Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Amane

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    El intercambio entre Altan y Cayden tras mi pequeño relato me sacó una nueva sonrisilla divertida, aunque para aquel entonces mi atención ya se había virado casi por completo hacia Arata y no me dio para reaccionar en mayor medida. Lo más gracioso de todo el asunto fue que Cayden resultó ser el primero en reaccionar a mi retahíla de palabras, dejando salir un comentario en el que se le coló toda la decepción del mundo y que solo consiguió divertirme todavía más, porque... seriously? What did I care? Lo que de verdad me interesaba era la respuesta de Arata, aun cuando la misma... well, digamos que no creía que hubiera conseguido el efecto que Arata había pretendido.

    —¿Crees que Joey me protege? —solté, sin poder reprimir la carcajada de pura gracia que se me escapó en su cara—. ¿De qué? ¿Quién me encerraría a mí en ningún sitio? ¿Tú? La última vez fue para echar un polvo, si mal no recuerdo... so don't make me laugh~ —canturreé aquello último mientras le daba un par de toquecitos ligeros en la nariz con el dedo índice—. Si crees que soy una pobre indefensa que depende de un hombre para cualquier cosa, estás muy equivocado.

    Noté apenas de reojo como su brazo empezó a moverse, reacción de su parte que ya había anticipado y de la que, honestamente, no tenía ninguna intención de escapar. De verdad que había deseado ver hasta dónde era capaz de llegar si le tocabas mucho los huevos, pero para mi desgracia, aquel descubrimiento sería imposible a menos que estuviéramos a solas. Altan intervino, vaya, lo que me hizo resoplar con pesadez y girar la cabeza para mirarlo con el ceño fruncido. Lo último que necesitaba era que el imbécil de Arata siguiera creyéndose que no podía valerme por mí misma...

    Dejé que el rubio se fuera, levantando las manos en un gesto de inocencia cuando pasó a mi lado, y al mismo tiempo me giré para seguir con la mirada el camino que hizo. Salió de la azotea, haciéndome quedar solo con Altan y Cayden, y me crucé de brazos al volver a dar con la mirada del pelirrojo. Había sido él quien me había cedido el porro y quien había intentando intervenir para mantener algo de calma; a pesar de su intento de neutralidad, se le notaba en la cara que tenía algún otro problema conmigo.

    >>¿Qué? —espeté, volviendo a fruncir el ceño contrariada, pero no necesité que me respondiera para que las neuronas por fin me hicieran recordar la situación en la que nos habíamos cruzado la última vez—. Aaaaah. Shit, that's true... I've hooked up with your little buddy —solté, llevándome la mano a la frente junto a una risilla divertida—. No me mires así, ¿eh? You should already know que tu pseudo-novio es un poquito zorra. Además... no debería molestarte tanto, ¿no? He oído por ahí que tienes una nueva novia...

    Ali anda en racha, no veas
     
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    Zireael

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    El asunto en realidad no era que Wickham la protegiera o no o que la chica necesitara de guardaespaldas o la mierda que fuera, era que actuaba como si ella misma no fuese una mujer con las implicancias que eso tenía, supiera defenderse sola o no. ¿Era machista de nuestra parte pensarlo? Seguramente, pero creía que daba igual, puede que ya todo diera igual. Este conflicto parecía tan carente de forma y motivación visto desde fuera que no lograba comprender qué lo sostenía en el tiempo, por más piezas que me faltaran, daba la sensación de que estaban empeñados en sólo pegarse golpes mutuamente. Quizás sí fuese un karma para Arata, ni idea.

    Shimizu no reaccionó a sus siguientes palabras en realidad, ni siquiera cuando se le cagó de risa en la cara ni cuando le recordó que se habían acostado o cuando lo tocó. A Arata haberse cogido a alguien o no le daba igual, el asunto casi nunca implicaba algo en su balanza emocional o moral. Como si si hubiesen follado ayer mismo, si lo de Sasha había pasado aplastaba todo lo demás.

    La idiota obviamente me miró cuando le puse un freno a Arata como si le hubiese arruinado la mejor fiesta de la historia. ¿Qué? ¿Quería ver de qué era capaz el otro estúpido o no? Bien por ella, pero que lo hiciera lejos de mi puta cara porque de por sí este problema no era mío. Él se fue, cruzó la puerta y antes de alcanzar el primer escalón alzó la voz para decirle a Alisha que podía joderse. Supuse que a ella le haría gracia, la verdad, pero igual al pobre imbécil le habría servido para desahogarse al menos.

    Dunn había guardado silencio, pero fue la cara lo que acabó delatándolo y entonces Alisha volcó el foco en él, que también era un maldito apestado. Seguía metido en este ir y venir de puyas sin sentido ni orden, la mención a Kohaku y sus... hábitos pareció encenderle una chispa en el cuerpo de la clase que fuera, frustración, desagrado, pura y llana molestia, era indiferente. Alisha había presionado el botón, como siempre. Incluso si Dunn lo sabía, si lo tenía claro como el agua, dudaba que le hiciera mucha gracia oírlo de un tercero y tampoco le debía sentar demasiado bien escuchar la forma en que ella habló del mocoso.

    Era posible que pudiera cagarse en sus muertos, pero si el comentario iba a Ishikawa el terreno se ponía muy pantanoso y él, sin duda, se volvía mucho más reactivo de lo que ya era. Igual me distrajo la mención repentina a una dizque nueva novia y me pregunté que otra cagada se habría mandado este niño descarriado ahora, de todas las que se mandaba cada semana como si fuera un concurso.

    —No sabes cuánto me halaga que la gente esté tan interesada en chismes que me involucran, pero eso es lo de menos. Tú no te vas tranquila hasta que no haya alguien furioso, incómodo o llorando, ¿verdad? ¿Es parte de tu rutina de belleza acaso? Tendría sentido —apañó con un tono bastante plano de repente, habiendo borrado gran parte del disgusto de sus facciones—. Muy bonito, ¿te aplaudo o te consigo un trofeo y una medalla? I would love to. Such a pretty face with that shit ass personality, what a fucking waste y si vas a sacar el argumento de que también me enredé contigo, pues es tan útil como una cuchara agujereada.

    Había regulado bien el tono, pero apenas cambió al inglés el acento le cargó la voz y con ello una buena parte de la molestia regresó. Seguía en su lugar, a sabiendas de que no había un alma en el mundo a la que pudiera intimidar físicamente, pero el idiota estaba escupiendo lo primero que se le venía a la cabeza incluso a sabiendas de que ella usaría más de la mitad en su contra y lo impulsivo de su cuadro un poco me recordó a los arranques que tenía Anna, ¿terminaban bien? En lo absoluto. Encima debía ser consciente de que por mucho que Alisha fuese Alisha, bueno, el otro también tenía libre albedrío y era responsable, pero jamás iría a volcar esa ira en él, ¿cierto? Era esa clase de imbécil.

    —Dunn, va siendo hora de un time out para ti también, ¿no te parece? —interrumpí luego de haber suspirado con hastío.

    —Oh no, no me voy a callar. Si tanto disfruta fastidiar para sacar una reacción, pues que se lleve el gusto, ¿quién soy yo para negarle el placer a una dama? —continuó sin siquiera mirarme—. Si ella nos puede rascar los huevos sin consecuencias, si su amigo acosa a Sasha y no deja quieto a Arata cuando lo ve, si lo putean hasta cuando se calla y habla así de Kohaku, pues al menos yo puedo reaccionar si me da la gana. ¿Qué coño tengo que perder de por sí? Mejor cierra la boca, Sonnen, de nada te ha servido ser su abogado hasta ahora y la señorita no lo necesita.

    Entre todo el desastre hasta se me había olvidado el cigarro que todavía tenía entre los dedos, con una colilla inmensa pegada, y lo recordé de pronto. Lo sacudí, di una calada y caminé hacia la puerta, todavía indeciso sobre si largarme o qué. Cayden no iba a ceder, era significativamente más orgulloso que Shimizu, así que ni modo. A ver, no debían quedarnos muchos minutos de película, había que volver a clase y ser gente decente.

    O intentarlo.

    Ali tiene bingo a cartón lleno, oh sí *sips tecito*
     
    Última edición: 7 Abril 2025
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    Amane

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    Lo último que recibí por parte de Arata fue un más que amable deseo de que me jodieran, lo que por supuesto me sacó una risilla nasal de nada mientras lo veía alejarse por las escaleras. I mean, wasn't that my main objective in life~? Era bastante probable que a Cayden le hubiera tocado comerse la siguiente tanda de puya por puro y simple rebote, ¿pero acaso importaba? De todos modos, la puerta ya estaba abierta y yo no los estaba reteniendo contra su voluntad, así que...

    Era bastante evidente que la mención de Kohaku fue lo que logró apretarle el botón a Cayden, lo que a su vez también me indicó que había tenido razón en mi suposición de no le habíamos pasado para nada desapercibidos aquella vez en el pasillo. Well, how could we? Cayden siempre perdía las bragas por Kohaku, incluso si ese día había podido parecer que su atención estaba puesta por completo en el muchachito con el que andaba. ¿Le molestaba que me metiera con su noviecito? Bueno, él no había visto los ojitos que Ko le había hecho a Aiden sin conocerlo... but I did!

