Pasillo (2º piso)

El pasillo de la segunda planta que conecta las distintas salas y aulas. Las escaleras llevan a la tercera planta y a la primera en sentido descendente.

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Conecta con: Aula 2-1
Conecta con: Aula 2-2
Conecta con: Aula 2-3
Conecta con: Sala del consejo
Conecta con: Sala de profesores
Conecta con: Sala multimedia
Conecta con: Baño chicas (2° planta)
Conecta con: Baño chicos (2° planta)
Conecta con: Ascensor
Escaleras: 1° planta/3°​

 

—¿Escribir una redacción sobre sueños y aspiraciones?—gruñó— ¿Qué tenemos? ¿cinco años? ¡Ugh, demonios!

Aquellas palabras en un ligero tono de evidente crispación abandonaban los labios de la joven Mimiko Honda mientras recorría el pasillo. La clase había sido un horror. Sus compañeros eran un horror. ¿El profesor...? ¡El profesor era el peor horror de todos!

¿Siquiera sabía dónde estaba parado ese hombre? Casi había tirado los papeles de la mesa cinco veces. Era un manojo de nervios sin aparente remedio. Balbuceaba, temblaba, olvidaba las cosas. Casi era peor que Aika.

Dios, que día nefasto.

Al menos iba pronto a compensarlo con una taza de té pu erh. Adoraba el té rojo. Era sofisticado y elegante, como ella creía ser. Solía tomarlo asiduamente por las tardes. En su mansión era una norma. Y allí no podía faltar de ninguna manera. La teína le daba la energía que le quitaba estar rodeada de personas con las que no le interesaba ni quería estar.

Después de todo, ella era mejor que todos ellos.

Sacó el móvil del bolsillo de la falda de su uniforme y en esa ocasión, sí escribió un mensaje. Estaba tan acostumbrada a ese aparato que tecleaba sobre la pantalla táctil con una sola mano procurando no rozar su cuidada manicura rosa. Aunque estaban en el mismo pasillo.

Solo quería salir de allí.

"Em, haz algo con este día de mierda—escribió— ¿Irás con Liza a la cafetería? ¿Al patio? Dónde sea, ¡solo quiero escapar de este nido de plebe harapienta! Necesito un maldito té".

Y pulsó enviar.

 

"Es de segundo, es de segundo" Nagi subía lentamente las escaleras, sin prisa, mirando el piso. Cuando llegó a la segunda planta pudo ver sin mayor dificultad los tableros al lado de las puertas con el curso correspondiente anotado en ellos... 2-1... 2-2... 2-3... ¡¿Dó-dónde diablos iba Kurosawa?! Nagi puso una extraña muestra de preocupación ¿Cómo se le había olvidado un detalle tan simple? Algo frustrada caminó a respaldarse al lado de una ventana, mientras se abrazaba así misma mirando hacía los salones, tenía el 2-2 delante suyo ¿No? En cualquier momento su senpai saldría... si, definitivamente era la mejor opción, ni si quiera se imaginaba entrando a las salas preguntando por ella, independiente si supiera o no cual era.

Mientras esperaba notó una chica rubia no muy lejos de ella ¿Estaba enojada? Su cabello y ojos eran bastante llamativos, era rubia, cosa que para Nagi no era tan común, con unos ojos azules, que debía admitir, eran lindos, pero decidió dejar de mirarle, hacerlo le ponía nerviosa, pues en cualquier momento cruzaban miradas y, no, era una sensación muy desagradable, aparte, la chica parecía ser demasiado distante, algo intimidante, aunque para Nagi muchos lo eran, y emanaba cierta vibra de decía "Aléjate de mi" Decidió ponerse sus cascos con algo de música suave para llevar más tranquila la espera, tarareaba bajito la canción elegida.

 

No recibió respuesta. Pero igual era demasiado pronto. Caminó hasta el frente de la puerta, frente a la ventana, y cruzando los brazos aguardó en silencio a que su amiga apareciese.

