Se lo había hecho bastante joven, es decir, yo casi estaba esperando cumplir la mayoría de edad o estar próxima a ello para tatuarme, sin embargo él se lanzó a la tinta creería yo, sin pensarlo mucho. Noté que estiró su mano, asumí que me tocaría el cabello o trataría de molestarme solo porque sí, sin embargo posó sus dedos alrededor de mi cuello, ladeé un poco la cabeza para darle más acceso casi en automático prendiendome de sus ojos en el proceso. Me mostró por medio del tacto donde había dolido más en lo que parpadeé con lentitud. —Dicen que es una de las zonas más dolorosas, con las costillas y el dorso de las manos. Al menos en lo que he visto en instagaram. Tenía ganas de preguntarle el por qué el tigre, pero en su lugar tan solo paladeé el apodo: —Byakko —le sonreí entre risueña y sedosa—, te queda bastante bien. Su sugerencia me hizo reír en lo que se me ruborizaban ligeramente los pómulos, terminé posando la izquierda sobre la suya, acaricié de manera distraída el dorso de su muñeca hasta invitarlo a deslizarla por el costado de mi busto, sobre la tela de la blusa pasando por mis costillas y deparando sobre la falda escolar, lo solté entonces para que la regresara a su espacio o decidiera por él mismo dejarla ahí. —En algún momento que no estemos en horario familiar —traje a colación la estupidez de antes, sacando otra mentita del bolsillo para comerla directamente, porque a la final le había dado la anterior a él.
Habría que preguntarme en treinta años si me arrepentía de haberme tatuado con quince años, pero ahora no me quitaba el sueño, no a sabiendas de que no saldría del mundo que me había reclamado ya hace tiempo. Llevaba tatuado el animal, el mismo del que mi nombre tomaba uno de sus kanji, el mismo del que provenía el apodo en cierta manera. —Igual creo recordar que las mujeres resisten mejor las agujas, al menos eso dicen casi todos los tatuadores —atajé sin motivo real—. No sé qué del umbral del dolor. La niña trajo el apodo sobre la mesa, el que había escuchado en Tekné, soltó que me quedaba bastante bien y me tragué la risa. El apodo no salía de lo que dice una buena reputación, para nada, pero eso importaba poco viendo que no retrocedía ni con las ochenta banderas rojas en las narices. Mi estupidez le lanzó el color al rostro, a mí una sonrisa me estiró los labios y cuando tomó mi mano para montarse otro numerito la dejé hacer. Delineé su silueta bajo su guía, el costado del busto, las costillas, la falda y cuando me soltó solo afirmé la mano en su pierna de nuevo, porque sí. La respuesta real al comentario me sacó una risa floja. —Obviamente.
Esa dato random la verdad que no lo tenía, por lo que un poco me brindó algo más de seguridad con lo de las agujas, el dolor era inevitable, pero tampoco quería someterme a algo insoportable en su totalidad, así que continuaría con la idea en el tintero para quizá, después de un tiempo, pedirle a él que me recomendara algún lugar, y si de aquí allá le tenía más confianza, que me acompañara, no sé. El muchachito muy obediente me siguió la tontería de dejarse llevar la mano, a la final suponía que así lo haría. Rowan me lo había dicho, ¿no? el que era más fisíco, por el juego de preguntas y no sé qué, como también me había dicho mil cosas que había atendido a medias por estar más caliente que la mierda ahí sentada entre los dos, con la mano de Tora cosquilleándome en la oscuridad. Uy, un poco si me acaloraba recordarlo. Apretó mi pierna, exhalé por la boca en automático entre lo que pensaba y su actuar del apretón, mordí el caramelo para no perder la tontería del horario familiar y suavicé nuevamente mis facciones al escuchar su risa floja. —¿Te parece si vamos subiendo? —señalé su bento para que no se le fuera a quedar—, puedes llevarme a mi salón de clase —no era una sugerencia, ¿cierto? era un capricho. Esperé a que apartara su mano para levantarme de la silla, me estiré ya de pie con las manos tras mi espalda y suspiré satisfecha. Había sido un almuerzo entretenido. Sujeté mi bento, jugué con las llaves haciéndolas sonar entre mis dedos y aguardé a que el fuera el primero en salir al pasillo.
