Con el sonido de la campana, acomodé mis cosas y me dispuse a cumplir con mi palabra. Hoy por la mañana había conseguido acabar mis entregas de regalos planificadas, lo cual me dejaba satisfecha y, finalmente, libre de responsabilidades. Aún quedaba pendiente el asunto de los... negocios con Rowan y compañía, pero en mi mente tuvo más sentido escindir las misiones y postergarlo a la semana entrante. Además, un fin de semana de análisis extra no me vendría mal. No quería confundir una racha de buena suerte con ninguna noción de estabilidad. Me desvié a la 3-2 y navegué los pupitres y el flujo de estudiantes inverso hasta alcanzar el sitio de Suiren, que ya me sabía de memoria. Aproveché la silla libre justo enfrente para sentarme de costado, cruzar las piernas y clavar los codos en su mesa. Apoyé el rostro en mis nudillos y le sonreí, acentuando la inocencia del gesto. Era una tontería, pero esto también me satisfacía y me hacía un poco de gracia. En el worst case scenario me habría ignorado y podríamos haberle puesto otro clavo al ataúd, por suerte no había sido el caso. —Y aquí estaba pensando que no volverías a decirme de hacer algo —bromeé, y luego mi sonrisa se suavizó—. Hola, cielo. Long time no see. Contenido oculto Insane
Desconocía totalmente el estado mental de Cayden, el que su cabeza parecía ir a mil por hora pese a que estábamos hablando de las galletas y los dulces en general. Su movimiento no me llamó la atención, lo tomé más como por encontrar que hacer mientras estaba de pie, y tampoco es como si hubiese hecho algo al respecto si lo llegase a saber. No sabía que era la ansiedad, creía no haberla vivido o sentido en términos de salud mental, posiblemente porque gran parte de mi vida me la había pasado apagado, sin fuego alguno que me movilizara más allá de la rutina que debía cumplir, en donde todo se sentía frío e inaccesible. Mencionó que eran de la cafetería y su honestidad me hizo sonreír. Apoyé el mentón en el puño cerrado, mirándolo desde abajo en lo que asentía referente a lo de la opinión y toda la tontería que yo había mencionado. Cuando se retiró y dieron inicio las clases retomé lo automático. Anoté lo que creía y necesitaba, realicé también un mapa mental sobre los que estaba en el tablero y ya luego con el timbre bostecé; fue cuando cerré la libreta que el cabello carmín se abrió paso, con su energía usual, arrastró un asiento a mi mesa y miré por la ventana. Hacía algo de sol, no lo suficiente pero si lo necesario para yo no estar en un lugar abierto, regresé mi atención a ella cuando apoyó los codos y me pregunté sino le sería aburrido encerrarse conmigo en lugar de disfrutar los espacio de la escuela. Estaba por decir algo pero se adelantó, por lo que dejé a un lado lo que estaba pensando. —Bienvenida a mi humilde clase, Sash —apoyé el codo izquierdo en la superficie y reposé la cien en los nudillos—, No mucho, ayer te vi, pero estabas ocupada —mencioné sin segundas intenciones, más como la exposición del hecho—, ¿qué tal tu semana? ¿Muchos chocolates? No había tenido el espacio para hablar con Suiren, sin embargo cuando sonó el timbre noté que estaba por rebuscar en su mochila, pero cuando giré la vista en el marco de la puerta Pierce se abrió paso entre los estudiantes. Ya me había hablado de ella en ocasiones, por lo que supuse y hoy almorzaría con ella, lo cual me era aún más sencillo el entregarle los chocolates a Rockefeller, en sí porque no quería que el albino me viese entregando algo correspondiente a un evento del cual mencioné y era una perdida de tiempo -critiqué en sí apenas leí el panfleto-. Busqué entonces entre mis cosas lo que me había empacado mi padre y ya luego, con cierta duda sujeté la bolsa negra que traía la caja dentro. Hace no sé cuántos días no hablaba con ella, y notaba su cercanía con otras personas, por lo que un poco tenía la duda si ya estaría ocupada hoy y tendría que esperar al finalizar el día para dárselos, o mejor no darle nada y regresarme a casa con ellos... y aquello sería tonto de mi parte. Me levanté por fin y caminé hasta su puesto, esperando su atención para hablarle: —¿Tienes tiempo? —tanteé primero, con la expresión de costumbre—, para que almorcemos juntos. Contenido oculto Zireael
Su bienvenida ensanchó mi sonrisa, aunque luego abrí los ojos más grandes al oír que me había visto ayer. ¿Ocupada? Suponía que por eso había preferido dejarme el obsequio en los casilleros. Me carcajeé ligeramente, irguiendo el cuello y corriéndome el cabello tras la espalda para descansar los antebrazos en su mesa. —Bueno, también nos vimos a principios de la semana, pero me refería a... hablar, así, ya sabes. —Hice un gesto que nos señalaba a ambos y aproveché la mano para sacudirla en un gesto de "más o menos" a su siguiente pregunta—. Podría haberme empachado más, pero no me quejo. Era coña, por supuesto, y por eso me reí al instante. Había recibido los chocolates que quería recibir, tan simple como eso, y me hacía feliz. Una sonrisa algo pícara permaneció en mis labios e incliné el torso hacia él, con la evidente intención de molestarlo. —What about you, mister handsome~? ¡Oh! —Me erguí de golpe y sonreí amplio—. Cierto, ¿probaste los míos? ¿Estaban ricos?
