—Jamás jugué al Stardew Valley —respondí, entretenido con la conversación—. Hay casi un culto en torno a ese juego en las redes sociales y nunca entendí por qué. Mi idea era que siguiera hablando sobre ello, claro, sólo no quería seguir haciéndole tantas preguntas directas y que esto pareciera un interrogatorio. Su broma sobre Kou me ensanchó la sonrisa y no me resultó extraño, al menos no mucho. Viendo lo extrovertida que Riamu era, si de repente se le había antojado seguir cayéndole no veía descabellado que Kou simplemente se hubiera adaptado a su energía. Además, aún pareciendo tener hormigas en el culo, en verdad se detenía a escucharme y esperaba a que cerrara las ideas cuando me tocaba hablar, cosa que no siempre la gente hacía. Al parecer recibí su aprobación de mi imitación de Kou, cosa que, más allá de que fuera una tontería, me alivió y también me dio un pequeño boost de confianza; fueran más o menos ruidosas las voces internas, estaba conociendo a alguien nuevo y eso siempre le agregaba una capa extra de preocupación a las cosas que decía y cómo las decía. Oír que le besuqueaba la cara me dibujó una imagen mental bastante graciosa y no pude evitar soltar una risa liviana. Con todo, advertí el tinte de su sonrisa al hablar sobre él y, en cierta forma, me dio tranquilidad. Finalmente Riamu me ganó de mano a la hora de pagar los postres y no quise armar una escena frente a la señora de la cafetería, así que tuve que dejarlo correr. Suponía que se lo podría compensar en el futuro, tal vez... ¿horneándole algo? Ya que le gustaban tanto las cosas dulces. Pero bueno, tocaría debatirlo más a fondo con la almohada, que me daba algo de vergüenza la idea de quedar como un intenso. Además, mira si no le gustaba lo que preparara. Le sonreí a la mujer y me despedí en voz baja, comenzando a caminar junto a Riamu. Ella llevaba la bandeja con todas las cosas y me sonreí al bajar la vista; realmente parecía de todo menos un almuerzo. Su voz captó mi atención y fui alternando la mirada entre ella y nuestra búsqueda por una mesa libre, en especial al notar el tinte tan diferente que había adquirido su voz. Finalmente identifiqué un lugar y digamos que me hice el loco un par de segundos pretendiendo concentrarme en alcanzarlo antes de que otra persona lo pillara. No que fuera información de Estado, pero... ¿estaba bien que hablara con Riamu de la vida privada de Kou? O sea, no había nada que contar realmente, eso no quitaba que se tratara de asuntos personales. Al sentarme frente a ella, solté un ligero suspiro y recorrí los postres con la vista. —¿Hay algo que te preocupe? —indagué en un tono más bien precavido, separando mi daifuku para deslizar la bandeja en su dirección. Contenido oculto tendría que haberlo cerrado, pero bueno JAJAJA pasaron cosas
—¡Pues es que es un juego muy entretenido! No es tan relajante como parece, en realidad... ¡pero tiene muchas cosas que hacer! Y claro, tú te pones a jugar, y pasan días en el juego porque tienes que hacer esto y aquello, luego lo otro, al día siguiente hay un evento... y para cuando te quieres dar cuenta, ¡llevas ya cinco horas jugando! Tiene un montón de contenido, en serio. Oh, si quieres probarlo alguna vez, puedes venir a mi casa y jugamos. ¡Podemos jugar a cualquier cosa, en realidad! A Thi no le gustan mucho los videojuegos y me da la sensación de que a Kouchii tampoco, así que no tengo mucha gente con la que jugar... No tenía ni idea de que Kakeru en realidad estaba nervioso por hablar conmigo, a decir verdad, porque de haberlo sabido... bueno, ¡hubiese hablado todavía más! No tenía ningún problema en hablar y hablar sin parar en tanto la otra persona mostrara un mínimo de interés en lo que estaba contando, y por eso mismo tampoco me hubiera molestado en lo más mínimo si él quería solo hacerme preguntas todo el rato. ¡Con lo que me gustaba hablarle a la gente de las cosas que me gustaban! Igual casi era mejor de esa forma, porque quizás lo hubiera acabado espantando en ese contexto... Sea como fuere, entre una cosa y otra, toda la conversación acabó derivando en la pregunta que decidí hacerle sobre Kou al final. El chico no me contestó al instante, aunque teniendo en cuenta que justo después lo seguí hacia una mesa libre que él había encontrado, no le dediqué demasiado pensamiento al asunto. Me acomodé frente a él y esperé a que se hiciera con su propio postre antes de que me extendiera la bandeja, momento en el que empecé a