    —Ahora que lo dices... me gustaría conseguir los tres, sí. ¿Cuál crees que serás tú: incómodo o llorando~? —rebatí, recuperando la sonrisilla curiosa y casi inocente para reafirmar la cuestión—. What can I say, Caycay? No se puede ser linda y a la vez un ángel caído del cielo, ¿no crees? That would be really weird... and I know I'm not perfect!

    Sobraba decir que los intentos de comeback de Cayden no me iba ni me venían en lo más mínimo. Mantuve la sonrisa despreocupada en todo momento, como si aquello fuera una conversación de lo más normal entre dos amistades cualquiera, y la única ruptura fue cuando Altan (¡de nuevo!) decidió intervenir (¡de nuevo!) para intentar mandar a Cayden por donde Arata se había ido. ¿Pero acaso no había aprendido nada de la mirada que le había echado un minuto atrás? Resoplé, claramente molesta, pero al menos en aquella ocasión tuve la suerte de que Cayden fuera más cabezón que Arata. Ladeé la cabeza, pues, escuchando su justificación con una nueva sonrisa, y al final me acerqué a su posición para tironearle de la mejilla como si nada.

    >>C'mon, guys! No entréis a clase con esas caras tan largas, que se van a preocupar los profesores~ —canturreé, risueña, y me giré sobre mis talones para encararlos a ambos, aunque apenas un segundo después me centré en Altan, señalándole con el dedo índice—. Y tú preocúpate de defender a Anna, si tanto complejo de héroe tienes. Well! Eso si te sigue aguantando, ¡claro!

    Me giré en redondo al finalizar, lanzándoles un beso en el movimiento, y me adentré en la academia sin ninguna clase de preocupación encima. That was fun, wasn't it?

    welp, por aquí cierro este mess, hoping that you don't hate me too much (??? okay, i had fun, bye!
     
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    ¿Cómo habíamos terminado en esta mierda? Sabía que los espacios eran públicos, pero también había que estar un poco (bastante) meado por elefantes para que la gracia pasara dos veces. Al ver a Alisha aparecer recordé a Wickham llegando con Emily y Haru, de allí que buscara mantener todo tranquilo. No era partidario del conflicto, pero la paciencia tampoco me duraba mucho. Mi molestia nuclear provenía del asunto de Arata y Sasha, el resto del cuadro del pasillo y por imbécil acabé recibiendo yo también un escupitajo en la cara.

    Por más razón que tuviera Alisha, por más que no fuera sólo responsabilidad suya, lo poco que le importaba lo que uno dijera y mi tendencia a dejarle ir el fastidio al primer imbécil que me diera un motivo para ello me dieron el empujón para vomitar todo sin pensar. Bastó escuchar cómo habló de Ko para que dejara de pensar en las consecuencias, lo que me atenazaba el cuerpo carecía de forma desde hace semanas y era incapaz de direccionarlo, ¿y era culpa de la rubia tocahuevos? No.

    ¿Pero importaba?

    —Mejor vete a buscar los cromos que te faltan a otro lugar —atajé todavía sin haberme movido de donde estaba, no le llevé el apunte al resto de su tontería, siquiera la registré.

    Sonnen seguía empeñado en interceder por la idiota, a saber si era realmente por nosotros o por ella, para el caso daba igual, cada una de sus interrupciones estaba fastidiándome casi tanto como a Alisha y lo mandé a callar incluso corriendo el riesgo de que eso lo hiciera volcarse en mí también. Sobraba decir que no era bueno midiendo riesgos o los medía para finalmente pasar de ellos, pero el cuervo todo lo que hizo fue callarse, terminarse el cigarro y esperar el fin del espectáculo.

    Bastó que la otra se acercara para el que cuerpo se me tensara y cuando estiró la mano en mi dirección levanté el brazo para apartarla de inmediato. No soportaba que me tocaran para molestarme, por eso había tenido problemas con Tolvaj y el Kasun marca diablo. Altan, que no era estúpido a fin de cuentas, no tuvo la misma intención de detenerme que tuvo con Shimizu y me permitió tan siquiera defender los límites de mi propio cuerpo.

    Ask me if I care —murmuré, hastiado, aunque a ella tampoco le importaba en lo más mínimo.

    Altan acabó siendo el siguiente objetivo, pero mientras apagaba la colilla y la rubia seguía su show sin fin él pareció tan indiferente al asunto que casi me pregunté si este era el mismo que se había cagado a piñas con Hikkun. No pareció importarle el comentario final, en su lugar sacó la cajetilla para meter la colilla allí y observó el beso de despedida de la chica con la calma de un monje de las montañas o algo así.

    Yeah, whatever. Take care, kid —le dijo, inalterable, y volteó a mirarme cuando ella desapareció—. ¿Y bien? ¿Con quién vas a pelearte cuando no tengas a Alisha delante y sigas dependiendo de Arata?

    —El próximo vas a ser tú si me sigues rompiendo los huevos.

    Un suspiro, ese fue el único anuncio, lo que supe después fue que me pescó por la camisa y me empujó dentro del edificio para suspenderme sobre el descenso de las escaleras. Busqué zafarme sin pensar en que me podía partir la nuca si me caía, pero el cabrón tenía fuerza y yo no estaba en mi momento más brillante.

    —Llegará un día en que tendrás que amarrarte los pantalones y hablar con él, hablar de verdad. Hasta entonces procura no matarte por ahí, Cayden, y trata de no molestar a la gente equivocada por elegir cabezas de turco al azar.

    Me arrastró fuera del camino de las escaleras, me soltó y comenzó a bajar sin más, como si nada hubiese pasado. Me había quedado congelado, no me moví más y me tomó un par de minutos volver a reconectar con todo lo que había pasado, desde el asunto del viejo de Ilana, pasando por Alisha a la bofetada moral de Sonnen. Lo de siempre, siempre era una cagada tras otra.


    JAJAJAJ nah, me divierte ver el mundo arder so thank u so much por caerme con este mess uvu
     
    Última edición: 8 Abril 2025
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    Amane

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    Se me escapó un suspiro pesado al alcanzar la azotea, notando como el aire fresco del exterior ayudaba a paliar el dolor de cabeza que me había asolado en mitad de las clases. En realidad era mi culpa, claro... ¿a quién se le ocurría beber sake de buena mañana? Ahora me arrepentía un poco, pero en el fondo era consciente de que no iba a ser la última vez que haría algo por el estilo. Era la única manera que conocía para anestesiarme, al fin y al cabo.

    Quizás lo sensato habría sido bajar a la enfermería; tomar alguna pastilla para la cabeza y echarme una siesta durante el resto del receso. Pero... ¿hacer algo sensato? Yeah, eso no estaba en mi vocabulario últimamente. Así que preferí subir a la confiable azotea, donde iba a poder encenderme un cigarro y seguir fingiendo demencia con todo lo que me estaba pasando por la cabeza. O al menos eso pensé que pasaría, claro, pero una vez ahí arriba me di cuenta.

    En realidad, me había aislado todavía más con mis pensamientos.

    Lovely —me quejé al aire, acercándome a la verja para mirar hacia abajo mientras le daba una calada a mi porro.
     
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    Zireael

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    El día había estado caluroso, por eso había elegido ir a la cafetería, comprarme algo de comer y regresar al salón para evitarme el gentío y todo ese asunto. Me eché allí gran parte del receso, scrolleando en Instagram e intercambiando mensajes intermitentes con Sho, que al parecer estaba demasiado aburrido consigo mismo en clases o algo.

    Le quedaban algunos minutos al receso cuando me levanté con intenciones de ir a fumarme un cigarro a la azotea aunque fuese a quemarme las ideas. Estaba allí con el cigarrillo a medio consumir cuando la puerta de la azotea se abrió y Vólkov apareció. Lucía seria, puede que algo afectada por alguna emoción también y al verme se detuvo mientras la puerta se cerraba a su espalda, me atravesó con el ámbar de su mirada.

    —Usagi-chan. —La llamé soltando el humo por la nariz—. ¿No vas a quemarte por estar aquí a la hora que el sol es más intenso?

    La chiquilla me miró desde su lugar y se encogió de hombros. En ese momento repasé su silueta, había sido siempre delgada y pequeña como yo, pero cualquiera percibiría las sutiles curvaturas de su figura. Era una mujer a fin de cuentas. Más allá de eso, había notado que hace semanas había dejado de usar las medias coletas, con más y más frecuencia usaba el cabello completamente suelto o atado en una sola media coleta en lo alto de su cabeza, lo que acentuaba el volumen de su cabello. Parecía un conejo de angora antes de volverse por completo una bola de pelos.

    Parecía haberse quedado tiesa allí, por lo que despegué la espalda de la reja y caminé hacia ella. Fue entonces que se movió para acomodarse a un costado de la entrada, aprovechando la fina línea de sombra, y apoyó la espalda en la pared. Hizo contacto visual, sin cambiar de cara, y bajó la vista al cigarro que sujetaba entre mis dedos.

    —¿Cómo es fumar? —Quiso saber.

    —¿No has probado ni un cigarro con el alemán?

    —Al casi siempre huele a tabaco, pero no. No me dejaría.

    Bueno, bueno, ¿y esta curiosidad anormal en la niña perfecta y siempre compuesta? Me quiso hacer gracia y una parte de mí pensó que no debía dejarla tampoco, pero la pobrecilla parecía tan perdida y... desconectada. Suspiré con un dejo de hartazgo y le extendí lo que me quedaba del cigarro.

