Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kou 3.png

    Me aseguró que se encontraba bien y suspendió un silencio entre nosotros que sentí reflexivo. Su mirada se paseó por los alrededores, como si quisiera abordar un tópico específico o como si deseara continuar la conversación, pero no sabía de qué forma. ¿Debería echarle una mano? Podría hacerlo perfectamente, cualquier pregunta o comentario de rutina bastaría. Al final no hizo falta. Mencionó el proyecto que nos había tocado juntos antes, recordé súbitamente la máquina parlanchina que había sido el tal Atkinson dentro del coche y reprimí un suspiro. Era gracioso que ahora se suponía que fuese el espía de Riamu de esos dos.

    —Ya quedó hecho —resolví con calma, moví los pies y me detuve brevemente a su lado, en una señal silenciosa de que fuéramos subiendo juntos—. El viernes pasado hicimos la entrevista y durante el fin de semana la transcribí, sólo nos queda entregarlo.

    Se suponía que le regresara la pregunta, por supuesto. Giré el rostro hacia ella, y al hacerlo noté de soslayo algo que me hizo mirar sobre mi hombro. Kakeru estaba allí pero no había reparado en mi existencia, por lo que desistí al instante.

    —¿Ustedes?


    Kakeru 2.png

    Un poco me había acostumbrado a topar con Kohaku los últimos días. Inconscientemente lo busqué en el tren y a la salida de éste, y me decepcioné al no encontrar su cabeza en ningún lado. No me gustaba sentirme dependiente de ciertas personas, aún si al final del día era lo que acababa ocurriendo, y aún menos llegaría a verbalizar dichos deseos. Se suponía que éramos amigos, ¿no? ¿Por qué me costaba decirle algo tan simple como quedar en la estación?

    Había venido escuchando música y al entrar en los casilleros saqué el móvil del bolsillo para pausarla. Me estaba quitando los auriculares frente a mi casillero cuando una voz a mi costado captó mi atención.

    —Creo que se te cayó esto, ¿puede ser?

    Di con los ojos oliva de una de mis compañeras de clase. Era... Miller, si no recordaba mal. Me estaba extendiendo un paquete de pañuelitos descartables que, a decir verdad, sólo le quedaban dos a lo sumo, y uno de ellos ya estaba usado y hecho un bollo. Tenía la costumbre de guardarlos con los limpios cuando no se humedecían demasiado y no fui consciente de ello hasta que lo vi allí, en manos de alguien más. Me dio un poco de vergüenza y asentí, aceptando el objeto con una leve sonrisa. ¿Sería extraño?

    —Ah, sí, deben haberse caído cuando saqué el móvil —expliqué sin motivo aparente, regresándolos a mi bolsillo.

    Los auriculares me habían quedado parcialmente enrollados en torno a mi otra mano, Miller advirtió el detalle y se acercó un paso más.

    —¿Venías escuchando música? ¿Qué escuchabas? —indagó.

    La curiosidad le chispeaba en los ojos como a una cría de cinco años y no encontré motivos decentes para negarme a su solicitud. Le mostré la pantalla del móvil, donde salía el nombre de la canción y su artista: Let me down slowly, de Alec Benjamin.

    Uh, I know him! —exclamó, muy contenta, y el inglés repentino me pilló en frío—. Aunque no lo he oído mucho, sólo dos o tres canciones.

    —Yo igual, pero son pegadizas.

    —Sí, sí, he's very catchy. —Me analizó de forma concienzuda, detalle que me echó algo de nervios encima—. Te pega, en cierta forma. Tienes cara de pop-ish boy.

    Me estaba costando un poco seguirle el ritmo a la mezcla de idiomas, pero al oírla pensé de primera mano en el Papa y el Vaticano y se me debió notar el desconcierto. Ella arrugó el ceño, pensativa, y soltó una carcajada. Yo también usé ese tiempo de gracia para finalmente comprender a lo que se refería y se me aflojó una risa, más suave que la suya.

    Well, you look kinda popish too!

    —¿Lo tomo como un cumplido? —busqué saber, un poco más relajado, y ella asintió con energía.

    —Ya sabes, ser un poco sneaky no tiene nada de malo, pero la amabilidad también se subestima mucho. ¡Y con lo que cuesta a veces!

    La chica no me conocía de absolutamente nada, pero en cierta forma y desde su ignorancia la sentía genuina. Ensanché la sonrisa y asentí; más allá de la relación conmigo, creía que llevaba razón.

    —Deberíamos juntar a los papistas que escuchan pop del mundo —propuse—, seguro hacemos un lindo grupo.

    The pop-ish popish folks! You son of a bitch, I'm in.

    Me tomó un segundo extra relacionarla con el meme, y eso que hizo la seña con la mano y todo. Se me aflojó una risa divertida y el sacudón me destensó parte del cuerpo.

    —Está decidido, entonces.


    los dados dijeron que juntara a Abby y Kakeru y yo obedecí

    ahí quedan
     
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    Amane

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    Riamu 3.png

    Lista de problemas actualizada: seguía convencida de que se me olvidaba algo importante para el viernes y... ah, sí, ahora también me había besado con Yuta. Objetivamente, había sido un besito de nada, completamente inocente y tan, tan fugaz que casi ni podía considerarse un beso. Pero había pasado, por mucho que intentase buscar alguna excusa para quitarle importancia, y no era que no me hubiera gustado, pero... claro, me sentía un poco mal. Además, ¿qué coño se me estaba olvidando para el viernes? ¡Me estaba volviendo loca!

    Dejé salir un suspiro pesado mientras me adentraba en la academia. Necesitaba una vacaciones urgentes, irme de viaje a alguna playa bonita o algo así... ¡pero no podía! ¡Tenía responsabilidades! Qué dura podía llegar a ser la vida... ¡Ah! Pero al menos parecía que iba a tener algo positivo aquella mañana, pues al adentrarme en los casilleros pude distinguir la melena celeste que justo quería ver.

    —¡Buenos días! —saludé, animada, al alcanzar su lado—. No sé si te acuerda de mí, nos conocimos en la mascarada... uy, aunque en teoría íbamos con máscaras para no reconocernos. Oh, bueno, ¡da igual! Eh... también vamos a la misma clase, en realidad, así que supongo que me ubicas... ¡Soy Riamu, por cierto! Creo que nunca nos presentamos oficialmente. Tú eres Kohaku, ¿verdad? ¿Te importa si te hago un poco de compañía? Quería preguntarte algo...

    Al pobre chico le había caído con toda mi energía encima y ni yo sabía cómo le había soltado toda aquella sarta de palabras sin perderme de por medio, ¡pero bueno! Riri en su estado más puro, si me preguntaban.

    Gigi Blanche heyo again, beautiful :D no te libras de mí uwu
     
    Última edición: 25 Agosto 2024
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    Gigi Blanche

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    Kohaku 5.png

    Acababa de llegar a los casilleros y estaba a punto de abrir mi taquilla cuando un saludo muy enérgico rasgó la tranquilidad, o más bien la somnolencia que traía. Al girar el rostro la identifiqué como una de mis compañeras de clase, la de cabello rosa, y al hacer un poquito más de memoria recordé que habíamos conversado muy brevemente en la mascarada de Chiyoda. Entre tanto, le sonreí con amabilidad y mi gesto se ensanchó al oírla verbalizar mis propios pensamientos.

    —Te recuerdo, sí. Si no me equivoco, aún deberías tener material invaluable en tu móvil. —Su apunte de las máscaras me hizo reír levemente—. Ya, pero... somos un poco distinguibles, ¿no crees?

