Pasillo (Segunda planta)

Su risa se me antojó agradable y disfruté el beso que de por sí había pedido con todo el gusto del mundo, siquiera lo disimulé. Mi respuesta la hizo reír de nuevo, me dio la razón incluso si no era verdad, y su comentario me hizo soltar el aire por la nariz.

—Habrías tenido que traer una bolsa para recogerme, como un trozo de pollo frito —solté y su jalón en la mejilla me sacó una risa.

Con mi teatro consumado, ella en vez de empezar a caminar alzó mi mano y dejó un beso en ella. No pude hacer más que permitirme una sonrisa amplia y entonces empezamos a caminar luego de su sugerencia, me lo pensé unos segundos y al final asentí con la cabeza, antes de centrar toda mi atención en escucharla.

Se me ocurrió enredar su brazo al mío, pero luego preferí solo caminar sujetando su mano para así poder dedicarle caricias suaves mientras tanto. Todavía seguía sin haber hecho una mierda sobre el asunto que había hablado con Suiren, pero esto... ¿Cómo podía arruinar esto? Por eso lo bateé otra vez.

—¿Super descuento en carne? Vas a tener que decirme en dónde, ya sabes que soy el de la compra, la cocina, paseador de perros... —Fui enlistando por la gracia y me reí por lo del almuerzo—. Oh my, oh my. Basta o acabarás avergonzando al muchacho en cuestión.

Era mentira, no conocía mucho la vergüenza en realidad. Digamos que en mi aparente calma muchas cosas dejaban de ser lo bastante importantes como para causar esa emoción en particular, pero igual la noción era graciosa.

—Una jovencita muy responsable, como siempre —afirmé después, ligeramente divertido—. ¿Cómo están tus hermanos, Sash?

 

Mencionó lo que esperaba, el que podría estar mejor y toda la cosa. Creía comprenderla, porque en mi caso el cambio de alimentación y el idioma me se me había dificultado por un tiempo prolongado, digamos que más de lo que quisiese, pero ya me sentía más adaptado por lo que podría considerar que me había acostumbrado a varias cosas y aprendido muchas otras.

Accedió a que almorzáramos juntos y en cuanto lo dijo asentí de regreso, casi que me puse a caminar hacia las escaleras pues porque no quería seguir en el tercer piso, aunque continué escuchándola y me aseguré de que viniese conmigo, porque tampoco quería dejarla atrás y que notara mi incomodidad por irme de ahí.

—Me gusta mucho salir a trotar, con mis perros, bueno, tengo dos perros en casa, uno es de mi hermano y el otro es mío, pero cuando salgo lo hago con ambos, suele ser en la noche luego de hacer los deberes y cenar —comencé a contarle en lo que mis facciones se suavizaban por el hecho de recordar la última vez que lo había salido a correr con ellos por el barrio—. De resto suelo ir a hacer deportes extremos, pero tampoco no es algo muy seguido, tipo una vez cada seis meses o algo así creo.

Al llegar al segundo piso no pude evitar mirar el pasillo con algo de detalle, solo para ver si Kurosawa estaba y saludarla, pero no tuve suerte en ello, por lo que continué bajando hacia el segundo ya con los hombros más relajados sin darme cuenta en si.

—Me dijiste que te habías mudado con tu familia, ¿cierto? ¿Qué tal le ha ido a ellos en el país?

Imaginaba que estar en familia podía hacer que se adaptarán más fácil.