradecer —convine, tranquila. Si acaso había terminado de decir eso cuando alguien entró sin molestarse en ser sutil, el cuerpo me respondió antes que la mente y me enderecé, giré en redondo y extraje el colmillo de su saya. Con el brazo libre busqué a Hayato, incluso con la mano faltante busqué empujarlo detrás de mí tanto por protección como por conveniencia, por su arco, y mantuve el cuerpo frente a Yato pues era la persona herida. Pero entonces las voces rebotaron. Todos aquí somos coleccionistas, Kuro. La mano. Matahachi dijo el nombre de esta persona y no pude recordar si lo había escuchado en Kioto, pero sin dudas recordaba su rostro y su voz, antes de que el mundo se llenara de parches y del olor a hierro proveniente de mi cuerpo. Nos habían vestido de un blanco tan pulcro que había querido dejarme ciega y luego se empapó de sangre, mi sangre. Los ecos de las voces de Gendo y sus lazarillos, de Kuroki, estaban mezclados con el llanto de Takeda y el mío. El colmillo empezó a temblar en mi mano, me di cuenta y lo empuñé con más fuerza, como si aquello pudiera detener el terror que me corría por el cuerpo, pero también noté que me estaba costando respirar. Escuché algo de un objeto, creí recordar entre las manos de este infeliz un espejo de bronce, pero siquiera creí que fuese importante y no podía pensar con fluidez. Que Kato y Daidoji cubierto, la traición a Akishino, Hoshi, el eclipse y otro montón de cosas. Cuando Daidoji me miró y preguntó por mi brazo me quedé congelada, el temblor de mi cuerpo volvió a descontrolarse y la voz de Rengo me sonó lejana, como si viniera de otro lugar. Este desgraciado había hecho que mi mente regresara a Kioto y allí Rengo no me alcanzaba, no por completo. Al escuchar a Daidoji de nuevo mis gestos se descompusieron en una mueca de repulsión y miedo que no pude controlar, no noté que bajé el brazo tembloroso y con él la katana. Gendo se había pegado uno de mis dedos. A pesar de todo, Daidoji había cometido el error de subestimar a Rengo al desconocerlo y al no escuchar sus advertencias. Bastó la mención al acto asqueroso de Gendo para que el muchacho reaccionara, le entregó la katana a Kohaku y atacó, haciendo que ninguna de las armas que se había empuñado, ni siquiera las katanas de Kato, fuese necesaria. Me costó aflojar el cuerpo tomado por los temblores y regresé la katana a su saya con dificultad. Con la mano libre la llevé al muñón, no fue algo de lo que me diera cuenta, y se me cristalizaron los ojos al encontrar el vacío, el vacío al que empezaba a acostumbrarme pero que este demonio me había recordado. Mi destino había podido ser peor todavía, Gendo había podido tomarme, pero esto... ¿Por qué? —Confío en que puedan encargarse de esto —dije con un hilo de voz, esperando que cualquiera de los presentes me escuchara. Procuré poner tanta distancia entre Daidoji y yo como me lo permitiera el espacio, y me enjuagué los ojos tan disimuladamente como pude. El brazo entero se me había atenazado de dolor, un dolor que provenía de la mano que ya ni siquiera tenía, y seguía temblado.
[Matahachi; Kohaku; Tamura; Kumo; Rei] [Yato; Kato] [Yuzuki; Hayato; Togashi; Rengo; Hashimoto; Ukita] [Yurei: Taiki; Kozaemon; Sora] Daidoji respiraba con dificultad, se escuchaba fuertemente rodeado de aquel silencio. Un silencio que se había expandido desde las últimas palabras de Yuzuki mientras Hayato la envolvía en un abrazo; era un niño pero su protección era cálida, un escudo que ocultaba de la vista de Yuzuki a Daidoji y a Rengo con la sangre del enemigo. Kumo permanecía alejado; pero estaba tenso, aquella imagen tampoco le había sido indiferente. Tamura y Rei a un lado de Hachi quién comenzaba a acercarse a Daidoji, quién observaba directamente a Kohaku. Hashimoto y Ukita se interpusieron frente a Kohaku para romper aquella mirada. Matahachi dio un paso al frente. —¿Vas a interrogarme, Matahachi?— se burló Daidoji — ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué buscaba? —clavó su mirada en el cazador — No sabes qué preguntar. Él me ha dejado con vida porque no tiene la valentía de matarme. —dijo refiriéndose a Rengo —Cómo siempre, tú tendrás que hacerlo ¿No es así? Matarme. Hacer el trabajo sucio. Matahachi no titubeó y se acercó a Daidoji, este le sonrió. —Termina el trabajo, anda. —volvió a burlarse —Sé que no te gusta dejar cabos sueltos. — A partir de esa idea que tienes de mí. ¿En verdad crees que fui capaz de derrotarte a ti, a Sayuri e incluso a Gendo? Daidoji borró su sonrisa. —¿Crees que mostraría mi rostro después de haber torturado a Gendo? —Matahachi negó —Si hubiera estado allí. Yo no los habría dejado con vida. Daidoji miró a los ojos a Matahachi —No veo miedo en tus ojos ¿Por qué me pides que termine el trabajo? —preguntó Matahachi. Kato no separó la mirada de Rengo y le volvió a afirmar —Elimínalo. Rengo no se inmutó. —No me queda mucho. Esperaré paciente a la muerte— La voluntad de Daidoji no parecía vencerse. —Entonces; puede que yo te entregue un regalo, y así alargue tu sufrimiento— interrumpió Rei acercándose mientras se desprendía de su parche. Daidoji contempló al vació de aquella cuenca. Conocía perfectamente aquella maldición —Y con ese regalo podría matarlos. Aquí y ahora. Rei soltó una carcajada —¿Crees tener esa suerte? —¿Y ustedes? —Daidoji comenzó a reírse —¡No tengo miedo al dolor; estoy impaciente por morir! —se giró para mirar a Rengo — fui alumno de Kyogi, ¿Lo sabías? —sonrió — Tu deberías saber que perder sangre a veces representa poder — comenzó a reírse —Y hoy te voy a enseñar la lección de no dejar a tus enemigos con vida. Porque el sacrificio de sangre es el más poderoso de todos. La sangre de Daidoji iba siendo lentamente absorbida por shi; pero algo no estaba bien. —El shikigami en Nagoya— dijo Sora —¡ALÉJENSE DE SHI! Daidoji miró a Matahachi — Gendo me pidió que le cortara al cuervo las alas — sonrió con alegría mientras Rengo atacaba a Matahachi completamente ajeno de si, dejando atónitos a los presentes. —Hubiera sido mejor que esto sucediera con Takeda; pero con esto, sé que Gendo perdonará mis errores —Daidoji seguía sonriendo mientras se iba desvaneciendo su vida. Rengo miró a Matahachi mientras todos procesaban lo que había sucedido sin entenderlo realmente. Sora miró a Kato, quién también se mostraba sorprendido ante el accionar de su hijo. —No... esto debe ser una broma. Esto no puede ser, no... Matahachi escuchaba su respiración, sentía el calor de su propia sangre mientras pensaba en aquel día en la nieve, le habían prestado todo ese tiempo. ¿Y para qué? no pudo ejecutar su venganza, y allí en el suelo se sintió vacío; pero escuchó el ulular del Fukuro y recordó todas las vidas que ayudó a escapar del destino que ahora parecía abrazarlo, y por un breve momento pudo dejar escapar una sonrisa; a pesar de que en lugar de calor comenzaba a sentir el frío, el mismo que sintió en Tateyama. Contenido oculto Zireael Bruno TDF Gigi Blanche
Yuzuki Minami El abrazo de Hayato me supo cálido y su cuerpo, aunque pequeño, me permitió desconectarme un momento de la presencia de Daidoji. Correspondí al abrazo del niño dándole las gracias en voz baja y los temblores que se había apoderado de mí disminuyeron al menos un poco; habían seguido hablando, la voz de Daidoji me retumbaba en la cabeza y todo lo que decía sonaba extraño... Como si careciera de forma. Perder sangre a veces representa poder. Porque el sacrificio de sangre es el más poderoso de todos. Fue una suerte de presentimiento, porque creí sentir que mi cuerpo reaccionaba un instante antes que de que Sora hablara y mis movimientos, a pesar del terror que me corría por el cuerpo, sucedieron casi encima de su voz. Me liberé de los brazos de Hayato con brusquedad, no fue por él, fue porque comprendí las palabras de Sora a una velocidad vertiginosa. —¡El arco, Hayato! —ordené y me mantuve frente a él. Fue lo único que pude decir, porque entonces Rengo se abalanzó contra Matahachi y lo que salió de mi garganta fue un grito, llamé al nombre del que era prácticamente mi hijo con semejante desesperación que desconocí el timbre de mi propia voz. Habría sacado el colmillo de su saya, pero era Rengo, era Rengo. Era Rengo. Corrí hacia el menor de los Harima y con la mirada desencajada lo empujé con fuerza, pretendí alejarlo del cuerpo de Matahachi que ya se había desplomado y pensé en Kohaku, el pensamiento fue desordenado, me atenazó el pecho y sentí que la cabeza me daba vueltas. La imagen de Matahachi se fundió con el intercambio que acababa de tener Ko con Ren y me pregunté cómo podía pasarnos esto, cómo era que esto sucedía por culpa de un infeliz. Guía al elegido por Mara. ¿Cómo se suponía que lo hiciera? Para que él detenga al enemigo de los Cielos. ¿Cómo? Mi mano estaba detenida con firmeza en el centro del pecho de Rengo, pero podía oler la sangre y escuchar el ulular de Fukuro, recordándome que no era una pesadilla, que esto de hecho había pasado. No fui capaz de mirar más allá y me quedé congelada entre dos intenciones, miré a Rengo como si quisiera confirmar que era él, que seguía siendo él y en mis ojos palpitó una súplica, no supe de qué clase. Luego tuve que centrar las ideas, porque era justo de lo que se quejaba Sora cuando aparecimos: la ausencia de médicos. Aparté la mano de Rengo, mi tacto de hecho dudó de forma visible y giré todo el cuerpo hacia Matahachi, me acerqué y me arrodillé. El olor de la sangre me inundó la cabeza y mi mano respondió más que mi mente, actúe por memoria, por instinto, buscando alguna forma de ayudarlo, de poder salvar su vida aunque la sangre no paraba de fluir. Tuve que parpadear pues las lágrimas me obstaculizaron la visión. Tragué grueso, consigo arrastré una cantidad considerable del llanto y sentí el sabor salado al fondo de la garganta. —Escúchame —pedí controlando a duras penas el temblor en la voz—, escúchame, no dejes de escucharme. Todavía puedo hacer algo, todavía puedo. Mi pequeño no es un asesino.