    —Inhalas y sueltas, el tabaco no tiene caso retenerlo casi nada, sólo sirve para que te ahogues de tos.

    Dudó de forma visible, pero su mano pequeña y pálida acabó alcanzando lo que le daba. Lucía antinatural y extraño entre sus dedos, pero la niña se lo llevó a los labios a pesar de todo e inhaló el humo. Obviamente acabó tosiendo, arrugando los gestos y sus pulmones liberaron la toxina de formas azarosas por la boca y la nariz. Agitó la mano libre frente a ella como quien espanta moscas y cuando terminó de toser dio una segunda calada que ya no la ahogó tanto.

    En su defecto, me regresó el cigarro y paladeó el gusto en su boca, no parecía segura de si le gustaba o no. Incluso así, respiró con pesadez y algunos segundos más tarde relajó los gestos.

    —Las niñas buenas no fuman, Usagi-chan, eso debes saberlo, pero la curiosidad humana no es ningún pecado. Sólo aprende a regularla.

    Vólkov me miró de nuevo, respiró y asintió con la cabeza sin más. No parecía tener muchas ganas de hablar, por lo que me terminé la calada que quedaba de tabaco, arrojé la colilla sobre la reja y me retiré con intención de dejarla sola con sus pensamientos.

    —Cuidado con el sol, Jezebel —dije antes de abrir la puerta para irme.

    relleno cuz yes
     
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    Zireael

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    Al final los síntomas de resfriado que creí sentir el viernes se desvanecieron gradualmente, así que supuse que solo era el efecto de los aires acondicionados de ciertos lugares irritándome las vías respiratorias de por sí medio echadas a perder por el humo que llevaba metiéndoles desde hace un mes y pico. A pesar de eso, sí me sentí un poco débil el resto del día y el sábado mientras ayudaba a Shimizu con lo de los chocolates todavía me sentía así. El cambio de estación me estaba pasando por encima, como siempre.

    En fin, el sábado me había ocupado demasiado en tratar de que Arata no nos cagara toda la tanda de chocolates, así que el resultado final no respondió a toda la repartija que yo debía hacer, sino más a la suya y que quedaran al menos presentables. Yo fui separando algunos para mí, pero me tocó preparar una parte el domingo que serían para tío Finn que cumplía años mañana y tenía pendiente algunos otros todavía. Al menos tenía los ingredientes, las cajitas y los regalos extra, pues había despilfarrado la plata de Liam como un hijo de puta.

    Habíamos intentado hacer el proceso de templado, para que aguantaran esto del verano, pero tenía cero confianza en haberlo hecho bien y por eso anoche metí algunos al refri. Me desperté temprano, preparé la caja blanca y encima le pegué los stickers que había conseguido, que eran de aves diferentes. Había un gorrión, obvio, aunque no era albino. Para cerrar todo le até la cinta azul, acomodé los stickers restantes sin usar allí y guardé la caja en un lonchera con interior térmico que le secuestré a mamá, esperando que eso ayudara a conservar algo del frío. No sabía a cuántas almas molestaría en los próximos días con esta tontería, así que de momento mejor iba haciendo todo por partes.

    Ya de paso, ayer le pedí a Mad Wolf que pasara a dejarme más temprano y por eso pude llegar a la academia antes, agradeciendo que la lluvia del fin de semana hubiese refrescado un poco el ambiente. Me cambié los zapatos, pasé a dejar la mochila a la clase y en el pasillo saqué el móvil para hacer la convocatoria correspondiente.

    Ya es lunes!!!
    Subirías a la azotea si llegas con tiempo a la escuela?


    Con los mensajes enviados subí la escaleras murmurando una canción, para variar, y salí a la azotea. Le eché un vistazo a la zona que permitía subirse al techo e hice cálculos mentales. Me ajusté la lonchera hasta dónde me llegó en el brazo y, debilucho o no, tomé el impulso necesario para subir. Una vez arriba sacudí el techo con la mano y me senté al borde, dejando la lonchera a un lado ahora sí.

    Pensaba comportarme, pero aquí con la vista y pensando en que Vero quizás no llegara tan inmediatamente, escarbé el bolsillo del pantalón y saqué el porro que había liado en el coche pues a Nozomu todo se la traía floja. Saqué el mechero, encendí la hierba y fumé sin prisa en realidad. Siguiendo la dizque naturalidad de mis muestras de afecto esperaba no acabar hecho un desastre emocional en dos días. En parte esto también era una disculpa por la cagada del invernadero.


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    Bruno TDF

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    Emociones intensas habían surcado hasta el último rincón de mi alma. Mis dolores musculares latían, como recordatorio del arduo camino atravesado. Mis dedos y nudillos lastimados, ahora recubiertos de curitas; eran prueba viva del esfuerzo realizado. De la misma forma, esta mancha rosada que traía en el rostro era prueba de mi resistencia, del cómo me había mantenido en pie ante un rodillazo que podría haber derribado a cualquier otra persona. Llevaba encima las marcas no sólo del torneo, sino también de mi historia. De toda la experiencia acumulada a lo largo de diez años.

    Y aún así, con todo lo que hable a Togashi, Kanade e Isabella sobre el torneo… Seguía sin caer del todo en mi logro. Aún no me podía creer que, luego de tantos intentos, tenía en mi bolsillo una medalla de oro. La primera de todas. Se sentía como un sueño del que despertaría en cualquier momento.

    Sin embargo, las lágrimas que derramé en el Nippon Budokan, cuando miré a Vale, Jez y Mey en las gradas… Fueron tan reales como todo lo demás. En ese momento, mientras mantuve mi puño alzado, también pensé en Takeshi Ikeda, mi primer sensei. Un hombre al que le debía muchísimo más de lo que podía imaginar. No sólo me había ayudado a hacerme más fuerte cada día en cuerpo y mente, sino que me enseñó toda una filosofía de vida.


    Maestro Ikeda, por fin llegué al punto de partida.

    He honrado tu nombre y la confianza que has puesto en mí.

    Me sentía feliz, y a lo largo del sábado estuve algo sensible. No sólo lloré en medio del tatami cuando me premiaron, también derramé lágrimas en brazos de mi hermana y de las chicas. Esa noche, Vali y yo celebramos en casa de Togashi y Kanade con una abundante cena. Dormí sábado y buena parte del domingo, porque la realidad es que había quedado hecha polvo. Me habría gustado hacer algunos chocolatitos para hoy, pero ni el cuerpo ni el tiempo me lo permitieron, ay.

    Después de dejar a Kana-chan y Hubby en los casilleros, bien segura de que harían buenas migas en menos de un parpadeo; subí a trote ligero las escaleras, ignorando los leves quejidos de algunas fibras musculares. En el pasillo del tercer piso reconocí las figuras de Fuji y Ali-chan, a los que dediqué una pequeña sonrisa aunque no estuve segura de que me hubiesen visto. Llevábamos un largo tiempo sin hablar, pero quise creer que la White Week era excusa perfecta para caerles de la nada, como quien no quiere la cosa.

    Abrí la puerta de la azotea tarareando bajito. El volumen de mi voz descendió un poquito cuando, tras un primer vistazo, no divisé el cabello de fuego por ningún rincón. Dejé ir la puerta, que se cerró por sí sola a mis espaldas, y caminé el espacio con los dedos enlazados tras mi espalda, sin dejar de tararear. Una brisa suave me acarició el cabello, arrastrándolo apenas hacia un costado mientras buscaba a mi leoncito con la mirada. El viento trajo un inconfundible aroma a humo. A falta de mejores opciones, se me dio por mirar hacia el propio techo de la entrada de la azotea, momento en que vi su melena roja recortándose con fiereza contra el celeste cielo.

    Mi sonrisa, amplia, no se hizo esperar ni medio segundo. Había sido así desde el comienzo, luego de esa enternecedora mañana en el patio frontal: simplemente, no podía evitar sonreír cada vez que lo veía. Ni la más poderosa de las fuerzas detendría esta reacción. Ni modo, era el cariño que le profesaba.

    —¿Qué veo? —dije, llevándome la mano al flequillo, haciendo como que me esforzaba para verlo mejor; hasta entrecerré los ojos, con una expresión divertida— Es un leoncito cerca del cielo. ¿Significa que debo volar hacia ti?

    No le concedí mucho espacio para replicar o procesar mis palabras, ignorante como era de su noción del vuelo. Me acerqué hasta la zona que permitía subir al techo y, con unas amables palabras, le pedí que tomara mi maletín, el cual le alcancé. Y acto seguido, una vez que tuve mis manos libres, me subí de un buen salto; el movimiento provocó que mi cabello se extendiera como un abanico, o tal vez como unas alas. Sin ánimos de ser arrogante, no me costó nada llegar arriba: este cuerpo, aún golpeado y dolorido, seguía manteniendo su fuerza y agilidad.

    Me acomodé, aplastando la falda contra mis piernas, y medio giré cuerpo para quedar enfrentada a su carita. Solamente esperaba que no se alarmara por la marca del rodillazo de Himari. No era una mancha muy grande y a estas alturas se había desinflamado, pero se notaba a leguas que me había comido un buen golpe, ups.

    Le sonreí.

    —Buenos días, lindo —saludé, paseando la mirada por el paisaje que podía verse desde aquí; crucé las piernas—. Hermosa mañana, ¿verdad? Sin tanto calor sofocante, sintiendo el fresquito y encima con tremendas vistas.

