Aoi Nobunaga Escuchaba impasible aquel discurso con el que nada sentía. Sus ojos bailaban sobre todos y cada uno de las figuras en formación hasta detenerse en los hombres que la escoltaban a ambos lados. Fue en ese momento que su corazón se aceleró, acompañando el ritmo de los tambores, y vacío que sentía y al que estaba tan acostumbrada se llenó con un torbellino de emociones que amenazaron con desbordar por unos instantes. Ella lucharían por ese futuro, pero no moriría por él. Ya no era arma y tomaría sus propias decisiones. Cuadró los hombros y sonrió a Ryoshi y Dozan con picardía. — Somos nuestros propios líderes. — Sentenció por encima del ruido, lo bastante alto como para que ambos lo escucharan. — Si la cosa se pone fea, huiremos. Centró la vista en Ryoshi y un nudo de preocupación se instauró en su pecho. — Me niego a luchar por un futuro en el que tú no estés. Si, como decía Takeda, querían dejar un mundo mejor a sus hijos... Primero tendrían que concebirlos ¿No? Aquel nudo se deshizo dejando lugar a una fría determinación: ganarían aquella batalla y vivirían libres para ver ese nuevo mundo.
Yuzuki Minami Campo de Hakusan Hayato pareció querer husmear para entender la conversación, así que le dediqué una pequeña sonrisa y hablé. Noté a Takano suavizarse ante mi toque y a Rengo algo incómodo, supe que en otro momento habría dicho algo para molestar a su hermano, pero ahora sólo afirmó. Este era un asunto serio y yo lo sabía, pero no había más que cumplir. Su pregunta, dicho fuese de paso, fue más que válida y mi sonrisa se ensanchó ligeramente. Iba a contestarle, decirle que al menos yo quería responder ante Inari porque me parecía justa y leal, porque me había sentido cercana a ella y a mi padre, porque quería cumplir la misión que se me había legado no sólo por obedecer y ya. Quería cumplir por amor, como siempre, y si para ello debía responder a los demás lo haría, pero Hashimoto se me adelantó y busqué mirarlo. Su respuesta se alineó a la que yo había pensado hasta que mencionó a Kato, activando el enojo de Rengo. Yo tampoco lo tenía en estima, nunca fue así. Sin embargo, parecíamos condenados a unirnos. Dejé que intercambio sucediera atendiendo a las preguntas de Hashimoto que incluso Hayato contestó y eso nos llevó a varias versiones de una misma historia. Kato era terriblemente fuerte, era un asesino y quizás su entrenamiento era su forma de proteger; todo eso nos llevó a lo que no podíamos negar: era un líder. Si Kato era un Inu como nosotros… Eso nos unía a él, todos éramos líderes. Todos poseíamos una fuerza demoledora a nuestra propia manera. —Asesino o no, loco o no, los Dioses tomaron una decisión con Kato como con el resto de perros. Hay algo que nos une que es más grande que nosotros mismos y que esta guerra, un sentido de la lealtad que varía entre cada uno de formas extrañas. La elección de los Dioses de enviarme a buscar a Kato roza la mala intención… ¿Quiero buscar a Kato? No. Nunca he ocultado ni siquiera ante ustedes el desprecio que siento hacia él. Pude matarlo, por su crueldad, por la sangre derramada de Rengo, por la sangre de los Minami, por cualquier cosa, pero lo necesitaba. Por ello obedezco, porque no me parece descabellado. >>Reconozco que Kato sigue vivo por su utilidad y él debe reconocer que algunos de los míos siguen vivos por amor. La misión que se me fue otorgada es fiel a la persona que soy. Cuando Akihito se acercó para preguntar si deberías informarle a Takeda al respecto no pude evitar mirarlo con un dejo de diversión por toda la escena que había montado en la armería. No era una diversión grosera, si acaso surgía de la ternura, y en parte lo entendía. Había cosas que debíamos hacer porque no estábamos seguros de si estaríamos vivos mañana. Este podía ser nuestro último día o el último día de las personas que amábamos. Ahora debía dejar a Takano y Takeda al frente, mientras yo obedecía a los Dioses. —Prometo cuidar a Ren —dije con suavidad, pues era verdad. Era el destino que me correspondía. De cualquier manera, aunque mi intención habría sido buscar a Takeda, los tambores habían comenzado a sonar y debíamos seguirlos, por lo que busqué a Hayato para tomarlo de la mano y me mantuve cerca de Takano, pues sabía lo que se avecinaba. . . . Acudimos al cuartel y asentí cuando Hashimoto dijo que fuéramos juntos. Recién había dejado ir la manita de Hayato, pero lo había instado a caminar frente a mí, por lo que cuando Takano nos detuvo, enlazando su mano a la mía, me