Kohaku Ishikawa La noche se cernía con fuerza sobre nosotros, lo pensé al alzar la vista al cielo y, en vano, intentar encontrar alguna estrella. El eclipse llevaba varios días, pero en ese momento, ante la presencia de Daidoji, la oscuridad descendió y serpenteó entre nosotros, cargando el aire de una densidad ominosa e inquietante. Rengo lo había herido y no pude, no tuve forma. No lo comprendí a tiempo. No lo sabía. Gendo me lo pidió. Que había sido discípulo de Kyogi. Que le cortara al cuervo las alas. Siquiera llegué a respirar. El movimiento repentino, el destello de la espada ensangrentada, la cascada de cabello albino y la realización de que quien caía bajo el filo de shi era... era Hachi. No encontré nada coherente, nada con sentido, nada alcanzó mis oídos. Ningún pensamiento contrarrestó el inmenso silencio de mi mente. El mundo avanzó, Hachi cayó, Yuzuki se abalanzó junto a él. El tiempo... corría, seguía corriendo bajo este cielo espantoso, y lo entendí de golpe. Me perforó el corazón y quise arrancármelo. Hachi se moría. Estaba muriendo. Moví un pie, luego el otro, y no sé cómo llegué a su lado. Me arrodillé en el suelo, del costado opuesto que Yuzuki, y la imagen de su cuerpo, de la herida y todo el rojo borboteando, terminó de convencerme. Esto... era real. Estaba oscuro, aquello tibio empapando mi ropa era su sangre, el mundo no hallaba su eje y Rengo acababa de atacar a Hachi. Sus sollozos me alcanzaron desde una realidad diferente, parpadeé con fuerza y tanteé el aire con las manos. Era real, era real, era real. No podía serlo, pero lo era. Esto estaba pasando y lo supe, muy adentro mío. No necesité una voz para comprenderlo. El hilo, tenso, chirriaba en silencio. Finalmente. Estaba alcanzando mi límite, ¿cierto? —Hachi —musité en una exhalación, me incliné sobre él y acuné su mejilla con una mano, volteando gentilmente su rostro en mi dirección—. Hachi, ¿puedes oírnos? Estamos aquí. Acaricié su piel con el pulgar, fui incapaz de medir lo que ocurría en mi propio cuerpo y, por un breve instante, fui consciente de la presencia de mi padre, en algún lugar detrás de mi espalda. Corrí el flequillo de la frente de Hachi con suavidad; un resplandor tenue, blanquecino, brotaba de la yema de mis dedos, y me incliné hasta presionar mis labios allí. La sangre me manchaba. Debía estar sufriendo. Amanozako. —Dame tu dolor —susurré contra su piel, cerrando los ojos con fuerza—. Dame todo tu dolor. A cambio, regresa a Tateyama. Seiji sonríe, Kumiko te espera al pie del monte, todos te saludan. Por favor, te lo ruego, salva a Hachi. —Juega con tus amigos, date un festín. Respira el aire puro y sigue el vuelo de los halcones. Haré lo que sea, lo que me pidas. —El cielo es azul, no conoce límites, y el sol invernal brilla con fuerza. Es hermoso. Por favor. —Estás en casa, Hachi. Por favor. —Estás en casa, y no estás solo.
[Matahachi; Kohaku; Tamura; Kumo; Rei] [Yato; Kato] [Yuzuki; Hayato; Togashi; Rengo; Hashimoto; Ukita] [Yurei: Taiki; Kozaemon; Sora] Rengo se colocó a un lado de Yuzuki y Kohaku; su expresión de dolor visceral, real. Amanozako Mara Inari Ninguno podía hacer nada. "Si no está en Tateyama... no puedo hacer nada por él" la voz de Amanozako no era burlona como era su costumbre, genuinamente se escuchaba contrariada. "Yo no otorgo vida. Mi intervención es imposible" Mara tampoco se escuchaba tranquilo, sabía del dolor de Rengo; él entendía lo que era ser controlado. "Si estás hecho para la grandeza; no se te dará un trono, serás lanzado a la guerra" Su voz era neutral, inquebrantable. Matahachi miró a Yuzuki y afirmó levemente, la escuchaba; una voz dulce y amable. Ella también había sido lastimada como él por el Imperio, y allí estaba, peleando. Sonrió al sentir que dejaba a personas capaces, podían pelear en su nombre. Escuchó a Kohaku y la sangre palpitó nuevamente, recordándole que aun seguía vivo; que aun podía ver, oír, sentir. Aquella caricia en la mejilla lo obligó a mirar su rostro sin oposición alguna. Imaginó los halcones y aquel cielo azul mientras cerraba sus ojos con la tranquilidad que al fin lo albergaba, se sintió protegido, amado. ¿Estaba en casa? Aún no; pero pronto. Hashimoto se interpuso entre aquella escena; cómo si estuviera bloqueando a alguien allí presente, a alguien que nadie más parecía poder ver, Rei miró aquel movimiento de Hashimoto mientras Tamura y Kumo corrían hacia Matahachi con las lágrimas a punto de caer. —Hachi, escúchame... —le habló Rei — Levántate. La calma en la mente de Hachi fue nublada por esa voz. —Basta, que no ves que él...— Tamura se quebró al ver a su amigo, este se desvanecía entre estertores —Todos queremos que se levante; pero... —Es capaz de levantarse —aseguró Kozaemon; mientras que Kumo en un intento desesperado le ayudó a Matahachi a ingerir opio para el dolor. Rei se inclinó y le extendió la mano —Aun debes hacer un disparo más. Uno solo. Darás con tu objetivo Matahachi sonrió pensando que Rei quería motivarlo a su burdo estilo, hacerlo sentir bien en aquellos últimos momentos de vida, lo mismo que hacía Kohaku; así que abrió los ojos y le miró—Tendré que verlo desde otro cuerpo...— su voz se escuchaba mejor gracias a que los efectos del opio que ayudaron a mitigar el dolor; pero su mirada apagada alertó aun más a Rei. Rei se inclinó y lo levantó con toda su fuerza; separándolo del resto. La sangre seguía brotando. Le puso el arco y el carcaj en el pecho mientras sus amigos lo sostenían dedicándole miradas de odio a Rei. —Tienes un disparo más para que Shinatobe te otorgue algo ¿No es cierto? —Rei extendió sus brazos —¿Qué estás esperando? Matahachi negó con un mareo que casi lo hizo volver a caer; pero Rei se acercó y lo sostuvo —Tu objetivo era el mismo que el de Shinatobe. Te dijo que tenía un poder que debían detener —Rei le dio dos golpecitos en el cachete a Hachi para que se mantuviera despierto lo suficiente —¿No lo ves, niño? Yo tengo ahora ese poder. Yo tengo la maldición de Outakemaru. La mirada de Matahachi se encontró con la de Rei, era una idea brillante; pero sin muchos fundamentos —No puedo arriesgar que los dos muramos aquí, lo siento —bajó el carcaj y el arco mientras aun lo sostenían, quería cerrar los ojos, dormir. —No puedo dejar que uno de mis hijos muera sin siquiera haber peleado — Rei intentó motivarlo —Por una vez en tu maldita vida hazme caso. Se van a reunir los perros; si te mueres complicarás todo. No seas egoísta. —Si llegase a funcionar, y Shinatobe me otorga algo que salve mi existencia...no podré vivir sabiendo que te maté, sólo deja.... —¿Entonces dejarás a todos los aquí presentes cargando con el peso de tu muerte?