Sala de arte

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido biblical gakkouer

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    —¿Pero eso no sería la iglesia? —picoteó Sakai después de la respuesta de Sasha.

    Lo soltó tan parco como siempre, lo suficiente para que una risa se me escapara por la nariz, y los dejé en su debate sobre qué era en verdad un culto de angelitos o no. En sí no creía que fuese la iglesia, era más bien que en la iglesia los angelitos eran parte del lore, pero yo qué coño sabía, ¿no? Mamá se proclamaba católica, pero yo había dejado de acompañarla a misa antes de cumplir doce años. No me gustaba, la verdad.

    Sasha se encogió de hombros luego de que Tora lo hiciera, era cierto que el almuerzo lo había planeado conmigo para arrastrarlo a él, no con intenciones de hacer una reunión, pero a mí seguía pareciéndome innecesario aunque hablaba de su consideración, incluso si había pensado en traerlo desde antes. Más de uno solo lo habría traído y puesto con nosotros, sin más.

    —Mira nada más las molestias que tenemos que tomarnos para almorzar contigo —solté hacia Tora, acercándome para dejar el tupper en la mesa también.

    Él suspiró con pesadez, aceptando la tontería, y fue luego que me ladró. Entendía de dónde provenía la cautela de Tora, su desconfianza general con el mundo, había tenido que sobrevivir por su cuenta siendo muy pequeño, por eso rechazaba a Shimizu o se ponía a oler la comida como si lo fuesen a envenenar, pero de momento estábamos comprobando que Arata no poseía, ni idea, un interés oculto más allá del negocio con Sasha.

    —Puede que sí, pero si va por la vida fingiendo ser tonto algún día alguien acabará creyéndoselo de verdad —murmuró ya no por replicarle a ella, fue un llamado de atención directo hacia mí.

    —Soy un niño grande, pero papá Tora solo sabe demostrar afecto regañando —defendí junto a una risa floja.

    Como fuese, Sasha le escribió a Arata entonces y luego de que ella se sentara a uno de los extremos de Tora, yo hice lo mismo al otro lado luego de arrastrar un banco. Desenvolví el bento, que traía la cantidad de comida inmensa de siempre pues era para Tora y para mí, y se lo alcancé a él junto a los palillos. Empezó a comer de inmediato. Yo me dediqué a sopesar si tenía algo que contar, pero en verdad habían sido días relativamente calmos, excepto por los achaques de salud usuales.

    —Conocí a una kohai de primero hace algunos días, es muy nerviosa, tartamudea por todo y seguro si ve a Tora le dan tres infartos, pero un día que llegué a las clases de la tarde porque me sentía mal me encontró en los casilleros y me invitó a algo de tomar. Fue muy lindo de su parte —conté entonces, porque solo le había hablado de Bea a Tora la primera vez que me la encontré en el invernadero y casi la mato de un susto—. Hemos hablado de videojuegos y poquito de arte, ya que tiene algo de interés.

    —¿Tú? ¿Algo que compartir con la clase? —preguntó Tora hacia ella luego de haberse bajado unos bocados, supuse que eso dejo claro que él no tenía nada que contar—. Y para probar un punto, ¿prefieres el verano o el invierno?

    Vaya, no iba a dejar el asunto quieto. ¿Alguien podía culparme por no querer freírme si ponía un pie fuera de un edificio?
     
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  2.  
    Gigi Blanche

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    El planteo de Tora me hizo cruzarme de brazos y sopesar el asunto un par de segundos, exprimiéndome la neurona en busca de datos desperdigados en mi memoria. A veces tenía sus ventajas preocuparse por ser buena estudiante.

    —Creo que los ángeles están más bien asociados a las religiones monoteístas, así que necesitaríamos un Dios... —respondí, totalmente seria, y al conectar con los ojos de Sakai sonreí amplio—. ¿Qué dices, Tora-sama?