comer parte del trozo de tarta. >>Uhm... no es exactamente preocupación, solo me da curiosidad... —intenté justificar, aunque mi tono de voz se quedó a medio camino de sonar convincente—. Le podría preguntar yo misma, ¿eh? No es que me dé vergüenza ni nada. Pero lo que no tenemos no es serio y tampoco quiero que se haga ideas equivocadas, ¿sabes? —aquello último lo dije con el ceño ligeramente fruncido, llevándome la cucharita llena de pastel de nuevo a la boca—. ¡Da igual! Si no me lo quieres decir está bien, lo entiendo. ¡Lo que sí me tienes que decir es si te gusta el daifuku! Contenido oculto ayyyy, al final se me quedó super corto esto de los niños porque podría haber estado otras dos semanas enteras con ellos :((( this was super cute y me alegra mucho que por fin riri y kakeru se conozcan, so thank you for that <3 ya me los imaginé saliendo los dos con kouchii y siendo super adorables juntos, i cannot wait /\
Puede que fuese un delirio personal o que hubiese sido verdad, pero al aceptar su invitación a almorzar, luego de haberle sonreír y antes de empezar a andar creí notar la chispa de alegría que estuvo a nada de fundirse con su timidez. Haber reunido el impulso de invitarme debía haberle costado de por sí, por lo que la posibilidad no me pareció descabellada, aunque la verdad creía que dada un poco igual quién hubiese aparecido y a quién hubiese invitado. La alegría, al menos desde mi perspectiva, nada tenía que ver con que fuese yo, algo que no era malo en sí mismo. Preferí omitir el pensamiento de lo raro que era que me pusiera a tararear de la nada y lo que esperé fue que por el desastre del otro día, no se acordara que le había dicho que cuando tenía miedo recordaba música porque me ayudaba a calmarme. Al iniciar la melodía había sentido sus ojos encima, pero no la miré y cuando terminé percibí su movimiento, la suerte de latigazo del que se da cuenta que ha estado observando demasiado a alguien y tuve que contener una risilla, ni idea, solo me vino en gracia. A veces no era bueno ser tan consciente de uno mismo. El punto fue que el mecanismo cumplió con su función, tanto como podía ahora que tenía los sentidos menos embotados, y seguí con la caminata haciendo un esfuerzo consciente por anular cualquier idea que se enlazara con otra hasta iniciar el tren. En los intermedios Beatriz me fue contestado lo de la comida, las albóndigas tenían salsa española y ella misma respondió la duda que había generado. Bien podría haber sido solo experimento de cocina, pero tuvo más sentido saber que su madre era española. —Suena rico —concedí y el tono de mi voz me sonó un poco más normal que antes, menos dormido y molesto quería decir. Ya en la máquina el agua me revivió el cuerpo, terminó de despertarme y entonces vi a la niña mirar las botellas en la máquina, a saber si estaba cuestionándose si aceptar la oferta o cualquier otra cosa. Recordé con algo de retraso cómo había conocido a Hubert y lo que yo le había dicho de la amabilidad, del peligro que representaba y lo fácil que era caer. Suspiré con cierta pesadez, pero volví a sonreírle cuando me dijo qué quería de la máquina y asentí con una pizca de entusiasmo. Metí el dinero de nuevo, presioné el botón para el jugo de manzana y me agaché para tomarlo cuando cayó en el compartimento, para que no tuviera que hacerlo ella aunque técnicamente estaba más cerca del suelo. Una vez lo recogí, me enderecé y se lo extendí, esperé que lo tomara y tuve cuidado de no tocarla ni por accidente, a la pobre chica, a ver si no se infartaba por ahí. En cierta medida la entendía, a mí tampoco me gustaba que ciertas personas me tocaran. —La siguiente quest es la siguiente: ir a la cafetería por algo dulce —anuncié y tuve intención de empezar a caminar, pero de repente sopesé cómo le iría a Beatriz con los grupos de gente. No me atreví a preguntar, por lo que busqué otra opción—. En esta side quest, por fortuna, cuentas con un compañero que hará las transacciones por ti y junto al que puedes quedarte en caso de emergencia. ¿Estar en una cafetería con otras personas es una emergencia, te preguntas? Claro que cuenta como una. Con el anuncio hecho ahora sí me dispuse a caminar, esperando por el ritmo que ella llevara, para finalmente ir entrando a la cafetería. No tenía pinta de que hubiese mucha fila, por lo que no deberíamos tardar mucho aquí, pero de todas formas retomé algo de antes. —¿Entonces tú te criaste aquí en Japón o naciste en España?