tomó un poco por sorpresa. Nos recordó la importancia de marchar junto a nuestro líder, algo en lo que tenía razón. Derecha e izquierda. Éramos una extensión de Takeda. En el cuartel las palabras de Takeda fueron breves, pero poderosas y con ello llegó la hora de cabalgar a la guerra… Una vez más. Ahora debía dejarla en manos de los demás para cumplir mi tarea y sabía que podía ser un adiós definitivo, como tantos otros. Podíamos nunca volver y viceversa. Nuestro señor, nuestro líder, al que había comenzado a ver como mi hermano se mostró firme en su discurso, en las palabras que dirigió a lo que ahora me parecía una de las fuerzas más poderosas que habría conocido. Nos enfrentaríamos a un enemigo cruel e igual de potente, pero no debíamos tener miedo; se nos había endurecido la piel, aprendíamos del error y estábamos dispuestos a enmendarlo, costara lo que costara. Por ello estábamos viendo el surgimiento de un nuevo clan bajo la mirada oscura del eclipse. Los cuatro rombos se alzaban tomando el nombre de su líder. Me sumé a los gritos de guerra y en mi mente agradecí una vez más a Inari por regresarme la fuerza que había perdido en Kioto, por culpa de los planes sin sentido de un niño que se creyó más listo que cualquier monstruo y más que su líder. Cuando Takeda habló para los que nos habíamos mantenido más cerca de él me permití una ligera sonrisa y cuando empezó a avanzar, tomé la rienda del caballo para acercarme por uno de sus costados. —Takeda —lo llamé con cierta firmeza, pero no por ello se perdió el cariño que sentía hacia él—. Llévalos a la libertad, a todos. Abre el camino para mis niños, para esos que vendrán después y aunque debamos hacer esto, aunque tengamos que recurrir a la carnicería, el fuego y las toxinas, no permitas que olviden la importancia de la bondad y el amor. Que los Mori no olviden que también la amabilidad puede ejercer el poder y la violencia si se le reta lo suficiente, que no hay debilidad en nosotros ni los que nos siguen. Por un instante no hice más que mirarlo, como si no quisiera olvidar su rostro ni la silueta de su cuerpo. Ambos habíamos perdido muchísimo y en esas pérdidas habíamos estado juntos. —Te quiero muchísimo como el hermano que has sido para mí y espero que en el calor de la guerra no olvides lo que creo que has aprendido de mí. Recuerda, Takeda, todas aquellas veces que pude ver más allá del rencor y recuerda en las que no; no olvides nuestros errores, pero tampoco nuestros logros personales. Sigue confiando en el amor de las mujeres que te rodean… y en su fuerza. Shinrin estará siempre a tu lado y yo también, incluso si no puedes verme. Le dediqué una sonrisa y a como pude acerqué más el caballo, lo suficiente para que al poder estirar el cuerpo pudiera alcanzar a darle un toquecito en la mejilla, allí donde no estaba cubierto por una armadura. Fue mi último contacto, mi despedida, y entonces volví a mover las riendas del animal esta vez, en búsqueda de Takano. —Gracias por haberme permitido amarte en esta vida —dije y la voz se me quiso quebrar, por lo que tuve que pasar saliva—. Gracias por amarme, por entenderme y confiar en mí ciegamente cada día, por haber protegido y amado a Hayato cuando lo traje conmigo. Estoy orgullosa de ver al muchacho que conocí convertido en un hombre correcto, fuerte y lleno de amor para dar; uno capaz de formar un hogar y defender a aquellos que son parte de él. Eres mucho más que un hijo de Kato, siempre fuiste más que eso. Otra pausa, otro nudo en la garganta que tuve que bajar. —Abre el camino junto a Takeda, mi vida —continué cuando pude regularme y estiré la mano hacia él esperando que pudiera tomarla—. Lleva la justicia de mi padre contigo, como yo la he llevado conmigo, lleva nuestro fuego y recuerda que los Minami no dudamos en entregar la vida… pero nunca lo hacemos en vano, nuestra sangre sólo se derrama por un motivo más grande y más valioso que el mero sacrificio ciego. Eso es lo que he aprendido. Te amo y te amaré por siempre, recuerda que también estoy a tu lado incluso si no puedes verme. Soy el listón que envuelve tu muñeca y la katana que reposa en la saya, soy la voz que responderá cuando la necesites. Se me ocurrió una cosa, puede que fuese una tontería y pretendiera quitarle el peso real a esto. A una despedida que podía ser definitiva. —Si te parece necesario, eleva una plegaria a Inari y tal vez ella me haga llegar tu voz —añadí dedicándole una sonrisa—. Hasta pronto, amor mío. Esperaba poder volver a él.