Alek se dejó hacer y así salimos al pasillo sin más. Tenía las intenciones de molestarlo guiándolo hasta abajo, pero una vez allí noté que mi querido recluta se encontraba conversando con otro muchacho y giré el cuerpo hacia él, saludándolo con el brazo bien estirado. Fue breve, pasajero, y luego continuamos hasta encontrarnos frente a la puerta de la sala multimedia. Me había mantenido tarareando por el camino, sin atender ni preocuparme por el silencio de Alek. Quería decir, de por sí no era muy charlatán, ¿cierto? ¡Y yo era una señorita muy comprensiva! Cuando iba abriendo la puerta, lo escuché decir que deberían darle una copia y me carcajeé, ingresando. Lancé la mano hacia donde ya sabía estaba el interruptor de luz y los tubos parpadearon fugazmente antes de quedar encendidos. —Únete al club de radio, Grumpy, y en ese caso me lo pienso~ Me detuve en un punto más o menos aleatorio del espacio y me giré hacia él, colocando los brazos en jarra. —Alright, mi casa es tu casa. —La primera palabra fue en inglés y el resto lo solté en español, o al menos el mejor español que mi acento sureño pudo modular—. ¿Precisas ayuda con algo? ¿Qué viniste a hacer, de todos modos? Uh, ¿y qué trajiste para almorzar~? La última pregunta, por supuesto, cargó una clara chispa de interés bastante evidente.
Miller pasó primero, encendió la luces y la luz artificial fue como una mierda para los ojos, ya había suficiente luz natural en las ventanas, la tonta era una exagerada. Pasé la mano por el interruptor apagándolo en lo que entraba también, frunciendo el ceño al captar lo que decía del club de no sé qué, y primero muerto que meterme a un club donde tenía -por fuerza-, que hablar con gente que ni puta idea, era más probable que hiciese que todos se salieran de dicho club para no verme la fea cara que mantenía. —Ya con la luz de la computadora es suficiente, además te dije que voy a dormir cuando acabe —le recordé siguiendo sus pasos, se giró en algún punto, hablando una parte en español que me hizo parpadear con cierta duda. Podía estarme insultando y yo ni puta idea—, ¿qué qué? —murmuré en lo que el cerebro me funcionaba, pero no tenía nada que ver con el idioma así que no pude conectarlo de ninguna forma. Por lo que terminé resignado -de nuevo-, encaminándome hasta uno de los computadores en lo que la puerta se cerraba a mis espaldas. Dejé mi almuerzo sobre el escritorio en lo que encendía el equipo, sacando luego la memoria del bolsillo para mirarla de perfil. Parecía un tren andante con la habladera, por lo que me tocó prestar más atención de la que quería inicialmente para retener las cuestiones, aunque fue en un desorden de mierda. —Necesito terminar algo, bueno, iniciarlo, estoy atrasado. ¿Ayuda? Obvio no ton... —el chispazo me pasó por la mente, pestañeé con un deje de duda, pero si era menos idiota podía apoyarme en ella, a fin de cuentas tenía conocimiento en música, o práctica, como fuese, obvio si me servía—. Macarrones con queso, pero ni pidas que te dé, minímo están horribles, los hice de afán. Me dispuse a sentarme en mi silla, miré la pantalla del computador y la llamé desde mi posición. —Siéntate acá Abby —murmuré en referencia a la silla del lado—, si quieres...
