Observatorio

Tema en 'Planta baja' iniciado por Gigi Blanche, 28 Junio 2022.

  1.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master sixteen k. gakkouer

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    Dunn se acopló a mi capricho y murmuré un sonido afirmativo, con la vista puesta al frente. Era lo que me gustaba pensar, al menos, la clase de observación invisible que me permitía una voz diferente, esa que luego volcaba por escrito. Se pensaba con más claridad fuera del ojo ajeno y las personas, también, se mostraban más genuinas.

    —Puede ser un castigo o un privilegio. Personalmente, me gusta ser testigo del mundo cuando se supone que nadie lo sea. Puedes sentarte en una cafetería solo, ir al cine y mirar a las personas en vez de la película, llegar primero a la escuela y apostarte en una ventana. —Lo vi de soslayo—. Eres bueno observando, ¿verdad?

    La imagen de los gatos medievales me hizo soltar una risa nasal, pues recordé los compilados de, efectivamente, animales pintados en aquella época que lucían... peculiares, por decir algo. Eligió el teatro y sonreí, mencionó a su vez la vergüenza. Entendía que yo también había sido honesta, pero él había abierto algunas puertas ya oxidadas y otras demasiado pesadas; era un nivel diferente de... exposición. Lo apreciaba, en todo caso. Era amigo de Ko, así que por rebote no me era enteramente indiferente su existencia.

    —¿Eres de monologar frente al espejo y montarte diálogos imaginarios en la ducha? —arriesgué, divertida pero sin malicia, o al menos no era esa mi intención—. Parece ser entretenido actuar, aunque nunca me lo planteé realmente. Nunca fui del tipo de ansiar estar debajo de un reflector.

    Suspendí la idea y afiancé apenas mi brazo en torno al suyo.

    —¿Tú sí? —agregué en voz baja, mirándolo de reojo.

    En cierto punto del recorrido lo solté, no fue brusco pero sí algo repentino. Comprobé la hora y asentí ante su pregunta, deteniéndome frente al escritorio para recoger mi libro.

    Aye, I write —confirmé, manteniendo el objeto contra mi regazo en ambas manos.

    Volví a acercarme a su posición, tranquila, y esperé a recibir sus ojos para sonreírle.

    Ye're cute when ye're honest —murmuré y le ofrecí mi brazo de nuevas cuentas—. Shall we?


    estos últimos dos posts me quedaron considerablemente más chotos porque ando enferma y no estoy muy espabilada, perdón JAJAJA

    con eso dicho, por acá cierro con Morgan, gracias por caerme uwu7
     
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    Hasta cierto punto entendía esta idea de tener los ojos de un fantasma, poseer el lujo de observar sin ser determinado siquiera de tanto en tanto, podía uno calificarlo de don y lo usaba, bastante en general, para pura mierda. La gente era un poco más ella misma cuando no se sabía vigilada y también era mucho más distraída si me lo preguntaban. Creerse libre de un observador hacía que las personas se despreocuparan demasiado en algunos casos, lo suficiente para que uno se aprovechara.

    —Don y maldición, quizás. Muchas cosas pasan cuando no dices una palabra y te sientas a mirar la vida ocurriendo —secundé sin darle muchas vueltas y su pregunta de si era bueno observando sonó a que se respondía sola en realidad—. Podríamos decir que sí, hasta cierto punto.

    Me habían entrenado para observar, pero lo hacía casi por default muchas veces. Había cosas que notaba, anomalías de toda clase, y trataba de actuar en consecuencia, a veces la reacción era silencio, otras meter las manos luego de dudar muchísimo y algunas más era solo esperar a los demás, fuese al final de una escalinata o al borde del abismo. Era decidir cuándo recuperar el cuerpo físico y abandonar el espacio intermedio del fantasma o quedarse allí.

    Quizás debí cuestionarme todo lo que le había dicho a Morgan, pero no me sentí juzgado y eso solo hizo que siguiera soltando la lengua. Puede que además confiara demasiado en el juicio de Ko, pues era su amiga a fin de cuentas. En parte por eso me alegraba haber podido hablar más con ella, quizás lo mío pareciera confesión de iglesia, pero creí notar sinceridad también en sus respuestas y eso me ayudaba a conocerla un poquito más, incluso si seguía siendo esta muchacha toda enigmática.

    —Más de monologar aquí. Por eso me gustó lo caótico de la narración de tu libro —murmuré y estiré la mano libre para darle un toquecito en la frente con un nudillo, tomándome demasiadas confianzas de repente.

    Admitió no estar interesada en los reflectores, pero me preguntó si yo sí y reí como ella lo había hecho ante la broma de los gatos medievales. Mi respuesta fue transparente, pero rozó la resignación y no amplié la idea de todas formas.

    —Yo sí.

    En algún momento me soltó, fue repentino y luego de verla revisar la hora caí en cuenta de que existía todavía un mundo más allá de esta torre, así que seguí sus pasos para recoger el bento y guardarme el móvil en el bolsillo luego de haber pausado la música, que ya ni sabía qué estaba sonando de por sí. Había confirmado que escribía, lo que me hizo sonreír mientras recogía mis cosas.

    Makes sense —apañé sin atreverme a decirle que yo leería algo que ella escribiera.

    El gesto se me ensanchó cuando volvió conmigo, pues cuando la miré de nuevo ella me sonrió y soltó tan pancha el otro comentario. Solté el aire por la nariz, negando suavemente con la cabeza, y usé tantas neuronas como pude para pedirle a mi cuerpo que me bajara del rostro el calor ligero que había sentido en las mejillas.

    —Para mí sería un honor escoltarla, señorita —bromeé en voz baja enredando nuestros brazos de nuevas cuentas antes de dirigirnos a la salida.


    no te preocupes, es más que entendible. Espero que te mejores <3

    y fue un placer, lo disfruté mucho uwu
     
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    Insane

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    La noche anterior Paimon me había avisado que viajaría con su padre a Francia, que ya tenía el permiso de la directora por lo que posiblemente se ausentaría el resto de la semana, o parte de ella. Me preguntó qué tal iba con el asunto que le comenté a lo que le dije que había hecho lo que creí conveniente al comentarselo a Maze, a lo que ésto tan solo hizo un sonido afirmativo, pasando página. Como fuese, también preguntó por mi vista con el inicio del verano, cuestión que resolví con la simpleza de un bien, y luego de eso colgamos.

    El mundo seguiría girando.

    Me había saltado parte de las clases de la mañana al pararme en algún momento y hablar con la profesora, pidiendo permiso para ir a la enfermería lo que quedaba de la mañana, manifesté que tenía algo de dolor de estómago y no sé qué por lo que no me pusieron mucho problema, pero consideré que tampoco podía pasarme ahí metido todo el día, menos con la luz que se colaba por las cortinas, y no me apetecía encerrarme en un miserable baño. Al descender a la planta baja, atravesando el patio norte me choqué con un grupo de niñas, me disculpé con la sonrisa de siempre, una de ellas codeó a la otra y se ruborizó o eso creí ver; se disculparon también -aunque claramente había sido yo quién no había notado la profundidad de la distancia-. Seguí caminando luego en lo que la luz se tornaba ruidosa, colocando mi palma derecha sobre mi frente haciendo de gorra o algo similar hasta ubicar el observatorio.

    ¿Cuándo el valor se esfumaba, qué me quedaba?

