Sala de música

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Gigi Blanche, 5 Agosto 2022.

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    Gigi Blanche

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    Dio igual cuánto papel picado le tiráramos encima, el famoso Gaspar se resistió a inmutarse como un campeón. Al ver sus modos y ademanes tan, tan serenos, y también al preguntarme por qué usaba gafas aquí adentro, se me ocurrió que... bueno, sin pretender juzgar a nadie, parecía el tipo de persona que no le avisaría a nadie de su cumpleaños. ¿Por qué? No estaba muy segura, sólo eran las... vibes. De artista incomprendido, o de rockstar atormentado por el pasado.

    Clichés aparte, ¡era un chico bastante cool!

    Finalizada nuestra introducción con Markus, Abby se acercó a él y me quedé junto al primo presenciando el show. La pasivo agresividad de su saludo coincidió con su indignación en el pasillo, pero lo que sí me pilló desprevenida fue el beso. Alcancé el hombro de Markus a tientas y después volteé a mirarlo, jalándolo hacia abajo para colgarme de él y poder alcanzar su oído. Todo con suuuma discreción, por supuesto.

    —Che, ¿son novios? —le pregunté en español, y sobre la marcha fruncí el ceño y me acordé—: ¿Y qué le dijiste antes? Hablaste en un idioma raro.

    El momento entre los otros dos fue breve, sin embargo, y para no quedar tan de chismosa pues me hice la loca. Me separé del primo a la velocidad de la luz y me puse a quitar las cosas de las bolsas. Markus sumó dos sillas frente a la mesa, que a su vez estaba frente al sillón, y se defendió de mis acusaciones alegando demencia temporal. Solté una risa nasal y lo perdoné en silencio, dejando la Coca de oreo a un costado. Ya había probado esa cosa y era... era la muerte. Sólo valdría la pena si el rockstar atormentado quería cumplir una última voluntad del rollo morirse el día de su nacimiento, para pasar a la historia y jamás ser olvidado por sus fans. ¡Eso también sería cool!

    Me senté en la silla junto a Markus conforme él montaba el display de snacks. Abby, por su parte, se acomodó al lado de Gaspar y se puso a rascarle el cabello de la nuca, más atenta en la comida. Yo los observé un poco a hurtadillas, con la incógnita inicial rebotando en mi cabeza. Claro que mi atención viró por completo al ver las cajitas de Saladix. Sonreí amplio, muy emocionada, pero me detuve de acotar cuando vi que Markus le arrimaba la Coca de oreo a Gaspar.

    —¡Es de mala educación matar a la gente el día de su cumpleaños, primo! O matarla en absoluto, ¡pero especialmente en su cumpleaños!

    El señor rockstar seguía tan impasible como al principio, aunque sí parecía algo contrariado frente a semejante despliegue. Luego de que Markus hablara, noté que Abby le sonreía a Gaspar y se inclinaba ligeramente hacia adelante para captar su atención.

    Every birthday is a celebration, you dummie, en especial los cumpleaños de mis amigos. Y esto sólo es el principio, espérate al fin de semana. ¡Te secuestraré las cuarenta y ocho horas!

    Vale, vale, vale, le había dicho "amigo", pero entonces ¿por qué seguía tan cerquita de él? ¿Por qué le dejó un beso en la mejilla antes de ponerse a beber? ¡Ah, tantas dudas! Por mi parte, abrí una lata de Coca Cola y le di un buen trago, sonriendo de pura satisfacción. El primero siempre era el mejor.

    —Si me disculpan, yo abriré las Saladix —anuncié, estirándome para pillar la caja—. Hace años que no como y de repente me di cuenta la abstinencia que tengo.

    —¿Son los dos argentinos? —inquirió Abby, señalándonos a mí y a Markus.

    —Yo sí, él es italiano —respondí, encargándome de la bolsita metálica del interior, y ella se rió.

    —Esto suena a chiste de cuarta. "Una argentina, un italiano, una estadounidense y un ruso se encuentran en una escuela japonesa...".
     
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    Bruno TDF

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    En el medio de la faena del principio sentí que Anna me jalaba del hombro. ¡A punto estuve de quedarme dando saltitos sobre un solo pie, con lo patitieso que me había dejado el regalito que la dejaron al cumpleañero en sus labios! Mi compa se directamente se colgó de mi hombro para susurrarme la misma pregunta que anda revoloteando por mi cabeza.

    —Yo… ¡No lo sé! Si este tipo no te dice ni el cumple, imagínate una novia —respondí entre risas, también en el español para que nos pillaran hablando del tema; aunque pronto Annita cambió de tema, con las cejas arrugdas, y volví a echarme a reír— Hablé en ruso, que el señor aquí presente es de San Petersburgo y me pareció un buen detalle felicitarlo en su idioma. Lo que le dije fue “¡Feliz cumpleaños, facha!”, o eso creo.

    El asuntillo entre el Gaspy y la Abby no dejó de robarse mi atención de a cachitos, sin embargo. Cuando nos acomodamos alrededor de la mesa, quedando del lado de las sillas a Anna justo como hicimos en la entrevista de mi viejo; la muchacha se sentó al lado del cumpleañero, que se sacudía restos de papel picado con movimientos serenos. Se puso a rascarle la zona de la nuca con quien mima un cachorro manso, ante lo cual Gaspy se mantuvo aparentemente inalterable; pero sí me pareció que inclinaba la cabeza unos pocos milímetros, en algo parecido a la aceptación. O tal vez era yo montándome tremendo peliculón en mi cabeza, eso jamás lo sabríamos.

    Annita, como era de esperarse, le prestó especialmente atención a las Saladix. La gran mayoría de los snacks aquí presentes eran cortesía de mi familia. En los departamentos donde vivíamos, las tías guardaban algunos paquetes en sus alacenas para cuando querían darle un capricho a los primitos o premiarlos por haber estudiado u otras cosas como portarse bien. Me cedieron un par. Mi viejo no fue la excepción y, fiel a su estilo, le metió un poco de argentinidad a la cosa.