— interrumpió Rei — Hachi, eres un líder. Tú toma esa responsabilidad de cargar con mi muerte, sé que podrás soportarlo. Solo cuida de Aki ¿quieres? Dile le orgulloso que estoy de ese muchacho —Rei volvió a extender los brazos para que disparara en su corazón — Te dije que con ese carcaj te demostraba mi lealtad. Úsalo y deja de deshonrar mi sacrificio. O me veré como un idiota aquí con los brazos extendidos. —¡Toma ya esa decisión!— lo presionó Hashimoto. Matachachi levantó con mucha dificultad el arco; tomó una flecha de su carcaj y tensó el hilo; pero parecía que la flecha tiritaba de frío. El miedo, la incertidumbre, el dolor y el cansancio lo querían obligar a bajar los brazos. —¡SUELTA LA MALDITA FLECHA, NIÑO! ¡SÚELTALA YA! —Gritó Rei mientras que Hachi soltaba la flecha a la par de que las lágrimas caían de su rostro. Rei sonrió al sentir el fuerte viento aproximándose —Si no puedo estar contigo en el vuelo, seré el viento que te impulse a llegar. Rei comenzó a caer cuando Hachi logró recibirlo entre sus brazos, su fuerza había regresado; y aquel hombro ya no estaba herido. Hachi permaneció abrazando el cuerpo de Rei; antes de que él también cayera desplomado a su lado. Yuzuki pudo comprobar que la herida de Hachi había sanado, dejando una gran cicatriz. Mientras tanto, la perla en el interior de las pertenencias de Hachi comenzó a irradiar un color dorado el cual iluminó la habitación. Contenido oculto Zireael Bruno TDF Gigi Blanche
Yuzuki Inumura Minami Inari. Inari, ¿puedes escucharme? ¿Papá puede escucharme? Necesito ayuda, no podemos dejarlo morir. Los Dioses nos habían mirado y a la vez no podían ayudarnos, la certeza me alcanzó cuando Kohaku se acercó a Matahachi y en medio de su dolor, del dolor de ambos y la sangre, le habló y lo trató con delicadeza. El gesto siguió anundándome el estómago y seguí hablando en paralelo, a un tono más bajo que Ko. Ni siquiera supe qué estaba diciendo, quizás le conté de la borrachera en el barco, tal vez de cómo el zorro de Aki me entregó la perla, quizás solo insistí en que no dejara de oír a Kohaku, que no dejara de atender a su voz, puede que hiciera todo eso a la vez. Él había asentido, pero... pero yo entendía que esto no iba bien, un cuerpo no podía perder toda esta sangre tan rápido y sobrevivir. De repente sentí ira hacia los Dioses, hacia estos dones que nos entregaban, sus misiones y lo poco específicos que eran. ¿Iban a dejar que esto pasara nada más? ¿Que uno de nosotros, de sus perros, muriera de esta manera? Rengo, junto a Kohaku y yo, miraba la escena y su dolor era real, no tuve que verlo para saberlo. Todo por el infeliz de Daidoji, todo por el maldito Gendo y sus parásitos. Una y otra vez nos hacían esto, nos marcaban, nos aterraban y nos lo quitaban todo. Las lágrimas me empapaban el rostro y usé todo lo que pude buscando detener el sangrado sin éxito, el calor de su sangre me empapó también la mano y el brazo mutilado. No me di cuenta de mi propio llanto, tampoco le permití obstaculizar mi tarea y cuando Hashimoto se interpuso fue cuando comprimí los gestos sin desatender a Matahachi, porque recordé la misiva. ¿Era Enma, acaso? ¿Qué iba a detener Inugami si no? Íbamos a perderlo. Iba a morirse en nuestras manos. —Gracias —le dije a Kumo con un nudo en la garganta cuando apareció con el opio y al repetir el agradecimiento no filtré la manera en que le hablé al muchacho—. Gracias, cariño. Eso está mejor. Iba a morirse, pero no merecía este dolor. —No puede levantarse —le reñí a Rei, molesta y frustrada, pues insistía en ello junto a Kozaemon. A pesar de la intervención de Tamura, Kumo y ahora la mía, Rei tomó al muchacho y por su segundo pretendí aferrarme a él, sujetarlo e impedirle apartarlo de mis manos, de las de Ko. La sangre siguió fluyendo y creí escucharme a mí misma suplicar que no lo moviera, que no le hiciera más daño. Todo lo demás, el motivo que empujaba a Rei, no lo registré, no podía con tantas cosas al mismo tiempo. —Pero Aki —murmuré desde mi lugar entre la sangre ajena y me encogí sobre mí misma al escuchar a Hashimoto presionar al muchacho, seguido de Rei nuevamente. La flecha temblorosa abandonó el arco, cortó el aire y perforó a su objetivo. La sucesión de eventos me dejó congelada un instante, pero en cuanto el cuerpo de Rei cayó y Matahachi lo sostuvo, habiendo recuperado su fuerza, me levanté a trompicones y acudí a su lado un instante antes de que se desplomara también. No pude mirar a Rei, simplemente no, lo había reñido por sus formas con Aki, pero este hombre... Lo intentaba, lo había intentado. Enmendarse como padre. Todo lo que pude hacer entonces fue revisar de nuevo al muchacho solo para darme cuenta que la herida que lo había dejado al filo de la muerte había cicatrizado. El grosor de las lágrimas aumentó y un poco a tientas busqué cubrirlo con sus ropas, siquiera había hablado con este chico, pero eso no significaba nada. No sabría qué habría pasado si moría. Les prestaré la fuerza que me queda y cuidaré de los suyos sin distinción cuando llegue el momento. Me limpié la sangre de las extremidades en la ropa, sorbí por la nariz y mantuve los ojos en el muchacho. Me sentí agotada, pero al menos no habíamos sido abandonados. No del todo. El caos fue tal que no reparé en el brillo dorado que empezaba a surgir entre sus pertenecias, iluminando el lugar. —Ko —llamé con suavidad y me limpié también el rostro con cierta dificultad, pues estaba temblado de nuevo aunque por motivos distintos—. Su herida está cicatrizada. Hachi está vivo, está vivo. Me levanté otra vez, aturdida, y entonces vi el cuerpo de Rei. Me quedé allí de pie solo mirándolo una cantidad de tiempo que no pude cuantificar y cuando mis piernas reaccionaron volví con Rengo mientras seguía tratando de quitarme tanta sangre como pudiera de la piel. Al alcanzarlo lo envolví en un abrazo y desde allí busqué a Hayato con la mirada para siquiera pretender tranquilizarlo. No pude decirle nada al menor de los Harima, no de inmediato, no me salieron las palabras, y todo lo que hice fue sostenerlo entre mis brazos y así comencé a mecernos suavemente a los dos. Lo consolé como si fuese un niño pequeño de nuevo, el pequeño Rengo que corría con el cabello en el rostro y al que debía peinar. —Tú tampoco dejes de escucharme —le pedí en voz baja, sin dejar de arrullarnos—. ¿Me oyes, Ren? No fuiste tú. No fuiste tú.