    Al adentrarme y echar un medio vistazo a la planta baja la eterna sonrisa de cortesía se esfumó, como si nunca hubiese estado ahí, estirando la mano hasta el interruptor para desaparecer la tenualidad amarilla -que pese a estar baja la sentía como si continuara bajo el sol-. Pestañeé y el ardor no se calmó pese a estar totalmente en la sombra, por lo que respiré con cierto fastidio, me quité los lentes en lo que caminaba hacia el escritorio, apretándolos con fuerza.

    Me sentía del carajo, y si me quedaba en casa mi madre iba a notarlo.

    Me senté sobre el escritorio y la mano libre la paseé con insistencia tras mi nuca, deparando en el nacimiento de mi cabello el cual maltraté con mis dedos sin importancia hasta que el nivel de ansiedad se regulaba, terminando por recostar la cabeza contra la pared, dejando la vista vaga en el techo. El móvil me vibró en el bolsillo no mucho después, no tenía que mirarlo para contestar, tenía memorizado la posición del altavoz por lo que respondí con la calma usual al tampoco tener miles de contactos grabados.

    Ey, niño bonito, hablas con Hana. ¿Recuerdas que en la última sesión de fotos dejaron muy buenos comentarios? Pues imagina que la marca Ipsum Alii está interesada en pagarnos por hacer un breve comercial.

    Guardé silencio por unos segundos, fabricando la emoción en la voz pese a carecerla en mis facciones.

    La resignación no era más que un suicidio cotidiano.

    Es un gusto escuchar eso. ¿Para cuándo estaría pensado?

    Sabía que estarías interesado, Sui. Mm, ¡tenerte de compañero es lo mejor~!; pues mira, según el cronograma que me enviaron al correo la idea es hacer unas fotos de prueba mañana, y grabarlo el miércoles. Yo sé que estudias, y que a diferencia de mí que puedo organizar mis horarios en la U a ti no te es posible, por lo que les comenté por correo que sería en la jornada de la noche, luego de tus clases. ¿Se ajusta para ti? ¡Están muy interesados en tus ojos!, fue como lo que más les llamó la atención de nuestro último trabajo, y como el producto que sacarán es un serum y su contenido es azul, creería que buscan algo muy similar.

    Una marcha en un coche fúnebre.

    La tensión en el cuello se me pronunció.

    Sin problema.

    Super. ¿Estás ocupado ahora? Quería hablar contigo sobre algo por fuera del trabajo y eso.

    Lo siento Hana, en este momento estoy cambiando de clase.


    Oh, entiendo. Vale, te lo digo mañana, suerte en tus clases~

    Con cuántos años de hipocresía.

    Colgué la llamada, dejé el móvil sobre la madera y volví a apretar los lentes oscuros, como si fuese una pelota anti-estrés. El cristal terminó rompiéndose; La piel comenzaba a rasgarse por la fricción con los trozos despicados de los lentes, y pese a la molestia que debería sentir me pasaba inadvertido por el ardor en mis ojos, al menos hasta que fui consciente de la sensación de un par de gotas deslizándose desde mi palma y las falanges hasta la punta de mis dedos. Ni siquiera quise comprobarlo, apenas y suavicé el agarre en los lentes ya dañados, dejé parte de éstos sobre mis piernas y llevé la mano con esquirlas de vidrio a mi rostro, deslicé el índice sobre mi labio superior, manchándome el rostro del carmín sin darme cuenta que recién la nariz también acababa de sangrar.

    Para vivir así lo mejor era estar muerto.

     
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    Cuando la campana sonó me quedé un rato solo viendo el cielo por la ventana, el sol rayaba con fuerza aunque parecía soplar algo de brisa y se sentía el calor. Por la mañana me había quedado haciendo el imbécil en el casillero algunos minutos más de lo necesario, solo porque estaba Matsuo y uno nacía desconfiado, pero al final me fui porque de por sí estaba Vero con ellos. Durante las clases de la mañana volví a pensar en la charla con Morgan, luego el regreso a casa del viernes y tantas otras cosas, solo pensé y pensé, pero también noté a Craig levantarse, como el viernes, para irse y no volver.

    No que me importara, vaya, pero el chico estaba en clases y no estaba. Llegaba tarde o se salía temprano, esa mañana al notarlo recorrí el salón con la vista, a ver si encontraba una pista de algo en Paimon y acabé mirando a Ilana, estaba volcada sobre su cuaderno, pero tenía las facciones comprimidas en una expresión preocupada que no pudo disimular. Un poco busqué las pistas por el chisme, otro poco porque había visto que este chico y Paimon estaban formando amistad con ella.

    El tiempo pasó, lo olvidé y llegó el receso. Me levanté cuando se me antojó tomarme algo frío de la máquina, pero cuando iba para afuera Arata pasó luego de, en apariencia, meter la cabeza en la 3-1 y no encontrar a quien buscaba que no podía ser otra que Sasha. Al verme en la puerta de mi clase me pescó del brazo y me llevó consigo hasta la máquina de la primera planta, donde se compró dos jugos de frutas y me ofreció a mí una limonada como tratado de paz.

    —¿Crees que puedes arreglar todo como si tuviera cinco años? —reclamé en voz baja, abriendo la botella.

    —De hecho sí, te pones suavecito por nada. Ya quitaste la cara de culo y ni te diste cuenta —contestó mientras le echaba un vistazo al móvil y bufé por lo bajo—. Bueno, te dejo, aparentemente hay fiesta. ¿Quieres venir?

    Fiesta me sonó a manada, así que negué con la cabeza y él volvió a subir por las escaleras, dejándome solo. Me desvié un momento al baño, al salir y lavarme las manos me humedecí un poco el pelo por el calor y como se me apetecía muy poco pensar, pues seguí siendo la criatura monotemática de siempre. Cuando no era el patio era el observatorio, así que ni modo.

    Al cruzar el espacio el sol me quiso quemar las ideas, pero caí en cuenta de que Jezebel al final no había llegado todavía y Sonnen se había vuelto a ausentar, así que todo el mundo estaba en la mierda o algo. Digamos que solo Vólkov me concernía en verdad, pero tampoco había mucho que pudiera hacer según lo que me dijo Meyer así que lo dejé ir y abrí la puerta del observatorio, preparado por si había alguien. Resultó que sí y el chispazo blanco doblado sobre sí lo delató como Craig, aunque quizás lo más jodido fue la mancha roja en la mano que tenía sobre la cabeza.

    La puerta se cerró tras de mí, me quedé en mi lugar porque dudé como había dudado al ver a Wickham sobre Sasha y pronto acabé cagándome en mis muertos por caer siempre en la misma estupidez. Sasha era amiga de Arata y de Mason, este chico era amigo de Ilana y del cara de culo de Paimon, ¿por qué coño se ocultaba como una rata moribunda?

    Caminé en silencio, moderé hasta el ruido de mis pasos y me acerqué para dejar la botella de limonada en el borde del escritorio, antes de enfocar la atención en él. No le había hablado nunca y como tampoco hablaba casi nada en clase suponía que no debía ni acordarse de quién era yo, aunque estuviera pintado como un escupitajo de dragón.

    —No tienes que darme explicaciones si no quieres —empecé en un murmuro, acuclillándome a su lado—, pero tienes que sacarte el vidrio de la mano. Te dejaré en paz entonces, si es lo que quieres.


    algún día dejaré de mandar a cay al observatorio, pero ese día no es hoy obviamente (??
     