Cuando las luces sobre mi cabeza se apagaron volteé hacia Alek y lo miré con cierto reproche, pero al final no dije nada. Planeaba bajar las persianas, estaba tan habituada a usar la computadora a oscuras que siquiera consideré la posibilidad de que, bueno, otras personas fuesen menos vampiros. Quien había venido a trabajar era él, en cualquier caso, de modo que lo dejé correr y decidí adaptarme a su ¿ambientación laboral? ¿Algo así? Cuando finalmente me respondió, sin embargo, solté una risa divertida. —¿O sea que sí puedo bajar las persianas? —pregunté. ¡Al final era aún más vampiro que yo! Al parecer no conocía la frase en español, pero me dio pereza explicarla y básicamente pasé de largo su confusión. Igual era una tontería. Me hice la loca y seguí hablando, él se sentó frente a una de las computadoras y seguí sus movimientos desde atrás de su posición. Me quedé muy quietecita en mi lugar, casi mandándole señales telepáticas para que me llamara, y cuando finalmente lo hizo mi sonrisa se ensanchó con ilusión. Arrastré la silla aledaña hasta ubicarla a su lado, muy contenta, y repasé el escritorio con la vista. —¿Los hiciste tú? —repetí, entusiasmada por la idea, y di un leve respingo—. Oh, right! Tenemos un microondas acá, los puedo calentar. ¡Van a quedar mucho más ricos! ¿Había ignorado por completo su rechazo y planeaba comer de su almuerzo de todos modos? Pues claro.
Mencionó lo de las persianas y asentí sin mucho rollo. En casa solía estar a oscuras para jugar videojuegos o pasármela haciendo algo en la computadora que en ocasiones Manson me prestaba, por lo que aún estaba ahorrando para una, a ver si el próximo mes podía sacar un crédito o algo, pero mamá me sacaba tanto dinero al mes que mierda, mantenía hastaa el cuello por lo que terminaba aquí metido para usar una y poder avanzar en el otro empleo. En lo que encedió el aparato quité la tapa del usb, introduciéndolo. La luz de la pantalla me dió directo en la cara mientras Miller corría la silla, se quedó cargando unos minutos por lo que la mención del microondas si me llamó la atención suficiente para mirarla. La comida siempre sabía mejor caliente, así que terminé asintiendo ligeramente con la cabeza. —Solo no vayas a probarlos boba, ahí están —corrí con el codo mi almuerzo hacia ella. Con la derecha sujeté el mouse después, desplacé el puntero hasta la carpeta que pidió autorización de ser abierta, la di y los archivos comenzaron a desplegarse. Habían fotografías de prendas de vestir y archivos de audio, además de un programa portable; di el doble click y ya luego abrí youtube. >>¿Trap y hip hop? —murmuré en pregunta, para ella—, ¿o hip hop y pop? No preguntes por qué, solo dime cuál crees que suene mejor si los mezclo.
Al final dejé las persianas a la mitad y la luz que ahora se colaba, reducida, trazaba un corte horizontal en el espacio, según el cual las minúsculas motas de polvo aparecían y desaparecían. Luego de sentarme, regresé mis airpods a su cajita y la cajita a mi bolsillo, y en el mismo movimiento agarré su almuerzo y me puse en pie. —Sí es apto para microondas, ¿no? —le pregunté mientras analizaba el envase desde todos los ángulos en busca de la clásica etiqueta. Fui hasta el aparato y lo puse a correr durante un minuto; al menos en mi experiencia con este bicho, los fideos se calentaban rápido. Cada microondas era un mundo, después de todo. Me quedé a esperarlo con las caderas apoyadas en la mesa y los brazos cruzados, y desde ahí solté un suspiro profundamente acongojado. —Ah, I'm so hungry... —me lamenté en voz alta—. Y la cafetería está tan lejos... Si tan sólo hubiera unos macarrones con queso listos para comer calentándose a mi lado... El teatro me lo monté mirando a la ventana, pero no pude contener el impulso de lanzar vistazos furtivos a la posición de Alek de vez en cuando. Cuando el microondas terminó, saqué el tupper y lo abrí para cerciorarme de que estuviesen a una buena temperatura; el vaporcito olía a queso y sólo agravó mi pena. —Oh no, it smells so good... Volví a tapar el envase, regresé a mi asiento designado y le presenté su almuerzo con ambas manos y una gran sonrisa, como si acabara de cocinarlo yo misma y estuviera esperando una felicitación de alguna clase. Su pregunta me pilló un poco en frío y le eché un vistazo a la pantalla del ordenador, donde encontré un programa abierto y también una pestaña de YouTube. —Hmm, ¿trap y hip-hop? Creo que pega mejor contigo —elegí, recordando la canción en la que habíamos coincidido hace un tiempo, la de Glass Animals y Denzel Curry.