    Gaspy trató de seguir con su modestia o lo que sea que fuese, en una clara señal de que estar celebrando su cumpleaños era la última de las opciones que tenía planeadas para hoy. Le retruqué como era debido y Abby me acompañó en la respuesta, soltando sus fracesitas en inglés que captaba a duras penas. Cuando dijo que estuviese preparado para el finde, me metí sin que me dieran permiso, pues porque me acordé de la anécdota de Shibuya.

    —¡Uh, uh! Si hay fiesta en una discoteca, ¡no se olviden de invitar! —exclamé, alzando la mano.

    Negué luego cuando Abby preguntó si éramos argentinos, algo que Annita se encargó de aclarar. El comentario sobre el chiste de cuarta me hizo reír con ganas, de lo más divertido.

    —Esperemos que tenga el mejor remate, como lo va a ser el de esta fiesta. Brindemos, ¡salud!

    Así las cosas, estuvimos todo el receso con los snacks volando de acá para allá, mientras hablábamos tonterías. Gaspar se bebió la Coca-Cola de Oreo como si nada, aunque reconoció que las Saladix sabían mejor antes de darle el trago a semejante menjunje.

    Al final, destapamos la torta, que era bastante sencilla y le coloqué encima una vela con forma de “G”, alrededor de la cual le cantamos el “Que los cumplas feliz”.

    ¿Quién barrería el papel picado del sillón y el suelo? Ah, misterios de la vida.

    Pos aquí el cierre del cumpleañitos, muchas gracias por cederme a Abby y sobre todo por prestarme a Annita, adoré tenerla en la fiesta <3

    Supongo que iremos viendo si el finde (in-rol) surge una fiestichola más potente (?)
     
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    El día estuvo muy normal hasta que sonó la campana para el receso y realmente lo agradecía mucho. Las novedades no eran lo mío, nunca lo fueron y tampoco lo serían. Respiré un poco de aire y solté lo que contenía, parpadeé un poco, no hace tanto, había estado procesando lo que iba a pasar con mi vida en las siguientes semanas estaba alegre claro que lo estaba, pero siempre para todo iba a haber un, un porqué de las cosas típico como en las matemáticas no podía dejar de negarlo mi vida era un jodido ejerció de matemáticas y la ironía de todo es que esa materia era mi fuerte y qué desagradable era la vida siempre sentía que estaba en ese mismo ejerció sin resolver.

    Por esa misma razón agradecía haber empezado el receso sin ninguna novedad.

    Le eché un vistazo fugaz al móvil.

    Estaba esperando a Adara, pues habíamos quedado que iríamos a la sala de música. Ella me acompañaría más que todo, porque le prometí que se la enseñaría aunque aún no apareciera. Era algo que ya era supernormal, para mí, que ella se echara casi media hora en llegar a cualquier lugar que la invitara y, para ser sincera, no me sorprendía para nada. La conozco y sé que eso, al parecer, solo era conmigo.

    Y no me molestaba.

    Mientras la esperaba, guardaría todo lo que no necesitaba o eso, intenté, porque al intentar guardar el primer cuaderno de apunte que tenía sobre la mesa, noté por puro reflejo el movimiento del pupitre del frente. Lleve mis ojos hacia ese lugar y me encontré con la mirada gris de Adara, frunció el ceño antes de mi escrutinio.

    —¿Pasó algo?

    Reí.

    —Esa pregunta debería ser mía, ¿no crees? ¿En dónde andabas? —miré la hora en mi móvil —. Llegas media hora tarde.

    Esas últimas palabras solo las había mencionado por molestarla; en sí, eso, era algo que casi no hacía, pero ver las expresiones, cambiar de Adara, era algo que era muy divertido de ver. Prefería verla así, antes que alejada y sufriendo ella sola por algo que no pudiera resolver, y en eso entraba la migraña.

    —¿Media hora? Estás haciendo un drama donde no lo hay roja —su voz sonó aburrida mientras alzaba una ceja—. ¿Nos vamos? Dijiste que me enseñarías la sala de música

    Solo asistí, pero mantuve la sonrisa en mi rostro. Al llegar a la sala de música no nos llevaría mucho, así que me tomé mi tiempo en lo que guardaba todo y salíamos al pasillo. En eso le di un vistazo rápido al 3-2, porque sí lo miraba a Enzo. Lo cual falle porque no vi rastro de él.

    —¿A quién buscas?

    —A Enzo —en lo que mencionaba eso, recorrí levemente el pasillo, llámenme loca, pero solo por qué si noté que se puso rígida al escuchar su nombre —. ¿No has hablado con él? —negó—. ¿Desde qué volviste de Grecia? —volvió a negar—. ¿Por qué?

    —¿Por qué no lo he sentido?

    —Pero era nuestro amigo.

    —Más tuyo que mío.

    —Adara.

    —Fiorella —me miró mientras ladeaba la cabeza, y lo supe muy bien, pronunció mi nombre de esa forma para que dejáramos el tema ahí.

    No dije nada más, porque en estos momentos era cuando mejor era llevar todo en paz con Adara. Era lo mejor que podía hacer ahora. Después de todo quería que al entrar a la sala de música todo estuviera tranquilo.

    —Llegamos —señalé con la mirada la puerta.

    —¿Es aquí?

    Solo asistí mientras abría la puerta y dejaba que ella pasara primero. Observó todo con detenimiento, solo me dispuse a observarla. Ella avanzó hasta el piano, el cual lo rozó suavemente. Más que nada la vi parpadear antes de girar a mirarme.

    —¿Me tocas?

    Frunci el ceño levemente.

    —Tengo tiempo que no te escucho, ¿me vas a negar esto?

    —No solo no esperaba que me lo pidieras.

    Con eso me terminé sentando en el piano y suspiré que podía tocarle.

    —¿Dime qué te gustaría escuchar?

    —Set fire to the Rain y Another love — parpadeé.

    —¿Cómo estás tan segura de que voy a poder tocar esas dos canciones en una?

    —Simplemente, lo sé —me miro—. Hazlo.

    —Adara.

    Ladeó la cabeza y me miró. Si ella quería que su mejor amiga le tocara esas dos canciones en uno, ¿quién era yo para decirle?, ¿no? Yo haría todo por Adara, hasta daría mi vida por ella, si me fuera posible. No era solo mi amiga era como mi hermana y si pudiera tener también su sufrimiento. Lo tomaría.