    Señalé tanto mi cabeza como la suya, y ya luego la dejé que siguiera hablando. Debía tener un motivo concreto para haberse acercado, ¿cierto? Asentí para confirmarle mi nombre, un poco más despierto que hace dos minutos, y durante su pequeño monólogo mi mirada se desvió brevemente sobre su hombro, de forma sutil y fugaz. No la interrumpí, preguntó si podía hacerme compañía y asentí otra vez, reanudando mi tarea en mi locker. A decir verdad, no tenía idea qué podía llegar a necesitar esta chica de mí. Si era sobre apuntes de alguna materia se iría muy decepcionada.

    —Claro, sin problema —accedí, concediéndole una sonrisa.

    La habría llamado por su nombre, pero no me había concedido su apellido y no me sentaba bien llamarla Riamu de buenas a primeras. En ese momento, mientras me agachaba ligeramente para ir quitándome los zapatos, Morgan consumió la distancia prudencial que había mantenido y apareció sobre el hombro de la chica.

    —¿Tan rápido me reemplazaste? —dijo hacia mí, jocosa, y al deslizar la mirada hacia Riamu su tono se suavizó—. ¿Importa si les hago compañía~?

    Por supuesto tenía que evidenciar que había escuchado todo, la malvada. Habíamos venido juntos a la escuela, como todas las mañanas, pero yo me había adelantado brevemente mientras ella escuchaba un audio de su madre.
     
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    Zireael

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    AltanCL.png

    Había trastocado demasiado los límites, los había borroneado y me di cuenta solo cuando yo mismo acabé perdido en el espacio intermedio, entre la luz y la oscuridad. Había escuchado los sonidos afirmativos de Anna, pero cuando empezó a moverse fui demasiado consciente de ello y aún así el cuerpo, como una máquina, me respondió con comandos automáticos, ni siquiera se me ocurrió separarme. Había sentido el roce de su nariz, su rostro apareció en mi campo de visión, sentí sus manos a los costados de la cabeza y el cerebro se me fue de vacaciones.

    ¿Qué mierda había estado por suceder?

    El sonido de la campana me hizo apartar cualquier contacto que mis manos tuvieran con su cuerpo y no pude procesar su propia vergüenza, porque cuando los cables reconectaron sentí una angustia bastante importante. Acababa de decirle que no quería presionarla, pero había soltado ese montón de cosas y las líneas del mundo se desvanecieron.

    Pude sonreírle de regreso, aceptar el bento y la escuché hablar y hablar, pero solo pude hacer un sonido que sirvió para que entendiera que la oía, pero no guardé nada de información. Me pasé el resto de las clases jugando rayuela mental, cuando Jez me preguntó si volvíamos juntos le dije que sí y continué averiado, fue solo cuando entré a casa que alcancé algo de conciencia emocional otra vez y le puse unos mensajes a Jez, que había hablado con Anna, que le había contado toda la mierda y entonces ella, en su desorden con los pasos, me escribió algo más.

    Fue Anna, Al. Habló conmigo
    Te quiere mucho
    Esperé a que tuvieras la iniciativa de contarle todo, lo siento


    Luego me preguntó si creía que podría hablarle, es decir, si ella podía buscar a Anna y le dije que sí, que por qué no podría. Me pasó un audio de que era lo mismo de siempre, que la ponía nerviosa hablar ciertas cosas con la gente y ahí oxigené de nuevo, suponía que estaba angustiada por la forma en que las mierdas habían terminado incluyéndola.

    ¿Pude dormir anoche? Más o menos, cuando me levantó el despertador tenía los ojos abierto al menos hace media hora e hice el viaje a la escuela demasiado espabilado para mi gusto. Crucé el patio frontal sin fijarme mucho en nada, seguí a los casilleros y porque había que estar ciego para no verlo, noté la mata de pelo de Ishi, también a Morgan con pelo de chicle y llamé la atención de ambos a la pasada para saludarlos nada más, cosa de no interrumpir la conversación. A pelo de chicle también la saludé, pues porque no era tan grosero.

    Me cambié los zapatos, luego me quedé consumiendo aire y con todo el caos de ayer no supe qué mierda hacer, pero volvía a lo mismo, quería que las cosas fueran distintas, no quería borrar los esfuerzos de las personas. No quería borrar el amor de Anna otra vez.

    Morning again, An
    Espero que tengas lindo día
    Btw ayer Jez me dijo que hablaste con ella
    Gracias por pensar en mí y por todo


    Los envié pero me quedé mirándolos, tratando de pensar que quizás lo de ayer era un delirio nada más. Que a lo mejor no era tan terrible y me lo había imaginado, pero también eso era mentira. Era mentira decir que no hubiese querido que me besara y ya, que no había sentido el pecho punzarme ante el deseo sin consumar.

    Igual este cielo encapotado en pleno verano hasta se emparejaba con el lío mental.


    aprovechando para medio reaccionar aL POST DE AYER *gritos incomprensibles* Gigi Blanche hay unos mensajitos para Annita y Al saludó a Ko-chan y Morgan, aprovechando que me cayó el post mientras estaba aquí. No te vayas, la peli sigue abajo (??)

    el pendejo queda libre a la comunidad

    Jez3.png

    Al final con el tema de la bolsa para las galletas casi tuvimos que subir corriendo, Mason fue todo el rato riéndose por el cuadro y cuando entramos a la clase hasta a mí se me había contagiado la gracia, pero nos pedí silencio para no entrar haciendo un alborotín aunque quedaran unos gloriosos segundos de receso. Esperé a ver si Kakeru había subido antes luego de pedir el libro para saludarlo aunque literalmente viniéramos de pasar el receso juntos y luego me enfoqué en las clases.

    En la tarde luego de irnos cada uno a nuestra casa, Altan me había escrito, supuse que porque se le había olvidado hablarme al respecto en el camino porque parecía distraído de por sí y entonces le dije las cosas completas. Parecía una estupidez, quizás, pero quise esperar a que él hablara con ella, porque confiaba en que lo haría y luego entonces volver con Anna, aunque no tenía idea de cómo se hablaba esto. Volvía a la misma lógica inicial de los nervios, era... Al se me había confesado y todo era horrible visto desde fuera. Bueno, desde adentro igual.

    Entré a los casilleros con Laila conversando de cualquier cosa, al pasar noté a Ishikawa y busqué llamar su atención para saludarlo con un movimiento de mano, estaba acompañado así que también saludé a las chicas, lo mismo cuando vi a Altan que despegó los ojos del móvil para mirarnos. Laila había imitado mis saludos de forma más tímida, pero lo hizo y seguimos nuestro camino.

    Luego del cambio de zapatos le dije que podía subir primero, así que me despidió y yo doblé para caminar hacia los casilleros de segundo buscando el de Anna. ¿Iba a esperar a la pobre chica así nada más? No se me ocurrió nada mejor, teníamos la entrevista en el receso e idealmente no quería tampoco suspender esto en el tiempo, porque caería en lo mismo que con Al.


    sobre esto, si no pensabas rolear a Annita ahora temprano o cualquier cosa, no pasa nada ofcourse

    queda otro post porque dios mío eSTOY EN TODAS PARTES perdón, pero por si no lo quieres leer completo, hago resumen de que Maze le deja galletas a Sash de nuevo con un post-it que pone "Love u", sé que está en la salita, pero pues ahí para el registro

    Maze.png

    Habría querido darle todas las galletas a Jezebel, en esencia porque tenía la cabeza medio atrofiada y no sabía qué hacer con ellas. Luego me alegré de no habérmelas quitado de encima, aunque tenía más en casa, porque pude usar algunas neuronas, así que dejé el tupper como estaba, metí algunas más para reemplazar las que había repartido entre Vólkov y Fujiwara y me lo llevé al día siguiente. Preparé también una bolsa de papel, metí tres galletas que eran las que me quedaban y la guardé en la mochila para no olvidarlas por la mañana.