Para Cayden se oía apetecible el contenido de mi bento, lo que esfumó por completo la incertidumbre de cuánto podría disfrutar del almuerzo que ofrecía. Su comentario fue suave, con la voz menos tensionada por el cansancio o la molestia. En ambas certezas encontré unas ligeras brisas de tranquilidad interior, que esperaba lograr aprovechar para que tuviésemos un receso… menos caótico de mi parte, ¿tal vez? Tras el instante de duda, elegí acompañar la generosidad del chico, por lo que pedí un jugo de manzana para mí. Di un paso hacia atrás para que Cayden tuviera mejor margen para usar la máquina expendedora. En mis oídos rebotó el impacto de la botella en el compartimiento y él evitó que me detuviera en una disyuntiva inoportuna, entre si retirar la bebida por mi cuenta o permitir que el chico lo hiciera, que fue lo que sucedió al final. Acepté la botella con un “Gracias” más bien quedo, sosteniéndola con el cuidado suficiente para no rozar sus dedos… Condicionada como estaba por el episodio del abrazo en la sala de arte, la vergüenza habría puesto mi actual tranquilidad en entredicho si nos tocábamos. Sus ánimos parecían renovados por el trago de su agua, fue lo que creí notar en el momento que anunció que iríamos a la cafetería, con una pequeña alusión a los videojuegos. Aunque asentí en respuesta, abrazando el jugo de manza junto con el resto de mis cosas… el miedo reptó, amenazante… Más que estar rodeada de gente, lo que me causó temor fue la idea de que podría incomodarlo, una vez más. No supe si algo de mis gestos o mi expresión delató la situación, pues Cayden reformuló su side quest. Me dijo que ahora tenía un compañero, él, que se encargaría de ayudarme y que me serviría de apoyo en una situación de emergencia... como lo era el estar en medio de grupos grandes. De alguna manera, Cayden había adivinado mi mala relación con las multitudes… y, pese a eso, buscó la opción que nos mantendría juntos, sin renunciar a la misión original. Me habló como si esto fuera un juego RPG, que era un genéro que nos gustaba mucho, con la intención de darle liviandad al asunto. Volví a sentirme conmovida por su enorme consideración hacia mí, la misma que me había mostrado en la sala de arte… No tuve palabras para responderle. Pero sí las fuerzas para sonreírle, una sonrisa muy pequeñita, con la que le agradecí. Lo seguí en silencio hasta al interior de la cafetería, donde me mantuve cerca suyo para no agobiarme por el resto de presencia.Allí, en la corta fila, me preguntó por mi origen. Lo miré. Como estábamos algo cerca, manteniendo la distancia justa, tuve que elevar ligeramente el mentón para lograr dar con sus ojos. —Nací y me crie aquí… en Tokio —respondí—. Soy japonesa, aunque… con ascendencia por completo española… Mis padres… —al nombrarlos, hubo una pausa involuntaria de la que me recobré rápidamente— E-Ellos… V-Vinieron de Sevilla, hace muchos años. Por eso… e-el español es mi lengua materna, junto con el japonés… La fila avanzó, obligándonos a hacer lo propio. En esta breve interrupción, respiré profundo para tranquilizarme; despacio, como decía Cayden. Nombrar a mis padres… implicaba que pensara en su divorcio, y en la ausencia de mi padre... En lo mucho que eso seguía doliéndome, años después. —Mi apellido, Luna… Significa "Tsuki" en japonés, también "Moon" si nos referimos al inglés —proseguí; hubo otra pausa, en la miré al techo pensativa, tratando de recordar; pronto, me volteé hacia Cayden, tímida—. C-creo que… no me has dicho tu apellido, ¿tal vez? Y… Eeeh… ¿también te criaste… en Japón?
Puede que fuese una mierda que me distrajera de las heridas que, necio, llevaba lamiendo más de una semana al encontrar a una pobre desgraciada que a mis ojos parecía más afectada que yo, pero así eran las cosas. Tenía que procurar no causarle un infarto, que sobreviviera el gentío y que llegara de una pieza al invernadero, incluso si no estaba seguro de querer ir allí yo mismo. Beatriz era la distracción más grande la historia en este momento y casi debía darle las gracias, porque no tenía muchas ganas de usar energía consciente en evitar que se me atravesara un pensamiento. Formulé todo el asunto como la misión de un videojuego con la idea de tan siquiera quitarle algo de peso y cuando nos dirigimos a la cafetería fui bebiendo sorbos de agua. Había notado su sonrisa, aunque pequeña, y la correspondí sin demasiado problema. Ya en el lugar ella se mantuvo cerca y yo me mantuve en el papel de acompañante que había dicho. Allí me contestó la pregunta, por la cercanía tuvo que alzar el mentón para mirarme y atendí a sus palabras. Resultaba que había nacido en Japón como yo y de padres extranjeros, noté la pausa y evité sacar conclusiones apresuradas de ninguna clase, me limité a seguir oyendo, resultaba que su lengua materna era el español por obvias razones, a parte del japonés porque ni modo. La fila fue avanzando, noté cómo respiraba y no supe si atribuir que acudiera a la herramienta al lugar donde estábamos o a la conversación, pero tampoco pregunté. No lo sabía, pero no solo el desastre emocional me unía a esta niña. —Es bonito que signifique eso tu apellido —comenté junto a una sonrisa modesta—. Me gusta la luna, bueno, creo que a cualquiera. Ella pareció oxigenar neuronas, me miró con un dejo de timidez y yo ladeé apenas la cabeza, esperando. Ni siquiera recordaba que no le había dicho mi apellido, lo que no era muy japonés de mi parte, pero que supiera disculparme, no recordaba al menos un cuarenta por ciento de las cosas que había hecho o no en estos días. Los recuerdos se revolvían o desaparecían por completo. —Dunn —contesté junto a una risa un poco avergonzada—. La historia es parecida. Nací y me crie aquí de padres irlandeses, la familia por parte de mi padre migró antes, creo que en la generación de mi bisabuelo o algo así. Mi madre y sus hermanos, mis tíos, migraron cuando estaban jóvenes, ella hizo la universidad y ellos terminaron la secundaria aquí. Y para equilibrar fun facts... Mi apellido se asocia al color marrón, lo que no tiene sentido, ya sé. Ni castaño salí. No me hacía mucha gracia referirme al viejo hijo de puta como padre, ya estaba visto, pero no iría a darle toda la cátedra en Tragedias Generacionales Dunn a la pobre mocosa, por lo que mantuve todo simple. Ni pestañeé, cualquiera se habría creído que éramos una familia funcional y no había estado peleándome con el tipo a las ocho de la mañana en la entrada de la escuela. Como fuese, pronto nos estaban atendiendo y le pedí a la señora varias galletas de chispas de chocolate, de las frescas, y luego miré a Beatriz. —Dime qué quieres, yo lo pido por ti —le dije mientras sacaba el dinero que me había dado Liam, al menos lo iba a despilfarrar en comida—. Con todo listo, el siguiente punto es el invernadero. Esperé a que eligiera para pasarle el teléfono escacharrado a la señora de la cafetería y fui recibiendo las cosas. Cuando estuvimos listos miré a Beatriz y señalé la salida con un movimiento de cabeza. Contenido oculto te regalo la misión de arrastrarlos porque me hizo más sentido postear acá (?