Kohaku Ishikawa La energía blanquecina había cosquilleado entre mis dedos, como una pequeña chispa en el chasquido de dos piedras; pero, sin importar cuánto lo intentara, no lograba fluir. No alcanzaba a Hachi. Desistí, frustrado, y una voz en mi cabeza se preguntó de qué servía yo aquí habiendo perdido mi energía espiritual. Me limité a evocar imágenes dulces, a pintar aves y rayos de sol cálidos en esta inmensa bóveda negra, con la mera esperanza de que algo de ello alcanzara a Hachi. No podía hacer más por él, no podía. Pero si lo peor ocurría, si su corazón dejaba de latir, entonces yo... Le dejé algo de espacio al resto, reticente, y busqué a Taiki sobre mi hombro. Mi mirada se había irritado, permeada en un cristal que aún no se rompía, pero mi voz sonó firme y decidida. —Padre —lo llamé, en paralelo a los pedidos de Rei y las quejas de Tamura—. El ritual que usaste con Byakko... Suspendí la solicitud allí, confiando que él lo comprendería y valiéndome del tumulto general para que mi idea pasara desapercibida. Pronto, sin embargo, Rei forzó a Hachi a levantarse y regresé mi atención a ellos, confundido y alertado. Pero ¿qué hacía? ¿No veía que estaba muy débil? Aguardé, sin embargo, pues algo en mi interior sabía que Rei no haría esto sin un buen motivo. Lo tenía. Era noble, era inmenso y, apenas lo entendí, mis lágrimas comenzaron a fluir irrestrictas. Pensé en todo. En lo intimidante que me había resultado en Shima, en el cariño que siempre le profesó a Hachi, a su manera; en cómo bebía sake cual esponja, en sus bromas, su tono hosco, sus lágrimas. Pensé en los últimos días de calma que habíamos compartido en Mizayu, su forma de caminar, sus risotadas. Pensé en Hachi, lo vi temblar. Tenía que matar a Rei. Perdería otro padre. —No... —musité, desde mi pequeño e impotente lugar, viendo a Rei extender los brazos—. ¿No hay otra manera? ¿No podemos...? Y por su propia mano. La flecha silbó y fue como si el mundo se detuviera por un instante, a medio giro. La vi perforar el pecho de Rei, y lo vi a él tambalearse y caer en los brazos de Hachi. El dolor que sentí poseyó una naturaleza diferente, me llevé una mano al pecho y arrugué mi ropa, sin parar de llorar en silencio. Ni siquiera lo intentaba, las lágrimas sólo corrían. Los vi, los vi y los vi, allí, abrazados, sin ser capaz de mover un músculo. Era injusto. Era... tan injusto. No fue hasta que Yuzuki me confirmó que Hachi vivía que pude destrabar el cuerpo. La miré sin verla, por fin logré comprender sus palabras y la sucesión de eventos, cruel y vertiginosa, se asentó. Ella se desvió hacia Rengo, a quien miré unos pocos segundos, y entonces avancé en dirección a Rei y Hachi. Percibí el brillo dorado, me arrodillé junto a ellos y esculqué entre las cosas hasta dar con la perla. Hachi... ¿había cumplido su misión con Shinatobe? ¿Eso qué significaba? Comprimí la gema dentro de mi mano y la apoyé en mi regazo, desviando la vista a Rei. El parche que llevaba sobre mi cuenca vacía palpitó, el momento donde me lo obsequió acudió a mi memoria sin permiso y mi semblante se tensó. Las lágrimas regresaron. —Gracias —musité, con la voz ahogada, y los hombros me temblaron; fui cayendo en la realidad más y más—. Gracias, Rei. Gracias... Y lo siento. No sabía qué hacer por ellos, si había algo en absoluto. Con movimientos lentos, me quité una vez más la piel de lobo de los hombros y la dejé caer sobre ambos, sobre el abrazo que no me atreví a romper. Cuando Hachi despertara... Su mundo sería aún más frío y oscuro. Intenté tomar mucho aire y liberarlo poco a poco, y sorbí por la nariz. Busqué a Tamura con la mirada, en un pedido silencioso de que viniera a mi lado. Noté por fin que mi ropa estaba empapada de sangre, que empezaba a enfriarse. —Rei dijo que Hachi podría soportar esto —murmuré, quedo—. No dudo que pueda, pero no debería hacerlo a costa de sí mismo. Tenemos... que estar aquí para él, para compartir su peso. Hasta que nos permita hacerlo. Ahora que no tenía mi energía espiritual, ahora que Rei se había ido, necesitaba... Tenía que hacer algo. Ya lo había pensado antes, en algunas ocasiones, y la voz de Sora repiqueteó. La ausencia de médicos. —Yuzuki —la llamé transcurridos varios minutos, sobre el silencio que pesaba en nuestros hombros, y giré el torso para mirarla—. ¿Me enseñarías lo que sabes? Una parte, al menos. He observado durante toda mi vida y creo que puedo aprender rápido. No podemos depender de ti para todo, quiero... quiero ayudar. Contenido oculto Técnicamente pasé a nivel 4, por lo que técnicamente vendo mi habilidad de Comercio y compro la de Medicina :D Aviso para que tenga sentido la última parte del post. Tenía esto planeado since ages ago y por fin pude hacerlo en un momento muy lore accurate (?
[Matahachi; Kohaku; Tamura; Kumo] [Yato; Kato] [Yuzuki; Hayato; Togashi; Rengo; Hashimoto; Ukita] [Yurei: Taiki; Kozaemon; Sora] Taiki mantuvo silencio en aquel momento; sabía que era conocimiento que aun no podía transmitirle a su hijo; pero después lo vio aprendiendo de medicina en aquel momento tan crítico, demostrando su carácter. Tamura se había acercado a Kohaku, escuchó sus palabras y estaba de acuerdo con ellas; pero no confirmó aquellas palabras, sólo colocó una mano sobre su hombro y lo apretó con fuerza —También podremos compartir tu peso. Los amigos estamos para equilibrar la carga, no soportarla por completo. Hayato se dejó acurrucar, temeroso. Rengo se intentó alejar sin mucho éxito; ambos fueron arrullados y las palabras de Yuzuki provocaron más llanto en Rengo; pero no correspondió el abrazo y se separó con fuerza. —Si fue él, deja de excusarlo —intervino Kato mientras Sora inútilmente lo intentó detener del antebrazo; su mano incorpórea lo dejó escapar. —Fueron tus manos y tu debilidad de mente — Kato siguió arremetiendo mientras Rengo lo observaba —Y a pesar de toda esa fuerza, nuevamente lo único que haces es llorar. —Basta —le rogó Rengo a su padre. —¿Vas a seguir justificándote? —le recriminó Kato — Es culpa tuya. —Lo sé, debí eliminarlo cuándo me lo pediste. Pero soy incapaz de matar, yo...