    Igual estaba siendo exagerado, ¿no? No me daba el estómago para comerlas, que Dios me perdonara, ya me había comido la primera tanda yo solo y una segunda no me bajaba, pero no quería que se desperdiciaran y al final, bueno, seguía siendo verdad que las había preparado para Sasha. No quería que la intención se borrara.

    Cuando casi era de noche me llegó un mensaje milagroso del desaparecido. Dunn me respondió de la puta nada, que si quería nos viéramos porque también tenía que ver a otra persona y le dije que sí, por lo que la terrible vida sin hierba llegó a su fin luego de que el idiota llevara días haciéndose el tonto. ¿Noté algo diferente? Tal vez, pero no era mi problema, como siempre.

    Por la mañana al llegar a la academia iba preguntándome qué onda con estas nubes y esta humedad, pero el clima era caprichoso de por sí, de forma que tampoco le puse más atención de la cuenta, mientras cruzaba el portón y el patio fui contestándole a mamá unos mensajes. Al llegar a los casilleros guardé el aparato y otra vez al dejar las galletas en el de Sasha procuré, ni idea, dejarlas más o menos escondidas. Después me puse a buscar el casillero de Verónica, porque me acordé de lo que hablamos en la azotea y aunque ni idea de cómo iría lo de replicar las galletas y estos no eran cuadritos de limón, pues digamos que valía.

    Lo encontré sin mucha dificultad, obvio, y lo abrí para dejar la bolsita encima donde quedara visible. Con mi misión cumplida fui hasta mi casillero para cambiarme los zapatos, ahora dándole vueltas a cuándo podría entonces hablar con Sasha sobre lo que me había dicho Suiren, pues sabía que iba a volverse más complicado si el tiempo seguía avanzando.

    Era importante, vital, pero meterme en las vidas ajenas nunca había sido mi especialidad. Seguía sin saber siquiera si decirle a Shimizu, para al menos tener un back-up, de mierda, pero un back-up.


    Bruno TDF galletas para vero *c desvanece*
     
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    Gigi Blanche

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    Anna 6.png

    Tal y como había estimado, me pasé el resto del día arrancándome los pelos... metafóricamente hablando. De a ratos me distraía y me olvidaba, y entonces me acordaba y me daba una mezcla de nervios, vergüenza y emoción bastante interesante. Al se había quedado como si el cerebro le hubiese arrojado pantallazo azul, me di cuenta debajo de mi verborragia, e incluso si esos silencios no eran extraños en él... pues acabé preguntándome qué pensaría de esto. ¿Había sido demasiado evidente? ¿Existía la pequeña posibilidad de que no lo hubiese interpretado como tal?

    Por otro lado... ¿quería que lo hiciera?

    Estuve veinte veces a una tecla de escribirle a Emi, pero por algún motivo me frené y, ni idea, pretendí hacer de cuenta que no había ocurrido nada. Al otro día, mientras cruzaba el patio frontal, el móvil me vibró y me frené en seco al ver que eran mensajes entrando de Al. El corazón me golpeó el pecho con fuerza, a la expectativa entre ilusionada y paranoica de que mencionara aquello; lo que sentí al final se pareció a la decepción, entonces vino el alivio y luego, un sabor amargo al fondo de la garganta. ¿Que Jez se lo había dicho? El timing no podía ser tan preciso, supuse que él le habría mencionado nuestra charla y ella recién entonces se iluminó.

    Buenos días, Al
    No te preocupes, no fue la gran cosa
    La magia la hicieron los caramelos!
    Que la mañana te sea leve


    Un sticker de gatito con corazones para cerrar la cuestión y hundí el aparato en el bolsillo de mi falda con cierto hartazgo, soltando el aire de golpe. Al ver a Jez clavada junto a mi casillero pensé que no me sentía preparada aún emocionalmente para esto, pero ¿qué opciones me quedaban? Los zapatos me los tenía que cambiar, ¿o no? Le dediqué una sonrisa de labios sellados en cuanto encontré sus ojos y me aseguré de manipular la taquilla con movimientos serenos.

    —Jez —la saludé, viéndola de reojo—, ¿precisabas algo?


    Joey 4.png

    El entretenimiento de ayer me había dejado con los ánimos más que renovados, tanto que ni el clima iría a abatirme. No tenía forma de confirmarlo, sólo la idea, el aroma lejano del posible conflicto que podría haber causado entre la parejita de acurrucados bastaba para electrificarme el cuerpo con una energía de mierda. Al parecer seguía en un mindset similar... y la fortuna me seguía sonriendo, ya que tras alcanzar el edificio noté la presencia de Mason y me quedé en la puerta papando moscas, pero también chusmeando sus movimientos al notarlos ligeramente curiosos.

    Sonreí amplio, satisfecho, como si lo hubiese pillado con las manos en la masa. Aguardé con calma a que fuera a su casillero y recién entonces reanudé mi camino, apoyando el hombro sobre las taquillas a su lado.

    —Conque tú eras el hada madrina de las galletas —concluí, sin haber perdido la sonrisa, y ladeé apenas la cabeza—. How cute of you, reddie. ¿Te gusta hornear en casa o las compras?
     
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  6.  
    Zireael

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    Jez3.png

    Altan había parecido tranquilo al contármelo, me dijo que no había salido mal después, como si se hubiese acordado con retraso, pero no dio la sensación de que fuese mentira ni nada y de allí fue que creí que no sería tan terrible seguir mi alterado curso de pasos, pero pasos a fin de cuentas. Jamás se me habría ocurrido que estaba comiéndose la cabeza con un casi beso que, de hecho, deseaba y en su defecto ya estaba claro. Cualquier cosa así, relacionada con Anna, no iba a decírmela.

    Incluso sin saber nada estaba aquí parada con los nervios en la garganta, ni siquiera era por el atraso en mis propias acciones aunque quizás debiera, era la desgraciada confesión de Al. La sentía en la nuca, porque me preocupaba ser percibida como un obstáculo o cualquier cosa parecida cuando ya de por sí ambos habían tenido suficientes problemas por sí mismos. Una cosa era yo estorbando sin saber y ahora estorbando, pero consciente de las cosas y con Anna sabiendo que yo estaba al tanto.

    Estaba dando vueltas en la cabeza como un animal encerrado cuando Anna llegó, distinguí el color de su cabello y le regresé la sonrisa con una calma que en verdad no sentía, como tampoco la había sentido al soltarle todo a Altan en casa. Lo juzgaba a él por no tener las charlas incómodas, pero yo misma deseaba no tenerlas nunca, como si por alguna razón mis amigos tuvieran que pensar siempre que no ocurría nada. Que nada me asustaba, hería o enojaba.

    No era lo que se dice una mente maestra, para nada, y aún así que preguntara si precisaba algo me resultó extraño y entonces se me ocurrió que igual estábamos los dos lloviéndole con el asunto. Fue un chispazo de conciencia que me hizo sentir un nudo de ansiedad en el estómago y casi tuvo la fuerza para hacerme mandar todo por el caño, dejarlo para otro día, pero no supe si eso era mejor o peor. Quise pensar que la sinceridad era mejor, incluso si eso me hacía parecer ingenua.

    —Buenos días, cielo. Quería hablar contigo —respondí luego de un asentimiento de cabeza, aunque eso era obvio ya de por sí y mantuve la sonrisa—. Puede ser mientras subimos si gustas o podríamos comprar un juguito en la máquina, quizás.

    Podía rechazarme si quería, estaba en su derecho. La posibilidad surgió de los nervios, los mismos que me hacían dudar tantas otras veces, los escenarios puede que ni calzaran con la persona con la que hablaba.