Asentí con firmeza para cerrar la broma respecto a mi brillante estrategia y que él debía dejar de cuestionarla, y conforme bajábamos le conté la anécdota de las mantas. Si lo pensaba, sólo había sido una de las mil cosas que ocurrieron desde que me transferí aquí. Mi escuela anterior era mucho más tranquila, la verdad. Su apunte de que nos creerían cualquier cosa con estas caritas me aflojó una risa y asentí, dándole la razón. —Las cosas que he hecho y la hierba que he vendido por poner sonrisa de angelito —recordé, con la gracia aún colada en la voz—. Mis antepasados estarán esperando que me muera para cagarme el culo a patadas. Notar que alejaba la mano captó mi atención y giré el rostro, deteniéndome en sus ojos. De la misma forma, a tientas, comprendí sus intenciones y esbocé una sonrisa ligeramente divertida, dándole un apretón breve entre mis dedos. No lo apartaría, no tenía motivos reales para hacerlo, aún si una voz al fondo de mi cabeza insistiera en rayarme la nuca. Era lo que le había dicho a Arata en su momento: no era adivino ni me apetecía tomar decisiones en base a suposiciones. Quizá se resumiera en eso. No me apetecía y punto. Meneé la cabeza suavemente ante su disculpa y mantuve la atención puesta en él tras mi pregunta. La mención de una "amiga" me recordó el chismecito que me había pasado Haru hoy temprano y una sonrisa entretenida me estiró los labios. —Una amiga... —tanteé al aire, regresando la vista al frente—. Ya veo... Lo hice con la pura intención de molestarlo, por supuesto, y después atendí a su reclamo con una risa baja. ¿De dónde había salido el anuncio presidencial? Quién sabe. Sólo se me había antojado. La mayoría de las cosas que hacía no poseían un fundamento sólido ni premeditado. —¿Te molestó~? —busqué saber, en absoluto preocupado por el asunto. Lo estaba diciendo cuando noté a Shinomiya saliendo del salón de actos y la imagen me activó el cuerpo en automático. Solté la mano de Cayden, le envolví los hombros y nos viré hacia la cafetería, apretujándolo contra mí con una cuota extra de fuerza. La verdad, no quería que lo viera. No quería que pensara en nada de lo que su presencia implicaba. —Si quieres te empiezo a llamar diferente —continué, y me estiré sobre su oído para susurrarle—. Puedo decirte "Cay Cay" desde aquí, así preservamos tu corazón. Contenido oculto no quería hacer cuádruple post en el pasillo así que los traje hasta acá directamente. Se me ocurrió lanzar un dado para determinar cuánto se mojan de camino al invernadero por las risas, if u wanna
Quizás existiera cierta... anormalidad, por decirlo de alguna manera, en la calma que conservaba. Estaba en la manera en que me había quedado con Kakeru a pesar de su estado, en cómo parecía inalterable a lo pedante que podía ser Paimon, la demencia que fingía ante la amabilidad distante de Suiren y cómo había había enviado a Cayden a casa, a pesar de que se negó a denunciar el atraco y tenía el rostro golpeado. Estaba en la forma en que había entrado al club de fotografía y cómo aceptaba a Morgan en mi espacio. ¿Era la limitación imprudente de mis propias emociones? ¿O el anhelo distante de abrir puertas? No estaba segura, tampoco le daba suficiente importancia, y si acaso colisionaba a veces con la pregunta extraña de Akaisa sobre las alas, pero todo lo que la chica decía era raro de por sí. Lo que sabía era que estaba en el salón de actos, casi en completa oscuridad, cediendo a algunos impulsos. La mano de Morgan alcanzó mi cintura en cierto momento, me atrajo hacia sí y lo dejé suceder. La cercanía de su cuerpo y de su voz proyectaron una sutil onda de calor de la que no perdí detalle. Se acercó a mi rostro y la reacción fue automatizada, siquiera la pude atajar a tiempo, mis ojos se deslizaron por su rostro a sus labios. La idea de consumir la distancia me repiqueteó en el cuerpo, ahogó incluso la letra de la canción porque creía haberla reconocido, y el cerebro me quedó vacío. Sin embargo, ella se deslizó al costado y suspiré algo resignada. Recogí el almuerzo