— agregó Rengo. —Si no eres capaz de ejercer violencia no eres pacífico, eres inofensivo. Tú decidiste aferrarte a vivir y no sabes atenerte a las consecuencias. — Kato le señaló con severidad —¿A qué has venido hasta acá, armado y sin otra cualidad más que tu poder? No eres necesario si no vas a convertirte en el demonio que eres. Te vuelves un peligro. "Destruye lo que más ama; puede que caiga en el abismo del olvido o renazca como demonio" Rengo pensó en Aki, en el peligro que hubiera sido que estuviera allí. Las lágrimas seguían cayendo, pues era el causante de la muerte Rei; había dejado sin padre a Aki siendo que recientemente habían vuelto a conectar. Había casi eliminado a un gran amigo de Kohaku, y a Matahachi lo había obligado a tomar el peso de su error. "Y cuando adquiere la mirada de un demonio, será capaz de derrotar al otro; así su sangre trasciende, el legado sigue" Kato observó a Matahachi, después a Kohaku y por último a Yuzuki —Cada individuo aquí presente ha enfrentado a sus propios demonios —volvió a mirar a Rengo —Tú sólo has tenido suerte por haber nacido Harima. Rengo afirmó, no lloró más —A pesar de todo. He podido detenerte. Recuperé a shi, no la heredé por compartir tu casta. Kato también afirmó —Sientes orgullo por esa acción y con todo eso no admites tu naturaleza. Ya has portado esa arma lo suficiente —Kato extendió su mano para recibir a shi —Yo no temo matar, dámela. Yo terminaré tus obligaciones, te doy con esto la libertad que siempre has querido. Ve a dónde quieras, deja la responsabilidad en los hombros de todos los demás. Rengo colocó sus dedos en la saya de shi —¿Tú que hubieras hecho si asesinabas de esta manera? Kato miró hacia Sora para después volver hacia Rengo— Seguir adelante. Eso es lo que hace un guerrero. Rengo tomó a shi y con manos temblorosas la separó de su obi, dispuesto a entregársela a Kato. —Ko —dijo Rengo sin mirarlo a la cara, cerró los ojos aun con shi en manos, temblando — Lo siento, no quería hacerlo, aun así —pausó sin completar su oración— perdón. Aki, perdóname. Contenido oculto Zireael Bruno TDF Gigi Blanche Aun no actualizo fichas
Yuzuki Minami Kohaku pudo mover el cuerpo luego de que le confirmara que el muchacho estaba vivo, pero el pobre niño llevaba rato sin poder dejar de llorar y aunque yo me desvié a Rengo y Hayato, escuché el agradecimiento hacia Rei y abracé a mis niños con más firmeza, al menos tanto como pude y me di cuenta que Rengo no correspondió el gesto. La idea hizo que una nueva corriente de lágrimas me empapara el rostro, pero busqué a Ko cuando llamó a mi nombre. —Todo lo que necesites —accedí de inmediato—. Te enseñaré todo lo que pueda. Sé que quieres ayudar y sé que podrás. Rengo se separó de mí con fuerza, luego escuché la voz de Kato y solté a Hayato con cuidado, instándolo a quedarse atrás de nuevo. Me ardían los ojos, me dolía la cabeza y estaba empapada de la sangre de Hachi, había visto el sacrificio de Rei y las lágrimas de Ko ante la impotencia que teníamos como simples personas que éramos. No tenía interés en permitir que las creencias de Kato siguieran lastimando a los míos. Sora había intentado frenarlo, pero su estado no se lo permitía y entonces yo avancé. Sus palabras me punzaron en la cabeza, como agujas, y si no fui imprudente fue porque allí mismo estaba Hachi, muerto en vida, y el cuerpo de Rei. Algo de respeto había que guardar, pero este nombre no conocía la palabra y yo estaba cada vez más enfurecida con él. —Escucha a tus hijos cuando te piden que te detengas —susurré para no alterar a los demás y mantener esto entre nuestros límites tanto como fuese posible. Interpuse el cuerpo cuando ya Rengo había llamado a Kohaku y sus manos seguían sujetando a Shi, avancé con intención de poner distancia entre él y su padre, entre esta pesadilla que no lo dejaba en paz, que le abría el abdomen y lo dejaba para morir y le repetía que no era necesario. No me importaba quién fuese Kato, la cantidad de sangre en sus manos, ni su utilidad final—. Rengo pudo elegir huir desde el momento en que los perros fuimos convocados, pero está aquí y ha madurado, pero nadie puede mostrar eso frente a ti nunca, eres el terror de estas personas y yo estoy cansada de permitirlo. Ya no más demonios, no mientras yo esté viva. Daidoji fue un error terrible es cierto, pero son ellos a quienes Rengo debe responder. No a ti, ni siquiera a mí. Di un paso más hacia Kato luego de señalar brevemente a Matahachi, Kohaku con Tamura y el cuerpo de Rei, también me refería a Akihito aunque no estaba aquí. Seguía pretendiendo separarlo del resto, evitar que esta conversación ocurriera aquí. La perla de Matahachi había cambiado, así que esto... ¿Habría tenido que pasar de todas formas? No podía terminar de entenderlo, siquiera habíamos podido hablar de nuestras misiones cuando Daidoji apareció. —Incluso si empuñaras a Shi, no es a ti a quien debo guiar así que retrocede.
Kohaku Ishikawa La mano de Tamura se presionó en mi hombro, fue una sensación reconfortante y cerré los ojos con fuerza, sólo un momento. Sabía que no estaba solo, era... era difícil de explicar. No lo estaba, nunca lo había estado, y al mismo tiempo, a veces todo se sentía tan distante y silencioso. Asentí, sin embargo, y al mirarlo, apoyé mi mano sobre la suya. Le sonreí. —¿Cómo era? ¿El Equipo Shijin? —recordé, junto a una risa muy floja, y tuve que sorber por la nariz—. Estamos juntos en esto. Lo estamos. La voz de Kato, como era lo usual, rasgó la tristeza del ambiente con sus impertinencias. Lo escuché tras mi espalda y suspiré, aguardando algunos segundos para ponerme en pie. Giré el cuerpo hacia la discusión y me mantuve quieto, en silencio. Ya conocía esta historia, la había visto en el archivo de Kamakura. Kato había irrumpido, contaminó la mente de Rengo y, en consecuencia, anuló sus emociones. Sabía que no poseía toda la información, sabía que no tenía las herramientas para juzgar, pero también estaba cansado. Y por fin había encontrado mi voz. Rengo llamó a mi nombre. Fue trémulo, sonó atemorizado, y siquiera logró mirarme. Yuzuki intervino, de hecho esperé que lo hiciera pues era evidente que ocurriría, y aproveché el momento posterior para avanzar hacia Rengo. Me situé a su lado y, con delicadeza, envolví una de sus muñecas, instándolo a bajar los brazos. Mi otra mano se posó en su hombro. —No es tu culpa, Rengo —murmuré, y entonces alcé la voz al dirigirme a Kato; lo había visto abrir el cuerpo de su propio hijo, pero ya no me atemorizaba—. ¿Qué habría de demostrar un asesinato cuando es tan fácil derramar la sangre ajena, cuando no se precisa de motivos para hacerlo? Matar en tiempos de paz y permitir vivir en tiempos de guerra, eso es lo verdaderamente difícil. Esa es la verdadera fortaleza. Una fortaleza que no comprenderías a menos que la poseyeras en tu corazón. Bajé la vista a shi un momento y mis manos sobre el cuerpo de Rengo presionaron suavemente. Regresé la vista a Kato. —Nada diferencia una espada legendaria de un cuchillo de carnicero más que su portador. Una katana con el poder de shi pertenece a quien duda al blandirla, quien recuerda cada uno de los cortes que infligió, no quien se jacta de merecerla. Necesitamos humanos, no demonios. Y Rengo, a pesar de todos tus incesantes esfuerzos, es una de las personas más humanas que conocí nunca. —Regresé la mirada a Rengo, a quien le hablé con suavidad—. Así que no te disculpes, porque no hay nada que disculpar. Jamás será un error priorizar la vida sobre la muerte, no importan las consecuencias.