Por el rabillo del ojo, sin embargo, vio a aquella figura frágil y pequeña. Era una niña. Quizás un poco menor. ¿Era de primero? ¿Una kohai? Debía serlo. Parecía bastante distante y nerviosa con sus oídos resguardados por unos gruesos cascos. Y estaba... tarareando una canción. Lo hacía bajito pero en el pasillo vacío hacía eco y parecía rebotar en las paredes. Mimi no la conocía pero la melodía, el mero hecho de entonarla... le trajo un lejano recuerdo a la mente.

Su madre.

Un viejo piano de cola.

La música que ella misma solía tocar. Y con la que vivía enemistada desde entonces. La odiaba. Dios, la odiaba tantísimo. El corazón le empezó a latir en el pecho como una marcha fúnebre y macabra. Su cuerpo se tensó.

Creía haberlo superado.

Pero no.

No.

No lo iba a superar jamás.

Se encogió sobre sí misma en la pared como una niña frente a una tormenta, el cabello cubriendo sus ojos. Y apretó los labios. Los relámpagos eran sus recuerdos. La lluvia el duelo que jamás lograría superar.

Mamá.

Mamá.

Mamá no me dejes sola.

No quiero estar sola.

Gritó más fuerte de lo deseado.

—¿¡Quieres callarte ya!?

 

Nagi había empezado a cabecear levemente al ritmo de la música, casi no se notaba, pensaba en cosas irrelevantes, como en que almorzaría, en el anime que vio ayer, como extrañaba comentarlos con Haru, que su hermano era muy escandaloso, etc. Tenía el volumen bastante moderado, para poder escuchar a Shiori en caso que llegara.

Para su mala suerte, no fue Shiori a quien escuchó.

—¿¡Quieres callarte ya!? —alzó el rostro rápidamente, mientras aferraba ambas manos a sus cascos, se había callado de inmediato, mientras observaba a la rubia , fijamente, con el corazón acelerándosele cada vez más y más, dio unos pasos hacía atrás, mientras un nudo en la garganta se le formaba ¿Le había gritado a ella? Obviamente que sí, no había nadie más ahí. Sintió sus piernas temblar al sacarse los cascos, tragó grueso, mientras un par de lagrimas empezaban a salir, lentas, el nudo en la garganta le dolía, el grito de la chica le había asustado, sintiendo cómo su tranquilidad del momento se rompió como un vidrío ante tal vozarrón, odiaba los gritos, pero peor le caía molestar a otros, que se molestaran con ella, dejó salir tan solo un sollozo.

—¡Lo-lo siento mucho! — Hizo una reverencia de noventa grados, con la voz quebrada para dar paso a pequeños gimoteos, para mayor remate, Kurosawa justo había llegado, con su radiante mirada, ojos alegres de verla, y ella estaría de igual manera si no fuera que ya estaba hasta moquienta, otra cosa más que odiaba, que la vieran llorar, tan vergonzoso, tan personal, tan vulnerable—. Lo... Lo siento—. Se disculpó rápidamente, esta vez dirigiéndose a su ex-tutora, mientras se pasaba las manos por los ojos intentando detener las lágrimas, acto seguido dio media vuelta en dirección a las escaleras, llegó bastante rápido y las bajó frenéticas, sujetándose del barandal, conteniendo la respiración para parar de tirar agua por sus cuencas.

Era totalmente anti-atmosférica la canción tranquila que aun salía de los cascos.

 

Respiraba agitada, con dificultad, de forma brusca. Tenía los labios tensos formando una fina línea y los puños tan sumamente apretados que sus nudillos estaban blancos por la presión. Las uñas se clavaban dolorosamente en sus palmas.

Y dolía. Sí.

Por supuesto que dolía.

La disculpa y los sollozos de la niña le llegaron a sus oídos como un murmullo distante. Lejano. Como si su cabeza estuviese detrás de un grueso vidrio. Luchó por calmarse. El pecho le subía y bajaba con profundidad... su ansiedad escalando el pico de la histeria para dejar paso a un manto neblinoso.

Las manos le temblaban.

En ese momento, una figura alta emergió de una de las aulas. Estaba sonriendo pero su sonrisa se borró tan pronto como vio el escenario frente a ella.

