Interior Salón de actos

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Insane

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    Cuando Rosita se acercó dijo que no se lo contaría a nadie, por lo que relajé un poco los hombros aunque en el momento que sus labios estuvieron por tocar los míos mierda, no pude evitarlo; casi en automático alcancé a colar dos dedos entre nosotros, no porque no me pareciera bonita la tonta ésta, sino... no sé por qué mierda pero eché lo que sea que estuviese pensando bajo la alfombra; miré a Manson por el rabillo del ojo y regresé las pupilas a las rosas de ella, ¿era un favor adicional lo que estaba pidiéndole? Sí, que fingiera practicamente que este medio pico había sido un beso, pero por mi torpeza me quedé con el aire atorado en los pulmones, casi conteniéndolo.

    Ella se alejó y dijo que no tenía nada de que preocuparme, dejé la mano de regreso a mi bolsillo y solté el aire de golpe. Vamos, podía pasar de cobarde o lo que sea pero me importaba un carajo porque Kathe no se había girado.

    —¿En verdad se dieron un beso? —preguntó risueña pero incrédula.

    —Sí, ni que fuera algo del otro mundo, idiota.

    —Bien, bien, no te enojes. Y sí, retomando lo que dice Riamu, ya no hay excusa para cuando veas a Abby, ¿correcto?

    Fruncí el ceño.

    —¿Y qué esperan? ¿Que la bese al verla? Ni que fuera imbécil para ganarme una cachetada aquí en la escuela.
     
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    Amane

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    El bendito beso al final resultó que no había sido un beso ni nada que se le pareciese; cuando estuve a apenas un centímetro de extinguir por completo la distancia entre nosotros, Alek decidió que era buena idea intentar pararme al interponer sus dedos en mi camino, dejándome ahí plantada con cara de absoluta confusión un buen par de segundos. Hombre, me daba igual si no quería hacerlo, pero podía habérmelo dicho de antes, que ahora la boca me iba a saber rara...

    Sea como fuere, no tenía ninguna intención de joderle con eso, así que solté el comentario de turno para seguir montada en la tontería y poco más. ¿Y se suponía que ahora el chico me debía dos favores? Vaya, vaya, qué interesante giro de los acontecimientos~

    —Claro que no, bobo —solté, rodando apenas los ojos y negando con la cabeza; todo en un gesto algo teatral, eso sí—. Un día la invitas a almorzar, o a tomar algo fuera de la escuela, habláis, tonteáis, y cuando el momento sea adecuado... ¡os besáis! ¿Nunca has tenido una cita, Alekcito? —añadí, junto a una risilla ligera, y me incliné en su dirección para picarle la mejilla un segundo de nada, antes de volver a centrarme en la chica—. ¿Y tú, Katherin? ¿Te gusta alguien de la escuela?
     
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    Insane

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    Rosita me había dicho bobo, chasqueé la lengua, era una tonta irrespetuosa, pero como fuese, me eché para atrás terminando practicamente acostado en el suelo, con las manos tras mi nuca y la mirada en el techo. Esta niña ya estaba hablando de cita, ¿y desde cuándo había dicho yo que me gustaba Abby? Se estaban tomando muchas libertades este par y yo como idiota seguía escuchando pues... pues porque no sé qué putas pero aquí seguía, ya hasta me había medio relajado.

    —Obvio si —murmuré con respecto a las citas—, pero no estoy para perder mi tiempo en esas tonterías.

    Y sin dinero, peor. Kathe se había vuelto a acomodar al lado de Riamu, con las manos sobre la tela de su propia falta y asintiendo ligeramente cuando ésta mencionó lo de la cita aunque sus facciones se suavizaron cuando me miró de regreso, lo noté por el rabillo del ojo.

    —Igual Alek no está emocionalmente disponible, al menos no aún, creo —murmuró como confesión pública y le clavé la vista—, pero bueno, apoyaremos tu ritmo, no te acomplejes.

    Murmuré que era una lengua larga y ésta se rió, recibiendo la pregunta de Riamu luego.

    —Sí, un chico de mi clase pero aún no me animo a hablarle. No sé, sus ojos me intimidan aunque es muy amable, muy caballero.

    —¿Aún te gusta el paliducho? Olvídalo, ese lo he visto varias veces con la peliroja del traba... —me mordí la lengua, corrigiendo sobre la marcha—tks, de la otra clase, no pierdas tu tiempo.

    —Eso creía pero ella me dijo que no, así que hay vía libre —ladeé la cabeza, para mirarlas a ambas con claro antojo de juzgarlas por cualquier cosa—. Igual parece que me es más fácil interactuar con los patanes, tengo un problema o algo —suspiró con derrota y recordé al par de diablos con los que la había visto ya en tres ocasiones—. ¿Y a ti Riamu? ¿Algún gusto, amor culposo, o tragedia de corazones rotos?
     
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    Amane

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    Pobrecita Abby... a cada rato que pasaba, Alek me iba pareciendo cada vez más todo un caso perdido. ¿Tener una cita era una tontería que le hacía perder el tiempo? ¡Pero bueno! ¿En qué clase de mundo aburrido vivía este chico? ¿Y ahora también resultaba que no estaba disponible emocionalmente? ¿Qué se suponía que significaba eso? Ni que pretendiera que se casase con Abby o empezasen a salir en serio... Ah, en fin, yo ya había hecho todo lo que estaba en mis manos, así que no vi por dónde añadir nada más al respecto.

