Lo poco que me importaba el desconcierto que había en la mirada de este chico a pesar de sus respuestas cordiales casi era digno de ser documentado, incluso si el que se iba a infartar al verme aquí no estaba presente, al menos estaba respondiendo mi curiosidad. No hacía falta que se lo dijera en voz alta a nadie, pero estaba jugando a las siete diferencias con cuatro almas y, como suponía, me estaba costando encontrarlas. El patrón era marcado pues los vicios eran difíciles de dejar. El chiquillo había fruncido el ceño en algún punto y mi sonrisa no se vio alterada por ello, tampoco mis comentarios. Cayden no era una mente maestra académica ni nada, al menos en lo que a mí me concernía pues recién este año habitaba la misma escuela que el idiota, pero eso no quitaba que en otros ámbitos fuese un poco más espabilado. El qué hacer y qué no y dónde lo manejaba con la fluidez de cualquier infractor de reglas, pero justamente para pasarse las reglas por donde no da el sol había que conocerlas, ¿o no? Tal vez alguien debería informárselo a este kohai tan bonito que sonreía al decir su nombre. ¿Y el otro con su attention whore complex? ¿Saltaría en una pierna o barrería el suelo moviendo la cosa al saber que su querido Hubert se ponía suavecito por él? Dios, era un circo completo. Cada pieza que caía empeoraba la complejidad del escenario y sus posibles consecuencias. Por otro lado, Mattsson parecía tener en el rostro los mismos ojos que su dichoso senpai, eso había que reconocerlo. Ya no me refería a lo repentino de mi aparición y la incomodidad que pudiera generar, era la manera en que parecía intentar ir uniendo piezas debido a mi insistencia en desgastarle el nombre al otro. ¿No se había detenido a pensar hasta este momento por qué lo habían apartado de mi vista? Pues ahora le quedaba de tarea imaginar las posibilidades. La conversación de las niñas había seguido discurriendo en paralelo, pero creí notar que Shiori miraba a Hubert un instante luego de que me respondiera lo de que eran buenos amigos. Creía que por Takemori evitó mirarme, para no perder la cordialidad y la paciencia de su carácter, pero debía estarle tocando los ovarios a ella también, ¿verdad? A fin de cuentas era la que me había encajado una bofetada por Usui, seguro sentía que el resto tenía el derecho de abofetearme por lo mismo. —¡Claro! —apañó respecto a la sugerencia de su compañera de curso y entró en modo Kaoru, con la máscara bien puesta—. Puede ser el día que gustes, puedo traer comida para compartir también. Ah, yo soy de la 2-2. Mientras tanto yo arrojé el primer remedo de corte, la primera disonancia, y dejé que la frase respecto a la ineptitud para hacer amigos hiciera lo que tuviera que hacer. Era verdad y mentira en cierto porcentaje, el carácter de la mariposa era cambiante, podía mostrarse afable y dulce con algunas almas, pero al resto del mundo lo mandaba a tomar por culo. Era egocéntrico, caprichoso y manipulador. No creo tener algo que me haga especial. La necedad también era un pecado. Procuro ser amable y ofrecer a los demás un pequeño espacio donde sentirse en paz. Y justo allí se encontraban todas sus respuestas. El comentario me ensanchó la sonrisa, no respondí de inmediato y en su lugar lo dejé terminar de hablar, a la vez pesqué cuestiones en el aire. Desde que le recortaba el nombre al pelirrojo algo que hizo desde la primera vez que lo mencionó hasta lo de la biblioteca, así como sus ademanes formales para un chico de diecisiete años. De manera sutil repasé sus facciones, confirmando que el niño era un gusto a la vista, y me hizo gracia que ninguna de las siluetas que estaba comparando mentalmente tuviera similitud física, por lo que la respuesta seguía siendo de corte más emocional, para sorpresa de absolutamente nadie. —¿Un sitio que sea mi favorito? —Kurosawa empezó a contestarle a la chica y aunque no lo dejó ver, supuse que le costó encontrar una respuesta—. Le guardo mucho cariño a la cocina del club de cocina, valga la redundancia. El patio norte me parece precioso también y la piscina es agradable, sobre todo ahora en verano. ¿Siempre has vivido en Bunkyō? —¿Te sabes lo de que la belleza se encuentra en los ojos del espectador? Una frase común en espacios artísticos, aunque usada un poco a diestra y siniestra. Dejando de lado lo cliché, tiene cierta utilidad en tanto no sea un recurso autocompasivo —comencé hablando en un tono más bajo, un poco más privado, y no le di tiempo de contestarme la pregunta en verdad—. Los ojos que te miran son los que pueden responder qué es lo que te hace especial y a veces la opinión de los espectadores confluye. En la respuesta que me diste sobre tu amabilidad está el posible contraargumento de lo primero que me respondiste. Observa las reacciones de tus espectadores ante tus gestos de amabilidad y allí encontrarás un diminuto reflejo de lo que te hace especial, una pequeña respuesta a preguntas no formuladas, tal vez. Y al por qué fuiste apartado de mi presencia. >>Sobre los lugares... Me gusta la azotea y la sala de arte, el resto me son un poco indiferentes si debo serte honesta. La biblioteca tiene una buena selección, pero no me quita el sueño pasar el tiempo allí —respondí entonces, manteniendo el asunto bastante family friendly—. Así que esa es la respuesta finalmente también, supongo. Los lugares bonitos son aquellos nos gustan y ya, en este caso los lugares que le gustan a la persona que te lleva a ellos. A veces tienen el lugar mental de un santuario.