    Cerré los ojos y ubique mis manos en el piano lo recorrí y suspire las primeras notas sonaron delicadas, moví una de mis piernas al compás de los sonidos que salían del piano hasta que subió de intensidad, por poco logré ver a Adara me miraba fijo sonreí un poco ella era la única persona que entendía el amor inmenso qué le tenía a este instrumento.

    Entonces empezó a sonar Another love y escuché su voz.

    Holisss hasta que pude terminarlo me dio mucha nostalgia y todo pero re feliz de volver Gigi Blanche por aquí te dejo a las niñas..

    Edit: ahhh el video no se ve... Voy haber si te lo paso por WhatsApp?)
     
    Última edición: 30 Enero 2025
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    En el aula me eché la guitarra de papá a la espalda y me planteé muy, muy seriamente si de verdad tenía tantas ganas de un agua fría. La movida me daba algo de pereza, si debía ser sincera, pero ¿qué opciones me quedaban? ¿Subir, dejar la guitarra y volver a bajar? No, eso sería peor. Tal vez... ¿el ascensor? No, menos. Pillar el ascensor sería como reconocer que me encontraba en un índice de pereza que no me enorgullecía. ¡Era una muchachita joven y llena de energía! ¡Debía disfrutar mi juventud!

    Así, pues, bajé a la planta baja, compré mi agua y, justo antes de retirarme, le compré también una a mini Ishi por si acaso. Mira si usaba sus poderes de profe para enviarme a buscársela, o me convencía de resolverlo con un piedra, papel o tijera. ¡Siempre ganaba el muy guacho! ¡Siempre! Bueno, exceptuando aquella derrota histórica que... espera, me estaba distrayendo. Sostuve un agua en cada mano, entonces, e inicié mi travesía hasta el tercer piso. Por las escaleras. Peldaño a peldaño, sí, señor.

    Desde el pasillo me alcanzaron los rastros del piano, primero, y la voz después. Miré alrededor, un poco confundida, y me detuve frente a la puerta de la sala de música. ¿Estaría ya mini Ishi adentro? Pero... ¿quién tocaba? ¿Y quién cantaba? ¿Se suponía que entrara? Bueno, yo también era un miembro del club, ¿verdad? Tenía el mismo derecho a entrar. Mientras me convencía mentalmente, el sonido de la música me envolvió con gentileza y sonreí, cerrando un par de segundos los ojos. Se oía muy bonito.

    Junté ambas botellas con un brazo contra mi pecho y giré muy, muy despacio el pomo, cosa de no interrumpir... demasiado. La chica que tocaba el piano me daba la espalda, asocié su cabellera rojiza con Bianchi, la chica del club, y la cantante... ¡Ah, del campamento! Habíamos armado la tienda juntas. Me aseguré de cerrar la puerta con el mismo cuidado y me quedé allí, bien quieta, esperando a que acabaran. La música rebotaba, vibraba entre las paredes, y en mi rostro permaneció una sonrisa amplia y relajada, incluso algo conmovida. No podía hacer nada contra el poder de esto.

    Repercutía directamente en mi cuerpo, mi mente y mi corazón.


    aaaa bienvenida de regreso, bonita <33 No supe si asumir que la canción acababa o no, así que lo dejé abierto por las dudas. Y el video lo veo bien, dont worry uwu
     
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    Escuchar la voz de Adara era verdaderamente todo lo que estaba bien se acoplaba muy bien a las notas que marcaba el piano ella cantaba demasiado bien y este momento me recordaba los primeros días en el que me sentaba en el piano y ella me acompañaba con la voz hasta para ser sincera podíamos hacerlo en un escenario si nos los propusiéramos, pero a ella no les gustaba eso y ami, pues estar al frente de muchas personas era algo de lo que ya me había acostumbrado en Italia.

    No me causaba nada.

    Sonreí un poco y mi cuerpo en empezó a sentir la energía de la canción. Esta era mi pasión, esta era mi historia, lo había heredado de mi madre y estar aquí sentada era lo que más me mantenía cerca de ella y Adara lo sabía muy bien, no pasó mucho hasta que mi voz se unió a la de Adara.

    Another love era una canción que me transmitía mucha paz, pero también había algo más cosa que nunca supe distinguir.

    Entonces la canción terminó y la voz de Adara se apagó, y las notas del piano se detuvieron y todo quedó en silencio. La miré, fijó, y ella se encontró con mi mirada unos minutos, no tan largos hasta que vio detrás de mí y sus expresiones cambiaron. Alcé una ceja y miré lo que ella observaba: alguien había entrado y yo no había escuchado.

    Pero no era alguien desconocido, era la amiga de Ko, Anna. Parpadee un poco y me levanté del piano. Adara solo se ubicó a mi lado.

    —Hola, Anna —le dediqué una sonrisa—. No sabíamos que teníamos compañía, estábamos muy… Perdidas.

    Adara solo la miró con un leve detenimiento y supuse que también la conocía porque sus facciones frías cambiaron un poco.

    —Hola… —Me miro y me dedico una leve sonrisa, antes de mirarla—. Nos conocimos en el campamento, si no estoy mal, fue cuando trabajamos en la tienda de acampar, ¿no? —Luego le dedico una sonrisa.

    Lo estaba haciendo para tranquilizarse, y mas qué nada para relajarse.

    En sí, Adara casi nunca sonreía y si lo hacía era porque simplemente la persona que tuviera al frente de ella le agradaba más que nada. Y para ser sincera si ahora lo estaba haciendo era por que conocía a Anna, y no era otra persona, la que la había escuchado cantar.

    Adara era una chica demasiado reservada.
     
    Última edición: 1 Febrero 2025
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    En cierto punto me había absorbido por completo en los colores del piano y las voces de las chicas, tanto, que había llegado a olvidar mi propia intromisión. Fue al extinguirse la canción y ver la mirada que compartían entre ellas que me sentí fuera de lugar. Estuve por avanzar o evidenciar mi presencia de alguna manera cuando Adara me notó y volteó en mi dirección, congelándome en mi lugar. Su expresión había cambiado de forma tan drástica que por un segundo deseé que me tragara la tierra.

    La reacción de Fiorella, por suerte, fue... bueno, fue más relajada, y eso me permitió tranquilizarme.