No dije nada con respecto a si era apto para microondas, siempre compraba las mismas que Kathe así que dudaba que la tonta fuese a adquirir algo que no pudiera calentar en algún lado, a fin de cuentas solía ser donde también llevábamos de comer para el trabajo. Escuché el sonido del microondass por lo que al rato percibí el aroma a queso, sintiendo el estómago a punto de rugirme. Miller dijo la tontería del día haciéndose la sufrida a lo que solté el aire por la nariz con algo de cinismo, mirándola por el rabillo del ojo. ¿Creía manipularme así? Sacó el almuerzo sosteniéndolo entre sus manos y volvió a lamentarse, torcí los ojos notando que regresaba sobre sus pasos, me lo mostró como una mocosa esperando una adulación y no dije nada, pues porque no. Se sentó luego y regresé a la pantalla. —Bien —murmuré tomando una canción de Eminem y una de Travis Scott. Comencé a desplazar puntos especificos para comenzar los cortes en los tempos—. Puedes probarlos, pero solo un poco que yo tengo mucha hambre —murmuré como si la cosa no fuese conmigo cuando a la final había accedido. Podía ser un idiota, pero no tanto como para no darme cuenta que sino fuese por ella estaría viendo chispas fuera de esta sala. Presioné un par de teclas para ajustar los niveles, entorné las pupilas carmín en algún punto porque me dejaban con una computadora y me sentía trabajar en automático. Jugué con los efectos y luego pestañeé, enjuagándome los ojos con las muñecas al sentirlos resecos. Giré ligeramente el mentón para mirarla. —Dame, me van a sonar las tripas —me refería al cubierto para también comer.
Cuando le mostré los macarrones no dijo nada, pero eventualmente me habilitó a probarlos y sentí una mezcla muy clara de alegría y satisfacción que me ensanchó la sonrisa. Di un par de palmaditas suaves junto a un "yey~" en voz baja y pinché un par de fideos para llevarmelos a la boca. Me distraje en la pantalla, los movimientos del mouse y el sonido de los clicks, y mientras aún masticaba me incorporé en silencio. Fui hasta la ventana, bajo la cual se extendía una mesada junto a una serie de gavetas y archiveros, y pillé de allí un par de auriculares. Eran de casco y los había traído yo, ¡así que calidad garantizada! Para mezclar era muy importante usar de alta fidelidad y con cable, el delay de la conexión inalámbrica podía generar problemas y eso sin hablar de la pérdida de información; para un oyente casual no habría problema, pero esto era diferente. No sabía si el plan de Alek había sido improvisado o si no contaba con un par de estos en su casa, tampoco me lo cuestioné demasiado. Regresé a su lado y, con cuidado, abrí los cascos para ubicarlos sobre sus orejas. —Así trabajarás más cómodo —dije mientras se los acomodaba, y como también tenían cancelación de ruido, la última palabra se amortiguó. Los conecté en la pc y volví a sentarme, pinchando macarrones de a poco. Me distraje por completo viéndolo trabajar, sin esmerarme ya en molestarlo o interrumpirlo; estas cosas a mí también me gustaban mucho y me las tomaba con relativa seriedad. Eso fue, claro, hasta que me pidió que le pasara su almuerzo, pero lo quise interpretar como me salió del culo y esbocé una sonrisilla divertida. Preparé el tenedor con algo de comida y, manteniendo la otra mano debajo, lo acerqué a su boca. —Alright, Grumpy, open your mouth~ No sabía si lograría escucharme o no, pero ante la duda ¡siempre valía el intento!
