Fukui Fukui

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 29 Octubre 2021.

Cargando...
  1.  
    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    11,004
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Yuzuki Minami

    El resto de conversaciones habían seguido ocurriendo a mi alrededor y atendí a ellas en silencio, ahora sí concentrada en lo que me correspondía. Escuché lo de los dones y recordé cómo en las islas bajo la oscuridad del eclipse y dentro de la oscuridad que brotaba de Rengo había sentido que recuperaba la fuerza que había perdido en Kioto, la que me habían arrebatado. No sabía hasta dónde saber que los aquí reunidos habíamos sido mirados por los Dioses era bueno o malo en el largo plazo, pero ahora suponía que sólo nos importaba completar nuestras misiones aunque... ¿Qué pasaría entonces, si teníamos éxito?

    Por otro lado Rengo le había contestado a Ko, fue una respuesta... Bastante Rengo de su parte, si es que eso tenía sentido y sonreí de manera sutil. Cuando terminé con mi tarea Yato me agradeció, ante lo que negué suavemente con la cabeza y le regresé la sonrisa.

    —No hay nada que agradecer —convine, tranquila.

    Si acaso había terminado de decir eso cuando alguien entró sin molestarse en ser sutil, el cuerpo me respondió antes que la mente y me enderecé, giré en redondo y extraje el colmillo de su saya. Con el brazo libre busqué a Hayato, incluso con la mano faltante busqué empujarlo detrás de mí tanto por protección como por conveniencia, por su arco, y mantuve el cuerpo frente a Yato pues era la persona herida.

    Pero entonces las voces rebotaron.

    Todos aquí somos coleccionistas, Kuro.

    La mano.

    Matahachi dijo el nombre de esta persona y no pude recordar si lo había escuchado en Kioto, pero sin dudas recordaba su rostro y su voz, antes de que el mundo se llenara de parches y del olor a hierro proveniente de mi cuerpo. Nos habían vestido de un blanco tan pulcro que había querido dejarme ciega y luego se empapó de sangre, mi sangre. Los ecos de las voces de Gendo y sus lazarillos, de Kuroki, estaban mezclados con el llanto de Takeda y el mío.

    El colmillo empezó a temblar en mi mano, me di cuenta y lo empuñé con más fuerza, como si aquello pudiera detener el terror que me corría por el cuerpo, pero también noté que me estaba costando respirar. Escuché algo de un objeto, creí recordar entre las manos de este infeliz un espejo de bronce, pero siquiera creí que fuese importante y no podía pensar con fluidez. Que Kato y Daidoji cubierto, la traición a Akishino, Hoshi, el eclipse y otro montón de cosas.

    Cuando Daidoji me miró y preguntó por mi brazo me quedé congelada, el temblor de mi cuerpo volvió a descontrolarse y la voz de Rengo me sonó lejana, como si viniera de otro lugar. Este desgraciado había hecho que mi mente regresara a Kioto y allí Rengo no me alcanzaba, no por completo. Al escuchar a Daidoji de nuevo mis gestos se descompusieron en una mueca de repulsión y miedo que no pude controlar, no noté que bajé el brazo tembloroso y con él la katana.

    Gendo se había pegado uno de mis dedos.

    A pesar de todo, Daidoji había cometido el error de subestimar a Rengo al desconocerlo y al no escuchar sus advertencias. Bastó la mención al acto asqueroso de Gendo para que el muchacho reaccionara, le entregó la katana a Kohaku y atacó, haciendo que ninguna de las armas que se había empuñado, ni siquiera las katanas de Kato, fuese necesaria.

    Me costó aflojar el cuerpo tomado por los temblores y regresé la katana a su saya con dificultad. Con la mano libre la llevé al muñón, no fue algo de lo que me diera cuenta, y se me cristalizaron los ojos al encontrar el vacío, el vacío al que empezaba a acostumbrarme pero que este demonio me había recordado. Mi destino había podido ser peor todavía, Gendo había podido tomarme, pero esto... ¿Por qué?

    —Confío en que puedan encargarse de esto —dije con un hilo de voz, esperando que cualquiera de los presentes me escuchara.