cuando me lo recordó y la seguí, pues me llevaba de la mano que no había soltado. Cuando abrió la puerta la luz me hizo entrecerrar los ojos y eso me distrajo un momento, había puesto una pizca de resistencia cuando percibí que iba a soltarme, pero finalmente la dejé y me llevé la mano al rostro para enjuagarme un poco los ojos. Fuimos a recoger el paraguas, pero ella se giró hacia mí y al recibir su sonrisa le devolví el gesto, escuchándola. Las preguntas fueron estirándome la sonrisa, ¿un salto de fe? Recordé el sonido de mis pasos sobre la hojarasca del bosque en Northwood, la confianza estúpida que había depositado en un grupo de personas que se parecía más a un club de rechazados que otra cosa. La mano de Morgan se hizo con un mechón de mi cabello, corrió los dedos por él y preguntó si confiaría en ella así. Ni idea, ¿lo haría? No contesté, en su lugar busqué su mano y me hice con ella, sin más. Había sostenido su mirada y entonces, llegando a la puerta que nos permitiría salir, me detuve a que abriera el paraguas aunque seguía sin soltarle la mano. —¿Quieres saber si me dejaría caer confiando que estarás en el fondo para atraparme? —sugerí junto a una risa—. I'm not sure, dear. ¿Debería confiar en ti de esa manera? Si me llevaras a ciegas, ¿debería confiar en que me harías llegar sana y salva? Dejé ir su mano con cuidado y alcé la vista al cielo, a las gotas que se derramaban de las nubes cargadas. Una canción me alcanzó la cabeza y dejé que los versos iniciales se deslizaran por el espacio. —Fall into my arms like you trust me. I'll keep my bloodstained hands off your body.
En general Hubert no rechazaba mis aproximaciones, aquellas que guardaban una naturaleza más inocente o bromista, y eso me tranquilizaba porque era muestra de confianza hacia mí. Haciendo el imbécil o no, lo cierto era que le guardaba cariño a este muchacho a pesar de haberlo conocido este año y por eso algunos de mis embrollos estaban como estaban. Lo dicho, si amar a los demás me salía tan supuestamente natural, ¿por qué siempre era así de caótico? ¿Por qué siempre el sentimiento acababa mutando en miedo? Y quemando los hilos, precipitando así la caída de las jaulas. Procuré no quedarme en esas ideas, así como no había querido quedarme en algunos pensamientos ayer, y me reí a su respuesta sobre lo de Vero. La criatura era fanática de los dulces, algo que compartía conmigo, pero también se ponía suavecita con un montón de cosas y no parecía descabellado que el combo de almuerzo del maridito y galletas hechas por mí causara una suerte de muerte por softness. De la manera que fuese, Hubert aceptó a acompañarme y también se despidió de Copito, que entendió y se fue volando. El niño cerró la ventana, yo lo solté y fue entonces que le di la palmadita en la cabeza, el contacto lo hizo parpadear, dándole unas vibras de cachorrito, y mi sonrisa se suavizó sin permiso. En el retroceso de mi mano el gesto acabó convertido en una caricia entre el cabello, igualmente suave y calma. Nos dispusimos a caminar, así que fui escuchando su respuesta con cierta diversión por las bromas que se permitió. Era gradual, pero creía notarlo algo más suelto a pesar de la formalidad con la que hablaba. Lo de las aventuras por la ciudad me llamó la atención, por supuesto, y recordé lo de Toshima que había mencionado el día que me contó de Morgan. —Papa Mattsson then —dije en tono de broma—. ¿Qué tal les fue con la entrevista? Era su padre, un padre que parecía decente quería decir, así que imaginaba que les había ido bien, pero por ir haciendo conversación. A la vez continuamos caminando, recorrimos el pasillo de abajo y lo guié hacia nuestro destino. —¿Y cómo han sido esas pequeñas aventuras citadinas que dices? La pregunta la hice ya entrando a la cafetería, la fila no era muy grande, suponía que por la hora, por lo que me formé dispuesto a comprarme un sándwich. Como siempre, me giré hacia Hubert cuando ya estaban por atenderme y le pregunté si quería algo, un postre o cualquier cosa, que yo lo invitaba.