Kenzaburo Cuando el griterío se hizo frenético y las lanzas se alzaron, con las voces y el redoble de miles de gargantas coreando el nombre, Kenzaburo miraba en silencio a Takeda, sonriendo levemente; sabiendo que su amigo había descubierto el verdadero peso del alma humana. Recordó a Takeda cuando aún dudaba, cuando su espalda parecía más frágil que su voz. Y lo vió cambiar, lo vió romperse y rehacerse con cada pérdida, con cada caída. Y ahora, cabalgando frente a todos, con esa armadura azul que ya no es símbolo de gloria, sino de responsabilidad, Kenzaburo se siente orgulloso, como un hombre que también cayó en esta misma guerra, con la esperanza de que al menos uno de ellos lograra vivir con decencia. —Te recuerdo temblar con Kato Harima, amigo mío, en la lejana Kamakura. Y mírate ahora... no todos los hombres regresan de la muerte para ver a su líder cómo aprende a respirar con el corazón. —vió como Yin tomaba de la mano a Misato y en ése pequeño gestosintió todo lo que quiso decir en su momento; amor en tiempo prestado. —El futuro es incierto, como siempre lo fue, pero si alguien puede cambiar el curso de la historia ese eres tú, Takeda. No solo por tu espada, sino por el hombre que has llegado a ser. De pronto la voz de Ginko lo tomó desprevenido y alzó las cejas fantasmales ante la voz de aquél médico que, aunque aborrecía la lucha, aún se mantenía en pie en aquél Japón tan convulso. —Señor Harutomo, no encontramos mejor ocasión que vernos que no sea entre las lanzas y la guerra. Y si toca vernos en el más allá, cuando todo esto termine, mi espada te protegerá. —afirmó hacia él, la figura traslúcida de Kenzaburo parecía más sólida que nunca. Kenzaburo se sintió de pronto más vivo, al sentir los cascos de los caballos, los gritos y las formaciones; la guerra le inyectaba una adrenalina que era imposible para su cuerpo inexistente. Un leve brillo atravesó su semblante espectral. —Adelante, Takeda. Que tus hombres sepan que en ti hay más que un guerrero; hay un faro. Que la luz que ahora portas sea tan constante como la luna y que los que te siguen, como las luciérnagas, iluminen el camino para los que aún dudan. Sonrió, recordando Gifu; sintiendo su propio funeral en Shizuoka, dejando en el aire la certeza de que el clan de los cuatro rombos encontraría en Takeda no solo un líder, sino un alma que brillaría en la noche más oscura Seikanji Yamagawa Seikanji contempló la escena con una calma profunda, pero su mirada no estaba en Takeda ni en el ejército que lo vociferaba. Sus ojos recorrían los rostros de su familia, deteniéndose en cada uno como si quisiera evitar que la sangre y el lodo los borrase de su memoria. Su mano derecha se encontraba entrecruzada con la de Aki. —No sé qué nos traerá la guerra, ni si volveremos a ver un amanecer en calma, pero mientras respire, lucharé para protegerte. —su mirada se enfocó en Aki. —Porque en un mundo que parece condenado a romperse, tú eres la razón para mantenerme entero. Y si esta batalla es la más peligrosa, que así sea, porque no hay fuerza más poderosa que la que nace de proteger a quienes amamos. Ahora entiendo cuando el shihan siempre nos dijo: regresen, siempre regresen, tercamente. Ahora lo entiendo... no quiero perderte. A ti ni a nadie más. —la besó con pasión, sellando con ese gesto un pacto silencioso; que en la tormenta, ambos serían refugio y fortaleza. Los movimientos de la guerra los empujaron a prepararse, rápidamente, sin adornos ni otra cosa que miradas o gestos antes de que los hombres y mujeres que combatirían bajo el mismo estandarte los empujaran al frente. El final estaba en el horizonte.