No me había ni percatado que Miller se había levantado de su asiento nuevamente, estaba bastante metido en lo que estaba haciendo, pensando en preguntarle luego si tenían algunos parlantes aquí, de lo contrario me iría a la incertidumbre con la letra de youtube y mirar que salía cuando conectara la memoria al portátil de Kathe, sin embrago sentí algo en mi cabeza, me tensé inicialmente hasta que el sonido exterior conjunto a lo que ella decía se evaporó de golpe, enterándome que eran unos auriculares. Los conectó por lo que di play, moví los dedos sobre el mause con el ritmo de without me, y ya luego seguí con las modificaciones, siguiendo los golpes de ritmo con el zapato por debajo del escritorio. Esta mierda funcionaba bastante bien, era como si estuviese en un lugar aislado con la música retumbandome los tímpanos, lo que me permitió balancear el volumen relativo de la misma pista, pedí mi almuerzo en algún punto, noté la sonrisa divertida y le leí los labios a medias, tenía el cubierto con la pasta extendido en mi dirección y sin permiso de nadie se me coloreó el puto rostro. Fruncí ligeramente el ceño y me pensé si por las luces ausentes le era posible notarlo, preferí pensar que no y regresé la vista a la pantalla, dejándola con la mano estirada por unos segundos, carraspeé la garganta después y volví a girar el rostro hacia ella. —No te hagas ideas raras, tonta —me defendí como siempre sin ser atacado, subiendo la voz sin intención por los auriculares, y atrapé con los labios el trozo de comida, mastiqué pensando que al menos no sabían a mierda y me lo tragué luego, regresando a lo mío. No pensaba extender la pista a lo que solían durar de dos a tres minutos, era demasiado y no me pagaban lo suficiente, por lo que hice el recorte en el minuto puntualmente, eliminando el resto; me había terminado echando para adelante como si la pantalla estuviese lejos por puro cansancio visual que terminé descansándola y casi derritiéndome en la silla. —A todo esto, ¿por qué no te fuiste a almorzar con tus amigos en vez de perder el tiempo acá? —caí en cuenta que no le iba a escuchar nada por lo que me dejé los cascos sobre los hombros con un movimiento simple de mano.
Mi aproximamiento un poco malicioso sí era. Lo conocía lo suficiente ya para llegar a imaginar qué cosas definitivamente le saltarían la térmica, y encima de eso lo había pillado con la guardia baja. La pobre criatura se puso roja, el resplandor de la pantalla no lo disimuló demasiado, y mantuve mi atención puesta en él con una sonrisilla, sin bajar el tenedor. En un punto ladeé la cabeza, inclinándome ligeramente en su dirección, y pestañeé con aires inocentes como si le estuviese diciendo "¿no vas a comerlo?". Al final cedió y mi sonrisa se ensanchó. Dudaba que fuera a oírme, así que no dije nada. Con el capricho cumplido, me eché sobre el espaldar y subí un pie, acomodándome bastante a mis anchas para seguir comiendo de su almuerzo. De vez en cuando le picaba el brazo con el mango del tenedor y le daba un par de macarrones más, que el pobre seguía trabajando y se le iban a enfriar... si quedaban. Igual me empecé a aburrir con el silencio y acabé poniendo algo de música bajita en el móvil, cosa de entretenerme sin perturbarlo. Por la forma en que se derritió en la silla supuse que había acabado. Intercambié la vista entre él y la pantalla, se bajó los cascos y recibí sus ojos con las cejas alzadas. Su almuerzo ya se había acabado, pero lo mantenía en mi regazo porque sí. —¿Esto no cuenta como almorzar con mis amigos? —repliqué, pero al instante solté una risa nasal y repiqueteé las uñas en el plástico del tupper; pobre criatura, tenía que dejar de molestarlo—. I'm okay, Grumpy. Me gusta estar aquí y, de todos modos, no es que tenga muchos amigos en esta escuela. —Miré la pantalla y la señalé con la barbilla—. ¿Para qué es la mezcla?