Las horas de clase un poco se me habían pasado en cámara lenta, me las eché repasando canciones mentalmente y distrayéndome con la ventana más cercana, intentando tomar apuntes. Para cuando la campana sonó saqué el teléfono de bolsillo, le envié unos mensajes a Kyoko para ver si podía pasar al apartamento al salir de clase para hablar varias cosas, entre ellas el asunto de papá y... lo que sea que hubiese sido lo de temprano en la piscina, antes de la aparición de Bea. Me sentía perdida en general y quizás hablarlo con ellas sirviera de algo. Al guardar el móvil alcé la vista para buscar a Kakeru, pues quería hacerle la entrevista de los cupcakes y tal para confirmar la sospecha y darle las gracias, pero se había desvanecido y sin darme cuenta hice un mohín. Estaba por escribirle, ya hasta había abierto su chat cuando una silueta se manifestó en mi lugar y alcé la vista, dando con Pai de inmediato. Tenía la misma cara de siempre, pero me tomó por sorpresa que estuviera invitándome a almorzar y el teléfono se me resbaló de las manos, golpeando el pupitre por la pequeña distancia que lo separaba. La suerte de desliz hizo que reaccionara con velocidad, tomé el aparato, lo guardé y en el proceso le dediqué una sonrisa, asintiendo con la cabeza. Me llamó la atención que no estuviera con Suiren, pero entonces noté que se encontraba con Sasha y no le di más importancia. De todas formas, me levanté de la silla y luego de unos segundos de contemplación, preferí echarme la guitarra al hombro en vez de dejarla en el salón, pues era prestada a fin de cuentas. De paso también saqué mi almuerzo del maletín. —Podemos almorzar en otro sitio, quiero salir de la clase —dije luego de un suspiro algo exagerado—. ¿Cómo estás, Pai? Al preguntarlo, solo por la tontería, estiré la mano para pescar parte de su camisa y le di un tirón suave. No fue la gran cosa, de hecho lo solté de inmediato y le dediqué una sonrisa de ojos cerrados.
Suavicé mi expresión cuando mencionó que le hubiese gustado empacharse más, en sí porque intuía el que había recibido los suficientes para alcanzar dicho estado si le apetecía comerse todo en un solo día, lo cual sería peligroso para el estómago. Se carcajeó en lo que me sonreí, me dispuse a colocar la bolsa sobre la mesa, la que le había dejado el día anterior en su casillero y ella me había regresado. —Unos cuantos, supongo —en sí había recibido varios chocolates de chicas con las que no compartía, pero me parecía descortés no recibirlos, por lo que les agradecí por su esfuerzo y los terminé acumulando en casa—, los tuyos si los comí esa misma noche, me empecé justo a ver una serie y luego de la cena fue mi postre —fingí pensar la respuesta por molestarla más que nada y terminé echando la espalda totalmente en el respaldar, guardándome las manos en los bolsillos con a vista en el techo —bromeo, estuvieron ricos Sash, gracias. Me enderecé de regreso, sacando la caja de fresas de la bolsa por fin, mirando el empaque tras los lentes negros, dirigiendo luego mi mirada a sus orbes en lo que hablaba: >>Aquí mi detalle de esta semana, por tu amistad, y también por darte las gracias.