Akihito Shishio Era extraño procesar toda la información de cosas que no lograba entender del todo, si bien sabía un poco de cómo Yuzuki había llegado a eso no podía hilar la manera en la que eso se iba a conectar a lo que pudieran hacer con Kato, pero lo único que podía hacer era quedarse allí al lado de Rengo como una especie de apoyo moral a que iba a desearle éxito con cualquier decisión que tomara, porque ese era su camino. Asintió a las palabras de Yuzuki de cuidarlo aunque sentía muy dentro de él que probablemente iba a ser un poco al revés en caso de que hubiera algún peligro físico representado por el líder de los Harima. "No les permito morir" Se despidió de los miembros de su clan que no los iban a poder (por fortuna) acompañar a aquella guerra con las palabras de Murai resonando en su cabeza con fuerza, claro que no quería eso pasara y estaba en más que sus mejores intenciones regresar, pero aun así... todo iba a depender de su desempeño. Finalmente fueron reuniéndose con los demás y allí, entre tantas personas ver finalmente a la persona de la cual tanto se había hablado fue, en cierto modo, impresionante. No tenía una imagen particular de él más que la forma en la que describían que se manejaba, pero si formaba una impresión bastante fuerte el contexto en el que lo estaba viendo finalmente, tanto de manera física como la imagen de un líder. Una imagen que inspiraba a varios guerreros de distintos clanes a unirse en una guerra. Y por eso era que ya tocaban las despedidas oficiales. Se acercó a Rengo con su cabello libre por su falta de listón y sin decir nada comenzó a trenzarlo en un mechón de su cabello que caía por su coleta con sumo cuidado pero rapidez, él iba a partir a fin de cuentas y si sobrevivía a lo que iba a ir quería tener una forma de encontrarlo eventualmente, y en el peor de los casos, si no podía regresar, Rengo pudiera tener una forma de encontrarlo de hacer falta. —Creo que no puedo acompañarte físicamente a lo que sea que los dioses quieran con Kato —Dijo mientras terminaba de atar un pequeño nudo que mantendría allí aquella trenza con su listón —, pero se que todos ustedes se las apañarán para salir victoriosos de esa prueba, y confío que tú en especial podrás ayudar a todos a navegar en esta situación extraña de eclipse y... fantasmas. —Sonrió y tomó su mano, acariciándola con breves movimientos de su pulgar. —Haré mi mejor esfuerzo de este lado también, y en fe de esperar a que todo salga bien no me despediré de ti con un adiós, si no con un hasta luego para reunirnos más adelante —Se acercó a él para besarlo con probablemente el último gramo de tranquilidad que le quedaba antes de entrar a la guerra para luego abrazarlo unos instantes —, cuídate y mucho éxito.
Campo de Hakusan [Takeda; Inagaki; Aki; Murai; Genichi; Masaharu; Yuzuki; Hayato; Togashi; Akihito; Rengo; Kyuzo; Kojiro; Riku; Aoi; Ryoshi; Dozan; Tsubaki; Seikanji; Noishi; Konan; Haku; Kushina; Ginko; Takano; Hashimoto; Kirara; Ukita; Hideyoshi; Shinrin; Misato; Yin; Matsuda; Yamagata] [Yurei: Kenzaburo; Ayame; Keitaro; Aoshi; Taiyo; Ujihisa] Ujihisa soltó una carcajada —¿Y crees que a mi me va mejor en eso de la guerra? —dio un zape intangible a su sobrino —Yo me morí en la última en la que participé. Al menos tú sigues vivo —se quejó —Somos médicos, todos quieren matarnos y no sabemos usar armas. Bah, somos ejemplos de dedicación y sacrificio. O de ineptitud y estupidez. Cómo quieras verlo. Ryoshi sonrió ante Aoi —Nuestras piernas serán más rápidas que las flechas si es necesario. Aquí no vamos a caer —La tomó de la cintura y le plantó un beso en la comisura de los labios, jugando. Dozan afirmó a ambos —No tiene sentido si todos caemos en esta guerra. Si se complica, seremos nuevas voces para la siguiente. ¿Por qué caer si podemos volar? —soltó una risilla. Takeda escuchó la voz de Yuzuki y conectó la mirada con ella de inmediato la escuchó con la atención y entereza que ahora lo definían ante este gran ejército; era una máscara, si; pero una necesaria —No lo olvidaré Yuzu; cuida también tu camino, debemos vernos para celebrar la victoria —aseguró. Quería decirle tanto más; quería abrazarla, cantar con ella antes de irse; pero reprimió todo al verla subir al caballo. Porque no podía sonar pesimista frente a oídos curiosos, quería decirle que si escuchaba noticias nefarias sobre él, que no mirara atrás y que continuara con su misión, pues la consideraba más importante que su propia vida — Qué el sol vuelva a sonreírnos a todos —se despidió. Takeda se quedó allí hasta escuchar la voz de Kenzo —Luciérnagas —pausó —Sabes, he escuchado historias de que han nombrado a dos tipos de luciérnagas Genji y Heike; y representan a los Minamoto y Taira, al parecer son asociadas a las almas de los muertos de ambas familias en estas guerras. Las han bautizado así porque ambas pelean por los mismos ríos y plantas; pero al final han muerto más por el fuego en las plantaciones que por estas disputas de territorio —sonrió —El pueblo agrícola siempre ha sido tan listo, pues también saben que las luciérnagas simbolizan la fragilidad de la vida y el alma humana —miró hacia Kenzo y sonrió— Ya no es tiempo de dudas, es momento de tomar esta victoria. Yuzuki se acercó hacia Takano —¿Por qué hablas cómo si esto fuera una despedida? —le recriminó tan osco como acostumbraba; pero sonreía, lo hacía por todo lo que Yuzuki había dicho, él no se pondría a llorar; él estaba lleno de alegría por tener a una mujer como ella a su lado. Aun tenía su mano con las suyas, cerca de aquel listón que le fue dado por un celo desmedido pero a la vez otorgado con el amor que representaban; la jaló hacia él y la besó sin importarle ninguna ley, ningún tipo de decoro de la nobleza. Ellos eran considerados salvajes, unos un poco más elevados a los bárbaros emishi. Así que poco le importó lo que dijeran de él —Eres mía y yo soy tuyo; nos pertenecemos. Así que volveremos a vernos. Haremos una familia con Hayato, puede ser en Kamakura, en Minami, en dónde tú prefieras. No somos personas de corte, Takeda lo entenderá —sonrió para dejarla ir, el pequeño Hayato había subido al caballo detrás de Yuzuki — Cuiden de ustedes, se los suplico —agregó con mayor seriedad; para después mirarlos partir. Aki recibió el sentimiento de Seikanji con amor y a la vez tristeza; conocía lo que se avecinaba, no podían ocultar que posiblemente perderían la vida. En la guerra no era tan sencillo ocultarse con el arco, y muchas veces terminaban siendo de los primeros en caer a distancia, intentando proteger la vanguardia. Al separarse de Sei sonrió para después contener sus lágrimas; algo en ella era difícil de procesar, miró a lo lejos a Takeda y sintió preocupación, después volvió a mirar a Sei —Yo tampoco quiero perderte, a nadie de los nuestros —lo abrazó con fuerza y sintió su cuerpo temblando ligeramente; tenía miedo. Konan se acercó a ambos —Mi padre decía algo antes de ir a una misión. Si la muerte me quiere, que demuestre que es digna de llevarme —Konan extendió un arco largo a Seikanji —Te debía un arma, por romper la lanza. Mientras tanto, Akihito se reunía con Rengo; éste se dejó acomodar el cabello pero se le notaba preocupado. Escuchó y recibió todo el afecto que Akihito le mostró. Rengo no sabía que responder, se le notaba muy nervioso y triste, era evidente que no quería separarse de él; pero lo hizo para entregarle un pergamino —Ahora tienes mi sangre —dijo torpemente para después señalar con el índice el pergamino que ahora estaba en las manos de Aki —Esto, esto tiene mi sangre; un talismán. Podré buscarte con él, y también te protegerá de los malos presagios. No puedo hacer tantos, ya he repartido los que más pude sin desangrarme en el proceso —sonrió; más por una inercia que por un verdadero deseo de hacerlo — Deberías quedarte aquí y cuidar de Murai —se sinceró; pero después negó. No podía pedirle aquello si él también iba a combatir. Nuevamente surgieron sus pensamientos de huir, de hacerlo lo más rápido posible junto a Aki; pero volvió a negar, lo hizo con más fuerza demostrando la lucha interna que tenía en esos momentos. Apretó las manos de Aki y lo miró a los ojos — Vuelve a mí, por favor —le rogó para después abrazarle con toda su fuerza —Te amo tanto. No puedo perderte, estaré en contacto; Mara nos ayudará. Sé que lo hará— se separó de él pero tomó sus manos entre las suyas, volvió a besarlo y tras unos breves segundos aun aferrado a sus manos, las dejó en libertad. Reuniéndose con Yuzuki y el resto. Contenido oculto Zireael Nekita Ayeah Monpoke rapuma + un arco (debes tirar un d20 en tu post anterior o que Konan lo tire) Slam
