One-shot de Pokémon - No.

No
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No. Su boca finalmente había dicho esa palabra, la palabra que se había guardado hace años en el baúl de los recuerdos, la había encerrado con llave y se había alejado, dejando todo atrás, pensando firmemente que hacía el bien cuando, realmente, solo se hacía el mal a sí mismo. Años atrás, su mente había caído en la más profunda desesperación, se sentía perdido entre el mar de los años y de las derrotas consecutivas; y era irónico, nunca mostraba nada a nadie, su sonrisa era el mayor tesoro que podía ofrecer y durante años fue la verdad que lo había encaminado a recorrer caminos inexplorados y tomar barcos y aviones en busca de un sueño que se desvanecía como pan viejo. Llevaba toda su vida riendo entre su humo y su cabello igual de café que cuando empezó, fingiendo que todo estaba bien, poniéndose bolsitas viejas de té en las ojeras y peinándose tres horas antes de ir a cualquier sitio, bañándose en la madrugaba para despejar las mejillas tensas en su cara, que no le permitirán sonreír, tomando diez tazas de café en la oscuridad de la noche, entre las sombras que habían en cada esquina, en cada trozo de oscuridad que se avecinaba.

Quizá si se podía arrepentir, todos lo habían hecho alguna vez en su vida, se habían visto a sí mismos entre viejos recuerdos de papel y agua y habían llorado amargas lágrimas con sabor a limón. Se habían dejado de preocupar por el mundo que los rodeaba, en sus cabezas seguían siendo niños peleando entre ellos y con sueños tan vividos como la última vez que le había quitado la sabana a Delia para acobijarse él, hace años ya, cuando aún dormía al lado de ella por su corta edad y tomaba tetero de la mano de ella. Y a pesar de eso, seguía queriendo pensar que sus sueños seguían frescos sobre el lienzo de la vida; si algo se podía llevar de nuevo a la cabeza, como sus recuerdos más y mejor conservados, eran las sonrisas sinceras que podía sacar en el resto de personas. Quizá no era él el que estaba feliz y disfrutando de los verdes paisajes que lo rodeaban, peor podía hacer que otras personas si lo hicieran, estuvieran feliz hasta el cansancio de su propia existencia. Esa no era la mejor manera de ver las cosas, pero no podía verlas de otra manera, recordaba cada detalle de las uñas de cada una de sus acompañantes, recordaba su cabello y el fuerte olor que emanaba de ellas, de sus manos y de sus torsos. Recordaba mejor que nadie las cenizas de un falso deseo que iba creciendo con los años, con las ganas de sentir un peso en las rodillas y los dedos temblorosos al ver a una dama desnuda. Lo más cerca que estuvo de eso fue cuando le temblaron los dedos de tanto estar metido en una piscina. Todo el mundo le decía que saliera de una vez de ahí, pero hacía caso omiso y se mantenía en la helada agua de sus pensamientos, pensando en cada región y en cada pokémon que había pasado por su pupila y por sus manos.

Y es entonces, cuando en una noche con la luna más cerca que en cualquier otra, el dolor en las costillas se hizo más fuerte que nunca. Mientras las sabanas lo envolvían los pulmones empezaban a crecerle lentamente al recordar cada aventura y cada ser vivo que había pasado por sus manos, que había tenido que estar dentro de sus esferas bicolor. El dolor le duraba días enteros, días en los que se asomaba por la ventana y miraba el pavimento y pensaba en sí mismo, se entraba en su propio mundo con el dolor de las costillas que lentamente lo dejo frío en las noches, sin poder dormir y con ojeras que nunca supo curar, hasta que aprendió a ponerse bolsas de té en los ojos. Un día, cansado del dolor y con los pies llenos de cayos, libero a todos los pokémon que alguna vez tocaron sus manos; hizo de todo para que se fueran y luego, perdido en el sudor de la madrugada, aplasto todas las pokeball que tenía. Ese día el dolor se fue. Pero los años vividos le seguían pesando encima, y una parte de él, que aún tenía fuertes dolores estomacales, le advirtió que tenían que irse, arreglarse y volver a partir, pero él fue directo, no titubeó a pesar de que tenía el estómago revuelta, se negó rotundamente, abriendo finalmente el baúl de los recuerdos.

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