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    Insane

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    Había terminado bajándome y casi arrinconándome en la oscuridad contra la pared, encorvándome en algún punto con la frente en el antebrazo y éste apoyado en mi rodilla, había cerrado los párpados y simplemente comencé a buscar algo de descanso. Por momentos creía estar dormido, por otros instantes escuchaba absurdamente el ruido exterior de los estudiantes que pasaban hablando por fuera del observatorio en voz alta, probablemente se debía a que -pese a la situación-, me sentía alerta. Había dado un par de vueltas en mi cabeza, quedarme luego del receso, y cuando sonara el timbre de salida, por ahí dos horas después que la escuela estuviese desierta ir a la enfermería, hacer lo propio, vendarme la mano y ya luego pedir un taxy a casa.

    Contando con que para ese momento, el dolor de cabeza cesara y lograse diferenciar lo que tenía enfrente.

    Repentinamente escuché la puerta abrirse, permanecí igual inmóvil porque también quise otorgarlo a una falla entre el dormitaje y la realidad, al menos hasta que escuché que dejaron algo en el escritorio en lo que sentí el cuerpo tenso, punzándome la nuca; no mucho después la voz masculina me alcanzó, no lo reconocí directamente, en parte creí haberlo escuchado antes, quizá en los pasillos. Los adolescentes hablaban demasiado, así que no me sería raro que fuese de un año menor siquiera. No alcé la cabeza ni nada, mientras no fuese alguien cercano no tenía que fingir la amabilidad de siempre, y menos en el estado en el que estaba. Me sonreí en la oscuridad ante la elección de sus primeras palabras.

    Digamos que me pidiese hipotéticamente explicaciones, en verdad no tenía ninguna responsabilidad en darlas. Es más, podría ponerme tosco en palabras, pero no tenía la suficiente energía para mostrarme -por primera vez aquí- como un gato arisco. Lo sentí cerca después, la mano me tembló en reflejo, pese a que la tenía totalmente adormecida. Ya no sentía los pequeños trozos de cristal enterrados, pero sabía que cuando comenzaran a salir iba a doler lo suficiente para recordarlos, y entre más esperase podía facilmente infectarse.

    Alcé la cabeza para enderezar el cuello, abrí los parpados mientras tanto y lo único que pude ver fue manchones de oscuridad, desfigurados. Parpadeé de nuevo en busca de un reseteo, pero no se modificó la situación. La sonrisa volvió a aparecer, una de esas que no tienen ni sentido ni dirección, tan solo rastros de resignación.

    —¿Son muchas? —murmuré recostando la cabeza contra la pared, y cerré de nuevo los ojos, dándome claridad más a mí que a él—: las esquirlas...

    Me sentía demasiado perdido en este pequeño espacio.
     
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    Zireael

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    Podía solo haber cerrado la puerta e irme a la mierda, lo sabía, una parte de mí quiso hacerlo en realidad, pero tuve que batallar con el hecho de que me había quedado estático recientemente. Ni idea de si para él era mejor o peor que en esa guerra mental eligiera quedarme, pero de momento no era nuestro problema principal en lo absoluto, qué va.

    Este chico... ¿No era siempre amable?

    Su figura se superpuso de golpe, fue repentino, casi angustiante, y el blanco de su cabello se parchó de negro, el negro del cabello de Kaoru y mandé la imagen mental por la cañería porque no tenía sentido. No me gustaba superponer figuras, pero al menos sirvió de punto base, que no reaccionara y que tuviera el cristal incrustado en la mano dejaba claro que todo era un desastre grande como una casa. Ahora mismo no era el amigo de todos, era el que buscaba el silencio del observatorio, como el que se mete a una cueva esperando morir en ella.

    Digamos que con eso podía trabajar.

    Incluso sin saber que estaba básicamente ciego no lo habría culpado por asumir que era un niño de segundo, solo Dios sabría cuántos se habían confundido igual, no era algo que estuviera en mi control. El asunto fue que noté la tensión de su cuerpo al escucharme y cuando estuve cerca también el temblor de su mano, casi como una reacción a lo que le había dicho. Fue allí, acuclillado, que pude ver los lentes oscuros rotos y entender de dónde había salido el vidrio.

    Alzó la cabeza, noté que tenía sangre en el rostro también, suponía que se había tocado la cara luego de partir las gafas, pero también tenía en la nariz. Hombre, el cabrón estaba hecho un destrozo y gracias debía dar que era yo el que lo había venido a encontrar, porque suponía que Ilana se lo habría llevado a rastras a la enfermería, reaccionara o no a la sangre. Me había visto recién golpeado, no parecía fácil de asustar, pero igual. Cualquier otro seguramente habría hecho un escándalo también, lo que no parecía el mejor curso de acción.

    Quise pensar que era paranoia de la de siempre, pero por la forma en que parpadeó luego, pareció ni siquiera poder reparar en mi cara y la resignación de su sonrisa pensé que no veía una mierda. Fruncí el ceño, tratando de apartar la posibilidad, y alcé la vista a parte de la luz que entraba por la cúpula desde arriba, estaba en eso cuando preguntó por las esquirlas y suspiré como primera reacción, porque esa clase de pregunta solo la hacían dos clases de personas: las que no querían ver o las que no podían hacerlo.

    —Permiso —dije al mismo volumen que antes y le quité los lentes rotos de la pierna, dejándolos sobre el escritorio—. Es un poco chocante, si es lo que preguntas. Tienes sangre en la cara y creo que también te sangró la nariz. Déjame ver, no sé cuántas tienes en verdad.

    Al decir lo último estiré la mano para darle un toque liviano en el antebrazo, cosa de que supiera dónde estaba. No era yo muy dado a la sangre ni nada, pero en tanto no fuese de alguien que era cercano a mí ni hubiese una pelea en tiempo real digamos que estaba curado de espanto, en la calle la gente sangraba con cierta frecuencia. Por demás, sabía que lo suyo era llevarlo a la enfermería, quitarle el vidrio y vendarlo, pero estaba casi seguro de que no querría salir de aquí hasta que los pasillos estuvieran vacíos.

    Podía matar tiempo hasta entonces.

    Igual el ayudarle me lanzó otro recuerdo, uno incluso más antiguo que cualquiera unido a mis chacales y me resigné. Pude verme a mí mismo con diez años como mucho pidiéndole a la profesora que no le dijera nada a los que se reían y hablaban a mis espaldas, aunque los escuchaba, siempre escuchaba. Los que me habían juzgado como desviado solo por ayudar a otros chicos, como si una cosa tuviera que ver con la otra.

    ¿Era en verdad un pecado?

    Mamá y mis tíos ya me habían aceptado.
     
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    Insane

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    No sabía cuánto tiempo había pasado siquiera desde que salí de la enfermería, pero sentía que era una eternidad, como si cada segundo pesara más que el anterior. Me rehusaba de igual manera a quedarme en casa, no quería escuchar a mi madre llena de angustia ni acumulando gastos médicos en la cuenta bancaria de un hombre que ni siquiera era mi padre, al mío lo había abandonado hace un tiempo, como se lo había dicho a Sasha en la azotea.

    En ocasiones le enviaba parte de mis ganancias con lo del trabajo y eso, pero éste -aunque lo retiraba- había dejado de responderme el celular, algún mensaje enviado o siquiera un cómo estás. Como si se hubiese esfumado a kilómetros de distancia entre la nieve y la soledad, como si sus hijos tuviesen la culpa de la infidelidad de mamá.

    Un desastre.

    El chico pidió permiso, una palabra bastante distante en el mundo donde se me habían abierto las puertas laborales, o mi vida en general, donde te ponían las manos encima como producto de exhibición, como si fuese un objeto o algo sexualizado simplemente por el aspecto fisíco, quizá, por lo mismo había rechazado a Welsh inicialmente, porque pese a que sentía algún tipo de atracción hacia su personalidad la velocidad de tener un contacto con prontitud me desconectaba, necesitaba algo más para enlazar.

