Sonata de una despedida de invierno

Mi nombre no importa, solo soy alguien que por tomar una pluma y un papel ya se siente un escritor reconocido; provengo de un pequeño pueblo muy lejos de aquí, del cual partir un día en busca de un sueño. Desde muy joven me di cuenta de que no era igual a los demás chicos, mi vida no estaba en el campo rodeado de servirles animales; Yo deseaba otra cosa, o al menos eso sentía que pedía mi corazón.

A mi padre no le hizo nada de gracia que le confesará que mi pasión era la música, de que estas manos estaba hechas para algo más que ordeñar cabras y labrar la tierra. Por eso un día tomé la decisión de irme muy lejos, sin avisarle a nadie. Como ves, estoy solo; nadie conoce mi paradera y por eso mi nombre no es importante. Estuve vagando por mucho tiempo, conocí lo que fue pasar hambre y frío; dormir a la intemperie y usar mis manos para ganarme unas cuantas monedas, que ironía.

Recorrí muchos pueblos y ciudades sin un rumbo fijo; pasaron meses hasta que llegué a esta ciudad, donde quizás podría hacer realidad mi sueño: hacer música. De seguro se preguntarán, como un hijo de campesinos, con una educación básica puede llegar a ser un músico medianamente reconocido; dirían los filósofos, con la fuerza del corazón. Para no hacer la historia tan larga, logré ingresar a una academia de artes y fui acogido por uno de los profesores que me brindó las comodidades necesarias para hacer más llevadero mi aprendizaje.

Al principio no fue fácil; nadie dijo que lo iba a ser, al no saber porque instrumento decidirme opté por aprenderlos todos, una gran proeza o una estupidez de mi parte. Pasé muchas noches aprendiendo a leer partituras; me iba fatal al interpretar a Mozart, pero cuando no habían partituras que leer y simplemente me dejaba llevar lo hacía perfecto, un ‘don’ decían los profesores. A mi segundo año en la academia y después de dedicarle diariamente quince horas a las clases de música me decidí por aprender únicamente el piano.

Mi progreso sirvió para recibir una beca completa por parte de la academia, lo que me permitió dejar la morada de mi benefactor y mudarme a una modesta habitación en los dormitorios de la academia. Luego conseguí un trabajo nocturno en un pequeño restaurante en el centro de la ciudad donde animaba a los comensales con las delicadas notas del piano mientras degustaban sus platos ‘gourmet’.

Hasta que llegó el día en que me di cuenta de que algo le faltaba a mi vida. El golpe del destino lo recibí una mañana de otoño cuando camino a una de mis clases conseguí un buen grupo de alumnos agolpados en la puerta de una de las salas de práctica. La curiosidad pudo más y me asome para descubrir la causa del alboroto. Y allí estaba, una chica recién llegada a la academia; una chica prodigio. Se encontraba dando una presentación ante el consejo de profesores para ver si era digna de estar en la academia.

Si alguno llegó a dudarlo de verdad que era un completo idiota. Allí se encontraba ella, tocando el violín, sus dedos parecían acariciar el instrumento; al escucharla sentí que el alma se me desgarraba y se volviera a unir; era una sensación difícil de describir. ¿Es bella? Preguntarás; sí que lo es. Sus ojos son como una noche sin luna y sus pecas como las estrellas que adornan el firmamento en las noches de verano y sus labios, sus labios son rosa como las flores de cerezo.

Y pasó lo que no tenía que pasar, me enamoré de ella en ese instante. Mi corazón comenzó a latir al compás de su melodía. La amaba pero no debía ¿Qué podría ofrecerle a quien ya todo lo tenía? Solo tenía los bolsillos llenos de sueños y fantasías. No tuve nunca el valor de acercarme a ella, tampoco me lo hubiesen permitido. Ella una princesa, Yo un simple plebeyo; le amé en la lejanía, como quien espera las lluvias de otoño en verano. Podía sentarme horas, y tal vez días; a escucharla tocar el violín, interpretando las más complejas melodías.

Para alguien rodeada de mucha luz solo fui una sombra, un desconocido que haría por ella lo que sea; hasta bajarle la luna. Pero eso ella no lo sabía, tampoco se lo imaginaba. Me dediqué al piano y en cada nota estaba ella; sus ojos y su piel en las teclas negras y blancas de mi fiel compañero.

Estimado amigo, al final de esta carta encontrarás una partitura; mi ‘Opera Prima’. La primera y última; mi historia de amor, mejor dicho, mi tragedia de amor convertida en música. Aunque mi historia de amor con ella no pudo ser mi sentir perdurará a través de tiempo por medio de las notas.

¿Por qué te digo estas cosas? ¿Por qué estás leyendo estas líneas? Es sencillo, he decidido huir de nuevo. Reconozco que soy un cobarde que escapa del amor sin saber siquiera si será correspondido. Ella es el oasis en el desierto de mis emociones; una ilusión que me atormenta, que no puede saciar la sed de mi corazón. Soy tan idiota que aun sabiendo que no sabe que existo le dejé un presente de despedida, un colgante con una flor de lis.

Ya en invierno llegó al norte trayendo consigo las primeras nevadas, y aquí me encuentro en mitad de la nada con la esperanza de que mi sonata llegué a los oídos de ella y que la música pueda decirle lo que en palabras nunca me atreví.

La primavera está tan lejos y a la vez tan cerca, como ella. Hace frío, la nieve cae copiosamente; todo se ha vuelto blanco; me recuerda tanto a su piel. Tengo sueño, los párpados me pesan; siento el cuerpo entumecido, ya no puedo seguir escribiendo. Creo que dormiré mientras la nieve sigue cayendo, me pregunto si llegaré a despertar.

#NeverMore || by@τhε_яavεn​