    Holª :eyebrow:
     
    Última edición: 26 Junio 2025
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    Zireael

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    Me había quedado fumando a paso de tortuga para que cuando Vero llegara, si llegaba, no tener cara de haberme fumado medio porro yo solito en esta diminuta ventana de tiempo antes de clase. Me distraje que con cómo se fue alivianando el cuerpo y me dediqué a mirar el celeste de la bóveda sobre mí. Era el mismo cielo que veía desde la ventana de mi habitación y el mismo que, convertido en un domo negro, me había visto quebrarme de pánico luego de la aparición del padre de Ilana en el lugar que yo creía seguro.

    Mis refugios empezaban volverse inseguros.

    No era una buena señal.

    Estaba dándole una nueva pitada a la hierba cuando creí escuchar que la puerta se abría, también con la brisa me alcanzó un poco del tarareo y aunque podía ser cualquier alma, pronto noté el chispazo albino del cabello de la chica. No dije nada, me quedé esperando que diera conmigo y me reí con suavidad en el momento en que sus ojos encontraron los míos, aunque la muy simpática había fingido tener que esforzarse para verme como si no resaltara de lo lindo en el puto techo, con el olor a hierba y esta mata de pelo.

    —Suponiendo que puedas alcanzarme —bromeé aunque las implicaciones que tenía el comentario eran densas y nada tenían que ver con su capacidad clara de poder treparse aquí.

    En el invernadero le había dejado caer una jaula encima deseando que me dejara tranquilo, que se cansara de pretender alcanzarme como se cansaban todos tarde o temprano, y sabía lo cruel que era. Sabía la manera, necia, en que pretendía separarme de ella sin tener que apartarme físicamente, era... Bueno, lo que hacía con todo el mundo. No era constante ni estable.

    Recibí su maletín cuando me pidió que lo hiciera, lo dejé a un costado y aunque ya estaba ofreciéndole las manos para ayudarla a subir, la niña brincó por sí misma y me tragué una risa. No que dudara de la fuerza que tenía, pero bien podía haberme concedido el privilegio masculino de fingir ser un caballero aunque fuera así de flaco.

    La dejé acomodarse, le di una nueva calada al porro y lo apagué contra la lata del techo para guardarlo con cuidado en la cajita y devolverlo al bolsillo. Mientras tanto me alcanzó su voz dándome los buenos días y el resto de cosas a las que fui asintiendo más bien en automático. Al mirarla bien luego de guardar la hierba noté la marca en su rostro y por instinto comprimí los gestos; estiré la mano en su dirección, le alcé un poco el mentón y la observé mejor. No había visto el torneo por andar comprando las cosas de los chocolates, luego para no arruinarle lo que quisiera contarme, así que la hostia era una sorpresa. A ver, los golpes en Vero eran esperables, pero recordé el moratón en el brazo de Ko y algo se me revolvió en el pecho de formas un poco anárquicas.


    —Espero que la otra haya quedado igual —murmuré en algo que pretendió ser una broma. En su defecto, solté el aire por la nariz y aproveché el contacto en su mentón para instarla a girar un poco el rostro, de esa forma le dejé un beso en el pómulo contrario—. Mamá dice que los besos curan este tipo de cosas.

    La sensación de ligereza en el cuerpo estaba instaura, así que incluso con mis pensamientos no hubo tensión alguna y la solté con cuidado para pescar la lonchera que estaba al otro lado de mi cuerpo. Abrí el cierre con paciencia, como si tuviera todo el tiempo del mundo, y saqué la cajita decorada para dejarla sobre su regazo con cuidado de que los stickers que no había pegado y dejé entre la cinta azul no se fueran volando o no los encontraríamos nunca.

    —Más vale que me cuentes de una vez cómo te fue o me dará un infarto y me caeré de este techo —dramaticé, encajando el codo en mi muslo y haciendo un puchero—. Y está muy alto, if you ask me.
     
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    Mi leoncito había respondido a broma del vuelo con un jocoso desafío, que me estiró la sonrisa en un fugaz latigazo de picardía. El contexto y el trasfondo actual, así como los resabios de las emociones del fin de semana; no me dieron pie para pensar demasiado en la otra implicancia de su respuesta. Quizá era lo mejor para ambos, puesto que nuestras perspectivas sobre lo ocurrido en el invernadero… discrepaban. Él había visto mi silencio como falta de lucha ante una jaula que me había arrojado encima; mientras que yo, por mi parte, consideraba que sólo me encontré de frente con una ráfaga nueva y repentina, ante la cual debí dedicarme a acomodar mis alas, con la intención de comprenderla y aceptarla. No creía que fuese una anulación, más bien elegía pensar que se trató de un intento de adaptación.

    Mi vuelo podía ser intensamente libre o más moderado.

    Pero siempre era vuelo.

    Me elevé con un buen salto que compensó mi baja estatura, y la fuerza de mis brazos y piernas hizo el resto. Al pobre no le había dado tiempo para tener su momento caballeroso, algo de lo que sería consciente más tarde y que me arrancaría una risita baja. ¡Pero bueno…! Una vez que me acomodé junto a él, me quedé mirando más allá de la azotea mientras le parloteaba un poco y balanceaba las piernas por el borde del techo. A ver, debía estar sólo un par de metros por encima del suelo de la azotea, pero bastaban para ofrecernos una vista por completo distinta de las zonas que rodeaban el Sakura.

    Y a mí me gustaban los lugares altos, eso era un detalle importante.

    Se veían más edificios a lo lejos, y sobre todo un agradable verde veraniego, el del bosque que bordeaba uno de los patios. Pero aunque pareció que me distraje momentáneamente con el paisaje, sentí cómo Cay me enfocaba con más detenimiento. Lo miré de reojo, justo para notar que su carita tan divina se comprimía. Me dio un poco de cosita, pero no había mucho que pudiese hacer al presentarme así, con la marca en el rostro y los dedos cubiertos de curitas. Estaba habituada a ir por ahí con marcas de algún que otro golpe, ya fuese en el cuerpo o en la cara; eran los gajes de competir en un estilo de karate tan duro como kyokushinkai. Pero era la primera vez que Cay me veía con una marca así; considerando su sensibilidad y el cariño que profesaba por los suyos, no era de extrañar su reacción. Pese a todo, me giré hacia él con una sonrisa tranquilizadora.

    Esto le permitió tomarme del mentón, con delicadeza, para observarme mejor. Yo me dejé hacer, quedándome en sus ojos.

    Hubo un instante de silencio que pareció algo largo, hasta que mi leoncito lo rompió para soltar la bromita de que ojalá mi oponente hubiese quedado igual. me hizo sonreír, pero no dije nada por respeto a Himari, a quien admiraba y seguía considerando muy superior a mí en el karate. En cualquier caso, las palabras de mi leoncito fueron como una expresión de su cariño, el cual también demostró en el beso que me dejó en el pómulo contrario. Sus labios eran cálidos y suaves; volver a sentirlos sobre mi piel causó que mis párpados descendieran contra mi voluntad. Para cuando dejó ir mi mentón, me había quedado con los ojitos cerrados y la expresión suavizada.

    También se me escapó una sonrisa enternecida cuando volvió a mencionar a su madre. Recordaba la conversación sobre Neve y Lucía en el invernadero. Sólo bastaba con mirar a Bea y Cay, escucharlos hablar, para saber lo amorosas que eran. Notar cuánto las querían me había dejado con el corazón muy blandito.

    —Te ha transmitido muy bien su sabiduría de madre —dije con un tono cariñoso, mientras lo veía revisar algo que tenía al otro lado de su cuerpo; no pude evitar inclinarme para chusmear, ¿era una lonchera?— Seguro que mañana me veré como nueva.

    Para ser honesta, tenía la cabeza tan puesta en lo del torneo, que no había considerado otras posibilidades más allá de venir aquí para contarle sobre el tema. La cajita sobre mi regazo fue inesperada, terminé parpadeando chistosamente por la mezcla de curiosidad y confusión. Era blanca como mi cabello, y la rodeaba un lazo precioso, del color de mis ojos. Estos detalles eran por sí mismo encantadores, pero había algo más.

    Stickers de aves.

    Mi rostro se iluminó sin que pudiera evitarlo. Intercambié una mirada con mi leoncito, con la sorpresa aún cruzándome el semblante, antes de regresar la atención al regalo. Con muchísimo cuidado, tomé los stickers sueltos entre mis dedos y miré más de cerca los que había pegado en la caja, para detallarlos. Reconocí al instante cada una de las aves, podía decir sus nombres coloquiales y científicos sin titubear. Una risita se me escapó al ver el pequeño gorrión, sobre el que posé un pulgar con mimo.

    Y… Espera… ¿Era aroma a chocolate esto que sentía?