    Luego Rowan lo molestó un poco y derivamos en el aparentemente escaso coeficiente intelectual del niño. Entendía de dónde venía el reclamo de Sakai, suponía que en parte me sentiría similar a él si tuviera un amigo arraigado a mí que pareciera tan... bueno, que tenía la cabeza llena de aire. El caso era que lo conocía, debía conocerlo mejor que nadie. La canción que solía cantarle a los pequeños, la que había heredado de Eloise, hablaba de permitirles izar sus velas y recorrer el mundo, con la fe ciega de que algún día volverían a casa.

    Rowan se tomó el asunto con liviandad, como siempre, y yo me encogí de hombros mientras acomodaba la silla a su lado.

    —Si quieren creerlo tonto, pues que lo crean —resolví con sencillez, y lo miré apenas divertida—. ¿Sabes las cosas que se consiguen cuando te ven débil o imbécil?

    En cualquier caso no pretendía discutir con él ni sobreescribirle el chip, sólo expresar mi punto y quizá, si lo pensaba medio segundo, los dos fuésemos un poco testarudos. La similitud me hizo algo de gracia en lo que empezaba a comer, Rowan se sumaba a la fiesta y nos contaba de la kohai que había conocido. Era precisamente eso a lo que me refería, los beneficios y bondades de contar con una sonrisa bonita, pero no tenía intenciones de volver sobre ese tema.

    That's nice, ¿cómo se llama?

    Sakai me regresó la pregunta, estaba alejando los palillos de mi boca y lo miré mientras masticaba. Aquellos segundos de gracia me permitieron mantener la expresión neutral, pasar la comida y fabricar una sonrisa casual.

    Not really~

    Era y no era mentira, pero en mi pecho lo sentí como tal. Al menos pude aprovechar la cuestión de las estaciones para agarrar la sensación y arrojarla hondo, bien hondo.

    —Verano, toda la vida. Detesto los días cortos y que haga frío en la mañana y cuando está nublado y lluvioso. —Me reí—. Crecí pegada a una playa, surfeando y patinando, así que obviamente prefiero el verano. —Alterné la mirada entre ambos—. ¿Por qué? ¿Hay una disputa marital?

    Era broma, obvio, pero lo solté con toda la naturalidad del mundo.
     
  3.  
    Zireael

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    Sasha le siguió a Tora la tontería de la iglesia, atajó que los ángeles eran más bien de religiones monoteístas y que nos faltaba un Dios, ante lo que él volvió a fruncir el ceño un momento. Al final cuando ella conectó con sus ojos aflojó los gestos, volvió a encogerse de hombros y a mí me hizo gracia estar hablando de dioses cuando le habíamos encasquetado al cabrón el nombre de un shijin porque nos salió del culo. Que sí, los shijin eran más guardianes que dioses, pero igual.

    —Imagino que así se puede tener el culto de angelitos —soltó entonces y una sonrisa le bailó en los labios.

    El asunto se desvió a mi aparente estupidez y suponía que también respondía a un viejo hábito, Tora funcionaba como mis ojos, como una extensión de mí mismo. Su estado de alerta permitía que tuviera sentidos más afilados, que leyera el mundo de forma distinta a mí y por eso funcionábamos, los vacíos en mi visión eran rellenados por él. Quizás había temido a la figura de Shimizu por lo caótico de su resentimiento con el mundo, como si pudiera ponernos en peligro, pero cada loco con su cosa.

    —Bastantes —apañó él, antes de suspirar y medio rendirse—. Igual también está el factor sorpresa de cuando se le sale el apellido.

    —Puesto así suena a que soy un ogro, qué feo —murmuré estirando la mano para pescar un trozo de tomate de la ensalada del bento que Tora tenía acaparado—. La kohai se llama Beatriz, Bea. Tal vez cuando calcule que no vaya a desmayarse pueda invitarla a un almuercito de estos, no sé.