Dentro del edificio estaba fresco y recién allí fui consciente del calor que había sentido a pesar de la hora, pues los rayos de sol eran intensos a pesar de todo. Hice el camino hacia los casilleros de tercero sin prisa y antes de cualquier cosa, porque a veces se me olvidaba lo que no hacía de inmediato, fui a cambiarme los zapatos. De paso aproveché la taquilla abierta para usarla de apoyo para escribir luego de haber sacado el mismo bolígrafo rosado con que había firmado la tontería. Fuera del sobre blanco cerrado, escribí con cuidado “Podía dártelo directamente, pero así tiene más efecto dramático” y luego de pensarlo algunos segundos, le dibujé una flor, otro remedo de margarita como el que había dibujado en su cuaderno. Apenas terminé cerré el casillero y me puse a buscar el de Kakeru, donde dejé caer el sobre como si la cosa siquiera fuese conmigo. Me fui satisfecha por un trabajo bien hecho y en el trayecto para dejar la fila de casilleros, vi a Mason en la taquilla de Sasha. ¡No fue mi intención! Pero él también estaba escribiendo algo, aunque en un post-it verde, y lo pegó en uno de los laterales del casillero. No pude ver qué decía, pero sí que además dejó un bombón solitario envuelto en papel a la vista de la chica. Estaba terminando cuando mapeó el espacio y, que me llamaran loca, pero creí que lo hizo esperando que nadie lo hubiese visto y con algo de fastidio en los gestos. La emoción fue relativamente sutil, pero se confirmó cuando al verme relajo las facciones y me dedicó una sonrisa algo avergonzada. —¡Tú haz como que no viste nada! —advirtió de inmediato. —Prometido —dije junto a una risa. Lo revisé con la vista de forma que me di cuenta que se había cambiado los zapatos, así que le ofrecí subir juntos. En el camino evité referirme a Northwood o al pasado en general, me limité a hablar del clima y él fue contándome sobre una vecina suya que había adoptado un cachorro y no sé qué. Era extraño, pero seguía siendo el David que recordaba entre los troncos de los árboles y las llamas de la fogata; era tranquilo y amable… y a la vez parecía distante, eso era lo único que había cambiado desde entonces. Contenido oculto Gigi Blanche sé que andas por otros lares, pero for the record nomás uvu Lo que Ilana le dejó a Kakeru fue esto Y lo que Maze le dejó a Sasha (no lo describí porque el pov era de Ila) fue un post-it verde que dice "I didn't forget. Here you have a preview!! Love u" y en su casillero quedó un bombón envuelto en papel rojo
—¡Abre la boca! Ko apenas volteó el rostro y frunció el ceño, extrañado. Se mantuvo en mis ojos, probablemente intentando descifrar mis intenciones, luego bajó la vista por el resto de mi cuerpo y entonces se rindió, girando el cuerpo por completo. Le dio la espalda a su casillero abierto, a la zapatilla que le faltaba ponerse, y obedeció. Sonreí, muy contenta, y desenredé las manos que había mantenido ocultas para poner en su boca un chupetín de ananá. O de piña, según el resto del mundo, ¡pero en Argentina era ananá y ananá sería siempre! Además, ananá sonaba más simpático, ¿a que sí? Ko lo giró, tomándolo del palito, y tras saborearlo un par de segundos sonrió. —¿Regalo de White Week? —arriesgó, tras quitar el dulce de su boca. —Por supuesto, mi querido mini Ishi, es el mejor chupetín que encontrarás en todo Japón. Soltó una risa floja y siguió girando el palillo entre sus dedos, de forma distraída. —¿Son de los que tiñen la lengua? —inquirió, analizando el profundo color azulino del caramelo endurecido. —Por supuesto, mi querido mini Ishi. Chupetín que no te deja la boca de colores, ¿se puede llamar chupetín? —Ah, gran pregunta. —Lo lanzó a un costado, dentro de su boca, y retomó su labor con el calzado—. Gracias, An-chan, pero ¿estuviste estudiando? —¡¿Cómo conecta una cosa con la otra?! —me quejé, visiblemente indignada, y crucé los brazos—. ¿No puedes agradecer y ya? ¿No ves que hice tooodo el camino hasta aquí para darte el regalo que elegí con muchíiisimo cuidado? —Un gran desvío y una enorme decisión, veo, sí. —Una sonrisa danzó en sus labios, cerró su casillero y volvió a recoger la paleta, girándose hacia mí—. ¿Lo tomo como un no? —Soy una señorita muy ocupada, Ishi... y las partes son algo complicadas. La dignidad me tambaleó y mi confesión acabó tintándose de verguenza. Ko había tenido la idea de enseñarme una canción y se había ocupado de imprimirla y todo, pero me estaba costando más de la cuenta. Cuando busqué sus ojos noté que él me miraba con una pequeña sonrisa que pretendía conciliar, pero que a mí me agravó la mezcla de culpa y enfurruñamiento que ya sentía. Parte de mi reacción también venía de la procrastinación. Había intentado estudiarla, sí, ¿me había roto el lomo? Pues no. Ver series había ganado la pulseada una y otra vez mientras la guitarra se me reía desde un rincón en mi habitación. Por eso la había traído ayer a la escuela, ya había comprobado que estudiar sola me costaba un huevo. Era inconstante y me faltaba disciplina. —Las repasamos juntos, entonces —resolvió él sin dificultad—, y si para fines de la semana hay una clara mejoría te compro algo por la White Week, ¿qué dices? —¡Eso es chantaje, mini Ishi! —Prefiero llamarle incentivo —definió, muy convencido, y amagó a darme un golpecito en la nariz con el chupetín—. Y lo importante es que funcione. —¿De por sí no tendrías que regalarme algo a cambio de esto? —Ah, ¿entonces me lo diste con segundas intenciones? —¡Nunca dije eso! Su risa se replicó por el espacio con clara diversión, y en el sonido hubo algo que disolvió mi molestia. Últimamente me sentía un poco más cercana a Kohaku y eso me alegraba. Compartir el club, tocar la guitarra y estudiar juntos se asemejaban a puentes que me permitían acercarme a él. No diría que había un motivo concreto, sólo... no quería que nada cambiara demasiado. Quería que mis amigos siguieran siendo mis amigos, que nada estropeara eso, como... lo que sea que pasara entre él y Emi, o mi situación actual con Kakeru. —Hablando de chantaje emocional —retomé, sin ninguna clase de sentido—, ayer te vi en el patio con Sugawara. Estaban sentados muy pegaditos, ¿eh~? Su risilla fue mezcla de picardía y diversión, y como si lo hubiese parido supe que se echaría encima la sonrisa de niño bueno. —¿Lo estábamos? —Cien por ciento. —Bueno, fue su cumpleaños, así que quise pasar el receso juntos. —¿Y qué le regalaste? —Lo miré fijamente—. Sí le regalaste algo, ¿verdad? —¡Claro! No soy un monstruo. Unos chocolates, una canción, y... —Sonrió, ya sin ocultar sus intenciones—. Estás pequeñita para saber el resto. —¡Pequeña mis polainas! ¿Hicieron cochinadas? —Anna —se quejó, riéndose, y yo aproveché el espacio para seguir. —¿Fueron a su casa? ¿Cuántas veces lo hicieron? No, espera, ¿no tendrían que haber llegado juntos? ¿Hicieron cucharita? —Miré en todas direcciones y regresé a él—. Siempre tuve una duda, mini Ishi, ¿eres top o bottom? —¡Muy bien! Demasiada azúcar por hoy —sentenció, tapándome la boca con la mano libre—. ¿Y tu White Week cómo viene? Empecé a hablar, pero lógicamente no se entendió una