La palmada devino en suave caricia, sus dedos me dejaron un ligero hormigueo en el cuero cabelludo tras recorrer entre mis hebras azabache. Poco me importó no poseer la certeza de si Cayden tuvo consciencia o no de esta acción, porque permanecía dentro del parámetro que más lo caracterizaba frente a mis ojos, es decir, ser demostrativo con su afecto. Además, creía que no estaba de más experimentar gestos de esta índole, en su medida justa. Quizá me ayudaban a expandir mis horizontes como persona. —Tuvimos que hacerla en la fecha límite, porque mi padre estuvo ocupado con imprevistos de su trabajo —respondí a su primera pregunta, mientras íbamos atravesando pasillos y escaleras; recordar las constantes postergaciones de la entrevista me hizo exhalar un leve suspiro, pero no tardé en esbozar una sonrisa—. Pero eso no impidió en lo absoluto que la entrevista fuese amena y fructífera. Hablamos del origen de su vocación, los proyectos actuales y futuros del observatorio que preside, y sobre la importancia de la divulgación científica —hice una pausa para permitirle absorber esta parte de la respuesta— Me resultó muy interesante escucharlo responder las preguntas de mi compañera de grupo; se sentía como estar conociéndolo una vez más —mi sonrisa, siempre serena, se extendió levemente—. Ah, mi compañera de proyecto era Bleke, imagino que recuerdas a la chica con la que bailé en el evento. Sólo estuvimos nosotros, ya que el resto de nuestros compañeros no asistió a la entrevista. No había sido el escenario ideal para un proyecto de grupo, si hablábamos objetivamente. Mas, mi voz no denotó molestia ni decepción. Como era de esperar, Cayden me escuchó con la atención digna de una buena amistad, en lo que nos aproximábamos a nuestro destino. Si existió alguna disrupción en el aire, quizá volví a ser ajeno a la misma, a raíz de que me distraje en dejar pasar a unas personas que iban por el pasillo en sentido contrario. Así, recibí otra pregunta esperable, mientras entrábamos a la cafetería. Hicimos la corta fila y, antes de responder, medité fugazmente ante su ofrecimiento. No había contemplado la posibilidad, aunque me dio curiosidad probar un postre determinado, sobre cuya existencia supe gracias a encuentros fortuitos con cierta persona. —Un dorayaki estaría bien, gracias —dije, para acto seguido responderle—. Mis aventuras principescas… fueron por lo general tranquilas, supusieron actividades que se esperarían de alguien como yo —sonreí con modestia—. Asisto regularmente a un club de Toshima, donde se juega Go. Es un juego de estrategia de tablero, pero con principios muy diferentes del ajedrez; me interesaba desde hace un tiempo, pero en Occidente no es tan difundido como en este lado del mundo, así que me di la oportunidad de aprenderlo y mejorar —expliqué—. También fui a conocer Jinbōchō, que es popularmente conocido como el “barrio de las librerías” de Tokio. Llegamos al mostrador, donde guardé silencio para que Cayden pudiera hacer su pedido. Por ningún motivo particular, o tal vez sólo era mi naturaleza curiosa, hice un mapeo por lugar para mirar a la gente que se apersonaba en el lugar. Vi grupos de amigos charlando animadamente, parejas susurrándose, figuras solitarias enfrascadas en lo suyo. Y a alguien que me observaba. Me detuve, confundido, en esa miraba de oscuro ámbar. La chica estaba a una cierta distancia de nosotros, sola en una mesa. Al instante supe que no la ubicaba. Calculé que era de una estatura algo más elevada que Verónica y Jezebel, y había varios rasgos que la hacían destacar. Por empezar, su cabello era rosado, y se hallaba recogido en dos grandes trenzas que dejaba caer por delante de su cuerpo. Sostenía en su mano su móvil, del que parecía haber levantado la vista para enfocarse en mí. Llevaba las uñas pintadas de negro, además de unos piercings de igual color en las orejas y una gargantilla en torno al cuello. La chica parpadeó algo sorprendida, como si no hubiese esperado que me diera cuenta de su presencia, de su mirada… Y aún así no se apartó de mis ojos. Lo sentí como un desafío hacia mí, arisco, con el que pareció tratar de defender su orgullo. Sin embargo, pronto regresó la atención a su móvil y bebió de la caja de jugo que había junto a su bento. No la conocía. ¿Entonces... qué explicaba la sensación, mas bien la certeza, de que me había reconocido? Regresé la atención a Cayden, sonriéndole. Ahora estaba intrigado, pero no permitiría que este… curioso hecho me distrajese de lo que verdaderamente importaba, que era nuestro almuerzo. —¿Te apetece almorzar al aire libre? —le pregunté, fue una invitación implícita de ir al patio norte.