    Me lo pensé muy seriamente, pescando otro trozo de tomate y cuando Sasha le contestó a Tora que no tenía nada que contar me cuestioné hasta dónde sería cierto, así como hasta dónde era cierto que él tampoco lo tenía. Quizás estos dos parecieran abismalmente distintos, pero en ciertos momentos eran igual de cabezones y así no tuviera idea puede que igual de reservados con sus cosas, por más de un motivo.

    —Y yo que esperaba una grandiosa anécdota —me quejé solo por hacer el tonto.

    Como fuese, le contestó también la pregunta de las estaciones y miré a la pobre chica como si acabara de encajarme un puñal en el centro de la espalda.

    —¿Lo ves? —Me soltó Tora de inmediato y luego se giró hacia Sasha, como si quisiera acusarme por cometer un pecado capital, ni le puso cuidado a lo de la disputa marital—. Rorin que es un idiota. En su cabeza es mejor venir a clases con mal tiempo que con sol, ¿a ti te parece normal?

    Estaba por contestarle algo para defender mi pobre honor, cuando la puerta de la sala se abrió de par en par y estuvo a nada de chocar con la pared por el impulso que pilló. Era Shimizu, que había llegado de lo más campante como si no llevara los días anteriores muerto en vida.

    —Ya vino por quién lloraban —anunció poco antes de girarse para volver a cerrar la puerta—. Espero que estuvieran tratando a Sasha como una reina, viendo que les trae postre y toda la cosa.

    Consumió la distancia, dejó sobre la mesa un par de cajitas de zumo de frutas y luego se acomodó detrás del asiento de la chica, echándole los brazos encima. Apoyó el mentón en su coronilla, la estrechó con mucho cariño y se quedó allí sin ponerse a pensar si la interrupción la dejaba seguir comiendo o no, porque seguro le importaba bien poco.

    —¿Por qué tenemos fiesta? Había que poner serpentinas en el techo.
     
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  4.  
    Gigi Blanche

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    All settled, then! —Junté las manos, contenta, y me giré hacia Ikari—. Rowie, del uno al diez, ¿cuán cómodo te sientes rindiéndole pleitesía a tu mejor amigo?

    Luego nos acomodamos para dar inicio al dichoso almuerzo y cuando Rowan sugirió invitar a la niña un día de estos asentí con vehemencia, sin molestarme en disimular la ilusión. Me gustaban los niños, era una verdad absoluta que llevaba dos años en existencia, y para esta altura del partido ya no renegaba de ello.

    —Me encantaría conocerla... si no le dan tres infartos, claro.

    Acompañé la aclaración de una risa liviana, desenfadada, y entonces miré al muchacho en cuanto se quejó de mi ausencia de anécdotas. Si se lo tragaban o no era indistinto, ellos no presionarían y yo no me sentía en la obligación de decirles nada. Estábamos bien así y por la gracia, porque a veces era una cara dura, me reí.

    —Son las desventajas de una vida aburrida —convine a su comentario.

    La reacción de ambos a mi estación predilecta fue terriblemente evidente. Mi sonrisa se ensanchó y recibí la atención de Tora con las cejas alzadas, como si su repentina intensidad me hubiese pillado a medio giro. Estaba por decir algo cuando la puerta tras mi espalda se abrió de par en par, sobresaltándome apenas. Giré el torso en automático y maldije medio segundo después, pues el cabello se me enganchó en el espaldar de la silla y me reprendí mentalmente por no haberlo quitado antes. Arata hizo el show usual mientras salvaba mi pobre mechón de pelo y finalmente llegó cuando lo liberé de volver a prensarse, suspirando.

    —Llegaste tarde a las novedades, cielo, ahora le rendimos culto a Tora-sama —respondí con el tono plano, sentí la presión de su barbilla y anclé una mano a su brazo, acariciándolo con mimo—. Te invitaría a unirte, pero la condición es ser angelitos y la tienes un poco difícil...

    Al final sí habíamos acabado con una fiesta, claramente. Solté una risa nasal floja y miré a Sakai, pero no volví sobre los verdaderos motivos de esta reunión; ni que pretendía disculparme con él ni que Rowan me había pasado los apuntes del viernes.