Al oír que Suiren había recibido "unos cuantos" chocolates mi sonrisa se suavizó y afirmé varias veces, como diciendo "me lo imaginaba". Me sentí contenta al saber que había comido los míos y estaba por preguntarle algo cuando su evidente pausa interrumpió mis intenciones. Lo miré, incapaz de leer demasiado en su semblante por culpa de las gafas, y acabé sosteniéndole la atención hasta que finalmente soltó su veredicto. Conque jugando conmigo, ¿eh? ¡Vaya rufián! —¿Qué serie era? —verbalicé por fin luego de permitirme morderme el labio y menear la cabeza, con una sonrisa incipiente que denotaba mi nula molestia al respecto. Me presentó lo que ya ayer había dejado en mi casillero, y la idea de que se hubiera adecuado tanto a mi tontería me ensanchó la sonrisa. Fingí sorpresa y recibí el obsequio entre ambas manos, ignorando de momento la extrañeza que parte de su dedicatoria acababa de generarme. ¿Acaso se referiría a...? —Oh God, you didn't have to... —murmuré, por la gracia, y me reí en voz baja mientras repasaba la tapa con los dedos. Había tenido que contenerme de probar al menos una, pues eso habría arruinado por completo mi estrategia, pero lo cierto era que les tenía ganas desde ayer. ¿Fresas bañadas en chocolate? Sonaba estúpidamente bien. —¿Gracias de qué? —busqué saber tras un breve debate mental, subiendo la vista a sus ojos; o, más bien, a sus gafas oscuras.
—Vikingos, empezó hace años pero la descubrí recién. Era interesante de por sí, un poco más de sangre de la que quisiese pero se justificaba con las batallas que solían tener. Los personajes en sí eran... bastante definidos, y el cómo se enfrentaban a la incertidumbre me resultaba -al menos con el protagonista- envidiable, la capacidad de confrontación a la desconocido. Como fuese, dejé mi opinión de lo visto en mi cabeza y pregunté por curiosidad: —¿La has visto? Ya luego recibió el detalle, noté su delicadeza al detallar la caja. No sabía en si que tan de su agrado eran las frutas bañadas en chocolate, pero bueno, por la gracia esperaba y gustasen. Cuando me preguntó lo siguiente sonreí con suavidad. >>Por siempre estar, Sash. Era una decisión, el estar o no, y desde que la conocía ella siempre decidía estar, plasmándome una imagen de ella bastante clara: era una buena amiga, y me sentía afortunado de tenerla cerca.
—Not really —reconocí junto a una risa liviana, meneando la cabeza—. No sirvo para conversar de series y películas, la verdad, rara vez tengo tiempo o paciencia para sentarme a verlas... y si lo hago me duermo. Era uno de los motivos que me mantenían fuera de las conversaciones que oía entre personas de mi edad. Música, celebridades, series... El escaso tiempo que administraba y mi nulo interés en torno a esas cuestiones me convertían en una anciana a ojos del promedio y acababa apartándome por decantación natural. No me mortificaba demasiado, aunque sí me avergonzaba un poco admitirlo. En el fondo, quizá, me habría gustado aprender a fusionarme mejor con la gente de mi edad. Me agradecía por estar, y yo no sabía muy bien de qué forma me había hecho presente para él las últimas semanas. Había sentido cierta reticencia de su parte, una suerte de barrera que no me atreví a sortear, y acabé priorizando la sensación que me transmitía por encima de mis propios deseos. Aún no estaba segura de haber hecho lo correcto, pero... más allá de eso, parecía que estábamos bien, ¿verdad? Mi uña se había entretenido rascando la tapa de la caja suavemente, mientras pensaba y descartaba lo inútil. Acabé por sonreír, soltando el aire por la nariz, y me despegué de la silla para inclinarme hacia él. Acuné una de sus mejillas con la mano, presioné mis labios en la otra, y le conferí unos mimos pequeñitos con el pulgar. —Gracias, cielo —murmuré, regresando a mi silla, y renové los ánimos—. La verdad, tienen una pinta tremenda estas fresas, lo llevo pensando desde ayer. Me costó horrores no pegarle un mordisco a ninguna ¡pero mi misión era más importante! Mi misión siendo molestarte un poco, hope you didn't mind. Le sonreí con una especie de inocencia que no admitía réplicas y recargué el rostro en mi mano, repiqueteando las uñas contra la mesa. —¿Quieres que nos quedemos a almorzar aquí? ¿O vamos a algún otro sitio? Cualquier opción me viene bien.