Era Aika.

—Mii... ¿Mii-chan?

Mimi alzó la vista. Y cuando logró enfocar la mirada sus ojos azules se fijaron en la joven de la mecha azul, en los ojos de Aika y después, con celeridad, siguieron el camino de la niña que había salido huyendo.

Agh... no.

Retrocedió unos pasos.

—Y-yo...—musitó. Pero no pudo decir más. Sacudió la cabeza como si pretendiese sacudir también sus ideas... y salió de allí corriendo hacia el ascensor.

En sentido opuesto.

—¡Mii-chan!

Gritó Aika, genuinamente preocupada. Pero no hubo respuesta.

 

Salí del aula con una sonrisa, aunque algo confundido con la tarea. ¿Un ensayo sobre nuestras inspiraciones y nuestros sueños? Vaya, eso era simple. Al menos, lo de los sueños. Yo simplemente quería ser feliz y hacer feliz al resto. Oh, y ser un super detective privado también. Eso debería ponerlo. Pero iba a ser complicado hacer todo un ensayo con eso. Seguramente le tendría que pedir ayuda a Liza. Ya cuando volviéramos a casa, ahora era hora de comenzar mi nueva vida escolar.

Sin embargo, parecía que una fea escena había acaecido allí. O por lo menos, tan solo quedaban resabios de la escena. Tan solo había escuchado el grito, pero lo único que había allí era Mimi que estaba corriendo hacia el ascensor, una muchacha con una mecha azul que se había ido con paso apresurado hacia el otro lado, y otra muchacha, que parecía igual de desconcertada que yo. O tal vez estaba apenada por lo que había pasado. Pero yo no tenía idea de lo que había pasado.

Bueno, era obvio que aquí había un misterio. Para mí. Y como super detective privado que quiere hacer feliz al resto, era más que claro que tenía que solucionarlo. Así que me acerqué hacia la única persona que había quedado allí, y le toqué suavemente el hombro.

— ¡Hola! Soy Nikolah, detective privado. Tengo que resolver un misterio, y el misterio es que ocurrió aquí. Y tú eres mi única testigo y mi única pista, así que cuéntame, ¿qué pasó?— pregunté, con una sonrisa.

 

Aika se quedó allí quieta en mitad del pasillo. Había pensado hablar con la chica de la mecha azul, preguntar qué había pasado... pero todo en su expresión indicaba que no estaba de su parte.

"Ay Mii-chan..."

En ese momento una voz diferente la llamó. Era un muchacho rubio de curiosos y amables ojos azules. ¿Qué había pasado? Ah, buena pregunta esa. Lástima que no tenía respuesta.

—Esto...—se sobó la nuca con una sonrisita incómoda— Todo va a salir bien ¿si? ¡No te preocupes por eso detective-kun!

Y después de eso salió corriendo hacia el ascensor. Pareció recordar algo... y en ese momento se volteó y alzó la mano con energía. Había una enorme sonrisa en sus labios.

>>¡Una placer conocerte y eso!—exclamó— Bye~!

 

Había asistido al resto de la clase sin prestar atención realmente. Ni muerta leería esa estúpida redacción que ni siquiera podía considerarse como tal. Solo era una afirmación, casi desesperada. Escribir todo lo que ansiaba en una hoja de papel, exteriorizar esos sentimientos... sentía que la exponían. Y si algo odiaba Mimiko Honda era sentirse expuesta.

No le gustaba ser transparente para los demás. No le gustaba sentir que podían ver a través de ella, de sus mentiras. Porque por dentro, sus férreas murallas eran de vidrio con una gran facilidad para quebrarse. Era mucho más fácil imponer el orgullo, ese que tenía solo por pertenecer a una clase social alta. Por ser rica, por tener una mansión y sirvientes dispuestos a hacer lo que ella deseara solo con pedirlo. Era mucho más sencillo ser orgullosa que demostrar lo realmente rota que estaba por dentro.

Era un terreno que se negaba a pisar. No estaba lista para salir de su zona de confort tan pronto. Y sin embargo, allí estaba, frente al aula de Emily Hodges, haciendo justamente eso.