    —¿No las trajiste tú? —repliqué a lo de las serpentinas y me encogí de hombros—. Tú no lo sabes porque quedaste discriminado en otra clase, pero la 3-1 es super divertida y nos hicimos super amigos y ¿los super amigos necesitan una razón para comer juntos?
     
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    Zireael

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    Cuando me preguntó qué opinaba de rendirle pleitesía a Tora alcé apenas las cejas, miré al susodicho que parecía de lo más complacido con la estupidez y me tragué una risa. No era que necesitara que lo subiéramos a un altar, un poco ya tenía un problema de delirio de grandeza, pero en verdad daba igual. Por el bien del juego me llevé una mano al pecho en un gesto que rozó lo caballeresco.

    —Alabado sea Tora-sama —dije con tono solemne.

    A él se le escapó una risa que sonó bastante genuina, así que me di por servido, y apoyé un codo en la mesa con tal de descansar el mentón en la mano. Observé a Tora comer entonces, luego regresé la atención a Sasha después de haberle dicho el nombre de Bea y la posibilidad de invitarla a comer con nosotros algún día, había asentido y noté la ilusión que cargó el gesto consigo, lo que bastó para hacerme sonreír.

    —Con infarto o sin él, imagino que le caerías bien así que ya vamos ganando. —Deslicé la vista a Tora entonces, que estaba un poco atragantado comiendo al ver que no le prestábamos atención ya—. Por ti no puedo hacer nada, supongo que tendría que pedirte que te estés calladito.

    Luego Sasha dijo lo de la vida aburrida, ante lo que me reí y contesté un "Imagino que sí" que siguió dejando claro que no iba a husmear en su vida, en sí porque no tenía derecho. Con eso seguimos con el tema de las estaciones, mi terrible pecado de preferir el invierno y lo exagerado de la reacción de Sakai, pero fue cuando la puerta se abrió.

    A la chica se le quedó pescado un mechón de pelo en la silla, me di cuenta, y para cuando Tora se estiró para pretender ayudarla ella logró soltarlo más o menos cuando Shimizu llegó con ella. Le dijo que había llegado tarde a las novedades porque ahora le rendíamos culto a Tora-sama, en consecuencia frunció el ceño, aunque había ladeado la cabeza para aplastar la mejilla en la cabeza de Sasha.

    —Vaya, apenas vengo llegando y ya me ofendes diciendo que no soy un angelito digno de tu culto —respondió entonces, sin moverse de donde estaba, pero la zarandeó suavemente un momento—. Pues claro que no, ¿cómo iba a traer yo las serpentinas si hasta hace cinco minutos no sabía que teníamos fiesta? Por ser el pobre discriminado que no está en la 3-1.

    —Tú tienes cara de divertirte en cualquier lugar de todas formas —dije solo por joderlo un poco y se le escapó una risa.

    —Bueno, puede que los super amigos no necesiten motivos, pero sí que deberían avisar, ¡por la decoración de la fiesta! La diversión claramente la pongo yo, no creo que los angelitos sean muy buenos para eso en particular, ¿o sí?
     
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    Rowan se adecuó a la tontería y yo hice lo propio. Cuando se llevó la mano al pecho yo lo imité y, en silencio, incliné ligeramente el torso frente al moreno. Podría haberle recordado el extraño poder que llegaban a ostentar estos teatros de ilusiones, lo mismo que veía en el Paraja todas las noches, pero lo dejé estar.

    Asentí al oírlo decir que probablemente le caería bien a la niña primero, y mi sonrisa se ensanchó, divertida, cuando soltó lo siguiente hacia su amigo. Entonces Arata llegó y derivamos en el resto de la estupidez. Obviamente se hizo el ofendido y obviamente me reí.

    —¿La verdad ofende? —repliqué, suspendiendo las caricias en su brazo para intentar seguir comiendo.

    Giré el rostro en ambas direcciones, confirmando lo que Arata había traído consigo, y al alzar la cabeza lo forcé a separarse de ella.

