Tuve el impulso de replicar la justificación que me dio nada más terminar de escuchar la misma, pues no quería que creyese que estaba en la obligación de devolver todos los obsequios que alguna vez le dieran (¡los regalos eran desinteresados!), pero al instante caí en cuenta de que yo tendía a hacer eso mismo siempre que podía y me reprimí; ¡no pretendía ser tan hipócrita! No de momento, al menos, pero quizás en un futuro... ¡Como sea! Observé con una sonrisilla algo traviesa como su ceño se fruncía ante mi pregunta, imaginándome el debate que debía estar teniendo mentalmente, y aunque en realidad se lo había dicho sin ninguna expectativa, no negaría que su afirmación (a medias) me provocó cierta calidez en el cuerpo. —¡Me alegra oír eso, senpai! —le dije al final, sin perder la sonrisa emocionada—. Entonces me temo que ya no te vas a librar de que te traiga cosas preparadas más a menudo... —añadí, con algo de aflicción impostada. Antes de poder aclarar que era una simple broma, sin embargo, me vi repentinamente emboscada por una figura que, por fortuna, supe que solo podía ser Anna incluso antes de verla o escucharla de verdad. Anclé las piernas lo más rápido que pude, evitando que nos fuéramos contra el suelo, y dejé salir una risilla divertida cuando nos supe seguras, correspondiendo como pude el abrazo de la chica. >>Buenos días, Annie~ —pude saludarla una vez se separó de mí, girando la cabeza para mirarla, y mantuve la expresión serena mientras ella se montaba la escena de turno—. Para nada, senpai solo me ha querido agradecer los chocolates que le traje ayer —expliqué, sin mucha complicación. En cualquier otra situación, no habría tenido ningún problema en seguirle la tontería un rato más, pero no quería molestar a Sugawara-senpai en aquellos momentos. Le dediqué una nueva sonrisa amable y volví a enfocarme en mi amiga; imaginaba que el chico no tendría muchas ganas de aguantar nuestra energía, pero no sería yo la que le dijera nada al respecto que pudiera malinterpretarse. >>¿Has dicho que me estabas buscando? —pregunté, con evidente curiosidad.
Las olas de mi pensamiento se mecían con una persistencia sutil, en un compás diferente que había elegido ignorar por quién sabe cuánto tiempo. Palabras, gestos, miradas y ausencias; todas ellas desplegaban ondas en el agua, que se perdían en algún rincón de la mente, pero nunca deteniéndose. Rememoraba el cuerpo durmiente de Bleke en la enfermería, pues ayer no logré encontrarla bajo el sonido de la campana del receso; pensaba en el dolor de Cayden por mi posterior; y hace unos instantes, cuando recorrí el patio frontal con la mirada, divisé a Beatriz con Jezebel. No me acerqué a saludarlas tras notar que parecían hallarse en medio de un intercambio de chocolates…. O, al menos, ese hecho fue lo que usé para forzarme a anular mi intención inicial y seguir mi camino. Antes de cruzar el umbral, deslicé un último vistazo a las chicas, sobre todo a Luna. Las palabras de Katrina y Morgan reverberaban en la consciencia. ¿Qué hubo en sus ojos ayer? Llegué a los casilleros de segundo con un profundo suspiro, seguido de una negación de cabeza mientras profería una palabras a voz en cuello, en mi sueco natal. De repente me sentí avergonzado por la acción de ignorarlas y no podía menos que reprocharme por ello. Las olas de mi pensamiento danzaban insistentes, no podía permitir que me arrastraran con ellas. Con otro suspiro, decidí dejar la cuestión de lado y avanzar que el objetivo que me había puesto para hoy. Luego de cambiarme los zapatos, me dirigí al casillero de Kashya, donde deposité una caja pequeña, de color negro, que contenía cuatro bombones de chocolate blanco, con forma de estrellas; incluía una nota sencilla, escrita sobre un papel negro con tinta plateada. El proceso fui a repetirlo en la zona de tercer año, donde en primer lugar dejé una caja de bombones en el casillero de Jezebel, y posteriormente me apresté a hacer lo propio en la taquilla de Morgan. Fue aquí, cuando mi rostro quedó ocultó tras su puerta abierta, que involuntariamente escuché un intercambio no muy lejos de mí. Me asomé con discreción, para reconocer inmediatamente la melena roja de Cayden. No lograba ver su expresión debido a que me encontraba directamente a sus espaldas. Una chica rubia le estaba hablando con un aire de aparentemente inocencia… lo cual no se correspondía con la naturaleza de sus palabras, con lo que le estaba contando tan campante a horas tan temprana del día. Con el ceño fruncido y sintiéndome indiscreto hasta el extremo, me forcé a concentrarme nuevamente en el casillero de Morgan. Las aguas se agitaban, ahora inquietas. Esa chica acababa de hablar de la obsesión de Cayden con Kohaku, que en mis memorias era el chico de cabello celeste a quien Ferrari presentó como presidente del Club de Música, en el evento de baile. La rubia prosiguió, para mi sorpresa y desconcierto, con que había mantenido relaciones con él, en lo que me pareció un intento de mofarse o herir. Dejé la caja de bombones en la taquilla, con su nota escrita, al tiempo que la voz cansada de Cayden me alcanzaba sin que pudiese evitarlo. No nada más allá de una desganada ironía, tras la cual se retiró hacia un punto incierto. Cerré el casillero de Morgan con gesto adusto, sin mirar a nadie, y me retiré en dirección al pasillo para subir a mi clase. Lamentando haber estado en un lugar y momento en el que, muy seguramente, Cay no me habría querido tener presente. Volví a suspirar, buscando ordenar las aguas. Contenido oculto Gigi Blanche Amane Zireael Es sólo para comucarles que pasó el Rappi-Hubby para entregar chocolates a Morgan, Kashya y Jez uvu Consideren que dejó en sus casilleros una cajita negra y elegante, con cuatro bombones de chocolate blanco con forma de estrellas, que se ven más o menos así: Contenido oculto Todas incluyen una notita que dice: "Para mi compañera del Club de Lectura, una caja de estrellas -Hubert-"