[Matahachi; Kohaku; Tamura; Kumo] [Yato; Kato] [Yuzuki; Hayato; Togashi; Rengo; Hashimoto; Ukita] [Yurei: Taiki; Kozaemon; Sora] —No lo entienden, jamás podrán entenderlo — Inició Kato. —Él y yo tenemos un pacto —Mostró la palma de su mano, una línea rojiza justo al centro — Soy yo quién debe tomar su vida, él mismo selló ese destino. Y con él, el mío. Desde antes de cualquier correlación tenía un deber, ahora con la misión que se me ha impuesto se ha unido a ese destino. Kato afirmó y miró a Rengo. —La misión que me ha dado Hachiman —después volvió la vista a Yuzuki —Y si tu misión es guiarlo, yo seré esa sombra que los siga hasta que consigan dicho objetivo. Después yo ejecutaré el mío. Kato clavó la vista en Kohaku — Él podrá ser vulnerable y noble con el mundo; pero hay una gran excepción a su benevolencia —llevó su mano al pecho — Siempre he sido yo. Él pacto que ha hecho conmigo es para sellar mi muerte, y ahora hacía lo mismo entregándome a shi, él sabe que esa katana me destruiría, lo ha hecho antes. Aun así iba a entregármela para tener una excusa para matarme y no pasar como un asesino al igual que su padre —Kato sonrió. —¡Deja de mentirte, Rengo! Tú siempre has querido matarme. Y no; no tienes miedo de hacerlo, a lo que temes es al juicio después de la acción. A ser considerado un verdadero demonio por estos ojos que te creen el alma más pura —negó — Si tu alma fuera pura no hubieras atraído al Dios de la muerte. Rengo desenvainó a shi y lanzó la saya al piso; cortó la palma de su mano para extendérsela a Kato — Promete que cuidarás de mí en esta guerra. Kato miró aquella mano y negó —Tú siempre fuiste el guerrero que debía volverse perfecto; pero no lo eres. Y nunca lo serás. Porque esperas a que alguien más haga lo que tú no tienes el valor de hacer, no estaré detrás tuyo matando para que tú no te ensucies las manos —Kato no apartó la mano de Rengo; sólo se acercó a él — Al ser creado para la grandeza, tu verdadero sitio es la guerra. ¿Sigues sin entenderlo? —Kato arremetía verbalmente como nunca lo había hecho, mientras sus armas descansaban a sus costados sin siquiera la más mínima intensión de ser desenvainadas —Tu verdadero miedo es darte cuenta que eres como yo. — Te equivocas —contestó Rengo y bajó su mano — para tener esa suerte tuve que volverme loco, perder mi brillo y sangrar en silencio. Quebrarme sólo y usar una sonrisa que mintió mejor de lo que pudo haber hecho cualquier máscara. No lo he manejado bien, porque no tuve otra opción, tenía que sobrevivir. De ti, de todos los que buscaron matarme por la idea que tenían de mí. "Deja de llorar Rengo, vuelve a tu entrenamiento. Y no me vuelvas a mostrarme como sangras" —Te enseñé a desconfiar, y por ello nadie pudo usarte. No caíste en las trampas de tu madre a pesar de que plantó en Kamakura a un enemigo que te enseño del mal en tus lecciones. Sobreviviste, si. Por cuenta propia, aprendiste a escalar la montaña a pesar de que te cortaron la cuerda, supiste diferenciar la verdadera amistad y el amor verdadero con tus propios ojos —Kato se acercó y sujetó a shi del filo, sangrando en ella para arrebatársela a pesar de que Rengo peleó por ella. Kato la dejó caer sin cuidado alguno — La dureza actualmente es la regla de este mundo. La ternura es un lujo que nadie puede permitirse. El tener esa maldad en tu interior es lo que verdaderamente te hace humano; no deidificarte como un ser perfecto como creen que eres. Por eso te entregué la caja de música en Kamakura. Yo siempre he creído que puedes dominar esa maldad; así que no trates de ocultarla. No seas patético. Rengo miró a shi, cómo si estuviera disculpándose. —El sacrificio de sangre es el más poderoso de todos —levantó su mano aun sangrando y llevando su mano a ese mechón tan particular en su cabello; el mismo color que el cabello de Takeda; esto hizo que Rengo volviera a mirarlo— Hana me hizo prometer que si la muerte me quiere; debe demostrar que es digna de llevarme —le extendió la mano a Rengo. Rengo observó aquella mano, una que siempre le fue negada. "Se fuerte, Rengo" El recuerdo de Kato diciéndole aquellas palabras después de patearlo resonaron para comprimirle el pecho —¿Quieres que te libere del pacto? —Preguntó Rengo desviando su mirada a su mano sangrante, la cual extendió hacia Kato; Kato extendió su mano; pero no para tocar la palma con su sangre. Kato obligó a Rengo a colocar su palma en su pecho; manchando su ropa que ahora portaba blanca. —No debes temer a la sangre — Kato le mostró su mano sangrante y cerró el puño con fuerza — A tu enemigo no le importará la tuya o la de los que amas. Tienes más valor estando vivo, siempre recuérdalo.— Kato usó aquellas palabras en Kamakura cuando hizo el pacto con su hijo, pero esta ves fueron transformadas. —Incumpliré mi promesa, no necesito que levantes el pacto —Dijo Kato dándole la espalda a Rengo — Yo no le temo a tu sangre. A fin de cuentas, también es mía. —Espera, por qué... —Todos tenemos un deber, yo asumí el mío sin quejas —interrumpió Kato a Rengo mientras sacaba aquella perla que lentamente se convertía en dorada —Y si aun está en ti el deseo de matarme; estaré dispuesto a enfrentarte— Kato miró a Yuzuki —Él y yo somos demonios; y sólo un demonio puede levantar a otro— dijo para después lanzar la perla doraba hacia Kohaku — El resto lo dejo en sus manos, muéstrenme ese mundo amable por el que me enfrentan constantemente, demuestren que no es simple palabrería absurda. Ysi descubren que así es, no tengan el descaro de verme a los ojos —Kato miró a Sora quién se acercó a él nuevamente con una sonrisa —Yo nunca quise que me inmiscuyeran en temas espirituales, iré a ser útil en otra parte. He terminado aquí. Kato salió de aquel sitio; aun con sangre en el brazo y mano, a pesar de que había yokai en el exterior. Aquello no parecía importarle en lo más mínimo. —Kato Harima...— Hashimoto habló en voz baja —Ahora te entiendo —sonrió ligeramente. —Que frustrante ha de haber sido para ti que un Dios tuviera que obligarte a disculparte. —¿A eso se le puede llamar una disculpa?— preguntó Ukita. Rengo afirmó; comprimiendo su mano cerrada al pecho para después girarse hacia Kohaku y Yuzuki y abrazarlos a la par; su cuerpo temblaba y el llanto fue ahogado. Era algo que Rengo jamás quiso admitir, ese deseo silencioso por se aceptado por un padre que jamás le mostró una pizca de cariño; pero que lo entendía, que había leído sus deseos y ambiciones más profundas. Contenido oculto Zireael Bruno TDF Gigi Blanche Sigo sin actualizar fichas.
Kohaku Ishikawa Al oír a Kato mencionar a Hachiman arrugué el ceño, confundido. ¿Le había dado una misión? ¿Eso significaba que Kato, también, era uno de los perros? Pero, según la información que manejaba desde Shima, los perros éramos siete y Hachiman no figuraba entre los dioses involucrados. Él y Rengo siguieron hablando, para lo cual les brindé algo de espacio, mientras intentaba darle sentido a la situación. Mostraron sus palmas, la sangre brotó, y mis dudas se disiparon al ver la perla dorada brillando en manos de Kato. No lo entendía muy bien, pero... parecía ser algo bueno para Rengo. Atajé la perla en el aire, se sumó a la de Hachi, que había mantenido conmigo, y las observé juntas, el resplandor que emitían. Escuché las palabras de Kato, alcé a mirarlo y esbocé una pequeña sonrisa serena. Era la serenidad que acompaña a una determinación firme y a una creencia inamovible. —Es el caos que hay en la paz, la paz que existe en el caos, y la luz que reside en la oscuridad. El mundo no es cruel ni amable, es la amabilidad que hay en la crueldad a lo que elijo aferrarme. Firme y lentamente, hasta que un día las fuerzas se equilibren. —Cerré el puño donde sostenía las perlas doradas y lo acerqué a mi pecho. Bajé la voz al agregar—: Y se equilibrarán, estoy seguro de ello. No creía y tampoco me interesaba cambiar la visión de un hombre como Kato, eso no significaba que mis propios ideales fuesen más débiles que los suyos. Simplemente divergían. Tras su retirada, Rengo se giró hacia nosotros y recibí su abrazo con calma. Mi sonrisa se ensanchó, pues me hizo gracia y me causó bastante ternura acabar en este... ¿abrazo triple? Me valí del brazo correspondiente para alcanzar su espalda y le conferí una caricia amplia. No olvidaba a Rei ni a Hachi, jamás podría hacerlo, pero entendía que este momento era importante para Rengo. Y Rengo, también, era importante para mí. —No creo que seas puro ni perfecto —murmuré, haciendo alusión a aquello de lo que Kato nos había acusado, sin romper el abrazo—. Sólo creo que eres Rengo, que has atravesado muchísimas cosas, y que eres una buena persona. Ni pura, ni perfecta. Sólo buena. Se me aflojó una risa breve, pues eso de repente sonaba un poco mal, y retrocedí ligeramente para encontrar su mirada. Deslicé la mano hasta su hombro y compartí un breve vistazo con Yuzuki. Era consciente de lo que acababa de pedirle y que esta era una buena oportunidad para comenzar a aprender, pero también supuse que Rengo, en este momento, preferiría saberse acompañado de su familia. —Los dejaré para que hablen y revise tu mano —avisé, le sonreí a ambos y me alejé. Le eché un vistazo a Hachi, atento a si despertaba, y decidí acercarme a Sora. —Señora Tachibana —la llamé, con el mayor respeto en vistas de la situación y la diferencia de rango—. Si no es mucha molestia, ¿podríamos retomar la conversación anterior? Volví a sacar, entonces, el pincel de cerdas doradas que había pertenecido al zorro, el falso Ishikawa.