    Maze.png

    Vaya, a uno no se le concedía nada últimamente, ¿verdad? Era casi como si en mi otra vida hubiese matado hadas por deporte o yo qué mierdas sabía, porque cuando percibí la silueta del idiota en los casilleros de al lado no se me ocurrió nada más. Aunque puesto en la balanza era mejor que perdiera tiempo de vida conmigo, ¿no? Aunque fuesen unos miserables minutos.

    Lo escuché, no cambié el semblante tranquilo y me ajusté el zapato de un golpecito al suelo, no tenía mucho caso hacer una gran escena con un abusón, ¿cierto? Buscaba reacciones y quizás para mi propia fortuna la molestia ya la había soltado, aunque en gotero, con Suiren. El impulso de ira inicial se había apagado, pero el disgusto no y aún así, digamos, creí encontrar una iluminación divina para mantenerme más calmado que cuando Alisha me había tocado el día que Vero estaba repartiendo los volantes y toda esa cosa.

    Igual había querido contestarle si siempre tenía el hábito de ser tan metiche, eso no iría a negarlo, pero me guardé el comentario y luego de haber terminado con los zapatos cerré la taquilla como si nada. Traté de mapear si me había visto con la repartija de comida en otro momento, pero no logré nada y la otra posibilidad era que, para sorpresa de nadie, hubiese metido las manos en las cosas de Sasha. No era eso un poco como de... ¿obsesionado? Tenía demasiado tiempo libre, Dios mío.

    —No guardo recuerdo alguno de poder hacer magia, así que eso me dejaría como un simple repartidor —contesté, tranquilo, y la sonrisa se me ensanchó—. ¿Te imaginas que tuviera pasta para comprar tantas galletas? Seguro me iría de vacaciones al Caribe, mínimo.
     
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  7.  
    Gigi Blanche

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    Anna 6.png

    La aparente normalidad de Jez me hizo aún más consciente de mis propias emociones, de lo ruidosas que se habían tornado y cómo se empujaban contra los barrotes. No detuve mi tarea con el calzado, viéndola de reojo de tanto en tanto, y cuando dijo que quería hablar conmigo supe que estaba más enfadada de lo que estimaba. U ofendida, tal vez, ¿dolida? Ni idea. Lo correcto era no involucrarme emocionalmente en un lío de ellos, pero la racionalidad perdía forma conforme me arrepentía más y más de haber metido el hocico. Quizá sólo estuviera enojada y ya.

    Pero siempre había algo más debajo de la ira, ¿no?

    El apelativo cariñoso me había sentado incómodo, no lo demostré y cerré la taquilla, girando el rostro en su dirección. No quería escupirle nada a nadie encima, estaba cansada de saberme incapaz de controlarme.

    —Como tú prefieras —respondí, forzándome a sonreírle—. O podemos comprar un juguito y subir juntas.

    Le mostré el camino con un movimiento de brazo, disponiéndome a guiarla hacia el pasillo. Probablemente mi fachada habría sido más convincente si me ponía a parlotear de cualquier cosa, pero tal vez no era tan buena actriz o quizá, sólo quizá, una parte de mí quería que Jez me percibiera extraña.


    Joey 4.png

    No recordaba haber hablado directamente con este tío en mi vida, pero había sido partícipe de las suficientes historias para casi convertirse en una celebridad. Era tranquilito y bonito, siempre lo veía con su sonrisa inofensiva y los ademanes serenos. Del compendio de especímenes debía ser el más difícil de provocar, pero eso no me detendría de por fin conocer al famoso Maze. El pobre diablo... Seguiría hasta este día ajeno a las galletas que podría haber recibido de Sasha, pero que lamentablemente intercepté y repartí a mi antojo. La verdad, podría haber hecho mucho más daño. Estos pajarillos no paraban de obsequiarse comida.

    Eran adorables.

    —La magia está en hacer felices a las personas, ¿no? —sugerí, con el tono liviano y amigable, y su idea del Caribe me arrancó una risa leve—. Pues no lo sé, hombre, ¿sí viste la escuela en la que estás? De primera mano vale asumir que todos están forrados, luego separamos a los campesinos uno por uno. Aunque unas vacaciones en la playa no estarían nada mal, entre tanta tarea, clases, proyectos... ¡y dicen que es la mejor etapa de la vida!

    Rodé los ojos, dramático, y pestañeé con calma, repasando su rostro brevemente.

    —Vaya, te vi repartir tantas galletas que me dio hambre... —Mi sonrisa se ensanchó ligeramente y mantuve la idea suspendida en el aire, hasta que volví a mirarlo y cambié de tema abruptamente—. Así que eres un campesino como yo, es bueno sumar gente al club. ¿Te dieron una beca, reddie?
     
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  8.  
    Amane

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    Riamu 3.png

    Por lo poco que había podido conocer del muchacho, ya me había dado cuenta que era una persona bastante tranquila, pero lo cierto es que eso no evitó que me sorprendiera por lo bien que estaba manteniendo la calma ante mi repentino bombardeo. ¡O quizás solo lo hubiera pillado dormido, ni idea! Sea como fuere, ensanché la sonrisa cuando comentó lo del material invaluable en mi móvil y pocos después asentí con la cabeza, tanto por eso como por lo que añadió posteriormente. Era inevitable, tanto en la mascarada como ahora lo había reconocido por su color de pelo, después de todo.

    Él aceptó que le hiciera compañía y yo suspiré con ligereza, bastante más aliviada de lo que había esperado estar en un principio. Empecé a prepararme mentalmente el nuevo discurso que le iba a dar en cuanto se irguiera, pero justo en el momento en el que él se agachó, una nueva persona hizo acto de aparición a mis espaldas. La cercanía tan repentina de la voz hizo que diera un respingo algo exagerado, ahogando a duras penas el grito que quiso escaparse de mi garganta por el susto, y al girarme para comprobar quién había sido... el mundo se me vino un poco encima.

    —Morgana... —murmuré, manteniendo la mirada sobre ella hasta el momento en el que sus ojos chocaron con los míos, haciéndome apartar la vista con algo de pudor—. ¡C-claro que no! Para nada...

    ¡Aquello era terrible! No me desagradaba la presencia de la chica, ¡pero sí que estropeaba todos mis planes! Anoche se me había ocurrido que no había mejor fuente que un amigo cercano, y la misma Morgan me había contado que era amiga de Kohaku desde que había venido a Japón, ¡así que el plan había sido evidente! Pero no podía preguntarle sobre la chica con la chica delante... ¡Iba a tener que improvisar! Y eso se me daba bien en el teatro, pero no tanto en la vida real...

    >>¿Qué tal estáis? ¿Todo bien? —pregunté en dirección a ambos, con una sonrisa que para nada dejaba ver lo nerviosa que me había puesto de repente.
     
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    Zireael

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    Puede que no lo supiera en esta vida, las galletas que nunca recibí por culpa de este imbécil, y quizás fuese mejor así. Me había privado de uno de nuestros intercambios, de esos que eran casi sagrados y de lo poco que creía conservar ahora con el estado actual de las cosas. Sabía que no podía exigirle a Sasha que me contara todo lo que le pasaba, que me buscara, cuando yo mismo no colaboraba en el tema de apertura, pero era una cagada sentir que no podía hacer nada, que todo se iba a la mierda y no había una sola cosa que pudiese hacer.

