Pequeño espacio que sirve de antesala para la entrada a la azotea. Conecta con las escaleras que bajan hacia la tercera planta y caben, a lo sumo, dos o tres personas. Debido a su disposición, sin embargo, provee cierto grado de privacidad. Conecta afuera: Azotea Conecta por las escaleras (abajo): Pasillo (Tercera planta)
Dejé ir la espalda contra la pared y me deslicé hasta el suelo, donde estiré las piernas. También apoyé la cabeza, no terminé de calcular el impulso y apreté los párpados brevemente; me había dolido, aunque el dolor hizo eco y se disolvió de forma extraña. Los sonidos de abajo me alcanzaban embotados y respiré con lentitud, pasando los dedos por la tela del pantalón. Estaba absurdamente rasposa. Me remojé los labios, entreabrí los ojos y despegué la espalda de la pared con pereza. Hurgué mis bolsillos, dejé caer su contenido entre mis piernas y me quedé allí, encorvado, manipulando las cosas... o al menos intentándolo. La cajita metálica de mentos que obviamente no contenía mentos, la pequeña bolsa ziploc con los filtros y el papel de liar. Mi razonamiento había sido breve y aparentemente lógico: con el viento que había afuera se me volaría todo a la mierda, ¿no? Lo pensé un instante antes de salir, y en vez de darme la vuelta sólo viré hacia el costado y me eché en el rellano, donde me tapaba la pared. Mientras intentaba alinear la hierba en el centro del papel creí recordar que acababa de casi chocarme a alguien, oí mi propia voz desde los recovecos y también apareció Anna, su accesorio, sus palabras de esta mañana. Las imágenes se entremezclaron, anárquicas, pero se sucedían tan licuadas y difusas que no me provocaron nada en absoluto. Lo único importante ahora mismo era liar ese bendito porro. Contenido oculto Amane :D
Well, well, y yo me quejaba de tener que despertarme temprano para llegar a clase. ¡Al final iba a ser verdad lo de que Dios ayudaba a quién madrugaba! Quizás en nuestro caso no fuera precisamente Dios, claro, pero servía para demostrar mi punto. A lo que iba era que ver a Joey arrodillado siempre era un gusto para todos mis sentidos y me sentía muy, muy afortunada de que mi mañana hubiera empezado con tan buen pie. ¡Y encima había tenido que atender a una clase menos! Si es que eran todo ventajas... Joey tenía su entrevista durante aquel receso, así que se había ido a recoger a Ri-chan nada más sonar la campana, y yo... bueno, no tenía muchos planes en mente. Era viernes, así que lo único que me apetecía era que pasase el tiempo lo más rápido posible para que llegase de una vez el fin de semana, y mientras tanto... pues ni idea, suponía que podía subir a echarme un cigarro, que nunca venía mal. Al subir las escaleras, sin embargo, me topé con una imagen que logró despertar mi curiosidad; lo suficiente como para pararme de mi trayectoria, por lo menos. El rellano que daba a lo azotea no era especialmente amplio, y aunque sí que daba algo de intimidad para según qué cosas... pues bueno, un chico guapo de pelo celeste liándose un porro no era algo que pudiera pasar desapercibido. Me acuclillé a su lado, aprovechando la cercanía para observar el trabajo que hacían sus manos, y al segundo acabé por extender la palma abierta en su dirección, en una oferta bastante clara. —Tienes cara de necesitar ayuda con eso —solté, como si nada. Contenido oculto omg, qué emoción más emocionante
Estaba extremadamente concentrado en mi tarea, tanto, que noté la presencia ajena recién cuando se acuclilló junto a mí. Mis manos se detuvieron y alcé el rostro, tardando un segundo extra en identificarla. Era la rubia de la 3-1, la que me había pedido comprarme hierba. Era... Welsh, ¿no? De un instante al otro adquirí consciencia espacial, si se quiere, y recorrí el resto del rellano con la vista. Estábamos solos, por ende... ¿estaba a salvo, suponía? —¿Insinúas que el camello no puede liarse su propio porro? —murmuré en respuesta, volviendo a sus ojos con una pequeña sonrisa. Me costaba un poco mantenerla enfocada, si debía ser honesto, por lo que regresé la vista al suelo y volví a relamerme los labios; tenía la boca pastosa. Resoplé, cediendo, y le extendí el papel con cuidado de que la hierba encima no se le cayera. —Hora de mostrar tus habilidades —bromeé casi sin ganas, volviendo a relajar el cuerpo contra la pared. Dejé caer la cabeza y la miré desde allí—. Tal vez te contrato y todo.
Al chico le costó un poco reaccionar a mi presencia, concentrado como estaba en la tarea que tenía entre manos, y no pude evitar mirarlo con curiosidad al notar que su impulso inmediato fue inspeccionar el resto del rellano. ¿Acaso quería estar a solas conmigo~? Well, qué va. Me daba la sensación de que lo único que quería era no tener que toparse con más gente en general. —¡Cosas más raras se han visto, eh! —exclamé en respuesta a su comentario, sonriendo con algo de gracia antes de finalmente recibir el papelito que le había exigido—. ¿En serio? Porque no me vendría nada mal el dinero... —añadí, bajando la voz al mismo tiempo que lo hacía con la mirada. Centré toda mi atención en la tarea que me había auto-adjudicado, no porque me hubiera tomado en serio su supuesta oferta de contratarme, si no porque ya me lo había tomado como un reto personal. Además, sabía lo que era estar colocada hasta aquel punto y, por lo tanto, suponía que el chico agradecería si no la hiperactividad de mi culo en su máximo esplendor. Así pues, coloqué la hierba con cuidado sobre el papelito, pasé la punta de la lengua sobre un borde y lo lie todo con delicadeza, extendiéndoselo al muchachito después de haber admirado mi obra con una sonrisa orgullosa. >>¿Y bien? Estoy acostumbrada a suspender, pero me dolería mucho más escucharlo de un chico tan lindo como tú. También me gustaría aclarar que tengo más habilidades que podrían mejorar mi nota final~
—¿Tienes muchos gastos? —pregunté porque sí, porque tenía el cerebro vuelto humo y de repente me apeteció romper el silencio mientras ella hacía lo que yo no había podido. Seguí sus movimientos con atención, o al menos toda la atención de la que era capaz, que paradójicamente se sentía abundante y afilada. Ya conocía la sensación, podría quedarme media hora sólo viéndola liar porros; era la gracia del asunto. Acomodó la hierba en el papel, lo enrolló y ejecutó el resto del asunto sin problema. No lo pretendía, claro, y aún así me quedé ligeramente pillado de la imagen en cuanto sacó la lengua. Vaya cosas. Recibí el porro con una mano y lo acerqué a mi rostro para inspeccionarlo con los ojos entrecerrados. Era en gran parte teatro, pero sí se veía bien liado, armadito y con la hierba distribuida uniformemente. Escuché la tontería que soltó, la suerte de halago se me antojó inconsecuente aunque, la verdad fuese dicha, sí me estiró una sonrisa en los labios. Cuánto de esto sería para rascarme hierba, me preguntaba. Antes me había incomodado un poco, lo recordaba, ahora... ahora me daba exactamente igual. —Un gran ejemplar —concedí, dándole un golpecito en la nariz con el porro, y le lancé un vistazo a sus manos para poder entregarle su creación—. Te lo regalo si me lías otro. Le mostré las cosas que seguían entre mis piernas despatarradas. No estaba tan mal haber conseguido una liadora profesional, ¿cierto? —Cuéntame de tus habilidades —retomé, con el torso aún derretido contra la pared, como si esto fuese realmente una entrevista laboral.
—¿Yo? Well, I guess it depends... Granny se encarga de todos los gastos importantes, así que no es que me falte de nada, pero... you know! Nunca sobra dinero para algo de ropa nueva o un par de copas extras durante el finde —contesté, encogiéndome apenas de hombros con la aclaración final. La cuestión me pareció lógica teniendo en cuenta lo que le había dicho antes y, la verdad, estaba tan concentrada en mi tarea que ni siquiera le dediqué mucho pensamiento a sus intenciones de romper el silencio. Le di mi respuesta sin mayor problema, en definitiva, y solo distraje momentáneamente mi atención del porro cuando llegué al paso final, queriendo comprobar la reacción del chico así fuera por un segundo de nada. Me sonreí ante la imagen, claro, pero decidí no decir nada al respecto y simplemente le extendí el resultado de mi trabajo con una sonrisa ligera. Kohaku se tomó su responsabilidad de inspeccionar el porro muy en serio, así que yo también sentí la necesidad de esperar su evaluación con la debida expectativa, permitiéndome soltar un suspiro de alivio cuando le dio el visto bueno. Arrugué apenas la nariz con el golpecito que me dio, dejando escapar una risilla al mismo tiempo, y acepté de buen gusto que me cediera aquel porro a cambio de liarle otro a él. Me coloqué de rodillas frente a él, prácticamente acomodándome en el hueco que había entre sus pies, y me incliné hacia delante para coger lo necesario de sus provisiones. >>Mis habilidades, a ver... —murmuré, aprovechando la postura para mirarlo ligeramente desde abajo al levantar la vista—. Men reaaaaaally like me, you know? Con tu carita bonita y mi carita bonita, seríamos millonarios para finales de año. Y como puedes ver, soy muy buena con las manos... y la lengua~
Murmuré un sonido afirmativo, vago, y paseé la mirada por ahí sin un motivo concreto. La mayoría del dinero que hacía vendiendo hierba lo iba guardando, realmente no proyectaba grandes objetivos, sólo no era de gastar en tonterías. Tal vez, muy, muy en el fondo, albergara una pequeña convicción de que al salir de la preparatoria necesitaría los fondos. No calificaba como sueño ni como deseo, pero de tanto en tanto me imaginaba viajando por ahí, viendo paisajes diferentes, conociendo personas de otras culturas y sólo fluyendo con el mundo sin más. Se me antojaba divertido y relajante, sentía que podría estar en paz. —¿Vives con tu abuela? —le pregunté, al recordar de repente que había mencionado a una tal granny. Aceptó mi solicitud sin problema y abrí un poco más las piernas al notar sus intenciones de acomodarse justo allí. No le concedí pensamiento, la dejé ser y mi vista se paseó desde sus rodillas, la porción de piel de sus piernas hasta la falda y hacia arriba. Realmente no había motivos, al menos no demasiado concretos ni evidentes, sólo no tenía dónde poner la vista y ella estaba literalmente frente a mis narices. Detallé, más bien, el recorrido que hacía su cabello y estaba en eso cuando volvió a hablar. Su razonamiento me estiró una sonrisa divertida y solté una risa nasal. —También suelo gustarle a los hombres —reflexioné con tanta honestidad como desfachatez, relajando las manos sobre mis rodillas—. Bueno, creo que me va bien en general, y eso que ni me esfuerzo mucho... La realidad era que recordaba haber conseguido todo lo que se me había antojado siempre, era tan sencillo como eso. Fui brevemente consciente de mi ausencia de filtros y me reí, flojo. ¿Las manos y la lengua? ¿Y venía a decirlo ahí, entre mis piernas? —¿Qué pretendes insinuarle a mi pobre neurona totalmente chamuscada, Welsh? Cumplo en avisarte que a la fecha, siendo las... —Miré el móvil—, trece y cuarto, ya me fumé dos de esos yo solito. Había sacado el aparato de mi bolsillo con movimientos pastosos y dejé caer el brazo, soltando el móvil sin calcular el impacto contra el suelo. Tampoco me interesó, vaya.
Dejé salir un ligero 'mhm' a modo de respuesta a su pregunta de si vivía con mi abuela, asintiendo un par de veces con la cabeza al mismo tiempo para reafirmar mi afirmación al respecto. No vi por donde añadir nada más al respecto, y supuse que él tampoco tenía extremo interés en seguir preguntando sobre granny, así que el tema de conversación murió ahí, por lo que pudimos centrarnos en lo que realmente habíamos venido a hacer ahí. —Do you now? —solté ante su apunte, sin poder evitar la ligera risa nasal que se me escapó (para nada mal intencionada, claro)—. And I'm sure women also like us a lot... No estás teniendo nada de mentalidad de tiburón, Mr. Bluesky, what a pity... —añadí, negando levemente con la cabeza; la sonrisilla divertida de mis labios, sin embargo, dejó bastante claro que solo estaba bromeando. Terminé mi segunda tarea del día mientras le dejaba espacio al muchachito para procesar mi oferta, sabiendo que sería capaz de entenderme a pesar de que quizás le costaría un poco más por toda la hierba que ya debía haberse metido en el cuerpo. Su reacción, de hecho, tuvo que ver mucho con ese mismo detalle, y una nueva risa floja se me escapó de los labios por esa misma respuesta. Eché el cuerpo hacia delante entonces, apoyando la mano que tenía libre sobre el suelo, y el movimiento me permitió acortar completamente la poca distancia que había entre nosotros, dejando apenas unos centímetros de separación entre mi rostro y el suyo. >>What I'm saying is... puedo hacerte sentir igual de bien que esta cosita... —murmuré, señalando de reojo el porro que había suspendido en el aire junto a nosotros, y justo después bajé la mirada durante un par de segundos, paseando por su cuerpo antes de volver a buscar sus ojos—. Pero sin ningún tipo de contra efecto negativo. ¿Qué dices? ¿Te interesa probar~? Contenido oculto hehehe
—Yo también —se me ocurrió agregar tras saber que ella vivía con su abuela, y alcé ligeramente las cejas—. Bueno, no sólo con ella. Mis padres, mis hermanos y ella, vivimos todos juntos. Mi familia administra un santuario. El infodump no era necesario en ningún escenario y podría considerarse extraño viniendo de mí, sólo me apeteció seguir hablando mientras ella hacía lo suyo. Al final fue gracioso pensar en las similitudes que compartíamos, desde vivir con nuestras abuelas hasta tener un futuro empresarial aparentemente prometedor gracias a nuestras caritas. Bueno, conociendo a los hombres su appeal debía estar más relacionado a otros... atributos, pero igual también era bonita. Ya antes había hablado en inglés, pero no fue hasta que me costó seguirle el hilo que lo noté. Fruncí levemente el ceño y me exprimí las neuronas, repasando lo que creía haber oído. Algo de... mujeres, ¿no? ¿Que también nos iba bien con las mujeres, había dicho? Luego el apodo me hizo sonreír, pues recordé súbitamente que el amigo de Anna también me decía así. Espera, ahora que lo pensaba... llevaba mucho tiempo sin verlo, ¿cierto? —Tengo mentalidad de tiburón, sólo la uso diferente —me defendí, pensando que, legítimamente, me iba bastante bien vendiendo hierba. Me quedé tirado contra la pared, podía sentir cada músculo del cuerpo relajado, y siquiera me preocupé al verla inclinándose hacia mí. Se detuvo a centímetros de mi rostro y pude detallarle los pelitos de las cejas, los poros de la punta de la nariz, todo. Me había distraído en esos detalles cuando su oferta, bastante explícita, me hizo fijarme en sus ojos con evidente sorpresa. ¿Qué me estaba ofreciendo, exactamente? ¿Y así, de buena fe? —Qué generosa —murmuré, esbozando una ligera sonrisa; hombre, ¿cuándo había sido la última vez que me lié con una tía?—. Pero... ya que te quejas de mi mentalidad empresarial, tendré que ponerme en modo negocios y pedirte más detalles. No puedo aceptar ningún trato sin comprenderlo plenamente, ¿cierto?
—Un camello salido de un santuario... ¿qué dirían tus dioses si lo supieran? —reclamé a modo de broma, tras oír la aclaración sobre su familia que al final sí añadió tras mi respuesta. A pesar de que él en realidad vivía con toda su familia, abuela incluida, y en mi caso granny era todo lo que tenía, supuse que no podía negar parte de la similitud en nuestras situaciones. I mean... no era algo tan común compartir casa con tu abuela, después de todo. Sea como fuere, lo siguiente que le escuché decir fue la defensa que pretendió hacerle a su mentalidad de tiburón, lo que logró sacarme una risilla suave... y poco más; no quería ser yo la que se metiese con su orgullo masculino, vaya. Mi cercanía no tensó su cuerpo en ninguna dirección, fue evidente lo relajado que seguía a pesar de todo, y me pregunté si no debería mostrar más decencia al respecto. Había admitido haberse fumado ya dos porros, aunque su aspecto lo había evidenciado incluso antes de que lo hubiera confirmado verbalmente, y si bien estaba manteniéndome la conversación de forma consciente... well, I don't know. Aun así, mantuve la cercanía mientras él centraba su atención en los detalles de mi rostro, y mi sonrisa se ensanchó apenas hacia un lado cuando, a pesar de su sorpresa inicial, su respuesta acabó siendo pedirme más detalles sobre mi propuesta. >>Completamente cierto, señor empresario —admití en voz baja, deslizando la mano que todavía sujetaba el porro hasta enredarla con una de las suyas—. Permíteme entregarte una prueba de mi producto, entonces... La distancia entre nosotros era tan ínfima que apenas necesité un segundo para eliminarla, echándome hacia delante lo suficiente como para unir nuestros labios. No fue un beso especialmente profundo ni largo, pero sí que aproveché el pequeño momento de libertad para hacer que mereciera la pena; extendí la unión un poco más de lo necesario, quizás, pero cuando finalmente me separé, pude sonreírle con genuina satisfacción gracias a ello. >>¿Interesado en el producto completo~?
—Cosas más raras se han visto, eh —reutilicé su frase, ligeramente divertido—. Mi bisabuelo tenía condecorados en el santuario a criminales de guerra, así que... Más allá del relativo ingenio de mis respuestas, en verdad no estaba siendo completamente dueño de mis actos o mis decisiones. Ni siquiera estaba muy seguro cómo había pasado de intentar liar un porro, a recibir ayuda de Welsh, a estar besándola. Mi cuerpo se amoldó a su ritmo sin pedirme permiso, y al cerrar los ojos, un poco después, el mundo se me puso patas arriba. Conocía bien esa sensación, el entorno se anulaba y lo único existente pasaba a ser aquello inmediato. Su aroma, en este caso, la textura de sus labios. La mano que se había enredado a la mía. Al separarse, reaccioné con algo de delay. Abrí los ojos, bastante ido, y parpadeé un par de veces para poder enfocarla. Percibí la satisfacción de su sonrisa y alcé la mano libre. Rocé sus mechones de cabello que se habían deslizado entre nosotros, los moví suavemente, arrancándoles destellos dorados, y fui consciente de que Alisha Welsh acababa de besarme. Solté una risa floja, trazándolos en ascenso, y los acomodé tras su oreja. Toqué apenas la línea de su mandíbula, la curvatura de su cuello, y me alejé tras alcanzar su clavícula. Qué más daba, ¿cierto? Igual era esto, siempre lo había sido. —¿Dices que liarte con tu jefe sea prudente? —bromeé, habiendo abandonado aquel pequeño trance, y le golpeteé la mano donde sostenía el porro—. ¿Por qué no lo definimos probando también este producto? Me escocía. No sabía hasta dónde mierda planeaba llegar, pero definitivamente quería seguir fumando.
Of course, una pequeña parte de mí había anticipado la posibilidad de que el muchacho me rechazara a pesar de todo, en cuyo caso lo habría aceptado sin más (aunque, cabe aclarar, eso hubiera herido mi orgullo de manera considerable); por suerte, nada de eso pasó. Kohaku se acopló a mi beso sin ningún problema, siguiéndome el ritmo hasta que finalmente tuve que separarme de él para no sucumbir a mi instinto y... bueno, pasarme de la raya. Aun así, mantuve aquella distancia estúpidamente corta al echarme para atrás, y eso me permitió presenciar con todo lujo de detalle el camino que su mano hizo por mi cabello... las facciones de mi rostro... la clavícula... —¿Qué puedo decir? No soy una trabajadora muy ética, lo admito~ —canturreé, encogiéndome apenas de hombros, y le dejé otro beso fugaz sobre los labios, justo después de soltar una risilla de nada. Solté su mano justo después de notar el golpecito que me dio, dándole así libre y total acceso al bendito porro que le había liado, y en el proceso me dejé caer hacia atrás, pudiendo así sentarme de una vez en el suelo mientras seguía manteniéndome en su campo visual. >>Fine, that's only fair! —acepté, sonriendo como si nada hubiera pasado—. ¿Quieres salir a la azotea? El baño también es una opción, considerando el viento que hace afuera...
Dijo algo de no ser muy ética, su voz se licuó en mis oídos y me tomó un segundo extra procesar que había vuelto a besarme. Pensé que estaba para la mierda, lo pensé de verdad, el problema era que la idea sólo me causó gracia. Se dejó caer hacia atrás, regresándome parte del espacio, y mencionó dos posibles destinos: la azotea y los baños. Miré la puerta a mi derecha, luego la escalera al otro lado, y fruncí el ceño. ¿Por qué habríamos de...? Oh, ya. No podíamos fumar aquí, cierto. Sonreí, divertido con mi propia lentitud, y golpeteé el porro contra mi pierna. Ahora que ella lo había mencionado, logré escuchar el viento que aullaba afuera y de tanto en tanto azotaba la puerta. Se veía un poco salvaje la idea y llevaba un par de días fumando sin ningún problema en el baño. Solté una risa floja ante el recuerdo espontáneo, no me di cuenta de verbalizarlo y me quejé bajito, haciéndole un mohín. —No quiero ir afuera... —murmuré, arrastrando ligeramente las palabras en un berrinche improvisado—. No pasa nada, mira. Me llevé el porro a la boca y con la mano libre lo encendí apenas, sólo lo suficiente para que me permitiera una pitada antes de apagarse. Si algo tenía calculado en la vida era eso. La miré con una sonrisilla, conteniendo el humo, y la jalé del brazo para arrastrarla hacia mí. Supuse que comprendería la señal y, una vez hubo separado los labios, consumí la distancia, dejando ir el humo lentamente dentro de su boca. El ligero roce me cosquilleó en el cuerpo. —¿Ves? Nada de nada~ Probablemente no fuera en absoluto cierto eso, pero mira que iría a procesarlo.
La ansiedad me alcanzó con muchísimo retraso, había tenido toda una semana para pensar en ello y hacer preguntas, pero no lo hice. Podría haberle hecho un interrogatorio a Cayden, pero viendo la amabilidad distante de Suiren y los límites rígidos de Dunn, ahora dudaba haber sacado nada de ello más que otro disgusto. Incluso si yo hablaba con ambos, no quería decir que él fuese a soltarme toda la sopa porque se lo pidiera, porque hacerlo significaba violentar la privacidad de Suiren y no tenía que ser muy inteligente para entender que de hecho el asunto de la privacidad era demasiado importante para las personas con las que hablaba últimamente o para cualquier persona en realidad. El asunto era que había mucho ni siquiera imaginaba, cuestiones que puede que no me correspondieran, pero que explicaban una parte de todo. La falta de respuestas era algo con lo que viviría, ni modo, aunque tampoco me gustaba mucho caminar sobre los terrenos inestables ajenos. Quizás rozara la indiferencia en mi propia amabilidad, no lo sabía. Me enlacé a sus brazos, no se apartaron a pesar de tener la opción, por lo que salimos al pasillo y ahí les di su sweet time para sopesar las opciones. Habría ofrecido la biblioteca, pero no creía que pudiéramos comer allí, así que eso recortaba un poco las opciones. Que estorbáramos o no me daba un poco lo mismo, no creía que tanta gente saliera a la azotea en sí, quitando a los fumadores y las arrojadoras de cuchillos, claro. —Rellano será entonces. Enderecé los pasos hacia el lugar que había ofrecido, pero al llegar a la boca de las escaleras solté los brazos ajenos porque me parecía engorroso subir así. Los dejé ir primero, caminé detrás y un poco sin quererlo me quedé en silencio durante el trayecto, quizás sopesando qué debía pregunta o no. Al final opté por lo más obvio e inespecífico, lo solté poco antes de que llegáramos al rellano como tal. —Ah, ¿imagino que necesitan los apuntes de la semana? Creo que podría sacar copias y sería más sencillo... Lo segundo sonó un poco a divagación, pero me dio igual. Ya en el rellano observé el espacio, apenas cabíamos los tres sin atascar del todo el paso, pero debía ser suficiente.
Craig terminó tomando la decisión que a la final compartía, no me apetecía caminar mucho con el trote que había adquirido la semana pasada, aún me sentía algo cansado si tuviese que ser honesto, las pequeñas ojeras bajo mis ojos hablaban por sí solas, pero nada que el tiempo no fuese a diluir. Rockefeller nos soltó para subir primero que ella, estaba en mi mundo hasta que su voz nos llegó desde atrás, lo que dijo me hizo abrir los ojos un poco de más, no porque me sorprendiera el que lo ofreciera, la niñita era amable que daba gusto, pero no sé, me cogió fuera de base. Suiren lo notó porque soltó una risa ligera en lo que normalizaba mi cara. —Es muy amable de tu parte, Ila, estaba pensando en eso hoy en la mañana —el primero en hablar fue el albino en lo que yo miraba el pequeño espacio. Era para dos o máximo tres personas, un poco tedioso pero seguía soñando mejor que la cafetería o almorzar en un gimnasio. —No te lo dije pero Rockefeller estuvo preguntando por tu estado de salud —solté como si nada. los orbes zafiro se movieron tras los lentes oscuros, suavizando sus facciones al dar con las turmalinas. —¿En verdad? —La pregunta fue auténtica en si, regresando su atención visual a mi persona, o eso supuse que miraba—. Eres un egoísta Orn para no decírmelo antes —suspiró con suavidad—. Pero gracias por preguntar por mi, Ila.
No veía nada anormal en ofrecerles los apuntes, éramos compañeros de clase a fin de cuentas y si faltaban por el motivo que fuese, entonces lo normal era que necesitaran recuperar esa materia y era más fácil ofrecerla. Escuché la risa de Suiren luego de la oferta, supuse que Paimon habría cambiado de cara por lo menos, pero no me interesó corroborarlo ni nada. —Somos compañeros después de todo —respondí como si nada. Estaba agachándome para sentarme cuando al señor "no te contesto los mensajes" se le ocurrió soltar que había estado preguntando por la salud de su amigo. Suspiré, resignada con mi destino, y una vez estuve sentada miré a Suiren, dedicándole una sonrisa mientras acomodaba el bento en mi regazo. —Bastante egoísta, no pudo siquiera contestarme —solté porque sí, ni siquiera hubo molestia en mi tono—. Y no es nada, se supone que somos amigos los tres o algo así, ¿no? Es natural que pregunte, sobre todo porque la ausencia se estiró demasiado en el tiempo. Habría que ser de piedra para no preocuparse. No lo habíamos hablado, pero si seguíamos el patrón rozaba un poco la obviedad, ¿cierto? Cayden no quería que se supiera que parte de la información provenía de él y entonces solo lo borré del registro de eventos, como quien lanza un papel al fuego. No es que fuese el primer secreto que le guardaba.
Algo de calidez permeó mi pecho cuando mencionó que éramos amigos los tres, o algo que se asemejaba a ello. Era cierto, aunque evitase involucrar algún vínculo con personas externas a mi reducido círculo se terminaban formando, sin ser consciente ya considera a Ila como alguien del grupo, le tenía un poco de cariño y me daba la sensación de ser una buena chica. Ambos nos sentamos luego, Paimon bostezó en lo que miraba el móvil, por mi parte me dispuse a abrir mi bento y me encontré con una gran porción de verduras, donde predominaba la zanahoria y la espinaca, tal cual había dicho la doctora. —A este paso terminaré convirtiéndome en un conejo. —Sería lo mejor —agregó el otro, dejando el móvil de lado para disponerse también a almorzar. Había traído salmón y verduras salteadas. Suspiré—. ¿Qué traes tú, Ila? Paimon observó a Ilana, y antes de introducir un trozo de comida se dió el tiempo de advertir: —No le vayas a compartir nada, está con una dieta y es consciente que no debe romperla. Suspiré un poco más, descansando la cabeza contra la pared. En ocasiones podía ser un poco caprichoso, como ahora que tenía la intención de que Rockefeller me compartiera de su almuerzo, pero ya estaba visto que soldado advertido no moría en la guerra, o algo así decía un viejo dicho.
No tenía demasiados amigos varones o más bien tenía conocidos, pero ya, era por el asunto de la escuela femenina y la forma extraña en que los chicos de otros institutos se aproximaban. Cay, Sui y Pai suponía que podía llamarlos amigos, pero en los tres existía una distancia un poco rara que no sabía si era propia de ellos tres o de todos los hombres, solo que con ellos era algo más evidente. A pesar de todo, tampoco iba a mentir y decir que solo percibía eso, también apreciaba las conversaciones o la salida al parque de atracciones con Pai. Me distraje un poco en esas ideas, pero fui abriendo el almuerzo y entre tanto Suiren dijo que se convertiría en conejo, el otro le contestó y yo solté una risa que se quiso convertirse en carcajada cuando recibí la advertencia de no compartirle nada. Asentí, fingiendo sentirme un poquito ofendida, y me llevé algo de arroz a la boca antes de responder. —Lo siento, Sui. El capitán Pai no dejará que seamos cómplices de una dieta rota —bromeé un poco porque sí, aunque claro que habría querido por qué la dieta—. Aunque no es que sea nada demasiado emocionante, es pollo al horno que quedó de anoche, arroz y ensalada. Pesqué un trocito de pollo con el tenedor, comí y recosté la espalda en la pared. Puede que lo más complejo de este asunto fuese comprender hasta dónde podía involucrarme o no. —¿Y cómo te sientes volviendo a la escuela? Fue una pregunta directa sobre el tema, pero indirecta en su intención, pues en sí no busqué saber por qué había faltado. Quizás fuese una ilusión, pero a mí me parecía una aproximación más aceptable.
Imposté algo similar a un suspiro de resignación. Mientras Paimon existiera no dejaría de alimentarme bien, aunque en realidad no rompiese la dieta sin su supervisión, algo de autocuidado si tenía. Lo único que me haría bastante falta serían los postres, o el helado de chocolate… —¿Lo preparaste ayer o tus padres? —Pregunté con respecto a la cena que sobró. A diferencia de Orn desconocía el cómo se complementaba el núcleo familiar de Ila. Comencé a comerme los trozos de zanahoria, revolví en algún punto y volví a llevarme la ensalada a la boca, tragando en lo que Rockefeller me preguntaba. Moví el tenedor entre los dedos, sin saber realmente el cómo me sentía volviendo a la escuela. —Normal, supongo. —No es que tenga amigos acá, Rockefeller —complementó Pau a lo que me sonreí medianamente dándole la razón. —Debe ser eso, bueno, te tenemos a ti, así el grupo del té sigue manteniéndose completo. Que a todo esto, ¿qué tal estuvo la salida?