mierda hasta que Ko se movió. —¡Diez puntos! —repetí, olvidándome de mi curiosidad previa—. Ayer Emi me regaló unos bombones de helado super ricos. Quiero regalarle algo también, obvio, sólo que todavía no sé bien qué. Ella se esmera tanto cocinando y preparando cosas para los demás que quiero... quiero estar a la altura, digamos. Mencionar a Emi me hizo preguntarme si acaso planearía obsequiarle algo a Kohaku también. Era lo más probable, y no era lo que me preocupaba exactamente, sino en realidad... —¿Y tú? —cuestioné, él elevó las cejas—. ¿Tienes algún regalo en mente? El silencio inicial me repiqueteó en el cuerpo y tuve que contenerme de escupirle el regaño de turno encima. Me lo querría comer entre dos panes, y no de buena manera, si Emi le regalaba algo y el gran imbécil se quedaba de brazos cruzados; pero, al mismo tiempo, ¿no tenía razón? ¿Era correcto esperar algo a cambio de lo que supuestamente hacíamos de forma desinteresada? A mí me movía una marcada sensación de retribución y lealtad, pero Ko... ¿Cómo era este asunto a sus ojos? ¿Puede que le significara una molestia, más que un evento bonito? —Algo así, supongo —resolvió finalmente, y su mirada se desvió a nuestro costado. La seguí por mera inercia y topé con Kakeru, quien, al parecer, no nos había visto. Estaba varios metros más allá, abriendo su casillero. Habría regresado a Kohaku de no ser porque advertí que recogía un sobre blanco y una sensación extraña me tensó el pecho. Lo miró con atención, le dio la vuelta, y la sonrisa que asomó en sus labios fue... era... Parpadeé, me forcé a pasar saliva y tomé mucho aire. Kohaku me estaba viendo a mí. Exhalé de golpe e intenté sonreírle. —No pasa nada —murmuré; también me lo dije a mí misma—. Sólo me sorprendió, eso es todo. Probablemente sea... Creo que se hizo amigo de la albina de tu clase, Maxwell. Ko arrugó levemente el ceño y le echó otro vistazo a Kakeru, pero yo no me atreví; fue así, al menos, hasta que el semblante de mini Ishi frente a mí se descompuso. Fue breve y sutil, y al girar el rostro noté que Shinomiya pasaba caminando detrás de Kakeru. Éste también advirtió su presencia y se apresuró por cambiarse el calzado, cerrar su casillero y seguirlo, aún con el sobre blanco en la mano. Los vimos desaparecer por el pasillo y un silencio algo pesado se instauró entre Ko y yo. Quería que mis amigos siguieran siendo mis amigos, pero había momentos donde, de repente, todo se sentía tan... complicado. —¿Cuándo nos juntamos a estudiar, entonces? —retomé, tocando su hombro para empezar a caminar. Kohaku renovó su sonrisa sin complicaciones. —Cuando tú quieras, An-chan. Contenido oculto Me hizo gracia lo de Ilana porque ya tenía todo esto planeado de antemano, así que agregarle el sobre fue a nice touch JAJAJA
La vida a veces era muy divertida, ¿o no? Cuando por fin me había empezado a hacer a la idea de que Kohaku era una misión perdida para mí, me lo acababa follando en los baños de la escuela. That's some TV show shit right there, is it not? No tenía ninguna queja al respecto, por supuesto; faltaría más. Además, me confirmó que no se había acostado con Aiden, algo que me alivió mucho más de lo que me hubiera gustado admitir. Era cierto que también me había dicho que planeaba hacerlo, which wasn't as fun, pero... bueno, mi mente post-orgasmo no le dio tanta importancia y ahora, con la mente más despejada, había decidido que fingiría demencia por un tiempo. No me hacía nada de gracia la información que ya le había soltado a Kohaku por culpa del poder que le había cedido a Aiden sobre mí, para empezar, y aunque sabía que aquello solo era una resolución temporal, pretendía aferrarme a ella lo máximo posible. Nonetheless, la triste realidad era que Kohaku me estaba empezando a caer bien y no me sentía capaz de molestarme con él aunque quisiera, so there I was, buscando su nombre entre la marea de casilleros de tercero. Había pretendido darle la bendita chocolatina sin necesidad de que él me lo recordara, pero había decidido dejarlo para aquella mañana por un par de motivos. —Ah, there it is~ Abrí su casillero una vez lo tuve localizado y dejé en su interior la pequeña caja que había comprado de camino, que traía una surtido variado de porquerías de chocolate. Encima de la misma había pegado una nota, que había doblado de tal manera que por fuera se veía el siguiente mensaje: "por si alguna vez quieres pasártelo incluso mejor, my sweet marshmallow~" y por dentro, solo para su bonitos ojos ámbares, estaba la dirección de mi casa. Al lado de la caja también dejé el primer mechero que le había robado, pues de todos modos prefería quedarme con el recuerdo del segundo. Satisfecha con un trabajo bien hecho, cerré su casillero y me alejé hacia el mío con paso liviano, claramente de buen humor. Contenido oculto Gigi Blanche lo prometido es deuda uwu7 las chocolatinas serían estas, btw uwu
Iba alcanzando las puertas de la Academia cuando noté la silueta de Kohaku plantada contra el paredón, aparentemente distraído en su móvil, y supuse que no lograría escaparme de esta. Siendo justos, igual se lo debía, ¿no? Había aparecido frente a sus narices y lo había arrastrado hasta Kou sin ninguna clase de aviso o preámbulo. No creía que una sorpresa así lograra desestabilizar su eje y también por eso lo había hecho, lo cual no quitaba mi parte de responsabilidad. No modifiqué mi ritmo, siquiera intenté evadirlo y, tal y como había sospechado, él levantó la vista en el momento preciso para detener mi andar. Se me ocurrió una broma tonta referida a su dichoso sexto sentido, pero me la tragué y terminé de recortar la distancia. En su semblante no había nada preciso, si acaso un chispazo de confusión que le arrugó el ceño. Lo cierto era que tampoco me había sonreído, y eso en sí mismo era atípico. La idea me puso algo nervioso. Intentaba moverme precavido, despacio, cuidando de no agitar demasiado el oleaje; intentaba hacer las cosas bien, pero ¿qué significaba eso, para empezar? Quizá debiera digerir la idea de que no había forma correcta de avanzar, que en el proceso inevitablemente haría ruido y algunas estructuras tambalearían. ¿Seguiría siendo amigo de los chicos si insistía en recuperar a Kou? No. No intentaba hacer las cosas bien. Intentaba no perder nada, porque era un cobarde. —Quería hablar contigo —anunció, guardando el móvil en su bolsillo, y suspiró levemente—. Quiero entender mejor qué ocurrió ayer. Asentí, comprensivo, y tomé bastante aire por la nariz. No debía pintarrajear fantasmas donde aún no los había. —Fue bastante repentino, ¿verdad? Lo siento por eso —murmuré, esbozando una pequeña sonrisa apenada, y contuve el impulso de lanzar los ojos a cualquier otra parte—. Como te dije ayer, Kou me contó hace poco lo que ocurrió y... sentí que tenía que hacer algo con la información, por pequeño que fuera. Te debía la disculpa, ¿cierto? Y sí, sé que realmente es tonto y hasta condescendiente, pero- —¿Por qué te lo contó? —interrumpió, sin modificar su semblante. Era Kohaku, ¿verdad? ¿Hasta dónde valía la pena tapar el sol con un dedo? No era