    El comentario de que la magia estaba en hacer felices a las personas con ese tono quiso despertar la ira que me había sofocado en la azotea, se me revolvió en alguna parte lejana de la mente y el cuerpo, desde cuando la felicidad ajena se había deformado tanto para ir por la vida hostigando personas. Fue completamente distinto a la conversación de ayer con Vólkov y Fujiwara, que más bien me había calmado y pues claro, uno era Míster Diablo Encarnado y la otra la hadita y su amigo que horneaba postrecitos.

    No lo dejé ver, lo de la escuela ayudó a que soltara una risa y me encogí de hombros, sin llevarle del todo el apunte a su teatro.

    —No pienso en la opulencia de la escuela con tanta frecuencia. Pienso más en la playa, por lo que se ve —respondí como si tuviese que declararme culpable de pensar en unas vacaciones.

    Pasé del comentario del hambre, anulé mi reacción de mirar el casillero de Sasha y mantuve la sonrisa, también la dizque calma. Ordené algunas ideas, pretendí ignorar las sensaciones incómodas y por un instante solo lo miré, nada más que eso. No había club al que sumarme, yo no mortificaba a una chica para empezar, y por muy campesino que fuese no quería nada que me emparentara con este idiota.

    —Experto en la felicidad de las personas y en identificar campesinos —solté al aire, sin alguna intención aparente—. Pues sí, ¿de qué otra manera estaría metido aquí un campesino cómo yo? Where are you from, peasant boy?
     
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    Gigi Blanche

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    Morgan 2.png

    Claro que oír conversaciones ajenas era de mala educación, pero también lo era interrumpirlas, ¿verdad? ¿Y qué podía hacer, con la niña deteniéndose frente a Ko justo antes de alcanzarlos? Además tenía tanta energía, y mi audición aparentemente funcionaba tan bien... Me quedé quieta, imaginando sus expresiones y divirtiéndome con cómo Ko tuvo que sacarse el sueño de sopetón. Las intenciones de Riamu me dieron curiosidad y decidí intervenir cuando lo vi propicio, es decir, cuando mencionó algo de lo cual pudiera colgarme.

    Me acerqué despacio e invadí su espacio sutilmente, hasta hablar sobre su hombro y arrancarle un sobresalto. Disimulé la forma en que mi sonrisa quiso ensancharse y deslicé la mirada a su perfil, encantada. ¿Por qué tan nerviosa? ¿Interrumpía algo importante, acaso? O quizá... ¿no se suponía que yo estuviera aquí~?

    Egocéntrico, claro, pero me servía. Me gustaban las chicas como ella, tan bonitas y transparentes; aunque, siendo honesta, me gustaban demasiados tipos de mujeres. Solté el aire por la nariz con cierta diversión y, sin decir una palabra, me retiré a mi casillero, el cual no quedaba muy lejos del de Kohaku. Él finalizó su tarea y giró el cuerpo hacia Riamu, lanzándome un vistazo a mí en el proceso.

    —Todo bien, sí —le respondió, siendo piadoso—. Venía bastante caluroso, pero ahora está caluroso y con humedad, y creo que eso es peor...

    —Definitivamente —acoté desde mi posición, y miré a Riamu—. El cabello se pone espeso y no hay desodorante que valga, ¿cierto?

    —Por suerte yo no sudo mucho. —Ko suspiró, aliviado, y renovó la sonrisa—. Aunque el clima suele presentar estos ciclos. Hace mucho calor, luego viene una tormenta, llueve y baja la temperatura, hasta que hace calor de vuelta y así sucesivamente.

    —Con esas estimaciones se nos estaría arruinando el fin de semana. —Cerré mi taquilla con los zapatos ya cambiados y me ubiqué entre ellos—. ¿Y tú cómo estás, candy? Muy enérgica, por lo que veo. ¿Dormiste bien ayer?


    Joey 4.png

    Aún si no picaba ningún anzuelo, notaba que su atención se mantenía dispersa y con eso me bastaba por ahora. Sus reacciones eran moderadas y naturales, su tono no mutaba, pero tampoco me dirigía mucho la mirada. Me la pasé viendo y viendo su perfil, sin distraerme ni un instante, y me pregunté qué sería necesario para saltarle la térmica a esta criatura. Un huracán, probablemente, o una explosión junto a la cara; o quizá bastara con dejar el grifo goteando, lenta y constantemente. Tenía tiempo para descubrirlo.

    —Aquí encerrados siempre queremos estar en otra parte —convine, riendo con ligereza—. La playa suena bien, hace mucho no voy.

    Al encontrar finalmente sus ojos le correspondí el gesto, tranquilo, y me limité a alzar apenas las cejas en una curiosidad tan silenciosa como inocente. Era probable que se estuviera preguntando de qué puto agujero habría salido mi culo insufrible y qué haría falta para regresarme allí, y la idea me divirtió en demasía. Me metió en dos categorías, ensanché la sonrisa como si no me enterara de nada y asentí, muy orgulloso de mis títulos.

    England. Soy de Falmouth, un pueblito bien, bieeen al sur. Teníamos vacas, gallinas y una huerta. Ahora tenemos que definir quién de los dos es más peasant que el otro, ¿no? Por el bien de la ciencia.

    En resumidas cuentas, le estaba regresando la pregunta.
     
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  11.  
    Zireael

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    Puede que la pregunta tuviese sentido, pues yo mismo me la había hecho ya algunas veces, ¿qué era necesario para romper la cuerda? ¿Para reventar el cristal del terrario? Estaba agrietado, llevaba días sintiéndolo, desde que Sasha me había hablado de esto en el campamento y otra vez cuando Suiren me habló en la azotea, había faltado muy poco para que todo se despedazara. Al menos arriba la fachada de amabilidad y calma se me había caído, pero antes no tenía nada que me preocupara. Sin embargo, la mano de Sasha había sujetado la cuerda de mi globo de helio y aquí estábamos.

    ¿Quizás fuese más natural la ira sin filtro de Shimizu que esto?

    No lo sabía.

    Por otro lado, justo ahora prefería no tener que averiguar si era más poderosa la bomba detonando a mi lado o la constancia de una gota de agua que erosiona una roca, pero suponía que pasaría tarde o temprano. Pasaría porque seguían metiéndose con Sasha, picando a Shimizu y yo estaba embarrado en menor medida, pero lo estaba. Ni siquiera me importaba yo mismo ahora, si debía ser sincero, no podía darme más igual. A veces uno deseaba ser el cebo en las trampas si eso distraía al animal de su presa inicial.

    Same —concedí a lo de la playa.

    Cuando lo miré noté como alzaba las cejas, el gesto reflejó curiosidad y en cierta medida me hizo gracia que estuviéramos aquí reflejando reacciones. En otro momento, sin saber lo que sabía, su presencia me habría dado igual porque me gustaba hablar, pero no ahora. Mi conclusión era que simplemente disfrutaba de tocar las pelotas, ¿qué haría falta para pincharle el culo de regreso?

    Mantuve los ojos en él, me permití una risa liviana al escuchar lo de los animales y la huerta. Me regresó la pregunta, volví a estirar la sonrisa que había relajado en algún momento y me permití un suspiro un poco exagerado.

    —Competir contra las vacas, las gallinas y la huerta en el sur de Inglaterra está difícil, ¿no crees? Aunque también depende del éxito de la huerta, me atrevería a decir —contesté algunos segundos después—. The States, Pensilvania. Soy de Northwood, un pueblito metido en los Apalaches, colinda con algunos otros, pero siempre hay al menos una línea de bosque que los separa o la autopista. La gente guardaba más amor por la cacería que por tener sus propios animales, diría yo.
     
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  12.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Este niño bonito era tan easygoing que por un segundo tuve la duda, tan mordaz como legítima, de hasta qué punto le interesaba nada de lo que había pasado. ¿Estaría enterado, para empezar? Ah, ah, había tantas posibilidades... Me distraje brevemente en mis pensamientos y pronto recuperé atención en sus palabras. Lo hice sólo para exagerar mi ofensa.