    Una motivación perdida por la incertidumbre de todo lo demás.

    Me apartó lo que quedaba de los lentes, los dejó en el escritorio por el ruido del movimiento y ya luego lo que dijo me hizo reír, sin gracia, casi rechazando sus palabras.

    —¿Chocante? —murmuré en lo que él continuaba, creyendo que me estaba observando por una simple sensación, continuando estático porque no tenía de otra—, ¿significa un más o menos?

    Sentí su toque liviano y no reaccioné de nuevo, lo dejé hacer lo que creía conveniente. Era extraño de igual manera toparse con un chico tan tranquilo al encontrar a otro llevado del diablo.

    —¿Estás acostumbrado a esto? —tanteé, dejándome ser—: Yo no suelo ayudar a la gente aunque estén sangrando.

    Había en parte evitado el ayudar a Pierce siendo intimidada por un tipo, o aconsejar a Paimon con respecto a la actitud compleja de su madre o el trato que le daba a ella directamente, siendo totalmente soez, y por ridículo que fuese, había evitado visitar a Violet en su nueva escuela. No había logrado ayudar a nadie, o había decidido simplemente no hacerlo, lo cual me hacía un hipócrita, un idiota, o ambas. Algo similar a la ansiedad regresó paulatinamente, evité reflejarlo, casi me obligué a contener algún movimiento recurrente; ya estaba lo suficientemente vulnerable, encerrado en la oscuridad de este lugar y en la soledad de mi cabeza, con un desconocido representando un samaritano, cosa que yo había fingido ser por años.
     
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    Craig debía estar en su casa en vez de aquí, eso también lo sabía, pero entendía de sobra que a veces también huíamos de casa, de los ojos que allí nos recibían y los problemas que provocábamos. Había huido por años, me escapaba de casa, iba donde Yuzu y me escondía allí uno, dos, tres días. Luego volvía como si nada y seguía huyendo, huía de todo y todos, por eso le había hablado a Morgan de un pasado selectivo.

    Porque era un maldito cobarde.

    Jamás se me habría ocurrido la importancia de pedir permiso, pero no me gustaba forzarme sobre nadie y por eso no me acercaba e incluso dudaba, así que no se podía esperar otra cosa. A él se le escapó una risa sin gracia, vete a saber el motivo en realidad y no reaccioné tampoco. Mantuve el tono suave y sereno del principio.

    —Significa que habrías espantado a otro —respondí sin más—. Se ve bastante mal.

    Me dejó hacer, así que tomé su mano con cuidado y examiné la herida de cerca, respirando despacio. Preguntó si estaba acostumbrado a esto y soltó que él no ayudaba a la gente aunque estuvieran sangrando, lo que hizo que una sonrisa resignada me alcanzara el rostro a mí también.

    —¿A ayudar o la sangre? —pregunté mientras pensaba en cómo diablos quitarle las esquirlas, pero no le di tiempo de respuesta en realidad—. Te voy a sacar el vidrio, me lavé las manos antes de venir.

    Con eso dicho comprimí los gestos, dudé un montón, pero comencé a sacar las esquirlas de vidrio más grandes y las fui dejando en el escritorio, aunque ni idea con que limpiaría después. Tuve que tener cuidado para no cortarme yo también.

    —A veces ayudo y a veces no, aunque puede que a una parte de mí le gustaría poder ayudar siempre a mis amigos y a los amigos de mis amigos. —Seguí hablando en parte por distraerlo—. Y la sangre no asusta tanto como debería.
     
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    Cuando mencionó que habría espantado a otro la mordacidad de la mirada de Paimos se abrió paso en mi cabeza, casi que ocupó un lugar que probablemente me acompañaría el resto del día. Era mi mejor amigo de hace muchos años, sabía bastante de mí y por lo mismo se preocupaba -a su manera- cuando estaba expuesto al sol, cuando me perdía en la enfermería o cuando se iba a quedar a mi casa con una excusa rebuscada, pero parecía adoptar más un papel de vigilante, de esos silenciosos que se sercioran de que todo esté marchando bien dentro de lo que cabe.

    En parte estaba tranquilo porque esta semana él estaba ausente, de lo contrario me sería mucho más difícil escabullirme sin ser juzgado.

    —Me alegra entonces que seas tú —susurré casi de manera inaudible, haciendo referencia a la suerte de que me viese en esta condición deplorable un chico que no se espantaba con facilidad.

    No era mi intención hacer pasar un mal rato a alguien más.


    Tampoco tenía como saber que expresión tenía ahora en el rostro, apenas lograba captar su respiración. Él no tenía como saberlo, pero al menos con su presencia y la tranquilidad que mantenía evitó que la ansiedad siguiera amenazando con dispararse, más allá de la represión que solía imponerme. Preguntó y habló sin oportunidad de respuesta, avisándome que tenía las manos limpias.

    Tomé aire, lo solté por la boca con suavidad, y procuré respirar de esa manera. Era lo que solía hacer con mamá y Violet antes de cualquier visita al médico, una tontería que ridículamente me hacía sentir seguro pese a que aguardé con algo similar al miedo acompañándome. Fruncí el ceño aún con los ojos cerrados, ladeé el cuello en sentido contrario a él, percibiendo los cristales arrastrándose fuera de mi piel. Fui consciente también, que por cada cristal que retiraba comenzaba a filtrarse los hilillos del líquido caliente hasta la punta de mis dedos.

    A fin de cuentas, era el vidrio el que evitaba y la sangre acumulada continuara fluyendo.

    Aún así mi atención siguió en gran medida con su voz, y aún con los gestos comprimidos no pude evitar la negativa de mi cabeza, como pensamiento intrusivo, confirmándole a su vez que no sabía ni con quién hablaba:

    >>No tenemos amigos en común, ¿verdad?

    Era suficiente todo esto como para ponerme a pensar qué hacía si lo comentaba con alguien que consideraba cercano.

    Era mi vida, mi intimidad, mi privacidad...
     
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    Sonreí al escucharlo decir que se alegraba de que fuese yo, aunque me pregunté qué tanto se alegraría en verdad cuando se diera cuenta de que era su compañero de clase, pero no hacía falta pensar en esto todavía. De momento parecía que mi falta de reacción lo mantenía tranquilo, así que por ahí estábamos bien por ahora, ¿pero no era esto lo mismo de lo que pecábamos todos?

    Si me encontrara en el estado que él lo estaba, al menos yo habría preferido que me encontrara alguien conocido. En estados de vulnerabilidad tan intensos como este yo prefería mil veces a Ko o a Arata que a Ilana, por ejemplo, pero cada quien era un mundo y él se alegraba de poder huir de Paimon cuando quizás... quizás debía buscar refugio en esos lugares. Debíamos buscar refugio en nuestras personas en vez de huir y huir como estúpidos, como si pudiéramos matarlos solo por buscar alivio mental en ellos.

    Pero Craig estaba ciego de forma literal, no solo metafórica.

    Seguí con mi tarea, lo vi tomar aire y yo hice lo mismo apenas retiré la primera esquirla, reiniciando el flujo de sangre. Fruncí el ceño, trabajé tan rápido y delicadamente como pude, y apenas creí retirar la última lo hice alzar la mano. La sangre fluyó de nuevo, pero más despacio y se empozó en su palma, pronto debía detenerse.


    ¿Qué si teníamos amigos en común?


    —No —mentí con todo el descaro, aunque me quedó claro que no podía verme—. Algunos dicen que me tomo mis labores de caballero muy en serio o que soy bueno ayudando, así que aquí me tienes.