—¿Ya vamos a empezar con el asunto de mi vejez? —Me quejé sin molestia real—. Puedo estar más anciano que ahora, espero que lo sepas. A ver, todo era hablar por hablar, pero sabía que si el otro estúpido seguía picando con mi nombre ella habría reaccionado. Era igual si al otro se le ocurría hablar mierda de ella, me veías muy tranquilo y compuesto incluso con el nombre de Jez en medio del desorden, pero el nombre de Anna habría cambiado todo. De allí que no pudiera juzgar a Shimizu ni a nadie por sus reacciones del último mes, a cada uno le encajaban el puñal justo donde dolía. Escenarios terribles o no, el caso fue que atendí a su pedido y la envolví en el abrazo. Me supo cálido y si algo de lo que dijo el imbécil de Wickham me había fastidiado de verdad, pues allí se diluyó y cuando la escuché decirme lo de los bolígrafos se me aflojó otra risa. Me daba una pena terrible Nakano por tener que leerse esos cuadernos, pero ni modo, aquí lo que importaba era que Anna estuviera contenta con su regalo. —Me alegra mucho que te gusten, An —le dije dedicándole una caricia en la espalda—. Si se les va gastando la tinta me dices, puedo traerte más. Después de bajarla y todo eso ella mantuvo las manos en mí, algo que no me molestó por obvias razones. Al decirle lo de los "no planes" y pasarle la data de que Arata no soportaba a Wickham ella alzó las cejas, suponía que no era raro en sí, pero seguro igual quería saber de dónde salía el asunto. La verdad era que yo también, pero me daba un poco de corte preguntarle si había todo un fantasma que lo perseguía respecto a lo que sea que hubiese pasado. Si Anna iba a decirme algo, la intención murió cuando un castaño se manifestó de Dios sabría donde y tuve que girar el cuerpo al notar las reacciones de Anna. Para variar, ninguno de lo que podían explicarme qué podía suceder o no con este tipo había abierto la boca en ningún momento, pero la manera en que se había quedado con la mirada puesta en ella no me gustó. Los hilos surgían y no se unían a nada. ¿Otra vez? Fruncí el ceño sin darme cuenta y el resto del intercambio, igual de críptico a como había comenzado, hizo que me repicara una molestia algo extraña en el cuerpo. Había mierdas que desconocía y pensé en la ausencia de Fujiwara del otro día, fue bastante contra mi voluntad, y me sentí repentinamente incómodo. El tipo se fue como vino, sin ninguna clase de aviso, y me quedé con los ojos pegados en él hasta que se perdió de mi vista. Cuando Anna me habló de nuevo sentí que tuve que darle vuelta a un engranaje, reajustarlo en otra posición, y al mirarla suavicé los gestos aunque la duda me rebotaba en el cuerpo. Ella había retomado lo de antes sin más y cuando pretendió que fuéramos avanzando, accediendo a acompañarme, la seguí aunque eché un segundo vistazo por donde se había perdido el otro tipo. Antes de regresar a ella también mapeé el espacio para no ir a pasarle un chisme con alguno de los involucrados presentes. Puede que diera la sensación de que no iba a preguntar ni nada, pero sólo estaba... Ordenando la cabeza, dándole vueltas a lo que acababa de pasar. —No tengo muy claro qué pasó en realidad. Arata habla hasta por las orejas, pero las cosas importantes, lo que lo jode de verdad tiende a guardárselo y no es muy agradable preguntarle nada, acaba desquitándose con uno. La última pieza del rompecabezas que me cayó fue esta semana, no entiendo bien qué o cómo pasó, pero Wickham y Welsh... algo pasó con Sasha, la pelirroja esta con la que Arata es muy cercano ahora —conté tan bajo como me lo permitía el ruido ambiental—. Una mañana de estas estábamos Arata, Cayden y yo en la azotea y Alisha apareció. Bastó eso para que todo se fuera por el caño, ella los picó, ellos reaccionaron... En fin, el performance ya te lo sabes, igualito al de Wickham. Al final tuve que ser el adulto responsable, quite shocking, aunque tal vez sólo debí dejarlos escupir el veneno, yo qué sé. Quiero decir, si te hicieran algo a ti también me volvería loco. Entrando a la cafetería busqué que nos formáramos en la fila, de paso le dediqué una sonrisa a Anna y le dije que eligiera lo que quisiera. Recordaba que el estrés y el caos en general le cerraba el estómago, justo como a mí, por lo que no sabía muy bien si tratar de entender lo de antes era buena idea ahora mismo pues no sabía si era algo malo, neutral o solo algo que había lucido extraño por lo repentino. Tampoco me gustaba lo mucho que estaba dudando. —An —la llamé entonces—, ¿puedo preguntar qué fue eso de antes?