    Procuré poner tanta distancia entre Daidoji y yo como me lo permitiera el espacio, y me enjuagué los ojos tan disimuladamente como pude. El brazo entero se me había atenazado de dolor, un dolor que provenía de la mano que ya ni siquiera tenía, y seguía temblado.
     
    • Fangirl Fangirl x 2
    • Sad Sad x 1
  2.  
    Amelie

    Amelie Game Master

    Sagitario
    Miembro desde:
    12 Enero 2005
    Mensajes:
    8,320
    Pluma de
    Escritora
    saikoro-senso.png
     
    Elegir, al azar, de una lista

    De las opciones:

    • Matahachi
    • Kato
    • Rei
    • Hashimoto

    Ha salido: Matahachi

    • Sad Sad x 2
  3.  
    Amelie

    Amelie Game Master

    Sagitario
    Miembro desde:
    12 Enero 2005
    Mensajes:
    8,320
    Pluma de
    Escritora
    Casa-comun.png
    [Matahachi; Kohaku; Tamura; Kumo; Rei]

    [Yato; Kato]
    [Yuzuki; Hayato; Togashi; Rengo; Hashimoto; Ukita]

    [Yurei: Taiki; Kozaemon; Sora]

    Daidoji respiraba con dificultad, se escuchaba fuertemente rodeado de aquel silencio. Un silencio que se había expandido desde las últimas palabras de Yuzuki mientras Hayato la envolvía en un abrazo; era un niño pero su protección era cálida, un escudo que ocultaba de la vista de Yuzuki a Daidoji y a Rengo con la sangre del enemigo.

    Kumo permanecía alejado; pero estaba tenso, aquella imagen tampoco le había sido indiferente.

    Tamura y Rei a un lado de Hachi quién comenzaba a acercarse a Daidoji, quién observaba directamente a Kohaku. Hashimoto y Ukita se interpusieron frente a Kohaku para romper aquella mirada. Matahachi dio un paso al frente.

    —¿Vas a interrogarme, Matahachi?— se burló Daidoji — ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué buscaba? —clavó su mirada en el cazador — No sabes qué preguntar. Él me ha dejado con vida porque no tiene la valentía de matarme. —dijo refiriéndose a Rengo —Cómo siempre, tú tendrás que hacerlo ¿No es así? Matarme. Hacer el trabajo sucio.

    Matahachi no titubeó y se acercó a Daidoji, este le sonrió.

    fef7a1ec7ed5caf3b7e6c73b95fc2f49.jpg
    —Termina el trabajo, anda. —volvió a burlarse —Sé que no te gusta dejar cabos sueltos.

    — A partir de esa idea que tienes de mí. ¿En verdad crees que fui capaz de derrotarte a ti, a Sayuri e incluso a Gendo?

    Daidoji borró su sonrisa.

    —¿Crees que mostraría mi rostro después de haber torturado a Gendo? —Matahachi negó —Si hubiera estado allí. Yo no los habría dejado con vida.

    Daidoji miró a los ojos a Matahachi

    —No veo miedo en tus ojos ¿Por qué me pides que termine el trabajo? —preguntó Matahachi.

    Kato no separó la mirada de Rengo y le volvió a afirmar —Elimínalo.

    Rengo no se inmutó.

    —No me queda mucho. Esperaré paciente a la muerte— La voluntad de Daidoji no parecía vencerse.

    —Entonces; puede que yo te entregue un regalo, y así alargue tu sufrimiento— interrumpió Rei acercándose mientras se desprendía de su parche.

    Daidoji contempló al vació de aquella cuenca. Conocía perfectamente aquella maldición —Y con ese regalo podría matarlos. Aquí y ahora.

    Rei soltó una carcajada —¿Crees tener esa suerte?

    —¿Y ustedes? —
    Daidoji comenzó a reírse —¡No tengo miedo al dolor; estoy impaciente por morir! —se giró para mirar a Rengo — fui alumno de Kyogi, ¿Lo sabías? —sonrió — Tu deberías saber que perder sangre a veces representa poder — comenzó a reírse —Y hoy te voy a enseñar la lección de no dejar a tus enemigos con vida. Porque el sacrificio de sangre es el más poderoso de todos.

    La sangre de Daidoji iba siendo lentamente absorbida por shi; pero algo no estaba bien.

    —El shikigami en Nagoya— dijo Sora —¡ALÉJENSE DE SHI!