    —Hola —saludé a ambas, olvidando que llevaba una botella al alzar la mano y agitarla; el líquido se meció y me distrajo brevemente—. Me alegra no haberlas distraído, aunque eso hizo que acabara espiándolas... Lo siento. —Me reí, sacudiéndome la incomodidad de encima, y les sonreí amplio—. Sonaron muy lindo, me gustó mucho.

    La actitud de Adara seguía preocupándome un poco, quería decir, me daba algo de miedo haberla incomodado u ofendido, pero entonces mencionó el campamento y esbozó una leve sonrisa. Eso era una buena señal, ¿verdad? ¡Definitivamente! Pensarlo me alegró y asentí con marcado entusiasmo.

    —En efecto, señorita —afirmé, riéndome con ligereza ante el recuerdo—. Lo hicimos bastante bien pero aún así nos ganaron, vamos a tener que mejorar nuestras habilidades carpísticas para la próxima. —Avancé hacia ellas y deposité las botellas de agua en la mesilla junto al sofá antes de mirar a Fiorella—. Y nosotras compartimos la prueba de valor, ¿te acuerdas? Estuvo intensa esa cosa.

    No todos mis recuerdos del campamento eran lindos, pero con el tiempo había logrado rescatar lo bueno y lo divertido. La competencia de carpas, la inmersión de la búsqueda del tesoro y mi reconciliación con Emi. El resto, además, confiaba que terminara de acomodarse poco a poco.

    —¿Les molestaría si me quedo? —les pregunté, alternando la mirada entre ambas—. Iba a encontrarme aquí con mini Ish- digo, con Kohaku, pero no sé dónde andará el remolón.
     
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    Suspire Adara Makris era un problema andante, la miré en poco, ella seguía mirando a Anna después de que le preguntara sobre dónde se habían conocido y, más que todo, en qué lugar había sido. Negué lentamente a lo que dijo antes de que Adara hablara.

    No sentí nada de que estuviera aquí más que nada me daba algo de alegría en sí desde que la conocí nunca había conversado personalmente más de horas con ella, aunque ahora no era nada personal. Miré por encima a Adara para acercarme a surrarle.

    —¿Puedes calmarte? ¿Sí? Ella es de confianza, además es buena persona —por lo poco que había interactuado con ella, así me pareció. Le sonreí para después girar para volver a sentarme en el piano, pero esta vez con el frente hacia ellas para así no darles la espalda.

    Por el lado de Adara, ella se quedó en el mismo lugar en el que estaba.

    —Supongo que para la próxima será ¿no? —Adara le respondió con voz tranquila mientras Anna se acercaba. Obviamente, no se me pasó por alto en el momento en que alzó la mano la botella de agua que tenía, no una sino dos. ¿Para quién era la otra?

    Seguí con la mirada y cierto detenimiento todos los movimientos de la amiga de Ko, en lo que me miraba. Y cuando menciono la prueba de valor, recordé todo lo que nos tocó pasar y lo que pasó después con la historia que se contó y eso me hizo recordar de mis padres. En ese mismo día, le conté a Kohaku sobre ellos y él me contó lo de su hermana.

    —Me acuerdo —confirmé—. Una completa locura, —hice una pausa—. Asustada y todo, pero me divertí mucho.

    Adara no mencionó nada, solo regresó en donde estaba antes que Anna ingresara. La pregunta de Anna me arrancó una risita, no me molestaba; después de todo, las dos éramos integrantes del club.

    —Para nada —negué y miré a Adara —. ¿A ti tampoco te molesta, no, Adara?

    —No, solo me sorprendió un poco, pero puede quedarse compartir lo que tocas con los demás, debe alegrarte mucho —me miro fijo—. Después de lo que pasó, te lo mereces.

    Eso lo susurró, en sí apenas lo distinguí. Regrese mi vista a Anna con una sonrisa.

    —Entonces puedo decir que estamos encantadas de tenerte aquí —murmuré tranquila, pero justamente había algo que quería decirle desde que mencionó que se iba a encontrar con Kohaku.

    Parpadee en poco..

    —Por cierto, este. —respire un poco manteniendo mi expresión y la misma sonrisa—. Creo, y si no estoy mal, u hoy me pasé de distraída y todo lo que conlleva no prestar atención de que quien entra y quien sale, hoy no me pareció ver Kohaku en el salón. ¿Te dijo si hoy vendría?


    Holisss, creo que me habías dicho que Kohaku se había ausentado no? No lo dije en voz alta porque no quería suponer algo que no era uwu...

    Y pd: perdón. La demora..
     
    Última edición: 3 Febrero 2025
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    Me limité a sonreír y asentir ante la respuesta de Adara, por más evidente que fuera que una "próxima vez" era imposible considerando que ellas estaban en último año. Aún quedaba mucho por delante para la graduación, pero de vez en cuando me veía forzada a recordarlo y la idea me entristecía un poco. La escuela sería muy diferente sin los de tercero. Luego atendí a la respuesta de Fiorella y solté una risilla.

    —Habría preferido que ningún yōkai se me lance encima, la verdad, pero al menos será una gran anécdota para mis nietos —bromeé.

    Nobleza obligaba, me quité la duda de si mi presencia aquí les perturbaba y sentí un dejo de curiosidad al notar que Adara le susurraba algo a Fiorella. Antes también lo habían hecho e intentaba no hacerme ideas raras, pero vaya que me intrigaba. Además, ¿no que secretos en reunión eran de mala educación? En cualquier caso, luego me comentaron que Kohaku parecía no haber venido a la escuela y alcé las cejas, curvando las comisuras de los labios hacia abajo.

    —No, ni idea... —respondí, pensativa, y saqué el móvil de mi falda riéndome—. No me extrañaría si se quedó dormido, la verdad. Sus horarios son un poco desastrosos.

    No que yo estuviese libre de pecado, claro, con la de veces que había trasnochado por haberme enganchado a una serie, videojuego o manga. Le escribí rápidamente a mini Ishi, preguntándole si se había escaqueado, y dejé el aparato junto a las botellas de agua.

    —Bueno, ni modo —resolví, quitándome la guitarra de la espalda, y miré a Adara—. ¿Has pensado en unirte al club? Tienes una voz muy bonita.
     