No lo demostré pero si me sorprendió. Era atípico que personas de nuestra edad no tuviesen cercanía con ese tipo de cosas, sin embargo también imaginé que podía volcar el interés en otras, a menos que realmente no le quedase mucho tiempo por otro tipo de razones. Fue entonces que caí en cuenta... a diferencia de lo que ella sabía de mí, o de por quién se componía mi familia -en este caso mi madre y hermana-, yo no había preguntado mucho por ella. Desconocía que sabía de mi padre, o siquiera de mi historia clínica. Era algo contradictorio, y podía quizá ella pensar lo mismo. El acceso que había permitido se dio por falta de recursos humanos, sin embargo seguía permaneciendo inmóvil en algún lugar, lo suficiente para no dejar entrar a nadie más allá de ciertos parámetros, esa desconexión fabricada desde que tenía uso de razón, casi innata me hacía preguntar si siquiera valía el tiempo que la gente invertía hablando con alguien que se le dificultaba crear vínculos reales. Pestañeé con liviandad ante sus palabras, sonriéndome para darle a entender que no pasaba nada. Cuando preguntó si nos quedábamos aquí o si íbamos a otro lado giré el rostro hacia la ventana. Un buen día para estar afuera, pero no tanto para mí; era cansiona la situación aunque no me inmuté y medité un poco sobre las opciones. —¿El rellano de la azotea es una opción muy aburrida? Porque creo que no tengo más opciones a menos que sea este salón de clase —comenté regresando a ella—. Sash, creo que no te lo he preguntado antes. ¿Tienes hermanos? Sabía que trabajaba, y sabía que su padre pertenecía a su núcleo central debido a que lo mencionó en algún momento, pero de ahí en adelante no conocía nada de ella, nada exceptuando del acoso que recibió hace tiempo, y me pregunté entonces si aquello se había detenido. Cumplí avisándole a Maze, pero desde ahí me había vuelto a alejar de todo a mi alrededor.
No percibí ninguna clase de reacción evidente a mi agradecimiento y entendía que las gafas oscuras fuesen parte del problema, claro, pero al mismo tiempo comenzaba a olfatear algo ligeramente diferente. Suiren siempre había sido un muchacho sereno y compuesto, sin embargo, el último tiempo que habíamos compartido parecía haberse relajado un poco más conmigo. Eso había sido previo a su ingreso al hospital, evidentemente, y la incertidumbre me pinchó en la boca del estómago. Cuando giró el rostro hacia las ventanas, yo permanecí en su perfil intentando captar al menos un atisbo de sus ojos debajo de las patillas. Ni siquiera sabía qué buscaba exactamente. Recibí su atención con una sonrisa casual y meneé la cabeza, trayendo las manos sobre la caja de fresas. —Aburrida es la ricota —comenté junto a una risa, poniéndome de pie—. Vayamos allí. Recogí la bolsa de mi almuerzo y estaba guardando allí su obsequio cuando su pregunta ralentizó mis movimientos. Ya lo sabía... ¿cierto? Recordaba haberle hablado de ellos, incluso le había mostrado fotos. ¿Acaso... lo habría olvidado? Deslicé la mirada a su rostro, volví a maldecir las gafas en silencio y le sonreí, como si nada. No tuve demasiado tiempo para analizar mi respuesta y sólo esperé estar haciendo lo correcto. —Te he hablado de ellos, cielo... —murmuré, precavida, y me esforcé por que la preocupación no se me filtrara en la voz; sentí la necesidad de balancearlo con una broma—. Bah, quizá te olvidaste, fue muy al pasar. No, no lo había sido, pero... Sostuve la bolsa en una mano y aguardé a su respuesta, con la esperanza de dilucidar algo de ella. ¿Quizás estuviera siendo paranoica?
Cuando mencionó que me había hablado de ellos sentí el pinchazo en la cabeza, no por dolor, sino porque no lo recordaba, al menos no ahora. No era extraño, según los antidepresivos que me formularon podían causar desorientación o confusión referente a la memoria, y sentí algo de desaliento con hacérselo notar a ella. —Perdona, no lo recordaba —murmuré levantándome del pupitre. Sujeté el almuerzo y caminé hasta el marco de la puerta, esperándola con la liviandad de siempre, pese a lo inquieto que me sentía ahora. Dejaría de tomarlas. Aunque mi madre no estuviese de acuerdo. —¿Y qué trajiste de almuerzo, Sash? Busqué dejar el tema atrás, no quería preocuparla y mucho menos molestarla con cosas que no le concernían, por lo que sería más precavido con lo que preguntase a las personas a mi alrededor, al menos mientras se pasaba el efecto de lo último en lo que me habían medicado.