Yuzuki Minami Suspiré con algo de hastío ante la respuesta de Kato y miré la marca en su mano en cuanto la mostró, pues si estábamos aquí era justo por eso, ¿no? Por ello Rengo podía encontrarlo, ni más ni menos, a pesar de ellos los detalles eran, como siempre, escabrosos y el agotamiento que sentía luego de lo que había ocurrido no me dejó reaccionar acorde. Lo escuché, recibí su mirada de nuevo y parpadeé, incapaz de alterarme ya frente a este hombre. Hachiman. Yo seré esa sombra que los siga hasta que consigan dicho objetivo. Lo había sido siempre. Estaba detrás de nosotros desde que dimos el primer respiro. Seguí escuchándolo y todo lo que supe, porque era lo que trazaba el camino de mi propia vida, era que la existencia de la violencia no anulaba la violencia, que podían existir en el mismo cuerpo a la vez y ese era, de hecho, el equilibrio de las cosas. Sin amor no podíamos alcanzar a los otros y sin agresión no podíamos defenderlos, ¿podía condenar a Rengo por haberle entregado a Shi a sabiendas de lo que causaría? No, la verdad no. Todos anhelábamos acabar con nuestras pesadillas de una forma u otra. La sonrisa de Kato me hizo fruncir el ceño, lo escuché hablarle a Rengo y contra mi voluntad una risa se liberó desde mi pecho, no fue estruendosa, no fue burlona, solo ocurrió porque al final... Él tampoco entendía nada. No creíamos a Rengo el alma más pura, si un día Rengo hubiese elegido solo acabar con Kato... ¿Quién era yo para juzgarlo? Si en mí residía también la violencia que condenaba en otros, si tantas otras de mis acciones habían sido motivadas por el rencor. Vi a Rengo abrirse la palma de la mano, sus palabras rebotaron en mi cabeza y miré a Kato, con el ceño nuevamente fruncido, se acercó, pero sus armas nunca se alzaron y mi mano, sin que me diese cuenta, se había quedado suspendida sobre Ankoku. Sin embargo, el menor de los Harima respondió y recordé lo que habíamos descubierto y como su ropa oscura había ocultado la sangre, cómo nunca había dejado de sonreírnos a pesar de eso. Kato le arrebató a Shi, la dejó caer y de nuevo sentí el olor de la sangre, aunque puede que nunca hubiese dejado de sentirlo para empezar. ¿Qué estaba haciendo este hombre? Lo vi extender la mano hacia Rengo, la mano que siempre le habían negado, y sentí que mi quijada se descolocaba tan de pronto que bien se me podría haber caído al suelo allí mismo y al escucharlo decirle que tenía más valor estando vivo sentí que las lágrimas me cubrían los ojos de nuevo. La perla también se volvió dorada. Kato me miró otra vez, su voz rebotó y negué con la cabeza antes de poder darme cuenta del gesto por completo. ¿Solo un demonio podía levantar a otro? ¿Entonces por qué Inari... y mi padre me habían confiado esta tarea, según la lógica de este hombre? La pregunta me quedó dando vueltas, pero no pude decirla en voz alta y al verlo lanzar la perla hacia Kohaku, presté incluso más atención a sus palabras y también a las de Ko en respuesta. —Lo he entregado todo para demostrarte a ti y a todos los demás que la benevolencia existe incluso entre el fuego y la sangre y que es igual de poderosa —dije a pesar de tener el rostro humedecido por el llanto de nuevo—. Todos poseemos ambas fuerzas dentro de nosotros, ambas cumplen su función en nuestras vidas. Me quedé clavada en la silueta de su espalda al retirarse, afuera los yokai esperaban. —En el mundo que reniegas todavía existe lugar para ti —añadí sin importarme si me escuchaba o no—, habría podido existir de darle una oportunidad. Suspiré con pesadez y estaba por limpiarme el rostro nuevamente cuando Rengo nos arrastró a Ko y a mí en un abrazo, el gesto me arrancó un sonido de sorpresa, pero al notar los temblores de su cuerpo y su llanto ahogado usé ambas extremidades para cerrar el abrazo triple. También le dediqué una caricia en la espalda, con cuidado de no estorbar en la que le había dedicado Kohaku, y afiancé un poco el abrazo al escuchar que le hablaba. Hice un sonido afirmativo para que quedara claro que estaba de acuerdo, pero no lo interrumpí. Recibí la mirada de Ko, le dediqué una sonrisa sutil y le di las gracias en voz baja, alcanzándole el brazo un momento para darle un apretón suave. También comprendía que este era el momento ideal para cumplir con mi palabra, pero las cosas seguían colapsando sobre sí mismas y ahora mismo debía seguir cumpliendo con la labor que había elegido cuando yo misma era todavía una niña. Con eso en mente regresé la atención a Rengo, estiré la mano hacia su rostro para acariciarlo y busqué darle un beso en la mejilla antes de abrazarlo de nuevo. Al soltarlo, le pedí que me dejara ver su mano. —Jamás he creído que seas perfecto ni pretendo que te mantengas impoluto —empecé a decirle en voz baja—. Quiero que puedas aceptar todas las versiones de ti mismo que existen, pues eso es lo que forma al Rengo que conozco. Las manos con las que te cuidé también han arrebatado vidas, han preparado venenos y hasta ahora siguen empuñando un colmillo, imitación del que atacó a tu hermano. Respiré, buscando calma en medio de las emociones que cada evento uno detrás de otro me había causado. —Y a pesar de todo eso, de lo que he hecho y los errores que he cometido, jamás he dudado que me amas porque para ti solo soy Yuzu, como para mí solo eres Ren —sumé tomando las palabras de Kohaku—. Por eso incluso los Dioses me han encargado permanecer a tu lado. Acepta cada parte de ti, mi niño, pues yo he estado dispuesta a aceptar cada parte de ti desde que éramos pequeños. En el fondo lo sabes y por eso ves en mí a una madre.
[Matahachi; Kohaku; Tamura; Kumo] [Yato] [Yuzuki; Hayato; Togashi; Rengo; Hashimoto; Ukita] [Yurei: Taiki; Kozaemon] Kato se detuvo a escuchar las palabras de Kohaku y Yuzuki, sin girarse a mirarlos —Cuando la oscuridad y el desorden comenzaron a reinar el país, han resurgido los guerreros leales.—pausó —Por fin creo que los que rodean a Takeda se han vuelto fuertes —Kato salió de aquel sitio, nuevamente a la pelea. Tal vez para Kohaku aquellas palabras hacia Kato fluyeron con naturalidad, sin miedo. Pero olvidaba el gran valor que tenían; pues algunas lunas atrás, jamás se habrían atrevido a hablar con tal firmeza ante él. Hubiera callado o simplemente se hubiera ocultado detrás de su máscara; había encontrado su verdadera voz, había pasado por tanto para que esta al fin se escuchara; no sólo por Kato, sino por el mundo. Yuzuki siempre había desafiado a Kato; y el saber que Kato no podría lastimarla jamás, no quitaba el valor de sus desafíos. Desde haber evitado que Takano se volviera como su padre; como el cuidado que tuvo con Rengo. El haberlo detenido sin soltar una gota de sudor demostraban también el poder de una voz que siempre estuvo allí; pero cada vez era más conocida, no sólo por la voz sino por sus acciones. Kato actuaba para el clan Minamoto con métodos muy cuestionables; pero siempre entregaba números favorables. Era estricto y cruel; demostraba sus palabras humillando a quién se interpusiera con su fuerza; tenía las capacidades para demostrar que él seguía teniendo el poder. Había una ligera diferencia con las acciones de Gendo, el enemigo a vencer; pero Kato seguía con vida porque aun se le consideraba útil, y eso para alguien como él; era perfecto. —Ser buena persona es suficiente, gracias Ko — dijo Rengo al separarse de aquel abrazo. Aun tenía culpa encima; aun miraba a shi con miedo, uno que había perdido hace tiempo cuando se trataba de aquella arma, la cual había respondido a él únicamente. Tenía dudas; pero sabía también que había sido víctima de las circunstancias. Odiaba tener que sentirse de ese modo; pero Kohaku tenía razón, no se trataba de llegar a perfecciones o absolutos, simplemente moverse en la línea que se consideraba correcta, ser una buena persona a pesar de todo; y con ello, buscar un equilibrio. Rengo quería responder diciéndole aquello para que no se preocuparan por él; pero nada de eso pudo salir, en cambio, estiró su mano