Ayer me había retirado sin más, el resto del receso me lo pasé en el patio y siquiera pensé en nada más que en lo que me concernía hasta que al volver a clase noté el faltante de las cosas de Cay. Me pareció raro que fuera luego de haberlo dejado con su amigo, pero procuré no darle mucha cabeza al tema y en la vuelta a casa me centré en otras cosas. Le conté a las chicas lo de la guitarra y pasé buena parte de la noche practicando, recordando las canciones que había aprendido en Northwood. Cuando estaba por irme a dormir caí en cuenta de que el tiempo se me estaba viniendo encima con el asunto de los chocolates, para variar, porque con algunas cosas no era ninguna mente maestra de la organización, así que preparé todo y me mentalicé para llegar en modo Uber Eats. Si bien tenía todo empacado, las tarjetas las había dejado para cuando tuviese un momento de inspiración, ¡y la inspiración no llegaba! Vaya cosa triste. Al final me eché al menos dos horas haciendo un research de música intensísimo y escarbando en el cuaderno de la abuela por flores que estuvieran repetidas o sueltas de las páginas. Mi decisión final me pareció lo suficientemente buena, así que añadí las tarjetas correspondientes y me di por servida ahora sí. Por la mañana recogí todo, contemplé dejar la guitarra en casa, pero al final me la eché al hombro después de ponerme el cardigan del uniforme y salí. No me cuestioné el frío del viento, eran cosas que pasaba, aunque al llegar a la academia sí que crucé el patio un poco a las prisas para no ventearme tanto por las risas nada más. Viré de inmediato a los casilleros de tercero y me dispuse a cumplir con la misión del día. La diferencia de tiempos me libró de comerme más películas que no me correspondían ni una pizca. Al abrir el casillero de Morgan vi que ya alguien había hecho una entrega, pero no husmeé de más y deposité la caja blanca con su la cinta púrpura, cuidando que la tarjeta siguiera en su lugar. Con eso hecho, cerré la taquilla y continué esta vez en búsqueda de la de Joey, donde dejé su correspondiente regalo en una caja azul. Cada uno, bueno, tenía el corazón de turno entre el resto de figuritas. Con un nuevo trabajo bien hecho me reajusté el estuche a la espalda y caminé hacia mi casillero, abrí sin esperar absolutamente y al ver los cupcakes en la bolsita transparente me quedé congelada unos segundos. Al final puse el maletín en el suelo y estiré la mano para tomar el regalo, lo inspeccioné tratando de encontrar algo que me dijera quién los había dejado, pero no había nada. —¿Pero no le enseñaron a poner la procedencia de los paquetes? Así se pierden las cosas... —Me quejé en voz baja. Abrí la bolsa, acerqué la nariz y el olor me llenó el corazoncito, había que admitirlo. Encima eran rosados, tenían flores y toda la cosa, estaban hermosos y... Espera, ¿eran caseros? No era que tuviera muchos potenciales repartidores de cupcakes, qué va, pero entre ese detalle, la atención al color y lo de las flores, me arriesgué por la única opción que parecía coherente y una sonrisa me alcanzó el rostro, no fui del todo consciente de ella. No pude con la tentación, ¿quién habría podido? Con cuidado de no estropearlos por completo metí la mano, tomé algo de glaseado con el dedo y me lo llevé a la boca. Sí, bueno, quizás comer dulce a las ocho de la mañana no estaba mal después de todo. Contenido oculto No te libras de mí Gigi Blanche primero era correspondencia, luego reacción a los cupcakes *rueda en el piso* Para Morgan la tarjeta pone: Ignore the noise, till it won't make a sound I dive into an infinite ocean It makes me devoid of all emotion PD: espero que podamos volver pronto al lugar que me mostraste y trae una flor prensada like this one Para Joey: Dije que algún día traería algo de la panadería No es de la panadería, no es pan, ¡pero es dulce! Hope to see you soon flor prensada as well sí tienen remitente JAJAJAJ
Espera, espera, espera, ¿esa era Emi hablando con... con...? Achiné los ojos, ¿necesitaba lentes para ver de lejos? ¡Ah, con Sugawara! No, ¿Sugawara? ¿De verdad? ¿Qué hacía Emi hablando con Sugawara? Y no parecía estar mini Ishi cerca... Mi curiosidad era tan, tan grande que me alegró tener una coartada sólida para interrumpirlos y averiguar qué se traían entre manos. Así, me lancé encima de Emi y... ¡¿Esos eran chocolates?! A ver, no creería ni por un nanosegundo que había motivos románticos por detrás, eso no importaba ni era necesario para dejarme atónita. Exageré mi reacción por el bien del teatro y tuve que cagarme de infeliz, puesto que el chico (obviamente) no respondió y Emi (desgraciadamente) lo hizo con la calma digna de una santa. Qué aburridos. —Pero cuánta amabilidad, senpai —anoté, riendo—. Si te trajera chocolates, ¿me darías unos también? —Para eso come directamente los que me habrías dado a mí —resolvió, tan práctico el muchacho, y miró a Emily—. Nos vemos, Hodges. ¿Se habría dado cuenta que pretendía molestarlo y de ahí la mala onda? Quién sabe, quién sabe. De una forma u otra, era un aburrido... ¡y un maleducado! ¡No se había despedido de mí! Al darme cuenta inflé las mejillas, molesta, y sólo me distraje al recibir la pregunta de Emily. —¡Por supuestísimo, señorita! Mi corazón siempre la busca, con lo mucho que se regocija en su presencia —declaré, con mucha pasión, y al final solté una risilla—. Tengo algo para ti~ ¿Adivinas qué será? No, no iba a adivinar si esperaba los bombones que todo el mundo andaba preparando, y darme cuenta sobre la marcha arrolló parte de mi ilusión cruelmente. ¿Se decepcionaría al ver mi regalo? ¿Le estaría aumentando las expectativas para luego aplastárselas? Me había congelado a medio camino de traer mi mochila al frente y me valí del primer salvavidas que vi para disimular mi embrollo mental. —¡Ah, mini Ishi! —exclamé, viéndolo ingresar a los casilleros, y me reí—. No me digas, ¿tú también saliste sin fijarte el clima? Ya éramos dos imbéciles de manga corta. Él se detuvo a nuestro lado y sonrió, asintiendo. Pobrecito, tenía piel de gallina. —Sí, me dormí y salí a las chapas —admitió, extendiendo los brazos hacia mí—. Mira si morimos de hipotermia, no podemos permitirlo. El cabrón sólo tenía frío y quería robarme algo de calor corporal, ¿verdad? Me ofendía pero aún así lo tomaría, pues a mí también me hacía algo de falta. Me colé bajo sus brazos y lo estrujé, aprovechando la diferencia de estatura para apoyar la mejilla en... ¡Espera! ¡Estábamos frente a Emi! Las neuronas se me chamuscaron y mi gran solución fue extender una mano hacia ella, invitándola a unirse al abrazo improvisado. ¿Era buena idea? No tenía idea, pero ya estaba hecho. —¿Se acuerdan los martes de abrazo? —murmuré, riéndome—. ¡Pues ahora es jueves de abrazo triple!