un muchacho incisivo, pero observaba y notaba cosas. Quizá fuese más inteligente de mi parte pedirle discreción a pretender engañarlo. ¿Cómo decirlo, sin embargo? Las palabras se espesaron en mi lengua, pesadas, y me sentí absurdamente patético. ¿Estaba listo para enfrentar la fuerza del oleaje? ¿Para abrir la boca y admitirlo? Lo había anticipado, mi mente siempre creía hacerlo, pero el golpe de realidad era muy diferente. La mirada ajena punzaba, agobiaba, y las risas histéricas se reanudaban. Cálmate. —Porque yo lo busqué —confesé, y el estómago se me endureció—. Lo busqué hace un tiempo y le pedí... le dije... que volviéramos a ser amigos. Hay muchas cosas que no sabes, Ko, ni tú ni nadie, y pensé que va siendo hora de destaparlas. —Un apremio diferente me hizo regresar a sus ojos de golpe—. No sabía lo que te había hecho, te lo juro. Fue después, que me dijo que si realmente quería volver a ser su amigo había cosas que debía saber. Y entonces me lo contó. Había tanto que justificar que no sabía dónde empezar, y la simple idea de ver esto como un puto juicio me dio asco. No quería tratar a Kou así, y sin embargo, una parte de mí siempre lo acababa haciendo. —Entiendo. —Kohaku asintió, abstraído en sus pensamientos, y luego de varios segundos regresó a mis ojos—. ¿Los chicos saben de esto? —No, eres el primero a quien se lo cuento. De por sí fuiste el primero que acabó involucrado. —¿Planeas decírselos? —Sí —afirmé sin titubear, y algo, por pequeño que fuera, logró calmarme un poco—. Aún no sé bien cuándo ni cómo, pero se los diré. Hay... Hay cosas que deben saber, cosas del año pasado que no hice bien. —Suspiré—. No pretendo que nadie perdone a Kou, ni mucho menos que lo acepten de regreso. Sólo quiero asumir la responsabilidad que me toca. Kohaku me observaba, atentamente y en silencio, y volvió a asentir. —Es... complicado —admitió, frunciendo el ceño—. Hay cosas que no entiendo, y otras que no me corresponde preguntar, pero también entiendo que esto no debe ser fácil para ti. Quería disculparme contigo por haber dudado de ti ayer, antes de subir a la azotea. Cuando me dijiste "no me mires así, soy yo"... Me quedé pensando en eso. Tenías razón. Eres tú, y no tenía que haberte mirado así. —Suspiró, meditabundo—. No entiendo, como te dije, pero... pero confío en ti. Si tienes tus motivos para querer acercarte a Shinomiya, no me corresponde detenerte. Tampoco haría algo tan patético como forzarte a elegir. La amistad no se trata de eso. Lo percibía conflictuado, y mi corazón se removió entre la vergüenza y el alivio. Al fondo, por mucho que me empeñara en negarlo, también apareció un chispazo de rencor. ¿Por qué? ¿Por qué había tenido que golpear a Ko? De todas las malditas personas en el mundo, ¿por qué él? ¿Por qué uno de mis amigos? Como si se empeñara en apartarme, en ofrecerme motivos indiscutibles para odiarlo. ¿Por qué hacía todo tan difícil? ¿Y por qué yo insistía? Mi mirada cayó al suelo y lo próximo que supe fue que lo estaba abrazando. Apenas toqué su cuerpo, una parte del mío se desbarató. Lo delgado de sus brazos, lo pequeño de su espalda, el aroma y la suavidad de su cabello. Ko era delicado, frágil inclusive, y en ese instante no pude entender cómo mierda habría alguien capaz de cagarlo a palos. No tenía perdón, no se suponía que lo tuviera. Entonces, ¿qué estaba haciendo? —Lo siento —musité cerca de su oído, no me creí capaz de seguir hablando y lo estreché con fuerza. Sus manos habían envuelto mi cintura y lo escuché botar el aire por la nariz. —No fue tu culpa —murmuró, sereno—, y tampoco lo es ahora. Si hay una historia que debe ser contada, creo que vale la pena que luches por ella. Habla de tu fortaleza, Kakeru, no de tu miedo. Esbocé una sonrisa amarga, incrédula. —Miedo me das tú cuando te pones en plan old sage —bromeé, en voz muy baja, y al retroceder mantuve las manos en sus hombros; junté el valor suficiente para sonreírle—. A ti también te lo contaré. Les diré todo, porque de una u otra forma acabaron arrastrados en todo este... este huracán, y merecen saberlo. —Está bien, pero que sepas que con tanto preámbulo sólo me subes la expectativa —respondió, adecuándose a una mejor liviandad, y mi sonrisa se ensanchó—. Ahora espero una revelación digna del cine. —Me lo gano por vueltero. ¿Vamos yendo? Asintió, viramos y lo envolví con un brazo para estrujarlo una última vez. Al empezar a caminar le regresé su espacio y lo miré, pues murmuró un leve "ah, sí". —Hablando de revelaciones, ayer te vi en los casilleros recogiendo un sobre blanco~ Alcé las cejas, sorprendido, y solté una risa floja, dejando caer la cabeza. Cabrón que era, ¿cómo podría negarle la información luego de semejante charla? Y el jodido lo sabía. —No es nada loco —anticipé—. Era de una compañera de mi clase, por una... broma que tenemos. —Eh, una broma~ —Sonrió, muy complacido, y no tuve más opciones que dejarlo ser—. ¿Una chica de la 3-2, entonces? —Sí, ¿por? —Había pensado que quizá fuera la albina de mi clase. —Me miró de soslayo—. ¿No había algo entre ustedes? —No realmente, sólo éramos amigos. Alcanzamos el edificio. Su sonrisilla no auguraba nada bueno y no supe si quería preguntar; tampoco tuve que hacerlo. —¿Y ella opinaba lo mismo? —tanteó, divertido, y yo solté una risa de pura incredulidad. —No era así, Ishi. Además, ¿no te enteraste? Anda muy lovey dovey con tu amiguito. Dunn le regaló una caja de chocolates muy bonita el otro día. —Todos tan románticos de repente... —Suspiró dramáticamente—. Qué envidia, qué envidia. Habíamos llegado a su casillero, y fue escucharlo hablar y tener que contener la carcajada. ¿Qué era lo que veía? ¿Una flamante e inmaculada caja de dulces? Ko la recogió con toda la calma del mundo y metí la cabeza para husmear cuando la abrió, sorprendiéndome al topar con una notita escrita a mano. Él la recogió y la leyó, sin molestarse en detenerme de hacer lo mismo. De primera mano dudé si aquello no sería invasión a la privacidad, pero se veía tan... tan indiferente respecto al asunto que cedí a la curiosidad. Era caligrafía femenina, no cabía duda, y otra risa me vibró en la garganta. —Estás lleno de sorpresas —lo molesté, revolviéndole el cabello. Soltó una risilla y entonces pasamos nuestra atención a la selección de porquerías, una más rica que la otra. —¿Quieres alguno? —ofreció—. Son un montón, y de por sí no como muchos dulces de estos. Bueno, no era hora de hacernos los dignos. Pillé una bolsa de M&M's, disimulando la alegría que sentía, y Ko me estampó contra el pecho un Kinder bueno adicional. —No es el primer obsequio que recibes, ¿verdad? —arriesgué, mientras Kohaku apoyaba la caja para cambiarse los zapatos, y la sonrisa que estiró sus labios habló por sí sola. —Nop~ Contenido oculto weno, los dejo ahí because why not