    Cay volvió a captar mi atención al hablar. Lo miré con una sonrisa amplia que estaba a punto de cerrarme los ojos. Aseguré los stickers sueltos bajo el lazo azul de la caja, la cual dejé a mi costado con mucho cuidado, como si fuese un tesoro invaluable. Todo esto fue para poder abrazarlo como mejor pudiese: me pegué aún más a su cuerpo, le pasé un brazo por la espalda y con el otro le rodeé el cuello como pude,

    —Ahora que te tengo entre mis brazos, no te caerás —me reí, y le dejé unos cuántos besos en la mejilla; descansé la cabeza en su hombro, suspirando con ternura—. Ay, pero a lo mejor me caigo yo ahora, porque tu regalo me acaba de dejar blandita. Como un chocolate derretido —volví a reírme por mi broma; y le dejé un besito más, esta vez en el cabello—. Gracias, leoncito, es un detalle hermoso. Por los colores, ¡y por las aves, sobre todo, con lo que las amo! Yo no pude hacer chocolatitos el finde, como podrás imaginar. ¡Ah, pero hablando de eso…!

    Lo solté suavemente y, acto seguido, me puse a rebuscar en mi bolsillo. La medalla era grande, pero me tomé algunos segundos por puro amor al suspenso. Le sonreí a Cay, tras lo cual alcé ante nuestros ojos una medalla. Su forma se recortó contra el celeste del cielo, y emitió destellos dorados a la luz del sol.

    [​IMG]

    —Primer lugar —anuncié, con la emoción queriendo quebrarme la voz; me controlé, y le extendí la medalla, invitando a que la tomara—. Lo conseguí, Lion, por fin… Por fin he obtenido mi primera medalla de oro. Conquisté mi primera cima.
     
    Última edición: 28 Junio 2025 a las 9:35 AM
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    Zireael

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    Ahora mismo estaba ignorando el lío del invernadero, en esencia porque me había disculpado con ella y ya empezaba a quedar claro en qué puntos de vista nos diferenciábamos, así que no tenía caso volver allí de momento. Puede que el trasfondo final sobre Vero y yo fuese tan simple como que ella tenía una forma más amable y compasiva de ver la vida, la mía era un poco más nefasta y estaba irremediablemente atada a la intensidad mis emociones.

    Entre todo, cuando vio que reparaba en el golpe que traía en la cara me sonrió con aire tranquilizador aunque no respondió a la broma, pero en sí me dejó hacer, como siempre, y le dejé el beso del lado contrario. Obvio que la criatura reaccionó, se quedó con los ojos cerrados y las facciones relajadas, lo que quiso hacerme algo de gracia.

    —Estás muy bonita sin importar lo del golpe —murmuré ante su comentario de que mañana se vería como nueva.

    Fue un comentario que rozaba la obviedad, porque no me habría liado con ella si no me lo pareciera, pero no recordaba ahora mismo si se lo habría dicho en voz alta. Siquiera me dio vergüenza, a pesar de lo obvio fue sincero, y me dediqué a sacar la cajita de chocolates, consciente de que ella pretendió husmear mientras lo hacía.

    A la niña la cara se le iluminó al ver las stickers y a sonrisa que me alcanzó el rostro fue distinta, más suave, quizás rozaba un poco la ternura. Me gustaba ver las reacciones de las personas que apreciaba ante los regalos, porque en sí no me importaba tanto el objeto físico, era lo que podía generar en ellos. La observé mirar la caja con más detalle sin decir media palabra, solo guardando en la memoria este pequeño instante, y en conjunto con la hierba creí sentirme algo más tranquilo.

    Medio que me anticipé a lo siguiente, por lo que pude ajusta un poco la postura y recibir el abrazo. Me permití un suspiro y rodeé su cuerpo con un brazo, dedicándole un caricia en la espalda, su comentario me sacó un risa baja y en cuanto me besó la mejilla parpadeé con cierta pesadez. El siguiente beso fue en el cabello y no pude evitar sonreír ante su agradecimiento antes de negar suavemente con la cabeza, en un claro gesto de que no hacía falta darme las gracias.

    Iba a alcanzarle la lonchera para que metiera la caja allí de nuevo al menos mientras estábamos aquí, pero entonces se puso a escarbar en el bolsillo y entonces sacó la bendita medalla de oro con la que me había tenido en suspenso desde el sábado. No me di cuenta de que abrí mucho los ojos y recibí la medalla cuando me instó a tomarla, de forma que pude mirarla de cerca y unos segundos después se me escapó una carcajada directo del pecho.

    I told you so! —solté entre la risa—. ¡Te dije que ibas a ganar!

    Sostuve la medalla por la cinta, para que no se me fuese a caer, y esta vez fui yo quien la abrazó. Le eché los brazos encima, la estreché con firmeza y giré el rostro para dejarle un beso allí donde alcanzara, que acabó siendo un punto medio entre su mejilla y su oreja. Había escuchado que se le había querido quebrar la voz, así que mantuve el abrazo un rato, usando la mano libre para hundirla en el cabello y encajarla en la base de su nuca.

    —Felicidades, birdie —dije en voz baja, el tono se me había suavizado muchísimo—, y bienvenida al mundo de los medallistas de oro.
     
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    Bruno TDF

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    Mi propósito había sido husmear a gusto, en la búsqueda de adivinar qué era lo que Cay hurgaba en la lonchera que reposaba a su lado. Nada me habría movido de tal intención, pues aparte de confianzuda era una chismosa irremediable. O era lo que tuve en claro en un principio, porque lo que el muchachito dijo después, en respuesta a mi comentario de quedar como nueva al día siguiente.

    Estás muy bonita sin importar lo del golpe.

    Oh stop it, you —respondí con una risita.

    No tuve forma de seguir chusmeando, pues debí llevarme las manos a las mejillas y concentrar las energías en contener mi reacción, porque la calidez había querido desbordar por cada poro de mi cuerpo. Sin ánimos de sonar arrogante, no era la primera vez me halagaban; pero siempre daba gustito escuchar cumplidos, y más cuando venían de ciertas personas. Además, era la primera vez que mi leoncito me decía algo así, de forma más directa, por lo que el gustito fue ciertamente doble. Me quedé balanceando los pies en el aire, encantada y contenta. Toda esta pequeña distracción le permitió sorprenderme con su cajita de chocolates con sus stickers de pajaritos; lo cual sumó un mar de sensaciones que me dejó al borde de un colapso por softness.

    Pude abrazarle más a gusto de lo que creí, porque este muchachito me conocía bien y había acomodado el cuerpo para recibirme entre sus brazos. La caricia en mi espalda siguió ablandando mi cuerpo. Prácticamente, relajé parte de mi peso en él; disfrutando de la calidez de su cuerpo y también la de su cariño. Con igual cariño le comí la mejilla a besos, pero sin dudas se los habría repartido por toda la carita, como en el Parque Hibiya. Este chico era demasiado tierno cuando se lo proponía y yo lo quería mucho.

    En medio de nuestro abrazo recordé el otro asunto que nos había convocado aquí, en la azotea. Le presenté la medalla de oro. Seguía sin poder creerlo. Cuando la vi brillando ante nuestros ojos, muchas sensaciones se me mezclaron: las del sábado, de antes, durante y después del torneo; la merienda con Vali, Jez y Mei; luego la cena con Togashi y Kana-chan; los mensajes de las chicas de esta mañana; y la emoción que me trajo la caja de chocolates de Cay. Volví a pensar en la llamada que tuve con Takeshi-sensei y en lo contento que sonó, al otro lado de la línea.

    He honrado tu nombre, maestro.

    Eres una discípula que se esfuerza incansablemente. Ese es mi máximo honor, Verónica.

    Mi voz casi se quebró cuando le hablé a mi leoncito, porque tanta felicidad no me estaba cabiendo en el cuerpo. Supe controlar mis emociones y, así, me pude enfocar en prestar atención a la inminente reacción de Cay, a quien miré con ojitos expectantes. Los suyos se abrieron de par en par al notar el brillo del oro, tomó la medalla cuando lo invité a hacerlo, permitiéndose verla más de cerca. Hubo unos segundos de silencio. Hasta que una carcaja se elevó hacia el cielo, haciéndome sonreír sin darme cuenta. Asentí con entusiasmo ante sus palabras.

    —Te prometí que daría lo mejor de mí y he cumplido —le dije con una risita, dándome golpecitos en el pecho con un puño.

    Su abrazo no me resultó inesperado, también terminé acomodando el cuerpo con anticipación. Fue porque lo adiviné al ver que sostenía la medalla por su cinta, y porque me había quedado con ganas de otro. Cual fuese el caso, le recibí con mucho gusto, de mi parte también hubo más firmeza al momento de estrecharlo, siempre con mimo. Su beso me dejó cosquillitas en la piel, haciéndome reír, y me relajé al notar que este abrazo iba a durar un poco más. Su mano se hundió en el manto blanco de mi cabello, mientras que empecé a acariciarle la espalda con movimientos amplios, mientras que con la otra mano busqué a tientas algunos rizos en la zona de su oreja, con los que me puse a juguetear. Su felicitación suavizó mi sonrisa, porque encima me llamaba con ese apodo tan bonito.

    Por su parte, la bienvenida al mundo de los medallistas de oro me volvió a llenar de sensaciones, pasadas y presentes. A modo de reacción, hundí el rostro en su hombro, donde me froté como si fuera una gatita. Pero no me moví de allí, mantuve la cabeza ligeramente agachada, de un modo que sólo podía verme el cabello

    —¿Podemos quedarnos así un momentito? —le pedí, con los ojos humedecidos— Sólo un momentito, my Lion

    No pasó tanto, a lo sumo un minuto. Cuando alcé la cabeza, le dediqué una sonrisa radiante.