    Daidoji miró a Matahachi — Gendo me pidió que le cortara al cuervo las alas — sonrió con alegría mientras Rengo atacaba a Matahachi completamente ajeno de si, dejando atónitos a los presentes.

    3a942209949d7619b59dbcf3c9d6c22e.jpg

    ba60cbab479317497d23c4372faf083f.jpg

    —Hubiera sido mejor que esto sucediera con Takeda; pero con esto, sé que Gendo perdonará mis errores —Daidoji seguía sonriendo mientras se iba desvaneciendo su vida.

    Rengo miró a Matahachi mientras todos procesaban lo que había sucedido sin entenderlo realmente. Sora miró a Kato, quién también se mostraba sorprendido ante el accionar de su hijo.

    ce73ca2180201c81d3db7f367d99fe2d.jpg

    —No... esto debe ser una broma. Esto no puede ser, no...

    Matahachi escuchaba su respiración, sentía el calor de su propia sangre mientras pensaba en aquel día en la nieve, le habían prestado todo ese tiempo. ¿Y para qué? no pudo ejecutar su venganza, y allí en el suelo se sintió vacío; pero escuchó el ulular del Fukuro y recordó todas las vidas que ayudó a escapar del destino que ahora parecía abrazarlo, y por un breve momento pudo dejar escapar una sonrisa; a pesar de que en lugar de calor comenzaba a sentir el frío, el mismo que sintió en Tateyama.

     
    • Sad Sad x 2
    • Impaktado Impaktado x 2
    • Espeluznante Espeluznante x 2
  4.  
    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    11,004
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Yuzuki Minami

    El abrazo de Hayato me supo cálido y su cuerpo, aunque pequeño, me permitió desconectarme un momento de la presencia de Daidoji. Correspondí al abrazo del niño dándole las gracias en voz baja y los temblores que se había apoderado de mí disminuyeron al menos un poco; habían seguido hablando, la voz de Daidoji me retumbaba en la cabeza y todo lo que decía sonaba extraño... Como si careciera de forma.

    Perder sangre a veces representa poder.
    Porque el sacrificio de sangre es el más poderoso de todos.

    Fue una suerte de presentimiento, porque creí sentir que mi cuerpo reaccionaba un instante antes que de que Sora hablara y mis movimientos, a pesar del terror que me corría por el cuerpo, sucedieron casi encima de su voz. Me liberé de los brazos de Hayato con brusquedad, no fue por él, fue porque comprendí las palabras de Sora a una velocidad vertiginosa.

    —¡El arco, Hayato! —ordené y me mantuve frente a él.

    Fue lo único que pude decir, porque entonces Rengo se abalanzó contra Matahachi y lo que salió de mi garganta fue un grito, llamé al nombre del que era prácticamente mi hijo con semejante desesperación que desconocí el timbre de mi propia voz. Habría sacado el colmillo de su saya, pero era Rengo, era Rengo. Era Rengo. Corrí hacia el menor de los Harima y con la mirada desencajada lo empujé con fuerza, pretendí alejarlo del cuerpo de Matahachi que ya se había desplomado y pensé en Kohaku, el pensamiento fue desordenado, me atenazó el pecho y sentí que la cabeza me daba vueltas. La imagen de Matahachi se fundió con el intercambio que acababa de tener Ko con Ren y me pregunté cómo podía pasarnos esto, cómo era que esto sucedía por culpa de un infeliz.

    Guía al elegido por Mara.

    ¿Cómo se suponía que lo hiciera?

    Para que él detenga al enemigo de los Cielos.

    ¿Cómo?

    Mi mano estaba detenida con firmeza en el centro del pecho de Rengo, pero podía oler la sangre y escuchar el ulular de Fukuro, recordándome que no era una pesadilla, que esto de hecho había pasado. No fui capaz de mirar más allá y me quedé congelada entre dos intenciones, miré a Rengo como si quisiera confirmar que era él, que seguía siendo él y en mis ojos palpitó una súplica, no supe de qué clase. Luego tuve que centrar las ideas, porque era justo de lo que se quejaba Sora cuando aparecimos: la ausencia de médicos.