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    Asistí en poco a lo que dijo Anna de los yōkai eso sí que fueron susto de muerte, cuando Adara me contó lo que le había pasado a su grupo lo supe de inmediato cada grupo paso por algo peor en sí agradecía mucho que todo haya salido bien, no estaba segura de querer soportar todo eso una vez más así haya sido todo un espectáculo.

    Cuándo le hice la pregunta sobre si sabía que Ko, no vendría no murmure nada al tener su respuesta, suponía que eso era algo que a todos nos pasaba note por como escribía en su móvil para después dejarlo junto a las botellas de agua yo por mi parte solo volví a ponerme frente al piano algunas notas sonaron en el ambiente y sonreí era una melodía un poco tranquilizadora qué hacía que entraras a otro lugar y eso era lo que más me gustaba hacer transportarme con el piano a otro universo si me fuera posible.

    Lo bueno de todo era que cuando me graduara regresaría al Francia a seguir con mis clases y de seguro entraría alguna academia, por otro lado, lo malo era que ya no volvería a pisar Tokio, Adara se quedaría aquí y yo volvería sola, mis padres tenían mucho que hacer en este lugar como para a acompañarme así algo así me habían dicho.

    La voz de Anna me alcanzó, al igual que la pregunta que le hizo a Adara. La cual era una que yo misma ya le había hecho, y siempre recibía la misma respuesta.

    —Gracias, pero no —sus ojos cayeron en el piano—. Cantar no es lo mío, práctico solo para acampañar a rojita —sonrió o eso me pareció ver—. Pero estaré más que dispuesta a venir cada vez que pueda a escucharlos.

    Me miro.

    —Todo lo hago por ella.

    Reí.

    —No lo creo —alzó una ceja—, estaba interrogándome—. Si así lo fuera, te fueras unido, se supone que haces todo por mí, ¿no?

    —No abuses. —murmuró fría.

    —Para nada —reí—. Ya sabes que solo lo dijo por molestarte —mire a Anna por encima del hombro y observe su guitarra —. ¿Quieres que toque algo para que puedas acompañarme con la guitarra?

    Moví un poco mi cabello, estaba suelto.

    —Así Adara nos acompaña con la voz, puede ser cualquiera canción — miré a Adara—. De seguro nos acoplamos rápido. ¿No te molesta hacerlo? ¿No, Adara?

    Me miró y entrecerró los ojos.

    —Para nada.

    Quería que ella se relajara.

    Y más que nada quería que cada día ella pudiera entrar en confianza, que dejara un poco su lado esquivo todo el mundo no era malo ¿no?

    Entonces esperé la respuesta de Anna.

    Esperaba que dijera que sí.
     
    Última edición: 5 Febrero 2025
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    La respuesta de Adara fue un... poquito más sentimental de lo que habría estimado. Alterné la mirada entre ella y Fiorella esforzándome por reprimir la sonrisa que quería asomarse, y ya de paso me tragué la broma de si preferían una habitación. Entre Abby y el señor ruso el otro día, ahora estas chicas, el mundo sí que se empeñaba en refregarme demostraciones de amor en la cara y ¿qué iba a hacer yo, si no shippear? ¡Lo llevaba en la sangre!

    ¿Que hacía todo por Fiorella, decía? ¡Dios, por favor!

    Al notar una apertura entre confesiones y bromas, sonreí y acoté:

    —Bueno, si te apetece puedes pasar a escuchar cuando quieras. Y ¿quién sabe? Capaz terminamos convenciéndote y todo, ¿eh? —Busqué la mirada cómplice de Fiorella y me reí—. ¡Nunca digas nunca! Dios obra de formas misteriosas, los caminos de la vida no son lo que yo creía.

    Y ya eran suficientes referencias. La sugerencia de Fiorella me pilló un poco en frío y tras el "¿hmm?" me tomó algunos segundos extra procesarlo. Miré el piano, luego la funda dentro de la cual permanecía la guitarra de papá, y volví a reírme.

    —Me encantaría, la verdad, pero sigo siendo muy amateur —confesé, sentándome en el sofá—. Recién estoy empezando a aprenderme las partes sencillas de algunas canciones y mini Ishi me acompaña en las difíciles, no sabría qué tocar con el piano...

    Lo dije, y mientras lo decía sentí un pinchazo en el pecho. ¿Estaba...? ¿Debería animarme a hacerlo y ya? Había crecido rodeada de músicos, tanto profesionales como improvisados. Los demás niños habían empezado a rasgar las cuerdas de una guitarra o a agitar sus panderetas mientras aprendían a leer, y su talento había brotado precisamente de no temerle al fracaso. Alterné la mirada entre Fiorella y Adara, mordisqueándome el interior de la mejilla, y solté el aire de golpe.

    —Puede que... haya una —murmuré, los nervios se arremolinaron en mi estómago y descansé la guitarra en mi regazo, abriendo la cremallera—. Se llama Shiver, de Lucy Rose, creo que es muy fácil de seguir.

    Tecleé rápidamente en el móvil y palmeé el asiento a mi lado, invitando a Adara a sentarse. Le extendí el aparato con la letra de la canción abierta y le sonreí.

    —Yo también necesito pispearla —admití, junto a una risilla.

    Dejé la funda en el suelo y acomodé la guitarra entre mis manos. Ubiqué la cejilla y revisé que las cuerdas estuvieran bien afinadas. Hice los ajustes necesarios y... sólo empecé. Rasgué con suavidad, adecuándome a los movimientos ya practicados, y me enfoqué en mi respiración. La guitarra era sencilla, no debía pensar en demasiados cambios de acordes.

    And we broke... —canté sin alzar mucho el tono, pues no era necesario—, everything that was right, we both enjoyed a good fight. And we sewed all the holes we had to breathe to make the other one leave. And I loved... the way you looked at me.

    Miré a Adara y le sonreí, invitándola a unirse, pues faltaba poco para el estribillo.