    El tema de conversación se centró entonces en Katherin, quien dijo que había un chico de su clase que le gustaba, pero que todavía no le había hablado. Ladeé ligeramente la cabeza cuando dijo que sus ojos le intimidaban, pero que aun así era un chico amable y un caballero... ¿acaso lo había estado espiando para saber eso? Oh, my... Sea como fuere, al parecer el chico en cuestión pasaba mucho tiempo con una pelirroja (según Alek, de todas las fuentes), ¡pero la historia no acababa ahí! La pelirroja le había dicho a Katherin que no había nada entre ellos, en realidad. Wow, sí que estaba bueno el chismecito...

    Alcé las cejas cuando la morena me devolvió la pregunta, pillándome algo desprevenida al haber estado concentrada asimilando toda la información que estaba recibiendo, pero después de un segundo relajé la expresión, encogiéndome de hombros mientras una sonrisa suave se abría paso a mis labios.

    —Hay un chico que me gusta, sí. Hemos salido un par de veces juntos y nos lo hemos pasado muy bien... o por lo menos yo lo he hecho, claro. De momento está yendo muy bien, así que supongo que soy la que menos quejas tiene al respecto~ —añadí, junto a risilla ligera, y miré a Katherin de nuevo después—. ¿Por qué dices lo de los patanes?
     
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    Insane

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    Lo de Craig era basicamente el que estábamos en la misma clase, por lo que las interacciones que solía tener ya fuese participando o hasta hablando con la docente solía tener una diferencia al resto... ¿era cómo se dice? ¿más educado que los demás? Sí, y era una tontería para mucha gente, pero bueno, había alcanzado a fijarme en ese tipo de cosas que entre este mundo adolescente era medio extraño de ver.

    Cuando regresé la pregunta Riamu habló de un chico, parecía que estaban en el hilo de conocerse y eso. Era agradable ver a alguien aquí con cupido cerca; su risa inundó el lugar y luego me preguntó por lo de los patanes, con un movimiento simple extendí la mando en dirección a Alek, como respuesta obvia. Éste refunfuñó haciéndose el indignado.

    —Para muestra de un botón —murmuré a modo de secreto de nadie y ya luego me reí, dejando todo esto de lado para preguntar—: ¿tú ya almorzaste?
     
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    Amane

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    Que Katherin me mostrara a Alek como toda respuesta a mi pregunta me hizo reír con diversión, pues el asunto me tomó bastante desprevenida, y solo cuando pasó el segundo que necesité para tranquilizarme le contesté, asintiendo un par de veces con la cabeza mientras murmuraba un 'touché' de nada. El pobre Alek intentó indignarse, pero no le salió demasiado bien, y el tema acabó muriendo cuando la chica me preguntó si había almorzado.

    —No, de hecho... —contesté, y al mismo tiempo encendí la pantalla de mi móvil para comprobar la hora—. Ay, ya es super tarde, encima. Yo venia a recoger una cosa, y encima os he interrumpido vuestro ensayo, ¿verdad? Lo siento mucho...

    Me levanté después de haberles dedicado aquella disculpa, alejándome hacia la zona de bastidores con paso algo apresurado; por suerte para mí, el guión estaba justo donde lo había dejado, bien a la vista como la tonta que podía llegar a ser. Me sonreí con algo más de ganas al pasar por aquella zona tan oscura, recordando a la perfección todo lo que había pasado la vez que estuve con Kou ahí dentro, y finalmente volví junto al par unos segundos después, con el montón de papeles entre las manos.

    >>Voy a intentar comer algo antes de que empiecen las clases, y también os voy a dejar en paz. Muchas gracias por al conversación, ha estado muy entretenida y ha sido muy informativa~ —canturreé.

    Antes de irme, me agaché junto a Alek y le di un par de palmaditas en la cabeza, a modo de despedida; a Katherin la saludé con la mano y una sonrisa, mientras me alejaba hacia la puerta de salida de la sala.

    gracias por haberme dejado molestar con la niña, it was fun uwu
     
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    Zireael

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    Asentí cuando repitió el nombre de Mei aunque luego alcé un poco las cejas cuando me dijo que ella también tenía una Mei de amiga, bueno, era más bien una Mey que en realidad se llamaba Laila Meyer, por lo que suponía que la versión corta venía de su apellido. El punto era que si llegaba a conocer a mi amiga sería Sweet Mei y el apodo me hizo reír, no sabía algún día sucedería, pero igual el escenario era lindo de imaginar. Las gemelas Minami y Mei eran fáciles de llevar, no dudaba en que pudieran llevarse bien con Verónica.

    Sobre el arte ella tuvo una idea repentina, trajo a Northwood a coalición y la miré cuando hizo la pregunta, estaba dispuesta a dibujar un animal para mí. La idea me estiró una sonrisa enternecida, no fui consciente de ella siquiera, tan solo me puse a pensar.

    —Me gustan mucho los ciervos —respondí luego de haber pensado en otros animales, que iban de mamíferos a insectos.

    Continuamos con la conversación del baile, ella afirmó que era su deseo desde que me conocía y la risa que se me escapó esta vez se quiso convertir en una carcajada. Me controlé, obvio, y desvié la mirada al pasillo cuando dijo lo del salón de actos. La idea del escenario me hizo soltar una risa nasal muy sutil, no había pisado más que el pequeño escenario de la escuela y de la secundaria del pueblo, en las obras que organizábamos con los profesores, pero me había gustado la experiencia.

    —Le concedo el honor, señorita —afirmé sin pensarlo demasiado.

    Recibí la botella de agua cuando me la entregó y volvimos a avanza, aunque ella se detuvo un momento, echando un vistazo al pasillo. Desde nuestra posición saludó a quienes habían llegado a la máquina, que resultaron ser Jezebel, Fujiwara y un muchacho castaño. Ella los saludó, el moreno y la albina correspondieron el gesto y yo sonreí, tranquila.

    Con el intercambio finalizado avanzamos hacia el dichoso salón de actos, Verónica se había enlazado a mi brazo y la dejé, pues no me incomodó. No tardamos en ingresar al famoso salón de actos, me detuve no mucho después de ingresar y observé el escenario desde nuestra posición.

    —¿Crees que los escenarios se parezcan a los gimnasios? —pregunté un poco de la nada, fue casi una pregunta echa al aire, pero de repente quise saber su opinión al respecto.
     
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    Bruno TDF

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    La imagen de un ciervo muy adorable y elegante se dibujó en mi mente tras recibir la respuesta de mi lady. Puse toda mi energía en dejar ese cuadro bien guardado entre mis memorias, para recurrir a él en cuanto tomara asiento frente a un papel en blanco acompañado de un lápiz, con Copito seguramente curioseando desde un costado del escritorio. Asentí hacia Ilanita con energía contenida, para dejarle en claro que tendría bien presente lo del ciervo, y con la sonrisa tan enternecida como la que ella había mostrado antes. Me daba calidez al corazoncito pensar en lo especial que podría llegar a ser el dibujo para ella. Me había surgido el impulso de darle algo que la conectara de algún modo con su hogar, y obviamente me dejé llevar por mi instinto amoroso y confianzudo, ¡como siempre…!

    El pequeño teatrito que nos montamos en el pasillo, con ella caminando a mi alrededor, ella toda una elegante dama y yo una señorita deseosa de danzar juntas; se me hizo de lo más divertido. En sí me adaptaba con mucha rapidez y ganas a este tipo de cosas, suelta como era en cada interacción que encontraba en esta academia. Mi sonrisa se amplió al escuchar que me concedía el honor de bailar con ella, rompiendo con el teatro para exponer mi transparente entusiasmo, y fue allí cuando compré un par de botellas de agua que nos vendrían bien para estar hidratadas, que pondríamos el cuerpo en movimiento en breves. Con esto y tras un intercambio de besitos con Jez, el saludo de Fuji y la mirada impasible de su acompañante castaño, nos dirigimos a nuestro destino.



    El salón de actos… ¡Wow…! Era mucho más amplio de lo que había anticipado. Porque he aquí el detalle: para mí, era la primera vez que acudía a este sitio. Bien podría haber estado aquí el día de la inauguración del año escolar, pero mi registro como alumna de la academia Sakura se completó recién al cuarto día de clases, por algún error por parte de la institución, ¡en fin…! Ahora que tenía el salón ante mis ojos, eché una miradita a su espectacular escenario, a las butacas y a los palcos laterales sostenidos por imponentes columnas. La iluminación natural era excelente, pues el sol ingresaba por una serie de grandes ventanales; algunos de los cuales, es importante señalar, estaban abiertos, supuse que para que circulara un poquito de aire fresco.

    Ilana habló entonces, recuperando mi atención. Su pregunta se elevó en el aire silencioso del salón, su voz algo amplificada por las dimensiones del espacio. Miré a mi lady a la carita, con un dejo de curiosidad en el azul de mis ojos, en la búsqueda de entender el origen y motivación de su pregunta. En principio pensé en los gimnasios para entrenar, con maquinas de pesas y eso; luego consideré la opción de que se refiriera a gimnasios como el que teníamos aquí mismo, en la academia. Medité un momento la respuesta.

    —Ven conmigo —le pedí con suavidad, llevándola del brazo.

    Nos conduje hasta las escaleras laterales del escenario, en cuyo centro fuimos a detenernos tras subir sus peldaños. La madera pareció murmurar bajo el peso de nuestros pasos, se deshacía en sutiles ecos. Con
    Ilanita a mi lado, miré hacia el salón, que se veía muy diferente desde la pequeña altura que ofrecía el escenario. Intercambié una mirada con la chica, tranquila.

    —Yo creo que sí se parecen, mi lady.

    Me desenredé de su brazo y retrocedí en par de pasitos. Le sonreí desde esta mínima distancia.

    —Ambos lugares convierten al cuerpo en protagonista —dije—. Uno pone foco en la aptitud física y el otro en la expresión artística, pero esta pequeña diferencia no los aleja precisamente; pues en un escenario o un gimnasio se ven los resultados de un largo proceso de preparación, donde la perseverancia del espíritu es una pieza muy esencial. Tanto si te colocas frente a un rival en el campo deportivo, como si te enfrentas a un público expectante, debes tener completo control de tu cuerpo y tu mente, y sobreponerte a cualquier miedo para dar lo mejor de ti misma. Se logra con constancia y una buena pizca de pasión.

    Hice una pequeña pausa, algo pensativa, y al final contuve una risita.

    —Creo que se me ha colado un poquito de filosofía karateca en lo que dije —admití—. No sé si es exactamente a lo que te referías, pero espero haber sido clara. ¿Puedo saber el por qué de tu preguntita, mi lady?
     
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    Zireael

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    La amplitud de este espacio en nada se parecía al diminuto escenario que recordaba, como no se le parecía casi nada en esta ciudad. Observé el espacio, los asientos, las ventanas por las que entraba la luz del día iluminando todo el salón. Algunos, abiertos, permitían que el lugar estuviese ventilado y fresco a pesar de su tamaño. Fue en ese recorrido visual que hice la pregunta que dio la sensación de no conectar con nada.

    Noté que me miraba con algo de curiosidad y sonreí como excusándome por lo repentino de la cuestión, luego me pidió que fuera con ella y así lo hice. Subimos las escaleras a un costado del escenario, donde nos detuvimos una vez alcanzamos el centro aunque escuché las quejas, suaves, de la madera bajo nuestros pies y cuando Verónica habló de nuevo mis ojos estaban suspendidos en las butacas, ahora visibles desde la altura del escenario.

    Dijo que sí creía que se parecían, que ambos volvía al cuerpo el protagonista. La miré cuando se desenredó de mi brazo y retrocedió, le sonreí también aunque aproveché la separación para navegar el escenario mientras la escuchaba. Di algunos pasos al frente, dejé el almuerzo y la botella de agua al borde y luego volví con ella, oyéndola; aptitud física y expresión artística, puede que ambas fuesen expresiones de uno mismo. En ambas horas de esfuerzo, constancia y pasión.

    Cuando terminó lo de la filosofía karateca me sacó una risa baja que debió perderse en las altas paredes del salón y asentí, para confirmarle que me refería a eso. Obviamente buscó saber a qué venía mi pregunta y antes de decir nada me permití algunos segundos de pensamiento, en ese intermedio aproveché para quitarle a ella lo que tuviera en las manos y fui a dejarlo con mis cosas también.

    Al volver de nuevo busqué sus manos sin una pizca de vergüenza y la atraje hacia mí, despacio. Escarbé la memoria por una canción, recordé la base en guitarra de una y las imágenes, distantes, surgieron como pequeños fantasmas. Comencé a balancearnos con suavidad, deslizándonos por el escenario cuya madera seguía cediendo bajo nuestros pies. En sí no era que la canción se prestara para un baile, pero me dio igual, cuando empecé a seguir la melodía en una armonía suave extraje con cuidado las secciones que, a mis oídos, nos permitían recorrer el espacio juntas.

    —Curiosidad, simplemente —respondí por fin a su duda—. Incluso cuando están conectadas por el mismo objeto de arte, por el cuerpo, también existen diferencias y no por ello deberíamos olvidar las similitudes. Cada forma de expresión de uno mismo debería adaptarse a las necesidades propias después de todo, ¿no crees, Vero?

    Me reí en voz baja, la sonrisa posterior me entrecerró los ojos y solté una de sus manos sin dejar ir la otra, aunque ajusté el agarre. La insté a girar en el espacio, usándome de ancla.

    —Las disciplinas deportivas o artes marciales han evolucionado hasta convertirse en la otra cara de una moneda unida por la perseverancia del espíritu y del ego, quizás. Puede que todo exista de esa manera, con lados que parecen opuestos y están unidos por un eje que los cruza de lado a lado. Todo, incluidas las personas.

    Cénit.

    Nadir.

    —No todos pueden pisar un escenario sin ceder al peso de las miradas y todos subimos por motivos diferentes.


    deliré, pa variar
     
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    Bruno TDF

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    Una risa volvió a emerger de sus labios, tan refrescante como todas las que me fue regalando a lo largo de este receso. Su voz expandiéndose por la amplitud del salón incrementó el dulce deleite que me daba escucharla. Con un asentimiento me hizo saber que mi respuesta estuvo en la misma línea de su preguntita, ¡aunque…! no contestó enseguida a mi interés por saber su motivo. En su lugar, mi lady se permitió tomar el bento y la botella que seguían en mis manos, cuyos agarres aflojé para facilitarle la intención de dejarlos al borde del escenario, justo como había hecho antes con sus cositas.

    Imaginé que aprovechó esos segunditos para meditar su respuesta. Mientras tanto, yo la esperé con paciencia desde mi posición, las manitos entrelazadas sobre mi abdomen, mientras observaba su hermoso cabello cuyo color adquiría algo más de intensidad a la luz que ingresaba por los ventanales. Me pregunté si con el mío estaría sucediendo algo similar, y entonces tuve una ocurrencia que me quiso hacer reír por lo bajo, enternecida.

    Dorado y blanco. Éramos el sol y la luna.

    Cuando al regresar tomó mis manos sin reparo alguno, debo reconocer que no me sorprendí. Quizá porque sabía que la situación ya se estaba prestando para eso, o porque era lo que más deseaba en ese momento, ¡quién sabe…! Sin importar el caso, sentir sus dedos sobre los míos igualmente me aceleró de júbilo el corazón, la sonrisa se extendió por mi carita hasta entrecerrarme los ojos. Confianzuda como era, adoraba que las personas también lo fuesen conmigo. Siempre decía que este tipo de cosas eran como un tesorito para mi alma.

    Afiancé el agarre con delicadeza y dejé que me acercara a su cuerpo, en donde nuestra diferencia de estatura se hizo más evidente. La miré a los ojos, sin poder dejar de sonreír, mientras empezábamos a balancearnos sobre los murmullos tenues de la madera bajo nuestros pies. El escenario susurraba al compás del ritmo suave con que
    Ilanita guiaba mis pasos, los cuales le seguía con una precisión a la que igual debía ponerle un poquito de esfuerzo extra. No sabría decir si era hábil bailando, pero sí que me defendía muy bien. Sobre todo, cuando era en pareja.

    Curiosidad, eso fue lo que me respondió. Ilanita dijo que las diferencias no debían hacernos olvidar las semejanzas, algo con lo que no podía estar más de acuerdo. Desde mi visión, cada elemento del mundo se conectaba y oponía en diferentes puntos; tal dinámica forma parte íntegra de su naturaleza y, por qué no, del ciclo de la vida. Cuando mi lady añadió que cada forma de expresión de uno mismo responde a nuestras necesidades, aprobé sus palabras con un asentimiento y una sonrisa.

    Ella volvió a reírse por lo bajo y me pregunté si alguna vez le dijeron que su risa era bonita. Su gesto le entrecerró los ojos un momento antes de que me liberara una mano para instarme a girar. ¡Y quién sería yo si me negaba a eso...! Atendí a su invitación silenciosa, girando grácilmente por el espacio sin perder la conexión con sus cálidos dedos. Me desenvolví con la libertad de un pajarito, mi cabello ondeando suavemente por el movimiento.

    Si cerraba los ojos, me sentiría en pleno vuelo.

    Ilanita, mientras, habló de las artes marciales como la contraparte de una moneda, donde imaginé que el otro lado era la expresión artística. A la perseverancia le añadió la noción del ego, lo cual llamó mi atención. La miré con la misma curiosidad del principio, mientras la chica decía que todo existía de esta forma, con lados opuestos que en verdad estaban unidos por un mismo eje. Como el caso de los deportes y el arte. Como así éramos las personas…

    La imagen con la que cerró su reflexión sonó, a mis oídos, a algo de carácter más filosófico. El "escenario” al que se refería, ¿implicaba algo más amplio, como el mundo o la propia vida?

    Lo que hice, antes de responderle, fue atraerla con delicadeza hasta mí, valiéndome del agarre de mi mano con la suya. Mi otra palma, sin embargo, no buscó los dedos de Ilanita. Quedó apoyada en su espalda, tras rodearla con el brazo. Así, quedamos algo más cerca que antes, en la posición de quienes van a bailar un buen vals.

    Ahora que lo pensaba, esto quizá era algo más atrevido y debí pedirle permiso antes, ¡pero bueno…! Las confianzas irrefrenables.

    —No existe cielo sin tierra, ni luz sin oscuridad —reflexioné, mientras empezaba a movernos con los pasos típicos de un vals suavecito—. Cierto kohai que conocemos, de pelito y ojos negros, suele afirmar que en las diferencias podemos enriquecernos. Creo que así sucede con esos lados aparentemente opuestos que dices, y que por eso, al final, están unidos como parte de un todo —la miré a los ojos, viéndo mi blancura reflejándose en el rosa—. Lo importante es que se construya un sólido equilibrio sobre el eje que los une… lo cual puede llegar a ser complejo en el caso de las personas —suspiré bajito, pensando sin querer en lo que me había contado Jez hace poco—. No son fáciles las expresiones del corazón.

    Afiancé el agarre de mi mano, y los dedos de la otra presionaron apenitas su espalda. Fueron aviso para lo que vino después: un giro sobre nuestro propio eje, sol y luna girando cara a cara.

    —Mi lady —dije—. ¿Qué razón diría que la hace subir a un escenario?
     
    Última edición: 15 Diciembre 2024
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    Me tomaba demasiadas licencias, ¿no? Las personas cedían de formas diversas, algunos más y otros menos, y yo me acercaba según esos parámetros. Por cosas así era que había bailado con Pai en el pasillo mi primer día de clase, había entrado al club de Joey sin más y estaba aquí con esta chica, bailando en un escenario solo para nosotras. Por eso retrocedía, también, y dejaba a Cayden en paz y no le escribía directamente a Suiren.

    Sin embargo, me la pasaba pisando sobre los tablones.

    Esperando descubrir el que no se quejaría. Era cuestión de tiempo.

    A ella se le notaba en la cara y el cuerpo que genuinamente le gustaban estos acercamientos, lo que brindó una cuota de satisfacción que no vi por qué desacreditar. Recibí el azul de su mirada, su sonrisa y la sensación tibia de su piel en mis manos. Noté que se adaptaba sin problema al ritmo que estaba marcando. Al mismo tiempo hablé, un poco absorta en ambas tareas, pero la amplitud de mi sonrisa aumentó al verla acceder a mi invitación.

    Giró, su cabello albino se estiró como un abanico y los pensamientos reptaron en direcciones un poco caprichosas. Pensé en Morgan, allá en el observatorio, y como había señalado que el anhelo era absurdo justo porque yo había estado diciendo que se parecía al deseo, fútil, de algo que no nos pertenecía; recordé a Katrina con sus mariposas muertas y preguntando por mis alas, a Gaspar respondiéndome sobre el caos y a Cayden hablando de cómo necesitaba colmillos, admitiendo haberme mentido.

    Esta chica, con su manto níveo, recordaba bastante a un ave al estirar las alas.

    Ella sí podía volar, estaba segura.

    Cuando volví a encontrar sus ojos luego del giró noté curiosidad en su mirada, lo que era normal porque de repente estaba hablando de cosas raras. Lo dejé pasar, acepté su intención de acercarme a ella y sonreí de nuevo al sentir que su mano se ajustaba a mi espalda. Fue después de eso que me respondió, atendí con cuidado a sus palabras y al ritmo, que comenzó a parecerse al de un vals.

    No son fáciles las expresiones del corazón.

    Se me escapó una risa nasal ante esa afirmación, bastante obvia en sí, y aunque escuché la pregunta que le siguió me concentré en mantener nuestro baile un rato luego del giro que dimos por el espacio. Recorrí el escenario con ella, en ese vals imaginario, y el ritmo fue disminuyendo más, me separé con cuidado de ella, poniendo distancia, pero mantuve el contacto de la mano inicial y busqué el brazo en mi espalda, trazando su contorno con las puntas de los dedos.

    —Existen interferencias —comencé mientras volvía a atraer a Verónica, esta vez con un giro, y cuando volvió a estar frente a mí deposité su brazo sobre mi hombro—. El equilibrio es importante, pero es la disonancia, así como el dolor, la que nos indica que algo no está bien. Sin embargo, aunque se supone que sea una alarma... a veces uno le toma demasiado gusto a esa ruptura de la armonía y allí es posible quedarse atorado, nos asentamos en una sola cara de la moneda. Tras el telón de un escenario o en el lado oscuro de una luna.

    Me reí un momento, pero pronto nos hice girar de nuevo, juntas, el movimiento fue más pronunciado y vi el cabello de la muchacha estirarse de nuevo.

    —Siempre busco más. —Era lo mismo que había dicho en el tren el otro día, la reafirmación de mí misma era la sentencia de otro—. Si subo a un escenario busco lo que no puedo encontrar en las butacas, una luz cegadora, supongo, como las polillas. Desde la altura de una tarima se puede visualizar el mundo de otras formas y así es posible aprender nuevas cosas. ¿Qué crees, Vero, qué hace subir a los demás a los escenarios?
     
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    El roce de nuestros pasos fue lo que siguió a la pregunta que realicé. Mi lady decidió mantener el silencio por un rato, algo que acepté sin premura ni impaciencia, mientras me dejaba llevar por el vaivén de nuestros cuerpos conectados. Bailamos por un ratito más, no supe determinar cuánto tiempo, deslizándonos al ritmo de este agradable vals como gotitas de agua, fluidas. Mi mirada no se apartaba de la carita
    Ilana, con esta sonrisa suave que se negaba a retroceder.

    Eso sí… En el momento que sentí la paulatina disminución del ritmo, cerré los ojos con igual lentitud. La luz se extinguió detrás de mis párpados, pero mi energía radiante no cambió para nada y hasta mi sonrisa se suavizó. En el acto de cerrar los ojos, depositaba confianza en mi compañera. Me dejé llevar, siguiendo la agradable temperatura de su cercanía y el sonido sutil de sus pies.

    Aunque el ritmo era más lentito, seguía sintiéndose como volar. Cual ave planeando sobre la inmensidad del cielo.

    Me reí bajito al sentir cómo trazaba el contorno de mi brazo, supuse con las yemas de sus dedos. Mi piel era bastante sensible, por lo que no costaba mucho hacerme cosquillitas. Abrí los ojos justo a tiempo para recibir sus primeras palabras, que las pronunció mientras dábamos otro giro. Había dicho que existían interferencias, luego de lo cual colocó mi brazo en su hombro, al que me afiancé con delicadeza, pero también confianza. Con una mirada la invité a seguir explayándose.

    Su noción de interferencia la asoció como una alarma en el equilibrio, enlazada a la disonancia y el dolor. Volví a asentir porque creía comprender a lo que se estaba refiriendo. La interferencia en el equilibrio de las personas podía adoptar formas diversas. Considerando que había hablado con muchísimas personas a lo largo de mis diecisiete añitos, debido a mi carácter confianzudo; pude presenciar la interferencia en todas sus variantes, algunas muy de cerca. Incluso yo misma las había vivido. Fue gracias a las artes marciales que había aprendido a mantenerme centrada en mi eje, pero sabía bien que no todo el mundo podía lograr lo mismo, que a muchos les costaba. Era algo que presenciaba incluso aquí, entre las paredes de esta academia.

    Aunque, lo que dijo
    Ilana luego... lo de quienes encontraban gusto en la disonancia, en un solo lado de la moneda… Me desconcertó y me supo interesante a partes iguales. Me hizo también un poquito de gracia que justo refiriera al lado oscuro de la luna, pues yo me estaba pensando como una. De todos modos, supuse que el “gusto” al que se refería la chica debía tratarse de algo inconsciente o involuntario, de casos de personas que necesitaban que alguien les ayudara a encontrar sus alas. ¿Alguien en verdad hallaba placer en el dolor?

    Pensé en los corazones rotos.

    —Eso es una muestra de cuán humanos podemos llegar a ser —convine, luego de que riera tras hacerme dar otro giro que abrió mi cabello como alas de ángel— Es por eso que el equilibrio personal implica un esfuerzo que puede llegar a sentirse abrumador, con tantas emociones y experiencias atravesándonos día a día

    Tras esto,
    Ilanita respondió, ¡por fin…!, la pregunta que le hice. El concepto de escenario continuó teniendo una forma indefinida, mas yo seguía pensándolo en su sentido más amplio, que iba más allá de la madera que sonaba bajo nuestros piecitos.

    Siempre busco más.

    La sentencia inundó el aire con firmeza. Alcé una ceja, manteniendo mi sonrisa; como pidiéndole a esta señorita que se explicara mejor. De pronto, las palabras de mi lady se hallaban abrigadas de cierto misterio, porque en cada expresión nos atravesaban metáforas a las que, supuse, no me quedaba otra que darles forma desde mi propio lente. Luz cegadora, por ejemplo. Pero… ¿Las polillas, esos simpáticos bichitos nocturnos, no se la pasaban chocando contra la luz? Si eran muy pequeñas, hasta podrían quemarse, pobrecitas. Esta imagen en particular me dio mucha más curiosidad, quise entender a qué se estaba refiriendo mi compañera de baile exactamente.

    ¡Pero…! Ella fue mucho más ágil: quien debió responder una pregunta fui yo.

    —Yo diría que buscamos dejar nuestra huella —respondí, meditativa—. Si te paras a pensarlo, están en todas partes, ¿no te parece? Desde la forma en que se construyó este edificio, hasta la posición de una flor en el jardín de una casa. Incluso este baile será una preciosa huella en mi corazoncito —le sonreí con dulzura y, por qué no, me permití acariciarle un mechón de cabello con cuidado de no rozarle el rostro—. En el proceso, nos cubrimos con las huellas de los demás y, tal como afirmas, aprendemos algo de ellas. Nos descubrimos a nosotros mismos, para bien o para mal; depende de qué lado de la moneda habitemos.

    Hubo otro giro, impulsado por mí misma, pero fue de lo más suavecito, muy, ¡muy! lento. Esto me permitió notar algo, en el momento que paseé la mirada por la sala vacía, cuando quise preguntarme qué fue lo que
    Ilanita no encontraba en las butacas vacías. Pero me distraje por completo, porque vi algo que me amplió la sonrisa…

    —Parece que tenemos un pequeño espectador —avisé a la chica, sin dejar de movernos.

    Allí, con las garritas clavadas en el respaldo de la butaca central de adelante del todo… un pajarito blanco nos miraba, sus ojos carmesíes brillando con intensidad a la luz de los ventanales.
     
    Última edición: 16 Diciembre 2024 a las 9:26 AM
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    Zireael

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    Verónica cerró los ojos cuando el disminuí el ritmo, fue un acto de confianza y en esa acción percibí la misma fe que tiene un ave en que el viento no la haga desplomarse en el suelo. La sonrisa se me disipó un segundo, fue más un desliz que otra cosa, ni siquiera me di cuenta y tampoco noté cuándo el gesto me alcanzó el rostro de nuevo, como si nada, pero fue antes de que ella volviera a abrir los ojos.

    Hablé al recibir su mirada, amplié la idea y entré en el terreno de aquellos que, acostumbrados a la interferencia, encontraban coherencia en ella. A veces cambiar era difícil porque nos alejaba de la estabilidad de sentirnos mal, por contradictorio que sonara, pero es que el cuerpo se acostumbraba a todo. Por eso los abusadores podían manipular y agredir y a veces sus víctimas, luego de encontrar el valor para huir, regresaban. La señal de alarma era inútil y la sirena se convertía en ruido de fondo, porque los sonidos exteriores eran demasiado distintos y aterradores.

    Era desconcertante, por supuesto.

    Sin embargo, ciertas personas anhelábamos ser la salvación de alguien más.

    Era cuestionable, claro, qué tanto las personas se quedaban en esos espacios de interferencia por gusto, no creía que existiera la posibilidad. Se trataba de algo más complejo, puede que demasiado, y quizás no le correspondiera a una colar las manos en esa clase de pantanos. Eso también había que cuestionarlo, hasta dónde la empatía y el supuesto altruismo no significaba, de cierta forma, una atracción por la disonancia ajena.

    Por la posibilidad de unir las alas de regreso a una espalda que las había perdido.

    Asentí a lo que mencionó, la relación que tenía lo que yo había dicho con la humanidad, pero no añadí nada más. Contesté lo que había preguntado, noté en la expresión de la albina que esperaba que me explicara mejor y se me escapó una nueva risa. No lo externalizó pero, en efecto, las polillas chocaban contra las bombillas hasta morir, atraídas por la ilusión de un sol.

    La respuesta que me dio llegó a un argumento muy básico de los seres humanos: el deseo por dejar huella. Todo aquello que tocábamos al final poseía nuestra huella, algunas más efímeras que otras. Sonreí cuando me acarició un mechón de pelo y parpadeé, despacio. Habló de las huellas de los demás, lo que aprendíamos de ellas y de nosotros en el proceso. Fue una bonita manera de cerrar el argumento.

    Me dejé llevar por el giro que impulsó ella, pensando en algo que decir, y lo que me distrajo fue escucharla decir que teníamos un espectador. La idea hizo que uno de mis pasos trastabillara, escuché como desentonó del resto de mis pisadas y el corazón se me revolvió en el pecho sin permiso, porque lo que recordé fue a Míster Pacto de Silencio apareciendo de la nada aquel día en la piscina.

    Continuamos el movimiento, así que busqué girar para poder escanear las butacas con la vista y lo que encontré en la primera de ellas, al centro, fue... ¿Un pajarito? Blanco, de ojitos rojos, por lo que era albino.

    A sparrow —murmuré en inglés, olvidando por completo la conversación al ver un ave dentro de la escuela. Regresé el cerebro al japonés después—. ¿No deberían asustarle las personas?

    lo del spoiler del invernadero x2
     
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    ¡Y mira nada más, hablando de interferencias...! Apenas le hice saber que nos estaban observando, uno de los pasos de Ilanita se dispersó por fuera del ritmo de nuestro baile, arrancándole un tenue quejido a la madera sobre la que deslizó su suela. Por fortuna, estaba super-atenta a ella y, además, poseía unos reflejos muy bien entrenados. Me adapté con rapidez a ese pasito rebelde, así nuestra postura de baile no quedaba en entredicho; hasta había aprovechado el agarre en su hombro para acomodarnos como era debido. Así como antes hubo una muestra de confianza, en esta ocasión le demostré predisposición al acto de cuidar del prójimo. Seguimos girando en el espacio, en una perfecta órbita, como si nada hubiese pasado.

    Como si esto no hubiese sido producto, en realidad, de una disonancia que azotó el cuerpo de mi lady, rompiendo su equilibrio por un momento.

    En uno de nuestros vaivenes, mi lady distinguió a Copito entre la multitud de butacas. Sus ojos tan rojos no se desprendían ni por un instante de nuestros movimientos, no se perdía un solo paso, como si fuese un pequeño juez analizando nuestra desenvoltura sobre el escenario. Su albinismo no impidió que Ilana lo reconociera como un gorrión, cosa que pronunció en un inglés natal que me arranco otra sonrisita. Lo que llamó su atención fue el hecho de que permanecía alli, sin inmutarse por nuestros movimientos, por nuestra presencia.

    —Es un gorrioncito muy valiente, ¿no lo crees? —comenté como quien no quiere la cosa— ¿Qué te parece si lo hacemos parte de nuestro baile?

    Me tomé un segundito extra para recibir la mirada que seguro me devolvió y, con una sonrisita muy suave en el rostro, solté su hombro para así dejar mi brazo liberado. Quedamos tomadas de una sola mano, unión que no se rompió. Retrocedí algunos pasitos mientras seguíamos girando con suma lentitud, usándonos de ancla, hasta que nuestros brazos quedaron por completo estirados. Fue entonces cuando alcé la mano libre hacia el cielorraso, con el dedo índice colocado en posición horizontal.

    En medio del silencio, sentimos el batir de unas alas pequeñitas.

    El gorrión albino había alzado vuelo desde la butaca y cruzó el espacio que lo separaba de nosotras, posándose finalmente sobre mi dedo. Ilanita y yo seguíamos girando mientras tanto, muy lentamente. Copito removió las alitas cuando bajé la mano hasta la altura de mi rostro, momento que aprovechó para frotar su cabecita en mi mejilla a modo de cariñoso saludo. Me reí por lo bajo, enternecida, antes de que el gorrión girara sobre mi índice para encarar a Ilanita,clavándole una mirada de intensa curiosidad.

    Afiancé el agarre en la mano de la chica y, con pasitos tranquilos, fui recortando otra vez nuestra distancia. Mi mano se alzó en el pequeño espacio que nos separaba, ahora ocupado por el gorrión albino, que quedó a la altura de nuestros corazones.

    —Mi lady… —dije, muy sonriente— Te presento a Copito. Mi queridísimo compañero. Mi guardián de alas brillantes. Si lo acaricias, estoy segura que se pondrá la mar de contento.

    Quizá llegue el día que empiece a dar cierres con más margen de tiempo...
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    Última edición: 16 Diciembre 2024 a las 8:04 PM
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    Zireael

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    Debía darme vergüenza otorgarle la suficiente importancia a un escenario hipotético como para cortarme el ritmo de los pasos, pero era algo que había pasado y no había mucho que hacer al respecto. Verónica pudo contrarrestarlo, justo como las alas de las aves se ajustaba a los cambios en las corrientes de viento, y fue como si mi tropezón no hubiese ocurrido y la interferencia, al menos en el aire, se hubiese disipado.

    Ella dijo que era un gorrión muy valiente, ante lo que creí hacer un asentimiento de cabeza. Incluso en Northwood ganarse la confianza de las aves costaba un poco, tenías que echarte dos semanas sentada en una silla a la misma hora todos los días, tiesa junto al comedero, hasta que entendían que no ibas a espantarlas ni nada. Al cabo de un tiempo aceptaban semillas de la mano, pero era una labor de paciencia, ignorando las palomas y los cuervos muchos otros pájaros no dejaban que uno se acercara tanto.

    Sugirió hacer al pájaro parte del baile, lo que me hizo mirarla un poco confundida, pero esperé por lo que fuese a hacer. Nos movimos, volví al ritmo de antes y entonces ella alzó la mano, poco después escuché el aleteo que cortó el aire. La chispa blanca se posó en su dedo y alcé la mirada, luego la mano de Vero descendió, el gorrión se frotó en su mejilla y ya no cabía en mi asombro.

    Para cuando volvió a recortar nuestra distancia, con el ave a la altura del corazón, detuve mis pasos por completo y rompí cualquier contacto restante con su cuerpo. Presentó al ave como Copito, compañero y guardián, la noción me hizo gracia. Estaba preguntándome internamente si el gorrión se dejaba acariciar cuando ella misma lo sugirió.

    —Es un placer conocerte, Copito —dije en voz baja—. Tienes como compañera a una gran bailarina, que lo sepas.

    Acerqué la mano despacio, estiré el índice y le acaricié las plumitas del pecho con suavidad. Sonreí sin darme cuenta y siquiera me cuestioné que estuviera dentro de la escuela, suponía que se habría colado por alguna puerta o ventana, siguiendo a Verónica. Continué haciéndole cariño de lo más concentrada y recordé una canción.

    —¿Cantas, Copito? —le pregunté en voz baja como si fuese a responder, sin saber todo el trasfondo que implicaba la pregunta. De todas formas, canté un par de estrofas, bajito—. On some level I think I always understood that these hands of mine were clumsy, not clever.

    No dejé de acariciar al animalito, tranquila, aunque igual mi elección de canción fue un poco extraña.

    >>And I tried to do the best that I could but try as I might, I couldn't bring myself to hold you.


    ausilio no lo puedo cerrar de forma coherente

    ponele que por ahí es un cierre y te doy las gracias por el bailecito de las niñas uwu
     
    Zireael ha tirado dados de 20 caras para Let's gooo Total: 2 $dice
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