    Aparté la mano de Rengo, mi tacto de hecho dudó de forma visible y giré todo el cuerpo hacia Matahachi, me acerqué y me arrodillé. El olor de la sangre me inundó la cabeza y mi mano respondió más que mi mente, actúe por memoria, por instinto, buscando alguna forma de ayudarlo, de poder salvar su vida aunque la sangre no paraba de fluir. Tuve que parpadear pues las lágrimas me obstaculizaron la visión. Tragué grueso, consigo arrastré una cantidad considerable del llanto y sentí el sabor salado al fondo de la garganta.

    —Escúchame —pedí controlando a duras penas el temblor en la voz—, escúchame, no dejes de escucharme. Todavía puedo hacer algo, todavía puedo.

    Mi pequeño no es un asesino.
     
    Última edición: 30 Junio 2025 a las 7:00 PM
    • Fangirl Fangirl x 1
    • Sad Sad x 1
  5.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    8,287
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Kohaku Ishikawa

    La noche se cernía con fuerza sobre nosotros, lo pensé al alzar la vista al cielo y, en vano, intentar encontrar alguna estrella. El eclipse llevaba varios días, pero en ese momento, ante la presencia de Daidoji, la oscuridad descendió y serpenteó entre nosotros, cargando el aire de una densidad ominosa e inquietante. Rengo lo había herido y no pude, no tuve forma. No lo comprendí a tiempo. No lo sabía.

    Gendo me lo pidió.

    Que había sido discípulo de Kyogi.

    Que le cortara al cuervo las alas.
    Siquiera llegué a respirar. El movimiento repentino, el destello de la espada ensangrentada, la cascada de cabello albino y la realización de que quien caía bajo el filo de shi era... era Hachi. No encontré nada coherente, nada con sentido, nada alcanzó mis oídos. Ningún pensamiento contrarrestó el inmenso silencio de mi mente. El mundo avanzó, Hachi cayó, Yuzuki se abalanzó junto a él. El tiempo... corría, seguía corriendo bajo este cielo espantoso, y lo entendí de golpe. Me perforó el corazón y quise arrancármelo.

    Hachi se moría.

    Estaba muriendo.

    Moví un pie, luego el otro, y no sé cómo llegué a su lado. Me arrodillé en el suelo, del costado opuesto que Yuzuki, y la imagen de su cuerpo, de la herida y todo el rojo borboteando, terminó de convencerme. Esto... era real. Estaba oscuro, aquello tibio empapando mi ropa era su sangre, el mundo no hallaba su eje y Rengo acababa de atacar a Hachi. Sus sollozos me alcanzaron desde una realidad diferente, parpadeé con fuerza y tanteé el aire con las manos. Era real, era real, era real. No podía serlo, pero lo era. Esto estaba pasando y lo supe, muy adentro mío. No necesité una voz para comprenderlo. El hilo, tenso, chirriaba en silencio.

    Finalmente.

    Estaba alcanzando mi límite, ¿cierto?
    —Hachi —musité en una exhalación, me incliné sobre él y acuné su mejilla con una mano, volteando gentilmente su rostro en mi dirección—. Hachi, ¿puedes oírnos? Estamos aquí.

    Acaricié su piel con el pulgar, fui incapaz de medir lo que ocurría en mi propio cuerpo y, por un breve instante, fui consciente de la presencia de mi padre, en algún lugar detrás de mi espalda. Corrí el flequillo de la frente de Hachi con suavidad; un resplandor tenue, blanquecino, brotaba de la yema de mis dedos, y me incliné hasta presionar mis labios allí. La sangre me manchaba. Debía estar sufriendo.

    Amanozako.

    —Dame tu dolor —susurré contra su piel, cerrando los ojos con fuerza—. Dame todo tu dolor. A cambio, regresa a Tateyama. Seiji sonríe, Kumiko te espera al pie del monte, todos te saludan.

    Por favor, te lo ruego, salva a Hachi.

    —Juega con tus amigos, date un festín. Respira el aire puro y sigue el vuelo de los halcones.

    Haré lo que sea, lo que me pidas.

    —El cielo es azul, no conoce límites, y el sol invernal brilla con fuerza. Es hermoso.

    Por favor.

    —Estás en casa, Hachi.

    Por favor.

    —Estás en casa, y no estás solo.
     
    • Sad Sad x 2
Cargando...

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso