Laboratorio de computadoras

Tema en 'Segunda planta' iniciado por Gigi Blanche, 16 Octubre 2024.

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    Gigi Blanche

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    Espacio de la Academia donde los alumnos cursan las asignaturas relacionadas a la informática, sean curriculares, talleres, seminarios, entre otros. Durante los recesos, a su vez, se permite el libre acceso a las computadoras. La sala es amplia, posee una gran iluminación y permite disfrutar de las vistas de la zona.

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    Aguardé por Hubert sin moverme de mi posición, hasta que llegó a mi lado y me saludó. Mi pequeña sonrisa, cordial, permaneció inmutable en mi rostro, y asentí ligeramente ante la información de su padre. Giré sobre mis talones y empezamos a recorrer el breve trayecto que nos separaba del laboratorio, trazando una rígida escisión entre mis pensamientos y mis acciones.

    —Ha sido tranquilo, sólo el viento me alborotó un poco el cabello esta mañana —comenté, llevándome la mano a la coronilla por inercia—. ¿Tú cómo estás?

    Hubert seguía llamándome Bleke, lo hacía desde la tarde que lo había invitado a mi casa. No parecía haberse tratado de un cambio significativo para él y era comprensible dados sus orígenes foráneos; a mí, en lo personal, no me significaba mayor diferencia la forma en que la gente decidiera referirse a mí. Mi familia renegaba de las tradiciones japonesas, yo me había embebido de ellas un poco más, pero no se trataba de respeto. Las costumbres locales eran una herramienta que me permitía pautar las distancias adecuadas, las distancias sanas entre los Middel y el resto del mundo.

    Por algún motivo, que me llamase así me molestaba un poco.

    Tomé la manija de la puerta e ingresé al laboratorio, notando cuán iluminado se encontraba el espacio. No había nadie. Navegué el espacio hasta detenerme al centro, apoyé el bento en el escritorio principal momentáneamente y aprecié el paisaje de las ventanas.

    —Ocupamos la que tú elijas —le dije a Hubert, girando el rostro para encontrar sus ojos y sonreírle.
     
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    Afirmó haber pasado por jornadas tranquilas, con la salvedad de que también sufrió las penurias del fuerte viento que susurraba, como un eco lejano y fantasmal, en el exterior. Esbocé una sonrisa comprensiva mientras la veía llevarse la mano a la cabeza; observé el movimiento sin una intención particular y detallé fugazmente, en el proceso, el estado de su cabello. Pensé que tenía el buen aspecto de siempre; en sí no lograba imaginar desorden en su aspecto prolijo y solemne. El comentario, sin embargo, no lo exterioricé por considerarlo inoportuno, dado el contexto y la urgencia por completar el proyecto.

    —Similar en calma —respondí a la devolución de mi pregunta, sereno—. Visité Jinbōchō durante la semana, hasta el momento no había tenido oportunidad de explorar sus calles y librerías. Fue fructífero, conseguí buen material de lectura.

    Me refería al sitio conocido como el “barrio de las librerías” de Tokio. Daba por hecho que Bleke tenía conocimientos de este y que quizá lo habría visitado, ya que se ubicaba en Chiyoda. Fue el motivo por el que no añadí detalles que podrían pecar de innecesarios o redundantes.


    Y como otro hecho de mención, el día de ayer vi a Sorec por segunda vez, frente al tablero de Go.


    No lo añadí a mi contestación, puesto que el corto trayecto al laboratorio de computadoras no lo permitió. Ingresé detrás de Bleke, encargándome de dejar la puerta cerrada a nuestras espaldas. Escudriñé el lugar con un dejo de curiosidad, siendo que ésta era la primera vez que iba a utilizarlo. Estaba bien iluminado. Saltaba a la vista que los equipos eran costosos y de última generación, detalle esperable por parte de la academia Sakura.

    Caminé más despacio, dejando que Bleke se adelantara hacia el centro y se permitiera su contemplación personal. Su rostro giró en mi dirección, le devolví la sonrisa que me dirigió cuando otorgó la potestad de elegiera una de las computadoras. Me bastó una rápida mirada para ubicar una que se hallaba en los laterales de las sala, en cuyo monitor no se reflejaban muchas luces; así, podríamos ver con claridad a mi padre, durante la entrevista.

    Pasé junto a Bleke para dejar mi almuerzo en el escritorio central, junto al suyo; volví a sonreírle y me dirigí al equipo en cuestión. Primero, ubiqué una segunda silla frente al equipo. Entonces abrí la aplicación correspondiente e hice unas rápidas pruebas de video y sonido. Este punto en específico me hizo pensar en algo, sobre lo que preferí preguntar.

    —Está todo listo para llamarlo —avisé a Bleke, girándome sobre la silla para mirarla— ¿Te parece bien que tengamos nuestra cámara encendida, o prefieres hablar a mi padre sólo por audio?

    No creía que le incomodara, mas quise asegurarme. Fue algo ineludible para mí, que siempre me dejaba llevar por estos impulsos de amabilidad y consideración.
     
    Última edición: 18 Octubre 2024
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    Asentí ligeramente para hacerle saber que lo había escuchado. Conocía el lugar, claro, pero no lo visitaba con la frecuencia que mis pasatiempos y lugar de residencia evidenciarían. La biblioteca de los Middel era increíblemente amplia y pasaba mucho tiempo en casa; no tenía la costumbre de salir a pasear, recorrer tiendas y demás. Por mundano que sonara, era una actividad que le sentaba mejor a Hubert. Recordaba haberle mencionado, al compartir una taza de té, que reconocía su espíritu aventurero.

    —Luego puedes mostrármelo —contesté, refiriéndome a su material de lectura nuevo.

    Una vez dentro de la sala, aguardé por que Hubert escogiera un ordenador y llevara a cabo los preparativos correspondientes. Si debía ser honesta no me llevaba particularmente bien con la tecnología, el móvil lo usaba más bien poco, la computadora sólo la tocaba para asuntos académicos o burocráticos, y... y ya. No quería decir que no supiera iniciar una videollamada, pero probablemente me sintiera menos cómoda haciéndolo que el adolescente promedio.

    Me senté despacio en la silla que Hubert había dispuesto junto a la suya, aplastando la falda bajo mis piernas, y me mantuve en silencio, observando sus movimientos y lo que iba ocurriendo en la pantalla.

    —No me molesta encender la cámara —respondí, disimulando el breve desconcierto que me había provocado; yo lo había dado por hecho—. Así será más natural y probablemente la entrevista se desarrolle mejor.

    Además, seguro le hacía ilusión ver a su hijo, ¿verdad? Estando tan lejos y tan ocupado, como había podido notar los últimos días.
     
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    Una afirmación silenciosa fue lo que dediqué a su contestación anterior, de modo que en mis planes a futuro quedó asentado lo de enseñarle los libros adquiridos en Jinbōchō, en ocasión de alguna de las reuniones del Club de Lectura en la que seguimos encontrándonos tras la invitación a la mansión Middel. Hasta tuve en consideración la idea de proponer prestarle aquel libro que más llamase su atención, en el hipotético caso de que ella se mostrase abierta al intercambio.

    Una sonrisa calmada me alcanzó los labios cuando no tuvo reparos respecto a la cámara. No me paré a pensar en lo que desconcertante que pudo haber sido mi planteo, pero ella tuvo razón al señalar que la entrevista se desenvolvería mejor si nos veíamos todos. Tras otra afirmación de cabeza, acomodé la cámara del equipo para quedar bien encuadrados; la sala de la reunión virtual se encontraba abierta, por lo que el monitor de la computadora nos devolvía una imagen nítida de Bleke y yo. Tras esto, clickeé en el único contacto que figuraba a la izquierda de la pantalla: “Arend”

    La pantalla se dividió en dos cuadros. En el otro, figuró el ícono de un teléfono, acompañado por el tono largo de la llamada. Esperamos por espacio de unos segundos hasta que, con un corte abrupto del sonido, la imagen cambió. Se vio una pared blanca y limpia; en el borde inferior del cuadro se podían adivinar las cimas de diferentes pilas de libros. Y aunque el sitio se veía iluminado por una lámpara, se podía adivinar la tenue luz anaranjada del amanecer entrando por una ventana, pues en Estocolmo eran alrededor de las seis de la mañana.

    Y en el centro de todo, mi padre.

    Arend Mattsson había sobrepasado los cuarenta y cinco años, pero aparentaba menos edad. Su rostro alargado estaba provisto de rasgos rectos y, en general, mostraba una expresión muy calmada, relajada. Su cabello era de un negro tan intenso como el mío, igual que los ojos; pero con mechones más largos que caían sobre su rostro y se le juntaban en la zona de la nuca. Su mentón estaba salpicado de una barba escasa que no se había molestado en afeitar; detalle que le daba unos aires también despreocupados. Cuando uno lo veía, no pensaba que se trataba de hombre estricto; lo cual era siempre una observación acertada.

    Nos miró desde su lado del mundo, con los antebrazos apoyados sobre un escritorio de madera sobre el que se veía, brillando por la luz del amanecer, una pequeña bola de cristal. Contenía la respresentación de una galaxia espiral.

    —Hu, hijo… —dijo, su voz era de un tono grave; hizo una leve pausa, en la que me pareció que sus pupilas se desviaban levemente; siguió hablando, en un japonés fluido— Tú eres, entonces, Bleke Middel. Mucho gusto en conocerte.

    Elevó ligeramente una mano, en un saludo sosegado hacia mi compañera. Mi padre no era tan formal como llegaba a serlo yo, aunque tampoco caía en confianzas excesivas; eso fue lo que su vio en sus primeras palabras y aquel gesto. Aunque se movía en esferas cientícas importantes y su prestigio era grande, esto jamás hizo que trazara distancias con las personas.

    Finalmente, Arend nos dirigió una sonrisa tranquila, la cual no tardé en reflejar.

    —Buenos días, papá.

    Y esperé a que Bleke le respondiera.

    Acá dejo la imagen del suegro (?). Su outfit es sencillo, en la videollamada se lo ve usando una remera negra.

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    Última edición: 21 Octubre 2024
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    Habiendo resuelto todos los detalles pertinentes, Hubert inició la videollamada y, tras algunos segundos, su padre apareció en pantalla. Compartía similitudes físicas con su hijo y su mirada parecía serena y amable, fue la primera impresión que me dejó. Me permití recorrer su espacio con la vista, lo poco que llegaba a verse, y lo que más llamó mi atención primero fue el objeto esférico junto a él; luego, su dominio del idioma.

    —El gusto es mío, señor Mattsson. Le agradezco haber accedido a ayudarnos, pese a la hora que es allá.

    Deslicé la mirada al reflejo de nuestra propia cámara, detallé la sonrisa de Hubert al saludarlo y volví al hombre.

    —Supongo que Mattsson-kun se lo comentó, debemos entrevistar a algún profesional sobre su ámbito de trabajo. Su disciplina suena muy interesante, aunque debo admitir que no conozco mucho al respecto. No hay gran difusión o divulgación científica por fuera de los círculos académicos. —Mi voz se mantuvo compuesta, suave y formal; bajé la vista al cuaderno para abrirlo y mi bolígrafo clickeó—. ¿Podría iniciar dándonos una breve introducción sobre usted y su trabajo, señor?

    No era que planeara ser tajante, sólo estaba pensando que era terriblemente temprano para él y que le resultaría beneficioso terminar rápido con lo que, en definitiva, era un favor para su hijo.
     
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    Un nuevo gesto de su mano, apenas una leve sacudida, pretendió restar importancia a la diferencia horaria. A Arend no le suponía un problema estar hablándoles a horas tan tempranas de la mañana. La naturaleza misma de su trabajo, entre los viajes y las jornadas del observatorio, lo obligaban de vez en cuando a variar los momentos de vigilia. Aquella mañana en particular, se lo veía bien descansado, preparado para ayudarlos con su proyecto.

    La chica sentada junto a su hijo siguió hablando. Una pequeña sonrisa se vio en el rostro del hombre al escuchar que su disciplina le parecía interesante, siendo a su vez comprensivo con la cuestión de la divulgación. El universo, por su vastedad, permitía un número de descubrimientos igual de cuantiosos y complejos. Pero no todos llegaban a la luz.

    —Esta es su oportunidad de ir un poco más allá, y ojalá mi experiencia sea también interesante —dijo desde su lado del llamado, la expresión solemne; observó a los chicos preparando sus materiales de anotación, y respondió a Bleke:

    >>Soy Arend Mattsson, de cuarenta y seis años —dijo; esa videollamada quedaría grabada en la aplicación—. Graduado de las carreras de Matemáticas y Física en la Universidad de Estocolmo, poseo un Doctorado en Astrofísica. Me desempeño como director del “Centro Sueco de Investigaciones Astronómicas”, donde con un equipo de científicos nos dedicamos al estudio de los cuerpos celestes y los fenómenos estelares observables desde el país. También colaboro en algunos proyectos de la Agencia Espacial Europea.

    Arend respondía sin prisa y se lo notaba cómodo, con la luz del amanecer bañando parte de su ambiente. Hubert intercambió una mirada con Bleke y le sonrió sereno. No hizo falta que usara las palabras para darle a entender que sería quien abriría la entrevista.

    —Estaría bien empezar por el origen —dijo el joven, de cara a la pantalla— ¿Por qué decidiste avocarte al estudio del universo? A diferencia de otras disciplinas científicas, el objeto de estudio existe en una forma concreta, está presente; pero no se puede tocar ni manipular.

    El hombre asintió con una pequeña sonrisa, los ojos cerrados. Incluso pareció que exhalaba por la nariz, quizá un suspiro. No era la primera vez que su hijo señalaba aquello último. El joven validaba la física aplicada al estudio del universo, pero no perdía ocasión de remarcar que las explicaciones del universo eran algo similar a interpretaciones, lecturas, como si estuvieran observando un gran libro abierto. Arend estiró el brazo hacia el objeto que había en el escritorio y, con un toque del índice, activó una luz tenue que dio vida a la galaxia de su interior.

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    —Por diferentes cuestiones, tuve una vida mayormente nocturna —dijo, con la bola de cristal en su mano; la hacía girar ante sus ojos, mientras clavaba un codo en el escritorio y descansaba la mejilla en su otra mano—. De niño ayudaba a mi padre en un pequeño taller suyo, en el que trabajaba después de las cenas, y siempre tenía el cielo a la vista. Al principio no me interesó mucho, me parecía algo normal y cotidiano, qué decir. Y a la larga fui deteniéndome mirar mejor las estrellas, la luna. Entonces llegaron las primeras preguntas: ¿Qué tan lejos se hallan? ¿De qué están hechas? ¿Por qué brillan…? Preguntas de cualquier niño curioso —se permitió una sonrisa.

    >>Con el tiempo y mi crecimiento, seguí viendo el cielo nocturno. Por ejemplo, se me daba mejor estudiar hasta tarde, junto a la ventana. Las preguntas, a su vez, se volvían más complejas e inquisitivas. Hubo una en particular, que me hizo dar cuenta de que quería estudiarlo: ¿Dónde estamos?

    Devolvió la bola de cristal a su posición original. Esta siguió brillando.

    —No soy el primero ni seré el último que se lo preguntó —siguió—. Es una duda histórica, de muy larga data. Bajo esa idea, yo quise aportar mi parte en el intento por responderla, por eso empecé a estudiar Matemáticas y Física con la intención de aplicarlas al estudio del universo. Los cuerpos celestes y fenómenos relacionados son distantes, pero el punto está ahí: intentar comprenderlos desde la distancia, entre todos los que tomamos este camino. Es importante, porque es lo que envuelve el mundo en el que vivimos.

    E hizo silencio, en espera de la siguiente pregunta.
     
    Última edición: 24 Octubre 2024
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    Comencé a anotar las keywords principales conforme hablaba, procurando no mirar mi cuaderno por demasiado tiempo sostenido; habría sido descortés. Después de todo la llamada estaba siendo grabada. Era un hombre con un currículum bastante sorprendente. Debía ser satisfactorio contribuir en empresas y proyectos que pretendieran expandir nuestros conocimientos del universo, así como lo sería esforzarse en mejorar la calidad de vida de las personas. No eran campos que los Middel priorizaran en absoluto.

    Hubert tomó la palabra para formular la primera pregunta y atendí al intercambio con suma atención. Su comentario sobre el estudio del universo me hizo pensar que ocurría algo muy similar con la mente humana. Mis ojos se desviaban de tanto en tanto a la pequeña galaxia que giraba en su mano, brillando sutilmente. El camino de Arend había nacido desde sus lugares de cotidianeidad y una curiosidad innata, característica que enlacé automáticamente a su hijo. Mi mente, sin permiso, también recuperó fragmentos de la noche donde había conocido a Joey, cuando marcó los lunares en mi brazo y fue enumerando las constelaciones que encontraba entre ellos. Había dicho que era... como un negativo del cielo nocturno, sí. Aries, Casiopea, la Osa Menor. Joey sabía mucho de estrellas y nunca le pregunté por qué. ¿Qué le atraía de ese espacio tan profundo, tan lejano?

    Aplicar las leyes que creíamos descubrir aquí a la inmensidad del universo era desde absurdo hasta egocéntrico, pero también había un motor de ambición que respetaba completamente. No se trataba de pretender moldear la existencia del todo bajo nuestros humildes parámetros, sino de poner nuestros pequeños descubrimientos al servicio de un propósito más grande. Era un punto de partida.

    —Tiene un currículum impresionante, señor —verbalicé mis pensamientos iniciales junto a una pequeña sonrisa—. De los proyectos en los que se encuentra actualmente, ¿cuál escogería según sus preferencias personales?
     
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    Devolvió a Bleke una sonrisa modesta por su comentario y luego oyó la pregunta concerniente a los proyectos. Arend tuvo la respuesta clara desde un comienzo, no necesitó concederle ni un segundo de pensamiento. Pero, antes de que hiciera ademan de contestar a la compañera de su hijo, alguien más se mostró en la videollamada.

    Primero, vieron sólo su brazo, envuelto en la tela celeste de una camisa, y la mano blanca y femenina que sostenía un plato pequeño sobre el que reposaba una taza de porcelana. El señor Mattsson no se mostró sorprendido ni contrariado por la intervención, y se reclinó sobre su asiento para permitir que le dejaran la taza de té en el escritorio, a un costado de la pequeña galaxia. Sonrió suavemente hacia un costado, a la persona que se mantenía fuera del cuadro de la videollamada; la cual no tardó en asomarse un poco. Bleke y Hubert vieron a una mujer adulta, de cabello largo, tan negro como el del muchacho; sus ojos eran de color aguamarina.

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    Alice Leblanc, la madre de Hubert, les sonreía. Su expresión era sosegada, pero en su mirada había algo más de energía, y una dulzura maternal. Elevó ligeramente la mano para saludar a la cámara, lo que provocó una sonrisa en Hubert.

    —Chicos, espero que tengan un buen proyecto —dijo Alice, en un japonés más pausado.

    Hubert asintió, agradecido. La sonrisa de su madre se amplió, entrecerrándole los ojos, y se retiró de la videollamada para no seguir interrumpiéndolos. Sin embargo, estando fuera de cámara, llegó a escucharse una frase. Les llegó algo reducida porque se estaba alejando, pero fue clara:

    Bleke är väldigt söt!

    Hubert parpadeó con desconcierto, los dedos repentinamente rígidos sobre su cuaderno. Entonces recordó que Bleke podía notarlo con sólo mirar la videollamada, por lo que se limitó a cerrar los ojos y carraspear sobre su puño. Arend, en tanto, vaciaba un sobre de edulcorante en su taza de té; con completa naturalidad, sin haber reaccionado en ninguna dirección.

    —Si me dieran a elegir, me quedo con el proyecto del observatorio espacial “James Webb” —respondió, mirando a la cámara—. Se trata de lo que comúnmente conocemos como “telescopio espacial”, siendo el Hubble el caso más representativo en este campo; quizá hayas oído del mismo alguna vez, ¿puede ser? —hizo una leve pausa— El telescopio espacial James Webb, actualmente, está siendo construido conjuntamente por la Agencia Espacial Europea, la Agencia Espacial Canadiense y la NASA; también será operado por estas entidades, una vez que se ponga en órbita a finales del 2021. El plan original era lanzarlo este año, pero por cuestiones técnicas debió postergarse.
    >>El telescopio James Webb, como podrán inferir, ofrecerá una resolución y alcance sin precedentes, llegando a ser más potente que el Hubble. De tener éxito, lograremos ver los objetos y eventos más distantes del universo, a los que no podemos llegar con las tecnologías actuales. Como, por ejemplo —posó la mano sobre la esfera de cristal—, la formación de galaxias.

    Arend cerró por un instante sus ojos negros, con una sonrisa en los labios, quizá imaginando la cantidad de posibilidades que tenían por delante. El proyecto lo emocionaba, algo que no puso en palabras. Hubert lo miró, asintiendo ligeramente; compartían ese entusiasmo por observar y descubrir, el ser aventureros en sus propias esferas.

    Luego, hizo la tercera pregunta:

    —¿Tu participación en el proyecto James Webb está ligada, o tiene relación; con las tareas que comúnmente realizas en el Centro Sueco de Investigaciones Astronómicas?

    —Yo digo que sí —respondió Arend con desenfado, mientras sostenía la taza de té—. En el observatorio que dirijo, además de analizar los cuerpos celestes y fenómenos relacionados; también tenemos un sector dedicado a la investigación de las tecnologías utilizadas para nuestras observaciones, con el objetivo de mejorarlas y ayudar, de este modo, a la comunidad científica. Esto incluye desde telescopios, hasta instrumentos usados en satélites artificiales. En los últimos años me estuve especializando en la materia.
    >>Para el caso del James Webb, a la Agencia Espacial Europea se le encargó la construcción de un espectroscopio, y el Centro Sueco de Investigaciones Astronómicas (CSIA) fue una de las diferentes organizaciones que colaboraron en su desarrollo. El espectroscopio es un instrumento de gran importancia para la astronomía: al combinarlo con un telescopio, que agranda las imágenes, el astrónomo puede examinar la luz que llega desde los astros, lo que permite inferir determinados datos, como su composición. Nosotros aportamos los datos de nuestras investigaciones sobre tecnología, que permitieron el armado de un dispositivo más avanzado —una sonrisa asomó a sus labios—. Todo fue gracias al invaluable equipo que trabaja codo a codo conmigo. Día tras día. Noche tras noche. Estoy orgulloso y agradecido con ellos.

    Hubert también sonrió. Los científicos de los que hablaba Arend, él los conocía, de las veces que acompañó a su padre al observatorio, incluso quedándose a pasar noches allí. Todos le habían tomado cariño con el correr de los años, y el chico los admiraba, tanto como los respetaba. Llevaba años sin verlos, lo que le hizo sentir nostalgia. Pero, al menos, también podía sentir alegría, al saber lo lejos que estaban llegando en sus carreras.
     
    Última edición: 28 Octubre 2024
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    Antes de que Arend pudiese responderme, apareció en escena quien adiviné sería la madre de Hubert. Recordaba su nombre y lo que me había contado, tanto de ella como de su familia y la biblioteca que administraban. Nos deseó un buen proyecto y sonreí, asintiendo ligeramente. Su voz, sin embargo, se proyectó desde fuera de escena en lo que parecía ser sueco, motivo por el cual no entendí lo que decía... más allá de mi nombre, claro. Me había nombrado, ¿verdad? Parpadeé, algo confundida, y giré el rostro para mirar directamente a Hubert, quien cerró los ojos y carraspeó.

    Fue instintivo, de todos modos no le habría preguntado frente a su padre.

    El hombre se dedicó a responder las preguntas consiguientes. Habló de sus proyectos, de un nuevo telescopio espacial y de las actividades que desarrollaba últimamente con el objetivo de mejorar las tecnologías de exploración. Era un ámbito muy específico y poco divulgado, como le había mencionado antes, por lo que la gran mayoría de los tópicos eran plenas novedades para mí. Sonaba muy interesante, sin embargo.

    —Muy bien, estas serían mis últimas preguntas: ¿qué considera importante que el público general entienda sobre astronomía y nuestro lugar en el universo? ¿Qué papel cree que juega la divulgación científica en el campo de la astronomía?
     
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    —En mi opinión, lo más importante es que las personas comprendan las escalas del cosmos, que sean conscientes de las dimensiones aparentemente infinitas del universo —respondió Arend—. Guardo la esperanza de que, ayudando a entender la pequeñez de nuestro lugar, en medio de toda esa vastedad habitada por estrellas, planetas y nebulosas; se despierte una sensación de humildad entre la gente, en este mundo lleno de conflictos que nos separan y dividen. Por eso, también considero esencial demostrar nuestra conexión con el cosmos, ya que, al final, estamos hechos de los mismos elementos que esos cuerpos celestes.

    >>Para eso, contamos con la divulgación científica, que juega más de un papel importante. Por empezar, a través de la transmisión de datos y conocimientos científicos, se busca motivar a los jóvenes a interesarse por la astronomía, lo cual nos puede traer una nueva generación de científicos que continuarán con la labor de investigar el universo. La divulgación científica también busca la alfabetización científica, es decir, hacer que la sociedad comprenda mejor los conceptos y principios básicos, y por qué no detalles más avanzados; reconozco que la comunidad científica debe esforzarse más en este campo. Si en el futuro podemos pulir ciertos aspectos de la divulgación científica, eso facilitará la participación ciudadana, hasta se podría pensar que la sociedad misma pueda participar en algunas decisiones de la astronomía, basándose en los conocimientos que logremos transmitir.

    —Bien. Entonces, pasemos a una última pregunta de mi parte —intervino Hubert, quien había hecho algunas anotaciones en su cuaderno— Una vez que se complete el lanzamiento del telescopio James Webb, que ojalá sea exitoso; ¿cuáles son próximas las misiones en las que los científicos de la CSIA participarán y qué objetivos tendrán?

    —Son bastantes, diría; en la astronomía y la exploración espacial, se planifica a muy largo plazo —respondió Arend, pensativo— Para no extenderlos mucho más, voy a nombrar las dos misiones que más me interesan en lo personal, las cuales llevará adelante la Agencia Espacial Europea.

    >>La primera misión es Euclid, la cual entra en la categoría de “observatorio espacial” al igual que el James Webb. Su objetivo, sin embargo, es radicalmente opuesto. Mientras que el James Webb cuenta con instrumentos para analizar la luz, el objetivo de Euclid será el de mejorar la comprensión de la energía y la materia oscura. Éstas integran lo que se denomina “universo oscuro”, que es la parte que no podemos observar directamente ya que no emite, absorbe ni refleja luz; y que está presente en más del 85% del cosmos total.

    >>La segunda misión de exploración es PLATO; por sus siglas en inglés, “Planetary Transits and Oscillations of Stars”. Tal como su nombre indica, está siendo diseñada para descubrir y caracterizar exoplanetas, que así les decimos a los que orbitan en otras estrellas que no son el Sol; buscaremos estudiar su estructura y composición. Asimismo, con esto investigaremos la oscilación de las estrellas, para así tener una mejor comprensión de su evolución.

    Arend hizo una pausa, terminó de beber su té, y sonrió hacia Hubert y Bleke.

    —Esas han sido todas las preguntas, ¿cierto? —quiso asegurarse— De ser el caso, me alegra mucho haber podido ayudarlos, así fuese sobre la fecha límite. Lamento mi demora en colaborar con su proyecto.

    —Te dije que las disculpas no son necesarias —remarcó Hubert en un tono conciliador—. Lo importante es que la entrevista se hizo, y estamos agradecidos.
     
    Última edición: 29 Octubre 2024
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    Oír al padre de Hubert era cautivante, ya no sólo interesante. La serenidad y la elocuencia con la cual enhebraba ideas y conceptos tan complejos conseguía sorprenderme en formas que ciertamente no veía decoroso expresar. Suponía que las mentes constantemente enriquecidas eran capaces de alcanzar esa clase de tendencias de forma casi natural. No me desentendía por completo, los retazos que oía de las conversaciones dentro de mi familia adquirían cursos similares, si acaso orientadas a diferentes ámbitos. A ellos les interesaba más la política, las leyes y los negocios; pero quizás Arend tuviera razón. Quizá comprender el universo nos permitiera ser más amables entre nosotros.

    Era un deseo noble y muy humano, muy ajeno a lo que siempre había conocido.

    Mi vista se deslizó a la imagen de Hubert en cuanto habló y giré el rostro, buscando su perfil. Fue sólo un instante. Al oír el tono de su voz pensé que siempre sonaba así, dulce y conciliador, y que su padre parecía un hombre realmente amable y su madre, una mujer amorosa. Tenía sentido. La idea se formó en mi mente, ramificándose por el resto de mi cuerpo, e inhalé con cierto disimulo. No sentía nada específico, no eran celos, ni envidia, ni rencor, ni alegría. Era... era un recordatorio, tal vez, de la tormenta de Ophelia, el llanto de Jenkin y la cicatriz de Joey.

    Si me empeñaba en permanecer junto a Hubert, ¿lo lastimaría también?

    —Muchas gracias por su tiempo, señor Mattsson —murmuré, honesta—. Ha sido una entrevista realmente interesante.

    Cuando la videollamada finalmente acabó, sentí el silencio contra los oídos y alcé la vista hacia las ventanas mientras Hubert se encargaba del ordenador. Parpadeé sin prisa.

    —Tus padres parecen muy agradables. —Elevé apenas el tono, fue casi un pensamiento en voz alta y busqué sus ojos para sonreírle—. La verdad, no esperaba menos. Aunque... —Fruncí levemente el ceño, confundida—, ¿qué fue lo que dijo tu madre?


    comprimí y asumí un par de cositas para intentar darle un cierre, hope u dont mind

    mis niños todos preciosos, los quiero mucho <333
     
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    La entrevista siguió un ritmo ameno y fue muy interesante, en eso podían definirse las conversaciones en las que Arend Mattsson ofrecía una parte de sí mismo. Me resultaba grato que las dificultades en torno a la misión del James Webb, que lo obligaron a viajar, no lograsen impedir que Bleke conociera a mí padre. Desde el evento de baile, cuando noté un atisbo de su interés al hablarle del observatorio que dirigía, tuve un pequeño deseo de pudiera escuchar su visión. Éste proyecto había otorgado esa oportunidad, y era un motivo por el que lo estaba disfrutando. Además, las preguntas de Bleke permitieron, a la vez, expandir los horizontes que yo conocía sobre la profesión de mi padre; apuntaron a aspectos que yo no me había planteado, por lo mismo terminé fascinado al saber de su deseo de ayudarnos a ser humildes, entre todos, a través del conocimiento del universo.

    También me alegró que mi madre se presentara, aunque fuese por unos segundos. Sus ademanes eran siempre refrescantes y cariñosos, tenía un gran corazón que te hacía sentir abrigado, protegido. Había anticipado que se asomaría a la llamada para poder dedicarnos unas palabras… Pero no fue así con la frase que dijo al final, en nuestro idioma natal…

    Me atrapó con la guardia baja, sin darme tiempo a disimular los pocos segundos en los que me mostré desconcertado, quizá sorprendido.

    La entrevista llegó a su final tras la cantidad reglamentaria de pregunta y nos vimos envueltos en silencio. Con un saludo de mano y deseándonos buena suerte, Arend terminó la videollamada, por lo que sólo me quedó ocuparme de cerrar la sesión de mi usuario, y la aplicación que usamos para la entrevista. Por el rabillo del ojo, noté que Bleke miraba por las ventanas.

    Me giré para recibir su sonrisa, cuando dijo que mis padres parecían agradables. Su afirmación de que “no esperaba menos” me arrancó una suave sonrisa, como si le diera las gracias por sus palabras. Mi gesto retrocedió, no obstante, cuando Bleke preguntó por aquello que mi madre dijo en sueco. Sabía que eso no iba pasarlo por alto, considerando que la habían nombrado directamente… Y también sabía que yo no faltaría a la verdad, si ella optaba por retomar el tema.

    —Sobre eso… —empecé a decir, mientras la miraba; me llevé la mano a los cabellos de la nuca, un poco dubitativo— Mi madre es así, se expresa con cierta soltura. Ella dijo… Lo que dijo fue…

    Aparté la mirada. La frase cruzó mi mente, y volví a pensar en la noción de la verdad.

    —“Bleke es muy linda” —dije por fin— Así es como se traduce…

    ¿Por qué me avergonzaba, como si estuviera siendo yo quien la halagaba?
     
    Última edición: 29 Octubre 2024
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