Colección de Inuyasha - Cachorra

Todo quedó quieto cuando ella se desvaneció, pálida y sin vida. Y quiso, sin lugar a dudas, acompañarla siempre. Abrió los ojos con sorpresa cuando ese olor frutal llegó a él, no podía irse. No podía dejar a su pequeña cachorra. Triste fue a abrazarla, jurándole que nunca la abandonaría.​

Doce

―¡Ven aquí, Midori! ―bramó el hombre con la paciencia escapándosele por los poros.

Entendía que la niña quería, ansiaba aquella muñeca. Pero él por sí sólo no podía costearla, en varias ocasiones pensó que el Kongosouja le ayudaría, pero hubo un momento en que prometió no usar su espada al menos que fuera para defenderla a ella.

«La televisión no siempre es divertida Inuyasha, no dejes que ella la vea de tan niña», le comentó una vez Kagome.

Ahora entendía que era malo para su bolsillo.

―Sango te puede hacer una muñeca, Midori ―masculló el hombre mientras cruzaba los brazos.

Contenido oculto: Vengan a mí *-*

@Kyouko Kiryuu @Misuzu @Pierce. @Miku Flamin @Alessandra @Tomoee

 

Todo quedó quieto cuando ella se desvaneció, pálida y sin vida. Y quiso, sin lugar a dudas, acompañarla siempre. Abrió los ojos con sorpresa cuando ese olor frutal llegó a él, no podía irse. No podía dejar a su pequeña cachorra. Triste fue a abrazarla, jurándole que nunca la abandonaría.
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Trece

Estando en una presentación escolar, dos semanas después, su hija no quería hablarle.

Y él tampoco.

En ésos seis años Inuyasha había madurado inmensamente, y no era para menos: el perder a su mujer lo había destrozado. Era, al parecer, una maldición: perder a todas las mujeres que ames. Y tenía una hija, y por lo primero temía a cada segundo por ella.

Si bien era ya un hombre, con rasgos más maduros en su rostro por la situación, habían cosas que nada cambiaría, como lo era su orgullo.

―Sólo sorpréndela ―aconsejó Houjo. Alzó una ceja, pensando qué podría servir.

 

Todo quedó quieto cuando ella se desvaneció, pálida y sin vida. Y quiso, sin lugar a dudas, acompañarla siempre. Abrió los ojos con sorpresa cuando ese olor frutal llegó a él, no podía irse. No podía dejar a su pequeña cachorra. Triste fue a abrazarla, jurándole que nunca la abandonaría.
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Catorce

No había sorpresa más grata para una hanyô que ir al lugar al que más pertenecía.

Realizó un viaje padre e hija, sólo ellos dos. Pudo sacar a la niña el viernes temprano, y ahora la tenía para él durante todo el fin de semana.

Suspiró con un alivio único cuando ella aceptó con mucho gusto aquella vestimenta morada que él le dio para que usara en ésos viajes. También sonrió grandemente cuando la chiquilla aceleró el paso, volando entre árboles, en un claro reto.

Después de todo, ése era su hogar, su naturaleza. No podía negarla, ni aunque quisiera.

 

Quince
Las primeras paradas fueron en puntos claves, sin querer ocultarle el pasado a su hija.

La llevó al templo donde pasó la primera Luna Nueva con su madre, también en dónde fue revivida Kikyô, donde Jinenji, y aunque no quería debía de pasar por cierto lugar apestoso.

―Pulgoso. ―Fue el cordial saludo del lobo.

―Sarnoso ―devolvió Inuyasha con una sonrisa de medio lado.

Ésa noche la pasaron allí. Midori disfrutó como nunca el poder explotar su lado demoníaco, con un goce que Inuyasha no había visto nunca en sus llameantes ojos almendrados.

Sonrió, quería que Kagome presenciara nítidamente ese brillo.

 

Contenido oculto: Pequeña aclaración

Por esta razón no describo más ni mucho menos. Fue un reto que me hice para poder decir todo más puntualmente. ​

Dieciséis
A veces, por las noches, cuando ni su hija lo miraba volvía al pasado, trepaba a las ramas del Goshimboku y hablaba con Kagome, siempre recibiendo alguna clase de respuesta, si era positiva una brisa leve acariciaba sus mejillas, pero al ser negativa lo sacudía al borde de caer.

Esta vez en la brisa había un olor frutal mezclado con tristeza.

―¡Midori! ―emprendió marcha a penas supo que ella le necesitaba.

Entre un fuerte y delicado abrazo acunó a su hija en sus brazos, que no dejaba de temblar, encendida en fiebre.

Una tristeza inmensa lo invadió, ¿qué haría ahora?

 

Todo quedó quieto cuando ella se desvaneció, pálida y sin vida. Y quiso, sin lugar a dudas, acompañarla siempre. Abrió los ojos con sorpresa cuando ese olor frutal llegó a él, no podía irse. No podía dejar a su pequeña cachorra. Triste fue a abrazarla, jurándole que nunca la abandonaría.
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Diecisiete

Durante dos días todos en la aldea ayudaban como podían, ni las hierbas de Jinenji hicieron efecto en la chiquilla, que no paraba de temblar.

―Deberías llevarla a un curandero allá, Inuyasha ―aconsejó Miroku.

―¡No puedo, monje! ―vociferó. De verdad no podía, harían exámenes muy minuciosos y notarían cosas que no eran normales.

Quizás pudieran salvar a su hija, pero ¿quién podría salvarla a ella luego de que supieran qué eran? Aseguraba que mataría a todo que la lastimara, pero suponía que luego no podría estar cerca para ayudarla.

―Pueden esperar unos días ―sugirió Myoga.

Acordaron hacerlo, cruzando los dedos. ​

 

Todo quedó quieto cuando ella se desvaneció, pálida y sin vida. Y quiso, sin lugar a dudas, acompañarla siempre. Abrió los ojos con sorpresa cuando ese olor frutal llegó a él, no podía irse. No podía dejar a su pequeña cachorra. Triste fue a abrazarla, jurándole que nunca la abandonaría.
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Dieciocho

Con la llegada de los primeros días del mes Midori tomó su forma humana, y más rápido que un rayo estaba ingresando en una clínica, donde podrían ser más discretos y la cuenta, bueno, Inuyasha vería qué hacer con esta.

Estaba haciendo un hoyo esperando el resultado de los exámenes cuando llegó una enfermera.

―Debemos tomar muestras de sangre, para saber si es genético, ¿y la madre? ―Su mundo se descompuso por tantas razones que no supo qué responder, fue arrastrado a un pequeño cubículo, ¿qué verían en su sangre? A lo mejor algo que no esperaban ni un poco.

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Todo quedó quieto cuando ella se desvaneció, pálida y sin vida. Y quiso, sin lugar a dudas, acompañarla siempre. Abrió los ojos con sorpresa cuando ese olor frutal llegó a él, no podía irse. No podía dejar a su pequeña cachorra. Triste fue a abrazarla, jurándole que nunca la abandonaría.
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Diecinueve

Sacaban a Midori en una silla de ruedas, cuando ella en realidad quería era brincar todo el camino de regreso, Inuyasha no le dejó, reprimiéndola.

¡Casi moría! Y de nuevo le venía la idea de tener una maldición en perder a todas las mujeres que amaba, pero esta vez sólo la había desviado por poco, quizás Kagome tuvo algo que ver.

―Si te vuelve a molestar algo, me dices enseguida ―pidió arrodillado a su altura. Ella asintió y él besó su frente.

Estúpido bicharraco que le había picado, seguro fue en la cuevucha ésa. Gruñó molesto, y luego se alivió.