Entre todo el embrollo de ayer, los mensajes de Arata con los nombres y tanta mierda que había en medio me había olvidado que tenía que lidiar con el evento social a.k.a la cena por el cumpleaños de tío Finn y básicamente quedé con las neuronas vueltas puré a las once de la noche. Siquiera tuve tiempo para pensar más en nada, caí noqueado, demasiado drenado emocionalmente para cualquier cosa. Tuve que pedirle a Nozomu que pasara a buscarme, porque ya se me habría pasado el tren, y el trayecto lo hice fumándome el rescoldo del porro que había dejado junto al borde de mi ventana el lunes. No hizo la gran cosa, fue más para relajarme que nada, y me dediqué a pensar. Había metido los chocolates a la mochila, ¿pero qué coño iba a hacer en verdad? Tenía que alterar un poco el orden de mis movidas, la verdad, o quizás solo ser el mismo idiota de siempre y ver qué salía. Ni idea, tenía mis permisos y en vez de dar vueltas como loco debía usarlos, el punto era cómo o cuándo. Tampoco quería caerle como un meteorito. Como fuese, algunos metros antes me puse los cascos, al bajar del auto despedí a Nozomu y cerré de un portazo. Agradecí algunas de las sombras de las nubes, porque no tenía muchas ganas de llevar tanto sol tan temprano, y continué mi camino sin especial prisa. En cierto punto alguien me alcanzó y percibí el chispazo rubio un instante antes de dar con sus ojos. Al verla me saqué los cascos de la cabeza y me los dejé en el cuello, bajándoles el volumen. —Morning, sir —saludó con una sonrisa pegada en la cara. —Morning —dije reflejando el gesto. —¿Cómo estás? —Igual de bien que siempre —apañé sin conferirle un instante de pensamiento—. ¿Y tú? Te ves muy contenta, si me dejas decirlo. —Igual de contenta que siempre —replicó, divertida—. ¡Aunque te ibas a quedar sordo con esa música! No pude hacer más que reírme, me encogí de hombros y pronto estuvimos cruzando la puerta del edificio. Doblamos a los casilleros de tercero y no conté, bueno, con que las cosas se me fueran a dar así. Noté la mata de cabello celeste junto a Fujiwara y me quedé atascado unos segundos, fue lo bastante notorio para Ilana para que me colocara la mano en la espalda y me hiciera avanzar. —Come on, don't be shy —murmuró—. Vamos a saludar, así molesto a Kakeru. —¿Molestas? —cuestioné. —¿Molestar? ¡Decía que lo podré maravillar con mi presencia, debiste oír mal! Por eso no tienes que reventarte los tímpanos con tu música edgy... te quedarás sordo a los veinte, Cay. Su tontería me aflojó el cuerpo con una risa y supuse que daba lo mismo, disculpa rechazada o no, tampoco éramos un par de burros que irían a escupirse en la cara por las risas. En su defecto, Ilana a veces tenía un torpedo en el culo y eso venía bien, cuando estuvimos cerca correteó hacia Fujiwara y le dio un toquecito en el hombro, asomándose para buscar su mirada. La sonrisa que le dedicó fue bastante amplia. —Buenos días, señor Fujiwara —le dijo con tono casi solemne y reparó en las cosas que tenía—. ¿Había piñata? Por un segundo reparé en eso, también en la caja y obviamente me hice el imbécil, fingí la demencia más grande de la historia porque ante todo yo era un hombre con una misión y solo quería saber cómo estaba mi amigo. Saludé a Fujiwara a la pasada por cortesía, pero mi atención se volcó en Kohaku, la criatura se estaba cambiando los zapatos, pero le eché un brazo encima porque me dio la gana y le dediqué una sonrisa. —Ko-chan~ —lo llamé, zarandeándolo un poquito—. ¿No lo sabes? Me contrataron para darte los buenos días hoy, espero que estés listo. Contenido oculto ya planeaba hacer pasar al pendejo, así que acá estamos JAJAJA Ilana se me ocurrió a medio camino al verla siendo objeto de chisme y dije why not
Habían ocurrido demasiadas cosas en pocos días, buenas y malas, las suficientes para dejarme en un punto neutro de calma; como siempre, vaya. Alisha se había retirado antes que yo del baño y, sabiéndome solo, se me aflojó una risa mezcla de incredulidad, gracia y agotamiento. ¿Había tenido sexo con Welsh? ¿De verdad? Bueno, quedaría como un recuerdo para mis nietos... o quizá mejor no. De la forma que fuera, no me amedrentaba ni me jodía. El resto del día me porté bien. Sobre la noche, imágenes de la conversación en la azotea palpitaron y se entremezclaron, sembrando más dudas que respuestas. Decidí no repetir las estupideces de otras épocas y al próximo día me planté en la entrada, a la espera de Kakeru. La postura de Shinomiya en todo esto me importaba tres mierdas, sólo quería entender de qué manera lo implicaba a él y por qué. No podía decir que estuviera plenamente convencido de mis propias palabras, sin embargo ¿qué opción me quedaba? ¿Forzarlo a escupirme toda la sopa, aquí y ahora? Ya debía sentir bastante presión de por sí. Kakeru estaba colando el cuerpo a voluntad en el campo de tiro, interponiéndose entre nosotros y su amigo, y me pregunté si sería capaz de soportarlo. De momento el cese al fuego le daba un respiro, pero ¿y si escalaba? ¿Si los mismos monstruos del año pasado despertaban? En su abrazo, ansioso, la premonición palpitó. ¿No lo destrozarían en cientos de pedazos? Intenté apartar los pensamientos, infructuosos, y desvié la conversación al chisme de turno para distraernos a ambos. La caja de Alisha me sorprendió bastante, quería decir, bastante menos que el contenido de la nota, aunque todo en sí mismo fue una joyita. ¿La dirección de su casa? ¿De verdad? ¿Qué clase de appeal le veía a mi cuerpo flacucho en comparación a los tíos que debía tirarse? ¿Quizá fuera el kink de liarse con alguien gay? Bueno, me daba igual. Le regalé un par de dulces a Kakeru y apoyé la caja dentro de mi casillero para cambiarme los zapatos. Estaba en eso, agachado, cuando noté a una tercera persona por el rabillo del ojo y volteé el rostro, identificando a una muchacha rubia que me sonaba del pasillo de tercero. Saludó a Kakeru con bastante confianza, deslicé la mirada al muchacho e hice dos más dos. Podría jurar que él se supo descubierto. Ojos rosas, ¿eh? Mira nada más. —Buen día, Lana —respondió, tranquilo, y asintió respecto a su pregunta, señalando en mi dirección con la barbilla—. Piñata personalizada y bastante generosa, si se me permite la apreciación. Me fui irguiendo, dispuesto a saludar a la chica, cuando un brazo cayó sobre mis hombros y di de lleno con el rostro de Cayden. Kakeru había correspondido a su saludo previo con un modesto asentimiento y escuché la tontería de turno con una sonrisa danzando en mis labios. —¿Te contrataron? Vaya desperdicio de dinero —bromeé, sin alzar la voz, y mi gesto se ensanchó—. Buen día, Cay Cay. En paralelo, pero fuera de nuestra atención, Kakeru había aprovechado el momento para colar el paquetito de Kinder en el bolsillo de la falda de la chica. Entonces, su voz se elevó. —Ah, sí. —Alternó la mirada entre nosotros, la rubia y yo, y sonrió—. Ahora que lo pienso, yo tenía una misión. Ishi, esta es Ilana. Ilana, este es Kohaku, el presi del club. —Me miró, señalándola a ella—. Lana toca la guitarra y se suponía que te hablara al respecto porque le interesa el club. Me tragué la gracia, pues toda la presentación parecía un poco a quemarropa, y me resultó curioso ver a Kakeru permitiéndose estas cosas. ¿Era para molestarla a ella? De la forma que fuera, me mantuve fuera del meollo y le sonreí a la chica. —Un placer —murmuré—. ¿Tocas desde hace mucho?