Observé el intercambio entre Haru y Anna con una sonrisilla algo divertida, sin poder evitar que la misma se me ensanchara ante la respuesta que el mayor le dio a la chica. Intenté disimularla lo más rápido que me fue posible y levanté una mano para despedirme de él, justo antes de volver a enfocarme en Anna. Escuché su respuesta mientras guardaba la caja de chocolates en mi maletín, sus palabras haciendo que una sonrisa risueña se apoderara de mis labios. —Qué romántica, Annie, haces que me enamore con tanta facilidad... —murmuré, sin una pizca de ironía, y busqué su mano con la mía para poder darle un beso sobre el dorso—. ¿Significa eso que me has traído una declaración de tu eterno amor incondicional hacia mi persona~? —bromeé, sin mala intención. Cuando de repente escuché la mención de Ko, pensé que seguía bromeando conmigo y estuve a punto de decirle que ese era un muy buen regalo. Por suerte para todos, ella siguió hablando hacia otro lado y me di cuenta de que Kohaku genuinamente había aparecido en los casilleros, por lo que pude evitar el ponerme en evidencia de esa manera. Por lo demás, le dediqué una sonrisa a modo de saludo al chico y me quedé mirándolos mientras hablaban, tranquila. Era bastante tonto pensar que algo de su relación podría molestarme, así que ni por un segundo se me ocurrió que aquel fuera el motivo de la repentina invitación de Anna al abrazo; eso no quitó que me avergonzara igual, claro. Y el problema era que a ella no podía decirle que no. Evité la mirada de Kohaku mientras acortaba la distancia, todo con una evidente timidez, y me fundí en el abrazo procurando no pensar demasiado al respecto. A pesar de todo eso, no podría negar que la unión me resultó muy agradable y que, de hecho, tuve que hacer un esfuerzo muy consciente por no derretirme contra el cuerpo de ambos; sus cuerpos eran cálidos y la combinación de sus fragancias estaba siendo sorprendentemente placentera. >>Ko, ¿podríamos vernos en el invernadero este receso? ¿¡Por qué había decidido soltar aquello en ese momento!? Sentí como el rostro se me enrojeció por completo y me separé del abrazo con algo de brusquedad. No supe muy bien qué hacer para disimular mi reacción, así que acabé por hacer lo primero que se me cruzó la cabeza: me quité la chaqueta y se la coloqué a Anna sobre los hombros. >>T-ten, yo igual no paso mucho frío... Contenido oculto oh, babygirl................
—¡He traído una declaración de mi eterno amor incondicional hacia tu persona! —afirmé, muy entusiasmada, apenas ella formuló la idea. No lo había expresado de ninguna manera, pero el beso que había dejado en mi mano me puso de lo más suavecita. Después apareció Ko, acepté su abrazo y, en un impulso de idiotez, invité a Emi a unirse a nosotros. Mala, terrible, pésima idea, ¿cierto? Ni siquiera me atreví a alzar la mirada hacia mini Ishi, ¡pero bueno! ¡Ya estaba hecho! Tocaría encomendarse a los dioses y disculparse más tarde de verlo necesario. De momento, sólo podía confiar en la capacidad de fingir demencia de estos dos. Kohaku, como era de esperar, no reaccionó de ninguna forma concreta a mi oferta. No me apoyó, tampoco se negó, por lo que la decisión recaía enteramente en Emi. Al verla acercarse tan cohibida supe que tenía que hacer algo o los tres nos moriríamos de incomodidad aquí mismo. Envolví su espalda con el brazo libre y Ko hizo lo mismo en torno a sus hombros. Solté la tontería del abrazo triple y alterné la mirada entre ambos, atenta a sus reacciones. Mini Ishi se limitó a sonreír y asentir, y me pregunté de cuántos metros debería cavar mi propia tumba. Entonces, Emi habló. ¿Lo estaba invitando a almorzar a solas en medio de un abrazo? ¡Eso era muy osado! ¡Muy, muy osado! De repente no supe si seguir lamentando mis errores u ofenderme, y antes de que pudiera reaccionar, ella se puso roja como un tomate y retrocedió de golpe. Ay, Dios, esto era cada vez más messy... Yo también me separé de Ko y lo miré. Parecía levemente sorprendido, mas no tardó en recuperar la sonrisa de antes y... asentir. Sonreír y asentir, sonreír y asentir, ¿es que no sabía hacer otra cosa? —Claro, planeaba ir ahí de todos modos —fue su respuesta. Era tan, tan, tan imposible descifrar lo que ocurría en su cabeza. Lo había sido siempre, pero ahora que intentaba interpretarlo desde el POV de Emi me daba cuenta lo frustrante que era. Daban ganas de zamarrearlo y sacarle alguna reacción... no lo sé, ¿más intensa? Sentí el peso de la chaqueta sobre mis hombros y la sostuve con la punta de los dedos, mirando a Emi con los ojos bien abiertos. —¿Que no pasas frío? ¡No te creo! —negué con vehemencia, y me quité la prenda de encima para extenderla frente a ella—. ¡Vamos, los brazos! ¡Y no quiero un no como respuesta! —Me iré yendo —anunció Kohaku, dedicándonos una sonrisa a ambas—. Nos vemos más tarde. Lo despedí y lo vi marcharse, sin modificar mi postura. No era extraño que fuera tan tranquilo, para nada, pero usualmente se le contagiaba algo de nuestra energía cuando estaba de buen humor... Bueno, quién sabe. Regresé los ojos a Emi y sacudí la prenda con una intención clara, frunciendo el ceño.