    Me mantuve sosteniendo su mano, esperando que el fluir de sangre se moderara, y algo en el pecho se me removió al pensar en la mierda de Shinomiya y Ko. Le dediqué una caricia liviana en el dorso de la mano, un mimo distante, y allí acuclillado a su lado cerré los ojos para borrar escenarios ilusorios, pesadillas que se arrastraban por los rincones de la noche.

    —Te acompañaré a la enfermería una vez que suene la campana y los pasillos se vacíen —dije desde mi posición—. No interesa si quieres o no, por cierto. Lo haré y punto.
     
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    Cuando retiró cada una de las esquirlas de vidrio cambió mi mano de posición, me pregunté si por mi culpa había terminado manchando a un chico ajeno a todo esto de sangre que nisiquiera le pertenecía, podía resultar desagradable, para ambos, aún así su pasividad me hizo un favor. El escozor era leve, por el momento, pero era probable que luego de un par de horas el solo movimiento de cerrar o abrir la palma me fastidiara en lo que cicatrizaba.

    Solté la pregunta y aguardé a su respuesta con calma, regresando mi rostro al frente y volviendo a recostar la cabeza contra la pared. Me brindó una negativa a lo que sonreí, afable.

    —Debo sentirme afortunado. Espero tu caballo blanco no se rostice fuera de aquí.

    Podía -por ese lado- estar tranquilo, confirmando que no iba a tercer año, a fin de cuentas conocía gente en todas las aulas, unas pocas, pero era un bombillo andante con este cabello blanco por lo que -al menos en ese tercer piso- era fácil de identificar. Sentí que en algún punto acarició el dorso de mi mano, comencé a abrir los párpados como si me estuviese levantando de un sueño, con la vista hacia arriba por un rato. Los parchones negros continuaban, era como si me encontrase en una habitación donde no existía nada.

    Ni el techo, ni la puerta, ni las luces.

    —Tienes un aroma floral, ¿te lo han dicho antes? —desvieé la conversación, aunque no me estaba negando a ser acompañado. Posiblemente si salía solo y no esperaba lo suficiente podía encontrarme con algún docente y sería más que obvio mi estado de salud—. ¿Es tu shampoo o tu perfume?

    Un pequeño escondite para normalizar esta hora de almuerzo.
     
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    Zireael

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    No me había manchado de sangre más allá de cuando quité los vidrios y fue muy poco, el resto pude evitarlo porque, como ya estaba claro, yo sí podía ver. Sujeté su mano de forma que mis dedos no quedaran del todo en el camino de la sangre, aunque ya algo de ella había ido a parar al suelo y por eso no había nada que pudiera hacer, tampoco era que cargara conmigo algo con qué limpiar ni mucho menos. No era enfermero a domicilio después de todo.

    Por la forma en que sonrió cuando le mentí en toda la cara entendí que para él era un alivio que no conociera a ninguno de sus amigos y se me ocurrió que era testarudo o directamente imbécil, pero por supuesto no se lo dije, no sabía si a Paimon le importaría un carajo que este se negara a que supiera su estado, pero sabía que a Ilana podía hacerla sentir mal. La niña tenía un deseo entre necio y suicida de salvación, me había ayudado cuando lo del golpe, luego cuando andaba con cara de moco y el viernes también había tenido que recordarle mis límites. Su ayuda no tenía una mala intención, pero para los evitativos de mierda era un poco demasiado.

    —Procuraré dejar al corcel a la sombra y cerca de un bebedero —respondí a la estupidez del caballo y busqué su otra mano para guiarlo a usarla de soporte de la herida—. Deja la mano hacia arriba un rato, debería hacer que la sangre fluya un poco más lento y le dé tiempo a tu cuerpo de coagular.

    Pude haberme levantado, pero en su lugar le di una palmada liviana en la pierna y me senté en el suelo, preguntándome qué condición tenía para acabar así, no creía que fuese algo repentino y supuse que la respuesta estaba en su intermitencia en la clase. Desde que comenzó tenía que haberse reducido su visión hasta llegar a este punto y pensé que era una cagada, porque así como el resto de nosotros era un mocoso todavía. Era un niño y se estaba quedando ciego, ¿no?

    —¿Ah? Shampoo y crema de peinar, supongo, uso lo que compra mi madre. Tapa el olor de casi cualquier otro producto y casi siempre huelen un poco a alguna flor o a frutas —respondí a lo del olor floral aunque cualquiera se habría dado cuenta de que había cambiado el tema—. Tengo una mata de pelo que domar si te soy sincero.

    Me mantuve en mi lugar en el suelo, me senté como indio y apoyé el codo en mi muslo, para descansar el rostro en la mano. Parpadeé con cierta pesadez y me limité a seguirlo observando, en una mezcla de vigilancia y lectura lo que me hizo recordar que le había contestado a Morgan que era bueno en eso, como observador quería decir. Ahora por la ceguera de Craig era y no era un fantasma, lo veía, pero él a mí solo me escuchaba.

    —Como el caballero salido de la nada ahora parte de mi deber es distraerte —comencé a decir casi en un murmuro—. Podemos charlar o te puedo monologar, eso depende de lo que prefieras. También puedo callarme, claro.
     
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    Era un poco similar mi actitud a las veces pasadas que había estado en tratamiento. Mi soporte en ese entonces era mi novia, la misma a la que le terminé no mucho después de saber que me mudaría con mi madre. Era el debate constante de "no tengo por qué entorpecer la vida de los demás". En retrospectiva, no me parecía responsable de mi parte nublar la vida que podría desarrollar ella en la universidad, ni atarla a no sé, estar conmigo en este tipo de momentos, deplorables y desalentadores, pese a que aún tenía sentimientos por ella, consideraba que el quererla implicaba impulsará a qué ella hiciera su vida por aparte.

    Siguió la tontería del caballo, solté algo similar a una risa nasal entre todo, dejándome guiar igual para ser mi propio soporte.

    —No pensé toparme con un doctor en las instalaciones de la escuela —murmuré sintiendo la palmada.

    Que hablando de médicos, el aroma a alcohol se hizo presente pese a no existir en realidad, la sensación de soledad, frío y sobredimensión del espacio me causó algo de desagrado. Visitar dicho espacio creado para sanar, tratar o dar malas noticias repleto de profesionales deshumanizados me resultaba... lejano y a su vez tan cercano que me daba asco. Como fuese, la respuesta a lo que había cuestionado me sacó un poco de mis pensamientos, siendo lo que necesitaba en este momento.

    —Suena a que cuidas mucho tu cabello —no me compliqué en hacer la puntualización—, me recuerdas a mi mejor amigo -sonreí, más sincero que antes—. Él tiene el cabello largo, y es de los que se procura revisar lo que se aplica en el cabello, aunque su Shampoo huele como a halls.

    No era un secreto ni mucho menos, aunque... en parte se lo contaba porque no tenía nada que ver con mi círculo social, que no era muy grande de igual manera, aún así no solía ser de hablar sobre mi vida o los que consideraba cercanos a mí, sin embargo en esta situación, con su compañía no sentía impropio proponer un tema de conversación por más banal que fuese. Luego, el chico me terminó ofreciendo una lista de opciones a tomar, giré el cuello en su dirección, abrí los párpados con lentitud, repasando lo que sería su rostro en caso de serme visible, por el contrario no veía más que parchones sin colores. Aún así, fingí observarlo.

    —Prefiero escucharte —no era consciente, pero el tono azul zafiro destilaba brillo, pese a las líneas que parecían grietas en mis córneas.

    Admirado por una belleza que no me sumaba absolutamente nada

    >>Pero también quisiera saber, inclinándome en que los siguientes días volveré a ver. ¿Cómo eres físicamente?
     