    “Cada triunfo trae nuevas cimas por conquistar” —recité— Es una frase de Masutatsu Oyama, el fundador de mi estilo de karate. ¿Te conté que fue el maestro de mi maestro? Si no, pues ahora lo sabes —hubo una risita, seguida de un suspiro— Esto es apenas mi punto de partida, leoncito, y espero que me veas conquistando el mundo de los medallistas de oro.

    Le sonreí con cariño. Entonces, dejé ir la mano con la que jugueteaba con sus rizos, para llevármela al bolsillo de la falda. De allí saqué el móvil, abrí el navegador y en un parpadeo entré a la web oficial de la IKO, la federación que había organizado el torneo. Abrí un apartado que contenía material audiovisual de la competencia, y busqué una foto. Cuando la encontré, se la enseñé a Cay,.

    Era una fotografia oficial, de las tantas que había en la web de la IKO. La foto era vertical y aparecía sólo yo, haciendo la postura que reflejaba el Zanshin. Vestía mi dogi blanco de karate, y en la cintura llevaba atado el cinturón negro, el mismo que la había mostrado a Cay en los mensajes del sábado; las dos líneas doradas en su extremo representaban mi 2º Dan. Llevaba el cabello recogido en una trenza. Y mi aire era completamente distinto al que solía mostrar en la escuela. Seria, solemne y centrada, en absoluta concentración. Con la mirada de una guerrera que no estaba dispuesta a dejarse caer.

    —¿Cómo me veo? —le pregunté por pura curiosidad, ya que nuestra rutina no nos permitía presentarme ante él en mi “modo marcial”— Hay bastante más material sobre mí si quieres mirarme, eh. ¡Hasta me enteré que salí en el periódico...! —reí.
     
    Última edición: 28 Junio 2025 a las 8:31 PM
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    Zireael

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    Su respuesta al halago me sacó una risa baja, si acaso la habría escuchado yo mismo, y seguí enfrascado en sacar la caja de la lonchera aunque seguí algo atento a sus reacciones. Esta chica era peligrosamente transparente y aunque en eso nos parecíamos también, comprendía que ella no veía esa expresión tan genuina de sí misma como una muestra de debilidad. Me alegra por ella y a la vez, de alguna forma, me angustiaba.

    Sus alas golpeaban con demasiada fuerza.

    Y mi cuerpo estaba cubierto de grietas.

    La visión de la medalla me alegró de verdad y lo que sentí se pareció bastante al orgullo, porque sabía lo importante que era todo esto para ella. Justo por eso también le había dicho con semejante seguridad que iba a ganar y ella me había contestado lo que estaba repitiendo ahora, que daría lo mejor de sí. Volví a reírme, fue menos exagerado que la carcajada inicial y asentí con la cabeza, todavía observando el oro de la medalla.

    You did —resolví con simpleza—. Sabía que lo darías todo.

    Como siempre.

    Luego la abracé, ella se dejó hacer y sentí su caricia en la espalda, reconocí la calidez del contacto y la especie de consuelo que brindaba; pronto la noté acariciarme el cabello también y suspiré con algo de pesadez. Mi intención había sido dejarla ir, pero cuando me pidió un momento más tomé aire y la estreché con algo más de fuerza, sin pretender hacerle daño aún así.

    Reajusté un poco la postura, moviendo la pierna más próxima a ella, y así pude girar un poco más el cuerpo para instarla a acomodarse contra mi pecho. Que se cagara a trompadas con otros no significaba que dejara de tener emociones y el fin de semana habría sido tremenda montaña rusa. Además, ya estaba visto, ¿no? Llevaba mucho tiempo siendo de esta manera. Bastaba un pedido, uno solo, para que las paredes de roca se elevaran y para que encendiera las luces.

    —Tómate tu tiempo —le dije en voz baja y giré el rostro para dejarle un beso entre el cabello—. Hasta los medallistas de oro necesitan donde descansar.

    No fue más de un minuto, cuando percibí que se enderezaría le dejé libertad de movimiento y le dediqué una sonrisa como reflejo de la suya. Separé los brazos de su cuerpo y después de que hablara, con la frase del triunfo y las nuevas cimas del sensei de su sensei, usé las manos para reacomodarle algunos mechones de cabello que se le habían salido de lugar a pesar de tener el cabello mortalmente liso.

    —Lo bueno es que todas las veces que vayas a pelear por el oro te diré que vas a ganar y luego podré ver tu colección de medallas. Puedo sacarles brillo, si quieres —bromeé con la sonrisa plantada en el rostro, todavía acomodándole algunas hebras de pelo—. Puedes escalar todas las nuevas cimas, no lo pongo en duda.

    De cualquiera manera, se puso a buscar en el móvil y aproveché ese momento de distracción suya para estirar el brazo encima de la pantalla, pescar la caja de chocolates y devolverla a la lonchera, que dejé a su costado esta vez luego de la aclaración de que el calor del techo podía empezar a derretirlos. Eso le dio tiempo a ella de encontrar la foto y entonces doblé la espalda para mirar la pantalla, tomándome el atrevimiento de hacerle zoom y todo.

    No había que tener un empleo en la NASA para saber que Vero era otra cuando estaba en modo artista marcial, pero verlo me hizo algo de gracia, quería decir, no una gracia que proviniera de la burla, era el simple contraste. Su pregunta me estiró una sonrisa en el rostro y, por la pura tontería, no respondí de inmediato. ¿Acababa de soltar así tan pancha que si quería seguirla mirando había de sobra dónde hacerlo? Ah, qué iba a hacer yo con esta muchacha, de verdad. ¿Aunque el periódico? ¿Cómo se enteraba uno que salía en el periódico? En fin.

    —Hasta podría olvidarme de que mides poco más de metro y medio —acabé soltando, divertido, y erguí la espalda. Al mirarla de nuevo estiré un poco más la sonrisa—. También me gusta el modo artista marcial, si es lo que preguntas. Te da un aire distinto y a mí me interesan los dos lados de Vero, so...

    A mí no podían dejarme diez minutos sin supervisión, ya estaba visto, y aunque no estuviera intoxicado al punto de la incoherencia quizás no debía soltarme tanto a las ocho de la mañana. El punto fue que me las arreglé para medio colar el cuerpo en su espacio y así pude buscar sus labios, no la besé, aunque me quedé a muy poco de hacerlo y aproveché la cercanía para hablarle.

    —¿Puedo mirarte más entonces? —tanteé suavizando la voz a posta y volví a sonreír, la segunda intención estaba implícita, pero acabé mezclándola con algo más inocente apenas unos segundos después—. Enséñame más fotos o vídeos, al final no vi nada del torneo para no arruinarte la sorpresa que tanto estabas guardando para mí.
     
    Última edición: 28 Junio 2025 a las 9:26 PM
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    Sus brazos, al estrecharme con más fuerza, fueron como una represa que contuvo el nuevo desborde de emociones. Aceptaba mi sensibilidad y sabía que no había nada de malo en mostrarla dejarla bien ante alguien de confianza; pero también pensaba que, a estas alturas, ya había sido suficiente con las lágrimas que derramé el sábado, durante y después de la ceremonia de premiación. Me dediqué a contenerlas en brazos de Cay, quien acomodó la postura de su pecho para permitirme descansar en su pecho, donde terminé apoyando una mejilla. Sentir los latidos de su corazón contra mi oído tuvo un poder relajante y el beso en mi cabello, en conjunto con sus palabras, me sacó una sonrisita agradecida que mi leoncito no pudo ver. Me limité a respirar, profundo y despacio, hasta que me recobré pasado un minuto.

    Con la frase sobre las cimas por conquistar, dejé en claro que no pensaba confiarme y tampoco disminuir la intensidad de mis esfuerzos; lo cual aplicaba tanto para karate como para el judo. También aproveché la cita de Mas Oyama para expresarle un deseo genuino, el mismo que les dije a Jez y Mey el sábado, en la merienda post-torneo: quería que nuestra amistad fuese duradera. Porque triunfar en el mundo de los medallistas de oro implicaba un camino vasto, de años y años de entrenamiento, dedicación y competencia. Que me acompañaran a lo largo de ese sendero implicaba, a la vez, mantener nuestros lazos que tanta alegría me daban al corazón.

    Cay no sólo afirmó que seguiría allí para alentarme, hasta se permitió la bromita de sacarle brillo a todas las medallas que iba a ganar. La alegría con la que sonreí fue tan auténtica como el deseo antes mencionado, y asentí con marcado entusiasmo., dificultándole sin querer la tarea de acomodarme los mechones despeinados. Me quedé quietita apenas fui consciente del despiste, ups.

    —¿Mi leoncito está dispuesto a ser el guardián de mis medallas de oro? Saberlo me motiva a entrenar con más ganas —bromeé, cariñosa.

    Le mostré entonces mi fotografía, pues me había gustado mucho cómo salía. Los torneos de karate japoneses tenían mucha más difusión y cobertura, a diferencia de lo que sucedía en Norteamérica. Que Hubby se hubiese enterado de mi triunfo por un periódico daba cuenta de eso. El material disponible era amplio: videos, fotografías, estadísticas y hasta mini-entrevistas. Había mucho para mirar, tal como le dije a mi leoncito como quien no quería la cosa.

    Jugando con el doble sentido de las palabras elegidas, por supuesto.

    Porque no sería yo si no aprovechaba la oportunidad de coquetear un poquito.