Me reí un poco cuando Anna repitió mis palabras con tanta efusividad y, apenas unos pocos minutos después, vino el que tuvo que ser mi top 3 momentos más vergonzosos de toda la secundaria. No supe dónde meterme, me sentía especialmente mal por haber dicho aquello delante de Anna, y al final solo fui capaz de reaccionar algo cuando Kohaku se despidió de nosotras, pues levanté apenas una mano para corresponderle al saludo; sin mirarlo, por supuesto. Había escuchado su afirmativa, de todas formas, y aunque también escuché los reclamos posteriores de Anna, no pude reaccionar a ellos. Me llevé ambas manos a la cara, tapándome la misma mientras ahogaba un gruñido de frustración contra las palmas. —Soy tan tonta... —murmuré, con la voz todavía algo amortiguada, y finalmente me atreví a levantar la mirada tras unos segundos, fijando la vista en Anna desde el primer momento—. Lo siento, Annie, no quería... no tenía que haber hecho eso. Llevo toda la semana dándole vueltas al regalo de Ko, no sé por qué de repente he encontrado el valor para decírselo justo ahora... He estropeado el abrazo también, perdón. Suspiré con algo de pesadez, bajando la vista, y fue en ese recorrido que por fin me di cuenta de mi prenda colgando de sus manos. Pestañeé un par de veces al verla, subí los ojos al rostro de Anna, y acabé rendirme, por lo que me di la vuelta para permitir que volviera a ponerme la chaqueta encima. Era cierto que no me hubiera importa que se la quedara ella el resto del día, de todas formas hacía calor en las clases y todavía más en el invernadero, pero sabía que iba a ser imposible llevarle la contraria a Anna, así que ni siquiera lo intenté. >>Perdona, también habías dicho que me traías algo, ¿verdad? —cuestioné tras darme de nuevo la vuelta, encarándola con un poco más de calma recuperada—. ¿Todavía me lo quieres dar?
El cariño de Bea era transparente y más allá de sus palabras, su cuerpo y voz lo mostraban cada vez con más nitidez. Estaba en el contacto de sus manos, en sus sonrisas cada vez más frecuentes y en su voz, clara, dirigida hacia mí. En ciertos momentos me recordaba a mí, quería decir, a cuando pude comenzar a permitirme ser yo misma de nuevo y de alguna manera eso me aliviaba. Me hacía sentir que Bea podría salir adelante. Correspondió mi abrazo y aunque por el regalo a mí me faltaba una mano para que estuviese completo, la apachurré con cariño, sentí la caricia en la espalda como un reflejo de la mía y me sentí bien, contenta y tranquila. Su respuesta respecto al obsequio que quería darle hizo que mi sonrisa se ampliara. —¡Pero lo suyo sería que fuese dentro de la White Week! —argumenté con cierta intensidad, pero se me escapó una risa. Que pidiera si podía abrazarme un poco más me suavizó todo el semblante y solo le pedí un momento para guardar el regalo con cuidado en el maletín, dejándolo en el suelo, para poder desocuparme las manos y abrazarla en condiciones. Fue algo más extenso que el anterior y la calidez de su cuerpo me resultó reconfortante. Al separarnos me acomodó algo de cabello y le dediqué otra sonrisa. —Vamos —le dije y la insté a tomar mi mano para hacer el trayecto a los casilleros—. ¿Te parece si pasamos primero a la fila de tercero y luego vamos a tu casillero? Llegando a los casilleros le pregunté si planeaba hacer algo el fin de semana o si pasaría tiempo con su familia, pero estaba terminando de formular la pregunta cuando abrí el casillero y vi los cupcakes. Dejé ir la mano de Bea con delicadeza, de nuevo dejé el maletín a mis pies y tomé la bolsita que contenía los pastelitos con sumo cuidado para mirarlos de cerca, fue entonces que noté los solecitos en la cobertura y juré que iba a morirme de amor, ni siquiera me di cuenta de la ilusión con que miraba el regalo. Inspeccioné la bolsa buscando algo que me dijera quién los habría dejado, pero no había nada y fruncí los labios, ¿y así cómo podría darle las gracias? ¡Imposible! Tampoco era que tuviera un montón de opciones, Vero ya me había dado su regalo, por ejemplo, y Laila no estaba en la escuela todavía. ¿Tendría que jugar a las adivinanzas? ¡Pues muy bien! Aunque para eso tenía que comenzar a entregar mis propios regalos... De todas formas, ¿no eran caseros? Lo pensé mientras abría la bolsita para husmear más de cerca y eso, pensé, reducía opciones. Aunque me había dado la idea de preparar algo que no fuesen chocolates, con ayuda de Nani. Aunque, ¿no iba a darme un coma diabético el día de hoy? Contenido oculto post de cierre ponele JAJAJAJ aproveché pa reaccionar al regalito de Kakeru, dont mind me gracias, Bru, estuvo bien hermoso aunque fue cortito uwuwuw
Me quedé esperando como un perchero a que Emi reaccionara, y al final lo que hizo fue taparse la cara con ambas manos y ahogar un gruñido. Bajé la chaqueta, levemente divertida con su reacción, y me permití esbozar una sonrisa enternecida que... que me aseguré de borrar para cuando volvió a mirarme, claro, ¡aquí no había nada gracioso! ¡Nada de nada! ¡Era una tragedia! —¿Ah? —solté, sorprendida, y luego agité una mano, chasqueando la lengua—. Qué va, ¿por qué me pides perdón? Yo debería pedirte disculpas por haberte metido en un abrazo con mini Ishi aún sabiendo toda la telenovela, se me frió la neurona y no me di cuenta hasta que ya lo había dicho. Tu invitación sí que fue la frutillita del postre, igual. Solté una risilla, incapaz de seguir conteniendo por completo mi diversión, y al verla dándome la espalda empecé a colocarle la chaqueta con cuidado. Una sonrisa suave se mantuvo en mis labios y, habiendo finalizado mi tarea, apoyé las manos en sus hombros y me acerqué a su espalda. —No te preocupes, Emi —murmuré, apoyando la barbilla, y deslicé los brazos para lograr abrazarla—. Lo importante es que te animaste, ¿o no? No le des tanta cabeza a los detalles. ¿Vamos entrando? Tendremos que correr, si no. Me reí y la jalé de la muñeca sólo para despegarla de su sitio. Su pregunta me recordó el motivo inicial de mi aparición y me di cuenta que, con toda la estupidez, se