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    Zireael

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    Si este chico pensara en voz alta quizás acabara dándole una bofetada en vez de curándole las heridas, porque sus ideas rozaban la necedad y la estupidez. Había privado a una chica por la que todavía sentía algo de su decisión de elegir o no permanecer a su lado, en el proceso, de elegir si acompañarlo en su miseria y… ¿y por qué mierdas eran ellos, los heridos, enfermos o perdidos los que debían elegir por alguien más? Si queríamos quedarnos o irnos a la mierda, eso solo debíamos elegirlo nosotros, debían elegirlo las personas a nuestro lado. ¿No debía estar aquí Paimon en mi lugar? ¿Sasha? ¿Ilana? Los privaba de ello.

    ¿Por qué todos elegíamos sangrar solos?

    ¿Por qué era Suiren en esta torre encajándose vidrios?

    ¿Ko en los baños temblando como una hoja?

    ¿Y yo en la azotea lamiéndome las heridas?

    —Doctor es un poco exagerado, si acaso cuela asistente de enfermería —respondí junto a una risa sin gracia.

    Su respuesta a lo del pelo me hizo sonreír aunque no estuviese mirándome, porque acabó mencionando a su mejor amigo y asumí de plano que era Paimon, con esa melena de cabello oscura y que no era que Craig tuviese un círculo de amigos inmenso. Por demás claro que tenía cara de fijarse en que el shampoo fuese orgánico sin sulfatos y solo Dios sabría qué más, quería decir, en cierta medida parecía igual o más estirado que Sonnen. Como fuese, su sonrisa se me antojó algo más sincera y recordé a Ilana señalando cómo me había cambiado la voz al mencionar a Hubert y Kohaku.

    Me lo estaba contando porque le había mentido, eso lo sabía, así que no iba a decir nada específico que pudiera despedazar mi repentino castillo de naipes, que en verdad era más suyo. A mí me daba igual que supiera quién era, pero a Mister Evitativo aquí sentado se notaba que le importaba demasiado, así que mejor que siguiera viviendo una farsa.

    Aunque igual yo era medio mentiroso patológico.

    —En verdad solo no quiero salir de casa con un nido de pájaros en la cabeza, pero supongo que eso significa que sí tengo algo de parecido a tu amigo.

    Respecto a las opciones que le brindé, dijo que prefería oírme ante lo que hice un sonido afirmativo y fui pensando en qué decir o hacer, mientras tanto me limité a seguir observándolo. Muy a mi pesar tenía estos ojos y esta conciencia de mí mismo y los otros; era consciente de que podía ser que el encanto de un tipo como Craig estuviera sostenido por la misma amabilidad que yo reconocía como un peligro capaz de derribar mis resistencias, más allá de que fuese atractivo o no. El asunto era ahora parecía algo más humano, no me refería a lo de estar puto ciego, decía que quitarse la máscara de amigo de todos quizás no fuese tan terrible.

    Que así dejaba de parecer un muñeco.

    El idiota, en cualquier caso, preguntó cómo era físicamente y tuve que tragarme una risa pues así se me iba a caer la mentira muy rápido. No le contesté de inmediato, solo suspiré y abrí la boca, recordando la música del viernes, con Morgan primero y con Ilana después. Había dicho que prefería escucharme, pero no el cómo y aprovechando que no podía mirarme no me daba tanta vergüenza como podría.

    And he holds her close just to keep the world at bay and when they're sure no-one can hear them, she'll turn to him and say, she'll turn to him and say —canté en voz baja, aprovechando que esa canción no tenía ninguna nota demasiado loca ni nada—. "It's not fair, it's not fair how much I love you. It’s not fair, 'cause you make me laugh when I'm actually really fucking cross at you for something".

    Había encontrado la contradicción y ahora no podía hacer nada con ella, ¿cierto? Así era el mundo y así era como debía quedarse, estaba acostumbrado a esto. A esta suerte de angustia tácita eterna.

    >>"It's not fair, it's not fair how much I love you. It's not fair 'cause you make me ache, you bastard".

    Se me escapó una risa nasal con ese verso y lo dejé allí, solo tarareando algo más de la canción hasta que la nota se suspendió en el aire hasta desvanecerse. Podría no haberle contestado, pero ya daba un poco igual. Solo por eso tomé aire, parpadeé y respondí su pregunta.

    —Creo… que apenas un par de centímetros más bajo que tú y siempre fui flacucho, desde que tengo uso de razón. ¿Te has imaginado alguna vez el escupitajo de un dragón? Pelirrojo, de un tono bastante cálido —expliqué al pensar que el tono de cabello de Mason y Sasha tiraba más hacia el borgoña, el mío era más ensangrentado—. El dragón escupió una llamarada al piso, mientras tanto tú pareces escupido por un muñeco de nieve. Es un poco gracioso, te pareces un poco a una chica de la 3-3. Tiene un gorrión que se llama Copito.

    wey se me olvidó la canción
     
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    Me hizo su respectiva cuota de gracia dentro de todo este desastre, el toparme con otro chico que apreciara su cabello como lo haía Paimon, digamos que por mi parte solía aplicarme productos que consideraba aceptables, pero no me solía fijar en la frangancia de mi Shampoo, era más cuidadoso con la colonia -la cual tenía un aroma similar a la lluvia, rozando el mentol-, o algo tan básico como las prendas. No era de colores extravagantes, ni aromas, ni nada que considerase llamativo, y aún así por mis colores naturales parecía un bombillo en la oscuridad.

    Irónico.

    Las pequeñas pirañas mentales que rondaban el lago cubierto de hielo en mi cerebro terminaron distrayéndose; alcé las cejas ligeramente. Pensé que me contaría algo sin importancia de su fin de semana, o lo que cenó ayer, pero el chico terminó cantando y hasta el momento no había escuchado a nadie más hacerlo, al menos dentro de esta escuela. No dije nada, no me sentí en el momento de hacerlo con respecto a su voz, quizá en otro momento lo mencionaría, si volviese a verlo o si volviese a ver...

    —No, nunca me he imaginado cómo sería el escupir de un dragón —moví la pierna entre una risa nasal, tocando su rodilla sin intención real. Parpadeé luego, un par de veces con la suavidad de constumbre, aunque mis ojos no tuviesen una función. Atendí su explicación después, y depronto la cara de Sasha y Maze se diseñaron en mi imaginación, aunque la cabellera de ellos se fundía entre la oscuridad y simplemente pensé si la tonalidad roja de este muchacho era similar o rayaba en la luz del fuego, como el soplido de un dragón.

    Luego, sin querer recordé lo que había hablado con Maze en la azotea, y volví a preguntarme los sentimientos de él por Sash, y de nuevo, yo no pintaba nada, digamos que aunque me enamorara fuese de Sasha o de cualquier otra persona no contaba con más que la incertidumbre de volverme una carga. Era agotador, el cómo los engranajes simplemente continuaban girando y el tiempo no se detenía para nada y para nadie. Los pequeños peces congelados volvieron a nadar, deteniéndose no mucho después.

    ¿Un muñeco de nieve?

    —¿Verónica?

    No era mi amiga como tal, pero había socializado un poco con ella, así que mi observación no era más que superficial.

    —Se ve como una chica muy noble —por lo que descartaba nuestro parecido, más allá de que fuésemos dos ventiscas de invierno—. ¿Es tu amiga?
     