    And I miss... the way you made me feel when we were alone... when we were alone...


    me costó encontrar una cancioncita a piano y guitarra, esta no tiene mucho piano but i did my best uwu7
     
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    Le sonreí a Kai ante la respuesta a mi pregunta, me alegraba que todo estuviera tranquilo, pero me había dado cuenta de algo lo mismo que tenía con Adara, lo tenía con las demás personas, a mi alrededor, algo le pasaba aunque no quisiera contarme y entendía apenas nos conocimos, pero creo que podría ayudarla o escucharla, pero creo que eso lo resolvería en la sala de música. Tocar el piano siempre me había hecho conectar con las demás personas, fueran cuales fueran sus emociones o sus situaciones.

    —Si la frecuento cuando tengo la oportunidad —sonreí—. En casa tengo un piano, así que puedes imaginarte que la mayor parte del tiempo paso en ese lugar.

    En eso dirigí mis pasos hacia la sala de música, fui de manera lenta, miré a mi alrededor por pura costumbre.

    —Me alegra mucho que me acompañes —murmuré con la alegría notada en mi voz.

    Apenas y estuve al frente de la puerta hice lo que todo anfitrión haría dejar primero pasar a sus invitados le sonreí en lo que le hacía una señal a que podía entrar ella primero, en sí lo que hice después fue sentarme frente al piano no sin antes ver que todo estuviera en su sitio de por sí este lugar era lo más especial que pudiera tener en esta academia.

    —Ya que ya estamos aquí, pues —mire el piano—. Quiero tocarte algo, ¿puedo?

    Sonreí a la espera de su respuesta.
     
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    Gigi Blanche

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    —¿Tocas desde muy pequeña? —busqué saber, luego de que ella me comentara que tenía un piano en su casa, mientras empezábamos a caminar.

    Dijo que mi compañía le alegraba, y la honestidad que percibí en su tono ensanchó mi sonrisa con entusiasmo. Frente a la puerta se detuvo, invitándome a pasar primera, y correspondí al gesto tan caballeresco con una risilla y una pequeña reverencia, de esas que se veían en las pelis occidentales. Ingresé al espacio con calma y mis ojos lo recorrieron, desde la luz que se filtraba por la ventana hasta cómo incidía ésta en los instrumentos y vitrinas.

    Al volver a oír la voz de Fiorella, giré el cuerpo hacia ella. Su ofrecimiento sonaba encantador y sonreí sin demoras, asintiendo.

    —Me encantaría, Bianchi-san —confirmé—. ¿Tienes alguna pieza en mente?
     
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    Sonreí ante la pregunta que me hizo Kai, pero dentro de mí estaba pensando de cómo iba a responderle que aprendí a tocar piano después de que mi mamá y padre fallecieran. La miré un poco.

    —Si toco desde pequeña, aprendí después —respiré—. De dos años, después de que mis padres fallecieran —sonreí como si la cosa que fuera soltada no fuera tan grande—. Mi mamá tocaba piano en Italia de una forma muy profesional, entonces cuando la perdí decidí que tocaría cuando ya tuviera la edad suficiente y eso fue después de dos años —murmuré—. Ese día fue la primera vez que me senté frente a un piano y la primera vez que sentí lo que era tener ataque de pánico.

    Lo había dicho normal, con algo de tristeza en mi voz pero salió de lo mas natural.

    ─Así que por eso toco, amo hacerlo y me llena mucho, por que así mantengo cerca a mamá.

    Con eso terminé de sonreír pues fue con todo lo que pasó antes de entrar a la sala de música olvide en poco lo que le dije. Le pregunté sobre si podría tocarle algo, respondió que le encantaría y sonreí complacida. Me gustaba mucho compartir esto con las personas que dejaba entrar a mi, círculo social.

    —Sí ─me puse adelante del piano, no sin antes haberla invitado a acercarse ─. Se llama All of Me de John Legend. Espero que te guste. Apenas y la estoy aprendiendo, perdona cualquier error.

    Apenas terminé decirle eso, le regale una sonrisa coloqué mis manos en el piano. Dejé que las notas fluyeran en mis dedos con cierta lentitud y algo de movimiento en el cuerpo; siempre tuve la costumbre de seguir el ritmo y el tiempo de lo que sonaba. Cerré un poco los ojos en sí, la canción era lenta, pero subía de intensidad en ciertas partes, entonces mi voz se escuchó.

    —How many times do I have to tell you Even when you're crying, you're beautiful too? The world is beating you down I'm around through every mood

    Seguí dejándome llevar por todo hasta que llegó a la última parte y las notas fueron mas suaves y lentas.

    Sonreí por que apenas y la estaba aprendiendo..
     
    Última edición: 26 Mayo 2025
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    Gigi Blanche

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    ¿Que sus padres... habían fallecido? La pieza de información, lógicamente, irrumpió sin aviso previo y rasgó la cotidianeidad de la charla. Me tomé un segundo para ser consciente de mí misma y entonces giré el rostro para mirar a Fiorella, en seriedad y con un ineludible dejo de sorpresa en mis ojos. Me contó, entonces, que su madre había sido una gran pianista italiana, y que tocar el mismo instrumento la mantenía a su lado. Inspiré por la nariz, viré el cuerpo entero en su dirección y, con movimientos pausados, incliné el torso.

    —Lo siento mucho, Bianchi-san —murmuré; darle el pésame de esta forma era lo más correcto y apropiado que tenía.

    Devino entonces su solicitud, ante la cual decidí adecuarme a su ritmo y responderle con naturalidad. Además, si debía ser honesta, el tiempo que durara la interpretación me ayudaría a regular mis propias emociones. Fiorella se sentó frente al piano y yo permanecí de pie, a pocos pasos de su espalda, en el ángulo suficiente para apreciar el movimiento de sus manos. Me abstraje en el sonido de la música, en sus dedos presionando las teclas, y de vez en cuando me permití apreciar su rostro de perfil. Sus padres... Había una suerte de barrera en el tiempo que separaba la naturalidad de la tragedia en cualquier pérdida. Me habría gustado creer que, al menos, había sido lo suficientemente pequeña para no sentir un dolor semejante con tanta fuerza, pero... ¿Qué pesaba más?

    ¿La añoranza de los recuerdos o la ausencia de ellos?

    ¿La certeza de lo perdido o la ambigüedad de lo negado?