Ni en mis peores pesadillas se me había cruzado que la niña esta terminaría comiendo parte de mi almuerzo, era una mediocridad que sino lo hiciera por ella misma jamás le ofrecería a probar, pero con el afán de quitarme el trabajo de hacer la mezcla de encima había permitido que nuevamente esta niñita saltara mis barreras como si fuese un puto brinca brinca. —No, no cuenta. Parpadeé con incredulidad con lo de que casi no tenía amigos aquí, como era de fastidiosa hablando hasta por los codos lo dudaba mucho, pero tampoco me interesaba indagar en cosas que no me concernían así que no señalé lo que consideré mentira. Regresé la vista a la pantalla en lo que me la señaló. —Una mezcla para una presentación —contesté en automático, a lo que sentí la garganta carraspear. Lo que menos quería era que ésta se enterara de que bailaba en eventos por dinero, ¡pensaría que sería marica o peor! Luego le daría curiosidad por verme bailar y que puta vergüenza—, para una amiga que me paga por eso —atajé casi después, atropellando mis propias palabras. La miré por el rabillo del ojo, casi esperando que se creyera todo para luego extender el brazo, cerrar lo que había dejado abierto en la computadora y extraer con seguridad la memoria, la dejé sobre el escritorio y aproveché para ir apagando el computador recordando que la última vez que habíamos hablado había sido para la celebración de su cumpleaños, me gano la lengua antes que el cerebro para mencionar esa noche. >>¿Y cómo te terminó de ir en tu celebración? ¿Te portaste bien o seguiste tonteando con el Ruso?
El insolente se eliminó de mi lista de amigos con tal facilidad que le clavé la mirada encima, frunciendo el ceño y hasta los labios en un mohín instantáneo. En parte era teatro, como casi todo lo que hacía, pero en parte también era genuino. Puede que sólo fuera Grumpy siendo Grumpy, pero prefería no escucharlo diciendo algo tan feo como eso. Decidí dejar el tema quieto por el momento, aunque siguió rondándome la mente. Me contó que una amiga solía pagarle por esta clase de trabajos y asentí, sin dudar ni un segundo en sus palabras. Desconocía para qué usaba ella las pistas, pero esa porción de información no me concernía y tampoco había llegado a interesarme lo suficiente. Ni siquiera sospeché del atropello de sus palabras o la mirada que me lanzó de reojo, de por sí me había distraído husmeando el programa desplegado en la pantalla hasta que Alek lo cerró. Se dispuso a regresar todo a su estado inicial y yo me erguí en la silla, apoyando su tupper en el escritorio. Su primera pregunta me dibujó una sonrisa amplia en el rostro, pero la segunda acabó suavizándome el gesto con muy claras malas intenciones. ¿Otra vez con Marly? Ah, this boy~ —I did not. No que recuerde, al menos~ —Solté una risa nasal y volví a echarme contra el espaldar, buscando sus ojos—. Luego de que te fuiste, Marly y Cory subieron juntos a tocar, yo me quedé con Ri y... no sé, ¿lo normal? Bailamos un rato, bebimos, y en algún momento aparecí en mi cama. —Me encogí de hombros, restándole importancia—. Ri se quedó a dormir conmigo, hubieras visto nuestras pintas al otro día. Una risa floja me vibró en la garganta, pero la tontería me seguía rebotando en la cabeza y, luego de suspirar bajito, pellizqué la manga de su camisa, llamándolo. —¿No somos amigos? —pregunté de la nada, y una cuota de desilusión se me filtró en el gesto.