    Excuse me, are you doubting my farm? —repliqué, llevándome una mano al pecho e invadiendo ligeramente su espacio con plena consciencia. Retrocedí y solté una risa nasal—. Pues era una huerta muy bonita, para tu información. ¡Los mejores tomates cherry de todo Falmouth!

    Fuera de bromas, mamá había ganado algunos de esos premios lugareños a la mejor calabaza de la cosecha y mierdas así. Mantuve el recuerdo lejano y lo escuché contarme de sus propios orígenes. ¿Cómo había acabado un muchachito de los Apalaches atorado en esta jungla de cemento? La pregunta aplicaba también para mí, claro.

    —Como buen pueblito de campesino, jamás en mi puta vida había oído de su existencia. —Mi sonrisa se había ampliado al decirlo y lo miré a consciencia, pensé en su templanza, el aparente desapego—. Y dime, ¿hay forma de que nos escupan aquí y eso acabe bien? ¿Tú qué opinas?
     
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  13.  
    Amane

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    Por suerte para mis nervios, Morgan no se hizo demasiado de rogar y se alejó hacia su casillero justo después de mi susto, lo que me permitió relajar el cuerpo de manera considerable. La pregunta que les hice fue puro relleno, pero eso no implicó que no mostrase interés en las respuestas que ambos me fueron dando. Fui asintiendo con la cabeza ante sus diferentes comentarios, sin sentir la necesidad de añadir nada más al respecto; estaba de acuerdo con lo que ellos estaban diciendo, de todos modos.

    —Oh, ¿tú crees? Yo me siento normal —comenté, pasando de la sorpresa inicial por su apunte a una sonrisa algo divertida por el mío—. ¡Pero sí que he dormido bien! Bueno, como siempre, en realidad...

    Nunca había tenido especial problema para coger el sueño ni mantenerlo, además de que aquella mañana había tenido uno de esos desayunos tan ricos y dulces que tanto me gustaban. Había sido una especie de incentivo que me había dado a mí misma, por todos los desastres que tenía que arreglar de mi lista de problemas actualizada... aunque eso no tenía por qué saberlo nadie, vaya.

    >>¿Tenéis ya algún plan para el fin de semana? Ya que lo has mencionado, Morgana...
     
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  14.  
    Zireael

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    Hubo un instante de duda mental, me alcanzó de ninguna parte, o de lo que yo identificaba como "ninguna parte" al menos y recordé la tercera opción que había colocado Suiren sobre la mesa. Era el last resort, a mi parecer, aunque quizás la primera también lo era, pero el caso fue que me pregunté si no sería quizás la única que funcionaría o si acabaría empeorando todo más. Ya el asunto era bastante malo en sí mismo, uno querría pensar que no podía ponerse más horrible.

    Pero siempre podía.

    La idea de que tal vez había que arrojar al rey de la colina desde lo alto de la montaña quiso hacerme gracia, pude liberar la risa gracias a que el idiota soltó que si estaba dudando de su huerta y me encogí de hombros para dejar el asunto en el aire. Mira que hasta nos habríamos llevado bien, como campesinos que éramos al final, pero había tenido que salir hijo de puta. Ni modo, no se podía arreglar lo que venía roto desde el envío.

    —Pueblito que se respete no es identificable por nombre y a veces ni en un mapa —secundé la estupidez.

    Mantuve mis ojos en él, estaba usando bastantes más neuronas de las que me gustaría en regular pensamientos, y su pregunta activó engranajes que iban desde la resignación, al resentimiento y la desconexión, lo ignoré como hacía siempre. Fingí pensarlo algunos segundos, miré el techo de lo más concentrado y al volver a su rostro la sonrisa que me permití fue más pequeña.

    —Diría que no —respondí en apariencia inalterable—. ¿Te parece posible sacar algo bueno de ser el equivalente de un escupitajo?

    La pregunta me incluía por la forma de la conversación hasta ahora, pero yo sabía lo que había querido decir.
     
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  15.  
    Bruno TDF

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    Tal como había contemplado, ayer me retiré del invernadero sin saber el nombre de aquella chica. El secreto, ciertamente, contribuyó a que la velada entre las flores me resultara amena, en combinación con la amabilidad de Ishikawa. A juzgar por los suspiros que había dejado escapar cuando el chico y yo nos presentamos, me aventuré a pensar que algo de ese asunto la había frustrado; idea que se reforzó cuando selló sus labios, como respuesta a la mirada que le dirigí. Acepté que las cosas se dieran de esta manera, pero sería necio de mi parte negar este interés, que no hacía otra cosa que crecer. Me preguntaba qué habría de hacer para develar su nombre, escucharlo de su propia voz.

    Había cambiado el escenario de nuestro juego invisible… Pero éste podía continuar.

    Al día siguiente, Heller detuvo el coche frente a la entrada de la academia, bajo un cielo sombrío. Si bien mi chófer demostraba un marcado desdén por las normas, incluso mayor al que profesábamos los Frenerich, siempre había sido puntual con mis horarios escolares. Durante el viaje de hoy, me contó que iba a tener un trabajo extra los fines de semana, en algún tipo de club secreto en Toshima. Como siempre, no indagué, lo que alimentó la satisfacción presente en su sonrisa. Nos despedimos con un cordial saludo, tras el cual me quedé observando cómo su vehículo desaparecía ll doblar la esquina.

    Giré sobre mis talones, atravesé el patio frontal con pasos calmos, rodeada por las voces que mantenían el ánimo bajo las nubes grises. Pronto me hallé en la zona de los casilleros, donde me deslicé hasta la zona de segundo año para tomar los zapatos del interior de mi taquilla. A diferencia de la mayoría de la gente, no acostumbraba a hacer equilibrio sobre una pierna, durante la rutina matutina del cambio de calzado. Prefería agacharme un poco y mantener ambos pies en el suelo, mientras los ajustaba. Debido a la posición, los objetos que llevaba en el bolsillo amenazaban con salirse, pero no había mayor riesgo al tratarse del móvil y un monedero pequeño, por su tamaño y peso.

    Pero hoy existía una diferencia: había un objeto más, que no solía encontrar su guarda entre mi ropa.

    Cuando terminé de cambiarme los zapatos y me erguí, la carta se deslizó por fuera del bolsillo de mi falda, cayendo junto a mis pies. No noté el pequeño incidente, por estar concentrada en guardar los zapatos de calle y acomodar algunas cosas más en mi casillero.


    Zireael :ganso: ª

    Por cierto, abajo te dejo la imagen de lo que se le cayó a Meli:
    [​IMG]
     
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  16.  
    Zireael

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    CaydenDU.png

    La sombra de Arata sobre mi cuerpo me resultó terriblemente oscura, fue el contraste respecto al sol y el aviso de la puñalada. Esperé cualquier cosa, esperé que doliera como las otras veces, pero sucedía que la precisión de Arata era mucho más mortal que eso y yo era un maldito imbécil. Era un tibio de mierda y por eso esto seguía pasando, por eso todo pasaba. No escuchaba advertencias, hacía lo que me daba la gana y luego me atrevía a decir que dolía.

    Me lo había buscado, tendría que haberle dicho.

    Era culpa mía como todo lo demás.

    El cuchillo se convirtió en guillotina en el momento en que abrió la boca, descendió sobre mi cuello y el mundo dio vueltas cuando la cabeza me fue a dar al suelo, hubo un instante en que no fui capaz de contener la reacción y luego me forcé a borrarla, desaparecerla, porque recordé la existencia de Matsuo. El revoltijo de emociones me presionó las costillas y mi propio cuerpo se pareció demasiado a una jaula para mi gusto. Arata se fue y Ryuuji, que era un hijo de puta también, desapareció no sin antes desearme buen provecho.