cuando Yuzuki la pidió. Rengo observó como Yuzuki lo trataba mientras escuchaba sus palabras. Se sintió reconfortado de tener amigos y familia; pues entendía cada palabra y la retenía en su pecho, no cómo algo que debía analizar; sino algo que en verdad sentía. Miró su mano ahora tratada por el amor de una madre. ¿Cuántas cicatrices pudo haber evitado si aquel niño en Kamakura hubiera corrido a ella cada vez que sangraba? Se preguntó Rengo mientras llevaba esa misma mano a su hombro, debajo de esa túnica tenía tantas cicatrices que ya no dolían. —Crecí con enseñanzas taoístas; y nunca he sido capaz de lograr ese equilibrio entre ambas fuerzas —admitió Rengo — Y sé que lo pacífico y sereno es la norma del mundo, ese siempre ha sido el objetivo de tener el Tao. Y mi padre demostraba el vacío y creía que eso era a lo que debía aspirar pues para ganar el mundo, se debe renunciar a todo. Si se tienen todavía intereses personales que servir, nunca será capaz de ganar —miró a Yuzuki —El camino del cielo es conquistar sin luchar, así que no entiendo qué es lo que debo hacer. ¿Pelear o rendirme? —miró a shi, aun en el suelo —Sé lo que quiero hacer con shi; pero todo lo demás no me es claro. No sé que hacer —la frustración de Rengo era evidente porque apretó sus puños, y sólo se detuvo al sentir el escozor de su herida. Sora iba saliendo para seguir a Kato; pero se detuvo al mirar el pincel que Kohaku poseía —Era eso, carga energía espiritual —dijo para después negar —No sé que pueda ser, o a qué esté atado; tal vez el mismo Mara pueda ayudarte en esta ocasión —Sora miró hacia Hachi, quién comenzaba a moverse lentamente debajo de la piel de lobo — Cuida de mi sobrino; por favor —sonrió —Me hubiera gustado conocerlo; pero al igual que yo, engañó a la muerte y no tuvimos la oportunidad de buscarnos el uno al otro. Él saber que mi clan no murió cuando yo lo hice me llena de felicidad —miró al exterior —Debo ir con Kato, mi conexión espiritual es con él —dijo para después volver a mirar a Kohaku — Ten cuidado, Kohaku. Sora siguió a Kato mientras Hachi se levantaba lentamente y este movimiento obligó a descubrir el cuerpo de Rei, sin color. Sintió el frío recorriendo todo su cuerpo a pesar de estar cubierto por el abrazo de la piel de lobo. Hachi lo miró y colocó su mano en el pecho Rei; ya no latía; ya no sentía el calor en su cuerpo. Tamura se colocó a su lado y el ulular de Fukuro se hizo presente. La sangre helada cubriendo toda la ropa de Hachi no lo dejaría olvidar que aquel frío le pertenecía a él, y el poco calor que sentía en su mano le pertenecía a Rei. Su corazón pareció comprimirse mientras su respiración se agitó — ¿Qué voy a hacer sin ti, Rei? —Las primeras lágrimas cayeron —Ya no podré dormir tranquilo sabiendo que cuidabas de mí —cerró su puño encima del pecho de Rei —¿Quién me recordará que debo tomarme mi medicamento? ¿Quién me va a gritar cuándo pida que hablemos en voz baja? ¿A quién le voy a entregar cuentas en Aomori? —limpió sus lágrimas sin percatarse que el dolor del hombro ya no estaba más —He perdido el árbol que me cubría del mal tiempo. Contenido oculto Zireael Bruno TDF Gigi Blanche Fichas actualizadas
Kohaku Ishikawa Alcé levemente las cejas, afirmando los dedos en torno al mango del pincel. ¿Mara? Según recordaba, Mara no había podido ayudarnos respecto a esto en las islas. ¿Quizás algo habría cambiado? Giré el rostro hacia Rengo apenas un instante, puesto que Sora siguió hablando y sus palabras captaron mi atención. Relajé el semblante, solemne, y la reverencié. —Lo haré, siquiera debe pedirlo, señora —afirmé, plenamente convencido, y le dediqué una pequeña sonrisa; ¿su conexión espiritual era Kato?—. Tengan buen viaje. Vaya, eso era... inesperado. Los vi alejarse unos segundos, y entonces giré el cuerpo hacia Hachi, quien empezaba a despertarse. Mi pecho se comprimió, tomé mucho aire y avancé lentamente en su dirección, allí donde ya se encontraban Tamura y el búho de Kumo. Lo repasé de pies a cabeza, su cabello, las manos sobre el cuerpo de Rei, la ropa empapada de sangre, y me acuclillé a su lado. Escuché sus lamentos en silencio, su voz empañada por las lágrimas, y apoyé una mano en su hombro, suavemente. ¿Debía permanecer callado? ¿Intentar reconfortarlo? Pero... ¿qué lo haría en este momento? Pese a esa certeza, una parte de mí quería abrir la boca, lanzar una línea en su dirección. —Has sembrado otros —murmuré, fue casi un susurro, y dudé si seguir hablando o no. Pasé saliva—. Son... pequeños, y diferentes, pero has lanzado semillas a la tierra y esas semillas han germinado. Lo que quiero decir es que... —Afirmé la presión en su hombro—. Estamos aquí para ti, Hachi, sin importar lo que ocurra. No tendrás que llorar solo nunca, y si ansías reír, podrás reír con nosotros. Aflojé los dedos y deslicé la mano por su espalda, confiriéndole una caricia amplia y pausada. Quería consultarle respecto a la perla dorada, pero sería terriblemente grosero de mi parte hacerlo ahora. —Lo siento mucho —musité, tragándome el nudo en la garganta, y le eché un vistazo a su hombro—. Tu hombro... Ya no te duele, ¿verdad?
Yuzuki Minami Kato detuvo su avance al escucharnos, sus palabras rebotaron en mi cabeza y me hicieron recordar Kioto y las islas. La mano que había entregado por haberme negado a separarme de Takeda y la perla que Inari había enviado con su mensajero cuando pude subir la escalinata, pues me negaba a dejar a Rengo ser absorbido por la oscuridad que insistía en reclamarlo. Mi lealtad se remontaba a la manera en que siempre había desafiado a este hombre incluso antes de saber que la sangre de los Minami le impedía tocarme, lo había retado hasta el cansancio, sin importa qué. Me enfrentaba a nuestras sombras por amor y nada más. Lo observé partir sin decir nada más y entonces enfoqué todos mis esfuerzos en Rengo, en aquel abrazo repentino, luego en su mano y en mis palabras para él. Rengo había ocultado la sangre de nosotros, pero ya no era necesario, quería que supiera que no tenía que ser así y que parte de madurar y crecer también consistía en poder acudir a los otros por seguridad y cuidado. Era, de hecho, algo que todavía yo estaba aprendiendo. Ansiaba la protección de Takano y debía aceptar la ayuda de Hayato. Rengo me contestó y por un momento no hice más que escucharlo, al oírlo decir lo que era el camino del cielo tomé aire y lo solté despacio, alzando mi mano y el muñón para observarla. Todavía sentía encima la sangre de Hachi, escuchaba la voz de Rei y me ardían los ojos. Sabía que no habían respuestas correctas, solo... formas de ejercer la justicia. El menor de los Harima había presionado los puños y lo vi detenerse como reacción a la herida en su mano. No respondí de inmediato, me quedé pensando y caminé hacia Shi que seguía en el suelo. Trastabillé de forma visible, nunca llegué a preguntarme si podía o debía tocar esta arma hasta ahora, por lo que busqué algunas vendas entre mis pertenencias y las usé para levantarla por la empuñadura para volver con Rengo, con mi niño. —No saber qué hacer también es parte de la vida —murmuré soportando el peso de Shi en el antebrazo contrario, en horizontal—. Por eso estamos contigo, por eso no te dejaré nunca... pero no solo debes oírnos a nosotros. Escúchate a ti mismo, escucha tu confusión y siéntela. No estoy segura de que los Dioses o nadie confiara en permitirme guiarte si de verdad el camino de cielo fuese conquistar sin luchar, pero esa es mi forma de hacer las cosas. Peleo, insisto, sangro y regreso, incluso con miedo, siempre regreso. Es mi manera de hacer las cosas, ¿pero cuál crees que puede ser la tuya, mi vida? No todo es lucha ni rendición, los caminos se bifurcan en cientos. Siempre hay otra manera de salir adelante. Percibí por un costado de la visión el despertar de Hachi, escuché el ulular de Fukuro y las facciones se me quisieron descomponer al contener el llanto, pero logré mantener la compostura. Tomé muchísimo aire y lo solté lentamente.