La verdad fuese dicha, me había pasado totalmente desapercibido su berrinche, probablemente entre el cansancio y la oscuridad mi cerebro funcionaba a menos de la mitad. Como fuese, ya con el aparato apagado me relajé más, aunque sentía que tenía unos nudos del carajo en el cuerpo, probablemente al llegar a casa dormiría como un oso perezoso a ver si me componía antes de ir al trabajo. Seguí a media marcha el relato, me imaginé a la Rosita y ella con el cabello hecho trizas al levantarse al otro día, y una resaca asquerosa. —Esa es otra que parece metralleta hablando, ustedes se parecen en eso —hice la asociación como me dió la gana, aunque para Miller solo me habia cruzado con ella en su cumpleaños. Eché la cabeza hacia atrás, cerré los ojos con claras intenciones de empezar a buscar descanso pero el toque en mi manga me hizo fruncir ligeramente el ceño, me enderecé para mirarla y al girar el rostro terminé alzando las cejas ligeramente, suavicé no sé en qué momento lo brusco de mi semblante al notar la desilusión de su pregunta, sintiéndome un imbécil como la tarde en que me negué a su invitación de cumpleaños, de nuevo, como si hubiese hecho algo malo. El silencio se quedó por unos minutos por mi contrariedad más que otra cosa. —Claro que si boba —terminé murmurando al girar mi asiento hacia ella, estiré la zapatilla y giré el de ella para que me viese de frente, halandola igual hacia mi para cortar la distancia, dándole un golpecito de nada en la frente luego—. Sino no hubiese ido a tu cumpleaños. Le recordé con ganas. No sabía para ella porque era tan importante eso de ser o no ser amigos, cuando yo había decidido no tener ninguno, bueno, a excepción de Kathe que se coló... Y ahora ella también.
Solté una risa ligera cuando dijo que Ri y yo nos parecíamos en lo mucho que hablábamos, pero como ya tenía la otra cuestión en mente no le respondí nada concreto. Se había echado hacia atrás, recordé que había mencionado que planeaba dormir y, tras captar su atención, lo observé al detalle. Casi siempre llevaba encima la cara de perro viejo, pero en ese momento le bajó dos rayitas y giró mi asiento. Lo dejé hacer, me acercó a su posición y por fin respondió que sí, que éramos amigos. Quizá diera la impresión de no tener una preocupación en el mundo y puede que, de hecho, las mías fuesen escasas o superfluas en comparación a las de otras personas, pero eso no significaba que absolutamente todo me diera igual. En mi mente Alek era mi amigo, así como Ri y los chicos, por eso lo había invitado a mi cumpleaños; de haberlo preferido podría haber rellenado la mesa con muchas más personas, desde conocidos y hasta personas que me caían bien, pero los había elegido a ellos. Me alivió oírlo, una sonrisa me estiró los labios y apenas cerré los ojos ante el toquecito de la frente. Aproveché su acercamiento y cacé sus manos, sosteniéndolas con las mías y usándolas de ancla para inclinarme en su dirección. Les di un apretón fuerte. —¿Por qué no cuenta, entonces? —pregunté, refiriéndome al asunto de si estaba comiendo o no con mis amigos.
Estaba por regresar a mi posición pero la tonta tomó mis manos de impulso, me eché un poco para atrás por la cercanía al ella impulsarse sin sentir el apretón de sus manos sobre las mías al llegarme algo de nervios, me demoré en conectar la pregunta que me soltó, con mis ojos sobre los suyos torcí la boca de puro berrinche. —Pues porque yo lo digo —resolví con una estupidez porque se me secaron las neuronas—. Te tomas muchas libertades tonta al estar tan cerca de mí —siseé en una queja apenas audible. Al menos no había nadie aquí para verme tan estúpido, de lo contrario estaría igual de tosco que siempre. No sabía si en verdad representaba una preocupación real para ella, por lo que en algún momento solté el aire por la nariz, retomé el espacio que había abandonado echándome para adelante, recorté la distancia y deletreé en su cara: —A-m-i-g-o-s si, lo somos, ya conformate con eso. Pero este almuerzo no cuenta —se me iluminó por allá una neurona al ver de reojo mi topper—, porque los amigos comparten, y aquí tú no compartiste nada de comer.