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    En mi defensa, no era como que yo me fuera al supermercado a mirar las cosas para el cabello, usaba lo que había en casa, pero pues era un poco lo mismo en su resultado. Por demás no creía guardar una sola similitud más con Paimon, tampoco quería hacerlo en realidad, en vista de que su figura se revolvía de maneras extrañas con otras y no quería seguir dando vueltas allí.

    Por otro lado, era casi penoso cómo este chico, que brillaba que daba gusto, parecía desear tanto solo ser invisible o la mierda que fuera. El cabello blanco, los ojos azules, la actitud de amigo de todos, parecía una lista que le impedía solo fingir demencia y limitarse a ser un mocoso. De repente parecía el extremo de una escala, así como con Morgan eligiendo el pasado, y justo por eso recordé que a ella le solté tan pancho que sí me interesaban los reflectores, la atención. ¿Pero no hacía todo bajo las sombras? ¿Cuándo había decidido que mi forma de ser reconocido nunca podría ocurrir a la luz del día? No tenía ni puta idea.

    Igual para juzgar tanto a este cabrón la verdad era que yo no era mejor y eso ya estaba visto, pero también incluso mi elección de no contarle cualquier estupidez y elegir cantar en su lugar hablaba del poco interés que tenía en, no sé, dejarle vislumbrar algo más allá. También fue mi propio límite, al menos temporal, pues no me atrevía a preguntar nada sobre su vista todavía.

    Canté, él me dejó ser y luego de que me describí a mí mismo de forma muy escueta dijo que no, que nunca se había sentado a imaginar lo que escupiría un dragón. La tontería me arrancó una risa sincera, pero supuse que la comparación habría suplido su función, si había pensado en al menos Sasha ya podía separar ambas tonalidades.

    —Bueno, ahora ya lo hiciste —apañé solo por continuar el chiste un poco más, había notado el toque accidental en mi rodilla y no dije nada.

    Al imbécil los pensamientos le seguían patinando de lo lindo, así no lo supiera, pero era fácil de imaginar. Encerrado en esta torre, sin visión, era lo mismo que meterse en una cueva y quedar solo con tu voz, era aquí donde aplicaba lo que había dicho el viernes: el ruido del propio corazón es capaz de enloquecer. ¿Alejaría a todos solo porque temía volverse una carga? ¿Qué creía de las relaciones humanas para empezar, que era todo flores y colores?

    —¿Conoces a Vero? —dije en voz baja, anulando por completo los nervios ante la posibilidad de ver mi mentira desbaratarse tan rápido. Su pregunta me hizo sonreír, cerré los ojos y ahora a mí se me patinaron un poco las ideas, culpa de mi inseguridad—. Somos amigos, creo, la conocí hace muy poco de todas formas. Es muy dulce, amable y enérgica.

    Al volver a abrir los ojos lo miré de nuevo y escarbé entre los temas de conversación para seguir distrayéndolo.

    —¿Te gustan los animales?
     
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    ¿Alejaba a todos porque podía volverme una carga? ¿No tenía acaso el derecho de elegir también si quería o no sentirme compadecido por los demás? Era algo contradictorio, pero en general solíamos serlo, cada quien crecía a su ritmo con sus propias herramientas, y las enfermedades degenerativas o huérfanas lo hacían todo más complejo, así que las señalizaciones por personas desconocidas no me resultaban conflictivas, el mundo en general ya era suficientemente tosco para dar la razón de mi realidad a alguien ajeno a ella.

    Eso le había dicho a Paimon en algún momento.

    Por lo mismo no me metía en la vida de los demás, para que no se metiesen en la mía.


    Aún así, tenía su discrepancia que el moreno y yo mantuviesemos la amistad cuando nuestros ideales marchaban por caminos distintos, pero se cruzaban una y otra vez en situaciones adversas. Con su madre el tipo aumentaba su insensibilidad, yo con la mía aumentaba mi comprensión, él resguardaba la decepción y yo escondía aún bajo la alfombra el rencor de un capítulo no cerrado.

    Asentí con las características que le otorgó a la albina y no dije nada más, no hasta que me preguntó por lo del animal.

    —Sí, particularmente los gatos —era una costumbre, el tener alguna mascota y querer mostrarla, pero con las manos ocupadas me tomaba lo que me quedaba con ligereza, hacía la situación más llevadera—. ¿Puedes sacar el móvil de mi bolsillo? Lo tengo de fondo de pantalla. Se llama Copito, se adoptó solo.

    Agregué como dato cruioso. El pequeño había llegado un día a hacerle compañía a mi hermana, y desde ahí se volvió inseparable a nosotros, le terminamos colocando nombre, llevándolo al veterinario, y ahora era ocasionalmente estrella de la veterinaria cada que le compraba el alimento o algunas golosinas. Aunque también era tremendamente perezoso, y podía dormir casi todo el día encima de uno.

    El dolor de cabeza continuó punzando, pese a ser soportable me fastidiaba, además de que la mano lastimada ya volvía a tenerla dormida. Solté el aire por la nariz, buscando relajarme de nuevo.

    —¿En algún momento has pensado que las cosas serían mejores si el tiempo se detiene?

    Si se pausa y no se avanza pero tampoco se retrocede.
     
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    Puede que también asumiera un sentimiento como la compasión, pero es que esto era demasiado complejo. Estaba el derecho de elegir ser consumido en soledad y el derecho de nuestras personas, de nuestra familia, a negarse a algo tan disparatado como eso. Uno elegía ser el perro que se zafa de la correa para morir lejos de su dueño y el resultado, finalmente, sería que dos criaturas sufrirían en soledad. El moribundo y el que no puede encontrar a su compañero para sostenerlo, incluso si la vida se escapa entre sus manos. Ambas me parecían una forma de tortura, el que muere en el frío de la intemperie y el que llora buscándolo, pero también había una cosa que era cierta.

    Que tal vez, así como Arata le había dicho a Yuzu, vivía en un cuento de hadas.

    Uno de historias enrevesadas, compartidas e imposibles de separar.

    Sin embargo, hacía retroceder a Ilana cada vez que amenazaba con acercarse demasiado y había huido de Yuzu por días, semanas incluso. No poseía derecho alguno para juzgar a nadie, así como puede que nadie lo poseyera para juzgarme a mí. También era yo el que no husmeaba más de la cuenta, el que dudaba sobre si meter las manos en la sangre que provenía de sus amigos más queridos y luego lo hacía de todas maneras. Me negaba a dejar que los míos sangraran en soledad, ¿pero no era eso en sí mismo un acto de egoísmo?

    No añadió nada más a mi comentario sobre Verónica, así que lo dejé correr sin más y le pregunté lo de los animales. Su respuesta me hizo abrir bastante los ojos, porque también era yo el loco de los gatos y no había cómo negarlo, así que agradecí que no pudiera ver semejante reacción infantil, por feo que sonara. Igual cuando me dijo si podía sacarle el móvil del bolsillo no dije nada, las ideas se me atascaron en los murmuros de los mocosos de la escuela y me resbalé en esos escenarios, tan malditamente lejanos. Ni siquiera me detuve a pensar que jamás había sentido esa clase de... reparo en otros momentos.

    —Permiso —repetí antes de enderezarme un poco y usé todas mis neuronas en replicar la técnica que usaba para vaciar bolsillos, todo con tal de no tocarlo más de la cuenta. No debía ni darse cuenta en verdad—. Segundo Copito, haré un club de Copitos.

    La tontería la dije al retroceder para sentarme de nuevo, presioné el botón de bloqueo del teléfono para encender la pantalla. Tenía una foto suya con el gato, que por supuesto era blanco, y sonreí apenas verla. Pensé en la conversación con Anna sobre los gatos, esa que también parecía haber ocurrido hace una eternidad y recordé a Ko jugando con Nyx el otro día.