me habían calmado los nervios. Exclamé un "¡por supuesto!" vehemente, casi ofendido, y me distraje en cuanto ella abrió su casillero. Parpadeé, sorprendida, pero al instante mi sonrisa se suavizó. Bombones, cupcakes, sumado a los chocolates de Sugawara y... De mi mochila saqué, finalmente, la caja de dulces y golosinas. La había comprado en una artística, era de estas de melamina que venían para armar y pintar. Tenía forma de cofre y la había decorado en tonos lila y blanco con un mini stencil de estrellitas que había conseguido ahí mismo. No era muy grande, tenía el tamaño justo para que, luego, le guardara adentro anillos, pulseras, aretes y esas cosas. —Perdona que me tardé tanto, le estuve dando muchas vueltas —me excusé, ofreciéndole el pequeño cofre sobre mis dos manos, y solté una risa en voz baja—. No soy buena horneando postres ni nada que se le parezca, así que quería encontrar la manera de igual hacer algo, ¡y estas tonterías sí me gustan! Adentro del cofre, además, había enrollada una pulsera de macramé, sencilla y delgada, que había decorado con perlitas enhebradas. —Me pone contenta que... recibas tantos regalos —murmuré, echándole un vistazo a su casillero, y regresé a sus ojos—. Te los mereces, Em. Te mereces todos los regalos del mundo y siempre intentaré darte todos los que pueda... ¡o los que me dé el presupuesto! Contenido oculto tarde pero seguro JAJAJA alright so, la cajita luce así, sólo imagínala un poco más grande, y la pulsera que hay adentro es así. El mix de golosinas armalo como vos prefieras (??
Estar en casa de Piamon luego de la escuela me había hecho notar que se encontraba algo... ¿inquito? ¿indeciso? ¿fastidiado? Bueno, lo último era más común de lo que se quisiese, aunque no dije nada al respecto, continuamos platicando en su comedor con música de fondo en lo que su padre nos traía unas limonadas de kiwi bastante frías. Habíamos terminado los deberes y eso, miré el reloj de mi mano y en algún punto noté que el sol estaba desapareciendo, dudaba encontrar algo abierto al ir camino a casa, por lo que terminé aplazándolo hasta la mañana siguiente. Entré a la dulcería pero nada me convenció, por lo que continué hasta una chocolatería que también realizaban arreglos florales, no había trabajado mucho estos días por cuestiones obvias y empezaba a re-plantearme un cambio de labor, por lo que el dinero era medianamente limitante. Como fuese, entré con la mochila al hombro y la mano en el bolsillo, la campanilla sobre la puerta sonó y al entrar me atendió una mujer. Le expliqué que aperentemente era algo de una celebración, la trabajadora lo identificó perfectamente y volvió sus ojos chocolate a mis lentes oscuros, suavizando el rostro con algo de comprensión. —Aún así, debe ser especial para ti la persona, este lugar como puedes ver no es una dulcería en sí. —Sí, en realidad lo son. Acentuó la sonrisa y caminó por la tienda, seguí sus pasos mirando las flores hasta que llegamos a la vitrina. Eran fresas con distintos tipos de chocolate, mencionó un par de sabores y tipos de empaque, a lo que al final terminé escogiendo las que estaban cubiertas en chocolate negro y blanco, algo clásico. Me preguntó si le escribía algo en la tarjeta a lo que me negué, dejándola en blanco. Pensaba hacerlo yo. Continué por la estantería hasta ubicar otros que me llamaron la atención. —¿De qué están rellenos? —la primer hilera de maní, la segunda hilera de caramelo, y la tercera hilera de licor. —Esos están bien. —¿Con tarjetata? —Por favor. —¿Necesitas algo más? —Sí, me faltan unos para una amiga. Quisiera darle algo tipo... de Alicia en el País de las Maravillas. . . . Al sonar el timbre guardé las cosas, le mencioné a Paimon si antes de ir a la cafetería podría esperarme, que quería entregarle algo a Sasha, se encogió de hombros y salimos al pasillo, sin embargo al estar por el marco de la puerta denoté el movimiento de su cabello, iba acompañada de alguien más, y me resultaba grosero el interrumpir. Orn lo notó pero no dijo nada, por lo que cambiamos de dirección hacia el ascensor. —¿Por qué no se lo entregas al finalizar las clases? —Si los dejo más tiempo en la mochila se pueden dañar. Soltó el aire por la nariz, casi restándole importancia sabiendo él que por el calor el chocolate podría deformarse, al menos en el primer piso todo se sentía más fresco, por lo que esperaba y dejarlo en su casillero fuese de ayuda. Al bajar saqué un bolígrafo que tenía en el bolsillo, ubiqué la tarjeta, escribiendo en ella: Me hubiese gustado entregartelos presencialmente. Con cariño, Suiren. Con cuidado dejé la caja dentro, cerrando después. Seguí por la hilera de tercero, ubiqué el de Cayden, el cual había salido al receso hace ya un rato. La tarjeta en sí decía: Es agradable conversar contigo. Gracias; los dejé dentro para dar por finalizado la entrega de chocolates en hora de receso. —¿Y los que tienes ahí? —Ahora que subamos se los dejaré sobre el escritorio. —¿Para quién son? —Ilana —sus orbes negros me miraron con cierto deje de desconcierto—, ¿te molesta? —No. Contenido oculto Gigi Blanche Contenido oculto Cholates para Sasha: Zireael Contenido oculto Cholates de Cay: 2. Contenido oculto Detalle que le dejarán a Ilana al terminar el receso:
Por algún motivo aún me ponía muy nerviosa con esta tontería de obsequiar cosas. Ayer me había resultado más sencillo tratar a Emi gracias al incidente mini Ishi del medio, pero ahora... ahora no creía encontrar nada que me ayudara. Me acerqué al casillero de Al y deposité adentro la cajita que había hecho para él, también llena de un surtido de dulces. Por suerte había comprado una de tapa normal, sin bisagras, pues las matemáticas me habían fallado (o sea, no las había considerado en absoluto) y el cuervito había acabado siendo más pesado de lo que creía. Con todo, estaba satisfecha con el resultado. Hacía años de la última vez que había utilizado gubias ¡pero no perdía el toque! O algo así. Además, era una figura sencilla. Aunque no me había ido con los dedos del todo sanos, por supuesto. Estaba cerrando el casillero y planeaba retroceder para esperarlo cuando choqué sin querer a alguien. Un alguien que resultó ser... Kakeru. Di con su rostro apenas miré sobre mi hombro y deseé que me tragara la tierra. ¿Me habría visto? ¿Sabría lo que estaba haciendo? No... no había preparado nada para él. Bueno, para Ko tampoco, sólo le había encajado una paleta en la boca, pero... la imagen de los cupcake de ayer surgió como un pantallazo. Estaba en el casillero de Emi y le faltaba el remitente; sin embargo, al menos a mis ojos, era más que evidente. —Ah, perdona... —musité, girando el cuerpo hacia él. Kakeru me sonrió, aunque lucía evidentemente cansado y sentí un pinchazo de preocupación. —Descuida. Nos vemos, Anna. Siguió caminando hacia su casillero y me lo quedé viendo, confundida. Bueno, al menos no parecía haberle dedicado ni un segundo de pensamiento a mi motivo para estar en la hilera de tercero, lo cual era... ¿bueno? ¿Por qué me sentía así, entonces? De forma bastante azarosa topé con los ojos de Pierce, quien también parecía andar de delivery entre casilleros, y me sonrió llevándose el índice a los labios antes de desaparecer hacia el pasillo. Mi plan original había sido esperar a Altan, pero Kakeru seguía ahí y... nop, no pude. Sin siquiera mirar atrás, abandoné la zona directo hacia mi clase. Contenido oculto Bueno a ver Amane ahí quedó el muchacho Zireael Anna le dejó a Altan esto en su casillero. Imagina que la base del cuervo en realidad es una cajita y que está llena de dulces y gomitas. No tiene tarjeta ni nada. Also, Sasha le dejó a Rowan una caja de bombones. La cinta es roja y adentro tiene seis de chocolate con leche y tres de chocolate semi amargo, y la tarjeta pone: "You kinda got a sweet tooth face, so here you go. Los negros son para Tora, no te los robes!!" con su nombre al final Insane Sasha dejó en el casillero de Suiren los chocolates que Suiren le dejó ayer a ella JAJAJA con una nota que pone: "Entrégamelos presencialmente, entonces"
Era difícil que el desconcierto me alcanzara en mis ámbitos cotidianos. A raíz de mi origen, la naturaleza de mi familia y ciertas actividades en las que me involucraba bajo la protección de Heller; había conseguido mucha templanza a mi corta edad, o puede que se tratara de una simple pérdida de la capacidad de asombro. Esto no significaba que mi impasibilidad fuese absoluta, pues seguía siendo joven y, principalmente, un ser humano. Podía desorientarme fugazmente por un elemento imprevisto, como el gorrión blanco que se aparecía por esta escuela. O como la bolsa de chocolates que había encontrado el día de ayer, en mi casillero, cuya nota indicaba a Cayden como el responsable del obsequio. En general, fui por completo ajena a este evento que las personas habían bautizado, en los pasillos, bajo el nombre de la White Week. Para mí era un sinsentido implicarme en esto, empezando por su origen espontáneo que, al parecer, respondió a la ocurrencia de una o varias almas ociosas. Cuestión aparte, mi tiempo en esta escuela seguía siendo relativamente corto, por lo que no consideraba que hubiese establecido relaciones lo suficientemente estrechas, lo que además no inquietaba mis pensamientos desde ningún ángulo. Me dediqué a mis estudios, a las lecturas solitarias en la biblioteca. Como mucho, en ocasiones observaba desde la distancia los intercambios de chocolates entre amigos y hasta parejas, ciertamente fascinada por cómo se adaptó el grueso de la gente a este peculiar invento de duración semanal. El regalo de Dunn, tal como mencioné antes, no estuvo lejos de sorprenderme. No tenía previsto ser la receptora de un obsequio de la White Week, tampoco lo anhelaba. Tampoco concluí motivos claros para ameritar esto, y quizá la respuesta más certera fuese, con seguridad, la más simple de todas: le había caído bien, tan sencillo como eso. Al pensarlo de esta forma, pude definir que era algo recíproco, de alguna forma. Desde luego, aquel muchacho no me disgustaba, pues habíamos mantenido intercambios amenos durante nuestros contados encuentros. De modo que no vi por qué no tener la cortesía de corresponder este inesperado gesto. En el momento que llegué a los casilleros en el presente día, me encaminé sin titubeos hacia las filas de tercer año, donde repasé calmadamente los letreros en las puertas de las taquillas, siguiendo un orden alfabético, hasta dar con el apellido de Dunn. Ignoré que a mi costado se daba un intercambio entre dos figuras conocidas, Anna y Kakeru, limitándome a lo mío. Tras abrir la puerta del casillero que correspondía a Cayden, dejé en su interior una caja cuadrada, de color marrón con elegantes detalles en negro. En cuyo borde superior se leía, en letras impresas en dorado, el nombre de una chocolatería de Zúrich, cuya dirección estaba indicada en letras más pequeñas en el borde inferior. Era una selección ciertamente costosa de chocolates que mis padres habían hecho traer directamente desde Suiza. Ningún impedimento ético ni moral me abstuvo de apropiarme de la caja a sus espalda y, por supuesto, dudaba que fuesen a reprochármelo. Hacerlo significaría enfrascarnos en otro choque de rebeldías, donde ninguno de nosotros daría el brazo a torcer. Era más fácilmente para ellos mandar traer otros lotes con los que engrosar su costosa despensa. Los Frenerich siempre obteníamos lo que queríamos, sin importar el cómo. Mi obsequio no vino acompañado de una nota escrita. Sobre la caja dejé una pluma grande de búho, blanca, con algunos patrones negros. Con sólo verla, Cayden sabría quién le había dejado chocolates por la White Week. No era caseros como los suyos, por lo que tendría que alcanzarle con su sabor y alta calidad. Con la cortesía realizada, me dirigí a los casilleros de segundo año, donde comencé a cambiarme mi calzado sin prisas. Contenido oculto Zireael Dicho y hecho, Cayden ya recibió sus regalos de lujo (?). Dejo imágenes de referencia abajo: Contenido oculto: chocolates Contenido oculto: Pluma de Schnee Mención aparte, ahí queda disponible la Meli en los casilleros de segundo