    Pensé en los amplios espacios oscuros, en el olor penetrante de la madera chamuscada y en las fotografías llenas de círculos, flechas y nombres escritos a mano. Fiorella empezó a cantar y la miré. Pensé en Yuta, en la tía, en las personas que empezaba a conocer aquí, y en el miedo latente, la eterna y ambigua posibilidad de la pérdida. Podía hasta contar las pestañas en los ojos de esta chica, pero ¿eso me ayudaría a recordarla? ¿Me daba alguna garantía?

    No.

    Conforme la canción se disipaba, me llené los pulmones de aire y lo liberé poco a poco. En silencio, me deslicé del otro lado y me senté junto a ella en el taburete del piano. Aguardé hasta la última nota, atenta a sus manos, y mantuve la mirada sobre las teclas blancas y negras. Esbocé una pequeña sonrisa. Sentía que le debía un poco de honestidad a cambio de la suya.

    —Yo también perdí a mi madre, hace poco más de dos años. Hubo un gran accidente, un gran fuego y ella, entre algunos otros, no logró salir. —Elevé una mano y rocé una tecla aleatoria con la punta de mi dedo; la presioné despacio, y un tono intermedio vibró en el aire. Sonreí—. Aprecio que hayas compartido esto conmigo, Bianchi-san. Tu voz denotó tristeza, pero también me supo a naturalidad. Ser capaces de poner estos sentimientos en palabras... creo que es muy valiente. Espera, ¿me estoy diciendo valiente a mí misma?

    Solté una risa en voz baja, cerrando brevemente los ojos. Volví a presionar aquella tecla, me aventuré hacia una de sus aledañas y giré el rostro para mirar a Fiorella por primera vez. Ella era más valiente que yo, de todos modos, pues el humo del fuego había ahogado demasiadas cosas; y el tiempo, después, se encargó del resto.

    —Me gusta cómo cantas —murmuré, y la sonrisa, amplia, me alcanzó por primera vez los ojos—. También me gusta cómo interpretas. Todo tu cuerpo toca la pieza, no sólo tus manos. Es como... Hay una frase, wear your heart on your sleeve. Tomas tu corazón y lo pones sobre la mesa, a la vista de todos. Tus emociones laten, recorren el espacio y me alcanzan.

    Había llevado una mano al centro de mi pecho y la mantuve presionada allí, con firmeza, durante algunos segundos. Luego, con calma, la regresé a mi regazo.

    —¿Qué edad tenías cuando ocurrió?
     
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    Sabía con certeza cierta que era re complicado todo en mi vida, en sí le había lanzado a Kai lo de mis padres, porque más que todo, desde ahí empezaba mi historia tocando el piano. Ella me dio el sentido pésame, solo sonreí. Ya habían pasado más de 8 años y no podía mentirme. Que los extrañaba muchísimo. A veces pensaba y anhelaba que ese accidente nunca hubiera pasado, pero otros días quería haber estado con ellos.

    Entonces había empezado a tocar el piano, la canción fluyó y yo me dejé llevar por ella y por sentimientos que quería compartir con todo lo que sonaba hasta que la pieza llegó a su fin,. Mantenía todo tranquilo, cerré los ojos, no sin antes haber notado que Kai tomaba asiento en el lado contrario.

    Lo que me dijo después no lo esperaba, pues eso hizo que me tensara y la miré parpadeando. Entonces dijo que apreciaba que haya compartido esto con ella, negué lentamente. En lo que regresaba mi vista al piano, reí cuando dijo que sí se estaba diciendo valiente a ella misma y yo creía que sí lo era.

    Realmente lo era.

    —Lo siento mucho. —Mire el techo con lentitud—. Y creo que si eres valiente por la forma en la que perdiste a tu mamá.

    Me encontré con su mirada y lo que murmuró después hizo que mi vista estuviera fija en todos sus movimientos.

    —Me gusta mucho hacer todo lo que dijiste, —sonreí—. Cantar me ayuda demasiado y lo hago para saber en qué nota está la canción que practico. El movimiento del cuerpo es algo que ya me acostumbré a hacer. Me alegra mucho que te gustara.

    Volví mi vista al piano y dejé que sonara una melodía algo corta, la repetí algunas veces hasta que su pregunta se escuchó y eso hizo que la mirara.

    Para ser sincera, apenas y recordaba todo.

    —Estaba muy pequeña, solo sé eso — suspiré en lo que una sonrisa aparecía en mis labios—. Si calculo bien que tenía unos seis años lo recuerdo así porque el piano lo empecé a practicar cuando pasaron dos años y tenía entre unos ocho o nueve años.

    >> ¿Con quien vives ahora? Yo fui adoptada por los amigos de mis padres —aunque ahora ya no parecían amigos más bien a veces permitían qué su hija me tratara como si fuera nadie en esa casa—. Por lo poco que sabia nadie de mi familia de mis padres verdaderos quizo quedarse conmigo.

    Prácticamente había quedado huérfana, estaba agradecida por todo pero a veces sentía que no tenía familia, bueno hasta que llegue a la academia y conocí a Kohaku y a los demás, puedo agregar a esa lista ahora a Kai.

    Obviamente nunca dejaría a fuera a Adara.

    —Gracias por haber compartido lo que me dijiste conmigo aunque apenas y nos conozcamos ya te veo como una persona muy importante en mi vida.

    Ahhh perdón la demora a noche pensaba postear pero ando con cosas que le pasan a las mujeres y el cólico que sentía hizo que me durmiera demasiado temprano.
     
    Última edición: 2 Junio 2025
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    Gigi Blanche

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    La reacción de Fiorella fue esperable, pero no por ello menos cálida. Recibí sus palabras con una sonrisa serena y entonces me contó que creía haber tenido seis años al momento del accidente. Asentí pausado. Había sido bastante pequeña, sí. Mantuve la vista distraída en las teclas del piano, y al recibir su pregunte volví a sus ojos con una nueva sonrisa un poco más entusiasmada. Siquiera dudé en el filtro que le apliqué a la realidad; era, a su manera, la única verdad que me interesaba.

    Pues el desgraciado de Yoshihide ya había muerto.