Fujiwara no Riku "Hemos llegado hasta aquí". Me moví por el ejército acompañando a Kiara y Shinko quienes cabalgaba, movilizando y preparando nuestros escuadrones. Taiyo también nos seguía. Era bueno volver a verlo, aún si sea de esta menera. Aunque no encontraba muchas palabras para dirigirme a él, o a los demás. Ah Un cierto pensamiento paso por mí mente, de una búsqueda que tal vez era hora de dar por inconclusa. Rebuscó entre mis pertenencias hasta dar con una pequeña bolsa, y de ella dejo caer en mí otra mano unos cinco dados. "He recuperado estos... aunque puede que sea un momento demaciado tarde". Les informe un poco con vergüenza, ya que mirando en la situación en la que nos encontramos actualmente. Suspiré, aunque no tanto en un pesar de no descubrir su secreto, sino con cierta ironía. "Por estos... Se debe a que seamos los que somos aquí ahora". Mire a Taiyo, y pensé en todos los demás nombres que se han quedado atrás. "Un secreto sin revelar, que era crucial para descubrir. A pesar de no haberlo echo como tal, logramos llegar hasta este final". Y en este día o los siguientes, quedará por descubrirse que final será este. Sobrevivir o no. "Propongo lo siguiente...". Tomé tres de los cinco dados. De ellos, le lence uno a Kiara y otro a Shinko, quedándome con el tercero. "... Cuando volvamos, aseguremonos de juntarlos... Y si no resulta así, que se pierdan para siempre".
Soga no Hideyoshi 曽我秀吉 Campo de Hakusan El gran momento había llegado, el punto de inflexión, que debería marcar un antes y un después. Ese momento lo encontraba junto a sus Montañas, junto a espíritus, junto a sus compañeros, con muchos de ellos no había llegado a intercambiar demasiado. Con otros había tenido un poco más de camaradería. Otros le habían salvado la vida, como Jundo, con quien volvió a cruzarse, y no evitó mostrarle su respeto. En definitiva, no lo unía una amistad con ellos, sino una causa, un nombre. Miró con admiración y obstinado orgullo la respuesta emocional de Takeda, sus palabras y su voz retumbaban en todo Japón como un cisma en el centro de la Tierra. Caminó, por el campo de Hakusan, buscando lo que habría de encontrar inevitablemente: un desenlace a esta cruenta y descarnada guerra. Caminó, y el viento trasladaba un único nombre a cada rincón de Japón: "¡Takeda! ¡Takeda!", resonaba en su mente.
Seikanji Yamagawa Seikanji tomó el arco con ambas manos, sintiendo el peso de algo más que ellos. Durante unos segundos no dijo nada; miró el arco, luego a Konan y finalmente a Aki. Sus ojos aún estaban humedecidos por las emociones compartidas. —Mi lanza se rompió protegiendo lo que amo… —dijo sin apartar la vista del arco—. Este arco será testigo de lo mismo. Gracias, Konan... —dijo con voz baja. —Este arco llevará no solo mis flechas, sino la promesa de volver con vida, lo que llevamos en las manos puede romperse… pero lo que defendemos, eso no debe caer. —asintó hacia Konan, con un profundo respeto. Giró lentamente hacia Aki y al verla su pecho se llenó de un dolor cálido, de esos que solo surgen cuando el amor se mezcla con el miedo. Apoyó su frente contra la de ella. —No nos perderemos, Aki. No mientras sigamos luchando por el otro. —se separó y alzó la vista hacia Konan, sonriendo. —La muerte puede venir, pero yo no pienso caer sin antes hacerle pagar cada paso que dé hacia ustedes. Apretó con fuerza el arco. El miedo seguía allí, pero ahora mezclado con algo mucho más profundo: la convicción de proteger hasta el último suspiro.