Tenía que admitir que recibir una bolsa de chocolates de Hodges no estaba en mis planes, con lo seguro que estaba de que debía caerle como una patada en el culo luego de todo el desastre, pero de alguna forma recibirlo me hizo pensar en que todos, a nuestra manera, intentábamos hacer las cosas mejor por Anna. De todas formas no sabía cómo agradecer o corresponder un gesto de buena fe como ese, también debía preguntarle a Anna si ya le había contado a alguien sobre... Nosotros, para no ir a atropellar sus tiempos. También estaba el tema de que Anna cumplía años en agosto y había que ir planificando algo. Era bueno para dar vueltas con mis pensamientos, así que mientras cruzaba el patio hacia el edificio seguía con eso en la cabeza y seguí hasta llegar a los casilleros. Estaba Fujiwara, también noté a Cayden plantado frente a su casillero como una estatua, pero luego cerró la taquilla y desapareció hacia el exterior del edificio cargando algo en las manos. Me concentré en mis cosas, abrí mi propio casillero e iba a cambiarme los zapatos cuando mis ojos encontraron el cuervo posado sobre la caja. La emoción que sentí fue ridículamente intensa, para qué mentir, y dejé caer al suelo la mochila sobre mi hombro para tomar el objeto para examinarlo bien. Alcé las cejas al notar las marcas de las gubias y en sí el acabado del cuervito, incapaz procesar que la niña hubiese hecho esto con sus propias manos. Abrí la tapa, de forma que me encontré el montón de golosinas y la calidez que me llenó el pecho me suavizó las facciones. Se me ocurrió que podía dejarlo en el escritorio, debajo de la carta pegada en la pared del frente, e irme comiendo las porquerías cuando se me antojaran. No era que tuviese grandes amigos para alardearles lo que me había regalado mi novia, pero casi en automático saqué el móvil para tomarle una foto al cuervito y enviársela a papá. ¿Por qué? Pues a fin de cuentas me había visto llorando como un loco, también era bueno mostrarle cuando las cosas salían bien. Acto seguido le tomé otra foto más de cerca al cuervo y la tiré al chat de Anna. Está muy bonito aunque habría estado todavía más lindo contigo al lado Gracias por el cuervito y las golosinas Más tarde te paso el dress code para la cita Te quiero mucho Con el pequeño spam hecho guardé el teléfono, apoyé la cajita en el casillero y me puse a esculcar por las gomitas que más me gustaran de la selección que había metido Anna en el regalo. No me di cuenta de que estaba sonriendo. Contenido oculto sé que Annita se fue, pero aprovecho para reaccionar (me morí de softness) y tirarle amor a la niña uwu Insane y por acá te dejo al pendejo
Hoy debía ser un buen día, sí, había pasado toda la semana con lo de los chocolates, practicando aquí y allá, hasta le pedí ayuda a Zeldryck para que degustara, y ni corto ni perezoso anduvo en mi apartamento hasta que le dolió el estómago. A la final, terminé logrando unos chocolates decentes con relleno de fresas, los empaqué en una caja con un moñito y me lo guardé en la mochila, procurando llegar más temprano que los gemelos, sin embargo en una parte del camino reduje los pasos al ver una dulcería abierta, parecía que estaban aperturando recién por los globos de afuera. Me quedé un poco prendada a uno de los osos de peluche que podían verse por el vidrio transparente, fue entonces que una muchacha abrió la puerta y me invitó a pasar, dudé un poco pero terminé entrando, fue entonces que decidí husmear por sus productos en lo que ella me daba los buenos días y me hablaba de la tienda en general me fijé en unas barras de chocolate. —Es cacao al setentaycinco por ciento, son buenos para la salud y traen trozos de frutos para alivianar lo amargo. Me lo pensé un poco, no porque no quisiera darlos, sino que... no éramos cercanos, pero me había sentido comprendida y quisiera hacérselo saber. . . . Al llegar a la escuela pasé primero por mi casillero, realicé el cambio de calzado y pensé en buscar el casillero de Zold pero de repente se me hizo ridícula la idea, a fin de cuentas estaba en mi clase y almorzábamos casi siempre juntos, mejor esperaba. Fue entonces que al retomar los pasos por la hilera de tercero noté a Sonnen. Pensaba buscarlo en su clase, pero al verlo solo decidí hacerlo de una vez. Caminé hasta él, parecía esculcar algo en una cajita por lo que reduje el caminar al estar cerca, se le veía demasiado... ¿contento? Extraño. —Altan, buenos días —le llamé y saludé por educación, rebuscando ahora en mi mochila la barra que había comprado. Cuando la ubiqué la saqué y la estiré frente a él—. ¿Podrías por favor darle esto a tu padre? No tenía nota, había olvidado ponerla o marcarla siquiera. Contenido oculto Barra de Cholate:
Me había quedado embobado con el regalo, la verdad fuese dicha, y no me di cuenta de ello realmente hasta que luego de haber elegido una golosina, Allen apareció de repente y me habló. Me giré para verla y en ese momento volví a la neutralidad usual que solía manifestar. La sonrisa se disipó, aunque la sustituyó un dejo de confusión en mis facciones. —Buenos días, Allen —saludé a pesar de ello. Recibí la barra de chocolate que según ella quería que le hiciera llegar a papá y llegué a preguntarme qué tan perdido tenía que estar uno para tener un gesto así luego de un proyecto escolar. Era cierto que papá había sido comprensivo con ella, había respondido su pregunta fuera la que fuera y la respuesta me incluía. El hogar de esta muchacha no debía ser ejemplar, ¿pero enviarle chocolates a hombre adultos no era un poco extraño? Quería decir, mi padre era decente y normal, pero visto de fuera no lucía muy bien. Igual ese era yo buscándole la quinta pata al gato, ya le preguntaría a él qué opinaba del asunto. En su defecto, lo metí al casillero, pues para no olvidarlo a la salida o lo que fuese. Me quedé pensando en qué decir o cómo y al final abrí la boca. —¿Exactamente por qué decidiste hacerle llegar algo?