De cualquier forma tenía que disculparse por su comportamiento el día anterior. Era lo suficientemente madura para saber cuando era necesario bajar del trono y aceptar que ella también podía equivocarse. O no equivocarse, porque su opinión sobre Shiori Kurosawa no había cambiado en lo mínimo.

Nerviosa y tensa jugó con un mechón de cabello rubio, enredándolo de forma casi desinteresada en su índice.

—Emily, ¿podemos hablar?

 

No le sorprendió realmente. La actitud esquiva de Emily. No había que ser un genio para entrever que aquella situación no le resultaba agradable. Que estaba tensa, incómoda y que era su culpa.

Oh, muy bien. Sencillamente perfecto.

—¿Qué importa?—soltó en respuesta. Estaba irritada y molesta consigo misma y con la situación, fue una especie de acto reflejo. Algo inevitable. Cualquier tipo de rodeo innecesario la distraería de su objetvo y no necesitaba eso. Su gesto se suavizó ligeramente al entender que aquellas toscas formas podían no tomarse de la mejor manera—. Da igual Em, no voy a contarte un secreto de estado, vengo a disculparme.

La lluvía golpeaba con insistencia los cristales de las ventanas simulando la intensa tormenta en su interior. ¿Por qué se estaba disculpando exactamente? ¿Por su actitud en los casilleros? ¿Por hablar mal de la perra de su nueva amiga? ¿Porque en el fondo estaba celosa y era estúpido y ridículo y lo sabía?

Sí. Porque era una zorra posesiva de mierda.

>>Siento lo que pasó ayer—soltó directa, sin vacilar—. No me malinterpretes, no estoy arrepentida de no confiar en Kurosawa-san. Solo... me disculpo por cómo lo dije. Pensé que ya que estamos en el mismo club sería necesario arreglar esto antes de tensar más el ambiente en esa jodida sala esta tarde—apretó los labios, tensa—. No confío en Kurosawa. No me creo el teatro que se monta y detesto su actitud condescendiente.

Una disculpa para el recuerdo, muy bien Honda.

Hasta ella era consciente de que aquello no podía considerarse realmente una. Porque en el fondo no quería disculparse por decir lo que ella consideraba una verdad. Solo le molestaba la actitud que tomó Emily. Y tenía que disculparse con Liza también. Tenía muchas más razones para disculparse con ella.

Su pecho se vio estremecido por un suspiro.

>>Irás... al club esta tarde ¿verdad?

 

Escuchar era algo que parecía dársele bien a la princesita tirana. Al menos cuando esa persona le interesaba genuinamente y no tenía que forzar esa actitud plástica de falso conformismo. La escuchaba... porque Emily había logrado pasar sus barreras hacía mucho tiempo.

Incluso ella, que era una princesita mimada podía ver lo especial que era Emily Hodges. Dudaba que dejase indiferente a nadie. Cuando hablaba la calidez de su voz, sus gestos honestos y genuinos, su tierna forma de ser... todo lo que Emily representaba había reducido a Mimiko Honda a poco menos que un gatito sumiso. Aquella masa de orgullo y obstinación parecía volverse mera plastilina moldeable. Su cuerpo se tensó ligeramente y el corazón golpeó frenético su pecho cuando los finos dedos de Hodges le recolocaron un mechón dorado tras la oreja.

Electricidad.

Ah, esa chica... era tan injusta.

Ejercía una extraña influencia sobre su ser. Y se sentía realmente patética y expuesta. Porque era, probablemente, la persona en la que más confiaba en el mundo. La que la había aceptado en su grupo a pesar de sus ademanes altivos y egoístas. Su amistad había sido difícil de llevar en un principio. Mimi era obstinada y muchísimo más egocéntrica por aquel entonces. Tratar con ella era una verdadera prueba de paciencia. Pero allí había estado Emily. Porque quería. Porque sentía que en el fondo, aquella joven princesita mimada de ojos celestes se sentía terriblemente sola.

No se equivocaba para nada.

Incluso Aika se lo había comentado más de una vez. Pero Emily y Aika eran personas completamente diferentes. Y Mimi no lidiaba con las tonterías de nadie.