Era una idiotez eso de la actividad que estaban haciendo de los chocolates y no sé qué putada, me parecía patético. Los días de esta semana se basaban en ver de aquí para allá gente llevando chocolates con intenciones de no sé qué cosa, estudiantes con la cara ardiendo más que un volcán y otros imbéciles recibiendo con modestia -como el albino de la 3-2-, y que no faltaran los otros con euforía como si les diesen las escrituras de una casa. Parecían ratas de laboratorio interactuando. Entré otro día más de porquería a la escuela, me sumergí en los casilleros disminuyendo mis pasos al estar por los de tercero, tenía la música a todo volumen en los audifonos por lo que el bullicio del interior rebotaba sin más. Estuve por seguir derecho hacia el ascensor pero me detuve con algo de recelo en uno de los casilleros, pestañeé con lentitud, casi pensándome como sino lo hubiese estado pensando desde que leí lo de la actividad. Miré a la izquierda con normalidad, y luego a la derecha, notando que no había ningún rostro medio conocido por lo que abrí el metal, luego mi mochila para sacar una pequeña caja blanca y dejarla dentro. Tenía una nota con un símbolo rockero, sin texto porque qué putas podría yo escribirle ahí, cerré con prisa, me acomodé la mochila y continué hacia el ascensor. Fue entonces que el peso de alguien se me hizo en lo hombros, gruñí como de costumbre en lo que giraba el cuello de mala gana, la sonrisa de Kathe me hizo sentir descubierto y fruncí aún más el ceño. —Es bonito ver que sigues siendo un detallista —comentó risueña, quitando su peso de encima para ya caminar a mi lado. —Tonta... —era un patán y un imbécil pero, no creía ser mal amigo— a ti también te traje uno, pero más barato. Alzó las cejas y amplió la sonrisa en lo que presionaba el botón del ascensor. —Eres cruelmente sincero Aleck, pero justo también te compré uno a ti. Como fuese, entramos al ascensor y nos dirijimos directo al salón de clase, esperando ambos que la semana comenzara a pasarse lo suficientemente rápido para dormir un mísero rato decente. Contenido oculto Gigi Blanche Le dejaron su respectivo chocolate a Abby en el casillero <3 Están rellenos de malvavisco
A ver, decir que planeaba caerle a Cayden era mentira, pero noté la cabeza de fósforo unos pasos por delante y me le puse al corte. Al llegar a los casilleros lo vi quedarse tieso como pan de tres días, veníamos caminando lento y no fue tan brusco, pero sí saltó a la vista y llegué a preguntarme si de venir solo habría recogido el impulso para acercarse. No tenía idea de qué lo habría frenado, como siempre, pero básicamente lo empujé con su amigo y me fui encima de Kakeru, porque confianzuda se nacía no se hacía, ¿verdad? Al recibir la atención del moreno mi sonrisa se amplió y alcé un poco las cejas cuando me señaló a Kohaku, acto seguido lo miré un momento, tragándome una risilla. Algunas dudas me quedaron dando vueltas, ninguna me incluía a mí o a Kakeru, pero tampoco era tan indiscreta ni carecía tanto de autopreservación. Llevaba ya varios días comiéndome retazos de información muy de gratis. —Ya veo —convine sin disimular un dejo de diversión—. Encima es piñata de desayuno, ¿no es muy temprano? Cay ya se le había ido encima al muchacho, obvio, y su sonrisa se amplió en una mezcla de diversión y algo parecido a la ternura. Lo escuchó, luego desvió la vista a cualquier lado fingiendo pensar y sin quitarle el brazo de encima de los hombros le encajó una mano al costado de la cabeza, atrayéndolo hacia sí para apoyarse en él en un remedo de abrazo. Descansó la extremidad después y estiró la mano contraria para pellizcarle la mejilla con la clara intención de molestarlo. —Va, te contaré la pura verdad aunque no la pediste —argumentó muy convencido y tan serio como pudo (que no fue mucho), apartando su brazo de él por fin—. Me contraté yo solo e incluso si no, a mí me gustaría más llamarlo inversión, señorito, nada de desperdicio. Me distrajo del numerito sentir el peso repentino en mi bolsillo, al meter la mano di con la golosina y mis ojos viajaron a Kakeru, le sonreí con suavidad y no dije nada al respecto pues había sido disimulado ya de por sí. En todo caso, cuando quise acordar estaba sacando el tema de lo del club y casi di un respingo, volviendo la atención al Kohaku un segundo antes de que nos presentara. ¿No me estaba poniendo en bandeja? ¡Qué falta de respeto! Le eché un vistazo a Kakeru y balanceé el peso de una pierna a la otra, el movimiento hizo que le diera un toque con mi brazo al suyo. Pasaba por accidental, pero fue mi remedo de un llamado de atención para molestarlo. Igual tenía la atención puesta en Kohaku y negué con la cabeza suavemente. —El placer es mío. Este —empecé señalando a Kakeru y luego le pasé la pelota a Cayden—, y este otro te mencionan con frecuencia. Empezaba a preocuparme que fueras una ilusión colectiva, pero aquí estás, de carne y hueso. Mi propia tontería me sacó una risa y Cay, que seguía en su lugar junto a su amigo, estaba haciendo malabares mentales para disimular su vergüenza. Igual no era que hubiese ignorado la pregunta, así que volví sobre ella después y saqué un cálculo mental un poco a las prisas. —Toco hace algunos años, pero me enseñaron personas que eran autodidactas y estoy segura de que fuimos copiando las manías de otros. Llevo sin hacerlo desde que nos mudamos aquí, así que también debo estar un poco oxidada —respondí sin molestarme en decorar el asunto, reflejando su sonrisa. —También tiene bonita voz —intervino Cay que estaba quitándose los cascos del cuello para zambullirlos en la mochila y entonces a mí me dio vergüenza, pues no era del todo consciente de la cantidad de veces que me había escuchado ya.