Empecé a cerrar la mochila, me la colgué al hombro y estaba por dar las gracias y subir al salón de clase, pero en vez de eso Sonnen me preguntó de la razón del chocolate y me pensé un poco. No era la más social -lo cual se sabía-, y la relación con mi familia era por demás compleja, sin embargo luego de lo que le pregunté a su padre me sentía con un poco más de valentía referente a mi madre, por lo que... —Son unas gracias materiales. Puede que parezca tonto o trivial, pero su comprensión me ayudó a tener algo de valor. Solté el aire por la nariz en lo que miraba mi reloj digital de mano. Estaba relativamente temprano aún, así que no creía encontrame al Zold aún, el cual solía llegar muy a ras con el tiempo. >>Bueno, voy subiendo.
Me tallé un ojo al mismo tiempo que nos adentrábamos en el patio frontal, sintiéndome muy consciente del cansancio que había acumulado durante toda aquella semana. ¡Habían sido días muy movidos! Y no era que me estuviese quejando por ello, claro, pero... sí, estaba bastante convencida de que aquel fin de semana iba a ser imposible sacarme de la cama. Al menos podía decir que me sentía más tranquila en relación a Kohaku, ya que eso era algo que también me había creado algo de preocupación extra. Tenía el presentimiento de que no me había contado todo lo que le pasaba, pero había sido sincera con mis palabras: no planeaba obligarle a nada, solo quería que supiera que estaba ahí para escucharle hablar de lo que fuera. Estábamos a punto de entrar a la academia cuando Kenneth se despidió repentinamente de nosotras, alegando que había visto a alguien a quien quería saludar. Kashya y yo nos miramos durante unos segundos, confundidas (aunque a ella apenas se le notaba), aunque cuando intenté descubrir quién se suponía que era aquella persona misteriosa, el muchacho ya había desaparecido de mi campo visual. Oh, bueno... Una vez en la línea de casilleros, me despedí de Kashya al hacer el cambio de zapatos y me dirigí a la parte de tercero, esperando tener suerte. Lo primero que llamó mi atención fue ver a una chica rubia dándole un chocolate a Sonnen-senpai... ¿Sonnen-senpai? ¿Desde cuándo se juntaba él con chicas que no fueran Anna? Eso sí que era un acontecimiento extraño. ¡Ah! Me distraje de aquel pensamiento a los pocos segundos, pues solo necesité deslizar la vista unos pocos centímetros para dar con el que había sido mi objetivo inicial. Me acerqué a paso ligero, sonriendo con suavidad, y me puse de puntillas para tocarle un par de veces el hombro con el dedo índice. —¡Kakeru! ¡Buenos días! —le saludé con ánimo, tras volver a mi altura natural—. ¿Cómo estás? ¿Puedo secuestrarte unos pocos minutos~?
Alguien tendría que recordarme qué hacía aquí, de verdad. En algún punto, luego de dar tantas vueltas en la cama, me resigné a que no podría dormir y si ya estaba despierto, ¿por qué sumar una ausencia a clases? La idea tenía sentido en mi mente, o al menos lo tuvo hasta que el tren siguió avanzando y la angustia me reptó más y más por el pecho. De alguna manera había conseguido entumecerme lo suficiente las primeras horas, en el silencio y la quietud de mi habitación, pero el transporte iba abarrotado y traqueteaba y la gente murmuraba y hacía calor, y sentí que me ahogaba. ¿Qué hacía yendo a la escuela? ¿Qué hacía que no me había plantado en la puerta de Kou hasta que me abriera? Pese a todo, mi cuerpo no quería moverse y seguí mi camino hacia la escuela. Tenía un mensaje de él que había caído como a las tres de la madrugada, pero ponía que Kou dormía y que ya le habían enchufado los calmantes. Vete a saber quién lo había escrito, me daba igual. Agradecí en un par de palabras escuetas y me desentendí del asunto, al menos físicamente. Mi mente nunca se movió de su lado, del olor de su sangre y cómo se entremezclaba con su perfume. Me revolvía el estómago y quería llorar. No reparé en la persona que había chocado hasta que identifiqué la voz de Anna. Le sonreí por inercia, murmuré palabras que no retuve y seguí a mi casillero. No fue hasta después que repasé su expresión en mi mente y regresé la vista al sitio donde nos habíamos encontrado, preguntándome por qué lucía tan... ¿nerviosa? La respuesta existía a pocos centímetros, pues me la había topado justo frente al casillero de Sonnen. Estaba hablando con una chica que creía relacionar a la 3-3 y regresé la atención a mi calzado, incapaz de preocuparme o pensar nada concreto del asunto. No era mi problema, sobre todo hoy. Dios, ¿para qué mierda había venido? Me estaba irguiendo cuando picaron mi hombro, y por un instante pensé que quizá se tratara de Ilana; ya se me había aparecido así antes. En su lugar, sin embargo, estaba Emily. Me saludó con alegría, repasé su semblante y le concedí una sonrisa automática, asintiendo. ¿Querría hablar de algo? —Buen día —murmuré, cerrando mi locker—. Sí, claro. ¿Adónde te gustaría que fuéramos? Algún sitio más tranquilo, quizá.