    Me había quedado con la vista puesta en el móvil, viendo cómo le hacía zoom a mi foto, pero obviamente me quedé mirándolo de reojo después de dejarle ir mi tontería atrevida. La sonrisa que asomó a sus labios tentó la mía, y al cabo de un momento bromeó con mi altura, dijo que le gustaba mi modo marcial y… Vaya, vaya. Así que estaba interesado por todas mis facetas, ¿eh?

    Mi sonrisa se estiró con un destello de picardía.

    Su cuerpo penetró en mi espacio, obvio le dejé entrar sin miramiento. Erguí la espalda para que no tuviese que inclinarse al momento de acercarse a mis labios. Pero, contrario a lo que pareció, este muchachito tan juguetón se detuvo en un punto exacto, donde unos pocos centímetros nos separaban de un beso. Sentí la calidez tan cercana de su aliento cuando habló, y la pregunta que hizo me arrojó un chispazo, que se extendió por mi cuerpo como un ligero hormigueo. No pude menos que sonreír casi contra su boca, con aires muy traviesos. Igual, el girito que pegó al final me sacó una risita de nada.

    No dije nada, sino que comencé a deslizar una mano por su espalda, en un movimiento ascendente muy, ¡muy! suave. Mis dedos encontraron la zona de su nuca. Comúnmente no iría a tocar justo esta zona a las ocho de la mañana en plena escuela, pero… era un mensaje en sí mismo. Sostuve a Cay y lo acerqué a mí mientras cerraba los ojos. Los centímetros que separaban nuestros labios fueron consumidos por mi acción, y lo besé suavemente por espacio de algunos segundos.

    —Claro que puedes mirarme más, mi lindo. Me gustaría —le respondí con fingida inocencia cuando le regresé su espacio, y me puse deslizar el dedo por la pantalla del móvil—. A ver, creo que esto te va a interesar —en el aparato se vio que abría una galería de videos; miré a mi leoncito con una sonrisa—. ¿Sabés por qué tenía las manos lastimadas la vez que tu Lil Sis Moony me dio las curitas? Estuve entrenando duramente para este momento.

    Le ofrecí el móvil para que lo sostuviera y me encargué de darle play a un video titulado
    “Maxwell Verónica. Tameshiwari. 10 tablas en total”. Era una filmación donde aparecía nuevamente yo, con una carita de concentración absoluta, mientras gente del Staff del torneo colocaba frente a mí tres tablas de madera sostenidas sobre dos ladrillos de piedra.

    —La cosa es así —empecé a explicar, aprovechando los primeros segundos de espera—. Éramos cuarenta y ocho competidoras. Cuando quedamos ocho clasificadas, nos hicieron romper tablas de madera; fue como un side event con premio aparte, pero también servía como criterio de desempate si el resultado de una pelea no es muy claro; quien hubiese partido más tablas antes, ganaba. Para el Tameshiwari de este torneo debíamos usar tres técnicas: Puño, Codo y Canto, o sea, la típica de golpear con el costado de la mano. Ah, mira, ya empiezo.

    En el video, rompí las tres tablas limpiamente con un codazo. El video era como un compilado de todos mis rompimientos, por lo que Cay me vio haciendo lo mismo con el canto de la mano y, finalmente, el dichoso momento en que rompí cuatro tablas de un puñetazo. El dolor, vale decir, fue bastante grande, pero en el video no cambié la expresión. Más me dolió la regañada que Anong-sensei nos dio a Himari y a mí, diciéndonos que era un milagro que tuviésemos las manos intactas. Romper cuatro tablas era demasiado para unas jovencitas de diecisiete años, por mucho 2ª Dan que tuviéramos.

    El contenido finalizó. Miré a mi leoncito... Y la sonrisa volvió a danzar en mis labios.

    —¿Qué tal, eh? —le dije— Ahora que me viste… imagino que te quedaste con ganas de más, ¿verdad?
     
    Última edición: 29 Junio 2025 a las 7:28 PM
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    Zireael

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    Puede que ciertas personas tuvieran razón, que si dejaba de resistirme de verdad esto me salía natural, y al pensarlo sentí que algunas piezas dentro de mi pecho volvían a encastrar en sus lugares lentamente. Me quedé sosteniendo a Vero y respiré despacio, puede que incluso algo adormecido, en el breve minuto que le tomó ordenar sus emociones.

    Me hizo gracia que por asentir a lo de las medallas me echara por el caño parte de la intención de acomodarle el pelo, aunque no abandoné mi pequeña misión y ella colaboró al darse cuenta. De nuevo el gesto me supo natural, surgido de un lugar más centrado de mí. Apenas terminé la dejé quieta y me dispuse a ver la foto, luego de haber guardado la caja de chocolates. No contesté nada a lo de que el hecho de que fuese el guardián de sus medallas la motivara, no creí que hiciera falta.

    Solté todas las estupideces de turno, creí percibir la picardía de su sonrisa por el rabillo del ojo y la confirmé en el momento en que, cabrón como solía ponerme en este contexto, pretendí besarla. Sonrió casi encima de mis labios, claro, y se rio cuando pegué el deflect. Podría haber quedado en eso, pero noté su mano acariciando mi espalda y la sensación me cosquilleó por el cuerpo, ligeramente intensificada por el humo que me había metido hace unos minutos.

    Su mano alcanzó mi nuca y estuvo muy cerca de erizarme la piel, de hecho respiré con cierta pesadez y comprendí a dónde nos estaba llevando su gracia. Me dejé hacer, que me acercara a ella y alcancé su rostro con la mano, encajándola entre su cuello y su mejilla. Procuré ser más delicado de lo que hubiese querido, pero no por ello dejó de tener la clara intención de mantenerla en su lugar incluso si no iba a escaparse.

    Algunas manías no cambiaban, ni modo.

    No alteré el ritmo suave del beso, ni busqué extenderlo, cuando se separó aflojé la mano y al dejarla caer en el espacio entre nosotros puede que el roce en su pecho pintara como accidental, pero no lo había sido y yo lo tenía muy claro. La tonta obvio me dijo que podía mirarla más, que de hecho le gustaría, y me reí por lo bajo, entretenido con la idea casi tanto como me había divertido la estupidez de los besos prestados. A pesar de eso, le presté atención de verdad cuando el asunto lo ameritó y asentí a lo de las curitas de Bea.

    Recibí el móvil con el vídeo de la Vero super hiper mega concentrada y miré el vídeo mientras ella hablaba, me acordé del rollo este de las tablas porque salía en algunas películas. Igual no pude evitar el "Oh shit" bastante sorprendido cuando la niña, con su poderosísimo metro sesenta, hacía mierda las tablas. Eso obvio dolía, pero ella mantuvo la cara de póker, perdón, la cara de artista marcial.

    This is pretty cool actually —murmuré con sinceridad y de hecho retrocedí el vídeo un momento para ver de nuevo esa parte—. Dios me libre de que me pegues un codazo, me quiebras algo.

    Fuera coñas, tentar a Verónica que podía meterte una paliza que dejaría hospitalizado a cualquier pandillero era una estupidez y aquí estaba yo jugando de valiente, pero cerré la boca al respecto, como siempre. Percibí su mirada y le regresé el teléfono, tragándome la risa que quiso darme su pregunta. Me ponía muy difícil la tarea de comportarme y, mind you, al principio cuando vine a sentarme aquí para esperarla de hecho sí pretendía ser buen muchacho.

    No me duraba demasiado.

    —Puede ser —respondí fingiendo que no estaba muy convencido—. ¿Vas a enseñarme más, birdie?

    Dejé la pregunta suspendida, pero regresé la mano allí donde la había encajado durante el beso anterior y la atraje hacia mí con cierta firmeza que filtré un poco menos que antes, pero todavía no podía decirse que hubiese sido brusco. Apenas la tuve a mi alcance la besé, fue suave al principio, pero ladeé apenas la cabeza y moví la mano un instante para colarla entre nosotros y la insté a separar los labios para mí.

    —Lo olvidé —susurré prácticamente en su boca—, ¿no faltaba el premio por tu medalla?

    Me sonreí contra su boca, siquiera me molesté en disimularlo, y profundicé el beso apenas haber dicho la idiotez correspondiente. Eran las putas ocho de la mañana, pero llevaba ya bastante sin preocuparme por el horario o lugar de las cosas cuando había algo bueno de por medio.
     
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    Bruno TDF

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    Tal y como había deseado, el tacto en su nuca lo hizo reaccionar. Sentí un poquitito de satisfacción ante la pesadez que inundó su respiración, en el preciso momento que mis dedos oprimieron dulcemente la zona rapada de su cabello. Desde que este muchachito me había dado a entender lo mucho que lo encendía que lo tocaran esa zona, durante la noche del Maharaja; no dejé escapar el dato por nada del mundo. Me lo dejé bien aprendido, grabado con fuego en mi memoria; de la misma forma que él, tan aplicado, se aprendió cómo me gustaban las caricias en mis piernas. Se podía decir que éramos buenos alumnos, ¿no?, para las cositas de índole más… candente.

    Gocé cada segundo de nuestro beso. Era imposible que Cay se quedara a tan pocos centímetros de mi rostro y la cuestión quedara en este punto sin más, ¿cómo iba yo a permitir algo semejante, con tan linda oportunidad a mi alcance? Me dediqué a disfrutar de la suavidad de sus labios y del calor de su mano, la cual había dejado cerca de mi cuello. La mía, por otro lado, la deslicé desde su nuca hasta su mejilla, imprimiéndole una caricia en el proceso. Tal como se estaba viendo, no existía ningún tipo de contención a la hora de tocar a mi leoncito.