Ver a Ilana aparecer junto a Dunn me forzó a detenerme un segundo, repasar mis recuerdos a la velocidad de la luz y de todas formas pensar que nada en la vida parecía ser sencillo o gratuito. Correspondí el saludo del muchacho con la cortesía que tantas otras veces me había servido, lo vi desviarse a Kohaku y regresé mi atención a Ilana. —¿Para atiborrarse de dulces? —repliqué, y en el movimiento de obsequiarle el Kinder fue que agregué—: Jamás. No era mi intención atender al intercambio de los otros dos, pero tampoco me quedaban muchas opciones realistas. Por sobre cualquier otra cosa, mi prioridad era disimular cualquier rastro de incomodidad a la perfección. Dunn le jaló la mejilla a Ko y éste arrugó el gesto, soltando una risa nasal. Sin embargo, como era esperable, no hizo amague de quitárselo de encima. —Aunque lo llames inversión, sigue sonando a desperdicio —replicó, riendo—, pero aprecio el saludo. Aunque te faltó decirme "buen día". Le regresó el jalón de mejilla y no que pretendiera interrumpirlos, pero tampoco quería quedarme papando moscas. Aproveché de cumplir la responsabilidad que me competía y presenté a Ilana con Kohaku, trayendo a colación el asunto del club. Lo formulé con toda la intención del mundo de picarla, y sentir el toque de su brazo me ensanchó la sonrisa brevemente. Fingí demencia y Ko se rió al oírla. —Sólo buenas cosas, lo prometo —alegué, alzando las manos. —Aquí estoy —convino Ishi, tranquilo, y sacó la caja de dulces para cerrar su casillero mientras Ilana le respondía su pregunta—. Es más que suficiente... a menos que lleves diez años en el país, pero no es el caso, ¿verdad? La acotación de Dunn me había hecho mirarlo y luego regresar la vista a Ilana. Eran... ¿amigos, suponía? —No lo dirás por su acento, quiero creer —acusé a Kohaku, quien se echó la sonrisa inocente encima. —¿Yo? Jamás. —Miró a Ilana y su semblante se suavizó; de forma genuina, quería decir—. De cualquier forma, si estás interesada en el club puedes pasar cuando quieras. Me colgué un poco en el último tiempo, pero tomé clases varios años y ahora, de hecho, estoy enseñándole a una de las chicas. Podrías unirte a nosotros sin problema, me alegraría mucho. —¿Tomabas clases? —inquirí, sorprendido, y él asintió. —Con uno de los vejestorios que tocan en los eventos del santuario. Muy simpático el señor. —Regresó a Ilana—. ¿Tienes guitarra en casa? Si no, puedes usar una del club. Hay varios instrumentos a disposición. Su respuesta fue algo escueta y creí comprender la señal de que no debía seguir preguntando. Si lo hiciera, Ko probablemente respondería, pero dudaba que fuera de su preferencia.
Mucho desastre y lo que quisieras, pero una parte de mí también se había titulado en hacerse el imbécil y no había que olvidarlo. Cuando parecía la mejor de las opciones podía dejar todo tirado, comportarme como si nada y, en cierta medida, creérmelo. El nombre de Fujiwara también había aparecido en los mensajes de Arata, pero conectaba de forma tan extraña que no sabía qué hacer con él. Era amigo de Ko, ¿no? ¿Entonces cómo mierda saltábamos de Fujiwara llevándoselo a Shinomiya bajando de la azotea? Sinceramente, quizás lo mejor era no seguir pensando tanto al respecto y tirar al caño parte de la información y la sucesión de eventos. —¿Estás diciendo que te vas atiborrar de dulces a las ocho de la mañana? —Escuché que le dijo Ilana, fingiendo estar muy escandalizada—. Tendré que llevarte al dentista. Puestos en ello, no tenía idea desde cuándo Ilana andaba tan pegadita a este chico, pero tampoco era algo que fuera muy raro, no con la amabilidad y extroversión que ella manejaba, sabiendo adaptarse a los demás a pesar de ello. En su defecto, parecía incluso más contenta que antes y yo estaba ocupado en mis propias cosas. Ko siguió refutando mi argumento de la inversión ante lo que hice un mohín sin darme cuenta, encima de eso apuntó que no le había dicho buen día y pues tenía razón, encima de que me autocontrataba ni hacía bien el trabajo. Me regresó el tirón de la mejilla y me quejé solo por hacer el teatro, hasta poniendo cara de cachorro mojado al que le acabas de pisar la cola. —Buen día, Ko-chan –le dije suavecito, antes de quitarle el brazo de encima—. Ahora sí, ¿lo ves? Bueno, no es que quisiera tener a los otros dos de público, pero tampoco me importaba tanto marcarme el show delante de sus narices o frente a nadie en verdad. Por ello aunque le había quitado el brazo de encima a Ko, me quedé cerca suyo y entonces Fujiwara puso a Ilana en el foco de todo. Cuando le formulé lo del club el otro día tenía la disposición de hacerle de intermediario, pero entre Vero, Bea y mis cosas no fui claro al respecto, así que puntos para Fujiwara. La verdad no importaba el cómo, pero creía que esta chica necesitaba esto. Parecía más conectada consigo misma al cantar, la noción debía replicarse con la guitarra, estaba casi seguro. El caso fue que ella en defensa nos dejó el marrón a nosotros, que Fujiwara hablaba de Ko y yo también. Tuve que modular la vergüenza aunque igual me cayó encima y casi en automático asentí a las palabras de él, mirando a Kohaku desde mi lugar a su lado. Ni falta hacía, ¿qué iba yo a decir si no? De todas formas, apunté también lo de su voz sin pensarlo, los nervios breves que noté en ella me hicieron cuestionar si debí abrir la boca, pero tampoco nos quedamos allí y todo siguió sin más. El intercambio resultante hizo que Ilana soltara una risa y se encogió de hombros, como declarándose culpable por lo del acento. La vi enlazar las manos tras la espalda, balanceando el maletín tras sus piernas, y la oferta de Ko le estiró una sonrisa que le entrecerró los ojos un momento. No tardó ni medio segundo en buscar a Fujiwara con la mirada como diciendo "¿Has visto?". —¿De verdad? Te lo agradecería un montón —convino en un breve espacio entre la oferta y la pregunta de Kakeru, sonaba genuinamente emocionada—. Me encantaría sumarme a la próxima clase, sensei. Lo último tuvo algo de tonalidad de broma, pero también sonó genuino y me permití una sonrisa. No hacía falta que lo pensara mucho para imaginar que podía llevarse bien con Kohaku y viceversa, incluso si ella era algo más... confrontativa, por decirlo de alguna manera, no dejaba ser ser tranquila y fácil de llevar en líneas generales. La respuesta a la pregunta de las clases me hizo mirar a Ko, no pregunté nada más, pero el asunto me llamó un poco la atención. Igual quiso saber de la guitarra y vi a Ilana negar con la cabeza, su semblante se mantuvo sereno, pero quizás hubo un chispazo de melancolía en sus ojos. Recordé su expresión cuando le pregunté si extrañaba su país y lo que había contestado, que sentía que pertenecía a ningún lado. —No hice el intento de comprar otra aquí en Japón, así que una del club está bien —respondió—. Me hace mucha ilusión, así que muchas gracias, Kohaku. La melancolía se había barrido por completo, su semblante estaba iluminado y me reí por lo bajo, no cargó pizca alguna de malicia. Una idea tonta me alcanzó de ninguna parte y para variar no se me ocurrió guardármela para mí mismo. —¿Y las clases están reservadas a las alumnas o puedo llegar a verte en modo sensei? —le pregunté a Ko inclinándome apenas en su dirección.
