E de Esmeralda - Días de abecedario

One-shot que participa en la actividad Días de abecedario 2.0

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SI! por fin la E, estaba emocionada por hacer una historia con la palabra Esmeralda. Espero les guste.

Los link de el resto de historias están en mi Blog.

• 24 de Febrero letra E

“E de Esmeralda”​

Silencio, esto era realmente extraño, para ser un barco tan grande y con tal cargamento sin nada de seguridad. Algo malo pasaría, lo sentía a flor de piel.

Suspire con cuidado, miré a todos lados antes de salir de mi escondite, era sencillo; debía ir a la bodega y sacar una sola cosa, salir del barco y entregarla a un coleccionista idiota que me pagara mucho por ella. Enderecé mi cuerpo con cautela y corrí.

La bodega estaba bajando unas escaleras de madera, atreves del pasillo donde guardan el vino y la pólvora –combinación peligrosa si me lo preguntan- al final una puerta de madera con candado, la cerradura con menos imaginación para un tesoro robado.

Lo desatornillé con cuidado de no hacer mucho ruido, la puerta estaba abierta y el tesoro me esperaba en medio, como si todo dentro estuviera preparado para ser robado nuevamente por mí. Me adentre hasta tocar con las palmas de mis manos los lados de fierro oscuro que unían la madera del cofre, -como si fuera de esos de piratas- no había cerradura así que lo abrí.

—Que descuidados idiotas—Susurré entre dientes. No tenía que hacer ruido.

Dentro el oro brillaba, junto a los miles de rubíes y zafiros, pero lo que yo necesitaba no eran esas joyas, escarbé dentro del cofre hasta encontrar una caja del tamaño de mi mano. Dentro se encontraba aquella preciada joya, de un tono verde maravilloso y brillante, encantador y mágico como también frio, cruel y desesperante como todas las vidas sacrificadas que trataron de obtenerlo.

Lo metí en mi bolsillo y me di la vuelta, solo salir y vender esta maldita joya, ¡sería jodidamente rico después de esto! Hawái, voy por ti.

El claro sonido de un arma se escuchó detrás de mí, ¿había alguien detrás del cofre? ¿Cuándo fue que…?

—Un momento, cariño. Esa voz… ese odio en sus palabras…

Delante de mí un grupo de hombres apareció detrás de los barriles, se reían de mí y en sus ojos pude ver las huellas de asesinatos, tan claras y horribles.

— ¿Se te perdió algo en mi barco? — Mierda, mierda. Ella no por el amor a lo que sea, no esta maldita desquiciada.

Levanté las manos con cuidado y algo puntiagudo me empujó hacia adelante, me sostuve a centímetros del suelo buscando la manera de salir de aquí. Estaba rodeado por un montón de gorilas y una asesina, estupendo.

—Tú me robaste algo—Contesté para hacer tiempo.

—Aww—Eso me dio un escalofrió por todo el cuerpo, pero la patada entre mis costillas con la punta de su zapato hiso que me volteara boca arriba.

Llevé una de mis manos hacia mi costado quejándome, como pateaba fuerte la perra esta. Ella sonrió ante mi dolor.

—Cariño, dulzura, corazón, a mí nadie me roba ya te lo eh dicho—Puso su pie sobre mi estómago enterrando la punta del tacón fino y afilado. Apuntó su arma hacia mí aun sonriendo.

—Lo siento ¿Dijiste algo? —Reí a duras penas.

Podía morir a golpes por esos hombres, por un balazo de aquella pistola o por ese tacón afilado enterrado en múltiples partes de mi cuerpo. Y a mí se me ocurría burlarme de ella.

Ella acercó su rostro a mi enterrando aún más su zapato en mi estómago, la pistola se hiso a un lado sonó unos minutos, sonrió con picardía.

—Fue un gusto verte—Sus ojos, sus malditos ojos de un tono verde maravilloso, brillante, encantador, mágico, frío, cruel y desesperante como esa maldita joya que tenía en mi bolsillo.

Afirmó el cañón del arma en mi cien con sumo cuidado de apuntar bien, casi acariciaba mi rostro con el frío metal, su sonrisa se mantenía igual que siempre, mostrando la fila de dientes blancos que con la luz de las lámparas brillaban.

— ¿Valió la pena esa Esmeralda? —susurró con burla contenida, incluso en estos momentos ella seguía pareciendo una joya.

El disparo en mi cien retumbó en todo el cuarto, la pólvora se esparció en la mitad de mi cara y gran parte de sus manos. Sentí como la bala traspasaba mi cráneo aplastando mis sentidos, mis recuerdos y mis sueños compactándolos en desperdicios que al final serían quemados por la explosión.