    —Es muy bonito —solté entonces, la voz se me suavizó bastante y estiré el brazo para dejar su teléfono al borde del escritorio—. A mí también me gustan, tengo dos, aunque no se adoptaron solos. Uno es gris, grandote y gordo, se llama Cinis y la otra es más pequeñita, delgada y de pelo negro, se llama Nyx.

    Dudé un poco, pero estiré la mano para buscar las suyas y lo hice regresarlas a una posición un poco más orgánica. Habíamos hablado ya un rato, en buena teoría no debería sangrar tanto. Apenas hice eso lo solté, claro, y entonces me alcanzó su pregunta, fue como un golpe dado en la nuca y recordé la charla con Morgan, luego con Ilana y finalmente con Yuzu. Una tras otra en el mismo día.

    Hay cosas que solo pasan, ¿por qué deberían ser tan importantes?

    Suspiré, pues tampoco me daba el corazón para mentirle al cegatón, y desvié la vista al suelo. Era una pregunta densa, como casi todas las que recibía últimamente, así que tuve que escarbar en mi mente, en las posibilidades y, por supuesto, en mis anhelos. Era yo el que entendía la importancia del vuelo de las aves, pero también el que esperaba que alguna de ellas solo dejara de surcar el cielo y eligiera permanecer a mi lado. Era yo el que forjaba la jaula y luego pensaba en la injusticia que significaba.

    Por eso estaba atorado en la contradicción.

    —Sí —admití en un susurro—. Varias veces. He pensado que me habría gustado que el tiempo se congelara cuando era todavía pequeño e ignorante, que se congelara antes de perder a alguien o simplemente el tiempo se pausara en un evento, que se me permitiera repetirlo para olvidar lo demás. Detenerlo para impedir, quizás, el inevitable deterioro o la distancia.

    >>Pero creo, y sé que es estúpido arriesgar esa clase de suposición ahora, que el tiempo que yo congelaría ataría a alguien a mí irremediablemente. Si pudiera crear una caja y se me concediera el deseo de no avanzar más, de pausar la vida en un momento donde no pierda nada, encerraría a alguien conmigo en ella y eso... Es un pecado tan grande como romper las alas de un ave y meterla a una jaula, por eso no estaría bien. Intuyo que no es la manera en que tú detendrías el tiempo, ¿cierto, Snowflake? Después de todo... estás en esta torre, sangrando tú solo.
     
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    Escuché su permiso y esperé a que pusiese tomar el móvil, llamándome la atención el hecho de que apenas sentí el roce de sus dedos pese a tenerlo dentro del bolsillo, como sino hubiese hecho un esfuerzo por resbalarlo fuera. No lo mencioné tampoco, tan solo fue algo que se almacenó en mi cabeza al tener los otros sentidos más aleteras. Me sonreí con liviandad luego.

    —Mi hermana eligió ese nombre, yo tenía otro en mente pero a la final se quedó como Copo, alias Copito.

    Mencionó que tenía dos gatos en casa, me los imaginé en lo que describía el color de su pelaje, por lo que creí viable que en algún momento podríamos presentarlos.

    —Un día podrían conocerse; Copito es poco sociable pero le gusta la atención —por eso se había pasado parte de la tarde buscando las caricias de Akaisa—. Cinis y Nyx, ¿te los dió algún familiar?

    De momento, sentí sus manos sobre las mías, no me escandalicé ni nada porque si quisiera molestarme habría podido hacerlo desde que llegó, y hasta el momento el chico había sido bastante empático. Me dejé guiar hasta descansar las manos sobre mis piernas. Aparté la palma sana, reposándola sobre mi rodilla, cerrando y abriendo los dedos que ya estaba medio adormecida también, dejé la otra quieta, me hormigueaba similar a un espasmo muscular.

    Escuché su respuesta entre tanto, pensando. Inició aceptando como cualquier ser humano su esgoísmo, ya después mencionó que sería desgraciado para las personas involucradas en el congelamiento , hizo lo alusión con una ave y finalizó colocándome un apodo sino recordaba mal... el mismo que me decía Welsh. Me otorgó la palabra y me sonreí sin gracia.

    —Posiblemente me agradaría detenerlo antes de mi nacimiento.

    Aunque eso involucrara por lógica toda la gente de esta escuela, me desentendía del mundo en esa instancia, egoista claro estaba. La cabeza podía ser un lugar indubitable, una cárcel que te asfixiaba con una persona de compañía que no podías sentir ni ver, solo escuchar y pensar que era real. Si así fuese el resto de mi vida prefería tomar otras alternativas. ¿No era lo que decía Schopenhauer? No pensábamos en lo que teníamos, sino en lo que nos faltaba. Y evidentemente mi vista estaba en negociación constante.

    >>Parece que seré un pecador a tus ojos, con todas las aves de esta escuela enjauladas si con eso obtuviese mi ausencia en la eternidad.

    Navegando en un mar de paciencia amarga.

    Abordando esta situación como si fuese de vida o muerte.
    Falleciendo varias veces.
     
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    Zireael

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    Sonreí al escuchar que había sido un hermana quien eligió el nombre, porque me seguía haciendo gracia que fuese el mismo del gorrión, y dejé el asunto morir allí. Al mencionarle mis gatos dijo que podrían conocerse, pero me pregunté que tanto seguiría pensando en eso al darse cuenta de que era su compañero de clase. Me daba la sensación de que Craig retrocedería apenas darse cuenta y como no era en verdad nadie cercano, pues me daba un poco igual la posibilidad.

    —A los míos no les gusta salir, se ponen nerviosos al escuchar los autos en la calle. Aunque me gustaría conocer a Copito —dije sin mucho problema—. Mis tíos los adoptaron para mí cuando estaban pequeñitos, eran de camadas diferentes, pero pasaban juntos como hermanos. Siempre me gustaron mucho los gatos, me hacen sentir acompañado incluso si no hacen ruido o solo están durmiendo en mi habitación.

    Era débil a los compañeros silenciosos.

    Lo vi abrir y cerrar los dedos, supuse que tendría la mano adormecida, además de que no me gustaba esto de tenerlo aquí en vez de la enfermería, pero era lo que podía hacer de momento. Le di mi respuesta y al llegar su turno sonrió sin gracia alguna, lo que me contestó finalmente me hizo pensar en Sonnen por alguna razón. Recordé su cara de muerto, su ausencia y me pregunté si no era lo mismo.

    Si detener el tiempo antes del nacimiento no era, de hecho, un anhelo de muerte.

    —Eso depende, puedes anhelar solo que el tiempo se detenga para ti sin arrastrar a nadie más. Pausar tu espacio temporal previo a tu nacimiento... no alteraría la vida de absolutamente nadie más que la tuya, quizás, y la de quien te trajo a este mundo. Nunca te conoceríamos y por rebote no podríamos anhelar algo con lo que no tuvimos contacto. Si congelar el tiempo fuese general, entonces ni modo, todos acabaríamos encerrados y sin poder volar.

    Apoyé las manos en el suelo a ambos lados de mi cuerpo y así pude descansar la espalda. Alcé la vista al techo, al sistema solar allí suspendido y los rayos de luz que provenían de la cúpula.

    —No juzgo a casi ningún pecador, porque yo mismo soy uno —añadí en un susurro—, o porque podría solo convertirme en uno en cualquier momento. No seré yo quien juzgue la naturaleza de tu deseo, Snowflake, pero a falta de poder cumplirlo supongo que por ahora te acompañaré en el tiempo que no se detiene para nadie.
     
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