    Apilé el viaje de regresó con Ilana, echarme una siesta en casa que me dejó con dolor de cabeza, dejar de ignorar los mensajes de Katrina y Mason en el otro teléfono e ir a beber algo a uno de los pubs del viejo hijo de puta con la espiral que había empezado Arata al guillotinarme. Ni yo me di cuenta que le contesté a Verónica a las tres treinta de la madrugada hasta que los mensajes estaban enviados y le pedí perdón.

    Llegué a la academia con un sueño de mierda, cagado de calor por la humedad y sobreviviendo a punta de tres latas de café racionadas hasta que al cruzar el patio estaba abriendo la tercera. Desde que salí de Shinjuku traía los cascos puestos, en un intento por silenciar la cabeza, y no me di cuenta que venía murmurando en bucle una canción que ni correspondía a la música que venía oyendo hasta que pisé el edificio, recordé de dónde la había sacado también y me callé.

    Tuve que esforzarme por invertir el funcionamiento del cerebro para ver lo menos posible. Me metí a los casilleros de tercero solo a cambiarme los zapatos, en mi intento por no ver a Arata no vi a nadie más y porque estaba patinando de lo lindo ya de por sí, giré sobre mis pasos y entré a la línea de segundo para seguir hacia el interior de la academia esperando evitar cualquier encuentro como el de ayer.

    Los agresores siempre ganaban, ¿no? Estaba cansado de eso.

    Venía con los ojos puestos en el suelo, fue por eso que vi la... ¿Era una carta? De todo tiraba esta gente. No le asigné una forma a la silueta a su lado, a las piernas en realidad, solo me agaché, recogí el objeto y fue al erguirme que di con el cabello rubio oscuro de Melinda. Miré la carta antes de extenderla en su dirección y usé la mano en que traía la lata de café para bajarme los cascos al cuello.

    —Estaba a tus pies, así que asumiré que es tuya, Meli —dije y por traer el cerebro hecho puré no me di cuenta de las confianzas hasta después, así que negué con la cabeza antes de corregirme—. Melinda.


    :astronauta:
     
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    Gigi Blanche

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    Kohaku 5.png

    La reacción de Riamu a la presencia de Morgan había sido... curiosa, por decir algo. Comprendía el susto inicial, a la otra le gustaba hacer esas cosas, el asunto eran los nervios que parecían haberse mantenido. No tenía idea de nada, sólo en un chispazo de lucidez (o completa locura) me pregunté si no estaría relacionado a su motivo para buscarme en un primer lugar. Me seguían faltando muchas piezas, de todos modos.

    Y ni que me gustara jugar al detective.

    Morgan regresó con nosotros tras cambiarse los zapatos y mi sonrisa se ensanchó con algo de ternura al oír a Riamu decir que se sentía normal. Bueno, si para ella era normal ese chute de energía a las ocho de la mañana...

    —¿Siempre duermes bien? —busqué saber, arqueando las cejas, y suspiré—. Qué envidia, dime tu secreto.

    —El secreto es dormir en tu propia cama de vez en cuando, Ko.

    Giré el rostro hacia Morgan, quien se mantuvo como si no hubiese lanzado ninguna bomba, y para contrarrestarla conservé la sonrisa. Pero mira nada más a la traidora, qué descaro.

    —Para tu información, ayer dormí en casa.

    —¿Y hoy?

    Bueno, cavé mi propia tumba. Una sonrisilla divertida asomó en sus labios ante mi silencio y se enredó al brazo de Riamu con movimientos suaves, afirmando el contacto.

    —No sé qué querías con Ko, candy, pero te recomiendo que te mantengas alejada de él. Sólo te romperá el corazón —aconsejó, acongojada.

    Algo de incomodidad me reptó por el cuerpo al escucharla, aún sabiendo que sólo bromeaba y no buscaba molestarme en ningún sentido. Era parte de las verdades que callaba, las sensaciones que reprimía y las otras tantas que no controlaba como debería. No externalicé nada, por supuesto, y atendí a la pregunta del fin de semana.

    —Dormir en alguna parte, según Morgan —respondí, sin cambiar la cara de niño bueno pero con evidente intención de reclamo.

    —Hmm, no creo —acotó ella, ignorando mi comentario, y jaló de Riamu para empezar a caminar—. No tengo mucha vida social aquí, la verdad. Bueno, nunca la tuve en general, pero aquí menos.


    Joey 4.png

    El idiota se puso a pensar su respuesta, o al menos pretendió hacerlo, y en aquella espera sentí revolverse el augurio de una expectativa. Me alimentaba de reacciones, reacciones que este tipo me estaba negando, era un trabajo que requería paciencia y buena capacidad de observación. Su sonrisa disminuyó, lo noté al vuelo y me tomé la libertad de interpretar sus palabras como me salió del culo. Daba igual si pretendía insultarme o no, pues siempre tomaba lo que mejor me convenía.

    Alcé apenas las cejas, impostándome una suerte de sorpresa ante su respuesta, y mi sonrisa, contrario a la suya, se ensanchó.

    So gloomy —murmuré, casi sedoso, y suspiré—. Pero supongo que tienes razón. Un escupitajo sigue siendo un escupitajo, da igual de dónde venga.

    Le sonreí con confianza, bonachón, y le palmeé el hombro un par de veces con cierta fuerza. Aún si no había reaccionado visiblemente a nada de lo que dije, seguiría jalando de las nociones que debían molestarle desde el sentido común.

    —Me alegra haber encontrado un campesino como yo, ya me sentía solo en el club. Además, ¡a los dos nos gusta hornear y todo! —Solté una risotada—. ¿Te quedó alguna galleta extra de casualidad~? I meant it, I'm reeeeally hungry!


    A ver, a ver. Cuidado con lo que respondía, ¿no~?
     
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    Bruno TDF

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    El interior de mi casillero contenía dos libros, además de los zapatos que día a día rotaban sus posiciones. El desgaste de sus portadas delataba una incesante lucha contra el paso del tiempo, que dejaba una estela de aroma a papel resquebrajado. Los había dejado allí como una marca distintiva de mi casillero, así como por el hecho de que eran obras a las que regresaba ocasionalmente y que prefería leer envuelta en el aire, menos denso, de esta academia. El accidente de la carta pasó desapercibido, a causa de que me hallaba en uno de esos días donde surgía el deseo de la relectura; estuve unos segundos decidiendo a cuál libro le tocaba, hasta que le retiré de su lugar con un movimiento delicado de la mano, arrastrándolo con la yema del índice.

    Tras cerrar la puerta de la taquilla con el tomo en mi mano, noté en mis cercanías el rojo intenso, color de sangre y de fuego. Giré con suavidad hacia Cayden y lo miré al rostro, a sus ojos dorados… y a la carta que sostenía en sus manos.

    La Reina de Diamantes.

    No era típico de mí caer en descuidos, en mi vida había perdido una de mis posesiones; pero esa probabilidad nunca dejaría de existir, porque errar era parte de lo que nos definía como humanos. Era de agradecer que Dunn la hubiese rescatado del suelo, porque se trataba de una pieza única y extraña; de no ser por él, el mazo quedaría incompleto.

    Volví a mirar al chico a los ojos cuando habló y ladeé ligeramente la cabeza cuando se aclaró, con un gesto negativo mediante. Mas, no fue esto lo que provocó que me atención sobre él se acentuara un poco más. Alcé los dedos de una mano libre para tomar la carta, que quedó sostenido entre mi índice y el dedo corazón.