Contenido oculto: why not Yuzuki Minami Campo de Hakusan Sabía dónde estábamos y lo que eso implicaba, ni Takeda ni yo podíamos flaquear, no podíamos doblar la espalda y permitirnos sentir todo lo que nos arrasaba el cuerpo, no ahora. Me escuchó sin perder el temple, la entereza que el ejército necesitaba, y pensé que habría deseado más tiempo... y más fuerza también, antes, mucho antes, cuando salía de Kioto con una mano menos. Habría querido cantarle una vez más. Por si no podíamos volver el uno al otro. Sabía que todos podíamos caer en esta lucha, Takeda más que ninguno, y si eso ocurría los restantes debíamos alzarnos en vez de doblegarnos. Era una verdad ineludible como tantas otras y por eso estar en campo abierto nos limitaba de todo lo que habríamos querido decir o hacer, pero él era nuestro líder y yo una de sus extensiones. Incluso bajo este eclipse alumbraba una luz y dos cuerpos proyectaban una misma sombra. Takeda y Murai me tenían detrás de ellos, uno por amor y el otro por venganza que había mutado en respeto. —Beberemos sake bajo la luz de un nuevo sol, juntos —dije junto a una sonrisa antes de retirarme, dejándolo con el espíritu de Kenzaburo. Al llegar a Takano sentía el corazón anudado en el pecho y su pregunta de por qué hablaba como si fuera una despedida me arrancó una risa un poco amarga. Quise decirle que lo era pues no sabíamos cómo terminaría esto, pero sentí que de hacerlo la fachada iba a quebrarse y acabaría llorando como una niña, no solo por la despedida, si no por la manera en que este hombre sonreía frente a mí. Lo amaba profundamente y me aterraba la idea de perderlo, de ni siquiera poder recuperar su cuerpo o estar a su lado si algo le ocurría. Pero mi niño me necesitaba a su lado hasta el final. Quise decirle algo de todas formas, pero él tiró de mí en su dirección y me besó, allí frente a todo el mundo. Suponía que esa una de tantas manera de perder el decoro, ¿no? Me importó entre poco y nada, alcé los brazos para enredarlos detrás de su cuello y correspondí al beso, busqué transmitir allí el amor que sentía por él y a la vez absorber el que Takano sentía por mí, para poder recordar el calor de su cuerpo. Para poder recordarlo a él. Retrocedí un poco para poder oírlo, pero no lo solté y lo que dijo finalmente me hizo reír de nuevo, pero esta vez los gestos se me quisieron descomponer por el llanto contenido. Que formaríamos una familia con Hayato decía, en Kamakura o en Minami, en donde yo quisiera. Quería volver con mis hermanas, también, y regresar a los brazos de mi madre. Quería que esto terminara de una vez. —Eres mío y yo soy tuya. Volveremos a vernos —repetí sus palabras y le dediqué una caricia en la nuca, cerca del cabello—. Y tendremos nuestra familia. Lo dejé ir no sin algo de resistencia, había logrado contener el llanto, pero apenas me alejé de él para ir con los demás el vacío se me instauró en el pecho. A Rengo también le correspondía su propia despedida, una tan difícil como la mía y tendría que contener su propio deseo de huir, de escapar, pero mi niño había madurado y sabía que no lo haría. Para cuando se reunió con nosotros noté su cabello y sonreí con un dejo de tristeza, estirando la mano hacia él para colocarlo con cuidado sobre su hombro. —Haré todo lo posible para que regresemos, Ren —le dije en algo que se pareció a una confidencia y una promesa—. Te devolveré junto a Aki, donde ahora perteneces. Tomé aire profundamente y lo liberé en un suspiro denso. Debíamos partir y aquí, con los demás, quedaban partes inmensas de nosotros mismos. Debían darles fuerza y sostenerlos en esta guerra más que en ninguna otra. Lo pensé y lo pensé, pero finalmente inhalé una vez más y entoné suavemente la canción de mi madre. Así, incluso a mi manera, le permití a los Minami acompañar a nuestro señor, como debió haber sido siempre. En la melodía también quise depositar una bendición y un deseo, el anhelo de triunfo y bienestar. Contenido oculto Ame con su post: ¿Cuánto quieres llorar? Yo: Sí