A Cayden no le gustó mi comentario, quedaba claro, y yo, pese a ello, me empeñé en seguir molestándolo. Me dio los buenos días finalmente, a lo que yo asentí, satisfecho, pero luego alcé las cejas y me hice el tonto. —¿Verlo? Yo sólo lo oigo —repliqué, una vez más, y volví a reírme—. Lo único que veo es tu intento de darme pena. Mientras tanto, Kakeru y la chica debatían si era sano o no comer dulces de buena mañana. Él se rió y meneó la cabeza, profundamente resignado. —Tendrás que llevarme al dentista, entonces —cedió, aceptando su destino. Pronto había lanzado a la muchacha al ojo de la tormenta y la conversación viró hacia el club y su experiencia con la guitarra. Preferí no preguntar respecto a su voz en vistas de que no había sido su apunte original y, de hecho, la mención de Cay pareció avergonzarla. Si debía surgir, ya surgiría. Ilana aceptó mi sugerencia y me limité a asentir, puesto que pronto continuó la charla. Que mis clases, que su guitarra, que las tutorías reservadas. —No es nada —murmuré hacia ella, meneando la cabeza despacio, y luego miré a Cay—. ¿Y cuántas veces te he dicho yo ya que puedes pasar cuando tú quieras? Mi tono se balanceó entre la calma usual y una pizca de jocosidad; aunque, puestos a ello, también lo dije en serio. ¿Para qué seguía preguntando si ya sabía la respuesta? No acababa de comprenderlo. —¿Vamos subiendo? —propuso Kakeru, luego de comprobar la hora. Yo asentí y empezamos a caminar, fui golpeteando la caja de Alisha contra mi muslo en un gesto distraído y busqué mirar a Ilana. A decir verdad, me entusiasmaba tener nuevos miembros en el club. —¿Cuándo te gustaría empezar? Hoy lo tengo libre, si te apetece —ofrecí, sonriéndole. Contenido oculto post ultra caca de cierre porque estoy de viaje otra vez y ando sin tiempo jsjs sowwy
El apunte del muchacho hacia Cayden de que lo que hacía era intentar darle pena no lo molestó de forma genuina. Primero lo hizo reír, pero luego pretendió ofenderse arrugando la nariz. —Lástima que seas inmune —se quejó con algo de risa en la voz. A mí Kakeru me soltó que, en efecto, tendría que llevarlo al dentista y lo miré con una ceja alzada. De haber estado solos le habría preguntado si las golosinas también venían con el descaro, pero me guardé el chiste y de nuevo, ahora sí de forma notoria, le di un empujón leve con el codo en el costado. —How funny —advertí con un dejo de sarcasmo—. Entonces en vez de invitarte a la comida la próxima salimos directito al dentista, seguro la pasamos igual de bien. Nadie pasaría de almuerzo y acuerdos para ir a comer helado en verano a terminar en la sala de espera de un odontólogo, obvio. Para morirnos de aburrimiento bastaba que yo me pusiera a hablar de documentales, ¿o no? Igual la conversación siguió alrededor del club y aunque un poco me jodía admitir que había dejado todo tirado al mudarme aquí, lo más importante en un proceso de aprendizaje era la sinceridad sobre los conocimientos previos y su aplicación actual. Además, la oferta de Kohaku de sumarme a las clases me emocionó de verdad e incluso me supo cálida. —Me declaro culpable de preguntarlo más de la cuenta —dijo Cay alzando las manos en señal de rendición ante la pregunta-respuesta de que ya sabía que podía pasar cuando quisiera y se adaptó al tinte de voz ajeno. Que Kakeru preguntara si íbamos subiendo me hizo asentir con la cabeza, aunque les pedí que nos esperaran un momento para que nos cambiáramos los zapatos, que con el cuento de molestar a uno y saludar al otro no habíamos hecho eso. La siguiente oferta del muchacho casi me hizo dar un respingo, pues siquiera estaba mentalizada a empezar con efecto inmediato, ¡parecía entrevista de trabajo y contratación express! Noté que Cay también me estaba mirando y me pregunté si de verdad había sido tan indiscreta con la sorpresa y los nervios, que seguro que sí. En otros tiempos habría aceptado sin más, pero ahora me quedé congelada unos segundos, demasiado consciente de mí misma, y el brazo se me quedó atascado en la intención de buscar el de Kakeru pues al final siempre acababa sujetándome a él tarde o temprano. —You don't need to worry that much, he is patient and kind —me dijo en inglés, con la intención de calmarme, y su sonrisa se sumó a la de su amigo—. ¿Te sentirías más tranquila empezando después? —Creo que quisiera practicar sola al menos una vez para ver qué recuerdo o qué no, pero para eso necesito una guitarra del club, sí. Estaría bien si pudiera hacerlo hoy —contesté entonces, dejando de lado mi pequeño shock y reflejando las sonrisas ajenas aunque siempre me alcanzó un dejo de vergüenza. En los intermedios miré a Kakeru de nuevo—. ¡Y a usted, señor Fujiwara! Le tocaré una canción pronto, aunque primero tendré que elegir cuál. Cayden se permitió una risa, entretenido con todo el cuadro, y cuando retomamos el camino buscó sujetarse del brazo de su amigo. Lo oí bostezar una vez antes de hablarle, repentinamente adormecido. —Quiero pasar el receso contigo —le dijo tironeando de su camisa con la mano libre. Supuse que habría sido la reformulación de algo que inicialmente pretendía ser una pregunta. Después creí que le dijo otra cosa, pero realmente estaba cuchicheando y no entendí nada, puede que fuese mejor así. De paso aproveché la suerte de distracción e incliné el cuerpo en dirección a Kakeru, pretendiendo hablarle en secreto también. —Gracias por compartir el botín conmigo —bromeé en un susurro respecto a la golosina en mi bolsillo. Contenido oculto no pasa nada, ya sabes <3 estuvo cortito pero cute so thank u yo pendeja como siempre, el pov era de Ilana, pero lo que Cayden le dice a Ko es que trajo algo para él y sha