    —¿Comes de mi almuerzo, cielo? Tráete una silla.

    Arata siguió hablando y diciendo estupideces, puso en tela de juicio nuestra capacidad de entretenimiento y me sonreí, deslizando la mirada a Rowan. ¿Que no sabíamos divertirnos, decía? Pero si nada de esto estaría ocurriendo de no ser por nosotros.

    —¿No te parece que nos subestimas, cariño? —repliqué, divertida y con cierta suavidad, regresando mi atención a Arata.
     
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    Pobre Sasha, le hice un spam bastante de gratis, pero ya me había dicho que había pensado en buscarme en el receso así que no iba a librarse, para nada. Me había quedado haciendo el tonto en la clase, así que cuando fui a asomarme a la suya ya no estaba.

    No tardó mucho en decirme dónde estaba, además de que estaban Ikari y Sakai, así que después de comprar los jugos volví para meterme en la sala de arte. Nunca me habría metido allí por otro motivo en verdad.

    —¡Claro que ofende! —solté aunque aflojé los brazos para que pudiera seguir comiendo.

    —Tan digno de repente —añadió Ikari, divertido.

    Asentí cuando Sasha preguntó si comía de su almuerzo, así que me separé de ella para ir a buscar una silla mientras decía que los subestimaba. Puse la silla a un lado suyo y escuché a Sakai suspirar con un pesar de lo más exagerado.

    —¿Cómo puedes decir eso de los angelitos, Shimizu?

    —A mí me parece que somos el alma de cualquier fiesta, ¿no, Sash?

    —No se puede cuando todos están en mi contra —picoteé entre sus palabras y le acerqué uno de los jugos a Sasha—. ¿Y qué era el famoso postre, angelitos?
     
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    Gigi Blanche

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    Por supuesto Arata iba a quejarse en tanto le diera pie a ello, era como los gatitos que no paraban de contestar cuando les chistabas para que se callaran. Cuando finalmente se sentó a mi lado estaba llevándome comida a la boca y le pasé el bento con los palillos reposados encima.

    —Obvio —apoyé a Rowan—. Literalmente esta fiesta no estaría ocurriendo de no ser por nosotros, pero ustedes no saben valorarnos.

    Sólo había mirado a Arata al decir aquello último, pero si Sakai de repente se metía en la bolsa también me era indiferente. Acepté el zumito con un agradecimiento en voz baja y atendí a su pregunta mientras pinchaba el aluminio.

    —Ah, unas super frambuesas con chocolate. —Le señalé con la cabeza donde Rowan había dejado las nuestras y mordisqueé el sorbete—. Como somos angelitos amables podemos compartir el botín con forasteros. Eso, claro, si Rowie y nuestro magnánimo Tora-sama están de acuerdo.
     
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    Zireael

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    Uno tenía que quejarse de algo, digamos que era lo único que tenía en verdad, la única herramienta a mi alcance además de la ira y era justo por eso que era un bufón, lo había sido por años. Bastaba caer, tocar fondo y resetearse una y otra vez, no había otra salida. Por eso estaba aquí sentado como si nada, por eso acepté el almuerzo de Sasha aunque todavía sentía el estómago convertido en un hervidero.

    Me llevé un bocado a la boca, indignado ante lo que dijo sobre que no habría fiesta de no ser por ello y me di cuenta que a Sakai se le cayó el bocado de comida de los palillos. Pobre imbécil, arrastrado en el saco sin más.

    —Primero me rinden pleitesía y luego me incluyen en el saco con Shimizu, una puñalada dolía menos —soltó empujando el bento hacia Ikari y apoyó los brazos en la mesa—. Y yo que ya estaba apoyando a los angelitos.

    La decepción tan grande con que soltó la estupidez me hizo reír, aunque de inmediato le presté atención al postre que resultaron ser frambuesas con chocolate. Dejé los palillos en el bento, estiré la mano para pescar el tupper y lo destapé solo para husmear, no porque fuese a comer una ahora, así que regresé el contenedor a la mesa cuando estaba soltando lo de Rowie y Tora-sama.