Akihito Shishio La tensión que sentía fue liberada en el instante que escuchó aquella declaración de Rengo al causarle cierta gracia al no esperar que lo primero que dijera fuera eso, pero cuando se explicó comenzó a asentir entendiendo mucho mejor a lo que se refería con su explicación y además con lo que le había contado de su pasado. Dobló el talismán con cuidado y lo guardó dentro de sus vestiduras, cerca de su corazón como si eso pudiera ayudar a que toda la intención de Rengo de cuidarlo contra los malos presagios se pudiera intensificar si lo guardaba allí, cuando volvió a tomar sus manos luego de guardar el talismán las comenzó a acariciar con su pulgar en busca de transmitirle algo más de tranquilidad o seguridad sin siquiera saber si él mismo tenía algo de eso en su cuerpo en esos momentos, pero era lo mejor que podía hacer también. Y aunque no quisiera admitirlo, la idea de quedarse y cuidar de quienes dejaban atrás era tentadora hasta que recordaba que se necesitaría toda la ayuda posible en el campo de batalla. —Te aseguro que cada parte de mi y cada intención de mi mente trabajará para volver a ti, a mi hogar. —Cuando abrazó de vuelta a Rengo lo hizo con todas las fuerzas que tenía, por primera vez aferrándose a algo con cada fibra de su cuerpo aunque que lamentablemente sabía que iba a tener que dejarlo ir cuando se separaran —Yo también te amo, esperaré escuchar de ti y de Mara, pediré para que tu misión sea exitosa. Nos encontraremos de nuevo, Rengo. Como si fuera la última vez que lo vería correspondió sus gestos y como él, aprovechó cada segundo que tenían hasta que finalmente tuvieron que dejarse ir. Lo vio reunirse con Yuzuki y solo en ese momento que dio la vuelta para reunirse con su respectivo grupo. —Mara... si me ayudas a regresar de esta guerra te prometo que cambiaré de religión —dijo en voz baja, aferrando una de sus manos al mango de su katana —, sería lo mínimo que podría hacer por esta gran ayuda. Cuídanos... por favor...
Campo de Hakusan [Takeda; Inagaki; Aki; Murai; Genichi; Masaharu; Yuzuki; Hayato; Togashi; Akihito; Rengo; Kyuzo; Kojiro; Riku; Aoi; Ryoshi; Dozan; Tsubaki; Seikanji; Noishi; Konan; Haku; Kushina; Ginko; Takano; Hashimoto; Kirara; Ukita; Hideyoshi; Shinrin; Misato; Yin; Matsuda; Yamagata] [Yurei: Kenzaburo; Ayame; Keitaro; Aoshi; Taiyo; Ujihisa] Shinko y Kirara tomaron los dados y afirmaron a Riku. —Aun mantengo lo dicho en Nisasaki; ya no me importa ese secreto, nos hemos desviado demasiado por conocer el pasado. Debemos mirar al futuro— dijo Kirara guardando su dado — Estos dados nos representan ahora a nosotros; volverán a reunirse. Taiyo sonrió. Konan y Aki se sintieron con mayor fuerza; Konan siempre estaba preparado para el combate, Aki ahora sentía menos miedo al avanzar a su lado, tenía pavor de ver el rostro de su padre; esperaba que alguien más se librara de él antes de que infundiera miedo en ella nuevamente. Yuzuki y Rengo iniciaron su propio viaje junto a Hashimoto, Togashi, Hayato y Ukita, este último tomó el hombro de Yuzuki —Yo debía encontrarte; ahora me corresponde seguirte en tu propia búsqueda — de ese modo, se separaron para emprender sus misiones, escuchando la música que contagió Yuzuki a parte del ejército; la melodía llegaría nuevamente a Takeda. Haku recibió a Akihito a las filas, él entendía lo que era separarse de su verdadero amor —Esta separación es el peor sentimiento; pero el reencuentro vale cada maldito sufrimiento. Contenido oculto Zireael Nekita Ayeah Monpoke rapuma Slam Bruno TDF Ikoma-kun El rol continúa en Guerra por Japón El rol de Yuzuki y Togashi continúa en Fukui