    —En efecto, me pertenece. Gracias —dije, dedicándole un asentimiento apenas perceptible—. Y descuida, no me incomoda que me digas “Meli”, si así lo prefieres.

    Guardé la Reina de Diamantes en el interior del libro que había sacado del casillero: Fausto, de Goethe. La carta tenía un significado especial para mí, más allá del póker, y solía acompañar mis lecturas al ser usada como señalador.

    Alcé el rostro hacia Cayden y repasé sus facciones.

    —¿Te encuentras bien?
     
    Última edición: 27 Agosto 2024
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    Zireael

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    Una cosa que seguro habría dicho alguna anciana centenaria del pueblo era que Dios no le había dado alas a los escorpiones por una razón, pero la lección de moral de que no había manera de que se le otorgara al mal una forma de ser llevado a cabo empezaba allí y terminaba en la misma frase. La historia se encargaba de demostrar que, de hecho, los crueles tenían un gran margen de acción o la paciencia que solo parecían ostentar los santos para sentar a esperar reacciones. Era bastante desesperanzador.

    Cómo entendiera lo que le dije daba más bien igual, yo no estaba reaccionando lo suficiente y él seguiría con su fachada, eso ya estaba claro, pero al menos algo había podido decir. De todas formas, que definiera mi respuesta como gloomy me estiró la sonrisa y la mantuve incluso cuando palmeó el hombro, percibí la cuota de fuerza en el gesto, obviamente. ¿Me molestó? Pues como a cualquiera, lo normal.

    Me negaba a ceder, ya no sabía si por distancia o rebeldía.

    Alcé apenas las cejas al escucharlo decir que también le gustaba hornear y me pregunté muy seriamente como el jodido peasant de las vacas, las gallinas, la huerta y segundo amigo del horno se le cruzaba un día por la cabeza hostigar a alguien así nada más, al punto de la obsesión. Lo repasé con la vista un momento, como si fuese a encontrar la respuesta en su figura y por supuesto que me rendí apenas haber empezado.

    Oh dear, ¿no desayunas antes de salir de casa? —pregunté de lo más acongojado y me incliné en su dirección, como si quisiera fijarme qué tan flaco estaba—. Es la comida más importante del día, muchacho, como campesino deberías saberlo.

    Ya de por sí dejaba cosas como si tuviera ladrones pegados a la espalda, así que ni idea, me anticipé a que cualquier mierda podía salir de esto. Suponía que era peor el intento que no se hacía, ¿cierto?

    —Me dejé algunas, por aquello de una crisis de hambre, ¿pero no ameritan aunque sea un refresco? Insisto, el desayuno es importante~

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    Ahora no llevaba un moratón en el rostro y aún así sentía muy pocas ganas de recibir cualquier mirada, lo que seguía contradiciéndose con la otra cara de la moneda, la que anhelaba un reflector. Lo pensé al recibir los ojos de Melinda, que eran de un color miel, y se me ocurrió que esta chica con su cara de póker y su personalidad seria quizás también veía más de la cuenta, como otros de nosotros. Bateé el pensamiento para no angustiarme, aunque la verdad era que una idea más o una menos ya daba lo mismo, ¿por qué haría diferencia?

    Al cabo de un rato de vagar sin cabeza hasta las cucarachas morían.

    En el lapso que tomaba el objeto pude detallarlo un poco mejor, el diseño era lineal, dorado sobre negro, y era la reina de diamantes. Me pregunté qué demonios hacía una niña con una carta con este diseño en la escuela, pero no externalicé la duda al ver su reacción a mi corrección antes de finalmente tomar el objeto que fue cuando confirmó que era suyo y dijo que no le importaba que la llamara Meli si lo prefería, ante lo que asentí con la cabeza. Fue apenas para que supiera que le había prestado atención.

    Igual me dio algo de vergüenza, aunque no me alcanzó el cuerpo en realidad, y regresé la mano a mi espacio hundiéndola en el bolsillo. Se me antojó irme a la mierda, la verdad fuese dicha, pero regulé el impulso inicial y me distraje viéndola acomodar la reina en el libro, reparé en el autor y recordé que era medio grande, así que descarté preguntarle porque no tenía una sola neurona que pudiera sostener un intercambio denso en este momento.

    Iba a preguntarle por la carta ahora sí, cuando la niña alzó el rostro para mirarme de nuevo y volví a sentir el impulso de irme, de retroceder. Bien justificado esta vez, porque me preguntó si me encontraba bien con esa cara de perro en bote que bastó para cuestionarme si le importaba siquiera, si apenas habíamos hablado una vez.

    —Estoy bien —respondí con calma y alcancé a dedicarle una sonrisa modesta—. Solo tuve algunos problemas para dormir anoche, me está pasando factura.

    Mantuve la sonrisa, desvié los ojos a su libro y luego regresé a ella.

    —Siempre me gustaron más las espadas —dije aunque la idea seguro sonó inconexa que te cagas—. ¿Sueles usar cartas como separadores?
     
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    Bruno TDF

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    No me oponía a que las personas abreviaran mi nombre, salvo en los casos donde el recorte se usaba en tono despectivo o irónico, tal como sucedía con mis hermanos mayores. A Dunn se lo permitía, por lo amena que había sido nuestra charla previa, donde su carácter se mantuvo afable en todo momento; en tanto se mantuviera en esa línea, no habría problemas entre nosotros. Optaba por pensar que poseía la agudeza suficiente para determinar qué tan auténtico era un comportamiento. En este sentido, esta percepción me hizo notar algo diferente en sus ademanes de hoy, que fueron los que me hicieron ladear la cabeza cuando se corrigió.

    Cayden dijo que había dormido mal, en respuesta a mi leve indagación; en el proceso se permitió una sonrisa humilde. Asentí también, para hacerle saber que comprendía su punto, porque eso explicaría su aura de pesadumbre. Aunque, si debía ser honesta, me cuestioné si la falta sueño transformaba la mirada de aquella forma: llenándola de una aflicción que no parecía ir más allá de lo físico. Fue sólo un pensamiento para mí misma, que no se profundizó en ninguna dirección. Era la segunda vez que me veía con este chico y, por lo tanto, no me incumbía.

    Pero Cayden era amable, eso también se veía en lo de la carta y su intento de corrección. Nada me impedía moverme por ese terreno, para retribuir lo que daba.

    —Espero, en ese caso, que tu día no sea muy demandante —expresé con calma, cerrando los ojos apenas un instante—. Y procura recobrar tu descanso en cuanto puedas.

    No era alguien expresiva, al menos en los gestos y expresiones, producto de una estricta educación, de los ambientes en exceso refinados y por las relaciones conflictivas con mis familiares, en nuestro choque de rebeldías. Pero en las palabras daba pista de lo que pensaba, y posiblemente de lo que sentía. Estaba en los demás decidir si allí se producía una conexión.

    Noté que Dunn miró el libro, antes de regresar a mí. Su comentario sonó inconexo, pero yo le encontré sentido al asumir que se había detenido, más que nada, en la carta que acababa de devolver. De hecho, sobre ella se basó la pregunta que hizo a continuación.

    —Desde hace un tiempo —respondí—. Me gustan las cartas, por sus diseños y significados; no sabría decir en qué momento empecé a usarlas como señaladores de libros. Un día, sin más, estaban ahí. Acompañándome en mis lecturas.

    Hubo un instante de silencio en el que no dejé de mirarlo. Pensativa, por lo que dijo al principio.

    —¿Conoces la baraja española? —pregunté entonces— Sus palos son “oros”, “copas”, “bastos” y, por último, las “espadas”… Estas últimas, ¿por qué dices que te gustan más?
     
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