    El segundo estiró las manos para pescar el otro tupper, atrayéndolo hacia él, y frunció el ceño de lo lindo. Fue la única vez que me pareció un mocoso, así que alcé las manos en señal de rendición.

    —A mí sí me enseñaron a compartir, así que no pasa nada —apañó Ikari junto a una risa floja—. Porque claro, somos angelitos. Por cierto, ¿las hiciste tú, Sash?

    La pregunta la hizo tomando el contenedor para husmear el postre, de lo más concentrado, pero por la forma que sonrió me pareció que estaba genuinamente contento. No podía culparlo en verdad, a mí también me alegraban estas cosas y ya estaba visto. No dije nada, tomé algo más de comida y corrí la silla un poco hacia Sasha para poder apoyar el rostro en su hombro antes de regresarle el bento.
     
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    Tenía aún la atención puesta en Arata cuando la voz de Torahiko me alcanzó desde el otro lado. Me sonreí, entretenida, y volteé hacia él con movimientos pausados.

    —Pero ¿quién habló de ti, cielo? —repliqué, sin disimular el encanto de la situación, aunque por la gracia ladeé apenas la cabeza junto a un "¿hmm?" murmurado.

    Entre tanto, Arata se había reído y, cuando pasamos a los postres, Sakai defendió el suyo como si se encontrara bajo amenaza de muerte. Bueno, quizá lo estuviera. Rowan volvió a escrutar nuestro tupper, vete a saber por qué, y yo asentí.

    —No las he visto a la venta por aquí, pero las recordaba de cuando vivía en Sydney. Mamá solía comprarlas. —Estiré el brazo hacia él, con la intención de que me pasara el envase—. Son muy fáciles de hacer, igual. Tienes la fruta, derrites el chocolate y voilà.

    Arata se había recostado sobre mi hombro, extraje una frambuesa con dos dedos y la acerqué a su boca. Otra vez, no me molesté en disimular lo que me divertía la tontería.

    —No me negarás probar una, cariño, ¿o sí? —murmuré, con sonrisa de niña buena.
     
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    Sakai siguió subido en el tren del mocoso indignado y hasta caprichoso, porque cuando Sasha preguntó quién le había hablado a él el idiota frunció el ceño, pero luego le sacó la lengua. El gesto, a pesar de venir de un cara de moco como él, no me pareció que cargara una pizca de malicia real y a Ikari que lo conocía mejor consiguió arrancarle una risa.

    —Se metió en el saco solito —añadí solo por fastidiar—. Ni yo me ofendí tanto.

    No me prestó especial atención porque pronto tuvo que defender su postre como si estuviésemos en un apocalipsis y esa fuera su última comida decente. Lo miré con las cejas alzadas, pero también me distraje rápido con la pregunta de Rowan al respecto, al parecer era algo que su madre compraba en Sydney y esto de las frambuesas con chocolate de repente sonó a cosa de verano, incluso si el chocolate acababa derritiéndose.

    Ikari le pasó el envase, atendió a la preparación y por más fácil que fuese, siguió luciendo contento por haber recibido el postrecito. Era un poco extraño, este tipo parecía demasiado bonachón para vivir como lo hacía, pero no era que yo fuese quién para juzgarlo en verdad.

    —Muchas gracias por traerlas, están muy ricas —dijo con sinceridad—. ¿Has hecho con otras frutas? Mix de frutitas cubiertas de chocolate o algo del rollo.

    Seguí recostado en el hombro de Sasha, de hecho apenas relajé el peso allí me entró una oleada de sueño que seguro podría derribar a un elefante y estaba parpadeando para sacudirla cuando la frambuesa apareció frente a mí. La niña ni disimuló la diversión que le provocó la estupidez, qué va, y yo si acaso la dejé terminar la pregunta antes de abrir la boca para recibir la fruta envuelta en chocolate.

    —¿Yo? ¿Negarte comida a ti?
     

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