—¡También quiero chessecake! —pedí al instante, tras dejar escapar una risilla risueña por el beso que me dejó en la mejilla—. You know I love you so very much, right? —confesé, siendo mi único motivo el hecho de pretendía mimarme con dulces, claro. Debería darme algo más de vergüenza, to be very honest, la manera en la que Joey conseguía ablandarme con tanta facilidad (even making me giggle and shit!). La cosa era que estaría mintiendo de manera muy descarada si dijese que me importaba lo más mínimo, mucho menos cuando estaba tan a gusto con su brazo todavía rodeándome o sus manos buscando acariciarme constantemente. Seguí escuchándolo con atención, pues, y eso hizo que fuera muy consciente de la falta de información que tenía, provocando que mi ceño se frunciera en confusión. >>¿Cartel? ¿Asunto de los chocolates? What are you babbling about? —pregunté, aunque al instante seguí prestándole toda mi atención a su relato, dejando salir una risa floja en cuanto terminó de hablar—. No, you're right. No es nuestra culpa que todo el mundo quiera fingir que nunca pasa nada, ¿sabes? Altan se ha vuelto un aburrido, de hecho. Me erguí un poco una vez nos introdujimos en la cafetería, aunque en ningún momento hice el amago de separarme ni un poquito del agarre de Joey. Después de todas mis preocupaciones, iba a tener que venir una grúa enorme para separarme y hacerme perder la pequeña porción de tranquilidad que había conseguido. Porque él me esperaría, ¿verdad? Incluso si ni siquiera sabía que tenía que esperarme para algo. >>¿Yo? Well... el otro día subí a la azotea y me encontré al trío de la desgracia reunido... me refiero a Cayden, Arata y Altan, claro. Fue un poco divertido molestarles, la verdad. Arata me dijo que podía haber sido yo en lugar de Sashie, which was hilarious, y casi, casi me toca. Altan lo interrumpió, tho. Y Cayden... oh, es tan fácil tocarle los huevos si mencionas a Kohaku. Pero... eso. El alemán estaba empeñado en quitarme toda la diversión, he's really boring. Contenido oculto gracias a ti por caerme, bebita <3 ya sabes que no quería condicionarte, pero no negaré que es satisfactorio saber que los poderes sirenísticos de Ali siguen funcionando con Joey como el primer día uwu (?) pásalo bien, you already know <3
Me planté frente a los amplios ventanales que daban al patio norte y suspiré con pesadez, golpeteando la botella de agua contra el costado de mi muslo. La lluvia caía y caía, repiqueteando en cientos de charquitos y deslizándose a lo largo de los vidrios. Alcanzar alguno de los edificios externos no tomaría más de un minuto a trote ligero, pero tampoco me moría de ganas ni tenía ningún motivo particular para someterme a... a la mojada. ¿Qué me quedaba? ¿Subir al club? No tenía actividades pendientes. El presupuesto no se actualizaba tan deprisa como el valor de los implementos y llevaba un tiempo debiendo comprar rollos y papel fotográfico. Ahí estaba, revolcándome en mi aburrimiento y mi miseria, cuando giré el rostro y noté a Kenneth materializándose a mi lado. Sonreí. Llevábamos tiempo sin hablar, pero la criatura era simpática y me caía bien. —Kenny~ —canturreé, y mi gesto se ensanchó con diversión al notar que llevaba un paraguas bajo el brazo—. ¿Qué tienes afuera? ¿Una cita romántica? ¿O debes desenterrar un cadáver? Contenido oculto Amane hola bebitaaaa
Se me escapó un suspiro de nada mientras bajaba las escaleras, rascándome las raíces del cabello con la mano que tenía libre. ¿En qué momento había acabado con esta clase de responsabilidades? ¿A mí quién me pagaba por ello? Sí, sí, ya lo sé... llevar un paraguas a un edificio que está a apenas unos metros no es la tarea más complicada del mundo. ¡Pero ese no era el punto! El punto era... dónde estaban los límites, ¿entendéis? Ese día era llevar un paraguas a través de una tormenta, ¿el siguiente día que sería? ¡No me lo podía ni imaginar! Gracias a aquellas quejas mentales (que de manera evidente estaba exagerado por el bien de mi propio entretenimiento), el camino hasta la planta baja se me hizo realmente corto. Llegué a la cafetería, pues, y dejé salir un nuevo suspiro pesado al pararme frente a los ventanales, observando la intensidad con la que caían las gotas de agua. Fue en ese momento que escuché la voz masculina llamándome, haciendo que girase al rostro para descubrir de quién se trataba, y una pequeña sonrisa animada se abrió paso entre mis labios al ver que no era otro más que Joey. —Si te dijese que es lo segundo, ¿me acompañarías para darme una mano? —cuestioné, haciendo que mi sonrisa adquiriera un tono inocente, pero estiré el brazo antes de que pudiera responderme, dándole un golpecito de nada con el dorso de la mano mientras estiraba la sonrisa—. ¿Qué digo? Ahora que lo sabes eres mi cómplice, así que debes acompañarme. ¿Estás listo~? Contenido oculto aaaaaaa muy buenas, bebi bonita uwu
¿Cómo iba uno a enderezarse y dejar atrás los problemas cuando los crímenes le tocaban a la puerta sin más? Estaba a punto de decirle que cómo negar la propuesta de tan honorable caballero cuando sentí el golpecito en el brazo y alcé las cejas, expectante. Resultó que mis posibilidades se habían reducido a cero y solté una risa al aire, relajado. No, ahora de verdad, ¿planeaba salir? ¿Pero por qué? ¿Y adónde? —¿Seguro que lo que querías no era caminar juntos bajo el mismo paraguas y ya? —lo piqué, entretenido, y le eché el brazo al hombro para empezar a caminar hacia la puerta—. Ni modo, siempre supe que iría a la cárcel joven. ¿Dónde está el cadáver? Al menos dime que no lo enterraste muy lejos, que debe ser un lodazal allí al fondo... Contenido oculto me: joey gay? ja also me, viendo a joey con kenny: joey gay? well...