    —Mi primo y mi tía —murmuré, consciente de que en mi tono y semblante se había colado el inmenso cariño que sentía por ellos—. Por eso ahora estoy aquí, en Japón. Espera, ¿te conté alguna vez que en realidad soy de Hawáii? —El desliz me arrancó una risa breve—. Mi primo, Yu, pasaba todos los veranos allí conmigo. En cierta forma es como un hermano para mí, siempre fuimos muy cercanos, y cuando ocurrió el accidente fue él quien se empeñó en traerme. Le estaré eternamente agradecida por ello.

    Por haber desafiado a todos y sacudido el mundo con tal de arrancarme de allí.

    Recibí con naturalidad la información de que viviera con unos amigos de la familia, aunque lo que agregó después me hizo fruncir levemente el ceño. No tenía forma de conocer los motivos personales de cada quien, pero puesto de esa manera... sonaba cruel.

    —A veces es extremadamente tentadora la idea de condenar lo injusto que es el mundo, ¿cierto? —reflexioné, reanudando mi tarea de presionar teclas sin orden—. Lo he pensado mucho. "¿Por qué a mí?", "¿por qué... tenía que ser yo?". Pero ¿de qué sirven las preguntas sin respuesta? No hay karma, pecado ni castigo divino que amerite una pérdida tan inmensa. El dolor... se transforma en ancla si no permitimos que el agua fluya, y aferrarse a la noción de injusticia no nos hace ningún bien. Sólo nos enreda a una cadena pesada y muy, muy larga. Es lo que intento recordarme cada vez que siento que el peso del mundo puede aplastarme.

    Pese a mi elección de palabras, hablaba con calma y sin ningún tipo de prisa. No eran reflexiones que evocaran emociones intensas, sólo les permitía fluir fuera de mi boca como pequeñas verdades a las cuales creía haber accedido tras muchas, muchas noches sin consuelo. Además, siempre me había gustado hablar.

    Fiorella volvió a agradecerme, regresé a sus ojos y le dediqué una sonrisa que llegó a estrechar mi mirada. Me generaba una sensación muy cálida oírla decir esas cosas.

    —Se me ha ocurrido una idea. —Giré el torso hacia ella y mantuve las manos recogidas en mi regazo—. Bianchi-san, ¿te gustaría que practiquemos alguna pieza juntas? Según recuerdo, realmente no hay muchas composiciones escritas para piano y shakuhachi, pero si escarbamos puede que encontremos algo bonito. ¿Qué dices?

     
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    quem

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    Me sentía cómoda con Kai, realmente cómoda más que nada era, porque me gustaba muchísimo compartir con las personas que me importaban lo que para mí era el piano. Y esto era lo que me hacía sentir de la mejor manera. Después de la pregunta que le hice, noté el semblante y su tono cambiar con un inmenso cariño. Sonreí porque se miraba que eran personas importantes para ella y eso, sin saber el motivo, me alegraba muchísimo.

    Escuché todo lo que dijo y reí cuando me dijo si me había contado sí que en realidad era de Hawái.

    —No, no me acuerdo —sonreí—. Soy olvidadiza, pero si no me lo habías dicho, feliz de saber de dónde eres.

    Con eso seguí escuchando con tranquilidad lo otro que dijo y lo de su primo y todo lo que mencionó después. Cosa que hizo que reflexionara y asistiera, dándole la razón más que nada, porque eso era verdad. Esas preguntas me las había estado haciendo desde que tengo memoria.

    No murmuré nada más que solo regarle una sonrisa.

    Empecé a distraerme con el piano más que nada con la melodía que había empezado a tocar, una que no conocía, pero que solo había creado por el momento. Después de agradecerle, noté la sonrisa que me regaló, entonces lo que mencioné después hizo que le prestara la suficiente atención como para girarme a verla por completo.

    —Me parece bien, mejor dicho, me gusta la idea —miré el piano por unos segundos—. No sé, pero anhelo mucho escucharte tocando el shakuhachi, así que algún día de esto puedes traerlo y vendremos para acá. Me complace muchísimo hacerlo.

    Arrastre mi mano hasta las manos de su regazo y las mire antes de volver a poner mi vista en ella.

    >> Me gustó mucho pasar el receso contigo Kai —la miré tranquila—. Aunque apenas —rei—. Nos conozcamos puedes contar conmigo para cualquier cosa.

    Holiss ahhh fue un gustazo rolear con Kai, por aquí cierro con Fiore.
     
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    Amane

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    Dejé salir algo de aire por la nariz tras pulsar una tecla del piano al azar, en un suspiro que se quedó a medio camino de ser un resoplido. No había planeado desviarme tanto en el camino a clase, pero me había cruzado con Kohaku de casualidad y apenas registré la idea antes de pedirle prestada la llave de la sala de música. La cuestión era que había llegado con tiempo y no me arrepentía de haber cedido al impulso, así que ahí estaba, sentada frente al piano con un cúmulo de emociones que me costaba discernir.

    Le había dicho a Ri que no planeaba hablar con mis padres sobre el papel que habíamos encontrado en el despacho, pero eso no significaba que no pensara en ello. La realidad era que lo hacía, y mucho. No podía evitarlo, ya que tenía tantas preguntas al respecto... ¿por qué no me lo habían dicho hasta ahora? ¿Cuándo planeaba decírmelo, si es que pretendían hacerlo en primer lugar? ¿Quiénes eran mis padres biológicos y por qué...? Negué un par de veces con la cabeza, cerrando los ojos mientras movía los dedos hacia otro grupo de teclas.

    Quizás fuese mejor que pensase en otra cosa, como por ejemplo... ¡oh! El cartel aquel que Riamu y yo habíamos visto la mañana anterior, el de los chocolates. A ella se le notó la ilusión que le hizo al instante, lo que provocó que sonriera con ternura a medida que íbamos subiendo las escaleras y Ri me empezaba a hablar de sus chocolaterías favoritas. Era un poco extraño, pero todo aquello me hizo pensar en Jack y... honestamente, ya no sabía si era por culpa de las bromas que Riamu me hacía o por algo más. Suspiré, pasando a tocar las primeras notas de la canción que había estado componiendo estos días.

    —¿Por qué todo se ha vuelto tan complicado...?

    No sabía si estaba preparada para tantos cambios.
     
    Última edición: 9 Junio 2025
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