    Y hablando de tocar…

    Cuando nos separamos, fui muy consciente de lo ocurrido con… mi pecho. Era especialmente sensible en la zona del busto, por lo que el roce de la punta de sus dedos me quedó cosquilleando con cierta insistencia los siguientes segundos, como pequeños chispazos que quisieron desviarme los pensamientos a rincones poco decorosos para esta hora. Hubo un ligero estremecimiento de mi parte ante el toque de Cay, a quien me quedé mirando con una ceja alzada, preguntándome si se había dado cuenta de esto, que tuvo la pinta de ser un pequeño accidente. Al final, no logré impedir que la picardía regresara a mi semblante, porque me divirtió pensar en que el hecho, en verdad, no fue tan “sin querer”. Lo vi como una posibilidad clara, pues se trataba de mi leoncito tan audaz, y no me quejaría de ser el caso.

    Porque llevaba un tiempo deseando algo más.

    Por eso le dije que podía mirarme todo lo que quisiera, mostrándole mi disposición a ir más allá. Cay era un chico muy lindo a mis ojos y, sobre todo, habíamos construido un cariño y confianza mutuas. Quizá yo podría preguntarme, algún día, si este muchachito me había atraído desde el comienzo; que hubiese quedado un deseo latiendo en un rincón calmado de mí… hasta que la sonrisa que me mostró en el dojo terminó encendiéndolo por completo, dándome alas más ardientes. Èl se rio ante mi respuesta y yo mantuve la sonrisa coqueta en mi rostro, haciéndole un movimiento sugerente de cejas antes de pasar al asunto de los videos de mí rompiendo tablas.

    Se me escapó un risa liviana al escuchar su palabrota pronunciada en inglés, cuando me vio partiendo las maderas; yo estaba más atenta a su carita que al video en sí mismo, por lo que me entretuve bastante con la sorpresa que allí se manifestó. Sonreí cuando dijo que lo que vio le pareció cool, lo cierto es que me ponía muy contenta que me viera en acción; no sólo en el karate, sino en un torneo oficial. Volví a reírme por el comentario del codazo, negando ligeramente ante la sola posibilidad de quebrarlo; me daba penita de sólo pensarlo.

    —Para mi leoncito sólo hay abrazos y más —dije,sincera, pero también divertida por el nuevo doble sentido.

    De hecho, añadí la pregunta sobre si le gustaría ver más de mí, manteniendo el juego de los dobles sentidos. Como ya notaba que mi leoncito había entrado en mi misma sintonía, con tantas palabras sugerentes de por medio; yo estaba llegando a ese punto en el que alguien debería detenerme.

    Pero no sería Cay.

    Y cuánto gusto me daba que así fuese.

    —Todo lo que quieras, sweetheart —respondí, sintiendo un principio de calor en el cuerpo— Si tú también me dejas verte más. Hay que ser... equitativos.

    Volvió a posar su mano en la zona entre mi mejilla y el cuello, atrayéndome hacia él con una firmeza que no me pasó desapercibida. Yo acostumbraba a hacer estas cositas con suavidad y cierta dulzura, pero no tenía reparo alguno en adaptarme a cuotas extras de energía si eso era lo que lo satisfacía; también tenía su encanto particular. Así, nuestro beso tuvo un ritmo tranquilo y tierno al comienzo, y luego terminamos ladeando la cabeza casi al mismo tiempo. Su mano me invitó a separar los labios, pero yo había tenido esa intención desde el comienzo, deseosa.

    Mi leoncito aprovechó este segundo para soltar una tontería que me hizo sonreír contra su boca, casi mostrando los dientes, y debí resistir la tentación de morderme el labio inferior porque, por supuesto, el modo en que interpreté su pregunta no fue para nada inocente.

    No respondí, sino que me dediqué por completo al beso, ahora más profundo y húmedo. Mantenía una mano en su mejilla, y la otra la usé para tomarlo por la corbata del uniforme, justo como había hecho el día del dojo. No hubo juego ni sutileza. A diferencia de aquella vez, cerré el puño sobre la prenda y lo atraje más a mí con una firmeza parecida a la que él mostró antes, para así acentuar el beso. Mi respiración también comenzó a tornarse más pesada, casi a punto de ser un jadeo suave.

    No supe cuánto duramos esta vez, pero me separé para recuperar algo de aliento. Tenía una sonrisa gustosa en mi semblante, y seguro me había subido algo de rubor a las mejillas por el calor. Lo recorrí con mirada, con aire travieso, antes de tomar su rostro entre mis manos.

    —Así es, bonito, aún queda cierto trofeo por recibir —le dije, acariciándole los rizos del flequillo, y mi sonrisa se estiró con evidente deseo— ¿Cuándo es la ceremonia de premiación?
     
    Última edición: 2 Julio 2025 a las 3:58 AM
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    Zireael

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    no me juzgues por la canción si buscas la letra, pero ITS SO GOOD
    CayHL.png

    Si algo me había quedado claro desde muy crío era que las manías se interiorizaban mucho más rápido que los buenos hábitos, ¿podía culpar a Verónica por aprenderse dónde debía tocar o no? Para nada, yo mismo tenía mis propias notas mentales, los post-its, y los aprovechaba tanto como me lo permitieran. Igual volvía a lo mismo, esta no había sido mi idea inicial del asunto, hace unos minutos solo estaba aquí por el torneo y los chocolates.

    Pero daba la sensación de que todo el mundo desviaba mis intenciones iniciales últimamente.

    No era que yo pusiera resistencia de alguna clase, no me interesaba hacerlo, pero que la estupidez se repitiera era casi cómico. No podían pedirme coherencia si presionaban botones a posta y yo de por sí daba señales mezcladas que te cagas. A la larga pretender algo distinto a lo que ocurría era insostenible y no me quedaban ganas de muchos más dilemas morales.

    No había que cambiar lo que funcionaba.

    Que la criatura se estremeciera por mi toque "accidental" siguió añadiendo leña al fuego, noté la pregunta silenciosa en su rostro y fingí inocencia como un campeón, no batí ni una pestaña al hacerlo ni me costó en lo más mínimo. Mi demencia fingida contrastó con el tinte de su mirada y notarlo me hizo su debida cuota de gracia.

    Al comentario de que si me golpeaba, por suave que fuera, seguro me quebraba algún hueso ella respondió algo bastante Vero coded e incluso con las vibraciones que agitaban el aire la primera parte me dio un poco de ternura. El doble sentido seguía allí, obviamente, y no dejó de usarlo después tampoco. Me dijo tan fresca que podía enseñarme tanto como quisiera y la risa que me sacudió el pecho fue algo más densa.

    Si tú también me dejas verte más.

    Esa es, de hecho, el tipo de cosa que no deberías decirme.

    No me molesté en responder nada, la sujeté de nuevo y seguí tanteando, rozando cuerdas esperando reacciones. A fin de cuentas, confiara en ella o no, seguía todavía dando tumbos. Era una chica y aunque me pudiera cagar a piñas, no dejaba de ser más pequeña que yo y hasta entonces no me había dado ninguna pista, ni siquiera luego del Maharaja, de hacia donde apuntar con algo más de especificidad. Era delicada incluso cuando dejaba de pensar, pero yo era un intenso de mierda y me habían mal acostumbrado a ciertas cosas. A ciertas libertades.


    Mi idiotez la hizo sonreír, pero tampoco me respondió y cedió al beso, a la profundidad y la humedad. Sentí que me pescó la corbata, la empuñó y me atrajo hacia sí, en una línea similar a mi forma de sujetarla. El fuego me rebotó en el cuerpo, necio, y una de las cadenas que me retenían se desbarató. Regresé la mano a su posición anterior, la afirmé mejor y presioné los dedos contra su piel. La pesadez de su respiración acabó consumida porque me hundí más en su boca, tanto como quise si debía ser sincero, y mi mano libre fue su a parar a su regazo sin ninguna clase de disimulo, la deslicé por la piel descubierta de su muslo y luego presioné.

    Para cuando se separó para respirar yo ya tenía la cabeza vuelta aire, las sensaciones repicaban y el calor palpitaba. La escuché y a la vez no, la sentí acariciarme el flequillo y la mano que seguía en un punto muerto de su cuello se deslizó hacia su nuca. Hundí los dedos en su cabello en un roce inicial y entonces, bien cerca de la raíz, cerré la mano. No tiré como tal pues seguía tentando límites, pero usé la nueva ancla para instarla a dejarme espacio y me hundí en su cuello. La mano en su muslo de repente estuvo rodeando su cintura y encajé los dedos al costado de su cuerpo.

    Ya no podía pensar.

    —Hoy —susurré con la voz pastosa y mi aliento chocó contra la piel de su cuello, donde justo acababa de dejarle un beso húmedo. Respiré con pesadez, la besé de nuevo y volví a hablar—. Ven conmigo a casa esta tarde.


    Cay y yo al principio de la interacción: hey Vero, ten tus chocolates
    Estos reverendos pendejos: *estos últimos tres posts*

    en fin, fue un placer, yo procedo a retirarme luego de tirar esto JAJAJ
     
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