Su respuesta fue sencilla y hasta infantil, pero a mí me pareció de lo más adorable y no disminuyó en absoluto la sonrisa plantada en mi rostro. Se quejó de la cercanía, de las libertades que me tomaba, y sin retroceder ni un centímetro se me aflojó una risa nasal. —Grumpy, ¿estuviste en una disco conmigo y te sigues cuestionando esas cosas? —reflexioné, pero luego ladeé apenas la cabeza y agregué—: ¿Te molesta? ¿Me estaba metiendo con él? ¿Lo preguntaba en serio? Ah, quién sabe. No me había detenido a analizar sus posibles sentimientos o lo que fuera, jamás lo hacía con nadie, pero desde la superficie sí llegaba a apreciar que el muchachito enviaba señales bastante mezcladas y confusas. Pasado un rato juntó valor, supuse, y disminuyó la distancia que había impuesto entre ambos. Yo me había negado a soltar sus manos y me mantuve en sus ojos, divertida. —¿Eh~? Pero no traje nada de comer... —me defendí sin mucho esfuerzo—. Te invité a un montón de champagne la otra noche, ¿eso no cuenta?
¿Qué si me molestaba? Probablemente al inicio cuando la conocí de la manera menos esperada, estando puto desnudo si me había molestado, por vergüenza como siempre, además de que me sentía extraño cuando la gente era confianzuda y me ponía hasta de malas pulgas, pero la cercanía de la tonta me había dejado de molestar desde... ¿desde cuándo? No le eché cabeza, más bien dejé la cosa de lado porque no le veía sentido a darle estúpidas vueltas a cosas como esa, cuando por un reto estúpido se la había pasado sentada encima de mí. De igual forma no respondí, ya ella podía asumir lo que quisiera. Se defendió en lo que comencé a ser consciente de sus manos, las mías apenas se movieron por confirmar más que nada que tenía su tacto ahí, chasqueé la lengua cuando habló de uno de los tragos de la fiesta, que obvio no contaba, y ella lo sabía, pero no pude cerrar la boca y no decirlo, sosteniéndole la mirada. —Claro que no boba, si es algo que era para todos no cuenta. Me hice el indignado porque me dió la gana, haciendo una mueca en el proceso, de nuevo, sin frenar la lengua como el idiota que era. >>Como tus besos de mentiras, debería darte vergüenza Miller.
Contenido oculto Grumpy no abrió la boca, su expresión tampoco varió casi nada y, en definitiva, me obligó a llevarme la duda a la tumba. Such a meanie. Lo dejé correr, utilicé el champagne de mi cumpleaños como defensa y él, según había esperado, volvió a refutar mis argumentos. Bueno, no podía culparlo por querer llevarme la contraria. Era divertido molestar a la gente, ¿verdad? La verdadera pregunta era si se las arreglaría para darme pelea. Kinda dangerous, wasn't it? Murmuré un sonido pensativo, ladeando la cabeza, y mi sonrisa se tiñó con una suavidad casi sedosa. Siquiera me molesté en disimular lo mucho que me entretenía, que me satisfacía incluso, cuando me seguía el juego de esa forma. —¿Tengo que dártelo sólo a ti, entonces? —indagué, sin elevar el tono, y acaricié sus manos vagamente con los pulgares—. ¿Seguro que eso hacen los amigos, Grumpy? Con eso ya me habría dado por hecha, pero Alek siguió hablando y la cosa escaló diez niveles de golpe. Mencionó unos besos de mentira y alcé las cejas, sorprendida. Los parchones de memoria solían ser severos, pero se habían vuelto tan habituales que ya no les prestaba atención. Hice memoria del juego, de cuando me había sentado en su regazo, pero... ¿de qué hablaba, exactamente? Él se había ido primero, ¿nos habíamos besado? ¿O el problema era... que no lo habíamos hecho~? La música seguía sonando a un volumen discreto desde mi móvil, le presté atención de un momento al otro y me sonreí, divertida. A ver, siendo justos, en ningún momento había dejado de sonreír. —You're holdin' way too many grudges against me, dontcha' think? —Afirmé el agarre en sus manos y me incliné hacia él un par de centímetros más, invadiendo su espacio y sin correrme de sus ojos—. Si quieres algo sólo dilo, baby. Mi sonrisa se ensanchó y le lancé un vistazo consciente a sus labios. —Or do it, for all that matters.