Era selectiva y cuidadosa a la hora de dar su confianza porque sí. No tenía secretos para Hodges. Y no porque se los negase, si no porque para ella era tan transparente como el mismo vidrio.

—¿Por qué eres así?—buena pregunta. Suspiró con cierta pesadez. Era momento de ordenar sus ideas—. No te puedo prometer que seremos amigas. Pero puedo prometerte que intentaré, en la medida de lo posible, mantener la calma y no tirarle harina a los ojos si me provoca. ¿Eso estaría bien?

Esfuérzate un poquito más, Honda.

>>Ugh. No le arrojaré harina a la cara ¿de acuerdo?—soltó finalmente—. Me comportaré. Incluso puedo darle el beneficio de la duda y ver qué hace. Comprobar si tengo razón o no sobre si es una perra manipuladora y decidir en base a eso.

>>Solo por hoy, Emily. Solo esta tarde.

—Ahora...—hizo una pequeña pausa y repentinamente pudorosa volvió a jugar con un mechón de cabello—. ¿Querrías almorzar conmigo? En la cafetería no. Con este tiempo estará atestada de idiotas.

 

—¿Liza?—repitió—. Está en la clase de Aika. No la he visto. A decir verdad, también la estaba buscando para disculparme.

Con ella sí que había sido una perra. Conociendo su carácter calmo y maternal, aquella negación tan brusca debió haberle dolido mucho más incluso de lo que estaría dispuesta a admitir. Liza era un alma cándida y caritativa. Al menos le reconfortaría saber que todo se había solucionado entre ella y Emily.

—¡Mii-chan~!

Aquella vocecita alegre y estridente tensó de forma súbita todo el cuerpo de la Honda. Causa y efecto. Nombrarla era como invocarla, al parecer. Soltó una maldición por lo bajo.

—Dios no.

Era la persona que menos esperaba ver. No negaba que Izumi era una persona alegre y cálida pero su tremenda lentitud y carácter distraído lograba sacaba de quicio. No lo soportaba. Tenía una paciencia ínfima que no toleraba perder el tiempo en estupideces.

Antes de que pudiera abalanzarse sobre ella, sin embargo, Mimi giró sobre sus talones y encarándola con seriedad, le preguntó:

—¿Liza sigue en el aula?

Aika se detuvo de forma repentina como si hubiera chocado contra una pared invisible. Eso no estaba en sus planes.Tomada por sorpresa por la repentina pregunta sus ceño se frunció ligeramente en confusión y esbozó una sonrisa tensa. El brazo quedó estático, petrificado en el aire.

...

—¿Eh?

Mimi frunció el ceño un poco más.

—Liza.

—¿Lizachii?

—Sí—aceptó a regañadientes, molesta. Joder, ¿por qué tenía que ponerle ridículos apodos a todo el mundo?—. Como sea que la llames. ¿Está aún en el aula o ya se fue?

Aika parpadeó con rapidez. ¿Liza? No recordaba haberla visto en toda la mañana. Y era extraño, porque probablemente hubiese accedido a la petición de Kenzo-sensei de leer su redacción frente al resto de la clase. Meditativa, en un gesto casi cómico, se llevó la mano al mentón.

—Uhm...

Dios.

Mimi puso los ojos en blanco.

—¡Aika!

—¡No lo sé!

—¡¿Ah?!—casi bufó— ¿Cómo no lo vas a saber si está en tu clase?

Aika frunció el ceño. Realmente odiaba cuando la presionaban. Hacía tan evidente su carácter torpe, el desastre general que era todo su ser. No era algo que le gustase que le tirasen a la cara.

—¡Sabes de sobra que los días lluviosos no me sientan bien!

—Ni ningún otro día de ningún otro mes del año—le espetó y tensa, apartó el rostro con sobrada dignidad—. Tsk. Acéptalo de una vez, será mucho más sencillo para todos.

Curioso. Arreglaba una pelea y empezaba otra. ¿Es que no tenía salvación?

Contenido oculto

*le da una hostia a Mimi por pendeja*